AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
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Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
Recuerdo del primer mensaje :
La noche mas cubierta de lo que nuestra primera “cita” merecía, traía promesas de unos labios carmesí. Sus palabras fueron arrastrados con toda la intención contra el lóbulo de mi oreja, dejando en este el carmín marcado a fuego contra mi piel.
Mis labios se entreabrieron solo de imaginar como el bosque acogería nuestros cuerpos en esta ocasión.
Y así, emprendimos el camino hacia nuestra perdición. Al ritmo del lento trote de mi montura que parecía darnos con cada paso el roce necesario para que nuestros cuerpos ardieran .Me sentía fuego cuando su espalda rozaba con naturalidad mi pecho y ella sin duda era el demonio que azuzaba con cada gesto las llamas que ansiaba esa noche prender entre nuestros cuerpos.
Mis labios entreabiertos acariciaban desbocados su nuca y su pérfida sonrisa los rozaba cada vez que me buscaba con alguna escusa para hablar contra ellos.
Estaba perdido, nunca un paseo a caballo había logrado embotarme de tal forma los sentidos y empezaba a temer que de caer en su influjo me trasformaría en un vil lacayo.
Sabia que tenia que evitarlo, que pertrechar mis escudos era lo único que podría hacerme ganar esta guerra en la que no deseaba perder mi orgullo.
Ademas la había estado observando, sabia de la atracción que existía entre nosotros, mas sus ojos brillaban frente a los de otro hombre, ese que parecía llevar sus negocios y con el que mantenía muchas conversaciones en su despacho. Ese al que devoraba de un modo mas intenso de lo que hacia conmigo y con el que le unía algo mas que simples negocios.
Podía parecer despreocupado, de echo, jamas me preocupe por mujer alguna hasta ahora..bueno, quizás si, mas eso es otra historia, mas no era un idiota.
No estaba preparado para un triangulo amoroso, de echo ni siquiera estaba preparado para amar a nadie.
¿Pero acaso eso se elige?
Mis brazos rodeaban una cintura ardiente como el ron, para afianzarse a las crines de mi espectro que dejaba atrás no solo la mansión Cavey si no aquellas calles Parisinas con olor a perfume caro.
No tardamos en adentrarnos en la espesura del bosque, el sol empezaba a ocultarse y sus débiles rallos traspasaban tenues el follaje dotando las hojas de un tono ambarino.
Sonreí al verla, posiblemente por primera vez admirar la belleza del bosque a estas horas, y como nada tenia que envidiar al restaurante mas caro de la sociedad Parisiense.
El ulular de los búhos la sorprendió, sentí su cuerpo contraerse contra el mio mientras uno de mis brazos soltó la crin para rodear su cintura entre caricias para darle ánimos.
-Solo es un búho señorita Cavey -susurré contra su nuca -el bosque esta lleno de depredadores, mas créame, ninguno tan fiero como vos.
Pude sentir su cuerpo relajarse mientras el paso del caballo tomaba una pequeña ruta alternativa, un sendero lleno de arbustos con moras por todos lados.
-Estamos llegando -aseguré orillandola contra mi para evitar que cayera con el rápido descenso del caballo.
Tras ese pequeño paso, se abrió el bosque de nuevo mostrando frente a nuestros ojos un paraíso de ensueño, ese que al ver dibujado en sus ojos se me antojo todavía mucho mas bello.
Un arrollo, ahora dorado al reflejar el ocaso quedaba eclipsado por un verde prado que parecía cubrir con su manto las rojas amapolas que frescas se abrían para tomar los últimos rallos.
Arboles y arbustos por doquier y a nuestras espaldas una pequeña gruta, que se perdía en el interior de una gran montaña.
Desmonté del caballo tomando a la dama por la cintura, nuestros cuerpos volvieron a encontrarse anhelantes del otro mientras nuestros ojos por un momento olvidaban el paisaje y se centraban en nosotros.
Mi mirada bailo hasta su boca confundiéndose con una aliento que me ofrecía sabor a recuerdo.
Ese de una noche que podía haber sido todo y quedo en nada, ese que prometía cosas que yo anhelaba.
-Señorita Cavey..-susurré contra sus labios enmudeciendo las palabras pues no había frases capaces de describir lo que sentía en ese momento.
La noche mas cubierta de lo que nuestra primera “cita” merecía, traía promesas de unos labios carmesí. Sus palabras fueron arrastrados con toda la intención contra el lóbulo de mi oreja, dejando en este el carmín marcado a fuego contra mi piel.
Mis labios se entreabrieron solo de imaginar como el bosque acogería nuestros cuerpos en esta ocasión.
Y así, emprendimos el camino hacia nuestra perdición. Al ritmo del lento trote de mi montura que parecía darnos con cada paso el roce necesario para que nuestros cuerpos ardieran .Me sentía fuego cuando su espalda rozaba con naturalidad mi pecho y ella sin duda era el demonio que azuzaba con cada gesto las llamas que ansiaba esa noche prender entre nuestros cuerpos.
Mis labios entreabiertos acariciaban desbocados su nuca y su pérfida sonrisa los rozaba cada vez que me buscaba con alguna escusa para hablar contra ellos.
Estaba perdido, nunca un paseo a caballo había logrado embotarme de tal forma los sentidos y empezaba a temer que de caer en su influjo me trasformaría en un vil lacayo.
Sabia que tenia que evitarlo, que pertrechar mis escudos era lo único que podría hacerme ganar esta guerra en la que no deseaba perder mi orgullo.
Ademas la había estado observando, sabia de la atracción que existía entre nosotros, mas sus ojos brillaban frente a los de otro hombre, ese que parecía llevar sus negocios y con el que mantenía muchas conversaciones en su despacho. Ese al que devoraba de un modo mas intenso de lo que hacia conmigo y con el que le unía algo mas que simples negocios.
Podía parecer despreocupado, de echo, jamas me preocupe por mujer alguna hasta ahora..bueno, quizás si, mas eso es otra historia, mas no era un idiota.
No estaba preparado para un triangulo amoroso, de echo ni siquiera estaba preparado para amar a nadie.
¿Pero acaso eso se elige?
Mis brazos rodeaban una cintura ardiente como el ron, para afianzarse a las crines de mi espectro que dejaba atrás no solo la mansión Cavey si no aquellas calles Parisinas con olor a perfume caro.
No tardamos en adentrarnos en la espesura del bosque, el sol empezaba a ocultarse y sus débiles rallos traspasaban tenues el follaje dotando las hojas de un tono ambarino.
Sonreí al verla, posiblemente por primera vez admirar la belleza del bosque a estas horas, y como nada tenia que envidiar al restaurante mas caro de la sociedad Parisiense.
El ulular de los búhos la sorprendió, sentí su cuerpo contraerse contra el mio mientras uno de mis brazos soltó la crin para rodear su cintura entre caricias para darle ánimos.
-Solo es un búho señorita Cavey -susurré contra su nuca -el bosque esta lleno de depredadores, mas créame, ninguno tan fiero como vos.
Pude sentir su cuerpo relajarse mientras el paso del caballo tomaba una pequeña ruta alternativa, un sendero lleno de arbustos con moras por todos lados.
-Estamos llegando -aseguré orillandola contra mi para evitar que cayera con el rápido descenso del caballo.
Tras ese pequeño paso, se abrió el bosque de nuevo mostrando frente a nuestros ojos un paraíso de ensueño, ese que al ver dibujado en sus ojos se me antojo todavía mucho mas bello.
Un arrollo, ahora dorado al reflejar el ocaso quedaba eclipsado por un verde prado que parecía cubrir con su manto las rojas amapolas que frescas se abrían para tomar los últimos rallos.
Arboles y arbustos por doquier y a nuestras espaldas una pequeña gruta, que se perdía en el interior de una gran montaña.
Desmonté del caballo tomando a la dama por la cintura, nuestros cuerpos volvieron a encontrarse anhelantes del otro mientras nuestros ojos por un momento olvidaban el paisaje y se centraban en nosotros.
Mi mirada bailo hasta su boca confundiéndose con una aliento que me ofrecía sabor a recuerdo.
Ese de una noche que podía haber sido todo y quedo en nada, ese que prometía cosas que yo anhelaba.
-Señorita Cavey..-susurré contra sus labios enmudeciendo las palabras pues no había frases capaces de describir lo que sentía en ese momento.
Última edición por Höor Cannif el Miér Nov 16, 2016 2:02 am, editado 1 vez
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
Sus labios pronunciaban mi nombre entre roncos jadeos que morían en mi boca. Mi lengua recorrió su humedad trazando senderos que ahora reconocía y reclamaba como míos.
Las marcas de su piel eran sentencia de mis labios que ahora recorría con mis dedos, que ágiles las devoraban alzando su mentón para arrastrar mis dientes por ellas mordiéndolas de nuevo.
Quería que todo aquel que la viera, fuera capaz de entender que me pertenecía. Si, estaba celoso, del viento, del agua y hasta de sus sabanas. ¿Enfermo? Posiblemente, de pasión y de amor a partes iguales.
Sus caderas incendiaban mi virilidad al ritmo de una ardiente melodía que con cada golpe de tambor se incrementaba llevándonos al mismo infierno.
Estaba tan excitado que hacia tiempo había perdido la cordura, estaba tan cerca de correrme en su interior, que su nombre era elevado al cielo contra su piel una y otra vez.
Un grito ahogado marco el principio del cambio, sonreí complacido cuando sus uñas rasgaron mi piel y sus piernas temblaron por el orgasmo debilitadas contra mi cintura.
Una pequeña tregua que tomaban nuestros cuerpos, mas por ende no nuestros labios que de nuevo colisionaban acortando distancias, dibujándose con la lengua cada trazo, cada forma. Se necesitaban, eso quedaba claro por como se tomaban, bebiendo uno del otro hasta saciar sus ganas.
Su mirada picara puso fin a la tregua. Su cuerpo se giro mirando a la pared donde posó sus manos enredándose a la mía, me regalo sus nalgas para que desde atrás la tomara.
Gruñí adentrándome en su interior con un feroz movimiento de caderas, de nuevo sus paredes se dilataron acogiendo a mi glande que mojado se abría camino vibrando entre estas.
Jadeé con fuerza con cada embestida, abandonando el sustento de la pared, para atraer el rostro de Valeria contra el mio.
Alientos que se fundían frente a nuestras bocas que insaciables se devoraban enredando nuestras lenguas.
Quería ver su cara cuando de nuevo el éxtasis la invadiera, sentir su boca gemir sedienta contra mi legua. Estaba tan cerca que mis jadeos se trasformaban en rugidos, cerré los ojos un momento contra su frente, sintiendo como la empalaba hasta lo mas profundo.
Un último gruñido cuando mi virilidad explotó en su interior sacudiéndose al completo, llenándola de mi.
Últimos coletazos mientras aun empujaba hacia dentro y mi mano buscaba el sustento de la pared, para sujetar nuestros cuerpos.
Tome con mi otra mano su cintura, su cuerpo temblaba, sus piernas apenas la sustentaban y eso me hizo sonreír completamente saciado.
-¿Es necesario que saque la daga de mi cinto? -pregunté contra su espalda antes de colmarla de besos y caricias con mis labios.
Le había prometido que yo mismo le ofrecería el acero con el que podría matarme si al final de la noche esto no era magia. Siempre cumplía mi palabra.
De nuevo ambos nos convertimos en cómplices de nuestras bromas, de nuestras miradas y a su vez dueños de nuestros silencios.
Era la primera vez que hacia el amor, un sentimiento extraño invadía mi cuerpo, ese que ahora, lejos de pedirme que tomara mi ropa y me largara, suplicaba que la noche perdurara.
Permanecí en su interior sin aflojar el abrazo, ofreciéndole mi sustento, espada y escudo que le regale al inicio de la noche y que ahora proclamaba como suyos.
Finalmente la tome entre mis brazos alzándola en el aire, risas que de nuevo se fundieron antes de caer ambos con suavidad sobre mis pieles.
-No quiero que esto acabé -susurré contra sus labios tirando por encima las pieles que nos cubrían a ambos.
Las marcas de su piel eran sentencia de mis labios que ahora recorría con mis dedos, que ágiles las devoraban alzando su mentón para arrastrar mis dientes por ellas mordiéndolas de nuevo.
Quería que todo aquel que la viera, fuera capaz de entender que me pertenecía. Si, estaba celoso, del viento, del agua y hasta de sus sabanas. ¿Enfermo? Posiblemente, de pasión y de amor a partes iguales.
Sus caderas incendiaban mi virilidad al ritmo de una ardiente melodía que con cada golpe de tambor se incrementaba llevándonos al mismo infierno.
Estaba tan excitado que hacia tiempo había perdido la cordura, estaba tan cerca de correrme en su interior, que su nombre era elevado al cielo contra su piel una y otra vez.
Un grito ahogado marco el principio del cambio, sonreí complacido cuando sus uñas rasgaron mi piel y sus piernas temblaron por el orgasmo debilitadas contra mi cintura.
Una pequeña tregua que tomaban nuestros cuerpos, mas por ende no nuestros labios que de nuevo colisionaban acortando distancias, dibujándose con la lengua cada trazo, cada forma. Se necesitaban, eso quedaba claro por como se tomaban, bebiendo uno del otro hasta saciar sus ganas.
Su mirada picara puso fin a la tregua. Su cuerpo se giro mirando a la pared donde posó sus manos enredándose a la mía, me regalo sus nalgas para que desde atrás la tomara.
Gruñí adentrándome en su interior con un feroz movimiento de caderas, de nuevo sus paredes se dilataron acogiendo a mi glande que mojado se abría camino vibrando entre estas.
Jadeé con fuerza con cada embestida, abandonando el sustento de la pared, para atraer el rostro de Valeria contra el mio.
Alientos que se fundían frente a nuestras bocas que insaciables se devoraban enredando nuestras lenguas.
Quería ver su cara cuando de nuevo el éxtasis la invadiera, sentir su boca gemir sedienta contra mi legua. Estaba tan cerca que mis jadeos se trasformaban en rugidos, cerré los ojos un momento contra su frente, sintiendo como la empalaba hasta lo mas profundo.
Un último gruñido cuando mi virilidad explotó en su interior sacudiéndose al completo, llenándola de mi.
Últimos coletazos mientras aun empujaba hacia dentro y mi mano buscaba el sustento de la pared, para sujetar nuestros cuerpos.
Tome con mi otra mano su cintura, su cuerpo temblaba, sus piernas apenas la sustentaban y eso me hizo sonreír completamente saciado.
-¿Es necesario que saque la daga de mi cinto? -pregunté contra su espalda antes de colmarla de besos y caricias con mis labios.
Le había prometido que yo mismo le ofrecería el acero con el que podría matarme si al final de la noche esto no era magia. Siempre cumplía mi palabra.
De nuevo ambos nos convertimos en cómplices de nuestras bromas, de nuestras miradas y a su vez dueños de nuestros silencios.
Era la primera vez que hacia el amor, un sentimiento extraño invadía mi cuerpo, ese que ahora, lejos de pedirme que tomara mi ropa y me largara, suplicaba que la noche perdurara.
Permanecí en su interior sin aflojar el abrazo, ofreciéndole mi sustento, espada y escudo que le regale al inicio de la noche y que ahora proclamaba como suyos.
Finalmente la tome entre mis brazos alzándola en el aire, risas que de nuevo se fundieron antes de caer ambos con suavidad sobre mis pieles.
-No quiero que esto acabé -susurré contra sus labios tirando por encima las pieles que nos cubrían a ambos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
La risa cómplice, escapó de sus labios, entre gemidos al notar cómo marcaba su piel. La imitaba, ambos señalaban al mundo a quiénes pertenecían aunque ella negase que no fuese alguien que apareció por casualidad para poner su mundo patas arriba. Sentía como nunca antes, el deseo se había apoderado de ambos y ya no había vuelta atrás.
Los dos se habían perdido en el otro, como dos almas inquietas, incapaces de conformarse con solo unas migajas, lo querían todo y esa noche iban a tomarlo. El baile de sus cuerpos, el de Valeria se amoldaba a la perfección, vibrando como un cascabel…buscando el placer extremo , pidiendo más hasta terminar volviéndose locos los dos. Se había entregado a él, sin pensar en las consecuencias que aquello conllevaba pues para ambos el simple hecho de tan solo rozarse, acariciarse y fundir sus labios en besos interminables… era nuevo para ellos.
Necesitaban saciar aquella maldita obsesión y deseo, terminar en un abrazo de lujuria y un vaivén infinito que les haría experimentar sensaciones nunca vividas con otras personas. Fue dulce a la par que intenso. Notar su aliento en su cuello, sus gemidos y jadeos acariciar su piel. Ambos cuerpos perlados de sudor se fundieron en uno. La lluvia de fondo junto con la respiración desbocada de ambos, dedicaban una melodía infinita… para los dos, en esa velada que fue más que una cena…un descubrimiento.
Echó hacia atrás la cabeza, apoyando la nuca en uno de sus hombros… buscando su boca para solo rozarla, susurrar su nombre y no dejar que aún abandonase su cuerpo. Quería sentir un poco más aquella sensación, como si a alguna vez le importase a alguien. Había perdido la cuenta la de veces que susurró su nombre, sintiéndose pequeña entre sus brazos, vulnerable. Como si una parte de ella le hubiese abandonado.
Ojos esmeralda que buscaron los ajenos, riendo aún de forma entrecortada… ¿qué acababa de decir? Negó con la cabeza, mirándola fijamente a los ojos sin decir absolutamente nada, tampoco hizo falta. Se estremeció al sentir esos besos fugaces, innecesarios en otras ocasiones pero esta vez, necesitaban seguir aquel ritual… como si ya se hubiese hecho algo habitual entre los dos.
- Nada es para siempre, Hoör. Solo puedo prometerte que no olvidaré la noche en la que me engañaste…sí, lo has hecho, veníamos a cenar y sin embargo… -rió contra sus labios, el hecho de que siguiese lloviendo…oyéndose de fondo y ambos bajo las pieles, frente al otro… una escena muy diferente -Al final el baile se nos ha ido de las manos… despacio, lento, suave… sin perder un ápice de tu mirada, como nuestros cuerpos se mueven…buscando más. Es extraño ¿no? que dos almas rebeldes hablen de ir despacio cuando acabamos de perder la cabeza -cerró los ojos, quizás estuviese hablando de más pero era cierto, como le dijo a su amiga… alguien que te importaba, te trataba como lo más preciado… o al menos eso creía -¿Por qué no quieres que todo esto acabe, Hoör? -preguntó en un susurro, uno plagado de completa curiosidad.
Los dos se habían perdido en el otro, como dos almas inquietas, incapaces de conformarse con solo unas migajas, lo querían todo y esa noche iban a tomarlo. El baile de sus cuerpos, el de Valeria se amoldaba a la perfección, vibrando como un cascabel…buscando el placer extremo , pidiendo más hasta terminar volviéndose locos los dos. Se había entregado a él, sin pensar en las consecuencias que aquello conllevaba pues para ambos el simple hecho de tan solo rozarse, acariciarse y fundir sus labios en besos interminables… era nuevo para ellos.
Necesitaban saciar aquella maldita obsesión y deseo, terminar en un abrazo de lujuria y un vaivén infinito que les haría experimentar sensaciones nunca vividas con otras personas. Fue dulce a la par que intenso. Notar su aliento en su cuello, sus gemidos y jadeos acariciar su piel. Ambos cuerpos perlados de sudor se fundieron en uno. La lluvia de fondo junto con la respiración desbocada de ambos, dedicaban una melodía infinita… para los dos, en esa velada que fue más que una cena…un descubrimiento.
Echó hacia atrás la cabeza, apoyando la nuca en uno de sus hombros… buscando su boca para solo rozarla, susurrar su nombre y no dejar que aún abandonase su cuerpo. Quería sentir un poco más aquella sensación, como si a alguna vez le importase a alguien. Había perdido la cuenta la de veces que susurró su nombre, sintiéndose pequeña entre sus brazos, vulnerable. Como si una parte de ella le hubiese abandonado.
Ojos esmeralda que buscaron los ajenos, riendo aún de forma entrecortada… ¿qué acababa de decir? Negó con la cabeza, mirándola fijamente a los ojos sin decir absolutamente nada, tampoco hizo falta. Se estremeció al sentir esos besos fugaces, innecesarios en otras ocasiones pero esta vez, necesitaban seguir aquel ritual… como si ya se hubiese hecho algo habitual entre los dos.
- Nada es para siempre, Hoör. Solo puedo prometerte que no olvidaré la noche en la que me engañaste…sí, lo has hecho, veníamos a cenar y sin embargo… -rió contra sus labios, el hecho de que siguiese lloviendo…oyéndose de fondo y ambos bajo las pieles, frente al otro… una escena muy diferente -Al final el baile se nos ha ido de las manos… despacio, lento, suave… sin perder un ápice de tu mirada, como nuestros cuerpos se mueven…buscando más. Es extraño ¿no? que dos almas rebeldes hablen de ir despacio cuando acabamos de perder la cabeza -cerró los ojos, quizás estuviese hablando de más pero era cierto, como le dijo a su amiga… alguien que te importaba, te trataba como lo más preciado… o al menos eso creía -¿Por qué no quieres que todo esto acabe, Hoör? -preguntó en un susurro, uno plagado de completa curiosidad.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
Allí frente a frente, con los ojos engarzados en los del otro no existieron promesas ¿para que? Acaso mis actos no habían sido la mayor declaración de amor e intenciones que jamas di a nadie.
Sus palabras acariciaban mi boca lentas, sosegadas.
Un nada es para siempre que se hundió en mi pecho como lo hubiera hecho el filo de mi daga. Era obvio que la dama no necesitaba mi acero para hacerme pagar la ausencia de magia.
De echo, la hubiera creído si sus ojos no me hubieran gritado lo contrario.
Sonreí de medio lado dejándola hablar, observando a aquella mujer que aquella noche me había robado demasiado.
Hablaba de que la había engañado, mas lo haría mil veces si este era el resultado.
Me callé demasiadas cosas, mas mis manos rugían contra su piel entre caricias mudas mis sentimientos mas preciados.
Puede que no todo sea para siempre, mas esto por ende estaba condenado a ser esa excepción que marcaba la regla.
Yo creía en la magia desde que sus esmeraldas se cruzaron con las mías aquella mañana en la que una partida de ajedrez se había trasformado en todo, aunque ella se esforzara en hacerme creer que tras aquella noche, quedaría en nada.
No tardo en llegar la pregunta que forzaba a romper mi silencio y con este acto regresaron mis miedos.
Decir la verdad me condenaba frente a sus ojos, mentirle era algo que tampoco podía permitirme.
-No quiero que acabe esto porque necesito seguir sintiendo tu piel incendiando la mía, porque tras esta noche nada para mi será lo mismo.
Una verdad, que silenciaba otras, mas era lo mas sincero que mi orgullo podía confesarle sin derribar del todo los pocos escudos que mi brazo aun lograba sustentar frente a ella.
Como decirle que me había desarmado, que me haba enamorado y que la necesitaba de un modo que ni tan siquiera era capaz de comprender.
No estaba preparado para amar, no al menos de este modo, y pronto pagaría las consecuencias de enamorarme en el infierno de un demonio.
Posé mi frente contra la suya, dejando que nuestras respiraciones se sosegaran si es que eso frente a Valeria era posible.
Necesitaba mas, no solo pasar allí el resto de la noche, si no una vida.
Suplicaba a Thor que siguiera lanzando truenos para que la tormenta no cesara y así poder disfrutar mas de el roce desnudo de su piel, que aun me incendiaba, elevando de nuevo mis ganas.
No le pediría que se quedara, mas por supuesto que lo deseaba, tampoco le pediría que me amara..el amor es libertad y yo iba a dejarla volar aunque la dirección nos separara.
Sus palabras acariciaban mi boca lentas, sosegadas.
Un nada es para siempre que se hundió en mi pecho como lo hubiera hecho el filo de mi daga. Era obvio que la dama no necesitaba mi acero para hacerme pagar la ausencia de magia.
De echo, la hubiera creído si sus ojos no me hubieran gritado lo contrario.
Sonreí de medio lado dejándola hablar, observando a aquella mujer que aquella noche me había robado demasiado.
Hablaba de que la había engañado, mas lo haría mil veces si este era el resultado.
Me callé demasiadas cosas, mas mis manos rugían contra su piel entre caricias mudas mis sentimientos mas preciados.
Puede que no todo sea para siempre, mas esto por ende estaba condenado a ser esa excepción que marcaba la regla.
Yo creía en la magia desde que sus esmeraldas se cruzaron con las mías aquella mañana en la que una partida de ajedrez se había trasformado en todo, aunque ella se esforzara en hacerme creer que tras aquella noche, quedaría en nada.
No tardo en llegar la pregunta que forzaba a romper mi silencio y con este acto regresaron mis miedos.
Decir la verdad me condenaba frente a sus ojos, mentirle era algo que tampoco podía permitirme.
-No quiero que acabe esto porque necesito seguir sintiendo tu piel incendiando la mía, porque tras esta noche nada para mi será lo mismo.
Una verdad, que silenciaba otras, mas era lo mas sincero que mi orgullo podía confesarle sin derribar del todo los pocos escudos que mi brazo aun lograba sustentar frente a ella.
Como decirle que me había desarmado, que me haba enamorado y que la necesitaba de un modo que ni tan siquiera era capaz de comprender.
No estaba preparado para amar, no al menos de este modo, y pronto pagaría las consecuencias de enamorarme en el infierno de un demonio.
Posé mi frente contra la suya, dejando que nuestras respiraciones se sosegaran si es que eso frente a Valeria era posible.
Necesitaba mas, no solo pasar allí el resto de la noche, si no una vida.
Suplicaba a Thor que siguiera lanzando truenos para que la tormenta no cesara y así poder disfrutar mas de el roce desnudo de su piel, que aun me incendiaba, elevando de nuevo mis ganas.
No le pediría que se quedara, mas por supuesto que lo deseaba, tampoco le pediría que me amara..el amor es libertad y yo iba a dejarla volar aunque la dirección nos separara.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
Emociones y sentimientos, la tenían totalmente abrumada. Se había entregado a él, terminando con aquella tortura física pero no la mental. Quería creerle y por ende dejarse llevar pero ella no era así, no cuando no podía dejar que las sensaciones la hiciesen vulnerable. Alguien que en toda su vida había estado a la sombra de aquel hombre cruel y despiadado, ni una simple caricia cariñosa, ni beso de buenas noches… fue criada en aquel ambiente frío en un lugar inhóspito. ¿Cómo iba a asegurar que sus propios sentimientos eran verdaderos si no sabía ni como expresarlos?
“Tras esta noche nada será lo mismo”
Cuanta verdad en aquella frase a la que dedicó una breve sonrisa sincera, estaba de acuerdo… sus ojos esmeralda se lo susurraron en silencio. Sonreía de verdad, no era una simple fachada o simplemente por juego. Ver aquella expresión en la mirada ajena, fascinación , adoración y algo más que quería esquivar… si se había enamorado de ella, ambos tenían un serio problema. Siempre había sido muy temperamental, decidida y tajante para desechar a un lado lo que le terminaría haciendo frágil pero este caso era diferente, porque no sabía cómo reaccionar y en cierto modo, sintió como le fallaba…le estaba decepcionando. Él esperaba más.
-Es que ya nada será lo mismo -aseguró, dejando escapar un suspiro, sintiendo aquella agradable sensación desconocida. Salir huyendo no estaba en su mente… sí el cerrar los ojos, acurrucarse y dormir hasta el alba. ¿Qué querría él? qué ilusa, cuando se lo había gritado a pleno pulmón y ella, se le había quedado mirando como si fuese un lunático…o eso pensaba él, la realidad era una muy diferente.
Suspiró contra sus labios, observándole en silencio, podía enamorarse de él y hacerle daño igualmente. Ambas opciones eran un veneno que le empezó a quemar la piel como si fuese una especie de fuego interno. Quería decirle muchas cosas pero ¿y si volvía a equivocarse? Si terminaba haciéndose ilusiones como cualquier jovencita ilusa no iba a acabar bien, ningún hombre le había importado tanto…al menos tanto para que no le abandonase, temiese cerrar los párpados para que al amanecer se hubiese marchado.
-Quédate -fue ella quien fue más valiente de los dos y terminó suspirando largamente, cerrando los ojos… rezando mentalmente para que en sus orbes no hubiese vislumbrado que estaba totalmente muerta de miedo por lo que comenzaba a sentir.
Valeria…necesitaba tiempo, un tiempo que quizás él no estaba dispuesto a esperar.
“Tras esta noche nada será lo mismo”
Cuanta verdad en aquella frase a la que dedicó una breve sonrisa sincera, estaba de acuerdo… sus ojos esmeralda se lo susurraron en silencio. Sonreía de verdad, no era una simple fachada o simplemente por juego. Ver aquella expresión en la mirada ajena, fascinación , adoración y algo más que quería esquivar… si se había enamorado de ella, ambos tenían un serio problema. Siempre había sido muy temperamental, decidida y tajante para desechar a un lado lo que le terminaría haciendo frágil pero este caso era diferente, porque no sabía cómo reaccionar y en cierto modo, sintió como le fallaba…le estaba decepcionando. Él esperaba más.
-Es que ya nada será lo mismo -aseguró, dejando escapar un suspiro, sintiendo aquella agradable sensación desconocida. Salir huyendo no estaba en su mente… sí el cerrar los ojos, acurrucarse y dormir hasta el alba. ¿Qué querría él? qué ilusa, cuando se lo había gritado a pleno pulmón y ella, se le había quedado mirando como si fuese un lunático…o eso pensaba él, la realidad era una muy diferente.
Suspiró contra sus labios, observándole en silencio, podía enamorarse de él y hacerle daño igualmente. Ambas opciones eran un veneno que le empezó a quemar la piel como si fuese una especie de fuego interno. Quería decirle muchas cosas pero ¿y si volvía a equivocarse? Si terminaba haciéndose ilusiones como cualquier jovencita ilusa no iba a acabar bien, ningún hombre le había importado tanto…al menos tanto para que no le abandonase, temiese cerrar los párpados para que al amanecer se hubiese marchado.
-Quédate -fue ella quien fue más valiente de los dos y terminó suspirando largamente, cerrando los ojos… rezando mentalmente para que en sus orbes no hubiese vislumbrado que estaba totalmente muerta de miedo por lo que comenzaba a sentir.
Valeria…necesitaba tiempo, un tiempo que quizás él no estaba dispuesto a esperar.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: Demonen av min helvete [Valeria Cavey] [+18]
Palabras tan ciertas y verdaderas que nuestros ojos temblaron de miedo frente a ellas “nada volverá a ser lo mismo”
En mi caso porque nunca había sentido aquello, no solo porque su piel me incendiaba, porque tocarla abrasaba, porque respirar su aliento me daba sustento y porque besar sus labios era creer en la magia si no porque ahora solo quería permanecer a su lado. Sin mas, sin segundas intenciones, solo eso, rodearla con mi brazo, un gesto tan pequeño y que para mi significaba tanto que me aterrorizaban mis propios deseos.
Su cuerpo contra el mio ,su corazón contra mi pecho, solo eso, abrazarla, fundirnos en uno. La cobarde, fue la valiente en esa ocasión y en mis labios se dibujo la incredibilidad mas absoluta.
Un quédate que desquebrajo mis entrañas de un modo en el que nunca volvería a verla del mismo modo.
Ella venció al guerrero sin espada ni escudo, solo con una palabra que bajo de golpe todas mis murallas alzando la bandera blanca.
Mis brazos la rodearon en un tibio silencio, cuerpos desnudos que ya habían encajado en la guerra y ahora parecían hacerlo de un modo único en la paz. Pieles que acariciaban nuestros cuerpos dotándolos no solo de calor si no de libertad.
Sus labios presionando mi cuello, relatando en silencio cada herida que sus dientes habían dibujado en le lienzo de mi piel y que hoy me convertían en suyo, mas del mismo modo ella era mía, o así yo la sentía.
Sus ojos me miraban de forma intensa, esos que aun no me conocían, mas que si lo hicieran descubrirían la verdad de todo esto ,que estaba enamorado ya, que nada podría protegerme de este sentimiento que se afianzaba en mi pecho con cada bocanada de aire.
De nuevo guarde silencio porque confesar esa verdad implicaba demasiado para los dos, mantuve en mi garganta lo que por ende gritaban mis ojos, un te quiero que dibujaba con mis dedos en mi idioma contra su piel.
-Quédate conmigo -susurré -seré tu guardián, mas quédate esta noche, no me dejes ir.
No se daba cuenta de que mi cuerpo estaba hecho para calentar le suyo, que nuestros ojos se miraban como si fuéramos lo único y que esa tormenta que al inicio de la noche la aterraba, ahora solo era un susurro que nos acunaba con su murmullo.
Como buen norteño, siempre fui un hombre frio, por eso ahora necesitaba que me sostuviera, que no me dejara caer, que bajados mis escudos, su corazón se mantuviera contra mi pecho.
Conocí la lujuria, la pasión, pobre guerrero que nunca conoció el amor, ahora herido de muerte me sentía frente a ella, supongo que por eso suplicaba que no dejara de mirarme de ese modo, pues de hacerlo me perdería para siempre.
Acuné su cuerpo entre mis brazos, como si ella fuera algo tan valioso que pudiera quebrase frente a mis ojos, iba a mantenerla cerca hasta que se diera por vencida, hasta que entendiera lo mismo que yo veía. Una sonrisa en mis labios mientras mis ojos se cerraban, cansado, saciado y enamorado.
En mi caso porque nunca había sentido aquello, no solo porque su piel me incendiaba, porque tocarla abrasaba, porque respirar su aliento me daba sustento y porque besar sus labios era creer en la magia si no porque ahora solo quería permanecer a su lado. Sin mas, sin segundas intenciones, solo eso, rodearla con mi brazo, un gesto tan pequeño y que para mi significaba tanto que me aterrorizaban mis propios deseos.
Su cuerpo contra el mio ,su corazón contra mi pecho, solo eso, abrazarla, fundirnos en uno. La cobarde, fue la valiente en esa ocasión y en mis labios se dibujo la incredibilidad mas absoluta.
Un quédate que desquebrajo mis entrañas de un modo en el que nunca volvería a verla del mismo modo.
Ella venció al guerrero sin espada ni escudo, solo con una palabra que bajo de golpe todas mis murallas alzando la bandera blanca.
Mis brazos la rodearon en un tibio silencio, cuerpos desnudos que ya habían encajado en la guerra y ahora parecían hacerlo de un modo único en la paz. Pieles que acariciaban nuestros cuerpos dotándolos no solo de calor si no de libertad.
Sus labios presionando mi cuello, relatando en silencio cada herida que sus dientes habían dibujado en le lienzo de mi piel y que hoy me convertían en suyo, mas del mismo modo ella era mía, o así yo la sentía.
Sus ojos me miraban de forma intensa, esos que aun no me conocían, mas que si lo hicieran descubrirían la verdad de todo esto ,que estaba enamorado ya, que nada podría protegerme de este sentimiento que se afianzaba en mi pecho con cada bocanada de aire.
De nuevo guarde silencio porque confesar esa verdad implicaba demasiado para los dos, mantuve en mi garganta lo que por ende gritaban mis ojos, un te quiero que dibujaba con mis dedos en mi idioma contra su piel.
-Quédate conmigo -susurré -seré tu guardián, mas quédate esta noche, no me dejes ir.
No se daba cuenta de que mi cuerpo estaba hecho para calentar le suyo, que nuestros ojos se miraban como si fuéramos lo único y que esa tormenta que al inicio de la noche la aterraba, ahora solo era un susurro que nos acunaba con su murmullo.
Como buen norteño, siempre fui un hombre frio, por eso ahora necesitaba que me sostuviera, que no me dejara caer, que bajados mis escudos, su corazón se mantuviera contra mi pecho.
Conocí la lujuria, la pasión, pobre guerrero que nunca conoció el amor, ahora herido de muerte me sentía frente a ella, supongo que por eso suplicaba que no dejara de mirarme de ese modo, pues de hacerlo me perdería para siempre.
Acuné su cuerpo entre mis brazos, como si ella fuera algo tan valioso que pudiera quebrase frente a mis ojos, iba a mantenerla cerca hasta que se diera por vencida, hasta que entendiera lo mismo que yo veía. Una sonrisa en mis labios mientras mis ojos se cerraban, cansado, saciado y enamorado.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
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