AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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White circle: Cheshire, el gato de las coincidencias || Cheza ||
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White circle: Cheshire, el gato de las coincidencias || Cheza ||
por Plum Fang Miér Nov 30, 2016 5:37 pm
Cheshire, el gato de las coincidencias
—Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
—Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato—. No me importa mucho el sitio... —dijo Alicia.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.
— ... siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.
—¡Oh, siempre llegarás a alguna parte —aseguró el Gato—, si caminas lo bastante!
—Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato—. No me importa mucho el sitio... —dijo Alicia.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.
— ... siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.
—¡Oh, siempre llegarás a alguna parte —aseguró el Gato—, si caminas lo bastante!
Kelpie, era el caballo más velos de los establos de su señorita, tanto en los días gélidos y lluviosos de otoño, como los calmosos o tempestuosos, que pertenecían al invierno, aquello, se lo había dicho su nueva ama a principios de esa estación, y por supuesto, ella lo había comprobado, llevándolo a recorrer las planicies alrededor de París, que era por supuesto, dónde vivía con su ama en esos momentos. Por esos días, para Plum y Kelpie, la historia de sus recorridos tranquilizadores, se quebraba por una de las muchas extrañas peticiones de su ama, una que se convertía en un pedido especial, al igual que espectral; pues según ella, si conseguía lo que le pedía, en las ruidosas calles de parís, no solo iba a tener un millar de suerte, sino que también, solo para ella, para la joven oriental, se le abriría un mundo de posibilidades, completamente nuevo, uno que le mostraría la realidad, tal y como realmente debía ser, según la locura, que en esos momentos, ella como "su señorita", engendraba para "protegerla".
Así que como todas las tardes de ese día, se presentó en el jardín de las delicias, para tomar el té con ella y otras chicas más. Ella era parte de una bizarra colección de chicas, que complacían desde los más dulces, hasta más intrépidos deseos de aquella generosa mujer, pero ese día, como se había dicho ya, no estaba interesada en nada carnal, sino más bien, en algo animalesco y "natural".
—"Ve a la ciudad, y atrapa a Cheshire" —Le había dicho, susurrándole al oído, mientras ponía un cremoso cupcake en sus labios, para que se lo comiera—. "Pero no dejes que ella lo sepa, o vamos a estar en curiosos problemas".
—Y sonrió como una niña, y después se fue a jugar con las chicas, dentro del laberinto del jardín... —le comentaba con desaliento a su caballo, al tiempo que le quitaba la silla y se montaba en él. Se recostó en el cuello del animal, y suspiró con desasosiego—. En la biblioteca no encontré ningún libro de Cheshire, pero había un dibujo de tinta y acuarelas, en uno de los cuadros de esta misma, se titulaba: Cheshire. —cerró los ojos, volvió a suspirar—. ¡Quiere que le traiga un gato negro callejero de parís, con ojos azules! ¿Qué tienen los de acá? ¿Acaso no son suficientes? —volvió a suspirar—. Bueno —dio la vuelta a su caballo, unos hombres abrieron el establo—: ¡A la ciudad!
Y así varios días pasaron tanto en el viaje, como en la búsqueda. Por supuesto, se alojó en hostales, igual que hizo sus propias visitas, a varios monumentos nuevos en la ciudad, después de todo, le habían dado los francos suficientes, como para sobrevivir más de un mes sola, y de la misma magnifica forma, tanto ladrillo, tanto cemento, tantos trajes pomposos, carruajes y copados sombreros, la seguían sorprendiendo a más no poder, pues de donde venía, la elegancia se contaba con la seda y largos cabellos negros.
Montada en el caballo, observó su reflejo en una de las ventanas, de las grandes casas de la ciudad. Observó su cabello negro.
—黑, 黑, 深黑。Hēi, Hēi, Shēn hēi. (Negro, Negro, profundo negro) —se dijo a sí misma, en su idioma natal, para luego notar, un gato negro mirándola desde el otro lado de la calle, en el reflejo de ese mismo cristal. Achicó los ojos, para comprobar que no estaba viendo ilusiones.
—蓝！ Lán! (Azul) —hizo girar al caballo con agitación y entusiasmo, el gato se levantó del suelo de repente, mirándola fijamente. Entre la multitud de la noche, montando a Kelpie, se acercó lentamente a él.
—¡Minino, minino, minino! —el gato comenzó a erizar sus cabellos, mientras lentamente se hacía para atrás—. No... te, haré dañ —lo iba a tomar por el pescuezo, y lo iba a poner dentro de un bolsa de terciopelo blanco, pero por supuesto, este empezó a correr.
—Por supuesto, los gatos siempre son más ágiles e inteligentes... ¡Hah! —ordenó a su caballo comenzar la cacería, pues contra un animal no perdería.
Desde hacer que transeúntes cayeran al suelo, por intentar esquivarla, hasta crear desorden público en tiendas nocturnas; a eso la llevo la persecución del escurridizo felino, pero lo raro era que este seguía un camino, y no se metía por los edificios, por supuesto hubiese sido mucho más fácil eso, ya que ella domina el correr por techos y pisos de una manera elegante y esplendorosa, pero parecía como si este gato no quisiera que ella perdiera su caballo. Eso sí, cansado no estaba ninguno.
—¿¡A dónde me llevas, callejero intrépido!? —extrañamente, el gato negro la miró para responder a su pregunta con una acción, y frenarse súbitamente para meterse a un callejón.
—¡Por fin! —cantó victoria la joven oriental. Frenó el caballo y saltó descalza hacía donde el pequeño escurridizo, se había metido. Avanzó lentamente con la bolsa entre sus manos, había dado la vuelta a un ruidoso edificio. Su sentido de la escucha, percibía desde risas de hombres profundas, hasta fingidos gemidos de mujer. Estaba en un cabaret, uno que realmente contrastaba a la casa de flores en la que vivió casi con mucha comodidad, cuando era pequeña. Era cierto... en ese país muchas mujeres y hombres, se vendían por poco y sin que siquiera llegasen a admirarlos, aunque también había prostitutas de calidad, pero a ellas solo las veía con duques o duquesas, así como otros grandes títulos, en palacios o mansiones.
Ella misma ya era una de esas.
Por supuesto, habían otras que tenían dulces historias con personas del común, a esos/sas tampoco se les tenía que menospreciar, porque incluso tenían más estabilidad en todos los sentidos, que los acaudalados de la ciudad. ¡Ah sí! De historias estaba lleno el mundo, y ese día, comenzaría otra más, de una forma, bastante peculiar.
Para cuando dio la vuelta y llegó al final del callejón, no la esperaba el gato, pero si una puerta, la única del cabaret que no hacía ningún ruido extraño, y parecía cara, al igual que bien puesta. Era una entrada trasera bastante peculiar, siniestra por el ruido, espectral, porque al gato se había comido. Tragó silaba y se dispuso a abrirla.
—Buenas noches... —saludó mientras pausadamente la abría. Los ojos del gato, resaltaban en el oscuro lugar. Dio un parpadeo, y pareció moverse a un lado, o más adentro—. Si no hay nadie, voy a entrar...
Bueno, lo que abría del otro lado, se lo mostraría otro gato después.
Plum Fang- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/11/2016
Localización : Francia.
Re: White circle: Cheshire, el gato de las coincidencias || Cheza ||
por Cheza Sáb Dic 03, 2016 2:07 pm
¿Qué podía decir una prostituta de su lugar de trabajo? Era ruidoso, oloroso y cada cuanto había algún accidente que debajo a un hombre en la calle lleno de golpes o rasguños –según con la prostituta que haya estado esa noche- y con una muy roja y grande tacha en su nombre en el libro de visitas. Pero aun con esos olores que solo dios sabrá de que son y con aquellos gemidos retumbando por aquí y allá, era un lugar divertido para la felina. Bien, si que había conocido algo mejor que eso, donde los campos verdes no tenían fin y el viento parecía decir tu nombre, pero de eso había sido hace mucho ya y ahora, después de tantos años, se había acostumbrado al lugar con todo y sus olores por las noches.
Esa noche era una de las noches calmadas –lo que para un lugar como el burdel se consideraba “calmada”- así que cheza podía deambular a su gusto no solo por el burdel, si no por el área de descansó para ellas, el lugar por el que todas entraron alguna vez y por las que solo salen para estar con clientes o comprar sus cosas especiales para verse hermosas. Mas nunca dejan de volver. Estaba en la estancia que había antes de la puerta, solo degustaba un copa de vino que alguien le había obsequiado por el buen servicio, cuando percibió el olor de una de sus compañeras mientras entraba en forma gatuna. Todo sería normal si no fuese por la mirada traviesa de su compañera, lo que la hizo voltear hacia el pasillo que llevaba a la salida escuchando una voz pequeña y femenina mientras se abría la puerta. No era difícil saber que era una joven y su peculiar olor invadió la estancia en el momento en que puso un pie en el interior. Con extremo sigilo Cheza se puso en pie y aguardo a que la joven intrusa terminase de entrar, esperando contra el marco de una de las puertas y aun con la copa de vino tinto en su mano.
-vaya ¿pero qué haz traído? ¿ya los ratones no son suficientes?- comentó con voz sensual y elegante, sus ojos brillaban por la luz que emanaba de la chimenea en la siguiente habitación, destellando de un azul cristalino y enigmático -¿Qué hace una florecilla como tú en un lugar como este?- sin más, se despegó del marco y caminó hacia la asiática, rodeándola como solo un depredador haría con su presa, mirándola de forma descarada de los pies a la cabeza y relamiéndose los labios –más por el vino en ellos que por ella, pero la imagen hacia entender otra cosa- y terminó frente a la misa de nuevo –no pareces del tipo que paga por una de nosotras… aun que si lo eres, nadie te va a juzgar- rió de forma elegante, dando un buen trago a su copa y escuchando como al fin, su compañera había tomado su forma humana y salía de ese lugar hacia el piso de habitaciones –he de suponer que no sabías que ella era una cambia forma…-
Esa noche era una de las noches calmadas –lo que para un lugar como el burdel se consideraba “calmada”- así que cheza podía deambular a su gusto no solo por el burdel, si no por el área de descansó para ellas, el lugar por el que todas entraron alguna vez y por las que solo salen para estar con clientes o comprar sus cosas especiales para verse hermosas. Mas nunca dejan de volver. Estaba en la estancia que había antes de la puerta, solo degustaba un copa de vino que alguien le había obsequiado por el buen servicio, cuando percibió el olor de una de sus compañeras mientras entraba en forma gatuna. Todo sería normal si no fuese por la mirada traviesa de su compañera, lo que la hizo voltear hacia el pasillo que llevaba a la salida escuchando una voz pequeña y femenina mientras se abría la puerta. No era difícil saber que era una joven y su peculiar olor invadió la estancia en el momento en que puso un pie en el interior. Con extremo sigilo Cheza se puso en pie y aguardo a que la joven intrusa terminase de entrar, esperando contra el marco de una de las puertas y aun con la copa de vino tinto en su mano.
-vaya ¿pero qué haz traído? ¿ya los ratones no son suficientes?- comentó con voz sensual y elegante, sus ojos brillaban por la luz que emanaba de la chimenea en la siguiente habitación, destellando de un azul cristalino y enigmático -¿Qué hace una florecilla como tú en un lugar como este?- sin más, se despegó del marco y caminó hacia la asiática, rodeándola como solo un depredador haría con su presa, mirándola de forma descarada de los pies a la cabeza y relamiéndose los labios –más por el vino en ellos que por ella, pero la imagen hacia entender otra cosa- y terminó frente a la misa de nuevo –no pareces del tipo que paga por una de nosotras… aun que si lo eres, nadie te va a juzgar- rió de forma elegante, dando un buen trago a su copa y escuchando como al fin, su compañera había tomado su forma humana y salía de ese lugar hacia el piso de habitaciones –he de suponer que no sabías que ella era una cambia forma…-
Cheza- Cambiante Clase Media
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