Skadi Rendhal ID

Es tenaz, emprendedora y enfocada. Si se empecina en algo no hay poder ni ser humano que la haga desistir de lo que está decidida a hacer. Son pocas las veces en que da su brazo a torcer, únicamente escucha en esos casos a quien ella crea que lo amerita, lo cual no quiere decir que se dejará persuadir.

Intensa en sus acciones, es alguien que se guía más por su entrenamiento y sus corazonadas para sobrevivir. Actúa velozmente, es de mente rápida, alerta y bastante buena para decidir basada en sus instintos.

Orgullosa. No se abre con nadie ni mucho menos muestra sus debilidades. Prefiere encerrarse en si misma y lidiar ella sola con sus propios demonios.

Buena para expresar un punto sin dejarse amilanar, quizás demasiado directa pero eso la convierte en una buena lider.

En la batalla siempre fue certera e implacable. Se adapta a las circunstancias, sabe manejarse bien, es intrépida, vivaz y muy ágil.

No ve la vida a blanco y negro. Ella misma se ha creado su propio código y se aferra a este, pues es lo único que le brinda un sentido a su vida.

Competitiva, siempre le gustó la adrenalina y cuando emprende algo que la dispara se entrega a ello por completo.

Nació veinticuatro años atrás en tierras Noruegas, siendo hija de la mano derecha del rey, aquel al mando de los ejércitos del reino; un hombre feroz, forjado en la batalla, que inició a la pequeña Skadi en el uso de la espada cuando tuvo la edad suficiente para alzar una. Segunda vástago de los Rendahl, la pequeña creció vivaz y ágil, en un reino en que la insignia de su familia era considerada de alto honor a la vez de ser una de las más nobles. A la pequeña se le podía considerar bastante intrépida, igual o más que cualquier otro chico de su edad.

Tenía nueve años cuando su vida dio un giro de ciento ochenta grados. Su padre fue acusado de traición y sentenciado a ser decapitado en la plaza pública, adonde horrorizada vio su cabeza rodar por el suelo. Los cargos eran falsos, el rey se había desecho de su mano derecha al percatarse de que el favor del pueblo se había inclinado hacia él y que su corona peligraba. Su avaricia y su sed de poder le impidieron percatarse de que aquel hombre le era completamente leal, y quizás ese honor que portaba su padre fue el causante de su caída. Ante una orden del rey sus propios hombres le arrestaron, no tuvo tiempo de volver a ver a su familia y despedirse de ellos.

El rey estaba dispuesto a aniquilar a todos los Rendahl, pero su consejero le hizo ver que la madre de Skadi y los mismos herederos de la familia contaban con la simpatía de muchos en el reino, por lo que se le sugirió que les dejara vivir. Pronto, su hermano mayor inició su propio adiestramiento en el ejército, al igual que lo haría Skadi, un par de años después.

Su entrenamiento fue arduo, su dominio de las armas blancas y su agilidad en el combate fue excepcional. Su hermano se convirtió en un coronel apreciado por todos y el rey volvió a fijar su mirada en los Rendahl, esta vez ordenando el asesinato del hijo mayor de esa casa. En el momento en que se dio la orden Skadi se encontraba luchando a la par del sobrino del rey, aquel que se había entrenado con ella, guiados por el mismo maestro. La batalla fue cruenta y tanto ella como él fueron emboscados. Skadi fue apresada por el enemigo y torturada por ellos, hasta que finalmente algunos de sus compañeros de batalla dieron con ella y la liberaron. Al regresar a su hogar recibió la terrible noticia de que su hermano había fallecido, y su compañero de armas, aquel por quien ella hubiera dado la vida la había traicionado dejándola a merced del enemigo para salvar su propio pellejo, según los relatos que llegaron a sus oídos.

Después de aquello, y una vez restablecida, escuchó que el sobrino del rey, aquel compañero al a quien hubiera seguido al mismo infierno, por quien se hubiera enfrentado al mismo rey en persona, la había traicionado. A partir de ese momento surgió una nueva Skadi, sola se encaminó en la batalla, atravesando la fila de los enemigos y con su espada fue matándolos uno a uno en una hazaña en la cual poco le importaba morir. Sus acciones fueron decisivas pues al alcanzar al general del ejército opuesto y acabar con él el resto de los enemigos se dispersó huyendo. El acto llegó a los oídos del soberano, quien comenzó a enviarla a misiones de alto riesgo hasta que finalmente la mandó a llamar para encomendarle que siguiese a su sobrino hasta Paris. Debía asesinarlo y regresar con el arma mitológica que puede definir el destino de reinos y acabar con inmortales, una espada que muchos consideran simple leyenda. Ella debía de asegurarse de la veracidad de ese relato, y de existir, encontrarla y regresar con ella.