Comida para llevar. ~ Erik.

por **Dunya** Jue Sep 22, 2016 6:01 am

Llevaba un par de horas caminando por los bosques de París, me había adentrado persiguiendo a un par de excursionistas, los cuales se habían adentrado demasiado profundo del bosque y los había perdido el rastro, su olor se mezclaba con otro olor pestilente y pútrido, el típico olor que despedían los licántropos, por lo que tuve que salir inmediatamente del bosque, no sabía luchar muy bien y sabía que con solo mi energía de neófita no me iba a servir contra un licántropo experto o contra cualquier otro vampiro que quisiera quitarme la comida, una retirada a tiempo es una buena victoria.

Tenía que buscar en otro lugar a las víctimas de las cuales alimentarme esta noche. La noche anterior no lo había hecho, así que tenía mucha hambre y la sensación de sed era desesperante. Me encontraba nerviosa bajo la capa que llevaba puesta, el vestido se me había manchado por culpa del barro del bosque y tenía las botas mojadas. Me retorcía las manos mientras intentaba centrarme en algún olor que me llevase hacia mi comida. Y el dichoso olor llegó, y no era un olor único, había de muchas personas de diferentes edades, condiciones y salud. Apreté el paso y me encontré con un comedor social, un lugar donde daban de comer a las personas más necesitadas. Era un chiste, yo venía a por comida y ellos venían también a por la suya. Me quité mi capa y la apoyé en mi brazo, con el vestido manchado parecía algo pobre, así que podía colar mi engaño.

Había una fila esperando con unas bandejas y platos a que estos fuesen rellenados. Cogí una bandeja con los platos y me coloqué en la fila. Delante tenía cuatro personas, y la boca se me estaba haciendo agua al poder olerlos de tan cerca, pero tenía que controlarme, tenía que encontrar a la víctima perfecta sin llamar la atención y sin ser vista. Llegó mi turno en la fila y me sirvieron un mendrugo de pan, sopa, y guiso de carne. Como postre una triste pera a punto de pudrirse. Hice una mueca y procedí a sentarme en una de las mesas del centro, desde la que podía ver todo lo que había por aquí. Unté el pan en el guiso y lo tiré al suelo, al menos en mi bandeja había cada vez menos comida y podía disimular.

por **Erik Von Kleinmann** Dom Sep 25, 2016 5:09 am

Para el Conde Von Kleinmann, obviamente, no resulta agradable compartir espacio -y mucho menos comida- con multitud de gente. No se considera alguien altruista, generoso o con ambiciones para ayudar al resto de personas. Pertenece a la realeza, ni siquiera le es necesario estar allí. Sin embargo, a veces hacía acto de presencia en lugares en los que se mezcla gente de todo tipo, especialmente gente necesitada. 'Despojos de la sociedad', como él prefiere llamarlo.

Y ese es el motivo por el que está allí. De vez en cuando le gusta ver, de lejos, a gente pobre. Se siente mejor consigo mismo observando a personas que se encuentran, tanto física como socialmente por debajo de él. Adora sentirse superior. Le llena de placer, de hecho, ver a gente moribunda y hambrienta.

Él, por su parte, se encuentra en un lugar apartado, evitando cualquier tipo de contacto físico. Prefiere no contagiarse de cualquier enfermedad que, probablemente, porte alguno de los presentes. Prefiere no mancharse, de hecho.

Aunque no va a durar mucho tiempo más allí. Sus sentidos están más agudizados desde que bebe sangre de vampiro y, para qué engañarnos, el fuerte olor a mugre le está superando.

Sigue observando a su alrededor, a cada una de las personas, desde la distancia. Alguna que otra mujer llama su atención, todas pobres, indefensas. Le gustan las mujeres así, ingenuas y sumisas.

por **Dunya** Sáb Oct 01, 2016 6:46 pm

La comida no olía nada bien, seguro además que la sopa estaba aguada y el guiso insípido. ¿Cómo había gente que podía comer esto? Aunque fuesen pobres se merecían al menos el poder disfrutar de un poco su patética y mortal vida. En mi época de mortal yo solía cocinar en la taberna de mis padres y hacía cosas mejores que esta auténtica mierda. El suelo que tenía debajo de la mesa y el cual me estaba sirviendo para tirar los trozos de pan, pronto se iba a llenar de ratas si seguía haciéndolo así que procedí a parar.

Un niño me estaba observando mientras masticaba con la boca abierta un trozo de su pera podrida. Decidí entonces retirar mi bandeja de cerca mía, me estaba comenzando a enfadar y ni siquiera tenía algún motivo. Entonces mis ojos captaron a un hombre. Estaba colocado lejos de la multitud, pero sus ropas dejaban claro que este no era su lugar, este lugar no le pertenecía. ¿Qué hacía aquí? No era un vampiro, pero tenía algo raro, de eso estaba segura, podía ver su aura... Y también su cara, tenía cara de querer vomitar en cualquier momento. ¿Qué había más divertido que eso? Sonreí para mí y me levanté, caminando hasta él.

Mis pasos fueron cortos, lentos y una sonrisa más amplia apareció cuando lo tuve cerca. -Hola. No tienes pinta de ser pobre... A no ser que hayas robado esa ropa. ¿Lo has hecho?- Hacía mucho que no me andaba con tonterías, ni por las ramas, eso era cosa del pasado. Ahora todo era mucho más rápido, más divertido.

por **Erik Von Kleinmann** Vie Oct 07, 2016 8:27 am

Definitivamente, el olor a mugre y a comida podrida comienza a resultarle más que desagradable. Está ya dando un paso hacia atrás, a punto de dar media vuelta, para marcharse a cualquier otro lugar... pues cualquier otro lugar es mejor que aquel.

Sin embargo, un segundo antes de ponerse en marcha, una mujer se acerca a él. Von Kleinmann enarca una ceja, ligeramente ofendido ante las palabras de la desconocida. Aunque, en realidad, también le resulta gracioso. Sí, le hace gracia que alguien pueda pensar que tiene la necesidad de robarle la ropa a alguien o que no tiene el dinero suficiente como para comprar, no sólo la ropa de todos los presentes, sino también a todos los presentes. Podría comprar a todos y a cada uno de ellos con una mísera cantidad de dinero, sin duda, pero... ¿para qué querría él comprar a aquella gente? Se le revolvía el estómago con sólo mirarles, como para tenerles cerca.

Analiza a la desconocida con la mirada, de arriba a abajo, sin disimulo alguno. Los ropajes le despistan, pues no parecen baratos, pero el estado de éstos no dice gran cosa a favor del estatus social de la mujer.

- ¿Crees que tengo necesidad de robarle la ropa a alguien? No pienso darte ni un sólo franco, por cierto, si es eso lo que has venido a buscar... - él tampoco se anda por las ramas y es bastante directo. Aquella mujer no tiene pinta de ser tan pobre como el resto pero, viendo su vestido manchado, no es de extrañar que el Conde crea que viene a pedir dinero.

por **Dunya** Vie Oct 14, 2016 8:08 am

El hombre estaba a punto de marcharse cuando lo intercepté. ¿A donde iría? ¿A su castillo repleto de buena comida? ¿A su hogar en el que una mujer preñada le esperaba con la cena? ¿O vivía en un piso de cuatro por cuatro arrinconado? El hombre se toma su tiempo para contestarme a mi pregunta, observándome de arriba a bajo sin ningún miramiento, sin ningún tipo de pudor. ¿Cómo alguien como él iba a tener pudor en mirar a alguien como yo? Por mi ropa sucia dejaba claro que este lugar era para mí, pero nada más lejos que la realidad.

Sus palabras me hicieron reír. Reí tan fuerte que las personas que estaban más cercanas a nosotros dejaron de comer para observarnos. Alcé una ceja y negué con la cabeza. El dinero de poco me servía en esta vida, había otras formas de conseguir lo que quería. -No es el dinero lo que me ha atraído a acercarme a vos, señor.- Coloqué una mano sobre su hombro y le miré a los ojos por más tiempo del apropiado. -¿Vamos fuera? No somos de este lugar. He venido a buscar algo que acabo de encontrar.- Quité la mano de su hombro y pasé por delante de él, apartando a las personas que entraban en el comedor.

Conseguí salir del edificio y miré a la noche. Era una noche tranquila e iluminada por la luna llena. Esperé a mi acompañante de esta noche apoyada en la pared de piedra, estaba fría, pero no tanto como lo estaba mi piel, a veces, echaba de menos el calor y tomar el sol... Cuando vi a mi acompañante, me incorporé y le permití estrechar mi delicada mano. -¿Como se llama? Yo Dunya.- El olor que desprendía podía conmigo, era un olor más... atractivo a mis sentidos que el de cualquier otro humano que hubiera olido antes. ¿Qué diablos era este hombre?

por **Erik Von Kleinmann** Lun Oct 17, 2016 2:07 pm

La risa de aquella mujer le descoloca un poco, incluso por un momento cree que está loca. Para Von Kleinmann resulta fácil acusar a una mujer de estar poco cuerda, pues considera que son muchas las que están locas en aquella ciudad. Probablemente en todo el país también. Sea como sea, la desconocida parece afirmar que no se acerca a él por el dinero. Si no es el dinero, ¿qué es lo que le ha atraído de él? Le intriga un poco, para qué engañarnos, que ella afirme haber encontrado lo que buscaba. ¿Se refiere a él? Da a entender que sí, pero al Conde le resulta extraño.

No tiene miedo, ¿cómo va a tenerlo de una mujer? Además, nunca sale de sus aposentos sin una daga bien afilada. Duda tener que usarla contra ella, pues se cree mucho más superior que ella físicamente hablando, pero no le resulta mala opción en el caso de que las cosas puedan torcerse o volverse en su contra. Por esa razón, la sigue sin pensárselo demasiado, hasta desaparecer de aquel comedor y llegar a un lugar mucho menos concurrido.

– Si no se trata del dinero, ¿qué es exactamente lo que os ha atraído de mí? - pregunta una vez vuelve a estar frente a ella, con curiosidad y cierta desconfianza. Descarta la posibilidad de que se trate de una prostituta, claro, pues éstas sí que buscan el dinero de las personas - Erik Von Kleinmann, Conde del Imperio Sacro -se presenta sin ningún tipo de problema, dejando clara su posición social.

Dunya. Intenta retener el nombre de aquella mujer, aprovechando para mirarla de nuevo. Le gusta analizar con la mirada, y más si de mujeres se trata. Mujeres de buen ver, como aquella, claro. Parece más joven que él.

por **Dunya** Mar Oct 18, 2016 7:22 am

Aquel extraño hombre con el olor más atrayente de todos, se quedó mirándome como si no estuviese cuerda. No le faltaba razón, hacía pocos meses que había perdido la cordura, pero sabía llevarlo a mi manera. No estaba muy loca, solo disfrutaba de las cosas nuevas que me había dado la vida, tenía más fuerza, más visión, más rapidez… Podía levantar a un elefante solo con mis manos… Me sentía poderosa solo por ser lo que era, pero no por ello estaba muy loca. Solo un poco.

Tardó en salir detrás de mí, pero al final lo hizo, quizás atraído por la misma curiosidad que él causaba en mí. ¿Sabía él lo bien que olía? Quizás sí, aunque no le había visto con mujer alguna. ¿Qué hacía un muchacho como él en un sitio como este? No pertenecía a este lugar, pero había sido toda una suerte el encontrarlo aquí, mucho mejor que el perseguir a muertos de hambre como estos que estaban dentro del comedor. Preguntó a ver que era lo que me había atraído a él si no era dinero alguno. ¿No sabía de lo bien que olía? Había que ponerle al corriente de eso de inmediato.

Me acerqué a él hasta quedar casi pegada a su cuello, mis labios estaban a milímetros de rozar su yugular, pero saqué la fuerza de voluntad para no tocarle, si lo hacía, estaría perdida. Mis dedos se pasearon por todo su brazo hasta llegar a su hombro, donde le di un ligero apretón. –Oléis realmente bien, Erik Von Kleinmann, Conde del Imperio Sacro. – Susurré en su cuello y me aparté, dejando más espacio entre nosotros, pero no como antes cuando había venido, había dejado espacio suficiente como para que él estirase el brazo y me tocase. ¿Olía tan bien porque era un Conde? Desconocía eso, era el primer hombre de la realeza con el que me cruzaba.

por **Erik Von Kleinmann** Sáb Oct 22, 2016 8:10 am

No se le pasa por la cabeza que aquella mujer pudiera ser una vampiresa, ¿por qué? Porque ni siquiera creía en esas cosas antes de descubrir la verdadera naturaleza de Amanda Smith. Y a pesar de que ahora sí supiera de la existencia de seres sobrenaturales, le sigue resultando difícil de aceptar. Podría perfectamente haberse vuelto loco o paranoico tras conocer aquella verdad, viendo seres sobrenaturales en todas partes de forma inconsciente, pero no. Sigue manteniéndose escéptico en ese sentido.

Sobra decir que la actuación de aquella joven, Dunya, le resulta sospechosa. Sospechosa y extraña. ¿Estaría loca de verdad? En aquellos tiempos, cualquier persona alejada de lo que se consideraba normal, pasaba por loca. Prefiere pensar que está loca a que se trata de un ser sobrenatural, sí.

- Gracias, supongo - en realidad, no sabe si puede tomarse como un piropo aquello. Es la primera vez que le dicen que huele bien. Sabe que no huele mal, claramente, pero nunca antes le habían parado por la calle para decirle lo bien que huele - ¿Ha sido el olor lo que os ha atraído de mí? Curioso... - responde, aún desconfiando de aquella mujer.

El hecho de que ella se acerque tanto a su cuello, le hace dudar cada vez más. Tanta cercanía... el olor... el cuello. Empieza a replantearse que esté junto a una vampiresa o cualquier otro tipo de bestia. Inconscientemente, una de las manos del Conde va a parar hasta el principio de sus pantalones, donde esconde una daga. No duda en agarrar dicho objeto con disimulo, dispuesto a defenderse en el caso de que lo crea necesario.

- ¿Qué quieres? - supone que es una pregunta clave y decisiva para conocer las intenciones de aquella mujer.

por **Dunya** Lun Oct 24, 2016 6:54 am

Me agradeció que le dijera que olía muy bien. Parecía un tanto desconcertado, su aura era de un color de lo más extraño, un color que nunca había visto y dudaba que existiera un color igual en el mundo de los humanos. Continué cerca de su cuello, empapándome de su olor. Era un olor... Diríamos que excitante. Era la primera vez que sentía algo así sin estar bebiendo la sangre de la garganta de alguien.

Noté como bajaba su mano hasta el principio del pantalón. Seguro que me iba a atacar... Saqué un poco los colmillos, demasiado cerca de su cuello. Me preguntó que era lo que quería. ¿No estaba claro? Quería saber qué era, porqué olía de esa forma que me gustaba tanto. Bajé mi mano hasta la suya, y la moví para alejarla del objeto que estaba por coger, en cambio, coloqué su mano con la mía encima de su entrepierna. -Quiero saber que sois. Porqué oléis tan bien. Porque... Me provoca estas sensaciones.- Admití mientras seguía casi pegada a su cuello.

Vistos desde fuera, ambos podíamos pasar por una pareja que está demasiado caliente, aunque no era así. Estábamos en tensión, no sabía si me iba a clavar el puñal o lo que quiera que llevase en el pantalón y el no sabía si yo iba a poder resistir la tentación que siente mi cuerpo por morderle...

por **Erik Von Kleinmann** Vie Oct 28, 2016 9:50 am

Él no tiene ni idea de a qué huele. Desde que bebe sangre de vampiro, su olfato es más agudo que antes, pero no huele ni la mitad de lo que puede llegar a oler un vampiro. Sus sentidos se han agudizado, sí, pero tal vez no lo suficiente como para saber qué siente un vampiro exactamente. Y por eso no entiende a aquella mujer.

Y es entonces cuando él ve los colmillos. Ya está. Sus dudas desaparecen de un momento a otro. Es más, al conocer que se trata de alguien como su supuesta "dueña", pretende agarrar la daga para quitársela de encima. Bastante tiene con una vampiresa en su vida. Una vampiresa a la que odia, por cierto, y por eso de forma inconsciente odia al resto de seres como ella. Sin embargo, justo cuando está a punto de agarrar el arma blanca, ella se lo impide. La respiración del Conde se detiene en el instante en que nota la posición actual de su mano. No sabe qué pretende pero, sin duda alguna, no le gusta un pelo la situación.

- Lo que no soy es un monstruo como tú - o tal vez sí, tal vez esté en proceso de ser algo sobrenatural. Actualmente, se encuentra en un debate interno consigo mismo sobre si quiere o no ser un monstruo tan repugnante como su dueña o como la mujer que acaba de conocer. Reniega de su actual adicción por la sangre de vampiro. Adicción que, por el momento, puede o intenta controlar. Sin embargo, el síndrome de abstinencia siempre acaba ganándole la batalla. Le gustan los poderes que eso conlleva, sí, pero detesta tener que depender de alguien a quien odia con todo su ser...

- No sé qué pretendes, pero no me hace ni puta gracia que me claven los colmillos. Así que mantén tu sucia boca lejos de mi cuello - ordena, pues está acostumbrado a ordenar en su vida. Está acostumbrado a sentirse superior aunque ya no sea el caso.

Con la mano que tiene libre, pretende apartarla o, por lo menos, aumentar la distancia entre ambos. Tiene más fuerza que un humano cualquiera, gracias a la sangre de Amanda Smith, pero no más que un vampiro cualquiera. Él lo intenta igualmente - - Joder - empieza a agobiarse y se nota, pero quien le conoce sabe que no va a doblegarse ni suplicar absolutamente nada.

por **Dunya** Dom Oct 30, 2016 7:22 am

La tensión que sentía mi cuerpo se podía palpar en el aire, estaba igual que una gata que está atrapada entre cuatro paredes, con todo el pelaje erizado y apunto de saltar a la cara de sus adversarios, dispuesta a sacarle los ojos. Yo lo que quería sacarle era su sangre y descubrir si ella olía también igual de bien que el Conde del Imperio Sacro. Desconocía muchas cosas de este mundo, no me había dejado enseñar por Eros, lo había repudiado, creyéndome sabia, fuerte y experimentada. Cosa que no era así, tenía mucho que aprender, como qué diablos era este hombre.

Me llamó monstruo. Yo no era ningún monstruo, si lo fuera, hacía mucho que ya no estaría hablando, estaría en el suelo con mis labios en su cuello. Chasqueé la lengua, rozando con mi nariz el lóbulo de su oreja. -No soy ningún monstruo.- Cerré la boca, para que viese que no quería morderle, que no me iba a dejar llevar por todos los sentimientos que se agolpaban en mi interior. Mi parte "animal e irracional" me empujaba a morderle para salir de dudas, pero mi parte más humana, la poca que me quedaba, quería charlar más con él.

Erik se estaba cabreando, su aura cambió a un color más intenso, pero seguía siendo ese color raro. Solté su mano de encima de su entrepierna, me había gustado tenerla ahí, pero eran cosas que yo no hacía en esta nueva vida, tenía que satisfacer mis deseos con vampiros, no me fiaba del control que podía tener si lo hacía con algún ser mortal. Intentó moverme y de hecho, casi lo consigue. ¿Cómo podía tener tanta fuerza? Un humano normal ni me hubiese movido un ápice, él, había hecho que mi pie derecho se moviese hacía atrás para no perder el equilibrio. Fruncí el ceño sin dejar de mirarlo. ¿Tenía magia? -No os voy a hacer nada. Os lo prometo, Erik. ¿Porqué tenéis esa fuerza? Dime tú secreto.- Le miré a los ojos, podía usar alguno de mis poderes, pero no lo hice, igual con él no funcionaban si era un tipo de mago o brujo o de ser raro.

por **Erik Von Kleinmann** Miér Nov 02, 2016 8:42 am

El Conde respira algo más tranquilo cuando ella afirma que no va a hacerle nada. No sabe si creérselo, en realidad, pero prefiere pensar que Dunya ya le hubiera hecho algo en el caso de querer hacerlo. Él, por su parte, sigue pensando que ella es un monstruo. Una bestia. Un ser asqueroso. Y no se trata de algo personal, ni la odia en esos momentos porque ella es una mujer -que también-, sino porque es una vampiresa. Y gracias a Amanda Smith, odia a cualquier ser sobrenatural. Él está en el camino entre lo mortal y lo inmortal, es un asqueroso híbrido. Pero no quiere serlo, que no pueda evitar serlo es algo muy distinto. La adicción a la sangre de vampiro cada día le cuesta más controlarla. Es inevitable.

- ¿Por qué te iba a contar mi secreto? - Von Kleinmann no es alguien fácil a la hora de tratar. Y no va a cumplir una orden o un deseo de nadie, mucho menos si se trata de una especie que detesta inconscientemente. ¿Su secreto es que es un esclavo de sangre? Le sorprende que ella no lo sepa pues pensaba que se trataba de algo normal entre vampiros. Sea como sea, por su boca no va a salir nada de forma voluntaria - Suéltame - ni lo pide ni lo suplica, al contrario, lo ordena. Está acostumbrado a ordenar.

Vuelve a intentar quitársela de encima, por mucho que, interiormente, sepa que no tiene más fuerzas que ella. Le cuesta convencerse de que existen mujeres con más poder que él por culpa de seres sobrenaturales. Intenta darle un golpe con la rodilla en el estómago, ingenuo de él, creyendo que así le haría daño a la vampiresa.

por **Dunya** Vie Nov 04, 2016 6:46 am

El señor Conde del Imperio sacro parece que está metido en un asunto que no quiere compartir conmigo, podría obligarle a que me lo dijera, incluso podría seducirle para que me hiciera suya esta noche, podría poner en práctica mis poderes con él, pero no lo iba a hacer. Era alguien demasiado interesante para mí como para manipularlo de aquellas formas, si lo hacía, igual dejaba de ser él. Así que..

Negué con la cabeza y mantuve mi mirada clavada en sus ojos. -Porque quiero saberlo, Erik. No se que sois y vos sabéis qué soy yo. Estamos en desventaja ¿No cree?- Iba a aceptar su orden de soltarle, pero en ese momento intentó golpearme en el estómago con su rodilla. ¿Quién se creía que era para tratarme de aquellas formas? A una dama no se le golpeaba, por mucho que esa dama fuera un ser sobrenatural con muchísima más fuerza que él. Le mostré los colmillos y lo sujeté por ambas muñecas con un movimiento rápido, pegando la espalda de él contra la pared.

-No vuelva a intentar atacarme, Conde del imperio sacro. Su sangre huele demasiado bien y si me hace perder los nervios, usted perderá la vida.- Gruñí junto a su oreja para que solamente él escuchase lo que acababa de decir. Tras mis palabras, lo solté dejando que volviera a adoptar ese porte de Conde que tenía. Me había hecho enfadar, pero no iba a hacer nada más... A no ser que él me obligase si me volvía a intentar hacer daño.

por **Erik Von Kleinmann** Vie Nov 04, 2016 9:14 am

¿Y a él qué le importa que ella quiera saberlo? Es más, ¿desde cuándo a Von Kleinmann le interesa lo más mínimo la opinión de cualquier otra persona? Ya no es que no le importe la opinión de una mujer, es que no le importa la opinión de nadie. Ni siquiera la de alguien con unos colmillos que podrían matarle.

No le sale bien el intento de ataque. Es más, acaba completamente pegado a la pared y con las muñecas agarradas. Gruñe inconscientemente, disconforme con aquella situación. Por un momento había temido que ella le clavase los colmillos al enseñarlos, pero igualmente finge indiferencia. Por suerte para él, ella acaba soltándole, y por eso aprovecha para intentar quitársela de delante con las manos.

- Si quisieras atacarme, ya lo habrías hecho. Eres un monstruo, pero un monstruo incapaz de hacer daño. No sé qué me resulta más patético - es especialista en decir las cosas tal cual las piensa, sin preocuparse por las consecuencias. Raro sería que aquella vampiresa no acabase haciéndole daño, sin duda, pero Von Kleinmann tenía una seguridad en sí mismo completamente desmedida.

Él no va a intentar atacar de nuevo, físicamente al menos, pero sí que quiere largarse de allí. Dunya le ha puesto de mal humor. Además, siempre le resulta una pérdida de tiempo los encuentros con mujeres que no acaban en fornicio - Bonito encuentro. Ahora, si me disculpas, tengo cosas más importantes que hacer.

por **Dunya** Lun Nov 07, 2016 6:58 am

El señor Conde parecía indiferente a que mis colmillos puedan herirle y abrirle la piel de su cuello sin que nada pueda evitarlo. ¿Cómo podía mostrar tal indiferencia? ¿Tan poco amaba su vida? Suspiré aún cerca de él y entonces me aparté, esperaba que esta amenaza le hubiera quedado clara, en verdad no quería que esto se me fuese de las manos, solamente tenía curiosidad por saber de él, por saber el origen de su olor y el dejar atrás los sentimientos de excitación que me recorrían el cuerpo cada vez que respiraba. Era una especie de tortura para vampiros demasiado suculenta.

No era ningún monstruo y sí que era capaz de hacer daño, lo sabía muy bien, pero no iba a ponerme a discutir con un hombre que era así, todo lo que él decía, debía de ser considerado como la verdad única y verdadera, algo así como un cura o un obispo. O incluso el papa de Roma. ¿Así de influente se creía? Alcé una ceja y continué osbservándole. - Vuelvo a deciros que no soy un monstruo, quizás lo más parecido que haya aquí a un monstruo seais vos, señor.-

Mi gesto se torció al escuchar sus últimas palabras, ¿Ya se iba? Habíamos pasado poco tiempo juntos. Gruñí un poco y me crucé de brazos, no quería quedarme con la incertidumbre toda mi vida inmortal. Sería un suplicio para mi existencia. -Si os váis ahora, os seguiré y descubriré que sois. Puedes decírmelo ya y te dejare en paz... O podemos pasar un buen rato... Sin colmillos.- Dejé escapar una pequeña risa, quería ver cual de las tres opciones escogía.

por **Erik Von Kleinmann** Dom Nov 13, 2016 7:08 am

¿Monstruo? ¿Él? Bueno, tal vez el conde tenga una personalidad que choca con todo el mundo menos consigo mismo. Tal vez, sí. Tal vez sea una persona sin escrúpulos y a la que únicamente le importe su maldita existencia. Tal vez no considere tener sentimientos. Sí, tal vez, pero... ¿Y? ¿Es esa la definición de la palabra monstruo? Lo duda. Él no mata a personas a su antojo, por mucho que le gustaría hacerlo. Considera tener la sangre fría para ser capaz de hacerlo, sí, pero no lo hace. En cambio, un monstruo como aquella mujer, era capaz de descontrolarse a la mínima de cambio. Ha escuchado muchas historias sobre vampiros y sabe de lo que son capaces de hacer.

A pesar de todo, no dice nada al respecto. Está dispuesto a marcharse, sí, o al menos lo estaba, hasta que escucha las últimas palabras de Dunya. Pasar un buen rato sin colmillos se le antoja tentador, sin duda. Von Kleinmann se queda en silencio, sopesando las opciones. En realidad, se le acaba de ocurrir algo. Algo que no sabe si es buena idea. Nunca ha probado sangre de otro vampiro, únicamente de su "dueña". La palabra "dueña" o "ama" le provoca arcadas a pesar de todo, a pesar de ser adicto a esa maldita sangre. Y la sangre de dicha persona se hacía de rogar muchas veces. ¿Sabría igual de bien la sangre de aquella desconocida? ¿Serviría para saciar sus asquerosas ganas de sangre? El estado físico y mental de malestar producido por interrumpir el consumo de dicha sustancia completamente dependiente para él, le haría hacer cualquier cosa con tal de consumirla. Ha probado sangre humana por mera curiosidad, pero no le ha gustado ni le ha parecido tan adictiva como la de Amanda Smith. ¿Lo sería la sangre de otra vampiresa?

- Se me ha ocurrido una idea mejor... - la simple idea de poder saciar su adicción le produce cierto nerviosismo que, probablemente, la vampiresa podría notar al bombear sangre mucho más deprisa - Si me permites, te contaré lo que quieras. Será únicamente un segundo. No voy a matarte. ¿De acuerdo? - agarra la daga con la que minutos antes deseaba defenderse y la acerca al cuello de Dunya, con cierto temblor en la mano por culpa de la impaciencia y curiosidad que siente. Roza el cuello de la vampiresa con el filo, sin llegar a realizar ningún corte. No quiere esperar, pero está esperando una respuesta por parte de ella. Necesita saber que se fía de él y que no va a matarle cuando intente producirle un corte. No necesita su permiso en realidad, simplemente quiere asegurarse de que no va a intentar matarle.

por **Dunya** Mar Nov 15, 2016 3:23 am

Mis ojos se quedaron posados sobre Erik todo el tiempo que estuvo sopesando que hacer, si marcharse y pasar de mí, llevándose consigo todos sus secretos sobre lo que era, o quedarse y poder disfrutar de la compañía juntos. Por mi parte, esperaba que la opción de estar juntos sin colmillos y pasando un buen rato fuese la opción que más le gustase, aunque no quería... ¿Quería? Quizás sí. Sí que quería acostarme con él, solamente por su aroma. Pero eso no iba a suceder, controlaría mi sed y mis ganas de tenerlo un rato conmigo. Coloqué un mechón de mi pelo detrás de la oreja mientras seguía esperando a que el Conde se decidiera por una de las opciones.

El corazón del Conde comenzó a latir más rápido de lo normal. Su aura también cambió de color, a un color más brillante, pero en el mismo tono raro. ¿Cómo se llamaría ese color? Debía de ponerle un nombre. Quizás... Erivokle. No era muy bonito el nombre pero valía. Entre abrí mi boca cuando el Conde se acercó a mí, quería confiar en él, él había "confiado" en mí aparentemente. Vi como acercaba la daga a mi cuello, podía vencerle si se ponía a herirme como un auténtico enfermo. Le miré a los ojos, hasta yo misma estaba algo nerviosa por lo que pudiera hacer.

-¿Qué vais a hacer?- Esperaba que solamente quisiera hacerme una herida, una pequeña. ¿Quería ver si tenía sangre dentro? ¿O qué? Desvié mis ojos de los de él un instante, no era apropiado que si iba a cortarme un poco, lo hiciera a la vista de todos. Me solté un poco de él. -Ven.- Dije y comencé a caminar hasta el primer callejón oscuro y vacío que encontré. Todo un paraíso para los amantes de los asesinos, seguro que si mataba al Conde aquí, tardarían días en encontrar su cadáver. Volví a mirarlo y le sonreí, un poco. -Adelante.-

por **Erik Von Kleinmann** Miér Nov 16, 2016 5:08 pm

Cuando ella le guía a un lugar más escondido, no pone ningún tipo de objeción. En esos momentos, en la mente de Von Kleinmann sólo está la sangre de Dunya. Se muere de ganas por probarla. Por saber si podrá saciar su sed, su maldito síndrome de abstinencia. Más o menos podía controlarlo pero, ahora... ahora que sabe que tiene la oportunidad de saciarse, no. Ahora ya no puede esperar.

Su mano tiembla un poco mientras posa la daga en el cuello de la vampiresa. Temblores típicos de la ansiedad que le provoca su adicción. Está completamente enganchado a la sangre de su ama y quiere saber si es equiparable a la sangre de otra vampiresa. Por eso, no espera más. No puede esperar más. Rasga el cuello de Dunya, una pequeña parte de piel, con mayor presión de la que ejercería con un humano normal y corriente. Y tiene que ser rápido, sobre todo porque sabe que tienen facilidad para sanarse y porque no puede evitar ir directo a por la primera gota de sangre que ve. Los labios del conde recogen la poca sangre que llega a salir de la herida. La saborea. Y se excita. Le quema la garganta, como casi todas las veces, pero le gusta igualmente. Interiormente, desea abrila en canal y beberse toda esa maldita sangre vampírica.

No dice nada. Se queda en silencio durante un par de segundos, aún notando el sabor férreo en el paladar. Su respiración y sus pulsaciones están completamente aceleradas. Aquella sangre no le sacia por completo, tal vez por estar acostumbrado a la de su verdadera dueña, pero igualmente le resulta placentera.

- Sólo quería comprobar el sabor de tu sangre... - murmura, pues sobran las palabras. Si Dunya es mínimamente observadora, sabrá que le ha gustado. El conde se separa un poco, pues está tentado a beber más. Si no se controla, es capaz de clavarle el puñal a la vampiresa en muchas más partes del cuerpo - ¿Sigue siendo necesaria una explicación de qué soy? - en realidad, hasta a él mismo le cuesta describir qué es.

por **Dunya** Vie Nov 18, 2016 12:26 pm

Una vez en el callejón, Erik volvió a ponerme la daga al cuello, su mano temblaba, desconocía si era de los nervios que tenía o de lo que realmente le pasaba. Su aura volvió a ser más oscura, un oscuro tan intenso que impedía casi reconocerlo. Noté como el filo de la daga se hundía suavemente en mi piel, dejando escapar las primeras gotas de sangre. Sus labios se adhieren al cuello como hacíamos nosotros. Dejo escapar un suspiro, es demasiado excitante esto que estamos haciendo.

Mis ojos se oscurecen un poco, yo también quería beber de él, pero él al parecer si sabía controlarse. Yo no. Suspiré otra vez, para recuperar un aliento que no necesitaba. Lo sujeté por el cuello de la camisa, no quería que se apartara. Le escuché con atención, intentando centrarme en sus palabras y no en los latidos desbocados de su corazón. Era un esclavo de sangre, como lo fui yo con mi creador en la época en la que fuimos pareja. Ahora lo entendía todo, los temblores... Había olvidado aquella época.

-Yo fui esclava de quien me transformó. ¿Quién es tu ama? No creo que le agrade que hayas bebido de mí.- Fruncí ligeramente los labios, no quería tener problemas con nadie y mucho menos con algún vampiro mucho más mayor que yo. Me darían una paliza en solamente un parpadeo. Coloqué correctamente el cuello de su camisa. -Yo también quiero beber de ti, Conde del imperio Sacro.- Me acerqué a su cuello, pero solamente dejé un beso.

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Comida para llevar. ~ Erik.

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