AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
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Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
En un gesto furioso, cerré mi abanico con brusquedad, tirándolo contra el asiento de enfrente. Llevaba casi media hora aquí afuera, sin decidirme. ¿Cómo llegue a esto? Eso es lo gracioso, en realidad no entiendo, o por lo menos no puedo llegar a la conclusión, de porque en verdad estoy aquí. Mi anterior...reunión con Bernardine no fue muy bien que digamos. Solo el recuerdo hace que me tense, y que la temperatura aumente en mi. Llevaba casi una semana en vilo, sintiendo ese ardor en mi cuerpo, que ningun baño helado o libro pudo sacar de mi cabeza.
Conteniendo un gemido, aparte levemente el escote de mi pecho, dejando entrar un poco de aire. Estando dentro de mi carruaje lo hacía un poco más llevadero, el sol no pegaba tanto en mi y el calor de los primeros días de otoño no eran tan pesados. Aunque sabía, pensé con sorna, que el calor que me recorría no tenía nada que ver con el clima. Nunca, ni siquiera con mi marido, había sentido lo que sentí en esa hora con ella en su casa. Tampoco había estado así con una mujer antes... y eso hacía que me replanteara mi situación. Abstenerme a las leyes que regían la sociedad e irme a mi casa, olvidando (o tratando) las sensaciones que me había causado esa mujer, o bajarme del maldito carruaje y caminar hasta su puerta y tocar... y rogarle de rodillas que me haga sentir el mismo placer que me causo la otra vez.
Antes de que siquiera pudiera reconsiderar mis acciones, abrí la puerta y me bajé. El sol me pegó en el rostro he hizo que los cerrara, antes de abrirlos. Le hice un gesto a mi cochero, haciendo que espere, y me encaminé hacia la entrada. Me detuve a unos pasos de la puerta, apretando mis manos una contra la otra, antes de alzar la mano y dar unos golpes contra la madera. Mi corazón se aceleró mientras esperaba a que me abran.
Conteniendo un gemido, aparte levemente el escote de mi pecho, dejando entrar un poco de aire. Estando dentro de mi carruaje lo hacía un poco más llevadero, el sol no pegaba tanto en mi y el calor de los primeros días de otoño no eran tan pesados. Aunque sabía, pensé con sorna, que el calor que me recorría no tenía nada que ver con el clima. Nunca, ni siquiera con mi marido, había sentido lo que sentí en esa hora con ella en su casa. Tampoco había estado así con una mujer antes... y eso hacía que me replanteara mi situación. Abstenerme a las leyes que regían la sociedad e irme a mi casa, olvidando (o tratando) las sensaciones que me había causado esa mujer, o bajarme del maldito carruaje y caminar hasta su puerta y tocar... y rogarle de rodillas que me haga sentir el mismo placer que me causo la otra vez.
Antes de que siquiera pudiera reconsiderar mis acciones, abrí la puerta y me bajé. El sol me pegó en el rostro he hizo que los cerrara, antes de abrirlos. Le hice un gesto a mi cochero, haciendo que espere, y me encaminé hacia la entrada. Me detuve a unos pasos de la puerta, apretando mis manos una contra la otra, antes de alzar la mano y dar unos golpes contra la madera. Mi corazón se aceleró mientras esperaba a que me abran.
Lucille O'Gorman- Humano Clase Media
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/03/2013
Re: Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
Para la bruja todo aquello había sido tan natural que ahora estaba prácticamente olvidado. Aquella noche había sido saciado su deseo en manos de la joven sirvienta, aún si la imagen que lo provocaba era muy diferente a la de la chiquilla. Casi tres años las separaban en edad pero la mujer que dejó ardiendo a Bernardine tenía el cuerpo de toda una mujer, a diferencia de su sirvienta que si bien ya había entrado a la pubertad esta apenas mostraba sus efectos en tan delicado cuerpo. No negaría su propio deseo, porque demasiado evidente había sido mientras atendía a tan hermosa fémina y mientras contemplaba su cuerpo como un templo al cual debía, ansiaba profanar; sin embargo se había reprimido con un único propósito, un cierto interés en la reacción que conseguiría al privar a la primeriza de aquello que su cuerpo pedía. No hablaba de la respuesta inmediata, ya que esta fue demasiado obvia, sino de la consecuencia posterior. En los ojos de Lucille pudo percibir la llama de una pasión que había despertado y buscaba ver qué tanto ardía. Solo restaba ver lo que ella haría, si volvía para terminar lo que empezaron o no. Consciente o inconscientemente aquella mujer había sido manipulada de acuerdo a la conveniencia de Bernardine, a pesar de haber llegado con la bruja para tratar otros asuntos; se convirtió en una pieza de juego con la que la francesa esperaba reencontrarse.
La llamada a la puerta llamó la atención de la sirvienta. Inmediatamente se dirigió a la puerta ya que su patrona no se encontraba ahí. Llevaba un vestido bastante femenino que resaltaba su belleza pero sin dejar de lado la imagen de lo que era, una empleada. Un conjunto elegido específicamente por Bernardine. Abrió la puerta, mirando con cierta sorpresa a la mujer que dos días atrás había visitado en el transcurso de la tarde a su casera y le saludó con una pequeña reverencia. Si era una amistad de la mayor entonces debía ser importante -Buenos días, mademoiselle. La señora Bonheur no se encuentra en este momen…-
-No te preocupes, querida. Yo me hago cargo del resto… sigue tu trabajo- Sonreía victoriosa por encima del hombro de Lucille, manteniendo apenas un metro de distancia entre cada una de las dos. Desde el momento en que reconoció a la fémina que estaba en su puerta, la bruja había apresurado el paso para llegar con ella y confirmar finalmente su teoría. Luego de dichas palabras la criada realizó una nueva reverencia y fue adentro. Bonheur pasó al lado de su inesperada invitada y tomó su brazo con suavidad, invitándole a pasar. La guió a la sala y le hizo tomar asiento en el mismo sofá donde días antes la había contemplado desnuda, amenazando con tomarla y unirse con ella en función de la carne. Sonrió ladina, preguntándose si la otra lo recordaría.
Sabiendo sus deberes a la perfección, la joven criada ingresó a la sala de estar un par de segundos después de que la mayor hubiera tomado asiento en el sillón opuesto, sirvió dos copas de vino y entregó una a cada mujer. Se quedó de pie a la izquierda de la rubia mirando al frente y con la botella entre sus manos -No necesitas quedarte ahí. Por favor deja la botella y retírate, no quiero que interrumpas. Madame O’Gorman tiene asuntos importantes que tratar conmigo que no son de tu incumbencia- Su voz era autoritaria, aquellas palabras eran suficiente para expresar muchas cosas distintas y entre ellas estaba la no tolerancia a los errores. Era severa pues era el único modo de que un empleado, se tratara de un sirviente, un obrero o cualquier clase de mano de obra, prestara verdadera atención a las indicaciones. La obediencia era la clave para el éxito en la relación trabajador-contratista y ella recompensaba muy bien la obediencia. Cuando la adolescente dejó la habitación, Bernardine cruzó la pierna y miró fijamente a su invitada. No dijo nada, se limitó a sostener la copa de cristal contra sus labios en espera de palabras, acciones. Algo.
Su mirada era lasciva aunque ocultara bajo su semblante de piedra cualquier sentimiento que mostrara debilidad; ella era quien mandaba, la humana debía entender eso. Gozaba de la sumisión en todos los sentidos e incluso algo tan pequeño era solo el inicio de algo mayor, algo que estaba por venir si la castaña no movía sus cartas lejos del juego de Bernardine.
La llamada a la puerta llamó la atención de la sirvienta. Inmediatamente se dirigió a la puerta ya que su patrona no se encontraba ahí. Llevaba un vestido bastante femenino que resaltaba su belleza pero sin dejar de lado la imagen de lo que era, una empleada. Un conjunto elegido específicamente por Bernardine. Abrió la puerta, mirando con cierta sorpresa a la mujer que dos días atrás había visitado en el transcurso de la tarde a su casera y le saludó con una pequeña reverencia. Si era una amistad de la mayor entonces debía ser importante -Buenos días, mademoiselle. La señora Bonheur no se encuentra en este momen…-
-No te preocupes, querida. Yo me hago cargo del resto… sigue tu trabajo- Sonreía victoriosa por encima del hombro de Lucille, manteniendo apenas un metro de distancia entre cada una de las dos. Desde el momento en que reconoció a la fémina que estaba en su puerta, la bruja había apresurado el paso para llegar con ella y confirmar finalmente su teoría. Luego de dichas palabras la criada realizó una nueva reverencia y fue adentro. Bonheur pasó al lado de su inesperada invitada y tomó su brazo con suavidad, invitándole a pasar. La guió a la sala y le hizo tomar asiento en el mismo sofá donde días antes la había contemplado desnuda, amenazando con tomarla y unirse con ella en función de la carne. Sonrió ladina, preguntándose si la otra lo recordaría.
Sabiendo sus deberes a la perfección, la joven criada ingresó a la sala de estar un par de segundos después de que la mayor hubiera tomado asiento en el sillón opuesto, sirvió dos copas de vino y entregó una a cada mujer. Se quedó de pie a la izquierda de la rubia mirando al frente y con la botella entre sus manos -No necesitas quedarte ahí. Por favor deja la botella y retírate, no quiero que interrumpas. Madame O’Gorman tiene asuntos importantes que tratar conmigo que no son de tu incumbencia- Su voz era autoritaria, aquellas palabras eran suficiente para expresar muchas cosas distintas y entre ellas estaba la no tolerancia a los errores. Era severa pues era el único modo de que un empleado, se tratara de un sirviente, un obrero o cualquier clase de mano de obra, prestara verdadera atención a las indicaciones. La obediencia era la clave para el éxito en la relación trabajador-contratista y ella recompensaba muy bien la obediencia. Cuando la adolescente dejó la habitación, Bernardine cruzó la pierna y miró fijamente a su invitada. No dijo nada, se limitó a sostener la copa de cristal contra sus labios en espera de palabras, acciones. Algo.
Su mirada era lasciva aunque ocultara bajo su semblante de piedra cualquier sentimiento que mostrara debilidad; ella era quien mandaba, la humana debía entender eso. Gozaba de la sumisión en todos los sentidos e incluso algo tan pequeño era solo el inicio de algo mayor, algo que estaba por venir si la castaña no movía sus cartas lejos del juego de Bernardine.
Bernardine Bonheur- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 26/03/2013
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Re: Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
Estaba por darme la vuelta e irme a mi casa, reprochándome porque demonios había ido a allí, cuando la puerta se abrió. Una criada joven, apenas unos años menores que yo, me hizo pasar. La voz de la mujer que había hecho que pierda el sueño hizo que ambas nos volteáramos hacia la escalera. Bajando con una gracia incomparable, Bernardine se detuvo junto a nosotras y despidió a la criada. Me pareció oír un poco de crueldad en ella, no, crueldad no, autoridad cruda, pero estaba mas ocupada con mis pensamientos que revoloteaban desde que la vi.
Nos dirigió a la misma sala donde habíamos estado la otra vez, lo que hizo que mi respiración se agitara. Aun después de unos días no había podido quitar de mi ese fuego que me recorría de pies a cabeza, centrándose en mis pechos y entre mis piernas. La sensación del recorrido de los dedos de la rubia sobre mi piel aun ardía, y ahora más bajo su mirada escrutadora. La criada entró nuevamente con vino, pero no capté muy bien lo que pasaba a nuestro alrededor hasta que estuvimos completamente solas. El silencio se hizo casi ensordecedor, por lo que bebí un trago largo de vino, esperando que eso me cambiara un poco el humor. Ahora frente a ella no era mas que una chiquilla asustada de sus propios anhelos, presa de las restricciones de su época.
Levanté la mirada, encontrándome con la suya. La copa de vino reposaba de forma vaga sobre sus labios, haciendo que mi vista se fijara allí. Tardé un poco más en responder de lo que hubiera querido.
- Te necesito... - dije en voz baja, más resignada que otra cosa. El ardor en mi ser, entre mis piernas, me estaba comenzando a desesperar, y no servían mis manos, o las de cualquier otro. Solo las de ella.
Nos dirigió a la misma sala donde habíamos estado la otra vez, lo que hizo que mi respiración se agitara. Aun después de unos días no había podido quitar de mi ese fuego que me recorría de pies a cabeza, centrándose en mis pechos y entre mis piernas. La sensación del recorrido de los dedos de la rubia sobre mi piel aun ardía, y ahora más bajo su mirada escrutadora. La criada entró nuevamente con vino, pero no capté muy bien lo que pasaba a nuestro alrededor hasta que estuvimos completamente solas. El silencio se hizo casi ensordecedor, por lo que bebí un trago largo de vino, esperando que eso me cambiara un poco el humor. Ahora frente a ella no era mas que una chiquilla asustada de sus propios anhelos, presa de las restricciones de su época.
Levanté la mirada, encontrándome con la suya. La copa de vino reposaba de forma vaga sobre sus labios, haciendo que mi vista se fijara allí. Tardé un poco más en responder de lo que hubiera querido.
- Te necesito... - dije en voz baja, más resignada que otra cosa. El ardor en mi ser, entre mis piernas, me estaba comenzando a desesperar, y no servían mis manos, o las de cualquier otro. Solo las de ella.
Lucille O'Gorman- Humano Clase Media
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/03/2013
Re: Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
No podía decir que cualquier otra respuesta le hubiera emocionado tanto como aquella. Sin lugar a dudas era lo que esperaba y sin la necesidad de influir en ella por medio de la hechicería, todo había surgido de manera natural. Soltó una pequeña risa y le dio un sorbo al vino antes de inclinarse hacia adelante, apoyando ambos codos en las rodillas y sosteniendo su mentón con la mano libre -¿Le escuché bien, madame? ¿A qué se refiere con eso? Si me necesita pues bien, aquí me tiene…- Sonrió juguetona y relamió su labio inferior instintivamente. Se acomodó un poco el cabello antes de proseguir -Por favor sea más clara, Lucille. Permítame ayudarle…- Dejó la copa en la mesita de centro y cruzó los dedos de ambas manos. La observó en silencio, demandante.
Sus ojos devoraban las hermosas formas debajo de aquel vestido, la quería poseer tanto como la azabache quería ser poseída. Quería reclamarla, hacerla suya en todo sentido. Que fuera suya, su muñeca. ¿Cuánto tiempo le tomaría a la mujer entregarse a sus más bajos instintos con tal de recibir la aprobación y atención de la bruja? Bernardine no planeaba ceder terreno pues aún si ardía por ella, si el recuerdo de esa tarde la hacía estremecer, ella debía mantenerse firme y demostrarle a la otra su posición como la dominante. No planeaba admitir su deseo a la primera y quizá en ningún momento lo haría. Volvió a beber de la copa y tomó la botella para servirse de nuevo con bastante gracia y delicadeza en sus movimientos. Comenzó a beber, dejando que una gota escapara por la comisura de sus labios y le indicó a la menor que se acercara al tiempo que hacía la cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello camino que el líquido amenazaba con emprender.
Su diestra recorrió con suavidad la tela del sillón, haciendo pequeños círculos y en ocasiones una suave presión a la misma, clavando ligeramente las uñas. -Dígame como han ido los días recientes, desde su última visita. Mejor aún, ¿ha dormido bien por la noche?- Sonrió ladina. Cruzó su pierna derecha por encima de la izquierda y volvió a hacerse para atrás, acomodando los brazos a cada lado. Su mirada se alejó de la figura de la menor unos segundos, yendo hacia la puerta por la que minutos antes se había retirado la criada. En ese momento la adolescente entraba con una charola plateada y en ella algunos bocadillos que dejó en la misma mesa donde Bernardine tenía su copa. Hizo una pequeña reverencia y se retiró -Es encantadora, ¿no le parece señorita O’Gorman? Tan atenta con las visitas… y conmigo. Tan leal a su patrona que no dice ni una sola palabra de lo que pasa en esta casa. Y también, dispuesta a cumplirme cualquier capricho. Si usted entiende a lo que me refiero, y creo que lo entenderá- Sonríe sugerente y se pone de pie, jugueteando con su copa y dando un par de pasos hacia su invitada, avanzando muy lentamente.
Le dio un trago al vino y acomodó la copa junto a los bocadillos antes de hacerse con uno de estos. Mordió la mitad y se acercó a Lucille, llevándolo a los labios de la contraria para que comiera el resto; en el acto acarició suavemente sus labios con la punta de los dedos. Luego de haberlo masticado y tragado volvió a hablar Dígame, madame, ¿es usted alguien en quien pueda confiar tanto como confío en ella?- Se inclinó hacia ella, sin separar sus dedos del rostro ajeno pero acariciando a este con bastante delicadeza; de sus labios fue a su mejilla y permaneció sobre esta sosteniendo el rostro de la menor.
Sus ojos devoraban las hermosas formas debajo de aquel vestido, la quería poseer tanto como la azabache quería ser poseída. Quería reclamarla, hacerla suya en todo sentido. Que fuera suya, su muñeca. ¿Cuánto tiempo le tomaría a la mujer entregarse a sus más bajos instintos con tal de recibir la aprobación y atención de la bruja? Bernardine no planeaba ceder terreno pues aún si ardía por ella, si el recuerdo de esa tarde la hacía estremecer, ella debía mantenerse firme y demostrarle a la otra su posición como la dominante. No planeaba admitir su deseo a la primera y quizá en ningún momento lo haría. Volvió a beber de la copa y tomó la botella para servirse de nuevo con bastante gracia y delicadeza en sus movimientos. Comenzó a beber, dejando que una gota escapara por la comisura de sus labios y le indicó a la menor que se acercara al tiempo que hacía la cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello camino que el líquido amenazaba con emprender.
Su diestra recorrió con suavidad la tela del sillón, haciendo pequeños círculos y en ocasiones una suave presión a la misma, clavando ligeramente las uñas. -Dígame como han ido los días recientes, desde su última visita. Mejor aún, ¿ha dormido bien por la noche?- Sonrió ladina. Cruzó su pierna derecha por encima de la izquierda y volvió a hacerse para atrás, acomodando los brazos a cada lado. Su mirada se alejó de la figura de la menor unos segundos, yendo hacia la puerta por la que minutos antes se había retirado la criada. En ese momento la adolescente entraba con una charola plateada y en ella algunos bocadillos que dejó en la misma mesa donde Bernardine tenía su copa. Hizo una pequeña reverencia y se retiró -Es encantadora, ¿no le parece señorita O’Gorman? Tan atenta con las visitas… y conmigo. Tan leal a su patrona que no dice ni una sola palabra de lo que pasa en esta casa. Y también, dispuesta a cumplirme cualquier capricho. Si usted entiende a lo que me refiero, y creo que lo entenderá- Sonríe sugerente y se pone de pie, jugueteando con su copa y dando un par de pasos hacia su invitada, avanzando muy lentamente.
Le dio un trago al vino y acomodó la copa junto a los bocadillos antes de hacerse con uno de estos. Mordió la mitad y se acercó a Lucille, llevándolo a los labios de la contraria para que comiera el resto; en el acto acarició suavemente sus labios con la punta de los dedos. Luego de haberlo masticado y tragado volvió a hablar Dígame, madame, ¿es usted alguien en quien pueda confiar tanto como confío en ella?- Se inclinó hacia ella, sin separar sus dedos del rostro ajeno pero acariciando a este con bastante delicadeza; de sus labios fue a su mejilla y permaneció sobre esta sosteniendo el rostro de la menor.
Bernardine Bonheur- Hechicero Clase Media
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Re: Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
-Por favor, esto ya es lo suficientemente difícil para mi - murmuré, comenzando a ponerme nerviosa.
Tratando de dejar la copa en el suelo de una manera al menos estable, contuve un grito de frustración. Ya desde un primer momento, esto era demasiado extraño, yo solo conocía a esta mujer de menos de un mes y ya estaba en su casa, por segunda vez, con intenciones... no del todo puras? Se a como sea, esto se estaba escapando de mis manos, y en toda mi vida nunca había sentido tanto miedo por algo, como por el de perder el control de las cosas. Me aterraba. Pero así como temía de esto, nunca había sentido lo que había sentido con esta mujer, y creía que ya era hora de cambiar las cosas. Aun si tenía que cambiar cosas que para mi eran necesarias, como el control. Pareciera como si me estuviera ofreciendo como una prostituta, pensé con amargura, entrelazando las manos en mi regazo. Levanté la vista y la miré, quedándome unos minutos en voz baja antes de responder, o por lo menos intentarlo.
Fue un error. No me consideraba una mujer muy lujuriosa... o por lo menos nunca lo había sido, pero ver como esa gota de vino recorría su cuello, me hizo cerrar con fuerza las piernas, tratando de apaciguar así el fuego en mi interior. Su gesto para con el sofá me hizo desviar la mirada hacia sus manos, pensando de golpe en como se habían sentido contra la piel sensible de mis muslos. Poco a poco me estaba envolviendo en una neblina de lujuria y pensamientos decadentes, y por Dios, esta mujer lo estaba haciendo apropósito, pensé con un ligero mareo. Yo no la estaba deteniendo, y eso quizás me confundió aun más. Su pregunta hizo que entrecerrara los ojos levemente y levantara la vista, fijándola a sus ojos. Éstos brillaban de diversión y perversidad, como si se estuviera divirtiendo a mi costa.
-Me alegro de que en algo la divierta - dije en voz baja, notando como la puerta se abría y por ella entraba la muchacha que había traído el vino antes. Dejó una bandeja sobre la misma pequeña mesa junto al vino y se retiró. Al escuchar sus palabras, la miré por un momento antes de bajarla a mis manos.
- Lo es, simplemente encantadora - respondí en voz baja, notando que ella se ponía de pie y caminaba hacia la bandeja, tomando un bocadillo y comiendo la mitad, introduciendo lentamente la otra mitad en mi boca. La sensación de sus dedos contra mis labios me erizó la piel, poniéndome extremadamente sensitiva, que mi respiración se vuelva lenta y cadenciosa, y mi corazón comenzara a latir más rápido. Inconscientemente, ladee mi rostro hacia su mano, descansando ligeramente mi cabeza en ella. El calor que despedía su piel contra la mía me hacía querer lanzarme en ese abismo que era lo desconocido, dejando todo atrás, todo lo que era, lo que había sido, solo por sentir de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, el tacto de esta mujer sobre mi.
-Ni yo misma confío en mi ahora - dije con la voz temblorosa, alzando los ojos para mirarla, deteniéndome un poco más en sus labios, antes de fijar mi mirada en sus ojos -Pero haré lo que esté a mi alcance para serlo -
Tratando de dejar la copa en el suelo de una manera al menos estable, contuve un grito de frustración. Ya desde un primer momento, esto era demasiado extraño, yo solo conocía a esta mujer de menos de un mes y ya estaba en su casa, por segunda vez, con intenciones... no del todo puras? Se a como sea, esto se estaba escapando de mis manos, y en toda mi vida nunca había sentido tanto miedo por algo, como por el de perder el control de las cosas. Me aterraba. Pero así como temía de esto, nunca había sentido lo que había sentido con esta mujer, y creía que ya era hora de cambiar las cosas. Aun si tenía que cambiar cosas que para mi eran necesarias, como el control. Pareciera como si me estuviera ofreciendo como una prostituta, pensé con amargura, entrelazando las manos en mi regazo. Levanté la vista y la miré, quedándome unos minutos en voz baja antes de responder, o por lo menos intentarlo.
Fue un error. No me consideraba una mujer muy lujuriosa... o por lo menos nunca lo había sido, pero ver como esa gota de vino recorría su cuello, me hizo cerrar con fuerza las piernas, tratando de apaciguar así el fuego en mi interior. Su gesto para con el sofá me hizo desviar la mirada hacia sus manos, pensando de golpe en como se habían sentido contra la piel sensible de mis muslos. Poco a poco me estaba envolviendo en una neblina de lujuria y pensamientos decadentes, y por Dios, esta mujer lo estaba haciendo apropósito, pensé con un ligero mareo. Yo no la estaba deteniendo, y eso quizás me confundió aun más. Su pregunta hizo que entrecerrara los ojos levemente y levantara la vista, fijándola a sus ojos. Éstos brillaban de diversión y perversidad, como si se estuviera divirtiendo a mi costa.
-Me alegro de que en algo la divierta - dije en voz baja, notando como la puerta se abría y por ella entraba la muchacha que había traído el vino antes. Dejó una bandeja sobre la misma pequeña mesa junto al vino y se retiró. Al escuchar sus palabras, la miré por un momento antes de bajarla a mis manos.
- Lo es, simplemente encantadora - respondí en voz baja, notando que ella se ponía de pie y caminaba hacia la bandeja, tomando un bocadillo y comiendo la mitad, introduciendo lentamente la otra mitad en mi boca. La sensación de sus dedos contra mis labios me erizó la piel, poniéndome extremadamente sensitiva, que mi respiración se vuelva lenta y cadenciosa, y mi corazón comenzara a latir más rápido. Inconscientemente, ladee mi rostro hacia su mano, descansando ligeramente mi cabeza en ella. El calor que despedía su piel contra la mía me hacía querer lanzarme en ese abismo que era lo desconocido, dejando todo atrás, todo lo que era, lo que había sido, solo por sentir de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, el tacto de esta mujer sobre mi.
-Ni yo misma confío en mi ahora - dije con la voz temblorosa, alzando los ojos para mirarla, deteniéndome un poco más en sus labios, antes de fijar mi mirada en sus ojos -Pero haré lo que esté a mi alcance para serlo -
Lucille O'Gorman- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/03/2013
Re: Dejarse o no llevar - Bernardine (+18)
Se acercó a su rostro, hasta un punto en que sus alientos chocaban y se mezclaban antes de perderse en el aire. Humedeció sus labios con la punta de la lengua -Madame, ¿acaso usted busca las atenciones de mi criada? Noto en sus ojos el deseo- Sonríe ladina -¿Desea tocarla? ¿Verla retorcerse por el placer que le brindan sus manos?- Su otra mano acarició el estómago y vientre de Lucille suavemente, desviándose luego hacia su muslo y se detuvo ahí -O quizá… ¿desea que la chiquilla la toque a usted? Quiere que la haga gritar… que la ahogue en el placer de un intenso orgasmo- Mientras decía esto, su mano acarició insistentemente la pelvis de la menor y la hizo retroceder nuevamente hasta el sillón. Tomó las manos de la chica y las aprisionó en el sofá, mirándola intensamente a los ojos -Dime, Lucille, ¿qué es lo que deseas realmente?- Esta vez el tono juguetón se desvaneció, era una orden directa y mostraba en su tono de voz que a pesar de saber la respuesta no aceptaría que la menor se guardara las palabras.
Sus manos acariciaban con suavidad la piel expuesta de las manos y brazos ajenos, sin permitirle apartarlas ni un centímetro del mueble. Su piel era tan suave, tan tentadora. Los ojos de la bruja recorrieron las ocultas piernas de la azabache, recordando lo que se encontraba debajo del vestido y sintiendo como su propio cuerpo se estremecía ante el pensamiento; le parecía increíble que se hubiera podido controlar teniendo aquel fruto prohibido tan cerca, dejándola escapar sin siquiera haber probado su néctar. Su dulce esencia ahora sería suya; ya no habría más distracciones, no le daría una nueva oportunidad para escapar. Si había vuelto a ella tendría que atenerse a los deseos de Bernardine.
Sus manos pasearon por los brazos ajenos, hasta sus hombros y posteriormente su cuello; se cerraron suavemente en torno a este mientras una sonrisa pervertida cruzaba los labios de la bruja. La idea pareció tentadora un momento pero pronto aquel suave agarre se desvaneció y las manos subieron a las mejillas. La atrajo al mismo tiempo que se inclinaba sobre ella y unió sus labios -Eres una chiquilla hermosa… es imposible dañar a alguien como tú. Mancillar tu cuerpo sería peor que pecar- La besó suavemente y se separó -Prefiero pecar contigo, Lucille, atentar contra la moralidad del pueblo y del clero… ir contigo al paraíso que los ignorantes llaman infierno- Sus dedos se hundieron en la hermosa cabellera oscura, acomodándole el cabello hacia atrás antes de que cualquier contacto físico que las uniera se rompiera. Bernardine se separó y volvió al otro sofá luego de haber llenado su copa de vino. Ya sentada se deshizo con habilidad de las zapatillas, apartándolas a un lado con el pie ya que ambas estaban en el suelo y cruzó la pierna derecha por encima de la izquierda.
-Vamos, Lucille. Enséñame lo que eres capaz de hacer para satisfacer tus más básicos instintos. No esperarás recibir sexo sin dar nada a cambio. Convénceme, ¿por qué debería poner en riesgo mi reputación al permitirte el acceso a mi cuerpo?- La suavidad volvió a su rostro pero no por ello lo decía con menor seriedad. Luego de una breve pausa concluyó -Recuerda que no soy una puta, así que por favor deja todo lo material fuera de esto- Aunque tenía la capacidad de asegurar el silencio de la mujer, se divertía jugando con ella. Llegado su momento sin embargo la haría callar, por más confiable que fuera no podía darse el lujo de tenerla hablando de lo que estaba a punto de suceder ahí. Una palabra demasiado reveladora en los oídos equivocados podría ser incluso mortal, probablemente para ambas, pero a la bruja le importaba muy poco lo que sucediera con la fémina después de que saliera de su residencia. Mordió su dedo índice, mirándola intensamente. Sus ojos ya no ocultaban el deseo, por cada rincón de su cuerpo la lascivia emanaba y esta tenía como objeto a Lucille; el propio ambiente empezaba a impregnarse de la lujuria de anfitriona e invitada.
Sus manos acariciaban con suavidad la piel expuesta de las manos y brazos ajenos, sin permitirle apartarlas ni un centímetro del mueble. Su piel era tan suave, tan tentadora. Los ojos de la bruja recorrieron las ocultas piernas de la azabache, recordando lo que se encontraba debajo del vestido y sintiendo como su propio cuerpo se estremecía ante el pensamiento; le parecía increíble que se hubiera podido controlar teniendo aquel fruto prohibido tan cerca, dejándola escapar sin siquiera haber probado su néctar. Su dulce esencia ahora sería suya; ya no habría más distracciones, no le daría una nueva oportunidad para escapar. Si había vuelto a ella tendría que atenerse a los deseos de Bernardine.
Sus manos pasearon por los brazos ajenos, hasta sus hombros y posteriormente su cuello; se cerraron suavemente en torno a este mientras una sonrisa pervertida cruzaba los labios de la bruja. La idea pareció tentadora un momento pero pronto aquel suave agarre se desvaneció y las manos subieron a las mejillas. La atrajo al mismo tiempo que se inclinaba sobre ella y unió sus labios -Eres una chiquilla hermosa… es imposible dañar a alguien como tú. Mancillar tu cuerpo sería peor que pecar- La besó suavemente y se separó -Prefiero pecar contigo, Lucille, atentar contra la moralidad del pueblo y del clero… ir contigo al paraíso que los ignorantes llaman infierno- Sus dedos se hundieron en la hermosa cabellera oscura, acomodándole el cabello hacia atrás antes de que cualquier contacto físico que las uniera se rompiera. Bernardine se separó y volvió al otro sofá luego de haber llenado su copa de vino. Ya sentada se deshizo con habilidad de las zapatillas, apartándolas a un lado con el pie ya que ambas estaban en el suelo y cruzó la pierna derecha por encima de la izquierda.
-Vamos, Lucille. Enséñame lo que eres capaz de hacer para satisfacer tus más básicos instintos. No esperarás recibir sexo sin dar nada a cambio. Convénceme, ¿por qué debería poner en riesgo mi reputación al permitirte el acceso a mi cuerpo?- La suavidad volvió a su rostro pero no por ello lo decía con menor seriedad. Luego de una breve pausa concluyó -Recuerda que no soy una puta, así que por favor deja todo lo material fuera de esto- Aunque tenía la capacidad de asegurar el silencio de la mujer, se divertía jugando con ella. Llegado su momento sin embargo la haría callar, por más confiable que fuera no podía darse el lujo de tenerla hablando de lo que estaba a punto de suceder ahí. Una palabra demasiado reveladora en los oídos equivocados podría ser incluso mortal, probablemente para ambas, pero a la bruja le importaba muy poco lo que sucediera con la fémina después de que saliera de su residencia. Mordió su dedo índice, mirándola intensamente. Sus ojos ya no ocultaban el deseo, por cada rincón de su cuerpo la lascivia emanaba y esta tenía como objeto a Lucille; el propio ambiente empezaba a impregnarse de la lujuria de anfitriona e invitada.
Bernardine Bonheur- Hechicero Clase Media
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