AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
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La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Era lunes por la tarde y la fina llovizna cubría como un manto desapacible la ciudad de París. Para variar. ¡Cómo odiaba ese clima! con lo cálido que era el de Albi. En fin, se consolaba pensando que al menos así no la señalarían con el dedo por traer tormentas, malas cosechas o inundaciones.
Entró en el establecimiento "Les Antiquaires" en la Rue du Bac, a dos manzanas del Sena y de frente a la Ile de la Cité. Era un establecimiento de caché, donde señoronas ricas encargaban antigüedades de postín para decorar sus casonas. Aquí un carrillón que perteneció a la villa de recreo de Luis XV, allá una tiara de Ana de Habsburgo... y un sinfín de chucherías caras y antiguas. Pero además, el anticuario era un hechicero de clase alta que dejó aparcadas sus artes para dedicarse sólo al estudio y colección de objetos con historia, que tuvieran que ver con el mundo de la magia. Poca gente accedía a tener su confianza, pero Elora le escribió días atrás mentando a su madre (que fue conocida en amplios círculos mágicos, antes de desaparecer), y el anticuario accedió a conseguirle un objeto que necesitaba para llevar a cabo un encantamiento.
Monsieur Gideon Colbert era alto, delgado, de pelo blanco, nariz aguileña y mirada penetrante, casi como un cuervo. La bruja se quitó los guantes y los apoyó en el escritorio de caoba que servía casi de mostrador.
— Buenas tardes monsieur Colbert, soy mademoiselle Dahan, recibí su carta y vengo a por el encargo.—
— Bonjour madame, lo tenía preparado pero he tenido un pequeño... ehm.. contratiempo en el almacén. Si me disculpa unos minutos, se lo traeré en seguida.
Había otro cliente en la tienda, un hombre joven y bien parecido. Lo saludó con un "bonjour" y esperó a que el anticuario regresase, pero entonces empezó el espectáculo.Es lo que tenía la magia, que a veces los objetos tenían vida propia y generaban desastres. El hombre desapareció por la trastienda y se escucharon algunos ruidos de golpes y rotura de materiales.
La bruja reprimió la sonrisa y comentó en tono ligero.
— menos mal que son antiguallas, que si llegan a ser animales...— Se acercó hasta un objeto expuesto en una vitrina y lo observó con atención, después se dirigió al hombre con media sonrisa en los labios.— ¿Qué cree que es? parece un plumín y un secante, con una cartas escritas para... mmm..Honoré Marsignac.— dijo, leyendo lo que ponía sobre los papeles.— mire bien. Es una cortadora de dedos. ¿Vé el hilo que rodea la peana del soporte? cuando levanta la pluma, salta el resorte y se hace un lazo que corta los dedos con un alambre afiladísimo. Un instrumento muy útil, desde luego, si uno quiere evitar que su correspondencia sea leída o modificada por otros. Una reliquia, sin duda, sólo se fabricaron tres.
Lo cierto es que la bruja tenía la mente despierta y era capaz de maquinar todo tipo de atrocidades si le daban el acicate necesario. En el caso contrario, era una chica tranquila y que sólo quería vivir cómodamente y dedicarse a conocer los entresijos de la magia. Los conocimientos sobre objetos, plantas y libros los iba atesorando conforme caian en sus manos, y gracias al dinero de su futuro marido, ahora podía adquirirlos y devorarlos en sus ratos libres.
Entró en el establecimiento "Les Antiquaires" en la Rue du Bac, a dos manzanas del Sena y de frente a la Ile de la Cité. Era un establecimiento de caché, donde señoronas ricas encargaban antigüedades de postín para decorar sus casonas. Aquí un carrillón que perteneció a la villa de recreo de Luis XV, allá una tiara de Ana de Habsburgo... y un sinfín de chucherías caras y antiguas. Pero además, el anticuario era un hechicero de clase alta que dejó aparcadas sus artes para dedicarse sólo al estudio y colección de objetos con historia, que tuvieran que ver con el mundo de la magia. Poca gente accedía a tener su confianza, pero Elora le escribió días atrás mentando a su madre (que fue conocida en amplios círculos mágicos, antes de desaparecer), y el anticuario accedió a conseguirle un objeto que necesitaba para llevar a cabo un encantamiento.
Monsieur Gideon Colbert era alto, delgado, de pelo blanco, nariz aguileña y mirada penetrante, casi como un cuervo. La bruja se quitó los guantes y los apoyó en el escritorio de caoba que servía casi de mostrador.
— Buenas tardes monsieur Colbert, soy mademoiselle Dahan, recibí su carta y vengo a por el encargo.—
— Bonjour madame, lo tenía preparado pero he tenido un pequeño... ehm.. contratiempo en el almacén. Si me disculpa unos minutos, se lo traeré en seguida.
Había otro cliente en la tienda, un hombre joven y bien parecido. Lo saludó con un "bonjour" y esperó a que el anticuario regresase, pero entonces empezó el espectáculo.Es lo que tenía la magia, que a veces los objetos tenían vida propia y generaban desastres. El hombre desapareció por la trastienda y se escucharon algunos ruidos de golpes y rotura de materiales.
La bruja reprimió la sonrisa y comentó en tono ligero.
— menos mal que son antiguallas, que si llegan a ser animales...— Se acercó hasta un objeto expuesto en una vitrina y lo observó con atención, después se dirigió al hombre con media sonrisa en los labios.— ¿Qué cree que es? parece un plumín y un secante, con una cartas escritas para... mmm..Honoré Marsignac.— dijo, leyendo lo que ponía sobre los papeles.— mire bien. Es una cortadora de dedos. ¿Vé el hilo que rodea la peana del soporte? cuando levanta la pluma, salta el resorte y se hace un lazo que corta los dedos con un alambre afiladísimo. Un instrumento muy útil, desde luego, si uno quiere evitar que su correspondencia sea leída o modificada por otros. Una reliquia, sin duda, sólo se fabricaron tres.
Lo cierto es que la bruja tenía la mente despierta y era capaz de maquinar todo tipo de atrocidades si le daban el acicate necesario. En el caso contrario, era una chica tranquila y que sólo quería vivir cómodamente y dedicarse a conocer los entresijos de la magia. Los conocimientos sobre objetos, plantas y libros los iba atesorando conforme caian en sus manos, y gracias al dinero de su futuro marido, ahora podía adquirirlos y devorarlos en sus ratos libres.
Última edición por Elora Dahan el Jue Oct 20, 2016 11:17 am, editado 2 veces
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Saqué del bolsillo el viejo papel arrugado que dos noches antes un hombre de dudosa reputación me había entregado en la vieja taberna de las afueras de la ciudad.
Según este hombre de aspecto lúgubre y dientes negros como el tizón, el lugar que marcaba esa dirección, era el perfecto para encontrar todo aquello que une el tártaro con las leyendas y la realidad con la magia.
No confiaba en nadie, mas por algún sitio tenia que continuar y tras varias noches por los pantanos, sin encontrar nada mas que olor a ciénaga y un negruzco barro...esa dirección marcada y la luz de un día tenebroso se me antojaba demasiado bonito para ser cierto.
"Les Antiquaires" en la Rue du Bac, según el papel a dos manzanas del Sena y de frente a la Ile de la Cité.
Espoleé al caballo hasta que el sencillo trote se convirtió en un arduo galope. Las calles de París, vacías por la tormenta, ahora guardaba silencio, siendo los cascos del corcel junto con la intensa llovizna lo único que golpeaba el pavimento emitiendo un constante y embriagador ruido.
Aun no conocía bien París, mas esa zona lejos de estar en los barrios pobres me sonaba por el centro de la ciudad, a unas cuantas cuadras de la mansión Cavey.
Por suerte no tendría que mojarse mucho esta vez, y la gruesa capa de pieles de osos negruzcas perfectamente enceradas por las doncellas norteñas, me ofrecían un buen abrigo.
Detuve mi espectro en la puerta, observando un antiguo establecimiento que no se asemejaba precisamente a lo que hubiera catalogado como un lugar peligroso, mas bien todo lo contrario. En el escaparate podía admirar artículos de otras épocas, mas nada especial o que llamara lo suficiente mi atención, como para ver allí magia, leyendas o a la propia parca.
A punto estuve de desistir y dar media vuelta, mas, ya que estaba allí..
Adentre mis pasos a través de un portón de madera acristalada, que rechino ligeramente dándome la bienvenida.
Su dueño, un anciano que parecía mirarme con cierto recelo me indico que pronto estaría conmigo,que guardara mi turno y a poder ser silencio.
Así que mis ojos se pasearon por las distintas vitrinas de aquel comercio, que poco a poco me iba decepcionando hasta que entro ella.
A través de unos cristales la observe bajarse la capucha despacio, dejando una larga melena castaña al descubierto. sus ojos pardos como la noche buscaron la mirada del anticuario, ese que la parecer la conocía y que con el semblante amistoso se limito a atender su pedido de inmediato.
Como si intuyera que la miraba sus ojos me buscaron y los míos la encontraron, una sonrisa antes de acercarse a mi vitrina para mostrarme aquello que a simple vista no eran capaces de ver mis ojos.
No solo la vitrina cobro interés para mi, si no que ahora mi búsqueda empezaba a cobrar un distinto significado.
-Suerte que no leo la correspondencia ajena -susurré en su oído con una sonrisa de medio lado.
Su risa se unió a la mía mientras en la trastienda el ruido seguía saliendo de un modo un tanto raro.
-Creo que su pedido le ha destrozado la tienda a su amigo -bromeé con cierta picardia en mi voz. -¿Entiende mucho de artilugios extraños Madam?
Algo me decía que esa mujer no tenia nada de corriente, y no lo decía solo por su belleza. Algo mas que aparente y que cualquier hombre en su sano juicio hubiera apreciado de inmediato.
Mas bien era otra cosa, no era capaz de decir que,pero sentía como si un halo de magia la envolviera, como si casi pudiera rozar, aun sin tocarla esas moléculas eléctricas que a su alrededor se fundían en el ambiente.
¿Que eres? Pensé para mi.
Según este hombre de aspecto lúgubre y dientes negros como el tizón, el lugar que marcaba esa dirección, era el perfecto para encontrar todo aquello que une el tártaro con las leyendas y la realidad con la magia.
No confiaba en nadie, mas por algún sitio tenia que continuar y tras varias noches por los pantanos, sin encontrar nada mas que olor a ciénaga y un negruzco barro...esa dirección marcada y la luz de un día tenebroso se me antojaba demasiado bonito para ser cierto.
"Les Antiquaires" en la Rue du Bac, según el papel a dos manzanas del Sena y de frente a la Ile de la Cité.
Espoleé al caballo hasta que el sencillo trote se convirtió en un arduo galope. Las calles de París, vacías por la tormenta, ahora guardaba silencio, siendo los cascos del corcel junto con la intensa llovizna lo único que golpeaba el pavimento emitiendo un constante y embriagador ruido.
Aun no conocía bien París, mas esa zona lejos de estar en los barrios pobres me sonaba por el centro de la ciudad, a unas cuantas cuadras de la mansión Cavey.
Por suerte no tendría que mojarse mucho esta vez, y la gruesa capa de pieles de osos negruzcas perfectamente enceradas por las doncellas norteñas, me ofrecían un buen abrigo.
Detuve mi espectro en la puerta, observando un antiguo establecimiento que no se asemejaba precisamente a lo que hubiera catalogado como un lugar peligroso, mas bien todo lo contrario. En el escaparate podía admirar artículos de otras épocas, mas nada especial o que llamara lo suficiente mi atención, como para ver allí magia, leyendas o a la propia parca.
A punto estuve de desistir y dar media vuelta, mas, ya que estaba allí..
Adentre mis pasos a través de un portón de madera acristalada, que rechino ligeramente dándome la bienvenida.
Su dueño, un anciano que parecía mirarme con cierto recelo me indico que pronto estaría conmigo,que guardara mi turno y a poder ser silencio.
Así que mis ojos se pasearon por las distintas vitrinas de aquel comercio, que poco a poco me iba decepcionando hasta que entro ella.
A través de unos cristales la observe bajarse la capucha despacio, dejando una larga melena castaña al descubierto. sus ojos pardos como la noche buscaron la mirada del anticuario, ese que la parecer la conocía y que con el semblante amistoso se limito a atender su pedido de inmediato.
Como si intuyera que la miraba sus ojos me buscaron y los míos la encontraron, una sonrisa antes de acercarse a mi vitrina para mostrarme aquello que a simple vista no eran capaces de ver mis ojos.
No solo la vitrina cobro interés para mi, si no que ahora mi búsqueda empezaba a cobrar un distinto significado.
-Suerte que no leo la correspondencia ajena -susurré en su oído con una sonrisa de medio lado.
Su risa se unió a la mía mientras en la trastienda el ruido seguía saliendo de un modo un tanto raro.
-Creo que su pedido le ha destrozado la tienda a su amigo -bromeé con cierta picardia en mi voz. -¿Entiende mucho de artilugios extraños Madam?
Algo me decía que esa mujer no tenia nada de corriente, y no lo decía solo por su belleza. Algo mas que aparente y que cualquier hombre en su sano juicio hubiera apreciado de inmediato.
Mas bien era otra cosa, no era capaz de decir que,pero sentía como si un halo de magia la envolviera, como si casi pudiera rozar, aun sin tocarla esas moléculas eléctricas que a su alrededor se fundían en el ambiente.
¿Que eres? Pensé para mi.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
La bruja movió una mano haciendo un gesto para quitarle importancia al asunto y después se encogió de hombros.
—¡Oh! ser anticuario es una profesión de alto riesgo al parecer. Nunca se sabe cuando puede toparse uno con un jarrón asesino o un collar psicópata.— bromeó. O no.— no soy una entendida, pero me gustan las historias, y los objetos antiguos mantienen la esencia de los tiempos pasados. Finalmente nosotros regresamos al polvo, pero ellos cuentan las historias de lo que fue.
Monsieur Colbert apareció en el umbral de la puerta de la trastienda algo despeinado y con las gafas torcidas.
— hum.. ehm.. en breve lo tendré listo, madamoiselle, es que... entró un ... gato en el almacén y tengo que.. hum.. capturarlo.
La bruja sonrió ampliamente y asintió.
— Descuide, no tengo prisa alguna, cuando tenga controlado al.. hum.. gato, continuaremos nuestra charla, no se preocupe. ¿Le importa si hojeo los catálogos de rarezas? gracias.
El hombre le hizo una seña para que ella misma se sirviese y regresó a la trastienda a lidiar con el "problemilla".A veces lo objetos mágicos desencadenaban pequeñas catástrofes al levitar, arder, explotar o imantarse.
Elora sacó de un estante un grueso libro y lo colocó sobre un escritorio en el que se sentó sin esperar a que el caballero le retirase la silla, se le olvidaban frecuentemente esas cosas de los modales. Abrió el catálogo por una página y la pasó hasta encontrar una entrada que era interesante. Señaló el dibujo con un dedo levantando la vista hacia el hombre.
— ¿Qué le parece? la espada de Lucio Cornelio Sila, el dictador romano. Aquí dice que la utilizó en la batalla de Sacriporto cuando derrotó a Cayo Mario. Dicen que quien la posee tiene la victoria asegurada, pero une su alma a la suerte de esta espada, como le sucedió al dictador, que fue dueño de toda Italia y finalmente acabó mal. Son sólo leyendas ¿no? como la de Excalibur. Pero ¡quien sabe! a veces las leyendas tienen parte de verdad, ¿no cree? Quizás algun día engrose mi colección de antigüedades. Por cierto, me llamo Elora...¿y usted es...?
Había observado el aura del hombre y no brillaba en pálidos colores como los de los no muertos, ni en rabiosos rojos como los licántropos. Así pues, parecía humano. Tenía una bonita aura naranja brillante, chispeante. Debía ser una persona llena de vida, inquieto, quizás hasta temerario, los valientes solían brillar en colores cálidos.
— ¿Anda buscando algo en concreto? quizás pueda ayudarle a localizarlo entre todos estos tomos.— Nadie que no tuviera dinero se aventuraba a entrar en aquella tienda, y a ella todos los contactos que pudiera hacer entre la gente rica, le venían bien. Porque sabía que media París ya hablaba de la muerta de hambre que habia cazado a Mauritz de Buisson, y en cuanto enviudase, le harían el vacío más absoluto, excepto los que quisieran sacar tajada de su amistad.
—¡Oh! ser anticuario es una profesión de alto riesgo al parecer. Nunca se sabe cuando puede toparse uno con un jarrón asesino o un collar psicópata.— bromeó. O no.— no soy una entendida, pero me gustan las historias, y los objetos antiguos mantienen la esencia de los tiempos pasados. Finalmente nosotros regresamos al polvo, pero ellos cuentan las historias de lo que fue.
Monsieur Colbert apareció en el umbral de la puerta de la trastienda algo despeinado y con las gafas torcidas.
— hum.. ehm.. en breve lo tendré listo, madamoiselle, es que... entró un ... gato en el almacén y tengo que.. hum.. capturarlo.
La bruja sonrió ampliamente y asintió.
— Descuide, no tengo prisa alguna, cuando tenga controlado al.. hum.. gato, continuaremos nuestra charla, no se preocupe. ¿Le importa si hojeo los catálogos de rarezas? gracias.
El hombre le hizo una seña para que ella misma se sirviese y regresó a la trastienda a lidiar con el "problemilla".A veces lo objetos mágicos desencadenaban pequeñas catástrofes al levitar, arder, explotar o imantarse.
Elora sacó de un estante un grueso libro y lo colocó sobre un escritorio en el que se sentó sin esperar a que el caballero le retirase la silla, se le olvidaban frecuentemente esas cosas de los modales. Abrió el catálogo por una página y la pasó hasta encontrar una entrada que era interesante. Señaló el dibujo con un dedo levantando la vista hacia el hombre.
— ¿Qué le parece? la espada de Lucio Cornelio Sila, el dictador romano. Aquí dice que la utilizó en la batalla de Sacriporto cuando derrotó a Cayo Mario. Dicen que quien la posee tiene la victoria asegurada, pero une su alma a la suerte de esta espada, como le sucedió al dictador, que fue dueño de toda Italia y finalmente acabó mal. Son sólo leyendas ¿no? como la de Excalibur. Pero ¡quien sabe! a veces las leyendas tienen parte de verdad, ¿no cree? Quizás algun día engrose mi colección de antigüedades. Por cierto, me llamo Elora...¿y usted es...?
Había observado el aura del hombre y no brillaba en pálidos colores como los de los no muertos, ni en rabiosos rojos como los licántropos. Así pues, parecía humano. Tenía una bonita aura naranja brillante, chispeante. Debía ser una persona llena de vida, inquieto, quizás hasta temerario, los valientes solían brillar en colores cálidos.
— ¿Anda buscando algo en concreto? quizás pueda ayudarle a localizarlo entre todos estos tomos.— Nadie que no tuviera dinero se aventuraba a entrar en aquella tienda, y a ella todos los contactos que pudiera hacer entre la gente rica, le venían bien. Porque sabía que media París ya hablaba de la muerta de hambre que habia cazado a Mauritz de Buisson, y en cuanto enviudase, le harían el vacío más absoluto, excepto los que quisieran sacar tajada de su amistad.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
El hombre de nariz aguileña salio del almacén con el pelo revuelto y las gafas ladeadas solo frenadas por el pico del cuervo.
Clienta y anticuario hablaban con segundas sobre que se había colado un “gato” en la trastienda. No pude evitar sonreír de medio lado, si creían que era suficientemente inocente para creer en esas tretas estaban mas que equivocados.
Mas me limité a asentir con la cabeza y a unirme a la risa de la dama que me acompañaba..ahora mismo, ella y no esa trastienda era lo único que me interesaba.
La dama tras pedir permiso al anciano tomo un antiguo libro que saco de una estantería repleta de polvo. Analicé con mis ojos la tapa de ese tomo, parecía de otros tiempos, gruesa, marrón y con unos símbolos dorados que no reconocia de estos tiempos.
La dama tomo asiento en un escritorio y yo atraído por ella, rodeé este para situarme tras su asiento. Posé mi mano en la madera noble del viejo escritorio color roble, para inclinarme ligeramente por encima de su hombro.
El dedo de la dama se centro en uno de los dibujos del libro, mis ojos se hundieron en esa espada mientras su aliento golpeaba mi rostro contándome sobre sus mil hazañas.
Ladeé el rostro ligeramente para hundirme en sus dos tormentas que vivaces parecían leer a través de mi alma mis deseos mas ocultos.
Espadas, leyendas, victoria..demasiada casualidad ¿que era ella? Mis ojos bailaron por su rostro como si eso pudiera ayudarme a descifrar el enigma que se me había planteado, ese que me aseguraba que esa mujer no era una dama cualquiera si no algo mucho mas preciado.
Escuché su nombre inmerso en mis propios pensamientos..Elora.
Sonreí de medio lado tomando su mano con suavidad, para depositar como era costumbre entre nuestra clase, un suave beso en el dorso de su mano.
Beso que no llego a producirse, pues una corriente eléctrica atravesó mi brazo, nuestros ojos se fundieron en uno como si de algún modo pudiéramos en ese preciso intenta leer a través de ellos.
Entreabrí los labios con la respiración agitada, imágenes que no comprendía habían sobrevenido a mi mente...
Conocía que algunas damas, tenían la capacidad de predecir tiempos futuros, de echo, mi madre, antes de que mi padre la tomara, se iba a consagrar a los dioses del norte..pues ella iba a ser la sacerdotisa..la oráculo de palacio y hermana del rey.
Cuando mi padre la secuestro y la tomo, sus visiones desaparecieron, ella quedo en cinta y después llegué yo.
Una larga historia, que ahora no venia al caso, o quizás si pues nuestros ojos seguían anclados.
-Höor -susurré -Höor Cannif. Vengo de tierras norteñas, soy el sobrino del rey.
Su sonrisa dejaba entrever que ella había visto mucho mas que yo. Esa mujer era no solo misteriosa, si no digna de alabar.
-Busco una espada milenaria, una con la que la victoria este asegurada, y que convierte a quien la empuñe en el claro ganador de toda gesta.
Mi tío me envió hace ya muchas lunas para dar con ella, mas de momento, mi búsqueda ha sido infructuosa..aunque parece que ahora voy por el buen camino..¿verdad Elora?
Clienta y anticuario hablaban con segundas sobre que se había colado un “gato” en la trastienda. No pude evitar sonreír de medio lado, si creían que era suficientemente inocente para creer en esas tretas estaban mas que equivocados.
Mas me limité a asentir con la cabeza y a unirme a la risa de la dama que me acompañaba..ahora mismo, ella y no esa trastienda era lo único que me interesaba.
La dama tras pedir permiso al anciano tomo un antiguo libro que saco de una estantería repleta de polvo. Analicé con mis ojos la tapa de ese tomo, parecía de otros tiempos, gruesa, marrón y con unos símbolos dorados que no reconocia de estos tiempos.
La dama tomo asiento en un escritorio y yo atraído por ella, rodeé este para situarme tras su asiento. Posé mi mano en la madera noble del viejo escritorio color roble, para inclinarme ligeramente por encima de su hombro.
El dedo de la dama se centro en uno de los dibujos del libro, mis ojos se hundieron en esa espada mientras su aliento golpeaba mi rostro contándome sobre sus mil hazañas.
Ladeé el rostro ligeramente para hundirme en sus dos tormentas que vivaces parecían leer a través de mi alma mis deseos mas ocultos.
Espadas, leyendas, victoria..demasiada casualidad ¿que era ella? Mis ojos bailaron por su rostro como si eso pudiera ayudarme a descifrar el enigma que se me había planteado, ese que me aseguraba que esa mujer no era una dama cualquiera si no algo mucho mas preciado.
Escuché su nombre inmerso en mis propios pensamientos..Elora.
Sonreí de medio lado tomando su mano con suavidad, para depositar como era costumbre entre nuestra clase, un suave beso en el dorso de su mano.
Beso que no llego a producirse, pues una corriente eléctrica atravesó mi brazo, nuestros ojos se fundieron en uno como si de algún modo pudiéramos en ese preciso intenta leer a través de ellos.
Entreabrí los labios con la respiración agitada, imágenes que no comprendía habían sobrevenido a mi mente...
Conocía que algunas damas, tenían la capacidad de predecir tiempos futuros, de echo, mi madre, antes de que mi padre la tomara, se iba a consagrar a los dioses del norte..pues ella iba a ser la sacerdotisa..la oráculo de palacio y hermana del rey.
Cuando mi padre la secuestro y la tomo, sus visiones desaparecieron, ella quedo en cinta y después llegué yo.
Una larga historia, que ahora no venia al caso, o quizás si pues nuestros ojos seguían anclados.
-Höor -susurré -Höor Cannif. Vengo de tierras norteñas, soy el sobrino del rey.
Su sonrisa dejaba entrever que ella había visto mucho mas que yo. Esa mujer era no solo misteriosa, si no digna de alabar.
-Busco una espada milenaria, una con la que la victoria este asegurada, y que convierte a quien la empuñe en el claro ganador de toda gesta.
Mi tío me envió hace ya muchas lunas para dar con ella, mas de momento, mi búsqueda ha sido infructuosa..aunque parece que ahora voy por el buen camino..¿verdad Elora?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Vaya, vaya… el sobrino del rey. Un pez gordo saltando entre las aguas revueltas del rio. Madame Bruja Piruja acababa de hacer un nuevo y poderoso amigo. Tenía que echarle la caña, esos contactos siempre eran bien recibidos, abrían puertas, ampliaban las posibilidades. Ella no era nadie, su apellido era el de su madre, y el de su padre no era mucho mejor. Quizás una tuviera cierto peso en el mundo de la hechicería, y el otro en el gremio del mar. Pero al final del cuento, ella no era nadie, sólo la futura esposa de un nuevo rico, un hombre del negocio textil. Ella se estaba labrando su camino, su ascenso, para salir de pobre rata miserable y llegar hasta… hasta donde quisiera. El límite lo ponia ella.
El contacto son su mano fue algo eléctrico, había más gente que tenía cierta sensibilidad sin ser potencialmente magos. Quizás Höor fuera de ese tipo de personas, o quizás simplemente se había cargado de electricidad estática, lo cual era el sello de la casa. Cuando Elora entraba en trance de invocación, su pelo flotaba preso de la estática cual serpientes en la cabeza de Gorgona, se le ponían los ojos en blanco y a veces hasta llegaba a levitar. Era un espectáculo algo macabro, diversión familiar para todos los públicos.
Esgrimió una sonrisa risueña, batiendo los párpados para acompañarla y dejó un instante el libro para mirarlo directamente a los ojos, con aquellos orbes castaños, oscuros como las largas noches del juicio final.
— entonces estará muy ocupado con sus compromisos… aunque si en verdad anda en esa misión, debe ser que el rey ansía tal objeto con ganas.— Exhaló el aire y apoyó las manos sobre el tomo, regresando sus ojos a él.— Muchas veces lo que queremos no es lo que necesitamos… pero ¿quién soy yo para cuestionar el deseo de un hombre…?.— se levantó de la silla y deslizó los dedos por el escritorio, haciendo una pausa, como pensando en voz alta.— Ocurre a menudo que lo que andamos buscando… está más cerca de lo que pensamos. Sólo hay que saber mirar.— Desvió los ojos hacia la vitrina y luego hacia Höor. “¡Clack!”. La cortadora de dedos había saltado sin que nadie la tocase, pues estaba herméticamente cerrada en su caja de cristal. Sonrió, pensando que su don para hablar con los muertos a veces era de lo más divertido, conseguía un efecto teatral de lo más eficaz.
El señor Colbert salió de la trastienda con una caja de madera atada con varios cordeles y muchos nudos. Lo que fuera que contenía el paquete, estaba por fin asegurado allí dentro.
— ¡Ah! madame Dahan…ya he echado al gato… aquí tiene su porcelana china…— Ella asintió y se acercó a recogerlo.
— Se lo agradezco mucho, Gideon. Si se deriva algun gasto extra, enviémelo a la mansión Buisson.
Se giró hacia a Höor antes de agarrar el pomo de la puerta del establecimiento para salir.
— Ha sido un placer, caballero. Creo que es usted un hombre de negocios que tiene mucho que aportar a esta sociedad. Si le interesa concretar algunos proyectos, concierte una reunión con mi contable, estaré encantada de intercambiar opiniones con usted para el mutuo beneficio de nuestras… empresas.
Hablaba de forma algo críptica, pero era el juego de máscaras que se debía jugar cuando alguien se metía en asuntos gordos. Nadie sabía quién podía estar escuchando. Cifrar el mensaje y leer entre líneas era crucial, al menos hasta estar en territorio seguro.
—Que tengan buena tarde.
El contacto son su mano fue algo eléctrico, había más gente que tenía cierta sensibilidad sin ser potencialmente magos. Quizás Höor fuera de ese tipo de personas, o quizás simplemente se había cargado de electricidad estática, lo cual era el sello de la casa. Cuando Elora entraba en trance de invocación, su pelo flotaba preso de la estática cual serpientes en la cabeza de Gorgona, se le ponían los ojos en blanco y a veces hasta llegaba a levitar. Era un espectáculo algo macabro, diversión familiar para todos los públicos.
Esgrimió una sonrisa risueña, batiendo los párpados para acompañarla y dejó un instante el libro para mirarlo directamente a los ojos, con aquellos orbes castaños, oscuros como las largas noches del juicio final.
— entonces estará muy ocupado con sus compromisos… aunque si en verdad anda en esa misión, debe ser que el rey ansía tal objeto con ganas.— Exhaló el aire y apoyó las manos sobre el tomo, regresando sus ojos a él.— Muchas veces lo que queremos no es lo que necesitamos… pero ¿quién soy yo para cuestionar el deseo de un hombre…?.— se levantó de la silla y deslizó los dedos por el escritorio, haciendo una pausa, como pensando en voz alta.— Ocurre a menudo que lo que andamos buscando… está más cerca de lo que pensamos. Sólo hay que saber mirar.— Desvió los ojos hacia la vitrina y luego hacia Höor. “¡Clack!”. La cortadora de dedos había saltado sin que nadie la tocase, pues estaba herméticamente cerrada en su caja de cristal. Sonrió, pensando que su don para hablar con los muertos a veces era de lo más divertido, conseguía un efecto teatral de lo más eficaz.
El señor Colbert salió de la trastienda con una caja de madera atada con varios cordeles y muchos nudos. Lo que fuera que contenía el paquete, estaba por fin asegurado allí dentro.
— ¡Ah! madame Dahan…ya he echado al gato… aquí tiene su porcelana china…— Ella asintió y se acercó a recogerlo.
— Se lo agradezco mucho, Gideon. Si se deriva algun gasto extra, enviémelo a la mansión Buisson.
Se giró hacia a Höor antes de agarrar el pomo de la puerta del establecimiento para salir.
— Ha sido un placer, caballero. Creo que es usted un hombre de negocios que tiene mucho que aportar a esta sociedad. Si le interesa concretar algunos proyectos, concierte una reunión con mi contable, estaré encantada de intercambiar opiniones con usted para el mutuo beneficio de nuestras… empresas.
Hablaba de forma algo críptica, pero era el juego de máscaras que se debía jugar cuando alguien se metía en asuntos gordos. Nadie sabía quién podía estar escuchando. Cifrar el mensaje y leer entre líneas era crucial, al menos hasta estar en territorio seguro.
—Que tengan buena tarde.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Contemplé el ritual que aquella mujer de pestañas largas como la noche. Esa que como un felino embelesaba con cada lento movimiento y que como todo buen depredador esperaba el momento en el que abalanzarse sobre su presa con destreza.
Su cuerpo se movía majestuoso frente a mi atenta mirada, deslizando dos de sus dedos por el enlacado y envejecido escritorio pronunciando palabras que bien hubieran hecho estremecer a cualquiera.
No pude evitar sonreír de medio lado frente a sus afirmaciones, esas que como si de un trabalenguas se trataran ,parecían decididas ha hacerme desistir de esa búsqueda que según ella tenia frente a mis ojos.
Ojos que hundí en los pardos, llenos de intriga. Brillantes porque en algo los dos estebamos de acuerdo, mas no era tan ciego como ella creía o yo aparentaba.
Ella, esa mujer de aspecto sosegado era mi principio, mas de sobra sabia que no mi final..ella me ayudaría en la búsqueda de eso que decía no debía encontrar.
El clik en la vitrina de la maquina que hacia unos minutos se había tomado la molestia de explicarme delato, mas aun, que en ella había algo mágico. Algo que la envolvía en plata y que como si de la misma luna se tratase me atraía en mi afán por descubrir mas sobre la espada, sus leyendas y mi sino.
Sus ojos vivaces esperaron una reacción en los míos, mas no hubo miedo al sentir que ella y no otro había logrado crear ese repiqueteo en la vitrina.
No me asustaba, aunque quizás debiera.
Sonreí de medio lado cuando fuimos interrumpidos nuevamente por el anciano, que aun despeinado y recolocando las gafas en su aguileña nariz le sacaba esa “vajilla de porcelana” que la dama había pedido, y que por ende, el había dispuesto tras tirar al intrépido “gato”.
Escuché en silencio como la mujer hablaba con el y en voz alta me indicaba sin lugar a dudas donde debía acudir, si deseaba encontrarme de nuevo frente a su ser.
mansión Buisson -repetí mentalmente en mi cabeza, como si así quedara anotada a fuego en mi recuerdo.
El resto de palabras que me dedico fueron fueron mas una falacia que una con razón..solo un modo de disimular un oportuno encuentro en el que estaba claro yo sacaría algo..información. La pregunta era ¿que deseaba ella de mi? Estaba claro que algo, pues si no, ¿por que ayudar a un completo desconocido en un búsqueda repleta de peligros? ¿pero que?
Solo haba un modo de dar respuesta no solo a estas preguntas, si no a muchas otras y era acudiendo a ese lugar del que la dama hablaba.
Sabia que el dinero no era el intercambio, pues ambos teníamos mas del que pudiéramos gastar en esta vida u otra ¿entonces?
Su cuerpo se movía majestuoso frente a mi atenta mirada, deslizando dos de sus dedos por el enlacado y envejecido escritorio pronunciando palabras que bien hubieran hecho estremecer a cualquiera.
No pude evitar sonreír de medio lado frente a sus afirmaciones, esas que como si de un trabalenguas se trataran ,parecían decididas ha hacerme desistir de esa búsqueda que según ella tenia frente a mis ojos.
Ojos que hundí en los pardos, llenos de intriga. Brillantes porque en algo los dos estebamos de acuerdo, mas no era tan ciego como ella creía o yo aparentaba.
Ella, esa mujer de aspecto sosegado era mi principio, mas de sobra sabia que no mi final..ella me ayudaría en la búsqueda de eso que decía no debía encontrar.
El clik en la vitrina de la maquina que hacia unos minutos se había tomado la molestia de explicarme delato, mas aun, que en ella había algo mágico. Algo que la envolvía en plata y que como si de la misma luna se tratase me atraía en mi afán por descubrir mas sobre la espada, sus leyendas y mi sino.
Sus ojos vivaces esperaron una reacción en los míos, mas no hubo miedo al sentir que ella y no otro había logrado crear ese repiqueteo en la vitrina.
No me asustaba, aunque quizás debiera.
Sonreí de medio lado cuando fuimos interrumpidos nuevamente por el anciano, que aun despeinado y recolocando las gafas en su aguileña nariz le sacaba esa “vajilla de porcelana” que la dama había pedido, y que por ende, el había dispuesto tras tirar al intrépido “gato”.
Escuché en silencio como la mujer hablaba con el y en voz alta me indicaba sin lugar a dudas donde debía acudir, si deseaba encontrarme de nuevo frente a su ser.
mansión Buisson -repetí mentalmente en mi cabeza, como si así quedara anotada a fuego en mi recuerdo.
El resto de palabras que me dedico fueron fueron mas una falacia que una con razón..solo un modo de disimular un oportuno encuentro en el que estaba claro yo sacaría algo..información. La pregunta era ¿que deseaba ella de mi? Estaba claro que algo, pues si no, ¿por que ayudar a un completo desconocido en un búsqueda repleta de peligros? ¿pero que?
Solo haba un modo de dar respuesta no solo a estas preguntas, si no a muchas otras y era acudiendo a ese lugar del que la dama hablaba.
Sabia que el dinero no era el intercambio, pues ambos teníamos mas del que pudiéramos gastar en esta vida u otra ¿entonces?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
La luna sustituyó al mortecino sol que brillaba en París en otoño, y las horas se deslizaron vertiginosamente, como iba siendo costumbre ya, en la mansión ubicada en el camino a Versailles. La boda, sus preparativos, y los múltiples atentados que Delphine Buisson trataba de perpetrar contra la bruja para que no se casara con su hijo, hacían que los días de Elora necesitasen más de veinticuatro horas para llegar a todo.
Era un sinfín de gente entrando y saliendo de la propiedad; floristas, cocineros, carpinteros, modistas...todo el mundo sacando tajada de aquel acontecimiento social que se iba a celebrar por todo lo alto. Trescientos invitados, una mansión por decorar, varios vestidos por acabar, muchos meníus por decidir y cocinar... En algo estaban de acuerdo, tendría que ser un gran evento, a los nuevos ricos les gustaba pavonearse y a la futura viuda le venía bien establecer relaciones, porque una vez muerto el perro se acabaría la rabia.
Xaryne había salido a hacer unos recados, o eso era la versión oficial. En verdad estaba cuidando de Thomas, el viejo cazador que los instruyó a Gael y a ella. Y Elora se encontraba sentada en su escritorio, escribiendo algunas misivas. Se había apropiado del ala derecha de la casa, y había instalado allí su alcoba, su vestidor, su salon de té, su pequeña biblioteca de libros "poco populares" cerrada bajo llave, y un despacho bastante amplio.
La sala constaba de dos ventanales que le aportaban bastante luz, las paredes estaban revestidas de papel pintado que ella hizo cambiar, no le gustaban los pajaritos y florecillas y lo mandó empapelar con motivos más clásicos y sobrios. Era papel pintado con base textil, un nuevo producto que estaban trabajando en la fábrica y que empezaba a venderse muy bien. No había nada como predicar con el ejemplo. El escritorio era tipo Luis XV, pero decapado en madera gris. Sobre un sillón regio, tapizado de rojo bermellón, y sobre un almohadón mullido, dormitaba un gato pelirrojo. No se cumplía el cliché de que las brujas tuvieran gatos negros, pero es que Hades no había sido adoptado por ella, más bien él la escogió, colándose por la ventana una noche.
Sobre la una mesita descansaba una tetera de fina porcelana inglesa y sobre el alféizar de las ventanas, había sendos jarrones con crisantemos blancos y amarillos. El despacho era uno de sus lugares favoritos, estaba todo a su gusto y se podía sentar a leer cómodamente, a escribir o anotar sus avances, y cuando necesitaba elaborar pociones, había un cuarto secreto al que se accedía desde un panel de la pared, y en el que sólo ella podía acceder. Había cambiado la cerradura y había puesto salvaguardas mágicas.
Elora escribía sobre un papel de color crema y una taza de té humeaba a su lado. El sobrino del rey sería una gran baza a su favor. Tenía interés por encontrar un objeto legendario, y quizás ella podría darle alguna pista de por donde empezar. Además estaba segura de que un objeto así no estaría libre de protecciones mágicas, y puede que hasta bajo hechizos de invisibilidad o de metamorfosis para que pareciesen otra cosa. Fuera como fuese, estaba segura de que había plantado la semilla de la curiosidad en aquel joven y que no tardaría mucho en presentarse allí en busca de respuestas. Tanto mejor. Ella tampoco tenía tiempo que perder.
Era un sinfín de gente entrando y saliendo de la propiedad; floristas, cocineros, carpinteros, modistas...todo el mundo sacando tajada de aquel acontecimiento social que se iba a celebrar por todo lo alto. Trescientos invitados, una mansión por decorar, varios vestidos por acabar, muchos meníus por decidir y cocinar... En algo estaban de acuerdo, tendría que ser un gran evento, a los nuevos ricos les gustaba pavonearse y a la futura viuda le venía bien establecer relaciones, porque una vez muerto el perro se acabaría la rabia.
Xaryne había salido a hacer unos recados, o eso era la versión oficial. En verdad estaba cuidando de Thomas, el viejo cazador que los instruyó a Gael y a ella. Y Elora se encontraba sentada en su escritorio, escribiendo algunas misivas. Se había apropiado del ala derecha de la casa, y había instalado allí su alcoba, su vestidor, su salon de té, su pequeña biblioteca de libros "poco populares" cerrada bajo llave, y un despacho bastante amplio.
La sala constaba de dos ventanales que le aportaban bastante luz, las paredes estaban revestidas de papel pintado que ella hizo cambiar, no le gustaban los pajaritos y florecillas y lo mandó empapelar con motivos más clásicos y sobrios. Era papel pintado con base textil, un nuevo producto que estaban trabajando en la fábrica y que empezaba a venderse muy bien. No había nada como predicar con el ejemplo. El escritorio era tipo Luis XV, pero decapado en madera gris. Sobre un sillón regio, tapizado de rojo bermellón, y sobre un almohadón mullido, dormitaba un gato pelirrojo. No se cumplía el cliché de que las brujas tuvieran gatos negros, pero es que Hades no había sido adoptado por ella, más bien él la escogió, colándose por la ventana una noche.
Sobre la una mesita descansaba una tetera de fina porcelana inglesa y sobre el alféizar de las ventanas, había sendos jarrones con crisantemos blancos y amarillos. El despacho era uno de sus lugares favoritos, estaba todo a su gusto y se podía sentar a leer cómodamente, a escribir o anotar sus avances, y cuando necesitaba elaborar pociones, había un cuarto secreto al que se accedía desde un panel de la pared, y en el que sólo ella podía acceder. Había cambiado la cerradura y había puesto salvaguardas mágicas.
Elora escribía sobre un papel de color crema y una taza de té humeaba a su lado. El sobrino del rey sería una gran baza a su favor. Tenía interés por encontrar un objeto legendario, y quizás ella podría darle alguna pista de por donde empezar. Además estaba segura de que un objeto así no estaría libre de protecciones mágicas, y puede que hasta bajo hechizos de invisibilidad o de metamorfosis para que pareciesen otra cosa. Fuera como fuese, estaba segura de que había plantado la semilla de la curiosidad en aquel joven y que no tardaría mucho en presentarse allí en busca de respuestas. Tanto mejor. Ella tampoco tenía tiempo que perder.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
La dama blanca reinaba en el cielo dotando de haces de luz plata el colorido ambiente parisiense. Aquella noche mi búsqueda había dado un cambio radical y mi cabeza no podía dejar de pensar en esa mujer extraña, magnética que había de un modo u otro unido mi sino al suyo.
No me costo demasiado averiguar donde se encontraba la mansión Buisson ubicada en el camino a Versailles.
Así que aquella noche de tormenta en la que ni un alma caminaba por las empedradas calles de Paris, los cascos de mi espectro se hicieron mas notorios hasta fundirse con los rayos y los mismos truenos.
Todo cambio al llegar a ese lugar, una gran villa donde pese a las fuertes lluvias que arreciaban, la gente entraba y salia a un ritmo frenético. Al parecer se estaba organizando algún tipo de festejo que en breve tendría su razón de ser.
Bajé de mi montura frente a la gran escalinata de piedra blanca donde un mayordomo completamente engalanado como los protocolos mandan, salió a recibirme.
Tras darle mi nombre y decirle que tenia una cita concertada con la dueña de la casa, este desapareció como alma que lleva el diablo para confirmar mis palabras.
Dos doncellas salieron a mi paso para hacerme entrar al hall de la casa. Alli donde la húmeda lluvia no me tocara, muy agradables y serviciales tomaron las pieles para guardarlas y no mucho después el mismo mayordomo me indicó que la señorita Elora me esperaba.
Nos dirigimos por un largo pasillo repleto de motivos sobrios y cuadros con escenas de caza hacia el ala norte de la casa.
Allí, tras una recia puerta de madera noble que se abrió con un ligero rechinar de las bisagras estaba ella.
Sentada frente a su escritorio, junto a una humeante taza de café. La bella dama que conoció esa misma tarde parecía distraída garabateando una hoja color crema. Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, impacientes de tener esa conversación, ahora si, en la soledad de una regia habitación.
Me adentré en el interior caminando con seguridad hacia esa enigmática mujer.
A mis espaldas la puerta se cerro y de nuevo nuestras manos se fundieron en una. Incliné ligeramente la espalda y besé con delicadeza el dorso de su mano
-madam -susurré contra su piel.
Las formalidades habían terminado de algún modo u otro, y aunque posiblemente y por educación me ofrecería una copa, o algo de te.
Mi ímpetu era demasiado evidente para ser calmado, y el tiempo demasiado importante para ser perdido.
-Vos sabéis que me trae hasta aquí, la espada. Mas yo por ende desconozco que ansiáis de mi. No me recordáis precisamente a una buena samaritana que hace las cosas a cambios de nada -sonreí de medio lado hundiendo mis ojos en sus orbes castaños -no os ofendáis. Todo tiene un precio, y por lo que veo, el dinero no es con lo que os he de pagar. ¿Que deseáis a cambio de vuestra inestimable “amistad”?
No me costo demasiado averiguar donde se encontraba la mansión Buisson ubicada en el camino a Versailles.
Así que aquella noche de tormenta en la que ni un alma caminaba por las empedradas calles de Paris, los cascos de mi espectro se hicieron mas notorios hasta fundirse con los rayos y los mismos truenos.
Todo cambio al llegar a ese lugar, una gran villa donde pese a las fuertes lluvias que arreciaban, la gente entraba y salia a un ritmo frenético. Al parecer se estaba organizando algún tipo de festejo que en breve tendría su razón de ser.
Bajé de mi montura frente a la gran escalinata de piedra blanca donde un mayordomo completamente engalanado como los protocolos mandan, salió a recibirme.
Tras darle mi nombre y decirle que tenia una cita concertada con la dueña de la casa, este desapareció como alma que lleva el diablo para confirmar mis palabras.
Dos doncellas salieron a mi paso para hacerme entrar al hall de la casa. Alli donde la húmeda lluvia no me tocara, muy agradables y serviciales tomaron las pieles para guardarlas y no mucho después el mismo mayordomo me indicó que la señorita Elora me esperaba.
Nos dirigimos por un largo pasillo repleto de motivos sobrios y cuadros con escenas de caza hacia el ala norte de la casa.
Allí, tras una recia puerta de madera noble que se abrió con un ligero rechinar de las bisagras estaba ella.
Sentada frente a su escritorio, junto a una humeante taza de café. La bella dama que conoció esa misma tarde parecía distraída garabateando una hoja color crema. Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, impacientes de tener esa conversación, ahora si, en la soledad de una regia habitación.
Me adentré en el interior caminando con seguridad hacia esa enigmática mujer.
A mis espaldas la puerta se cerro y de nuevo nuestras manos se fundieron en una. Incliné ligeramente la espalda y besé con delicadeza el dorso de su mano
-madam -susurré contra su piel.
Las formalidades habían terminado de algún modo u otro, y aunque posiblemente y por educación me ofrecería una copa, o algo de te.
Mi ímpetu era demasiado evidente para ser calmado, y el tiempo demasiado importante para ser perdido.
-Vos sabéis que me trae hasta aquí, la espada. Mas yo por ende desconozco que ansiáis de mi. No me recordáis precisamente a una buena samaritana que hace las cosas a cambios de nada -sonreí de medio lado hundiendo mis ojos en sus orbes castaños -no os ofendáis. Todo tiene un precio, y por lo que veo, el dinero no es con lo que os he de pagar. ¿Que deseáis a cambio de vuestra inestimable “amistad”?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Elora seguía sentada en su escritorio con la pluma en la mano y la taza en otra cuando el sobrino del rey interrumpió sus quehaceres. Iba a saludarlo como era debido, pero el impetu que movía a aquel caballero era arrollador, llegaba, saludaba, soltaba su discurso y esperaba una respuesta directa, clara e inmediata. Esto le arrancó una sonrisa. Era la impaciencia en estado puro, ya sabía el por qué de su aura naranja. Era salvaje como el fuego, un torbellino de energía contenida en un más que deseable recipiente de carne.
La bruja se tomaba su tiempo y marcaba las pausas a su ritmo, tan sólo cuando la sacaban de sus casillas se volvía irremediablemente estúpida, cabezota y bocazas. Tenía los genes de su padre, desde luego. Dejó la taza reposar sobre el platillo y la pluma descansando sobre su soporte bellamente repujado en plata.
— me alegro de verle monsieur Cannif. A decir verdad, esperaba su visita, aunque no tan pronto, definitivamente, este perfume es la bomba.— comentó en tono ligero, como si hablase más para ella misma reflexionando en voz alta. Colocó una taza sobre un plato y vertió té de la tetera.— no me gusta hacer negocios con vino, nubla la mente, brindaremos por el éxito de éstos cuando suceda.— Se inclinó levemente hacia delante para pasarle la taza, indicandole que tomase asiento frente a ella.
— Verá, tenemos muchas cosas de las que hablar, pero por simplificar y ahorrarle dramas, trataré de ser concisa. Nací miserable como una rata y como ya intuye, con un don. Estoy decidida a tomar las riendas de mi destino y a mejorar mi vida. Me casaré en diez días y enviudaré pronto.— sonrió entre dientes y dio un sorbo a la taza.— No me crea frívola, no se lo cuento a todo el mundo, no es una buena conversación para la sobremesa.— dejó la taza con la mayor normalidad del mundo, como si estuvieran hablando del tiempo o de los últimos cotilleos de París.— Estoy segura de que en sus manos hay mucha más sangre que en las mías, y no seré la primera persona a la que conoce que se mueve por su propio interés. Así que no me juzgue, yo no juzgo los motivos ni las razones por las que se mueve usted. Baste decir que la justicia es ciega y a veces tenemos que darle un empujoncito por nuestra propia mano. Bien.— juntó las manos sobre el escritorio.
— Puedo ayudarle con esa espada, es un objeto arcano y no será fácil encontrarlo. En el caso de que así sea, no le estará esperando empaquetado y listo para usarse, ese tipo de objetos llevan muchas capas de protección, hechizos de muerte, maldición o invisibilidad. ¿Recuerda lo que les ocurrió a los arqueólogos que descubrieron la tumba de Tutankamón? pues eso. Créame, no quiere probar esa experiencia, hay formas mucho mejores de pasar un domingo: conservando los miembros y la razón, por ejemplo. Toda magia tiene un precio, es la primera lección a aprender.— Su gesto se convirtió en un mohín algo teatral.
—¡Ah! o sea que no tengo pinta de buena samaritana porque soy una bruja ¿cierto? ¿Y qué pasa? que las brujas no podemos tener corazón? bueno... en este caso he de admitir que acierta usted. Quiero algo a cambio de mi ayuda, pero descuide, que no le va a doler. Sólo quiero que seamos amigos, que su influencia y su apellido me protejan como esa manta de oso que llevaba puesta hace un rato. El dinero no puede comprarlo todo, como bien sabe, y yo soy una recién llegada a la alta sociedad. Una rata de cloaca con la que nadie quiere tratar, una advenediza que pescó a un marido rico. Pero su palabra o su recomendación pueden ayudarme mucho en pequeñas cuestiones... creo que ya me entiende. Considero que es un pago más que justo por todos los problemas que va a ocasionar esa espada, y no se preocupe, no soy tan estúpida como para matar a una gallina de los huvos de oro.— sonrió de medio lado, porque la comparación era graciosa... huevos... oro... en fin.
La bruja se tomaba su tiempo y marcaba las pausas a su ritmo, tan sólo cuando la sacaban de sus casillas se volvía irremediablemente estúpida, cabezota y bocazas. Tenía los genes de su padre, desde luego. Dejó la taza reposar sobre el platillo y la pluma descansando sobre su soporte bellamente repujado en plata.
— me alegro de verle monsieur Cannif. A decir verdad, esperaba su visita, aunque no tan pronto, definitivamente, este perfume es la bomba.— comentó en tono ligero, como si hablase más para ella misma reflexionando en voz alta. Colocó una taza sobre un plato y vertió té de la tetera.— no me gusta hacer negocios con vino, nubla la mente, brindaremos por el éxito de éstos cuando suceda.— Se inclinó levemente hacia delante para pasarle la taza, indicandole que tomase asiento frente a ella.
— Verá, tenemos muchas cosas de las que hablar, pero por simplificar y ahorrarle dramas, trataré de ser concisa. Nací miserable como una rata y como ya intuye, con un don. Estoy decidida a tomar las riendas de mi destino y a mejorar mi vida. Me casaré en diez días y enviudaré pronto.— sonrió entre dientes y dio un sorbo a la taza.— No me crea frívola, no se lo cuento a todo el mundo, no es una buena conversación para la sobremesa.— dejó la taza con la mayor normalidad del mundo, como si estuvieran hablando del tiempo o de los últimos cotilleos de París.— Estoy segura de que en sus manos hay mucha más sangre que en las mías, y no seré la primera persona a la que conoce que se mueve por su propio interés. Así que no me juzgue, yo no juzgo los motivos ni las razones por las que se mueve usted. Baste decir que la justicia es ciega y a veces tenemos que darle un empujoncito por nuestra propia mano. Bien.— juntó las manos sobre el escritorio.
— Puedo ayudarle con esa espada, es un objeto arcano y no será fácil encontrarlo. En el caso de que así sea, no le estará esperando empaquetado y listo para usarse, ese tipo de objetos llevan muchas capas de protección, hechizos de muerte, maldición o invisibilidad. ¿Recuerda lo que les ocurrió a los arqueólogos que descubrieron la tumba de Tutankamón? pues eso. Créame, no quiere probar esa experiencia, hay formas mucho mejores de pasar un domingo: conservando los miembros y la razón, por ejemplo. Toda magia tiene un precio, es la primera lección a aprender.— Su gesto se convirtió en un mohín algo teatral.
—¡Ah! o sea que no tengo pinta de buena samaritana porque soy una bruja ¿cierto? ¿Y qué pasa? que las brujas no podemos tener corazón? bueno... en este caso he de admitir que acierta usted. Quiero algo a cambio de mi ayuda, pero descuide, que no le va a doler. Sólo quiero que seamos amigos, que su influencia y su apellido me protejan como esa manta de oso que llevaba puesta hace un rato. El dinero no puede comprarlo todo, como bien sabe, y yo soy una recién llegada a la alta sociedad. Una rata de cloaca con la que nadie quiere tratar, una advenediza que pescó a un marido rico. Pero su palabra o su recomendación pueden ayudarme mucho en pequeñas cuestiones... creo que ya me entiende. Considero que es un pago más que justo por todos los problemas que va a ocasionar esa espada, y no se preocupe, no soy tan estúpida como para matar a una gallina de los huvos de oro.— sonrió de medio lado, porque la comparación era graciosa... huevos... oro... en fin.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Se alzó a paso lento, sosegado, marcando un tiempo que desbocado yo veía eterno. Con los modales propios de París me saludo con suma delicadeza, casi arrastrando las palabras frente a mis ojos que de forma intensa la seguían.
Sonreí de medio lado cuando me indico que el perfume me había traído hasta aquí. No pude evitar que ese especial sarcasmo me divirtiera de sobremanera, seguramente porque no lo encontraba en las mujeres de París, que jugaban mas con el doble sentido que con este otro don tan preciado.
-Veo Madam, que no solo gozáis de ciertos dones, si no que vuestra lengua es tan afilada como la hoja de mi bastarda.
Tomó asiento en un sofá, con la parsimonia como bandera y delicadamente sirvió té para ambos, esperando que tomara asiento frente a ella.
Supongo que aun debía acostumbrarme a esas maneras tan sosegadas, en las que le tiempo no parecía ser dueño de nada.
Sin desviar un ápice mis ojos de sus tormentas, me aposenté en el pequeño sofá de raso rojo, esperando así, su respuesta.
Mis preguntas habían sido formuladas, el te servido y ahora le tocaba a ella.
Llevé la taza a mis labios dando un ligero sorbo. Esta bebida no era para nada de mis preferidas, mas bien todo lo contrario. Tampoco me gustaba el vino para cerrar tratos, no porque nublara mi juicio, si no porque yo era mas de tabernas, de hidromiel y de cerveza negra.
Eso y no té bebíamos en la batalla, junto a los soldados para celebrar la victoria por la sangre derramada. Eso acallaba nuestras voces al despedir a los muertos dejando así nuestra razón obnubilada por momentos.
Mas hoy, era té y no alcohol, así que de igual forma el trato se cerraría hoy.
La dama ahora si, no se ando por las ramas, directa, tajante y clara me contó un pal trabajado durante posiblemente demasiados años.
Una venganza urdida desde lo mas hondo de sus entrañas, una que bien sabia tendría como resultado una victoria asegurada.
Nadie era yo para juzgar sus motivos, de echo, ¿acaso deseaba que ella juzgara los míos?
No ,aquí todos teníamos las manos manchadas de sangre, todos habíamos dejado lamentos de viudas por el camino. ¿Acaso me importaba que ahora ella fuera la viuda que aparentara lagrimas cuando en el fondo reía frente a su sino?
La respuesta estaba clara, aceptaría su amistad, pues la espada era mi prioridad.
Mas algo mas sabia. Esa mujer, era de fiar, quizás no de un modo claro, pero algo me hacia confiar en ella. Llámalo intuición, o locura, algo que para que mentir me acompañaba noche y día.
Mas la creí, sus orbes hundidos en los míos me daban la confianza necesaria para brindar esta vez con vino.
-Este es el principio de una interesada pero bonita amistad Elora, espero que a la próxima, sea vino y no té lo que me des de beber.
Quizás podrá concederme un baile en alguno de esos bailes de la alta sociedad, y allí celebremos su reciente viudedad.
Sonreí de medio lado recordando sus palabras ¿acaso me creía tan burdo como para imaginarla empaquetada y lista para llevar como su porcelana?
-La espada, ¿donde empiezo mi búsqueda?
Sus ojos volvieron a clavarse en los míos, casi podía imaginar lo que pensaba, que mi ímpetu me arrastraría a la muerte, mas la verdad...eso era algo que me habían dicho ya demasiadas veces.
Sonreí de medio lado cuando me indico que el perfume me había traído hasta aquí. No pude evitar que ese especial sarcasmo me divirtiera de sobremanera, seguramente porque no lo encontraba en las mujeres de París, que jugaban mas con el doble sentido que con este otro don tan preciado.
-Veo Madam, que no solo gozáis de ciertos dones, si no que vuestra lengua es tan afilada como la hoja de mi bastarda.
Tomó asiento en un sofá, con la parsimonia como bandera y delicadamente sirvió té para ambos, esperando que tomara asiento frente a ella.
Supongo que aun debía acostumbrarme a esas maneras tan sosegadas, en las que le tiempo no parecía ser dueño de nada.
Sin desviar un ápice mis ojos de sus tormentas, me aposenté en el pequeño sofá de raso rojo, esperando así, su respuesta.
Mis preguntas habían sido formuladas, el te servido y ahora le tocaba a ella.
Llevé la taza a mis labios dando un ligero sorbo. Esta bebida no era para nada de mis preferidas, mas bien todo lo contrario. Tampoco me gustaba el vino para cerrar tratos, no porque nublara mi juicio, si no porque yo era mas de tabernas, de hidromiel y de cerveza negra.
Eso y no té bebíamos en la batalla, junto a los soldados para celebrar la victoria por la sangre derramada. Eso acallaba nuestras voces al despedir a los muertos dejando así nuestra razón obnubilada por momentos.
Mas hoy, era té y no alcohol, así que de igual forma el trato se cerraría hoy.
La dama ahora si, no se ando por las ramas, directa, tajante y clara me contó un pal trabajado durante posiblemente demasiados años.
Una venganza urdida desde lo mas hondo de sus entrañas, una que bien sabia tendría como resultado una victoria asegurada.
Nadie era yo para juzgar sus motivos, de echo, ¿acaso deseaba que ella juzgara los míos?
No ,aquí todos teníamos las manos manchadas de sangre, todos habíamos dejado lamentos de viudas por el camino. ¿Acaso me importaba que ahora ella fuera la viuda que aparentara lagrimas cuando en el fondo reía frente a su sino?
La respuesta estaba clara, aceptaría su amistad, pues la espada era mi prioridad.
Mas algo mas sabia. Esa mujer, era de fiar, quizás no de un modo claro, pero algo me hacia confiar en ella. Llámalo intuición, o locura, algo que para que mentir me acompañaba noche y día.
Mas la creí, sus orbes hundidos en los míos me daban la confianza necesaria para brindar esta vez con vino.
-Este es el principio de una interesada pero bonita amistad Elora, espero que a la próxima, sea vino y no té lo que me des de beber.
Quizás podrá concederme un baile en alguno de esos bailes de la alta sociedad, y allí celebremos su reciente viudedad.
Sonreí de medio lado recordando sus palabras ¿acaso me creía tan burdo como para imaginarla empaquetada y lista para llevar como su porcelana?
-La espada, ¿donde empiezo mi búsqueda?
Sus ojos volvieron a clavarse en los míos, casi podía imaginar lo que pensaba, que mi ímpetu me arrastraría a la muerte, mas la verdad...eso era algo que me habían dicho ya demasiadas veces.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Elora cruzó las manos por debajo de su barbilla apoyando ésta graciosamente, de forma risueña, como si estuviera contemplando un raro ejemplar de pájaro haciendo piruetas en el cielo.
— Os lo puedo asegurar. Habrán noches de vino o ron o lo que más os guste. Dicen que las brujas beben absenta... no hay que creerse todas las tonterías que se dicen por ahí ¿no? Por las misma regla de tres, por vuestra condición tenéis aspecto de gozar de la compañía de una botella de buen borgoña y sin embargo creo que tenéis más afinidad por los licores de batalla. ¿Me equivoco? digamos que los verdaderos snobs de la realeza no se visten con pieles de oso.— Colocó las manos de nuevo sobre el escritorio.— ¡Ah! ese asunto de la lengua...— se encogió de hombros.— no podía ser perfecta, algun defecto debía tener.— le puso una mueca teatral, Elora era muy expresiva.
Se rió con una risa cristalina y se levantó del asiento, rascándose la sien pensativa.
—La espada... hay muchas espadas legendarias, desde el puñal de hueso con el Caín hirió a Abel, pasando por lanza del destino que atravesó a Jesús, Excalibur, Tizona... y un sinfín más. ¿No tenéis más datos sobre ella? Sé dónde podemos ir a buscar com punto de partida, pero no seré la única que lo sabe, así que no deberíamos de demorarnos demasiado, y si pudiera tener más datos, podríamos evitar dar muchos palos de ciego.
Se mordisqueó el dedo pulgar y rodeó la mesa y a Höor para abrir con una llave el armario que guardaba unos cuantos tomos y sacó uno. Era un viejo libro de cubiertas desgastadas que en algun momento debió ser marrón y ahora era de un color gris pardo indefinido. Lo colocó sobre la mesa y lo abrió en una página buscando con el dedo lo que estaba rondando su cabeza.— hmmm... aquí. Por ejemplo este. "Arcana obiecta". Es un inventario de objetos arcanos del medievo. Sé dónde localizar este tomo, está escondido y tendremos que localizarlo. ¿Conoce la biblioteca de la Sorbonne? allí empezaremos a buscar. Pero eso será mañana, yo no sé usted, pero estoy agotada, mis días son intensos.
Cerró el libro y lo devolvió al armario del que procedía, apoyando las manos suavemente sobre la madera y pasando despues la llave.
— ¿Tiende donde quedarse a pasar la noche? con esta tormenta... en fin. Considérese en su casa, no es el palacio real, pero tenemos algunas habitaciones de sobra. Eso sí, no puedo ofrecerle mucha más charla sobre nuestro negocio, mi marido y mi suegra están al caer.
— Os lo puedo asegurar. Habrán noches de vino o ron o lo que más os guste. Dicen que las brujas beben absenta... no hay que creerse todas las tonterías que se dicen por ahí ¿no? Por las misma regla de tres, por vuestra condición tenéis aspecto de gozar de la compañía de una botella de buen borgoña y sin embargo creo que tenéis más afinidad por los licores de batalla. ¿Me equivoco? digamos que los verdaderos snobs de la realeza no se visten con pieles de oso.— Colocó las manos de nuevo sobre el escritorio.— ¡Ah! ese asunto de la lengua...— se encogió de hombros.— no podía ser perfecta, algun defecto debía tener.— le puso una mueca teatral, Elora era muy expresiva.
Se rió con una risa cristalina y se levantó del asiento, rascándose la sien pensativa.
—La espada... hay muchas espadas legendarias, desde el puñal de hueso con el Caín hirió a Abel, pasando por lanza del destino que atravesó a Jesús, Excalibur, Tizona... y un sinfín más. ¿No tenéis más datos sobre ella? Sé dónde podemos ir a buscar com punto de partida, pero no seré la única que lo sabe, así que no deberíamos de demorarnos demasiado, y si pudiera tener más datos, podríamos evitar dar muchos palos de ciego.
Se mordisqueó el dedo pulgar y rodeó la mesa y a Höor para abrir con una llave el armario que guardaba unos cuantos tomos y sacó uno. Era un viejo libro de cubiertas desgastadas que en algun momento debió ser marrón y ahora era de un color gris pardo indefinido. Lo colocó sobre la mesa y lo abrió en una página buscando con el dedo lo que estaba rondando su cabeza.— hmmm... aquí. Por ejemplo este. "Arcana obiecta". Es un inventario de objetos arcanos del medievo. Sé dónde localizar este tomo, está escondido y tendremos que localizarlo. ¿Conoce la biblioteca de la Sorbonne? allí empezaremos a buscar. Pero eso será mañana, yo no sé usted, pero estoy agotada, mis días son intensos.
Cerró el libro y lo devolvió al armario del que procedía, apoyando las manos suavemente sobre la madera y pasando despues la llave.
— ¿Tiende donde quedarse a pasar la noche? con esta tormenta... en fin. Considérese en su casa, no es el palacio real, pero tenemos algunas habitaciones de sobra. Eso sí, no puedo ofrecerle mucha más charla sobre nuestro negocio, mi marido y mi suegra están al caer.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
La dama apoyó sobre sus manos la barbilla contemplándome de forma risueña.
No pude evitar esbozar una sonrisa de medio lado frente a la naturalidad de esa mujer que acababa de confiar en mi persona su mas profundo secreto.
-Si os soy franco, prefiero las lenguas mordaces, que las que las que dan doble sentido a las palabras. Al menos cuando esas lenguas hablan, hieran o no, se lo que piensan. De las otras hay que andar con mas cuidado, pues lo que dicen y lo que piensan no siempre van de la mano.
Su teatralidad era original, divertida y a esta, le regale una reverencia con la cabeza, para mostrarle mi agrado.
-Sin duda, los alcoholes de batalla resultan infinitamente mas tentadores, quizás porque son los que he paladeado tras la sangre derramada.
No soy un sobrino de rey normal, mas vos tampoco una prometida al uso..quizás por eso, esta unión sea tan provechosa, pues de un modo u otro nos convierte a ambos en gente de fiar.
La conversación pronto derivó en aquello que me atañía, la espada.
Un nuevo libro surco sus manos, acariciando una tapa medio desecha ,mas que por el contrario al libro del anticuario, parecía esconder oscuros secretos.
Sus ojos leyeron entre las lineas de ese encuadernado, con la lentitud que la caracterizaba.
Por ende, mi impaciencia iba increscendo mientras escuchaba sus palabras contemplando sus carnosos labios.
-Desconozco donde esta esa biblioteca, mas algo me dice que vos sois asidua a ella. Vallamos.
Casi pude vislumbrar su sonrisa ante mi impaciencia, alegó estar cansada, la tormenta y esos preparativos de boda que la tenían contrariada.
Un divertido mohin fue mi respuesta, cuando al parecer el tiempo de nuestra cita se agotaba, y quedaríamos para vernos otro día.
Me puse en pie, no quería robarle mas tiempo a aquella atareada dama que me había hecho creer en la magia.
-regresaré a la mansión Cavey, allí alguien me espera y no quisiera preocuparla mas de lo que mi ausencia debiera.
Mas como bien a dicho, tengo mis recursos y una tupida capa de piel de osos por si la tormenta arrecia.
En peores campos de batalla he lidiado, con rayos y centellas -Un guiño de ojo, fue mi despedida mientras caminaba hacia la puerta.
Me detuve en el umbral volviendo mi cabeza hacia al hermosa figura de la doncella.
-Gracias por ofrecerme su casa, lo tendré en cuenta. Mas creo que su marido dormirá mas tranquilo si alguien como yo, no se encuentra cerca -Bromeé -Hasta mañana Elora.
No pude evitar esbozar una sonrisa de medio lado frente a la naturalidad de esa mujer que acababa de confiar en mi persona su mas profundo secreto.
-Si os soy franco, prefiero las lenguas mordaces, que las que las que dan doble sentido a las palabras. Al menos cuando esas lenguas hablan, hieran o no, se lo que piensan. De las otras hay que andar con mas cuidado, pues lo que dicen y lo que piensan no siempre van de la mano.
Su teatralidad era original, divertida y a esta, le regale una reverencia con la cabeza, para mostrarle mi agrado.
-Sin duda, los alcoholes de batalla resultan infinitamente mas tentadores, quizás porque son los que he paladeado tras la sangre derramada.
No soy un sobrino de rey normal, mas vos tampoco una prometida al uso..quizás por eso, esta unión sea tan provechosa, pues de un modo u otro nos convierte a ambos en gente de fiar.
La conversación pronto derivó en aquello que me atañía, la espada.
Un nuevo libro surco sus manos, acariciando una tapa medio desecha ,mas que por el contrario al libro del anticuario, parecía esconder oscuros secretos.
Sus ojos leyeron entre las lineas de ese encuadernado, con la lentitud que la caracterizaba.
Por ende, mi impaciencia iba increscendo mientras escuchaba sus palabras contemplando sus carnosos labios.
-Desconozco donde esta esa biblioteca, mas algo me dice que vos sois asidua a ella. Vallamos.
Casi pude vislumbrar su sonrisa ante mi impaciencia, alegó estar cansada, la tormenta y esos preparativos de boda que la tenían contrariada.
Un divertido mohin fue mi respuesta, cuando al parecer el tiempo de nuestra cita se agotaba, y quedaríamos para vernos otro día.
Me puse en pie, no quería robarle mas tiempo a aquella atareada dama que me había hecho creer en la magia.
-regresaré a la mansión Cavey, allí alguien me espera y no quisiera preocuparla mas de lo que mi ausencia debiera.
Mas como bien a dicho, tengo mis recursos y una tupida capa de piel de osos por si la tormenta arrecia.
En peores campos de batalla he lidiado, con rayos y centellas -Un guiño de ojo, fue mi despedida mientras caminaba hacia la puerta.
Me detuve en el umbral volviendo mi cabeza hacia al hermosa figura de la doncella.
-Gracias por ofrecerme su casa, lo tendré en cuenta. Mas creo que su marido dormirá mas tranquilo si alguien como yo, no se encuentra cerca -Bromeé -Hasta mañana Elora.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
No es que fuera sobrada de tiempo, los preparativos de la boda la absorbían bastante, pero por caótica que pudiera parecer, siempre había sido muy disciplinada, su madre la había inculcado. Que cuando tenía un hechizo entre manos, podría olvidarse de peinarse o de recoger la ropa lavada, pero siempre, siempre tenía que comer, descansar y no abandonar nunca, porque la magia era cuestión de concentración y perseverancia.
En resumen, que a pesar de su reciente aparicion en un mundo lujoso que no dominaba, de tener que hacerlo mintiendo y engañado, lo estaba llevando bastante bien. Ese día había quedado con Höor para visitar una biblioteca. Podía parecer algo demasiado sencillo, pero estaba preparada para lo que se les venía encima.
El coche de caballos se detuvo en la puerta de la mansión Cavey y le dio el recado al mayordomo para que el sobrino del rey se uniese a ella para la excursion.
— Buenos días, señor Cannif. ¿Listo? haría bien de traer su espada, nunca se sabe. Los libros a veces se pueden poner algo tercos.
El cochero arrancó y durante veinte minutos atravesó las calles parisinas hasta llegar a la Sorbona. La Biblioteca de la universidad era un lugar muy transitado, lleno de estudiantes y profesores. Pero Elora sabía que allí no hallarían las respuestas, sólo otra pieza más del puzzle que les llevaría a la espada.
Firmó en el registro de entrada, cosa que ya estaba acostumbrada a hacer, porque las bibliotecas eran los mejores lugares donde conservar libros arcanos ocultos a la vista de todo el mundo. Caminó por el pasillo hasta alcanzar la sección de Culturas antiguas y Antropología. Sabía donde dirigirse. En una estantería muy alta había unos cuantos tomos de tratados de historia sumeria. Poca gente consultaba ese tipo de obras.
— Señor Cannif, sería tan amable de alcanzarme el tomo que se llama "Inventario funerario de las tribus sumerias"? ese de ahí, el del lomo azul.— tendría que utilizar las escaleras móviles que rodaban por los estantes, porque estaba bastante alto.
El tomo era un libro protegido con magia, y era el punto de partida para poder localizar otro tomo que quizás ya les diera información más valiosa. Cuando lo tuvo entre las manos susurró unas palabras arcanas en latín. Ese texto respondía a esa lengua, el propio libro con su aura se lo gritaba. — mysteria ostendit tibi.— El tomo inmediatamente empezó a cambiar de apariencia. Las letras que antes estaban escritas con una caligrafía apretada y negra, ahora eran azules y redondeadas. Era un inventario de libros mágicos que podían estar en aquella biblioteca u otras.
Se dirigió a una mesa solitaria en el fondo del pasillo y lo dejó sobre ella, arrimando una silla a su lado, para que Höor le ayudase a localizar lo que buscaban.
— Estamos buscando un inventario de objetos arcanos. Pueden haber varios tomos relacionados con eso, anotaremos las referencias y tendremos que ir a localizarlos. Los demás libros son de hechizos, pociones, fundamentos de magia... en fin, cosas de brujos.
En resumen, que a pesar de su reciente aparicion en un mundo lujoso que no dominaba, de tener que hacerlo mintiendo y engañado, lo estaba llevando bastante bien. Ese día había quedado con Höor para visitar una biblioteca. Podía parecer algo demasiado sencillo, pero estaba preparada para lo que se les venía encima.
El coche de caballos se detuvo en la puerta de la mansión Cavey y le dio el recado al mayordomo para que el sobrino del rey se uniese a ella para la excursion.
— Buenos días, señor Cannif. ¿Listo? haría bien de traer su espada, nunca se sabe. Los libros a veces se pueden poner algo tercos.
El cochero arrancó y durante veinte minutos atravesó las calles parisinas hasta llegar a la Sorbona. La Biblioteca de la universidad era un lugar muy transitado, lleno de estudiantes y profesores. Pero Elora sabía que allí no hallarían las respuestas, sólo otra pieza más del puzzle que les llevaría a la espada.
Firmó en el registro de entrada, cosa que ya estaba acostumbrada a hacer, porque las bibliotecas eran los mejores lugares donde conservar libros arcanos ocultos a la vista de todo el mundo. Caminó por el pasillo hasta alcanzar la sección de Culturas antiguas y Antropología. Sabía donde dirigirse. En una estantería muy alta había unos cuantos tomos de tratados de historia sumeria. Poca gente consultaba ese tipo de obras.
— Señor Cannif, sería tan amable de alcanzarme el tomo que se llama "Inventario funerario de las tribus sumerias"? ese de ahí, el del lomo azul.— tendría que utilizar las escaleras móviles que rodaban por los estantes, porque estaba bastante alto.
El tomo era un libro protegido con magia, y era el punto de partida para poder localizar otro tomo que quizás ya les diera información más valiosa. Cuando lo tuvo entre las manos susurró unas palabras arcanas en latín. Ese texto respondía a esa lengua, el propio libro con su aura se lo gritaba. — mysteria ostendit tibi.— El tomo inmediatamente empezó a cambiar de apariencia. Las letras que antes estaban escritas con una caligrafía apretada y negra, ahora eran azules y redondeadas. Era un inventario de libros mágicos que podían estar en aquella biblioteca u otras.
Se dirigió a una mesa solitaria en el fondo del pasillo y lo dejó sobre ella, arrimando una silla a su lado, para que Höor le ayudase a localizar lo que buscaban.
— Estamos buscando un inventario de objetos arcanos. Pueden haber varios tomos relacionados con eso, anotaremos las referencias y tendremos que ir a localizarlos. Los demás libros son de hechizos, pociones, fundamentos de magia... en fin, cosas de brujos.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Dicen que tras la tormenta viene la calma, aunque con esa dama lo dudaba muchísimo.
Tras la conversación que mantuvimos Elora y yo, y ese pacto tácito al que llegamos durante la noche, volví a la mansión Cavey.
Mojado y bastante cansado entre por la puerta con la esperanza no solo de hundir mis ojos en los de esa mujer que me había robado el juicio si no con la impaciencia de que el día me encontrara de nuevo pues Elora, me habia prometido un nuevo y productivo encuentro.
Los rayos de luz entraron por el portón del ventanal de mi sobria habitación, me desperecé ligeramente poniéndome poco después en pie, tras un buen baño, me vestí, coloque las pieles de osos sobre mis hombros y me dispuse a salir.
Hoy no me daba tiempo a desayunar, Elora había sido mas puntual de lo esperado.
Gracias a que una de las doncellas corrió tras de mi obsequiándome con una roja manzana, que mordí tras agradecer su gesto con un guiño de ojo.
Me adentré en el carruaje de la dama que impoluta en su interior me esperaba, mientras seguía dando mordiscos a esa fresca manzana.
-Vaya, una bruja y una manzana,¿debería preocuparme? -pregunté haciendo gala de mi buen humor dedicándole una sonrisa de medio lado y esperando que hoy al igual que ayer su pérfida lengua la hubiera acompañado.
Sonreí frente a su comentario mientras el cochero arrancaba rumbo al lugar dispuesto por la dama, la biblioteca de París, un lugar que a simple vista no parecía encerrar mayor misterio.
-Tranquila Elora, yo siempre porto mi bastarda, no se sabe cuando puede ser de utilidad -bromeé contemplándola. -¿Habéis traído vos vuestra mordaz lengua?
Entre ambos las cosas fluían, supongo que porque ambos podíamos bromear conscientes de que no había nada mas, ella con gustos sexuales mas parecidos a los míos que a los de una dama, y yo..lo mio era distinto...
Entramos en la biblioteca, un lugar que Elora parecía conocer como la palma de su mano y que por ende, yo apenas había pisado una en Noruega. Aunque claro, si mucho en palacio, pues desde niño tuve maestros para enseñarme la cultura que debe tener un noble, el protocolo y demás chorradas que de poco o nada me servían en el patio de armas.
Elora busco la sección que le interesaba. Era una biblioteca inmensa, una escalera alta, era lo único que te daba acceso a los libros superiores, esos tomos que la parecer pocas personas leían y que como no, Elora deseaba coger, para empezar la búsqueda del arma que yo debía poseer.
Subí con gracilidad por la escalera y tomé el cuaderno de tapas duras y letras negras.
Pronto Elora lo tuvo en su poder, tomando junto a el asiento en una de las mesas para hacerme un lado y que yo pudiera ver.
Rodeé su cuerpo lentamente sentándome a su vera mientras seguía con mis ojos el recorrido de su dedo.
Palabras mágicas que escaparon en un idioma extraño de sus labios y el libro se torno distinto, las letras ahora azules parecían cobrar vida frente a los ojos de ambos.
-Eres impresionante -comenté realmente abducido por la belleza de aquel descubrimiento.
Durante un buen rato ambos ojeamos ese libro, como ella bien había dicho, pociones, reliquias, objetos extraños..algún arma, mas ni rastro de la espada.
Tiré mi espalda hacia atrás algo cansado, mi cuerpo parecía quejarse de estar tanto tiempo sentado ,acostumbrado a un vaivén continuo y a no parar. Aquella tranquilidad empezaba a pesar.
Observe como Elora me miraba divertida, como si mi gesto aburrido fuera la nueva muestra de mi impaciencia.
-Al final la bastarda sigue envainada -bromeé recuperando mi posición para llevar uno de mis dedos hacia unas letras azuladas, que hablaban de una reliquia, de un colgante o algo así.
Posé allí mi mano cuando una corriente eléctrica me atravesó. Mis ojso se quedaron por un instante en blanco, o al menos un instante me pareció. Como si una tela blanca cubriera mis parpados, el silencio se hizo patente en la sala, solo notaba la mano de Elora, posada en mi pecho, tratando de que volviera.
Mas no lo hice, gritos, aceros golpeando, ruidos de batalla, hacia ahí me dirigí. Mi mano se lanzo hacia la empuñadura de mi bastarda, mas no estaba ahí. Desconcertado seguí andando por ese oscuro abismo que se habría ante mi, un túnel con una única luz al fondo, una brillante, cegadora, demasiado intensa.
Tras la conversación que mantuvimos Elora y yo, y ese pacto tácito al que llegamos durante la noche, volví a la mansión Cavey.
Mojado y bastante cansado entre por la puerta con la esperanza no solo de hundir mis ojos en los de esa mujer que me había robado el juicio si no con la impaciencia de que el día me encontrara de nuevo pues Elora, me habia prometido un nuevo y productivo encuentro.
Los rayos de luz entraron por el portón del ventanal de mi sobria habitación, me desperecé ligeramente poniéndome poco después en pie, tras un buen baño, me vestí, coloque las pieles de osos sobre mis hombros y me dispuse a salir.
Hoy no me daba tiempo a desayunar, Elora había sido mas puntual de lo esperado.
Gracias a que una de las doncellas corrió tras de mi obsequiándome con una roja manzana, que mordí tras agradecer su gesto con un guiño de ojo.
Me adentré en el carruaje de la dama que impoluta en su interior me esperaba, mientras seguía dando mordiscos a esa fresca manzana.
-Vaya, una bruja y una manzana,¿debería preocuparme? -pregunté haciendo gala de mi buen humor dedicándole una sonrisa de medio lado y esperando que hoy al igual que ayer su pérfida lengua la hubiera acompañado.
Sonreí frente a su comentario mientras el cochero arrancaba rumbo al lugar dispuesto por la dama, la biblioteca de París, un lugar que a simple vista no parecía encerrar mayor misterio.
-Tranquila Elora, yo siempre porto mi bastarda, no se sabe cuando puede ser de utilidad -bromeé contemplándola. -¿Habéis traído vos vuestra mordaz lengua?
Entre ambos las cosas fluían, supongo que porque ambos podíamos bromear conscientes de que no había nada mas, ella con gustos sexuales mas parecidos a los míos que a los de una dama, y yo..lo mio era distinto...
Entramos en la biblioteca, un lugar que Elora parecía conocer como la palma de su mano y que por ende, yo apenas había pisado una en Noruega. Aunque claro, si mucho en palacio, pues desde niño tuve maestros para enseñarme la cultura que debe tener un noble, el protocolo y demás chorradas que de poco o nada me servían en el patio de armas.
Elora busco la sección que le interesaba. Era una biblioteca inmensa, una escalera alta, era lo único que te daba acceso a los libros superiores, esos tomos que la parecer pocas personas leían y que como no, Elora deseaba coger, para empezar la búsqueda del arma que yo debía poseer.
Subí con gracilidad por la escalera y tomé el cuaderno de tapas duras y letras negras.
Pronto Elora lo tuvo en su poder, tomando junto a el asiento en una de las mesas para hacerme un lado y que yo pudiera ver.
Rodeé su cuerpo lentamente sentándome a su vera mientras seguía con mis ojos el recorrido de su dedo.
Palabras mágicas que escaparon en un idioma extraño de sus labios y el libro se torno distinto, las letras ahora azules parecían cobrar vida frente a los ojos de ambos.
-Eres impresionante -comenté realmente abducido por la belleza de aquel descubrimiento.
Durante un buen rato ambos ojeamos ese libro, como ella bien había dicho, pociones, reliquias, objetos extraños..algún arma, mas ni rastro de la espada.
Tiré mi espalda hacia atrás algo cansado, mi cuerpo parecía quejarse de estar tanto tiempo sentado ,acostumbrado a un vaivén continuo y a no parar. Aquella tranquilidad empezaba a pesar.
Observe como Elora me miraba divertida, como si mi gesto aburrido fuera la nueva muestra de mi impaciencia.
-Al final la bastarda sigue envainada -bromeé recuperando mi posición para llevar uno de mis dedos hacia unas letras azuladas, que hablaban de una reliquia, de un colgante o algo así.
Posé allí mi mano cuando una corriente eléctrica me atravesó. Mis ojso se quedaron por un instante en blanco, o al menos un instante me pareció. Como si una tela blanca cubriera mis parpados, el silencio se hizo patente en la sala, solo notaba la mano de Elora, posada en mi pecho, tratando de que volviera.
Mas no lo hice, gritos, aceros golpeando, ruidos de batalla, hacia ahí me dirigí. Mi mano se lanzo hacia la empuñadura de mi bastarda, mas no estaba ahí. Desconcertado seguí andando por ese oscuro abismo que se habría ante mi, un túnel con una única luz al fondo, una brillante, cegadora, demasiado intensa.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
La bruja ya había tenido demasiados altercados con la magia como para no reconocer cuándo el poder descontrolado atacaba a alguien súbitamente. Höor estaba en trance, seguramente porque al tocar el texto mágico se había desencadenado alguna reacción extraña, dormida en su ser, cautiva en el subconsciente.
Había varios tipos de trance, porque la mente y la energía del que lo sufría, transitaban por diferentes planos. Ella atravesaba el velo que separaba los vivos de los muertos; los videntes atravesaban la línea del espacio proyectando sus mentes a otros lugares. Y por último los oráculos, profetas o sibilas tenían el don de la precognición, por tanto atravesaban la línea del tiempo para saltar hacia el futuro, hacia donde las cosas no habían sucedido todavía. El noruego estaba atrapado en alguno de esos, pero sabía que no estaba en el plano que ella dominaba. Así pues, o había atravesado el espacio o el tiempo. Y eso no era fácil de controlar, sobre todo cuando no se tenían conocimientos sobre ese don.
No podía hacerlo regresar simplemente pronunciando algunas palabras mágicas, no siempre era tan sencillo. Apoyó las manos en su pecho y trató de extender su energía, que era vibrante y eléctrica, a través de él, por si esa energía le servía de faro para que no se perdiera en la oscuridad. Pero no notó ninguna reacción positiva.
— Ay! mierda!! joder... Elora, te vas a meter en problemas. Si el sobrino del rey aparece muerto por magia, harán contigo salchichón de bruja...— murmuró para sí misma. En ese mismo momento tuvo una epifanía. Sabía un conjuro de atadura que podría dar resultado. Los principios de atadura eran sencillos: el humano al que atabas pasaba a ceder su voluntad al hechicero y éste podía disponer sobre ella. Con lo cual, tendría que intentarlo. No le iba a hacer gracia cuando volviera en si, pero bueno, luego lo desataría. Se sacó una horquilla del pelo y la clavó en la mano de Höor, haciendo despues lo mismo con la suya; tras esto, agarró la mano del "osezno" como cariñosamente lo había apodado, y puso ambas sangres en contacto. El torrente de energía de Elora pasó a la sangre de él, y cuando pronunció la atadura, la voluntad del hombre pasó a estar en sus manos.
— ager sanguinis, spiritus procellarum, manente voluntate et ligans pistrina in manibus mei.— El conjuro esta hecho y sólo le quedaba ordenarle que regresara.— Regresa Höor...aléjate de esa luz, rgresa por donde te fuiste, te estoy esperando...
El hechizo de atadura de la voluntad era de los más fuertes que existían cuando se realizaba mediante sangre. Se podía manipular la voluntad con pociones, como le hacía a Mauritz, o con Vudús, objetos y hasta magia negra. Pero la sangre era lo más potente. Y si no, que se lo contasen a los vampiros. Luego para desatarlo sería más complicado, porque estaría confuso unos días, pero en fin, era por su bien.
Esperó unos segundos a la reacción de Höor. Si no regresaba, tendría que volvérselo a ordenar, a veces unas voluntades eran más dóciles que otras.
Había varios tipos de trance, porque la mente y la energía del que lo sufría, transitaban por diferentes planos. Ella atravesaba el velo que separaba los vivos de los muertos; los videntes atravesaban la línea del espacio proyectando sus mentes a otros lugares. Y por último los oráculos, profetas o sibilas tenían el don de la precognición, por tanto atravesaban la línea del tiempo para saltar hacia el futuro, hacia donde las cosas no habían sucedido todavía. El noruego estaba atrapado en alguno de esos, pero sabía que no estaba en el plano que ella dominaba. Así pues, o había atravesado el espacio o el tiempo. Y eso no era fácil de controlar, sobre todo cuando no se tenían conocimientos sobre ese don.
No podía hacerlo regresar simplemente pronunciando algunas palabras mágicas, no siempre era tan sencillo. Apoyó las manos en su pecho y trató de extender su energía, que era vibrante y eléctrica, a través de él, por si esa energía le servía de faro para que no se perdiera en la oscuridad. Pero no notó ninguna reacción positiva.
— Ay! mierda!! joder... Elora, te vas a meter en problemas. Si el sobrino del rey aparece muerto por magia, harán contigo salchichón de bruja...— murmuró para sí misma. En ese mismo momento tuvo una epifanía. Sabía un conjuro de atadura que podría dar resultado. Los principios de atadura eran sencillos: el humano al que atabas pasaba a ceder su voluntad al hechicero y éste podía disponer sobre ella. Con lo cual, tendría que intentarlo. No le iba a hacer gracia cuando volviera en si, pero bueno, luego lo desataría. Se sacó una horquilla del pelo y la clavó en la mano de Höor, haciendo despues lo mismo con la suya; tras esto, agarró la mano del "osezno" como cariñosamente lo había apodado, y puso ambas sangres en contacto. El torrente de energía de Elora pasó a la sangre de él, y cuando pronunció la atadura, la voluntad del hombre pasó a estar en sus manos.
— ager sanguinis, spiritus procellarum, manente voluntate et ligans pistrina in manibus mei.— El conjuro esta hecho y sólo le quedaba ordenarle que regresara.— Regresa Höor...aléjate de esa luz, rgresa por donde te fuiste, te estoy esperando...
El hechizo de atadura de la voluntad era de los más fuertes que existían cuando se realizaba mediante sangre. Se podía manipular la voluntad con pociones, como le hacía a Mauritz, o con Vudús, objetos y hasta magia negra. Pero la sangre era lo más potente. Y si no, que se lo contasen a los vampiros. Luego para desatarlo sería más complicado, porque estaría confuso unos días, pero en fin, era por su bien.
Esperó unos segundos a la reacción de Höor. Si no regresaba, tendría que volvérselo a ordenar, a veces unas voluntades eran más dóciles que otras.
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Atrás, la voz de Elora, llamándome con cierta desesperación por mi nombre. Quería obedecer, volver con ella, mas delante, aquella luz era tan intensa...que simplemente seguí andando.
El sonido de los aceros resultaba ensordecedor, demasiado para pasarlo por alto. De nuevo su voz detuvo mis pasos, necesitaba ir con la bruja.
Tensé el gesto tratando de no volver, su voz parecía haberse apoderado de mi férrea voluntad.
Apreté los dientes para dar un paso mas, mientras sentía como la sangre carmesí resbalaba por mi nariz hasta alcanzar mis labios con su sabor metálico.
Lo limpie con el antebrazo para continuar andando hacia esa luz que ahora se había convertido en mi único sino, atrás quedaba la oscuridad y mi nombre pronunciado por los labios de una mujer.
Un páramo salvaje, fresca hierba, sangre, cuerpos mutilados y en lo alto cuervos. Curvos que graznaban azuzando la batalla, sedientos de carne, de guerra y de odio.
Mis ojos buscaron con rapidez el choque de las espadas, el emblema de las familias, mas la imagen estaba borrosa, casi tanto como la noche que se cernía sobre nosotros.
Luna roja y febril sobre nuestras cabezas. Llevé mi mano a la bastarda, dispuesto a entablar batalla contra los fantasmas, mas no encontré el mango de mi espada, si no otro bien distinto, uno que no conocía, mas que mi mano aferró con fuerza como si siempre hubiera estado echa para sostenerla.
Espada de acero salio de su vaina, con bordes dentados, dispuesta a clamar venganza.
Mango de plata y oro, sendos grifos la rematan en un majestuoso pomo.
Observo el dibujo que engarza la afilada hoja con el mango, una cabeza de demonio, con serpientes que campan a sus anchas.
Alzo la cabeza dispuesto a vencer, porque para que desenvainar, si la sangre no va a correr.
Mi cuerpo se tensa, mis botas se hunden en la húmeda hierba.
El tacto de la espada me embriaga, mis ojos se centran en el primer contrincante mientras una lluvia de flechas acompaña mi gesta.
Danza mortal espada en mano para esquivarlas, mi primer enemigo, esgrime un hacha.
Truenos de Thor, en lo alto, el Valhalla se abre, la gesta sera grande.
De nuevo esa voz, ahora mas fuerte, retumba en mi cabeza pronunciando mi nombre con delicadeza.
Busco con al mirada al enemigo ,mas el velo desaparece de mis ojos y ahora solo veo libros.
Me falta el aire, apenas respiro, toso con fuerza tratando de que mis pulmones acaparen una brizna de aire.
Una bocanada con su mano en mi pecho es lo que me hace regresar del todo frente a sus preocupados ojos.
Nos miramos en silencio, silencio que abrasa, que quema, que enciende y que se apaga.
La contemplo de forma diferente, como si entre ella y yo hubiera una estela invisible que nos une para siempre.
Mis ojos vagan por su rostro, contemplando su belleza que hasta ahora no había pasado desapercibida, mas si ignorada.
Mi respiración se acompasa a la suya hasta que mis labios se abren.
-La he visto -susurro frente a ella- ha sido confuso.
El sonido de los aceros resultaba ensordecedor, demasiado para pasarlo por alto. De nuevo su voz detuvo mis pasos, necesitaba ir con la bruja.
Tensé el gesto tratando de no volver, su voz parecía haberse apoderado de mi férrea voluntad.
Apreté los dientes para dar un paso mas, mientras sentía como la sangre carmesí resbalaba por mi nariz hasta alcanzar mis labios con su sabor metálico.
Lo limpie con el antebrazo para continuar andando hacia esa luz que ahora se había convertido en mi único sino, atrás quedaba la oscuridad y mi nombre pronunciado por los labios de una mujer.
Un páramo salvaje, fresca hierba, sangre, cuerpos mutilados y en lo alto cuervos. Curvos que graznaban azuzando la batalla, sedientos de carne, de guerra y de odio.
Mis ojos buscaron con rapidez el choque de las espadas, el emblema de las familias, mas la imagen estaba borrosa, casi tanto como la noche que se cernía sobre nosotros.
Luna roja y febril sobre nuestras cabezas. Llevé mi mano a la bastarda, dispuesto a entablar batalla contra los fantasmas, mas no encontré el mango de mi espada, si no otro bien distinto, uno que no conocía, mas que mi mano aferró con fuerza como si siempre hubiera estado echa para sostenerla.
Espada de acero salio de su vaina, con bordes dentados, dispuesta a clamar venganza.
Mango de plata y oro, sendos grifos la rematan en un majestuoso pomo.
Observo el dibujo que engarza la afilada hoja con el mango, una cabeza de demonio, con serpientes que campan a sus anchas.
Alzo la cabeza dispuesto a vencer, porque para que desenvainar, si la sangre no va a correr.
Mi cuerpo se tensa, mis botas se hunden en la húmeda hierba.
El tacto de la espada me embriaga, mis ojos se centran en el primer contrincante mientras una lluvia de flechas acompaña mi gesta.
Danza mortal espada en mano para esquivarlas, mi primer enemigo, esgrime un hacha.
Truenos de Thor, en lo alto, el Valhalla se abre, la gesta sera grande.
De nuevo esa voz, ahora mas fuerte, retumba en mi cabeza pronunciando mi nombre con delicadeza.
Busco con al mirada al enemigo ,mas el velo desaparece de mis ojos y ahora solo veo libros.
Me falta el aire, apenas respiro, toso con fuerza tratando de que mis pulmones acaparen una brizna de aire.
Una bocanada con su mano en mi pecho es lo que me hace regresar del todo frente a sus preocupados ojos.
Nos miramos en silencio, silencio que abrasa, que quema, que enciende y que se apaga.
La contemplo de forma diferente, como si entre ella y yo hubiera una estela invisible que nos une para siempre.
Mis ojos vagan por su rostro, contemplando su belleza que hasta ahora no había pasado desapercibida, mas si ignorada.
Mi respiración se acompasa a la suya hasta que mis labios se abren.
-La he visto -susurro frente a ella- ha sido confuso.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Elora retuvo el aire en los pulmones, condensado, difícil de respirar, atenazado por la tensión. Si Höor se quedaba vagando entre tinieblas o perdía la razón, la acusarían a ella...y fin del cuento. ¡Que cuelguen a la bruja!! horcas y antorchas en alto!!... casi podía verlo. Pero luego él aspiró una bocanada de aire y abrió los ojos, regresando al mundo real.
Esa mirada se mantuvo unos segundos, profunda, caótica, atrayente y portadora del más inmenso dolor y de la más brillante felicidad. ¿Cómo podía concentrarse todo eso en una mirada?. Pues a saber, pero se podía. La notó pulsar en su alma, como si además de su propio corazón hubiera otro latiendo a su lado. ¡Por todos los dioses paganos! aquello era surrealista, era como si algo los uniese ahora. ¿Qué había hecho? Mierda! Joder! la mezcla de sangres!!! ahora estaban unidos, atados por el conjuro de sangre que había realizado para traerlo de vuelta.
Si la bruja hubiera sido un dragón, habría incendiado la biblioteca con el resoplido que soltó y sin mediar palabra le arreó una bofetada a Höor.
— ¡Imbécil!!! me has dado un susto de muerte!!! te podrías haber quedado flotando por ahí, perdido entre brumas!!!.— Acababan de pasar del "vos" y del tratamiento formal de cortesía, a tratarse como viejos conocidos. A pesar de estar con el ceño fruncido y de estar enfadada y asustada, y de no saber como recomponer su compostura, esos ojos la tenían atrapada, y aunque la realidad se estuviera desarrollando en tiempo real, una parte suya estaba viendolo a cámara lenta, recorriendo su rostro, cada ángulo de su cara, cada relieve de sus labios como quien contempla una escultura de Miguel Angel.
Registraba en sus retinas y en su subconsciente cosas de las que no era consciente en la realidad. Su cerebro funcionaba con doble rasero. Una parte le decía que aquello era consecuencia de la brujería, que se levantase y se fuera a buscar el libro que necesitaban. Y otra le gritaba a los instintos, que lo agarrase, que no lo soltase y que se fundiera con él de mil maneras, como dos brasas que se juntan para explotar en un fuego. Sacudió la cabeza un instante y la parte racional ganó la batalla.
— Jum... ehm.. voy a por el libro. Quedate aqui y no hagas tonterías como entrar en trance o algo así ¿vale?.— Se levantó resoplando y maldiciendose a si misma por ser tan impulsiva utilizando la magia. "Toda magia tiene un coste, Elora". Ya, madre, ya lo sé. Pero soy estúpida, qué le vamos a hacer.
En cuanto salieran de la biblioteca anularía la atadura, necesitaba hacer algunas cosas que en publico no era conveniente mostrar porque implicaban fuego. Localizó el pasillo y repitió la misma operacion de antes, obligando al libro a mostrar sus secreteos. Bien, allí había otra pista. La Iglesia de Riquewihr, un pequeño pueblo de la Alsacia, cerca de Alemania. Allí segun el libro había sido sede de algunas corrientes religiosas de la antigua Galia. Los romanos la habían respetado por algun motivo y sólo erigieron las construcciones para darles la ciudadanía, pero no la habían arrasado. Ese pueblo tenía algo de misterio rodeandolo y desde luego era el enclave perfecto para ocultar objetos arcanos. Estaba cerca del Rin, y donde fluian los grandes rios había corrientes mágicas potentes.
Bueno, pues sería cuestion de planificar un viaje a la frontera alemana. Alemania. Xaryne. Tenía que decirselo.
Esa mirada se mantuvo unos segundos, profunda, caótica, atrayente y portadora del más inmenso dolor y de la más brillante felicidad. ¿Cómo podía concentrarse todo eso en una mirada?. Pues a saber, pero se podía. La notó pulsar en su alma, como si además de su propio corazón hubiera otro latiendo a su lado. ¡Por todos los dioses paganos! aquello era surrealista, era como si algo los uniese ahora. ¿Qué había hecho? Mierda! Joder! la mezcla de sangres!!! ahora estaban unidos, atados por el conjuro de sangre que había realizado para traerlo de vuelta.
Si la bruja hubiera sido un dragón, habría incendiado la biblioteca con el resoplido que soltó y sin mediar palabra le arreó una bofetada a Höor.
— ¡Imbécil!!! me has dado un susto de muerte!!! te podrías haber quedado flotando por ahí, perdido entre brumas!!!.— Acababan de pasar del "vos" y del tratamiento formal de cortesía, a tratarse como viejos conocidos. A pesar de estar con el ceño fruncido y de estar enfadada y asustada, y de no saber como recomponer su compostura, esos ojos la tenían atrapada, y aunque la realidad se estuviera desarrollando en tiempo real, una parte suya estaba viendolo a cámara lenta, recorriendo su rostro, cada ángulo de su cara, cada relieve de sus labios como quien contempla una escultura de Miguel Angel.
Registraba en sus retinas y en su subconsciente cosas de las que no era consciente en la realidad. Su cerebro funcionaba con doble rasero. Una parte le decía que aquello era consecuencia de la brujería, que se levantase y se fuera a buscar el libro que necesitaban. Y otra le gritaba a los instintos, que lo agarrase, que no lo soltase y que se fundiera con él de mil maneras, como dos brasas que se juntan para explotar en un fuego. Sacudió la cabeza un instante y la parte racional ganó la batalla.
— Jum... ehm.. voy a por el libro. Quedate aqui y no hagas tonterías como entrar en trance o algo así ¿vale?.— Se levantó resoplando y maldiciendose a si misma por ser tan impulsiva utilizando la magia. "Toda magia tiene un coste, Elora". Ya, madre, ya lo sé. Pero soy estúpida, qué le vamos a hacer.
En cuanto salieran de la biblioteca anularía la atadura, necesitaba hacer algunas cosas que en publico no era conveniente mostrar porque implicaban fuego. Localizó el pasillo y repitió la misma operacion de antes, obligando al libro a mostrar sus secreteos. Bien, allí había otra pista. La Iglesia de Riquewihr, un pequeño pueblo de la Alsacia, cerca de Alemania. Allí segun el libro había sido sede de algunas corrientes religiosas de la antigua Galia. Los romanos la habían respetado por algun motivo y sólo erigieron las construcciones para darles la ciudadanía, pero no la habían arrasado. Ese pueblo tenía algo de misterio rodeandolo y desde luego era el enclave perfecto para ocultar objetos arcanos. Estaba cerca del Rin, y donde fluian los grandes rios había corrientes mágicas potentes.
Bueno, pues sería cuestion de planificar un viaje a la frontera alemana. Alemania. Xaryne. Tenía que decirselo.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Baile de miradas tras mis palabras, ambos anclados en un tiempo distinto o en una realidad paralela en la que solo deseaba una cosa, a ella.
Mis ojos se hundieron en su mirada, esa que parecía tan perdida como la propia, esa que anunciaba mil tormentas y en al que estaba mas que dispuesto a navegarlas.
Mis labios se entreabrieron dejando que la respiración de ellos escapara de forma ronca, explicito deseo entre dos cuerpos que de frente ardían en llamas.
Una bofetada que agradecí fue suficiente para volver en parte a sentir que mi corazón latía mas fuerte que el suyo en mi pecho, y que este tenia ya dueña, aunque no estaba seguro de si ella deseaba serlo.
Sonreí llevando mi mano a la mejilla para escuchar como me insultaba aterrada, creo que mas que por mi vida, por la suya.
Si el sobrino del rey muriera en extrañas circunstancias todo su plan se iría al traste y posiblemente seria acusada de asesinato, pagaría los platos rotos y mi tío saldría victorioso.
-Tranquila, no soy fácil de matar -susurré incapaz de apartar mis ojos de sus orbes castañas.
De nuevo el ensordecedor silencio frente a nosotros, ese que acercaba nuestros cuerpos lentamente, acortando la distancia que arrasaba con el espacio tiempo, que nos atraía de un modo místico, distinto, irreal pero igual de poderoso.
La sentía mía, y deseaba hacer que esa palabra cobrara significado sobre esa mesa, poco o nada en ese instante me importaba la espada.
Mas de nuevo la cordura se interpuso, ella irguiéndose a por un libro, yo lanzando mi cuerpo hacia atrás apoyando así la espalda en el respaldo con los brazos tras la cabeza tratando de disimular mi desasosiego en esos momentos.
-¿Que me has echo? -me pregunté cuando estuvo lo suficientemente lejos como para no escuchar mi voz.
Tomé aire, el necesario para calmarme, mas mi mente seguía viajando en al misma dirección en la que su cuerpo se había marchado, con esos movimientos tan sensuales como el viento.
No tardo en regresar con una amplia sonrisa, parecía haber encontrado lo que buscaba y libro en mano me mostró nuestra siguiente pista.
-Alemania -susurré demasiado cerca de sus labios.
De nuevo nos habíamos buscado sin casi percatarnos, lo siguiente fue confuso, mi brazo rodeó su cintura atrayendola contra mi cuerpo ,el libro cayó de sus manso y un jadeo fue su regalo cuando mis manos la alzaron con fuerza posando su trasero en esa misma mesa.
Presioné el cuerpo ajeno con el propio, dejando que nuestras respiraciones se entremezclaran en una danza peligrosa, si no mortal.
Sus manos aferraban mi camisa, atrayéndome hacia si, separándome a su vez.
Gruñí incapaz de seguir, no por falta de ganas, si no porque esto no era así.
-Amo a otra mujer -jadeé posando mi frente en la suya -mas no se que me pasa -musité tratando de que ella pusiera la cordura que a mi me faltaba.
Con un esfuerzo mayor que el realizado en cualquier batalla tracé la distancia adecuada entre ambos cuerpos que aun se llamaban.
Valeria, su imagen recorrió cada parte de mi mente. Cerré los ojos recordando su olor, el tacto de su piel, sus labios contra los míos y su calor.
-he de volver a la mansión Cavey
Por primera vez sentía que tenia un único destino, Valeria.
Mis ojos se hundieron en su mirada, esa que parecía tan perdida como la propia, esa que anunciaba mil tormentas y en al que estaba mas que dispuesto a navegarlas.
Mis labios se entreabrieron dejando que la respiración de ellos escapara de forma ronca, explicito deseo entre dos cuerpos que de frente ardían en llamas.
Una bofetada que agradecí fue suficiente para volver en parte a sentir que mi corazón latía mas fuerte que el suyo en mi pecho, y que este tenia ya dueña, aunque no estaba seguro de si ella deseaba serlo.
Sonreí llevando mi mano a la mejilla para escuchar como me insultaba aterrada, creo que mas que por mi vida, por la suya.
Si el sobrino del rey muriera en extrañas circunstancias todo su plan se iría al traste y posiblemente seria acusada de asesinato, pagaría los platos rotos y mi tío saldría victorioso.
-Tranquila, no soy fácil de matar -susurré incapaz de apartar mis ojos de sus orbes castañas.
De nuevo el ensordecedor silencio frente a nosotros, ese que acercaba nuestros cuerpos lentamente, acortando la distancia que arrasaba con el espacio tiempo, que nos atraía de un modo místico, distinto, irreal pero igual de poderoso.
La sentía mía, y deseaba hacer que esa palabra cobrara significado sobre esa mesa, poco o nada en ese instante me importaba la espada.
Mas de nuevo la cordura se interpuso, ella irguiéndose a por un libro, yo lanzando mi cuerpo hacia atrás apoyando así la espalda en el respaldo con los brazos tras la cabeza tratando de disimular mi desasosiego en esos momentos.
-¿Que me has echo? -me pregunté cuando estuvo lo suficientemente lejos como para no escuchar mi voz.
Tomé aire, el necesario para calmarme, mas mi mente seguía viajando en al misma dirección en la que su cuerpo se había marchado, con esos movimientos tan sensuales como el viento.
No tardo en regresar con una amplia sonrisa, parecía haber encontrado lo que buscaba y libro en mano me mostró nuestra siguiente pista.
-Alemania -susurré demasiado cerca de sus labios.
De nuevo nos habíamos buscado sin casi percatarnos, lo siguiente fue confuso, mi brazo rodeó su cintura atrayendola contra mi cuerpo ,el libro cayó de sus manso y un jadeo fue su regalo cuando mis manos la alzaron con fuerza posando su trasero en esa misma mesa.
Presioné el cuerpo ajeno con el propio, dejando que nuestras respiraciones se entremezclaran en una danza peligrosa, si no mortal.
Sus manos aferraban mi camisa, atrayéndome hacia si, separándome a su vez.
Gruñí incapaz de seguir, no por falta de ganas, si no porque esto no era así.
-Amo a otra mujer -jadeé posando mi frente en la suya -mas no se que me pasa -musité tratando de que ella pusiera la cordura que a mi me faltaba.
Con un esfuerzo mayor que el realizado en cualquier batalla tracé la distancia adecuada entre ambos cuerpos que aun se llamaban.
Valeria, su imagen recorrió cada parte de mi mente. Cerré los ojos recordando su olor, el tacto de su piel, sus labios contra los míos y su calor.
-he de volver a la mansión Cavey
Por primera vez sentía que tenia un único destino, Valeria.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
El hallazgo de la siguiente pista la había hecho aterrizar de nuevo en territorio cabal, y al pensar en Alemania y en Xaryne, cierta inquietud se apoderó de ella. Una ráfaga de culpabilidad la sacudió. Su mente comenzó a divagar. ¿Culpable de qué? si no había hecho nada!!! ¿Cómo que no? estaba deseando lanzarse sobre los labios de Höor y notar sus manos recorriendo su piel y... Joder Elora. Te has metido en un buen problema.
Resopló y trató de recomponerse al llegar junto al nórdico. Pero el karma no le iba a poner las cosas tan fáciles; al llegar, el sobrino del rey fue presa de un arrebato. Podía notar como se congelaba el tiempo y todo alrededor desaparecía en sombras borrosas. Sólo existían esos latidos, ese deseo palpitante, esa atracción magnética irrefrenable que anulaba todo atisbo de razón.
La alzó en vilo y la posó sobre la mesa apretando su cuerpo contra el de ella. De haber sido Mauritz ya le habrían entrado arcadas y ya se habría puesto en marcha el mecanismo defensivo de su magia. Posiblemente a estas alturas sus ojos estarían en blanco, su pelo flotaría en el aire como electrificado y su piel habría palidecido para asemejarse al color del rigor mortis. Pero nada de todo aqullo sucedía, al contrario. Sólo se estaba prendiendo más mecha a la combustión de aquellos alientos.
"Amo a otra mujer." Buuuuuuuuum!!!!. "Y yo también", debería haber contestado, pero ninguna palabra salió de sus labios, estaba demasiado en shock. ¿Le gustaban los hombres? antes si, hasta que aquel cabrón la dejó marcada. ¿Y ahora? qué pregunta más dificil. Amaba a Xaryne, la deseaba, y no veía ni una sola noche sin ella. ¿Pero entonces?...
— Maldita sea Höor!!!... larguémonos antes de que empecemos a hacer gilipolleces de las que nos vayamos a arrepentir. — Tragó saliva y se pasó la lengua por el labio inferior que se le había quedado seco. Notaba en las entrañas un nudo difíicil de describir, y se lo quería quitar ya.
Cuando subieron al coche de caballos, éste se puso en marcha antes de lo previsto con una sacudida brusca y la bruja se cayó encima del nórdico, agarrandose para no caerse al suelo de la cabina.
—ggrmrgrgrmrgrfff.— gruñó. Después apuntó con el dedo al cielo como recriminandole algo a algun dios.— esta me la vas a pagar, lo juro!!!
Regresó a su asiento con cierta prisa, porque de alguna manera sabía que ese deseo loco se iba acumulando y si estallaba quien sabe qué consecuencias podría tener. Mejor mantener las manos lejos del moreno. Sacó de nuevo la horquilla y arrancó un trozo de papel del libro. En él escribió su nombre y el de Höor con la sangre que manó del pinchazo que se dio en su dedo, y después le prendió fuego al papel murmurando algo, y lanzandolo casi consumido por la ventanilla. El hechizo estaba roto, pero algo quedaría en sus personas durante un tiempo indeterminado, que esperaba que fuera poco.
Resopló y trató de recomponerse al llegar junto al nórdico. Pero el karma no le iba a poner las cosas tan fáciles; al llegar, el sobrino del rey fue presa de un arrebato. Podía notar como se congelaba el tiempo y todo alrededor desaparecía en sombras borrosas. Sólo existían esos latidos, ese deseo palpitante, esa atracción magnética irrefrenable que anulaba todo atisbo de razón.
La alzó en vilo y la posó sobre la mesa apretando su cuerpo contra el de ella. De haber sido Mauritz ya le habrían entrado arcadas y ya se habría puesto en marcha el mecanismo defensivo de su magia. Posiblemente a estas alturas sus ojos estarían en blanco, su pelo flotaría en el aire como electrificado y su piel habría palidecido para asemejarse al color del rigor mortis. Pero nada de todo aqullo sucedía, al contrario. Sólo se estaba prendiendo más mecha a la combustión de aquellos alientos.
"Amo a otra mujer." Buuuuuuuuum!!!!. "Y yo también", debería haber contestado, pero ninguna palabra salió de sus labios, estaba demasiado en shock. ¿Le gustaban los hombres? antes si, hasta que aquel cabrón la dejó marcada. ¿Y ahora? qué pregunta más dificil. Amaba a Xaryne, la deseaba, y no veía ni una sola noche sin ella. ¿Pero entonces?...
— Maldita sea Höor!!!... larguémonos antes de que empecemos a hacer gilipolleces de las que nos vayamos a arrepentir. — Tragó saliva y se pasó la lengua por el labio inferior que se le había quedado seco. Notaba en las entrañas un nudo difíicil de describir, y se lo quería quitar ya.
Cuando subieron al coche de caballos, éste se puso en marcha antes de lo previsto con una sacudida brusca y la bruja se cayó encima del nórdico, agarrandose para no caerse al suelo de la cabina.
—ggrmrgrgrmrgrfff.— gruñó. Después apuntó con el dedo al cielo como recriminandole algo a algun dios.— esta me la vas a pagar, lo juro!!!
Regresó a su asiento con cierta prisa, porque de alguna manera sabía que ese deseo loco se iba acumulando y si estallaba quien sabe qué consecuencias podría tener. Mejor mantener las manos lejos del moreno. Sacó de nuevo la horquilla y arrancó un trozo de papel del libro. En él escribió su nombre y el de Höor con la sangre que manó del pinchazo que se dio en su dedo, y después le prendió fuego al papel murmurando algo, y lanzandolo casi consumido por la ventanilla. El hechizo estaba roto, pero algo quedaría en sus personas durante un tiempo indeterminado, que esperaba que fuera poco.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: La esencia de otro tiempo. {Höor Cannif}
Abandonamos esa biblioteca con la siguiente pista a seguir y con un desazón que blandía mi pecho sacudiendo mi corazón de forma rítmica, desesperada. El cuerpo de esa mujer se me antojaba demasiado perfecto para ser ignorado por mis ojos y su piel de porcelana, demasiado fina para no ser recorrida por mis labios.
Las distancias que ambos impusimos con el otro ,era lo único que mantenía nuestra cordura a ralla. Deseando que el hechizo se esfumara, nos detuvimos frente el carro dejando así pasar antes a la dama.
Como si los dioses se confabularan en nuestra contra, como si el mismo Loqui me animara a tomarla, el carro se movió y de bruces acabo en mis brazos que la acogieron con suavidad.
Nuestros ojos se encontraron en un baile que atravesaba nuestras almas, centrándose en los labios que ambos deseábamos tomar y ser tomados.
Labios que se entreabrieron fervientes de deseo, dejando que la respiración ronca escapara entre ellos.
Distancia que volvió a interponerse, cuando ella alcanzó el carro y yo seguí su cuerpo hasta el interior tratando de pensar en otra cosa que no fuera en eso.
Saco una libreta, donde garabateó unos trazos con rapidez, una horquilla mancho su dedo de carmesí rojo y este el papel.
Fuego y ardió dejándose caer por la ventana liberándonos así de esa maldición.
La miré tratando de encontrar algún cambio en mi modo de verla, mas de cierto modo así era, era mas capaz de controlarme, su corazón no latía en mi pecho, mas quedaba algo, un resquicio, las brasas de algo pasado que intuía cuando nos tocáramos podrían tornarse fuego.
-¿que sientes Elora? -Pregunté con esa sinceridad que me caracterizaba y quizás también con la imprudencia que siempre acompañaba a mis actos.
Pero necesitaba saber, si esos rescoldos eran fruto del hechizo o por el contrario algo que se había gestado sin darme cuenta entre nosotros.
Desvié por un instante mis ojos hacia la ventana del carro, admirando desde ese lugar como pasaba París frente a mis ojos, no tardaríamos en alcanzar mi destino.
-Alemania ¿es ese nuestro destino? Encontraremos allí la siguiente pieza de este puzzle Elora?
Mis ojos volvieron a hundirse en los suyos, miradas pardas que se encontraban en el mismo camino, peligroso el sendero recorrido, mas demasiado marcado como para ahora dejarlo a un lado.
Esperé la respuesta a mis preguntas, esa que no llegaba pues la bruja parecía sumida en su propia guerra personal, esa que yo también libraría, si no lo estaba haciendo ya.
Las distancias que ambos impusimos con el otro ,era lo único que mantenía nuestra cordura a ralla. Deseando que el hechizo se esfumara, nos detuvimos frente el carro dejando así pasar antes a la dama.
Como si los dioses se confabularan en nuestra contra, como si el mismo Loqui me animara a tomarla, el carro se movió y de bruces acabo en mis brazos que la acogieron con suavidad.
Nuestros ojos se encontraron en un baile que atravesaba nuestras almas, centrándose en los labios que ambos deseábamos tomar y ser tomados.
Labios que se entreabrieron fervientes de deseo, dejando que la respiración ronca escapara entre ellos.
Distancia que volvió a interponerse, cuando ella alcanzó el carro y yo seguí su cuerpo hasta el interior tratando de pensar en otra cosa que no fuera en eso.
Saco una libreta, donde garabateó unos trazos con rapidez, una horquilla mancho su dedo de carmesí rojo y este el papel.
Fuego y ardió dejándose caer por la ventana liberándonos así de esa maldición.
La miré tratando de encontrar algún cambio en mi modo de verla, mas de cierto modo así era, era mas capaz de controlarme, su corazón no latía en mi pecho, mas quedaba algo, un resquicio, las brasas de algo pasado que intuía cuando nos tocáramos podrían tornarse fuego.
-¿que sientes Elora? -Pregunté con esa sinceridad que me caracterizaba y quizás también con la imprudencia que siempre acompañaba a mis actos.
Pero necesitaba saber, si esos rescoldos eran fruto del hechizo o por el contrario algo que se había gestado sin darme cuenta entre nosotros.
Desvié por un instante mis ojos hacia la ventana del carro, admirando desde ese lugar como pasaba París frente a mis ojos, no tardaríamos en alcanzar mi destino.
-Alemania ¿es ese nuestro destino? Encontraremos allí la siguiente pieza de este puzzle Elora?
Mis ojos volvieron a hundirse en los suyos, miradas pardas que se encontraban en el mismo camino, peligroso el sendero recorrido, mas demasiado marcado como para ahora dejarlo a un lado.
Esperé la respuesta a mis preguntas, esa que no llegaba pues la bruja parecía sumida en su propia guerra personal, esa que yo también libraría, si no lo estaba haciendo ya.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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