Un Guia, un sendero y una leyenda (Dunya)

El viaje había sido largo, demasiado, para un hombre solo con una única montura, aun dudaba de si realmente aquel secreta misión que me había sido encomendada tenia laguna parte de verdad o solo era la burla que se le ocurrió a mi tío para alejarme de palacio, de mi madre y por supuesto del trono.

Irónica búsqueda de una espada legendaria de la que solo se habían oído leyendas, de esas que cantan los juglares y solo los necios se creen.
Mas el brillo en los ojos de mi tío, y la sonrisa escapando de los labios del hechicero de la corte cuando me dieron la feliz noticia de mi marcha, me hicieron desconfiar sobre sus reales intenciones.

Aun retumbaba aquella frase de mi rey cuando con firmeza deposito su mano sobre mi hombro “si alguien podía hacer frente a las leyendas era el mismo hijo de una de ellas”
Sin mas dilación y frente a las lagrimas de mi madre, que se aferraba con fuerza a los ropajes de mi maestro suplicante me marché.

Sabia que mi tío quería volverme a ver marchando sobre mi escudo y no con el, pero muchas gestas llevaba a mis espaldas y la muerte todavía no me había encontrado en ninguna de ellas. Puede que la parca me temiera, puede que los dioses aun tuvieran un destino mejor para mi, fuera cual fuera mi sino, hoy cruzaba las puertas de París en busca de un suicidio, mas no volvería a mis tierras si de mi mano no pendía eso de lo que solo había oído en cantos de juglares.
Maldita la espada y maldita mi existencia, dos malditos en París, aquello prometía.

Tras hacer los registros en el hotel, pagar la cuantiosa cantidad de dinero estimada, y dejar allí no solo mi montura que extenuada, necesitaba buen alimento y agua fresca, si no también el poco equipage que llevaba a cuestas. Decidí ir a tomar algo a alguna taberna, para que perder el tiempo, cuanto antes empezara la búsqueda, antes encontraría respuestas.

En aquellas calles Parisinas de gente rica, de olorosos perfumes y restaurantes engalardonados para la gente mas chic de París, no encontraría ninguna pista sobre algo maldito, como mucho podría encontrar una buena cena, algo que tampoco me vendría nada mal, pues mi estomago rugia frente a la inmensidad de olores que desprendían aquello lugares de refinada cocina.
“quizás mas tarde”

No me costo demasiado atravesar aquellas hermosas calles repletas de lujos para adentrarme en una barriada bien distinta, una que a las afueras se perfilaba como una zona tétrica de oscuras calles poco iluminadas por faros medio rotos.
El olor a podredumbre era asqueroso, y este se entremezclaba con el nauseabundo olor a orín, a defecaciones varias y a sexo.
Jadeos inundaban mis oídos saliendo de los callejones, mientras damas que posiblemente estarían repletas de enfermedades venéreas se ofrecían por unos francos al mejor postor.

Continué mi camino hasta dar con una taberna de aspecto tétrico, mas que por ende, olía de maravilla a cerveza negra.
Me adentre en ella con una picara sonrisa consciente de que mi paso acaparaba las miradas de propios y extraños.
“¡Que ilusión, no me creía tan importante!” pensé entre risas tomando asiento en la barra y pidiendo una de esas deliciosas jarras.

El posadero no tardo en servirmela mientras admiraba el mango de mi bastarda salir por encima de mi hombro.
Alce mis ojos hundiéndolos en los de el, desafiante, mas sin borrar mi sonrisa.
-Busco un guía -dije lo suficientemente alto para que alguien de los allí presentes me oyera, la delicadeza nunca fue mi virtud y posiblemente los líos me concentraban hiciera lo que hiciera, asi que...para que andarme con tonterías cuando el fin seria le mismo.

Una dama de aspecto angelical y voz melodiosa se acerco a mi lentamente, sus movimientos lentos y siseantes me recordaban a los de una serpiente.
Bellas y peligrosas, una de esas de muchos colores que te atrapan por su belleza antes de envenenarte.

Hundí mis ojos en sus orbes castaños, antes de desviarlos para observar su cuerpo de arriba a bajo, no era precisamente el guía que esperaba, peor si algo aprendido durante todos estos años de guerras, era que a veces las apariencias engañaban.
-¿que podría alguien como tu enseñar a alguien como yo? -pregunté volviendo a alzar los ojos hasta su mirada parda.

Tomé la jarra llevándola a mis labios lentamente para saborear aquel delicioso liquido negruzco que parecía haber salido del mismo averno.
Quemaba mi garganta a su paso trasportandome junto a los mismos demonios que esperaba me acompañaran en la búsqueda de eso maldito ,de esa leyenda que bien sabia que posiblemente no existía y que era la escusa de mi tío para darme funesta sepultura.
-¿Puede alguien como tu llevarme al infierno? Es ahí donde voy señorita.

Puede que pensara que solo era un farol, que era la forma de ligar que tenia y que mi única intención era llevármela al callejón trasero, y puede que con lo ultimo no se equivocara. Pero en este caso era cierto que necesitaba alguien que pudiera mirar de cara a la parca sin salir corriendo.
-poner un precio si os considerarais digna guía para este empeño, mas no me gusta perder mi tiempo.

Mis ojos volvieron a hundirse en los ajenos esperando las respuestas que deseaba encontrar mientras una sonrisa de prepotencia se instalaba en mis labios cuando tras de mi contemple como un incauto se acercaba cuchillo en mano.
-Yo no lo haría -advertí llevando la mano al mango de mi espada bastarda. -Cuidado amigo, mi filo es mas gordo y mas largo y sin duda se mejor que tu usarlo.

La dama perspicaz frente al pobre infeliz de mis espaldas le ordeno que se fuera, y este lo hizo, claro que, no por las palabras de ella, si no porque había comprobado que el mango de la bastarda que de mi espalda sobresalía bien podría haberle rebanado el pescuezo si yo así me lo proponía.

Volví a hundir mis ojos en los ajenos, su risa era incesante, su seguridad apabullante y para que mentir, eso me divertía, no sabia si como decía vivía en el mismo infierno o es allí donde me llevaría, pero de un modo u otro ¿acaso no era eso lo que quería?

-lleveme al infierno con vos, porque allí encontrare lo que busco, no hay si no otra posible ubicación.
Pose el vidrio del vaso sobre mis labios dejando que el liquido trasparente entrara lentamente abrasando su garganta, se relamió poco después buscando de nuevo la centelleante mirada de la dama.

Sonreí de medio lado consciente de como me miraba, de como sus ojos se centraban en mi boca mientras bebía.
-¿tenéis sed? -pregunté divertido antes de tomar con los dedos el hielo que me llevé lentamente a la boca.

-Hablemos de las condiciones del contrato, yo necesito una guía ¿que me pediréis a cambio? -hundí mis ojos nuevamente en los suyos consciente de que si vivía en el infierno, ella seria el diablo y mi alma posiblemente era lo que estaba en juego.

Esperé su respuesta deslizando mi dedo por el borde del vaso mientras lamia el hielo que lentamente se derretía entre mis labios.
El sonido apabullante de aquella taberna de mala muerte lograba apagar la risa de la dama, que ahora parecía meditar bien la que seria la petición del día.
Mire a mi alrededor, no se porque pero sentía mas de una mirada fija en mi persona, me abría equivocado y había entrado a un bar de gays.
Enarque ligeramente una ceja para mirar a uno de los tipos de una mesa, juraría y no me equivocaba que sus ganas por devorarme era muy raras.

Sonreí contra el vidrio de mi copa cuando esta me dijo como si tal cosa que cuando me conociera mejor sabría que pedirme, mas que de momento podía empezar el trabajo sin mas dilación.
Sabia que era como darle una hoja en blanco con mi firma y que eso me haría caminar descalzo entre las llamas del infierno si era ahí donde vivía.
Pero la verdad, nunca fui un cobarde y como bien dijo una vez mi madre, en pie o caído mira a tu enemigo con orgullo y no supliques ni cuando el hacha de tu verdugo sea alzada para dar fin a tu sino.

Asentí alargando mi otra mano en su dirección para hundir mis ojos en los ajenos que tan oscuros como los míos no perdían el tiempo en nada que no fuera mi persona y el trato que ahora entraba en juego.
-Höor -susurré tomando mi mano antes de acercarla con suavidad contra mis labios -Höor Cannif y le diría a su servicio, pero francamente sois vos la que esta al mio.
-Llévame a un lugar donde la magia, la tradición y la leyenda marquen el destino de París, allá donde todo sea posible -le pedí a mi guía.

Casi podía intuir lo que pensaba que ese lugar seria peligroso y que no sabia si mi espada podría sacarme de ese lugar tan maldito como lo mismo que buscaba.
-No me subestime bella dama, no soy el príncipe azul que por mis ropas aparento como vos no debéis ser la dama en apuros que muestra.

Ladeé la cabeza tratando de dilucidar que era lo que se le pasaba por esa preciosa cabecita castaña, pues sus ojos parecían deslizarse por mi cuello en mas de una ocasión.
Estaba acostumbrado a que las damas me miraran con deseo, incluso que mis labios fueran lo que acaparara todas las miradas, claro antes de que desenfundara mi otra espada...pero ¿el cuello? Bueno, sobre gustos colores, creo.

Me puse en pie, esperando que esta hiciera lo propio, no sabia si hoy mismo podridas empezar o por ende necesariamente de mas tiempo, armas..o algo dispuesto.

No pudo decir una frase mejor para empezar aquella búsqueda a la que yo mas que como una aventura definiría como un imposible. Quizás ella que no conocía la historia que me había traído a París, no era consciente de que mi tío me había mandado en busca de la parca y no de una espada. Mas aun así, di mi palabra de volver con ella, al rey y di mi palabra a mi madre que volvería en pie, mas si lo hacia caído mantendría el orgullo de mi linaje aun cuando la muerte me mirara a los ojos para arrebatarme la vida en un soplo.
El honor era lo que diferenciaba a un hombre de otro, por eso nunca debías de dejar de mirar a tu enemigo a los ojos.

Seguí a aquella morena hacia el exterior de la taberna, de momento aparte de su bonito culo, no veía nada que me hiciera arder en llamas.
Una sonrisa de medio lado se instaló en mis labios, aquella era mi primera noche en París, nadie esperaba mi regreso, así que...vayamos al infierno.

Cada uno tomo su montura, la mía se alzo salvaje sobre sus dos patas traseras antes de volver a su posición golpeando el suelo con los cascos.
No le gustaba la dama que me acompañaba, notaba su cuerpo rígido entre mis piernas, algo que hizo que elevara una ceja para fijarme mejor en esa mujer que ahora se había convertido en mi guía.

No hice comentario alguno cuando empecé mi raudo galope tras su corcel, mas sin duda aquella mujer encerraba un secreto ,uno que no cuentan los cuentos de hadas. Quizás tenia razón y existía la magia, quizás ella era un dragón, un monstruo, mas en algo se equivocaba, yo no era un princesa encantada.

Acaricié por un momento la correa que ataba a mi pecho la espada bastarda que al ritmo del galope impactaba contra mi espalda.
No sabia a que me enfrentaba, por su belleza quizás a un sucubo que me arrastraba a la inmensidad del bosque para devorar mi alma, u otra cosa mas preciada, pensé divertido mientras seguía aquel trasero incendiario que se movía frente a mis ojos.

-Señorita Dunya podría si es tan amble indicarme el camino a casa? Me olvide de echar migas de pan por el sendero -bromee haciendo referencia a esos cuentos de los que hablaba.

La espesura del bosque pronto nos envolvió, la noche había caído y solo la luna que brillaba en lo alto del cielo lograba dotar a las ramas de un aspecto plateado que convertía el bosque en un tétrico espectro.
Sonreí de medio lado frente a la idea de no ser ella un lobo feroz, pues sin duda tampoco era yo caperucita ni portaba cestita alguna para su abuelita.

Un salto me situó contra el embarrado suelo, de frente a esa dama que posiblemente tenia tantos secretos en sus alforjas como yo años de guerra a mis espaldas.
-¿y bien? Dígame que no me ha traído al bosque para abusar de este pobre hombre inocente, engendrar a sus crías y después comerme.

No puede evitar que una sonrisa de medio lado acompañara a mis palabras pues tal y como se relamía me sentía mas la cena que su patrón.
-No os tengo miedo, de echo, yo jamas tengo miedo a nada..la muerte nos ha de llegar a todos y aunque no la ansió, tampoco la evito. No me la juguéis o vuestra cabeza rodara sobre la húmeda hierba de este bosque y el carmesí resbalará por la hoja de mi bastarda antes de que se ponga el alba.

Esperaba que entendiera que teníamos un trato. Yo era un hombre de palabra y por los dioses juraba que el trato lo respetaría hasta sus últimas consecuencias, mas si por ende esa dama me la jugaba, el peso de mi espada caería sobre ella.
Pocas cosas eran las que no soportaba, mas la traición estaba en lo mas alto de todas ellas.

Hundí mis ojos en los ajenos, esperando que dicho lo necesario para entre nosotros dejar las cosas claras, empezara a guiarme hacia ese lugar donde la magia se fundía con las leyendas. El lugar donde empezar la búsqueda de esa espada milenaria que me había traído a París y de donde no podía irme sin ella.

La chica se puso seria, parecía que mis bromas no le divertían y ahora en vez de el lobo feroz, parecía el ogro del cuento.
Sonreí de medio lado mientras con seguridad seguía sus raudos pasos  hasta la profundidad del bosque.
La luna dotaba las ramas de unos tonos tétricos, plateados, y que azuzados por le viento que soplaba movía las ramas pareciendo fantasmas que deseaban darnos alcance, sin duda un ambiente muy propicio a la búsqueda de magia que ansiaba.

-¿que busco? La muerte de seguro -respondí hundiendo mis ojos en su mirada parda -busco algo que no se si existe, mas aun no te conozco suficiente como para hablarte de ello.
Solo llévame a un lugar donde se encuentre la magia. Un lugar donde las leyendas cobren vida y sentido y donde la parca nos aceche de cerca.
Estoy seguro, que ahí  podrán darme las primeras pistas sobre la procedencia y el lugar donde se oculta lo que busco.

Contemplé su rostro que me miró hasta tres veces de soslayo, parecía incrédula de que el bosque no me causara miedo alguno y que aquel paraje para mi fuera uno entre tantos.
-Mi señora, no se deje engañar por mis ropas o mi apariencia. A veces no todo es lo que parece.
Yo no soy lo que imaginas y tu no eres l oque imagino..eso nos convierte en dos seres cargados de secretos con un trato de por medio.

Contemplé su trasero desde atrás, ese que marcaban aquellos pantalones de cuero negro, cubiertos por unas botas hasta media pierna.
-Sobre lo de morir entre vuestras piernas, no lo descarto. La verdad..mi viaje ha sido largo, la cama de mi hotel esta vacía y calentarla no se me antoja un mal final para le día..mas dejemos eso para otro momento..vayamos a lo principal, la búsqueda.

Me miro desafiante mientras la magia que envolvía el entorno parecía con su bruma hacerse patente entre nosotros. Casi podía vislumbrar un tono rojizo en esa mirada parda que ahora hundida en la mía parecía tratar de vislumbrar mi alma.
Solo vería a un guerrero, y jamas a un hombre asustado, pues yo no tenia miedo a nada.

Allí estaba ella, dando ligeros pasos suaves sobre las ramas como si de bruma se tratara.  Yo la admiraba desde atrás, consciente del peligro en el que me adentraba a sabiendas de que esto bien no podía terminar.
Cada vez la visión era mas tétrica, borrosa y casi podía hacerme eco del viento que parecía reír a carcajadas animando nuestro raudo movimiento.

La dama se detuvo, no muy lejos de allí, mas lo suficiente como para que el silbido dedicado a mi montura no se oyera. Esperaba que el eco envolviera esos gritos que quizás ella ansiaba escuchar escapar de mis labios suplicando un rápido final.

Sonreí de medio lado cuando la dama me hablo de las bestias, de sus males y del miedo que debía tenerlas.
Negué con la cabeza hundiendo mi mirada salvaje en la de ella.
-Muchos demonios he conocido en cada gesta, muchos fuertes, altos, grandes y de todos lo mismo decían las leyendas..que eran invencibles y que no saldría de esta.
Aquí sigo, en pie, y ellos -sonrisa ladina en mi rostro -todos ellos desangrados. Los dioses también sangran y si sangran son mortales. Pregúntale a mi espada.

Mis palabras sonaron casi tan desafiantes como los colmillos que aquella dama me mostró sin ningún tapujo. Desconocía que era ese ser, mas desde luego no una mujer. Lleve mi mano con rapidez al mango de mi bastarda, haciendo resonar el acero mientras la luna resplandecía en su hoja con aires de batalla.

Ladeé ligeramente mi cuerpo, asiendo la bastarda con sendas manos preparado para el primer embiste.
Mi cuerpo tenso, mis botas hundidas en el suelo y mis ojos anclados en el del demonio al que hoy paritaria cara en aquel idílico bosque de ensueño.

Valhalla abre tus puertas, pues ella o yo no saldremos de esta.
Los cuervos graznaban en lo alto dispuestos a contemplar la gesta mientras los relámpagos de Thor con sus atronadores rallos despertaban a las Valquirias que se vestían de seda.
-Vamos diablo, ven a mi y trata de tomar aquello que no te he regalado.

Enarqué una ceja frente a las palabras de esa mujer que hablaba de aburrimiento mientras me mostraba los colmillos de un depredador.
No pude evitar sonreír al escuchar el resto de sus palabras, esas que parecían asegurarme no solo que no pensaba matarme, si no que ademas me llamaban cobarde por ocultarme tras mi bastarda.

-Mi señora, eso seria ta absurdo como insinuar que vos os escondéis tras vuestros colmillos.
¿Que sois vos?

Ahora la curiosidad se había adueñado de mi ser, ese que incapaz de sentir miedo envainaba la bastarda tentado a acercarse a esa criatura mitológica.
Esa que en forma de demonio, banshee o sucubo tenia frente a mi. A tan corta distancia que podía apreciar su trasparente piel de porcelana.
Un paso tras otro acorte la distancia atraído por la curiosidad del gato, pero sin las siete vidas que estos poseen.

Me detuve justo en frente, ladeando la cabeza para apreciar mejor cada resquicio de ese ser mágico, bello, que tenia frente a mi y con delicadeza estiré mi mano para acariciar su mejilla.
Gélida, un escalofrió recorrió mi ser, uno que me indicaba lo sumamente peligroso que era mi acto y lo sumamente excitante a su vez.

Nunca fui un cobarde, mi valor me había jugado demasiadas malas pasadas en el pasado, mas la verdad, un hombre es como es y a estas alturas cambiar era un imposible al que no quería vencer.
-¿que eres? -volví a preguntar completamente abstraído por ese enigmático ser.

Sus pupilas frente a mi contacto adquirieron un tono rojizo, ese que marcaba el principio del fin, su descontrol.
-No te tengo miedo -aseguré -bestia o no, tenemos un trato.

Nuestros ojos se fundieron en uno, mientras mis pensamientos sobrevolaban dos ideas ¿la primera ¿por que me había atraído hasta ese lugar si sus intenciones lejos de dañarme eran buenas?
La segunda ¿que quería de mi?

Curiosidad, eso despertaba aquel ser que frente a mis ojos me narraba con todo lujo de detalles, como sus afilados colmillos desgarrarían la piel hasta hundirse en mi yugular y por ella tomar de mi cuanto se le antojara.
Yo su sustento, mi vitae carmesí su alimento. Mas solo podía pensar en lo mágica que resultaba de cerca, en como un ser tan pequeño y que acaparaba la belleza de nuestra especie, podía ser tan letal como la mas peligrosa de las serpientes.
Mi mano fue aferrada por la gelidez de la suya, para con suavidad hacerla a un lado. Sus ojso teñidos de rojo admiraban los míos que castaños la contemplaban como a uno de los dioses de su panteón ¿acaso no lo era?

Hablaba de que París estaba lleno de magia, de seres que poblaban la noche, de peligros por descubrir y la excitación volvió a mi en forma de adrenalina pura y dura.
-¿Por que aquí? Pregunté sin comprender- ¿por que este bosque?
Tomé la distancia suficiente para no incomodar por mas tiempo su sed, mi imprudencia bien podía costarme la vida, y la verdad no deseaba tener que utilizar mi bastarda para defenderme de ella.
Un trato era un trato y mientras ella lo respetara, se había convertido en mi fiel aliada.

-Busco una espada, un arma milenaria. Esa que Odin rompió, esa que si la empuñas te ofrece victorias sin fin.
Ahora los dos guardabarros el secreto del otro, ahora los dos nos habíamos convertido en extraños amigos..de un modo u otro eso hacían los secretos compartidos.

Esperé con impaciencia su respuesta, y la reacción que presta esperaba que la dama tuviera sobre el lugar donde empezar con al búsqueda de mi leyenda.