stående eller falt (Skadi)

Una noche mas en París, desde que regresé de Alemania, no sabia bien cual era mi sitio. Dos fragmentos de la espada encontrados.
Otro destino para buscar el tercero, mas viajes, mas distancia, mas tiempo...
Las ideas se arremolinaban en mi ya embotada cabeza al tiempo que empinaba el codo para vaciar mi cuarta jarra de hidromiel.
-Luego dicen que el alcohol te hace olvidar -gruñí para mi mismo golpeando la barra de madera de cedro con el culo de la jarra -¡Mas! Pedí al posadero.
Aquella noche no saldría en pie de aquel lugar, olvidaría a toda costa, aunque para ello necesitara destruirme a mi mismo.

El infierno se me antojaba ya un lugar cómodo, incluso caliente para pasar mi noche, estaba tan vació como la misma jarra que entre mis manos pedía una sexta.
Observé a mi alrededor, la mayoría hombres de mediana edad, tan borrachos como yo. Otros desgraciados que necesitaban olvidar, algunos a sus mujeres, otros a sus hijos, otros su vida de mierda...ahogar en alcohol sus penas.
Malditos necios todos ellos, nada podía ahogar mis penas aquella noche de tormenta.

Apreté le puño oyendo a los cuervos graznar por mi impaciencia, el Valhalla no me reclamaba, llevaba luchando desde antes de venir al mundo ¿no había sido ya un guerrero merecedor de esa cena?
Maldije a Loqui, también a Odin incluso al gran Thor que lanzaba rayos a ton ni son.
De nuevo la jarra a mis labios cuando al puerta de la taberna se abrió dejando entrar el helor de la noche y a una mujer con el.

Acomodé mis pieles a los hombros en un acto reflejo sin soltar la jarra en ningún momento. Mis vidriosos ojos trataban de centrarse en esa figura que caminaba con firmeza hacia mi, una sonrisa de medio lado fue cuanto le dedique antes de con un sutil gesto sugerirle que me acompañara a beber..la noche era joven, y yo aun estaba en pie.
-Skol -añadí dando un profundo trago sin apartar mis ojos de ella. No sabia cuales serian hoy sus intenciones, mas a decir verdad
¿Acaso me importaban? Una risa ebria contesto a mi pregunta, hoy nada me importaba mas allá del Valhalla.

Aquella mujer siempre directa al grano ¿que quería hacer con la espada?
No lo sabia. Mas si, lo que no haría con ella. No podía entregársela a mi tío ¿tenia Skadi idea del peligro que supondría para el mundo que un hombre como ese la empuñara?
No iba a consentir que cayera en malas manos, esa espada tenia que ser alzada para proteger al débil, no para engrandecer al fuerte. Si mi tío lograba hacerse con ese poder, el mundo caería a sus pies, no habría lugar seguro donde esconderse de el.
Era un tirano, sangre de mi sangre, que me había trasformado en un monstruo a su antojo, una herramienta perfeccionada desde mi tierna infancia para cumplir ordenes. Un perro fiel que no pudo controlar, que se revelo mordiendo su mano y por eso hoy quería matar.

Llevé la jarra a mis labios tratando de centrar mis vidriosos ojos en ella, quizás eso era lo que me mantenía en pie, lo que me hacia no caer cuando la nada se apoderaba de mi ser. Valeria no había aceptado mi propuesta de matrimonio, seguía “pensando” sobre esta y mi paciencia se esfumaba al mismo ritmo que el alcohol de mi jarra.
Nada iba bien, no tenia ganas de pensar, ni de recordar, solo de seguir bebiendo hasta no poder mas.
-La espada no es asunto tuyo -aseguré con una sonrisa de medio lado.

¿Que sabia ella de la espada, cada vez tenia mas claro que era nuestro rey quien la había enviado a terminar con mi vida y de paso a traer aquel objeto de leyendas que hoy sabia era tan cierto como que estaba borracho.
-Skadi, aun estas a tiempo de alejarte de todo esto. -susurré entre dientes deslizando mi dedo para abrir su escote con descaro y ver esa herida que ya había prácticamente cerrado.
-Me alegra que los dioses te favorezcan.

Esta tomo asiento junto a mi, no tardo en acompañarme a beber, eso si recordándome lo sumamente atractivo que me veía.
No pude evitar reír contra el vidrio, allí estaba la Skadi de antaño, o quizás no ,pero era lo que yo necesitaba, a Skadi y no su fantasma.
-creía que buscabas verme precisamente así, derrotado, muerto por le filo de tu espada ¿que ha cambiado? -busque su intensa mirada tratando de centrar la mía que estaba completamente perdida.

Arrastre las palabras sin perder detalle de sus armas, no había venido desnuda a la cita, ¿era esto una tregua o solo la antesala de la próxima gesta?
-tu estas como siempre. Altiva, preciosa y desafiante -apunté sin pensar demasiado.
La siguiente pregunta era obvia ¿por que la había ayudado? ¿por que curé sus heridas? Porque la quería en pie y no caída.
-Ahora que te he recuperado no te iba a volver a perder -asegure llevando mis labios de nuevo a la jarra -te vi morir Skadi, se que me odias y no te culpo.

Por mi mente pasaron las imágenes de aquella noche, torturándome, flechas de fuego con saetas ocultas que atravesaron a nuestros guerreros, escudos en alto, el graznar de los cuervos.
El Valhalla abierto, una trampa, un señuelo, una traición y su muerte frente a mis ojos.
Para ella el abandono de algo mas que un amigo, para mi, la muerte del único ser querido.
Dolor que me hizo desear la cena de Odin en cada gesta, tras cada hazaña.
-Skadi vete de París, estas a tiempo de no ser la marioneta de Loqui, nunca fue ese tu dios si no el mio.
Estaba bastante mareado, parpadeé varias veces y sacudí la cabeza, no estaba para lazar mi acero, mas lo haría si no me quedaba remedio.

Sus ojos se paseaban por el cuerpo de este hombre destruido, parecía no reconocerme y posiblemente si me mirara a un espejo tampoco lo haría yo.
No se donde me perdí, donde olvidé el orgullo de un vikingo, ni cuando deje de alzarme tras una derrota para poder volver en pie a prestar batalla.
Lo que si sabia es que hoy los cuervos graznaban dispuestos a abrirme el Valhalla, una lastima, pues no pensaba acudir a la cena de Odin. Loqui aun parecía necesitar mi espada en el mundo de los guerreros.

Hundí mis vidriosos ojos en la mirada de esa mujer que conocía como ella bien decía desde que solo era una niña, ambos forjados a fuego, templados como el acero por le mismo maestro y hoy ¿odiándome? Por una traición que no cometí y que la saco de mi vida.
-Ya no veo a esa niña Skadi, frente a mis ojos te convertiste en mujer hace ya mucho tiempo -confesé con la verdad del alcohol en mis labios.

Sonreí de medio lado con la fría jarra entre mis manos, recordaba aquel día, en el que aun siendo un niño mi maestro puso frente a mi a un hombre. Me tumbaba una y otra vez, recuerdo que dolía cada golpe, la arena manchaba mis ropas, aderiendose a la sangre que manaba junto a los moratones de cada parte de mi cuerpo.
Volvía a ponerme en pie como el orgulloso vikingo que era, ese era mi sino, luchar hasta que la muerte me impidiera seguir haciéndolo.
El resto de combates se detuvieron para mirar el mio..bueno, no era un combate, solo un niño demostrando la casta de la que estaba hecho.
El silencio inundo el patio de armas, solo los golpes hacían eco entre los muros del castillo...
-Si, creo que me mirabas mas por lo guapo que era -bromeé entre risas acercando mi jarra contra la suya -skol -dije antes de volver a llevarla a mis labios para dar un trago.

De nuevo silencio, miradas mudas que seguían retándose entre las luces y las sombras de aquella taberna.
-¿Donde lo perdí? No, no lo he hecho -tire de su taburete para poder habalrle mas de cerca -La pregunta es ¿cuando dejaste de confiar en mi? ¿cuando perdiste la razon y te dejaste engañar por quiemeras que son falsas?
Mi camino esta trazado, a fuego por mi mismo, tengo un objetivo y aunque creas he perdido el norte, solo estoy borracho, pero sigo en pie y no caido..mañana mi camino seguira fijado y mi acero se alzara de nuevo para recorrer el sendero.
¿y tu? ¿donde esta esa niña que conocí? ¿y esa mujer que me miraba con fuego en los ojos? Me hubiera seguido al fin del mundo, lo hiciste durante mucho tiempo.
¿y ahora? Solo veo a una niña asustada con odio en la mirada.

Hice una pausa para observar sus ojos, esos que parecían mirarme contrariada. Alzó la barbilla orgullosa, como si mis palabras no le penetraran, mas la conocía demasiado para saber que eso solo era una mascara.
-Skadi, ¿cuando vas a ser sincera conmigo? Se que estas enfadada -llevé mi mano a su pecho para sentir el ajetreado latir de su corazón  -también se que no es por la lluvia de flechas y te considero lo suficientemente lista como para saber que si te he protegido en los pantanos es porque te quiero viva y no muerta. ¿entonces? ¿Hazme entender que es lo que te enfurece...que convierte tu corazón en piedra?
Deje caer mi mano mientras le mantenía la mirada, viva e intensa como el fuego del infierno.

Pestañeé un par de veces, la taberna se movía o quizás era yo. Sonreí de medio lado llevando de nuevo la jarra a mis labios.
-venganza por tu sangre derramada, ¿eso es lo que te empuja al vació? Deja que sea yo por una vez quien te siga, deja que derrame la sangre de los míos en favor de los tuyos. Pero no permitas que mis ojos vuelvan a verte arder en llamas, no estoy preparado para volver a perder mi alma.

Allí, frente a frente, jarra en mano y devorándonos como antaño, tratábamos de entender donde había quedado sesos dos que un día fuimos y de los que hoy apenas quedaban las cenizas del fuego que emanábamos.
Mi respiración pesada calló sobre el vidrio de la jarra, entendía sus palabras, esas que me animaban a seguir en pie pese a las adversidades. ¿Acaso no quería que ella siguiera del mismo modo? Mas veía que su destrucción iba de la mano de la venganza, sus ojos brillaban no solo por el alcohol si no por el odio y yo, me consumía sin entender como podría aliviar su dolor.

Cerré los ojos un instante, sus palabras llegaban fuertes, solo que el resto de la taberna daba vueltas a mi alrededor.
Se que me hubiera seguido al fin del mundo, se que yo la hubiera seguido hasta mucho mas allá de este mundo.
Era cierto, siempre nos cuidamos, quizás porque en el fondo era todo cuanto teníamos, o quizás porque un sentimiento fuerte estaba surgiendo entre nosotros.
Risas por los pasillos cuando nuestros cuerpos se buscaban ansiosos, disimulando frente a los superiores, el fuego que nos hacia arder al tocarnos.
Cuantas veces en la batalla nuestras espadas cubrieron al otro o nuestros ojos se buscaron ansiosos.

Abrí los ojos para enfrentar su mirada parda, hablaba en pasado, no la culpaba, sabia que en ella algo había cambiado ¿no había cambiado también yo?
La fe, eso que perdió entre las llamas de las flechas, la esperanza es lo que perdí yo al verla morir frente a mis ojos.
Aquel día ambos habíamos muerto de un modo u otro.
Ella despertó en una celda y me odio por mi abandono, imagino grito mi nombre tantas veces que la oyeron en Asgard, mientras yo, yo luchaba por alcanzar el Valhalla y reunirme con ella.

Destino que había jugado con ambos, mas cuatro años en ella despertaron odio y en mi, en mi un infierno en el que el poco auto control que poseía se esfumó.
Busqué la muerte, busque mi propia destrucción, me sumergí entre miles de piernas, de las que no recuerdo ni un solo nombre. El alcohol y la sangre fue mi bandera.
Yo también me perdí en esas llamas de flechas hasta alcanzar París.

Desvié la mirada incapaz de escuchar como me contaba que ambos nos habíamos forjado con un mismo sino, dolía saber que todas sus palabras eran ciertas y los recuerdos me abrumaban ebrio como estaba.
Tenia razón ella seguía siendo fuego, lo notaba cuando su mano se afianzo contra la mía mostrándome el fuerte latir de su corazón.

Cerré los ojos de nuevo, todo daba vueltas a mi alrededor, sentía sus labios sobre los nudillos de mi mano, besos dulces, que no implicaban odio, eso lo sabia, pero ¿podía corresponder a aquella confesión?
-Skadi -susurré con la voz tibia por el alcohol.

De nuevo mas sinceridad, tenia razón los vikingos eramos fuego, no guardabarros nada en nuestro interior.
Una vez decididos, luchábamos hasta que las espadas caían o vencían, mas jamas reculábamos, ni en el amor, ni en la guerra.
Esta noche íbamos a sangrar los dos.

Su mano rozó mi rostro, mis ojos se cerraron de nuevo frente a su contacto, trataba de encontrar el norte, me estaba perdiendo entre sus palabras, era demasiado complicado todo, confuso.
-Te seguiría en la guerra, mi espada seria la tuya y tu venganza la convertiría´en mía. Mas …
Abrí los ojos de golpe para hundirlos en los suyos como si fueran una espada.
-He conocido a una mujer en París -confesé arrastrando las palabras por  mi grado de ebriedad -ella es...perfecta.
Sonreí de medio lado dibujando su imagen en mi cabeza.
-Es un demonio, sus ojos son dos esmeraldas que me arrastran al infierno cada noche y me hacen tocar el cielo al salir el sol. Su boca es fuego y su piel el espejo en el que me reflejo. Estoy enamorado de ella, lucho cada día por conquistar su corazón, muchas cosas nos separan, pero ya conoces a los vikingos, morimos en la gesta o vencemos, no hay punto intermedio.

Silencio, eso se abrió por un instante entre nosotros, era consciente de que si el encierro fue su odio estas palabras implicarían para ella la mas cruenta de las traiciones.
Pero mentir, no podía mentirle, no iba a fingir que mi corazón estaba libre, pues yo también era un vikingo y en pie enfrentaba mis miedos.
No podía decir que ella no significaba nada para mi, eso seria también mentir, pero...no era amor.

El vació, ahí estaba empujándola, al maldito y solitario vació y me odia con todas mis fuerzas por hacerlo.
Tiré de su cintura, incapaz de dejarla ir así, su cuerpo cedió cálido alzándose del taburete, fundiéndose conmigo en uno.
Ahora llegaría la tormenta desata, donde Loqui la arrancaría de mis brazos y los cuervos en el cielo graznarían por los dos estúpidos vikingos...