AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No me llames loco, llámame Mad [Libre]
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No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Amanece el día. Madmardigan se despierta con él. Durante unas milésimas de segundo recuerda lo que soñó, eran los fragmentos que hacía menos de un año pertenecieron a su vida. Ahora, solo son recuerdos que le siguen atormentado en sueños. El tiempo paso y los recuerdos se desaparecen con él. En los segundos siguientes no recuerda nada. Solo hay vacío. No está triste, no está feliz, no hay sentimientos... no hay nada. En ese momento no tiene padres, no tiene hijos, no tiene mujer y no tiene a nadie. Es como si nunca hubiera existido, como si desde la nada lo hubieran puesto en el colchón de una vieja caravana. Madmardigan mira a su alrededor. Recuerda quién es. Él no ha sido la persona que ha visto en sus sueños, mejor dicho, no ha sido una persona: ha sido miles. Él es un cuerpo de mil historias. Genric, Timth, Othelen, Werner, Naidara... Son solo algunos de los nombres que él ha tenido. Tiene más. Muchos más. No tiene un único nombre como el resto de personas. Tiene miles de nombres, cada uno con una historia diferente.
Se levanta de la cama se mira frente al espejo de su caravana observando con atención quienes ve al otro lado del reflejo.
- ¡Ja! Soy hermoso.- Dice al mismo tiempo que con una mano se alza el pelo verde dejando media cabeza calva. - El más hermoso de todos los hermosos. Tan hermoso que los otros hermosos me quieren matar por envidia y las más hermosas se quieren arrodillar ante mi hermosura. Es lo que tiene ser hermoso.- Canta una canción sin ritmo que se inventa sobre la marcha al mismo tiempo que se pone su característico maquillaje por encima del que ya lleva puesto para poder parecerse a todos los seres que viven en él. -¡HERMOSO!-
-Me das asco.- Se contesta a sí mismo cambiando el tono de voz a uno más grave y severo. - Eres patético.-
-Seamos hermosos los dos pues. Esta caravana es lo suficientemente grande para guardar dos hermosos.- Vuelve a hablar con la primera voz.
-No.- Finaliza la segunda con un tono seco y severo.
Madmardigan se dirige hacia uno de sus muchos baúles. En ellos están las cosas de cada quién que vive en él. Está buscando algo, la segunda voz está buscando una de sus cosas mientras la primera mira nervioso todo lo que guarda en el baúl. Lo encuentra. La primera voz grita de terror al ver la cosa que buscaba la segunda voz: Un cuhcillo. Y la primera voz grita de terror mientras la segunda grita como un perturbado asesino
-No lo hagas por favor. Pondré mi cabeza en estiércol para dejar de ser hermoso pero no me mates.- Suplica la voz que cantó feliz minutos atrás.
-Tarde.- La segunda voz coge el cuchillo, la lleva al vientre que pertenece la primera voz (y también al suyo) y lo apuñala repetidas veces. el falso cuchillo de atrezzo no le hace el menor daño.
-Jajajajajajaja.- Ríe sonoramente Madmardigan inmerso en su locura echándose de espaldas contra el destrozado colchón de su caravana. - ¡SOMOS HERMOSOS, JAJAJAJA!-
El hombre de miles de historias sale de su caravana para saludar a sus dos caballos, una yegua de color canela y un macho de color blanco con manchas negras. Los dos son hermosos. Ellos no son como él, solo tienen una historia y no miles de ellas. La yegua se llama Gata, el caballo se llama Perro. Antes no se llamaban así, cuando él solo tenía una historia la hembra se llamaba Canela y el macho Tosco. Pero de aquello fue hace mucho tiempo y no lo recuerda ni quiere recordarlo. Todo cambió desde entonces. La vida de Madmardigan cambió. Ya no era uno. Ahora, son muchos. ¿Por qué sus caballos debían conservar el nombre que les puso el que tuvo una única vida? Los otros personajes decidieron cambiarles el nombre a todo cuanto rodea su vida. Al principio fue complicado, ninguno se ponía de acuerdo en cómo llamar a los caballos. Al fin, decidieron que cada día, un personaje pondría el nombre de los caballos. Hoy se llamarían Gata y Perro; ayer se llamaron Cuchara y Tenedor; el anterior Letrina y Retrete.
Madmardigan, como cada mañana, da una manzana a cada caballo. No importa que personaje sea, los caballos han de comer. Han de seguir siendo hermosos.
Las personas que pasan por la calle observan a la caravana aparcada a uno de los lados con temor y curiosidad. Mad los saluda con la mano y les brinda una de sus mejores sonrisas. Siempre había que ser agradecido con aquellos que saben apreciar la buena hermosura.
Se levanta de la cama se mira frente al espejo de su caravana observando con atención quienes ve al otro lado del reflejo.
- ¡Ja! Soy hermoso.- Dice al mismo tiempo que con una mano se alza el pelo verde dejando media cabeza calva. - El más hermoso de todos los hermosos. Tan hermoso que los otros hermosos me quieren matar por envidia y las más hermosas se quieren arrodillar ante mi hermosura. Es lo que tiene ser hermoso.- Canta una canción sin ritmo que se inventa sobre la marcha al mismo tiempo que se pone su característico maquillaje por encima del que ya lleva puesto para poder parecerse a todos los seres que viven en él. -¡HERMOSO!-
-Me das asco.- Se contesta a sí mismo cambiando el tono de voz a uno más grave y severo. - Eres patético.-
-Seamos hermosos los dos pues. Esta caravana es lo suficientemente grande para guardar dos hermosos.- Vuelve a hablar con la primera voz.
-No.- Finaliza la segunda con un tono seco y severo.
Madmardigan se dirige hacia uno de sus muchos baúles. En ellos están las cosas de cada quién que vive en él. Está buscando algo, la segunda voz está buscando una de sus cosas mientras la primera mira nervioso todo lo que guarda en el baúl. Lo encuentra. La primera voz grita de terror al ver la cosa que buscaba la segunda voz: Un cuhcillo. Y la primera voz grita de terror mientras la segunda grita como un perturbado asesino
-No lo hagas por favor. Pondré mi cabeza en estiércol para dejar de ser hermoso pero no me mates.- Suplica la voz que cantó feliz minutos atrás.
-Tarde.- La segunda voz coge el cuchillo, la lleva al vientre que pertenece la primera voz (y también al suyo) y lo apuñala repetidas veces. el falso cuchillo de atrezzo no le hace el menor daño.
-Jajajajajajaja.- Ríe sonoramente Madmardigan inmerso en su locura echándose de espaldas contra el destrozado colchón de su caravana. - ¡SOMOS HERMOSOS, JAJAJAJA!-
El hombre de miles de historias sale de su caravana para saludar a sus dos caballos, una yegua de color canela y un macho de color blanco con manchas negras. Los dos son hermosos. Ellos no son como él, solo tienen una historia y no miles de ellas. La yegua se llama Gata, el caballo se llama Perro. Antes no se llamaban así, cuando él solo tenía una historia la hembra se llamaba Canela y el macho Tosco. Pero de aquello fue hace mucho tiempo y no lo recuerda ni quiere recordarlo. Todo cambió desde entonces. La vida de Madmardigan cambió. Ya no era uno. Ahora, son muchos. ¿Por qué sus caballos debían conservar el nombre que les puso el que tuvo una única vida? Los otros personajes decidieron cambiarles el nombre a todo cuanto rodea su vida. Al principio fue complicado, ninguno se ponía de acuerdo en cómo llamar a los caballos. Al fin, decidieron que cada día, un personaje pondría el nombre de los caballos. Hoy se llamarían Gata y Perro; ayer se llamaron Cuchara y Tenedor; el anterior Letrina y Retrete.
Madmardigan, como cada mañana, da una manzana a cada caballo. No importa que personaje sea, los caballos han de comer. Han de seguir siendo hermosos.
Las personas que pasan por la calle observan a la caravana aparcada a uno de los lados con temor y curiosidad. Mad los saluda con la mano y les brinda una de sus mejores sonrisas. Siempre había que ser agradecido con aquellos que saben apreciar la buena hermosura.
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Frío. El agua helada recorrió su espalda, le cobijó cual manto y lo llenó por completo de rabia. Sus hermosos y letales ojos esmeralda se clavaron en la figura borrosa que se hacía cada vez más nítida con el paso de los segundos. Al término, se dio cuenta que quien le arrojó aquel baño, era únicamente una jovencita de no más de catorce años de edad. Supuso entonces que se trataba de la servidumbre o algo por el estilo. Entrecerró los ojos, grabó en su memoria el rostro de la joven y se puso de pie. Estiró sus largos brazos, extendiéndolos más allá de lo que la pútrida capucha le cubría. Levantó el rostro dejando que los rayos dorados del sol perfilaran su rostro, combinándose también con tétricas sombras que danzaron sobre los detalles de sus tatuajes. Pese a ser un día común y corriente, aquella mañana para la joven se llenó de terror. Él era un Dios y despertarle había sido un completo error.
Cerrando el paso a la doncella, la tomó por el cuello con una única mano. La fuerza del hombre no era mayor a la de los demás, pero sí superaba la de ella. No se escuchaban sus gritos, la garganta le estaba siendo destrozada lenta y dolorosamente. No sabía si concentrar sus fuerzas en detener el ataque, en su respirar o en solicitar ayuda de cualquiera que pasase a esas horas por ahí. Los ojos de la damita comenzaron a llenarse de lágrimas por la presión y falta de oxígeno, su rostro cambió de color del pálido rosa al rojo y del rojo al azul. Xibalbá, con una sonrisa complaciente el rostro pronunció las palabras de sacrificio que tanto recordaba y arrojó su mandíbula contra la yugula ajena. No tenía tiempo para abrir el pecho de la joven, sacar su corazón, elevarlo al cielo y devorarlo como solía hacer en sus rituales. Ni siquiera poseía un arma lo suficientemente afilada para conseguir atravesar su piel, así que en vista de lo anterior, necesitaba improvisar. Además tenía sed.
El cuerpo cayó agonizante al suelo, en cuestión de segundos su vida expiraría y él reclamaría su alma para llevarla al más allá o quizá no. Aún no lo decidía. Ensimismado en sus pensamientos, escuchó alboroto total al otro lado de la calle. Un estruendo tal, que sólo podía compararlo a esas interminables noches en las que ofrecía un espectáculo circense. Entrecerró los ojos. Decidió ignorar el barullo, y poseer el último aliento de la joven. Fue un beso simple pero apasionado dónde ella dejó de respirar y él tomó su alma. Se desemperezó y comenzó a caminar por la calle sin rumbo fijo. Por el cuello y debajo de las fauces, aún se le avistaban líneas escarlatas, que con el contraste de su aspecto, le daban un enfoque terrorífico a su persona. Detrás las huellas de sus pies descalzos le concedían aún más una visión mortuoria.
Se metió entre un par de callejones, hasta terminar precisamente en el sitio donde escuchó el despertar de la ciudad. Observó a los transeúntes aproximarse a un carromato lo bastante llamativo como para pertenecer al mismo rubro de dónde él escapó. Cualquiera diría que con el abuso de sus antiguos “dueños” quedaría imposibilitado al toparse de nuevo con la pesadilla, sin embargo, él, quien no sólo sobrevivió a una manada inútil de mortales, había cruzado las puertas del averno y sobrevivido, así que por qué temer a algo que es inferior. Por cuestión de morbo y placer, se acercó hasta observar a la extraña silueta que gobernaba el lugar. Los demás desaparecieron y al llega hasta él, supo las razones. Aquel carromato, aquel hombre frente a él… –Siniestro- Susurró. Su acento era bastante precario pero aún así podía entenderse lo que decía. –Donde la belleza, locura y maldad son uno mismo- Terminó su frase. Aquella maldita presentación era la que utilizaban con él cuando debía dar su espectáculo. Al principio llegó a aborrecerla, pero en el momento en que asesinó a sus captores de la peor forma que pudiesen ellos imaginar, y justo en el instante en que la pronunció admirando su obra, tomó otro significado completamente diferente para él y llegó a apropiarse de ella. Eso era precisamente lo que era “Siniestro” para él. Y aquel hombre cuyos ojos destellaban demencia, parecía serlo.
Cerrando el paso a la doncella, la tomó por el cuello con una única mano. La fuerza del hombre no era mayor a la de los demás, pero sí superaba la de ella. No se escuchaban sus gritos, la garganta le estaba siendo destrozada lenta y dolorosamente. No sabía si concentrar sus fuerzas en detener el ataque, en su respirar o en solicitar ayuda de cualquiera que pasase a esas horas por ahí. Los ojos de la damita comenzaron a llenarse de lágrimas por la presión y falta de oxígeno, su rostro cambió de color del pálido rosa al rojo y del rojo al azul. Xibalbá, con una sonrisa complaciente el rostro pronunció las palabras de sacrificio que tanto recordaba y arrojó su mandíbula contra la yugula ajena. No tenía tiempo para abrir el pecho de la joven, sacar su corazón, elevarlo al cielo y devorarlo como solía hacer en sus rituales. Ni siquiera poseía un arma lo suficientemente afilada para conseguir atravesar su piel, así que en vista de lo anterior, necesitaba improvisar. Además tenía sed.
El cuerpo cayó agonizante al suelo, en cuestión de segundos su vida expiraría y él reclamaría su alma para llevarla al más allá o quizá no. Aún no lo decidía. Ensimismado en sus pensamientos, escuchó alboroto total al otro lado de la calle. Un estruendo tal, que sólo podía compararlo a esas interminables noches en las que ofrecía un espectáculo circense. Entrecerró los ojos. Decidió ignorar el barullo, y poseer el último aliento de la joven. Fue un beso simple pero apasionado dónde ella dejó de respirar y él tomó su alma. Se desemperezó y comenzó a caminar por la calle sin rumbo fijo. Por el cuello y debajo de las fauces, aún se le avistaban líneas escarlatas, que con el contraste de su aspecto, le daban un enfoque terrorífico a su persona. Detrás las huellas de sus pies descalzos le concedían aún más una visión mortuoria.
Se metió entre un par de callejones, hasta terminar precisamente en el sitio donde escuchó el despertar de la ciudad. Observó a los transeúntes aproximarse a un carromato lo bastante llamativo como para pertenecer al mismo rubro de dónde él escapó. Cualquiera diría que con el abuso de sus antiguos “dueños” quedaría imposibilitado al toparse de nuevo con la pesadilla, sin embargo, él, quien no sólo sobrevivió a una manada inútil de mortales, había cruzado las puertas del averno y sobrevivido, así que por qué temer a algo que es inferior. Por cuestión de morbo y placer, se acercó hasta observar a la extraña silueta que gobernaba el lugar. Los demás desaparecieron y al llega hasta él, supo las razones. Aquel carromato, aquel hombre frente a él… –Siniestro- Susurró. Su acento era bastante precario pero aún así podía entenderse lo que decía. –Donde la belleza, locura y maldad son uno mismo- Terminó su frase. Aquella maldita presentación era la que utilizaban con él cuando debía dar su espectáculo. Al principio llegó a aborrecerla, pero en el momento en que asesinó a sus captores de la peor forma que pudiesen ellos imaginar, y justo en el instante en que la pronunció admirando su obra, tomó otro significado completamente diferente para él y llegó a apropiarse de ella. Eso era precisamente lo que era “Siniestro” para él. Y aquel hombre cuyos ojos destellaban demencia, parecía serlo.
Xibalbá- Humano Clase Baja
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Acaricia las crines de la yegua mal-llamada Gata mientras le da la manzana de su desayuno. Mientras, el caballo que en esta función recibe el nombre de Perro lo observa esperando su turno de comer. El hombre con múltiples historias le saca la lengua y se ríe de Perro. Le gusta hacer padecer al caballo con la comida. Es fácil ponerle celoso y nervioso. Fácil y divertido. El hombre con múltiples historias en su cabeza observa al caballo dar dos fuertes pisotones con una de sus patas traseros en un gesto de impaciencia y envidia. ¡Qué divertido! ¿Gata haría lo mismo? Mañana, cuando Gata se llame Silla, lo probaría con ella. Hoy, le toca el turno a Perro, quien mañana tendría el nombre de Mesa. Cada día, tiene que jugar con poner nervioso a un caballo diferente, ese es el trato. Primero el macho y luego la hembra.
-¡Eres hermoso!- Le grita a Perro una vez termina de dar el desayuno a la yegua. - ¡Te lo has ganado hermoso mío!- Lanza una manzana al aire y el caballo la coge al vuelo con un mordisco. Los animales saben dar un buen espectáculo cuando quieren. Será verdad eso que dicen que las mascotas se parecen a sus amos. -¡JA!-
El espectáculo, como es de esperar, trae a un grupo de curiosos que se paran a ver a la función del loco. Otros, más vergonzosos, se alejan. No todos saben apreciar el buen arte. Incluso en Paris, una ciudad brillante por sus espectáculos, hay quienes se duermen viendo la función. No tienen vergüenza. ¿Es que no tienen respeto por los actores? Menos mal que, para estos casos, Madmardigan tiene un as bajo su manga. Mejor dicho, tiene el hueso de la manzana que se terminó Gata en su mano. Sin pensarlo dos veces, lanza el resto de la manzana a uno de los sinvergüenzas y sinrespeto de los espectadores que huyen despavoridos por la calle.
-Ha sido él.- Dice a la vez que cruza sus brazos sobre su pecho. Con la mano derecha señala hacia la izquierda y con la mano izquierda señala hacia la derecha. La confusión es parte esencial de su obra.
El hombre se gira hacia Mad. Primero pone una cara de odio y luego de espanto. Parece que ha visto un fantasma del miedo que tiene. ¿Hoy toca ser un fantasma? El hombre de las miles de historias se lo pregunta. No está seguro, pero si es lo que pide el público, tal vez lo sea. El público siempre tiene la razón.
Una voz, lúgubre y fría suena a su espalda. ¿Quién es? Se gira para verlo con los ojos bien abiertos y una media sonrisa de confusión en su rostro. Si ha entrado en el escenario es que debe de ser un alguien importante y no un Siniestro, eso es lo que dice, cualquiera.
¡Es el Fantasma! Ya lo tiene claro. El hombre huyo despavorido porque vio al fantasma detrás de Madmardigan. Él fue quien lo asustó. La sonrisa de confusión ahora cambia para mostrar curiosidad. Si él es el Fantasma, ¿quién es Mad?
En lo que dura un segundo, el hombre de las miles historias no responde al Fantasma Siniestro. Las personas de su cabeza están discutiendo. Dicen muchas cosas, todas valiosas pero ninguna importante. No se deciden en qué es Madmardigan: ¿Un cura que tiene que exorcizar al espectro, una mujer asustadiza, la esposa del difunto que desea recuperar su amor muerto o el hombre que mató al que ahora es el Fantasma? Has muchos personajes que puede interpretar y todos están discutiendo en lo que dura ese segundo de silencio. Más tarde, toma una elección.
Madmardigan corre hacia dentro de su caravana. Tiene que darse prisa. Rebusca entre su baúl y entre los muchos armarios con los disfraces. Está por ahí, tiene que estar. Tiene que darse prisa para vestirse. Si tarda demasiado, el público se aburrirá y se irá. Perderá todo el prestigio que ya tiene si se demora más de lo permitido. ¡Encuentra lo que busca y se viste en seguida! Tiene un don para vestirse rápido bajo presión.
Sale de la caravana con una boina marrón, unos tirantes grises que sujetan unos pantalones agujereados por el paso del tiempo, una camisa manchada de hierba y tierra y una espiga en su boca.
-Pensé que nunca más te volvería a ver.- Dice Madmadigan con una voz grave y entrecortada como si fuera la voz de un viejo abuelo. - Te quiero hijo mío.- Un segundo de silencio para crear dramatismo. - No hay día que no piense en tu hermana, en tu madre y en ti.-
Madmardigan, interpretando a un viejo hombre que perdió a sus dos hijos y a su esposa muchos años atrás por la peste, abraza al fantasma entre un llanto fingido. Es un buen actor, aunque sus lágrimas sean parte de una bonita función, son de verdad. El público también llora. Mad ve a una mujer de obesidad mórbida coger un pañuelo y llevárselo a los ojos. Que disfruten del espectáculo, solo acaba de empezar.
-¡Eres hermoso!- Le grita a Perro una vez termina de dar el desayuno a la yegua. - ¡Te lo has ganado hermoso mío!- Lanza una manzana al aire y el caballo la coge al vuelo con un mordisco. Los animales saben dar un buen espectáculo cuando quieren. Será verdad eso que dicen que las mascotas se parecen a sus amos. -¡JA!-
El espectáculo, como es de esperar, trae a un grupo de curiosos que se paran a ver a la función del loco. Otros, más vergonzosos, se alejan. No todos saben apreciar el buen arte. Incluso en Paris, una ciudad brillante por sus espectáculos, hay quienes se duermen viendo la función. No tienen vergüenza. ¿Es que no tienen respeto por los actores? Menos mal que, para estos casos, Madmardigan tiene un as bajo su manga. Mejor dicho, tiene el hueso de la manzana que se terminó Gata en su mano. Sin pensarlo dos veces, lanza el resto de la manzana a uno de los sinvergüenzas y sinrespeto de los espectadores que huyen despavoridos por la calle.
-Ha sido él.- Dice a la vez que cruza sus brazos sobre su pecho. Con la mano derecha señala hacia la izquierda y con la mano izquierda señala hacia la derecha. La confusión es parte esencial de su obra.
El hombre se gira hacia Mad. Primero pone una cara de odio y luego de espanto. Parece que ha visto un fantasma del miedo que tiene. ¿Hoy toca ser un fantasma? El hombre de las miles de historias se lo pregunta. No está seguro, pero si es lo que pide el público, tal vez lo sea. El público siempre tiene la razón.
Una voz, lúgubre y fría suena a su espalda. ¿Quién es? Se gira para verlo con los ojos bien abiertos y una media sonrisa de confusión en su rostro. Si ha entrado en el escenario es que debe de ser un alguien importante y no un Siniestro, eso es lo que dice, cualquiera.
¡Es el Fantasma! Ya lo tiene claro. El hombre huyo despavorido porque vio al fantasma detrás de Madmardigan. Él fue quien lo asustó. La sonrisa de confusión ahora cambia para mostrar curiosidad. Si él es el Fantasma, ¿quién es Mad?
En lo que dura un segundo, el hombre de las miles historias no responde al Fantasma Siniestro. Las personas de su cabeza están discutiendo. Dicen muchas cosas, todas valiosas pero ninguna importante. No se deciden en qué es Madmardigan: ¿Un cura que tiene que exorcizar al espectro, una mujer asustadiza, la esposa del difunto que desea recuperar su amor muerto o el hombre que mató al que ahora es el Fantasma? Has muchos personajes que puede interpretar y todos están discutiendo en lo que dura ese segundo de silencio. Más tarde, toma una elección.
Madmardigan corre hacia dentro de su caravana. Tiene que darse prisa. Rebusca entre su baúl y entre los muchos armarios con los disfraces. Está por ahí, tiene que estar. Tiene que darse prisa para vestirse. Si tarda demasiado, el público se aburrirá y se irá. Perderá todo el prestigio que ya tiene si se demora más de lo permitido. ¡Encuentra lo que busca y se viste en seguida! Tiene un don para vestirse rápido bajo presión.
Sale de la caravana con una boina marrón, unos tirantes grises que sujetan unos pantalones agujereados por el paso del tiempo, una camisa manchada de hierba y tierra y una espiga en su boca.
-Pensé que nunca más te volvería a ver.- Dice Madmadigan con una voz grave y entrecortada como si fuera la voz de un viejo abuelo. - Te quiero hijo mío.- Un segundo de silencio para crear dramatismo. - No hay día que no piense en tu hermana, en tu madre y en ti.-
Madmardigan, interpretando a un viejo hombre que perdió a sus dos hijos y a su esposa muchos años atrás por la peste, abraza al fantasma entre un llanto fingido. Es un buen actor, aunque sus lágrimas sean parte de una bonita función, son de verdad. El público también llora. Mad ve a una mujer de obesidad mórbida coger un pañuelo y llevárselo a los ojos. Que disfruten del espectáculo, solo acaba de empezar.
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Relamió sus labios. La sangre seca no es de sus aperitivos favoritos, a decir verdad, cuando está ha perdido su consistencia y sólo se trata de una costra desértica, es aún más salada, ferrosa y repugnante que estando fresca. Sin embargo, no se inmutó. La concentración se enfocó en el extraño hombre frente a él. Sus hermosos y esmeraldas orbes se posaron sobre la figurilla, lo observaron de arriba-abajo y de abajo hacia arriba. Parpadeó con lentitud inquisitiva y su cuerpo se movió en ángulos inverosímiles. Con cada latido de su corazón y con cada respirar, un millar de información recorría su mente, entrañas y sensaciones. Él estaba resguardando todos y cada uno de los acontecimientos para su próximo encuentro.
Le sorprendió seguir al ente con la mirada hasta detrás del carromato y verse envuelto en una completa farsa. Al principio se notó confundido ante el arrebato del hombre y su pose analítica mutó a la defensiva. No obstante, cuando escuchó el asombro de la gente y algunos murmullos -a lo que pudo su escasa comprensión del idioma, entender- se dio cuenta de que todo aquello era simplemente un espectáculo como en los viejos tiempos. Sonrió de medio lado, mostrando una hilera de dientes afilados. Salvajes. Deteriorados. Peligrosos. Comprendió pues, que había que darle al público lo que deseaba. ¿No es así cómo se mueve el mundo? En realidad, para él no. Antes de ofrecer retribución a su gente, ellos debían ofrendar algo. ¿Qué tenía un motón de Parisinos para obsequiarle? Rápidamente sus ojos se movieron al espectro protagonista de la historia y su mente re-creo alguna de las escenas que interpretaban los actores de la caravana a la que pertenecía.
-¡No!- Niega y se aparta bruscamente de él. Se deshace de la capucha y revela lo cadavérico de su cuerpo. No, no está en extremo delgado, es sólo la vana representación del esqueleto humano por toda su piel. Mostrándose como la muerte misma. -No soy la visión de tu pasado, soy el fruto de tu presente- Su acento era un completo desastre, aún así el tono grave de su voz, hizo que el estruendo de sus palabras fungiera como amenaza implícita. -Si en verdad los has extrañado, tu expiación será la muerte- Fue su habla, la que provocó el estremecimiento de la audiencia, pues los bellos de su piel se erizaron por completo. Hubiese podido jurar que la atmósfera bajó de temperatura un par de grados y aunque su aspecto fuese por demás aterrador, no había sido el impacto de su visión lo que hizo que los presentes palidecieran. Había sido su mejor actuación o quizá no, era bastante probable que en aquel momento, Xibalbá si fuese la encarnación de la vieja muerte.
Le sorprendió seguir al ente con la mirada hasta detrás del carromato y verse envuelto en una completa farsa. Al principio se notó confundido ante el arrebato del hombre y su pose analítica mutó a la defensiva. No obstante, cuando escuchó el asombro de la gente y algunos murmullos -a lo que pudo su escasa comprensión del idioma, entender- se dio cuenta de que todo aquello era simplemente un espectáculo como en los viejos tiempos. Sonrió de medio lado, mostrando una hilera de dientes afilados. Salvajes. Deteriorados. Peligrosos. Comprendió pues, que había que darle al público lo que deseaba. ¿No es así cómo se mueve el mundo? En realidad, para él no. Antes de ofrecer retribución a su gente, ellos debían ofrendar algo. ¿Qué tenía un motón de Parisinos para obsequiarle? Rápidamente sus ojos se movieron al espectro protagonista de la historia y su mente re-creo alguna de las escenas que interpretaban los actores de la caravana a la que pertenecía.
-¡No!- Niega y se aparta bruscamente de él. Se deshace de la capucha y revela lo cadavérico de su cuerpo. No, no está en extremo delgado, es sólo la vana representación del esqueleto humano por toda su piel. Mostrándose como la muerte misma. -No soy la visión de tu pasado, soy el fruto de tu presente- Su acento era un completo desastre, aún así el tono grave de su voz, hizo que el estruendo de sus palabras fungiera como amenaza implícita. -Si en verdad los has extrañado, tu expiación será la muerte- Fue su habla, la que provocó el estremecimiento de la audiencia, pues los bellos de su piel se erizaron por completo. Hubiese podido jurar que la atmósfera bajó de temperatura un par de grados y aunque su aspecto fuese por demás aterrador, no había sido el impacto de su visión lo que hizo que los presentes palidecieran. Había sido su mejor actuación o quizá no, era bastante probable que en aquel momento, Xibalbá si fuese la encarnación de la vieja muerte.
Xibalbá- Humano Clase Baja
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Los ojos del hombre de las mil historias se quedan abiertos como platos cuando el supuesto muerto, el hijo en esta aciaga función, se quita la capucha mostrando así un cabeza completamente rapada y marcada por los pliegues de lo que, a primera vista, parece un cerebro y, a la vez, también las gritas de una calavera vacía. Un suspiro de tristeza, obra de una magnífica actuación, se le escapa a Madmardigan al ver a la deriorable condición del espectro. No es el único que suspira de ésta forma. Lo mismo hace la mujer de obesidad mórbida, solo que en su caso no es fingido. Ella, de verdad, siente el terror y el dolor del personaje del padre del hijo muerto que interpreta Madmardigan Kohonen.
-Hijo mío- acompaña sus palabras con lágrimas y suspiros.
El actor hace la intención de alargar la mano y acercarla hacia el rostro del que interpreta, involuntariamente, a un fantasma. Una intención que por desgracia (sobre todo de la señora obesa que deseaba que padre e hijo se unieran en un abrazo), se queda en nada. El espectro se aleja de de Madmardigan y niega con la cabeza secamente. Lo que dice después va en contra de la obra que el hombre de las mil historias había creído interpretar. No. El muerto dice que no. No es su hijo. Es su futuro. Una metáfora espacio-temporal que ha cobrado vida para asesinarle.
Al escuchar las palabras, inclina su cabeza hacia la derecha dejándola en posición horizontal durante unas milésimas de segundo. Como si fuera un tic nervioso, hace temblar la cabeza. Luego sus manos y luego todo su cuerpo. Está confundido. Le han cambiado la historia. Eso no es lo que el fantasma tenía que hacer. Está enfadado, todos los personajes de su mente están igual de enfadados y todos quieren salir al mismo tiempo para darle una lección al hombre que osado engañarle fingiendo ser su hijo para luego crear una obra completamente distinta a la que Madmardigan recreó en su inicio. Distinta y absurda, todo sea dicho. ¿Quién iba a pensar que la propia muerta había cobrado la imagen del cadáver de Madmardigan? Nadie. El guionista de esa función sería un completo estúpido. Solo había que ver las reacciones del público que les observaban, estaban igual confusos y atemorizados por lo que podría ocurrir. El amor y la tristeza que Madmardigan había podido engendrar en ellos han desaparecido.
El hombre de las mil historias, o mejor dicho, todos los hombres (SON HERMOSOS) se disponen a tomar su venganza en contra del mentiroso. Sin hacer caso a las amenazas, se coloca detrás suyo poniendo un brazo por encima de su hombro como si fuera un viejo amigo de instituto mientras con la mano libre acaricia la calva tatuada del que interpreta a la Santa Muerte.
-No seas tan obtuso señor muerte, podemos hacer un trato en lugar de querernos matar los unos a los otros.- lame la calva de la misma forma que un niño francés lamería un helado de chocolate en pleno verano- ¿Ves esa señora de ahí? Ha vivido demasiado y es un peligro para la sociedad. ¡Imagina que los pliegues de su enorme panza se quedan enganchados en una puerta! Causaría el caos entre estos buenos franceses. ¡JA! Santa Muerte, justiciera y asesina, toma un acto de bondad y ve a por ella- señala a la mujer de obesidad mórbida con el pulgar hacia abajo tal y como lo haría un emperador romano al sentenciar la muerte a un gladiador.
La obra ha vuelto a cambiar. Ahora Madmardigan es un brujo invocador que ha creado la imagen de la Santa Muerte de los cristianos para que de muerte a cualquiera que señala. ¡JA! Éste espectáculo promete ser más divertido que el anterior.
-Hijo mío- acompaña sus palabras con lágrimas y suspiros.
El actor hace la intención de alargar la mano y acercarla hacia el rostro del que interpreta, involuntariamente, a un fantasma. Una intención que por desgracia (sobre todo de la señora obesa que deseaba que padre e hijo se unieran en un abrazo), se queda en nada. El espectro se aleja de de Madmardigan y niega con la cabeza secamente. Lo que dice después va en contra de la obra que el hombre de las mil historias había creído interpretar. No. El muerto dice que no. No es su hijo. Es su futuro. Una metáfora espacio-temporal que ha cobrado vida para asesinarle.
Al escuchar las palabras, inclina su cabeza hacia la derecha dejándola en posición horizontal durante unas milésimas de segundo. Como si fuera un tic nervioso, hace temblar la cabeza. Luego sus manos y luego todo su cuerpo. Está confundido. Le han cambiado la historia. Eso no es lo que el fantasma tenía que hacer. Está enfadado, todos los personajes de su mente están igual de enfadados y todos quieren salir al mismo tiempo para darle una lección al hombre que osado engañarle fingiendo ser su hijo para luego crear una obra completamente distinta a la que Madmardigan recreó en su inicio. Distinta y absurda, todo sea dicho. ¿Quién iba a pensar que la propia muerta había cobrado la imagen del cadáver de Madmardigan? Nadie. El guionista de esa función sería un completo estúpido. Solo había que ver las reacciones del público que les observaban, estaban igual confusos y atemorizados por lo que podría ocurrir. El amor y la tristeza que Madmardigan había podido engendrar en ellos han desaparecido.
El hombre de las mil historias, o mejor dicho, todos los hombres (SON HERMOSOS) se disponen a tomar su venganza en contra del mentiroso. Sin hacer caso a las amenazas, se coloca detrás suyo poniendo un brazo por encima de su hombro como si fuera un viejo amigo de instituto mientras con la mano libre acaricia la calva tatuada del que interpreta a la Santa Muerte.
-No seas tan obtuso señor muerte, podemos hacer un trato en lugar de querernos matar los unos a los otros.- lame la calva de la misma forma que un niño francés lamería un helado de chocolate en pleno verano- ¿Ves esa señora de ahí? Ha vivido demasiado y es un peligro para la sociedad. ¡Imagina que los pliegues de su enorme panza se quedan enganchados en una puerta! Causaría el caos entre estos buenos franceses. ¡JA! Santa Muerte, justiciera y asesina, toma un acto de bondad y ve a por ella- señala a la mujer de obesidad mórbida con el pulgar hacia abajo tal y como lo haría un emperador romano al sentenciar la muerte a un gladiador.
La obra ha vuelto a cambiar. Ahora Madmardigan es un brujo invocador que ha creado la imagen de la Santa Muerte de los cristianos para que de muerte a cualquiera que señala. ¡JA! Éste espectáculo promete ser más divertido que el anterior.
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Humanos, no son diferentes a nadie. Aunque su piel sea de distintos colores y aunque sus lenguas hablen otros idiomas, siempre caerán presa de sus emociones. Eso lo tenía bastante en claro aquel niño cuya infancia había sido arrebatada para dar vida -irónicamente- a la muerte.
El espectáculo se cayó por debajo al reconocer entre los presentes el mayor temor de los mortales. Asustadizos e incluso arrepentidos, siguieron el hilo de las palabras de ambos actores. Por un lapso, Xibalbá creyó que el sujeto frente a él iba a golpearlo; su miedo no era el mismo que otros, y tal vez la improvisación tampoco le provocaba el mínimo escozor, sin embargo, la ira incontenible se podía observar a través de sus orbes. Situación que el propio "Dios" del inframundo disfrutó.
Siguió con la mirada el punto dónde se encontraba la víctima que su -ahora- compañero le había indicado. Frunció el ceño. Ladeó la cabeza. Apretó los labios y dio un paso hacia adelante. ¿La dirección? Sí, iba a por ella. Mientras se dirigía hasta su presa, hubo exclamaciones de terror, jadeos sorpresivos y sin duda alguna, un chillido escalofriante que provenía desde la garganta de la mujer. A mitad de camino se detuvo. -¿Y cómo demonios esperas que quepa todo eso en el infierno?- Preguntó. -Mejor déjame llevar a ese niño. Su juventud nos servirá en el reino de los muertos. Además a su madre no le interesa, ella sólo tiene ojos para su marido, cuya atención está con aquella doncella- Se encogió de hombros. -Tal vez la asesine a ella- Bajó el mentón. Necesitaba pensar. ¿Qué hace falta en el reino olvidado? ¿Quién serviría más en lugar dónde no hay nada?
Dio media vuelta, sus ojos, muy abiertos, buscando y tratando de encontrar algo. Se paseó entre la multitud, tocando el hombro efimeramente de algunos cuantos. Aproximándose hasta el punto de romper el espacio personal. Olfateó sus cuellos, acarició sus mejillas, tocó sus manos y chasqueaba la lengua. -Todos ellos están podridos. No puedo llevar almas tan sucias a mi reino.- Continúo su camino hasta encontrarse a una mujer. Una joven de cabello castaño y ojos verdes. Algo en su cabeza se desquebrajó. Al aproximarse a ella con toda la intención de asustarla. Ella extendió sus brazos y lo recibió como a un hijo. Xibalbá retrocedió. -Ella, ella es una bruja y tiene más poder que tú- Le dijo a Madmardigan. -La única forma de ser más fuerte, es tragar su corazón o enamorarla ¿Quieres enamorarla?- Y así una vez más la historia había cambiado sin previo aviso. A estas alturas del juego, no se sabía con exactitud si el loco era el hombre de las pelucas o el propio cadáver a su lado.
El espectáculo se cayó por debajo al reconocer entre los presentes el mayor temor de los mortales. Asustadizos e incluso arrepentidos, siguieron el hilo de las palabras de ambos actores. Por un lapso, Xibalbá creyó que el sujeto frente a él iba a golpearlo; su miedo no era el mismo que otros, y tal vez la improvisación tampoco le provocaba el mínimo escozor, sin embargo, la ira incontenible se podía observar a través de sus orbes. Situación que el propio "Dios" del inframundo disfrutó.
Siguió con la mirada el punto dónde se encontraba la víctima que su -ahora- compañero le había indicado. Frunció el ceño. Ladeó la cabeza. Apretó los labios y dio un paso hacia adelante. ¿La dirección? Sí, iba a por ella. Mientras se dirigía hasta su presa, hubo exclamaciones de terror, jadeos sorpresivos y sin duda alguna, un chillido escalofriante que provenía desde la garganta de la mujer. A mitad de camino se detuvo. -¿Y cómo demonios esperas que quepa todo eso en el infierno?- Preguntó. -Mejor déjame llevar a ese niño. Su juventud nos servirá en el reino de los muertos. Además a su madre no le interesa, ella sólo tiene ojos para su marido, cuya atención está con aquella doncella- Se encogió de hombros. -Tal vez la asesine a ella- Bajó el mentón. Necesitaba pensar. ¿Qué hace falta en el reino olvidado? ¿Quién serviría más en lugar dónde no hay nada?
Dio media vuelta, sus ojos, muy abiertos, buscando y tratando de encontrar algo. Se paseó entre la multitud, tocando el hombro efimeramente de algunos cuantos. Aproximándose hasta el punto de romper el espacio personal. Olfateó sus cuellos, acarició sus mejillas, tocó sus manos y chasqueaba la lengua. -Todos ellos están podridos. No puedo llevar almas tan sucias a mi reino.- Continúo su camino hasta encontrarse a una mujer. Una joven de cabello castaño y ojos verdes. Algo en su cabeza se desquebrajó. Al aproximarse a ella con toda la intención de asustarla. Ella extendió sus brazos y lo recibió como a un hijo. Xibalbá retrocedió. -Ella, ella es una bruja y tiene más poder que tú- Le dijo a Madmardigan. -La única forma de ser más fuerte, es tragar su corazón o enamorarla ¿Quieres enamorarla?- Y así una vez más la historia había cambiado sin previo aviso. A estas alturas del juego, no se sabía con exactitud si el loco era el hombre de las pelucas o el propio cadáver a su lado.
Xibalbá- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
Durante unos segundos se queda pensativo. Sus ojos miran hacia ningún lado del cielo como si entre las nubes estuviera la respuesta a la pregunta del señor muerte ha formulado. Tiene que estar. Alguna de las personalidades de Madmardigan Kohonen, un gentil siervo del señor Jesucristo (¡Digamos gracias Señor Jesús) cree que todas las respuestas se encuentran en el Cielo. Esa creencia sale al exterior de Mad de manera literal. ¡La respuesta a la pregunta de Calavera está en el cielo! Mueve las manos como si estuviera apartando las nubes. Si la voz de su cabeza tiene razón, esto debe de ser tan fácil como correr unas cortinas y mirar lo que hay detrás de ellas. ¿Y qué hay detrás? ¡Bingo! La respuesta de cómo meter una señora gorda en el Infierno.
Las nubes no se han movido pero Mad a encontrado una respuesta. Una muy buena. ¡No hay dudas de que lo es! Es la mejor respuesta de Francia, incluso se podría decir que es la mejor respuesta de Europa. Y lo mejor, para mayor diversión del hombre de las mil historias, es que la respuesta tiene la forma de un chiste. ¿No es genial?
-De la misma manera que metes a quince personas en un pequeño carruaje de dos plazas. ¡Ja!- Esto lo dice con el mismo tono de voz que hablan los bufones callejeros para llamar la atención del público con malos chistes y malas respuestas. Dos diferencias hay entre los horribles bufones y Madmardigan. La primera es indudable: los chistes de Mad son mucho mejores. Y la segunda es que los animadores callejeros, por regla general, no deben tocar al público; Mad, en cambio, sí lo hace. Cuenta su genial chiste/respuesta, se ríe y acaricia la calvorota tatuada del señor muerte como si lo obligase a reír a él también.
Calavera también tiene una respuesta que dar. Una muy mala que demuestra lo pusilánime que es. En lugar de utilizar la fuerza para meter a la gorda cambia de objetivo y se busca a un niño. ¡Es la Santa Muerte! Seguro que podría hacer pequeños trocitos con la carne de la mujer para luego asarlos en el fuego del Infierno. La misma voz que afirmaba que en el cielo están las respuesta explicó a las otras voces que el Infierno está repleto de llamas de fuego rojo (Padre líbranos del Mal, AMÉN). De ser cierto, tiene el Infierno debe de ser un lugar maravilloso donde se podría comer bien todos los días del año. Por no hablar de lo calientes que estarán en los días de invierno donde la nieve cubre todo Paris.
Después de meditarlo mejor, pasa de querer llevarse al niño a querer llevarse a una joven mucha de buenas posaderas y mejor busto. Iba mejorando, en esas pechugas podrían tener carne para un mes. ¡Incluso dos! Mad hace un gesto con su mano derecho para dar permiso a Calavera para que haga lo que quiera con la muchacha. Los demonios se divertirán mucho con una mujer como esa.
Llega el final de la obra, eso piensa Mad. El señor Muerte estará feliz con su puta y el hombre de las mil historias podrá seguir viviendo con todas sus vidas al mismo tiempo. El público estará de acuerdo: Es un Final Feliz. Madmardigan hace una reverencia y coge un puñada de hierbas silvestres del suelo con sumo cuidado creyendo que es un ramo de rosas que una admiradora del público le ha lanzado. “Gracias, gracias. Os quiero. Sois un público encantador”.
No cantes victoria tan deprisa. La función no ha terminado. Ni siquiera hemos llegado al primer acto pues es ahora mismo donde las cosas se ponen interesantes.
Aparece una bruja de enorme poder y sus dos puntos débiles son o comerse su corazón o enamorarla. Las voces discuten dentro de la destrozada cabeza de Mad. Unos están a favor de devorar el corazón de la hermosa mujer y otros pretenden enamorarla. ¡OH DISCORDIA, OH INCERTIDUMBRE!
Con movimientos rápidos y bruscos, gira la cabeza hacia la izquierda. - ¡COMEREMOS SU CORAZÓN Y DE POSTRE SU PANCREAS!- luego hacia la derecha- ¡¿BROMEAS? UN DON JUAN COMO YO NO PUEDE PERDER LA OPORTUNIDAD DE ENAMORAR A UNA DONCELLA COMO ÉSTA!- para luego volver a la izquierda- ¡Y UN HANIBAL EL CANÍBAL COMO YO NO PUEDE PERDER LA OPORTUNIDAD DE COMER UN CORAZÓN TAN JUGOSO!-
Discute (quizás será más adecuado decir que discuten)en voz alta sacando de sus bolsillos papeles en los que no hay nada escritos pero que él cree que son las pruebas que entrega a un juez invisible sobre qué tiene y no tiene que hacer.
-¡Veredicto!- dice muy seriamente mirando hacia el frente. Se escupe en la mano y utiliza la saliva como gomina para echarse el pelo hacia atrás. - Primero la enamoraré y luego me la comeré. A un corazón enamorado no hace falta echarle sal. ¡Ja!- acaba la frase dando un paso hacia delante y guiñándole un ojo a la bruja.
Las nubes no se han movido pero Mad a encontrado una respuesta. Una muy buena. ¡No hay dudas de que lo es! Es la mejor respuesta de Francia, incluso se podría decir que es la mejor respuesta de Europa. Y lo mejor, para mayor diversión del hombre de las mil historias, es que la respuesta tiene la forma de un chiste. ¿No es genial?
-De la misma manera que metes a quince personas en un pequeño carruaje de dos plazas. ¡Ja!- Esto lo dice con el mismo tono de voz que hablan los bufones callejeros para llamar la atención del público con malos chistes y malas respuestas. Dos diferencias hay entre los horribles bufones y Madmardigan. La primera es indudable: los chistes de Mad son mucho mejores. Y la segunda es que los animadores callejeros, por regla general, no deben tocar al público; Mad, en cambio, sí lo hace. Cuenta su genial chiste/respuesta, se ríe y acaricia la calvorota tatuada del señor muerte como si lo obligase a reír a él también.
Calavera también tiene una respuesta que dar. Una muy mala que demuestra lo pusilánime que es. En lugar de utilizar la fuerza para meter a la gorda cambia de objetivo y se busca a un niño. ¡Es la Santa Muerte! Seguro que podría hacer pequeños trocitos con la carne de la mujer para luego asarlos en el fuego del Infierno. La misma voz que afirmaba que en el cielo están las respuesta explicó a las otras voces que el Infierno está repleto de llamas de fuego rojo (Padre líbranos del Mal, AMÉN). De ser cierto, tiene el Infierno debe de ser un lugar maravilloso donde se podría comer bien todos los días del año. Por no hablar de lo calientes que estarán en los días de invierno donde la nieve cubre todo Paris.
Después de meditarlo mejor, pasa de querer llevarse al niño a querer llevarse a una joven mucha de buenas posaderas y mejor busto. Iba mejorando, en esas pechugas podrían tener carne para un mes. ¡Incluso dos! Mad hace un gesto con su mano derecho para dar permiso a Calavera para que haga lo que quiera con la muchacha. Los demonios se divertirán mucho con una mujer como esa.
Llega el final de la obra, eso piensa Mad. El señor Muerte estará feliz con su puta y el hombre de las mil historias podrá seguir viviendo con todas sus vidas al mismo tiempo. El público estará de acuerdo: Es un Final Feliz. Madmardigan hace una reverencia y coge un puñada de hierbas silvestres del suelo con sumo cuidado creyendo que es un ramo de rosas que una admiradora del público le ha lanzado. “Gracias, gracias. Os quiero. Sois un público encantador”.
No cantes victoria tan deprisa. La función no ha terminado. Ni siquiera hemos llegado al primer acto pues es ahora mismo donde las cosas se ponen interesantes.
Aparece una bruja de enorme poder y sus dos puntos débiles son o comerse su corazón o enamorarla. Las voces discuten dentro de la destrozada cabeza de Mad. Unos están a favor de devorar el corazón de la hermosa mujer y otros pretenden enamorarla. ¡OH DISCORDIA, OH INCERTIDUMBRE!
Con movimientos rápidos y bruscos, gira la cabeza hacia la izquierda. - ¡COMEREMOS SU CORAZÓN Y DE POSTRE SU PANCREAS!- luego hacia la derecha- ¡¿BROMEAS? UN DON JUAN COMO YO NO PUEDE PERDER LA OPORTUNIDAD DE ENAMORAR A UNA DONCELLA COMO ÉSTA!- para luego volver a la izquierda- ¡Y UN HANIBAL EL CANÍBAL COMO YO NO PUEDE PERDER LA OPORTUNIDAD DE COMER UN CORAZÓN TAN JUGOSO!-
Discute (quizás será más adecuado decir que discuten)en voz alta sacando de sus bolsillos papeles en los que no hay nada escritos pero que él cree que son las pruebas que entrega a un juez invisible sobre qué tiene y no tiene que hacer.
-¡Veredicto!- dice muy seriamente mirando hacia el frente. Se escupe en la mano y utiliza la saliva como gomina para echarse el pelo hacia atrás. - Primero la enamoraré y luego me la comeré. A un corazón enamorado no hace falta echarle sal. ¡Ja!- acaba la frase dando un paso hacia delante y guiñándole un ojo a la bruja.
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
[justify]Demasiados papeles en juego, demasiadas vidas que arrancar de la tierra, demasiados ojos observándoles, demasiada desquicia… Por extraño que pudiese parecerle, comenzaba a disfrutar del momento. En el pasado cualquier teatro barato le provocaba escozor en la piel, pero más que nada y en definitiva, sentía repulsión total hacia los artistas itinerantes. La razón principal era porque él era uno y no por gusto sino por tortuosa obligación. Sin embargo, ahí de pie fingiendo ser alguien que no es y metiéndose por completo en su tétrico papel pero con el humor suficiente como para volverlo cómico, estaba divirtiéndose con todo aquello aunque realmente no estuviese consciente de lo que significaba aquella palabra o de la sensación que se apoderaba de él pues hacía demasiado tiempo que las estupideces no formaban parte de su vida y la jugarrera era algo que sólo los imbéciles disfrutaban.
No tuvo tiempo para replantearse otra situación, todo pasaba tan rápido, movimiento en escenas, cambio de objetivos ¿A qué iba todo aquello? ¡Era una reverenda locura! Puso toda su atención a la discusión interna que estaba teniendo el sujeto de las mil historias. Entrecerró los ojos, llevó una mano hasta sus fauces y comenzó a morder las uñas de sus dedos. Realmente estaba enfocado en examinar al extraño. Asentía, negaba, abría los ojos de vez en cuando, suspiraba y se quejaba de ser una mala idea al mismo tiempo en que el otro hombre lo hacía. Era como ver a un niño copiando los movimientos de su padre o arremedando a su hermana sólo para fastidiarla. Lejos de ser una u otra cosa, parecía realmente que Xibalbá podía escuchar todas y cada una de las desquiciadas cosas que el otro ser imaginaba, pero no era así y la verdad es que únicamente lo hacía para ganar tiempo, para que se le ocurriese alguna otra idiotez en medio del camino. ¿Cómo lo haría? ¿Cómo alguien tan estirado y desprovisto de imaginación conseguiría idealizar algo tan estúpido para continuar con la farsa? Sólo es cuestión de mezclar historias.
-¡Alto!- Gritó. Con el ceño fruncido, se acercó hasta la dama y la observó detenidamente. Algo en ella se le hacía extrañamente familiar más no le prestó atención alguna a lo que su dañada y lejana mente trataba de decirle. Él había detenido todo lo que pasaba debido a que el loco –que repentinamente no parecía estar del todo demente- consiguió una respuesta más que magnifica. Era verdad, increíblemente el hombrecillo atinó con decir que los corazones no necesitaban sal, aunque Xibalbá nunca necesitó de los condimentos para comer órganos o extremidades humanas y es que técnicamente a un sacrificio no lleva sal. –Quizá también deberías comer su cerebro o sus ojos… ¿Imaginas poder ver el mundo con sus ojos de bruja?- Sus pupilas se dilataron casi como si pudiese saborear el órgano que describía. –No. Siempre es mejor el corazón- Afirmó tomando desprevenida a la dama por la espalda y empujándola hacia donde se encontraba su compañero.
Aún habían demasiadas interrogantes, cosas que necesitaban esclarecerse antes de que otra cosa sucediera. La multitud no concebía la idea, apenas idealizaban sobre lo que trataba la obra y en seguida se movía todo lo demás y entonces ya no comprendían absolutamente nada. Y bien, quizá era momento de darles un poco más de tiempo para jugar con sus mentes pueriles –Ahora bien Don Juan, cómo vas a enamorarla, piénsalo bien, te tiene que amar… O no, tal vez sólo tienes que gustarle. Dime niña, ¿Él te gusta?- Y, sin más preámbulo, lamió la mejilla de la mujer. Su sabor era aún mejor que su físico.
Xibalbá- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: No me llames loco, llámame Mad [Libre]
La burja preferida del público francés se está equivocado de papel. En ninguna obra se ha visto a una poderosa bruja, ama y señora de los hechizos y la brujería, tener miedo del viejo Calavera. Entre la inmensa multitud de historias que atormentan la mente del protagonista de la función, hay unas pocas que hablan sobre un aquelarre de brujas que, idiotizadas por la visión de la muerte y los demonios, tienen sexo las una con las otras. En la mitad de esas historias participan cabras en las orgías. ¿¡No es maravilloso!? ¡JA, claro que lo es! Esas historia, pocas como son, hacen fuerza para salir de la maltrecha mente de Mad para cobrar vida cuando Calavera lame la mejilla de la atemorizada bruja. ¡Dulce néctar de sangre, fluidos y algo de dolor! Celebran el coro del imaginario aquelarre.
Mad se encuentra preparado para conquistar a la bruja. Lleva su mano derecha hacia su polla y se aprieta la entrepierna con un gesto que la señora gorda desclasificaría como obsceno. A Mad no le importa. Él es el Don Juan Tenorio. Lo había sido un millar de veces en multitud de escenarios diferentes y hoy lo volverá a ser. ¿No es verdad angel de amor, que en esta apartada orilla, más pura la luna brilla y se respira mejor? ¡No! No es verdad. La verdad es que las brujas están bailando vestidas con su sudor y esperan a que llegue el Diablo y les llene de amor. ¿Enamorar a la bruja, llenarla de amor o comer su corazón como dijo Calavera? Respuesta: Las tres opciones son las correctas. Madmardigan es una persona con grandes ambiciones. Puede interpretar más de una historia en un mismo lugar.
-No… no…- la bruja, con los ojos bien abiertos sin perder detalle de cómo Mad se reaprieta el paquete, repite la primera palabra de una frase que no puede terminar. ¡Que no se preocupe! Madmardigan Kohonen la terminará por ella.
-No puedes resistir a mis encantos de Tenorio, me lo dicen mucho. ¡Ja!- tras esto, saca la lengua y la mueve de forma más obscena que la forma con la que se habá apretado la entrepierna.- ¡Es culpa de tus hechizos! Tú me invocaste. Aceptaste el placer, la sangre y el dolor. Sobre todo el placer-guiñó el ojo a la chica- y sobre todo el dolor- volvió a guiar, esta vez a su nuevo amigo, Calavera.
Con un paso lento cargado de suspense, el hombre de las mil historias se acerca a la muchacha que mal interpreta a la bruja. ¡La va a enamorar, luego a follar y luego a comerse el corazón! La tensión está en el aire. Un hombre, con más pluma que un ganso, se lleva un pañuelo en la boca para ahogar un suspiro. Una vieja, solo con la escena, tiene el primer orgasmo en años al imaginarse que ella es la que interpreta la bruja. La señora gorda hace tiempo que se desmayó y ahora su panza sirven como sofa para algunos curiosos. El público está contento y la obra llega a su momento culmen.
Mad está en frente de la chica. Tan cerca que parece que la esté besando. ¡Y ahora llega el crescendo!
El protagonista de la función pone las palmas de sus manos en las mejillas de la chica. Por alguna razón, ella está temblando. Mad cree que es porque su parte femenina teme enamorarse del Don Juan Tenorio y su parte brujil teme encontrarse con la polla del Diablo. ¡Qué más da! Ese es el precio que ha de pagar. Si no la enamora su corazón sabra mal y si no se come su corazón no podra….
¿No podrá qué? Por un momento Mad no entiende la consecuencia de qué pasará si no se come el corazón de la bruja. ¿Su viejo amigo Calavera le había mentido? Si eran tan buenos amigos que había dejado de llamarle Señor Muerte para llamarle Calavera. ¡Así de colegas eran! No era posible que le hubiera mentido. Traicionado por la propia muerte. (No es la primera vez que la muerte no le deja ir con él. En la primera había llamas y gritos y…).
¡Qué le quiten lo bailado! Aprieta los mofletes de la chica y la atraé hacia él. El beso que le da consigue ganar el obscenidad tanto al apretón de la entrepierna como a la burla con la lengua. ¡Dulce néctar de sangre, fluidos y algo de dolor! Mientras la atrapa con la lengua. Su mano izquierda va hacia las partes íntimas de la mujer y, desde allí, juega como el Diablo y como el Don Juan Tenorio que finge ser.
-¡Qué asco!- suelta de inmediato a la bruja, ella está llorando- Calavera, cabrón, me debes un favor de los gordos. ¡Esta bruja sabe a bilis! Y huele mi mano,- la misma mano derecha que había introducido en los pantalones de la chica la pone enfrente de la nariz de Calavera- ¿a qué huele? ¡Pescado! La bruja lleva meses sin lavarse el coño. Preferiría enamorar a… - está a punto de señalar a la gorda pero luego niega con la cabeza- A cualquiera menos esa . ¡Ja!-
Mad se encuentra preparado para conquistar a la bruja. Lleva su mano derecha hacia su polla y se aprieta la entrepierna con un gesto que la señora gorda desclasificaría como obsceno. A Mad no le importa. Él es el Don Juan Tenorio. Lo había sido un millar de veces en multitud de escenarios diferentes y hoy lo volverá a ser. ¿No es verdad angel de amor, que en esta apartada orilla, más pura la luna brilla y se respira mejor? ¡No! No es verdad. La verdad es que las brujas están bailando vestidas con su sudor y esperan a que llegue el Diablo y les llene de amor. ¿Enamorar a la bruja, llenarla de amor o comer su corazón como dijo Calavera? Respuesta: Las tres opciones son las correctas. Madmardigan es una persona con grandes ambiciones. Puede interpretar más de una historia en un mismo lugar.
-No… no…- la bruja, con los ojos bien abiertos sin perder detalle de cómo Mad se reaprieta el paquete, repite la primera palabra de una frase que no puede terminar. ¡Que no se preocupe! Madmardigan Kohonen la terminará por ella.
-No puedes resistir a mis encantos de Tenorio, me lo dicen mucho. ¡Ja!- tras esto, saca la lengua y la mueve de forma más obscena que la forma con la que se habá apretado la entrepierna.- ¡Es culpa de tus hechizos! Tú me invocaste. Aceptaste el placer, la sangre y el dolor. Sobre todo el placer-guiñó el ojo a la chica- y sobre todo el dolor- volvió a guiar, esta vez a su nuevo amigo, Calavera.
Con un paso lento cargado de suspense, el hombre de las mil historias se acerca a la muchacha que mal interpreta a la bruja. ¡La va a enamorar, luego a follar y luego a comerse el corazón! La tensión está en el aire. Un hombre, con más pluma que un ganso, se lleva un pañuelo en la boca para ahogar un suspiro. Una vieja, solo con la escena, tiene el primer orgasmo en años al imaginarse que ella es la que interpreta la bruja. La señora gorda hace tiempo que se desmayó y ahora su panza sirven como sofa para algunos curiosos. El público está contento y la obra llega a su momento culmen.
Mad está en frente de la chica. Tan cerca que parece que la esté besando. ¡Y ahora llega el crescendo!
El protagonista de la función pone las palmas de sus manos en las mejillas de la chica. Por alguna razón, ella está temblando. Mad cree que es porque su parte femenina teme enamorarse del Don Juan Tenorio y su parte brujil teme encontrarse con la polla del Diablo. ¡Qué más da! Ese es el precio que ha de pagar. Si no la enamora su corazón sabra mal y si no se come su corazón no podra….
¿No podrá qué? Por un momento Mad no entiende la consecuencia de qué pasará si no se come el corazón de la bruja. ¿Su viejo amigo Calavera le había mentido? Si eran tan buenos amigos que había dejado de llamarle Señor Muerte para llamarle Calavera. ¡Así de colegas eran! No era posible que le hubiera mentido. Traicionado por la propia muerte. (No es la primera vez que la muerte no le deja ir con él. En la primera había llamas y gritos y…).
¡Qué le quiten lo bailado! Aprieta los mofletes de la chica y la atraé hacia él. El beso que le da consigue ganar el obscenidad tanto al apretón de la entrepierna como a la burla con la lengua. ¡Dulce néctar de sangre, fluidos y algo de dolor! Mientras la atrapa con la lengua. Su mano izquierda va hacia las partes íntimas de la mujer y, desde allí, juega como el Diablo y como el Don Juan Tenorio que finge ser.
-¡Qué asco!- suelta de inmediato a la bruja, ella está llorando- Calavera, cabrón, me debes un favor de los gordos. ¡Esta bruja sabe a bilis! Y huele mi mano,- la misma mano derecha que había introducido en los pantalones de la chica la pone enfrente de la nariz de Calavera- ¿a qué huele? ¡Pescado! La bruja lleva meses sin lavarse el coño. Preferiría enamorar a… - está a punto de señalar a la gorda pero luego niega con la cabeza- A cualquiera menos esa . ¡Ja!-
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