AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimas decisiones. (Threishan)
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Últimas decisiones. (Threishan)
Durante toda la noche tuve en mente la última imagen del día anterior... cuando había divisado a Alainn saliendo tranquilamente de mi casa, con las manos en los bolsillos y envuelto en una densa neblina que había transformado una noche silenciosa en una misteriosa y tensa velada. Aun me preguntaba cómo no me había dado cuenta antes de su presencia, y sobre todo cómo era posible que hubiera estado a escasos metros de nosotros y ni siquiera Threishan había sabido decir dónde. No recuerdo nada de lo que pasó tras esa visión, que ya en si parecía más una amenaza que otra cosa.
Mientras me revolvía en la cama e intentaba olvidar todo aquello, me percaté de que ya era media tarde. El cansancio por la pérdida de control del día anterior me había afectado bastante, y aun habiendo dormido casi todo el día, me encontraba agotada. Bajé al piso inferior y me preparé una infusión. La cabeza me daba vueltas, y sentía el cuello arder. No quise mirarme al espejo, puesto que el hecho de recordar que Threishan me había mordido, me inquietaba y me hacía temblar levemente. Todos los miedos y los sentimientos que anoche eran una especie de susurro habían regresado gritando por la mañana, cuando el alcohol ya no alteraba mi fisiología. Por eso, a pesar de mi aturdimiento, me encontraba bastante alterada y cualquier ruido me hacía dar un salto.
Pasé la mayor parte del día sentada en el sofá, con la vista perdida... hasta que la noche trajo un juego de luces y sombras inquietante que me hizo apresurarme a encender alguna que otra vela... aunque no sirvió de mucho puesto que una de las ventanas de la habitación se abrió de golpe, apagando éstas de un soplo. Me obligué a mentalizarme y a salir fuera. No había nadie allí, pero algo en mi interior me avisaba de que había llegado la hora de mantener una conversación con alguien muy familiar para mi. Avancé por inercia durante tanto rato que mis piernas empezaron a pedir un merecido descanso. Para entonces, ya me encontraba en los pantanos de París, y aunque no veía muy bien, distinguí perfectamente la silueta de Alainn apoyada en un árbol, mirándome con una sonrisa torcida.
-Pensé que no me encontrarías... pero veo que aun guardamos cierta conexión de familia- dijo con una voz que destilaba cierta ironía.
-Hace demasiado tiempo que no te considero familia...- alcancé a pronunciar mientras me cruzaba de brazos procurando no alterarme. La risa entrecortada de Alainn interrumpió el silencio de aquel escenario tan alejado de la ciudad.
Vi cómo se aproximaba a mi, y tuve que hacer grandes esfuerzos para permanecer parada entre cenagales y árboles mústios por el otoño. La luz de la luna, atravesó los árboles para mostrarme el rostro de Alainn... que me sorprendió al no haber cambiado ni un poco desde que se marchó. La única diferencia era la maldad que destilaban sus ojos, tan dulces antaño.
- Sabes que eso no tiene que ser definitivo... Elideth. En el fondo sabes que nos necesitamos... - alzó una mano hacia mi mejilla, pero aparté la cara bruscamente.
Él volvió a sonreír, como si ya se esperara aquello. Las imagenes de nosotros dos de jóvenes revolotearon a mi alrededor, haciéndome perder la tranquilidad durante varios minutos. Apreté los puños bajo mis brazos y desvié la mirada hacia otro lugar, maldiciéndo ese don suyo que ahora utilizaba para convencerme de sus propósitos y hacerme añorar el pasado.
-No vas a hacerme cambiar de idea- dije en un susurro-. No quiero nada de ti.
-No es tan fácil... y créeme que lo siento - dijo con un fingido tono de arrepentimiento. Después, esbozó una sonrisa más amplia-. Además tengo que hacer un buen papel Elideth... tenemos algún que otro espectador inesperado.
Mientras me revolvía en la cama e intentaba olvidar todo aquello, me percaté de que ya era media tarde. El cansancio por la pérdida de control del día anterior me había afectado bastante, y aun habiendo dormido casi todo el día, me encontraba agotada. Bajé al piso inferior y me preparé una infusión. La cabeza me daba vueltas, y sentía el cuello arder. No quise mirarme al espejo, puesto que el hecho de recordar que Threishan me había mordido, me inquietaba y me hacía temblar levemente. Todos los miedos y los sentimientos que anoche eran una especie de susurro habían regresado gritando por la mañana, cuando el alcohol ya no alteraba mi fisiología. Por eso, a pesar de mi aturdimiento, me encontraba bastante alterada y cualquier ruido me hacía dar un salto.
Pasé la mayor parte del día sentada en el sofá, con la vista perdida... hasta que la noche trajo un juego de luces y sombras inquietante que me hizo apresurarme a encender alguna que otra vela... aunque no sirvió de mucho puesto que una de las ventanas de la habitación se abrió de golpe, apagando éstas de un soplo. Me obligué a mentalizarme y a salir fuera. No había nadie allí, pero algo en mi interior me avisaba de que había llegado la hora de mantener una conversación con alguien muy familiar para mi. Avancé por inercia durante tanto rato que mis piernas empezaron a pedir un merecido descanso. Para entonces, ya me encontraba en los pantanos de París, y aunque no veía muy bien, distinguí perfectamente la silueta de Alainn apoyada en un árbol, mirándome con una sonrisa torcida.
-Pensé que no me encontrarías... pero veo que aun guardamos cierta conexión de familia- dijo con una voz que destilaba cierta ironía.
-Hace demasiado tiempo que no te considero familia...- alcancé a pronunciar mientras me cruzaba de brazos procurando no alterarme. La risa entrecortada de Alainn interrumpió el silencio de aquel escenario tan alejado de la ciudad.
Vi cómo se aproximaba a mi, y tuve que hacer grandes esfuerzos para permanecer parada entre cenagales y árboles mústios por el otoño. La luz de la luna, atravesó los árboles para mostrarme el rostro de Alainn... que me sorprendió al no haber cambiado ni un poco desde que se marchó. La única diferencia era la maldad que destilaban sus ojos, tan dulces antaño.
- Sabes que eso no tiene que ser definitivo... Elideth. En el fondo sabes que nos necesitamos... - alzó una mano hacia mi mejilla, pero aparté la cara bruscamente.
Él volvió a sonreír, como si ya se esperara aquello. Las imagenes de nosotros dos de jóvenes revolotearon a mi alrededor, haciéndome perder la tranquilidad durante varios minutos. Apreté los puños bajo mis brazos y desvié la mirada hacia otro lugar, maldiciéndo ese don suyo que ahora utilizaba para convencerme de sus propósitos y hacerme añorar el pasado.
-No vas a hacerme cambiar de idea- dije en un susurro-. No quiero nada de ti.
-No es tan fácil... y créeme que lo siento - dijo con un fingido tono de arrepentimiento. Después, esbozó una sonrisa más amplia-. Además tengo que hacer un buen papel Elideth... tenemos algún que otro espectador inesperado.
Última edición por Elideth Sallesses el Jue Dic 30, 2010 7:51 am, editado 2 veces
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
El día me había pasado lento, pues la presencia de aquel maldito cerca de Elideth me había dejado con la intriga de poder verlo cara a cara, de saber en realidad de lo que era capaz, pues esa noche no me atreví a seguirlo, no sabiendo el estado en el que se encontraba Elideth.
Cuando me dirigí a mi escondite él me seguía con la mirada, lo pude sentir, pero aún así decidí centrarme en las últimas caladas a mi cigarrillo y pasar por completo de su banal presencia.
La noche por fin cayó, con su manto tenue y frío a causa de la cercanía del invierno, no esperé mucho más para dirigirme al encuentro del perfecto aquelarre, seguí el camino hasta aquella casa en medio del oscuro bosque, pero ninguna sola presencia me asaltó allí ni en sus alrededores; pero gracias a mis sensibles sentidos pude seguir aquel rastro ciego de Elideth, rastro que me llevó hasta lo más profundo del pantano.
Allí una perfecta escena cobró vida ante mis ojos, la capa negra que tapaba casi todo mi cuerpo me ayudó a pasar desapercibido entre las sombras, aun que mi presencia ya había sido descubierta por aquel hombre alto moreno de ojos verdes brillantes como el de la misma Elideth. Ella lo rechazaba una y otra vez, como si el vínculo de sangre que antes los unía se hubiese desvanecido entre los matorrales verdosos del profundo pantano, en el momento que ambos volvieron a cruzar miradas.
-No es tan fácil... y créeme que lo siento. Además tengo que hacer un buen papel Elideth... tenemos algún que otro espectador inesperado.- volvió a ironizar él, como lo había hecho desde su encuentro, para luego girar la vista hacia mi, esperando que yo apareciese de entre la profunda neblina.
Y así lo hice, caminé hasta ellos, aplaudiendo irónicamente, con la fría mirada en mis ojos hacia él, sonriendo de forma perfectamente maliciosa, pero expectante a lo que dijera, pues cualquier movimiento suyo podía significar una nueva lucha que lidiar.
-Y yo podría hacer de vosotros una perfecta obra... una magnífica representación... Alainn...-- dije con alegría fingida, dejando de aplaudir para luego estirar mi mano hacia Elideth, esperando que ella la tomara, pues de alguna u otra forma no estaba allí solo para realizar aquello que deseaba con ansia, si no también por que de alguna forma u otra, todo lo que le pasara a aquella bruja sería tanto culpa mía como suya.
Cuando me dirigí a mi escondite él me seguía con la mirada, lo pude sentir, pero aún así decidí centrarme en las últimas caladas a mi cigarrillo y pasar por completo de su banal presencia.
La noche por fin cayó, con su manto tenue y frío a causa de la cercanía del invierno, no esperé mucho más para dirigirme al encuentro del perfecto aquelarre, seguí el camino hasta aquella casa en medio del oscuro bosque, pero ninguna sola presencia me asaltó allí ni en sus alrededores; pero gracias a mis sensibles sentidos pude seguir aquel rastro ciego de Elideth, rastro que me llevó hasta lo más profundo del pantano.
Allí una perfecta escena cobró vida ante mis ojos, la capa negra que tapaba casi todo mi cuerpo me ayudó a pasar desapercibido entre las sombras, aun que mi presencia ya había sido descubierta por aquel hombre alto moreno de ojos verdes brillantes como el de la misma Elideth. Ella lo rechazaba una y otra vez, como si el vínculo de sangre que antes los unía se hubiese desvanecido entre los matorrales verdosos del profundo pantano, en el momento que ambos volvieron a cruzar miradas.
-No es tan fácil... y créeme que lo siento. Además tengo que hacer un buen papel Elideth... tenemos algún que otro espectador inesperado.- volvió a ironizar él, como lo había hecho desde su encuentro, para luego girar la vista hacia mi, esperando que yo apareciese de entre la profunda neblina.
Y así lo hice, caminé hasta ellos, aplaudiendo irónicamente, con la fría mirada en mis ojos hacia él, sonriendo de forma perfectamente maliciosa, pero expectante a lo que dijera, pues cualquier movimiento suyo podía significar una nueva lucha que lidiar.
-Y yo podría hacer de vosotros una perfecta obra... una magnífica representación... Alainn...-- dije con alegría fingida, dejando de aplaudir para luego estirar mi mano hacia Elideth, esperando que ella la tomara, pues de alguna u otra forma no estaba allí solo para realizar aquello que deseaba con ansia, si no también por que de alguna forma u otra, todo lo que le pasara a aquella bruja sería tanto culpa mía como suya.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
No tuve duda alguna sobre quién era la persona que seguramente nos escuchaba desde hacía rato entre las sombras. No obstante, el ver a Threishan aparecer en escena me produjo un malestar que no supe a qué ligar. Miré a Alainn preguntándome si tramaba algo, y noté en sus ojos cómo Threishan evaluaba a su oponente. Sin embargo, Alainn parecía conocer tan bien al vampiro que le miraba sin mucho interés. Eso hizo que un chispazo recorriera mis dedos... pero mantuve la calma.
Miré dubitativa la mano de Threishan. "¿Qué haces aquí?" Le pregunté con la mirada. "Vete Threishan". Pero el vampiro siguió allí quieto, con la mano alzada. Di un paso hacia él... pero la voz de Alainn irrumpió de nuevo en el pantano.
-¿Primero la utilizas para tus propósitos y ahora quieres ayudarla? Por favor... el hecho de que Elideth se deje llevar por sus emociones no quiere decir que sea tan tonta como para caer en tus manos una y otra vez....- dijo con tanta convicción que me hizo dudar.
Alainn sabía cómo controlar a la gente. Tenía un don bastante útil para salirse con la suya... y lo estaba comprobando en aquel instante. Imagenes del día anterior asaltaron mi cabeza, haciéndome cerrar los ojos. Vi a Threishan haciendome perder los nervios, y más tarde, bebiendo mi sangre sin ningún sentimiento de culpabilidad. Le miré a los ojos, dolida, sintiéndo el pánico que la noche anterior no había asistido a su cita.
-Ya basta Alainn -dije con voz rasgada, pero no tomé la mano de Threishan. Desvié la mirada -. Deberías irte.
-Oh no, por favor. No hagas caso a mi prima. Estoy seguro de que a ti también podré ofrecerte alguna que otra cosa que desees, Threishan... siempre y cuando elijas bien el bando en el que estás- dijo con voz melosa. Alainn se volvió hacia mi sonriénte-. En fin. Mi clan de brujos lleva bastante tiempo esperando que me reuna contigo Elideth. Sabes que somos los únicos magos con un don... tan... peculiar.
-Es una maldición Alainn. No intentes convertirlo en lo que no es - dije con voz inexpresiva pero cortante
-Si, lo que sea... -dijo alzando la mano como para que no le interrumpiera-. La cuestión es que este don con el que nacimos no... tiene mucho valor por separado. Somos como las dos mitades de un mismo poder... y creo que ha llegado la hora de volver a unirnos para luchar por una causa bien merecida. Sabes qué es lo que quiero. Sabes por qué necesito que te unas a nosotros... y sabes que te recompensaré por ello.
-Sabes que no hay nada que desee tanto como para sacrificar millones de vidas. Te lo dije cuando te fuiste la primera vez. No me uniré a ti, y no vas a hacerme rectificar. Lo que tú haces... es...
-Lo que yo hago es exáctamente lo que hace tu querido Threishan cuando tiene sed. Matar para conseguir algo a cambio- sus palabras hicieron que me encogiera sobre mi misma. Era cierto. Era totalmente cierto-. Estuvo a punto de matarte la otra noche. ¿Por qué entonces confias en él y no en mi?
Me quedé callada sin saber qué decir. Miré a Threishan, a mi lado y me devolvió la mirada seria, haciéndome volver la vista a Alainn.
- No voy a unirme a tu clan - repetí como para autoconvencerme, y sentí unos dedos invisibles alrededor del cuello, dejándome sin aliento e impidiéndome hablar.
-Es posible que al vampiro le apetezca hacerte cambiar de opinión. Digamos que... le ofrezco lo que busca en ti. ¿Poder Threishan? ¿Tal vez... ser temido?
Miré dubitativa la mano de Threishan. "¿Qué haces aquí?" Le pregunté con la mirada. "Vete Threishan". Pero el vampiro siguió allí quieto, con la mano alzada. Di un paso hacia él... pero la voz de Alainn irrumpió de nuevo en el pantano.
-¿Primero la utilizas para tus propósitos y ahora quieres ayudarla? Por favor... el hecho de que Elideth se deje llevar por sus emociones no quiere decir que sea tan tonta como para caer en tus manos una y otra vez....- dijo con tanta convicción que me hizo dudar.
Alainn sabía cómo controlar a la gente. Tenía un don bastante útil para salirse con la suya... y lo estaba comprobando en aquel instante. Imagenes del día anterior asaltaron mi cabeza, haciéndome cerrar los ojos. Vi a Threishan haciendome perder los nervios, y más tarde, bebiendo mi sangre sin ningún sentimiento de culpabilidad. Le miré a los ojos, dolida, sintiéndo el pánico que la noche anterior no había asistido a su cita.
-Ya basta Alainn -dije con voz rasgada, pero no tomé la mano de Threishan. Desvié la mirada -. Deberías irte.
-Oh no, por favor. No hagas caso a mi prima. Estoy seguro de que a ti también podré ofrecerte alguna que otra cosa que desees, Threishan... siempre y cuando elijas bien el bando en el que estás- dijo con voz melosa. Alainn se volvió hacia mi sonriénte-. En fin. Mi clan de brujos lleva bastante tiempo esperando que me reuna contigo Elideth. Sabes que somos los únicos magos con un don... tan... peculiar.
-Es una maldición Alainn. No intentes convertirlo en lo que no es - dije con voz inexpresiva pero cortante
-Si, lo que sea... -dijo alzando la mano como para que no le interrumpiera-. La cuestión es que este don con el que nacimos no... tiene mucho valor por separado. Somos como las dos mitades de un mismo poder... y creo que ha llegado la hora de volver a unirnos para luchar por una causa bien merecida. Sabes qué es lo que quiero. Sabes por qué necesito que te unas a nosotros... y sabes que te recompensaré por ello.
-Sabes que no hay nada que desee tanto como para sacrificar millones de vidas. Te lo dije cuando te fuiste la primera vez. No me uniré a ti, y no vas a hacerme rectificar. Lo que tú haces... es...
-Lo que yo hago es exáctamente lo que hace tu querido Threishan cuando tiene sed. Matar para conseguir algo a cambio- sus palabras hicieron que me encogiera sobre mi misma. Era cierto. Era totalmente cierto-. Estuvo a punto de matarte la otra noche. ¿Por qué entonces confias en él y no en mi?
Me quedé callada sin saber qué decir. Miré a Threishan, a mi lado y me devolvió la mirada seria, haciéndome volver la vista a Alainn.
- No voy a unirme a tu clan - repetí como para autoconvencerme, y sentí unos dedos invisibles alrededor del cuello, dejándome sin aliento e impidiéndome hablar.
-Es posible que al vampiro le apetezca hacerte cambiar de opinión. Digamos que... le ofrezco lo que busca en ti. ¿Poder Threishan? ¿Tal vez... ser temido?
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Ella rechazó mi mano y yo solo pude sonreír de medio lado, no esperaba más después de lo de anoche, así que me dediqué a intercambiar la mirada entre ella y el dichoso Alainn, mientras su absurda discusión seguía en pie. Él convenciéndola de volver a formar parte de su aquelarre y ella negándose por temor a volver a matar, aun que debería admitir que las convicciones del mago eran muy buenas, tanto que la seriedad con que antes había mirado a Elideth, ahora se transformó en una media sonrisa un tanto maliciosa, pues aquellas palabras dichas por Alainn me dejaba pensativo conforme a lo que verdaderamente buscaba en aquella mujer, que de forma más segura y maligna también se encontraba en él.
-Es posible que al vampiro le apetezca hacerte cambiar de opinión. Digamos que... le ofrezco lo que busca en ti. ¿Poder Threishan? ¿Tal vez... ser temido?- Volvió a presentarme aquel contrato verbal que se me hacía inevitablemente delicioso, pues no sé qué había en él que me hacía sentir malignamente más poderoso que lo que Elideth pudiera tener.
-No necesito ser temido, vuestro poder es solo eso, un poder más... Aun que admito Alainn, vuestra proposición me deja dubitativo, sería difícil decir que no... ¿Pero estará dispuesto a lidiar conmigo?, bien os puede decir aquí vuestra querida prima que un día puedo aparentar amable y al día siguiente clavarle los colmillos... ¿podrá con ello?- dije acercándome un paso a él e ignorando del todo a Elideth, con un simple gesto de cabeza cuando tuve que hablar de ella, pues si había rechazado mi mano era por alguna razón y yo no la pasos dos veces, no doy segundas oportunidades.
Además ¿no había sido ella quien me pidió una noche que me alimentara de su sangre con tal de que no matara?, ¿acaso no había hecho eso anoche?, pues ahora era yo quien rechazaba ya toda posibilidad de querer acercarme a ella.
-Es posible que al vampiro le apetezca hacerte cambiar de opinión. Digamos que... le ofrezco lo que busca en ti. ¿Poder Threishan? ¿Tal vez... ser temido?- Volvió a presentarme aquel contrato verbal que se me hacía inevitablemente delicioso, pues no sé qué había en él que me hacía sentir malignamente más poderoso que lo que Elideth pudiera tener.
-No necesito ser temido, vuestro poder es solo eso, un poder más... Aun que admito Alainn, vuestra proposición me deja dubitativo, sería difícil decir que no... ¿Pero estará dispuesto a lidiar conmigo?, bien os puede decir aquí vuestra querida prima que un día puedo aparentar amable y al día siguiente clavarle los colmillos... ¿podrá con ello?- dije acercándome un paso a él e ignorando del todo a Elideth, con un simple gesto de cabeza cuando tuve que hablar de ella, pues si había rechazado mi mano era por alguna razón y yo no la pasos dos veces, no doy segundas oportunidades.
Además ¿no había sido ella quien me pidió una noche que me alimentara de su sangre con tal de que no matara?, ¿acaso no había hecho eso anoche?, pues ahora era yo quien rechazaba ya toda posibilidad de querer acercarme a ella.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Las palabras de Threishan me dejaron totalmente desconcertada. No emití ningún sonido, no solo porque Alainn me estuviera impidiéndo hablar con aquella sensación de asfíxia, si no porque tenía un nudo en la garganta que nada tenía que ver con poderes, aunque los mios ya estaban descontrolándose. Lo sentía.
Alainn parecía feliz de oir las palabras del vampiro. Sonrió ampliamente y no retrocedió cuando Threishan se le acercó y ambos me ignoraron por completo. Tengo que decir que lo que más me dolió fue que Threishan dudara sobre aquién apoyar.
-Admito que vuestras palabras son música para mis oidos... Estoy totalmente dispuesto a mantener una charla con vos si es lo que deseais - ambos adquirieron una manera de hablar tan formal que sentí nauseas-. Tú no tienes nada en contra de que hablemos, ¿verdad querida?
-¡Claro que lo tengo! ¡No debes creerle Threishan! -pronuncié con terror cuando sentí el don de Alainn disminuir sobre mi. Threishan me dedicó una mirada de soslayo que me hizo sentir impotente -. Sois como un espejo. No te dará nada, pero obtendrá tu confianza y tu ayuda hasta que te des cuenta de ello y...
-Respuesta incorrecta Elideth - dijo Alainn con gesto decepcionado, y algo me golpeó con tanta violencia que mi espalda chocó contra un árbol próximo, y yo caí estrepitósamente al suelo con un gemido. Me levanté tambaleánte con la mirada perdída, intentando volver a respirar sin sentir punzadas por doquier-. Sabes... deberías colaborar un poco más conmigo. Si Threishan acepta mi oferta... no necesitaré tus poderes. Obviamente un vampiro es mucho más eficaz que una bruja que no tiene ganas de sangre... pero claro. Tú morirás igualmente. Eres una dehonra para nuestra estirpe... y eso que pensé que recapacitarías.
Miró a Threishan con una sonrisa.
-Parece que hasta los que te rodean saben mejor que tú lo que les conviene... - suspiró dramáticamente-. En fin... ¿qué puedo ofrecerle a una criatura como vos a cambio de uniros a mi grupo de magos? Estoy seguro de poder superar la oferta de Elideth con creces
Miré a Threishan con gesto suplicante... pero sentía que todo estaba perdido. Un dolor familiar me recorrió el cuerpo, y apreté la mandíbula fuerte al intentar mantenerme de pie, aunque de buena gana habría dejado que mis poderes se llevaran por delante a Alainn y le hicieran callar. "No" me dije. "No volverás a hacerlo..."
Alainn parecía feliz de oir las palabras del vampiro. Sonrió ampliamente y no retrocedió cuando Threishan se le acercó y ambos me ignoraron por completo. Tengo que decir que lo que más me dolió fue que Threishan dudara sobre aquién apoyar.
-Admito que vuestras palabras son música para mis oidos... Estoy totalmente dispuesto a mantener una charla con vos si es lo que deseais - ambos adquirieron una manera de hablar tan formal que sentí nauseas-. Tú no tienes nada en contra de que hablemos, ¿verdad querida?
-¡Claro que lo tengo! ¡No debes creerle Threishan! -pronuncié con terror cuando sentí el don de Alainn disminuir sobre mi. Threishan me dedicó una mirada de soslayo que me hizo sentir impotente -. Sois como un espejo. No te dará nada, pero obtendrá tu confianza y tu ayuda hasta que te des cuenta de ello y...
-Respuesta incorrecta Elideth - dijo Alainn con gesto decepcionado, y algo me golpeó con tanta violencia que mi espalda chocó contra un árbol próximo, y yo caí estrepitósamente al suelo con un gemido. Me levanté tambaleánte con la mirada perdída, intentando volver a respirar sin sentir punzadas por doquier-. Sabes... deberías colaborar un poco más conmigo. Si Threishan acepta mi oferta... no necesitaré tus poderes. Obviamente un vampiro es mucho más eficaz que una bruja que no tiene ganas de sangre... pero claro. Tú morirás igualmente. Eres una dehonra para nuestra estirpe... y eso que pensé que recapacitarías.
Miró a Threishan con una sonrisa.
-Parece que hasta los que te rodean saben mejor que tú lo que les conviene... - suspiró dramáticamente-. En fin... ¿qué puedo ofrecerle a una criatura como vos a cambio de uniros a mi grupo de magos? Estoy seguro de poder superar la oferta de Elideth con creces
Miré a Threishan con gesto suplicante... pero sentía que todo estaba perdido. Un dolor familiar me recorrió el cuerpo, y apreté la mandíbula fuerte al intentar mantenerme de pie, aunque de buena gana habría dejado que mis poderes se llevaran por delante a Alainn y le hicieran callar. "No" me dije. "No volverás a hacerlo..."
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: Últimas decisiones. (Threishan)
"Hazlo Elideth, no lo pienses, hazlo". Sonreí de forma frívola al escuchar las palabras de Alainn y las súplicas de la bruja, quien luchaba consigo misma para no desquiciarse del todo ante las dos personas endiabladamente malvadas que tenía enfrente. Mientras mis propios pensamientos la obligaban a hacer aquello que ella odiaba por naturaleza, yo deseaba que fuera ella misma quien lo intentara matar.
-Nunca tuve un trato muy bueno con tu prima, así que cualquier oferta es mejor que la suya... eso tenlo por seguro- respondí a Alainn, sin posar si quiera la mirada en Elideth, quien seguía suplicante, apoyada en el tronco de aquel árbol, sintiendo los cosquilleos de su odioso poder por todo su cuerpo. -Es más, creo que nuestra unión nos llevaría a la cumbre... Mientras yo obtenga lo que deseo...- dije, estirando una mano hacia Alainn, para formalizar nuestras palabras, como mero símbolo de cordialidad, aun que aquel sería un pacto endiablado.
Tú has deseado esto Elideth, ahora él es la puerta del infierno y tú el alma errante... no me supliques la vida, no pienso retroceder a mi decisión.
Y con aquellos pensamientos hacia la bruja sentencié uno de su peores miedos, ahora era yo quien rechazaba su oferta, quien le daba la espalda, quien se aliaba con su propio enemigo para hacerla daño. O al menos era eso lo que deseaba que pensara, pues ahora mismo sería un estorbo tenerla cerca mientras Alainn pretenda acabar con los dos después de obtener su beneficio preciado, pero ese nunca dejaría que se hiciera con ese lujo... Si el sol no ha podido matarme, menos lo hará él y eso se lo demostraré a la incrédula Elideth... Ya nadie podía parar al diablo que llevaba dentro, el cual arrasaría con la vida de quien sea, con tal de obtener lo que desea.
-Nunca tuve un trato muy bueno con tu prima, así que cualquier oferta es mejor que la suya... eso tenlo por seguro- respondí a Alainn, sin posar si quiera la mirada en Elideth, quien seguía suplicante, apoyada en el tronco de aquel árbol, sintiendo los cosquilleos de su odioso poder por todo su cuerpo. -Es más, creo que nuestra unión nos llevaría a la cumbre... Mientras yo obtenga lo que deseo...- dije, estirando una mano hacia Alainn, para formalizar nuestras palabras, como mero símbolo de cordialidad, aun que aquel sería un pacto endiablado.
Tú has deseado esto Elideth, ahora él es la puerta del infierno y tú el alma errante... no me supliques la vida, no pienso retroceder a mi decisión.
Y con aquellos pensamientos hacia la bruja sentencié uno de su peores miedos, ahora era yo quien rechazaba su oferta, quien le daba la espalda, quien se aliaba con su propio enemigo para hacerla daño. O al menos era eso lo que deseaba que pensara, pues ahora mismo sería un estorbo tenerla cerca mientras Alainn pretenda acabar con los dos después de obtener su beneficio preciado, pero ese nunca dejaría que se hiciera con ese lujo... Si el sol no ha podido matarme, menos lo hará él y eso se lo demostraré a la incrédula Elideth... Ya nadie podía parar al diablo que llevaba dentro, el cual arrasaría con la vida de quien sea, con tal de obtener lo que desea.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Si las palabras de Threishan eran como astillas en mi corazón, sus pensamientos eran incluso peores. Podía intentar no escucharle hablar, pero no podía impedir que me dirigiera sus palabras a través de la mente, y eso me atormentaba y me hacía sentirme más débil, desprotegida. Threishan me estaba traicionando. Desde que nos cruzamos por primera vez había sabido que me odiaba, pero no hasta tal punto como para dejar que mi primo me matara... como si en aquel tiempo no hubiera compartido momentos conmigo, como si no nos conocieramos.
Alainn sonrió victorioso cuando Threishan le ofreció la mano. Antes de tomársela, me miró, alzando las cejas, y después ambas manos se estrecharon en el más cordial y silencioso pacto. Me estremecí notando el frío en el cuerpo, y el siseo de la magia en el vientre.
-Tengo que decir que no estaba seguro de conseguirlo...-dijo Alainn como si acabara de ganar aquello honradamente-. Cuando miraba a Elideth veía tanta fe en sus ojos... mírala. Todavía cree en ti. No puede asumir que todo este tiempo la hayas utilizado... es demasiado ingenua. Debería darse cuenta de que no todas las personas guardan sentimientos en su corazón...
Tuve que hacer enormes esfuerzos por no llorar ante aquello. Las palabras mordaces de Alainn eran la clave de todo... del sufrimiento. Luego sus poderes hacían el resto... pero antes, te hacía perder las esperanzas, sentir que nada merecía la pena. Y así es como me sentía yo. Miré a Threishan, quizás tenía un brillo extraño en sus ojos mientras separaba la mano de la de Alainn. Luego una sonrisa torcida, como dándole la razón a mi primo... y no lo aguanté más. Tomé la falda de mi vestido para no tropezarme y eché a correr hacia los prados, lejos de los pantanos, lejos de la oscuridad. Si todo estaba perdido, al menos defendería lo que me quedaba, mi vida. Supe que no me dejaría huir, pero no me esperaba que me capturara con tanta facilidad. En unos segundos tuve a Alainn cortándome el paso, y a Threishan, unos metros a su espalda. Alainn había perfeccionado todos sus dones. Ahora incluso parecía que podía aparecerse donde quisiera, lo que explicaba que Threishan no hubiera sido capaz de localizarle antes. Avancé hacia atrás cuando Alainn lo hizo hacia mi.
-¿Por qué huyes querida? Si sabes cual es tu destino... - dijo con tono inocente. Mi mirada se desvió un momento hacia Threishan. Nada, ni un poco de compasión en ella. Alainn me apresó entre un árbol y su cuerpo, a escasos centímetros del mio. Tocó mi cara como antaño, cuando su rostro era dulce e inocente. Notó mis poderes y sonrió-. Vaya, sigues controlándote... como si lo que te ocurre fuera malo. Qué equivocada estás... cuántos matarían por tener lo que tú tienes.
Miró a Threishan de reojo y sonrió.
-¿Cómo puedes ser así? ¿Cómo sois capaces? - dije utilizando el plural en esa ocasión. De pronto, las imagenes de las muertes que yo había provocado aparecieron en mi cabeza. Intenté dejar de ver, pero esa acción estaba en manos de Alainn. Mis nervios aumentaron gracias a Threishan-. ¡Para! ¡Parad!
- Es una pena que tanto poder se vaya a desaprovechar, pero bueno... - prosiguió Alainn como si no me hubiese oido, pero al menos, paró las imagenes por las que tanto me avergonzaba y me había maldecido una y otra vez-. No tienes que preocuparte Elideth. No utilizaré mis poderes para matarte... al fin y al cabo no deseo infligirte ese dolor. Ni siquiera estoy seguro de lo que provocarían mis poderes al chocar con los tuyos, y como bien sabes yo nunca me arriesgo cuando trabajo.
Se acercó más a mi si cabe, hasta tener su boca cérca de mi oido. Miré a Threishan por encima del hombro de Alainn. Él seguía tan quieto... tan indiferente. Una sacudida. El suelo. Mis poderes. Alainn soltó una carcajada queda. El árbol donde estaba apoyada comenzaba a marchitarse. Iba a perder el control, lo veía venir... pero entonces, algo afilado se clavó bajo mis costillas, dejándome sin aliento. Supe que Alainn había improvisado aquello, de no ser así... Threishan le habría detenido ¿verdad?
-Lo siento Elideth... lo siento de verdad... pero como ves... ya no hay marcha atrás - susurró en mi oido con finguido dolor. Cuando se separó, ni siquiera fui capaz de gritar. Me llevé las manos a la herida, y vi la sangre en mis dedos, al igual que una hoja afilada en manos de Alainn, que cayó con ruido sordo al suelo-. Vamos Threishan. Demuéstrame que eres digno de recibir sus poderes. Termina de robarle la vida, y los tendrás. Al fin y al cabo ella ya no los necesita.
Maldije cuando la vista se me volvió borrosa, pero sentí el crujir de las hojas secas bajo mis rodillas, y una de mis manos. También sentí el húmedo contacto con mi sangre en la ropa. El dolor producido por aquel objeto se juntaba con el de mis poderes liberados, pero algo impedía que continuaran su camino, arrasando todo lo que se encontraba cerca. "Threishan" pensé, y por una vez desee que no me estuviera ayudando a controlarlo... por una vez quise acabar con Alainn igual que el había acabado conmigo de aquella manera.
Alainn sonrió victorioso cuando Threishan le ofreció la mano. Antes de tomársela, me miró, alzando las cejas, y después ambas manos se estrecharon en el más cordial y silencioso pacto. Me estremecí notando el frío en el cuerpo, y el siseo de la magia en el vientre.
-Tengo que decir que no estaba seguro de conseguirlo...-dijo Alainn como si acabara de ganar aquello honradamente-. Cuando miraba a Elideth veía tanta fe en sus ojos... mírala. Todavía cree en ti. No puede asumir que todo este tiempo la hayas utilizado... es demasiado ingenua. Debería darse cuenta de que no todas las personas guardan sentimientos en su corazón...
Tuve que hacer enormes esfuerzos por no llorar ante aquello. Las palabras mordaces de Alainn eran la clave de todo... del sufrimiento. Luego sus poderes hacían el resto... pero antes, te hacía perder las esperanzas, sentir que nada merecía la pena. Y así es como me sentía yo. Miré a Threishan, quizás tenía un brillo extraño en sus ojos mientras separaba la mano de la de Alainn. Luego una sonrisa torcida, como dándole la razón a mi primo... y no lo aguanté más. Tomé la falda de mi vestido para no tropezarme y eché a correr hacia los prados, lejos de los pantanos, lejos de la oscuridad. Si todo estaba perdido, al menos defendería lo que me quedaba, mi vida. Supe que no me dejaría huir, pero no me esperaba que me capturara con tanta facilidad. En unos segundos tuve a Alainn cortándome el paso, y a Threishan, unos metros a su espalda. Alainn había perfeccionado todos sus dones. Ahora incluso parecía que podía aparecerse donde quisiera, lo que explicaba que Threishan no hubiera sido capaz de localizarle antes. Avancé hacia atrás cuando Alainn lo hizo hacia mi.
-¿Por qué huyes querida? Si sabes cual es tu destino... - dijo con tono inocente. Mi mirada se desvió un momento hacia Threishan. Nada, ni un poco de compasión en ella. Alainn me apresó entre un árbol y su cuerpo, a escasos centímetros del mio. Tocó mi cara como antaño, cuando su rostro era dulce e inocente. Notó mis poderes y sonrió-. Vaya, sigues controlándote... como si lo que te ocurre fuera malo. Qué equivocada estás... cuántos matarían por tener lo que tú tienes.
Miró a Threishan de reojo y sonrió.
-¿Cómo puedes ser así? ¿Cómo sois capaces? - dije utilizando el plural en esa ocasión. De pronto, las imagenes de las muertes que yo había provocado aparecieron en mi cabeza. Intenté dejar de ver, pero esa acción estaba en manos de Alainn. Mis nervios aumentaron gracias a Threishan-. ¡Para! ¡Parad!
- Es una pena que tanto poder se vaya a desaprovechar, pero bueno... - prosiguió Alainn como si no me hubiese oido, pero al menos, paró las imagenes por las que tanto me avergonzaba y me había maldecido una y otra vez-. No tienes que preocuparte Elideth. No utilizaré mis poderes para matarte... al fin y al cabo no deseo infligirte ese dolor. Ni siquiera estoy seguro de lo que provocarían mis poderes al chocar con los tuyos, y como bien sabes yo nunca me arriesgo cuando trabajo.
Se acercó más a mi si cabe, hasta tener su boca cérca de mi oido. Miré a Threishan por encima del hombro de Alainn. Él seguía tan quieto... tan indiferente. Una sacudida. El suelo. Mis poderes. Alainn soltó una carcajada queda. El árbol donde estaba apoyada comenzaba a marchitarse. Iba a perder el control, lo veía venir... pero entonces, algo afilado se clavó bajo mis costillas, dejándome sin aliento. Supe que Alainn había improvisado aquello, de no ser así... Threishan le habría detenido ¿verdad?
-Lo siento Elideth... lo siento de verdad... pero como ves... ya no hay marcha atrás - susurró en mi oido con finguido dolor. Cuando se separó, ni siquiera fui capaz de gritar. Me llevé las manos a la herida, y vi la sangre en mis dedos, al igual que una hoja afilada en manos de Alainn, que cayó con ruido sordo al suelo-. Vamos Threishan. Demuéstrame que eres digno de recibir sus poderes. Termina de robarle la vida, y los tendrás. Al fin y al cabo ella ya no los necesita.
Maldije cuando la vista se me volvió borrosa, pero sentí el crujir de las hojas secas bajo mis rodillas, y una de mis manos. También sentí el húmedo contacto con mi sangre en la ropa. El dolor producido por aquel objeto se juntaba con el de mis poderes liberados, pero algo impedía que continuaran su camino, arrasando todo lo que se encontraba cerca. "Threishan" pensé, y por una vez desee que no me estuviera ayudando a controlarlo... por una vez quise acabar con Alainn igual que el había acabado conmigo de aquella manera.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
¿Como podía un humano creerme entre la espada y la apred? ¿pensaba acaso que podía controlarme con aquellos insignificantes poderes?. Para un ser humano común y corriente aquello era demasiado, podía acabar con la vida de cualquiera y controlaba a la perfección todos sus poderes, poderes adquiridos a lo largo de años, pero para mi no lo era, él no contaba con algo primordial en mi naturaleza. Yo no estaba vivo desde hace ya un siglo.
Elideth salió corriendo por necesidad a creer que podía escapar, pero Alainn se mantuvo quieto, burlándose de ella a cada momento, lo miré con extrañeza, pero mis ojos sobrenaturales captaron rápidamente lo que allí ocurría. Se estaba desvaneciendo, sí, lo estaba haciendo; su cuerpo se separaba en pequeñas partículas divisibles, inperceptible para el simple ojo humano, en un parpadeo Alainn dejó de existir en aquel lugar y yo corrí tras Elideth, pero allí estaba él, acorralándola a cada momento, haciendole ver que ya no era nada, que éste sería el fin de sus días y el fin de sus poderes.
Fue en aquel momento que entendí el por qué nunca podía dar con él, porque se desvanecía, podía separar cada particula de su cuerpo y dirigirse a donde quisiera, con el simple hecho de pensar el lugar y el momento, aquello me pareció realmente increible, pero disimulé mi sorpresa muy bien, pues era de ver que Alainn era un hechicero de elite y nadie podía negarlo. Una vez más me mantuve en cautela, haciéndole creer así que era él el que podía controlarme a mi, por tanto me limité a observar cada movimiento realizado y cada palabra dicha.
-¿Por qué huyes querida? Si sabes cual es tu destino... - dijo con fingida inocencia, mientras la mirada de Elideth, cuyo cuerpo se posaba entre el de Alainn y un árbol de roble, se dirigía a mi, con denotada súplica en ella, pero la mía seguía inexpresiva, fría y lejana en todo momento. Alainn acercó sus manos al rostro de Elideth, sintiendo a través de ellas su poder, e incluso yo podía sentirlo estando a pasos de ella y sin rozar mi cuerpo con el suyo -Vaya, sigues controlándote... como si lo que te ocurre fuera malo. Qué equivocada estás... cuántos matarían por tener lo que tú tienes. Los ojos de Alaínn buscaron los míos y sus labios sonrieron con malicia exagerada; aquello ya empezaba a parecerme puro teatro por parte del brujo.
¿Cómo puedes ser así? ¿Cómo sois capaces? - dijo esta vez Elideth, Alainn por su parte solo hacía más que recordarle las muertes que ella misma había causado y eso fue la gota que colmó el vaso. -¡Para! ¡Parad!
-Es una pena que tanto poder se vaya a desaprovechar, pero bueno... - prosiguió Alainn como si no la hubiese oido, como si ella ya no existiese para él. - No tienes que preocuparte Elideth. No utilizaré mis poderes para matarte... al fin y al cabo no deseo infligirte ese dolor. Ni siquiera estoy seguro de lo que provocarían mis poderes al chocar con los tuyos, y como bien sabes yo nunca me arriesgo cuando trabajo.-Cuando volvió a callar su cuerpo se acercó más a ella y cuando quise darme cuenta, una pequeña navaja se había clabado en el costado de la mujer, provocándole un corte del cual empezaba a emanar sangre. ¡Sangre!, ese dulce carmesí que yo mismo había probado y me había llenado de aquellos cosquilleos por causa de su extravagante poder telequinético.
-Lo siento Elideth... lo siento de verdad... pero como ves... ya no hay marcha atrás – susurró Alainn en el oido de su prima con fingido dolor. Cuando se hubo separado, ella se llevó la mano a la herida, apretando con dolor y con el asombro descomponiendo su rostro. - Vamos Threishan. Demuéstrame que eres digno de recibir sus poderes. Termina de robarle la vida, y los tendrás. Al fin y al cabo ella ya no los necesita.- ¿Pensaba a caso que podía obligarme?, me mandaba como su criado... Pero no tenía idea de con quien trataba...
Mi mirada se clavó en los ojos pardos de Elideth, pero no dije nada, me limité a hacer creer a aquella sucia rata que yo le obedecía. Entonces sin pensar si quiera en el dolor externo que sentía, me acerqué a ella y la atraje hacia mi con fuerza. "Cállate, llora, pero no pienses no te muevas no quiero saber de ti ni pensar que por un error tuyo esto está ocurriendo. Ahora, no mires.". Pero cuando mis labios se abrieron y mis colmillos se acercaron a su cuello, un rápido movimiento de mis extremidades me llevó hasta Alainn, para sujetarlo con mis brazos en una perfecta llave, y me acordé entonces de que cada vez que Elideth sentía un dolor no porvocado por sus poderes, estos disminuían en proporción. Entonces lo siguiente que hice fue que, con una mano tomé un brazo de Alainn y lo estrujé hasta hacer pedazos sus huesos, asiendolo con fuerza y escuchando cada crujido como una perfecta nota musical; Alainn gritó e intentó zafarse una y otra vez, pero mis movimentos siempre serían más rápidos que los suyos, por mucho que alejase sus pensamientos de mi, yo podía leer sus ojos, su maldad me era conocida y esta vez no se me escaparía.
Lo tiré al suelo y con la misma hoja que le había clavado cobardemente a su prima, corté sus tendones de Aquiles, despellejando su piel, rasgando su carne y desgastando sus huesos con la cuchilla, para que no se le ocurriera levantarse y correr o simplemente desvanecerse, ahora sus pies no funcionaban y por mucho que saliera con vida de aquello, no volverían a hacerlo. Cogí la cuchilla con el puño, provocándome un corte en la mano, pero aplastándola y convirtiéndola en una simpe bola de metal; el corte en mi mano se curó más pronto de lo que creía y con esa misma mano proporcioné un puñetazo en uno de los costados al hombre, rompiéndole con el golpe un par de costillas. ¿Le quedaba claro ahora quién saldría con vida de aquel lugar y quién no?.
-El diablo nunca es aliado de nadie... pero finge muy bien... Espero y te quede claro, Alainn- susurré mientras peinaba mis alborotados cabellos con mis manos, para luego quitarme la chaqueta que llevaba y tendérsela a Elideth, sin mirarla a los ojos, para que se cubriese con ella o la utilizara para parar la hemorragia de la herida. -Ahora te demostraré que soy digno de robar los poderes... al fin y al cabo tú ya no los necesitas... ¿No es verdad?- Y dicho esto, tomé con mis manos su cabellera, clavando mis uñas en su cráneo, hundiendo hasta lo más profundo de su piel, traspasando su carne, para levantarlo con brusquedad, olvidándome de sus gritos y disfrutando con su dolor, dolor merecido para él. Clavé entonces mis colmillos en su clavícula, mientras estiraba más y más de su cabeza, hacia un lado, disfrutando con cada gota de su sangre, gozándola a cada momento y descubriendo los lugares más recónditos de su mente, soboreando el poder que impregnaba su cuerpo y que ahora se depositaba en el mío, con la misma intensidad con la que antes descansaba en él.
Elideth salió corriendo por necesidad a creer que podía escapar, pero Alainn se mantuvo quieto, burlándose de ella a cada momento, lo miré con extrañeza, pero mis ojos sobrenaturales captaron rápidamente lo que allí ocurría. Se estaba desvaneciendo, sí, lo estaba haciendo; su cuerpo se separaba en pequeñas partículas divisibles, inperceptible para el simple ojo humano, en un parpadeo Alainn dejó de existir en aquel lugar y yo corrí tras Elideth, pero allí estaba él, acorralándola a cada momento, haciendole ver que ya no era nada, que éste sería el fin de sus días y el fin de sus poderes.
Fue en aquel momento que entendí el por qué nunca podía dar con él, porque se desvanecía, podía separar cada particula de su cuerpo y dirigirse a donde quisiera, con el simple hecho de pensar el lugar y el momento, aquello me pareció realmente increible, pero disimulé mi sorpresa muy bien, pues era de ver que Alainn era un hechicero de elite y nadie podía negarlo. Una vez más me mantuve en cautela, haciéndole creer así que era él el que podía controlarme a mi, por tanto me limité a observar cada movimiento realizado y cada palabra dicha.
-¿Por qué huyes querida? Si sabes cual es tu destino... - dijo con fingida inocencia, mientras la mirada de Elideth, cuyo cuerpo se posaba entre el de Alainn y un árbol de roble, se dirigía a mi, con denotada súplica en ella, pero la mía seguía inexpresiva, fría y lejana en todo momento. Alainn acercó sus manos al rostro de Elideth, sintiendo a través de ellas su poder, e incluso yo podía sentirlo estando a pasos de ella y sin rozar mi cuerpo con el suyo -Vaya, sigues controlándote... como si lo que te ocurre fuera malo. Qué equivocada estás... cuántos matarían por tener lo que tú tienes. Los ojos de Alaínn buscaron los míos y sus labios sonrieron con malicia exagerada; aquello ya empezaba a parecerme puro teatro por parte del brujo.
¿Cómo puedes ser así? ¿Cómo sois capaces? - dijo esta vez Elideth, Alainn por su parte solo hacía más que recordarle las muertes que ella misma había causado y eso fue la gota que colmó el vaso. -¡Para! ¡Parad!
-Es una pena que tanto poder se vaya a desaprovechar, pero bueno... - prosiguió Alainn como si no la hubiese oido, como si ella ya no existiese para él. - No tienes que preocuparte Elideth. No utilizaré mis poderes para matarte... al fin y al cabo no deseo infligirte ese dolor. Ni siquiera estoy seguro de lo que provocarían mis poderes al chocar con los tuyos, y como bien sabes yo nunca me arriesgo cuando trabajo.-Cuando volvió a callar su cuerpo se acercó más a ella y cuando quise darme cuenta, una pequeña navaja se había clabado en el costado de la mujer, provocándole un corte del cual empezaba a emanar sangre. ¡Sangre!, ese dulce carmesí que yo mismo había probado y me había llenado de aquellos cosquilleos por causa de su extravagante poder telequinético.
-Lo siento Elideth... lo siento de verdad... pero como ves... ya no hay marcha atrás – susurró Alainn en el oido de su prima con fingido dolor. Cuando se hubo separado, ella se llevó la mano a la herida, apretando con dolor y con el asombro descomponiendo su rostro. - Vamos Threishan. Demuéstrame que eres digno de recibir sus poderes. Termina de robarle la vida, y los tendrás. Al fin y al cabo ella ya no los necesita.- ¿Pensaba a caso que podía obligarme?, me mandaba como su criado... Pero no tenía idea de con quien trataba...
Mi mirada se clavó en los ojos pardos de Elideth, pero no dije nada, me limité a hacer creer a aquella sucia rata que yo le obedecía. Entonces sin pensar si quiera en el dolor externo que sentía, me acerqué a ella y la atraje hacia mi con fuerza. "Cállate, llora, pero no pienses no te muevas no quiero saber de ti ni pensar que por un error tuyo esto está ocurriendo. Ahora, no mires.". Pero cuando mis labios se abrieron y mis colmillos se acercaron a su cuello, un rápido movimiento de mis extremidades me llevó hasta Alainn, para sujetarlo con mis brazos en una perfecta llave, y me acordé entonces de que cada vez que Elideth sentía un dolor no porvocado por sus poderes, estos disminuían en proporción. Entonces lo siguiente que hice fue que, con una mano tomé un brazo de Alainn y lo estrujé hasta hacer pedazos sus huesos, asiendolo con fuerza y escuchando cada crujido como una perfecta nota musical; Alainn gritó e intentó zafarse una y otra vez, pero mis movimentos siempre serían más rápidos que los suyos, por mucho que alejase sus pensamientos de mi, yo podía leer sus ojos, su maldad me era conocida y esta vez no se me escaparía.
Lo tiré al suelo y con la misma hoja que le había clavado cobardemente a su prima, corté sus tendones de Aquiles, despellejando su piel, rasgando su carne y desgastando sus huesos con la cuchilla, para que no se le ocurriera levantarse y correr o simplemente desvanecerse, ahora sus pies no funcionaban y por mucho que saliera con vida de aquello, no volverían a hacerlo. Cogí la cuchilla con el puño, provocándome un corte en la mano, pero aplastándola y convirtiéndola en una simpe bola de metal; el corte en mi mano se curó más pronto de lo que creía y con esa misma mano proporcioné un puñetazo en uno de los costados al hombre, rompiéndole con el golpe un par de costillas. ¿Le quedaba claro ahora quién saldría con vida de aquel lugar y quién no?.
-El diablo nunca es aliado de nadie... pero finge muy bien... Espero y te quede claro, Alainn- susurré mientras peinaba mis alborotados cabellos con mis manos, para luego quitarme la chaqueta que llevaba y tendérsela a Elideth, sin mirarla a los ojos, para que se cubriese con ella o la utilizara para parar la hemorragia de la herida. -Ahora te demostraré que soy digno de robar los poderes... al fin y al cabo tú ya no los necesitas... ¿No es verdad?- Y dicho esto, tomé con mis manos su cabellera, clavando mis uñas en su cráneo, hundiendo hasta lo más profundo de su piel, traspasando su carne, para levantarlo con brusquedad, olvidándome de sus gritos y disfrutando con su dolor, dolor merecido para él. Clavé entonces mis colmillos en su clavícula, mientras estiraba más y más de su cabeza, hacia un lado, disfrutando con cada gota de su sangre, gozándola a cada momento y descubriendo los lugares más recónditos de su mente, soboreando el poder que impregnaba su cuerpo y que ahora se depositaba en el mío, con la misma intensidad con la que antes descansaba en él.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Cuando mi mirada se clavó en la de Threishan, a penas podía distinguir nada a mi alrededor ni respirar correctamente. Me sentí tan humillada cuando me levantó con aquella furiosa brusquedad que quise morirme antes de que ocurriera nada más, como por ejemplo, que Threishan cumpliera la proposición de Alainn y fuera él mismo quien me matara. El grito que de buena gana habría proferido se atascó en mi garganta, asi que solo cerré los ojos cuando sentí el olor de Threishan penetrando en mi nariz. Escuché lo que decía su mente, pero la preocupación que sentí al notar su aliento en mi cuello no me dejó procesar la información. Solo cuando sentí que se alejaba de golpe de mi y yo volvía a quedar tristemente apoyada en el tronco húmedo de un árbol, entendí sus palabras y abrí con sorpresa los ojos.
Supe en aquel instante que nunca olvidaría la escena deformada pero clara que distinguian mis ojos. Threishan, acabando con Alainn. Sus gritos me hicieron cerrar los ojos de golpe comprendiendo que mi primo realmente nunca había tenido nada que hacer contra el vampiro... lo que significaba que si tras aquello él quería matarme podría hacerlo a sus anchas, incluso si yo no hubiera estado herida de aquella forma. Lo que más me sorprendió de todo fue que a pesar de estar en sus últimos minutos de vida, Alainn derrochara sus últimas fuerzas en enviarme todas las imagenes que pasaban por sus ojos, sabedor de que yo no sería capaz de mirar. A través de ellos me mostró el rostro desfigurado de Threishan, sus pies mutilados, su brazo retorcido de una forma imposible. Después me vi a mi misma, con aspecto sucio y una mancha roja que se extendía por mi abdomen. Threishan se acercó y me lanzó un abrigo, por lo que yo abrí los ojos para cogerlo y fue entonces cuando me di cuenta de que temblaba, y lloraba, pero que había hecho caso a Threishan y no había hecho ningún ruido.
Vi al vampiro regresar al lado de Alainn, y sentí lástima por todo aquello, aunque mis sentimientos fueran espesos y mi mente no colaborara en hacerme reaccionar. Simplemente quería dejar de ver, de oir, de pensar... pero Alainn estaba haciendo todo lo posible porque aquello no ocurriera. Me dejé caer cuando sentí que las piernas se me entumecían por la pérdida de sangre. Palpé la herida, que dolía como si la navaja que Threishan había destruido siguiera allí clavada. Decidí que si quería tener alguna posibilidad de sobrevivir tenía que parar la hemorragia. Me agaché apretándo los dientes y rompí el bajo de mi vestido haciendo una venda irregular pero larga. Después, me envolví la cintura como pude, y la tela blanca se comenzó a teñir de escarlata. La imagen de Threishan clavando sus dientes en el cuello de mi primo se abrió paso en mi mente, y sentí nauseas por aquello. Los gritos de Alainn seguían resonando en el pantano, pero yo hacía oidos sordos tanto a estos como a las palabras de Threishan. No podía más. Aquello era demasiado, demasiadas cosas. Mis poderes habían arrasado con parte de mis fuerzas, y la herida casi mortal que me había infligido Alainn estaba haciendo el resto. Juraría que nunca me había costado tanto mantenerme consciente, o al menos respirar.
Decidí que si iba a morir en aquel instante, por lo menos lo último que vería no sería el rostro transformado de Threishan. Clavé mis ojos en la escena real, en la que el vampiro me daba la espalda, pero la sangre de mi primo goteaba el suelo de hojarrasca y barro. Por alguna razón, Alainseguía mirándome por encima del hombro de Threishan una mirada cargada de odio y un rostro cubierto de sangre. No obstante, aunque ver aquello me hacía llorar, comprendí que él no habría podido cambiar nunca, por más que yo lo hubiera deseado he intentado para volver a ser una familia. Vi los labios indefinidos de Alainn pronunciando algo. Pensé que era un grito apagado por la falta de sus fuerzas, pero lo que más me alteró fue ver a Threishan rugir literalmente, de una manera que me hizo temblar. El cuerpo de Alainn cayó al suelo casi inerte, y Threishan se llevó las manos a la nuca. Quise preguntar, quise moverme, pero al intentarlo fui yo la que solté un gemido. Vi como el vampiro se miraba las manos sanguiñolientas, pero lo que más me impresionó fue la marca oscura que había aparecido en su cuello. Miré a Alainn al comprender lo que había hecho, y la pena que podía sentir por él se extinguió por completo. Una sonrisa débil brilló en su cara, y cerré los ojos cuando Threishan se volvió a acercar a él con la furia en el rostro. No era capaz de ver más violencia. No podía entender que Threishan pudiera ser tan despiadado, y lo peor es que él me lo había intentado hacer comprender desde el principio. Nunca creí que podía hacerme pasar tanto miedo, y la incertidumbre sobre qué me haría al enterarse de que una maldición pesaba sobre él me hacía estremecerme. "Lo siento..." pensé para él segundos antes de desmayarme y quedar tendida sobre las raices de un roble como si éstas me estuvieran abrazando. A pesar de estar parcialmente ausente en lo que seguía teniendo lugar en aquel pantano, los gritos de Alainn no paraban de resonar en mis oidos, y el frío húmedo de las ciénagas se había instalado en mi cuerpo como si esperaran a que las Moiras me arrebataran la vida definitivamente.
Supe en aquel instante que nunca olvidaría la escena deformada pero clara que distinguian mis ojos. Threishan, acabando con Alainn. Sus gritos me hicieron cerrar los ojos de golpe comprendiendo que mi primo realmente nunca había tenido nada que hacer contra el vampiro... lo que significaba que si tras aquello él quería matarme podría hacerlo a sus anchas, incluso si yo no hubiera estado herida de aquella forma. Lo que más me sorprendió de todo fue que a pesar de estar en sus últimos minutos de vida, Alainn derrochara sus últimas fuerzas en enviarme todas las imagenes que pasaban por sus ojos, sabedor de que yo no sería capaz de mirar. A través de ellos me mostró el rostro desfigurado de Threishan, sus pies mutilados, su brazo retorcido de una forma imposible. Después me vi a mi misma, con aspecto sucio y una mancha roja que se extendía por mi abdomen. Threishan se acercó y me lanzó un abrigo, por lo que yo abrí los ojos para cogerlo y fue entonces cuando me di cuenta de que temblaba, y lloraba, pero que había hecho caso a Threishan y no había hecho ningún ruido.
Vi al vampiro regresar al lado de Alainn, y sentí lástima por todo aquello, aunque mis sentimientos fueran espesos y mi mente no colaborara en hacerme reaccionar. Simplemente quería dejar de ver, de oir, de pensar... pero Alainn estaba haciendo todo lo posible porque aquello no ocurriera. Me dejé caer cuando sentí que las piernas se me entumecían por la pérdida de sangre. Palpé la herida, que dolía como si la navaja que Threishan había destruido siguiera allí clavada. Decidí que si quería tener alguna posibilidad de sobrevivir tenía que parar la hemorragia. Me agaché apretándo los dientes y rompí el bajo de mi vestido haciendo una venda irregular pero larga. Después, me envolví la cintura como pude, y la tela blanca se comenzó a teñir de escarlata. La imagen de Threishan clavando sus dientes en el cuello de mi primo se abrió paso en mi mente, y sentí nauseas por aquello. Los gritos de Alainn seguían resonando en el pantano, pero yo hacía oidos sordos tanto a estos como a las palabras de Threishan. No podía más. Aquello era demasiado, demasiadas cosas. Mis poderes habían arrasado con parte de mis fuerzas, y la herida casi mortal que me había infligido Alainn estaba haciendo el resto. Juraría que nunca me había costado tanto mantenerme consciente, o al menos respirar.
Decidí que si iba a morir en aquel instante, por lo menos lo último que vería no sería el rostro transformado de Threishan. Clavé mis ojos en la escena real, en la que el vampiro me daba la espalda, pero la sangre de mi primo goteaba el suelo de hojarrasca y barro. Por alguna razón, Alainseguía mirándome por encima del hombro de Threishan una mirada cargada de odio y un rostro cubierto de sangre. No obstante, aunque ver aquello me hacía llorar, comprendí que él no habría podido cambiar nunca, por más que yo lo hubiera deseado he intentado para volver a ser una familia. Vi los labios indefinidos de Alainn pronunciando algo. Pensé que era un grito apagado por la falta de sus fuerzas, pero lo que más me alteró fue ver a Threishan rugir literalmente, de una manera que me hizo temblar. El cuerpo de Alainn cayó al suelo casi inerte, y Threishan se llevó las manos a la nuca. Quise preguntar, quise moverme, pero al intentarlo fui yo la que solté un gemido. Vi como el vampiro se miraba las manos sanguiñolientas, pero lo que más me impresionó fue la marca oscura que había aparecido en su cuello. Miré a Alainn al comprender lo que había hecho, y la pena que podía sentir por él se extinguió por completo. Una sonrisa débil brilló en su cara, y cerré los ojos cuando Threishan se volvió a acercar a él con la furia en el rostro. No era capaz de ver más violencia. No podía entender que Threishan pudiera ser tan despiadado, y lo peor es que él me lo había intentado hacer comprender desde el principio. Nunca creí que podía hacerme pasar tanto miedo, y la incertidumbre sobre qué me haría al enterarse de que una maldición pesaba sobre él me hacía estremecerme. "Lo siento..." pensé para él segundos antes de desmayarme y quedar tendida sobre las raices de un roble como si éstas me estuvieran abrazando. A pesar de estar parcialmente ausente en lo que seguía teniendo lugar en aquel pantano, los gritos de Alainn no paraban de resonar en mis oidos, y el frío húmedo de las ciénagas se había instalado en mi cuerpo como si esperaran a que las Moiras me arrebataran la vida definitivamente.
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Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
[+18]
La sangre de Alainn caía cálida por mi garganta, y con ella sentía aquellas mismas sacudídas de forma casi eléctrica, que había sentido al probar la sangre de Elideth. Pero aquellas descargas eran incluso más potentes en parte, me llenaba, me extasiaba y podía ver atraves de los ojos del brujo, sentir su dolor, sentir mi exitación al llenarme de aquellos poderes telequinéticos suyos, su sangre, su vida, sus poderes, su dolor, su muerte; todo cuanto él poseía en aquel momento, empezaba a ser mío y lo serían ya por siempre.
No me separaría de su cuello por nada del mundo, quería y necesitaba hasta la última gota de sangre que poseía. Pero de sus labios, de forma casi imperceptible pude escuchar su última frase... "In maleficiis voluntas spectactur non exitus". Y con esa frase mi delicia acabó.
No pude soportar el dolor, un dolor tan fuerte como si con una barra de metal caliente me rasgara la piel de la nuca, gravando en ella el símbolo de un dueño que marca con eso a su res.La quemazón era tan fuerte que al llevarme las manos a la nuca, no pude evitar sisear y necesitar gritar con el simple roce de mis helados dedos al posarse sobre aquella marca dolorosa, marca hecha por aquel maldito brujo.
¿Qué demonios era aquello?, ¿una maldición?... ¡Una maldición!. ¿Pero qué creía aquel maldito? ¿que me afectaría acaso?. Yo no poseo alma, a mi no me llevará al infierno con él. Seré yo el que le abra las puertas del terror.
El dolor seguía incesante, pero aún así decidí dejar de pensar en ello, para demostrar a Alainn de lo que yo era capaz. Yo sí adoraba vengarme y él sería el primero en comprobarlo.
"Lo siento..." . El pensamiento de Elideth me distrajo por un momento, para cuando me giré a mirarla, con la furia y la rabia clavada en mis ojos, ella yacía desmayada en la húmeda tierra.
-Yo no.- Sentencié en forma de respuesta para ese amago de persona que ahora pagaría por su maldición.
Lo tomé del cuello, con fuerza, pero sin ahogarlo del todo. Nuestros ojos se cruzaron por fin y Alainn clavó su última mirada parda en mis ojos. Yo sería lo último que vería en vida y seré lo último que vea... en el infierno. La rabia, el mutuo odio, la furia, el deseo de vengaza, la sed, la desesperacion, su poder, todo me pertenecía ya solo a mi.
Una de mis manos se posó entonces en su pecho, sujetando con fuerzas su camisa para tumbarlo en el suelo. Mis labios se curvaron en una perfecta sonrisa maliciosa, y mis ojos destellaron rabia pura, perfecta maldad.
La mano que tenía sobre su pecho ejerció una fuerte presión, pegándolo contra el suelo, como si deseara fusionarlo con el barro, pero esa no era mi intención. La otra mano, que sostenía su cuello, se posó sobre su cabeza, girándolo como una tuerca atascada en un punto en concreto. Los amagos de grito de Alainn intentaban inundar el silencioso lugar, donde el viento y las ojas era el sonido más potente que se podía escuchar; pero apenas le quedaba fuerzas para respirar, el gritar ya sería en vano.
Comencé entonces a retorcer su cabeza con fuerza, incrustando mis dedos en aquellos mismos agujeros que antes le había propiciado. Los ojos de Alainn se tornaron violetas y abiertos de par en par empezaron a llorar sangre, por causa de la presión que mi mano ejercia sobre su pecho, prohibiendo al aire llegar hasta su cerebro. Retorcí entonces su cabeza, logrando oir los crujidos de los huesos de su cuello y los de su costillas. Reí para mi mismo cuando los labios de Alainn se abrieron formando una perfecta "O", demostrando aquel dolor que tanto deseaba ver en él. Sufre, maldito. ¡SUFRE EN EL INFIERNO!.
Y con aquél pensamiento, mi fuerza incrementó por fin, desencajando del todo la cabeza de Alainn, y oyendo el crujido de los huesos rotos, tiré con ansias de ella, separándola por fin de su cuerpo, que yacía inerte en el fangoso suelo.
Reí, reí como un loco, como un completo desquiciado, como un psicópata. ¿Y acaso no lo era?, no, yo era el Demonio en persona. Me llevé una mano a la cabeza, levantándome con dificultad del suelo. Pero la risa cesó cuando mi mano, que dejaba de acariciar mis cabellos, se posaba en mi nuca, sintiendo aquella dolorosa marca de nuevo. ¡Ahg! ¿qué haría con eso ahora? Maldita la hora en que te cruzáste en mi camino, Elideth.
Bajé la cabeza bufando sonoramente, y mis ojos chocaron con los ojos abiertos y el rostro muerto y desencajado de Alainn. Ladeé levemente la cabeza y estiré la mano para coger la cabeza del cadáver que me miraba con ojos desproporcionados. Alcé entonces su cabeza, hasta la altura de mi mirada y sonreí de nuevo con malicia.
-Adiós Alainn, adiós...-. Púdrete en el infierno por los dos. Me levanté de un brinco y lancé su cabeza tan lejos como pude, ¿quién la encontraría en el pantano?, y si alguien lo hacía, a decir verdad poco me importaba. De la misma forma, cogí su cuerpo y lo lancé a las caudalosas aguas, observando como éstas lo tragaban poco a poco llevándolo a sus profundidades, o bien a las fauces de algún animal. Di un par de pasos y caí exausto justo alado de Elideth, apoyando mi espalda contra el mismo tronco donde antes ella estaba apoyada. Ahora no deseaba nada, ni siquiera respirar. El dolor en la nuca me carcomía, y necesitaba dejar de pensar; pero aún así la sonrisa volvió a mis labios y mis manos no se apartaron de mi nuca.
La sangre de Alainn caía cálida por mi garganta, y con ella sentía aquellas mismas sacudídas de forma casi eléctrica, que había sentido al probar la sangre de Elideth. Pero aquellas descargas eran incluso más potentes en parte, me llenaba, me extasiaba y podía ver atraves de los ojos del brujo, sentir su dolor, sentir mi exitación al llenarme de aquellos poderes telequinéticos suyos, su sangre, su vida, sus poderes, su dolor, su muerte; todo cuanto él poseía en aquel momento, empezaba a ser mío y lo serían ya por siempre.
No me separaría de su cuello por nada del mundo, quería y necesitaba hasta la última gota de sangre que poseía. Pero de sus labios, de forma casi imperceptible pude escuchar su última frase... "In maleficiis voluntas spectactur non exitus". Y con esa frase mi delicia acabó.
No pude soportar el dolor, un dolor tan fuerte como si con una barra de metal caliente me rasgara la piel de la nuca, gravando en ella el símbolo de un dueño que marca con eso a su res.La quemazón era tan fuerte que al llevarme las manos a la nuca, no pude evitar sisear y necesitar gritar con el simple roce de mis helados dedos al posarse sobre aquella marca dolorosa, marca hecha por aquel maldito brujo.
¿Qué demonios era aquello?, ¿una maldición?... ¡Una maldición!. ¿Pero qué creía aquel maldito? ¿que me afectaría acaso?. Yo no poseo alma, a mi no me llevará al infierno con él. Seré yo el que le abra las puertas del terror.
El dolor seguía incesante, pero aún así decidí dejar de pensar en ello, para demostrar a Alainn de lo que yo era capaz. Yo sí adoraba vengarme y él sería el primero en comprobarlo.
"Lo siento..." . El pensamiento de Elideth me distrajo por un momento, para cuando me giré a mirarla, con la furia y la rabia clavada en mis ojos, ella yacía desmayada en la húmeda tierra.
-Yo no.- Sentencié en forma de respuesta para ese amago de persona que ahora pagaría por su maldición.
Lo tomé del cuello, con fuerza, pero sin ahogarlo del todo. Nuestros ojos se cruzaron por fin y Alainn clavó su última mirada parda en mis ojos. Yo sería lo último que vería en vida y seré lo último que vea... en el infierno. La rabia, el mutuo odio, la furia, el deseo de vengaza, la sed, la desesperacion, su poder, todo me pertenecía ya solo a mi.
Una de mis manos se posó entonces en su pecho, sujetando con fuerzas su camisa para tumbarlo en el suelo. Mis labios se curvaron en una perfecta sonrisa maliciosa, y mis ojos destellaron rabia pura, perfecta maldad.
La mano que tenía sobre su pecho ejerció una fuerte presión, pegándolo contra el suelo, como si deseara fusionarlo con el barro, pero esa no era mi intención. La otra mano, que sostenía su cuello, se posó sobre su cabeza, girándolo como una tuerca atascada en un punto en concreto. Los amagos de grito de Alainn intentaban inundar el silencioso lugar, donde el viento y las ojas era el sonido más potente que se podía escuchar; pero apenas le quedaba fuerzas para respirar, el gritar ya sería en vano.
Comencé entonces a retorcer su cabeza con fuerza, incrustando mis dedos en aquellos mismos agujeros que antes le había propiciado. Los ojos de Alainn se tornaron violetas y abiertos de par en par empezaron a llorar sangre, por causa de la presión que mi mano ejercia sobre su pecho, prohibiendo al aire llegar hasta su cerebro. Retorcí entonces su cabeza, logrando oir los crujidos de los huesos de su cuello y los de su costillas. Reí para mi mismo cuando los labios de Alainn se abrieron formando una perfecta "O", demostrando aquel dolor que tanto deseaba ver en él. Sufre, maldito. ¡SUFRE EN EL INFIERNO!.
Y con aquél pensamiento, mi fuerza incrementó por fin, desencajando del todo la cabeza de Alainn, y oyendo el crujido de los huesos rotos, tiré con ansias de ella, separándola por fin de su cuerpo, que yacía inerte en el fangoso suelo.
Reí, reí como un loco, como un completo desquiciado, como un psicópata. ¿Y acaso no lo era?, no, yo era el Demonio en persona. Me llevé una mano a la cabeza, levantándome con dificultad del suelo. Pero la risa cesó cuando mi mano, que dejaba de acariciar mis cabellos, se posaba en mi nuca, sintiendo aquella dolorosa marca de nuevo. ¡Ahg! ¿qué haría con eso ahora? Maldita la hora en que te cruzáste en mi camino, Elideth.
Bajé la cabeza bufando sonoramente, y mis ojos chocaron con los ojos abiertos y el rostro muerto y desencajado de Alainn. Ladeé levemente la cabeza y estiré la mano para coger la cabeza del cadáver que me miraba con ojos desproporcionados. Alcé entonces su cabeza, hasta la altura de mi mirada y sonreí de nuevo con malicia.
-Adiós Alainn, adiós...-. Púdrete en el infierno por los dos. Me levanté de un brinco y lancé su cabeza tan lejos como pude, ¿quién la encontraría en el pantano?, y si alguien lo hacía, a decir verdad poco me importaba. De la misma forma, cogí su cuerpo y lo lancé a las caudalosas aguas, observando como éstas lo tragaban poco a poco llevándolo a sus profundidades, o bien a las fauces de algún animal. Di un par de pasos y caí exausto justo alado de Elideth, apoyando mi espalda contra el mismo tronco donde antes ella estaba apoyada. Ahora no deseaba nada, ni siquiera respirar. El dolor en la nuca me carcomía, y necesitaba dejar de pensar; pero aún así la sonrisa volvió a mis labios y mis manos no se apartaron de mi nuca.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Lo poco que pude percibir en mi estado fue suficiente como para que al despertar no quisiera abrir los ojos. Temía observar a mi alrededor y ver a mi primo ahorcado, o simplemente muerto a mi lado. Las imágenes de su muerte, a pesar de haber sido él quien me habría matado de no ser por Threishan, no me eran precísamente agradables. Sentía un gran vacío en el cuerpo, al igual que un entumecimiento general debido al frío y la humedad del ambiente. Yo no había presenciado nada desde que había perdido el conocimiento, pero por algún motivo casi podría haber relatado con exactitud cómo Threishan había acabado con mi primo. Quizás debido a la extraña conexión entre familias de hechiceros yo sentía que él ya no existía. Nunca obtendré respuestas a mis suposiciones.
Tras un rato en el que permanecí ausente intentando afrontar la realidad, decidí que tarde o temprano tendría que enfrentarme a mis temores, así que abrí los ojos tomando una bocanada de aire que me hizo encogerme sobre mi misma por un dolor punzante en el vientre que se hizo más agudo al moverme para intentar respirar. Decidí que era mejor incorporarme poco a poco, pero cuando lo intenté sentí que no tenía fuerzas. Mis poderes habían arrasado incluso con mi voluntad. No obstante, con ayuda de una gran rama que se había marchitado a mi tacto, pude apoyar la espalda en el tronco del árbol para mirar al frente. No hallé ningún cuerpo ensangrentado, pero sí un gran charco escarlata donde había visto a Threishan acabando con Alainn. Aparté la mirada sintiéndome cada vez más apagada, y sin quererlo mis manos empezaron a temblar, así que las cerré en dos puños.
Desde que me había despertado había percibido un extraño cosquilleo en la piel... pero por primera vez éste no procedía de mis poderes. Giré la cabeza y vi a Threishan a mi lado. Ni siquiera me había percatado de su presencia. Le observé como si nunca le hubiera mirado. Sonreía. Si. Parecía feliz mientras sus manos palpaban la marca de una maldición... como si aquello fuera algo bueno. De hecho, a simple vista Threishan ni siquiera parecía peligroso. Sentí un escalofrío al recordar entonces su rostro deformado, aquel que Alainn había visto antes de morir y todo lo que había hecho. Supuse que la causa de aquella extraña sensación que me llegaba fuente del cuerpo del vampiro sería fruto del poder de la sangre de Alainn.
No dije nada. No tenía ganas, ni fuerzas, ni valor. Eso fue lo que más me frustro. No me atrevía a hablar, a dirigirle la palabra a Threishan. En aquel instante, aunque mi vista era más bien borrosa y el dolor hacía que no pudiera moverme, mis pensamientos eran bastante claros, al contrario que mis sentimientos. Me maldecía por haber confiado en Threishan... por haber tenido fe en él. Sin duda había sido una estúpida... y a pesar de tenerle tan cerca ya no sabía qué esperar de él. Me dolía olerle, me dolía ver su sonrisa... incluso me dolía oirle respirar agitadamente mientras sus manos ensangrentadas parecían ajenas a la situación.
Alcé la vista y miré el horizonte, abstrayéndome de nuevo. Iba a amanecer, y sin embargo el color del cielo era negruzco, como si representara mi estado de ánimo. Quería cerrar los ojos y cambiar lo ocurrido o simplemente desaparecer, pero como tantas otras veces, me sorprendí a mi misma. "Deberías irte" musitó mi pensamiento mientras yo me rodeaba el vientre con los brazos y volvía a cerrar los ojos. No lo pensé con hostilidad. Ni siquiera con reproche. Era un pensamiento vacío... tal y como yo me encontraba, pero dirigido a él.
Tras un rato en el que permanecí ausente intentando afrontar la realidad, decidí que tarde o temprano tendría que enfrentarme a mis temores, así que abrí los ojos tomando una bocanada de aire que me hizo encogerme sobre mi misma por un dolor punzante en el vientre que se hizo más agudo al moverme para intentar respirar. Decidí que era mejor incorporarme poco a poco, pero cuando lo intenté sentí que no tenía fuerzas. Mis poderes habían arrasado incluso con mi voluntad. No obstante, con ayuda de una gran rama que se había marchitado a mi tacto, pude apoyar la espalda en el tronco del árbol para mirar al frente. No hallé ningún cuerpo ensangrentado, pero sí un gran charco escarlata donde había visto a Threishan acabando con Alainn. Aparté la mirada sintiéndome cada vez más apagada, y sin quererlo mis manos empezaron a temblar, así que las cerré en dos puños.
Desde que me había despertado había percibido un extraño cosquilleo en la piel... pero por primera vez éste no procedía de mis poderes. Giré la cabeza y vi a Threishan a mi lado. Ni siquiera me había percatado de su presencia. Le observé como si nunca le hubiera mirado. Sonreía. Si. Parecía feliz mientras sus manos palpaban la marca de una maldición... como si aquello fuera algo bueno. De hecho, a simple vista Threishan ni siquiera parecía peligroso. Sentí un escalofrío al recordar entonces su rostro deformado, aquel que Alainn había visto antes de morir y todo lo que había hecho. Supuse que la causa de aquella extraña sensación que me llegaba fuente del cuerpo del vampiro sería fruto del poder de la sangre de Alainn.
No dije nada. No tenía ganas, ni fuerzas, ni valor. Eso fue lo que más me frustro. No me atrevía a hablar, a dirigirle la palabra a Threishan. En aquel instante, aunque mi vista era más bien borrosa y el dolor hacía que no pudiera moverme, mis pensamientos eran bastante claros, al contrario que mis sentimientos. Me maldecía por haber confiado en Threishan... por haber tenido fe en él. Sin duda había sido una estúpida... y a pesar de tenerle tan cerca ya no sabía qué esperar de él. Me dolía olerle, me dolía ver su sonrisa... incluso me dolía oirle respirar agitadamente mientras sus manos ensangrentadas parecían ajenas a la situación.
Alcé la vista y miré el horizonte, abstrayéndome de nuevo. Iba a amanecer, y sin embargo el color del cielo era negruzco, como si representara mi estado de ánimo. Quería cerrar los ojos y cambiar lo ocurrido o simplemente desaparecer, pero como tantas otras veces, me sorprendí a mi misma. "Deberías irte" musitó mi pensamiento mientras yo me rodeaba el vientre con los brazos y volvía a cerrar los ojos. No lo pensé con hostilidad. Ni siquiera con reproche. Era un pensamiento vacío... tal y como yo me encontraba, pero dirigido a él.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Seguía allí, sentado, con la mano en la nuca y aquella burlona y vacía sonrisa en mi rostro. ¿Qué demonios era aquello?, ¿como se había atrevido a maldecirme?. Quería creer que no sentía nada, que era algo estúpido, banal y sin sentido, pero no era así, aquella marca en mi nuca ardía y escocía, como si se estuviera llevando una parte de mi para torturarla y luego matarla, pero ¿acaso no estaba ya lo suficientemente muerto?, no, aún sentía dolor, ese dolor que no termina, que te persigue, te atosiga y acaba contigo; ¿empezaría entonces así mi fin?.
¿Pero qué tonterías estoy pensando?. Negué con la cabeza, aún sonriendo como un desgraciado mientras Elideth recobraba conciencia y observaba el lugar en busca del cadáver de su primo. La angustia y la desesperación habían dejado mella en su rostro, pero ella no dijo nada, ni sonrió ni lloró, se había quedado allí de pie, sin pensar y sin sentir. Sumirada acabó posándose en mi, observando mi estúpida sonrisa, la sonrisa de un psicópata envenenado por la ira y la venganza. "Deberías irte", musitó sus pensamientos en mi cabeza al darse cuenta que pronto el sol saldría de su escondite para intentar arrastrame al infierno junto a Alainn. Me puse d epie lentamente, sin apartar la mirada de Elideth, sentí una corriente recorriendo mi cuerpo conforme más me acercaba a ella, pero en vez de molestarme me tranquilizaba, era como si esa simple chispa calmara todo mi dolor. Cogí la mano d eElideth y la posé en mi nuca, para que sintiera y palpara aquella marca ardiente.
-¿Qué significa esto?...- susurré en su oído mientras apoyaba mi cabeza en su hombro. -¡¿Dime qué demonios es!?- exclamé levantando la voz, al no escuchar respuesta por su parte, sintiendo como su respiración se iba acelerando más y más.
-Respóndeme Elideth... ¡RESPONDE MALDITA SEA!- cogí sus hombros con fuerza y mi irascible mirada se posó en la suya, ¿por qué me sentía temeroso?, ¿miedo de qué?, ¿de morir tal vez?, si ya estaba muerto, qué mas daba ya todo...
Pero por mucho que quisiera engañarme, no podía, tenía miedo y no sabía por qué. Siempre he estado solo, la única vez que pude conocer un sentimiento distinto, me abandonaron, ¿como podía ahora tener miedo?, no lo entendía.
¿Pero qué tonterías estoy pensando?. Negué con la cabeza, aún sonriendo como un desgraciado mientras Elideth recobraba conciencia y observaba el lugar en busca del cadáver de su primo. La angustia y la desesperación habían dejado mella en su rostro, pero ella no dijo nada, ni sonrió ni lloró, se había quedado allí de pie, sin pensar y sin sentir. Sumirada acabó posándose en mi, observando mi estúpida sonrisa, la sonrisa de un psicópata envenenado por la ira y la venganza. "Deberías irte", musitó sus pensamientos en mi cabeza al darse cuenta que pronto el sol saldría de su escondite para intentar arrastrame al infierno junto a Alainn. Me puse d epie lentamente, sin apartar la mirada de Elideth, sentí una corriente recorriendo mi cuerpo conforme más me acercaba a ella, pero en vez de molestarme me tranquilizaba, era como si esa simple chispa calmara todo mi dolor. Cogí la mano d eElideth y la posé en mi nuca, para que sintiera y palpara aquella marca ardiente.
-¿Qué significa esto?...- susurré en su oído mientras apoyaba mi cabeza en su hombro. -¡¿Dime qué demonios es!?- exclamé levantando la voz, al no escuchar respuesta por su parte, sintiendo como su respiración se iba acelerando más y más.
-Respóndeme Elideth... ¡RESPONDE MALDITA SEA!- cogí sus hombros con fuerza y mi irascible mirada se posó en la suya, ¿por qué me sentía temeroso?, ¿miedo de qué?, ¿de morir tal vez?, si ya estaba muerto, qué mas daba ya todo...
Pero por mucho que quisiera engañarme, no podía, tenía miedo y no sabía por qué. Siempre he estado solo, la única vez que pude conocer un sentimiento distinto, me abandonaron, ¿como podía ahora tener miedo?, no lo entendía.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
A pesar de que mi primera idea fue que Threishan iba a matarme, mi mente se mostró vaga para hacerme temblar o simplemente dar a entender que le temía. Me quedé impasible mientras el vampiro tomaba mi mano y más tarde apoyaba su cabeza en mi hombro, inundándome con ese olor que ahora me hacía daño en los pulmones... aunque debería de haberme sorprendido ¿Qué le ocurría? ¿A caso por una vez en su vida se sentía confuso? ¿Quizás asustado, indefenso? Si era así me alegraba, aunque no tanto al darme cuenta de la razón de su dolor... de su frágil aspecto momentáneo.
Palpé con suavidad la marca que Alainn le había hecho en el cuello. Había visto la tensión de su cuerpo segundos atrás. Ahora sin embargo parecía más calmado, como si mi magia neutralizara su dolor. Threishan hizo preguntas, pero no respondí. Necesitaba ver el dibujo que correspondía a la maldición para poder decir algo coherente. Había tantas, tantas maldiciones... Theishan tomó mis hombros, a la desesperada y me zarandeó con menos fuerza de la que me esperaba. Aun así, me mareé. A parté la mano de su nuca, sintiéndo el calor de la piel de Threishan latente en mis dedos. Ignoré si se debía a que yo estaba helada o a que Threishan tenía tibia la piel por el conjuro, o peor, por la sangre de mi primo. Evité mirar mis dedos, posiblemente manchados de ésta. Ese simple pensamiento me hizo aumentar el ritmo de la respiración. Los ojos de Threishan me observaban a la espera de que solucionara sus problemas... pero en aquella ocasión yo no tenía ni una sola respuesta.
-Cállate- musité con voz apagada ante sus gritos, haciendo un esfuerzo por hablarle.
La cabeza me daba vueltas. ¿A caso él no veía cómo me encontraba? Sus ojos se calmaron cuando me oyeron hablar, y la furia desapareció levemente de ellos, dejando paso de nuevo a la incertidumbre, al miedo a lo desconocido. Nuestras pupilas quedaron conectadas a penas unos segundos, pero el silencio hizo que parecieran largos minutos de no saber, de intentar comprender. Si mis sospechas eran ciertas y Threishan realmente necesitaba mi ayuda, mi futuro iba a estar ligado a aquel vampiro tanto si me gustaba como si no... y era lo que más temía en aquel instante. Suspiré aprovechando mi insensibilidad tras lo sucedido. Intenté buscar algún sentimiento... pero no lo encontré. Sabía que horas más tarde el dolor vendría a por mi y no podría esquivarlo.
- No se qué clase de maldición... es. Necesito ir a casa y ver... el dibujo de tu marca. Hay millones de maldiciones Threishan- expliqué con voz calmada mientras alzaba la mano y volvía a posarla sobre el cuello del vampiro. Threishan no se movió. Seguía mirándome fijamente. Canalicé energía hacia la marca intentando no pensar en que estaba ayudando a mi peor pesadilla. Los músculos de Threishan se relajaron, y supe que el dolor había cesado considerablemente, asíque dejé caer mi mano, sin gracia, a un costado-. Supongo que eso te aliviará durante unas horas...
Palpé con suavidad la marca que Alainn le había hecho en el cuello. Había visto la tensión de su cuerpo segundos atrás. Ahora sin embargo parecía más calmado, como si mi magia neutralizara su dolor. Threishan hizo preguntas, pero no respondí. Necesitaba ver el dibujo que correspondía a la maldición para poder decir algo coherente. Había tantas, tantas maldiciones... Theishan tomó mis hombros, a la desesperada y me zarandeó con menos fuerza de la que me esperaba. Aun así, me mareé. A parté la mano de su nuca, sintiéndo el calor de la piel de Threishan latente en mis dedos. Ignoré si se debía a que yo estaba helada o a que Threishan tenía tibia la piel por el conjuro, o peor, por la sangre de mi primo. Evité mirar mis dedos, posiblemente manchados de ésta. Ese simple pensamiento me hizo aumentar el ritmo de la respiración. Los ojos de Threishan me observaban a la espera de que solucionara sus problemas... pero en aquella ocasión yo no tenía ni una sola respuesta.
-Cállate- musité con voz apagada ante sus gritos, haciendo un esfuerzo por hablarle.
La cabeza me daba vueltas. ¿A caso él no veía cómo me encontraba? Sus ojos se calmaron cuando me oyeron hablar, y la furia desapareció levemente de ellos, dejando paso de nuevo a la incertidumbre, al miedo a lo desconocido. Nuestras pupilas quedaron conectadas a penas unos segundos, pero el silencio hizo que parecieran largos minutos de no saber, de intentar comprender. Si mis sospechas eran ciertas y Threishan realmente necesitaba mi ayuda, mi futuro iba a estar ligado a aquel vampiro tanto si me gustaba como si no... y era lo que más temía en aquel instante. Suspiré aprovechando mi insensibilidad tras lo sucedido. Intenté buscar algún sentimiento... pero no lo encontré. Sabía que horas más tarde el dolor vendría a por mi y no podría esquivarlo.
- No se qué clase de maldición... es. Necesito ir a casa y ver... el dibujo de tu marca. Hay millones de maldiciones Threishan- expliqué con voz calmada mientras alzaba la mano y volvía a posarla sobre el cuello del vampiro. Threishan no se movió. Seguía mirándome fijamente. Canalicé energía hacia la marca intentando no pensar en que estaba ayudando a mi peor pesadilla. Los músculos de Threishan se relajaron, y supe que el dolor había cesado considerablemente, asíque dejé caer mi mano, sin gracia, a un costado-. Supongo que eso te aliviará durante unas horas...
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Re: Últimas decisiones. (Threishan)
¿Como había bajado la guardia con aquel ser miserable?, ahora me pasaba factura. ¡Qué imbécil me sentía!. Sin embargo, aún sumido en mi desesperación, no aparté la mirada de los ojos de Elideth, esperando una respuesta que calmara mis ansias y mi miedo... Sí, tenía miedo del no saber. ¿Pero como esperaba que la bruja mal herida me ayudara?. Definitivamente era un imbécil.
-Cállate- musitó ella, haciendo un esfuerzo por hablar. ¿Que me callara?, ¿pero como podía callarme y mantener la calma sabiendo que algo me carcomía por dentro, me quemaba la piel y provocaba dolor?. Aún así me callé, apoyando mis manos sobre los hombros de la bruja, para evitar que cayésemos los dos presas de las heridas.
- No se qué clase de maldición... es. Necesito ir a casa y ver... el dibujo de tu marca. Hay millones de maldiciones Threishan- explicó con voz calmada mientras alzaba su mano y volvía a posarla sobre mi cuello. No sé qué diantres hizo, pero sea lo que sea, aquella acción calmó mi dolor, momentáneamente. -Supongo que eso te aliviará durante unas horas... - ¿unas horas?. Necesitaba un alivio definitivo. Bufé molesto por ello, pero ella tenía razón, nada podía hacer, ahora que estaba ante algo que desconocía completamente y del cual no me podía zafar así como así.
-Vamos...- Susurré, tomando la mano de la bruja para estirarla y que así me siguiera, ninguno de los teníamos las fuerzas necesarias para salir corriendo de aquel lugar, así que caminaríamos hasta la casa de la bruja, donde ambos podríamos descansar por fin. Nos llevó casi media hora llegar hasta la casa, media hora en silencio, donde ninguno de los dos hizo el más mínimo ruido, ni la mínima queja de nuestros respectivos dolores. ¿Ahora era ella mi única "salvación"?
-Será mejor que te limpies esa herida. No es grave, pero has perdido sangre y debes descansar... Mañana, estés como estés, me ayudarás a encontrar la solución a esta maldita y absurda maldición.- Sentencié, señalándola con mi dedo índice, para luego dirigirme a la habitación que una vez utilicé para descansar. La vieja habitación de Alainn. Esa noche había sido larga, pero más larga sería el día, con aquella marca llevándose mi inmortalidad y quemándome por dentro. kirota.
-Cállate- musitó ella, haciendo un esfuerzo por hablar. ¿Que me callara?, ¿pero como podía callarme y mantener la calma sabiendo que algo me carcomía por dentro, me quemaba la piel y provocaba dolor?. Aún así me callé, apoyando mis manos sobre los hombros de la bruja, para evitar que cayésemos los dos presas de las heridas.
- No se qué clase de maldición... es. Necesito ir a casa y ver... el dibujo de tu marca. Hay millones de maldiciones Threishan- explicó con voz calmada mientras alzaba su mano y volvía a posarla sobre mi cuello. No sé qué diantres hizo, pero sea lo que sea, aquella acción calmó mi dolor, momentáneamente. -Supongo que eso te aliviará durante unas horas... - ¿unas horas?. Necesitaba un alivio definitivo. Bufé molesto por ello, pero ella tenía razón, nada podía hacer, ahora que estaba ante algo que desconocía completamente y del cual no me podía zafar así como así.
-Vamos...- Susurré, tomando la mano de la bruja para estirarla y que así me siguiera, ninguno de los teníamos las fuerzas necesarias para salir corriendo de aquel lugar, así que caminaríamos hasta la casa de la bruja, donde ambos podríamos descansar por fin. Nos llevó casi media hora llegar hasta la casa, media hora en silencio, donde ninguno de los dos hizo el más mínimo ruido, ni la mínima queja de nuestros respectivos dolores. ¿Ahora era ella mi única "salvación"?
-Será mejor que te limpies esa herida. No es grave, pero has perdido sangre y debes descansar... Mañana, estés como estés, me ayudarás a encontrar la solución a esta maldita y absurda maldición.- Sentencié, señalándola con mi dedo índice, para luego dirigirme a la habitación que una vez utilicé para descansar. La vieja habitación de Alainn. Esa noche había sido larga, pero más larga sería el día, con aquella marca llevándose mi inmortalidad y quemándome por dentro. kirota.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
El camino de vuelta a casa fue lo más difícil para mi. Mis pies casi no se elevaban del suelo al caminar, y no me molesté en ir deprisa. ¿Para qué? Ni tenía fuerzas, ni tenía razones. Nada tenía sentido. Quise imaginar que nada de aquello había sucedido, pero la mano fría de Threishan era tan real como el dolor que me taladraba a cada paso. Por una vez el vampiro no me obligó a seguir su ritmo. Fue él el que se acomodó a mi lenta marcha... como si por una vez no le apeteciera alejarse de mi o como si simplemente por una vez él sintiera el mismo cansancio que yo, el mismo abatimiento. No me di cuenta de que habíamos llegado a mi casa, y mis pies me llevaron al piso de arriba por inercia. Escuché a Threishan hablar y clavé mis ojos en sus pupilas para contestarle.
- No.
Eso fue todo lo que conseguí decir, y creí que era suficiente respuesta para él. Mi vida se había estancado en un pozo oscuro y solo quería dormir para que todo terminara y la reaildad desapareciera de mi vista. Sabía que Threishan quería que le ayudara pero ¿acaso no era él quien había aparecido sin preguntar en mi vida y me había hecho sufrir tanto? Threishan. Pese a todo su nombre tenía un matiz dulce al final de la amargura. Me había dañado más de lo que me había ayudado, pero al fin y al cabo me había abierto alguna que otra puerta que podía hacer mejorar mi existencia. Fuera como fuese, en aquel momento no estaba dispuesta a sentirme obligada a nada. Quería desligarme de la magia y de cualquier cosa sobrenatural. Aunque mi sangre se mostraba fría, tenía una certeza que me hacía temblar, y era la de que horas más tarde me desplomaría de tristeza en el primer lugar que encontrase y nadie me animaría. Threishan estaría demasiado ocupado como para ser amable y tampoco estaba segura de querer su ayuda precisamente. Todo era contradictorio.
Entré en mi habitación y seguidamente al baño. Mi rostro tenía una tonalidad blanquecina que me asustó, muy en contraste con mi vestido ensangrentado. No sabía por donde empezar. Quité las vendas improvisadas que me había puesto y solté un gemido. Podía no ser grave, pero yo estaba viendo las estrellas. Pasé un paño húmedo por la herida, profunda y rojiza. Se me saltaron las lágrimas. Sentí los dedos entumecidos al colocarme ropa seca encima de las nuevas vendas. Después me tomé mi tiempo para limpiar mis manos y mi rostro, y más tarde peinarme. Cuando salí rato más tarde del cuarto Threishan estaba apoyado en el marco de la puerta, observándome. Quizás tenía algo que decirme, como "me da igual que no quieras ayudarme, lo harás" pero lo cierto es que no quería oírlo. Me dañaba verle y recordar... recordar... Avancé hacia él para salir de la habitación y comer algo, iniciando de nuevo mi marcha lenta y dolorosa con el rostro pétreo.
- No.
Eso fue todo lo que conseguí decir, y creí que era suficiente respuesta para él. Mi vida se había estancado en un pozo oscuro y solo quería dormir para que todo terminara y la reaildad desapareciera de mi vista. Sabía que Threishan quería que le ayudara pero ¿acaso no era él quien había aparecido sin preguntar en mi vida y me había hecho sufrir tanto? Threishan. Pese a todo su nombre tenía un matiz dulce al final de la amargura. Me había dañado más de lo que me había ayudado, pero al fin y al cabo me había abierto alguna que otra puerta que podía hacer mejorar mi existencia. Fuera como fuese, en aquel momento no estaba dispuesta a sentirme obligada a nada. Quería desligarme de la magia y de cualquier cosa sobrenatural. Aunque mi sangre se mostraba fría, tenía una certeza que me hacía temblar, y era la de que horas más tarde me desplomaría de tristeza en el primer lugar que encontrase y nadie me animaría. Threishan estaría demasiado ocupado como para ser amable y tampoco estaba segura de querer su ayuda precisamente. Todo era contradictorio.
Entré en mi habitación y seguidamente al baño. Mi rostro tenía una tonalidad blanquecina que me asustó, muy en contraste con mi vestido ensangrentado. No sabía por donde empezar. Quité las vendas improvisadas que me había puesto y solté un gemido. Podía no ser grave, pero yo estaba viendo las estrellas. Pasé un paño húmedo por la herida, profunda y rojiza. Se me saltaron las lágrimas. Sentí los dedos entumecidos al colocarme ropa seca encima de las nuevas vendas. Después me tomé mi tiempo para limpiar mis manos y mi rostro, y más tarde peinarme. Cuando salí rato más tarde del cuarto Threishan estaba apoyado en el marco de la puerta, observándome. Quizás tenía algo que decirme, como "me da igual que no quieras ayudarme, lo harás" pero lo cierto es que no quería oírlo. Me dañaba verle y recordar... recordar... Avancé hacia él para salir de la habitación y comer algo, iniciando de nuevo mi marcha lenta y dolorosa con el rostro pétreo.
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/02/2010
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Quedaba menos de dos horas para que saliera por fin el sol. Necesitaba descansar, sumirme en mi letargo y pensar que nada de esto puede ser real. Pero es real y tú solito te has metido en esto, todo por tu maldita codicia... Lamento no ser tan perfecto.
Seguí cada paso de Elideth con la mirada, mientras reposaba la espalda en la pared, a pies de las escaleras, en cambio no dije nada a su negativa. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba obligada a ayudarme?... pues sí, lo estaba, pero no necesitaba que yo le dijera nada, porque quiera o no ya estaba ligada a mi.
La seguí en silencio hasta la cocina, en cambio nuestras miradas no se cruzaron ni una sola vez. ¿Temor?, no, Odio. Esto era irónico, ambos nos odiábamos, pero por alguna extraña razón ahora estábamos complementados. Y ambos dábamos algo por seguro... que si yo moría, ella moriría conmigo.
Cada gesto suyo podía decirme como se sentía, el dolor no era solo corporal, no, iba más allá de todo, más allá incluso de mi. ¿Pero yo qué puedo hacer?, yo no calmo el dolor... yo propicio el dolor. Era así y siempre lo sería. Es mi maldad, nadie me la cambiará.
Subió de nuevo las escaleras, el cansancio podía con ella, y con migo. Pero cuando llegó a la puerta de su habitación, la obligué a mirarme, volteándola con cuidado, como si me diera miedo ahora poder romperla en pedazos. ¡¿Pero qué más daba todo ya?!... ahora estaba en sus manos. No iba a morir, pero no me resignaría a pasar el resto de mi vida con aquella marca que ardía y escocía, que palpitaba y que absorbía toda la energía de mi muerto cuerpo, dejándome a merced del dolor más puro y duro. No, yo ahora era más poderoso que cualquier maldición. Yo ahora poseía esos poderes con los que tanto deseaba desde que conocí a Elideth, y yo no me daría por vencido, ahora ni nunca.
-Recuerda que cada paso que des lo darás cogida a mi mano...- susurré en su oído, tras rodearla con mis brazos. Si yo estaba atado a aquella maldición, yo sería la maldición de Elideth, y ella estaría atada a mi. Me atreví a clavar mi mirada en sus fríos ojos pardos, y bajé lentamente una de mis manos por su espalda, acariciando su columna, y con la otra tomé su barbilla y la alcé hasta la altura de mi rostro. -El miedo no sirve de nada, y mañana no irá mejor. Tú decides.- Volví a musitar, golpeando mi gélido aliento en su rostro, pero antes que ella se girase de nuevo, mis labios, fríos como el mismo mármol, se posaron sobre los suyos. Mis ojos no se apartaron de los suyos, hasta que decidí soltarla. Me aparté medio paso y me giré, metiendo las manos en mis bolsillos, y susurrando un "Descansa, te hace falta." Me adentré a la que una vez tomé como habitación, la misma habitación de Alainn, la oscura y lúgubre cueva donde me escondería cobarde del sol.
Seguí cada paso de Elideth con la mirada, mientras reposaba la espalda en la pared, a pies de las escaleras, en cambio no dije nada a su negativa. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba obligada a ayudarme?... pues sí, lo estaba, pero no necesitaba que yo le dijera nada, porque quiera o no ya estaba ligada a mi.
La seguí en silencio hasta la cocina, en cambio nuestras miradas no se cruzaron ni una sola vez. ¿Temor?, no, Odio. Esto era irónico, ambos nos odiábamos, pero por alguna extraña razón ahora estábamos complementados. Y ambos dábamos algo por seguro... que si yo moría, ella moriría conmigo.
Cada gesto suyo podía decirme como se sentía, el dolor no era solo corporal, no, iba más allá de todo, más allá incluso de mi. ¿Pero yo qué puedo hacer?, yo no calmo el dolor... yo propicio el dolor. Era así y siempre lo sería. Es mi maldad, nadie me la cambiará.
Subió de nuevo las escaleras, el cansancio podía con ella, y con migo. Pero cuando llegó a la puerta de su habitación, la obligué a mirarme, volteándola con cuidado, como si me diera miedo ahora poder romperla en pedazos. ¡¿Pero qué más daba todo ya?!... ahora estaba en sus manos. No iba a morir, pero no me resignaría a pasar el resto de mi vida con aquella marca que ardía y escocía, que palpitaba y que absorbía toda la energía de mi muerto cuerpo, dejándome a merced del dolor más puro y duro. No, yo ahora era más poderoso que cualquier maldición. Yo ahora poseía esos poderes con los que tanto deseaba desde que conocí a Elideth, y yo no me daría por vencido, ahora ni nunca.
-Recuerda que cada paso que des lo darás cogida a mi mano...- susurré en su oído, tras rodearla con mis brazos. Si yo estaba atado a aquella maldición, yo sería la maldición de Elideth, y ella estaría atada a mi. Me atreví a clavar mi mirada en sus fríos ojos pardos, y bajé lentamente una de mis manos por su espalda, acariciando su columna, y con la otra tomé su barbilla y la alcé hasta la altura de mi rostro. -El miedo no sirve de nada, y mañana no irá mejor. Tú decides.- Volví a musitar, golpeando mi gélido aliento en su rostro, pero antes que ella se girase de nuevo, mis labios, fríos como el mismo mármol, se posaron sobre los suyos. Mis ojos no se apartaron de los suyos, hasta que decidí soltarla. Me aparté medio paso y me giré, metiendo las manos en mis bolsillos, y susurrando un "Descansa, te hace falta." Me adentré a la que una vez tomé como habitación, la misma habitación de Alainn, la oscura y lúgubre cueva donde me escondería cobarde del sol.
Invitado- Invitado
Re: Últimas decisiones. (Threishan)
Huir de la mirada de Threishan no me sirvió de nada aquella vez. El vampiro me instó a mirarle alzándome la barbilla, y obligándome así a enfrentarme al mayor de mis temores. La bipolaridad de Threishan me desconcertaba, no podía estar segura de que fuera a acariciarme o a pegarme cada vez que alzaba las manos, y recordar su rostro contraido al matar cruelmente a mi primo no ayudaba en absoluto. Sin embargo, la boca de Threishan no se mostró feroz cuando me besó. Había imaginado muchas veces cómo sería mi primer beso, y desde luego en ninguna de mis ideas era Threishan el que me robaba el primero.
Threishan. Maldito vampiro. Ni siquiera fui capaz de moverme. Solamente intenté alcanzar su mente através de sus ojos, como aguas profundas. Cuando se separó me quedé totalmente paralizada, con la mirada clavada en la pared y los labios fríos. La situación era de lo más irónica. Mientras me giraba levemente para ver a Threishan desaparecer tras la puerta comencé a temblar. ¿Cómo había sido capaz de mantener la compostura después de todo lo que había pasado? Quise creer que mis sentimientos seguían callados por el dolor, al igual que mis miedos y mi pena.
Entré en mi habitación y cerré la puerta con cuidado. Cuando alcancé la cama me derrumbé. Fue el sueño el que me hizo reflexionar, y al despertar llorar y gemir de dolor cuando mis poderes volvieron a entrar en mi cuerpo y atravesaron mis heridas. Recordé el día en que había conocido a Threishan, cuando se había ofrecido a ayudarme y yo había rozado su boca para advertirle del peligro al que se exponía al acercarse a mi. Comprendí que sin embargo aquella noche había sido Threishan el que me había amenazado sin darse cuenta con ese mismo gesto. No tenía escapatoria. Threishan podía hacer lo que quisiera conmigo, y lo peor de todo era que yo no era lo suficientemente valiente ni fuerte como para enfrentarme a él sin salir mal parada. El sol penetró por las cortinas, pero aquel día no quise despertar. Me acurruqué bajo las mantas y me dejé arrastrar por la oscuridad, deseando que aquella pesadilla terminara pronto con o sin heridos.
TEMA FINALIZADO
Threishan. Maldito vampiro. Ni siquiera fui capaz de moverme. Solamente intenté alcanzar su mente através de sus ojos, como aguas profundas. Cuando se separó me quedé totalmente paralizada, con la mirada clavada en la pared y los labios fríos. La situación era de lo más irónica. Mientras me giraba levemente para ver a Threishan desaparecer tras la puerta comencé a temblar. ¿Cómo había sido capaz de mantener la compostura después de todo lo que había pasado? Quise creer que mis sentimientos seguían callados por el dolor, al igual que mis miedos y mi pena.
Entré en mi habitación y cerré la puerta con cuidado. Cuando alcancé la cama me derrumbé. Fue el sueño el que me hizo reflexionar, y al despertar llorar y gemir de dolor cuando mis poderes volvieron a entrar en mi cuerpo y atravesaron mis heridas. Recordé el día en que había conocido a Threishan, cuando se había ofrecido a ayudarme y yo había rozado su boca para advertirle del peligro al que se exponía al acercarse a mi. Comprendí que sin embargo aquella noche había sido Threishan el que me había amenazado sin darse cuenta con ese mismo gesto. No tenía escapatoria. Threishan podía hacer lo que quisiera conmigo, y lo peor de todo era que yo no era lo suficientemente valiente ni fuerte como para enfrentarme a él sin salir mal parada. El sol penetró por las cortinas, pero aquel día no quise despertar. Me acurruqué bajo las mantas y me dejé arrastrar por la oscuridad, deseando que aquella pesadilla terminara pronto con o sin heridos.
TEMA FINALIZADO
Aishell Demberg- Licántropo Clase Baja
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