Fabrice D. Beaumont · ID ·

Se podría decir que de los mellizos, él es la cara corrosiva, el dañino, el cruel, el instado a hacer daño, el que no necesita escusa alguna para hacer lo que hace aun importándole  menos que nada el hecho de que le juzguen.
Él es, a fin de cuentas un chico creado a base de golpes, del constante rechazo haciéndole ser con el paso del tiempo alguien a quien los golpes no le afectan en demasía. Se desconoce si debajo de tanta capa de superficialidad existe un corazón blando, nadie ha tenido la valentía de llegarle a quitar la primera capa a no ser que estemos hablando de ropa. Él es desconfiado por naturaleza, ruín hasta el nivel de traicionar a sus más allegados, incluso el código de caza que supuestamente le enseñaron para nada se parece a lo que hoy en día practica. Él es egoista, territorial, vengativo, pero detrás de todo eso sabe mantener las apariencias como haría cualquiera en su caso. Dicen que para opinar de una persona tan sólo tienes que ponerte en sus pantalones; bien, puede que eso sea a fin de cuentas la única esperanza de que alguien le comprenda, pero... ¿Y si no es así? ¿Y si no tiene escusas para ser tan dañino?

"No está tan mal ser el malo de la película. Si se repite hasta la saciedad, quizás alguien se lo crea, como ha sido mi caso. A veces a uno no le queda otra alternativa que llevar el nombre que le impusieron bien alto, para que al menos, la mentira se convierta en realidad."

Hijo de realeza, nunca conoció a sus padres biológicos, su madre murió en el parto y su padre, bueno, quizás la presión de tener un cargo tan importante fue demasiada, finalmente, aquello solo le pertenecía por matrimonio, el jamás había sido educado para fungir con un cargo de realeza.

Jean Baptise y Elinor Beaumont, barones de Francia, recatados, honestos, justos, todo un ejemplo de alta alcurnia que no hicieron mas que preocuparse y procurar de las dos tiernas criaturas que cada noche lloraban en busca del pecho materno. Mara y Fabrice, así los llamaron, unos mellizos que cada noche se tomaban de las manos y se calmaban justos después de que la nodriza los alimentara.

La vida de Fabrice no tuvo nada interesante, pero si su personalidad, sus abuelos se esforzaron en educarlos de la mejor manera, justo como lo habían hecho con su madre, pero al parecer, ellos tenían una idea distinta de como ser. Fabrice siempre fue violento, egocéntrico, petulante, y Mara, bueno la acidez y arrogancia siempre se combinan con el sarcasmo. No eran niños malos, al menos no tanto, Mara siempre se mantenía al margen, quizás sus respuestas no eran las mas amables posibles, pero lo intentaba por sus abuelos, no se podía decir lo mismo de Fabrice.

Los años pasaron y la vida continuó, de buena o mala manera, los Beaumont se presentaban a las reuniones, educaban a sus nietos y los veían crecer mientras ellos decaían; y el final esperado llegó, cuando Jean Baptise falleció de un infarto en un día de cacería. Todos esperarían que la vida de Eloise se esfumara, que perdiera el sentido y razón de vivir, pero no, su motivo para continuar se lo daban sus nietos, que bien o mal, aun debían aprender.

Mara se contenía mas que su hermano, si bien no era la persona mas amable del mundo, por lo menos era cordial cuando debía serlo, no se le podía exigir calidez porque siempre lo cuestiono ¿Por que he de demostrar afecto, si no han hecho nada para ganárselo? Eloise le daba la razón. Cuando Mara cumplió 20 años, un extraño accidente la dejó por mas helada y desolada, su abuela se encontraba al final de las escaleras, inerte y sin vida, rodeada de un charco de sangre, en la cima... Fabrice.

La coartada de su mellizo, fue que al grito se asomó a la baranda, él no tuvo nada que ver, según algunos sirvientes, él estaba lejos cuando eso paso ¿se resbalo? ¿perdió el equilibrio? ¿alguien la aventó? eso nunca se supo, pero Mara estaba segura que Fabrice tuvo que ver, él esperaba la muerte de su abuela para tomar lo que por herencia le pertenecía, pero no sabía que por derecho, por haber sido ella la primera en llegar al mundo, aquello jamás pasaría.


Todo es muy bonito y dramático en cuanto todos piensan en que el culpable de algo era el que tenía una forma de ser más estricta, menos parecida a la de todo el mundo, más hilarante y sincera y por lo tanto más molesta para todo aquel que tenía sensibilidad auditiva. Muchos se niegan a ver el otro lado ede la moneda, el difícil, sí, más difícil que ver morir al abuelo en una cacería, porque Fabrice ese día lo acompañó y supo por primera vez lo que pasaba de puertas para afuera.

Conoció a un hombre, uno que había cazado a aquella bestia instantes después de que el abuelo sufriera el "infarto", lo acercó alniño y lo instó a matarlo. Fabrice sintió terror, uno que jamás creyó que fuera posible, pero ahí lo sentía al igual que sus labios y garganta se secaban ante la imposibilidad de respirar por el miedo. Tras unos angustiosos momentos, Fabrice mató a esa cosa que no parecía del todo agresiva, sino más inofensiva de lo que aquel hombre le instaba a sentir. Poco a poco la visita de aquel hombre a casa era más común, incluso creyeron oportuno que Fabrice fuese por temporadas con aquel hombre, aquel no sería otro que su educador, ya que siendo ex-militar creían que de algún modo reformarían a tan extraviado niño. las cosas se torcieron, Fabrice supo entonces lo que era la agonía, el dolor y el deseo de morir constantes hasta que le hicieron grabar a fuego en la mente que el miedo a morir era de cobardes, que sólo los que no temían a perder la vida eran los que verdaderamente triunfaban ahí fuera. Y así fué.

Pero lo que de verdad interesa es aquel momento, aquel justo instante en el que le colocaron en el lugar menos oportuno de aquel juego. Pero la verdad sólo la sabe él, él y la cosa que mató a su abuela. Tiempo atrás,meses, años incluso, en una de las cacerías le hicieron una amenaza que no se había tomado en serio. "Mataré a todos los que quieres" y él, hizo caso omiso ya que la vida de aquel ser fue segada justo en el momento en el que dijo aquellas últimas palabras. Él, dejó de ir a casa, quizás llevado por un miedo irracional, ya que contra más cerca estuviese de su familia, más motivos le daban para sentir ese miedo que podría acarrearle problemas. Sin embargo, erró. Fué de visita a la casa y en cuestión de segundos, cuando más relajado estaba hablando con su abuela, algo la aventó por las escaleras. Él, quizás por el shock, se quedó parado en lo alto de las escaleras, no por miedo, no por odio, no por ver a su abuela muerta sino por la idea tan descabellada de que alguien aun muerto hubiese tenido las narices de haber vuelto su amenaza realidad. Eso, algo que no podía ser matado era quizás el peor de sus miedos, algo que sin poder ser cazado debidamente, pudiese ser el verdugo de la familia que le queda, Mara, su melliza. Lástima de que el punto de vista de ella, hiciese que Fabrice tuviese las manos manchadas de sangre.

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