AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Terrores nocturnos {Nahuel}
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Terrores nocturnos {Nahuel}
Recuerdo del primer mensaje :
Día de fiesta, el circo gitano preparaba una gran actuación que había llamado la atención de un gran número de personas, alta sociedad, las clases más pudientes, se aunaban a las medias y bajas con tal de contemplar las algarabías que deparaban los estrambóticos artistas. Nadie sabía muy bien que verían, pero, cercano como estaba, Halloween, esperaban encontrar algo que hiciera honor al anuncio que habían estado repartiendo por dos semanas en la ciudad.
Ella, sola, como se había acostumbrado a pasear, se dirigió dinero escondido, hasta la entrada del circo donde pagó y tomó su entrada. Era una fila del centro, no sabía si le gustaba o no, los circos gitanos eran famosos por sus escaramuzas, robos, peligros y más cosas, y ella era una joven sola en medio del tumulto. Debería, probablemente, haber llamado a alguno de sus conocidos para que la acompañasen, tal vez a Valeria, que había acudido, probablemente, con el Señor Cross, o tal vez con el joven que vivía con ella, quien lo sabía, pero cualquier idea había sido mejor que acudir allí sola.
Tomó asiento junto a una pareja acaramelada que la ponía nerviosa, no por su rango social, ni siquiera sabía su clase, si no porque las muestras públicas de cariño la habían llegado a incomodar tras lo sucedido con Bethlem. Tenía superada la ruptura, por supuesto, pero había cosas que siempre marcaban, tal vez con el tiempo eso cambiase, pero, de momento, no se sentía cómoda con ciertas cosas.
Cuando el lugar estuvo lleno, las luces se apagaron y la carpa se iluminó por candelas de un suave tono amarillento, el asiento a su lado, vacío, no hacía más que ponerla nerviosa. La oscuridad la seguía atemorizando, Tragó saliva y, sosteniendo con fuerza la capa de su regazo, comenzó a jugar con la tela, intentando calmar el acelerado latido de su corazón, que la hacía temblar de miedo.
Empezó a sonar la música con fuerza, flautas, panderetas y guitarras acompañaban la salida de juglares y mimos de rasgos grotescos que se paseaban por la separación de las gradas dando sustos a los incautos que no sabían donde fijarse, los gritos se comenzaron a repartir por el lugar y ella cerró los ojos, rezando porque no se le acercasen y que pronto el asiento a su lado estuviera ocupado. No quería enfrentarse a la cara de los payasos diabólicos. Por muy interesante que le había resultado el espectáculo, comenzaba a arrepentirse de haber acudido, debería haberse quedado en su casa, leyendo un libro frente a la chimenea mientras tomaba un té y acariciaba a Brave.
Ella, sola, como se había acostumbrado a pasear, se dirigió dinero escondido, hasta la entrada del circo donde pagó y tomó su entrada. Era una fila del centro, no sabía si le gustaba o no, los circos gitanos eran famosos por sus escaramuzas, robos, peligros y más cosas, y ella era una joven sola en medio del tumulto. Debería, probablemente, haber llamado a alguno de sus conocidos para que la acompañasen, tal vez a Valeria, que había acudido, probablemente, con el Señor Cross, o tal vez con el joven que vivía con ella, quien lo sabía, pero cualquier idea había sido mejor que acudir allí sola.
Tomó asiento junto a una pareja acaramelada que la ponía nerviosa, no por su rango social, ni siquiera sabía su clase, si no porque las muestras públicas de cariño la habían llegado a incomodar tras lo sucedido con Bethlem. Tenía superada la ruptura, por supuesto, pero había cosas que siempre marcaban, tal vez con el tiempo eso cambiase, pero, de momento, no se sentía cómoda con ciertas cosas.
Cuando el lugar estuvo lleno, las luces se apagaron y la carpa se iluminó por candelas de un suave tono amarillento, el asiento a su lado, vacío, no hacía más que ponerla nerviosa. La oscuridad la seguía atemorizando, Tragó saliva y, sosteniendo con fuerza la capa de su regazo, comenzó a jugar con la tela, intentando calmar el acelerado latido de su corazón, que la hacía temblar de miedo.
Empezó a sonar la música con fuerza, flautas, panderetas y guitarras acompañaban la salida de juglares y mimos de rasgos grotescos que se paseaban por la separación de las gradas dando sustos a los incautos que no sabían donde fijarse, los gritos se comenzaron a repartir por el lugar y ella cerró los ojos, rezando porque no se le acercasen y que pronto el asiento a su lado estuviera ocupado. No quería enfrentarse a la cara de los payasos diabólicos. Por muy interesante que le había resultado el espectáculo, comenzaba a arrepentirse de haber acudido, debería haberse quedado en su casa, leyendo un libro frente a la chimenea mientras tomaba un té y acariciaba a Brave.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
- Si.- respondió la chica con suavidad.- aunque preferiría que cuidara más de si misma.- musitó dando buena cuenta de lo que le quedaba en el plato.
Iba a levantarse para ponerlos a fregar cuando Nahuel se le adelantó, ese chico parecía cómodo, se movía por la casa como pez en el agua, debía tener muy buena memoria, porque solo había pasado frente a la cocina al subir a los dormitorios y ya recordaba donde estaba como si hubiera pasado tiempo allí en más de una ocasión.
- Pues... yo suelo desayunar a las ocho.- comentó, desde niña había despertado cerca de las seis de la mañana, abierto su ventana para regar las flores, arreglado su pelo, vestido, hecho su cama y bajado a desayunar sobre las siete para, en seguida, ponerse a estudiar o trabajar, el servicio tenía un horario duro, pero era ella la primera en levantarse, siempre, y más desde la muerte de su padre, porque antes de que el servicio despertara procuraba llenar los jarrones de flores y revisar la casa, era quitarles, a penas, unos minutos de trabajo, pero veían que se preocupaba por ellos tanto como ellos por ella, y eso incentivaba que las relaciones y el trabajo fuera mejor y más productivo.- Pero no te preocupes, cuando despiertes podrás desayunar, además, me parece que mañana aquí no va a madrugar nadie.- sonrió.
Sería mejor que el día siguiente fuera más relajado, Marie había estado preocupada, y no quería que la mujer tuviera que madrugar, pero si ella lo hacía, la mujer se sentiría en la obligación de hacerlo. Tomó una hoja de papel y escribió con mayusculas una nota que dejaría en el dormitorio de Marie: “Hoy dormimos hasta tarde, descanse mucho” decía la nota de caligrafía impecable.
- Si, vamos.- se levantó con un suspiro, estaba agotada, lo del circo... la había dejado con un horrible sabor de boca, pero, al menos, ya estaba en casa.
Dobló la nota y siguió a Nahuel hacia arriba, parando, un instante, enfrente de la puerta del cuarto de Marie y su marido, dentro del que se escuchaban ruidos suaves. Sonrió, estaba realmente agotada. Sabía que, usualmente, la pareja se mantenía hablando durante horas antes de dormir y que la zona de la mansión reservada para el servicio, casi un ala entera desde que ella había pasado a ser quien dirigía el hogar, tenía vida incluso a altas horas, pero no esa noche. Pasó la nota por bajo del marco y subió las escaleras esperando alcanzar al joven.
Desde detrás, podía ver la espalda del chico, más ancha de lo que parecía de frente, se ensimismó un instante y negó con la cabeza, tenía demasiado sueño. Parados frente a su dormitorio era hora de despedirse hasta la mañana siguiente.
- Buenas noches.- dijo con una sonrisa, dispuesta a entrar a su cuarto cuando el joven la retuvo un instante, dándole un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios.
La había pillado de improviso, rozó su mejilla con dos dedos y se sonrojó un instante antes de plantar una sonrisa tímida:
- De nada.- musitó antes de volver a darle las buenas noches.
Cerró la puerta del dormitorio a sus espaldas y soltó una risa tímida, suspiró antes de quitarse la bata de encima del camisón y acostarse entre las sábanas, sintiéndose algo confusa y con las mejillas encendidas ¿qué había sido eso? Probablemente, solo una forma de decir gracias.
Iba a levantarse para ponerlos a fregar cuando Nahuel se le adelantó, ese chico parecía cómodo, se movía por la casa como pez en el agua, debía tener muy buena memoria, porque solo había pasado frente a la cocina al subir a los dormitorios y ya recordaba donde estaba como si hubiera pasado tiempo allí en más de una ocasión.
- Pues... yo suelo desayunar a las ocho.- comentó, desde niña había despertado cerca de las seis de la mañana, abierto su ventana para regar las flores, arreglado su pelo, vestido, hecho su cama y bajado a desayunar sobre las siete para, en seguida, ponerse a estudiar o trabajar, el servicio tenía un horario duro, pero era ella la primera en levantarse, siempre, y más desde la muerte de su padre, porque antes de que el servicio despertara procuraba llenar los jarrones de flores y revisar la casa, era quitarles, a penas, unos minutos de trabajo, pero veían que se preocupaba por ellos tanto como ellos por ella, y eso incentivaba que las relaciones y el trabajo fuera mejor y más productivo.- Pero no te preocupes, cuando despiertes podrás desayunar, además, me parece que mañana aquí no va a madrugar nadie.- sonrió.
Sería mejor que el día siguiente fuera más relajado, Marie había estado preocupada, y no quería que la mujer tuviera que madrugar, pero si ella lo hacía, la mujer se sentiría en la obligación de hacerlo. Tomó una hoja de papel y escribió con mayusculas una nota que dejaría en el dormitorio de Marie: “Hoy dormimos hasta tarde, descanse mucho” decía la nota de caligrafía impecable.
- Si, vamos.- se levantó con un suspiro, estaba agotada, lo del circo... la había dejado con un horrible sabor de boca, pero, al menos, ya estaba en casa.
Dobló la nota y siguió a Nahuel hacia arriba, parando, un instante, enfrente de la puerta del cuarto de Marie y su marido, dentro del que se escuchaban ruidos suaves. Sonrió, estaba realmente agotada. Sabía que, usualmente, la pareja se mantenía hablando durante horas antes de dormir y que la zona de la mansión reservada para el servicio, casi un ala entera desde que ella había pasado a ser quien dirigía el hogar, tenía vida incluso a altas horas, pero no esa noche. Pasó la nota por bajo del marco y subió las escaleras esperando alcanzar al joven.
Desde detrás, podía ver la espalda del chico, más ancha de lo que parecía de frente, se ensimismó un instante y negó con la cabeza, tenía demasiado sueño. Parados frente a su dormitorio era hora de despedirse hasta la mañana siguiente.
- Buenas noches.- dijo con una sonrisa, dispuesta a entrar a su cuarto cuando el joven la retuvo un instante, dándole un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios.
La había pillado de improviso, rozó su mejilla con dos dedos y se sonrojó un instante antes de plantar una sonrisa tímida:
- De nada.- musitó antes de volver a darle las buenas noches.
Cerró la puerta del dormitorio a sus espaldas y soltó una risa tímida, suspiró antes de quitarse la bata de encima del camisón y acostarse entre las sábanas, sintiéndose algo confusa y con las mejillas encendidas ¿qué había sido eso? Probablemente, solo una forma de decir gracias.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Solo el pensar que iba a poder dormir cuanto quisiera sobre una cama de verdad me parecía estar en el paraíso. Podría estar calentito, a gusto y soñar con algo bonito, sin tener que preocuparme por el frío o por las ratas que entraban a roerme los calcetines. Bea me daba demasiado sin que ella misma fuera consciente de eso y esperaba que no supiera nunca en el antro en el que había nacido. Una casa que hasta hace poco no tenía ni puertas ni ventanas. Ni siquiera teníamos camas de verdad. Muchas veces, cuando era un canijo, me había preguntado porque a mí me había tocado nacer en el seno de una familia de clase baja, sin casi nada que llevarse a la boca, ni siquiera con un apellido con el que poder presentarte a la gente. Éramos casi peor que una bandada de cuervos. Mordí mi labio mientras subía la escalera, tenía que disfrutar de estos momentos que pasaba en esta casa.
Beatrice se acercó a la puerta en la que dormía Marie con su marido y coló por ella una nota que le había escrito. Había visto su perfecta caligrafía y había sentido envidia sana y algo de vergüenza, yo apenas sabía escribir mi propio nombre en un papel y ver su caligrafía había sido como una revelación. Tenía que aprender a escribir, o a leer… Tenía que aprender fuese como fuese.
El beso de buenas noches fue algo extraño, había sido un quiero y no puedo. Así me sentía, quería algo con ella, desconocía el qué, pero quería estar más tiempo con ella, dejando a un lado que era rica y el calor de su hogar… Quería el calor de su compañía, tanto en humano como en mapache. Ya no quería robarle, sería como robar en casa de un amigo, eso no se podía hacer, no era una mala persona. Beatrice cerró la puerta y caminé hasta encontrar mi habitación, la encontré a la primera, tenía una memoria privilegiada gracias a los poderes como cambiante. La lumbre iluminaba la habitación y el calor era demasiado acogedor, tanto que me dieron ganas de llorar. Soñaba con un lugar así. Me quité los calcetines y me metí dentro de la cama, tapándome con las sábanas. La almohada era de lo más cómoda, era blanda y mullida, no me hundía del todo, era como las que me gustaban y las que me solía hacer rellenas de paja.
Suspiré mientras cerraba los ojos e intentaba dormir y descansar, mañana iba a ser un nuevo día en el que iba a poder estar un rato más con Beatrice. ¿Qué haríamos mañana? Quizás ella tuviera que trabajar y yo volver a casa, cosas de esas… Me removí, estaba inquieto y nervioso, no sabía muy bien la razón… Y no quería dormir solo. Me incorporé a la vez que me quitaba el pijama, abrí la puerta un poco, lo suficiente para luego poder abrirla de nuevo, me quedé completamente desnudo y dejé la cama con la almohada dentro, haciendo la forma de que había un cuerpo dormido, por si alguien del servicio venía a fisgonear al nuevo inquilino. Escondí el pijama debajo de la cama, así como mi ropa interior y me transformé.
Desde el suelo todo se veía demasiado grande. Abrí la puerta con una de mis manos y corrí hasta la habitación de Beatrice. Esta noche ninguno de los dos iba a dormir solo, después del pequeño susto que habíamos pasado, nos merecíamos dormir abrazados, aunque ella no supiera que era yo. Por la mañana me iría temprano y me transformaría de nuevo en mi habitación y nadie sospecharía nada. ¿Qué podía salir mal? Llegué a su puerta y di un salto para alcanzar la manilla, con mi peso la puerta se abrió y pude pasar sin problemas y sin ser visto. Cerré la puerta despacio con la cola y un poco de mi espalda. Escalé hasta su cama y pasé por encima de su cuerpo, hasta quedar acurrucado en sus brazos. Me hice una bolita y le di un pequeño lametón en una de sus manos, mi forma de decir buenas noches. Ahora sí que sí iba a ser una buena noche.
Beatrice se acercó a la puerta en la que dormía Marie con su marido y coló por ella una nota que le había escrito. Había visto su perfecta caligrafía y había sentido envidia sana y algo de vergüenza, yo apenas sabía escribir mi propio nombre en un papel y ver su caligrafía había sido como una revelación. Tenía que aprender a escribir, o a leer… Tenía que aprender fuese como fuese.
El beso de buenas noches fue algo extraño, había sido un quiero y no puedo. Así me sentía, quería algo con ella, desconocía el qué, pero quería estar más tiempo con ella, dejando a un lado que era rica y el calor de su hogar… Quería el calor de su compañía, tanto en humano como en mapache. Ya no quería robarle, sería como robar en casa de un amigo, eso no se podía hacer, no era una mala persona. Beatrice cerró la puerta y caminé hasta encontrar mi habitación, la encontré a la primera, tenía una memoria privilegiada gracias a los poderes como cambiante. La lumbre iluminaba la habitación y el calor era demasiado acogedor, tanto que me dieron ganas de llorar. Soñaba con un lugar así. Me quité los calcetines y me metí dentro de la cama, tapándome con las sábanas. La almohada era de lo más cómoda, era blanda y mullida, no me hundía del todo, era como las que me gustaban y las que me solía hacer rellenas de paja.
Suspiré mientras cerraba los ojos e intentaba dormir y descansar, mañana iba a ser un nuevo día en el que iba a poder estar un rato más con Beatrice. ¿Qué haríamos mañana? Quizás ella tuviera que trabajar y yo volver a casa, cosas de esas… Me removí, estaba inquieto y nervioso, no sabía muy bien la razón… Y no quería dormir solo. Me incorporé a la vez que me quitaba el pijama, abrí la puerta un poco, lo suficiente para luego poder abrirla de nuevo, me quedé completamente desnudo y dejé la cama con la almohada dentro, haciendo la forma de que había un cuerpo dormido, por si alguien del servicio venía a fisgonear al nuevo inquilino. Escondí el pijama debajo de la cama, así como mi ropa interior y me transformé.
Desde el suelo todo se veía demasiado grande. Abrí la puerta con una de mis manos y corrí hasta la habitación de Beatrice. Esta noche ninguno de los dos iba a dormir solo, después del pequeño susto que habíamos pasado, nos merecíamos dormir abrazados, aunque ella no supiera que era yo. Por la mañana me iría temprano y me transformaría de nuevo en mi habitación y nadie sospecharía nada. ¿Qué podía salir mal? Llegué a su puerta y di un salto para alcanzar la manilla, con mi peso la puerta se abrió y pude pasar sin problemas y sin ser visto. Cerré la puerta despacio con la cola y un poco de mi espalda. Escalé hasta su cama y pasé por encima de su cuerpo, hasta quedar acurrucado en sus brazos. Me hice una bolita y le di un pequeño lametón en una de sus manos, mi forma de decir buenas noches. Ahora sí que sí iba a ser una buena noche.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Suspiró entrando en la cama y se recostó entre los cogines con una respiración suave. Sus mejillas aun estaban sonrojadas, Nahuel parecía un buen chico, algo inocente, tal vez, para vivir en un mundo tan cruel como el que habitaban, por desgracia, no podía hacer nada por una persona tan dulce, más que ofrecerle una amistad sincera.
No sabía nada de él, más que le había salvado la vida y que era alguien valiente y dulce, por menos, habría quien ya le habría ofrecido más, probablemente por interes o caridad, pero ella no quería iniciar una amistad debiendo favores, cansada, no queriendo pensar en lo que significaba que le diera tantas vueltas a la cabeza, cogió un libro y comenzó a pasar las páginas de la novela hasta que, a penas unos minutos después, notó cierto dolor en los ojos, tenía la vista cansada.
Apagó la luz de la lámpara de aceite de su mesilla y se acostó cubriendose con las sábanas hasta la nariz. Las imagenes de circo de los horrores se le vinieron a la cabeza y la hicieron temblar, ¿quedaría alguien vivo aun allí dentro? Se estremeció, ¿que habría pasado con esa gente? Era una pregunta estúpida, estarían muertos. Revolviendose en la cama, con aparente insomnio, dio un nuevo suspiro, estaba tan cansada, tenía la cabeza tan embotada y le entraba tal frío al recordar los primeros sucesos de la noche que se sentía deseosa de correr al cuarto de su madre y adentrarse entre las sábanas junto a ella como cuando era niña.
Por desgracia, ni ella era ya pequeña, ni su madre estaba en casa, ni su padre trabajando en su despacho. Se planteó bajar a la sala de música y tocar bajo las estrellas del techo de cristal, siempre la había calmado hacerlo, pero esa noche, el silencio de la casa la ahogaba, la oscuridad la hundía y la soledad parecía perseguirla, lo mejor que podía hacer era ocultarse en sus sábanas y rezar para poder dormir. Se preguntó donde estaría Brave, esa bolita de pelo le daba tal tranquilidad que parecía imposible pensar que no había estado con él toda la vida.
Escuchó abrirse la puerta, nerviosa, se ocultó más entre la colcha y notó hundirse el colchón, pasitos cortos comenzaron a acercarse a ella y solo cuando notó una bolita de pelo acurrucarse entre sus brazos pudo suspirar tranquila. Sonrió en la oscuridad y rodeó con los brazos a un brave pequeño que se iluminaba a la contraluz de la luna.
- No se dónde has estado, pero me alegro de tenerte aquí Brave.- musitó antes de cerrar los ojos, más tranquila, con el mapahce ahí, por fin se sentía segura en una casa grande, silenciosa y, a pesar del servicio, solitaria.
No sabía nada de él, más que le había salvado la vida y que era alguien valiente y dulce, por menos, habría quien ya le habría ofrecido más, probablemente por interes o caridad, pero ella no quería iniciar una amistad debiendo favores, cansada, no queriendo pensar en lo que significaba que le diera tantas vueltas a la cabeza, cogió un libro y comenzó a pasar las páginas de la novela hasta que, a penas unos minutos después, notó cierto dolor en los ojos, tenía la vista cansada.
Apagó la luz de la lámpara de aceite de su mesilla y se acostó cubriendose con las sábanas hasta la nariz. Las imagenes de circo de los horrores se le vinieron a la cabeza y la hicieron temblar, ¿quedaría alguien vivo aun allí dentro? Se estremeció, ¿que habría pasado con esa gente? Era una pregunta estúpida, estarían muertos. Revolviendose en la cama, con aparente insomnio, dio un nuevo suspiro, estaba tan cansada, tenía la cabeza tan embotada y le entraba tal frío al recordar los primeros sucesos de la noche que se sentía deseosa de correr al cuarto de su madre y adentrarse entre las sábanas junto a ella como cuando era niña.
Por desgracia, ni ella era ya pequeña, ni su madre estaba en casa, ni su padre trabajando en su despacho. Se planteó bajar a la sala de música y tocar bajo las estrellas del techo de cristal, siempre la había calmado hacerlo, pero esa noche, el silencio de la casa la ahogaba, la oscuridad la hundía y la soledad parecía perseguirla, lo mejor que podía hacer era ocultarse en sus sábanas y rezar para poder dormir. Se preguntó donde estaría Brave, esa bolita de pelo le daba tal tranquilidad que parecía imposible pensar que no había estado con él toda la vida.
Escuchó abrirse la puerta, nerviosa, se ocultó más entre la colcha y notó hundirse el colchón, pasitos cortos comenzaron a acercarse a ella y solo cuando notó una bolita de pelo acurrucarse entre sus brazos pudo suspirar tranquila. Sonrió en la oscuridad y rodeó con los brazos a un brave pequeño que se iluminaba a la contraluz de la luna.
- No se dónde has estado, pero me alegro de tenerte aquí Brave.- musitó antes de cerrar los ojos, más tranquila, con el mapahce ahí, por fin se sentía segura en una casa grande, silenciosa y, a pesar del servicio, solitaria.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Sentir el olor y el calor que daba el cuerpo de Beatrice me hacía sentirme tranquilo, en paz, como si lo que había pasado en el circo hubiera sido hacía muchos años y solamente quedase un recuerdo a pesar de que había sucedido apenas unas horas atrás. ¿Qué pasará mañana? Mucha gente de la alta sociedad había muerto en manos de esos vampiros, seguro que el periódico local se inventaba alguna noticia... Dejé escapar un pequeño suspirito mientras agarraba las manos de Bea con mis manitas, para así, sentirme de nuevo protegido. No quería tener pesadillas esta noche.
Escuché su breve comentario y dejé un pequeñito lametón en el dorso de su mano. Me gustaba que al menos, en esta forma, fuera sincera conmigo, había sido una bonita forma de decir que me había echado de menos. Me acurruqué aún más si eso era posible, quería estar todo lo pegado a ella que pudiera, así me daría más calor y me aseguraría de no transformarme en humano si quedaba profundamente dormido.
Poco a poco mientras escuchaba su respiración y los latidos de su corazón, fui cerrando los ojos, hasta quedarme completamente dormido en su brazos, haciendome una pequeña bolita para no quitarle mucho sitio.
Mis patitas se movían al ritmo de mi sueño, en el que estaba con Beatrice en el circo de los gitanos, justo cuando todo se había puesto de mal en peor. Beatrice conseguía salir, como había hecho en la realidad, pero yo me quedaba atrapado y Beatrice no volvía. El vampiro cogía mi pierna y se abalanzaba sobre mí, sin que yo pudiera hacer nada, hasta que me mordía y me dejaba sin una gota de sangre por el cuerpo, ni siquiera había podido transformarme.
Abrí los ojos muy rápido y miré a mi alrededor, estaba todo igual que antes, Beatrice dormía a mi lado, ni siquiera mis pequeñas patadas le habían molestado. Podía notar como mi cuerpo estaba cubierto por sudor y mis manos tocaron mi pelo. Eran manos de humano... ¡Me había transformado! ¡Y estaba desnudo en la cama con Bea! La miré de reojo, rezando para que no abriera los ojos y me pillase, iba a pensar que era un pervertido.
Escuché su breve comentario y dejé un pequeñito lametón en el dorso de su mano. Me gustaba que al menos, en esta forma, fuera sincera conmigo, había sido una bonita forma de decir que me había echado de menos. Me acurruqué aún más si eso era posible, quería estar todo lo pegado a ella que pudiera, así me daría más calor y me aseguraría de no transformarme en humano si quedaba profundamente dormido.
Poco a poco mientras escuchaba su respiración y los latidos de su corazón, fui cerrando los ojos, hasta quedarme completamente dormido en su brazos, haciendome una pequeña bolita para no quitarle mucho sitio.
Mis patitas se movían al ritmo de mi sueño, en el que estaba con Beatrice en el circo de los gitanos, justo cuando todo se había puesto de mal en peor. Beatrice conseguía salir, como había hecho en la realidad, pero yo me quedaba atrapado y Beatrice no volvía. El vampiro cogía mi pierna y se abalanzaba sobre mí, sin que yo pudiera hacer nada, hasta que me mordía y me dejaba sin una gota de sangre por el cuerpo, ni siquiera había podido transformarme.
Abrí los ojos muy rápido y miré a mi alrededor, estaba todo igual que antes, Beatrice dormía a mi lado, ni siquiera mis pequeñas patadas le habían molestado. Podía notar como mi cuerpo estaba cubierto por sudor y mis manos tocaron mi pelo. Eran manos de humano... ¡Me había transformado! ¡Y estaba desnudo en la cama con Bea! La miré de reojo, rezando para que no abriera los ojos y me pillase, iba a pensar que era un pervertido.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Con Brave envuelto en sus brazos pudo relajarse, cerró los ojos y notó los movimientos suaves del animal apretándose más contra su cuerpo y sonrió con calma, haciendo más estrecho el abrazo, notando la respiración suave y las patitas frías del mapache sobre sus manos mientras, poco a poco, caía dormida.
La noche pasó bastante tranquila, como solía suceder le, el cansancio vencía a su subconsciente y dormía sin sueños, no era solo que el miedo la hubiera agotado, era que había pasado el día anterior entre libros de cuentas, era que había tenido que ir a visitar cuatro galerías de arte, era que había tenido tres reuniones, estaba tan agotada, que la noche, al final, pasó de largo sin que lo notase.
Cuando el sol debería estar ya saliendo, pero una suave llovizna comenzaba a cubrir las calles de la gran ciudad, se estiró adormilada, notando movimiento a su lado, ¿sería Brave, asustado? Estiró la mano con ojos cerrados para acariciarle el pelaje, pero no sintió el pelo suave de su querido mapache.
Removiéndose, abrió un poco los ojos mientras se levantaba desperezándose con suavidad y miró, entonces, hacia su derecha. Encontró un Nahuel desnudo de cintura para arriba, al vez también para bajo, semi cubierto por las cálidas sábanas. Tardó un instante en situarse y, al momento, dio un grito cayendo de la cama, asustada. ¿Qué hacía él ahí? ¿Dónde estaba Brave? ¿Por qué estaba desnudo en su dormitorio?
Se levantó con cuidado quedándose sentada en el suelo, roja y mirando hacia otro lado, intentando no dirigir su mirada al torso del chico que había amanecido junto a ella. No era algo mal que ver al despertar, pero no esperaba que fuera el de alguien que era, prácticamente, un desconocido.
- m... puedes taparte, ¿por favor?.- le preguntó totalmente roja, levantándose para tomar asiento en la cama, con las mejillas encendidas.
La noche pasó bastante tranquila, como solía suceder le, el cansancio vencía a su subconsciente y dormía sin sueños, no era solo que el miedo la hubiera agotado, era que había pasado el día anterior entre libros de cuentas, era que había tenido que ir a visitar cuatro galerías de arte, era que había tenido tres reuniones, estaba tan agotada, que la noche, al final, pasó de largo sin que lo notase.
Cuando el sol debería estar ya saliendo, pero una suave llovizna comenzaba a cubrir las calles de la gran ciudad, se estiró adormilada, notando movimiento a su lado, ¿sería Brave, asustado? Estiró la mano con ojos cerrados para acariciarle el pelaje, pero no sintió el pelo suave de su querido mapache.
Removiéndose, abrió un poco los ojos mientras se levantaba desperezándose con suavidad y miró, entonces, hacia su derecha. Encontró un Nahuel desnudo de cintura para arriba, al vez también para bajo, semi cubierto por las cálidas sábanas. Tardó un instante en situarse y, al momento, dio un grito cayendo de la cama, asustada. ¿Qué hacía él ahí? ¿Dónde estaba Brave? ¿Por qué estaba desnudo en su dormitorio?
Se levantó con cuidado quedándose sentada en el suelo, roja y mirando hacia otro lado, intentando no dirigir su mirada al torso del chico que había amanecido junto a ella. No era algo mal que ver al despertar, pero no esperaba que fuera el de alguien que era, prácticamente, un desconocido.
- m... puedes taparte, ¿por favor?.- le preguntó totalmente roja, levantándose para tomar asiento en la cama, con las mejillas encendidas.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Justo cuando estaba a punto de levantarme para irme, Beatrice comenzó a despertarse poco a poco, primero se estiró y luego abrió los ojos. Sus ojos me atravesaron y le costó algo de tiempo reaccionar, a lo que yo opté por permanecer callado y morderme el labio inferior. Gritó cuando su cerebro reaccionó, ya por fin despierto y se cayó de la cama del susto. Iba a levantarme a ayudarla, pero recordé que estaba desnudo, así que simplemente, miré a las sábanas que cubrían mi cuerpo.
Se sentó en el suelo, era la situación más incómoda que había vivido en toda mi vida. Ella estaba colorada, y yo, supongo que también lo estaba. Me preguntó si podía ponerme algo de ropa, o taparme mientras se acercaba poco a poco a la cama y se sentaba en ella. Suspiré y cogí más la sábana para taparme con ella, era lo único con lo que me podía tapar, mi ropa estaba en la habitación que había sido preparada para mi.
Me miré las manos y luego la miré a ella. Debía de haber sabido que esto algún día podría pasar. Suspiré otra vez y comencé a pensar una excusa a porqué estaba desnudo en su cama. -Yo... Yo Bea... Lo siento. Soy sonámbulo y no se lo que hago algunas noches. Me suele pasar cuando tengo un día estresante. Nunca había aparecido desnudo. De verdad que lo lamento muchísimo.- Mordí mi labio, esperando que se tragase esta trola.
-Esto... Seguramente mi ropa esté en la habitación. Me la habré quitado sin darme cuenta. ¿Me la puedes traer? O puedo ir yo pero claro... Igual alguien me ve. Que vergüenza. ¿Qué estás pensando de mí? Soy estúpido.- Si iba a mi habitación a coger la ropa, me daría tiempo a pensar una excusa de porqué ya no estaba Brave en la habitación o hacerme simplemente el loco. Tenía miedo de que supiera que yo era el mapache.
Se sentó en el suelo, era la situación más incómoda que había vivido en toda mi vida. Ella estaba colorada, y yo, supongo que también lo estaba. Me preguntó si podía ponerme algo de ropa, o taparme mientras se acercaba poco a poco a la cama y se sentaba en ella. Suspiré y cogí más la sábana para taparme con ella, era lo único con lo que me podía tapar, mi ropa estaba en la habitación que había sido preparada para mi.
Me miré las manos y luego la miré a ella. Debía de haber sabido que esto algún día podría pasar. Suspiré otra vez y comencé a pensar una excusa a porqué estaba desnudo en su cama. -Yo... Yo Bea... Lo siento. Soy sonámbulo y no se lo que hago algunas noches. Me suele pasar cuando tengo un día estresante. Nunca había aparecido desnudo. De verdad que lo lamento muchísimo.- Mordí mi labio, esperando que se tragase esta trola.
-Esto... Seguramente mi ropa esté en la habitación. Me la habré quitado sin darme cuenta. ¿Me la puedes traer? O puedo ir yo pero claro... Igual alguien me ve. Que vergüenza. ¿Qué estás pensando de mí? Soy estúpido.- Si iba a mi habitación a coger la ropa, me daría tiempo a pensar una excusa de porqué ya no estaba Brave en la habitación o hacerme simplemente el loco. Tenía miedo de que supiera que yo era el mapache.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Sonámbulo, era, sencillamente, sonámbulo. Sonrojada, miró de reojo y se cubrió la cara con las manos, aun más avergonzada, ¿cómo se le ocurría mirar? no podía, no debía, no era de damas ni de señoritas ni estaba bien, el pobre no habia ido a su cuarto desnudo con ninguna mala intención, simplemente, se había movido dormido. Ya bastante mal debía estar el pobre chico como para que ella se dedicara a mirarlo.
Buscó, intentando distraerse, a Brave por el cuarto, lo último que recordaba era haberlo estrechado entre sus brazos y haber caido dormida abrazada al pequeño y suave mapache que olía con fuerza a su gel de baño. No lo veía por ningún lado, probablemente se hubiera asustado al ver acercarse a Nahuel por la noche y estuviera escondido por algún lado del cuarto.
Suspiró y tomó aire, la busqueda del mapache parecía haber calmado un poco su vergüenza y sonrojo, hasta el punto de ser capaz de girarse a mirarle cuando él le habló, se había cubierto con las sábanas y parecía realmente apenado por lo que había sucedido, le habría gustado enfadarse, pero no podía, no cuando no era algo hecho con intención, no cuando se disculpaba de corazón.
La chica no sabría decir cual de los dos estaba más rojo y avergonzado, no podía hacer que el chico a su lado se sintiera peor de lo que se sentía ya. Suspiró apartando un mechón de su frente para poder mirar al chico, intentando mantener la calma desde la otra punta de la cama. Su melena rojiza, revuelta, por fin lejos de sus ojos, le permitió observar con mayor claridad, y pronto se arrepintió de ello, no se había confundido la noche anterior, el chico era puro músculo, delgado, pero puro músculo.
- No te preocupes, iré yo, tu... am... quedate en la cama y cubrete por si viene alguien.- musitó cogiendo su bata de detrás de la puerta, anudándosela a la cintura y saliendo del dormitorio cerrando la puerta.
Suspiró apoyada en la madera y hechó un vistazo hacia atrás, al otro lado de la puerta tenía un chico desnudo metido entre sus sábanas, hacía meses, que no le sucedía eso, y se sentía realmente nerviosa. Tragó saliva notando aumentar su sonrojo, debía dejar de pensar en esas cosas, no era propio de ella, debía mantener la compostura y apresurarse, no había aun sonido en la casa, el reloj decía que eran aun las nueve de la mañana, pero había dado orden de que no se madrugase, por lo que dudaba que nadie fuera a levantarse en, al menos, una hora más, pero nunca sabía.
Entró en el cuarto y rebuscó la ropa por la cama, no había nada, se arrodilló y buscó por el suelo, bajo la cama estaba el pijama y la ropa interior, suspiró avergonzada, no acostumbraba a hacer esas cosas, dobló la ropa y la llevó hacia su dormitorio a correprisa, esperando no despertar a nadie y entró tras llamar con suavidad. Pasó al interior del cuarto y cerró la puerta a sus espaldas.
- Am... ten, la ropa que llevabas ayer la lavaran y secaran en cuanto se despierten.- Musitó pasandole la ropa acercándose a la cama y procurando no mirarle, se negaba a hacerlo hasta que estuviera vestido, no quería arriesgarse a más pensamientos como el que le había acudido a la mente minutos antes.
Buscó, intentando distraerse, a Brave por el cuarto, lo último que recordaba era haberlo estrechado entre sus brazos y haber caido dormida abrazada al pequeño y suave mapache que olía con fuerza a su gel de baño. No lo veía por ningún lado, probablemente se hubiera asustado al ver acercarse a Nahuel por la noche y estuviera escondido por algún lado del cuarto.
Suspiró y tomó aire, la busqueda del mapache parecía haber calmado un poco su vergüenza y sonrojo, hasta el punto de ser capaz de girarse a mirarle cuando él le habló, se había cubierto con las sábanas y parecía realmente apenado por lo que había sucedido, le habría gustado enfadarse, pero no podía, no cuando no era algo hecho con intención, no cuando se disculpaba de corazón.
La chica no sabría decir cual de los dos estaba más rojo y avergonzado, no podía hacer que el chico a su lado se sintiera peor de lo que se sentía ya. Suspiró apartando un mechón de su frente para poder mirar al chico, intentando mantener la calma desde la otra punta de la cama. Su melena rojiza, revuelta, por fin lejos de sus ojos, le permitió observar con mayor claridad, y pronto se arrepintió de ello, no se había confundido la noche anterior, el chico era puro músculo, delgado, pero puro músculo.
- No te preocupes, iré yo, tu... am... quedate en la cama y cubrete por si viene alguien.- musitó cogiendo su bata de detrás de la puerta, anudándosela a la cintura y saliendo del dormitorio cerrando la puerta.
Suspiró apoyada en la madera y hechó un vistazo hacia atrás, al otro lado de la puerta tenía un chico desnudo metido entre sus sábanas, hacía meses, que no le sucedía eso, y se sentía realmente nerviosa. Tragó saliva notando aumentar su sonrojo, debía dejar de pensar en esas cosas, no era propio de ella, debía mantener la compostura y apresurarse, no había aun sonido en la casa, el reloj decía que eran aun las nueve de la mañana, pero había dado orden de que no se madrugase, por lo que dudaba que nadie fuera a levantarse en, al menos, una hora más, pero nunca sabía.
Entró en el cuarto y rebuscó la ropa por la cama, no había nada, se arrodilló y buscó por el suelo, bajo la cama estaba el pijama y la ropa interior, suspiró avergonzada, no acostumbraba a hacer esas cosas, dobló la ropa y la llevó hacia su dormitorio a correprisa, esperando no despertar a nadie y entró tras llamar con suavidad. Pasó al interior del cuarto y cerró la puerta a sus espaldas.
- Am... ten, la ropa que llevabas ayer la lavaran y secaran en cuanto se despierten.- Musitó pasandole la ropa acercándose a la cama y procurando no mirarle, se negaba a hacerlo hasta que estuviera vestido, no quería arriesgarse a más pensamientos como el que le había acudido a la mente minutos antes.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Vi con atención como Beatrice, para distraerse mientras me colocaba la sábana por mi cuerpo, buscaba algo. Seguramente estuviera buscando al pequeño mapache que había desaparecido misteriosamente de la habitación. Hice una mueca y seguí mirándola, hasta que ella se volvió para mirarme, aún colorada por la situación y suspiramos al mismo tiempo. Quería olvidar todo esto, para otro día, no volvería a quedarme dormido estando transformado en animal, al menos, no con ella en su cama. Sería raro que volviera a aparecer de la nada si ella no me había invitado. Dudaba que después de esto me volviera a invitar, la verdad.
Asentí a lo de quedarme aquí, tampoco pensaba moverme a ningún lugar, podía ser visto y que sus criados pensasen que habíamos mantenido relaciones o cualquier cosa así... Me tumbé en la cama boca arriba y me cubrí hasta la cabeza con las sábanas, era una manera de castigarme por lo que acababa de pensar. Nunca había hecho eso y tampoco era el momento para hacerlo. Un escalofrío me recorrió entero y cerré los ojos, quería que Beatrice volviera ya antes de que me volviese loco con tanto pensamiento pervertido.
Tocaron a la puerta y me bajé la sábana hasta el cuello para ver quién entraba. Sonreí al verla de nuevo, con mi ropa perfectamente doblada. Había doblado todo. Hasta mi ropa interior. Me quería morir de la vergüenza. -Gracias por traermelo. ¿Te ha visto alguien?- Pregunté solamente por asegurarme de que nadie había visto su pequeña excursión a mi habitación, tampoco quería que le estuvieran molestando con chismes que eran mentira.
Asentí a sus palabras, iba a tener ropa limpia. Hacía demasiado tiempo que no lavaba esa ropa y ya era hora de un buen lavado en condiciones, con agua limpia y jabón, no agua del río. Me giré sentándome en la cama y quedando sentado hacía el otro lado, cogí la ropa interior y me quedé quieto, con la mirada en mis pies. -¿Puedes darte la vuelta? Me da vergüenza que me veas...- Dije tras morderme el labio, ahora sí que estaba colorado como un tomate. Quería vestirme y ver que podíamos hacer, si estábamos incómodos después de esto.
Se giró y procedí a vestirme con el pijama que me había prestado. Cuando me lo puse me giré de nuevo para mirarla. Ahora ya podríamos mirarnos sin ningún rubor en las mejillas. -Bueno. ¿Desayunamos? ¿O te he quitado el hambre?- Reí un poco por la pequeña broma, esperaba que tuviera el mismo hambre que tenía yo, con la broma quería quitar importancia a lo que había ocurrido.
Asentí a lo de quedarme aquí, tampoco pensaba moverme a ningún lugar, podía ser visto y que sus criados pensasen que habíamos mantenido relaciones o cualquier cosa así... Me tumbé en la cama boca arriba y me cubrí hasta la cabeza con las sábanas, era una manera de castigarme por lo que acababa de pensar. Nunca había hecho eso y tampoco era el momento para hacerlo. Un escalofrío me recorrió entero y cerré los ojos, quería que Beatrice volviera ya antes de que me volviese loco con tanto pensamiento pervertido.
Tocaron a la puerta y me bajé la sábana hasta el cuello para ver quién entraba. Sonreí al verla de nuevo, con mi ropa perfectamente doblada. Había doblado todo. Hasta mi ropa interior. Me quería morir de la vergüenza. -Gracias por traermelo. ¿Te ha visto alguien?- Pregunté solamente por asegurarme de que nadie había visto su pequeña excursión a mi habitación, tampoco quería que le estuvieran molestando con chismes que eran mentira.
Asentí a sus palabras, iba a tener ropa limpia. Hacía demasiado tiempo que no lavaba esa ropa y ya era hora de un buen lavado en condiciones, con agua limpia y jabón, no agua del río. Me giré sentándome en la cama y quedando sentado hacía el otro lado, cogí la ropa interior y me quedé quieto, con la mirada en mis pies. -¿Puedes darte la vuelta? Me da vergüenza que me veas...- Dije tras morderme el labio, ahora sí que estaba colorado como un tomate. Quería vestirme y ver que podíamos hacer, si estábamos incómodos después de esto.
Se giró y procedí a vestirme con el pijama que me había prestado. Cuando me lo puse me giré de nuevo para mirarla. Ahora ya podríamos mirarnos sin ningún rubor en las mejillas. -Bueno. ¿Desayunamos? ¿O te he quitado el hambre?- Reí un poco por la pequeña broma, esperaba que tuviera el mismo hambre que tenía yo, con la broma quería quitar importancia a lo que había ocurrido.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Negó con la cabeza tomando asiento en la cama, con un leve sonrojo. No había notado a nadie en las escaleras ni escuchado sonidos en la planta baja, pero también era cierto que su servicio destacaba por ser sigiloso, bien podrían estar ya todos despiertos y no saberlo. Eso era, en parte, por lo que se sentía tan sola en esa inmensa casa, porque por mucha gente que hubiera, ella era la única que solía armar escándalo. No queriendo, claro. Intentaba ser sigilosa y tranquila como debía serlo una señorita inglesa que se preciara, pero su torpeza superaba cualquier buan intención y acababa desbarantando todo.
O resbalaba por las escaleras, o tropezaba y tiraba cosas al suelo, si no caían a punto estaban de hacerlo, o gritaba sin querer al ver una cucaracha o se ponía nerviosa antes de entar a un cuarto oscuro y tenía que llamar a alguien para que encendiera las lámparas por ella. AUn quedaban restos de sus malos recuerdos de infancia, pero, en ese momento, ninguno de ellos acudía a su mente mientras, sin darse cuenta, se había quedado ensimismada mirando al chico que, desnudo, se había acostado en su cama.
Desde las escaleras, la noche anterior, le había parecido más pequeño, pero ahora que había luz y que estaban sentados a la misma altura, notaba que, en realidad, era alto, mucho más de lo que pensaba, sus manos eran grandes y su espalda ancha. Solo cuando él le pidió que se girase, notó que se había quedado mirándolo.
Se giró con las mejillas rojas, musitando un "lo siento", y contuvo un suspiro cubriéndose la boca con una mano, ¿qué demonios le estaba pasando? Debía llevar demasiado tiempo fingiendo frigidez, pero era más duro de lo que pensaba, aunque no tenía demasiado sentido, porque era la primera vez que le sucedía algo así. Escuchó el movimiento de las sábanas, debía estar vistiendose, suspiró calmandose, ya no deberían tener problemas para mirarse, después de todo, ya iba vestido, el pobre debía estar pasándolo mal, sonámulo y despertando desnudo en cama ajena.
Volvió a mirarlo cuando él le habló, y fue a sonreir al oir su broma, a la que respondió, prácticamente, de forma automática.
- ¡No!- exclamo, sonrojandose nuevamente.- es decir, si, quería decir, a ver, no, es...- se tapó la cara con las manos, muerta de vergüenza, no sabía hablar, y soltó un soplido.- auuuf, si, vayamos a desayunar.- musitó avergonzada, cuando escuchó pasos acercarse, y unos golpes en la puerta.
- Señorita.- dijo la voz de una chica jóven, debía ser Adelaida, la nueva chica de servicio, ella no podía ver a un hombre en el dormitorio.- ¿Señorita?- repitió la voz.
Con prisas, Beatrice se metió en la cama y tiró de la manga del pijama de Nahuel, tirándolo a su lado, cubriendo sus cabezas con las sábanas. Pegó su cabeza al pecho de él, acurrucándose, queriendo hacerse pequeña para que no se notase demasiado que eran dos los bultos de debajo de las sábanas y pidió silencio con un dedo frente a los labios, tontamente, pues no podría verla. Cuando se escuchó girar el pomo de la puerta, Bea puso un dedo sobre la boca del chico, enganchando su pijama, en una súplica silenciosa de que se mantuviera callado.
- Señorita, es tarde.- dijo la voz chillona acercándose, al tiempo que otros pasos llegaron a la puerta.
- Adelaida, deja a la señorita, dijo que hoy dormiría hasta tarde, y no despiertes tampoco al invitado, es de malaeducación.- regañó Marie, dios la bendijera.- Vamos, salgamos de aquí.- ordenó la voz baja de su adorada cocinera.
O resbalaba por las escaleras, o tropezaba y tiraba cosas al suelo, si no caían a punto estaban de hacerlo, o gritaba sin querer al ver una cucaracha o se ponía nerviosa antes de entar a un cuarto oscuro y tenía que llamar a alguien para que encendiera las lámparas por ella. AUn quedaban restos de sus malos recuerdos de infancia, pero, en ese momento, ninguno de ellos acudía a su mente mientras, sin darse cuenta, se había quedado ensimismada mirando al chico que, desnudo, se había acostado en su cama.
Desde las escaleras, la noche anterior, le había parecido más pequeño, pero ahora que había luz y que estaban sentados a la misma altura, notaba que, en realidad, era alto, mucho más de lo que pensaba, sus manos eran grandes y su espalda ancha. Solo cuando él le pidió que se girase, notó que se había quedado mirándolo.
Se giró con las mejillas rojas, musitando un "lo siento", y contuvo un suspiro cubriéndose la boca con una mano, ¿qué demonios le estaba pasando? Debía llevar demasiado tiempo fingiendo frigidez, pero era más duro de lo que pensaba, aunque no tenía demasiado sentido, porque era la primera vez que le sucedía algo así. Escuchó el movimiento de las sábanas, debía estar vistiendose, suspiró calmandose, ya no deberían tener problemas para mirarse, después de todo, ya iba vestido, el pobre debía estar pasándolo mal, sonámulo y despertando desnudo en cama ajena.
Volvió a mirarlo cuando él le habló, y fue a sonreir al oir su broma, a la que respondió, prácticamente, de forma automática.
- ¡No!- exclamo, sonrojandose nuevamente.- es decir, si, quería decir, a ver, no, es...- se tapó la cara con las manos, muerta de vergüenza, no sabía hablar, y soltó un soplido.- auuuf, si, vayamos a desayunar.- musitó avergonzada, cuando escuchó pasos acercarse, y unos golpes en la puerta.
- Señorita.- dijo la voz de una chica jóven, debía ser Adelaida, la nueva chica de servicio, ella no podía ver a un hombre en el dormitorio.- ¿Señorita?- repitió la voz.
Con prisas, Beatrice se metió en la cama y tiró de la manga del pijama de Nahuel, tirándolo a su lado, cubriendo sus cabezas con las sábanas. Pegó su cabeza al pecho de él, acurrucándose, queriendo hacerse pequeña para que no se notase demasiado que eran dos los bultos de debajo de las sábanas y pidió silencio con un dedo frente a los labios, tontamente, pues no podría verla. Cuando se escuchó girar el pomo de la puerta, Bea puso un dedo sobre la boca del chico, enganchando su pijama, en una súplica silenciosa de que se mantuviera callado.
- Señorita, es tarde.- dijo la voz chillona acercándose, al tiempo que otros pasos llegaron a la puerta.
- Adelaida, deja a la señorita, dijo que hoy dormiría hasta tarde, y no despiertes tampoco al invitado, es de malaeducación.- regañó Marie, dios la bendijera.- Vamos, salgamos de aquí.- ordenó la voz baja de su adorada cocinera.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Si nadie la había visto nadie se metería con ella. Desconocía como eran las personas de su servicio, pero supuse que no serían personas malas, ni personas que se metían con ella cuando traía un chico a casa, aunque esto no fuera habitual ¿O sí? Bea no tenía cara de ser de esas chicas, ella parecía más... legal, por así decirlo. Aunque yo no era nadie para juzgarla.
Terminé de vestirme y fue entonces cuando le pregunté si quería ir a desayunar. Me quedé un poco flipando por lo que acababa de decirme. ¿Qué le pasaba? ¿Estaba nerviosa? Iba a reírme, pero escuchamos unos golpes en su puerta y la voz de una de sus sirvientas. Abrí los ojos con cara de terror. ¡Nos iban a pillar! Y no era para nada adecuado aunque ya no estuviera desnudo.
Beatrice actuó con rapidez, metiéndose en la cama y llevádome a mí con ella, para luego, taparnos con la sábana. Bea se acurrucó contra mi cuerpo y me pidió silencio. Claro que iba a permanecer callado, ahora si nos pillaban iba a ser mucho más bochornoso, cada movimiento que hacíamos era peor que el anterior, cada uno más vergonzoso.
Me pegué más a su cuerpo cuando escuché que la puerta se abría. ¿Esa criada era tonta? Si la señora no le había dado permiso para entrar, no debía hacerlo ¿No? Por suerte, la señora Marie llegó a tiempo y consiguió que la otra se fuese, cerrando así la puerta. Dejé escapar un suspiro de nervios, pero no sabía si estaba nervioso por esto o porque Bea estuviera tan pegada a mi cuerpo... Bajé la cabeza para intentar verla, aunque estábamos a oscuras, ni siquiera podía saber donde estaba su cara. -Creo que se han ido.- Dije en un susurro, acercando mis labios a su oreja, que por suerte, pude encontrar.
No quería salir de aquí, el calor de su cuerpo me gustaba y también me gustaba que estuviera tan cerca de mí. Pasé mis manos por su cintura con cuidado, moviéndola un poco para que no quedase ningún espacio entre nuestros cuerpos. -No te muevas aún, podrían volver.- Era una excusa para que no se moviera, para que siguiera aquí conmigo un poco más. Acerqué mis labios a su cara y dejé un beso cerca de sus labios, como había hecho al darle las buenas noches. Mi cuerpo estaba en tensión, quería besarla y quería hacer más cosas con ella, pero era algo que tenía que olvidar, por muchas ganas que tuviera.
Terminé de vestirme y fue entonces cuando le pregunté si quería ir a desayunar. Me quedé un poco flipando por lo que acababa de decirme. ¿Qué le pasaba? ¿Estaba nerviosa? Iba a reírme, pero escuchamos unos golpes en su puerta y la voz de una de sus sirvientas. Abrí los ojos con cara de terror. ¡Nos iban a pillar! Y no era para nada adecuado aunque ya no estuviera desnudo.
Beatrice actuó con rapidez, metiéndose en la cama y llevádome a mí con ella, para luego, taparnos con la sábana. Bea se acurrucó contra mi cuerpo y me pidió silencio. Claro que iba a permanecer callado, ahora si nos pillaban iba a ser mucho más bochornoso, cada movimiento que hacíamos era peor que el anterior, cada uno más vergonzoso.
Me pegué más a su cuerpo cuando escuché que la puerta se abría. ¿Esa criada era tonta? Si la señora no le había dado permiso para entrar, no debía hacerlo ¿No? Por suerte, la señora Marie llegó a tiempo y consiguió que la otra se fuese, cerrando así la puerta. Dejé escapar un suspiro de nervios, pero no sabía si estaba nervioso por esto o porque Bea estuviera tan pegada a mi cuerpo... Bajé la cabeza para intentar verla, aunque estábamos a oscuras, ni siquiera podía saber donde estaba su cara. -Creo que se han ido.- Dije en un susurro, acercando mis labios a su oreja, que por suerte, pude encontrar.
No quería salir de aquí, el calor de su cuerpo me gustaba y también me gustaba que estuviera tan cerca de mí. Pasé mis manos por su cintura con cuidado, moviéndola un poco para que no quedase ningún espacio entre nuestros cuerpos. -No te muevas aún, podrían volver.- Era una excusa para que no se moviera, para que siguiera aquí conmigo un poco más. Acerqué mis labios a su cara y dejé un beso cerca de sus labios, como había hecho al darle las buenas noches. Mi cuerpo estaba en tensión, quería besarla y quería hacer más cosas con ella, pero era algo que tenía que olvidar, por muchas ganas que tuviera.
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, la tensión que había mantenido su cuerpo tieso comenzó a desaparecer, relajándo sus músculos, con un suspiro agachó la cabeza con suavidad, dando de pleno con el pecho del chico que estaba acostado a su lado y que desprendía un calor realmente agradable comparado con el frío que la mañana dejaba entrar a través de las ventanas a pesar de la noche con la chimenea encendida.
No se sentía incomoda con la proximidad del joven, si nerviosa, pero no le parecía desagradable, más bien al contrario, le parecía alguien tan dulce que no podía notar esa desagradable tensión que solía notar al entrar en contacto, ni que fuera visual, con algunas personas, no, con el no había sentido ese rechazo previo que solía esconder con sonrisas educadas.
Se relajó un poco contra él, hasta que notó el calor de su aliento en su oido, y sintió sus labios rozar la piel de su oreja, nadie lo sabía, pero las orejas, junto a su cuello, era de las partes más sensibles de Bea, su primer instinto fue cubrirse la oreja, pero temía moverse, porque, aunque se habían ido, como bien dijo él no mucho después, podrían volver.
Notó los brazos de él rodeando su cintura, acercádola más, si es que era posible. Le gustaba su calor, hacía tanto que no le daban un abrazos que era extraño, pero para nada desagradable. se acurrucó, medio inconsciente de sus actos, contra el cuerpo del chico, poniendo sus manos en el pecho de Nahuel, no lo había preguntado, pero calculaba que debían tener más o menos la misma edad. Alzó la cara, intentando ver en la penumbra el gesto del chico, ¿tendría las mejillas tan encendidas como ellas? no tenía ni idea.
Notó los labios de él en su comisura, como había sucedido la noche anterior, y, durante un instante, pensó en girar un poco el rostro y hacer que ese gesto despistado se convirtiera en un beso, pero no estaría bien, después de todo, no lo conocía, ni él tampoco a ella. Muchas veces parecía que ese tipo de cosas sucedían por el destino, pero ella hacía mucho que había dejado de creer en la fortuna. Aguantó el aliento y, rezando por que la oscuridad y el silencio fueran su protección, repitió el gesto de él, dejando un roce de sus labios en el labio inferior del chico antes de, con la cara tan roja como el fuego de una chimenea y las mejillas igual de ardientes, esconder su cara en el pecho de él, apreovechando el abrazo.
¿Se había pasado? probablemente, después de todo, se sentía como una loca, había perdido totalmente la cordura, acababan de conocerse, ¿Qué demonios estaba haciendo? Respiró hondo y cerró los ojos, tal vez, solo estaba dormida, despertaría y no habría pasado nada de nada. Quién sabía, aunque no le gustaría, a pesar de las tonterías que parecía que estaba cometiendo, no haber conocido a ese chico. Por muy idiota que estuviera siendo, siempre valía la pena conocer a alguien tan dulce como lo era Nahuel, y él no tenía la culpa de sus estúpidas metidas de pata.
No se sentía incomoda con la proximidad del joven, si nerviosa, pero no le parecía desagradable, más bien al contrario, le parecía alguien tan dulce que no podía notar esa desagradable tensión que solía notar al entrar en contacto, ni que fuera visual, con algunas personas, no, con el no había sentido ese rechazo previo que solía esconder con sonrisas educadas.
Se relajó un poco contra él, hasta que notó el calor de su aliento en su oido, y sintió sus labios rozar la piel de su oreja, nadie lo sabía, pero las orejas, junto a su cuello, era de las partes más sensibles de Bea, su primer instinto fue cubrirse la oreja, pero temía moverse, porque, aunque se habían ido, como bien dijo él no mucho después, podrían volver.
Notó los brazos de él rodeando su cintura, acercádola más, si es que era posible. Le gustaba su calor, hacía tanto que no le daban un abrazos que era extraño, pero para nada desagradable. se acurrucó, medio inconsciente de sus actos, contra el cuerpo del chico, poniendo sus manos en el pecho de Nahuel, no lo había preguntado, pero calculaba que debían tener más o menos la misma edad. Alzó la cara, intentando ver en la penumbra el gesto del chico, ¿tendría las mejillas tan encendidas como ellas? no tenía ni idea.
Notó los labios de él en su comisura, como había sucedido la noche anterior, y, durante un instante, pensó en girar un poco el rostro y hacer que ese gesto despistado se convirtiera en un beso, pero no estaría bien, después de todo, no lo conocía, ni él tampoco a ella. Muchas veces parecía que ese tipo de cosas sucedían por el destino, pero ella hacía mucho que había dejado de creer en la fortuna. Aguantó el aliento y, rezando por que la oscuridad y el silencio fueran su protección, repitió el gesto de él, dejando un roce de sus labios en el labio inferior del chico antes de, con la cara tan roja como el fuego de una chimenea y las mejillas igual de ardientes, esconder su cara en el pecho de él, apreovechando el abrazo.
¿Se había pasado? probablemente, después de todo, se sentía como una loca, había perdido totalmente la cordura, acababan de conocerse, ¿Qué demonios estaba haciendo? Respiró hondo y cerró los ojos, tal vez, solo estaba dormida, despertaría y no habría pasado nada de nada. Quién sabía, aunque no le gustaría, a pesar de las tonterías que parecía que estaba cometiendo, no haber conocido a ese chico. Por muy idiota que estuviera siendo, siempre valía la pena conocer a alguien tan dulce como lo era Nahuel, y él no tenía la culpa de sus estúpidas metidas de pata.
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Parecíamos estar en otro mundo, como si estuviéramos muy lejos de su casa, en un lugar cálido, suave y agradable donde podíamos hacer lo que quisiéramos o más o menos, porque ninguno de los dos se atrevía realmente a hacer lo que sentíamos o eso quería pensar. Yo no me atrevía a besarla, ella no me conocía, conocía más a Brave que a mí. Sabía cosas de ella que ni ella misma se imaginaba, pero no quería salir de aquí, aún no. ¿Cuándo iba a volver a tener una excusa para poderla abrazar de esta forma? Quizás nunca.
El beso que dejé en la comisura de sus labios quedó en el olvido cuando Beatrice giró su cara un poco y rozó mi labio inferior con los suyos. Mis manos la apretaron contra mí aún más, la sujeté con firmeza, listo para hacer lo que había que hacer. Cerré los ojos, me acerqué un poco más a ella, pero no me dirigí a sus labios, si no a su oído, de nuevo. -Creo que es mejor que bajemos a desayunar. O que me vaya si quieres dormir más.- Solté su cintura, dejándola así libre para que pudiera despegarse de mí y quité la sábana que nos cubría, rompiendo así nuestra pequeña burbuja a un mundo paralelo.
Salí de la cama, estaba nervioso, casi nos habíamos besado, me moría de ganas por hacerlo y eso sí que me ponía nervioso, porque nunca ninguna chica me había producido ganas de besarle como me estaba ocurriendo con Beatrice. ¿Qué tenía ella que no tenían las demás? ¿Porqué? Estos temas me agobiaban, no sabía como tratar con ellos. La miré aún tumbada en la cama y mordí mi labio, me daban ganas de saltar sobre ella. Moví la cabeza, parecía un auténtico loco venga a hacer gestos y aspavientos y si no se lo había parecido aún, estaba seguro de que ahora sí que se lo estaba pareciendo. -Yo... Siento lo del casi beso. Ojalá no hubiera sido un casi.- Mis mejillas se tornaron de un color rojo. ¿Porqué había dicho eso? Sí, ahora sí que iba a pensar que era un loco degenerado.
El beso que dejé en la comisura de sus labios quedó en el olvido cuando Beatrice giró su cara un poco y rozó mi labio inferior con los suyos. Mis manos la apretaron contra mí aún más, la sujeté con firmeza, listo para hacer lo que había que hacer. Cerré los ojos, me acerqué un poco más a ella, pero no me dirigí a sus labios, si no a su oído, de nuevo. -Creo que es mejor que bajemos a desayunar. O que me vaya si quieres dormir más.- Solté su cintura, dejándola así libre para que pudiera despegarse de mí y quité la sábana que nos cubría, rompiendo así nuestra pequeña burbuja a un mundo paralelo.
Salí de la cama, estaba nervioso, casi nos habíamos besado, me moría de ganas por hacerlo y eso sí que me ponía nervioso, porque nunca ninguna chica me había producido ganas de besarle como me estaba ocurriendo con Beatrice. ¿Qué tenía ella que no tenían las demás? ¿Porqué? Estos temas me agobiaban, no sabía como tratar con ellos. La miré aún tumbada en la cama y mordí mi labio, me daban ganas de saltar sobre ella. Moví la cabeza, parecía un auténtico loco venga a hacer gestos y aspavientos y si no se lo había parecido aún, estaba seguro de que ahora sí que se lo estaba pareciendo. -Yo... Siento lo del casi beso. Ojalá no hubiera sido un casi.- Mis mejillas se tornaron de un color rojo. ¿Porqué había dicho eso? Sí, ahora sí que iba a pensar que era un loco degenerado.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Una extraña aura parecía haberse colado por entre las diminutas aberturas de los tejidos, que dejaban entrar algo de aire entre esas sábanas cálidas, como si los hubieran cosido con hilos una pizca de polvo de hadas y se hubieran descosido en ese instante. Era un poco como haber entrado en un cuento de hadas, como si Peter pan hubiera llegado y la hubiera arrastrado hasta nunca jamás, como si fuera un wendy algo crecida que, de pronto, despertaba.
Cuando el chico abrió las mantas y saltó al suelo, ella se levantó despacio y se mantuvo sentada, roja como un tomate, sin entender demasiado bien que había pasado bajo esas sábanas. Se tocó el oido, donde aun quedaban los últimos susurros que había oido, habían explotado la burbuja, Había despertado, Nunca Jamás había desaparecido, y ella, que volaba sobre el big ben, había caido de golpe sobre su cama, dandose cuenta de que ni Peter Pan, ni Campanilla, ni la sombra, ni piratas ni hadas, ni indios ni siernas, habían sido verdad.
Respiró hondo, nerviosa, y se levantó para coger su bata. La ató a su cintura mientras escuchaba los movimientos del chico a su espalda y se giró al oir un murmullo, una disculpa, que, en realidad, no lo era. Con la cara totalmente de color rojo, las orejas ardiendo y la vergüenza que no le permitía hablar, lo miró de reojo con la cabeza gacha.
¿Qué podía responder a eso? ¿que respondería cualquier otra persona? Tal vez una chica de barrios bajos o clase media se dejaría llevar, lo besaría hasta que dejasen de sentir los labios, hasta que estuvieran hinchados y rojos, pero ella no sabía hacer esas cosas, no la habían educado para dejarse llevar, lo más atrevido que había hecho nunca había sido ese roce, que esperaba hubiera pasado desapercibido, a los labios de Nahuel.
Ella no sabía mantener la calma ni actuar, no en esas situaciones, probablemente llevaría mejor una guerra que cualquier signo de romance, después de todo, la había criado un militar. Sin embargo, su cuerpo si reaccionó, y asintió levemente, porque, para que negarlo, después de todo, ella también habría querido besarlo. Pero no podía, no mientras fueran desconocidos, no mientras su servicio estaba rondando y vigilando, no mientras no estuviera segura de nada.
- ¿Desayunamos?.- musitó aun sonrojada, abriendo la puerta, dándole una última mirada tímida antes de traspasar el umbral y salir al pasillo, esperandolo frente a la puerta, con un suspiro.
Cuando el chico abrió las mantas y saltó al suelo, ella se levantó despacio y se mantuvo sentada, roja como un tomate, sin entender demasiado bien que había pasado bajo esas sábanas. Se tocó el oido, donde aun quedaban los últimos susurros que había oido, habían explotado la burbuja, Había despertado, Nunca Jamás había desaparecido, y ella, que volaba sobre el big ben, había caido de golpe sobre su cama, dandose cuenta de que ni Peter Pan, ni Campanilla, ni la sombra, ni piratas ni hadas, ni indios ni siernas, habían sido verdad.
Respiró hondo, nerviosa, y se levantó para coger su bata. La ató a su cintura mientras escuchaba los movimientos del chico a su espalda y se giró al oir un murmullo, una disculpa, que, en realidad, no lo era. Con la cara totalmente de color rojo, las orejas ardiendo y la vergüenza que no le permitía hablar, lo miró de reojo con la cabeza gacha.
¿Qué podía responder a eso? ¿que respondería cualquier otra persona? Tal vez una chica de barrios bajos o clase media se dejaría llevar, lo besaría hasta que dejasen de sentir los labios, hasta que estuvieran hinchados y rojos, pero ella no sabía hacer esas cosas, no la habían educado para dejarse llevar, lo más atrevido que había hecho nunca había sido ese roce, que esperaba hubiera pasado desapercibido, a los labios de Nahuel.
Ella no sabía mantener la calma ni actuar, no en esas situaciones, probablemente llevaría mejor una guerra que cualquier signo de romance, después de todo, la había criado un militar. Sin embargo, su cuerpo si reaccionó, y asintió levemente, porque, para que negarlo, después de todo, ella también habría querido besarlo. Pero no podía, no mientras fueran desconocidos, no mientras su servicio estaba rondando y vigilando, no mientras no estuviera segura de nada.
- ¿Desayunamos?.- musitó aun sonrojada, abriendo la puerta, dándole una última mirada tímida antes de traspasar el umbral y salir al pasillo, esperandolo frente a la puerta, con un suspiro.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Quise golpearme en la cabeza un montón de veces, hasta que se me quitase la tontería que llevaba encima. Beatrice se ató su bata para poder salir y que su pijama no quedase revelado a sus sirvientes y me miré mi propio pijama, aunque de propio tenía poco. Era un pijama largo, caliente y que cualquier hombre podía llevar si tenía mucho dinero en sus bolsillos. Suspiré, seguro que era adecuado que bajase a desayunar con él así, así que esperé a que Beatrice dijera algo por mi super pregunta o afirmación y asentí cuando preguntó si desayunábamos.
-Sí, mejor que bajemos.- La miré con una sonrisa, estaba muy hermosa cuando se ruborizaba, le daba un tono de calidez a su piel de las mejillas. Pasé por delante de ella y abrí la puerta despacio, asomando un poco mi cabeza por si había moros en la costa. El pasillo estaba completamente despejado y podía olerse el olor a café recién hecho. Sonreí y me giré un poco para mirarla. -Ya están despiertos tus criados.- Abrí la puerta para poder salir y caminé al lado de Bea por el largo pasillo lleno de habitaciones. Tenía curiosidad por abrir todas las puertas y ver lo que había detrás.
Bajé las escaleras y me hice el dubitativo, sería algo normal en la gente olvidar el camino en una casa que no era la suya, miré a Beatrice como buscando ayuda, tenía que disimular lo máximo posible. Bea me indicó el camino hasta que llegamos a la cocina, allí estaban la señora Marie y la chica que había intentado entrar en la habitación de Beatrice cuando estábamos dentro. -Buenos días ¡Qué bien huele!- El olor a café recién hecho me encantaba, al igual que el del pan tostado... Mi tripa rugió e hice un mohín, no quería que se escuchase mucho.
-Sí, mejor que bajemos.- La miré con una sonrisa, estaba muy hermosa cuando se ruborizaba, le daba un tono de calidez a su piel de las mejillas. Pasé por delante de ella y abrí la puerta despacio, asomando un poco mi cabeza por si había moros en la costa. El pasillo estaba completamente despejado y podía olerse el olor a café recién hecho. Sonreí y me giré un poco para mirarla. -Ya están despiertos tus criados.- Abrí la puerta para poder salir y caminé al lado de Bea por el largo pasillo lleno de habitaciones. Tenía curiosidad por abrir todas las puertas y ver lo que había detrás.
Bajé las escaleras y me hice el dubitativo, sería algo normal en la gente olvidar el camino en una casa que no era la suya, miré a Beatrice como buscando ayuda, tenía que disimular lo máximo posible. Bea me indicó el camino hasta que llegamos a la cocina, allí estaban la señora Marie y la chica que había intentado entrar en la habitación de Beatrice cuando estábamos dentro. -Buenos días ¡Qué bien huele!- El olor a café recién hecho me encantaba, al igual que el del pan tostado... Mi tripa rugió e hice un mohín, no quería que se escuchase mucho.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Salió tras él con un suspiro y cerró la puerta a sus espaldas, se sentía algo cansada, como si no hubiera dormido lo suficiente, pero tenía los ojos más abiertos de lo que los había tenido en meses. Sonrió al chico y frunció un poco el ceño, "criados" que palabra más horrible. Siempre lo había pensado, nunca llamaba criados a las personas que trabajaban en su casa, le parecía algo despectivo, no eran criados era... empleados, algunos más que eso, algunos se habían convertido en su familia, más que su familia propia.
- Por aquí.- le señaló con un dedo la dirección a la cocina, de la que salía un delicioso aroma a café, té y bollos recién hechos.- Buenos días.- saludó entrando y sentándose en una banqueta, justo detrás de Nahuel, que parecía entusiasmado.
Se mordió el labio inferior para evitar sonreir al mirarle de reojo, y miró a los presentes, Marie cocinaba frente al fogón y vigilaba el horno de reojo, y Adelaida miraba de un lado a otro como si no supiera que hacer. Bea suspiró y se levantó de su banqueta, aun debía quedar como un par de minutos para que todo estuviera listo, y debía hablar con ella. Se acercó a la puerta que daba al patio traseros, donde solía colgarse la ropa limpia y miró a la chica con una sonrisa calmada.
- Adelaida, ¿Puedes venir, por favor?.- preguntó saliendo fuera, abrazándose por el frío de la mañana. - ¿podemos hablar?- dijo sentandose en una banqueta de madera, aun con la calma reflejada en su cara. La chica asintió acercándose nerviosa y con cierto temblor.- no te asustes, no es nada grave.- Intentó tranquilizarla.- he escuchado en entrabas en mi dormitorio, estaba algo dormida, no he respondido, lo siento.- se disculpó.- pero por favor, no entres sin que te de permiso antes y ahora te he visto algo perdida, cuando no tengas tareas, o no sepas que hacer, busca a Elise, suele rondar por la casa pero acude al salón cuando suena esa campana.- le señaló la campanilla que había sobre el marco de la puerta y el cordel que las conectaba todas.- ella tiene una lista de tareas, te dirá que puedes hacer.- Adelaida parecía tranquila, el susto se le había pasado pronto al ver que la actitud de la mujer era apacible, calmada y razonable.- ahora entremos, aun hace frío.- se levantó temblando y entró a la cocina.
El desayuno estaba servido y olía maravillosamente bien, los dulces caseros que había sobre la mesa abrían el apetito y el café caliente llenaba la cocina con su olor. Se sentó junto a Nahuel y sirvió dos tazas de café cogiendo la cafetera, Adelaida, junto a la señora Marie sonreía tanquila.
- Esto huele delicioso.- comentó cogiendo un croissant de un montón en el centro de la mesa.
- Por aquí.- le señaló con un dedo la dirección a la cocina, de la que salía un delicioso aroma a café, té y bollos recién hechos.- Buenos días.- saludó entrando y sentándose en una banqueta, justo detrás de Nahuel, que parecía entusiasmado.
Se mordió el labio inferior para evitar sonreir al mirarle de reojo, y miró a los presentes, Marie cocinaba frente al fogón y vigilaba el horno de reojo, y Adelaida miraba de un lado a otro como si no supiera que hacer. Bea suspiró y se levantó de su banqueta, aun debía quedar como un par de minutos para que todo estuviera listo, y debía hablar con ella. Se acercó a la puerta que daba al patio traseros, donde solía colgarse la ropa limpia y miró a la chica con una sonrisa calmada.
- Adelaida, ¿Puedes venir, por favor?.- preguntó saliendo fuera, abrazándose por el frío de la mañana. - ¿podemos hablar?- dijo sentandose en una banqueta de madera, aun con la calma reflejada en su cara. La chica asintió acercándose nerviosa y con cierto temblor.- no te asustes, no es nada grave.- Intentó tranquilizarla.- he escuchado en entrabas en mi dormitorio, estaba algo dormida, no he respondido, lo siento.- se disculpó.- pero por favor, no entres sin que te de permiso antes y ahora te he visto algo perdida, cuando no tengas tareas, o no sepas que hacer, busca a Elise, suele rondar por la casa pero acude al salón cuando suena esa campana.- le señaló la campanilla que había sobre el marco de la puerta y el cordel que las conectaba todas.- ella tiene una lista de tareas, te dirá que puedes hacer.- Adelaida parecía tranquila, el susto se le había pasado pronto al ver que la actitud de la mujer era apacible, calmada y razonable.- ahora entremos, aun hace frío.- se levantó temblando y entró a la cocina.
El desayuno estaba servido y olía maravillosamente bien, los dulces caseros que había sobre la mesa abrían el apetito y el café caliente llenaba la cocina con su olor. Se sentó junto a Nahuel y sirvió dos tazas de café cogiendo la cafetera, Adelaida, junto a la señora Marie sonreía tanquila.
- Esto huele delicioso.- comentó cogiendo un croissant de un montón en el centro de la mesa.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Bea se percató de que me había quedado algo perdido por el lugar, su casa era tan grande que seguramente tuviera las dimensiones de casi todo mi barrio entero. Mi casa era como su cuarto de baño, de eso estaba completamente seguro. Seguí el camino que me indicó aunque no me hiciera falta, me sabía su casa como la propia palma de mi mano, cada línea, cada pasillo, cada peca... Me sabía cada peca de su cuerpo, aunque solo la hubiera visto desnuda una vez.
Entramos en la cocina, donde el olor hizo rugir de nuevo mis tripas. Marie estaba cocinando en el fogón, seguramente algo demasiado rico para mí. La otra muchacha estaba dejando sobre la mesa boles con frutos rojos, queso, bollería, mermelada y otras delicias. ¿Esto era el cielo? Yo me quería quedar aquí toda la vida. Quizás me quedase, podría colarme estando en Brave. -Gracias.- Le dije a Bea cuando me sirvió en un vaso un poco de café.
Beatrice llamó a parte a la chica llamada Adelaida. Seguramente le iba a regañar por lo que había sucedido en la habitación. ¿Qué hubiera pasado si nos hubiera pillado? Me moriría o del susto me hubiera transformado en mapache o quizás en panda rojo, que era más grande y podría asustarle. Aunque lo más propable era que pensase que nos habíamos acostado, que habíamos estado toda la noche amándonos, encontrándonos entre la oscuridad, que nuestros labios se habían desgastado por tanto besarse. Mordí mi labio mientras me servía en un plato un poco de fruta. Por muy apunto de besarnos que hubiéramos estado, dudaba que llegase a pasar algo más entre nosotros. Éramos de distintos mundos, aunque a ella eso le importase poco. Si alguna vez teníamos algo amoroso, iba a estar lleno de problemas, tanto por su parte, como por la mía.
Volvieron a entrar cuando ya me había terminado el bol de fruta, di otro sorbo al café y cogí un croissant del mismo montón del que había cogido Bea. -La fruta es deliciosa... Bueno, creo que todo está riquísimo.- Cogí un poco de queso y lo metí dentro del croissant. Di un mordisco, era una sensación muy rica. -¿Sueles tener tanto desayuno siempre? ¿O es solo porque estoy yo?- No quería hacerme el importante, pero quizás habían puesto más por mi presencia.
Entramos en la cocina, donde el olor hizo rugir de nuevo mis tripas. Marie estaba cocinando en el fogón, seguramente algo demasiado rico para mí. La otra muchacha estaba dejando sobre la mesa boles con frutos rojos, queso, bollería, mermelada y otras delicias. ¿Esto era el cielo? Yo me quería quedar aquí toda la vida. Quizás me quedase, podría colarme estando en Brave. -Gracias.- Le dije a Bea cuando me sirvió en un vaso un poco de café.
Beatrice llamó a parte a la chica llamada Adelaida. Seguramente le iba a regañar por lo que había sucedido en la habitación. ¿Qué hubiera pasado si nos hubiera pillado? Me moriría o del susto me hubiera transformado en mapache o quizás en panda rojo, que era más grande y podría asustarle. Aunque lo más propable era que pensase que nos habíamos acostado, que habíamos estado toda la noche amándonos, encontrándonos entre la oscuridad, que nuestros labios se habían desgastado por tanto besarse. Mordí mi labio mientras me servía en un plato un poco de fruta. Por muy apunto de besarnos que hubiéramos estado, dudaba que llegase a pasar algo más entre nosotros. Éramos de distintos mundos, aunque a ella eso le importase poco. Si alguna vez teníamos algo amoroso, iba a estar lleno de problemas, tanto por su parte, como por la mía.
Volvieron a entrar cuando ya me había terminado el bol de fruta, di otro sorbo al café y cogí un croissant del mismo montón del que había cogido Bea. -La fruta es deliciosa... Bueno, creo que todo está riquísimo.- Cogí un poco de queso y lo metí dentro del croissant. Di un mordisco, era una sensación muy rica. -¿Sueles tener tanto desayuno siempre? ¿O es solo porque estoy yo?- No quería hacerme el importante, pero quizás habían puesto más por mi presencia.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Sonrió a Nahuel tomando un croissant y comenzó a comre con calma, le encantaban los dulces recién hechos, y la fruta en época de lluvias, si algo bueno había en París, eran los dulces, la comida era bastante mejor que en su amada inglaterra, debía reconocerlo. Allí lo unico que le parecía delicioso era el té, pero la comida, lo que era la sustancia, todo le parecía bastante rancio. Aunque posiblemente fuera porque se había acostumbrado a las recetas francesas e italianas, las italianas, sobre todo, eran deliciosas.
Miró al chico de reojo, sonriendo un poco cuando el mencionó que todo estaba rico, sin duda, tenía razón, Marie era una artista, comió una tostada con mermelada de arándanos, su preferida, del huerto que Marie cuidaba con tanto mimo, como hobbie, y del que sacaba sus deliciosas mermeladas. Tosió un poco y bebió un sorbo de su café para pasar la tostada, se limpió los labios con una servilleta y lo miró con una ligera sonrisa.
- Normalmente solo tomó un café o un té, y algo de fruta, nunca desayuno tanto, no es divertido comer sola.- sonrió como unica explicación antes de que se escuchara un fuerte estruendo en el piso de arriba.- ¿Qué...?
Dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó apartando la silla con cuidado. Debía ir a ver, Marie intentó detenerla, prefería que subiera alguien de servicio, pero no podía permitirlo, tal vez era Brave, que había roto algu jugando. Se giró a Nahuel y lo invitó a seguirla son una sonrisa, como si le fuera a contar un secreto, y, si veían a su pequeño y adorable mapache, así sería.
Subió las escaleras con lentitud y escuchó, nuevamente, sonidos desde su cuarto, abrió la puerta despacio, esperando que Brave no escapase. Sintió el viento frío de la ventana atravesar su ropa y vio el viento elevar las cortinas, los cristales repartidos por el suelo le llamaron la atención, alzó la vista, la ventana abiera dejaba entrever la sombra de alguien en la ventana, el cielo, nublado desde que había amanecido, soltó un fuerte trueno que iluminó la cara con colmillo que, con un lazo suyo en la mano, sonrió antes de saltar.
- No.- dijo la joven apresurada acercándose a la ventana, pisando los cristales con sus zapatillas, justo cuando la lluvia comenzaba a caer. Miró alejarse al vampiro con una mano sobre la madera intacta de la ventana, los habían encontrado.- que no lo sepan.- murmuró.- por favor, no se lo digas.- se giró con ojos abiertos y llorosos por el pánico, hacia Nahuel.- no quiero que tengan miedo, lo arreglaré, pero... por favor, no se lo cuentes.- murmuró mientras el viento, tras ella, le azotaba la espalda.
Miró al chico de reojo, sonriendo un poco cuando el mencionó que todo estaba rico, sin duda, tenía razón, Marie era una artista, comió una tostada con mermelada de arándanos, su preferida, del huerto que Marie cuidaba con tanto mimo, como hobbie, y del que sacaba sus deliciosas mermeladas. Tosió un poco y bebió un sorbo de su café para pasar la tostada, se limpió los labios con una servilleta y lo miró con una ligera sonrisa.
- Normalmente solo tomó un café o un té, y algo de fruta, nunca desayuno tanto, no es divertido comer sola.- sonrió como unica explicación antes de que se escuchara un fuerte estruendo en el piso de arriba.- ¿Qué...?
Dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó apartando la silla con cuidado. Debía ir a ver, Marie intentó detenerla, prefería que subiera alguien de servicio, pero no podía permitirlo, tal vez era Brave, que había roto algu jugando. Se giró a Nahuel y lo invitó a seguirla son una sonrisa, como si le fuera a contar un secreto, y, si veían a su pequeño y adorable mapache, así sería.
Subió las escaleras con lentitud y escuchó, nuevamente, sonidos desde su cuarto, abrió la puerta despacio, esperando que Brave no escapase. Sintió el viento frío de la ventana atravesar su ropa y vio el viento elevar las cortinas, los cristales repartidos por el suelo le llamaron la atención, alzó la vista, la ventana abiera dejaba entrever la sombra de alguien en la ventana, el cielo, nublado desde que había amanecido, soltó un fuerte trueno que iluminó la cara con colmillo que, con un lazo suyo en la mano, sonrió antes de saltar.
- No.- dijo la joven apresurada acercándose a la ventana, pisando los cristales con sus zapatillas, justo cuando la lluvia comenzaba a caer. Miró alejarse al vampiro con una mano sobre la madera intacta de la ventana, los habían encontrado.- que no lo sepan.- murmuró.- por favor, no se lo digas.- se giró con ojos abiertos y llorosos por el pánico, hacia Nahuel.- no quiero que tengan miedo, lo arreglaré, pero... por favor, no se lo cuentes.- murmuró mientras el viento, tras ella, le azotaba la espalda.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Di por terminado mi parte del desayuno, no quería abusar de su hospitalidad ni de las ricuras que había por toda la mesa terminándomelas, quizás, después de mí, comiesen las empleadas del hogar que habían cocinado todo esto. ¿Ellas comían de esta comida? Desconocía aquello, así que me terminé el café y mientras me pasaba la lengua por el labio superior para limpiarme el bigote que el café me había dejado, escuché a Beatrice. –Puedes invitarme siempre que quieras a desayunar contigo, será todo un placer.- Dije con una sonrisa, hasta que esta se me quitó de la cara al escuchar un ruido.
¿Qué o quién podría haber provocado ese golpe? Había sido el sonido igual que unos cristales rotos, quizás hubiera sido algún niño jugando con piedras o con un balón, pero el olor que me llegó mientras seguía a Beatrice por las escaleras, me hizo romper toda aquella ilusión. Olía a muerto. ¿Un muerto de día? El cielo estaba completamente negro por la tormenta, así que supongo que sí que podrían salir si no había ni un solo rayo de Sol. Ya más cerca de la habitación, se empezaron a oír más ruidos. Yo sabía lo que era, pero tampoco podía defenderla a ella. ¿Qué podía hacer un mapache contra un vampiro? Nada, no tenía ni una mísera oportunidad. Maldita suerte la mía que me había tocado transformarme en mapache y no en un León o en algún animal más poderoso.
Entramos en la habitación y vimos los cristales en el suelo, el fuego de la chimenea se había apagado por el viento. Justo en el alfeizar de la ventana, estaba un vampiro con un lazo de Beatrice en la mano. Nos sonrió a ambos, mostrándonos los colmillos antes de saltar. Me quedé helado. Nos habían encontrado o más bien, la habían encontrado a ella, seguramente la estuvieran persiguiendo desde ayer, porque ella había matado a uno de los suyos para salvar mi vida. Tragué saliva y me acerqué hasta ella, que había corrido hasta asomarse a la ventana. Se giró para poder mirarme y me suplicó que no se lo contase a nadie. Asentí y la abracé con fuerza, era lo único que podía hacer, porque ahora mismo, no me salían las palabras. Mi mente estaba maquinando un plan. No iba a descansar hasta que Bea estuviera a salvo. Tenía que hablar con mis amigos cambiantes, tenían que vigilar a Beatrice, seguro que si les sobornaba con comida aceptaban. Ella no iba a estar sola en ningún momento, ni siquiera dentro de su casa. Siempre se podía colar algún que otro pajarillo, o gato o perro. Por el bosque podían perseguirla los roedores, los murciélagos e incluso, los caballos. Tenía que tener todas las zonas cubiertas, y tenía que empezar ahora. – Me tengo que ir… Tengo que… hacer unas cosas. Prometo que volveremos a vernos ¿Vale?-
La solté y recorrí media habitación, dispuesto a marcharme para llevar a cabo mi plan de protegerla, pero me paré en seco. No se merecía una despedida así, ella había sido demasiado amable conmigo, no se merecía eso. Me di la vuelta y volví sobre mis pasos casi a zancadas, hasta que la tuve cerca, agarré su cabeza y la elevé con mis manos, para después besar sus labios. Me separé a los pocos segundos y sonreí. – Adiós, Beatrice.- Acaricié su mejilla con cariño y salí, era consciente de que estaba en pijama, por lo que me metí en la habitación, me desnudé, abrí la ventana y salí fuera, convertido en mapache.
¿Qué o quién podría haber provocado ese golpe? Había sido el sonido igual que unos cristales rotos, quizás hubiera sido algún niño jugando con piedras o con un balón, pero el olor que me llegó mientras seguía a Beatrice por las escaleras, me hizo romper toda aquella ilusión. Olía a muerto. ¿Un muerto de día? El cielo estaba completamente negro por la tormenta, así que supongo que sí que podrían salir si no había ni un solo rayo de Sol. Ya más cerca de la habitación, se empezaron a oír más ruidos. Yo sabía lo que era, pero tampoco podía defenderla a ella. ¿Qué podía hacer un mapache contra un vampiro? Nada, no tenía ni una mísera oportunidad. Maldita suerte la mía que me había tocado transformarme en mapache y no en un León o en algún animal más poderoso.
Entramos en la habitación y vimos los cristales en el suelo, el fuego de la chimenea se había apagado por el viento. Justo en el alfeizar de la ventana, estaba un vampiro con un lazo de Beatrice en la mano. Nos sonrió a ambos, mostrándonos los colmillos antes de saltar. Me quedé helado. Nos habían encontrado o más bien, la habían encontrado a ella, seguramente la estuvieran persiguiendo desde ayer, porque ella había matado a uno de los suyos para salvar mi vida. Tragué saliva y me acerqué hasta ella, que había corrido hasta asomarse a la ventana. Se giró para poder mirarme y me suplicó que no se lo contase a nadie. Asentí y la abracé con fuerza, era lo único que podía hacer, porque ahora mismo, no me salían las palabras. Mi mente estaba maquinando un plan. No iba a descansar hasta que Bea estuviera a salvo. Tenía que hablar con mis amigos cambiantes, tenían que vigilar a Beatrice, seguro que si les sobornaba con comida aceptaban. Ella no iba a estar sola en ningún momento, ni siquiera dentro de su casa. Siempre se podía colar algún que otro pajarillo, o gato o perro. Por el bosque podían perseguirla los roedores, los murciélagos e incluso, los caballos. Tenía que tener todas las zonas cubiertas, y tenía que empezar ahora. – Me tengo que ir… Tengo que… hacer unas cosas. Prometo que volveremos a vernos ¿Vale?-
La solté y recorrí media habitación, dispuesto a marcharme para llevar a cabo mi plan de protegerla, pero me paré en seco. No se merecía una despedida así, ella había sido demasiado amable conmigo, no se merecía eso. Me di la vuelta y volví sobre mis pasos casi a zancadas, hasta que la tuve cerca, agarré su cabeza y la elevé con mis manos, para después besar sus labios. Me separé a los pocos segundos y sonreí. – Adiós, Beatrice.- Acaricié su mejilla con cariño y salí, era consciente de que estaba en pijama, por lo que me metí en la habitación, me desnudé, abrí la ventana y salí fuera, convertido en mapache.
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Re: Terrores nocturnos {Nahuel}
Se acurrucó, temblando, en los brazos de Nahuel, ¿cómo los había encontrado? ¿Por qué? Solo eran dos personas que habían huido de todo un banquete que habían tenido la noche anterior. Respirando hondo, sostuvo el pijama del chico con puños apretados, y puso la cabeza en su pecho, intentando calmarse, debía hacer algo, lo sabía, pero tenía el miedo en el cuerpo, y hasta que, al menos, no dejase de temblar, no podía bajar a hablar con el servicio. ¿Qué les diría?
Tragó saliva, y notó que Nahuel se alejaba, con prisas, tenía que irse. Nerviosa, aun, asustada, soltó su agarre al notar el dolor en sus puños, y tomó aire intentando poner una sonrisa, que no logró ocultar su temor. Lo conocía de una noche, pero le había salvado la vida al mostrarle la salida, por estúpido que pareciera, tenerlo cerca la tranquilizaba y la hacía sentir segura.
- Ah... claro...- musitó poniendo sus manos a su espalda, nerviosa y haciendo fuerza para que el miedo no la hiciera volver a abrazarlo.- por favor, vuelve cuando quieras.- dijo jugando con sus dedos, a la espalda. aun peleando por no caerse.
Lo vio alejarse con ojos abiertos de pánico, esperaba que no le pasara nada, tal vez lo había metido en un lío mayor al haberlo llevado con ella, respiró hondo y apartó la mirada, tal vez debiera contratar a un cazador, o avisar a Varek, el que conoció en la fiesta que celebró su madres semanas atrás, antes de volver a marcharse. No lo sabía, pero no quería un vampiro suelo rondando a un amigo, a la gente que vivía en la casa, y a ella misma.
Lo miró de reojo, plantada, con la mente dándole vueltas, qué podía hacer ella a parte de reparar la ventana, al final, ni todo el dinero del mundo servía para nada cuando te enfrentabas al mundo sobrenatural. El peligro estaba en cada esquina, y ella, a partir de esa noche, dormiría con un florete bajo su almohada. Pondría ajo en todas las puertas, desde las del cuarto de servicio hasta en las ventanas. Los cuentos mentían, los vampiros podían entrar a un hogar sin invitación, así no había forma de sentirse en paz, ni en su propia casa.
Escuchó los pasos de Nahuel acercarse, de vuela apresurados, y alzó la cabeza a tiempo de verlo acercarse con grandes y apresurados pasos. Notó sus manos en sus mejillas, alzando algo más su cuello, y sintió los labios de él sobre los suyos, apresurados, dulces, antes de que se separase. En estado de shock, lo vio marcharse del cuarto, tras dejar una caricia en su mejilla. La sorpresa había desviado su atención, alejándo el susto de momentos antes.
Se dejó resvalar al suelo, con el pelo revuelto, el camisón mal cerrado, las mejillas rojas y una mano sobre los labios donde aun había un cierto cosquilleo, recuerdo del beso. "¿Qué ha sido eso?" se preguntó a si misma, aun sin hilar un solo pensamiento cabal. Soltó un soplido y notó un pinchazo en la mano. Se había cortado. Llevó su dedo a su boca y lamió la herida, cierto, no era todo de color de rosa.
Se levantó en dirección a la cocina, era urgente arreglar esa ventana. Salió por la puerta de atrás y cogió una piedra del jardín, diría que era cosa de niños, lo que fuera con tal de que no cundiera el pánico, no, no podía dejar que atemorizasen y detuvieran su vida, si algo molestaba a quien intenta asustar a alguien, es que no se tomen en serio las amenazas. Mientras avanzaba por el pasillo dirección a la cocina, miró un segundo la puerta del frente, por la que, suponía, habría salido Nahuel, ¿Cuándo volvería a verle?
Tragó saliva, y notó que Nahuel se alejaba, con prisas, tenía que irse. Nerviosa, aun, asustada, soltó su agarre al notar el dolor en sus puños, y tomó aire intentando poner una sonrisa, que no logró ocultar su temor. Lo conocía de una noche, pero le había salvado la vida al mostrarle la salida, por estúpido que pareciera, tenerlo cerca la tranquilizaba y la hacía sentir segura.
- Ah... claro...- musitó poniendo sus manos a su espalda, nerviosa y haciendo fuerza para que el miedo no la hiciera volver a abrazarlo.- por favor, vuelve cuando quieras.- dijo jugando con sus dedos, a la espalda. aun peleando por no caerse.
Lo vio alejarse con ojos abiertos de pánico, esperaba que no le pasara nada, tal vez lo había metido en un lío mayor al haberlo llevado con ella, respiró hondo y apartó la mirada, tal vez debiera contratar a un cazador, o avisar a Varek, el que conoció en la fiesta que celebró su madres semanas atrás, antes de volver a marcharse. No lo sabía, pero no quería un vampiro suelo rondando a un amigo, a la gente que vivía en la casa, y a ella misma.
Lo miró de reojo, plantada, con la mente dándole vueltas, qué podía hacer ella a parte de reparar la ventana, al final, ni todo el dinero del mundo servía para nada cuando te enfrentabas al mundo sobrenatural. El peligro estaba en cada esquina, y ella, a partir de esa noche, dormiría con un florete bajo su almohada. Pondría ajo en todas las puertas, desde las del cuarto de servicio hasta en las ventanas. Los cuentos mentían, los vampiros podían entrar a un hogar sin invitación, así no había forma de sentirse en paz, ni en su propia casa.
Escuchó los pasos de Nahuel acercarse, de vuela apresurados, y alzó la cabeza a tiempo de verlo acercarse con grandes y apresurados pasos. Notó sus manos en sus mejillas, alzando algo más su cuello, y sintió los labios de él sobre los suyos, apresurados, dulces, antes de que se separase. En estado de shock, lo vio marcharse del cuarto, tras dejar una caricia en su mejilla. La sorpresa había desviado su atención, alejándo el susto de momentos antes.
Se dejó resvalar al suelo, con el pelo revuelto, el camisón mal cerrado, las mejillas rojas y una mano sobre los labios donde aun había un cierto cosquilleo, recuerdo del beso. "¿Qué ha sido eso?" se preguntó a si misma, aun sin hilar un solo pensamiento cabal. Soltó un soplido y notó un pinchazo en la mano. Se había cortado. Llevó su dedo a su boca y lamió la herida, cierto, no era todo de color de rosa.
Se levantó en dirección a la cocina, era urgente arreglar esa ventana. Salió por la puerta de atrás y cogió una piedra del jardín, diría que era cosa de niños, lo que fuera con tal de que no cundiera el pánico, no, no podía dejar que atemorizasen y detuvieran su vida, si algo molestaba a quien intenta asustar a alguien, es que no se tomen en serio las amenazas. Mientras avanzaba por el pasillo dirección a la cocina, miró un segundo la puerta del frente, por la que, suponía, habría salido Nahuel, ¿Cuándo volvería a verle?
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
- Mensajes : 304
Fecha de inscripción : 16/04/2015
Localización : París/Francia
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