He logrado volver a sentir la alegría (privado)

El día había sido extenuante, por decir lo de menos. Como ya era costumbre, vagué por las calles parisinas esperando encontrar algo novedoso, algo que alegrara mi marginada alma puesto que desde hacía ya varios meses, me di cuenta de que a pesar de que suele haber emoción de vez en cuando, técnicamente había caído en la rutina y eso, me aterraba. Había tratado de mantener mi espíritu vivo, mi esencia, todo lo que yo era. Pero no me di cuenta, de que estaba muriendo lentamente. El miedo fue lo que me mantuvo despierto y curioso desde los dieciséis años pero, con el tiempo adquirí experiencia, me fui adaptando al ambiente, al mundo en el que yo vivía y súbitamente, dejaron de aparecer las sorpresas pues el miedo ya no estaba presente.  Los ladrones de la tercera edad (que al perder la  juventud quedaron como simples mendigos) me habían contado de cómo sintieron que envejecían más rápidamente por haber perdido el miedo a la calle, a la noche, el que el cuerpo se deteriore es una cosa pero ¿el alma? Eso era lo que te definía ¿no? si uno deja de sentir esa chispa de vida uno dejaba de imaginar, de pensar, de crear. Algunos de los vagos más viejos aún eran capaces de robar gracias a su ingenio, jamás dejaron morir al espíritu.

Por mi parte, aún lograba reflexionar sobre ello, lo que significaba que mi alma no había sucumbido, no aún al menos, pero estaba agonizando. Tenía que encontrar el medio para reanimarla. Al mismo tiempo que me dejaba llevar por estos deprimentes pensamientos, comencé a notar que había caminado demasiado, jamás había ido a aquella parte de la ciudad, no tenía idea de dónde estaba pero, intrigado por el repentino cambio en el ambiente, decidí continuar. Había algo que me llamaba la atención sobre el lugar y era ese aura de misterio, ¿acaso este lugar era el antídoto que buscaba?

Conforme caminaba, comencé a captar nuevos aromas y sonidos que encerraban este aire de misticidad, sentía mi alma estremecerse ante el descubrir algo nuevo. Avancé un poco más y me topé con un letrero que decía "Circo". Me detuve en seco antes de pasar el letrero, como si en el fondo supiera que estaba por comenzar una nueva aventura o que descubriría algo impactante. Decidí continuar la marcha y sentí que estaba en otro mundo. Veía a la gente vestida de forma inusual, colorida y alegre a diferencia de la mayoría de a gente. Súbitamente, escuché algo que hizo que me detuviera en seco. Había música, y no música cualquiera ¡Música de mi tierra, de mis ancestros! Como un niño perdido tratando de ubicar a su madre, corrí hacia el origen de aquella melodía. Para mi deleite, había un conjunto de músicos tradicionales de Escocia, tocando armoniosas y rítmicas canciones. Avancé a través de la gran audiencia que acumulaban para estar más cerca y vi en el centro, a un grupo de niños con ropas igual de peculiares danzando alegremente. Los miré por un rato sin darme cuenta de que movía mis pies al ritmo de la música. Conforme avanzó el pequeño concierto, los adultos comenzaron a unirse de uno en uno a la danza, de inmediato noté que ninguno tenía una idea de cómo era que se bailaba apropiadamente. Poco a poco se comenzó a juntar más gente que danzaba alegremente y yo, sin pensarlo, me uní al baile.

Por un momento sentí que mi espíritu volvía a la vida al recordar mis raíces mientras comenzaba a danzar, no me consideraba el mejor, pero sí un buen bailarín, antes de que pudiese darme cuenta, una multitud comenzó a hacer un círculo alrededor mío mientras contemplaba mi danza sin perder la emoción, incluso me animaban a seguir, tal y como me lo indicaba el sonido de sus palmas que seguían la música. No me di cuenta hasta más tarde pero no cortaron con el animado ambiente al ver mi ropa medio desgarrada. Ni siquiera les importaba. Y yo, era feliz como no lo había sido en mucho tiempo.

Me había perdido a mí mismo en esa sensación de libertad que yo mismo me había brindado. Sin perder el ritmo, volteé a mi alrededor y contemplé la surreal escena. Parejas y personas bailando para sí mismos se estaban uniendo a mi danza, los niños que había visto bailar antes estaban tratando de imitar mis rítmicos pasos y la mayoría fracasaba y terminaba en el suelo, pero no por ello dejaban de intentarlo, ni siquiera bajaba su ánimo. Por otro lado, los ancianos tomaban a sus parejas y trataban de seguir el ritmo animado de la música, para mi sorpresa, la edad de sus cuerpos no les impedía disfrutar del momento alegre.

Solo perdí el paso cuando una joven curiosamente vestida al igual que la mayoría de aquellas personas se me acercó al compás de la música, resultaba pues, que aunque la música era de un país distinto, a la joven doncella que ahora danzaba junto a mí le salía casi perfecto. Escuché que dijo algo pero entre las palmadas rítmicas de la gente, los vitoreos y la música, no logré escucharla. Sin embargo, al verla danzando junto a mí, entendí que me estaba haciendo una invitación a bailar con ella y, cautivado por los elegantes movimientos de esta, volví a danzar como antes. No me importaba si de repente nuestros cuerpos se llegaban a tocar, por un momento el miedo dejó de existir y fue reemplazado por una sensación de libertad. Antes de que me diese cuenta, la gente a nuestro alrededor dejó de danzar y se concentraba en mí y en la joven. Gradualmente, el ritmo de aquél son fue aumentando hasta que llegó a una velocidad extenuante, mis pies estaban cansados pero no quería que el momento terminara. Finalmente, logramos concluir nuestro pequeño espectáculo sin perder el tiempo y al hacerlo, esta extraña población de curiosas costumbres comenzó a aplaudir.

Me mantuve inmóvil mientras trataba de que mi agitada respiración volviese a la normalidad, con mi manga (que ya estaba hecha jirones) me sequé el sudor de la frente y volteé a ver a la joven con la que había danzado. La miré con incredulidad por un par de segundos hasta que hablé. -¡¿Dónde aprendiste a bailar así?! -Dije en forma de un cumplido que no pude moderar para sonar demasiado cortés, en ese momento, la emoción que quedaba de la escena de hacía unos instantes me dominó por completo.

Lo único que podía hacer en ese momento era sonreír, el ambiente, las personas, el haberme vuelto a sentir yo mismo, libre de prejuicios y preocupaciones... Todo, la sensación de libertad vibraba por mi cuerpo y podía sentirla. Me sentía en un mundo totalmente distinto, ni siquiera podía creer que siguiera en París. Sin pensarlo, tomé la mano de mi compañera e hicimos una reverencia al público que no paraba de vitorear el espectáculo que habíamos dado.

La escuché reír, y, admito, me pareció una linda risa, de esas que no se escuchan a menudo y que tienen algo diferente, difícil de ubicar, pero de alguna forma, sabes que son especial, diferentes a las demás. -Bueno, am... soy de... de Escocia. -Dije mientras inconscientemente me pasaba la mano por la nuca, volviendo a mi timidez acostumbrada. Volví a apartar la vista mientras contemplaba lo que quedaba de aquella maravillosa escena de la que había sido parte. Distraje tanto mi atención que no me di cuenta cuando empezó a recoger las monedas  hasta que me las tendió y yo, observé la pequeña montaña que se formó en la palma de su mano. -¿Me... me las... gané? -Dije mientras enfatizaba el verbo. Yo, un ladrón ¿ganar algo, justamente? inseguro, extendí mis manos lentamente mientras ella me daba la parte que, según ella "me correspondía". -Aishe - Me dijo la joven. Me quedé mudo por un momento, aún tratando de asimilar la idea de que había ganado dinero por mis medios de forma limpia. -Mi nombre es Cailen madame.- Respondí. Seguí con las manos extendidas y adapté la forma de mis palmas de tal forma que no se cayeran, la joven, cuyo nombre era Aishe al parecer, me miró extrañada, su vista bajaba y subía, de mis manos a mi rostro. -No... no tengo donde ponerlas. -Dije al fin, sin poder ocultar la vergüenza. Fue en ese momento en el que la doncella se fijó en la ropa que traía puesta.

-De acuerdo. -Respondí bajando la mirada tímidamente y volviéndola a subir mientras sentía que las mejillas se me ponían un poco rojas. -A... Aishe. -Corregí sin poder ocultar una sonrisa. Estuve un par de segundos tratando de resolver mi dilema de dónde poner tantas pequeñas monedas, porque no podía ir caminando por ahí teniéndolas en las manos. Pero por suerte, la joven me tendió un pequeño saco de cuero, el cuál tomé indeciso. No era precisamente un hábito el recibir dinero... o regalos. -Muchas gracias. -Dije por lo bajo mientras con cuidado depositaba lo que ahora era mi dinero, sí, eso me gustaba "mí dinero".

-¿Tienes hambre?. -La escuché decir antes de que terminara de guardar las monedas. La miré a los ojos para luego dirigir mi vista a un puesto de comida en la lejanía donde una mujer le hacía señas a Aishe. Lentamente asentí.  Aunque por dentro gritaba "¡Muero de hambre!" La comida francesa no es tan buena como la que nosotros cocinamos - Volvió a decir, no pude evitar soltar una risilla ante el comentario, no era quién para juzgar la comida francesa, pero lo que había alcanzado a probar no era necesariamente un manjar, era bastante insípida para ser honestos. -¿Ah sí? -Contesté con una sonrisa más cálida, más sincera. -Sí añades al menos una especia a los guisos y no se les quema la comida, puedo garantizarte que cocinan mejor que cualquier chef de París.- Complementé con la esperanza de hacerla reír un poco y al mismo tiempo darle un halago, era lo menos que se merecía después de haber sido tan buena conmigo.

Ella comenzó a caminar hacia donde había estado la otra mujer y yo le seguí mientras me deleitaba con los deliciosos aromas que provenían de ese pequeño puesto.

Me mantuve callado y con una tenue sonrisa mientras me contaba sobre su cultura, que era algo que de lejos se veía que le fascinaba, me gustaría ser apasionado por algo así como Aishe, tener algo de qué hablar, algo de lo que enorgullecerme pero no tenía nada, apenas si me quedaba mi existencia. -No te preocupes, no soy exigente. -Dije sincero mientras caminaba a su lado. No presté atención al sentido que tomaban mis palabras siedo yo un vagabundo, me di cuenta ya cuando la frase quedó en el aire pero fingí que no pasaba nada. 

Creí que nos dirigíamos con la mujer que la saludaba pero al final, la joven gitana pareció tener una mejor idea y prefirió mostrarme todos los platillos que quería. Caminamos unos metros más y ahí entre dos árboles estaba una pequeña cabaña decorada con colores llamativos por fuera. Entramos y el aroma era exquisito, no se parecía en nada a lo que yo conociera, era como picante y dulce al mismo tiempo. Traté de alzar mi cuello para ver el contenido de la olla pero no alcanzaba a verlo.

Acto seguido, una mujer robusta hablando un lenguaje que no entendía apareció con dos tazones en mano y nos tendió uno a cada uno, con el plato en mano olisqueé un poco el vapor que salía mientras observaba a la mujer hablarle a Aishe con una sonrisa, sin importar lo hambriento que me sentía decidí esperarla a que ella pudiera comer. La vi ingerir el contenido con la cuchara y la imité poco después. La explosión de sabores me poseyó y no pude evitar dejar salir un gemido que dejó lucir lo sabroso que me pareció el platillo. -Tu pueblo definitivamente sabe cocinar. Huele delicioso ¿qué es?- pregunté mientras se me dibujaba una sonrisa en el rostro y volvía a tomar otra cucharada. 

-¿Garapati? -Alcé la ceja ante la palabra desconocida. -¿Qué significa eso? - Y de inmediato volvía a concentrarme en el delicioso sabor. -¿Bromeas? ¡Me encanta! -Tomé un par de cucharadas más, de repente notando que iba demasiado rápido, no podía evitarlo, ya llevaba varios días sin comer, ni siquiera tuve la oportunidad de hurtar un trozo de pan para llenar mi estómago. Moría de hambre.

-Berza... -Repetí entre una cucharada y otra, aunque la pronunciación no era ni parecida, lo intenté decir un par de veces más pero el acento simplemente no salía. - ¿Con qué está hecho? Creo que tiene carne... -Comenté mientras escuchaba que un barullo se formaba lentamente, creciendo gradualmente, algunos hablaban con miedo en su tono de voz pero no logré descifrar nada de lo que decían, a otros los escuchaba hablar con rencor o tristeza, algo estaba pasando, de repente el ruido fue brutalmente callado. En su lugar quedó un silencio de muerte que podía poner nervioso a cualquiera. -Aishe... -Fue un hilo de voz, apenas audible, fue dirigido solo para ella. La preocupación era más que evidente.

Mi mirada reposaba en el umbral de la puerta, la presencia foránea despedía una sensación extraña, un aire de intruso, y sí que lo era. Lo peor del caso era que no estaba solo el hombre de barba crecida y uniforme, otros seis le acompañaban. Miré alrededor, las miradas inquisidoras que se dirigían al pequeño grupo de recién llegados, había temor en el aire, ira...

-¿Qué está pasando? -Volví a preguntar en voz baja, los ojos de la joven también estaban como hipnotizados. Tenía miedo, sentía que algo se avecinaba, algo malo, la tensión siguió creciendo y nadie hacía nada, solo se cruzaban miradas. Y era de esperarse...

¿Qué otra cosa harían con la presencia de policías?

Mi corazón se quedó más helado que la nieve en cuanto la palabra se formé en el aire tras haber salido de sus labios. -¿Qué? -Pregunté sin poder creerlo, una gota de sudor resbaló de mi frente, mil y un escenarios pasaban por mi cabeza rápidamente, cada uno peor que el anterior. ¿Estaban de casualidad? Posiblemente, si estuviesen buscándome seguramente ya lo habrían anunciado con voz de sargento en cuanto pusieron un pie dentro de tierras gitanas. -¿Un perro? -Por un momento tardé en comprender lo que había querido decir pero la respuesta llegó casi enseguida, me contuve de decir “licántropo” en voz alta pues en el último segundo recordé que éstos poseen sentidos desarrollados, incluyendo el oído.

Mis ojos seguían perdidos en algún punto sobre la superficie de la mesa, no podía pensar con claridad, las emociones estaban asaltándome por completo, en algún punto tuve el pequeño impulso de salir corriendo del lugar, pero el mismo temor fue el que me lo impidió, me había paralizado por completo en mi sitio. Los únicos movimientos que hacía eran temblores en todo cuerpo y además mover la pierna intranquilo por debajo de la mesa, en ese momento estaba infinitamente agradecido de que el mantel no dejara ver lo último, de lo contrario alguno de esos uniformados pudo habérsenos acercado en ese preciso instante.

Sí, eso era lo último que hacía falta. -¿Por qué están aquí? -Pregunté por lo bajo. -¿Ya han venido antes? -Notaba que la joven estaba muy calmada ante la situación, o al menos lo aparentaba, esa fue la razón por la que pensé que ya se habían presentado en el lugar con anterioridad, pero ¿para qué? sabía que la iglesia, -y la sociedad parisina en general- veía con malos ojos a la comunidad gitana, cosa que nunca entendí, pues nunca hacían nada a nadie, aquellos que robaban o estafaban eran los mismos que lo hacían en la comunidad, tan solo la minoría. Pero vaya que les habían hecho mala fama.

Cuando pensé que faltaba poco para tener una crisis nerviosa, algo extraño comenzó a ocurrir, de repente ya no me temblaban las manos y me sentía extrañamente calmado ante lo que acontecía, como si fuese algo de mi rutina diaria. Al ver que se levantaba hice lo mismo y la seguí, apenas importándome cuando el supuesto licántropo se dispuso a hablar con ella.

-Necesito hablar con quien sea que esté a cargo de esta comunidad. Mis compañeros y yo venimos de parte de la iglesia y debemos discutir asuntos de importancia. Si nos guía ayudará a que no estemos más tiempo.