café fraîchement moulu [libre]

Abandonamos el puerto cuando el alba, aquel día teníamos el arduo trabajo de buscar provisiones para nuestra estancia y viaje de vuelta a casa.
De Leonidas y Seth apenas habíamos sabido nada, con lo cual intuíamos que la búsqueda de nuestro príncipe continuaba.

Dejamos le puerto atrás adentrándonos en un bullicioso París que ya empezaba a abrir sus comercios.
Una bonitas calles llenas de color, cuyas casa bajas parecían repletas de flores que lucían vigorosas frente a los ventanucos de madera abiertos y de distintos aromas a especies y olor a mar.

Gatto y Zorro habían decidido acercarse al mercado para comprar las provisiones alimenticias, así como unas cuantas mantas y algo de tela para arreglar alguna de las velas.
La Gavia de trinquete había resultado ligeramente dañada por la ventisca que cogimos viniendo hacia París y no quería partir si ese problema no quedaba resuelto, el mar era brava y traicionera y mi barco tenia que estar en plenas condiciones para surcar sus aguas bravas.

Yo por ende había decidido buscar una serrería, necesitaba buenos maderos para reparar algunas partes del costado del barco, que con el ultimo abordaje quedaron resentidas, ademas ya que parecía que la búsqueda de Agarwaen iba para largo pensaba sustituir el palo de mesana, que llevaba ya demasiados embistes y aunque podría aguantar muchos mas, digamos que se me había metido entre ceja y ceja sustituirlo.

Nuestros caminos se separaron unas cuadras mas allá cuando ellos tomaron el desvió que los llevaría directamente al mercado y yo por lo contrario seguí recto para adentrarme en el centro de París.
Atrás habían quedado las calles mas pobres y ahora entraba en unas calles pertrechadas de riqueza, mas lujosas y elegantes que las anteriores, donde el olor a mar quedaba tapado por los deliciosos perfumes de las damas que con sus elegantes vestidos y abanicos con los que cubrían sus rostros dejando solo al aire sus ojos decorados de pardas pestañas se cruzaban conmigo mirándome.
Posiblemente porque mi vestimenta distaba mucho de la de los hombres parisienses.
Porque mis pantalones de cuero negros, una blusa blanca sacada por fuera y un chaleco de cuero oscuro eran mas propios de un marinero, un cazador que de los elegantes señores que por allí se movían bastón en mano luciendo con la cabeza alta sus elegantes ropajes.

Sonreí de medio lado cuando el olor a café entro por mis fosas nasales, estaba hasta el gorro del café aguado que Zorro preparaba cada mañana, así que guiado y embelesado por tal aroma me introduje en aquella cafetería.
No tarde en ser el acaparador de todas las miradas, supongo que porque parecía haberme perdido entre tanta elegancia.
La verdad poco o nada me importaba si cuando yo pasaba el mundo entero se apartaba, solo quería degustar ese café.

Pedí una taza de aquel grano recién molido que no tardaron en servirme creo que con la esperanza de que me fuera en el menor tiempo posible y con la taza en la mano busque un sitio donde sentarme pues la cafetería estaba hasta arriba.
No tarde en ver una mesa que solo estaba ocupada por una dama, preciosa por cierto, así que no se me ocurrió mejor compañía.

Una sonrisa socarrona cuando frente a ella me plateé para coger la silla arrastrándola ligeramente aposentandome a su lado.
-Espero que no le moleste compartir mesa con un extraño -le dije con una picara sonrisa -le diría que este es el único sitio que he visto libre mas le mentiría, aunque sin duda usted es la mujer mas bella de toda la cafetería, así que ¿porque no disfrutar de un buen café en buena compañía?

Ladeé mi cabeza admirando cada una de sus facciones con descaro, una mujer muy guapa, no cabía duda, aunque algo me decía que mi aspecto desaliñado no iba a ponerme las cosas fáciles con aquella mujer que desbordaba riqueza y alta cuna.
.

Había pasado otra noche en vela buscando a ese desgraciado inmortal que había osado morderme noches antes en un oscuro callejón no muy lejos de allí, dejándome extrañamente con vida y convirtiéndose así en mi principal objetivo al que dar caza. Me encontraba en el centro de París, donde los comercios y las elegantes cafeterías se disponían unas con otras, ofreciendo un amplio abanico de posibilidades donde acudir para disfrutar de un buen desayuno.

Estaba totalmente agotada aquella mañana; abatida de andar toda la noche sin encontrar rastro alguno por las vacías calles parisinas que a aquellas horas de la mañana comenzaban a llenarse de viandantes que emprendían sus quehaceres cotidianos. Me sentí moverme contracorriente; cuando los demás se despertaban y empezaban su día, yo me retiraba buscando mi merecido descanso; un descanso que se alargaría hasta el atardecer, cuando los demás volviesen a sus casas.

Y lo peor es que me sentía tremendamente sola. Lo cierto era que llevaba pocos días viviendo en París, alojada en aquella pensión de mala muerte donde no hacían preguntas sobre mis extraños horarios ni sobre mis prendas cubiertas de sangre de noches anteriores. Sabía que no había pasado desapercibida, mi atuendo compuesto por pantalones de cuero, camisola y corsé, además de botas de media caña, sabía que no era el habitual en las damas de la ciudad, pero no por ello se habían atrevido a molestarme. Quizás también fuese por las dos katanas que asomaban por la parte superior de mi capa y que eran perceptibles si el observador era lo suficientemente avispado por lo que nadie había osado acercarse con anterioridad; el caso es que no solía tener nadie con quien hablar.



Un agradable olor a café recién hecho me llevó a plantearme si tomar un merecido desayuno en esa calle inundada de cafeterías, antes de poner rumbo hacia el norte de París donde descansaría en mi habitación el resto del día hasta el anochecer, donde saldría de caza de nuevo. De modo que decidida a darme un respiro antes de marcharme, me adentré en la primera cafetería que pareció que cumplía mis expectativas.
Con suerte pude sentarme en la única mesa que quedaba libre, y tras pedirle a la camarera un café largo con unas gotitas de whisky que me sirvió con rapidez, me relajé esperando poder disfrutar de unos minutos de paz y tranquilidad, aspirando el aroma de aquella deliciosa bebida; unos minutos que eran el preludio del fin de mi jornada laboral y la llegada de mi descanso.

Enarqué una ceja impasible cuando un hombre más o menos de mi edad, un tanto desaliñado y con unos modales que dejaban mucho que desear, se sentó junto a mi mesa, acercando una silla hasta mi posición, y soltando una sarta de tonterías a modo de escusa. He de reconocer que me llamó la atención la gracia con la que se acababa de auto-invitar a compartir unos momentos de mi compañía; estaba claro que la vergüenza no era un de sus virtudes, pero al menos podría hablar con alguien aunque fuera durante unos minutos que no tuviese relación alguna con seres sobrenaturales.

-Puede quedarse si gusta, ya que se ha tomado la molestia de invitarse solo.- observé con detenimiento su aspecto; algo me decía que no era un simple marinero, algo en su imperceptible aura denotaba fuerza y poder. Bebí un poco más de mi taza, analizando cada rasgo, cada movimiento de su cuerpo mientras se acomodaba.- Y..sí, el café es excelente, la compañía tendrá que demostrarlo.

Sonreí de medio lado tratando de ocultar que la situación me divertía, desviando durante unos segundos la vista por el gran ventanal por el que podía observar como la ciudad tomaba vida a cada minuto que pasaba; siendo consciente de como aquel hombre me observaba con detenimiento.

- Y bien, Sr...desconocido, ¿qué le trae por esta zona de París?- pregunté girando la cabeza de pronto y pillándole mirando con descaro hacia mi persona. Su atuendo, al igual que el mío, era muy distinto del resto de ciudadanos que disfrutaban de aquel sabroso café en aquella cafetería donde nuestros caminos se habían cruzado, por tanto, algo había ido a buscar por aquellos lares.

Mis ojos la recorrían con descaro, mientras ella se esforzaba en simular que no existia mirando por el ventanal.
Sonreí de medio lado consciente de que mi presencia para bien o para mal no pasaba desapercibida, ni para la dama, ni para le resto de señoritas que ocultando su rostro con el abanico sonreían entre ellas haciendo comentarios de todo índole sobre mi persona.

Su pregunta me hizo mirarla con picardia, mientras mis ojos volvían a bailar hacia su escote y de ahí a sus labios.
-El café ¿que si no? -contesté alzando la taza en su dirección a modo de brindis.

Sin duda algo mucho mas propio de brindar con una botella de ron en mi caso, mas realmente aquel café recién molido podía despertar a un muerto y tras el madrugon que todos nos habíamos pegado esa mañana agradecí encarecidamente haber encontrado ese lugar para hacer una lato en el camino

-¿Y vos? Ademas de disfrutar de..-reí divertido -mi presencia ¿que hace por aquí?
Relamí mis labios agotando la espuma que quedaba sobre ellos mientras de nuevo hundía mis ojos en los ajenos.

Deslice nuevamente mis ojos por su cuerpo, esta vez analizando su vestimenta, tenia claro que no era una dama cualquiera, posiblemente se dedicaba a lo mismo que yo, quizás una cazarecompensas, una mercenaria.
Podía vislumbrar las armas que portaba ocultas y que sin duda le daban un aire peligroso, ese que yo tanto valoraba en una mujer.

Apuré la taza entre mis labios dejándola después sobre la pequeña mesa que separaba nuestros cuerpo.
-Encantado de conocerla, mi nombre es Poseidon, y hoy no tengo demasiado tiempo libre, busco una carpintería o algo parecido...pero si lo desea, y dado que permaneceré en París durante al menos una semana, podríamos dar un paseo...invitarla a una copa. Es lo mínimo que puedo hacer por haber sido tan amable conmigo y permitirme sentarme a degustar el café.

El rollo me quedo perfecto, casi hasta yo me lo trago, lo que había que hacer para echar un polvo en cada puerto, y dado lo largo del viaje y la carencia de mujeres en mi embarcación íbamos todos un poco desesperados.

Bebí de mi blanca taza de porcelana con calma, sujetándola con sendas manos para entrar en calor aquella húmeda mañana de otoño y tratando de ocultar la sonrisa que se dibujaba en mi rostro producida por las formas de aquel desconocido en contestar a mis preguntas.

Clavé mi mirada en la suya, ávida de información, de encontrar pistas que me dijesen quién era realmente y cual era sus propósitos, a parte de flirtear conmigo de una forma poco sutil, para encontrarse en aquella zona de la ciudad donde sin duda ninguno de los dos encajábamos. Apenas unos segundos fue lo que nuestras miradas se cruzaron, pues de nuevo sus ojos recorrieron mi cuerpo sin disimulo alguno.

- Pues hasta ahora gozaba de un buen desayuno antes de retirarme a descansar.- contesté observando como sus labios quedaban humedecidos después de aquel gesto tan sensual con el que se había limpiado el café que sobre ellos había quedado; juraría que hasta me había quedado con la boca entre abierta durante unos segundos, soltando el aire despacio sin poder evitar mirar su boca, para después volver a buscar sus ojos, que esta vez enfocaban a los míos. Dejé la taza casi vacía sin más dilación sobre la mesa.

- No es que me conozca muy bien la ciudad, pero juraría haber visto una carpintería tres o cuatro manzanas más al norte; quizás sea lo que esté buscando.- apunté mientras en mi cabeza daba vueltas la invitación que acababa de ofrecerme; esa que estaba tentada de aceptar, más ¿cómo tomarnos una copa si todo mi tiempo lo ocupaba la caza y el descanso? La razón por la que se encontraba en esos lares me confundió durante unos segundos; hubiera jurado que era cazador por sus ropajes, pero ¿para que iba a querer un cazador unos maderos?

Inconscientemente me toqué el cuello donde las marcas producidas por el mordisco de aquel vampiro y ocultas bajo un sencillo pañuelo de seda, todavía eran dolorosas. Tenía que encontrarlo como fuese y darle caza; después de aquello quizás me tomase un par de días libres, y si aquel hombre estaba todavía en París, podría celebrar mi victoria con una copa.

- Mi nombre es Azlyn.- susurré alargando mi mano para presentarme. Buscando un primer contacto con el que firmar la esperanza de un segundo encuentro.- También yo tengo un día ajetreado, pero tal vez nuestros caminos vuelvan a cruzarse y podamos tomar esa copa juntos.

El cansancio comenzaba a hacer mella en mí; era consciente de que debía retirarme ya, de volver al hostal donde recuperar fuerzas, pero desde mi llegada a París no había encontrado a nadie con quien poder conversar de ese modo. Alguien elocuente y divertido, alguien qué en cada frase que salía de sus labios encerraba dobles sentidos, alguien que parecía más afín a mí de lo que en un principio había imaginado.

- Quizás podamos dar ese paseo ahora.- comenté poniéndome en pie al tiempo que clavaba mis ojos en los suyos.- La carpintería que le he comentado esta de camino hacia mi hostal; si le parece buena idea podemos pasear hasta allí, y luego yo continuaré mi camino. Así podrá recompensarme con dicho paseo mi amabilidad por haber compartido mi mesa con vos.

Sabía que su intención no era solo compartir un paseo. Que probablemente lo que le gustaría compartir fuese mi lecho, pero me pareció divertido ponerlo en esa encrucijada donde le costaría esfuerzo no dejar al descubierto sus intenciones.

La dama parecía dudosa frente a aceptar o no mi gentil propuesta, esa que posiblemente meditaba si se quedaría en solo eso o si por ende mis intenciones eran otras.
¿Acaso importaba? No era obvio lo que un hombre esperaba de una desconocida, ¿acaso ella no tenia las mismas necesidades que yo?
-¿Que podéis perder señorita? -pregunté con una sonrisa de medio lado antes de escuchar como me decía que creía conocer una carpintería no demasiado lejos de allí.

Por sus palabras ella tampoco parecía ser natal de París, ademas al igual que yo, debía estar simplemente de paso por esa ciudad pues se alojaba en un hotel cercano, que oportunamente quedaba de paso hacia la carpintería.
Su ofrecimiento me sorprendió, aunque lo que sin duda llamo mi atención, fue como acariciaba su cuello, ligeramente cubierto por un pañuelo, que bien sabia lo que intentaba ocultar.

Mis ojos bailaron hasta allí, mientras mi ceño se fruncía ligeramente incapaz de disimular el desagrado que me producían esos inmortales.
Alcé la miraba hasta sus ojos poco después, analizando cada gesto de esta, por sus ropas estaba seguro de que era una cazadora, eso y las armas que aunque bien disimuladas pertrechaban su cuerpo.

Ademas su semblante parecía agotado, unas ligeras ojeras entristecían sus preciosos ojos mar, fruto de las noches en vela que todo cazador posee, esas en las que yo me había visto sumergido tantas y tantas veces.

-Vayamos pues señorita hacia la carpintería, estaré encantado de pasear junto a vos. Las calles Parisinas pueden ser muy peligrosas para una bella dama, sobre todo cuando la noche toma el empedrado con sus frías caricias.

Ambos nos pusimos en pie mientras mis ojos ahora se centraban en ese precioso trasero que marcaban los pantalones de piel perfectamente ajustados a cada curva de ese cuerpo.
Se que ponía recta la única curva que poseía el mio.
Sonreí de medio lado dejando caer unas monedas en la mesa que pagarían la consumición de ambos y esperaba que a su vez un día lleno de placeres para ambos.

Así salimos de la cafetería encaminando nuestros pasos hacia el lugar señalado por la dama, esa que misteriosa me miraba, esa que a su vez lograba cautivarme con su mirada.
-Debería señorita hacer caso de mi consejo y descansar unos días, la noche trae con sigo muchos demonios que se alzan paras caminar entre nosotros, un descanso no le vendría nada mal. ¿Puedo ayudarla en algo?

Quizás pudiera dar caza al vampiro responsable de su herida, o quizás solo necesitara un cuerpo cálido que sobre el suyo mitigara su dolor, haciéndola arder tanto por dentro como por fuera.
-¿quiere que la acompañe hasta el hotel? -mi proposición sonó exactamente como lo que era, un intento de colarme entre sus piernas -podemos allí hablar sin tapujos y sin miradas indiscretas -añadí a sabiendas que ambos guardábamos secretos que no podían ser confesados a simple luz del día.

Su mirada de nuevo recorrió mi cuerpo como si de alguna forma estuviese escudriñando cada uno de los detalles de mi persona que pudiesen ofrecerle información sobre mí; un gesto muy común en los cazadores, que lejos de ser personas confiadas, buscábamos evidencias palpables de con quien nos estábamos relacionando en aquellos momentos. Percatarse de quien era inmortal era tan fácil como dudar de todo aquel con colmillos afilados que acechase durante la noche, pero por el día el asunto se complicaba, pues los lobos y hechiceros campaban a su antojo, y debíamos estar continuamente alerta.

Sonreí cuando Poseidón aceptó mi propuesta de pasear hasta la carpintería; además, era curioso como siempre los hombres apuntaban como excusa los peligros de las calles para una mujer, cuando eran ellos mismos los que más peligro tenían.

-Vayamos pues, estoy segura de que durante el paseo hasta allí habrán abierto sus puertas, y pueda ver satisfechas sus necesidades;  de encontrar dicha carpintería, por supuesto.– sentencié divertida  por el doble sentido que podía encontrar en mis palabras, y que inconscientemente había pronunciado;  poniéndome después en pie y cerrando la capa de pieles sobre mis hombros, esperando que quedasen ocultas las empuñaduras de las katanas. El caballero pagó nuestro desayuno, y tomando yo la iniciativa a nuestro paseo, caminé por delante sorteando las demás mesas abarrotadas de clientes con dirección al exterior.

El gélido viento matutino azuzó mi pelo, erizando toda mi piel por el contraste de temperatura con el interior de la cafetería, consiguiendo que un escalofrío cruzase mi cuerpo durante unos segundos. Sentí la cercanía de Poseidón a mi lado, y como si de magia se tratase, el frío viento que me había envuelto desapareció. Lo observé con curiosidad, era un hombre alto y bien apuesto; (de acuerdo, de lo segundo ya me había dado cuenta, aunque no había sido capaz de reconocerlo). Un hombre cuya cercana presencia denotaba fuerza, coraje; no parecía de esos hombres que salían huyendo ante la más pequeña amenaza, y de pronto me sentí segura a su lado.

Lo miré confundida de reojo varias veces cuando emprendimos nuestro paseo hacia la dirección indicada por mí con un gesto de cabeza; me sentía extraña, no sabía si debía coger su brazo al dar el paseo, o por el contrario, al ser un desconocido lo lógico era que no hubiese más contacto entre nosotros. Me mordí el labio pensando los pros y los contras de cada gesto, cruzando mis brazos en mi pecho, para luego volverlos a bajar a ambos lados de mi cuerpo; estaba tan perdida que no me percaté que me miraba de nuevo.

-¿Tan mala cara tengo que piensa que debería descansar varios días?- bromeé ante su consejo, que sabía que era bien cierto. Llevaba días alimentándome a base de whisky para mitigar el dolor del cuello y poco más; durmiendo apenas unas horas y pasando toda la noche deambulando de un lado a otro sola; sin añadir además, que todavía no me había recuperado de la importante donación de sangre que le había hecho a aquel desgraciado de colmillos afilados.- ¿Y en qué piensa vos que podría ayudarme?

Miré la profundidad de su mirada ante su siguiente  propuesta; esa que no encerraba dobles interpretaciones, y en las que mi respuesta debía ser igual de concisa. Lo malo es que no tenía muy claro lo que deseaba; cierto que aquel hombre me atraía, que no era como el resto de energúmenos que había conocido, y con esto no me refería solo a los sobrenaturales que cazaba, sino al resto de miembros del género masculino que con sus bravuconadas machistas dejaban mucho que desear; pero apenas lo conocía de un rato, agradable rato eso sí, mientras degustábamos el café.

¿Era así como quería entregar mi cuerpo por primera vez a un hombre? No lo tenía muy claro; quizás fuese la falta de sueño la que me hacía perder la razón, o el deseo de saborear esos labios que me hablaban de esa forma tan excitante los que me empujaban a invitarlo a mi hostal, de aceptar mejor dicho su auto invitación; sonreí al darme cuenta de que era la segunda vez que lo hacía, y que sin embargo, no me importunaba en absoluto, sino al contrario, me hacía sentir querer compartir más tiempo con él.

-No me gustaría ocasionarle ninguna molestia o retraso en sus quehaceres, mi señor.- contesté sin apartar mi mirada de la suya, ralentizando mi paso para poder quedarme prácticamente frente a él. No quería zanjar el tema en esos momentos, no sin conocerlo un poco más, de saber si me estaba volviendo loca al barajar si quiera la idea de dejarme llevar por ese impulso de deseo; esas ganas de disfrutar durante unas horas de algo a lo que que jamás había  sucumbido, y que ahora frente a él no me parecía tan descabellado.- Aunque no me parece mala idea poder tomar una copa más en mi hostal, y así poder hablar de esos temas que al parecer tenemos en común.

Menuda excusa que nos habíamos marcado los dos; si no nos iba bien como cazadores, desde luego que podríamos dedicarnos al teatro. Me mordí el labio de nuevo, sabiendo que mis mejillas se tornaban ligeramente sonrosadas por la intención de mis palabras; esas que dejaban abierta la puerta de mi alcoba a un hombre que había sido capaz de derribar parte de mis escudos.

Las calles de París estaban abarrotadas de gente aquella mañana en la que ambos paseabamos por le pavimentado suelo analizándonos.
Algo muy común en la gente de nuestra calaña, cazadores que estaban acostumbrados a no perder detalle no solo de lo que los rodeaba si no también de quien les acompañaba.

Aquella mujer ahora parecía insegura, podía notar como se debatía entre deja que la acompañara al hotel o por ende detener nuestro camino en la carpintería y que la suerte decidiera si nos volveríamos a ver.
Una sonrisa de medio lado se dibujo en mi rostro mostrandole por el contrario lo seguro que yo estaba de mi mismo.

-Señorita, quizás prefiera ser vos la que me acompañe a mi, podemos ir a la carpintería juntos y simplemente hablar.
Quizás eran evidentes mis ganas, quizás no se equivocaba con mis intenciones por ir al hostal, mas la veía tan débil, tan cansada que francamente una parte de mi prefería dejarlo estar.

-¿es un vampiro verdad? La marca que llevas cubierta por un pañuelo te la ha hecho un ser de la noche. -la pregunta sonaba mas a afirmación que ha otra cosa
y sus ojos buscaron en ese momento los míos con intensidad, como si acabara de descubrir que yo al igual que ella era un cazador y que con nadie podría sentirse de un modo u otro mas segura.

Frente a la carpintería acepto mi proposición, así que ambos continuamos el sendero hasta l oque seria un momento intimo que no sabia como terminaría.
Primero quería saber algo de ese ser oscuro que merodeaba París, como cazador, no podía pasar por alto que hubiera mordido a una humana, aunque esa humana fuera una cazadora que posiblemente le hubiera dado su merecido.

Después quería arrancarle la ropa y poseerla en la cama tantas veces que me alcanzara el ocaso y las tablas paras el barco se convirtieran en el motivo para al dia siguiente volver a recorrer lo mismos pasos.

Sonreí de medio lado cuando la puerta se cerro tras nosotros y la dama se acerco al mueble bar para servir sendas copas que sin duda nos animarían mas de lo estimado.

Nuestro paseo hasta la carpintería donde teóricamente se separarían nuestros caminos sucedió de modo tranquilo y pausado en el que los cruces de nuestras miradas hablaban más que nosotros mismos. ¿Qué había en aquel hombre que tanto llamaba mi atención? ¿Sería la picardía que encerraban sus palabras en cada proposición, o el simple hecho de que no me importunase que sus intenciones conmigo fuesen más allá de la puerta de mi alcoba?

-Sigamos con este paseo, y veamos donde nos lleva, ¿le parece?- contesté con una dulce sonrisa, incapaz de saber por qué el hecho de que pareciese ahora reticente a acompañarme a mi habitación, me resultaba hasta doloroso. ¿Acaso ya no le interesaba?

Su propuesta ahora de acompañarlo hasta la carpintería y solamente hablar me dejó confundida durante unos minutos. Quizás había malinterpretado sus palabras; quizás solo quería entablar una conversación con alguien parecido a él, porque aunque no lo habíamos confesado con palabras, ambos sabíamos a que se dedicaba el otro. Era ese sexto sentido que teníamos los cazadores el que conseguía que antes o después nos identificásemos sin problema; más fue su afirmación en la puerta de su destino lo que me confirmó que ambos teníamos más en común de lo que parecía a simple vista.

-Vayamos si quiere al hostal y con una copa de whisky le contaré lo poco que sé sobre el ser que me hizo esto.- contesté sorprendida tocándome inconscientemente la zona donde llevaba aquellas dos heridas. Me cogí de su brazo inconscientemente para continuar nuestro paseo, contando con una confianza que no sabía de dónde venía, más cuando me percaté de mi inocente gesto y comprobé que a él no parecía importarle, continué de dicha forma hasta llegar al hostal.

¿Cómo podía haberse percatado de ellas si permanecían ocultas a la vista de los demás? Aquel cazador no dejaba de sorprenderme; además de atractivo era increíblemente perspicaz. Y, por extraño que pareciese, me sentía protegida a su lado; sentí que podía ser capaz de bajar los escudos con él, de relajarme y descansar lo que llevaba tiempo sin hacer, porque a su lado, estaba segura de que jamás me pasaría nada malo.

No tardamos en llegar al hostal, que como había explicado se hallaba a penas unas manzanas de la carpintería. Saludé con una sonrisa a la dueña del mismo, que sentada en una silla en la entrada principal controlaba las entradas y salidas de los huéspedes, y que con mirada extrañada nos observó a ambos mientras subíamos las escaleras hacia el piso superior, donde se encontraban las alcobas. Yo también estaba sorprendida por estar subiendo a un hombre a mi habitación, pensé.

Tras entrar a la misma, y escuchar como Poseidon se encargaba de cerrar la puerta, dejándonos a solas y alejados de miradas indiscretas, me acerqué al mueble bar donde guardaba varias botellas de whisky y cogiendo sendos vasos me acerqué de nuevo a él. Me senté en el borde de la cama, buscando su mirada y ofreciéndole que me acompañase en aquel asiento improvisado.
El cazador no tardó en sentarse a mi lado, y pasándole la botella, sirvió en ambos vasos, antes de que yo repartiese uno para cada uno.

-No era un vampiro normal, era un antiguo.- apunté tras darle un trago al vaso, sujetándolo después entre mis muslos para liberar mis manos. Me deshice el pañuelo, dejando al descubierto aquello que había querido ocultar todo el día.- Lo más extraño de todo, es que no sé todavía porque me dejó con vida. Cuando me mordió, no tenía ninguna oportunidad de liberarme.

Dejé el pañuelo sobre la cama y tomé de nuevo el licor entre mis manos; ese elixir que era lo único que me aliviaba el dolor y me permitía conciliar el sueño, consiguiendo la mayoría de las veces descansar unas horas sin pesadillas. Clavé mis ojos en los suyos, buscando un apoyo, buscando esa confianza que necesitaba; ese consuelo que hacía tiempo que no tenía. Necesitaba no sentirme sola, y esperaba que aquel hombre que tenía delante, fuese capaz de terminar con mi soledad. Podría haber muerto la noche del ataque, y sin embargo aquel vampiro me dejó con vida, dándome así la oportunidad de conocer a aquel enigmático cazador. Sonreí por el camino que tomaban mis pensamientos, y oculté mi timidez tras el vaso, dando ahora un pequeño trago de whisky.

Tomé asiento sobre el lecho antes de servir sendos tragos, la mujer parecía agotada y allí bajo la luz del candil, sus rasgos demacrados se profundizaban mucho mas.
Pronto el pañuelo callo frente a mis ojos mostrándome una fea herida de colmillos sobre aquella tez pálida, no solo por el cansancio si no posiblemente por la perdida de sangre que le había ocasionado el mordisco.
Deslicé mi dedo por le con suavidad, sin duda había sido un bocado limpio, distinto a otros que había visto en el que se ensañaban ocasionando un dolor gratuito al herir a sus victimas que de normal salían muertas de ese encuentro fortuito.

-desconozco los motivos de ese anciano para dejaros con vida. Esos seres son demasiado retorcidos como para pensar en sus segundas intenciones, lo que sé, es que debemos darle caza y muerte antes de que siga regando de cadáveres París.
Si es antiguo es peligroso, no debería tratar de pararle los pies usted sola y menos en sus condiciones.

Llevé el vidrio a mis labios admirando aquello preciosos ojos, como su pelo, partido en dos enmarcaba un rostro casi cristalino.
Mis ojos se desviaron hasta su boca, aun presa del cristal. Esa boca que sin duda me moría por probar.
-Deberíais descansar mi señora.

Admito que mis ganas estaban muy por encima de lo normal, que había ido allí para eso, para sobre ese mismo lecho donde tenia puesto mi culo hacer mía a la dama que había conocido apenas hacia unos instantes en la cafetería.
Mas la verdad, en ese estado me la veía quebrada y frágil, no era el momento ,al menos no nuestro momento.

Llevé mi mano a su pecho tomando la copa de su mano para hacerla tumbarse en la cama y tiré de sus botas poco después como si se tratará de una niña pequeña incapaz de hacer nada por si misma.
-Descanse, quizás en el próximo encuentro que tengamos las cosas puedan ser diferentes, mas por hoy, creo que esto llega a su fin.

Sonreí de medio lado mirando como sus ojos se entrecerraban, el whisky había logrado adormilarla y el cansancio era evidente en cada gesto.
Cerré la puerta despacio para no despertarla, si el destino así lo quería nos volveriamos a encontrar.


Fin