Sin paz ni calma

por **Hero Jaejoong** Miér Sep 28, 2016 10:26 pm

• Sin paz ni calma •

Los meses siguientes de la conversión fueron algo que recuerdo muy vagamente, como excrementos de un pasado borroso. Llenos de dolor por el inmenso ardor del sol sobre mis extremidades. No podía comprender de qué se trataba el experimento. Aunque hay algo que recuerdo perfectamente, el primer día. Estaba encerrada en la casa, con mi hijo muerto y despedazado en un costado. Mi cuerpo semi desnudo y bañado en sangre, oliendo con un hambre incansable. Quería alimentarme de mi propio hijo muerto. Peor aún, su olor no me permitía llorar correctamente. También están los momentos siguientes cuando salí de allí y comencé a desear hundirme en las venas de todos los que se me pasaban por al lado. Luego de un año entendí que era un vampiro. No con ese nombre, por ese entonces solo les decían chupasangres. Eran los cuentos que les decían a los niños por las noches. Siempre me quedaba escuchándolos, cuidando a los pequeños retoños de que ninguna bestia como yo lo era pudiera hacerles daño. Después de un tiempo había aprendido a meterme en los cementerios y correr a los muertos para dormir en sus lugares. Si me preguntaran qué hacía antes no podría responderlo con total seguridad. Seguramente estaba en la parte de debajo de las casas o en los huecos donde se escondían los desechos. No sabía cómo ocultarme del sol, no podía volver al hogar que había encontrado porque seguramente me prenderían fuego por demente. Y yo estaría de acuerdo en eso. Sin embargo tenía esa necesidad de sobrevivir, como si algo me estuviese llamando y empujando desde algún otro lugar. Esperando por algún día para hacerme sentir algo en mi corazón. Muchos siglos más tarde supe que Svein estaba vivo, muerto más bien. Aun si seguía caminando por el mundo. Pero eso no movía nada de mí, al menos no me hizo sentir hasta verlo por mí misma. Y eso sería mucho después, mientras tanto mi insanidad se hacía cada vez más perversa. Encontraba maneras nuevas de perder la cordura y a su vez entender más sobre la vida. De alguna manera era sabia en mi perversidad. Pocas veces había estado en compañía, con niños perdidos, con fantasmas. Incluso seres antiguos que vivían en montañas alejadas de todo, deformes que siquiera se hacían llamar vampiros. Me había juntado y amigado con personas igual de deficientes que yo. Incluso algunas más heridas, aunque para mí no había nada peor que estar viva habiendo sido la culpable de la muerte de un hijo, habiendo sido incluso acusada de traidora y exiliada por mi propio esposo para nunca poder volver.