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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Doctor Horrible Sáb Nov 19, 2016 5:07 pm

Se había quedado sin permanganato de potasio, un componente vital para los futuros experimentos que tenía en mente, y eso una única cosa, una muy mal: Tendría que salir de su medio hogar y medio laboratorio a comprar el valioso compuesto. ¡Y tan valioso! Horribles eran los sacacuartos que se hacían llamar vendedores y no él. El dinero no es que fuera ningún problema, ni cuando sus padres vivían ni después de morir. Lo de su pequeña batalla contra los sacacuartos era una cuestión de orgullo y dignidad.

Fue por ello que, antes de bajar a la calle y sin pensárselo dos veces, Billy Parker se vistió con su fiel bata blanca y se puso las enormes gafas de laboratorio en la frente adoptando así tanto el aspecto como la personalidad de su alter ego, El Doctor Horrible. No iba a dejar que, una vez más, los sacacuartos le estafasen pidiéndole el doble de lo que verdad se pegaba por el compuesto. ¿Y cómo lo haría?

Dio un paseo por las estanterías cargadas de frascos y cachivaches de metal que ocupaban la mayor parte de su hogar. Fue señalando cada de ítem a la vez que hablaba para sí mismo con una voz tan baja que casi parecía un susurro:

-¿Y si le echo ácido a la cara?- Cogió un frasco de cristal que contenía un líquido transparente y meditó por un instante lo que acababa de decir.- ¡Qué vulgaridad! La gente me tomaría por un delincuente del tres al cuarto. Necesito algo más elegante, acorde con mi elegancia y mi privilegiada inteligencia.- Dejó el frasco de cristal y jugueteó con algo que tenía la apariencia de ser una ballesta a medio construir- Tampoco es cuestión de asesinar a nadie. –Dejó la mitad ballesta y fue entonces cuando lo vio- ¡Perfecto!-

Se introdujo lo que a simple vista parecía un guante de cuero negro en uno de los muchos bolsillos de la bata blanca y salió de su casa dando un portazo de la emoción. ¡Era un plan maestro! Nada de muertes, nada de ácidos que dejan el suelo sucio de trozos de piel quemada y nada de armas. ¿Desde cuándo un guante de cuero era un arma a tener en cuanta? Cuando el sacacuartos dijera a los Guardias lo que le había hecho el Doctor Horrible, ninguno se lo creería. Cómo si alguien se fuera creer lo que era capaz de hacer el guante del Doctor. ¿Y qué hacía? El sacacuartos sería el primero en saberlo.

Sin disimular la sonrisa de oreja a oreja que se le dibuja en la cara cada vez que se le ocurría una mala y horrible idea, Billy caminó todo lo deprisa que pudo hasta llegar al abarrotado mercado de Francia. Si necesitaba un compuesto para sus experimentos, ¡ahí lo tenían! Si quería ser estafado por un sacacuartos cualquiera, ¡allí había a pares!

Se ciñó el guante de cuero negro a su mano izquierda y entró en la tienda donde vendían los productos químicos que necesitaba. Por supuesto, la tienda disponía de permanganato potásico y un sacacuartos de sonrisa taimada. Bonita sonrisa, a juego con la que lucía el Doctor.

-Me alegro de verle señor Parker.- El sacacuartos hizo una pequeña reverencia con la cabeza.- ¿En qué puedo servirle?-

Billy Parker, alias Doctor Horrible, no contestó. Fue directo hacía su objetivo y aplastó su mano enguantada contra la mejilla del sacacuartos.

-Ya eres mío.- Susurró en el Doctor con una voz apenas inaudible.

-¿Disculpe, señor Parker?- El sacacuartos le miró de soslayo. -¿Se encuentra bien?-

¡¿Cómo era posible que se mantuviera en pie?! A esas alturas debía de haber caído al suelo por el veneno pez globo. Pasó días enteros ideando un guante que pudiera llevar las neurotoxinas adheridas a su palma sin que hubiera ningún peligro de que a él no le afectase. ¡No podría estar fallando! No se lo podía creer.

-Sí, sí estoy bien.- Dio unos pasos atrás tímidamente. Batalla perdida. El sacacuartos había vuelto a ganar.- ¿Tiene permangato potísico?- Estaba tan nervioso que no puedo pronunciar bien el nombre.

-¡Aja, permanganato potásico! Sabe muy bien que cualquier cosa que necesite, yo la tengo.- El tendero emitió una gran risotada.- Y no se preocupe si no quiere decirme qué le pasa, ya estoy más que acostumbrado a sus excentricidades. –Guiñó un ojo al Doctor como si se estuviera burlando de él. Ojala se atragantase con su victoria.
   
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Mensaje por Cheza Dom Nov 20, 2016 12:05 pm

Los humanos podrían ser reales idiotas algunas veces, también muy engreídos y salvajes y si lo dices en voz alta, te tachan de monstruo y te rechazan, para Cheza no había verdad más clara. Solo había salido en su forma felina porque no quería llamar la atención de nadie ¿Quién se fijaría en una siamés de ojos azules? Nadie, pero si te acercas demasiado a la zona donde hay carnicerías o comida, la gente pierde la cabeza como si fueses la misma peste y comienzan a tirarte cosas. Primero fueron piedras, después un hombre barbudo y panzón saco una hoya de agua caliente y la hecho en dirección a la felina; fueron instantes los que tuvo para moverse, más una de sus patas recibió el agua en una pequeña zona que aun que no era peligroso para la vida, si que le dolía.

debería devorarte ahora mismo…. pensó siseando al sujeto y saliendo de ahí.

Lo malo de Paris eran las personas, demasiadas personas a todas horas, si no eran los vendedores, gente, y demás que siempre estaban por todos lados, en las noches eran los vampiros y seres nocturnos que no se podían pasear por las mañanas, asi que se paseaba por las noches y simplemente las llenaba de vida una vez más. No quería terminar en un sucio callejón, no se podía volver a la forma humana porque, claro, ropa y no sabía si era inteligente o no quedarse en aquella zona. Hubo alguien en alguna parte que la llamó, pero no era muy buena con niños asi que simplemente troto lo que pudo con su felpuda pata ardiendo, hasta encontrarse frente a una tienda de aspecto gris y extraño, buscando ocultarse del sol bajo su sombra y lamiéndose la pata que pensaba un poco por lo sensible que se había puesto. Claro, no había perdido pelaje ni nada parecido, pero ardía usarla.

Ugh..este va a ser uno de esos días… pensó alzando sus gatunos ojos al interior de la tienda.
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Mensaje por Doctor Horrible Mar Nov 22, 2016 4:40 am

-¿Es suyo ese gato señor Parker?- Preguntó el sacacuartos mirando de soslayo a un gatito que se acicalaba en la puerta de la tienda –No me gustan los gatos,- Su voz sonó como una amenaza. Estornudó y añadió- me dan alergia. Ya debería saberlo-.

¿Cómo no podían gustarle los gatos? Eran animales nobles y adorables. Billy, desde bien pequeño, siempre quiso tener uno, pero al vivir en una casa llena de trastos altamente peligrosos, tuvo miedo que por culpa de un mal accidente muriese. ¡Lástima! Su mayor debilidad eran los animales, y dentro de éstos los gatos. Que fuera el Doctor Horrible, uno de los mayores villanos de toda Europa, no significaba quería decir que fuera un malvado abusador de animales.

El sacacuartos rebuscó entre los cajones de las estanterías del local sin dejar de estornudar y sin dejar de mirar al gato. Billy ya se podía hacer una idea de lo que estaba buscando, lo que buscaría cualquier barriobajero sacacuartos al ver un animal perdido en la calle: Un cuchillo. Cuando el hambre abunda y la comida escasea, la frase de “dar gato por liebre” se convertía en el credo de todos los vendedores franceses. ¡Qué valor! Para que luego le llamen criminal a él. En comparación, matar a un inocente gatito era mucho peor que intentar derribar el estatus quo.

-¡Sí!- Billy, a causa de su timidez, tardó en responder pero cuando por fin encontró las fuerzas para hacerlo, habló con un buen grito. Digno de un villano. Esperaba que eso fuera suficiente para rescatar la vida del pobre felino. –Es mío, lo siento…- Pero las fuerzas del primer grito se desvaneció pronto y agachó la cabeza cuando tuvo que disculparse.

-Más le vale sentirlo pues me tendrá que pagar las medicinas de la alergia y le aseguro que no son baratas-.

El sacacuartos mintió. El gato estaba fuera de la tienda, a esa distancia solo le había causado unos pocos estornudos. No era nada grave que necesitase de ningún tratamiento claro. El doctorado en horribilidad que se sacó Billy tenía varios cursos intensivos de medicina, sabía de lo que hablaba.

-Si lo desea, por nuestra amistad señor Parker, podemos hacer un trato. Dígame, ¿cuánto dinero lleva encima?-

Bajo la sonrisa amable y los estornudos de la alergia se escondía una persona realmente horrible… No. Para horribles, estaba el Doctor Horrible. El vendedor era un sacacuartos cualquiera, como muchos de los que habían en Francia. Billy levantó lentamente la cabeza hasta encontrarse con los ojos de su enemigo. Le sonrió y le desafió con la mirada con una mirada más propia de su alter ego que del inocente y cándido Billy Parker. El guante con las toxinas de pez globo adheridas no había funcionado, pero el destino le había presentado una nueva oportunidad para poder vencerle.    

Sin decir nada, fue hacia la puerta y cogió en brazos al gato siamés. Le costó imaginar que no tuviera dueño y estuviera perdido pues era realmente adorable.

-Tranquilo amiguito, no te voy a hacer daño lo prometo.- Le susurró al gato.

Una vez con su nuevo amigo en brazos, se dirigió hacia el sacacuartos a la vez que acariciaba al animal muy despacio desde la cabeza hasta el principio de su cola. De nuevo, el pelaje tan suave y el aspecto tan limpio del animal, le resultó extraño. Si al final resultaba que de verdad estaba perdido y que no tenía dueño le resultaría muy difícil dejarlo suelto.

-Ya eres mío.- Billy repitió exactamente la misma frase y con la misma tonalidad que dijo cuando atacó con el guante de las toxinas de pez globo al sacacuartos. Solo esperaba que esta vez sí funcionase su plan de venganza. Ni un franco más estaba dispuesto a darle.


Off rol: Si quieres puedes controlar al vendedor ^^
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Mensaje por Cheza Vie Nov 25, 2016 9:46 am

No tardo mucho en captar las palabras que venían del interior de la vieja tienda, moviendo apenas una oreja en dirección de esta y manteniendo la felina mirada hacia afuera; no le causó gracia que el vendedor se quejara de ella, si realmente quisiera hacerle algo bastaba con tomar su forma de leona o pantera y con eso podría devorarlo, aun que estaba segura que seria asqueroso por el pobre aspecto de la tienda.

Dedico solo a lamer su pata, sintiendo que esta se había hinchado solo en el lugar donde se había quemado, pero que no era nada grabe. Miró a su espalda cuando escuchó como la atención se había dirigido a ella ahora, mirando al vendedor estornudar y mirarla con cara maniaca, mientras buscaba algo entre los cajones; después quien lleno su curiosidad fue el hombre rubio que estaba con él, su extraño atuendo y lo que llevaba en la cabeza la hacían pensar en aquellos quienes tachaban de locos, mas su suave voz la hizo ladear un poco la cabeza felina. Cuando se vio entre sus brazos, pudo notar el olor a químicos extravagantes y polvos, mas no estaba segura si de tierra o algo más, lo que la hicieron arrugar la nariz un poco y bajar las orejas. Alzo un poco su rostro diminuto para ver las facciones del que ahora la tenía y aseguraba que todo estaba bien, si bien eran facciones suaves y no toscas como los demás, era atractivo y podría decir que si no fuese por esa expresión de villano en entrenamiento, seria hasta tierno.

No captó muy bien de que iba todo hasta que se vio frente al vendedor. Rodo los gatunos ojos al notar lo infantil que esto resultaba, pero las manos enguantadas del extraño sabían cómo acariciarla, asi que jugaría un poco por algo de atención. El vendedor miro extrañado al rubio por unos segundos, hasta que se vio arrinconado contra la sucia pared de la tienda, palideciendo y con una ya roja y escurriente nariz, apunto a la felina con el cuchillo que llevaba en mano –Aleja al gato! Mi..mis alergias!- gritó, sin poder controlar su mano ya, el cuchillo cayo de forma pesada al suelo, creando un eco que recorrió la tienda he hizo que Cheza cerrara un poco los ojos por lo sensibles de sus orejas.

Las ventajas de ahora estar en su forma gatuna, era que todos los humanos pensaban que era solo un gato, asi que sus posibilidades eran infinitas; meditando un poco intentando adivinar lo que el rubio vestido de villano querría, se decidió por algo “clásico” siseando al vendedor de forma agresiva y en advertencia y gruñéndole un poco, como dejando en claro que su lugar era con su nuevo amigo y que cualquier movimiento en falso, lo llevaría a la muerte…. O algo así.

Bueno ¿Y ahora qué vas a hacer? Pensó, volviendo a alzar su cabeza para mirar al hombre, notando como disfrutaba aquello tan sencillo y simple para ella. En un impulso, subió a los hombros del mismo y con perfecto equilibrio, se posó ahí, moviendo su felpuda cola y observando desde arriba al vendedor, el cual aterrado cayó al suelo al ya no poder sostenerse más y con la cara a medio hinchar.
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Mensaje por Doctor Horrible Lun Nov 28, 2016 4:41 am

Entre guturales gritos e incesantes estornudos, el sacacuartos cayó al suelo. Si el Doctor Horrible estaba en lo cierto, y tenía una alta probabilidad de estar, el avaro vendedor estuvo maldiciendo y estuvo insultando tanto a Billy como al pequeño gatito siamés, y, por supuesto,  también a sus alergias.  No fue anda fácil entenderlo, su voz sonaba tan espera por la tos y los estornudos que todas las vocales las pronunciaba como si fueran as y algunos consonantes como las eses o las erres sonaban tan mudas como las haches.

Hubo una frase del ya derrotado sacacuartos que al Doctor Horrible le hizo especial gracia: -Adaata ma la pagahá-. La traducción sería algo así como: “Idiota me las pagarás” o, al menos eso creyó Billy. Tampoco es que fuera muy importante lo que dijera, era más divertido verle suplicar en el suelo. ¿Con el guante de toxinas de pez globo hubiera sido tan divertido? Lo probaría la próxima vez que visitase al sacacuartos.

Su nuevo amiguito también parecía divertirse con la escena. Juraría, por cómo sonreía y por cómo movía su redondeada nariz, que se estaba riendo. Es más, incluso saltó desde sus manos a su hombro para poder ver desde una posición más alta lo que le sucedía al sacacuartos. Si se paraba a pensar durante un instante, era lógico que el animal se lo estuviera pasando tan bien. El sacacuartos había estado a punto de utilizarla para hacer sopa con él; haber realizado una venganza tan buena como lo fue derribarle a estornudos y gritos era muy divertido. Sin embargo, había algo ilógico en todo aquel asunto y es que, ¿cómo podía entender el gato que el sacacuartos tenía intenciones asesinas? Billy jamás había tenido mascotas, no sabía hasta qué punto un animal podía ser tan inteligente y, ante la ignorancia, tomó la opción de pasar por alto ese aspecto tan ilógico y disfrutar de la horrible escena.  

-Bien hecho pequeño,- Billy acarició la cabecita del felino mientras practicaba su risa malvada de “muajajaja- eres un gato muy listo. ¿Podrás reír como yo? Venga inténtalo. ¡Muajajaja! No es tan difícil.- acarició muy despacio los del gatito. - Seguro que sabes hacerlo. Muajajajaja-.

Si le preguntasen qué era más divertido si ver la escena horrible del hombre suplicando clemencia por su mala alergia o jugar con el gato siamés, Billy sabía muy bien qué responder: “Ver la escena horrible”. No por nada se hacía llamar Doctor Horrible. Sin embargo, a la hora de sincerarse, debía de reconocer que jugar con el felino era más divertido.

-Vata pah favah- la mano del sacacuartos se asomó por encima del estante. -Vata-  

Una cosa era castigarle por los muchos años de estafas y otra, muy distinta, era torturarle aprovechando la debilidad de sus alergias. Billy obedeció, cogió una bolsa de tela del escaparate y metió el permanganato de potasio y otros compuestos que necesitaría más adelante. Tenía que aprovechar que la compra de hoy iba a salir gratis. Llenó la bolsa de tela hasta el tope.

-¿Qué dices amigo: nos vamos a casa?- volvió a acariciar la cabeza del  gato que pensaba que acababa de adoptar- En muy grande y seguro que te encantará-.
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Mensaje por Cheza Lun Nov 28, 2016 2:11 pm

El hombre había resultado ser muy… curioso, y si bien lo que hacía le parecía de lo más infantil que había visto, debía admitir que tenía cierto encanto y la felina aseguraba que sin todo eso encima, debía ser atractivo. Así que no le disgustó para nada seguirle el juego e incluso se divirtió un poco; cuando le pidió reír como él, se limitó a un suave y felino ”Miau..” ladeando la cabeza un poco hacia el hombre y dejando que este siguiese con su juego y le acariciara con cuidado, disfrutándolo de verdad, de a ver estado en su forma humana, estaría riendo de lo lindo por lo ocurrente que le parecía.

Pero que hombre tan débil.. pensó la cambiaforma, mirando de forma déspota al vendedor quien yacía derrotado en el suelo y completamente hinchado, podía notar como sus ojos comenzaban a parecer más un par de nueces que ojos y de estos salían pesadas lágrimas, mas estaba segura que no era en absoluto por estar triste… pobre en verdad la salud de los Parisinos. Observo como el rubio tomaba componentes que jamás había visto y que aun tapados olian de forma penetrante y persistente, mientras se limitaba a mantener el equilibrio sobre su hombro. Ante la oferta del contrario, se detuvo a pensar si seria una buena idea seguir con ello, mas debía admitir que estar en un lugar apartado del burdel o de la vieja choza que llamaba cuarto esperando a tener clientes, le agradaba de sobre manera, asi que cuando este le acaricio la cabeza, cerró los felinos ojos, se restregó contra la mejilla del contrario y ronroneó feliz, restregado se mas aun cuando él ya no le acariciaba la cabeza.

Ser querida de aquella manera le gustaba, no estaba acostumbrada a que no buscaran sexo de ella a cambio de un falso amor, asi que aun siendo en forma felina, recibir esa atención le hacía tener algo cálido en el pecho y cualquiera que viese a la gata, diría que estaba sonriendo. No sabía su nombre ni a que se dedicaba, pero de cierta forma le agradaba el tipo y si resultaba ser un psicópata come gatos, bastaría con transformarse en leonesa y terminar con el trabajo, mas algo en la sonrisa tímida del contrario le aseguraba que era más bonachón de lo que se veía –ningún malvado acogería a un gato así como asi, además ella era felpuda y tierna en esa forma, lo tierno no va con la maldad-. Decide volver a bajar de forma suave hasta el brazo del humano esperando que la tomara de nuevo y recibir el calor corporal de este, disfrutando del viaje ante las miradas curiosas de niños que pasaban por un lado del Doctor o de algunas personas que seguro pensaban que la imagen de un hombre con pinta de loco no daba con la de un gato.

Muy bien, considérate con suerte al tenerme en tus brazos sin cobrarte nada chico bonito… pensó alzando la azulada mirada hasta verle el semblante pero debemos hacer algo con esa ropa, esconde lo bueno y eso no atrae ni a la peste
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Mensaje por Doctor Horrible Dom Dic 04, 2016 10:31 am

Sin darse cuenta, el Doctor Horrible estaba caminando más rápido de lo que caminaba normalmente. Estaba deseando volver a su casa para enseñársela a su nuevo amiguito. El gato, sería la primera persona, si es que a un animal se le puede considerar “persona”, que invitase a su casa. ¿Qué le ensañaría primero: El dormitorio, la cocina, los laboratorios…? Había tantas cosas que hacer con el gatito que no podía dejar de pensar en todas ellas. ¡Que no se le olvidase dejar una ventana abierta! En alguna revista había leído que a los gatos les gusta vagabundear por las noches; se subían por los tejados y saltaban de edificio en edificio buscando amores y maullando a la luna. También leyó, en un artículo de la misma revista, o quizás otra diferente, que debía de preparar un lugar de la casa especialmente diseñado para los juegos de los gatos. Eso no era problema, con sus cualidades como inventor podría hacer los mejores juguetes para su amigo. Incluso, se atrevería a diseñarle un sistema de limpieza para no tener que usar los vulgares trozos de periódico; siempre le pareció de lo más ruin, asqueroso e incómodo obligar a un animal que hiciera sus necesidades en una hoja de papel.

No sabía si era por lo rápido que caminaba o porque se había pasado todo el camino divagando en lo que le iba a fabricar al gato, que el viaje se le pasó en seguida. Nunca antes había tardado menos en llegar a su casa.

-Mira, yo vivo ahí arriba. En lo más alto de este edificio,- dejó la bolsa en el suelo y señalar el ático- ¿te gusta? Hasta que encontremos a tu dueño puedes vivir conmigo. Y, bueno,- le costó continuar, parecía que era ese chico tímido de doce años que invitaba a su mejor amigo a jugar a casa- si no tienes a nadie te puedes quedar conmigo-.

Se estaba haciendo ilusiones, malas ilusiones. El gatito estaba bien cuidado. Seguro que tenía dueño y él le llamaría para recuperar a su mascota. Billy no se podía quedar. Le encantaría tener a un amigo con quien hablar y pasar los ratos aburridos que no estaba trabajando en sus experimentos. Pero, desgraciadamente, sabía que no podía ser así.

Entró al enorme piso y subió todas las escaleras hasta arriba del todo con el gato cargado en un brazo y la bolsa con las cosas que le había robado al sacacuartos en el otro. La segunda puerta que abrió fue la de su hogar. Nada más abrirla un embriagador aroma a romero, albahaca e inciso inundó su nariz. Nadie, juraría que el foco de aquel olor era un laboratorio donde, día tras días, se hacía experimentos con productos apestosos con cianuro o azufre. Y es que el Doctor Horrible era todo un quisquilloso a lo que aromas se refería. No podía estar en un lugar donde oliese mal. Cada vez que salía de casa o cada vez que iba a realizar un nuevo experimento apestoso, dejaba un cuenco con agua y hierves hirviendo en las brasas del horno de leña de la cocina. El aroma resultante era realmente delicioso.

-Bienvenido a tu casa- dijo soltando al pequeño gatito en tierra para que pasase el primero. ¡Ella primera! En cuanta dejó al animal en tierra vio que en realidad no se trataba de un gatito sino de una gatita. - ¡Bienvenida!- corrigió tan rápido como se dio cuenta. - ¡No me había fijado que tenías… que no tenías…! No importa. Bienvenida- En esos momentos agradecía que los animales no entendieran la lengua de los humanos. Así, por lo menos, no se sentiría tan nervioso por haber metido la pata con el género del animal.  
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Mensaje por Cheza Lun Dic 05, 2016 12:14 pm

El hombre no dejaba de darle sorpresas, no solo la cara de malo se había esfumado, pero ahora actuaba incluso más emocionado que antes, haciéndola reír de forma interna y estar encantada con las expresiones tan tiernas he infantiles que podían salir de ese rostro. En menos de lo que espero ya estaban frente a un enorme edificio donde el susodicho comenzó a explicarle donde vivía, debía admitir que no lucia tan lúgubre y deplorable como lo había pensado, incluso estaba en una zona algo tranquila y eso lo agradecía ya que sin poder evitarlo, ya había decidido que por lo menos esa noche la pasaría con el extraño. Vamos ¿Quién podía negarse a ese tono de voz? ¿Acaso estaba siendo tímido? Si sigues haciendo cosas así, creo que te podría comer a besos.. pensó, ronroneando un poco y restregándose contra el pecho ajeno, mientras este se encargaba de llevarlos hacia el ático que era su hogar.

Para su sorpresa y su enorme agrado, el lugar no apestaba como lo hacia esa vieja tienda, al contrario de todo olía muy bien y esto hizo que la felina nariz de Cheza lo agradeciera y comenzara a “devorar” y clasificar los olores que podía percibir; al ser dejada en el suelo, primero camino de forma serena y un tanto insegura pero no era por tener miedo, más bien por estar indecisa de que ver primero, esto claro, hasta que escucho la corrección del rubio lo que la hizo mirarlo sobre el hombro divertida y a la vez atraída por esa forma un tato torpe de ser, como regalo y a modo de decirle “no pasa nada” la felina troto de forma algo suave y se restregó contra la pierna ajena, maullando después y al final alejándose para poder explorar.

Primero había que decir que una vez más, no era lo que se esperaba de alguien que claramente estaba soltero y que con mucha probabilidad, era virgen; era acogedor y estaba cálido, el olor a romero le daba un aire perfecto y la madera no estaba corroída ni con rasguños, estaba bien cuidado y aun que no tuviese un lujo mayor… era lindo. Sintió una leve punzada en el pecho mientras caminaba por lo que parecía ser un pequeño comedor Por lo menos él tiene un hogar propio, mientras yo… arriba del comedor –más como una pequeña mesa que otra cosa- miro el piso por completo captando de donde venía el olor sobre un pequeño fuego y una habitación más al fondo. Para no perder el toque gatuno que se debía de tener, se lamio una de sus patas frontales, frotándola de forma tierna contra su cara y enroscando su cola contra sus otras patas.

Sí, era una cambiante pero no todo el mundo debía saberlo, algunas veces se le olvidaba comportarse más de forma “natural” que analítica y enigmática… debía recordar que tenía una forma siamés y que le iba mejor cuando era más tierna que otra cosa. Al ver al rubio de nuevo, le maulló moviendo su cola de forma lenta.
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Compras, ciencia y horribilidad [privado] [Cheza] Empty Re: Compras, ciencia y horribilidad [privado] [Cheza]

Mensaje por Doctor Horrible Lun Dic 12, 2016 1:07 pm

Nada más dejar a la gata en el suelo fue corriendo a la cocina a preparar la comida para su nueva amiguita. Siempre se le dio bien cocinar, casi tan bien como trabajar en su laboratorio. Si lo pensaba un poco, ambos trabajos eran sumamente parecidos; incluso podía aplicar los conocimientos de la ciencia en la cocina y los conocimientos de cocina en la ciencia. Se podía contar por decenas las veces que, al ver la olla del fuego hervir, el científico se puso a calcular mentalmente la temperatura de ebullición que había alcanzado el agua. No era cien grados, como la gente creía, era menos. ¿Quién se iba a creer que un simple fuego de cocina podría llegar a cine grados? Propiedades coligativas. Era esa la solución que el Doctor Horrible daba: La sal hacía que el punto de ebullición del agua se reduzca considerablemente. Otras veces, estando en el laboratorio con sus muchas disoluciones sobre los mecheros gigantes, cogía los metales que tenía que añadir como si fueran pellizcos de sal que se añaden a una comida demasiado sosa. Y, así mismo, espaciar los metales sobre la disolución. Un genio en la cocina y un chef en el laboratorio.  Curiosa dipolaridad tenía Billy Parker.

La comida que le preparó a la gata fue una simple tortilla de atún. Esperaba que le gustase. Había gastado los últimos huevos que tenía en la despensa para hacerle la tortilla. ¿Qué comería él? Tenía latas de conservas; siempre podía improvisar algo. Era un genio en la cocina, experimentar y jugar con las propiedades coligativas era su pan de cada día. Puso la tortilla ya acabada en un cuenco de metal; cuenco que futuramente ya pensaba añadirle el nombre de la gata, fuera cual fuera; y lo dejó en el suelo. Hizo lo mismo con el agua. Cuenco de metal y al suelo, a una esquina de la cocina para que la gata no tuviera que estar buscándolo.

-Ven,- hasta que no encontrase un nombre adecuado para la gata llamarla “ven” era lo mejor que podía hacer- te he preparado la comida. Seguro que estarás hambrienta-.

Pensó en ir detrás de la gata, pero deshizo la idea. Era mejor que el animal se acostumbrase a recorrer por si sola los pasillos y que sepa dónde estaba cada cosa. Si la tenía siempre encima no aprendería nada. Esa fue otra de las cosas que leyó en sus famosas revistas de animales.

Mientras la gata venía, miró la despensa. ¿Los gatos comían chocolate? No estaba seguro, en las revistas de animales no ponía nada acerca del chocolate. A él, por lo menos, le encantaba, a lo mejor a la gatita también. Tal vez, ésta fuera una de las pocas debilidades que tenía. Si Hammer conociera este punto flaco acerca del Doctor seguro que le prepararía una trampa de chocolate. Maldito fuera Hammer y su risa de “oh miradme qué guapo y musculoso soy”. Por si acaso, como nunca se sabía, cogió una caja de galletas con pepitas de chocolate y se la metió en uno de los bolsillos de la bata, en el opuesto en el que estaba el guante con toxinas de pez globo. Aun tenía esperanza de que pudiera arreglar el guante y poder volverlo a usar contra otro de sus rivales.
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Mensaje por Cheza Jue Dic 22, 2016 2:50 pm

Saltó de la mesa hasta el suelo de forma grácil y troto hasta poder seguir el curioso olor que captaba con la nariz, buscando el alimento que, aunque simple y nada habitual a lo que solía comer, olia de maravilla ante su felina nariz. Fue solo un diminuto segundo de vacilación el que tuvo al ver el cuenco de metal en el suelo, no estaba acostumbrada a ser tratada como un gato de verdad, pero también esta era su primera vez yendo a casa de un extraño dejándolo creer que en efecto solo era una minina de pelaje felpudo y ojos hermosos azules. Le maulló al hombre y acercó su diminuto hocico para olfatear la torta de huevo con atún; le causó gracia como sus sentidos jugaron con su mente humana y le hicieron desear devorar el alimento en cuestión, encontrándolo por demás sabroso y despertando totalmente a la gata por el olor a pescado en él. Muy a su pesar –y aun que deseara comer de otra forma- comenzó a comer el platillo moviendo de forma leta su peluda cola y relamiéndose los bigotes entre mordidas, siempre con una oreja atenta a lo que el otro hacia –algo que ya era un habito- y bebiendo del agua, agradecida por su frescura.

No recordó el ligero ardor de su pata hasta que movió esta contra el agua y lo sintió, bajando sus orejas por el ligero dolor y lamiéndola un poco. Comenzó a andar por el lugar hasta que encontró el baño, no era algo exuberante, pero era lo suficientemente sencillo y amplio para poder moverse con libertad, asi que sin más, tomó su forma humana de nuevo, estirándose gustosa y mirando su mano con el pequeño círculo rojo en su suave y tersa piel –ug..ese vendedor es un idiota, me aseguraré de que nadie vaya a comprarle- murmuró refiriendo se al que le había echado el agua y buscando entre las cosas del chico por alguna pomada o algo que pudiese ponerse en la zona irritada. Al no escuchar al contrario no se preocupaba por ser descubierta, asi que no cerró la puerta del baño, mientras se lavaba un poco la mano en el agua; si el hombre entrará se encontraría a una despampanante mujer de curvas sensuales, piel exquisitamente tersa, un trasero que era igual de hermoso y unas piernas torneadas y definidas totalmente desnuda con los poros de la piel un poco erizados por el cambio de temperatura corporal y con un sensual puchero por la quemadura en su mano.
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Mensaje por Doctor Horrible Miér Ene 11, 2017 4:16 am

Era la primera vez que cocinaba para alguien que no era él mismo. Estaba nervioso y, lo peor, es que no lo sabía disimular. Tenía las manos metidas en los bolsillos de la bata, en aquellos en los que no estaban ni las galletas ni el guante con las toxinas de pez globo, y jugaba con las pelusas e hilos que allí había con tal de calmar los nervios que tenía. Esa, al menos, era la intención. La realidad, sin embargo, fue muy diferente. Billy, aquel que se hacía llamar por el sobrenombre de Doctor Horrible como si fuera el mayor de los villanos de Francia, no dejaba de preguntarse si la gatita que había acogido le estaba gustando la tortilla de atún que le había preparado. Al principio, al ver como olfateaba la comida, Billy temió que los libros de biología y taxonomía que estudió cuando era pequeño con tanto ahínco, estuvieran equivocados. Que los gatos les gustaban el pescado podría ser solo una burda leyenda creada para engañar a los crédulos que no habían visto más mundo que en el que hay en los libros. ¡Ese plan era tan malvado y horrible como el plan de intentar paralizar a un comerciante de especies con un guante con veneno de pez globo! Si hubiera sido verdad, Billy hubiera ideado al genio del mal que lo ideó. Si hubiera sido verdad… pues, después de unos segundos de vacilación, la gatita comió con buen gusto todo el cuenco de tortilla de atún. Al final, los libros no se equivocaban y no existía un genio del mal tan astuto como para crear un bulo tan extendido por todos: “A los gatos SÍ les gusta el pescado”.

Cuando terminó de comer la gata se fue de la cocina y el Doctor Horrible se quedó para limpiar el cuenco ya vació. La próxima vez que la gatita entrase a la cocina en busca de comida vería una galleta de chocolate, de esas que tenía en la bata de laboratorio, hecha a trocitos en su cuenco. Ese sería el postre el sorpresa. Billy sonrió al descubrir que, después de mucho tiempo, podía hacer cosas por alguien que se lo fuera a agradecer de primera mano. ¡Alto! Que destruir el podrido estatus quo también era algo que la gente le debía de agradecer. Pero ese trabajo era secreto. Nadie tenía por qué saber los malvados y horribles planes del Doctor Horrible y nadie le agradecía nunca nada. Al revés, las gracias iban directamente hacia el Capitán Hammer. Así fue hasta ese día. El día en el que Billy dio de comer a una gatita que le dio las gracias.

Una vez hizo trocitos pequeños la galleta, volvió a dejar el cuenco en el suelo y fue en busca de su nueva amiguita. Tenía que pensar un buen nombre ya hacía ella. Uno bueno y horrible, todo sea dicho.

-¿Hola, dónde estás?- hizo el típico sonido de la boca que todo el mundo hacía para llamar a los gatos y lo acompañó repitiendo la palabra igual de típica.- Minina, minina minina…-

La respuesta no fue un maullido, como habría esperado, sino que fue unos ruidos venidos directamente del cuarto de baño. El baño era un sitio peligroso, qué duda cabe, pero no tanto como lo podía ser los muchos laboratorios de su casa. Billy suspiró aliviado. Podía estar tranquilo de que ninguna erlenmeyer  de ácido había caído encima del animal. Aun sin haber ácidos de por medio, Billy se dio prisa por llegar al cuarto de baño. No corrió, pero su paso fue más raudo de lo que era normalmente. Al llegar al umbral del aseo, con un gesto que sí se podía considerar como verdaderamente veloz, digno de un horrible villano, se dio la vuelta y se puso de espaladas contra la pared de la entrada al baño sin llegar a entrar a la vez que suspiraba sonoramente como un asmático que ha perdido su inhalador.

Muchas preguntas se le cruzaron por su cabeza en ese preciso instante. Cada una más importante que la anterior y, sobre todas ellas, había una que destacaba con especial horribilidad: “¿Quién es ella y por qué está desnuda? ¿Qué hace en mi casa y por qué está desnuda? ¿Cómo ha entrado y por qué está desnuda? ¿No tiene frío y por qué está desnuda? ¿Me ha visto y por qué está desnuda?” No era la primera vez que veía a una chica desnuda. ¡Francia era el hogar de las meretrices, todo el mundo lo sabía! Pero sí era la primera vez que la veía tan cerca. La chica no estaba en la calle enseñando sus partes nobles. ¡Estaba en su propia casa. “¿Cómo había entrado y por qué estaba desnuda?”. Tragó saliva e intentó calmarse como buenamente pudo. Un intentó fallido, como muchos otros.

Por mera curiosidad científica, Billy se asomó muy lentamente por el marco de la puerta para volver a verla. Era realmente guapa. Horriblemente guapa. “¿De dónde ha salido y por qué está desnuda?” La miró de arriba a abajo mintiéndose así mismo que lo la observaba para buscar las respuestas a sus preguntas. No podía admitir que la miraba por el simple placer de mirar a una chica bonita. “¿Qué placer había en una chica y por qué estaba desnuda?” No entendía que podía haber en una piel suave de color avellana, en unos pechos tersos y abultados, en unas largas piernas que invitaban a perderse en ellas, en el perfume de un cabello de largo de mujer, en unos ojos azules (o quizás verdes, no lo distinguía muy bien por la escasa luz) que brillaban por sí mismos y en unos labios que parecían confirmar la invitación que antes había creído ver en las piernas. Billy no entendía nada de ello, aunque lo estuviera viendo como si lo entendiera.

Si la chica desnuda no lo había visto antes, ahora, con el tiempo que llevaba embobado viéndola, habían muchas posibilidades que se hubiera percatado de la presencia de cierto científico asomado tras el marco de la puerta.    

Ella dijo algo, algo que Billy no comprendió pues estaba demasiado centrado en todas las preguntas de su cabeza. Ese algo que dijo, fue suficiente como para despertar al Doctor del trance mental que sufría a ver un hermoso y horrible (en el buen sentido de la palabra) cuerpo de mujer desnudo delante de él. Rápido, mucho más rápido que antes, Billy se volvió a mover hacia su posición segura: en la entrada del cuarto del baño y dando la espalda a la pared. Cerró los ojos con mucha fuerza como si fuera un niño pequeño que había visto algo que no debía ver. También se los hubiera  tapado con las manos si es que no las tenía ocupadas quitándose la bata de laboratorio. ¡Que no lo hubiera visto! Billy Parker no sabía si podría sobrevivir a la vergüenza de saber que la chica desnuda lo había visto mirarla como si fuera un tonto.

-Ti...ti...ti...ti- de su boca a penas salía algo más que un tartamudeo.- tienes…. Frío. Sí, eso. ¿Tienes frío?- de todas las preguntas que podría haber preguntado dijo la que al principio creyó que era la menos importante.- Eso quería decir: Si tienes frió.- alargó el brazo para mostrar la bata de laboratorio tras puerta.- Puedes taparte con esto. Si quieres. Si no quieres….- no supo contestar a eso por lo que se quedó completamente callado antes de decir alguna tontería. Alguna tontería más de las que ya había dicho.
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