In the deepest place of the mind // Recuerdos

Si tan solo fuese capaz de devolverle todo lo que él la daba. Él la había dado un regalo, la había entregado otra vida, una con la que siempre había soñado, y no podía dejar de pensar que sin embargo ella seguía siendo humana y el una criatura sumamente poderosa, casi un dios. Sus ojos brillaban con solo mirarlo.

La devoción que practicaba Alice por aquel entonces era preocupante, caminaba tras el vampiro al que permanecía atada por la sangre admirandolo cada vez más con cada paso. No importaba si él seducía a otras, no importaba que se alimentara de ellas o que se acostase con ellas, porque ella sabía que en el fondo él la amaba solo a ella. Pobre, estúpida e ingenua niña. Con tan solo veintidos años había dejado todo lo que tenía por él, a su hermana, a su madre, a sus otros hermanos...Su prometedor futuro como cazadora. Y ni siquiera se daba cuenta que no era más que una drogadicta ansiosa por consumir un poco más de su droga.

Aquella noche, él la había sacado a pasear, a disfrutar de la noche italiana. Se sentía reconfortada con él rodeandola con un brazo por la cintura, se agarraba a su brazo como una chiquilla adolescentes que acaba de encontrar su primer amor. Palabras endulzadas, encantadores cumplidos aduladores, besos totalmente falsos, pero que sin embargo sabían a gloria a la morena. Caminando llegaron a una especie de restaurante, un lugar al que solo se accede con invitacion y si eres inmortal, bueno si eres inmortal o si eres la mascota de uno de ellos.

El interior estaba poco iluminado, construido sobre piedra, adornado con elegantes telas, cubertería elegante...En definitiva, el lugar con el que todo vampiro podría soñar. Él rodeo más la cintura de Alice, con fuerza la atrajo por completo hacia él, a pesar de que sus sentimientos carecían de amor, era muy posesivo con ella, extremadamente, que alguna otra persona la tocase era impensable para él. Y sabía que no lo iban a hacer, sino querían acabar muertos.

— ¿Una bebida querida? —ella asintió, completamente absorta por el lugar y la belleza de todos allí, aunque sin duda ninguno comparable a él. Cuando volvió con dos copas y una botella del vino italiano más caro, alguien se había acercado hasta Alice, sin embargo se pudo ver en la cara de su "amo" una mirada de precaucion, tenían ante ellos a un Nosferatu, quizás una de las criaturas más mortales que existían. La conversacion entre los dos seres de la noche se desarrollo con normalidad, mientras ella observaba sin mucho interes. Lo que quería era su racion del líquido carmesí, así que empezó a besar su cuello para captar su atencion. Por norma general no actuaba de esa forma en público, pero ya había tomado tres copas de vino y empezaba a sentir un sudor frio por su cuerpo, producto de la adiccion que la sangre la había creado. Ante la insistencia de ella, él no tuvo más remedio que darle sangre de su muñeca. A partir de ese momento, Alice se sumio en un círculo de extasis, por esa misma razón practicamente olvido todo lo que ocurrio a continuacion.

— Mirala, no la queda mucho de vida, sus constantes necesidades de atención me empiezan a agotar... —y así es como hablaba su amo cuando no le veía, palabras que iban dedicadas al Nosferatu que estaba en frente. Minutos después, Alice, renovada aunque aun es su burbuja, se levanto reclamando un baile y mas alcohol. Pero su amo dijo que se divertirse, que el la observaba desde allí. Poco después, mientras seguía sumergida en ese momento de extasis y locura, una presencia se acerco a ella.

— No te dejes engañar, yo puedo darte la inmortalidad, hacerte de verdad una inmortal poderosa...El se deshara de ti, considera mi advertencia y mi proposicion como un regalo —la criatura la dejo helada durante unos segundos, unos segundos que parecieron horas. Pero luego, aquello solo sería un recuerdo muy borroso, nada que tuviese en cuenta. Ella creía a su amo, lo amaba, por eso no podía llegar a creer en unas palabras así.

Tendría que haberse quedado callada, si, y quizás ahora su hermano estaría allí en vez de ella. No, Alice, eso es lo que quiere tu padre que pienses...Presiono la cabeza con sus pequeñas manos. Aquello debía ser ilegal, ¿no?...Dudaba que las leyes francesas permitieran que los padres encerrasen a sus hijos en trasteros húmedos y sucios. Pero a esa edad, poco conocimiento de leyes tenía la pequeña Alice.

Aun le dolía la mejilla por el golpe de su padre, ya la había pegado otras veces pero aquella era la vez que más la había dolido. Acarició su mejilla en la oscuridad y se apoyo contra la pared, dejandose caer hasta quedar sentada en el suelo. La última vez que dejo a su hermano mayor castigado allí estuvo una semana sin verlo, y nunca había visto tan enfadado a su padre como aquella noche. Pero no podía ver cada día las palizas y golpes que le daba a su hermano, a pesar de que ella también las recibía de vez en cuando.

Los ojos de la niña empezaron a volverse cristalinos, a punto de expulsar un monton de lagrimas, e intentaba contenerse, porque sabía que no podía llorar, que eso no era de cazadores fuertes. Si su padre la veía llorando la dejaría allí más tiempo. No quería estar allí más tiempo, quería salir y abrazar a su madre, quería coger a su hermana en brazos y contarla historias. Quería correr por el campo con su hermano como cuando eran más pequeños.

Las lágrimas no dejaron de brotar de sus ojos mientras recordaba todos esos momentos, ni siquiera se daba cuenta, eran lágrimas silenciosas, que se mimetizaban con aquel lugar tan sombrio y solitario. Minutos después se arrastro hacia un colchon que había en el suelo, con una colcha vieja por encima y una almohada en el mismo estado, incluso había sangre seca, seguramente de su hermano. Se abrazo a la almohada y cerró fuerte los ojos mientras las lágrimas seguían precipitandose al vacío. Un vacío que inundaba profundamente cada día el alma de Alice.

La pequeña ventaba de aquella buhardilla dejaba entrar los primeros rayos de luz de la mañana, era dificil saber que hora era exactamente, quizás las ocho de la mañana, o puede que las siete, incluso si te fijabas mejor...Las seis. La familia de cazadores tenía por costumbre despertarse muy pronto, los entrenamientos eran exigentes y cuanto más horas al día pudieran aprovechar, mejor.

Y no iba a ser distinto para la pequeña que seguía castigada. Sus ojos aun no se habían abierto, pero en cuanto la puerta se abrio su cuerpo se despego del viejo colchon y se pego a la pared, en un salto. Alerta, se podían ver sus ojos hinchados de llorar, sus ojeras de dormir mal. Por la puerta asomo la figura de una mujer, parecía joven, su piel suave y algo morena así lo decían, pero si te fijabas en sus intensos ojos azules grisaceos podías admirar la mirada de la madurez. Llevaba un vestido elegante en tonos claros y su pelo negro y rizado semi recogido.

A la pequeña Alice se le iluminaron los ojos y corrió a abrazar a su madre. Apoyo su cabeza contra su vientre u cerro los ojos. Su madre acaricio tiernamente su cabello con la mano libre, pues en la otra llevaba un plato con algo de comida.

— Vamos cariño, no hay mucho tiempo, he convencido a tu padre solo para traerte esto antes de que venga él, comelo rápido. —normalmente su padre no permitía que les trajeran comida, dudaba que hubiese hecho una excepcion. Sabía que su madre mentía, y por eso mismo se apresuro a comerse el trozo de pan y de carne de forma rápida, no quería que su madre tuviese problemas. Su madre la observaba, acaricio su mejilla y retiro su pelo hacia atrás, su miraba reflejaba el evidente descontento con aquella situacion, pero no podía hacer nada. Unos pasos pudieron escucharse no muy lejos, botas pesadas de hombre. Su madre la quito el plato, la limpio las migas y ambas se pusieron rectas y en pie. Su madre escondio el plato en los refajos del vestido. Alice trago el ultimo trozo de carne que tenía en la boca.

Un hombre alto, corpulento y de mediana edad aparecio por la puerta. Llevaba ropas de cazador, como era costumbre. La barba recortada y su melena castaña desordenada que de alguna forma le hacia ver atractivo desde que era joven. Su porte y sus ojos marrones es lo que habían enamorado a la mujer de la casa.

— No voy a preguntar que haces aquí, pero marchate —su tono de voz era áspero, la pequeña agacho la cabeza, no quería ver como su madre se iba y la dejaba allí, siempre la partía el corazon. La puerta se cerro tras su marcha, Alice no se dio cuenta que su hermano mayor estaba allí también, tras su padre, también cabizbajo. Ambos sabía lo que iba a pasar. Lucharian uno contra otro y quien perdiera...Bueno, no sería agradable para el que perdiera.

Su padre le tiro un cuchillo, que tuvo que recoger. No quería que su padre pegase a su hermano, pero cuantos más golpes recibiera ella, más dificil iba a resultar estar allí.