AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
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Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Llevaba un par de dias en el hotel, mi llegada a Paris había sido mas productiva de lo esperado pues en esa misma noche logre hacer un prometedor hallazgo, uno que me infundía ánimos sobre la búsqueda que ahora se había tornado mas real que nunca.
Puede que mi tío me hubiera mandado a la muerte, que su ilusión por verme aparecer sobre mi escudo y no con el acabará convirtiéndose en realidad, pues frente a mis ojos, se abría ahora un mundo de posibilidades, uno donde las leyendas se mezclan con el día a día, uno donde la magia es posible y donde los inmortales caminan sobre la faz de la tierra.
¿Cuantas cosas desconocía?
Admito que la adrenalina recorría mi cuerpo, que aquella habitación se quedaba pequeña frente a mis pasos que seguros, acompañaban a mi cavilante mente en su paseo errante lleno de pensamientos sobre aquello que me llevaba a un mundo nuevo, desconocido y excitante.
Fue entonces cuando el repiqueteo de la puerta me saco de mi obnubilacion, ese que no esperaba y que sin duda me forzó de forma instintiva a tomar la daga de mi bota para con semblante serio acercarme a la puerta y abrirla vacilante.
Un hombre de mediana edad, uno que había visto en la recepción del hotel me dedico la mejor de sus sonrisas ofreciéndome una nota que había llegado ese mismo día con un cuervo.
Me la entregó sin dilación despidiéndose de mi con un ligero movimiento de cabeza que me presentaba sus mas sinceros respetos.
Cerré la puerta con el papel entre mis dedos, acariciando aquel sello rojo que tanto conocía y que cerraba así la nota de lecturas indiscretas.
El sello del Grifo, el emblema real, la carta solo podía ser de mi tío, y eso me hacia enormemente desconfiar.
La abrí con rapidez, de forma impulsiva, sajando con mis dedos la misma cera, que se alzaba contra ellos hasta que la hoja quedo abierta frente a mis ojos, permitiéndome la lectura de la misma.
Mi amado tío, preocupado por la soledad de mi estancia y mi falta de arraigo en París, me había “invitado” por no decir ordenado a acudir a la mansión de los Cavey. Según el, fieles amigos desde la infancia que me acogerían como un hijo, lo que yo era para el.
Casi me muero de la risa frente a la ironía de mi rey, mas si algo sabia, es que sus ordenes no podían ser desobedecidas o le daría motivos suficientes para condenarme por desacato y desterrarme de sus tierras o incluso algo peor.
Sin mas dilación preparé mi corto equipaje y de nuevo, deshice mis pasos hasta dar con esa mansión que frente a mis ojos se erguía elegante, sin duda digna de ese que mi rey decía ser un hombre de elevada posición.
Golpeé el metal de la aldaba, mas como esperaba pronto fui recibido por un plantel de doncellas y un mayordomo que parecían mas que dispuestos a acompañar mis pasos hasta el interior de aquella lujosa mansión en férrea comitiva.
Viniendo de mi tío, nada bueno me hacia presagiar aquella invitación ,posiblemente camuflada en segundas intenciones.
Puede que entre los muros de esta casa se encontrara la mano que decidida esperaba darme muerte en el confiado sueño sobre el mullido lecho.
Atravesando el corredor de la muerte en el que se había convertido aquella comitiva, llegué frente a unas blancas escaleras de piedra donde un hombre de porte recio me esperaba, a su lado una dama de ojos claros y cabellos dorados.
Mis ojos se fundieron raudos en tanta belleza consciente de que si alguien de esa casa podía darme segura sepultura era ella.
Puede que mi tío me hubiera mandado a la muerte, que su ilusión por verme aparecer sobre mi escudo y no con el acabará convirtiéndose en realidad, pues frente a mis ojos, se abría ahora un mundo de posibilidades, uno donde las leyendas se mezclan con el día a día, uno donde la magia es posible y donde los inmortales caminan sobre la faz de la tierra.
¿Cuantas cosas desconocía?
Admito que la adrenalina recorría mi cuerpo, que aquella habitación se quedaba pequeña frente a mis pasos que seguros, acompañaban a mi cavilante mente en su paseo errante lleno de pensamientos sobre aquello que me llevaba a un mundo nuevo, desconocido y excitante.
Fue entonces cuando el repiqueteo de la puerta me saco de mi obnubilacion, ese que no esperaba y que sin duda me forzó de forma instintiva a tomar la daga de mi bota para con semblante serio acercarme a la puerta y abrirla vacilante.
Un hombre de mediana edad, uno que había visto en la recepción del hotel me dedico la mejor de sus sonrisas ofreciéndome una nota que había llegado ese mismo día con un cuervo.
Me la entregó sin dilación despidiéndose de mi con un ligero movimiento de cabeza que me presentaba sus mas sinceros respetos.
Cerré la puerta con el papel entre mis dedos, acariciando aquel sello rojo que tanto conocía y que cerraba así la nota de lecturas indiscretas.
El sello del Grifo, el emblema real, la carta solo podía ser de mi tío, y eso me hacia enormemente desconfiar.
La abrí con rapidez, de forma impulsiva, sajando con mis dedos la misma cera, que se alzaba contra ellos hasta que la hoja quedo abierta frente a mis ojos, permitiéndome la lectura de la misma.
Mi amado tío, preocupado por la soledad de mi estancia y mi falta de arraigo en París, me había “invitado” por no decir ordenado a acudir a la mansión de los Cavey. Según el, fieles amigos desde la infancia que me acogerían como un hijo, lo que yo era para el.
Casi me muero de la risa frente a la ironía de mi rey, mas si algo sabia, es que sus ordenes no podían ser desobedecidas o le daría motivos suficientes para condenarme por desacato y desterrarme de sus tierras o incluso algo peor.
Sin mas dilación preparé mi corto equipaje y de nuevo, deshice mis pasos hasta dar con esa mansión que frente a mis ojos se erguía elegante, sin duda digna de ese que mi rey decía ser un hombre de elevada posición.
Golpeé el metal de la aldaba, mas como esperaba pronto fui recibido por un plantel de doncellas y un mayordomo que parecían mas que dispuestos a acompañar mis pasos hasta el interior de aquella lujosa mansión en férrea comitiva.
Viniendo de mi tío, nada bueno me hacia presagiar aquella invitación ,posiblemente camuflada en segundas intenciones.
Puede que entre los muros de esta casa se encontrara la mano que decidida esperaba darme muerte en el confiado sueño sobre el mullido lecho.
Atravesando el corredor de la muerte en el que se había convertido aquella comitiva, llegué frente a unas blancas escaleras de piedra donde un hombre de porte recio me esperaba, a su lado una dama de ojos claros y cabellos dorados.
Mis ojos se fundieron raudos en tanta belleza consciente de que si alguien de esa casa podía darme segura sepultura era ella.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
La casa Cavey siempre había sido el lugar que ofrecía el mejor asilo político a sus más allegados amigos y conocidos, de clase alta y aristocracia , por supuesto. Y ella, no podía pasar por alto tal cosa, acoger a recién llegados a la ciudad de Paris, familia que sin duda fue importante en la carpeta de amigos de su propia familia. Tras dejar atrás un verano caluroso y eterno, el otoño traía a emigrantes de otros países a la ciudad de las oportunidades y el amor, al menos eso decían por ahí.
Para Valeria, la ciudad de Paris era mucho más que eso. Encantadora, inigualable…su ciudad al fin y al cabo. Sonrió de medio lado al ver el salón adornado con violetas, su flor favorita, su propia esencia…así se podía decir que olía y sabría su piel. Colocó bien una de las flores del jarrón al lado de la ventana, estaba de buen humor para estar nublado.. los días así siempre le desesperaban, le ponían de un humor de perros y era aún más insoportable de lo que ya era.
-Señorita Cavey , ha llegado una carta para usted, parece urgente -suspiró pesadamente, tomando el sobre y no vacilar al abrirla, la leyó rápidamente y… ahí estaba lo que esperaba. Los Cannif pedían asilo durante un tiempo para uno de los miembros de su familia… qué remedio, aunque qué importancia tenía, la mansión era lo suficientemente grande para no tener que ejercer de “vida social” -Bien, preparen la habitación de invitaos del ala Sur, en cuanto llegue la visita del señor Cannif avísenme, yo misma le recibiré…-el criado le dedicó una leve reverencia y se alejó para cumplir los deseos de su ama y señora.
Recordaba fugazmente a Hoör Cannif, unos cuatro años mayor que ella, no recordaba nada más que su rostro a tientas y que siempre acompañaba a sus padres en sus deseos y negocios. Tiró la carta al escritorio sin mucho ánimo, quien era amigo de los padres de aquel hombre eran sus padres y ¿a qué no adivinaban? El señor Cavey murió, ahora ella tenía que hacer de anfitriona, mostrar la mejor de sus sonrisas y que esa visita no tuviese queja alguna de su estancia. Fue avisada y la dalia negra (como la llamaban algunos), esperaba paciente la visita, una visita que duraría demasiado.
Una media sonrisa asomó en sus labios cuando le vio aparecer junto con uno de sus criados. Sus orbes esmeraldas, se fijaron fijamente en aquel joven que desconocía… no lo reconocería si no supiese de su apellido. No le importó parecer descarada, su mirada le recorrieron de arriba abajo y avanzó hacia él, dedicándole una elegante reverencia.
-Señor Cannif. Bienvenido a mi casa, espero que su estancia sea lo más cómoda y agradable. No es una casa corriente pero bueno, supongo que así es más divertido. Pronto, celebraré el aniversario de mi nacimiento, como huésped,…está invitado -hizo una pausa y se acercó al mueble donde aguardaban las bebidas, tomó dos copas y le ofreció una para servir un poco de whisky -¿Y bien? ¿algo que tenga que saber? No hay horario de cierre de puerta, bueno… digamos que no es que esté por las noches así que si desea algo me busque por las mañanas….por las noches estoy de lo más ocupada -se llevó la copa a los labios, mojándolos, saboreando aquel delicioso elixir -¿Y bien? ¿Qué le trae por Paris? -tomó asiento en uno de los sillones, frente a ella se situaba otro, idéntico. Se cruzó de piernas y sonrió de aquella manera única en ella, provocadora y tentadora sin proponérselo.
Para Valeria, la ciudad de Paris era mucho más que eso. Encantadora, inigualable…su ciudad al fin y al cabo. Sonrió de medio lado al ver el salón adornado con violetas, su flor favorita, su propia esencia…así se podía decir que olía y sabría su piel. Colocó bien una de las flores del jarrón al lado de la ventana, estaba de buen humor para estar nublado.. los días así siempre le desesperaban, le ponían de un humor de perros y era aún más insoportable de lo que ya era.
-Señorita Cavey , ha llegado una carta para usted, parece urgente -suspiró pesadamente, tomando el sobre y no vacilar al abrirla, la leyó rápidamente y… ahí estaba lo que esperaba. Los Cannif pedían asilo durante un tiempo para uno de los miembros de su familia… qué remedio, aunque qué importancia tenía, la mansión era lo suficientemente grande para no tener que ejercer de “vida social” -Bien, preparen la habitación de invitaos del ala Sur, en cuanto llegue la visita del señor Cannif avísenme, yo misma le recibiré…-el criado le dedicó una leve reverencia y se alejó para cumplir los deseos de su ama y señora.
Recordaba fugazmente a Hoör Cannif, unos cuatro años mayor que ella, no recordaba nada más que su rostro a tientas y que siempre acompañaba a sus padres en sus deseos y negocios. Tiró la carta al escritorio sin mucho ánimo, quien era amigo de los padres de aquel hombre eran sus padres y ¿a qué no adivinaban? El señor Cavey murió, ahora ella tenía que hacer de anfitriona, mostrar la mejor de sus sonrisas y que esa visita no tuviese queja alguna de su estancia. Fue avisada y la dalia negra (como la llamaban algunos), esperaba paciente la visita, una visita que duraría demasiado.
Una media sonrisa asomó en sus labios cuando le vio aparecer junto con uno de sus criados. Sus orbes esmeraldas, se fijaron fijamente en aquel joven que desconocía… no lo reconocería si no supiese de su apellido. No le importó parecer descarada, su mirada le recorrieron de arriba abajo y avanzó hacia él, dedicándole una elegante reverencia.
-Señor Cannif. Bienvenido a mi casa, espero que su estancia sea lo más cómoda y agradable. No es una casa corriente pero bueno, supongo que así es más divertido. Pronto, celebraré el aniversario de mi nacimiento, como huésped,…está invitado -hizo una pausa y se acercó al mueble donde aguardaban las bebidas, tomó dos copas y le ofreció una para servir un poco de whisky -¿Y bien? ¿algo que tenga que saber? No hay horario de cierre de puerta, bueno… digamos que no es que esté por las noches así que si desea algo me busque por las mañanas….por las noches estoy de lo más ocupada -se llevó la copa a los labios, mojándolos, saboreando aquel delicioso elixir -¿Y bien? ¿Qué le trae por Paris? -tomó asiento en uno de los sillones, frente a ella se situaba otro, idéntico. Se cruzó de piernas y sonrió de aquella manera única en ella, provocadora y tentadora sin proponérselo.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
La dama con pasos ardientes como el ron se acercaba felina hacia mi posición, confesaré que me fue imposible mantener los ojos al frente, pues estos se deslizaron furtivos por cada curva de su cuerpo.
No fue hasta que la tuve de frente cuando mis ojos se hundieron en sus orbes esmeralda, si la había visto alguna vez no lo recordaba, mas la verdad, jamas hubiera olvidado a un ser como ese, uno que bien podría acaparar mis sueños pero que algo me decía que seria mas bien fiel testigo de mis pesadillas.
Una reverencia que termino como el protocolo establecía con su mano sobre la mía y mis labios depositados con dulzura sobre su piel, fue el pistoletazo de salida.
-Enchanté -susurré contra su piel inclinando mi espalda ligeramente a modo de cortesía.
Las presentaciones habían acabado, mas nuestros ojos seguían enlazados, empezaba el juego del ratón y el gato y algo me decía que esa dama era de las que apostaban fuerte, de las que como a mi, no les gustaba perder ni a las tabas y que nuestras miradas no seria la primera vez que desafiantes se encontraran.
La dama se acerco a un mueble bar, de allí tomo sendas copas vacías, mis ojos acaparaban cada movimiento, cada juego de manos, hasta que la copa fue entregada y el whisky servido de la botella llenando el cristal de sendos vasos.
Ladeé ligeramente la cabeza escuchando las nuevas normas de lo que se convertiría mi casa por una larga estancia, mas no acerque mis labios a esa copa, hasta que primero no lo hicieron los de la dama.
Contemplé como el alcohol se sumergía en su boca lentamente, como pasaba por su garganta y como al apartar le vaso de ella ,el liquido había disminuido ligeramente.
Fue entonces cuando di un profundo trago de mi vaso, consciente de que mi gesto no había pasado desapercibido por aquella mujer de dorados cabellos y hechizante mirada.
-Estaré encantado de asistir a tan noble celebración, estoy seguro de que encontraré un regalo a la medida de tan afamada anfitriona. Su apellido no pasa desapercibido en París y tampoco lo hace en la corte nórdica, señorita Cavey.
Estoy seguro de que sus horarios coincidirán con los míos, pues como vos, soy un hombre nocturno -una sonrisa picara se dibujo en mi rostro, consciente de que para una dama la nocturnidad y la alevosía no era muy propia de su condición, ni de su estatus y que posiblemente a esa mujer que parecía poco o nada importarle dar de que hablar tenia grandes sorpresas reservadas para mi.
-Trataré de buscarla lo menos posible por las mañanas, nada me disgustaría mas que perturbar su reparador sueño, mas si vos necesitáis algo de mi, seguro podréis encontrarme en el patio de armas -dije antes de dar un nuevo trago al Whisky que se vaciaba entre mis manos -por la noche saldré de la casa, así que si me necesitáis para algún menester, mejor hacérmelo saber durante el día para poder cambiar si así lo requiere mi señora, los planes que me mantengan esa noche alejado de vos.
Algo me decía que ninguno de los dos buscaría nunca al otro, quizás no por falta de ganas, si no por lo orgullosos que parecíamos ambos, creo que incapaces de admitir en muchos casos que el juego nos resultaba mas excitante de lo esperado.
-París tiene muchas cosas bellas, solo hay que verla a vos, mas mi viaje no es por placer señorita Cavey. Mi tío me encomendó algo que buscar y cuando sea encontrado, abandonare la hospitalidad de su morada y partiré hacia mis tierras de nuevo, mientras tanto espero no causarle mas molestias de lo que apoderarme de su tiempo en este momento esta causando.
Mis ojos brillaron frente a los ajenos mientras las ultimas gotas de aquel liquido cristalino resbalaban por mis labios.
No fue hasta que la tuve de frente cuando mis ojos se hundieron en sus orbes esmeralda, si la había visto alguna vez no lo recordaba, mas la verdad, jamas hubiera olvidado a un ser como ese, uno que bien podría acaparar mis sueños pero que algo me decía que seria mas bien fiel testigo de mis pesadillas.
Una reverencia que termino como el protocolo establecía con su mano sobre la mía y mis labios depositados con dulzura sobre su piel, fue el pistoletazo de salida.
-Enchanté -susurré contra su piel inclinando mi espalda ligeramente a modo de cortesía.
Las presentaciones habían acabado, mas nuestros ojos seguían enlazados, empezaba el juego del ratón y el gato y algo me decía que esa dama era de las que apostaban fuerte, de las que como a mi, no les gustaba perder ni a las tabas y que nuestras miradas no seria la primera vez que desafiantes se encontraran.
La dama se acerco a un mueble bar, de allí tomo sendas copas vacías, mis ojos acaparaban cada movimiento, cada juego de manos, hasta que la copa fue entregada y el whisky servido de la botella llenando el cristal de sendos vasos.
Ladeé ligeramente la cabeza escuchando las nuevas normas de lo que se convertiría mi casa por una larga estancia, mas no acerque mis labios a esa copa, hasta que primero no lo hicieron los de la dama.
Contemplé como el alcohol se sumergía en su boca lentamente, como pasaba por su garganta y como al apartar le vaso de ella ,el liquido había disminuido ligeramente.
Fue entonces cuando di un profundo trago de mi vaso, consciente de que mi gesto no había pasado desapercibido por aquella mujer de dorados cabellos y hechizante mirada.
-Estaré encantado de asistir a tan noble celebración, estoy seguro de que encontraré un regalo a la medida de tan afamada anfitriona. Su apellido no pasa desapercibido en París y tampoco lo hace en la corte nórdica, señorita Cavey.
Estoy seguro de que sus horarios coincidirán con los míos, pues como vos, soy un hombre nocturno -una sonrisa picara se dibujo en mi rostro, consciente de que para una dama la nocturnidad y la alevosía no era muy propia de su condición, ni de su estatus y que posiblemente a esa mujer que parecía poco o nada importarle dar de que hablar tenia grandes sorpresas reservadas para mi.
-Trataré de buscarla lo menos posible por las mañanas, nada me disgustaría mas que perturbar su reparador sueño, mas si vos necesitáis algo de mi, seguro podréis encontrarme en el patio de armas -dije antes de dar un nuevo trago al Whisky que se vaciaba entre mis manos -por la noche saldré de la casa, así que si me necesitáis para algún menester, mejor hacérmelo saber durante el día para poder cambiar si así lo requiere mi señora, los planes que me mantengan esa noche alejado de vos.
Algo me decía que ninguno de los dos buscaría nunca al otro, quizás no por falta de ganas, si no por lo orgullosos que parecíamos ambos, creo que incapaces de admitir en muchos casos que el juego nos resultaba mas excitante de lo esperado.
-París tiene muchas cosas bellas, solo hay que verla a vos, mas mi viaje no es por placer señorita Cavey. Mi tío me encomendó algo que buscar y cuando sea encontrado, abandonare la hospitalidad de su morada y partiré hacia mis tierras de nuevo, mientras tanto espero no causarle mas molestias de lo que apoderarme de su tiempo en este momento esta causando.
Mis ojos brillaron frente a los ajenos mientras las ultimas gotas de aquel liquido cristalino resbalaban por mis labios.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
En todo momento, su atención centrada en aquel invitado inesperado. Su padre estaría orgulloso de sus dotes como anfitriona, qué decir, aprendió de él. Y no solo aprendió tal cosa, le enseñó más cosas como ser quien era, una joven que a pesar de su corta edad, era capaz de llevar aquella casa con todo lo que conllevaba su apellido. Alguien como ella no necesitaba a nadie, se las bastaba muy bien sola y lo demostraba cada día con su trabajo y dedicación.
La atención era mutua por ambas partes, sus orbes esmeralda, fijos en los ajenos sin apartar la mirada ni un instante, quizás, para dedicarle alguna sonrisa o gesto coqueto, provocador… gestos que inconscientemente, mostraba al joven recién llegado. Deleitó su paladar en aquel trago, devolviéndole una sonrisa cómplice al sentir el beso en su mano, volviendo a centrarse en su bebida y en las normas que, esperaba cumpliese. El hecho de imaginar tener que volver a repetírselo le abrumaba, solo decía las cosas una vez.
-No dudo en absoluto que encuentre el regalo adecuado, con que asista es suficiente… -sonrió de medio lado…dejando puntos suspensivos, un silencio que daba pie a seguir la frase que acababa de dejar a medias - Y espero que disfruta de la fiesta, seguro que no se asemeja a ninguna que haya asistido. Creo que se hará una idea. Ya que como hombre nocturno… sabrá a qué me refiero -mueve con elegancia su copa, el choque del hielo con el cristal , es música para sus oídos… de fondo el crepitar de la leña, sin duda hacen que se sienta bien.
Una risa, hizo eco en la sala, melodiosa, provocadora y tentadora como sus propios gestos. Sus orbes esmeralda, brillaron con cierta complicidad así que el señor Cannif no se diferenciaba mucho de ella, hasta lo que al menos había podido comprobar por sus palabras. Sonrió, una sonrisa que no desapareció de su rostro mientras hablaba, le había hecho gracia el significado de sus palabras.
-Entonces no podré buscarle tampoco por la noche. Quién sabe si le necesitaría si no es de día pero bueno, supongo que si ambos salimos, nos encontraremos a la salida… en la puerta de la casa o en algún lugar que no sea mi casa -se rellenó la copa, inclinándose en su asiento para si gustaba, le llenase la copa. Escucha con atención sus palabras ¿buscar algo? ella podría ayudarle pero quizás, se iba a meter en donde menos debía -Entiendo y no hay problema, mi casa está abierta para su familia el tiempo que estime oportuno, además… apenas éramos unos niños cuando coincidimos aquella vez… creo que la única vez que viajé fuera. -le dio un nuevo sorbo a su copa, deslizando los labios por la copa, pensativa.
-Merci por su halago, aunque quizás, hubiese deseado que fuese mi padre quien lo recibiese. -sonrió contra la copa, sin apartar la mirada de la suya… el patio de Armas citado anteriormente le vino a la mente -Soy buena en esgrima, si quiere entrenar puedo ayudarle, no soy rival fácil… una lucha interesante donde no se mida la fuerza ni la condición… soy buen contrincante. -dejó la copa en la mesa, apoyando ambas manos en sus rodillas, inclinándose un tanto más… sisearle para que se acercase un instante -No se arrepentirá -en esas palabras… podría referirse a cualquier cosa.
La atención era mutua por ambas partes, sus orbes esmeralda, fijos en los ajenos sin apartar la mirada ni un instante, quizás, para dedicarle alguna sonrisa o gesto coqueto, provocador… gestos que inconscientemente, mostraba al joven recién llegado. Deleitó su paladar en aquel trago, devolviéndole una sonrisa cómplice al sentir el beso en su mano, volviendo a centrarse en su bebida y en las normas que, esperaba cumpliese. El hecho de imaginar tener que volver a repetírselo le abrumaba, solo decía las cosas una vez.
-No dudo en absoluto que encuentre el regalo adecuado, con que asista es suficiente… -sonrió de medio lado…dejando puntos suspensivos, un silencio que daba pie a seguir la frase que acababa de dejar a medias - Y espero que disfruta de la fiesta, seguro que no se asemeja a ninguna que haya asistido. Creo que se hará una idea. Ya que como hombre nocturno… sabrá a qué me refiero -mueve con elegancia su copa, el choque del hielo con el cristal , es música para sus oídos… de fondo el crepitar de la leña, sin duda hacen que se sienta bien.
Una risa, hizo eco en la sala, melodiosa, provocadora y tentadora como sus propios gestos. Sus orbes esmeralda, brillaron con cierta complicidad así que el señor Cannif no se diferenciaba mucho de ella, hasta lo que al menos había podido comprobar por sus palabras. Sonrió, una sonrisa que no desapareció de su rostro mientras hablaba, le había hecho gracia el significado de sus palabras.
-Entonces no podré buscarle tampoco por la noche. Quién sabe si le necesitaría si no es de día pero bueno, supongo que si ambos salimos, nos encontraremos a la salida… en la puerta de la casa o en algún lugar que no sea mi casa -se rellenó la copa, inclinándose en su asiento para si gustaba, le llenase la copa. Escucha con atención sus palabras ¿buscar algo? ella podría ayudarle pero quizás, se iba a meter en donde menos debía -Entiendo y no hay problema, mi casa está abierta para su familia el tiempo que estime oportuno, además… apenas éramos unos niños cuando coincidimos aquella vez… creo que la única vez que viajé fuera. -le dio un nuevo sorbo a su copa, deslizando los labios por la copa, pensativa.
-Merci por su halago, aunque quizás, hubiese deseado que fuese mi padre quien lo recibiese. -sonrió contra la copa, sin apartar la mirada de la suya… el patio de Armas citado anteriormente le vino a la mente -Soy buena en esgrima, si quiere entrenar puedo ayudarle, no soy rival fácil… una lucha interesante donde no se mida la fuerza ni la condición… soy buen contrincante. -dejó la copa en la mesa, apoyando ambas manos en sus rodillas, inclinándose un tanto más… sisearle para que se acercase un instante -No se arrepentirá -en esas palabras… podría referirse a cualquier cosa.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Allí estaba ella con sus ojos esmeralda fijos en mi, analizando cada uno de mis movimientos mientras sus labios rojos como el fuego, acariciaban con palabras mis oídos.
Sensual y provocadora aquella mujer resultaba la mas peligrosa arma con la que me hubiera enfrentado en gesta alguna.
Ahora entendía porque mi tío me había enviado allí, porque no había contratado a un asesino a sueldo, a un mercenario.
Era consciente de que ninguno de ellos hubiera podido acabar conmigo ,sin embargo esa mujer, me provocaba, me encendía de un modo que odiaba. Odiaba perder el control de mi mismo, mis ojos cautivados por cada curva, por cada gesto delataban mis intenciones mientras mi cuerpo endurecido mas de lo debido entraban en sus provocaciones, aceptando así su juego.
Un juego que empezaba a considerar el mas excitante de todos los jugados, uno con el que era consciente que tenia mucho que perder y poco que ganar, mas aun así ansiaba seguir jugando.
Duelo de egos enfrentados entre dos depredadores que sin apartar su vista del otro guardaban sus cartas para esperar mejor postores.
Relamí mis labios con sabor a whisky mientras esta me recordaba lo interesante que podría llegar a ser cruzarnos al volver, encontrarnos de forma furtiva en cada rincón de esa casa que dejaba sobrevolar mi imaginación quizás demasiado lejos para este nuestro primer encentro.
Tendí con ligereza mi vaso cuando esta reclino su cuerpo casi rozando el mio, cuerpo que como una exhalación de aire fresco logro que mis labios se entreabrieran dejando que mi respiración escapara mas acelerada que de costumbre.
Mi vaso se lleno lo suficiente como para aplacar mi sed y disimular mis ganas no de alcohol precisamente.
-Estoy seguro de que nuestros encuentros serán interesantes... -mi pausa ratifico sus palabras.
Ambos sabíamos jugar a ese juego, el juego de la seducción, el juego en el que ninguno de los dos quería resultar perdedor. Ella parecía acostumbrada ha hacer con los hombres lo que le venia en gana y conmigo se equivocaba.
Fue su segunda frase la que causo mas interés en mi, tanto que por un momento mi gesto cambio, creo que notó como mis mil y un escudos pertrechados a fuego y hielo con el paso de los años se rompían en mil pedazos
-¿de niños?
No la recordaba y de haber visto esos orbes jamas la hubiera olvidado, claro que eso no pensaba reconocerlo ni borracho.
Sonreí de medio lado alzando de nuevo las murallas frente a mi, esas con las que me sentía cómodo, indiferente y vencedor.
-No lo recuerdo señorita Cavey, le saco algunos años, intuyo que para mi, solo seria una niña mimada por aquel entonces.
Di un trago de mi vaso mientras mis ojos seguían allí anclados, ambos pensando cual seria el siguiente movimiento en aquel tablero de peones, caballos y torres en el que apenas habíamos empezado a jugar y que por supuesto rey y reina permanecían intactos.
-Dudo que su padre me hubiera resultado ...-hice una pausa para sonreír con picarda contra el vidrio -tan excitante -añadí encontrando la palabra perfecta que definiera sus actos.
Su siguiente proposición fue la que logro hacerme reír con la sonrisa mas sincera que encontró en mi, desde la llegada.
-Vaya, ¿esgrima? Siempre resulta tan complaciente con sus invitados señorita Cavey -dije arrastrando cada una de esas ultimas palabras -no dudo que sera una contrincante digna tanto en el patio de armas como en la vida.
Su copa quedo apoyada sobre el pequeño mueble que quedaba a la derecha de su sillón mientras sus manos acariciaban tibias sus rodillas para con un siseo pedir que acercara a ella mi rostro.
Así quedó nuestros sino grabado a fuego uniendo nuestros alientos por un instante en uno.
-¿eso cree? -pregunté frente a su juego de palabras que bien podía referirse a cualquier cosa.
Ella y sus dobles sentidos, una dama que jugaba con la ambigüedad insultando con ella a mi inteligencia.
-Tendrá que demostrármelo -añadí contra sus labios mas sin tocarlos antes de volver a mi posición inicia
Sensual y provocadora aquella mujer resultaba la mas peligrosa arma con la que me hubiera enfrentado en gesta alguna.
Ahora entendía porque mi tío me había enviado allí, porque no había contratado a un asesino a sueldo, a un mercenario.
Era consciente de que ninguno de ellos hubiera podido acabar conmigo ,sin embargo esa mujer, me provocaba, me encendía de un modo que odiaba. Odiaba perder el control de mi mismo, mis ojos cautivados por cada curva, por cada gesto delataban mis intenciones mientras mi cuerpo endurecido mas de lo debido entraban en sus provocaciones, aceptando así su juego.
Un juego que empezaba a considerar el mas excitante de todos los jugados, uno con el que era consciente que tenia mucho que perder y poco que ganar, mas aun así ansiaba seguir jugando.
Duelo de egos enfrentados entre dos depredadores que sin apartar su vista del otro guardaban sus cartas para esperar mejor postores.
Relamí mis labios con sabor a whisky mientras esta me recordaba lo interesante que podría llegar a ser cruzarnos al volver, encontrarnos de forma furtiva en cada rincón de esa casa que dejaba sobrevolar mi imaginación quizás demasiado lejos para este nuestro primer encentro.
Tendí con ligereza mi vaso cuando esta reclino su cuerpo casi rozando el mio, cuerpo que como una exhalación de aire fresco logro que mis labios se entreabrieran dejando que mi respiración escapara mas acelerada que de costumbre.
Mi vaso se lleno lo suficiente como para aplacar mi sed y disimular mis ganas no de alcohol precisamente.
-Estoy seguro de que nuestros encuentros serán interesantes... -mi pausa ratifico sus palabras.
Ambos sabíamos jugar a ese juego, el juego de la seducción, el juego en el que ninguno de los dos quería resultar perdedor. Ella parecía acostumbrada ha hacer con los hombres lo que le venia en gana y conmigo se equivocaba.
Fue su segunda frase la que causo mas interés en mi, tanto que por un momento mi gesto cambio, creo que notó como mis mil y un escudos pertrechados a fuego y hielo con el paso de los años se rompían en mil pedazos
-¿de niños?
No la recordaba y de haber visto esos orbes jamas la hubiera olvidado, claro que eso no pensaba reconocerlo ni borracho.
Sonreí de medio lado alzando de nuevo las murallas frente a mi, esas con las que me sentía cómodo, indiferente y vencedor.
-No lo recuerdo señorita Cavey, le saco algunos años, intuyo que para mi, solo seria una niña mimada por aquel entonces.
Di un trago de mi vaso mientras mis ojos seguían allí anclados, ambos pensando cual seria el siguiente movimiento en aquel tablero de peones, caballos y torres en el que apenas habíamos empezado a jugar y que por supuesto rey y reina permanecían intactos.
-Dudo que su padre me hubiera resultado ...-hice una pausa para sonreír con picarda contra el vidrio -tan excitante -añadí encontrando la palabra perfecta que definiera sus actos.
Su siguiente proposición fue la que logro hacerme reír con la sonrisa mas sincera que encontró en mi, desde la llegada.
-Vaya, ¿esgrima? Siempre resulta tan complaciente con sus invitados señorita Cavey -dije arrastrando cada una de esas ultimas palabras -no dudo que sera una contrincante digna tanto en el patio de armas como en la vida.
Su copa quedo apoyada sobre el pequeño mueble que quedaba a la derecha de su sillón mientras sus manos acariciaban tibias sus rodillas para con un siseo pedir que acercara a ella mi rostro.
Así quedó nuestros sino grabado a fuego uniendo nuestros alientos por un instante en uno.
-¿eso cree? -pregunté frente a su juego de palabras que bien podía referirse a cualquier cosa.
Ella y sus dobles sentidos, una dama que jugaba con la ambigüedad insultando con ella a mi inteligencia.
-Tendrá que demostrármelo -añadí contra sus labios mas sin tocarlos antes de volver a mi posición inicia
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
La sonrisa no abandonaba su rostro, tentadora y provocadora como toda ella en sí. Sonrisa que se amplió al oír sus palabras ¿encuentros? Vaya, así que la mente ajena, volaba en imaginar ciertos momentos. No respondió, simplemente, le dedicó una risa… una deliciosa que seguida de una sonrisa, se relamió los labios. Un juego que comenzaba, seguramente él no imaginaba lo cuan diferente era aquel tablero, de todos a los que se habían enfrentado. Ninguno tan excitante.
Llenó su vaso, sin perder detalle del líquido. Mientras cerraba el licor, le dedicó una mirada juguetona y volvió a su copa, dando un sorbo. Bajó un instante la mirada, momento en el que lo recorrió con sus orbes esmeralda, podía notar la tensión de su cuerpo pero al mismo tiempo. el hecho de nombrar su infancia… causó un efecto que no esperó. Entrecerró los ojos, mirándole fijamente, curiosa…acechante como una pantera.
-Es que acaso…¿no soy una niña mimada ahora? Seguramente sí, me conocería como al pero las personas cambian y ya no me considero…ninguna niña. Ya no somos unos niños, señor Cannif -sonrió por sus palabras, moviendo una vez más su copa, chocasen los hielos y se uniesen a la conversación -Yo tampoco lo recuerdo, supongo que no nos encontramos entonces pero sí estamos aquí ahora… -asintió, sí, eso creía… por supuesto lo creía y no iba a decir lo contrario.
-Pero mi padre ya no está…así que tendrá que conformarse conmigo -junto los labios, mordiéndose el labio inferior, una carta más sobre la mesa -¿Excitante? Curiosa palabra para definirme y eso que aún no me conoce lo suficiente… - risa suave, peligrosa pues él ni siquiera era consciente de en qué cueva se había metido -Se lo demostraré, téngalo por seguro. -sus orbes esmeralda, dibujaron su rostro, dedicando su tiempo. Una de sus manos, la alzó hasta su frente… dos de sus dedos se deslizaron por su sien, su mejilla hasta acariciar de forma fugaz sus labios.
-Intento recordarte pero no… mente en blanco -apartó su mano, volviendo a su copa y dejar escapar un suspiro, su espalda se acomodó en el sillón -O tendrá que demostrármelo usted… no sabe con quién se enfrenta. No está acostumbrado, ¿verdad? A tener dignos rivales…yo tampoco, por eso creo …que sigue pensando que soy como cualquier mujerzuela a la que está acostumbrado y…querido, no es así -sonrió ampliamente, volviendo a inclinarse a él jugueteando con su cabello rubio.
-Pórtese bien y que no tenga queja de ti, sé que sabes a qué me refiero… - se levantó en dirección a la chimenea, giró el rostro, mirándole desde su posición…volvía a recorrerle con la mirada - ¿Algo que más deba saber? Piense bien la respuesta no es cualquier pregunta
Llenó su vaso, sin perder detalle del líquido. Mientras cerraba el licor, le dedicó una mirada juguetona y volvió a su copa, dando un sorbo. Bajó un instante la mirada, momento en el que lo recorrió con sus orbes esmeralda, podía notar la tensión de su cuerpo pero al mismo tiempo. el hecho de nombrar su infancia… causó un efecto que no esperó. Entrecerró los ojos, mirándole fijamente, curiosa…acechante como una pantera.
-Es que acaso…¿no soy una niña mimada ahora? Seguramente sí, me conocería como al pero las personas cambian y ya no me considero…ninguna niña. Ya no somos unos niños, señor Cannif -sonrió por sus palabras, moviendo una vez más su copa, chocasen los hielos y se uniesen a la conversación -Yo tampoco lo recuerdo, supongo que no nos encontramos entonces pero sí estamos aquí ahora… -asintió, sí, eso creía… por supuesto lo creía y no iba a decir lo contrario.
-Pero mi padre ya no está…así que tendrá que conformarse conmigo -junto los labios, mordiéndose el labio inferior, una carta más sobre la mesa -¿Excitante? Curiosa palabra para definirme y eso que aún no me conoce lo suficiente… - risa suave, peligrosa pues él ni siquiera era consciente de en qué cueva se había metido -Se lo demostraré, téngalo por seguro. -sus orbes esmeralda, dibujaron su rostro, dedicando su tiempo. Una de sus manos, la alzó hasta su frente… dos de sus dedos se deslizaron por su sien, su mejilla hasta acariciar de forma fugaz sus labios.
-Intento recordarte pero no… mente en blanco -apartó su mano, volviendo a su copa y dejar escapar un suspiro, su espalda se acomodó en el sillón -O tendrá que demostrármelo usted… no sabe con quién se enfrenta. No está acostumbrado, ¿verdad? A tener dignos rivales…yo tampoco, por eso creo …que sigue pensando que soy como cualquier mujerzuela a la que está acostumbrado y…querido, no es así -sonrió ampliamente, volviendo a inclinarse a él jugueteando con su cabello rubio.
-Pórtese bien y que no tenga queja de ti, sé que sabes a qué me refiero… - se levantó en dirección a la chimenea, giró el rostro, mirándole desde su posición…volvía a recorrerle con la mirada - ¿Algo que más deba saber? Piense bien la respuesta no es cualquier pregunta
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Aquella mujer jugaba conmigo, era consciente desde el mimo instante en que la vi caminando hacia mi con sus orbes verde esmeralda, que ella y no otra se convertiría en mi perdición.
Que sus labios rojos tenían mas peligro que cualquier espada, y que cada una de sus palabras que como una caricia entraban con suavidad en mi cabeza eran armas de doble filo, dañinas, peligrosas, y mortales.
Su risa era incesante, provocadora, incendiaria y sus movimientos meditados, empujaban lentamente el alfil con sus dedos por le tablero de mi cuerpo.
Abrasaba mi piel cuando lentamente la recorrió, frente, sien, mejilla y labios donde lo deposito logrando un jaque perfecto.
Entreabrí los labios dejando que el aire saliera ronco por ellos mientras nuestros ojos se buscaban cargados de excitación.
Sonreí de medio lado recobrando la compostura cuando esta se recostó en el sillón dejando escapar un suspiro cargado de razón.
No me recordaba y por supuesto tampoco yo a ella, pero era cierto, allí estábamos los dos, adultos enfrentando nuestros orbes como un depredador.
Escuche sus palabras sin borrar aquella sonrisa altiva mientras mis labios sedientos se posaban en el vaso dándole un nuevo tiento.
-Señorita Cavey creo que ninguno de los dos claudicará, es por eso que vos pensáis de mi que soy un ingenuo y que os considero una mas. Y yo pienso de vos que seguís siendo esa niña malcriada de antaño, esa que no recuerdo, pero con la diferencia de que nates jugabais con muñecas y ahora lo hacéis con seres humanos.
No os olvidéis de estas palabras señorita Cavey, yo no soy uno mas, nunca seré un peón de vuestro tablero.
Ambos nos miramos desafiantes, ella hablaba de mi habilidad para conseguir que las mujerzuelas me abrieran las piernas y yo de la facilidad con la que controlaba a los hombres se metían entre las de ella.
Duelo de titanes en una sala y no en el campo de batalla, eso eramos ella y yo en ese momento en el que el mundo parecía detenerse en nuestra chanza.
Sus dedos juguetearon con su pelo, como si mis palabras lejos de afectarle le divirtieran ,como si aceptara el reto y ahora no solo quisiera practicar conmigo las artes de la guerra florete en mano, si no algo bien distinto.
Relamí mis labios cuando esta de nuevo se acercó a mi para susurrar unas palabras que poco o nada iban conmigo.
Fue entonces cuando se puso en pie, dejando de nuevo un molesto espacio entre nuestros cuerpos que se me antojaba demasiado frio.
-Siento comunicarle que portarme bien no es algo que entre en mi vocabulario y mira que lo han intentado.
Sonreí de medio lado poniéndome en pie tras ella acortando la distancia que nos separaba para ahora ser yo quien pegado a su espalda acariciara su oído con mi labios
-¿que es para vos portarme bien? -pregunté arrastrando todas y cada una de esas palabras.
Deslicé mi mano lentamente por su brazo hasta llegar a su mano para hacerme con esa copa que había visto tantas veces morir en sus labios.
Nuestros dedos se rozaron una milésima de segundo y de nuevo nuestras miradas se encontraron.
-Desayuno a las nueve -añadí con total indiferencia como respuesta a su última pregunta, esa que había dejado escapar de sus labios cargada de significado ,esa que me pedía que meditará bien y con la que yo acababa de mover mi caballo contra su oído empujándolo con mi aliento.
Que sus labios rojos tenían mas peligro que cualquier espada, y que cada una de sus palabras que como una caricia entraban con suavidad en mi cabeza eran armas de doble filo, dañinas, peligrosas, y mortales.
Su risa era incesante, provocadora, incendiaria y sus movimientos meditados, empujaban lentamente el alfil con sus dedos por le tablero de mi cuerpo.
Abrasaba mi piel cuando lentamente la recorrió, frente, sien, mejilla y labios donde lo deposito logrando un jaque perfecto.
Entreabrí los labios dejando que el aire saliera ronco por ellos mientras nuestros ojos se buscaban cargados de excitación.
Sonreí de medio lado recobrando la compostura cuando esta se recostó en el sillón dejando escapar un suspiro cargado de razón.
No me recordaba y por supuesto tampoco yo a ella, pero era cierto, allí estábamos los dos, adultos enfrentando nuestros orbes como un depredador.
Escuche sus palabras sin borrar aquella sonrisa altiva mientras mis labios sedientos se posaban en el vaso dándole un nuevo tiento.
-Señorita Cavey creo que ninguno de los dos claudicará, es por eso que vos pensáis de mi que soy un ingenuo y que os considero una mas. Y yo pienso de vos que seguís siendo esa niña malcriada de antaño, esa que no recuerdo, pero con la diferencia de que nates jugabais con muñecas y ahora lo hacéis con seres humanos.
No os olvidéis de estas palabras señorita Cavey, yo no soy uno mas, nunca seré un peón de vuestro tablero.
Ambos nos miramos desafiantes, ella hablaba de mi habilidad para conseguir que las mujerzuelas me abrieran las piernas y yo de la facilidad con la que controlaba a los hombres se metían entre las de ella.
Duelo de titanes en una sala y no en el campo de batalla, eso eramos ella y yo en ese momento en el que el mundo parecía detenerse en nuestra chanza.
Sus dedos juguetearon con su pelo, como si mis palabras lejos de afectarle le divirtieran ,como si aceptara el reto y ahora no solo quisiera practicar conmigo las artes de la guerra florete en mano, si no algo bien distinto.
Relamí mis labios cuando esta de nuevo se acercó a mi para susurrar unas palabras que poco o nada iban conmigo.
Fue entonces cuando se puso en pie, dejando de nuevo un molesto espacio entre nuestros cuerpos que se me antojaba demasiado frio.
-Siento comunicarle que portarme bien no es algo que entre en mi vocabulario y mira que lo han intentado.
Sonreí de medio lado poniéndome en pie tras ella acortando la distancia que nos separaba para ahora ser yo quien pegado a su espalda acariciara su oído con mi labios
-¿que es para vos portarme bien? -pregunté arrastrando todas y cada una de esas palabras.
Deslicé mi mano lentamente por su brazo hasta llegar a su mano para hacerme con esa copa que había visto tantas veces morir en sus labios.
Nuestros dedos se rozaron una milésima de segundo y de nuevo nuestras miradas se encontraron.
-Desayuno a las nueve -añadí con total indiferencia como respuesta a su última pregunta, esa que había dejado escapar de sus labios cargada de significado ,esa que me pedía que meditará bien y con la que yo acababa de mover mi caballo contra su oído empujándolo con mi aliento.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Ambas miradas, chocaban irremediablemente, fundiéndose en una. Su sonrisa, atrevida, provocadora persistía en sus labios carmesí al igual que sus orbes verdes clavadas en el que sería su huésped, durante un tiempo estimado. Iba a ser de lo más interesante su presencia en la casa, un aire diferente que quizás aquel lugar necesitase. Ambos en igualdad de condiciones, esperando a cual movimiento del otro y terminar por perderse en esa tensión que se creó desde el primer segundo. Un secreto a voces, voces silenciosas que los atraían al otro como dos imanes opuestos pero igual al mismo tiempo.
-Está tan seguro de ello que es imposible llevarle la contraria. No le tacho de ingenuo pues lo que acaba de decir tiene mucho más sentido que mi propia teoría. Las primeras impresiones… ¿es de primeras impresiones? Porque yo sí -su sonrisa se ensanchó un tanto, curiosas palabras. Y la curiosidad mató al gato, a ella misma por ello, entrecerró los ojos pasando la lengua por sus labios y atreviéndose a desafiarle, una vez más. -No tenemos porqué ser uno más en ningún tablero pero sí dos personas que saben perfectamente mover sus fichas, jugar a un juego que muy pocos… son capaces de seguir y no me equivoco. No quiero que sea un peón en mi tablero, señor Cannif, en todo caso alguien capaz de hacer el juego más interesante -le mostró la más provocadora de las sonrisas, cruzando las piernas.
Apreció la tensión en su cuerpo, su mirada, sus gestos y actitud. Lo mismo por su parte, no negaba que aquel joven se diferenciaba con creces de aquellos hombres que se habían atrevido acercarse a ella. No se achantaba, seguía allí…desafiante, aclamándola y ella se dejaba desear sin proponérselo. La naturalidad de sus gestos, gestos coquetos… y sensuales que junto con su belleza le ofrecía una imagen al joven diferente a todas esas jovencitas que frecuentaban las fiestas… ella no, no era. La fiereza con la que sus orbes esmeraldas se clavaron de él… cambiaba el juego, algo había dicho que le había gustado demasiado. Su cuerpo seguía frente a la ventana, su rostro, girado…mirándole solo a él como si no hubiese nada más en la habitación.
-Esperaba me contestase eso… señor Cannif y no me ha decepcionado. Portarse mal es un hecho, no espere que yo me porte bien, demasiado aburrido -entreabrió los labios al sentir el roce y buscó que éstos, al girarse, le imitase en el gesto. No le basó inclinarse a su oído, su brazo le atrapó hacia sí apoyando los labios en su oreja , sintiese cada palabra -Portarse bien…para mí es justo lo contrario, portarse mal…desafiarme. -se acercó a su cuerpo, dejando que ambos entrasen en contacto, los labios se deslizaron por la piel de su cuello. Risa que acarició el lugar al igual que lo hizo su lengua -Yo desayuno en la cama, todos los días, no me espere entonces -dejó presionar sus labios en su mejilla y esquivarle junto con una sonrisa.
-¿Qué espera, señor Cannif? No pretendo que sea la única ante sus ojos pero sí, no olvide que vive en mi casa… todo lo que haga y se involucre… me concierne pero no pensemos en eso ahora ¿se va a marchar? ¿Se queda? Iba a merendar… ¿me acompaña?-se dirigió a la puerta, de espaldas a él, como en la ventana, girando el rostro…volvía a tentar a la suerte.
-Está tan seguro de ello que es imposible llevarle la contraria. No le tacho de ingenuo pues lo que acaba de decir tiene mucho más sentido que mi propia teoría. Las primeras impresiones… ¿es de primeras impresiones? Porque yo sí -su sonrisa se ensanchó un tanto, curiosas palabras. Y la curiosidad mató al gato, a ella misma por ello, entrecerró los ojos pasando la lengua por sus labios y atreviéndose a desafiarle, una vez más. -No tenemos porqué ser uno más en ningún tablero pero sí dos personas que saben perfectamente mover sus fichas, jugar a un juego que muy pocos… son capaces de seguir y no me equivoco. No quiero que sea un peón en mi tablero, señor Cannif, en todo caso alguien capaz de hacer el juego más interesante -le mostró la más provocadora de las sonrisas, cruzando las piernas.
Apreció la tensión en su cuerpo, su mirada, sus gestos y actitud. Lo mismo por su parte, no negaba que aquel joven se diferenciaba con creces de aquellos hombres que se habían atrevido acercarse a ella. No se achantaba, seguía allí…desafiante, aclamándola y ella se dejaba desear sin proponérselo. La naturalidad de sus gestos, gestos coquetos… y sensuales que junto con su belleza le ofrecía una imagen al joven diferente a todas esas jovencitas que frecuentaban las fiestas… ella no, no era. La fiereza con la que sus orbes esmeraldas se clavaron de él… cambiaba el juego, algo había dicho que le había gustado demasiado. Su cuerpo seguía frente a la ventana, su rostro, girado…mirándole solo a él como si no hubiese nada más en la habitación.
-Esperaba me contestase eso… señor Cannif y no me ha decepcionado. Portarse mal es un hecho, no espere que yo me porte bien, demasiado aburrido -entreabrió los labios al sentir el roce y buscó que éstos, al girarse, le imitase en el gesto. No le basó inclinarse a su oído, su brazo le atrapó hacia sí apoyando los labios en su oreja , sintiese cada palabra -Portarse bien…para mí es justo lo contrario, portarse mal…desafiarme. -se acercó a su cuerpo, dejando que ambos entrasen en contacto, los labios se deslizaron por la piel de su cuello. Risa que acarició el lugar al igual que lo hizo su lengua -Yo desayuno en la cama, todos los días, no me espere entonces -dejó presionar sus labios en su mejilla y esquivarle junto con una sonrisa.
-¿Qué espera, señor Cannif? No pretendo que sea la única ante sus ojos pero sí, no olvide que vive en mi casa… todo lo que haga y se involucre… me concierne pero no pensemos en eso ahora ¿se va a marchar? ¿Se queda? Iba a merendar… ¿me acompaña?-se dirigió a la puerta, de espaldas a él, como en la ventana, girando el rostro…volvía a tentar a la suerte.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Su mordaz respuesta no se hizo esperar, desayunaba en la cama, invitación tacita a liberar esa tensión que ahora marcaba con ahincó mi entrepierna y que agradecí que la dama por ende no se hubiera dado cuenta.
Nuestros cuerpos se buscaban, era difícil mantener aquella distancia que me abrasaba, y cuando sus labios recorrieron entre risas mi cuello, los míos se entreabrieron girando mi rostro hacia el ajeno.
Nuestra nariz se acaricio dejando que el aliento de ambos nos embriagara. Allí frente a frente mirándonos en un baile que no cesaba, recorriendo nuestros rostros con los orbes oscurecidos por el mismo deseo que nos envolvía.
Por un momento, una milésima de segundo mi cordura me abandonó, mi deseo se apodero de cada resquicio de mi ser y mis labios sedientos del carmín de sus labios hicieron un gesto que fácilmente podía pasar desapercibido pero que por ende, se que no lo hizo, encaminándose hacia la que pronto se convertiría en mi perdición.
Aquella mujer templada sin duda por los dioses, era puro fuego, pero sabia bien como dejar la hoja de mi bastarda metida en el mismo hielo. ¿Acaso no se forjan así las espadas?
Relamí mis labios cuando la distancia impuesta por la dama crecía entre nosotros regalándome unas palabras no exentas de significado.
Quería como dueña y señora de la casa conocer todo lo que referente a mi sucedía, al menos todo aquello que de un modo u otro pudiera salpicar su buen apellido.
Sonreí de medio lado cuando restandole importancia se dio media vuelta, como si aquellas palabras que desafiantes habían surcado el viento no significaran nada.
Para mi por el contrario venían cargadas de significado, no le importaba entre cuantas piernas me paseara, a cuantas mujeres besara o si recorría todos los burdeles de París para contar mis gestas con la espada.
Ella solo quería de mi una cosa, quería saber que me traía a París, conocer los motivos por los que el rey del norte había enviado a su propio sobrino a buscar algo, algo que ella desconocía.
Algo que quizás le interesaría, y así empezaba su interés no por mi, si no por mi misión.
Su cadera hizo arder el resto de mi hombría mientras esta se alejaba de mi dándome la espalda con los movimientos mas ardientes que jamas contemple en mi vida.
Mis ojos la desnudaron, y creo que de espaldas era consciente de mis actos, pues se giró para enfrentar mi mirada y divertida por la trayectoria de mis ojos, invitarme a merendar como si fuera el mismo demonio.
Caminé hacia ella, con paso firme hasta impactar con su espalda, era consciente de que ella lo sabia y yo iba a reafirmar con echos cada una de sus suposiciones.
Mi cuerpo colisiono contra el suyo, y de mi boca escapo un jadeo dejando que mi virilidad impactara con brusquedad allí donde la espalda pierde su nombre.
-Creo que mejor iré a tomar un baño, me espera una noche...-hice una pausa dejando que mi aliento golpeara su nuca moviendo así con un aire tibio su dorado pelo -intensa.
Dejé que su olor me embriagara, llegando a mis sentidos en forma de lirios y violetas. Sin duda esa dama hubiera tenido que comandar ejércitos pues como estratega no tenia precio. Aquí estaba yo, un guerrero aguerrido pensando no en la misión que me traía a Paris si no en enfundar en su vaina mi espada, en tomar cada resquicio de ese cuerpo cincelado por los dioses y hacerlo solamente mio.
Abrí los ojos ante la profundidad de mis pensamientos, de ese “solamente” que me perturbo lo suficiente como para volver a la realidad, al mundo que frente a mis ojos colocaba de nuevo el tablero de ajedrez en nuestras manos y en ella como a mi contrincante mas certero y peligroso.
Sonrisa de medio lado dibujé en mis labios, mil escudos pertrechados, poniendo ahora yo, distancia entre dos cuerpos que parecían implorar ser tocados.
Nuestros cuerpos se buscaban, era difícil mantener aquella distancia que me abrasaba, y cuando sus labios recorrieron entre risas mi cuello, los míos se entreabrieron girando mi rostro hacia el ajeno.
Nuestra nariz se acaricio dejando que el aliento de ambos nos embriagara. Allí frente a frente mirándonos en un baile que no cesaba, recorriendo nuestros rostros con los orbes oscurecidos por el mismo deseo que nos envolvía.
Por un momento, una milésima de segundo mi cordura me abandonó, mi deseo se apodero de cada resquicio de mi ser y mis labios sedientos del carmín de sus labios hicieron un gesto que fácilmente podía pasar desapercibido pero que por ende, se que no lo hizo, encaminándose hacia la que pronto se convertiría en mi perdición.
Aquella mujer templada sin duda por los dioses, era puro fuego, pero sabia bien como dejar la hoja de mi bastarda metida en el mismo hielo. ¿Acaso no se forjan así las espadas?
Relamí mis labios cuando la distancia impuesta por la dama crecía entre nosotros regalándome unas palabras no exentas de significado.
Quería como dueña y señora de la casa conocer todo lo que referente a mi sucedía, al menos todo aquello que de un modo u otro pudiera salpicar su buen apellido.
Sonreí de medio lado cuando restandole importancia se dio media vuelta, como si aquellas palabras que desafiantes habían surcado el viento no significaran nada.
Para mi por el contrario venían cargadas de significado, no le importaba entre cuantas piernas me paseara, a cuantas mujeres besara o si recorría todos los burdeles de París para contar mis gestas con la espada.
Ella solo quería de mi una cosa, quería saber que me traía a París, conocer los motivos por los que el rey del norte había enviado a su propio sobrino a buscar algo, algo que ella desconocía.
Algo que quizás le interesaría, y así empezaba su interés no por mi, si no por mi misión.
Su cadera hizo arder el resto de mi hombría mientras esta se alejaba de mi dándome la espalda con los movimientos mas ardientes que jamas contemple en mi vida.
Mis ojos la desnudaron, y creo que de espaldas era consciente de mis actos, pues se giró para enfrentar mi mirada y divertida por la trayectoria de mis ojos, invitarme a merendar como si fuera el mismo demonio.
Caminé hacia ella, con paso firme hasta impactar con su espalda, era consciente de que ella lo sabia y yo iba a reafirmar con echos cada una de sus suposiciones.
Mi cuerpo colisiono contra el suyo, y de mi boca escapo un jadeo dejando que mi virilidad impactara con brusquedad allí donde la espalda pierde su nombre.
-Creo que mejor iré a tomar un baño, me espera una noche...-hice una pausa dejando que mi aliento golpeara su nuca moviendo así con un aire tibio su dorado pelo -intensa.
Dejé que su olor me embriagara, llegando a mis sentidos en forma de lirios y violetas. Sin duda esa dama hubiera tenido que comandar ejércitos pues como estratega no tenia precio. Aquí estaba yo, un guerrero aguerrido pensando no en la misión que me traía a Paris si no en enfundar en su vaina mi espada, en tomar cada resquicio de ese cuerpo cincelado por los dioses y hacerlo solamente mio.
Abrí los ojos ante la profundidad de mis pensamientos, de ese “solamente” que me perturbo lo suficiente como para volver a la realidad, al mundo que frente a mis ojos colocaba de nuevo el tablero de ajedrez en nuestras manos y en ella como a mi contrincante mas certero y peligroso.
Sonrisa de medio lado dibujé en mis labios, mil escudos pertrechados, poniendo ahora yo, distancia entre dos cuerpos que parecían implorar ser tocados.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
En todo momento, sentía aquellos orbes oscuros como la noche, clavados solo en ella. Con el único fin de no dejarla escapar. La buscaba en cada movimiento, cada mirada y sonrisa, el lenguaje de su cuerpo… el de ambos, parecían tener un lenguaje que solo ellos dos conocían. Las miradas chocaban irremediablemente y no solo eso, sus ojos como las mismas esmeraldas lo recorrían examinándole… detenidamente no perdía detalle y la verdad, le intrigaba a cada segundo que pasaba y eso quizás supondría un problema.
¿Por qué? le daba exactamente igual que se quedase en su casa, pero una cosa era ser inquilino y otra muy distinta inmiscuirse con él. Le dejó claro sus condiciones, ante todo no quería dar que hablar por las acciones de terceras personas, esperaba cumpliese solo ese requisito si no…tendría que tomar medidas y conociéndola…a saber cuáles serían. Lo que tuviese que hacer en Paris, no le importaba demasiado pero sí si eran asuntos turbios…ya tenía demasiados y era prudente como para tener que ir solucionando el de otros.
Sonrió satisfecha por su respuesta, si no le daba problemas todo estaría bien y… no solo eso. Una sonrisa aún más provocadora asomó en sus labios cuando en cuestión de segundos le notó cerca, más que en ninguna ocasión. Entreabrió los labios, examinando cada parte de su rostro, la reacción que inoportuna apenas dejaba pasar aire entre ambos cuerpos. Se mordió el labio inferior al nombrar el baño, asintiendo con la cabeza… el jadeo aún resonaba en su cabeza y su cuerpo, se acomodó a la silueta tras ella.
-Y a mí…no lo dudo, en absoluto… -no se llegó a girar del todo pero sí lo suficiente para tomarle de la nuca con una de sus finas manos y atraerle hacia sí, para hablarle aún más cerca - Espero lo pase bien y ya sabe, si vuelve antes le espero par desayunar -rió contra sus labios, delineando con dos de sus dedos su cuello y colocarle bien la ropa, tentaba a la suerte, como siempre… hasta que terminase quemándose - Buenas noches, señor Cannif -sus labios , una caricia sobre los ajenos, casi rozándolos en un beso inacabado…que no tuvo ni fin ni final.
Fue ella quien se apartó con una sonrisa seguida de un guiño de ojo por su parte. Los pasos, elegantes y decididos, se fueron alejando de aquella sala en donde habían estado y sí, aún podía sentir la presión del cuerpo ajeno como si ninguna otra cosa le hubiese llamado la atención. Y antes de alejarse, se detuvo un instante, alzando la mano… algo se le había olvidado.
-Ah… otra cosa. Si no viene a desayunar, le espero a la hora de la comida… qué menos que acompañar a la anfitriona, no me decepcione… haré preparar una comida especial y en donde… ya mis criados le llevaran al sitio elegido - sonrió , dedicándole una reverencia seguido de una sonrisa ,una de esas sonrisas que lo prometían todo.
¿Por qué? le daba exactamente igual que se quedase en su casa, pero una cosa era ser inquilino y otra muy distinta inmiscuirse con él. Le dejó claro sus condiciones, ante todo no quería dar que hablar por las acciones de terceras personas, esperaba cumpliese solo ese requisito si no…tendría que tomar medidas y conociéndola…a saber cuáles serían. Lo que tuviese que hacer en Paris, no le importaba demasiado pero sí si eran asuntos turbios…ya tenía demasiados y era prudente como para tener que ir solucionando el de otros.
Sonrió satisfecha por su respuesta, si no le daba problemas todo estaría bien y… no solo eso. Una sonrisa aún más provocadora asomó en sus labios cuando en cuestión de segundos le notó cerca, más que en ninguna ocasión. Entreabrió los labios, examinando cada parte de su rostro, la reacción que inoportuna apenas dejaba pasar aire entre ambos cuerpos. Se mordió el labio inferior al nombrar el baño, asintiendo con la cabeza… el jadeo aún resonaba en su cabeza y su cuerpo, se acomodó a la silueta tras ella.
-Y a mí…no lo dudo, en absoluto… -no se llegó a girar del todo pero sí lo suficiente para tomarle de la nuca con una de sus finas manos y atraerle hacia sí, para hablarle aún más cerca - Espero lo pase bien y ya sabe, si vuelve antes le espero par desayunar -rió contra sus labios, delineando con dos de sus dedos su cuello y colocarle bien la ropa, tentaba a la suerte, como siempre… hasta que terminase quemándose - Buenas noches, señor Cannif -sus labios , una caricia sobre los ajenos, casi rozándolos en un beso inacabado…que no tuvo ni fin ni final.
Fue ella quien se apartó con una sonrisa seguida de un guiño de ojo por su parte. Los pasos, elegantes y decididos, se fueron alejando de aquella sala en donde habían estado y sí, aún podía sentir la presión del cuerpo ajeno como si ninguna otra cosa le hubiese llamado la atención. Y antes de alejarse, se detuvo un instante, alzando la mano… algo se le había olvidado.
-Ah… otra cosa. Si no viene a desayunar, le espero a la hora de la comida… qué menos que acompañar a la anfitriona, no me decepcione… haré preparar una comida especial y en donde… ya mis criados le llevaran al sitio elegido - sonrió , dedicándole una reverencia seguido de una sonrisa ,una de esas sonrisas que lo prometían todo.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Aun podía sentir su olor a lirios y violetas, ese que impregnaba su piel y que pronto se había convertido en una droga mas dura que el beleño negro para mi.
Excitado en demasía, aun con mi miembro duro pugnando por salir de mis pantalones la vi alejarse, sus palabras aun volaban lentamente hacia mi posición, invitándome a un desayuno que sin duda hubiera aceptado, de no ser porque sabia que eso me hubiera proclamado el perdedor de aquel duelo de egos entre los dos.
Seguí sus movimientos desnudandola con la mirada mientras en mis labios se dibujaba una media sonrisa al ver como detenía sus pasos en medio de la marcha.
Juro que una parte de mi deseaba que retomara el camino de vuelta, sentir de nuevo como nuestros cuerpos se rozaban, colisionar de forma ruda alzándola por las nalgas, empotrarla contra esa pared blanca que parecía pedir a gritos amortiguar nuestras ganas, sentir su aliento retando a mi boca a ser tomada y que por primera nuestros sexos se encontraran, entrando hasta lo mas hondo, para hacerla jadear mi nombre hasta que ese fuera el único que escapara de sus rojos labios cada amanecer y cada ocaso.
Mas la imaginación es traicionera y nada de eso sucedió, se limito a invitarme a comer, bueno, mas que una invitación, fue una petición que no podía rechazar si no quería humilla a mi anfitrión.
Mantuve mi sonrisa de medio lado hundiendo mis ojos y no mis ganas en sus orbes esmeralda, un instante basto para ver como se giraba sin darme mas reseñas que la de buscar a su servicio para decirme donde se produciría la ubicación de esa comida que daría en mi honor.
Algo me decía que de nuevo mi imaginación sobrevolaba una idea de lo que deseaba sucediera en esa comida y de lo que por ende la bella dama me prepararía.
Fuí guiado por una doncella hasta la sobria habitación que ocuparía durante mi estancia en la mansión de la señorita Cavey. Todo estaba dispuesto para mi llegada, una cámara presidida por una cama de matrimonio con sendas mesas de madera noble a los costados.
Un sillón de un cuerpo en tonos estampados color vino a juego con las sencillas cortinas de seda virgen que caían recogidas sobre un visillo crema.
Al otro lado de la pared donde reposaba el cabezal de forja negra de la cama, un pequeño escritorio, con lo necesario para poder redactar mis misivas.
Una puerta adicional llevaba a un baño con una gran tina de porcelana, cubierta por una seda blanca y varias jarras de metal con agua caliente en ellas para templar con el agua que ya sobre la porcelanosa superficie residía.
Tome aquel baño que bien pudo si no lograr hacerme olvidar aquellos orbes esmeralda que aun podía sentir clavados, si calmar mi sed y proporcionarme placentero desahogo con mis manos.
Listo para empezar la noche, traté de centrarme en aquello que importaba, la misión que me había traído a París, y no en los líos de piernas y faldas donde me quería hundir. Así que partí rumbo a aquella taberna de mala muerte donde la noche anterior había echo el mayor descubrimiento de mi vida.
Ese que convertía la superstición en una ciencia cierta y las leyendas en mi prioritario modo de vida.
Partí así, con mi negra montura golpeando el empedrado suelo con su agitado galope.
Espectro que cruzaba París con una leyenda sobre su lomo.
Mi regreso no fue tan épico, aunque no exento de nuevos descubrimientos que me orillaban cada vez mas a mi meta, la búsqueda de aquel arma mitológica que alzada por las manas de un guerrero seria el arma definitiva.
Tambaleándome completamente borracho y entre risas ebrias traté de en relativo silencio acertar la llave en su agujero.
Cerradura que parecía jugar conmigo como la misma señora de la casa. Esa que deseaba encontrarme, aunque duda que en este estado lograra controlarme demasiado de hacerlo.
Sonreí triunfal al acertar con la dichosa llave, a no espera, que me había abierto una doncella.
Me eche a reír de nuevo tratando de recuperar la compostura frente a ella.
Podía sentir los ojos de esa joven recorriendo mi cuerpo, claro que no se si cargada de deseo o por el aspecto desaliñado que ahora, tras una noche en la taberna me acompañaba.
La saludé entre risas adentrándome en el interior, mientras esta sonreía a mi paso tomando sus mejillas un ligero rubor, vale, era deseo y no lo anterior.
Excitado en demasía, aun con mi miembro duro pugnando por salir de mis pantalones la vi alejarse, sus palabras aun volaban lentamente hacia mi posición, invitándome a un desayuno que sin duda hubiera aceptado, de no ser porque sabia que eso me hubiera proclamado el perdedor de aquel duelo de egos entre los dos.
Seguí sus movimientos desnudandola con la mirada mientras en mis labios se dibujaba una media sonrisa al ver como detenía sus pasos en medio de la marcha.
Juro que una parte de mi deseaba que retomara el camino de vuelta, sentir de nuevo como nuestros cuerpos se rozaban, colisionar de forma ruda alzándola por las nalgas, empotrarla contra esa pared blanca que parecía pedir a gritos amortiguar nuestras ganas, sentir su aliento retando a mi boca a ser tomada y que por primera nuestros sexos se encontraran, entrando hasta lo mas hondo, para hacerla jadear mi nombre hasta que ese fuera el único que escapara de sus rojos labios cada amanecer y cada ocaso.
Mas la imaginación es traicionera y nada de eso sucedió, se limito a invitarme a comer, bueno, mas que una invitación, fue una petición que no podía rechazar si no quería humilla a mi anfitrión.
Mantuve mi sonrisa de medio lado hundiendo mis ojos y no mis ganas en sus orbes esmeralda, un instante basto para ver como se giraba sin darme mas reseñas que la de buscar a su servicio para decirme donde se produciría la ubicación de esa comida que daría en mi honor.
Algo me decía que de nuevo mi imaginación sobrevolaba una idea de lo que deseaba sucediera en esa comida y de lo que por ende la bella dama me prepararía.
Fuí guiado por una doncella hasta la sobria habitación que ocuparía durante mi estancia en la mansión de la señorita Cavey. Todo estaba dispuesto para mi llegada, una cámara presidida por una cama de matrimonio con sendas mesas de madera noble a los costados.
Un sillón de un cuerpo en tonos estampados color vino a juego con las sencillas cortinas de seda virgen que caían recogidas sobre un visillo crema.
Al otro lado de la pared donde reposaba el cabezal de forja negra de la cama, un pequeño escritorio, con lo necesario para poder redactar mis misivas.
Una puerta adicional llevaba a un baño con una gran tina de porcelana, cubierta por una seda blanca y varias jarras de metal con agua caliente en ellas para templar con el agua que ya sobre la porcelanosa superficie residía.
Tome aquel baño que bien pudo si no lograr hacerme olvidar aquellos orbes esmeralda que aun podía sentir clavados, si calmar mi sed y proporcionarme placentero desahogo con mis manos.
Listo para empezar la noche, traté de centrarme en aquello que importaba, la misión que me había traído a París, y no en los líos de piernas y faldas donde me quería hundir. Así que partí rumbo a aquella taberna de mala muerte donde la noche anterior había echo el mayor descubrimiento de mi vida.
Ese que convertía la superstición en una ciencia cierta y las leyendas en mi prioritario modo de vida.
Partí así, con mi negra montura golpeando el empedrado suelo con su agitado galope.
Espectro que cruzaba París con una leyenda sobre su lomo.
Mi regreso no fue tan épico, aunque no exento de nuevos descubrimientos que me orillaban cada vez mas a mi meta, la búsqueda de aquel arma mitológica que alzada por las manas de un guerrero seria el arma definitiva.
Tambaleándome completamente borracho y entre risas ebrias traté de en relativo silencio acertar la llave en su agujero.
Cerradura que parecía jugar conmigo como la misma señora de la casa. Esa que deseaba encontrarme, aunque duda que en este estado lograra controlarme demasiado de hacerlo.
Sonreí triunfal al acertar con la dichosa llave, a no espera, que me había abierto una doncella.
Me eche a reír de nuevo tratando de recuperar la compostura frente a ella.
Podía sentir los ojos de esa joven recorriendo mi cuerpo, claro que no se si cargada de deseo o por el aspecto desaliñado que ahora, tras una noche en la taberna me acompañaba.
La saludé entre risas adentrándome en el interior, mientras esta sonreía a mi paso tomando sus mejillas un ligero rubor, vale, era deseo y no lo anterior.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Curiosa velada de presentación y bienvenida, aunque no durara demasiado. ¿Quizás por la tensión en el ambiente? El olor a whisky, mezclado con las ramas fundiéndose en la chimenea, lirios y violetas; y él a naturaleza salvaje, intensa. Sonrió por sus pensamientos, aquellas orbes penetrantes como la misma noche la habían acorralado a pesar de estar separados al mismo tiempo que sintió como la desnudó…despacio y sin prisa, imaginándose seguramente lo que hubiese ocurrido y no fue.
Durante aquella noche, se había reunido con ciertas personas importantes. Una cosa llevó a la otra y terminaron bebiendo, bailando y conversando hasta el amanecer. Una especie de fiesta privada en la que asistieron sus más allegados amigos. Muchas a asistir como esas, se divirtió tanto que aún conservaba la sonrisa de satisfacción. El tabaco, la humedad… le llevaron a terminar tomando un baño cuando apenas había salido el sol. ¿Cuánto tiempo llevaba sumergida en las aguas? No recordaba, solo cuando el agua casi hirviendo le devoró la piel ansiando de ella… relajándola y dejar que se perdiese… liberando tensiones, volviendo a recuperar aquella esencia tan característica en ella, de violetas.
Tan relajada que se quedó dormida, durante unos minutos. La escandalera en la puerta principal la despertó de golpe, ¿qué diablos ocurría ahora? se secó ligeramente, envolviéndose en su bata de satén, roja como la sangre. Apenas unos pasos tras la puerta de su dormitorio, le avisaron del causante de su desvelo. Él. Enarcó una ceja al verle tambalearse, acercándose aprisa para que no terminase dándose un golpe en la cabeza.
-Bonito espectáculo… veo que no te han dado demasiado bien de beber cuando no has caído aún fulminado -le tomó de uno de sus brazos con firmeza pero con esa elegancia y seguridad en la rubia. Le miró fijamente, oliendo por encima aquella mezcla de alcohol y demás cosas…-Necesitas un buen baño… así que no me repliques y… camina, no pienso arrastrarte -murmuró en tono divertido, volviendo ambos pasos hacia la habitación de ella.
La bañera aún disponía del agua caliente y en su estado… hacerlo solo terminaría siendo peligroso. La doncella que vigiló los pasos del recién llegado, negó con la cabeza murmurando vete a saber qué, cosa que a Valeria le dio simplemente…igual. Siseó para que no se le ocurriese moverse del sitio una vez dentro y… lo bordeó para quedar ante él. Sus orbes esmeralda se clavaron en su mirada perdida con una sonrisa, mantenía cierta distancia… la suficiente para comenzar a quitarle la ropa.
-No te emociones… necesitas esto y lo sabes. -con suma destreza, le quitó la parte de arriba, sin apartar su mirada de sus ojos, no se aprovechaba de la situación y eso quizás podía resultar de lo más curioso. Dejó que la prenda superior cayese por su propio peso, tocaba la inferior y antes de ayudarle a quitarse lo que quedaba, sus dedos delinearon su cintura -Creo que hasta aquí puedes tú solo -sonrió de lo más divertida, desabrochándole el primer botón y apartarse. Girándose en sus pasos y aprovechar para recorrerlo con la mirada de forma muy poco disimulada.
-Y no hagas ninguna tontería, voy a ayudarte a bañarte...así que puedes meterte en el agua... solo será esta vez, no te acostumbres -giró el rostro, aquellas orbes verdes volvían a enfrentarle.
Durante aquella noche, se había reunido con ciertas personas importantes. Una cosa llevó a la otra y terminaron bebiendo, bailando y conversando hasta el amanecer. Una especie de fiesta privada en la que asistieron sus más allegados amigos. Muchas a asistir como esas, se divirtió tanto que aún conservaba la sonrisa de satisfacción. El tabaco, la humedad… le llevaron a terminar tomando un baño cuando apenas había salido el sol. ¿Cuánto tiempo llevaba sumergida en las aguas? No recordaba, solo cuando el agua casi hirviendo le devoró la piel ansiando de ella… relajándola y dejar que se perdiese… liberando tensiones, volviendo a recuperar aquella esencia tan característica en ella, de violetas.
Tan relajada que se quedó dormida, durante unos minutos. La escandalera en la puerta principal la despertó de golpe, ¿qué diablos ocurría ahora? se secó ligeramente, envolviéndose en su bata de satén, roja como la sangre. Apenas unos pasos tras la puerta de su dormitorio, le avisaron del causante de su desvelo. Él. Enarcó una ceja al verle tambalearse, acercándose aprisa para que no terminase dándose un golpe en la cabeza.
-Bonito espectáculo… veo que no te han dado demasiado bien de beber cuando no has caído aún fulminado -le tomó de uno de sus brazos con firmeza pero con esa elegancia y seguridad en la rubia. Le miró fijamente, oliendo por encima aquella mezcla de alcohol y demás cosas…-Necesitas un buen baño… así que no me repliques y… camina, no pienso arrastrarte -murmuró en tono divertido, volviendo ambos pasos hacia la habitación de ella.
La bañera aún disponía del agua caliente y en su estado… hacerlo solo terminaría siendo peligroso. La doncella que vigiló los pasos del recién llegado, negó con la cabeza murmurando vete a saber qué, cosa que a Valeria le dio simplemente…igual. Siseó para que no se le ocurriese moverse del sitio una vez dentro y… lo bordeó para quedar ante él. Sus orbes esmeralda se clavaron en su mirada perdida con una sonrisa, mantenía cierta distancia… la suficiente para comenzar a quitarle la ropa.
-No te emociones… necesitas esto y lo sabes. -con suma destreza, le quitó la parte de arriba, sin apartar su mirada de sus ojos, no se aprovechaba de la situación y eso quizás podía resultar de lo más curioso. Dejó que la prenda superior cayese por su propio peso, tocaba la inferior y antes de ayudarle a quitarse lo que quedaba, sus dedos delinearon su cintura -Creo que hasta aquí puedes tú solo -sonrió de lo más divertida, desabrochándole el primer botón y apartarse. Girándose en sus pasos y aprovechar para recorrerlo con la mirada de forma muy poco disimulada.
-Y no hagas ninguna tontería, voy a ayudarte a bañarte...así que puedes meterte en el agua... solo será esta vez, no te acostumbres -giró el rostro, aquellas orbes verdes volvían a enfrentarle.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Frente a frente con la joven doncella de la señorita Cave, esa que parecía mas que tentada a acompañarme a la habitación para alzarse la falda como cualquier fulana, oí los raudos pasos de la señora de la casa.
Sonreí de medio lado para girar con cierta torpeza mi cuerpo enfrentando así sus orbes verde esmeralda.
La dama lejos de montarme una escena parecia ligeramente divertida del estado de embriaguez que traía. Ni corta, ni perezosa paso sus hombros por debajo de mi brazo para ayudarme a mantenerme en pie y avanzar bien no sabia hacia donde, aunque si era con ella, solo había un destino, su cuerpo contra el mio.
Escuché sus palabras de fondo, básicamente porque mis ojos estaban centrados en otra cosa, en esa bata color fuego que cubría una piel de porcelana, esa que entreabierta dejaba poco o nada a mi imaginación que en estos momentos no tenia ninguna autocontrol.
Con la cabeza ligeramente inclinada hacia su cuerpo para no perder detalle de esos pechos que acariciaban con cada movimiento la seda roja sentí como nuestras respiraciones se entremezclaban, tentación suficiente para alzar la mirada encontrándome con la de la dama.
Nuestros ojos se encontraron en una danza en la que incapaces de permanecer solo hundidos en los del otro bajaban hasta nuestros labios entreabiertos por las ganas, para poco después volver a alzarse orgullosos.
-¿un baño? -susurré enarcando una ceja divertido. Mis palabras se arrastraban contra el carmín de su boca que apenas rozaba movido por el incesante andar de la dama -creía que me iba a invitar a desayunar en su lecho -añadí entre risas ebrias rozando mi nariz con la suya con cada movimiento.
Llevé mi dedo al inicio de ese camisón, entreabriendolo ligeramente para tener una mejor perspectiva.
-Señorita Cavey debería recibirme así mas a menudo -dije con la lengua mas que suelta por el alcohol.
Sus pezones duros se marcaban a través de esa prenda algo que logro hacerme sonreír a sabiendas de que esta vez no era yo el único que mostraba como mi cuerpo cedía frente al suyo.
No se bien como entramos en lo que imaginaba era su habitación, podría decir que me intereso su decoración, peor no, mis ojos seguían anclados en ese cuerpo que me embriagaba mas que el mismo whisky que había tomado, mas que el beleño negro o que el opio, su cuerpo se estaba convirtiendo en una droga para mi, una necesaria para vivir.
La dama se deshizo del agarre, bordeando mi cuerpo hasta quedar frente a mi. Hundí mis ojos brillantes y húmedos de nuevo en los suyos mientras sus manos ávidas desabrochaban mi camisa.
-Si llego a saber que a esto lo llamas desayunar, creo que hubiera aceptado ayer su invitación a merendar -bromeé estallando de la risa al tiempo que ella deslizaba por mis hombros mi camisa.
Su piel contra la mía ardía, jamas había sentido esa sensación ,esa en la que mi piel se erizaba contra la yema de sus dedos mientras la recorría para simplemente dejar caer la camisa contra el suelo de aquella habitación en penumbra donde el tiempo se había parado y solo estábamos ella y yo.
-Si lo necesito, pero no un baño, te necesito contra mi cuerpo -añadí sin cortarme un pelo, sin juegos, ahora la verdad de la boca de un borracho en esa cámara se hacia eco.
Pero me ignoró manteniendo su posición mientras sus dedos parecían divertidos en comprobar como mi piel reaccionaba frente a su contacto, como se erguía ganadora de esta batalla mas no de la guerra.
Desabrochó el botón de mi pantalón añadiendo con sorna que el resto lo hiciera yo. Mas creo que no paso desapercibido el duro bulto de mi entrepierna para ninguno de los dos. De seguido puso distancia entre nuestros cuerpos, dejándome con las ganas de todo lo que me negaba.
Sus ojos por un instante recorrieron las innumerables cicatrices que surcaban mi torso, mi gesto se tenso al ver como esto no pasaba desapercibido frente a sus ojos, por suerte intuía que no habría preguntas al respecto, así que de nuevo mi sonrisa arrogante choco contra sus orbes esmeralda.
Desde lejos volvió a enfrentarme, sus palabras hablaban de que me portara bien, pero sus ojos suplicaban que hiciera todo lo contrario, así que simplemente hice lo de siempre...lo que me vino en gana.
Y antes de que su boca terminara la frase, su cuerpo colisionó contra la pared empujado por el mio, mientras mis manos buscaban sustento contra es e tabique que esperaba pronto fuera testigo de nuestros gemidos.
Jadeo gutural contra su boca dejando escapar el aire ronco contra los húmedos labios de la dama.
Nuestros rostros de nuevo enfrentados, su olor a lirios y violetas me estaba volviendo completamente loco.
Mis labios golpearon,como el agua embravecida del mar a las rocas, su boca, saqueandola con mi lengua necesitado.
Atravesando de forma ruda sus labios para adentrarme en ella.
Recorriendo cada resquicio de su interior en una batalla a muerte en la que me proclamaría fiel perdedor.
Los tomé entre jadeos una y otra vez, llevando una de mis manos a su nuca para hacer el beso mas intenso, para saborear con el su esencia de mujer, esa que me regalaba cada vez que nuestras lenguas se mezclaban ardientes como el fuego.
-jeg vil ha deg -susurré contra su boca solo tomándome una ligera tregua antes de reclamarla de nuevo -Jeg skal ta deg her og nå -gruñí contra su boca.
Sonreí de medio lado para girar con cierta torpeza mi cuerpo enfrentando así sus orbes verde esmeralda.
La dama lejos de montarme una escena parecia ligeramente divertida del estado de embriaguez que traía. Ni corta, ni perezosa paso sus hombros por debajo de mi brazo para ayudarme a mantenerme en pie y avanzar bien no sabia hacia donde, aunque si era con ella, solo había un destino, su cuerpo contra el mio.
Escuché sus palabras de fondo, básicamente porque mis ojos estaban centrados en otra cosa, en esa bata color fuego que cubría una piel de porcelana, esa que entreabierta dejaba poco o nada a mi imaginación que en estos momentos no tenia ninguna autocontrol.
Con la cabeza ligeramente inclinada hacia su cuerpo para no perder detalle de esos pechos que acariciaban con cada movimiento la seda roja sentí como nuestras respiraciones se entremezclaban, tentación suficiente para alzar la mirada encontrándome con la de la dama.
Nuestros ojos se encontraron en una danza en la que incapaces de permanecer solo hundidos en los del otro bajaban hasta nuestros labios entreabiertos por las ganas, para poco después volver a alzarse orgullosos.
-¿un baño? -susurré enarcando una ceja divertido. Mis palabras se arrastraban contra el carmín de su boca que apenas rozaba movido por el incesante andar de la dama -creía que me iba a invitar a desayunar en su lecho -añadí entre risas ebrias rozando mi nariz con la suya con cada movimiento.
Llevé mi dedo al inicio de ese camisón, entreabriendolo ligeramente para tener una mejor perspectiva.
-Señorita Cavey debería recibirme así mas a menudo -dije con la lengua mas que suelta por el alcohol.
Sus pezones duros se marcaban a través de esa prenda algo que logro hacerme sonreír a sabiendas de que esta vez no era yo el único que mostraba como mi cuerpo cedía frente al suyo.
No se bien como entramos en lo que imaginaba era su habitación, podría decir que me intereso su decoración, peor no, mis ojos seguían anclados en ese cuerpo que me embriagaba mas que el mismo whisky que había tomado, mas que el beleño negro o que el opio, su cuerpo se estaba convirtiendo en una droga para mi, una necesaria para vivir.
La dama se deshizo del agarre, bordeando mi cuerpo hasta quedar frente a mi. Hundí mis ojos brillantes y húmedos de nuevo en los suyos mientras sus manos ávidas desabrochaban mi camisa.
-Si llego a saber que a esto lo llamas desayunar, creo que hubiera aceptado ayer su invitación a merendar -bromeé estallando de la risa al tiempo que ella deslizaba por mis hombros mi camisa.
Su piel contra la mía ardía, jamas había sentido esa sensación ,esa en la que mi piel se erizaba contra la yema de sus dedos mientras la recorría para simplemente dejar caer la camisa contra el suelo de aquella habitación en penumbra donde el tiempo se había parado y solo estábamos ella y yo.
-Si lo necesito, pero no un baño, te necesito contra mi cuerpo -añadí sin cortarme un pelo, sin juegos, ahora la verdad de la boca de un borracho en esa cámara se hacia eco.
Pero me ignoró manteniendo su posición mientras sus dedos parecían divertidos en comprobar como mi piel reaccionaba frente a su contacto, como se erguía ganadora de esta batalla mas no de la guerra.
Desabrochó el botón de mi pantalón añadiendo con sorna que el resto lo hiciera yo. Mas creo que no paso desapercibido el duro bulto de mi entrepierna para ninguno de los dos. De seguido puso distancia entre nuestros cuerpos, dejándome con las ganas de todo lo que me negaba.
Sus ojos por un instante recorrieron las innumerables cicatrices que surcaban mi torso, mi gesto se tenso al ver como esto no pasaba desapercibido frente a sus ojos, por suerte intuía que no habría preguntas al respecto, así que de nuevo mi sonrisa arrogante choco contra sus orbes esmeralda.
Desde lejos volvió a enfrentarme, sus palabras hablaban de que me portara bien, pero sus ojos suplicaban que hiciera todo lo contrario, así que simplemente hice lo de siempre...lo que me vino en gana.
Y antes de que su boca terminara la frase, su cuerpo colisionó contra la pared empujado por el mio, mientras mis manos buscaban sustento contra es e tabique que esperaba pronto fuera testigo de nuestros gemidos.
Jadeo gutural contra su boca dejando escapar el aire ronco contra los húmedos labios de la dama.
Nuestros rostros de nuevo enfrentados, su olor a lirios y violetas me estaba volviendo completamente loco.
Mis labios golpearon,como el agua embravecida del mar a las rocas, su boca, saqueandola con mi lengua necesitado.
Atravesando de forma ruda sus labios para adentrarme en ella.
Recorriendo cada resquicio de su interior en una batalla a muerte en la que me proclamaría fiel perdedor.
Los tomé entre jadeos una y otra vez, llevando una de mis manos a su nuca para hacer el beso mas intenso, para saborear con el su esencia de mujer, esa que me regalaba cada vez que nuestras lenguas se mezclaban ardientes como el fuego.
-jeg vil ha deg -susurré contra su boca solo tomándome una ligera tregua antes de reclamarla de nuevo -Jeg skal ta deg her og nå -gruñí contra su boca.
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
De todas las maneras posibles, no imaginó que ella misma le recibiese esa mañana. No pasó desapercibido aquella mirada oscura y peligrosa como la noche recorrerla. Le había pillado en pleno baño y su preocupación de que ocurriese algo le llevó a cubrir su cuerpo con lo primero que tuvo a mano. Sonrió siseando en el momento que su dedo jugaba con su escote, el alcohol y el deseo contenido no eran buenos compañeros , menos en estos momentos.
No era ningún misterio y secreto que él la desease. En aquel encuentro de bienvenida se había creado un tensión entre ambos tan fuerte como el deseo de ambos. No solo estaba borracho, la buscaba irremediablemente incluso más que ebrio y ella, intentaba por todos los medios calmar aquel estado, pensase con más claridad. Necesitaba un buen café, y un buen baño de agua fría, con suerte el agua de la bañera, se había atemperado para ejercer su trabajo …eso si él le dejaba. Se imaginó cual pudo haber sido su noche, beber hasta perder la noción, la vista…y terminar por volver a donde había comenzado todo.
Se unió a su risa, sin apartar la mirada de la ajena, perdiéndose en aquellos pensamientos que silenciosos, le hablaban a gritos de sus intenciones. Sabía que quizás, fue un error el haberlo invitado a estar allí. Nadie solía pisar su dormitorio, excepto una persona, claro que el caso…era muy diferente. Sonrió de medio lado cuando confirmó que la necesitaba, no dijo nada al respecto aunque tampoco hizo falta, hablaban en silencio, con miradas y gestos que ambos sabían perfectamente adivinar a la perfección. Y así fue, como sin esperarlo y sí al mismo tiempo, su cuerpo fue apresado por el ajeno, fuerte, cálido y desesperado.
Ojos esmeralda que lo observaron fijamente, mientras su boca era apresada, jugando a un juego prohibido… incontrolable. Sus finas manos, lo tomaron del rostro, sus labios devolvieron cada beso y entre aquellas palabras que no conocía significado, mordió el labio inferior y superior con detenimiento, hasta que una risa se le escapó de los labios. Una mano seguía tomando su mejilla y la otra.. se deslizó por su torso desnudo, de algún modo le estaba calmando… la impaciencia no era una buena virtud y borracho, no , no deseaba que pasase así… en su estado de embriaguez.
-Hoör. -murmuró contra sus labios, lamiendo éstos para que la mirase a los ojos , captase su atención -Estás borracho y no vas a acordarte de nada… así que, vas a darte el baño y a desayunar conmigo en la cama…ese café. -la mano se deslizó por su vientre hasta bordear su cintura y dejarla allí para ejercer presión y caminar con él alejándose de la pared -Sé que no quieres nada más que hacerme tuya pero todo a su tiempo, correr hace que tropecemos y yo ahora mismo quiero que tropieces en mi bañera, así que quítate la ropa , quiero que te des un baño… no es muy agradable que huelas a taberna, tabaco, whisky y otros olores raros… -apoyó ambas manos finalmente en su pecho y bordeó la bañera, esperando a que le hiciese caso, pero conociéndole lo dudaba.
-Aún puedo tomarme sola el café así que, o te bañas o te obligo… y no, no suena tan excitante como tu cabeza cree, cuando te des el baño todo lo verás de otra manera -sonrió de aquel modo que podía significar todo, deslizando uno de sus dedos por el borde de la bañera, avisándole de que era mejor que le hiciese caso [/color]- ella misma había ordenado que le trajesen el desayuno así que no tardarían en traerlo. Como no iba a hacerle caso, le encaró, siendo ella quien se deshiciese de su ropa y la bajase, no le importó tenerle desnudo, sus orbes esmeralda seguían fijas en las ajenas -Métete en la bañera, no hagas que me enfade-eso sí que lo decía muy en serio.
No era ningún misterio y secreto que él la desease. En aquel encuentro de bienvenida se había creado un tensión entre ambos tan fuerte como el deseo de ambos. No solo estaba borracho, la buscaba irremediablemente incluso más que ebrio y ella, intentaba por todos los medios calmar aquel estado, pensase con más claridad. Necesitaba un buen café, y un buen baño de agua fría, con suerte el agua de la bañera, se había atemperado para ejercer su trabajo …eso si él le dejaba. Se imaginó cual pudo haber sido su noche, beber hasta perder la noción, la vista…y terminar por volver a donde había comenzado todo.
Se unió a su risa, sin apartar la mirada de la ajena, perdiéndose en aquellos pensamientos que silenciosos, le hablaban a gritos de sus intenciones. Sabía que quizás, fue un error el haberlo invitado a estar allí. Nadie solía pisar su dormitorio, excepto una persona, claro que el caso…era muy diferente. Sonrió de medio lado cuando confirmó que la necesitaba, no dijo nada al respecto aunque tampoco hizo falta, hablaban en silencio, con miradas y gestos que ambos sabían perfectamente adivinar a la perfección. Y así fue, como sin esperarlo y sí al mismo tiempo, su cuerpo fue apresado por el ajeno, fuerte, cálido y desesperado.
Ojos esmeralda que lo observaron fijamente, mientras su boca era apresada, jugando a un juego prohibido… incontrolable. Sus finas manos, lo tomaron del rostro, sus labios devolvieron cada beso y entre aquellas palabras que no conocía significado, mordió el labio inferior y superior con detenimiento, hasta que una risa se le escapó de los labios. Una mano seguía tomando su mejilla y la otra.. se deslizó por su torso desnudo, de algún modo le estaba calmando… la impaciencia no era una buena virtud y borracho, no , no deseaba que pasase así… en su estado de embriaguez.
-Hoör. -murmuró contra sus labios, lamiendo éstos para que la mirase a los ojos , captase su atención -Estás borracho y no vas a acordarte de nada… así que, vas a darte el baño y a desayunar conmigo en la cama…ese café. -la mano se deslizó por su vientre hasta bordear su cintura y dejarla allí para ejercer presión y caminar con él alejándose de la pared -Sé que no quieres nada más que hacerme tuya pero todo a su tiempo, correr hace que tropecemos y yo ahora mismo quiero que tropieces en mi bañera, así que quítate la ropa , quiero que te des un baño… no es muy agradable que huelas a taberna, tabaco, whisky y otros olores raros… -apoyó ambas manos finalmente en su pecho y bordeó la bañera, esperando a que le hiciese caso, pero conociéndole lo dudaba.
-Aún puedo tomarme sola el café así que, o te bañas o te obligo… y no, no suena tan excitante como tu cabeza cree, cuando te des el baño todo lo verás de otra manera -sonrió de aquel modo que podía significar todo, deslizando uno de sus dedos por el borde de la bañera, avisándole de que era mejor que le hiciese caso [/color]- ella misma había ordenado que le trajesen el desayuno así que no tardarían en traerlo. Como no iba a hacerle caso, le encaró, siendo ella quien se deshiciese de su ropa y la bajase, no le importó tenerle desnudo, sus orbes esmeralda seguían fijas en las ajenas -Métete en la bañera, no hagas que me enfade-eso sí que lo decía muy en serio.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Jadeos, eso era todo lo que inundaba aquella habitación mientras nuestros cuerpos se buscaban desesperados.
Llevaba toda la noche pensando en ella, en sus ojos esmeraldas y en esas palabras que me invitaban a un desayuno en la cama.
-Valeria -Gruñí cuando me mordió completamente excitado.
Valeria ese nombre que no hubiera usado de estar sobrio, esa mujer que reinaba en el infierno, era mi delirante condena, mi perdición y yo lo sabia tan bien como ella
Mi virilidad pugnaba por salir contra su vientre cuando sus manos se posaron en mi rostro para atraerme, beso cada vez mas profundo, dientes que marcaban nuestros labios casi haciéndolos sangrar por la pasión desatada entre uno y otro, esa que se había originado durante nuestro primer encuentro y ahora, necesitaba ser aplacada, silenciada.
Pero de nuevo la distancia se interpuso a mi falta de cordura, quizás porque estaba tan borracho que no quería jugar, solo tomarla.
Su mano se colocó en mi pecho para hacer correr el aire entre nosotros, cordura que ella encontraba y que por ende a mi me faltaba.
Gruñí de rabia cuando escuche mi nombre escapar de sus labios, labios que eran mi sustento, labios que necesitaba como nunca antes había necesitado nada.
Tensé el gesto escuchando sus palabras mientras ella como a un siervo me guiaba hacia el baño dispuesta a que obedeciera su mandato.
Quizás una parte de mi, una pequeña parte admitía que yo tampoco quería que fuera así como sucediese ese primer encuentro, que ella no era ni de lejos una mas, si no la mujer que copaba mis pensamientos desde el inicio del día y algo me decía que seguiría haciéndolo hasta que viera la traición reflejada en sus ojos.
El alcohol no había aplacado mi sed, porque mi sed era de su piel, del olor a lirios y a violentas y quizás por eso rechace a la mujer que me hubiera puesto fácil lo que ahora quería y no tenia.
La otra parte de mi no entendía porque con otros si y conmigo no, que había hecho yo mal para merecer su castigo o indiferencia. Ella, una mujer que parecía jugar con todos, sin pudores a experimentar lo prohibido para una mujer de su clase, parecía por ende estar decidida a que yo no era suficiente.
Así llegue hasta el baño, de nuevo sus juegos alrededor de esa bañera que acariciaba con mas fervor de lo que había echo con mi cuerpo.
Sonreí de medio lado cuando volvió frente a mi, para despacio quitarme los pantalones y hacerlos a un lado.
De nuevo nuestros ojos se encontraron, salvajes, ella desafiante me ordenaba tomar ese baño que me ayudaría a ver todo, no se bien de que modo y yo la miraba enfadado porque la necesitaba y no la tenia, enfadado conmigo por ser tan estúpido, por dejarme llevar por un sentimiento en el que no creía.
Ordenes, eso que nunca supe aceptar, esas que tantas veces me habían dado mis superiores, templanza eso de lo que carecía e impulsividad, lo que me sobraba.
Volví a hundir mis ojos en su boca, ansioso por que el resultado fuera otro, porque el baño fuera para ambos y para que en el interior de esa bañera con olor a lirios y a violetas hiciéramos el amor hasta que el sol saliera.
Sol que deseaba que se escondiera para alargar mas la noche con ella.
Pero eso no paso, y frente a mi pertreche los escudos por muy borracho que estuviera, así cogí mis pantalones y tras una ultima mirada a esos orbes, salí del baño tambaleándome.
No necesitaba un baño, no quería un café si no a ella y como eso no lo tendría prefería ir a dormir la mona a mi cama donde las tentaciones no mantendrían mi miembro en pie de guerra como estaba en este preciso momento.
Salí por la puerta de su habitación completamente desnudo, ropa en mano hasta chocar casi de frente con la doncella que ahora parecía no ruborizada si no lo siguiente.
Sonreí completamente ebrio haciéndome a un lado hasta golpear mi espalda contra la pared, riéndome de la pobre muchacha que no sabia donde meterse.
Para de seguido continuar mi tambaleante camino hacia mi cuarto, ese que no recordaba muy bien donde estaba. la verdad, la borrachera no ayudaba a ubicarme en esa casa de inmensas puertas.
Llevaba toda la noche pensando en ella, en sus ojos esmeraldas y en esas palabras que me invitaban a un desayuno en la cama.
-Valeria -Gruñí cuando me mordió completamente excitado.
Valeria ese nombre que no hubiera usado de estar sobrio, esa mujer que reinaba en el infierno, era mi delirante condena, mi perdición y yo lo sabia tan bien como ella
Mi virilidad pugnaba por salir contra su vientre cuando sus manos se posaron en mi rostro para atraerme, beso cada vez mas profundo, dientes que marcaban nuestros labios casi haciéndolos sangrar por la pasión desatada entre uno y otro, esa que se había originado durante nuestro primer encuentro y ahora, necesitaba ser aplacada, silenciada.
Pero de nuevo la distancia se interpuso a mi falta de cordura, quizás porque estaba tan borracho que no quería jugar, solo tomarla.
Su mano se colocó en mi pecho para hacer correr el aire entre nosotros, cordura que ella encontraba y que por ende a mi me faltaba.
Gruñí de rabia cuando escuche mi nombre escapar de sus labios, labios que eran mi sustento, labios que necesitaba como nunca antes había necesitado nada.
Tensé el gesto escuchando sus palabras mientras ella como a un siervo me guiaba hacia el baño dispuesta a que obedeciera su mandato.
Quizás una parte de mi, una pequeña parte admitía que yo tampoco quería que fuera así como sucediese ese primer encuentro, que ella no era ni de lejos una mas, si no la mujer que copaba mis pensamientos desde el inicio del día y algo me decía que seguiría haciéndolo hasta que viera la traición reflejada en sus ojos.
El alcohol no había aplacado mi sed, porque mi sed era de su piel, del olor a lirios y a violentas y quizás por eso rechace a la mujer que me hubiera puesto fácil lo que ahora quería y no tenia.
La otra parte de mi no entendía porque con otros si y conmigo no, que había hecho yo mal para merecer su castigo o indiferencia. Ella, una mujer que parecía jugar con todos, sin pudores a experimentar lo prohibido para una mujer de su clase, parecía por ende estar decidida a que yo no era suficiente.
Así llegue hasta el baño, de nuevo sus juegos alrededor de esa bañera que acariciaba con mas fervor de lo que había echo con mi cuerpo.
Sonreí de medio lado cuando volvió frente a mi, para despacio quitarme los pantalones y hacerlos a un lado.
De nuevo nuestros ojos se encontraron, salvajes, ella desafiante me ordenaba tomar ese baño que me ayudaría a ver todo, no se bien de que modo y yo la miraba enfadado porque la necesitaba y no la tenia, enfadado conmigo por ser tan estúpido, por dejarme llevar por un sentimiento en el que no creía.
Ordenes, eso que nunca supe aceptar, esas que tantas veces me habían dado mis superiores, templanza eso de lo que carecía e impulsividad, lo que me sobraba.
Volví a hundir mis ojos en su boca, ansioso por que el resultado fuera otro, porque el baño fuera para ambos y para que en el interior de esa bañera con olor a lirios y a violetas hiciéramos el amor hasta que el sol saliera.
Sol que deseaba que se escondiera para alargar mas la noche con ella.
Pero eso no paso, y frente a mi pertreche los escudos por muy borracho que estuviera, así cogí mis pantalones y tras una ultima mirada a esos orbes, salí del baño tambaleándome.
No necesitaba un baño, no quería un café si no a ella y como eso no lo tendría prefería ir a dormir la mona a mi cama donde las tentaciones no mantendrían mi miembro en pie de guerra como estaba en este preciso momento.
Salí por la puerta de su habitación completamente desnudo, ropa en mano hasta chocar casi de frente con la doncella que ahora parecía no ruborizada si no lo siguiente.
Sonreí completamente ebrio haciéndome a un lado hasta golpear mi espalda contra la pared, riéndome de la pobre muchacha que no sabia donde meterse.
Para de seguido continuar mi tambaleante camino hacia mi cuarto, ese que no recordaba muy bien donde estaba. la verdad, la borrachera no ayudaba a ubicarme en esa casa de inmensas puertas.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
¿Qué sintió realmente cuando le oyó pronunciar su nombre con tal desesperación? Solo ella lo sabía y jamás, lo diría en voz alta. La necesidad era mutua, esos besos y mordiscos que sin duda daban un juego incesante…buscando más. Y sus cuerpos, no dejaban de encontrarse, buscándose irremediablemente intentando encajar de una vez por todas. Lo deseaba, era un hecho irrefutable. Sus besos iban intensificándose, como un volcán a punto de estallar. Sentía la presión de su cuerpo, la necesidad y las ganas de que ambos cuerpos se encontrasen, acabar con aquella tensión creada desde el primer segundo.
Verle ebrio, sediento de su boca, su cuerpo. Como si tan solo quisiese tal cosa, no importarle otra cosa que hacerla suya como fuese. No le juzgaba, muchos hombres la deseaban y la habían buscado del mismo modo que él lo estaba haciendo. Y aún así, pudo haberse aprovechado y no lo hizo. ¿Por qué? podía hacer lo que desease con él, cualquier cosa y tenerlo a su merced. Quizás…¿no lo hizo porque no lo consideraba como una de las pieza de su ajedrez? Y esos pensamientos, le llevaron a apartarlo…dejándole con las mismas ganas o más.
Chasqueó la lengua al comprobar que sus pasos no se dirigían a otro sitio que la puerta y sus orbes esmeralda, se clavaron en él confusos. ¿Por qué se marchaba? Casi va tras él, hizo el ademán, teniendo que apoyarse en el borde de la bañera. Su gesto cambió a uno más serio, replicándose ella misma por dentro que no debió estar tan cerca, quizás…haber acabado con aquel juego estúpido de miradas, roces y besos. Si pasase una vez, todo se acabaría ¿entonces por qué no lo hacía de una maldita vez?
Imitó el gesto de mirar sus labios, entreabriendo los propios sin emitir ni una palabra. Demasiado orgullosa para pedirle una vez más que se quedase. ¿Su reacción? De pura confusión y nerviosismo, se echó a reír como si fuese un juego y él lo interpretase como tal. Era mejor que se fuese, sí. Habían compartido demasiados momentos y era hora de cortar por lo sano. Así que giró el rostro, quitándose el batín de satén y dirigirse a la cama. No solía llevar nada nunca cuando dormía.
Resopló, enfadada consigo misma, estaba tan furiosa que era incapaz de dormir… maldito hombre estúpido, ¿por qué tuvo que llegar y comportarse de aquella manera? Su cuerpo vibraba recordando el acercamiento en el que habría ocurrido todo y nada al mismo tiempo. Debía tener cuidado porque quizás el juego se estaba volviendo en su contra, un juego peligroso en el que ambos creyeron ser los vencedores pero realmente ¿Alguno llegó a serlo?
No era ningún secreto que hacía lo que deseaba y con quién quería. Y entonces si era así ¿por qué no? Porque creyó que alguien como él la miraría de otra forma, no solo como un desahogo para un simple rato. Se equivocó cuando aquellas orbes oscuras parecían desnudarla y ser para él… todo y nada.
Verle ebrio, sediento de su boca, su cuerpo. Como si tan solo quisiese tal cosa, no importarle otra cosa que hacerla suya como fuese. No le juzgaba, muchos hombres la deseaban y la habían buscado del mismo modo que él lo estaba haciendo. Y aún así, pudo haberse aprovechado y no lo hizo. ¿Por qué? podía hacer lo que desease con él, cualquier cosa y tenerlo a su merced. Quizás…¿no lo hizo porque no lo consideraba como una de las pieza de su ajedrez? Y esos pensamientos, le llevaron a apartarlo…dejándole con las mismas ganas o más.
Chasqueó la lengua al comprobar que sus pasos no se dirigían a otro sitio que la puerta y sus orbes esmeralda, se clavaron en él confusos. ¿Por qué se marchaba? Casi va tras él, hizo el ademán, teniendo que apoyarse en el borde de la bañera. Su gesto cambió a uno más serio, replicándose ella misma por dentro que no debió estar tan cerca, quizás…haber acabado con aquel juego estúpido de miradas, roces y besos. Si pasase una vez, todo se acabaría ¿entonces por qué no lo hacía de una maldita vez?
Imitó el gesto de mirar sus labios, entreabriendo los propios sin emitir ni una palabra. Demasiado orgullosa para pedirle una vez más que se quedase. ¿Su reacción? De pura confusión y nerviosismo, se echó a reír como si fuese un juego y él lo interpretase como tal. Era mejor que se fuese, sí. Habían compartido demasiados momentos y era hora de cortar por lo sano. Así que giró el rostro, quitándose el batín de satén y dirigirse a la cama. No solía llevar nada nunca cuando dormía.
Resopló, enfadada consigo misma, estaba tan furiosa que era incapaz de dormir… maldito hombre estúpido, ¿por qué tuvo que llegar y comportarse de aquella manera? Su cuerpo vibraba recordando el acercamiento en el que habría ocurrido todo y nada al mismo tiempo. Debía tener cuidado porque quizás el juego se estaba volviendo en su contra, un juego peligroso en el que ambos creyeron ser los vencedores pero realmente ¿Alguno llegó a serlo?
No era ningún secreto que hacía lo que deseaba y con quién quería. Y entonces si era así ¿por qué no? Porque creyó que alguien como él la miraría de otra forma, no solo como un desahogo para un simple rato. Se equivocó cuando aquellas orbes oscuras parecían desnudarla y ser para él… todo y nada.
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Abrí los ojos cuando los haces de luz golpearon con intensidad mis parpados atravesando el postigo del ventanal de aquella sobria habitación.
No recordaba excesivamente bien como había llegado a ella, mas si el juego de egos que la señorita Cavey y yo habíamos mantenido durante la noche, ese en el que di a entender mas de lo que quería y del que como respuesta obtuve su indiferencia acompañada de esa risa burlona que la caracterizaba.
Ella se alzaba como justa ganadora de la afrenta y a mi me situaba como el perdedor de la justa, me odie a mi mismo y a ese sentimiento que se aferraba a mi pecho y que por mas que luchaba por sacar parecía decidido a instalarse allí para complicarme la existencia.
Asumido el papel, llevé mis manos a las sientes aun con los ojos cerrados, el dolor de cabeza me mataba, aunque el orgullo perdido sin duda era mucho peor.
Tras dar un par de vueltas en la cama tratando de olvidar esos orbes esmeralda y como no, el olor de esa mujer que junto al de taberna parecía haberse pegado a fuego contra mi piel, decidí alzarme y tomar un baño en la tina.
No tarde en vestirme, recolocar la espada bastarda a mis espaldas, ajustando la correa en mi pecho y de ataviar el resto de mi cuerpo con las dagas que necesitaba.
Aquella mañana había decidido entrenar en el patio de armas, al menos hasta que fuera la hora de comer, pues según la señorita Cavey, hubiera sido una afrenta no aceptar esa invitación que presta me hizo saber.
Volvía a empezar el juego de ajedrez sobre ese tablero que en forma de mujer me estaba complicando las cosas mas de la cuneta.
Tomé el copioso desayuno que las doncellas me prepararon ,unas muchachas muy amables a las que invité a compartirlo conmigo, me gustaba hablar mientras comía, y aquella enorme mesa, se me antojaba excesivamente grande para mi solo.
Me costó convencerlas, la verdad, al parecer la señorita Cavey las tenia bien adiestradas, pero mi encanto fue suficiente como para que pronto los tres compartimiento risas, haciendo de ese desayuno un momento agradable del día.
Con el estomago lleno y con mucho mejor humor baje al patio de armas, intuía que el demonio de labios carmesí aun dormía, pues bien sabia que esa mujer desayunaba en la cama y que ni se molestaría en buscarme, no al menos si no era para burlarse de mi inoportuna visita a sus aposentos, esa que me dejo muerto de ganas de ella y demasiado expuesto.
Saludé al mozo de las cuadras cuando entré a por mi montura, al parecer estaba tratando de apilar heno para poder arreglar las cuadras de la señorita Cavey, así que decidí echarle una mano mientras mi caballo quedaba liberado paseando a mi alrededor.
Entre los dos no tardamos demasiado en apilar lo necesario para que el muchacho no tuviera que volver ha hacerlo en una semana u dos.
Así que tras recibir su agradecimiento decidí emprender mi marcha hacia el patio de armas.
Fue ahí cuando el muchacho me comento que estaba solo pues el resto de mozos y domadores trataban de domar a una yegua que la señorita Cavey, muy aficionada a los pura sangre había pedido que capturaran para ella.
Al parecer el animal estaba dando mas problemas de los esperados y la paciencia de la dama se agotaba demasiado rápido.
Sonreí de medio lado consciente de que posiblemente así seria, que aquella impulsiva mujer que lo quería todo ya, menos a mi, no aguantaría mucho sin poder doblegar a aquel animal que había adquirido, así que decidí dejar el entrenamiento y seguido de mi corcel me acerque al lugar que me indico el muchacho.
Me acerque a el vallado de madera, donde los jaleos de los hombres resultaban ensordecedores, no tarde en vislumbrar a una yegua de largas crines blancas a juego con su precioso pelaje albino y esos ojos aterrados, indómitos y pardos con los que admiraba desafiante a todos aquello humos.
Uno tras otro iban pasando, tratando de agotarla, de quebrar su férrea voluntad, y todos y cada uno, fueron cayendo al suelo pisoteados, malheridos y mas de uno ensangrentado.
No pude evitar sonreír de medio lado mirando a aquel salvaje animal.
-¿puedo probar? -pregunté finalmente.
Podía notar como los hombres muchos de ellos el doble de grandes que yo sonreían, supongo que como todos subestimandome en alguna medida.
Ser el sobrino del rey me convertir en un señor, uno de esos que no lucha, no caza, no mata y no monta mas que por diversión.
Los hombres hablaban entre si haciendo comentarios con sorna por lo bajo, algo que la verdad me resultaba muy divertido, el respeto se gana y no esperaba que me lo regalaran esos hombres que no me conocían de nada.
Afloje la correa de mi bastarda y la dejé caer sobre la hierba húmeda antes de adentrarme al interior de ese vallado con sendas manos en alto.
La yegua me miro pateando la arena, mientras yo me acercaba y ella emprendía la carrera para de un golpe seco en el pecho tirarme al suelo.
-Tengo resaca, ten mas cuidado -bromeé hundiendo mis ojos en los de ese animal salvaje.
Sonreí divertido poniéndome en pie de nuevo para seguir mi camino en su dirección, hasta que por fin la alcance mirándonos frente a frente.
-Creo pequeña que te sobran muchas cosas -susurré llevando muy despacio la mano a las cuerdas que sujetaban su cuello, el bocado que incomodaba su hocico y las riendas que yo no sabia usar.
Dejé caer todo a un lado frente al silencio que ahora se hizo en aquellos hombres que me miraban incrédulos, creo que pensando que estaba completamente loco.
Podía ver como se removían, como sus ojos ahora me miraban asustados
-la silla -susurre acariciando lentamente su cuello hasta alcanzar su lomo, para aflojar las correas. -Esto te molesta a ti y a mi, así que, fuera.
Con la silla en la mano me acerqué a uno de los hombre y se la deje en las manos.
-Gracias pero esto no sera necesario -apunté al dársela.
-Señor si se hace daño la señorita Cavey nos matará. -Dijo con el rostro desencajado
Casi me muero de la risa frente a tal afirmación ,aquella mujer parecía ser temida por propios y extraños, sin duda su nombre resonaba con fuerza en la casta parisiense, mas también lo hacia entre los empleados de su hacienda.
No recordaba excesivamente bien como había llegado a ella, mas si el juego de egos que la señorita Cavey y yo habíamos mantenido durante la noche, ese en el que di a entender mas de lo que quería y del que como respuesta obtuve su indiferencia acompañada de esa risa burlona que la caracterizaba.
Ella se alzaba como justa ganadora de la afrenta y a mi me situaba como el perdedor de la justa, me odie a mi mismo y a ese sentimiento que se aferraba a mi pecho y que por mas que luchaba por sacar parecía decidido a instalarse allí para complicarme la existencia.
Asumido el papel, llevé mis manos a las sientes aun con los ojos cerrados, el dolor de cabeza me mataba, aunque el orgullo perdido sin duda era mucho peor.
Tras dar un par de vueltas en la cama tratando de olvidar esos orbes esmeralda y como no, el olor de esa mujer que junto al de taberna parecía haberse pegado a fuego contra mi piel, decidí alzarme y tomar un baño en la tina.
No tarde en vestirme, recolocar la espada bastarda a mis espaldas, ajustando la correa en mi pecho y de ataviar el resto de mi cuerpo con las dagas que necesitaba.
Aquella mañana había decidido entrenar en el patio de armas, al menos hasta que fuera la hora de comer, pues según la señorita Cavey, hubiera sido una afrenta no aceptar esa invitación que presta me hizo saber.
Volvía a empezar el juego de ajedrez sobre ese tablero que en forma de mujer me estaba complicando las cosas mas de la cuneta.
Tomé el copioso desayuno que las doncellas me prepararon ,unas muchachas muy amables a las que invité a compartirlo conmigo, me gustaba hablar mientras comía, y aquella enorme mesa, se me antojaba excesivamente grande para mi solo.
Me costó convencerlas, la verdad, al parecer la señorita Cavey las tenia bien adiestradas, pero mi encanto fue suficiente como para que pronto los tres compartimiento risas, haciendo de ese desayuno un momento agradable del día.
Con el estomago lleno y con mucho mejor humor baje al patio de armas, intuía que el demonio de labios carmesí aun dormía, pues bien sabia que esa mujer desayunaba en la cama y que ni se molestaría en buscarme, no al menos si no era para burlarse de mi inoportuna visita a sus aposentos, esa que me dejo muerto de ganas de ella y demasiado expuesto.
Saludé al mozo de las cuadras cuando entré a por mi montura, al parecer estaba tratando de apilar heno para poder arreglar las cuadras de la señorita Cavey, así que decidí echarle una mano mientras mi caballo quedaba liberado paseando a mi alrededor.
Entre los dos no tardamos demasiado en apilar lo necesario para que el muchacho no tuviera que volver ha hacerlo en una semana u dos.
Así que tras recibir su agradecimiento decidí emprender mi marcha hacia el patio de armas.
Fue ahí cuando el muchacho me comento que estaba solo pues el resto de mozos y domadores trataban de domar a una yegua que la señorita Cavey, muy aficionada a los pura sangre había pedido que capturaran para ella.
Al parecer el animal estaba dando mas problemas de los esperados y la paciencia de la dama se agotaba demasiado rápido.
Sonreí de medio lado consciente de que posiblemente así seria, que aquella impulsiva mujer que lo quería todo ya, menos a mi, no aguantaría mucho sin poder doblegar a aquel animal que había adquirido, así que decidí dejar el entrenamiento y seguido de mi corcel me acerque al lugar que me indico el muchacho.
Me acerque a el vallado de madera, donde los jaleos de los hombres resultaban ensordecedores, no tarde en vislumbrar a una yegua de largas crines blancas a juego con su precioso pelaje albino y esos ojos aterrados, indómitos y pardos con los que admiraba desafiante a todos aquello humos.
Uno tras otro iban pasando, tratando de agotarla, de quebrar su férrea voluntad, y todos y cada uno, fueron cayendo al suelo pisoteados, malheridos y mas de uno ensangrentado.
No pude evitar sonreír de medio lado mirando a aquel salvaje animal.
-¿puedo probar? -pregunté finalmente.
Podía notar como los hombres muchos de ellos el doble de grandes que yo sonreían, supongo que como todos subestimandome en alguna medida.
Ser el sobrino del rey me convertir en un señor, uno de esos que no lucha, no caza, no mata y no monta mas que por diversión.
Los hombres hablaban entre si haciendo comentarios con sorna por lo bajo, algo que la verdad me resultaba muy divertido, el respeto se gana y no esperaba que me lo regalaran esos hombres que no me conocían de nada.
Afloje la correa de mi bastarda y la dejé caer sobre la hierba húmeda antes de adentrarme al interior de ese vallado con sendas manos en alto.
La yegua me miro pateando la arena, mientras yo me acercaba y ella emprendía la carrera para de un golpe seco en el pecho tirarme al suelo.
-Tengo resaca, ten mas cuidado -bromeé hundiendo mis ojos en los de ese animal salvaje.
Sonreí divertido poniéndome en pie de nuevo para seguir mi camino en su dirección, hasta que por fin la alcance mirándonos frente a frente.
-Creo pequeña que te sobran muchas cosas -susurré llevando muy despacio la mano a las cuerdas que sujetaban su cuello, el bocado que incomodaba su hocico y las riendas que yo no sabia usar.
Dejé caer todo a un lado frente al silencio que ahora se hizo en aquellos hombres que me miraban incrédulos, creo que pensando que estaba completamente loco.
Podía ver como se removían, como sus ojos ahora me miraban asustados
-la silla -susurre acariciando lentamente su cuello hasta alcanzar su lomo, para aflojar las correas. -Esto te molesta a ti y a mi, así que, fuera.
Con la silla en la mano me acerqué a uno de los hombre y se la deje en las manos.
-Gracias pero esto no sera necesario -apunté al dársela.
-Señor si se hace daño la señorita Cavey nos matará. -Dijo con el rostro desencajado
Casi me muero de la risa frente a tal afirmación ,aquella mujer parecía ser temida por propios y extraños, sin duda su nombre resonaba con fuerza en la casta parisiense, mas también lo hacia entre los empleados de su hacienda.
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
El sueño no llegó hasta que los rayos del sol iluminasen la habitación. Hacía demasiado tiempo que nada le quitaba el sueño. Solo podía imaginar la manera en la que aquel joven susurraba su nombre con aquel deseo enfermizo que les quemó la piel. Aquellas palabras que prometían todo y nada, podían haber terminado con aquella tensión pero ella misma, finalizó con que no deseaba tenerle borracho ¿Acaso le importó que otros sí lo estuvieran? No sería la primera vez pero en este caso, no deseó que aquel primer encuentro terminase de aquel modo… para que al día siguiente no se acordase ¿pero por qué? si justo deseaba eso de los hombres, si luego los veía en cualquier lugar, no se acordaba ni de tan siquiera su nombre.
Pero él, quizás no era como esos hombres, o mejor… ella no quería verle como tal. ¿Él qué iba a entender? Seguramente, terminaría siendo una de sus conquistas, no había deseado otra cosa desde que entró por las puertas de su casa. Pudo ver el deseo desde el primer segundo, algo que nunca le había ocurrido con alguien. La observaba como si fuese un ser único y especial que solo con estar cerca ya era más que dichoso. Así creía que la veía pero sus pensamientos a la realidad seguramente eran muy diferentes. Solo querría apagar aquel maldito fuego que se había propagado entre ambos y lo sabía, incapaz de admitir que ese hombre era “diferente” ante sus orbes esmeraldas.
Jamás la llamaban por su nombre y la forma en la que lo hizo, impactando contra su boca al igual que esas palabras desconocidas que aún eran una incógnita para ella. Palabras que la despertaron, de golpe, en un sobresalto. Ya era mediodía, se notaba por la intensidad de los rayos de luz. Se levantó de no muy buen humor, el incidente de anoche… le desquició. ¿Cómo se atrevió a marcharse sin más? quería tenerlo en su cama, desayunar con él y despertarlo de la única manera que ella conocía, no sin antes le susurrase las mismas palabras desconocidas… junto con el significado.
Quería montar o intentarlo, esa maldita corcel blanca, tan rebelde como ella…le traía de cabeza. Ni los mejores domadores, nada, nadie se atrevía a acercarse a aquel alma rebelde, solo ella y no salía bien parada. Necesitaba montar y despejarse, olvidarse del incidente una maldita vez. Desde la ventana, se asomó para ver si su corcel estaba lista. Y allí estaba, brincando y relinchando como si no hubiese mañana, le recordó demasiado a sí misma…más cuando una silueta que conocía a la perfección se acercó al animal. ¿Qué diablos estaba haciendo? Como tuviese un accidente, sería la responsable y esos idiotas no le habían vetado el paso.
Bajó las escaleras como un huracán, dispuesta a castigar no solo a los mozos, también al señor Cannif por su imprudencia. No hicieron falta palabras, todos los presentes se apartaron para que ella se acercase a ambos que ignoraban su presencia. Carraspeó, lo que hizo callar la voz de aquel mozo… era mejor no enfadarla aún más de lo que etaba.
-¿Le he pedido acaso que dome mi corcel? Va a hacerse daño -el corcel, mucho más tranquilo, se dejó hacer… movimientos lentos, palabras con un tono más bajo -Señor Cannif tengo que hablar con usted. -esperó a que le siguiese, desde su posición podía ver al corcel realizar sus ejercicios matinales aunque aún le costaba hacerse domar -¿Y si le pasa algo? Sería la responsable. No quiero que lo haga más ¿me ha entendido? Estoy cansada de que se pase mis órdenes por donde le da la gana -se acercó a él con paso acelerado, quedando a escasos centímetros de su rostro. Esas orbes seguían fijas en él con el mismo interrogante -¿Qué significa?...- no le importó , siguió acercándose hasta casi poder rozarle los labios…volvía esa tensión pero esta vez no se apartó - jeg vil ha deg…..Jeg skal ta deg her og nå. Algo así… qué es y no me mientas. Lo sabré por cómo me miras -sus ojos delinearon cada parte de su rostro, cerca…aún más cerca de lo que estuvieron anoche - Te invité al maldito desayuno, pero decidiste evadir mi invitación -estaba enfadada pero con ese brillo en los ojos…ese que jamás perdía.
Pero él, quizás no era como esos hombres, o mejor… ella no quería verle como tal. ¿Él qué iba a entender? Seguramente, terminaría siendo una de sus conquistas, no había deseado otra cosa desde que entró por las puertas de su casa. Pudo ver el deseo desde el primer segundo, algo que nunca le había ocurrido con alguien. La observaba como si fuese un ser único y especial que solo con estar cerca ya era más que dichoso. Así creía que la veía pero sus pensamientos a la realidad seguramente eran muy diferentes. Solo querría apagar aquel maldito fuego que se había propagado entre ambos y lo sabía, incapaz de admitir que ese hombre era “diferente” ante sus orbes esmeraldas.
Jamás la llamaban por su nombre y la forma en la que lo hizo, impactando contra su boca al igual que esas palabras desconocidas que aún eran una incógnita para ella. Palabras que la despertaron, de golpe, en un sobresalto. Ya era mediodía, se notaba por la intensidad de los rayos de luz. Se levantó de no muy buen humor, el incidente de anoche… le desquició. ¿Cómo se atrevió a marcharse sin más? quería tenerlo en su cama, desayunar con él y despertarlo de la única manera que ella conocía, no sin antes le susurrase las mismas palabras desconocidas… junto con el significado.
Quería montar o intentarlo, esa maldita corcel blanca, tan rebelde como ella…le traía de cabeza. Ni los mejores domadores, nada, nadie se atrevía a acercarse a aquel alma rebelde, solo ella y no salía bien parada. Necesitaba montar y despejarse, olvidarse del incidente una maldita vez. Desde la ventana, se asomó para ver si su corcel estaba lista. Y allí estaba, brincando y relinchando como si no hubiese mañana, le recordó demasiado a sí misma…más cuando una silueta que conocía a la perfección se acercó al animal. ¿Qué diablos estaba haciendo? Como tuviese un accidente, sería la responsable y esos idiotas no le habían vetado el paso.
Bajó las escaleras como un huracán, dispuesta a castigar no solo a los mozos, también al señor Cannif por su imprudencia. No hicieron falta palabras, todos los presentes se apartaron para que ella se acercase a ambos que ignoraban su presencia. Carraspeó, lo que hizo callar la voz de aquel mozo… era mejor no enfadarla aún más de lo que etaba.
-¿Le he pedido acaso que dome mi corcel? Va a hacerse daño -el corcel, mucho más tranquilo, se dejó hacer… movimientos lentos, palabras con un tono más bajo -Señor Cannif tengo que hablar con usted. -esperó a que le siguiese, desde su posición podía ver al corcel realizar sus ejercicios matinales aunque aún le costaba hacerse domar -¿Y si le pasa algo? Sería la responsable. No quiero que lo haga más ¿me ha entendido? Estoy cansada de que se pase mis órdenes por donde le da la gana -se acercó a él con paso acelerado, quedando a escasos centímetros de su rostro. Esas orbes seguían fijas en él con el mismo interrogante -¿Qué significa?...- no le importó , siguió acercándose hasta casi poder rozarle los labios…volvía esa tensión pero esta vez no se apartó - jeg vil ha deg…..Jeg skal ta deg her og nå. Algo así… qué es y no me mientas. Lo sabré por cómo me miras -sus ojos delinearon cada parte de su rostro, cerca…aún más cerca de lo que estuvieron anoche - Te invité al maldito desayuno, pero decidiste evadir mi invitación -estaba enfadada pero con ese brillo en los ojos…ese que jamás perdía.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Mientras acariciaba aquel corcel que no parecía dispuesto a ponerme las cosas fáciles, algo en común con su preciosa dueña, oí como a mis espaldas se hacia el silencio. Ni un solo jaleo de aquellos mozo escapaba al viento, ahora parecían haber recibido justa sepultura en un momento.
Sonreí de medio lado consciente aun sin mirarla de quien era, ella, esa mujer de ardientes movimientos, que solo con su presencia era capaz de enmudecer a un hombre en un momento.
No me equivoque, un carraspeo fue suficiente para que mi cuerpo la buscara, allí estaba ella, tan bella como la deje anoche, mas ahora recién levantada. Mis ojos la recorrieron hasta tropezar con sus orbes verdes como las esmeraldas mas caras que ahora se hundían salvajes en mis ojos.
Mordí mi labios escuchando sus palabras, no se por que, mas solo podía imaginar la colisión de nuestras bocas, el duelo de nuestras lenguas, el sabor su boca. Esa que ayer me dejo con las ganas y que hoy se empeñaba en recordarme que de cierto modo estaba a su cuidado y que de domar el corcel podría hacerme daño.
Agradecí a los dioses que desconociera no solo mi misión, si no también mi peculiar don para meterme en líos, así que me limite a sonreír acortando las distancias que me separaban de sus labios.
-Claro mi señora, puedo hacerme daño -repetí casi rozandolos como un autómata mientras mi respiración se agitaba por su cercanía.
-El problema es que esa yegua no sera domada por ninguno de los hombres que tiene a su servicio -ahí venia el pero, casi pude percibir como sus ojos centelleaban frente a mi siguiente reto, ese que como ella decía le molestaba pues me saltaba las normas a mi manera. No estaba acostumbrada a que la desobedecieran, ni yo a obedecer -déjame intentarlo con ella, señorita Cavey. Estropeará a esa preciosa yegua, ellos la quebraran, mas nunca doblegaran su voluntad. Hay animales que simplemente son indomables, salvajes, indómitos y ahí radica su belleza, usted mejor que nadie debería entender mis palabras señorita Cavey.
Era cierto, ella era como ese animal que a mis espaldas volvía a saltar relinchando luchando por que no le pusieran el bocado.
-Déjeme ganarme su confianza, que descubra que mis intenciones no son domarla si no todo lo contrario, respetarla. Quiero esa yegua tan salvaje como es ahora, mas con la diferencia de que me permita montarla, que me vea como un igual.
Sus ojos parecían desconcertados, como si no supiera exactamente a cual de las dos bestias salvajes que tenia una casi rozando mi boca y otra a mis espaldas me refería.
-Puede que al principio me haga algo de daño, pero ¿todo lo que merece la pena en la vida no cuesta de conseguir? A veces señorita Cavey hay que derramar, sangre, sudor y lagrimas por lo que amas, y yo no me suelo rendir. Déjame no domar, si no conocer a esa yegua, y veremos que pasa, las cosas no siempre se planean, ocurren. Os prometo que si me hago daño, no me quejaré, también os prometo que no me rendiré hasta que ella me pida que me aparte de su camino por mucha sangre que en ese camino me haya dejado señorita Cavey -Acorté cada vez mas la distancia que nos separaba.
Su olor a lilas y violetas estaba enloqueciendome, ese era el efecto que esa mujer provocaba en mi, ese y muchos otros, otros que no estaba dispuesto a admitir.
Su boca rozo con mi boca, atrás quedo el tema del caballo, de montarlo y ahora venia el verdadero motivo de su enfado, esas palabras que pronuncio con acento Francés, mas que eran mías, mi idioma.
Nunca me habían sonado tan bien, jadeé contra su boca con la primera frase, repitiéndolas lentamente -Je vil ha deg -repetí en un perfecto nórdico -te deseo -traducí colisionando contra sus labios.
Mi lengua se apodero necesitada de su boca, atravesando el precipicio de sus labios, saqueando su interior, cada resquicio de esa boca que sabia a fruta madura. Un nuevo jadeo escapo de mi garganta esta vez ronco de deseo -jeg skal ta deg og na -hundí mis ojos en los suyos, mi voz sonaba grave, sedienta de ella -quiero follarte aquí y ahora -traduje de nuevo.
Mis manos aferraron sus mejillas acunándolas para tomar de nuevo su aliento, que golpeaba mis labios húmedos. Nunca había deseado nada tanto, quizás porque nunca había tenido esa necesidad de poseer cada suspiro, cada respiración, cada palabra. De ella no solo quería una noche, lo quería todo. Admito que por primera vez este guerrero tenia miedo.
-No me quedé porque me lo ordeno, yo también quiero desayunar con vos señorita Cavey, pero quizás no era el momento de los dos.
Atrás los mozos seguían quietos, silenciosos, creo que conscientes de como nuestros cuerpos se anhelaban el uno al otro y como de nuevo mi entrepierna le aseguraba sin ningún tipo de razón a dudas que no mentía en ninguna de las traducciones hechas contra sus labios.
-cenemos juntos señorita Cavey. Tu ,yo, una botella de vino y un par de bocadillos, conozco un lugar en el bosque, hay un arroyo, la hierba crece fresca, verde y la dama blanca se refleja en el dotándolo de la luz suficiente para poder cenar en penumbra con un par de candiles a nuestro alrededor. Tómelo como un paseo, una cita, una redención por mi comportamiento de anoche por el que me disculpo. Estaba borracho y aunque no mentí en ninguna de esas palabras quizás mis actos fueron desafortunados y le dieron a entender que solo buscaba el desahogo de una noche, mas créame, se equivoca si eso es lo que piensa.
Sonreí de medio lado consciente aun sin mirarla de quien era, ella, esa mujer de ardientes movimientos, que solo con su presencia era capaz de enmudecer a un hombre en un momento.
No me equivoque, un carraspeo fue suficiente para que mi cuerpo la buscara, allí estaba ella, tan bella como la deje anoche, mas ahora recién levantada. Mis ojos la recorrieron hasta tropezar con sus orbes verdes como las esmeraldas mas caras que ahora se hundían salvajes en mis ojos.
Mordí mi labios escuchando sus palabras, no se por que, mas solo podía imaginar la colisión de nuestras bocas, el duelo de nuestras lenguas, el sabor su boca. Esa que ayer me dejo con las ganas y que hoy se empeñaba en recordarme que de cierto modo estaba a su cuidado y que de domar el corcel podría hacerme daño.
Agradecí a los dioses que desconociera no solo mi misión, si no también mi peculiar don para meterme en líos, así que me limite a sonreír acortando las distancias que me separaban de sus labios.
-Claro mi señora, puedo hacerme daño -repetí casi rozandolos como un autómata mientras mi respiración se agitaba por su cercanía.
-El problema es que esa yegua no sera domada por ninguno de los hombres que tiene a su servicio -ahí venia el pero, casi pude percibir como sus ojos centelleaban frente a mi siguiente reto, ese que como ella decía le molestaba pues me saltaba las normas a mi manera. No estaba acostumbrada a que la desobedecieran, ni yo a obedecer -déjame intentarlo con ella, señorita Cavey. Estropeará a esa preciosa yegua, ellos la quebraran, mas nunca doblegaran su voluntad. Hay animales que simplemente son indomables, salvajes, indómitos y ahí radica su belleza, usted mejor que nadie debería entender mis palabras señorita Cavey.
Era cierto, ella era como ese animal que a mis espaldas volvía a saltar relinchando luchando por que no le pusieran el bocado.
-Déjeme ganarme su confianza, que descubra que mis intenciones no son domarla si no todo lo contrario, respetarla. Quiero esa yegua tan salvaje como es ahora, mas con la diferencia de que me permita montarla, que me vea como un igual.
Sus ojos parecían desconcertados, como si no supiera exactamente a cual de las dos bestias salvajes que tenia una casi rozando mi boca y otra a mis espaldas me refería.
-Puede que al principio me haga algo de daño, pero ¿todo lo que merece la pena en la vida no cuesta de conseguir? A veces señorita Cavey hay que derramar, sangre, sudor y lagrimas por lo que amas, y yo no me suelo rendir. Déjame no domar, si no conocer a esa yegua, y veremos que pasa, las cosas no siempre se planean, ocurren. Os prometo que si me hago daño, no me quejaré, también os prometo que no me rendiré hasta que ella me pida que me aparte de su camino por mucha sangre que en ese camino me haya dejado señorita Cavey -Acorté cada vez mas la distancia que nos separaba.
Su olor a lilas y violetas estaba enloqueciendome, ese era el efecto que esa mujer provocaba en mi, ese y muchos otros, otros que no estaba dispuesto a admitir.
Su boca rozo con mi boca, atrás quedo el tema del caballo, de montarlo y ahora venia el verdadero motivo de su enfado, esas palabras que pronuncio con acento Francés, mas que eran mías, mi idioma.
Nunca me habían sonado tan bien, jadeé contra su boca con la primera frase, repitiéndolas lentamente -Je vil ha deg -repetí en un perfecto nórdico -te deseo -traducí colisionando contra sus labios.
Mi lengua se apodero necesitada de su boca, atravesando el precipicio de sus labios, saqueando su interior, cada resquicio de esa boca que sabia a fruta madura. Un nuevo jadeo escapo de mi garganta esta vez ronco de deseo -jeg skal ta deg og na -hundí mis ojos en los suyos, mi voz sonaba grave, sedienta de ella -quiero follarte aquí y ahora -traduje de nuevo.
Mis manos aferraron sus mejillas acunándolas para tomar de nuevo su aliento, que golpeaba mis labios húmedos. Nunca había deseado nada tanto, quizás porque nunca había tenido esa necesidad de poseer cada suspiro, cada respiración, cada palabra. De ella no solo quería una noche, lo quería todo. Admito que por primera vez este guerrero tenia miedo.
-No me quedé porque me lo ordeno, yo también quiero desayunar con vos señorita Cavey, pero quizás no era el momento de los dos.
Atrás los mozos seguían quietos, silenciosos, creo que conscientes de como nuestros cuerpos se anhelaban el uno al otro y como de nuevo mi entrepierna le aseguraba sin ningún tipo de razón a dudas que no mentía en ninguna de las traducciones hechas contra sus labios.
-cenemos juntos señorita Cavey. Tu ,yo, una botella de vino y un par de bocadillos, conozco un lugar en el bosque, hay un arroyo, la hierba crece fresca, verde y la dama blanca se refleja en el dotándolo de la luz suficiente para poder cenar en penumbra con un par de candiles a nuestro alrededor. Tómelo como un paseo, una cita, una redención por mi comportamiento de anoche por el que me disculpo. Estaba borracho y aunque no mentí en ninguna de esas palabras quizás mis actos fueron desafortunados y le dieron a entender que solo buscaba el desahogo de una noche, mas créame, se equivoca si eso es lo que piensa.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dulce sepultura frente a mis ojos en forma de mujer. (Valeria Cavey)
Ante ella, el Hoör que anoche revolucionó al servicio y tal como entró, salió de la habitación…quedó en el recuerdo de una noche de alcohol. Mucho más sereno, sabía bien lo que hacía en referencia con aquel corcel. Volvía a ocurrir esa batalla de miradas que no cesaba, el acercamiento involuntario que los llevaba de nuevo a estar frente al otro, mirándose fijamente como si nada más existiese. Ella al menos, ignoró completamente la presencia de los hombres de su caballerizas, los mozos y criados que le servían. Dejó escapar un suspiro, un suspiro que rozó los labios ajenos y aún así no se separó, siguió allí, frente a él…diciéndole demasiadas cosas en silencio que jamás diría en voz alta.
-Intentarlo no basta, tienes que conseguirlo. Ese corcel está absolutamente loco, no conoce otra cosa que no sea su propio ímpetu, su rebeldía… nada ni nadie va a conseguir en absoluto domarlo. Lo sé por experiencia, ya dijo mi padre que le recordaba demasiado a mí misma. -chasqueó la lengua, desviando la mirada hacia aquel hermoso animal, blanco y puro como un copo de nieve que por dentro, el fuego era inminente. Y oyó sus palabras, buenos actos y buenas acciones que sí, podían conseguirlo todo pero lo que realmente no llegaba a comprender era que la vida también se pintaba de otros colores… los que ella veía en su propio lienzo.
- En realidad, la vida no te da nada regalado. Hay que luchar a capa y espada por lo que se desea, más que nada en este mundo. No importarte obstáculos ni personas que no te dejen llegar a lo que quieres, menos rendirte… ser fuerte, nada ni nade te arrebate lo que más anhelas y te mueres por tener. Es lo que hago yo, lucho por lo que realmente deseo, si lo quiero lo tomo y no pienso en otra cosa. Me encanta bajar al infierno y alguien me esté esperando allí para quemarse…los buenos actos vienen después-enarcó una ceja, el tono de voz había bajado en consecuencia a sus palabras que no podían sonar más tentadora, acababa de admitir que le gustaban los hombres con las ideas claras, no importaba lo que ella hiciese o no , siempre que él pudiese conseguir cualquier cosa… por sí mismo.
Las orbes verdes de Valeria, centellearon al oírle pronunciar aquellas palabras ahora con sentido. Sonrió de medio lado, relamiéndose los labios y rozar los ajenos a cada palabra que saliese de su boca. Le gustaba, le incitaba a buscarle y encontrarle en el momento de revelarle sus verdaderos deseos de anoche, deseos que Valeria conocía a la perfección. Tomó sus labios con verdadero deseo, buscando fundirse en su boca, bailar con su lengua y dejar un mordisco plagado de deseo. Entreabrió los labios, siendo ella quien lo besase, dejando que su cuerpo descansase sobre el ajeno y gemir contra su boca, no era el lugar ni el momento y eso ambos lo sabían.
-Acepto si me enseñas más palabras y el significado… ahora debo hacer ciertos recados, esta noche, a las ocho y tenga cuidado, la noche es peligrosa y más si va de la mano de un demonio -rozó su nariz con la ajena, dejando un mordisco tanto en su labio inferior como en su barbilla, seguido de una risa. La temperatura de su cuerpo, de ambos, se había acrecentado y por ello sonrió de lo más divertida -No le vamos a dar digno espectáculo , se me olvidaron si no… tu sino hubiese sido haber muerto entre mis manos en la corteza de ese árbol, a mi merced -susurró para que solo él lo oyese, apartándose y volver a la casa, esa noche…se verían, más ganas con esa última frase.
-Iré de rojo para que no me pierda por ningún sitio -una nueva risa… esos labios carmesí se curvaron en una sonrisa traviesa.
-Intentarlo no basta, tienes que conseguirlo. Ese corcel está absolutamente loco, no conoce otra cosa que no sea su propio ímpetu, su rebeldía… nada ni nadie va a conseguir en absoluto domarlo. Lo sé por experiencia, ya dijo mi padre que le recordaba demasiado a mí misma. -chasqueó la lengua, desviando la mirada hacia aquel hermoso animal, blanco y puro como un copo de nieve que por dentro, el fuego era inminente. Y oyó sus palabras, buenos actos y buenas acciones que sí, podían conseguirlo todo pero lo que realmente no llegaba a comprender era que la vida también se pintaba de otros colores… los que ella veía en su propio lienzo.
- En realidad, la vida no te da nada regalado. Hay que luchar a capa y espada por lo que se desea, más que nada en este mundo. No importarte obstáculos ni personas que no te dejen llegar a lo que quieres, menos rendirte… ser fuerte, nada ni nade te arrebate lo que más anhelas y te mueres por tener. Es lo que hago yo, lucho por lo que realmente deseo, si lo quiero lo tomo y no pienso en otra cosa. Me encanta bajar al infierno y alguien me esté esperando allí para quemarse…los buenos actos vienen después-enarcó una ceja, el tono de voz había bajado en consecuencia a sus palabras que no podían sonar más tentadora, acababa de admitir que le gustaban los hombres con las ideas claras, no importaba lo que ella hiciese o no , siempre que él pudiese conseguir cualquier cosa… por sí mismo.
Las orbes verdes de Valeria, centellearon al oírle pronunciar aquellas palabras ahora con sentido. Sonrió de medio lado, relamiéndose los labios y rozar los ajenos a cada palabra que saliese de su boca. Le gustaba, le incitaba a buscarle y encontrarle en el momento de revelarle sus verdaderos deseos de anoche, deseos que Valeria conocía a la perfección. Tomó sus labios con verdadero deseo, buscando fundirse en su boca, bailar con su lengua y dejar un mordisco plagado de deseo. Entreabrió los labios, siendo ella quien lo besase, dejando que su cuerpo descansase sobre el ajeno y gemir contra su boca, no era el lugar ni el momento y eso ambos lo sabían.
-Acepto si me enseñas más palabras y el significado… ahora debo hacer ciertos recados, esta noche, a las ocho y tenga cuidado, la noche es peligrosa y más si va de la mano de un demonio -rozó su nariz con la ajena, dejando un mordisco tanto en su labio inferior como en su barbilla, seguido de una risa. La temperatura de su cuerpo, de ambos, se había acrecentado y por ello sonrió de lo más divertida -No le vamos a dar digno espectáculo , se me olvidaron si no… tu sino hubiese sido haber muerto entre mis manos en la corteza de ese árbol, a mi merced -susurró para que solo él lo oyese, apartándose y volver a la casa, esa noche…se verían, más ganas con esa última frase.
-Iré de rojo para que no me pierda por ningún sitio -una nueva risa… esos labios carmesí se curvaron en una sonrisa traviesa.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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