Temptation [Privado]

por **Lenox Chateaubriand** Sáb Oct 08, 2016 12:30 am

Caminando por París, Lenox estaba al borde de la desesperación, había pasado noches enteras andando por las calles de la ciudad en busca de una mujer que encajara con lo que necesitaba ahora y lo único que encontró fue lo que no quería encontrar, lo que ya tenía y no necesitaba, mujeres huecas, carentes de decisión y de fuerza, vasijas vacías que solo servían por un tiempo.

Para ese momento, el Chateaubriand ya tenía tres esclavas que consideraba útiles para satisfacer su apetito y sus deseos más básicos, aún así, le faltaba lo más importante y necesario para una vida cómoda. El vampiro estaba acostumbrado a tener varias esclavas de sangre, mujeres que le eran fieles hasta que el decidía que no le servían más y las eliminaba a todas, excepto a una, su esclava favorita, la única que podía decirse era especial para él porque era seleccionada de una manera diferente, sin embargo, las mujeres en París le parecían tan tontas y fáciles de engañar que ninguna encajaba con el perfil que buscaba.

Hartó de su infructuosa búsqueda, de París y de todo en general, Lenox camino con parsimonia hasta una plazoleta entre los callejones, un sitio solitario que para humanos comunes debía parecer el peor lugar para detenerse y descansar, pero para sobre naturales era sencillamente el lugar perfecto desde el cual acechar, aunque claro, él no pensaba acechar a nadie sino que planeaba pensar con detenimiento que era lo que iba a hacer de no encontrar la mujer que necesitaba. Sentado en una pequeña banca de la plazoleta, Lenox miraba un punto en la nada, preguntándose si debía darse por vencido con su búsqueda y continuar sus planes solo con las inservibles esclavas que poseía en esos momentos. Quizás aquello era lo mejor. Quizás París no estaba dispuesto a darle una mujer especial y debía hacerse a la idea; eso era lo que se decía cuando un aroma femenino como ningún otro llegó hasta él, junto con el sonido de unos pasos acercándose a la plazoleta.

Si bien el inmortal ya había tomado una resolución sobre lo que haría y lo único que faltaba era que se fuera hasta donde sabía encontraría a sus esclavas, para darles indicaciones sobre lo que harían desde ese momento y en delante, algo en el aroma que detectaba le decía que esperase. Intrigado por lo que estaba aconteciendo, el inmortal se puso de pie y observó la calle por la que sabía aparecería la mujer dueña del delicioso olor, ese que de cierta manera prometía cambiarle la vida en París.

por **Jaziel Molyneux** Lun Oct 10, 2016 4:43 pm

“Our encounter with the world
cannot be entirely explained
through known physical laws.
Something more is needed.”
― Joseph Rain

―Jaziel, Jaziel, Jaziel... - se repetía una y otra vez mientras rebuscaba en ese pequeño bolso de cuero obscuro que su padre le había regalado ―Vamos, no me hagas entrar nuevamente, se que las tome, yo se... ¡ajá! - era común en ella hablarse a si misma, tan común como el ser despistada puesto que su mente estaba en todo y en nada al mismo tiempo.

Dante le pidió que cerrara el café, ya que con su poca retentiva o mas bien, su poco interés, había dejado a medias las cuentas del inventario, había dejado a medio guardar los bizcochos, y había dejado a medio trapear el piso de la cocina. Dante estaba acostumbrado a eso, a pesar de todo, Jaziel le era funcional.

Terminó las tareas, que se suponía no llevaban mas de una hora cada una y que debió haberlas hecho durante el día, pasadas las ocho. Ya no había clientes y las calles de parís ya estaban obscuras. cuando logró encontrar las llaves del café y cerrarlo, sonrió triunfante para después suspirar derrotada al notar lo tarde que era. Respiró profundo y comenzó su camino de regreso a casa, ese que normalmente estaba atiborrado de gente caminando por los empedrados parisinos, ahora, si bien unas cuantas parejas u hombres solitarios. Un escalofrío recorrió su espalda, tomó su bolso y lo pegó contra su pecho.

¿Por que tomó aquella desviación? algo en su revuelta mente le dijo que era mejor ir por las callejuelas que por las avenidas principales, que así no sería un blanco que resaltara a la vista. Pobre ingenua.

Lo que primero eran pasos apresurados, fueron disminuyendo de velocidad, el eco de su andar la hizo advertir lo solitario que era aquel camino. Pronto, su mirada se topó con una figura masculina que la esperaba cerca de una banca ¿la esperaba a ella? su corazón se aceleró y agachó la mirada, quizá si no lo miraba él no la notaría. Pasó a su lado, mas le fue imposible no alzar la vista, un segundo fue el que sus ojos se cruzaron con los ajenos, de pronto, ya no estaba segura de seguir caminando siquiera.

por **Lenox Chateaubriand** Mar Dic 06, 2016 7:46 pm

El peligro está ahora delante y detrás de ti, y a cada lado.
J.R.R. Tolkien

Los pasos que escuchaba trajeron poco después a una joven, una mujer que al mirarlo se detuvo unos segundos, al parecer, preguntándose a si misma si era prudente seguir por ese camino o dar media vuelta y cambiar de rumbo. Una sonrisa apareció en el rostro del inmortal al percatarse de ese hecho, pues ese simple detalle, carente de importancia para cualquier otra persona, le indicaba a él que aquella muchacha pensaba, que tenía el cerebro que a sus otras esclavas le faltaba y eso la volvía, hasta ese momento, la mejor candidata para ser su mano derecha. Esa creencia se vio fortalecida en el momento en que la morena opto en avanzar, con la cabeza gacha, tratando de evitar encontrarse con la mirada de Lenox, como si supiera que si veía sus ojos su destino estaría sellado para siempre.

Con diversión, el inmortal observo en silencio el andar entre temeroso y decidido de la fémina. Mientras que la miraba, olisqueo el aire, notando los aromas típicos que rodean a una trabajadora de un café, algo que definitivamente no era para lo que ella había nacido, claro que no. La morena había nacido para cosas más grandes al lado de alguien ambicioso como el vampiro.

Cuando ella paso muy cerca del vampiro, este pudo escuchar como la sangre que fluía por las venas de la ajenas lo llamaba, le decía que ella era a quien buscaba y fue ahí, en ese preciso instante que ambos llevaron sus mirada a la ajena y todo a su alrededor pareció detenerse aunque en realidad, el tiempo continuaba fluyendo y la joven, seguía con su andanza.
– Estas calles son peligrosas para los frágiles – la voz de Lenox resonó en la abandonada callejuela – No quiero sonar muy atrevido pero, ¿Gusta que la acompañe? – sonrió, poniendo sobre su rostro aquella máscara de bondad y buenas intenciones que ocultaba tan bien la oscuridad de su alma – Sentiría una gran carga sobre mi consciencia si es que le llega a pasar algo, además, a mi lado no va a pasarle nada – se movió ligeramente – eso se lo aseguro.

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