AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
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Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Trote de mi espectro sobre el cual apenas podía mantener mi cuerpo, musculo contra musculo, tensos sendos. La parca me miraba de frente, pues aunque las heridas no sangraban las costillas rotas perforaban el pulmón dejándome sin aire.
Piel violeta, pecho en llamas, dolor al que estaba acostumbrado, ese que había aprendido a soportar con los años.
Brizna de aire tomada por mis labios, en un intento de mandar a la muerte de vuelta al infierno.
Ojos esmeralda que salían a mi encuentro, casi suplicando que no me durmiera, que me mantuviera despierto. Enlacé mis dedos a las crines, apretando las piernas contra el lomo negro.
Hoy no vería el Valhalla, hoy las valquirias no vendrían a mi encuentro.
Cuervos graznaban por sendos héroes, sedientos de apoderarse de sus almas para engendrar un ejercito de valientes.
Mi pecho se hundía salvaje, casi pudiendo ver el pulmón bailar contra mi piel, sonreí de medio lado apretando los dientes, dejando escapar un gruñido que rompió la negra noche uniéndose a los graznidos.
La realidad se desdibuja frente a mis ojos, la noche los acoge entre bailes de luces y sombras, en la que los edificio solo son imágenes futuras, las gentes pasadas y el presente los cascos del caballo contra el empedrado.
Sudor perlado sobre mi frente, agotado, casi inerte respiro de nuevo, mi pecho se quiebra frente al movimiento del espectro. Un alarido, dolor incendiario, guardo silencio ,sal en las heridas, cuerpo que se quiebra, voluntad férrea.
En mi mente solo la venganza, pues el otro sigue con vida, acero que hundiré en su pecho la próxima vez que le vea, eso y no otra cosa me mantiene consciente, con vida.
Frente a mi el destino, la mansión Cavey, allí encontraré mi sino.
Toso de nuevo, sangre sobre la piel del corcel, mis labios resecos se impregnan de carmesí y caigo al suelo incapaz de mantener mi cuerpo erguido.
Oigo gritos, se de quien son, las doncellas de la mansión salen a mi encuentro. Mi Caballo relincha armando jadeo, las luces se encienden iluminando el sendero.
Abro los ojos en un último esfuerzo por ver el rostro de la mujer que quiero.
Oscuridad es lo siguiente que veo antes de caer inconsciente sobre el frió suelo.
Trote de mi espectro sobre el cual apenas podía mantener mi cuerpo, musculo contra musculo, tensos sendos. La parca me miraba de frente, pues aunque las heridas no sangraban las costillas rotas perforaban el pulmón dejándome sin aire.
Piel violeta, pecho en llamas, dolor al que estaba acostumbrado, ese que había aprendido a soportar con los años.
Brizna de aire tomada por mis labios, en un intento de mandar a la muerte de vuelta al infierno.
Ojos esmeralda que salían a mi encuentro, casi suplicando que no me durmiera, que me mantuviera despierto. Enlacé mis dedos a las crines, apretando las piernas contra el lomo negro.
Hoy no vería el Valhalla, hoy las valquirias no vendrían a mi encuentro.
Cuervos graznaban por sendos héroes, sedientos de apoderarse de sus almas para engendrar un ejercito de valientes.
Mi pecho se hundía salvaje, casi pudiendo ver el pulmón bailar contra mi piel, sonreí de medio lado apretando los dientes, dejando escapar un gruñido que rompió la negra noche uniéndose a los graznidos.
La realidad se desdibuja frente a mis ojos, la noche los acoge entre bailes de luces y sombras, en la que los edificio solo son imágenes futuras, las gentes pasadas y el presente los cascos del caballo contra el empedrado.
Sudor perlado sobre mi frente, agotado, casi inerte respiro de nuevo, mi pecho se quiebra frente al movimiento del espectro. Un alarido, dolor incendiario, guardo silencio ,sal en las heridas, cuerpo que se quiebra, voluntad férrea.
En mi mente solo la venganza, pues el otro sigue con vida, acero que hundiré en su pecho la próxima vez que le vea, eso y no otra cosa me mantiene consciente, con vida.
Frente a mi el destino, la mansión Cavey, allí encontraré mi sino.
Toso de nuevo, sangre sobre la piel del corcel, mis labios resecos se impregnan de carmesí y caigo al suelo incapaz de mantener mi cuerpo erguido.
Oigo gritos, se de quien son, las doncellas de la mansión salen a mi encuentro. Mi Caballo relincha armando jadeo, las luces se encienden iluminando el sendero.
Abro los ojos en un último esfuerzo por ver el rostro de la mujer que quiero.
Oscuridad es lo siguiente que veo antes de caer inconsciente sobre el frió suelo.
Última edición por Höor Cannif el Sáb Nov 26, 2016 5:23 am, editado 1 vez
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
La puerta se abrió como si un huracán la atravesara sacudiendo todo a su paso. Labios rojos, batin a juego con ellos, seda que se fundía en un cuerpo. Cuerpo se había convertido en el mayor de mis pecados, en el único de mis delirios.
La deseaba, eso era obvio, desde el mismo momento en el que nuestros orbes batallaron por orgullo supe que esa mujer se convertiría en mi infierno y mi cielo.
Eso era Valeria para mi, el bálsamo de mis heridas y a su vez, la mas afilada daga capaz de desgarrarme el alma y el cuerpo.
Con ella no habia puntos intermedio, lo era todo o lo era nada, porque ambos eramos dos guerreros que luchábamos en distintas gestas, mas que al empuñar nuestras armas no conocíamos piedad ni derrota.
Siempre luchábamos a muerte y en esa lucha, nos perdíamos entre nuestros cuerpos como si el mañana no existiese.
Su cuerpo se orilló al mio, lo recorría con su indice como un depredador con su herida presa, paladeando el sabor de la derrota, mientras mi piel se erizaba desnuda bajo la yema de sus dedos.
Ojos desafiantes que se encontraron, cargados de esa tensión que existía entre nosotros, mas de muchas otras sensaciones que callábamos por orgullo, miedo o sendas cosas.
Un tirón de mi cintura y nos buscamos, mis brazos encarcelaron su cuerpo mientras mis labios dieron libertad a su boca fundiendonos en un beso que detuvo el tiempo para nosotros.
Esa noche nada era como las demás, había preocupación en sus ojos, mas del mismo modo, necesidad en los míos. Nunca había sentido esto por nadie, quizás ella tampoco lo hubiera echo. Aunque mis celos enfermizos seguían viendo fantasmas en un hombre al que frente a mis ojos sacó de su vida.
Nunca el desasosiego había invadido así mi espíritu, quizás porque nunca temí perder nada. Ella no era mía, mas yo así la sentía ¿quien no lucha por lo que es suyo? ¿podía culparme de lo que sentía cada vez que la tocaba? ¿cada vez que la miraba?
La puerta se abrió y la doncella se introdujo en el interior, nuestras miradas seguían ancladas, como si solo existiéramos ella y yo, nada mas a nuestro alrededor.
Alientos que se anhelaban, labios que se rozaban separándose entreabiertos en una danza mágica en la que buscaban embriagar al otro.
Un trago de mi copa antes de dejarla a un lado para arrastrarme hacia la cama, parecía decidida a cuidarme aquella noche, pese a que le había demostrado que estaba en pie, que estaba bien y que ella había sido el mejor bálsamo para mi ser.
Me dejé guiar en silencio, mientras sonreía de medio lado y la puerta tras la doncella se cerraba regalándonos de nuevo la intimidad necesaria.
Su sonrisa se ensancho picara al tomar el plato para darme de comer, enarqué una ceja dejando que una sonrisa de medio lado se dibujara en mis labios, sabia lo mucho que disfrutaba de esa situación, de tenerme a su merced.
¿El orgulloso guerrero dejando que alguien le de de comer?
Juro que no hubiera abierto la boca, mas su amenaza surtió efecto ,la necesitaba, no quería que me dejara solo, no esa noche en la que el frio arreciaba y su carro estaba dispuesto para arrancarla de mi vida de nuevo.
Abrí los labios dejando que la cuchara llegara a mi, atrapando el caldo, que por cierto, estaba delicioso y yo hambriento.
Una gota resbalo por mi barbilla muriendo en su lengua. Acorté las distancias tomando sus labios con un jadeo ronco.
-Si sigues así señorita Cavey os juro que no abra, caldo, ni pescado, que pasaremos directos al postre, pues os deseo tanto que no hay mal que frente a vos dure. Sois mi opio Valeria.
Allí estábamos uno frente al otro, retándonos con un plato de caldo, mostrando nuestro orgullo y nuestros deseos ocultos.
Por un momento sentí que eso era la felicidad, una pareja real, que se ama, que se cuida y se respeta. Eso eramos yo y Valeria, dos personas que se entendían con una mirada, sin necesidad de largas explicaciones, que se fundían en uno entregándose no solo el cuerpo si no también el alma.
Quería una vida con ella, quería esto, mi utopía y rozarlo con la yema de mis dedos me hacia creer que un futuro era posible, uno en el que ambos fuéramos felices.
-Te necesito Valeria -confesé con una picara risa -claro que no para darme de comer.
La deseaba, eso era obvio, desde el mismo momento en el que nuestros orbes batallaron por orgullo supe que esa mujer se convertiría en mi infierno y mi cielo.
Eso era Valeria para mi, el bálsamo de mis heridas y a su vez, la mas afilada daga capaz de desgarrarme el alma y el cuerpo.
Con ella no habia puntos intermedio, lo era todo o lo era nada, porque ambos eramos dos guerreros que luchábamos en distintas gestas, mas que al empuñar nuestras armas no conocíamos piedad ni derrota.
Siempre luchábamos a muerte y en esa lucha, nos perdíamos entre nuestros cuerpos como si el mañana no existiese.
Su cuerpo se orilló al mio, lo recorría con su indice como un depredador con su herida presa, paladeando el sabor de la derrota, mientras mi piel se erizaba desnuda bajo la yema de sus dedos.
Ojos desafiantes que se encontraron, cargados de esa tensión que existía entre nosotros, mas de muchas otras sensaciones que callábamos por orgullo, miedo o sendas cosas.
Un tirón de mi cintura y nos buscamos, mis brazos encarcelaron su cuerpo mientras mis labios dieron libertad a su boca fundiendonos en un beso que detuvo el tiempo para nosotros.
Esa noche nada era como las demás, había preocupación en sus ojos, mas del mismo modo, necesidad en los míos. Nunca había sentido esto por nadie, quizás ella tampoco lo hubiera echo. Aunque mis celos enfermizos seguían viendo fantasmas en un hombre al que frente a mis ojos sacó de su vida.
Nunca el desasosiego había invadido así mi espíritu, quizás porque nunca temí perder nada. Ella no era mía, mas yo así la sentía ¿quien no lucha por lo que es suyo? ¿podía culparme de lo que sentía cada vez que la tocaba? ¿cada vez que la miraba?
La puerta se abrió y la doncella se introdujo en el interior, nuestras miradas seguían ancladas, como si solo existiéramos ella y yo, nada mas a nuestro alrededor.
Alientos que se anhelaban, labios que se rozaban separándose entreabiertos en una danza mágica en la que buscaban embriagar al otro.
Un trago de mi copa antes de dejarla a un lado para arrastrarme hacia la cama, parecía decidida a cuidarme aquella noche, pese a que le había demostrado que estaba en pie, que estaba bien y que ella había sido el mejor bálsamo para mi ser.
Me dejé guiar en silencio, mientras sonreía de medio lado y la puerta tras la doncella se cerraba regalándonos de nuevo la intimidad necesaria.
Su sonrisa se ensancho picara al tomar el plato para darme de comer, enarqué una ceja dejando que una sonrisa de medio lado se dibujara en mis labios, sabia lo mucho que disfrutaba de esa situación, de tenerme a su merced.
¿El orgulloso guerrero dejando que alguien le de de comer?
Juro que no hubiera abierto la boca, mas su amenaza surtió efecto ,la necesitaba, no quería que me dejara solo, no esa noche en la que el frio arreciaba y su carro estaba dispuesto para arrancarla de mi vida de nuevo.
Abrí los labios dejando que la cuchara llegara a mi, atrapando el caldo, que por cierto, estaba delicioso y yo hambriento.
Una gota resbalo por mi barbilla muriendo en su lengua. Acorté las distancias tomando sus labios con un jadeo ronco.
-Si sigues así señorita Cavey os juro que no abra, caldo, ni pescado, que pasaremos directos al postre, pues os deseo tanto que no hay mal que frente a vos dure. Sois mi opio Valeria.
Allí estábamos uno frente al otro, retándonos con un plato de caldo, mostrando nuestro orgullo y nuestros deseos ocultos.
Por un momento sentí que eso era la felicidad, una pareja real, que se ama, que se cuida y se respeta. Eso eramos yo y Valeria, dos personas que se entendían con una mirada, sin necesidad de largas explicaciones, que se fundían en uno entregándose no solo el cuerpo si no también el alma.
Quería una vida con ella, quería esto, mi utopía y rozarlo con la yema de mis dedos me hacia creer que un futuro era posible, uno en el que ambos fuéramos felices.
-Te necesito Valeria -confesé con una picara risa -claro que no para darme de comer.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Desde que entró en la habitación, como el huracán que era siempre, solo con un simple objetivo. La sonrisa en sus labios carmesís no desapareció en ningún instante. Correspondiendo cada beso, en el que sin duda mostraban aquello que ninguno mostraría, ni aún siendo el último soplo de aire de sus vidas. Arropada entre los brazos ajenos, hundió un instante su nariz en su cuello que juntó un roce de sus labios le prometió todo.
La preocupación en la mirada del médico no pasó desapercibida y sin embargo él, se mantenía en pie, como si no le hubiese ocurrido nada en absoluto. Sus ojos se mostraron recelosos, evitando su mirada en determinados momentos en la que ella misma mostraba preocupación. No era ningún secreto, mientras le curó las heridas y examinó su cuerpo, Valeria temía que por su culpa, su egoísmo de tenerle y poseerle… lo terminaría por rematar esa noche en la que se adivinaba…sería muy larga.
Si se negaba a comer, tenía sus propios métodos para que así fuese, así que ni se le ocurriese negarse a ello. El contacto visual, era la eterna conversación entre los dos. Las sonrisas, las risas ahogadas, cómplices y sus cuerpos se buscaban irremediablemente como si nada más existiese. Pero antes, él debía comer, darse un baño caliente y dejar que su cuerpo reposase en el lecho, mañana sería un nuevo día, las heridas dolerían pero sanarían sin ningún problema…necesitaba descansar y ella sería el motivo por el que lo haría.
Apretó los labios, como una niña traviesa cuando se negó y al hacerle caso, le apremió de la mejor manera que sabía, mordiendo su labio inferior…tirando de él. Siguió dándole un par de cucharadas más, una situación que ninguno de los dos se hubiese imaginado cuando se encontraron por primera vez. La llama se prendió y cada vez, bailaba con más fuerza, tomando cuerpo. Nadie, le había mirado como él lo estaba haciendo en ese instante. Las llamas de fondo de la chimenea, las podía ver danzar en sus ojos pardos los cuales gritaban lo mucho que la necesitaba ahora…y siempre. Siempre. Una palabra complicada, eterna. Una promesa la cual ella no podría pronunciar ni aunque quisiese.
-Lo que necesitas es comerte todo eso, necesitas reponer fuerzas y… el postre ya lo verás. ¿Lo recuerdas? Me tentabas inconscientemente con las malditas fresas y el chocolate, hasta que un día, yo las llevé -una risa se escapó de sus labios, abandonando un instante su mirada, dejando que él terminase el segundo plato, no era una porción muy grande… tampoco era necesario, tenía que hacer hueco para el postre.
Dos cuencos idénticos, en uno fresas brillantes con un aspecto delicioso y en el otro, chocolate derretido, negro y amargo… le darían ese toque perfecto al dulzor del manjar, las fresas…su fruta favorita. Tomó ambos, dejándolos en el centro de la cama. A cada lado, ambos. Sonrió, mirándole fijamente, traviesa y sí, totalmente perdida en aquellas orbes que la absorbían por completo. Tomó una de las fresas, hundiéndola en el cuenco del chocolate y llevársela a los labios del noruego, a medio camino, se inclinó para ser ella quien acaparase la fresa y se pusiese perdida de chocolate, entre risas.
-Nunca te fíes de mí … ahora bien. Juguemos, no es ningún estúpido juego de decir la verdad, ni mentiras… es mejor que eso. Lo que más deseas y lo que odias… no es ni remotamente parecido ¿no crees? Empiezo yo. Me encanta y deseo que… hagas esto -siseó para tomar una fresa de mayor tamaño, el camino lo emprendió desde su hombro… rozando su cuello despacio. El gesto, le hizo morderse los labios igual de rojos que aquella fruta. No perdió tiempo en acercarse, con cuidado de no caer ningún bol y comerla directamente de su piel, lamiendo el lugar por si quedaba algún resto -Te toca
La preocupación en la mirada del médico no pasó desapercibida y sin embargo él, se mantenía en pie, como si no le hubiese ocurrido nada en absoluto. Sus ojos se mostraron recelosos, evitando su mirada en determinados momentos en la que ella misma mostraba preocupación. No era ningún secreto, mientras le curó las heridas y examinó su cuerpo, Valeria temía que por su culpa, su egoísmo de tenerle y poseerle… lo terminaría por rematar esa noche en la que se adivinaba…sería muy larga.
Si se negaba a comer, tenía sus propios métodos para que así fuese, así que ni se le ocurriese negarse a ello. El contacto visual, era la eterna conversación entre los dos. Las sonrisas, las risas ahogadas, cómplices y sus cuerpos se buscaban irremediablemente como si nada más existiese. Pero antes, él debía comer, darse un baño caliente y dejar que su cuerpo reposase en el lecho, mañana sería un nuevo día, las heridas dolerían pero sanarían sin ningún problema…necesitaba descansar y ella sería el motivo por el que lo haría.
Apretó los labios, como una niña traviesa cuando se negó y al hacerle caso, le apremió de la mejor manera que sabía, mordiendo su labio inferior…tirando de él. Siguió dándole un par de cucharadas más, una situación que ninguno de los dos se hubiese imaginado cuando se encontraron por primera vez. La llama se prendió y cada vez, bailaba con más fuerza, tomando cuerpo. Nadie, le había mirado como él lo estaba haciendo en ese instante. Las llamas de fondo de la chimenea, las podía ver danzar en sus ojos pardos los cuales gritaban lo mucho que la necesitaba ahora…y siempre. Siempre. Una palabra complicada, eterna. Una promesa la cual ella no podría pronunciar ni aunque quisiese.
-Lo que necesitas es comerte todo eso, necesitas reponer fuerzas y… el postre ya lo verás. ¿Lo recuerdas? Me tentabas inconscientemente con las malditas fresas y el chocolate, hasta que un día, yo las llevé -una risa se escapó de sus labios, abandonando un instante su mirada, dejando que él terminase el segundo plato, no era una porción muy grande… tampoco era necesario, tenía que hacer hueco para el postre.
Dos cuencos idénticos, en uno fresas brillantes con un aspecto delicioso y en el otro, chocolate derretido, negro y amargo… le darían ese toque perfecto al dulzor del manjar, las fresas…su fruta favorita. Tomó ambos, dejándolos en el centro de la cama. A cada lado, ambos. Sonrió, mirándole fijamente, traviesa y sí, totalmente perdida en aquellas orbes que la absorbían por completo. Tomó una de las fresas, hundiéndola en el cuenco del chocolate y llevársela a los labios del noruego, a medio camino, se inclinó para ser ella quien acaparase la fresa y se pusiese perdida de chocolate, entre risas.
-Nunca te fíes de mí … ahora bien. Juguemos, no es ningún estúpido juego de decir la verdad, ni mentiras… es mejor que eso. Lo que más deseas y lo que odias… no es ni remotamente parecido ¿no crees? Empiezo yo. Me encanta y deseo que… hagas esto -siseó para tomar una fresa de mayor tamaño, el camino lo emprendió desde su hombro… rozando su cuello despacio. El gesto, le hizo morderse los labios igual de rojos que aquella fruta. No perdió tiempo en acercarse, con cuidado de no caer ningún bol y comerla directamente de su piel, lamiendo el lugar por si quedaba algún resto -Te toca
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Sonreimos ambos frente a aquel juego que Valeria parecía haber inventado para nosotros. Uno en el que la confianza debía ser el impulso de nuestras vidas. No había vergüenza, ni orgullo cuando nuestros labios se encontraban tras cada cucharada. Me deje hacer como si fuera un niño pequeño, no porque lo necesitara, si no porque confieso lo disfrutaba. Sus atenciones eran un bálsamo para mis heridas, esas que apenas dolían si se encontraban con su risa.
Acabé el pescado relamiendome los labios frente a la imagen de mi postre, unas deliciosas fresas que comparé de inmediato con los labios de Valeria y un chocolate negro que sin duda era esa acidez que ella siempre le ponía a las cosas.
Tomó una fresa para dármela y yo entreabrí los labios dispuesto a recibirla hambriento cuando la maldita mujer la intercepto por el camino apoderándose de ella y manchándose de chocolate con aquel infantil acto que nos lleno de risas a ambos.
-Un poco tarde para darme ahora ese consejo ¿no cree señorita Cavey? Creo en ti y en mi, en nosotros.
Mis labios se deslizaron por los ajenos, lamiendo cada resquicio de chocolate de estos.
Jadeé contra su carmín, ese era le efecto que ella siempre producía en mi.
-Me excita demasiado señorita, eso le vale como la primera confesión de este juego -bromeé mientras ladeaba la cabeza dejando que Valeria hiciera su afirmación deslizando la fresa por mi cuerpo para devorarla sobre mi piel. Su lengua se paseo después por el sendero trazado limpiándola de inmediato.
Tomé otra fresa que llevé directamente a mis labios acercándola contra la boca de Valeria. Sus dientes mordieron la mitad introduciendola en su boca, dejando así que nuestros labios colisionaran hambrientos.
Deslicé mi lengua por sus carnosos, relamiendo las gotas que resbalaban por estos.
-Me pone muchismo cuando noto que te excitas -sonreí de medio lado -no solo en el acto, si no con pequeñas cosas en las que tus labios se entreabren o tus ojos bajan hasta los míos como si tu también necesitaras lo mismo.
Era cierto, entre nosotros hubo esa química desde el principio, creo que la deseé desde el minuto uno. Acorté de nuevo la distancia entre nuestros rostros, acaricié con mi nariz la suya convirtiendo la mirada en una sola. Su aliento castigo al mio, invitándome a tomarla.
-Confieso que ahora y pese ha haberlo hecho hace poco, vuelvo a estar excitado -sonreí de medio lado volviendo a apoderarme de su boca, abriéndome paso entre sus labios con rudeza, necesitado, mientras una de mis manos se engarzaba en su nuca atrayendola contra mi.
Paladeé su sabor a fresas y chocolate, me embriagué de su olor mientras mi cuerpo se orillaba al suyo tirando el bol a su paso.
Gateé por su piel dejándola caer bajo mi cuerpo al lecho, enredando mi lengua en una danza de egos en la que mis suplicas por volver a adentrarme entre sus piernas llegaban al cielo.
-Ábreme el infierno Valeria, necesito tocar el fuego con la yema de los dedos, te deseo.
Ronco gemido contra sus labios cuando oí en el exterior de la mansión gritos de algunos mozos.
Elevé la vista para ver un oscuro humo negro cubrir le ventanal y las llamas a lo lejos.
Me alce como un resorte hundiendo mi mirada autoritaria en ella
-no salgas de aquí -susurré mientras acomodaba mi virilidad en laza en el pantalón y tomaba la camisola después para colocarla sobre mi cuerpo.
Me calcé a toda velocidad las botas, atento por el ventanal a lo que parecía estar pasando.
El establo estaba ardiendo, abandoné la cámara sin dar tiempo a Valeria así a decir una palabra, como si el demonio guiara mis pasos corrí al exterior.
Los mozos gritaban desesperados lanzando cubos de agua al establo sin ton ni son.
La puerta estaba ardiendo y con un travesero como cierre impedía que los animales escaparan de las llamas de aquel infierno.
Una cadena humana no era suficiente, no lograrían apagar el establo entero.
Tomé de la pechera a uno de los mozos que parecía descompuesto si saber bien ni que hacer.
-Escucha, olvidaros de establo, la puerta, centraros en mantener la puerta sin llamas. Voy a entrar.
Si este travesaño no era retirado y abría las compuertas del interior los animales arderían dentro. Mi espectro, la yegua blanca...perderiamos demasiado
Tensé el gesto avisando a uno de los capataces de que sujetara a Valeria, esa mujer era capaz de adentrarse en ese infierno para sacarme a mi.
Valeria corría tras de mi ,creo que conociéndome y tras una ultima mirada que desgarró su alma me vio salir despedido hacia el portón en llamas. Un grito ahogado de su garganta escuche a mis espaldas, supuse cuando su cuerpo quedo interceptado por le del hombre mientras esta forcejeaba.
Así, sin mirar atrás me perdí entre el fuego y la negra humareda..era gracioso, acababa de pedirle a Valeria que me abriera le infierno y ahora parecía que mi sueño de un modo u otro se cumplía frente a mis ojos.
Acabé el pescado relamiendome los labios frente a la imagen de mi postre, unas deliciosas fresas que comparé de inmediato con los labios de Valeria y un chocolate negro que sin duda era esa acidez que ella siempre le ponía a las cosas.
Tomó una fresa para dármela y yo entreabrí los labios dispuesto a recibirla hambriento cuando la maldita mujer la intercepto por el camino apoderándose de ella y manchándose de chocolate con aquel infantil acto que nos lleno de risas a ambos.
-Un poco tarde para darme ahora ese consejo ¿no cree señorita Cavey? Creo en ti y en mi, en nosotros.
Mis labios se deslizaron por los ajenos, lamiendo cada resquicio de chocolate de estos.
Jadeé contra su carmín, ese era le efecto que ella siempre producía en mi.
-Me excita demasiado señorita, eso le vale como la primera confesión de este juego -bromeé mientras ladeaba la cabeza dejando que Valeria hiciera su afirmación deslizando la fresa por mi cuerpo para devorarla sobre mi piel. Su lengua se paseo después por el sendero trazado limpiándola de inmediato.
Tomé otra fresa que llevé directamente a mis labios acercándola contra la boca de Valeria. Sus dientes mordieron la mitad introduciendola en su boca, dejando así que nuestros labios colisionaran hambrientos.
Deslicé mi lengua por sus carnosos, relamiendo las gotas que resbalaban por estos.
-Me pone muchismo cuando noto que te excitas -sonreí de medio lado -no solo en el acto, si no con pequeñas cosas en las que tus labios se entreabren o tus ojos bajan hasta los míos como si tu también necesitaras lo mismo.
Era cierto, entre nosotros hubo esa química desde el principio, creo que la deseé desde el minuto uno. Acorté de nuevo la distancia entre nuestros rostros, acaricié con mi nariz la suya convirtiendo la mirada en una sola. Su aliento castigo al mio, invitándome a tomarla.
-Confieso que ahora y pese ha haberlo hecho hace poco, vuelvo a estar excitado -sonreí de medio lado volviendo a apoderarme de su boca, abriéndome paso entre sus labios con rudeza, necesitado, mientras una de mis manos se engarzaba en su nuca atrayendola contra mi.
Paladeé su sabor a fresas y chocolate, me embriagué de su olor mientras mi cuerpo se orillaba al suyo tirando el bol a su paso.
Gateé por su piel dejándola caer bajo mi cuerpo al lecho, enredando mi lengua en una danza de egos en la que mis suplicas por volver a adentrarme entre sus piernas llegaban al cielo.
-Ábreme el infierno Valeria, necesito tocar el fuego con la yema de los dedos, te deseo.
Ronco gemido contra sus labios cuando oí en el exterior de la mansión gritos de algunos mozos.
Elevé la vista para ver un oscuro humo negro cubrir le ventanal y las llamas a lo lejos.
Me alce como un resorte hundiendo mi mirada autoritaria en ella
-no salgas de aquí -susurré mientras acomodaba mi virilidad en laza en el pantalón y tomaba la camisola después para colocarla sobre mi cuerpo.
Me calcé a toda velocidad las botas, atento por el ventanal a lo que parecía estar pasando.
El establo estaba ardiendo, abandoné la cámara sin dar tiempo a Valeria así a decir una palabra, como si el demonio guiara mis pasos corrí al exterior.
Los mozos gritaban desesperados lanzando cubos de agua al establo sin ton ni son.
La puerta estaba ardiendo y con un travesero como cierre impedía que los animales escaparan de las llamas de aquel infierno.
Una cadena humana no era suficiente, no lograrían apagar el establo entero.
Tomé de la pechera a uno de los mozos que parecía descompuesto si saber bien ni que hacer.
-Escucha, olvidaros de establo, la puerta, centraros en mantener la puerta sin llamas. Voy a entrar.
Si este travesaño no era retirado y abría las compuertas del interior los animales arderían dentro. Mi espectro, la yegua blanca...perderiamos demasiado
Tensé el gesto avisando a uno de los capataces de que sujetara a Valeria, esa mujer era capaz de adentrarse en ese infierno para sacarme a mi.
Valeria corría tras de mi ,creo que conociéndome y tras una ultima mirada que desgarró su alma me vio salir despedido hacia el portón en llamas. Un grito ahogado de su garganta escuche a mis espaldas, supuse cuando su cuerpo quedo interceptado por le del hombre mientras esta forcejeaba.
Así, sin mirar atrás me perdí entre el fuego y la negra humareda..era gracioso, acababa de pedirle a Valeria que me abriera le infierno y ahora parecía que mi sueño de un modo u otro se cumplía frente a mis ojos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Un simple gesto, los llevaba al mismísimo edén de la perdición. Le observó mientras sus labios y su lengua, limpiaban cualquier rastro de chocolate. Qué necia, se le había quedado mirando fijamente, observándole en silencio…conociendo más de él. la fruta, sabía mucho más deliciosa tomada directamente de su piel. Sentía su mirada, fija en ella y en las fresas, como si solo eso necesitase para su subsistencia.
Un beso no podía saber mejor, atrapados en aquel juego que avivaba aún más las ganas del otro. No entendía qué diablos estaba haciendo aquel maldito noruego pero lo que sí sabía y deseaba era que no se detuviese. Rió al describir la forma en la que ella misma se excitaba, tampoco pasó desapercibido él. Sonrió, tomando aire y soltándolo, maldita sea…todo era demasiado intenso. Momentos que no deseas que acaben jamás, podría no dejarle ir a ningún sitio, puro egoísmo. ¿Él aceptaría?
-Siempre tienes una excusa para estar de ese modo -mordió su nariz, buscando su mirada… mirándole fijamente a los ojos. Muchas personas se acercaban a ella por interés, hombres que solo la deseaban y ella… huía de su realidad en el frío abrazo de esos encuentros…ahora lejanos. Sonrió ampliamente antes de fundirse en sus labios, tendría cuidado pero él no parecía por la labor. Sus manos se deleitaron de nuevo en su piel, descubriendo lo mucho que le gustaba tenerlo entre sus brazos, esa sensación de vértigo y totalmente adictiva.
Tumbada en la cama, sus cabellos dorados se esparcieron por la almohada, hebras de oro brillaban intensamente. Los labios carmesí buscaron los ajenos pero solo fue un simple ademán. Los gritos le apartaron de ella, sus manos le tomaron de la ropa para que no fuese a ningún sitio…le necesitaba allí ¿es que no podían tener ni una noche tranquila? rugió como una pantera cuando le vio salir tan deprisa, las heridas debían de reposar y no hacer ninguna tontería pero aquel maldito noruego no se iba a quedar de brazos cruzados.
Tomó su abrigo presta, corriendo hacia el exterior donde el fuego se avivaba cada vez más. Y le vio, adentrarse dentro, algunos hombres le impidieron que se acercarse pero ella luchaba por seguir tras él y sacarle del pelo si era necesario. ¿Es que era idiota? Lo maldijo mil veces, sus orbes brillaban de pura intriga, desolación… un fuego muy extendido que intentaban apagar cuanto antes. Pero no era una mujer corriente, se zafó del agarre y se adentró en aquel infierno, no, no iba a dejarle morir y viceversa.
No le importó, lo buscó entre el humo y las llamas, no sabía qué quería hacer allí pero en el momento que sus miradas se cruzaron, tiró de él, con fuerza…dispuesta a ser su salvadora por una maldita vez. Estaba cabreada, mucho, todo lo habían desalojado y era una tontería asegurarse cuando la muerte te pisaba los talones. Una vez fuera, no paraba de toser, intentando recobrar el aliento. Ella y no otra persona lo había sacado, estaba débil, perdió mucha sangre ¿es que no pensaba en eso? Su mano actuó por sí misma, le cruzó el rostro de un guantazo, uno tan fuerte dado con toda su fuerza.
-Nunca. Jamás. Vuelvas a hacer eso. No voy a volver a sacarte del infierno, yo me encargo de que entres en él -con eso…las palabras sobraban.
Un beso no podía saber mejor, atrapados en aquel juego que avivaba aún más las ganas del otro. No entendía qué diablos estaba haciendo aquel maldito noruego pero lo que sí sabía y deseaba era que no se detuviese. Rió al describir la forma en la que ella misma se excitaba, tampoco pasó desapercibido él. Sonrió, tomando aire y soltándolo, maldita sea…todo era demasiado intenso. Momentos que no deseas que acaben jamás, podría no dejarle ir a ningún sitio, puro egoísmo. ¿Él aceptaría?
-Siempre tienes una excusa para estar de ese modo -mordió su nariz, buscando su mirada… mirándole fijamente a los ojos. Muchas personas se acercaban a ella por interés, hombres que solo la deseaban y ella… huía de su realidad en el frío abrazo de esos encuentros…ahora lejanos. Sonrió ampliamente antes de fundirse en sus labios, tendría cuidado pero él no parecía por la labor. Sus manos se deleitaron de nuevo en su piel, descubriendo lo mucho que le gustaba tenerlo entre sus brazos, esa sensación de vértigo y totalmente adictiva.
Tumbada en la cama, sus cabellos dorados se esparcieron por la almohada, hebras de oro brillaban intensamente. Los labios carmesí buscaron los ajenos pero solo fue un simple ademán. Los gritos le apartaron de ella, sus manos le tomaron de la ropa para que no fuese a ningún sitio…le necesitaba allí ¿es que no podían tener ni una noche tranquila? rugió como una pantera cuando le vio salir tan deprisa, las heridas debían de reposar y no hacer ninguna tontería pero aquel maldito noruego no se iba a quedar de brazos cruzados.
Tomó su abrigo presta, corriendo hacia el exterior donde el fuego se avivaba cada vez más. Y le vio, adentrarse dentro, algunos hombres le impidieron que se acercarse pero ella luchaba por seguir tras él y sacarle del pelo si era necesario. ¿Es que era idiota? Lo maldijo mil veces, sus orbes brillaban de pura intriga, desolación… un fuego muy extendido que intentaban apagar cuanto antes. Pero no era una mujer corriente, se zafó del agarre y se adentró en aquel infierno, no, no iba a dejarle morir y viceversa.
No le importó, lo buscó entre el humo y las llamas, no sabía qué quería hacer allí pero en el momento que sus miradas se cruzaron, tiró de él, con fuerza…dispuesta a ser su salvadora por una maldita vez. Estaba cabreada, mucho, todo lo habían desalojado y era una tontería asegurarse cuando la muerte te pisaba los talones. Una vez fuera, no paraba de toser, intentando recobrar el aliento. Ella y no otra persona lo había sacado, estaba débil, perdió mucha sangre ¿es que no pensaba en eso? Su mano actuó por sí misma, le cruzó el rostro de un guantazo, uno tan fuerte dado con toda su fuerza.
-Nunca. Jamás. Vuelvas a hacer eso. No voy a volver a sacarte del infierno, yo me encargo de que entres en él -con eso…las palabras sobraban.
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Tosí por la humareda negra mientras me quitaba la camisa para poder tocar el incendiado travesaño que cortaba la salida de los caballo, si no lo quitaba esos animales morirían entre las llamas, y Valeria habría perdido un gran patrimonio, por no contar lo valiosos que eran para mi, mis dos monturas.
Mi espectro coceaba con fuerza mientras yo susurraba tranquilo en mi idioma, la yegua blanca agitada buscaba el modo de huir del infierno en el que se veía envuelta.
Casi pude ver su mirada clavarse en mis ojos, como si supiera que no salaria de ahí, sin ellos.
Tosí de nuevo apartando el travesaño con las manos, un alarido por el calor del madero, mientras mis dedos se abrasaban y la madera cedía permitiendo a los animales salir despavoridos entre los costados de mi cuerpo.
La herida de mi costado se había abierto por el esfuerzo, tosí tragando aquel humo negro, mientras la yegua empujaba mi espada suplicando que encontrara la salida y no me rezagara. Estaba mareado, mis ojos lloraban del humo, apenas veía nada, una mano atrapó la mía y tiro de mi con fuerza hasta encontrar el exterior del granero.
Una bocanada de aire que calmo a mis pulmones, nuestros ojos se miraban de forma intensa.
Un jadeo que arranco de mis labios con sus esmeraldas y dos tortazos que golpearon mis mejillas con ganas.
Gruñí tomando sus labios al escuchar las palabras de esa mujer a la que amaba, quería arder, quería tomarla, la adrenalina recorría mi cuerpo furiosa, y los golpes de sus palmas, solo habían logrado desbocarla.
Mi cuerpo atenazó el suyo de forma violenta. Empujándola contra la propia tierra que había frente a las llamas.
Ella me llevaría al infierno, eso no lo dudaba, pero yo la haría arder conmigo dentro, tiñendo su inmaculada piel de sangre, hollín, carbón y tierra mojada.
Mi cuerpo gateo sobre el suyo, atrapando sus manos para evitar volver a ser golpeado, o apartado.
Poco me importaba quien mirara.
Las subí ambas sobre su cabeza desafiando al diablo y a sus esmeraldas.
Jadeo ronco contra sus labios, mi hombría en alza contra su vientre cubierto por telas que me sobraban.
-Valeria- jadeé incendiado por la excitación que cada poro de su piel me regalaba.
Aliento que se entremezclaba salvaje contra el mio, labios abiertos que no hablaban si no que gemían al unisono casi entablando una guerra de egos en la que nuestros cuerpos se buscaban y nuestros ojos se torturaban.
Mi mano subió su falda, mientras mis dedos se arrastraban por su muslo hundiéndose en su piel hasta hacerme con sus bragas.
No pedí permiso, ¿acaso se pide de eso cuando el tártaro te abre la puerta?, no ella era mi sucubo, mi guerra. Y yo solo deseaba clavarle mi espada hasta que mi nombre fuera gemido tantas veces que el suyo quedara en el olvido.
Sin soltar sus manos aflojé la hebilla de mi patalon, no lo quité del todo, solo la saqué, para buscar la entrada del infierno que ella me prometía.
Sus piernas se abrieron dandome cabida, excitados ambos gruñíamos mordiéndonos los labios enrojecidos. Lenguas que fuera de nuestras bocas parecían sedientas, impacientes y que de nuevo se adentraban en el interior bailando el tango de la muerte.
Rompí sus bragas desgarrando la tela sin mediar palabra, solo gruñidos desesperados que acallaba con su boca. Estaba perdido, perdido en su piel, en su olor, en su sabor, en ella.
Este era el estado al que me arrastraba, uno en el que el éxtasis me embriagaba de forma mas fuerte que droga alguna tomada.
Tomé mi virilidad con una mano y la restregué por su entrada, húmeda, vibrante, se abría para mi. Sonreí de medio lado introduciéndome en ella de un golpe seco.
Gruñí con fuerza, entrando salvaje una y otra vez, sediento, ido, perdido en su piel.
Mi espectro coceaba con fuerza mientras yo susurraba tranquilo en mi idioma, la yegua blanca agitada buscaba el modo de huir del infierno en el que se veía envuelta.
Casi pude ver su mirada clavarse en mis ojos, como si supiera que no salaria de ahí, sin ellos.
Tosí de nuevo apartando el travesaño con las manos, un alarido por el calor del madero, mientras mis dedos se abrasaban y la madera cedía permitiendo a los animales salir despavoridos entre los costados de mi cuerpo.
La herida de mi costado se había abierto por el esfuerzo, tosí tragando aquel humo negro, mientras la yegua empujaba mi espada suplicando que encontrara la salida y no me rezagara. Estaba mareado, mis ojos lloraban del humo, apenas veía nada, una mano atrapó la mía y tiro de mi con fuerza hasta encontrar el exterior del granero.
Una bocanada de aire que calmo a mis pulmones, nuestros ojos se miraban de forma intensa.
Un jadeo que arranco de mis labios con sus esmeraldas y dos tortazos que golpearon mis mejillas con ganas.
Gruñí tomando sus labios al escuchar las palabras de esa mujer a la que amaba, quería arder, quería tomarla, la adrenalina recorría mi cuerpo furiosa, y los golpes de sus palmas, solo habían logrado desbocarla.
Mi cuerpo atenazó el suyo de forma violenta. Empujándola contra la propia tierra que había frente a las llamas.
Ella me llevaría al infierno, eso no lo dudaba, pero yo la haría arder conmigo dentro, tiñendo su inmaculada piel de sangre, hollín, carbón y tierra mojada.
Mi cuerpo gateo sobre el suyo, atrapando sus manos para evitar volver a ser golpeado, o apartado.
Poco me importaba quien mirara.
Las subí ambas sobre su cabeza desafiando al diablo y a sus esmeraldas.
Jadeo ronco contra sus labios, mi hombría en alza contra su vientre cubierto por telas que me sobraban.
-Valeria- jadeé incendiado por la excitación que cada poro de su piel me regalaba.
Aliento que se entremezclaba salvaje contra el mio, labios abiertos que no hablaban si no que gemían al unisono casi entablando una guerra de egos en la que nuestros cuerpos se buscaban y nuestros ojos se torturaban.
Mi mano subió su falda, mientras mis dedos se arrastraban por su muslo hundiéndose en su piel hasta hacerme con sus bragas.
No pedí permiso, ¿acaso se pide de eso cuando el tártaro te abre la puerta?, no ella era mi sucubo, mi guerra. Y yo solo deseaba clavarle mi espada hasta que mi nombre fuera gemido tantas veces que el suyo quedara en el olvido.
Sin soltar sus manos aflojé la hebilla de mi patalon, no lo quité del todo, solo la saqué, para buscar la entrada del infierno que ella me prometía.
Sus piernas se abrieron dandome cabida, excitados ambos gruñíamos mordiéndonos los labios enrojecidos. Lenguas que fuera de nuestras bocas parecían sedientas, impacientes y que de nuevo se adentraban en el interior bailando el tango de la muerte.
Rompí sus bragas desgarrando la tela sin mediar palabra, solo gruñidos desesperados que acallaba con su boca. Estaba perdido, perdido en su piel, en su olor, en su sabor, en ella.
Este era el estado al que me arrastraba, uno en el que el éxtasis me embriagaba de forma mas fuerte que droga alguna tomada.
Tomé mi virilidad con una mano y la restregué por su entrada, húmeda, vibrante, se abría para mi. Sonreí de medio lado introduciéndome en ella de un golpe seco.
Gruñí con fuerza, entrando salvaje una y otra vez, sediento, ido, perdido en su piel.
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Estaba loco, no había palabra que lo definiese como tal. Loco. ¿Quién iba a altas horas de la madrugada al establo en su estado? Apagar un fuego que casi estaba controlado por sus hombres. Le puso de tan mal carácter que del mismo modo que bajó las escaleras como un ventisco, lo sacó de allí entre el humo, la desesperación y el enfado de su persona. No pensó, actuó sin imaginar lo que conseguiría. Lo golpeó con toda la fuerza que era capaz , sus orbes lo miraban a los ojos, desafiantes como si acabasen de iniciar una batalla…una que estaba a punto de comenzar.
Pasó muy deprisa, sus pasos desesperados, los llevaron a un sitio más oculto pero a la vista de cualquier persona cerca. Daba igual, allí solo estaban los dos, ambos se miraban con un fuego aún más intenso. Sus bocas se buscaron y sus cuerpos no tardaron en hacer lo mismo. Se estaban intentando controlar pero era imposible el hecho de detenerse. Las manos de Valeria con el mismo cuidado de antes, acarició sus costados, descendiendo hasta hundir sus yemas en su piel, atrayéndole aún más si cabía. Su boca carmesí le insuflaba aquel aire que a él le faltaba. Siseó al decir su nombre… iba a ocurrir, lo sabía. Gruñó al no poder hacer nada, la tenía completamente atrapada, pero sí podía utilizar sus piernas.
Las piernas lo encarcelaron contra sí, una cárcel de la que no estaba dispuesta dejarle ir. Rió contra sus labios, mordiéndolos al torturarla de esa forma. Movió las caderas para acabar con esa tortura, el hecho de presionar sus caderas con las piernas… acabó con aquella tortura. Gimió su nombre, sin poder dejar de moverse aún estando encarcelada por sus manos y su cuerpo. No iba a ser dulce, ni lento, lo sabía y él también. La necesidad se palpaba en el ambiente, Valeria, lo castigó mordiéndole los labios, mirándole los ojos mientras él se volvía loco entre sus piernas. Movimientos salvajes, lo que provocó que ella se descontrolase y buscó su cuello , dejando una considerable marca entre jadeos, pidiéndole más entre medias de su nombre.
No, no iba a dejarse hacer sin más, aunque le estuviese llevando al mismo infierno. Se zafó de su agarre, tomándole del cuello, hundiendo tanto sus yemas como sus uñas y lamió sus labios, murmurando algo contra éstos “vas a ser….solo mío”. Le obligó, le dio igual que no quisiese, no dejase de moverse como un demonio. Rodó, una imagen distante a como ambos se habían encontrado antes. Llenos de hollín, sangre, sudor y deseo. Pudo llegar a volver a tomar el control como hace unas horas, le dio igual que no le dejase. Las manos del joven quedaron apresadas, tomando su labio y no soltarlo a medida que su cuerpo se movía como una verdadera diosa, sintiéndolo todo al máximo…
El cuerpo de Valeria, se arqueó para que la viese disfrutar al máximo, sin importarle que oyesen sus gritos, su voz susurrando su nombre…caderas que no le daban tregua, adentrándose aún más. Uñas que se hundieron en la piel de su torso al apoyar sus manos… cabalgaba sin descanso, buscando rozar el cielo… perderse en su mirada hasta que estalló en un intenso orgasmo. Las orbes esmeralda fijas en él, sus labios entreabiertos sin poder evitar moverse aún más, buscando que él … le perteneciese, una vez más. Las miradas, las palabras que sobraban…
Pasó muy deprisa, sus pasos desesperados, los llevaron a un sitio más oculto pero a la vista de cualquier persona cerca. Daba igual, allí solo estaban los dos, ambos se miraban con un fuego aún más intenso. Sus bocas se buscaron y sus cuerpos no tardaron en hacer lo mismo. Se estaban intentando controlar pero era imposible el hecho de detenerse. Las manos de Valeria con el mismo cuidado de antes, acarició sus costados, descendiendo hasta hundir sus yemas en su piel, atrayéndole aún más si cabía. Su boca carmesí le insuflaba aquel aire que a él le faltaba. Siseó al decir su nombre… iba a ocurrir, lo sabía. Gruñó al no poder hacer nada, la tenía completamente atrapada, pero sí podía utilizar sus piernas.
Las piernas lo encarcelaron contra sí, una cárcel de la que no estaba dispuesta dejarle ir. Rió contra sus labios, mordiéndolos al torturarla de esa forma. Movió las caderas para acabar con esa tortura, el hecho de presionar sus caderas con las piernas… acabó con aquella tortura. Gimió su nombre, sin poder dejar de moverse aún estando encarcelada por sus manos y su cuerpo. No iba a ser dulce, ni lento, lo sabía y él también. La necesidad se palpaba en el ambiente, Valeria, lo castigó mordiéndole los labios, mirándole los ojos mientras él se volvía loco entre sus piernas. Movimientos salvajes, lo que provocó que ella se descontrolase y buscó su cuello , dejando una considerable marca entre jadeos, pidiéndole más entre medias de su nombre.
No, no iba a dejarse hacer sin más, aunque le estuviese llevando al mismo infierno. Se zafó de su agarre, tomándole del cuello, hundiendo tanto sus yemas como sus uñas y lamió sus labios, murmurando algo contra éstos “vas a ser….solo mío”. Le obligó, le dio igual que no quisiese, no dejase de moverse como un demonio. Rodó, una imagen distante a como ambos se habían encontrado antes. Llenos de hollín, sangre, sudor y deseo. Pudo llegar a volver a tomar el control como hace unas horas, le dio igual que no le dejase. Las manos del joven quedaron apresadas, tomando su labio y no soltarlo a medida que su cuerpo se movía como una verdadera diosa, sintiéndolo todo al máximo…
El cuerpo de Valeria, se arqueó para que la viese disfrutar al máximo, sin importarle que oyesen sus gritos, su voz susurrando su nombre…caderas que no le daban tregua, adentrándose aún más. Uñas que se hundieron en la piel de su torso al apoyar sus manos… cabalgaba sin descanso, buscando rozar el cielo… perderse en su mirada hasta que estalló en un intenso orgasmo. Las orbes esmeralda fijas en él, sus labios entreabiertos sin poder evitar moverse aún más, buscando que él … le perteneciese, una vez más. Las miradas, las palabras que sobraban…
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Tironeé de su corseé pegándola a mi cuerpo, reclamándola, pues no me importaba lo mas mínimo que los mozos, las doncellas o el servicio fuera testigo del fuego que ardía entre nosotros.
Mucho mas vivo que el del mismo establo, nuestras bocas colisionaban entreabiertas entre roncos jadeos que presagiaban el inicio de la batalla.
Mi camisa arrugada bajo sus dedos, rozando mi pectoral que subía y bajaba salvaje mientras la apresaba en la cárcel de mi cuerpo.
Mordí sus labios hasta hincharlos de puro placer, un gemido que aplaqué cuando mi cadera se impulso adentrando mi virilidad en la profundidad de su sexo.
Su paredes se dilataban para mi, estaba mojada, excitada, cobijaba cada brusco movimiento, pues así estaba yo, ebrio de ella.
Sin ningún tipo de cordura la empalaba una y otra vez, rugiendo contra su mandíbula, marcando ese cuello de piel de porcelana que era solo mio.
-¡Mía! -gruñí desesperado, como si esa palabra pudiera cambiar la realidad.
Sus manos buscaron darme paz acariciando mis costados, creo que le preocupaba, la sangre que manaba cálida por mi costado.
Pero yo era un volcán, era incapaz de parar, había despertado con sus golpes a la bestia, esa acostumbrada a surgir cuando lo golpeaban de distintas maneras.
Gruñí porque no quería caricias, quería mas y empujé tan fuerte que ella grito de placer al notar la profundidad.
Sus piernas rodearon mi cintura, sabia lo que yo necesitaba, no hacían falta palabras, solo eso, miradas que ahora encendidas nos incendiaban.
Siseo pronunciando mi nombre, gimiendolo sin parar, como si cediera a la realidad, no seria lento. Daba igual lo herido que estuviera, en este momento solo veía el fuego, las llamas y su piel.
Su boca marco mi cuello, casi lo sentía sangrar, sobraban las palabras, estábamos los dos exactamente igual.
Descontrolados, cargados de esa violencia a la que estábamos acostumbrados y esta era la única manera que conocíamos de aliviarnos.
Su mano aferró mi cuello, sentí como sus uñas se hundían en mi piel, gruñí con los ojos oscurecidos volviéndola a empotrar con violencia, eso era una batalla, una guerra sin cuartel.
Me empujo y yo me dejé caer, jadeaba mirándola, como cabalgaba, como se mordía los labios mientras gemía una y otra vez.
Llevé mis manos a sus pechos, los apreté sin tregua, quería lamerlos, morderlos, pero ella me mantenía con la cabeza sobre la hierba.
Rugí apartando su mano de un golpe seco, para incorporar mi torso, ahora si, metiendo una de sus tetas en mi boca, succionandola, lamiendo su pezón del que tiré con mis labios.
Volvió a empujarme contra la yerba, nuevos gruñidos nos convertían en bestias y entonces grito mi nombre, su espalda se arqueo, mis manos acompasaron aquel torrente en el que sus paredes vibraron acogiendo mi miembro que estaba a punto de correrse.
Sonreí de medio lado cuando nuestros ojos se encontraron, esmeraldas oscuras que pedían ahora tregua, una que no llego.
Esta vez fue mi mano la que se apoderó de su cuello hasta alzarla y a mi con ella.
La pared de un cobertizo fue el lecho con el que impactaron sus senos desnudos.
Mi mano, en su cuello la mantuvo pegada a esa rugosa pared.
Gruño excitada al sentir como de nuevo la empalaba metiendola muy dentro, moviéndome de un modo tal brusco que sus caderas golpeaban la pared una y otra vez.
Su boca me busco, gemía de nuevo cuando una de mis manos se apodero de su clítoris trazando violentos círculos que la estaban llevando al infierno.
-Voy a correrme -rugí buscando con un ultimo empujón su cuerpo, quedándome muy dentro mientras mi virilidad se sacudía llenadla de mi simiente.
Aflojé el agarre de su cuello, mi cuerpo cedió sobre el suyo extenuado.
-uffffff -susurre algo mareado, ahora que la adrenalina bajaba tras el esfuerzo -ha sido..bestial.
Sus ojos me buscaron, y los miso la encontraron, la bese con suavidad, mis labios secos por los jadeos pronto se humedecieron.
Mis manos estaban manchadas de sangre, también su cuerpo. Tierra, sudor, fuego y sangre era el principio de una nueva era..lo que nos diferenciaba del resto de las parejas.
Podíamos ser fuego, bestias que eran incapaces de controlarse, pero también podíamos amarnos con el candor del amor mas lento, eso eramos ella y yo, fuego y hielo.
Mucho mas vivo que el del mismo establo, nuestras bocas colisionaban entreabiertas entre roncos jadeos que presagiaban el inicio de la batalla.
Mi camisa arrugada bajo sus dedos, rozando mi pectoral que subía y bajaba salvaje mientras la apresaba en la cárcel de mi cuerpo.
Mordí sus labios hasta hincharlos de puro placer, un gemido que aplaqué cuando mi cadera se impulso adentrando mi virilidad en la profundidad de su sexo.
Su paredes se dilataban para mi, estaba mojada, excitada, cobijaba cada brusco movimiento, pues así estaba yo, ebrio de ella.
Sin ningún tipo de cordura la empalaba una y otra vez, rugiendo contra su mandíbula, marcando ese cuello de piel de porcelana que era solo mio.
-¡Mía! -gruñí desesperado, como si esa palabra pudiera cambiar la realidad.
Sus manos buscaron darme paz acariciando mis costados, creo que le preocupaba, la sangre que manaba cálida por mi costado.
Pero yo era un volcán, era incapaz de parar, había despertado con sus golpes a la bestia, esa acostumbrada a surgir cuando lo golpeaban de distintas maneras.
Gruñí porque no quería caricias, quería mas y empujé tan fuerte que ella grito de placer al notar la profundidad.
Sus piernas rodearon mi cintura, sabia lo que yo necesitaba, no hacían falta palabras, solo eso, miradas que ahora encendidas nos incendiaban.
Siseo pronunciando mi nombre, gimiendolo sin parar, como si cediera a la realidad, no seria lento. Daba igual lo herido que estuviera, en este momento solo veía el fuego, las llamas y su piel.
Su boca marco mi cuello, casi lo sentía sangrar, sobraban las palabras, estábamos los dos exactamente igual.
Descontrolados, cargados de esa violencia a la que estábamos acostumbrados y esta era la única manera que conocíamos de aliviarnos.
Su mano aferró mi cuello, sentí como sus uñas se hundían en mi piel, gruñí con los ojos oscurecidos volviéndola a empotrar con violencia, eso era una batalla, una guerra sin cuartel.
Me empujo y yo me dejé caer, jadeaba mirándola, como cabalgaba, como se mordía los labios mientras gemía una y otra vez.
Llevé mis manos a sus pechos, los apreté sin tregua, quería lamerlos, morderlos, pero ella me mantenía con la cabeza sobre la hierba.
Rugí apartando su mano de un golpe seco, para incorporar mi torso, ahora si, metiendo una de sus tetas en mi boca, succionandola, lamiendo su pezón del que tiré con mis labios.
Volvió a empujarme contra la yerba, nuevos gruñidos nos convertían en bestias y entonces grito mi nombre, su espalda se arqueo, mis manos acompasaron aquel torrente en el que sus paredes vibraron acogiendo mi miembro que estaba a punto de correrse.
Sonreí de medio lado cuando nuestros ojos se encontraron, esmeraldas oscuras que pedían ahora tregua, una que no llego.
Esta vez fue mi mano la que se apoderó de su cuello hasta alzarla y a mi con ella.
La pared de un cobertizo fue el lecho con el que impactaron sus senos desnudos.
Mi mano, en su cuello la mantuvo pegada a esa rugosa pared.
Gruño excitada al sentir como de nuevo la empalaba metiendola muy dentro, moviéndome de un modo tal brusco que sus caderas golpeaban la pared una y otra vez.
Su boca me busco, gemía de nuevo cuando una de mis manos se apodero de su clítoris trazando violentos círculos que la estaban llevando al infierno.
-Voy a correrme -rugí buscando con un ultimo empujón su cuerpo, quedándome muy dentro mientras mi virilidad se sacudía llenadla de mi simiente.
Aflojé el agarre de su cuello, mi cuerpo cedió sobre el suyo extenuado.
-uffffff -susurre algo mareado, ahora que la adrenalina bajaba tras el esfuerzo -ha sido..bestial.
Sus ojos me buscaron, y los miso la encontraron, la bese con suavidad, mis labios secos por los jadeos pronto se humedecieron.
Mis manos estaban manchadas de sangre, también su cuerpo. Tierra, sudor, fuego y sangre era el principio de una nueva era..lo que nos diferenciaba del resto de las parejas.
Podíamos ser fuego, bestias que eran incapaces de controlarse, pero también podíamos amarnos con el candor del amor mas lento, eso eramos ella y yo, fuego y hielo.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
El deseo se había apoderado de ambos, como si nada más importarse que castigar al otro. Verle totalmente entregado a ella, en la hierba, reclamándole todo y ella.. mirarle intensamente, devorándolo con sus esmeraldas mientras su cuerpo se movía como esa diosa que él veneraba. Juego de caderas prohibido, cada vez más rápido, necesitado, culminaba aquel deseo que sentían por el otro. Las miradas entre ambos, el lenguaje que utilizaban sin tener que decir ni una palabra. Era instantáneo, cuando sus ojos se cruzaban lo demás carecía de sentido , la tensión se palpaba a cada respiración que se intercambiaban.
No, aquel encuentro no había hecho más que comenzar. Rugió como una pantera al tomarla del cuello, no le haría daño, su daño sería uno muy distinto. Deseó que apretase, un poco más, notar las yemas de los dedos hasta que la vista se nublase, la respiración le faltase y solo diese paso a un placer salvaje, un placer que solo alguien como ella podía ofrecérselo. Su cuerpo lo acogía como si ese momento lo hubiese estado esperando mucho tiempo y por fin se hubiesen reunido en un punto en el que ya no habría vuelta atrás.
Buscó su boca, mordiéndola con un deseo enfermizo, tal que sus jadeos terminaron en gritos desesperados, volvía a sentir como el placer que le otorgaba tanto sus movimientos como su agarre, la fiereza y la necesidad, volvió a hacerles explotar una vez más como si el mundo se acabase, ardiese bajo sus pies, entre sus cuerpos. Una de sus manos, rodeó su nuca, enterrando sus dedos y morder su barbilla, una de sus mejillas, buscando a tientas sus labios sin dejar de mirarle a los ojos…exhausta. Deseaba más de aquella locura.
-Hoör… -murmuró sin salir de él, aún podía sentirlo parte de ella, en aquel abrazo tierno a la vez de fuego. Como si acabasen de batallar, sus cuerpos manchados, heridos pero satisfechos uno del otro - ¿Sabes lo que sería muy divertido? -susurró melosa, desviando su mirada de él hacia las cuerdas de las caballerizas. Una sonrisa traviesa, maliciosa, se dibujó en sus labios carmesís -Quiero atarte. Y quiero que me termines suplicando que te suelte - alargó la mano, tirando de una de las cuerdas colgadas de los maderos.
Le bastó un simple tirón para hacerse con una , tomar sus muñecas con suavidad y enredar la cuerda entre las muñecas de ambos, alzándolas entre sus cabezas, aún esa posición. Valeria, entreabrió los labios, gimiendo por lo bajo al notar la presión tanto en sus muñecas como el simple hecho de pertenecerle. Lo que le iba a pedir podía o no cumplirlo… sus caderas comenzaron a moverse en un vaivén delicioso, buscando que volviese a perder el norte por ella. Le atrajo hacia sí por la nuca, aún con las muñecas atadas, con una única diferencia… consiguió darse la vuelta, para tomarle por las caderas, acercarle hacia sí y volver a sentir las ganas y el deseo que volvieron a apoderarse de ambos.
-No ha sido suficiente, quiero más. Mis pechos quieren más…y no, no me has apretado lo suficiente -mordió su labio inferior, tirando de éste con fuerza. Mirándole a los ojos , volviéndose loca por él.
No, aquel encuentro no había hecho más que comenzar. Rugió como una pantera al tomarla del cuello, no le haría daño, su daño sería uno muy distinto. Deseó que apretase, un poco más, notar las yemas de los dedos hasta que la vista se nublase, la respiración le faltase y solo diese paso a un placer salvaje, un placer que solo alguien como ella podía ofrecérselo. Su cuerpo lo acogía como si ese momento lo hubiese estado esperando mucho tiempo y por fin se hubiesen reunido en un punto en el que ya no habría vuelta atrás.
Buscó su boca, mordiéndola con un deseo enfermizo, tal que sus jadeos terminaron en gritos desesperados, volvía a sentir como el placer que le otorgaba tanto sus movimientos como su agarre, la fiereza y la necesidad, volvió a hacerles explotar una vez más como si el mundo se acabase, ardiese bajo sus pies, entre sus cuerpos. Una de sus manos, rodeó su nuca, enterrando sus dedos y morder su barbilla, una de sus mejillas, buscando a tientas sus labios sin dejar de mirarle a los ojos…exhausta. Deseaba más de aquella locura.
-Hoör… -murmuró sin salir de él, aún podía sentirlo parte de ella, en aquel abrazo tierno a la vez de fuego. Como si acabasen de batallar, sus cuerpos manchados, heridos pero satisfechos uno del otro - ¿Sabes lo que sería muy divertido? -susurró melosa, desviando su mirada de él hacia las cuerdas de las caballerizas. Una sonrisa traviesa, maliciosa, se dibujó en sus labios carmesís -Quiero atarte. Y quiero que me termines suplicando que te suelte - alargó la mano, tirando de una de las cuerdas colgadas de los maderos.
Le bastó un simple tirón para hacerse con una , tomar sus muñecas con suavidad y enredar la cuerda entre las muñecas de ambos, alzándolas entre sus cabezas, aún esa posición. Valeria, entreabrió los labios, gimiendo por lo bajo al notar la presión tanto en sus muñecas como el simple hecho de pertenecerle. Lo que le iba a pedir podía o no cumplirlo… sus caderas comenzaron a moverse en un vaivén delicioso, buscando que volviese a perder el norte por ella. Le atrajo hacia sí por la nuca, aún con las muñecas atadas, con una única diferencia… consiguió darse la vuelta, para tomarle por las caderas, acercarle hacia sí y volver a sentir las ganas y el deseo que volvieron a apoderarse de ambos.
-No ha sido suficiente, quiero más. Mis pechos quieren más…y no, no me has apretado lo suficiente -mordió su labio inferior, tirando de éste con fuerza. Mirándole a los ojos , volviéndose loca por él.
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Mi nombre ronco escapó de sus labios aun jadeando. Allí estaba, dentro de ella, sacudiendo los últimos coletazos de mi simiente, mientras con un brazo sostenía su cintura y el otro daba sustento contra la pared a nuestros cuerpos.
Extenuado mi pecho caía ligeramente sobre su espalda, había perdido bastante sangre, sangre que se fundía con su cuerpo.
Me sentía ligeramente mareado, saciado, mi auto control, ahora, parecía domado por esa mujer de cabellos dorados.
Sonreí contra su piel, deslizando mis labios por su espalda alcanzando su cuello, las marcas de mis dedos.
Iba a pronunciar un lo siento, pero...
Si pensaba que este era el descanso del guerrero, mi demonio del infierno me sorprendió de nuevo.
Mis ojos centellearon salvajes cuando sus caderas volvieron a tomar impulso, moviéndose con mi pene dentro.
-Jadeé de nuevo, sintiendo como poco a poco mi virilidad volvía a endurecerse en su interior, dispuesta a un combate sin tregua en el que arderíamos los dos.
El infierno era aquel cobertizo, las llamas nuestros cuerpos y la sangre, el reflejo de que lo nuestro siempre seria eso, fuego.
Ella era la mujer perfecta de un guerrero, no se apiado de mis heridas, ni de como su piel de porcelana quedaba teñida de carmesí.
Quería divertirse, no estaba saciada, y me lo hizo saber, así era Valeria Cavey. Las cuerdas que había anudadas en los maderos despertaron a la bestia que llevaba dentro.
Su mano se alzó mientras nuestros ojos danzaban al ritmo del son de la batalla que sus caderas anunciaban.
Gruñí al sentir la soga enredándonos las muecas, mis ojos oscuros como la noche la contemplaron gemir. Fue suficiente para que mi autocontrol se fuera al infierno con nosotros dos.
La empalé de nuevo con fuerza, su boca se abrió de golpe, jadeando con cada rudo movimiento. Las sogas se movían alrededor de nuestras muñecas, sentía rozar la piel, presionarla, mas eso me excitaba en demasía.
Los brazos por encima de la cabeza de ambos, eramos dos fieras salvajes atadas, batiéndose sin descanso por demostrar al otro quien eramos. No eramos mortales ahora, eramos demonios.
Se giró, quería verme, retarme hablándome de hasta que punto necesitaba mas, mas de esa presión que había ejercido en su cuello, mas descontrol, mas fuego, mas infierno, no había tenido bastante y ahora me daba cuenta, de que tampoco yo.
Mirada esmeralda oscura, brillante, sus piernas alrededor de mis caderas, en un vaivén salvaje.
Mi espalda contra la pared, ella mandaba y le gustaba, ser el centro de mi universo, así la miraban mis ojos, como si no hubiera mas que eso, ella y yo, nosotros.
Su peso sujeto por la soga al competo, su mirada era un volcán, podía ver como se perdía conmigo dentro.
Gruñí al sentir como danzaba, como se la metía completamente entera, para sacarla de nuevo impulsando sus piernas con la pared.
Baile demencial en el que eramos dos locos que no tenian control, ni miedo, solo nuestros ojos demostraban fundidos en los del otro que estábamos idos en nuestros propias torturas y que de un modo u otro nuestros cuerpos eran el antídoto del otro.
Sus paredes se dilataban para mi, la sentía muy mojada y yo, apenas me mantenía en pie.
-Quiero mas -rugí apoderándome de sus labios, deslizando mi lengua rudamente por su boca, saboreando cada resquicio del fuego que había en ella, de la tierra, de la sangre.
Olía a ceniza, viento que se alzaba moviéndonos los cuerpos con fuerza, su cabello ondeaba como el de una valkiria desafiando los cuervos.
-¿Vienes a por este guerrero?
Posé sendos pies con firmeza en el suelo, giré mi cuerpo para volver a empotrarla contra la pared, estaba perdido en su cuerpo, cargado de deseo.
Mi polla vibraba cada vez mas adentro, sentía mi glande rozando lo mas profundo de su vagina y aun así, la penetraba mas fuerte, aun no estaba suficientemente dentro.
Sus pechos impactaban una y otra vez contra mi torso, su espalda se arañaba contra la rugosa pared, ambos sangrábamos, demasiado fuerte, demasiado rudo, pero no podía contenerme.
-no puedo parar -rugí sintiendo el calor de la sangre correr por nuestras muñecas.
No me importaba, cada movimiento era mas oscuro, mas brusco, era e infierno.
Extenuado mi pecho caía ligeramente sobre su espalda, había perdido bastante sangre, sangre que se fundía con su cuerpo.
Me sentía ligeramente mareado, saciado, mi auto control, ahora, parecía domado por esa mujer de cabellos dorados.
Sonreí contra su piel, deslizando mis labios por su espalda alcanzando su cuello, las marcas de mis dedos.
Iba a pronunciar un lo siento, pero...
Si pensaba que este era el descanso del guerrero, mi demonio del infierno me sorprendió de nuevo.
Mis ojos centellearon salvajes cuando sus caderas volvieron a tomar impulso, moviéndose con mi pene dentro.
-Jadeé de nuevo, sintiendo como poco a poco mi virilidad volvía a endurecerse en su interior, dispuesta a un combate sin tregua en el que arderíamos los dos.
El infierno era aquel cobertizo, las llamas nuestros cuerpos y la sangre, el reflejo de que lo nuestro siempre seria eso, fuego.
Ella era la mujer perfecta de un guerrero, no se apiado de mis heridas, ni de como su piel de porcelana quedaba teñida de carmesí.
Quería divertirse, no estaba saciada, y me lo hizo saber, así era Valeria Cavey. Las cuerdas que había anudadas en los maderos despertaron a la bestia que llevaba dentro.
Su mano se alzó mientras nuestros ojos danzaban al ritmo del son de la batalla que sus caderas anunciaban.
Gruñí al sentir la soga enredándonos las muecas, mis ojos oscuros como la noche la contemplaron gemir. Fue suficiente para que mi autocontrol se fuera al infierno con nosotros dos.
La empalé de nuevo con fuerza, su boca se abrió de golpe, jadeando con cada rudo movimiento. Las sogas se movían alrededor de nuestras muñecas, sentía rozar la piel, presionarla, mas eso me excitaba en demasía.
Los brazos por encima de la cabeza de ambos, eramos dos fieras salvajes atadas, batiéndose sin descanso por demostrar al otro quien eramos. No eramos mortales ahora, eramos demonios.
Se giró, quería verme, retarme hablándome de hasta que punto necesitaba mas, mas de esa presión que había ejercido en su cuello, mas descontrol, mas fuego, mas infierno, no había tenido bastante y ahora me daba cuenta, de que tampoco yo.
Mirada esmeralda oscura, brillante, sus piernas alrededor de mis caderas, en un vaivén salvaje.
Mi espalda contra la pared, ella mandaba y le gustaba, ser el centro de mi universo, así la miraban mis ojos, como si no hubiera mas que eso, ella y yo, nosotros.
Su peso sujeto por la soga al competo, su mirada era un volcán, podía ver como se perdía conmigo dentro.
Gruñí al sentir como danzaba, como se la metía completamente entera, para sacarla de nuevo impulsando sus piernas con la pared.
Baile demencial en el que eramos dos locos que no tenian control, ni miedo, solo nuestros ojos demostraban fundidos en los del otro que estábamos idos en nuestros propias torturas y que de un modo u otro nuestros cuerpos eran el antídoto del otro.
Sus paredes se dilataban para mi, la sentía muy mojada y yo, apenas me mantenía en pie.
-Quiero mas -rugí apoderándome de sus labios, deslizando mi lengua rudamente por su boca, saboreando cada resquicio del fuego que había en ella, de la tierra, de la sangre.
Olía a ceniza, viento que se alzaba moviéndonos los cuerpos con fuerza, su cabello ondeaba como el de una valkiria desafiando los cuervos.
-¿Vienes a por este guerrero?
Posé sendos pies con firmeza en el suelo, giré mi cuerpo para volver a empotrarla contra la pared, estaba perdido en su cuerpo, cargado de deseo.
Mi polla vibraba cada vez mas adentro, sentía mi glande rozando lo mas profundo de su vagina y aun así, la penetraba mas fuerte, aun no estaba suficientemente dentro.
Sus pechos impactaban una y otra vez contra mi torso, su espalda se arañaba contra la rugosa pared, ambos sangrábamos, demasiado fuerte, demasiado rudo, pero no podía contenerme.
-no puedo parar -rugí sintiendo el calor de la sangre correr por nuestras muñecas.
No me importaba, cada movimiento era mas oscuro, mas brusco, era e infierno.
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Perdieron el control. Fue un acto salvaje, fuego, infierno por ambas partes. La mirada esmeralda de Valeria, buscó por encima del hombro la del noruego. Rió aún jadeante, ronroneando por todo lo que se le pasaba por la cabeza. No, aún no habían hecho más que empezar. Orbes esmeraldas, se tiñeron de un tono más oscuro al apreciarle jadeante, satisfecho y totalmente entregado a ella. Aunque estuviesen en pleno frenesí, podía leer en los ojos ajenos lo que sentía por su persona. No era solo deseo, amor… mucho más fuerte que los llevaba al mismísimo infierno, quemándose entre los brazos del otro, perdiéndose en los más profundos deseos.
Unas simples cuerdas iban a hacerles perder la cabeza. Unidos, a merced del otro, sin poder tocar la piel ajena y solo sentir. Gruñó entre gemidos al notar como de nuevo volvía a sentirle duro y dispuesto en su interior, esperando las primeras y deliciosas embestidas. Una sensación diferente, sus dedos entrelazados con los de él, impedían que ninguno de los dos pudiese desatar aquella provocadora y tentadora tortura que le enloqueció. Pues fue la culpable, de que las cuerdas ejerciesen cierta presión, fuerte y ser ella liberada. Quería, necesitaba tenerle a su merced, verle totalmente entregado… ambos convertidos en esos demonios digno rivales del otro. Sus caderas le regalaban ese castigo divino, no podía parar, tampoco le importaba herirse en el campo de esa batalla. Pies apoyados en la pared, envolviendo la cintura ajena., moviendo como una diosa…regalándole el mismo infierno.
Mordió su lengua con picardía al oír que quería más, si no era posible que se moviese más deprisa, su espalda se arqueó, tirando de las cuerdas, le fuese imposible tocarla… quería llegar, gritar su nombre mientras pedía más. Sus pechos totalmente ofrecidos , le pedían atenciones, quería ser devorada por sus labios de fuego, ante su oscura mirada. Se mordía los labios, provocándolo con ese gesto, bien sabía cuánto le provocaba tal cosa y más cuando era él quien con tan solo sus caderas, la llevaba a perder el norte para perderse en aquel extremo placer salvaje y necesitado. Rugió, sin pensarlo, bajando los brazos y conseguir que aún con las muñecas atadas tomarlo del cuello, saborear ese momento, lamerle y morderle los labios entre risa.
-Vengo a por mi guerrero, eres mío ¿lo has entendido? -voz ronca, entre jadeos, gemidos que se le escapaban a cada embestida. No podían parar. Estalló entre sus brazos, sintiendo golpear su espalda, la fuerza con la que la cuerda los unía, retorciéndoles de placer en el más profundo infierno. -Mío -siseó para que no dijese nada al respecto, quería hacer algo y no, no iba a impedírselo…ella también era dueña de aquel agarre. Bajó de sus caderas, siseando con fuerza y dejarse vencer de rodillas en el suelo.
Sus orbes esmeralda lo observaron detenidamente mientras sus labios quedaban apresados entre sus propios dientes, atada y de rodillas ante él…como si le estuviese pidiendo permiso , un permiso que no se molestó en tan siquiera susurrar.. Sus labios buscaron lamer su miembro, vibraba deseoso de alcanzar el clímax. Rió contra éste, deslizando los dientes como los labios y no darle tregua, sin más lo tomó para llevarle al mismo cielo, no dejaba de mirarle a los ojos. Su lengua como su boca, lo torturaban ahora, tirando de sus muñecas para que él arquease la espalda... una tortura, una nueva en la que ella no paraba de buscarlo. Deseaba acabar con el guerrero. Quería ver como su cuerpo se estremecía, sus músculos se contraían por las oleadas de placer que su boca le ofrecía. Una imagen prohibida para cualquiera… un deseo irrefutable.
Unas simples cuerdas iban a hacerles perder la cabeza. Unidos, a merced del otro, sin poder tocar la piel ajena y solo sentir. Gruñó entre gemidos al notar como de nuevo volvía a sentirle duro y dispuesto en su interior, esperando las primeras y deliciosas embestidas. Una sensación diferente, sus dedos entrelazados con los de él, impedían que ninguno de los dos pudiese desatar aquella provocadora y tentadora tortura que le enloqueció. Pues fue la culpable, de que las cuerdas ejerciesen cierta presión, fuerte y ser ella liberada. Quería, necesitaba tenerle a su merced, verle totalmente entregado… ambos convertidos en esos demonios digno rivales del otro. Sus caderas le regalaban ese castigo divino, no podía parar, tampoco le importaba herirse en el campo de esa batalla. Pies apoyados en la pared, envolviendo la cintura ajena., moviendo como una diosa…regalándole el mismo infierno.
Mordió su lengua con picardía al oír que quería más, si no era posible que se moviese más deprisa, su espalda se arqueó, tirando de las cuerdas, le fuese imposible tocarla… quería llegar, gritar su nombre mientras pedía más. Sus pechos totalmente ofrecidos , le pedían atenciones, quería ser devorada por sus labios de fuego, ante su oscura mirada. Se mordía los labios, provocándolo con ese gesto, bien sabía cuánto le provocaba tal cosa y más cuando era él quien con tan solo sus caderas, la llevaba a perder el norte para perderse en aquel extremo placer salvaje y necesitado. Rugió, sin pensarlo, bajando los brazos y conseguir que aún con las muñecas atadas tomarlo del cuello, saborear ese momento, lamerle y morderle los labios entre risa.
-Vengo a por mi guerrero, eres mío ¿lo has entendido? -voz ronca, entre jadeos, gemidos que se le escapaban a cada embestida. No podían parar. Estalló entre sus brazos, sintiendo golpear su espalda, la fuerza con la que la cuerda los unía, retorciéndoles de placer en el más profundo infierno. -Mío -siseó para que no dijese nada al respecto, quería hacer algo y no, no iba a impedírselo…ella también era dueña de aquel agarre. Bajó de sus caderas, siseando con fuerza y dejarse vencer de rodillas en el suelo.
Sus orbes esmeralda lo observaron detenidamente mientras sus labios quedaban apresados entre sus propios dientes, atada y de rodillas ante él…como si le estuviese pidiendo permiso , un permiso que no se molestó en tan siquiera susurrar.. Sus labios buscaron lamer su miembro, vibraba deseoso de alcanzar el clímax. Rió contra éste, deslizando los dientes como los labios y no darle tregua, sin más lo tomó para llevarle al mismo cielo, no dejaba de mirarle a los ojos. Su lengua como su boca, lo torturaban ahora, tirando de sus muñecas para que él arquease la espalda... una tortura, una nueva en la que ella no paraba de buscarlo. Deseaba acabar con el guerrero. Quería ver como su cuerpo se estremecía, sus músculos se contraían por las oleadas de placer que su boca le ofrecía. Una imagen prohibida para cualquiera… un deseo irrefutable.
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Re: Valhalla (Valeria Cavey)(+18)
Posesión, palabras que demostraron que nuestro corazón en ese momento estaba tan oscuro como nuestra razón.
Ella gemía con la voz ronca que yo era suyo y yo, gruñía con cada embestida para demostrarle, que nunca pertenecí a nada de ese modo tan caótico.
Ella y yo, el infierno en la tierra, ambos eramos llamas, cargadas de verdad, de pasión.
Un demonio insatisfecho, mi piel ardiendo contra su cuerpo y su espalda arqueándose para demostrarme que el placer tenia un solo nombre, el mio, ese que rugía desafiando los elementos.
Estaba tan cerca de correrme de nuevo, que el norte se perdió en la brújula de sus ojos, ahora solo era capaz de golpear su piel con mi aliento, desesperado, surcaba su piel con mi boca, marcando cada centímetro con mis dientes.
Su pechos contra mi lengua, la deslice salvaje por sus pezones que erguidos desafiaban a cada uno de mis sentidos.
Succioné, sin poder tocarla, pues las cuerdas marcaban nuestros peligroso destino.
Sangre, sudor, tierra y fuego ¿acaso eramos nosotros el manantial para detener todo esto?
Bajo de mi cintura, arrastrando esos labios carmesí, trazando el camino, mas ardiente que jamas sentí. Tiró de las cuerdas, nuestros dedos aun seguían entrelazados, boca que dibujo mi glande, lengua que lo limpio de el fruto de su excitación.
Jadeé completamente perdido en el placer que esa mujer, Valeria cavey me estaba dando aquella noche, en el que un baile lento se había tornado un incendio.
Su boca apresó mi virilidad, introduciendosela entera, profunda, saboreando cada resquicio de ella. Succionaba, moviendo la piel entre sus labios. Toda dentro y fuera de nuevo, me volvía loco.
Sus ojos me miraban, no me pedía permiso, solo quería verme completamente fuera de mi, quería ver hasta donde era capaz de llegar, ese era su desafió y yo, yo estaba tan excitado, que sentía que iba a explotar en su boca.
-Voy a correrme -gemí casi sin poder mantenerme en pie, nunca había experimentado un sexo así.
Nunca fui suave en mis relaciones, pero esto, rozaba a dos bestias, nada humano quedaba en nosotros, ni siquiera esa mirada oscura, brillante que nos dedicábamos. Eramos dos depredadores, ebrios del otro.
Sus labios sonrieron contra mi polla, deslizo su lengua por el frenillo de forma caótica, desesperada, como si supiera que eso me excitaría mas.
-Joder -gruñí tirando la cabeza hacia atrás, mi polla vibraba contra su boca, un tirón seco para salir, estaba tan cerca de correrme alli.
Llevé nuestras manos enlazadas por las cuerdas hasta ella, tomándola por el mentón, la alcé para enfrentar sus orbes esmeralda.
Mi boca, seca por cada gemido colisionó de nuevo pon sus labios rojos, carmín que sentenció contra los míos.
Ya no era yo, o quizás era mas yo que nuca cuando las cuerdas atraparon su cuello contra la pared.
Nuestras manos a sendos lados, pude ver como apenas entraba el aire en ella.
Un golpe seco y mi miembro entro vibrando entre sus húmedas paredes, abriéndole las piernas.
Gruño de pura excitación, peleando por que una brizna de aire llegara a sus pulmones, algo que no sucedió.
La empalé una y otra vez, contra esa pared, aflojaba el agarre el tiempo mínimo, para que esa lucha continuase, una bocanada de aire antes de volver a apretar con la soga.
Mis ojos observaban sus labios, los tomaban una y otra vez con rudeza, penetrándolos con mi lengua, saboreando el sexo de ambos en ellos, el elixir de nuestra esencia mas verdadera, mas cierta.
Su cuerpo volvía a arquearse, sus pechos contra mi torso, duros, su cuerpo peleaba por mantenerse vivo y a su vez por correrse de nuevo conmigo dentro.
Una última embestida basto para notar como sus paredes se sacudieron violentas contra mi virilidad. Aflojé la soga permitiendole respirar al tiempo que mi simiente recorría su vagina.
Me deje caer sobre ella, la pared nuestro lecho improvisado.
Nuestros labios buscando oxigeno desesperados y nuestros cuerpos aun unidos en uno, aprecian seguir danzando como si el infierno no los hubiera ya consumido.
Mis orbes, tormentas de una noche cargadas de truenos desafiaron sus esmeraldas, ambos nos miramos como si nada mas pudiéramos decir, como si por primera vez para ambos, hubiéramos dejado salir lo mas oscuro de nuestras entrañas.
Ella mi luz y mi oscuridad, mi cielo y mi infierno, mi mas profunda perdición.
Su cuerpo cedió entre mis brazos, sus piernas temblaban, incapaz de mantenerse en pie, la sustenté, rodeando su cintura con mi brazo.
-Creo que necesitamos unas copas, o unas botellas, no lo se bien -susurré contra su boca completamente perdido en su olor a lirios y a violetas.
Ella aun movía sus caderas conmigo dentro, creo que estaba tan ida como yo en ese momento.
-Shhhhh, ya esta pequeña -susurré -ya esta.
La alcé entre mis brazos saliendo de ella y cubriendo su cuerpo con la capa de pieles -voy a llevarte a nuestro lecho.
Ella gemía con la voz ronca que yo era suyo y yo, gruñía con cada embestida para demostrarle, que nunca pertenecí a nada de ese modo tan caótico.
Ella y yo, el infierno en la tierra, ambos eramos llamas, cargadas de verdad, de pasión.
Un demonio insatisfecho, mi piel ardiendo contra su cuerpo y su espalda arqueándose para demostrarme que el placer tenia un solo nombre, el mio, ese que rugía desafiando los elementos.
Estaba tan cerca de correrme de nuevo, que el norte se perdió en la brújula de sus ojos, ahora solo era capaz de golpear su piel con mi aliento, desesperado, surcaba su piel con mi boca, marcando cada centímetro con mis dientes.
Su pechos contra mi lengua, la deslice salvaje por sus pezones que erguidos desafiaban a cada uno de mis sentidos.
Succioné, sin poder tocarla, pues las cuerdas marcaban nuestros peligroso destino.
Sangre, sudor, tierra y fuego ¿acaso eramos nosotros el manantial para detener todo esto?
Bajo de mi cintura, arrastrando esos labios carmesí, trazando el camino, mas ardiente que jamas sentí. Tiró de las cuerdas, nuestros dedos aun seguían entrelazados, boca que dibujo mi glande, lengua que lo limpio de el fruto de su excitación.
Jadeé completamente perdido en el placer que esa mujer, Valeria cavey me estaba dando aquella noche, en el que un baile lento se había tornado un incendio.
Su boca apresó mi virilidad, introduciendosela entera, profunda, saboreando cada resquicio de ella. Succionaba, moviendo la piel entre sus labios. Toda dentro y fuera de nuevo, me volvía loco.
Sus ojos me miraban, no me pedía permiso, solo quería verme completamente fuera de mi, quería ver hasta donde era capaz de llegar, ese era su desafió y yo, yo estaba tan excitado, que sentía que iba a explotar en su boca.
-Voy a correrme -gemí casi sin poder mantenerme en pie, nunca había experimentado un sexo así.
Nunca fui suave en mis relaciones, pero esto, rozaba a dos bestias, nada humano quedaba en nosotros, ni siquiera esa mirada oscura, brillante que nos dedicábamos. Eramos dos depredadores, ebrios del otro.
Sus labios sonrieron contra mi polla, deslizo su lengua por el frenillo de forma caótica, desesperada, como si supiera que eso me excitaría mas.
-Joder -gruñí tirando la cabeza hacia atrás, mi polla vibraba contra su boca, un tirón seco para salir, estaba tan cerca de correrme alli.
Llevé nuestras manos enlazadas por las cuerdas hasta ella, tomándola por el mentón, la alcé para enfrentar sus orbes esmeralda.
Mi boca, seca por cada gemido colisionó de nuevo pon sus labios rojos, carmín que sentenció contra los míos.
Ya no era yo, o quizás era mas yo que nuca cuando las cuerdas atraparon su cuello contra la pared.
Nuestras manos a sendos lados, pude ver como apenas entraba el aire en ella.
Un golpe seco y mi miembro entro vibrando entre sus húmedas paredes, abriéndole las piernas.
Gruño de pura excitación, peleando por que una brizna de aire llegara a sus pulmones, algo que no sucedió.
La empalé una y otra vez, contra esa pared, aflojaba el agarre el tiempo mínimo, para que esa lucha continuase, una bocanada de aire antes de volver a apretar con la soga.
Mis ojos observaban sus labios, los tomaban una y otra vez con rudeza, penetrándolos con mi lengua, saboreando el sexo de ambos en ellos, el elixir de nuestra esencia mas verdadera, mas cierta.
Su cuerpo volvía a arquearse, sus pechos contra mi torso, duros, su cuerpo peleaba por mantenerse vivo y a su vez por correrse de nuevo conmigo dentro.
Una última embestida basto para notar como sus paredes se sacudieron violentas contra mi virilidad. Aflojé la soga permitiendole respirar al tiempo que mi simiente recorría su vagina.
Me deje caer sobre ella, la pared nuestro lecho improvisado.
Nuestros labios buscando oxigeno desesperados y nuestros cuerpos aun unidos en uno, aprecian seguir danzando como si el infierno no los hubiera ya consumido.
Mis orbes, tormentas de una noche cargadas de truenos desafiaron sus esmeraldas, ambos nos miramos como si nada mas pudiéramos decir, como si por primera vez para ambos, hubiéramos dejado salir lo mas oscuro de nuestras entrañas.
Ella mi luz y mi oscuridad, mi cielo y mi infierno, mi mas profunda perdición.
Su cuerpo cedió entre mis brazos, sus piernas temblaban, incapaz de mantenerse en pie, la sustenté, rodeando su cintura con mi brazo.
-Creo que necesitamos unas copas, o unas botellas, no lo se bien -susurré contra su boca completamente perdido en su olor a lirios y a violetas.
Ella aun movía sus caderas conmigo dentro, creo que estaba tan ida como yo en ese momento.
-Shhhhh, ya esta pequeña -susurré -ya esta.
La alcé entre mis brazos saliendo de ella y cubriendo su cuerpo con la capa de pieles -voy a llevarte a nuestro lecho.
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