AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Renegade — Privado
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Renegade — Privado
¿Cuánto tiempo contaba con su naturaleza sobrenatural? Desde hacía ya dos años. Desde hacía ya más de un año que obtuvo una noticia que no lo entusiasmó en lo absoluto. Ulbrecht quizás había huido como un cobarde de su responsabilidad; y más irónico aún era el asunto, pues se supone que era militar, alguien cuyo oficio debe sumar responsabilidad extra a su personalidad. Pero no fue así. Tal vez, porque muy dentro de sí, no estaba preparado para ser padre. Así que, simplemente, negó cuánto pudo de todo eso; incluso, se hizo creer a sí mismo que la muchacha lo estaba engañando, que todo era un simple error. Error que Ulbrecht no ha olvidado con facilidad.
Llegó muy temprano a la propiedad familiar, de la que solía alejarse bastante. Tenía sus razones, y no sólo por trabajo; todos sabían que la relación con su hermano mayor, y ahora líder del clan Diermissen, era pésima. Siempre había sido así. Apenas intercambiaban un par de palabras cuando tenían la ocasión de verse, pero luego, preferían mantener la distancia. Por esa misma razón, Ulbrecht no comprendía porque Jannick lo citaba con tanto ahínco. Era una emergencia que el menor de los Diermissen no terminaba de entender; no obstante, para evitarse una reprimenda mayor, accedió.
Decidió antes tomar un pequeño descanso. Repasó algunas de sus próximas tareas y comió cuanto pudo. Al parecer, su ahora licantropía, parecía aumentar su apetito; también a eso se le añadía las largas campañas militares con mal tiempo que tuvo que soportar. Por lo que no era muy raro que comiera más de la cuenta, y se irritara con más facilidad.
Cuando supo que ya era hora de enfrentar su citación, se dirigió hacia el punto de encuentro en el que lo citaba su hermano. Esta vez omitía su despacho particular, y pidió a Ulbrecht que se dirigiera a los jardines de la residencia, cosa que hizo el menor.
Antes de dar un paso más, y observando por escasos segundos, la figura de Jannick a espaldas, respiró hondo; presentía que algo no estaba del todo bien. Y sin más tiempo que derrochar en pensamientos absurdos, se acercó con paso tranquilo hacia donde se encontraba su hermano. Carraspeó al estar cerca suyo y gesto siguiente, cruzó los brazos.
—Buenas tardes, Jannick —le saludó—. Voy a evitarme tanta formalidad e iré directo al grano —espetó, aún con calma, sin alzar el tono, simplemente mantenía la cordialidad que debía—. ¿Cuál es el motivo de todo esto? Es extraño que pidas verme con tanta urgencia. Espera, no me digas que... ¿Tu mujercita ha hecho algo estúpido y nos metió en aprietos?
Y era obvio, el único que había hecho algo estúpido, era él. Pero hasta ese momento lo desconocía.
—Quizás esté delirando y adelantándome a los acontecimientos, pero mírate, esa mujer te ha estado robando el alma —dijo con ironía, alzando la comisura de sus labios con aparente astucia—. Pero para un talentoso hechicero eso no debe ser problema. Suelen enfrentarse a demonios siempre. —Y ahí volvía a estar su envidia asomándose sutilmente entre palabras. Él siempre había querido ser un hechicero y nunca lo logró. Su genética rechazó el don, pero en cambio, aceptó la licantropía.
Llegó muy temprano a la propiedad familiar, de la que solía alejarse bastante. Tenía sus razones, y no sólo por trabajo; todos sabían que la relación con su hermano mayor, y ahora líder del clan Diermissen, era pésima. Siempre había sido así. Apenas intercambiaban un par de palabras cuando tenían la ocasión de verse, pero luego, preferían mantener la distancia. Por esa misma razón, Ulbrecht no comprendía porque Jannick lo citaba con tanto ahínco. Era una emergencia que el menor de los Diermissen no terminaba de entender; no obstante, para evitarse una reprimenda mayor, accedió.
Decidió antes tomar un pequeño descanso. Repasó algunas de sus próximas tareas y comió cuanto pudo. Al parecer, su ahora licantropía, parecía aumentar su apetito; también a eso se le añadía las largas campañas militares con mal tiempo que tuvo que soportar. Por lo que no era muy raro que comiera más de la cuenta, y se irritara con más facilidad.
Cuando supo que ya era hora de enfrentar su citación, se dirigió hacia el punto de encuentro en el que lo citaba su hermano. Esta vez omitía su despacho particular, y pidió a Ulbrecht que se dirigiera a los jardines de la residencia, cosa que hizo el menor.
Antes de dar un paso más, y observando por escasos segundos, la figura de Jannick a espaldas, respiró hondo; presentía que algo no estaba del todo bien. Y sin más tiempo que derrochar en pensamientos absurdos, se acercó con paso tranquilo hacia donde se encontraba su hermano. Carraspeó al estar cerca suyo y gesto siguiente, cruzó los brazos.
—Buenas tardes, Jannick —le saludó—. Voy a evitarme tanta formalidad e iré directo al grano —espetó, aún con calma, sin alzar el tono, simplemente mantenía la cordialidad que debía—. ¿Cuál es el motivo de todo esto? Es extraño que pidas verme con tanta urgencia. Espera, no me digas que... ¿Tu mujercita ha hecho algo estúpido y nos metió en aprietos?
Y era obvio, el único que había hecho algo estúpido, era él. Pero hasta ese momento lo desconocía.
—Quizás esté delirando y adelantándome a los acontecimientos, pero mírate, esa mujer te ha estado robando el alma —dijo con ironía, alzando la comisura de sus labios con aparente astucia—. Pero para un talentoso hechicero eso no debe ser problema. Suelen enfrentarse a demonios siempre. —Y ahí volvía a estar su envidia asomándose sutilmente entre palabras. Él siempre había querido ser un hechicero y nunca lo logró. Su genética rechazó el don, pero en cambio, aceptó la licantropía.
Ulbrecht Diermissen- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2016
Re: Renegade — Privado
Ulbrecht lo odiaba, no le cabía la menor duda de ello; aunque si Jannick lo pensaba detenidamente, lo más seguro era que todos aquellos que lo rodeaban lo odiasen. Su padre le exigía cosas, lo trataba como un niño y se encargaba de tomar las decisiones más importantes de su vida; Ulbrecht no se cansaba de tratar de hacer miserable su vida y Edvige, en ella lo mejor era no pensar mucho pues de otra manera acabaría con una terrible jaqueca y era lo último que necesitaba en ese momento tan importante.
El hechicero hacia todo lo que estaba en su poder para hacer que los que lo odiasen se sintieran tan incomodos y despreciados como él mismo; aunque claro en el fondo, era realmente incapaz de odiar a nadie de su familia y mucho menos a su esposa. Diermissen en cambio buscaba puntos débiles, zonas de fragilidad en los otros que le ayudasen a entablar una relación más dependiente con él, algo que de cierta manera impedía que terminasen de destrozarlo. Por ejemplo, él encontró el lado blando de su esposa, la incapacidad de dar con su hermana y él explotaba de la mejor manera en la que podía ese detalle sobre su esposa. Ahora, encontraba probablemente el lado blando de alguien más, su hermano. Por azares del destino el hechicero se enteraba de un secreto de Ulbrecht, uno que llegaba hasta él de manera inesperada y otorgaba al Diermissen finalmente la posibilidad de encontrar un punto de tregua para la relación de ambos, sin mencionar claro que aquel secreto de su hermano podía ser mal visto para la reputación familiar y Jannick, como líder de clan debía encontrar la mejor solución posible al asunto antes de que algo malo sucediera.
Esperando la llegada de su hermano, Jannick salió a los jardines, sitio que era el punto de encuentro con Ulbrecht. Resultaba bastante fuera de lo común que los jardines fuesen el sitio destinado para una reunión tan importante pero según Jannick era lo mejor; no deseaba que después se esparcieran los chismes debido a servidumbre que prefería estar en asuntos ajenos que en propios. Con los brazos cruzados a la altura del pecho y observando un árbol de gran edad que se encontraba en el jardín, el líder del clan Diermissen aguardó por la llegada de su hermano.
– Esta tarde no tiene nada de buena Ulbrecht – aseguró al tiempo que se giraba para observar a su hermano, aun sin poderse creer del todo que hubiera sido tan descuidado como para cometer semejante error – Este encuentro no necesita formalidad alguna pero si requiere de la completa discreción de ambos si es que no queremos enfrentarnos a la ira de nuestro padre – porque aquel error no era de Jannick pero como líder del clan, su hermano estaba bajo su responsabilidad al igual que sus buenas y malas acciones.
Escuchó con atención todo lo que Ulbrecht tenía para decir de su esposa. No podía negar que Edvige le metía en aprietos continuamente pero ninguno como el de su hermano.
– Edvige siempre nos mete en aprietos, eso es algo a lo que ya debemos estar acostumbrados – sonrió – y mi mujercita fue elegida por nuestro padre, así que si tienes alguna queja respecto a ella, coméntala con él, no conmigo – sus brazos continuaban a la altura de su pecho y al escuchar como nuevamente su hermano escupía su veneno contra él y sus habilidades mágicas, Jannick suspiró – No siempre me enfrento a esos demonios, algunas veces solo los escucho y cuando lo hago me dicen cosas bastante interesantes – la sonrisa desapareció de sus labios y observó en dirección a la mansión – suelen decirme cuando Edvige mata a alguna de mis amantes o cuando mi hermano deja a una mujer embarazada y no se digna a decirnos sobre eso – giró entonces el rostro para enfrentarse a la mirada de Ulbrecht – ¿Qué demonios estabas pensando al no decir nada Ulbrecht? ¿Sabes lo que esto puede ocasionar al clan?
El hechicero hacia todo lo que estaba en su poder para hacer que los que lo odiasen se sintieran tan incomodos y despreciados como él mismo; aunque claro en el fondo, era realmente incapaz de odiar a nadie de su familia y mucho menos a su esposa. Diermissen en cambio buscaba puntos débiles, zonas de fragilidad en los otros que le ayudasen a entablar una relación más dependiente con él, algo que de cierta manera impedía que terminasen de destrozarlo. Por ejemplo, él encontró el lado blando de su esposa, la incapacidad de dar con su hermana y él explotaba de la mejor manera en la que podía ese detalle sobre su esposa. Ahora, encontraba probablemente el lado blando de alguien más, su hermano. Por azares del destino el hechicero se enteraba de un secreto de Ulbrecht, uno que llegaba hasta él de manera inesperada y otorgaba al Diermissen finalmente la posibilidad de encontrar un punto de tregua para la relación de ambos, sin mencionar claro que aquel secreto de su hermano podía ser mal visto para la reputación familiar y Jannick, como líder de clan debía encontrar la mejor solución posible al asunto antes de que algo malo sucediera.
Esperando la llegada de su hermano, Jannick salió a los jardines, sitio que era el punto de encuentro con Ulbrecht. Resultaba bastante fuera de lo común que los jardines fuesen el sitio destinado para una reunión tan importante pero según Jannick era lo mejor; no deseaba que después se esparcieran los chismes debido a servidumbre que prefería estar en asuntos ajenos que en propios. Con los brazos cruzados a la altura del pecho y observando un árbol de gran edad que se encontraba en el jardín, el líder del clan Diermissen aguardó por la llegada de su hermano.
– Esta tarde no tiene nada de buena Ulbrecht – aseguró al tiempo que se giraba para observar a su hermano, aun sin poderse creer del todo que hubiera sido tan descuidado como para cometer semejante error – Este encuentro no necesita formalidad alguna pero si requiere de la completa discreción de ambos si es que no queremos enfrentarnos a la ira de nuestro padre – porque aquel error no era de Jannick pero como líder del clan, su hermano estaba bajo su responsabilidad al igual que sus buenas y malas acciones.
Escuchó con atención todo lo que Ulbrecht tenía para decir de su esposa. No podía negar que Edvige le metía en aprietos continuamente pero ninguno como el de su hermano.
– Edvige siempre nos mete en aprietos, eso es algo a lo que ya debemos estar acostumbrados – sonrió – y mi mujercita fue elegida por nuestro padre, así que si tienes alguna queja respecto a ella, coméntala con él, no conmigo – sus brazos continuaban a la altura de su pecho y al escuchar como nuevamente su hermano escupía su veneno contra él y sus habilidades mágicas, Jannick suspiró – No siempre me enfrento a esos demonios, algunas veces solo los escucho y cuando lo hago me dicen cosas bastante interesantes – la sonrisa desapareció de sus labios y observó en dirección a la mansión – suelen decirme cuando Edvige mata a alguna de mis amantes o cuando mi hermano deja a una mujer embarazada y no se digna a decirnos sobre eso – giró entonces el rostro para enfrentarse a la mirada de Ulbrecht – ¿Qué demonios estabas pensando al no decir nada Ulbrecht? ¿Sabes lo que esto puede ocasionar al clan?
Jannick Diermissen- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2016
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Re: Renegade — Privado
Jannick podía convertirse en una molesta piedra en el zapato cuando se lo empeñaba, y siendo el líder actual de la familia, podía volverse aún más insoportable. Ulbrecht sentía que su cabeza era golpeada repetidas veces con un martillo, los oídos le zumbaban, y su humor iba desmejorando con el tiempo. Faltaba un par de días para la luna llena, además, había tenido una campaña algo pesada y que llevaba más fracasos que victorias. Todo aquello se juntó ese día, justo cuando su hermano mayor le había pedido que le concediera una cita. Ulbrecht realmente se sentía indispuesto para soportar los reclamos de Jannick, pero, si no asistía, le iría peor, de eso no cabía la menor duda. Aunque ambos se compartían los deberes del linaje, Jannick seguía siendo la principal autoridad, algo que el menor de los Diermissen repudiaba por completo. Ni siquiera haciéndole llegar el disgusto a su padre, éste cambió de parecer; las cosas siempre serían de ese modo.
Con completa resignación acudió al encuentro, soltó parte del veneno que su rencor era capaz de crear, pero poco bastó para sentirse apabullado por las palabras de su hermano. Ulbrecht estaba consciente de que aquella cita no era por mera casualidad, y menos porque Jannick lo extrañara. El carácter con el que se expresó él en la misiva resultaba algo inquietante, como quien descubre una terrible verdad y pretende que el culpable enfrente su juicio y revele sus delitos. Pero Ulbrecht no terminaba de hallar en su mente una sospecha certera que lo llevara a deducir lo que planeaba Jannick, sólo guardaba un profundo mal presentimiento.
Mantuvo una postura erguida, con los brazos cruzados, incluso frunció el entrecejo, como muestra de su desaprobación por las frases lacerantes del otro. Luego exhaló, aguantando todo su malestar en el interior.
—¡Vaya! Pero al parecer el único con pésimo humor no soy yo. ¿Qué? No me digas, ¿también te afecta la luna llena, hermanito? —Su tono fue sarcástico, burlón, como si con eso pretendiera conseguir que Jannick esbozara una sonrisa o tuviera más tacto—. ¡Bah! Por favor, ¿desde cuándo tanta confidencialidad? Sabes que eso no está permitido entre nosotros. —Rió un poco—. Vale, vale. Ya no es para tanto, pero entiende algo, no quiero sumar más mal genio a mi naturaleza. Bastante tengo con andar de bestia por ahí.
Y claro que se estaba refiriendo a su licantropía, algo con lo que a veces no sabía lidiar muy bien.
—Ya me he quejado con él sobre tu esposa y no hace caso. Pero, aunque te haga rabiar, ¿te gusta, no? ¡Vamos, Jannick! Eso es más que evidente, por eso algunas tipejas pretenden meterse entre ustedes y no lo consiguen. Y que mal, luego son bocadillo de quién sabe qué demonios se oculte en esa montaña. —Se refirió a la Sierra de Harz. Ese lugar siempre le había generado mala espina—. A ver, a ver... —Hizo un ademán e intentó poner en orden sus ideas—. ¿Embarazada dices? ¡Jannick! Yo sería incapaz. Mírame, estoy más solo que la una. No soy como tú, que aún casado tienes el descaro de buscar amantes.
Pero sí, su hermano tenía razón, y Ulbrecht no pudo ocultarlo. La mirada de Jannick parecía escudriñarle el alma.
—Bien, ya, lo admito. —Alzó los brazos resignado—. Pero eso fue hace dos años ya. La madre no me dejó ver al niño, y yo tampoco podía estar suplicándole, sino descuidaba mis deberes.
Con completa resignación acudió al encuentro, soltó parte del veneno que su rencor era capaz de crear, pero poco bastó para sentirse apabullado por las palabras de su hermano. Ulbrecht estaba consciente de que aquella cita no era por mera casualidad, y menos porque Jannick lo extrañara. El carácter con el que se expresó él en la misiva resultaba algo inquietante, como quien descubre una terrible verdad y pretende que el culpable enfrente su juicio y revele sus delitos. Pero Ulbrecht no terminaba de hallar en su mente una sospecha certera que lo llevara a deducir lo que planeaba Jannick, sólo guardaba un profundo mal presentimiento.
Mantuvo una postura erguida, con los brazos cruzados, incluso frunció el entrecejo, como muestra de su desaprobación por las frases lacerantes del otro. Luego exhaló, aguantando todo su malestar en el interior.
—¡Vaya! Pero al parecer el único con pésimo humor no soy yo. ¿Qué? No me digas, ¿también te afecta la luna llena, hermanito? —Su tono fue sarcástico, burlón, como si con eso pretendiera conseguir que Jannick esbozara una sonrisa o tuviera más tacto—. ¡Bah! Por favor, ¿desde cuándo tanta confidencialidad? Sabes que eso no está permitido entre nosotros. —Rió un poco—. Vale, vale. Ya no es para tanto, pero entiende algo, no quiero sumar más mal genio a mi naturaleza. Bastante tengo con andar de bestia por ahí.
Y claro que se estaba refiriendo a su licantropía, algo con lo que a veces no sabía lidiar muy bien.
—Ya me he quejado con él sobre tu esposa y no hace caso. Pero, aunque te haga rabiar, ¿te gusta, no? ¡Vamos, Jannick! Eso es más que evidente, por eso algunas tipejas pretenden meterse entre ustedes y no lo consiguen. Y que mal, luego son bocadillo de quién sabe qué demonios se oculte en esa montaña. —Se refirió a la Sierra de Harz. Ese lugar siempre le había generado mala espina—. A ver, a ver... —Hizo un ademán e intentó poner en orden sus ideas—. ¿Embarazada dices? ¡Jannick! Yo sería incapaz. Mírame, estoy más solo que la una. No soy como tú, que aún casado tienes el descaro de buscar amantes.
Pero sí, su hermano tenía razón, y Ulbrecht no pudo ocultarlo. La mirada de Jannick parecía escudriñarle el alma.
—Bien, ya, lo admito. —Alzó los brazos resignado—. Pero eso fue hace dos años ya. La madre no me dejó ver al niño, y yo tampoco podía estar suplicándole, sino descuidaba mis deberes.
Ulbrecht Diermissen- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2016
Re: Renegade — Privado
Jannick trataba de calmar sus pensamientos contemplando el enorme árbol frente al que se encontraba, pero ni siquiera la majestuosidad de la naturaleza podía otorgarle un momento de paz. Un suspiro salió de los labios del líder de los Diermissen, quien cerró los ojos, entregándose mejor a la oscuridad que habitaba en el interior de su ser y que poco a poco iba devorándolo, dejando únicamente un alma oscura, llena de resentimiento. La oscuridad que poseía su alma lo calmaba más que la naturaleza o que el cuerpo de una mujer durante sus aventuras y eso algunas ocasiones le resultaba preocupante. ¿En qué se convertiría una vez que la oscuridad de su corazón consumiera toda su luz?.
El líder de los Diermissen abrió los ojos cuando la voz de Ulbrecht llegó hasta sus oídos. El tiempo para pensar en sus problemas personales había desaparecido y era el momento de volver a ocuparse de los de todos los demás que le rodeaban. Con los brazos cruzados y aparentando entonces una falsa calma, Jannick se enfrento a la mirada de su hermano y sus comentarios tan fuera de lugar.
– Ya quisiera yo que me afectara la luna llena – una amarga sonrisa apareció en su rostro al sentir el cosquilleo de la magia oscura en su interior – pero no todos somos tan afortunados Ulbrecht – y tras decir eso, la seriedad inundo su rostro una vez más – No te tomes nuestra reunión como un juego porque es un tema serio el que trataremos y tu mal genio o que andes de bestia es lo último que debería preocuparte en estos momentos.
Como siempre Ulbrecht era incapaz de guardar silencio. Su hermano era de aquellos a los que les gustaba hacer como que sabían para que los llamaban pero en esa ocasión no tenía ni la más mínima idea.
– No puedo negarte que Edvige me gusta, pero era de esperarse ¿no? – enarco la ceja – Es poderosa, hermosa y una gran aliada para nuestra familia que es lo más importante para nosotros; pero como ya te dije, ella no es el motivo por el que estamos aquí hoy. Ni ella, ni mis amantes. El motivo eres tu y la mujer que has dejado embarazada.
Las excusas de su hermano le hicieron soltar un suspiro. Se encontraba cansado de enfrentarse siempre a Ulbrecht pero era su deber hacerlo, en especial cuando por el mundo existía un descendiente de los Diermissen al que nadie conocía.
– Ulbrecht, basta de mentiras – dijo al menor antes de clavar su mirada en la ajena, siendo ese el momento en que el menor de los Diermissen confesó la verdad. Tenía un hijo – ¿Dos años?... – repitió aquello incrédulo. Jannick se había enterado del hijo de Ulbrecht pero no del tiempo que tenía el niño, así que aquella revelación provoco que la ira se apodarse de él – Eres un inútil. Un licántropo completamente inservible – alterado, el líder comenzó a caminar de un lado a otro – Sabía que eras un incompetente pero no que llegarías a este extremo. ¿Qué ella no te dejo ver al niño? Esa es una excusa ridícula de un… – y frustrado, camino hasta el árbol que antes contemplará únicamente para golpearlo una y otra vez, en lo que hasta su mente llegaba una idea de lo que debía hacer para salvar aquella situación en la que su irresponsable hermano lo metía.
El líder de los Diermissen abrió los ojos cuando la voz de Ulbrecht llegó hasta sus oídos. El tiempo para pensar en sus problemas personales había desaparecido y era el momento de volver a ocuparse de los de todos los demás que le rodeaban. Con los brazos cruzados y aparentando entonces una falsa calma, Jannick se enfrento a la mirada de su hermano y sus comentarios tan fuera de lugar.
– Ya quisiera yo que me afectara la luna llena – una amarga sonrisa apareció en su rostro al sentir el cosquilleo de la magia oscura en su interior – pero no todos somos tan afortunados Ulbrecht – y tras decir eso, la seriedad inundo su rostro una vez más – No te tomes nuestra reunión como un juego porque es un tema serio el que trataremos y tu mal genio o que andes de bestia es lo último que debería preocuparte en estos momentos.
Como siempre Ulbrecht era incapaz de guardar silencio. Su hermano era de aquellos a los que les gustaba hacer como que sabían para que los llamaban pero en esa ocasión no tenía ni la más mínima idea.
– No puedo negarte que Edvige me gusta, pero era de esperarse ¿no? – enarco la ceja – Es poderosa, hermosa y una gran aliada para nuestra familia que es lo más importante para nosotros; pero como ya te dije, ella no es el motivo por el que estamos aquí hoy. Ni ella, ni mis amantes. El motivo eres tu y la mujer que has dejado embarazada.
Las excusas de su hermano le hicieron soltar un suspiro. Se encontraba cansado de enfrentarse siempre a Ulbrecht pero era su deber hacerlo, en especial cuando por el mundo existía un descendiente de los Diermissen al que nadie conocía.
– Ulbrecht, basta de mentiras – dijo al menor antes de clavar su mirada en la ajena, siendo ese el momento en que el menor de los Diermissen confesó la verdad. Tenía un hijo – ¿Dos años?... – repitió aquello incrédulo. Jannick se había enterado del hijo de Ulbrecht pero no del tiempo que tenía el niño, así que aquella revelación provoco que la ira se apodarse de él – Eres un inútil. Un licántropo completamente inservible – alterado, el líder comenzó a caminar de un lado a otro – Sabía que eras un incompetente pero no que llegarías a este extremo. ¿Qué ella no te dejo ver al niño? Esa es una excusa ridícula de un… – y frustrado, camino hasta el árbol que antes contemplará únicamente para golpearlo una y otra vez, en lo que hasta su mente llegaba una idea de lo que debía hacer para salvar aquella situación en la que su irresponsable hermano lo metía.
Jannick Diermissen- Hechicero Clase Alta
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Re: Renegade — Privado
Efectivamente, había sido una pésima idea acudir a la cita hecha por su hermano mayor. Odiaba que le recriminara cosas, como si él aún fuese un niño; lo peor, era que trataba cosas que no le concernían a más nadie. No podía permitir que también quisieran manejar su vida privada, ya bastante había tenido. Era leal a su estirpe, pero tampoco pretendía que lo controlaran como un títere, y ya de eso estaba muy consciente su mismo padre, quien no se entrometió más en los asuntos de Ulbrecht, sino, simplemente le pidió que sus alianzas militares, y políticas, fuesen lo suficientemente buenas. Y sí que lo hacía; sin embargo, Jannick aún no entendía ciertas cosas, y como nuevo líder de los Diermissen, quería estar entrometiéndose en todo, aunque, eso no era suficiente para controlar a su esposa.
Ulbrecht ya empezaba a hartarse de estar ahí, era una verdadera pérdida de tiempo. Hablar de su hijo no era necesario, ¡habían transcurrido dos años! ¡Dos malditos insignificantes años! Incluso podía recordar la cara de decepción de Doreen, pero ¿y qué quería? Él no estaba preparado para ser padre. Es más, prefería que su hijo viviera aislado de la asquerosa realidad de la familia Diermissen; muy internamente, deseaba que Etienne fuera feliz. Y esa felicidad sólo la hallaría lejos de su propia familia.
Bajó la mirada y continuó sosegado, a pesar de que por dentro era un mar en furia. Esta vez no le iba a dar la opción a Jannick de arruinarle el día, tal parecía, que él sí había causado ese inesperado efecto en su hermano.
—No te afecta la luna llena, pero si los días soleados —se burló, al ver como estaba de iracundo el otro. Aquella discusión era ridícula—. Sí, Jannick, dos años. Al menos soy más discreto tú en mis asuntos, pero veo que un pajarraco malintencionado fue con el chisme. —Usó el sarcasmo en sus palabras, aunque le dio igual, ni siquiera Edvige era tan hábil. Sólo servía para asesinar—. Y ya cálmate, ¿quieres? Nuestro padre ya lo sabe. Y como bien entiende que la vida de un militar es agitada, me apoyó. Siempre va a exigirte el heredero a ti, Jannick. Así que más vale que tu mujer vaya cooperando, porque con él nunca se sabe.
Aunque se demostrara lo contrario, últimamente, y luego de la muerte de Helen, su padre se había vuelto más cercano a él. Se había atrevido a confesarle la verdad, incluso, que iría a buscar a Doreen y a Etienne, pero que, dadas las condiciones actuales de la familia, prefería mantenerlos lejos. Su progenitor, para muy sorpresa suya, aceptó, con determinadas condiciones, era obvio.
—¡Escúchame! —Se acercó y lo tomó por los hombros, buscando la manera de que reaccionara—. ¿Te puedes calmar? —Le dedicó una mirada seria, una que poco se veía en él—. Yo no quiero a mi hijo cerca y menos con esa endiablada mujer que tienes, ¿entiendes? Edvige Calenberg tiene pactos y lidera aquelarres, de eso estás al tanto, ¿no es así? Pues, bien. No voy a traer a mi hijo para que ella quiera asesinarlo como la vil demente que es. Incluso, tengo un conocido en París que posiblemente haya dado con el paradero de su hermana. Podemos hacer un trato, hermanito, ¿qué dices?
Ulbrecht ya empezaba a hartarse de estar ahí, era una verdadera pérdida de tiempo. Hablar de su hijo no era necesario, ¡habían transcurrido dos años! ¡Dos malditos insignificantes años! Incluso podía recordar la cara de decepción de Doreen, pero ¿y qué quería? Él no estaba preparado para ser padre. Es más, prefería que su hijo viviera aislado de la asquerosa realidad de la familia Diermissen; muy internamente, deseaba que Etienne fuera feliz. Y esa felicidad sólo la hallaría lejos de su propia familia.
Bajó la mirada y continuó sosegado, a pesar de que por dentro era un mar en furia. Esta vez no le iba a dar la opción a Jannick de arruinarle el día, tal parecía, que él sí había causado ese inesperado efecto en su hermano.
—No te afecta la luna llena, pero si los días soleados —se burló, al ver como estaba de iracundo el otro. Aquella discusión era ridícula—. Sí, Jannick, dos años. Al menos soy más discreto tú en mis asuntos, pero veo que un pajarraco malintencionado fue con el chisme. —Usó el sarcasmo en sus palabras, aunque le dio igual, ni siquiera Edvige era tan hábil. Sólo servía para asesinar—. Y ya cálmate, ¿quieres? Nuestro padre ya lo sabe. Y como bien entiende que la vida de un militar es agitada, me apoyó. Siempre va a exigirte el heredero a ti, Jannick. Así que más vale que tu mujer vaya cooperando, porque con él nunca se sabe.
Aunque se demostrara lo contrario, últimamente, y luego de la muerte de Helen, su padre se había vuelto más cercano a él. Se había atrevido a confesarle la verdad, incluso, que iría a buscar a Doreen y a Etienne, pero que, dadas las condiciones actuales de la familia, prefería mantenerlos lejos. Su progenitor, para muy sorpresa suya, aceptó, con determinadas condiciones, era obvio.
—¡Escúchame! —Se acercó y lo tomó por los hombros, buscando la manera de que reaccionara—. ¿Te puedes calmar? —Le dedicó una mirada seria, una que poco se veía en él—. Yo no quiero a mi hijo cerca y menos con esa endiablada mujer que tienes, ¿entiendes? Edvige Calenberg tiene pactos y lidera aquelarres, de eso estás al tanto, ¿no es así? Pues, bien. No voy a traer a mi hijo para que ella quiera asesinarlo como la vil demente que es. Incluso, tengo un conocido en París que posiblemente haya dado con el paradero de su hermana. Podemos hacer un trato, hermanito, ¿qué dices?
Ulbrecht Diermissen- Licántropo Clase Alta
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Re: Renegade — Privado
Planificó con detalle aquella reunión, ensayo todo lo que le diría a Ulbrecht y creía, que si todo salía según su plan, pronto su hermano estaría casado con la madre de su hijo y finalmente, en la estirpe de los Diermissen habría un heredero. Decir que quería que un hijo de Ulbrecht fuera el heredero principal de todo el poder de su familia hubiera sido una gran mentira, pues resultaba evidente que Jannick deseaba más que nada que un hijo de Edvige y suyo fuera el siguiente en la línea de liderazgo, sin embargo, la situación se complicaba tanto algunas ocasiones, que el actuar líder de los Diermissen creía que le sería imposible dejar un descendiente, así que por el momento, tendría que conformarse con el hijo de Ulbrecht.
Durante la planificación de su encuentro, Jannick invento en su mente diversos escenarios posibles, todo con el propósito de saber como proceder ante los berrinches o sorpresas que su hermano pudiera llegar a mostrar, pero a pesar de su preparación, nada lo llevó a pre ver que el hijo de Ulbrecht pudiera tener más de algunos meses. Que el niño tuviera dos años lo hacía creer que su padre ya sabía de su existencia, de la misma manera en que era muy probable que Edvige también lo supiera, después de todo, su esposa era sumamente astuta cuando se trataba de obtener información del padre de los Diermissen. Era entonces la posibilidad de que todos, a excepción de él, hubieran sabido de la existencia de niño lo que le llevó a encolerizarse aun más, al punto que de sus labios salieron solo insultos para su hermano siendo el instante en que aquello no le fue suficiente cuando optó por dirigirse al árbol que antes de la llegada de Ulbrecth hubiera contemplado, pero en esa ocasión en lugar de admirarlo, lo golpeaba con insistencia.
Mientras que su puño se estrellaba una y otra vez sobre la corteza, repasaba las palabras de su hermano en su mente, esas que le confirmaban que su padre ya sabía de la existencia del niño y que aún así, no había obligado a Ulbrecht a ir por él y su madre. Una vez más, todos podían actuar de la manera en que les diera la gana. Todos menos él, porque como siempre, si él hacía algo que su padre no aprobaba, lo castigaba haciéndole perder cosas o personas amadas, algo que definitivamente no le sucedía a Ulbrecht, quien al ver lo alterado que se encontraba Jannick, se acercaba para calmarlo.
– ¡ESTOY CALMADO! – respondió en un grito a la pregunta de su hermano, que para ese momento ya le sujetaba por los hombros y le miraba fijamente, con una seriedad que a Jannick le parecía más que nada un chiste de mal gusto. Con la mirada clavada entonces en la de Ulbrecht, la mano adolorida y la mente afectada, el líder de los Diermissen escuchó con toda la atención de la que fue capaz, las palabras de su hermano – Puedo entender que no lo quieras aquí – respondió una vez que Ulbrecht le daba la oportunidad de hablar – pero ¿Crees que la distancia detendría a Edvige? – soltó una carcajada – Si ella quisiera encontrar a tu hijo y matarlo, la única persona que podía impedirlo sería yo, así como he impedido hasta ahora que encuentre a su hermana, cuyo paradero, si es que de verdad lo conoces, no le revelaras a nadie porque no nos conviene a ninguno de nosotros – hizo una pausa – pero dejando a mi esposa y su hermana de lado, ¿Qué clase de trato quieres hacer? – y al preguntar aquello esperaba que el trato no le perjudicara.
Durante la planificación de su encuentro, Jannick invento en su mente diversos escenarios posibles, todo con el propósito de saber como proceder ante los berrinches o sorpresas que su hermano pudiera llegar a mostrar, pero a pesar de su preparación, nada lo llevó a pre ver que el hijo de Ulbrecht pudiera tener más de algunos meses. Que el niño tuviera dos años lo hacía creer que su padre ya sabía de su existencia, de la misma manera en que era muy probable que Edvige también lo supiera, después de todo, su esposa era sumamente astuta cuando se trataba de obtener información del padre de los Diermissen. Era entonces la posibilidad de que todos, a excepción de él, hubieran sabido de la existencia de niño lo que le llevó a encolerizarse aun más, al punto que de sus labios salieron solo insultos para su hermano siendo el instante en que aquello no le fue suficiente cuando optó por dirigirse al árbol que antes de la llegada de Ulbrecth hubiera contemplado, pero en esa ocasión en lugar de admirarlo, lo golpeaba con insistencia.
Mientras que su puño se estrellaba una y otra vez sobre la corteza, repasaba las palabras de su hermano en su mente, esas que le confirmaban que su padre ya sabía de la existencia del niño y que aún así, no había obligado a Ulbrecht a ir por él y su madre. Una vez más, todos podían actuar de la manera en que les diera la gana. Todos menos él, porque como siempre, si él hacía algo que su padre no aprobaba, lo castigaba haciéndole perder cosas o personas amadas, algo que definitivamente no le sucedía a Ulbrecht, quien al ver lo alterado que se encontraba Jannick, se acercaba para calmarlo.
– ¡ESTOY CALMADO! – respondió en un grito a la pregunta de su hermano, que para ese momento ya le sujetaba por los hombros y le miraba fijamente, con una seriedad que a Jannick le parecía más que nada un chiste de mal gusto. Con la mirada clavada entonces en la de Ulbrecht, la mano adolorida y la mente afectada, el líder de los Diermissen escuchó con toda la atención de la que fue capaz, las palabras de su hermano – Puedo entender que no lo quieras aquí – respondió una vez que Ulbrecht le daba la oportunidad de hablar – pero ¿Crees que la distancia detendría a Edvige? – soltó una carcajada – Si ella quisiera encontrar a tu hijo y matarlo, la única persona que podía impedirlo sería yo, así como he impedido hasta ahora que encuentre a su hermana, cuyo paradero, si es que de verdad lo conoces, no le revelaras a nadie porque no nos conviene a ninguno de nosotros – hizo una pausa – pero dejando a mi esposa y su hermana de lado, ¿Qué clase de trato quieres hacer? – y al preguntar aquello esperaba que el trato no le perjudicara.
Jannick Diermissen- Hechicero Clase Alta
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Re: Renegade — Privado
¿Jannick calmado? ¿Era en serio? Pero si estaba hecho una cabra. Bueno, una cabra no, una fiera más bien, y Ulbrecht casi se le echaba a reír en la cara por verlo de esa manera, sin embargo, se contuvo, y lo hizo por estar más enfocado en asuntos verdaderamente sustanciales. No podía iniciar con bromas hacia su hermano cuando algo más le rondaba la cabeza, justo aquello por lo cual lo había citado el actual líder de los Diermissen. Era obvio, Ulbrecht nunca se había esperado una confrontación de ese tipo, y menos de parte de Jannick; además, el tema ya era algo que había discutido con su padre previamente, así que se encontraba relativamente tranquilo. Claro, hasta ese momento en que se le estaba recriminando por algo que era sólo asunto suyo. Por un instante creyó que iba a perder la paciencia, aun así, ocurrió todo lo contrario, y más cuando vio a su hermano en aquel estado.
¡Bien! Debía mantenerse centrado, para hallar alguna salida favorable en ese caso; al menos para ambos. Por eso, y antes de que Jannick siquiera sospechara algo, ya Ulbrecht había hecho su jugada. Desde luego, conocía perfectamente a su cuñada, sabía que la mujer era una harpía que no perdería ocasión en destruirlo. ¡Por favor! Si quería destruir todos en esa maldita casa, y menos al otrora líder, que tampoco era la persona más bondadosa del mundo, sino otro tipo ruin, casi de la misma calaña que Edvige. Oh, ahora entendía porque la tipa le había caído tan bien a su padre, a pesar de sus reservas. Y aunque esa era otra historia, estaba muy relacionada con el trueque que pensaba en hacerle a Jannick. ¿Aceptaría? Bueno, como bien dicen, tocar la puerta no es entrar.
Al escucharlo reír, y mucho antes de que decidiera entrar en detalles, terminó soltándolo, mientras llevaba sus manos a los bolsillos y observaba distraídamente todo a su alrededor, tan monótono y aburrido desde que tenía memoria. Se tomó su tiempo para hablar, pero era justamente por analizar poco a poco lo que le iba a revelar a su hermano. Se giró sobre los talones y lo volvió a mirar, esta vez más serio, sin esa típica sonrisa burlona que solía reservar para Jannick.
—La distancia no, pero sí nuestro padre, ¿no? Después de todo son brujos tan repulsivos que ninguno le tiene miedo al otro. ¡Vamos, Jannick! Ya conoces al viejo, no es tan estúpido. Eso es lo que le hace creer a ella; ambos tienen demonios a sus servicios, aunque para ello hayan tenido que ponerle precio a sus almas —respondió al cabo de un par de minutos. Dejó escapar una exhalación, llevándose los dedos índice y pulgar a sujetar el puente de la nariz—. No quiero que le anden poniendo precio al alma de mi hijo, ¿tanto te cuesta entenderlo? A veces agradezco no tener que ser hechicero como ustedes... aunque probablemente mi hijo si lo sea; quizá por herencia de la madre, quién sabe. —Alzó los hombros con indiferencia y se acercó a su hermano—. Yo también tengo mis cartas, hermanito, no te creas...
Sonrió, y lo hizo con descaro, porque adoraba ver a Jannick con esa cara de frustración, que quizás le cambiaría por lo siguiente que él tendría que comentarle.
—Mira, me di a la tarea de averiguar todo el pasado de Edvige, y casualmente uno de mis contactos terminó sabiendo de su hermana. La chica está en Francia, pero —esta vez dejó de sonreír, añadiéndole más seriedad al asunto—, la chica no está muy bien de la cabeza... y es en serio. Si ambas llegan a encontrarse, es probable que tu esposa hasta termine muerta. Te ofrezco el paradero de la muchacha a cambio de que no vuelvas a tocarme las narices con lo de mi hijo. Lo criaré lejos de aquí, ¿feliz?
¡Bien! Debía mantenerse centrado, para hallar alguna salida favorable en ese caso; al menos para ambos. Por eso, y antes de que Jannick siquiera sospechara algo, ya Ulbrecht había hecho su jugada. Desde luego, conocía perfectamente a su cuñada, sabía que la mujer era una harpía que no perdería ocasión en destruirlo. ¡Por favor! Si quería destruir todos en esa maldita casa, y menos al otrora líder, que tampoco era la persona más bondadosa del mundo, sino otro tipo ruin, casi de la misma calaña que Edvige. Oh, ahora entendía porque la tipa le había caído tan bien a su padre, a pesar de sus reservas. Y aunque esa era otra historia, estaba muy relacionada con el trueque que pensaba en hacerle a Jannick. ¿Aceptaría? Bueno, como bien dicen, tocar la puerta no es entrar.
Al escucharlo reír, y mucho antes de que decidiera entrar en detalles, terminó soltándolo, mientras llevaba sus manos a los bolsillos y observaba distraídamente todo a su alrededor, tan monótono y aburrido desde que tenía memoria. Se tomó su tiempo para hablar, pero era justamente por analizar poco a poco lo que le iba a revelar a su hermano. Se giró sobre los talones y lo volvió a mirar, esta vez más serio, sin esa típica sonrisa burlona que solía reservar para Jannick.
—La distancia no, pero sí nuestro padre, ¿no? Después de todo son brujos tan repulsivos que ninguno le tiene miedo al otro. ¡Vamos, Jannick! Ya conoces al viejo, no es tan estúpido. Eso es lo que le hace creer a ella; ambos tienen demonios a sus servicios, aunque para ello hayan tenido que ponerle precio a sus almas —respondió al cabo de un par de minutos. Dejó escapar una exhalación, llevándose los dedos índice y pulgar a sujetar el puente de la nariz—. No quiero que le anden poniendo precio al alma de mi hijo, ¿tanto te cuesta entenderlo? A veces agradezco no tener que ser hechicero como ustedes... aunque probablemente mi hijo si lo sea; quizá por herencia de la madre, quién sabe. —Alzó los hombros con indiferencia y se acercó a su hermano—. Yo también tengo mis cartas, hermanito, no te creas...
Sonrió, y lo hizo con descaro, porque adoraba ver a Jannick con esa cara de frustración, que quizás le cambiaría por lo siguiente que él tendría que comentarle.
—Mira, me di a la tarea de averiguar todo el pasado de Edvige, y casualmente uno de mis contactos terminó sabiendo de su hermana. La chica está en Francia, pero —esta vez dejó de sonreír, añadiéndole más seriedad al asunto—, la chica no está muy bien de la cabeza... y es en serio. Si ambas llegan a encontrarse, es probable que tu esposa hasta termine muerta. Te ofrezco el paradero de la muchacha a cambio de que no vuelvas a tocarme las narices con lo de mi hijo. Lo criaré lejos de aquí, ¿feliz?
Ulbrecht Diermissen- Licántropo Clase Alta
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Re: Renegade — Privado
No podía tener siquiera un instante de paz ya que aparentemente, todos confabulaban para hacer de su vida diaria un infierno. Cuando no tenía problemas con su padre, los tenía con Edvige, cuando no era ella, era Ulbrecht y en el momento en que su familia decidía dejarlo en paz, aparecían varios miembros del clan, quejándose como siempre de situaciones que eran capaces de resolver por si mismos pero que preferían resolviera Jannick, ¡COMO SI ÉL NO TUVIERA NADA QUE HACER!. Si las cosas seguían de aquella manera el hechicero corría el riesgo no de perder la paciencia, sino la cordura. Era tan evidente la molestia que experimentaba el líder del clan Diermisse que hasta Ulbrecht debió pedirle que se calmara y aún más que eso, su hermano debió sujetarlo con fuerza por los hombros para conseguir que Jannick se tranquilizara y le mirará.
– Nuestro padre puede mantenerla alejada por ahora, pero no la mantendrá lejos de tu hijo para siempre, ten eso muy en claro – Era comprensible que el único miembro sin magia de la familia quisiera mantener a su hijo lejos de todo. Los Diermissen era una familia retorcida a la que no le importaba a quien debiera dañar o a quien tuviera que sacrificar con tal de lograr los objetivos familiares. Cada uno de ellos había vendido su propia alma a su manera. Su padre y Jannick con magia; Ulbrecht con una maldición de la que nunca podría escapar – Esperemos que tu hijo no tenga habilidades mágicas, será lo más seguro para él– pues dudaba que su padre permaneciera de brazos cruzados si es que en el mundo existía un Diermissen más con magia.
El hechicero se mantuvo en silencio, haciendo simplemente una seña con su mano para que su hermano se apresurará a decir que era lo que tenía planeado y que Jannick esperaba, no fuera algo que no le beneficiara porque de no brindarle ganancia alguna, no tendría más opción que negarse. Con suma atención escucho cada una de las palabras emitidas por Ulbrecht, esas que revelaban un secreto que desconocía. Su cuñada, aquella mujer que Edvige tanto deseaba encontrar se hallaba en París y estaba chalada según el informante de su hermano. Una sonrisa apareció en los labios del hechicero, que por primera vez no se arrepentía de reunirse con Ulbrecht. Claro que tener que renunciar a su sobrino y a intervenir en lo relacionado a él no le satisfacía del todo, sin embargo, la información que su hermano planeaba darle era algo que de momento valía mil veces más que la vida de un mocoso que ni siquiera era suyo. Que Ulbrecht se ocupara de sus metidas de pata, él tenía mejores cosas que hacer ahora. El líder del clan Diermissen estiró su mano en dirección a su hermano.
– Trato hecho entonces – la sonrisa en sus labios se ensancho hasta volverse una mueca algo terrorífica. Finalmente tendría información certera que usar contra su esposa y pronto, encontraría como deshacerse de su padre. La posibilidad de la venganza estaba más cerca que nunca.
– Nuestro padre puede mantenerla alejada por ahora, pero no la mantendrá lejos de tu hijo para siempre, ten eso muy en claro – Era comprensible que el único miembro sin magia de la familia quisiera mantener a su hijo lejos de todo. Los Diermissen era una familia retorcida a la que no le importaba a quien debiera dañar o a quien tuviera que sacrificar con tal de lograr los objetivos familiares. Cada uno de ellos había vendido su propia alma a su manera. Su padre y Jannick con magia; Ulbrecht con una maldición de la que nunca podría escapar – Esperemos que tu hijo no tenga habilidades mágicas, será lo más seguro para él– pues dudaba que su padre permaneciera de brazos cruzados si es que en el mundo existía un Diermissen más con magia.
El hechicero se mantuvo en silencio, haciendo simplemente una seña con su mano para que su hermano se apresurará a decir que era lo que tenía planeado y que Jannick esperaba, no fuera algo que no le beneficiara porque de no brindarle ganancia alguna, no tendría más opción que negarse. Con suma atención escucho cada una de las palabras emitidas por Ulbrecht, esas que revelaban un secreto que desconocía. Su cuñada, aquella mujer que Edvige tanto deseaba encontrar se hallaba en París y estaba chalada según el informante de su hermano. Una sonrisa apareció en los labios del hechicero, que por primera vez no se arrepentía de reunirse con Ulbrecht. Claro que tener que renunciar a su sobrino y a intervenir en lo relacionado a él no le satisfacía del todo, sin embargo, la información que su hermano planeaba darle era algo que de momento valía mil veces más que la vida de un mocoso que ni siquiera era suyo. Que Ulbrecht se ocupara de sus metidas de pata, él tenía mejores cosas que hacer ahora. El líder del clan Diermissen estiró su mano en dirección a su hermano.
– Trato hecho entonces – la sonrisa en sus labios se ensancho hasta volverse una mueca algo terrorífica. Finalmente tendría información certera que usar contra su esposa y pronto, encontraría como deshacerse de su padre. La posibilidad de la venganza estaba más cerca que nunca.
TERMINADO
Jannick Diermissen- Hechicero Clase Alta
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