Más alla de la muerte [Privado]

por **Alice D. Defort** Dom Nov 06, 2016 5:06 pm

“El pasado no se puede curar.”

Es raro contemplar un lugar desde a fuera, conociendolo a la perfeccion, sin realmente conocerlo. Alice había tenido una educacion como alguien de su escala social merecia, había acudido al colegio situado en el centro de Paris durante su niñez y adolescencia, de eso hacia ya mucho, muchisimo tiempo, pero aun seguia recordando aquel lugar, recordaba lo mal que le caía una de las profesoras que siempre les hacia rezar mientras sostenia un crucifijo en lo alto, recordaba que ella siempre comentaba a su compañera de al lado lo loca que estaba esa mujer, y como la profesora indignada con su comportamiento había acudido repetidas veces a direccion para que llamasen a sus padres, al segundo intento sus padres la dejaron claro que no podía obligar a rezar, puesto que no eran católicos. Aun después de tanto tiempo seguia imitandola sonrisa de satisfaccion que se dibujo en su cara aquel día. Borrada automaticamente por el recuerdo de su padre pegandola al llegar a casa, segun él porque "por su culpa había perdido un tiempo valioso".

Había estado esperando allí alrededor de una hora, desde que la luna se instalo en el cielo, observando como el personal del centro abandonaba el edificio, no sabía cuantas personas quedaban dentro, pero por los que habían salido, no debían quedar muchos. La persona a la que buscaba, aun no había dado señales, eso la incito a bajar del carruaje y adentrarse en el edificio para buscarlo. Su fuente de informacion la había dado detalles bastante concretos del sujeto en cuestion, sabía que era el director, sabía que tenía unos 36 años, pero lo que más la interesaba a ella era su supuesta habilidad con la hechizeria. Eso aun debía juzgarlo por si misma.

Avanzo por el pasillo principal con determinacion, sin fijarse mucho en los alrededores, recordar viejos tiempos no la iba a ayudar. Intentaba guiarse por sensaciones, descubrir algun olor, algo que la indicara el camino hacia Tyler Fausten.

Hace unas semanas, disfrutando de un banquete personal, uno de los alimentos entablo conversacion con ella, empezo a hablar sobre hechiceros y magia, que le habían salvado la vida. Delirios pensó ella al principio, pero cuando empezo a hablar sobre brujos que hablaban con muertos, Alice se intereso. Le obligo a contarle toda la verdad, la víctima le hablo de ese hombre, Tyler, y de lo que era capaz de hacer. La informacion brindada, no impidio que el hombre terminara como tenía que terminar...Sin una gota de sangre en su cuerpo.

Un poco de investigacion y un par de semanas después, allí estaba Alice, buscando al famoso hechizero. Si de verdad podía hacer lo que decían era una oportunidad maravillosa, sino...Bueno, si era un farsante siempre se lo podía comer. El sonido de sus pasos se interrumpio, había captado algo, siguio su intencion, sus sentidos, hasta una de las aulas, no llamo, simplemente irrumpio.

— ¿Señor Fausten? —observó al hombre dentro del aula, analizandolo exhaustivamente. Obviamente era bastante exceptica con todo aquello, y siempre la acompañaba su arrogancia natural que se trasmitia con solo una mirada.

por **Tyler Fausten** Miér Nov 09, 2016 2:10 pm

Las peores etapas eran las que venían de la mano de problemas que no podían evadirse por mucho que se quisiese. Él no podía desaparecer de la noche a la mañana sin que ésto le trajese consecuencias negativas a su trabajo, vida o incluso poderes. Éstos parecían aumentar significativamente sin necesidad de conjuro alguno, pero al estar tan relacionado con la nigromanci, él tenía la necesidad de usar esos poderes en cualquier lugar alejado de la ciudad, sinó las consecuencias podrían ser nefastas para todos. Parecía increíble ver cómo un nigromante pretendía usar sus poderes para "el bien" y no para el concepto dañino que siempre se tenía de poder. Lo que sí que era fácil de entender era que eran una serie de Dones muy difíciles de domar y aunque éstos estén seguros bajo una mano llena de conocimiento, éstos parecían cobrar vida propia, llegando a dañar al portador de forma brutal.

Quizás fueran sus poderes, pero también el hecho de portar una maldición lo suficientemente fuerte como para sentir la muerte tan de cerca, como si estuviese a punto de entrar en las fauces de un monstruo mitológico. Pero pese a ese sentimiento de desasosiego, los otros sentimientos parecían ampliarse de forma proporcional, algo así como una empatía que funcionaba en ambos sentidos, haciendo que el contrario pudiese llegar a sentir lo que él siente sin necesidad de poseer un poder relacionado. Un problema para algunos, aunque él solía llevarlo con la mayor tranquilidad del mundo.

Como cada día, pasaba largo tiempo en las aulas, preparando o quizás sin hacer nada sino simplemente gastar el tiempo que le sobraba en demasía. No tenía a nadie que le esperase en casa, ni mucho menos tenía obligaciones más allá de aquellas cuatro paredes, por lo que en realidad la soledad se había convertido en una enfermedad para él mismo, para la cual no le interesaba cura alguna. Pero era tarde y no esperaba que nadie le irrumpiese ni mucho menos en aquel aula.

- ¿Quién me requiere? - Dijo con un tono naturalmente cordial, dando a entender que le sorprendía la extraña visita, al mismo tiempo que se quitó las lentes y las dejó encima de la recia mesa de madera que presidía la sala. Aquella mujer se le hacía extrañamente familiar, pero de primeras no le recordaba que fuese algún familiar de cualquiera de sus alumnos. Quizás alguien que viniese a por un tipo de información o simplemente viniese a pedir algo de ayuda para algún que otro acto al que él no solía acudir. Sea cual fuere el orígen de aquella visita, Tyler le instó a pasar para poder hablar de forma más privada. - Por favor, siéntese. No esperaba visita y creo que es muy tarde como para que sea algo poco urgente. ¿En qué puedo ayudarla señora...?- Dijo con la tan sola intención de saber su nombre, ya que aquello además de cortesía, le daría una leve pista de cómo tratar a aquella mujer.

por **Alice D. Defort** Dom Nov 13, 2016 9:44 am

Cerrando la puerta, su irada recorrio el aula, examinando los objetos de la misma, casi parecía que los años no habían pasado en aquel lugar. Posteriormente, sus ojos oscuros se clavaron en el verdadero interés de su visita. La sonrisa que se dibujo en su rostro no era más que una expresion de mostrarse más agradable de lo que en realidad era, y aun así su sonrisa podía desvelar cierto matiz de descaro.

Retiro uno de los guantes que siempre solía llevar puestos en aquellas épocas del año. Una vez delante del hechicero extendió su mano a forma de saludo formal, no hubo inclinaciones de cabeza ni nada por el estilo, solía descartar esos formalismos salvo que estuviese frente a un miembro importante de la realeza, cosa que no era así. — Señorita, si no le importa... —no es que tuviera un problema con su edad, ya que otra de las ventajas de su inmortalidad es que siempre iba a parecer tan hermosa como lo era ahora. No obstante ella no estaba casada, y pensaba que lo apropiado en su posicion era que la llamasen "señorita" si es que insistian en etiquetarla de alguna forma. — Mi nombre es Alice Defort, y no quiero andarme con rodeos señor Fausten, he venido aquí a pedirle algo muy especifico y espero que sea usted capaz de ayudarme... —había tomado asiento frente a él, dejando ambos guantes en el borde de la mesa. Apoyo sus brazos sobre el reposabrazos de la silla de madera. No recordaba lo incómodas que eran aquellas sillas, acostumbrada a el lujoso mobiliario de la clase alta.

— Quiero dejar claro que mi peticion es extremadamente personal, espero que entienda lo que significa esto... —seguramente a aquellas alturas ya el hombre puede haber descubierto que a Alice no le queda nada de humana. Nunca había hablado con nadie, ni siquiera con su hermana, de la posibilidad de hablar con su madre. Incluso cabía la posibilidad de que su madre permaneciese allí, como un fastama. Sabía que su padre, por la muerte que había tenido, era imposible que se manifestara de esa forma, lo cual suponía todo un alivio. Alice cargaba con ella la muerte de su madre desde hace tiempo, a pesar de que ella no la había matado, seguía pensando que era en parte el origen del final que tuvo. No es que se martirizara con su muerte, pero necesitaba hablar con ella, y necesitaba saber si seguía en ese mundo.

— Segun algunos informantes...es usted uno de los nigromantes más poderosos de la ciudad de París, y yo requiero de sus servicios en estos momentos —la verdad es que no aceptaba un no por respuesta. Dudaba que hubiese — Estoy dispuesta a pagarle el dinero que haga falta o él precio que usted decida acordar, siempre que obtenga lo que quiero...Usted me ayuda, yo le pago, y no nos volvemos a ver, fácil y sencillo si colabora —entrelazo sus manos y observó al hombre. Aunque la decision parecía sencilla de tomar, o eso pensaba Alice, era un buen acuerdo, seguramente pocos magos podrían decir que cobrasen por sus servicios lo mismo que estaba ella dispuesta a dar.

por **Tyler Fausten** Jue Feb 09, 2017 2:00 pm

No podía negar el aura tan asfixiantemente exótica que poseís aquella mujer, tan sólo debida a una personalidad arrolladora o a algo que muy lejos estaba de ser algo que fuese claseficado de natural. Los detalles fueron obvios; no le hizo falta observar en demasía, ella, parecía presentarse de forma descarada con un nombre y apellidos, seguidos de un casi: "hola, soy vampiro". Pero algo en todo aquello que le llamó poderosamente la atención fué la fluidez y la facilidad con la que las máscaras caían conforme ella exhalaba una nueva palabra y él, recibía todo tipo de indicaciones de cómo sellar aquella especie de pacto, de recompensa suculenta, algo que nadie en su sano juicio estaría dispuesto a rechazar.

- No voy a negarle que me acabe de dejar en shock ante su desparpajo, señorta Defort. - Dijo, algo preocupado por la situación, aunque claramente no por su vida. Si algo había aprendido de sus años de vida pacífica, era el tratar con cualquier tipo de raza, incluso con algunas que parecían sacadas de un cuento para horrorizar a los niños antes de ir a dormir. - Pero no pudo prometer tal cosa, me refiero, no necesita pagar absolutamente nada y las conversaciones que mantenga conmigo serán de la más estricta confidencialidad. Creo que es bueno para los dos, lejos de cualquier posible amenaza por contarlo, me refiero a que no tengo necesidad de ir chismoseando por ahí la naturaleza de vuestra visita, aunque entiéndame que siga aturdido, pero creo que se le ha olvidado decirme el porqué de la visita. - Tyler permaneció sereno, siempre con esa pequeña preocupación que tenía en el pecho desde el momento en el que aprendió que los posibles malos futuros venían de un pequeño pálpito, aunque ¿qué no lo era allí en París? Cuna de tantas bestias.

- Si se ha tomado la molestia en venir, es que verdaderamente me necesita y le digo que haré todo lo que esté en mi mano para ayudarla, dependiendo de la naturaleza del problema. Ambos sabemos que usted 0pertenece a un mundo en el que hay que tener mucho cuidado en quién confiar. - Tyler tendió una pequeña bandeja de cerezas en licor, mientras él abrazaba con ambas manos su propia y humeante taza de café. - No haré nada que haga peligrar la vida de nadie, me refiero obviamente a que nunca se busca la ayuda de un nigromante para que te eche las cartas, sino para algo más y desde ya le digo qué límites no estoy dispuesto a pasar. - Su voz sonaba serena, tratando de averiguar más sobre aquella mujer, que despertaba muchas sensaciones pese a encontrarse al otro lado de la mesa. Sinceramente, parecía una de las personas más inteligentes de las que había conocido y por lo tanto, debía mantener mil ojos abiertos.

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