AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
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Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
Que buen vino he escogido.
Un magnifico Burdeos, de una añada perfecta. Mientras saboreaba la magnifica carne y leía entretenida mi correspondencia, veía pasar de aquí para allá a los camareros.
Sola comer entre semana en este restaurante, pero hoy estaba especialmente vacío.
Me puse a pensar en la nueva producción del teatro, Ifigenia en tauríde. Que poco me gustaba esa ópera de Gluck.
De pronto, un atractivo y misterioso hombre entro en el local…
Un magnifico Burdeos, de una añada perfecta. Mientras saboreaba la magnifica carne y leía entretenida mi correspondencia, veía pasar de aquí para allá a los camareros.
Sola comer entre semana en este restaurante, pero hoy estaba especialmente vacío.
Me puse a pensar en la nueva producción del teatro, Ifigenia en tauríde. Que poco me gustaba esa ópera de Gluck.
De pronto, un atractivo y misterioso hombre entro en el local…
Última edición por Medea Makropulos el Lun Dic 20, 2010 11:16 am, editado 1 vez
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
Aquella noche, lejos de parecer hermosa y plagada de misterio, la había pasado trabajando. Aún no eran las siete de la tarde cuando ya había anochecido por completo, y por tanto, no me importó salir de mi cascarón. El otño había entrado de lleno, pues. Sin embargo, y puestos a juzgar por el enfado que llevaba encima, no debería haberlo hecho.
Por eso, por esto es por lo que decidí cerrar el teatro aquella vez, pensé. Por esta misma razón.
Desde las siete y media había estado en el teatro, y desde entonces, no había parado de un lado a otro. Al dar las diez en el reloj, decidí cerrar el teatro por aquella noche. Tenía más sed de sangre que nunca. Estaba deseoso de encontrar a una bella dama que hiciese las veces de alimento y jueguete sexual y a la que pudiera llenar de placer aquella noche de otoño. Así pues, caminaba por la calle con el ceño fruncido en busca de alguna belleza dispuesta a satisfacerme. Muy lejos de ésto, lo que encontré al cruzar por una tienda de espejos, fue el reflejo de un hombre de caracteres vampíricos pero de expresión mortal. Aquella noche, si hubiese sido humano, habría envejecido. Las últimas horas habían sido perfectamente calificables de humanas, sin duda. Y por ello, decidí descansar de mí mismo y apaciguar mis ánimos. Tenía sed, y muchas ganas de una mujer, pero no era razón para dejar escapar toda la ira contenida a causa del trabajo.
Si había algo o alguien que se podía interponer en mi camino entonces, esa era ella. Al verla a través del cristal de la Maison de la Cour, sentada en una mesa en solitario y ojeando la carta de vinos, no pude evitar entrar. Mis ansias de sed se debilitaron, y decidí que cambiaría aquella noche de pasión y sangre que estaba buscando por una charla tranquila y una noche de vino.
Cuando entré y su vista se fijó en mí, supe que no me había reconocido. En realidad, era lógico y así lo esperaba, puesto que ya habían pasado casi veinte años desde aquella vez que nos conocimos. Nos presentaron de una manera muy fugaz, dándome apenas su apellido y unos pocos datos sobre su procedencia. Lo único que recordaba, de hecho, era que era griega y que su voz parecía tejida en el cielo. Aquella vez, después de decirme su nombre, la instaron a aparecer en el escenario en el que yo tocaba el piano. Lo recordaba perfectamente; yo, junto con mi maitre, interpretamos una hermosa melodía de Verdi mientras era ella quien ponía voz a Aída.
Una media sonrisa apareció en mi rostro y me acerqué con paso lento a saludarla.
-Bonnuit, mademoiselle Makropulos -le dije.- ¿Está libre este asiento?
Por eso, por esto es por lo que decidí cerrar el teatro aquella vez, pensé. Por esta misma razón.
Desde las siete y media había estado en el teatro, y desde entonces, no había parado de un lado a otro. Al dar las diez en el reloj, decidí cerrar el teatro por aquella noche. Tenía más sed de sangre que nunca. Estaba deseoso de encontrar a una bella dama que hiciese las veces de alimento y jueguete sexual y a la que pudiera llenar de placer aquella noche de otoño. Así pues, caminaba por la calle con el ceño fruncido en busca de alguna belleza dispuesta a satisfacerme. Muy lejos de ésto, lo que encontré al cruzar por una tienda de espejos, fue el reflejo de un hombre de caracteres vampíricos pero de expresión mortal. Aquella noche, si hubiese sido humano, habría envejecido. Las últimas horas habían sido perfectamente calificables de humanas, sin duda. Y por ello, decidí descansar de mí mismo y apaciguar mis ánimos. Tenía sed, y muchas ganas de una mujer, pero no era razón para dejar escapar toda la ira contenida a causa del trabajo.
Si había algo o alguien que se podía interponer en mi camino entonces, esa era ella. Al verla a través del cristal de la Maison de la Cour, sentada en una mesa en solitario y ojeando la carta de vinos, no pude evitar entrar. Mis ansias de sed se debilitaron, y decidí que cambiaría aquella noche de pasión y sangre que estaba buscando por una charla tranquila y una noche de vino.
Cuando entré y su vista se fijó en mí, supe que no me había reconocido. En realidad, era lógico y así lo esperaba, puesto que ya habían pasado casi veinte años desde aquella vez que nos conocimos. Nos presentaron de una manera muy fugaz, dándome apenas su apellido y unos pocos datos sobre su procedencia. Lo único que recordaba, de hecho, era que era griega y que su voz parecía tejida en el cielo. Aquella vez, después de decirme su nombre, la instaron a aparecer en el escenario en el que yo tocaba el piano. Lo recordaba perfectamente; yo, junto con mi maitre, interpretamos una hermosa melodía de Verdi mientras era ella quien ponía voz a Aída.
Una media sonrisa apareció en mi rostro y me acerqué con paso lento a saludarla.
-Bonnuit, mademoiselle Makropulos -le dije.- ¿Está libre este asiento?
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
El hombre, de un atractivo impresionante poso sus ojos en mí. Con una mirada recta y singular continué mirándolo. De pronto, sus pasos se encaminaron hacia mí. A medida que se acercaba me parecía mas y mas atractivo. Tenía unos ojos impresionantes, y un pelo que parecía bañado en oro. Inhale el aire profundamente. Era vampiro…
Me saludó profusamente. Yo seguía mirándole de la misma forma que antes. Algo altiva, la verdad. Había que tener muchos ojos con los vampiros. Tratar con ellos era como moverse en un estanque repleto de pirañas del Amazonas. Claro que una anaconda como yo no se sentía demasiado insegura entre aquellos especimenes. Casi se podía decir que nos alimentábamos de las mismas presas, solo que de forma distinta.
Su cara me empezó a resultar familiar, lo que me preocupó. Cuando un vampiro se acerca a ti, es que desea algo. Los vampiros siempre desean algo.
-Depende-dije, sin que me temblara la voz un segundo. Le di un ligero sorbo al vino y volví a mirarle a los ojos.
-depende de si tiene fuego-le dije, con una gran sonrisa mientras arqueaba una ceja.
Saque un largo cigarro de un tono marrón, con una boquilla negra y alargada. La engarcé a mi dedo, como si fuera un anillo. No me gustaba fumar tocando el cigarrillo. Me resultaba de lo más vulgar. Me di cuenta de la partitura de la obra en cuestion de Gluck estaba sobre la mesa. con un rapido movimiento la oculte, poniendo la carta de vinos sobre ella.
Me saludó profusamente. Yo seguía mirándole de la misma forma que antes. Algo altiva, la verdad. Había que tener muchos ojos con los vampiros. Tratar con ellos era como moverse en un estanque repleto de pirañas del Amazonas. Claro que una anaconda como yo no se sentía demasiado insegura entre aquellos especimenes. Casi se podía decir que nos alimentábamos de las mismas presas, solo que de forma distinta.
Su cara me empezó a resultar familiar, lo que me preocupó. Cuando un vampiro se acerca a ti, es que desea algo. Los vampiros siempre desean algo.
-Depende-dije, sin que me temblara la voz un segundo. Le di un ligero sorbo al vino y volví a mirarle a los ojos.
-depende de si tiene fuego-le dije, con una gran sonrisa mientras arqueaba una ceja.
Saque un largo cigarro de un tono marrón, con una boquilla negra y alargada. La engarcé a mi dedo, como si fuera un anillo. No me gustaba fumar tocando el cigarrillo. Me resultaba de lo más vulgar. Me di cuenta de la partitura de la obra en cuestion de Gluck estaba sobre la mesa. con un rapido movimiento la oculte, poniendo la carta de vinos sobre ella.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
La mirada de aquella mujer se posó en mí con fingido desinterés. Seguía sin reconocerme. Sería un placer para mí hacerla recordar cuál fue el momento. Al menos, tenía la esperanza de que su opinión sobre aquella interpretación fuera buena. No podía ser de otra manera, sin embargo, porque Zouis me había acompañado. Y él era perfecto, más aún cuando se hablaba de música. Tan sólo podía comprobarlo hablando yo mismo.
Mostré una media sonrisa ante su comentario. No, no llevaba fósforos encima. Era un caballero, y como tal, tan sólo necesitaba fuego las noches de fiesta. Y hoy no era una de ellas. Sin embargo, me pareció demasiado ordinario decirle aquello a la bella griega. Levanté una mano e hice llamar al garçon que deambulaba por el restaurante.
-La mademoiselle desea encender su cigarro -dije sin más. El camarero asintió y buscó algo entre el único bolsillo que poseía su semidelantal, y sacó una caja de cerillas de él, abriéndola para ofrecérsela a la dama.
Sonreí al caballero a modo de agradecimiento y esperé la respuesta de la mademoiselle, quien permanecía ocupada encendiendo su cigarro. Levanté la silla unos centímetros del suelo y me senté en ella con una sonrisa.
-Pocas mujeres fuman hoy en día -comenté.- Aunque supongo que es un signo de distinción que vos, mademoiselle, os podéis permitir. -Ojeé la carta de vinos desinteresadamente, aunque ciertamente ya sabía lo que iba a pedir. Nunca había ninguno tan bueno como el que acostumbraba a beber en las ocasiones especiales. Y aquella noche, por qué no, era una de ellas. -Imagino, sin embargo, que será perjudicial para vuestras exquisitas cuerdas vocales, y creo que eso es algo que preciáis en cuidar.
Antes de que el camarero se marchara, le mostré la carta señalando el vino en cuestión. Le pedí dos copas y utilicé mi persuasión al decirle que quería la primera botella. Quizá hubiese sido una descortesía por mi parte no preguntar a la mujer qué era lo que deseaba, pero estaba tan seguro de que aquella elección satisfacería su paladar que no me importó.
Mostré una media sonrisa ante su comentario. No, no llevaba fósforos encima. Era un caballero, y como tal, tan sólo necesitaba fuego las noches de fiesta. Y hoy no era una de ellas. Sin embargo, me pareció demasiado ordinario decirle aquello a la bella griega. Levanté una mano e hice llamar al garçon que deambulaba por el restaurante.
-La mademoiselle desea encender su cigarro -dije sin más. El camarero asintió y buscó algo entre el único bolsillo que poseía su semidelantal, y sacó una caja de cerillas de él, abriéndola para ofrecérsela a la dama.
Sonreí al caballero a modo de agradecimiento y esperé la respuesta de la mademoiselle, quien permanecía ocupada encendiendo su cigarro. Levanté la silla unos centímetros del suelo y me senté en ella con una sonrisa.
-Pocas mujeres fuman hoy en día -comenté.- Aunque supongo que es un signo de distinción que vos, mademoiselle, os podéis permitir. -Ojeé la carta de vinos desinteresadamente, aunque ciertamente ya sabía lo que iba a pedir. Nunca había ninguno tan bueno como el que acostumbraba a beber en las ocasiones especiales. Y aquella noche, por qué no, era una de ellas. -Imagino, sin embargo, que será perjudicial para vuestras exquisitas cuerdas vocales, y creo que eso es algo que preciáis en cuidar.
Antes de que el camarero se marchara, le mostré la carta señalando el vino en cuestión. Le pedí dos copas y utilicé mi persuasión al decirle que quería la primera botella. Quizá hubiese sido una descortesía por mi parte no preguntar a la mujer qué era lo que deseaba, pero estaba tan seguro de que aquella elección satisfacería su paladar que no me importó.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
-Oh, ¿Esto?
Dije señalando al humeante cigarrillo con la mirada.
-Es una fea costumbre que adopte tras vivir en oriente. El humo del tabaco es tan natural para los árabes como el aire en nuestros pulmones.
Sabía que fumar era algo vetado a las mujeres. Pero mi dinero era un escudo poderoso, y mi clase era otro que lo era aún más. Las miradas impertérritas de asombro se escondían huidizas cuando observaban mis joyas y mi elegancia, y más aún cuando conocían mi nombre. Nadie conocía el porque, pero saltaba a la vista que madame Makropulos no seguía las estúpidas convenciones sociales.
Quien osara intentar obligarme a cumplirlas temblaría ante mi ira.
Las formas del apuesto caballero eran tan exquisitas que empecé a caer en la cuenta de algunas cosas. Su voz me era sumamente familiar… y sus ojos, profundos y extraños, como las cuevas oscuras donde habitan los demonios.
-Os interesáis por mi instrumento-Dije, acariciándome la garganta con suavidad, lentamente.
-Supongo entonces que me habréis reconocido por los carteles. Aunque también puede que os hayan alertado de mi presencia en la ciudad. El refinado circulo de amistades que seguro tendréis estará al tanto de los acontecimientos artísticos de mayor calado. Pero resulta que el mío también.
Sonreí con una mueca parecida a la maldad. Mis cejas se arquearon mientras mi mano derecha recorría con pasividad la suavidad de mi vestido de encajes negro. Descrucé las piernas mientras el camarero se acercaba con el vino y nos lo servía.
-Por eso mismo conozco tus nuevas aventuras… Dimitri.
Mis ojos se dirigieron a los suyos con interés mientras le daba una calada al cigarrillo a través de la estilizada boquilla.
Dije señalando al humeante cigarrillo con la mirada.
-Es una fea costumbre que adopte tras vivir en oriente. El humo del tabaco es tan natural para los árabes como el aire en nuestros pulmones.
Sabía que fumar era algo vetado a las mujeres. Pero mi dinero era un escudo poderoso, y mi clase era otro que lo era aún más. Las miradas impertérritas de asombro se escondían huidizas cuando observaban mis joyas y mi elegancia, y más aún cuando conocían mi nombre. Nadie conocía el porque, pero saltaba a la vista que madame Makropulos no seguía las estúpidas convenciones sociales.
Quien osara intentar obligarme a cumplirlas temblaría ante mi ira.
Las formas del apuesto caballero eran tan exquisitas que empecé a caer en la cuenta de algunas cosas. Su voz me era sumamente familiar… y sus ojos, profundos y extraños, como las cuevas oscuras donde habitan los demonios.
-Os interesáis por mi instrumento-Dije, acariciándome la garganta con suavidad, lentamente.
-Supongo entonces que me habréis reconocido por los carteles. Aunque también puede que os hayan alertado de mi presencia en la ciudad. El refinado circulo de amistades que seguro tendréis estará al tanto de los acontecimientos artísticos de mayor calado. Pero resulta que el mío también.
Sonreí con una mueca parecida a la maldad. Mis cejas se arquearon mientras mi mano derecha recorría con pasividad la suavidad de mi vestido de encajes negro. Descrucé las piernas mientras el camarero se acercaba con el vino y nos lo servía.
-Por eso mismo conozco tus nuevas aventuras… Dimitri.
Mis ojos se dirigieron a los suyos con interés mientras le daba una calada al cigarrillo a través de la estilizada boquilla.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
Sorprendido ante las palabras de la griega, volví a sonreír y centré mi mirada en aquel par de oscuros ojos. Eran tan mediterráneos como el primer día que los ví.
-Ciertamente, mademoiselle, ha sido una descortesía por mi parte no presentarme, pero sabía que antes o después reconoceríais a este rostro que no cambia nunca. Dejadme que os diga, igualmente, que el vuestro se mantiene exactamente igual que entonces. -en aquel momento, el camarero nos trajo las copas y se marchó una vez le hube mostrado un gesto de agradecimiento- Recordáis mi nombre, pues -dije. Lo afirmaba, más que preguntarlo.- No es difícil que recordéis, entonces, quién era mi acompañante aquella vez que nos subimos juntos al escenario. Él y yo tocábamos el piano a cuatro manos mientras vos érais la más bella Aída que he visto jamás.
Tomé la copa y la moví con suavidad, dejando que el olor subiera por mis fosas nasales e hiciera el líquido que contenía más apetecible aún, si cabía.
-Es el mejor vino francés, mademoiselle. Château Petrus. -levanté la copa lentamente y antes de llevármela a los labios volví a hablar- La ocasión lo merece. Brindemos por vos, mademoiselle. Por vos y por los negocios de los que tenemos que hablar.
Dicho esto, entrechoqué su copa con la mía y disfruté del mejor sabor que podía ofrecer un restaurante de la tierra en aquella época. Mejor, con permiso de mis víctimas, que la sangre.
-Ciertamente, mademoiselle, ha sido una descortesía por mi parte no presentarme, pero sabía que antes o después reconoceríais a este rostro que no cambia nunca. Dejadme que os diga, igualmente, que el vuestro se mantiene exactamente igual que entonces. -en aquel momento, el camarero nos trajo las copas y se marchó una vez le hube mostrado un gesto de agradecimiento- Recordáis mi nombre, pues -dije. Lo afirmaba, más que preguntarlo.- No es difícil que recordéis, entonces, quién era mi acompañante aquella vez que nos subimos juntos al escenario. Él y yo tocábamos el piano a cuatro manos mientras vos érais la más bella Aída que he visto jamás.
Tomé la copa y la moví con suavidad, dejando que el olor subiera por mis fosas nasales e hiciera el líquido que contenía más apetecible aún, si cabía.
-Es el mejor vino francés, mademoiselle. Château Petrus. -levanté la copa lentamente y antes de llevármela a los labios volví a hablar- La ocasión lo merece. Brindemos por vos, mademoiselle. Por vos y por los negocios de los que tenemos que hablar.
Dicho esto, entrechoqué su copa con la mía y disfruté del mejor sabor que podía ofrecer un restaurante de la tierra en aquella época. Mejor, con permiso de mis víctimas, que la sangre.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
-Grandiosa noche aquella Dimitri… verdaderamente grandiosa. ..
Gracias a sus palabras vinieron a mi memoria algunos recuerdos.
Aquella función en versión concierto de Aída fue espectacular. Una noche de gracia, en la que mi voz desprendió tanta fuerza que las lámparas de un par de palcos estallaron en mil pedazos. Desde ese día procuro controlar mi fuerza vocal.
La gente entro en éxtasis. Una ovación de veinte minutos, aplausos durante otros diez.
Y cuando el director, exhausto, decidió retirarse, sudando y maldiciendo, y mis compañeros de reparto ya temían perder sus voces por el esfuerzo que habían hecho para lograr alcanzarme, supe que había ganado. Ya nadie podía siquiera osar dirigirme una recomendación. Mis rivales tiraron la toalla, y todos los teatros de París se rindieron a mis pies.
Y allí estaba Dimitri, frente a mi.
-¿Negocios? Vaya, vaya… veo que seguís siendo el mismo. Siempre pensando en los negocios. Sois incorregible.
Emití una carcajada y continué.
-¿Qué negocios son esos de los que queréis hablarme? Os escucho.
Dios… seguía igual de guapo que siempre…cosa que no me sorprendía.
Gracias a sus palabras vinieron a mi memoria algunos recuerdos.
Aquella función en versión concierto de Aída fue espectacular. Una noche de gracia, en la que mi voz desprendió tanta fuerza que las lámparas de un par de palcos estallaron en mil pedazos. Desde ese día procuro controlar mi fuerza vocal.
La gente entro en éxtasis. Una ovación de veinte minutos, aplausos durante otros diez.
Y cuando el director, exhausto, decidió retirarse, sudando y maldiciendo, y mis compañeros de reparto ya temían perder sus voces por el esfuerzo que habían hecho para lograr alcanzarme, supe que había ganado. Ya nadie podía siquiera osar dirigirme una recomendación. Mis rivales tiraron la toalla, y todos los teatros de París se rindieron a mis pies.
Y allí estaba Dimitri, frente a mi.
-¿Negocios? Vaya, vaya… veo que seguís siendo el mismo. Siempre pensando en los negocios. Sois incorregible.
Emití una carcajada y continué.
-¿Qué negocios son esos de los que queréis hablarme? Os escucho.
Dios… seguía igual de guapo que siempre…cosa que no me sorprendía.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: Disfrutando [Dimitri] ("ACTIVO")
Aquella mujer me fascinaba cada vez un poco más. Cuando brindamos y tomamos el primer sorbo de aquel magnífico caldo, el carmín de sus labios se quedo impregnado en la copa. Eran carnosos y perfectos, propios de una mujer como ella. Pese a que la madurez se palpaba ya en su rostro, seguía tan bella como siempre.
-Negocios, sí. Negocios. Mis eternos negocios. Me tomé un buen descanso, ¿sabéis? Tuve el Teatre Lumière cerrado dos años. Fue un periodo maravilloso, que aproveché para muchas cosas. Pero creedme que hasta de descansar se cansa uno. Y más cuando se trata de una persona que necseita estar en movimiento las veinticuatro horas al día -dije con una fugaz sonrisa.
No sabía cómo empezar a hablarle, no quería abarcar aquel tema todavía, pero también sabía que sería una descortesía hacerle perder el tiempo. Ella no merecía aquello.
-Decidme, mademoiselle, ¿qué os ha traido a París?
-Negocios, sí. Negocios. Mis eternos negocios. Me tomé un buen descanso, ¿sabéis? Tuve el Teatre Lumière cerrado dos años. Fue un periodo maravilloso, que aproveché para muchas cosas. Pero creedme que hasta de descansar se cansa uno. Y más cuando se trata de una persona que necseita estar en movimiento las veinticuatro horas al día -dije con una fugaz sonrisa.
No sabía cómo empezar a hablarle, no quería abarcar aquel tema todavía, pero también sabía que sería una descortesía hacerle perder el tiempo. Ella no merecía aquello.
-Decidme, mademoiselle, ¿qué os ha traido a París?
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
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