Una noche sin luna [Privado-Cheza] [+18]

Otro día más llegaba a su fin sin que hubiese encontrado rastro alguno de mi alfa. Pistas que solo me llevaban hasta callejones sin salida, o hasta otras pistas imposibles de seguir. Me consideraba de los mejores rastreadores que tenía la manada, pero en esta ocasión parecía como si mi alfa hubiese desaparecido, o no quisiese ser encontrado.

Encaminé lentamente mis pasos hacia la playa; necesitaba alejarme de aquella bulliciosa ciudad que anulaba mis instintos y dejarme llevar aunque fuese solo por unas horas por la naturaleza. Tras el ocaso, la playa estaba totalmente vacía, la humedad que envolvía todo París podía observarse en una fina bruma a la orilla del mar y nadie en su sano juicio pasearía por esos lares arriesgándose a coger una pulmonía. Esa noche la luna brillaba por su ausencia, y solo las luces del puerto lejano lanzaban sombras fantasmagóricas sobre la playa.

Me agaché para quitarme las botas, disfrutando como hacía tiempo que no hacía de esa sensación de libertad cuando las olas mojaban mis pies descalzos. Poco a poco y sin prisas fui recorriendo la playa en su total longitud, encontrándome al fondo de la misma con un conjunto de rocas elevadas que parecían introducirse varios metros en la orilla.

La niebla se estaba volviendo más espesa conforme pasaba el tiempo, y no fue hasta que estuve lo suficientemente cerca de este lugar cuando me percaté de la presencia de otro ser, que si bien no podía clasificar muy bien su aura, hubiese jurado que era un cambiante.
Avancé con curiosidad, preguntándome que haría sentado en esas frías rocas, con la mirada perdida en el horizonte, y sobre todo, aguantado la humedad de la noche sobre su cuerpo.
Mi sorpresa aumentó cuando al estar a unos pocos metros de ese ser descubrí que era una mujer; una preciosa mujer de cabellos castaños y una aura fuerte. Parecía ensimismada en sus pensamientos, aunque imaginé que había notado mi presencia sin problemas.

-¿Se encuentra bien, mademoiselle?- pregunté cuando alcancé su posición, y coloqué mi capa de pieles por encima de sus hombros, arrodillándome a su lado con una sonrisa de medio lado dibujada en mis labios.- Hace mucho frío para permanecer a la intemperie esta noche, ¿no cree?

Busqué en su mirada algo que me indicase que podía haberla llevado hasta allí; tal vez solo buscase lo mismo que yo, desconectar de la civilización durante unas horas. Aunque nuestras especies fuesen distintas, no había en el fondo tanta diferencia entre nosotros.

¿Cómo había terminado ahí? No recordaba a ver tomado el camino hacia la playa, ni el esquivar de las personas, ni como es que aquella idea se le había metido en la cabeza, pero lo cierto era que no se suponía que debía estar ahí. Habia salido del burdel sin avisar a nadie, solo se había puesto un vestido ligero e informal, de aquellos que uno usaría en un dia de verano en casa y no afuera en otoño parisino, pero al parecer poco le había importado; no estaba segura de que había sido lo que le había molestado tanto para ignorar regla alguna he irse, pero ahora que estaba frente al mar en la noche, no le importaba del todo.

Hacia tato tiempo que tomaba la libertad de ir a la playa que, simplemente la deleitó en el segundo que su azulada mirada se poso sobre la ahora oscura imagen del mar moviéndose de un lado a otro con una marea calmada; no había alma alguna en la playa ¿y por qué habría de haberlo? Era de noche, el aire estaba pegajoso con frio y humedad y al mismo tiempo y el agua seguro estaba igual ¿Quién se atrevería ameterse en ella a esas horas? Ni los vampiros gustaban de estar ahí aun con toda su inmortalidad y falta de calor… era una verdadera delicia para la felina. Tomando un costado de su fino vestido, camino entre la arena hasta poder subir a un grupo de rocas donde el agua chocaba y mandaba una suave brisa fría a su piel, sentada ahí dejo que su mente divagara en la nada, sintiendo solo la calma a su alrededor y concentrándose en el sonido de las olas al acercarse a la orilla de la playa.

Su cabello se ondeaba al vaivén del viento y el final de su vestido hacia una danza suave a la par del sonido de las olas, su piel se sentía fría y olía a mar, pero no tenía planes de irse –por mas erizados que sus bellos se encontraran-  había aprendido a amar los pequeños placeres en su vida y este era uno de ellos. Una noche sin luna proporcionaba un cielo bañado en destellantes estrellas que parecían diminutos diamantes ante una tela de terciopelo y hacían un reflejo hermoso y elegante en sus azules ojos que mostraban una calma infinita, casi somnolienta en la cambia forma. Mas el sonido de la arena cediendo al peso de un par de pies, hizo saber a la felina que no estaba sola dejando que el extraño hombre –porque a eso podía oler- se acercara…¿Qué era lo peor que podría pasar? Si tenía que darle una lección a alguien sería un total desperdicio de una noche tan bella, pero lo haría.

Para su sorpresa, sintió un abrigo caer sobre sus desnudos hombros, llenándola de un delicioso calor que iba mas allá de ser por las pieles en él; el calor ajeno que el hombre había dejado en él la envolvió de tal forma que una enorme sonrisa gustosa se asomó por el bello rostro de la dama, la cual se colocó el mismo de forma correcta, notando como las mangas del mismo le quedaban algo largas pero agradecida igual. Cerró los ojos un poco al sentir el aroma del hombro sobre ella, aspirando un poco aquella peculiar colonia casi natural que la había impregnado, despertando algo muy en su subconsciente y poniéndola de mejor humor que antes.

-Si, tal vez tiene razón mi buen señor- hablo con su voz femenina y sensual, mirando al fin al extraño a su lado aun con aquel elegante brillo contra sus ojos –pero ha de admitir que esta es una hermosa noche… la exposición al frio es solo un pequeño precio que pagar- hablaba de forma serena y acercaba sus manos cubiertas por las mangas tan largas de aquel abrigo, a sus labios, sonriendo seductora –este es… un muy cálido abrigo- murmuró casi felina –creo que me gusta el olor que desprende-

Su mirada era intensa y a su vez tan elegante contra la del lobuno y una sonrisa pícara nuca dejaba sus suaves labios, ya que la noche parecía ser un poco más que interesante.

No pude evitar esbozar una ligera sonrisa cuando vi como la dama se acomodaba dentro de mi abrigo que al ser varias tallas más grande la cubría por completo. Era una lástima dejar de disfrutar de esas preciosas vistas que me regalaba al llevar solo un ligero vestido, pero había merecido la pena cederle mi prenda nada más que por ver esos preciosos ojos azules que ahora  se clavaban en los míos.

Le coloqué bien el abrigo para que pudiese abrochárselo por delante. Lo cierto es que era una noche fría como la que más, pero estaba acostumbrado a pasear por los bosques con mucha menos ropa que la que llevaba ahora. Una sensual sonrisa me indicó que mi gesto le había gustado y que no se sentía cohibida por mi atrevimiento. Me deleite con cada uno de los rasgos de ese perfecto rostro que ahora me miraba embelesada. Juraría que jamás había visto una mujer más hermosa; parecía dulce y peligrosa al mismo tiempo, sensual y mimosa. Poseía los rasgos de una diosa, perfectamente delineados para embaucar a hombres incautos como yo.

Sonreí de medio lado cuando la escuché contestar a mis palabras, sentándome a su lado y esperando no incomodarla en demasía. - Tiene razón, mademoiselle, es preciosa.- contesté sin dejar de mirarla, indicándole que no era el paisaje lo que más me llamaba la atención; mis ojos refulgieron durante unos segundos un color ámbar que denotaba mis pensamientos, ojos que después se desviaron hasta sus labios antes de fijar la mirada en el horizonte.- Los detalles más pequeños suelen merecer la pena la mayoría de las veces, y sin duda, pasar un poco de frío no es comparable con poder observar el firmamento en una noche sin luna.- esbocé una sonrisa divertida ante su comentario.- Utilizo Eau de lobo.- volví a buscar su mirada en la oscuridad de la noche. Una mirada que sería el faro que orientaría a muchos barcos en mitad de una tempestad, unos ojos por los que cualquier hombre podría perderse y bajar hasta los infiernos por la sencilla promesa de volver a verlos.- ¿Me permite que le acompañe y que juntos podamos disfrutar de este placentero momento?- mi propuesta era atrevida, conocía los riesgos, pero no quería apartarme de ella.- Si luego le parece bien, podría acompañarla para que no vuelva sola. Nunca se sabe con que peligros puede encontrarse una bella dama como vos.- le tendí mi mano para tomar la suya, si es que me aceptaba.- Mi nombre es Branco, ¿y cuál es el nombre de este ángel al que le gusta mirar las estrellas?

Nuestras miradas parecían incapaces de dejar de estar fija en la otra, yo embrujado en sus ojos, y ella conocedora de lo que estaba causando en mí. Un encuentro de lo más inesperado, pero que sin duda había alegrado la noche.

¿Qué estaba pasando? Hace mucho que no sentía este tipo de magnetismo hacia nadie y ahora estaba ahí, genuinamente coqueteando con el licántropo y se sentía muy bien hacerlo. Cuando este se sentó a su lado, su sonrisa seguía en aquellos labios, mas cuando escucho sus palabras y notó esa mirada en ella tan profunda como el mar que estaba frente a ellos, su sonrisa aumento y una pequeña risa sensual salió a la superficie sin poder apartar sus ojos del contrario. Y vaya sorpresa que se llevo al ver ese color ámbar invadir el iris del lobo, causando una enorme curiosidad en ella y haciéndola morderse aquel suave y rosado labio cuando este aun tenía su mirada en ellos.

Rió encantada ante el comentario e broma del lobo, ladeando de forma suave su cabeza, lo que hizo que su sedoso cabello ondeara con el viento nocturno –Bueno, debe decirme donde lo compra, me esta comenzando a gustar con demasía y… me gustaría oler asi- susurra sensual, para después hacer como que consideraba detenidamente la propuesta del licántropo, posando un dedo sobre sus labios pensativa –jumm ¿dejar que un lindo lobo me haga compañía o estar sola? Que difícil decisión- actúa un poco y bromea, riendo –claro, me gustaría aprender un poco de los de tu especie… o de ti, si.. mas de ti- le guiñe el ojo y se alza en hombros un poco –no se, creo que soy mas peligrosa que cualquier violador en potencia…- Toma su mano sacando la suya de la gran y cálida manga del abrigo –Soy Cheza.. un gusto señor Branco- rie un poco y por un momento se queda sujetando su mano.

No sabia si era cosa de lycans, pero vaya que se sentía calida y protectora, aun siendo ella quien portaba el abrigo, este no parecía inmutarse en lo mas minimo por la temperatura, incluso se atrevería a pensar que en realidad el hombre tenia ese abrigo por mera moda y no tanto para cubrirse del aire. Lentamente deja ir la mano ajena y a su posición incial, mas una fuerte brisa pega en el momento y un par de olas se estampan contra las piedras donde se encontraban, mojándolos un poco. Cheza intenta cubrirse un poco, usando sus brazos pero como era de esperarse, el agua se cuela de todos lados y termina con el cabello totalmente mojado y un poco sobre el abrigo también, esta se estremece por completo por la temperatura del agua que no solo le había empapado el cabello pero ahora se colaba por el cuello y bajaba a su fino vestido.

-Claro, el agua tenía que ser- murmuró sin poder evitar sacar un poco ese lado felino que era algo caprichosa y no muy amante del agua fría, mirando al lobo después –uy, no fui la única- rie un poco al ver como el lobo también estaba mojado -¿quiere su abrigo? No me gustaría que por mi culpa se enfermara… aun que está un poco mojado- lo bueno de todo aquello era que en donde había mojado el agua al lobo, su camisa se comenzaba a pegar un poco, dejando ver sus ángulos y formas claramente y causando que la felina sonriese sensual –pensándolo bien…- rie un poco y termina por negar, comenzando a quitarse el abrigo.

Algo extraño sucedió en el preciso instante en que nuestras manos se rozaron para presentarse. Una suave corriente que recorrió cada parte de mi ser y nos envolvió en un maravilloso hechizo en el que nuestras vidas tomarían un rumbo bien distinto de lo que teníamos planeado para ellas.

-Preferiría de todas formas quedarme con vos y evitar sustos innecesarios, aunque estoy bien seguro que seríais capaz de defendeos de cualquier desconsiderado que intentase propasarse con vos.- acaricié con suavidad  su mano, que se deslizaba entre las mías cuando la alejó una vez concluido nuestro saludo.

Desconocía el motivo, pero sentir la calidez de su piel sobre la mía me había sabido a poco, quería más, necesitaba más de ella. Necesitaba conocer más de esa genuina sonrisa capaz de derretir la Antártida y encender la leña mojada. Sonreí de forma ladina, agradeciendo a la luna que hubiese puesto a esa preciosa dama en mi camino aquella noche donde no sería el astro quien iluminaría mis pasos, sino esos preciosos ojos azules que me observaban atentamente. Durante unos segundos nuestras miradas se quedaron prendadas la una de la otra, en un agradable silencio donde eras éstas las únicas que hablaban; hasta que una ola rompió demasiado cerca de donde nos encontrábamos, mojando todo a su paso.

- No hace falta que me devuelva el abrigo, nosotros no enfermamos, además de que no me gustaría que paséis frío estando yo a su lado.- contesté con una genuina sonrisa tras escuchar su desconcierto por habernos mojado, dándome algunas pistas sobre qué tipo de cambiante era. Me puse en pie de un salto, tendiéndole la mano para levantarla a ella. Nuestros cuerpos se quedaron pegados, tanto que era capaz de sentir el tiriteo de su piel a través de la mía. Seguí cogido de su mano mientras comenzaba a andar hacia el interior.- Disfrutemos de las vistas unos metros más atrás, ¿le parece?

Caminamos por encima de la misma roca en la que estábamos, pero alejándonos de nuevas olas que calasen nuestros cuerpos. Cogí unas cuantas ramas secas antes de llegar a la entrada de una pequeña gruta, y allí mismo las deposité, soltando entonces su mano y encendiendo una pequeña hoguera. Acerqué mi mano hacia el bolsillo interno del abrigo donde tenía un mechero de yesca y que seguía colocado sobre la dama.-Perdona, es que tengo que coger una cosa del interior del abrigo.-.- susurré un poco nervioso por la cercanía de nuestros cuerpos otra vez mientras mi mano se deslizaba por el interior de la prenda, rozando inevitablemente su cuerpo.
Al fin me hice con éste, y no tardé en encender una pequeña hoguera que nos mantendría calientes durante nuestra velada, aunque algo me decía a mí que no me haría falta mucho fuego para mantener mi temperatura elevada. Saqué mi camisa mojada por los hombros, colocándola sobre una piedra cercana al fuego para secarla, y me senté al lado de Cheza que parecía mirarme desconcertada.- ¿No te gusta el fuego? Es para que no tengas frío y se seque tu ropa.

La luz de las llamas brillaban en su rostro, creando luces y sombras que me hacían verla ahora como una pequeña hada de los bosques, una de esas hadas que cumplen deseos y que solo existen en los sueños.

El momento en que volvió a sentir su mano, una leve sonrisa se coló de forma inconsciente a sus labios, levantándose con su ayuda y sujetando la mano contraria de forma casi natural; no pudo evitar bajar su mirada hacia sus manos, de alguna razón era un agarre perfecto y un que siempre lo hacia con sus clientes, la mano de Branco le daba ese pequeño mariposeo en el estómago y la llenaba de sensaciones curiosas y nuevas que la estaban tomando por sorpresa. No se había acostado con él, no eran frecuentes ni lo había visto antes y aun así esa sonrisa infatil y esos ojos que parecían adorarla le gustaban ¿por qué? ¿Qué tenia él de distinto a Yvonnick o Alice o alguno de sus otros clientes? Tal vez era eso, el hecho de él no era un cliente, era un hombre que había conocido por casualidad y con quien coqueteaba sin que este supiese realmente nada de ella.

Se dejó guiar por el lobo, levantándose un poco el vestido para no pisarlo –ya que estaba un poco mojado de la parte baja- y observo curiosa cuando este junto madera aun sin soltar su mano. Cuando encontró la gruta, suspiró aliviada de no tener que estar a merced del viento y el frio, dejándolo hacer; sintió como la mano masculina hurgaba en uno de los bolsillos del abrigo, dejándolos peligrosamente pegados. Cuando escuchó su nerviosa voz, el lado juguetón y salvaje de Cheza la hizo elevar los azules ojos al contrario con cierto brillo en ellos y sonreír claramente sensual, sintiendo el calor que emanaba del cuerpo del licántropo, el aroma a mar y hierba fresca.. todo le estaba llamando a “atacarlo” y el roce que su mano hacia desde el interior de la bolsa en su pierna, la hizo morderse el carnoso labio –no te preocupes…- susurró de regreso, sonriéndole y estando sumamente tentada a pararse en puntas para robarle un beso.

Cuando este se alejó, ella se introdujo un poco más en la gruta, para evitar que el aire fresco tocara su piel y pudiese sentir el fuego que ardía en la fogata improvisada. Observa sin pudor el escultural pectoral del lobo, notando lo perfectamente moldeado de este con ese ligero color moreno en su piel, el agua había dejado una capa brillante y seductora sobre este y lo hacía aún mas apetecible, a lo que l felina solo sonrió ladina y “culpable” cuando el moreno llamo su atención otra vez. Sabía que el lugar se llenaría de un ligero calor por el fuego, asi que sin decir nada, se dio la vuelta quedando de espaldas a él y se quitó el abrigo, para comenzar a deshacerse del ligero amarre en su suave vestido que cedió sin problemas. Miró por sobre su hombro al lobo comprobando que este tuviese su vista sobre ella y dejo que el vestido cayese de sus hombros de forma suave, mostrando que ese día no se había puesto prácticamente nada más que una ligera ropa interior inferior, quitándose también los zapatos de piso y agachándose para volver a tomar el abrigo y ponérselo, agradeciendo que aún seguía cálido pese al agua sobre él. Cerró lo mejor que pudo la prenda y dejo su vestido cerca del fuego también.

-Debo decir que es una buena idea- admitió, sentándose cerca del fuego, sujetando con una mano la abertura del abrigo y calentándose la otra con el calor de las llamas –creo que debí vestir un poco mejor, pero digamos que caminar hacia la playa no estaba en mis planes- rio un poco, mirando al fin al lobo y ladeando su cabeza, lo que hizo que su húmedo cabello se moviese con la acción -¿Qué hacías aquí? Pensé que a los lobos les gustaba más el bosque y la tierra que el mar… aunque para gustos hay colores ¿no?- le gustaba como se sentía ese abrigo, no podía decidir si era porque era cálido o porque era de él, igual lo disfrutaba, abrazándose un poco –aunque debo admitir que me gusta que mis pasos me llevasen hasta este lugar… esta noche promete… ¿no te parece cariño?- hablo serena, femenina y suave, aun con su mirada recorriendo al lobo.

Pudo escuchar como las olas tomaban un poco más de fuerza, asi que agradeció de forma interna que el lobo hubiese tenido iniciativa de mantenerla a salvo, hablaba muy bien de él como hombre y bueno, a Cheza simplemente le gustaba recibir atención. Se apoyó con una mano en el suelo, disfrutando de aquella noche y posando su mirada en las llamas, las cuales resaltaban el claro color de sus ojos.

Esa  preciosa mujer con la que había tenido la suerte de encontrarme esa fría noche de invierno, se adentró un poco más en la gruta donde quedaríamos protegidos de la humedad que nos envolvía; gruta que quedaría caldeada en breve por la crepitosa hoguera que prendía con fuerza frente a nosotros.

Continué sus movimientos con la mirada sin entender muy bien porque se alejaba unos metros del fuego, disfrutando en cada momento del sensual contoneo de sus caderas mientras yo tomaba asiento en el suelo frente a las brasas. Cuando me dio la espalda y comenzó a despojarse de las prendas de ropa que la cubrían, un extraña sensación se apoderó de no solo mi cuerpo sino también mi alma. El ligero vestido que portaba se deslizó con suavidad hasta sus pies, mostrándome un precioso cuerpo cincelado por los dioses y que sería el capricho de cualquier hombre; un paraíso terrenal que todo guerrero desearía poder conquistar.

Un sonido ronco salió inevitablemente de mi garganta cuando siguiendo con la mirada las perfectas líneas de su cuerpo, mis ojos se posaron en ese pequeño trozo de tela que fue el único que la cubría, dejando muy poco a mi volátil imaginación que en esos precisos momentos se concentraba solo en ella, cuando agachándose para recoger su abrigo de nuevo arrancó un leve jadeo de mis labios. Negué con la cabeza y cerré los ojos durante unos segundos para controlar el color ámbar de éstos que delatarían mi estado de ánimo.

-El fuego siempre es buen compañero en noches como ésta.- contesté a duras penas, teniendo que aclararme la voz cuando tomó asiento a mi lado y recordé que no llevaba más ropa puesta que mi abrigo. Me moví inquieto sobre el duro suelo, sonriendo de lado cuando caí en la cuenta de que a su lado no me hacía falta haber encendido esa hoguera para mantenerme caliente. Traté de mantener la cordura y refrenar mis pensamientos, esos que me traicionaban con cada melodiosa palabra que era pronunciada por sus carnosos labios.

-Al igual que vos, no esperaba terminar paseando por la playa, y aunque tengo predilección por los frondosos bosques donde me siento más libre que en cualquier otra parte, escuchar de fondo las olas rompiendo en la orilla es algo de lo que también disfruto.- no podía evitar dejar de mirarla, de observar cada uno de sus gestos que me invitaban a acercarme más a ella, a rodearla con mi brazo para que no sintiese frío. Sonreí con picardía al escuchar sus últimas palabras, esas que se me habían pasado por la mente varias veces desde nuestro primer encuentro minutos antes.- Cualquier noche a su lado promete, pequeña. Debería dar gracias a los dioses por haber sido tan afortunado en encontrarla.- confirmé con confianza esta vez, apoyando mi mano al lado de la de ella, rozándonos apenas los dedos.- ¿Sois de París? Es posible que necesite una guía que me acompañe durante mi estancia en la ciudad, sería una suerte haber encontrado a una tan hermosa como usted.

No sabía que tenía esa dama que me llamaba tanto la atención, no comprendía cual era el motivo que me empujaba a acercarme tanto a una desconocida, pero lo que sí sabía es que movería cielo y tierra con tal de volverla a ver de nuevo, que vendería mi alma al mismísimo diablo si me prometiese detener el tiempo en esos momentos en los que estábamos tan cerca el uno del otro, unidos a través de nuestras miradas que continuaban fijas en la otra, incapaces de separarse.

Sentir el calor de su mano de nuevo le trajo una sonrisa algo cálida al rostro, comenzaba a sentir ese calor en alguna parte de su cuerpo más allá del deseo físico era algo difícil de describir pero le gustaba, asi que no apartó la mano, sino que bajo la mirada a estas y sin problemas entrelazo sus dedos con los del lobo, elevando la mirada azul una vez más hacia él, admirando lo masculino que era, cada borde, cada sombra, le gustaba esa noche y no tenía planes de terminarla sin poder estar mas cerca de él. Soltó una leve risa ante sus palabras y terminó por acercarse un poco más al contrario –bueno si, soy de aquí pero no se si los lugares que yo frecuento sean muy buenos para ti…- comento divertida, hablando de forma serena y sensual –aun que, con gusto te llevaré a ver lo que los forasteros encuentran interesante- acercó su mano libre al cabello del lobo y no pudo evitar acomodarle un rulo juguetón que colgaba sobre su frente.

El fuego improvisado crepitaba ligeramente, el viento no lograba entrar con fuerza al lugar pero traía el olor a mar con el y el sonido de sus voces llenaba la pequeña caverna, dando un ambiente cálido a su velada. Ya había apartado su mano del cabello ajeno, mas no quería alejarse de él, quedando enganchada por el brillo que sus ojos tenían por el fuego y sin poder evitar posar su mirada en los labios ajenos, relamiéndose los suyos un poco. En alguna parte de su mente estaba la idea de tener que regresar al burdel, pero no podía dejarlo así, estaba más que segura que Branco no sabía su “oficio” asi que era seguro que no iban a cruzar caminos de nuevo, no a la zar por lo menos, asi que tenía que sacar el mayor provecho a ese encuentro… de cierta forma se sentía libre de que el hombre no supiese su profesión, ahorita no era una prostituta… en ese momento era solo una mujer y el solo un hombre.

Se escuchó un pequeño estallido y algo salto de las brasas del fuego, haciendo que Cheza saltase un poco alarmada para quitarse del camino, terminando contra el pecho del lobo –lo siento, supongo que el agua me dejo algo…nerviosa- rió de forma suave y sensual, mirándolo a los ojos y percatándose de la cercanía. No se apartó, bajando un poco la mirada poso una de sus manos sobre la piel del pecho masculino, al inicio algo dudosa, mas termino por tocarlo al fin; su piel era cálida, muy deliciosamente cálida, y aun con las pocas y diminutas marcas por aquí y allá, era hermoso. Movió su mano de forma suave acariciando la piel a su paso hasta que llegó al corazón, donde lo sintió fuerte contra su palma, rítmico y de un momento a otro acelerado, haciéndola sonreír por este hecho y elevar al fin su mirada de nuevo, con un brillo distinto en los suyos –Espero.. que no te moleste- susurró antes de elevar su rostro y besarlo.

Al inicio solo fue un beso, solo uno, pero cuando se separaba su cuerpo la llevo a volverlo a besar, esta vez siendo un beso continuo y suave; de forma gradual ladeo la cabeza para comenzar a profundizarlo y con un brazo subir hasta su cuello para de cierta forma abrazarse a él, entrelazando sus dedos con el cabello ajeno. Sus labios sabían a sal marina y eran más cálidos que el resto de su piel, si bien no pretendía pasarse con la intensidad del beso –ya que realmente no sabía si él lo disfrutaría o no- si que deseaba con cada poro de su piel que este le devorara los labios con sus besos, deseaba poder sentir la bestialidad del lobo, la pasión por la que estos eran conocidos y simplemente perderse entre sus brazos. Estar contra su pecho había sido magnifico y a juzgar por la velocidad en la que su corazón había reaccionado, sabía que le gustaba, asi que con eso en mente se separó de sus labios suspirando un poco contra estos y re acomodándose –te diría que lo lamento, pero no.. no lo hago- termina sentándose un poco casi sobre él, acariciando su mejilla hasta tocar los labios ajenos con la yema de los dedos –si te gusta esto… no te detengas, te doy permiso.. lobito- susurró antes de volver a tomar sus labios ahora abrazándose por completo a él.

Sus dedos entrelazando los míos rompieron todos mis escudos frente a ella, todo ese temple sereno y seguro de mí mismo que había intentado mostrarle se desmoronaba cuando sus delicados dedos acariciaban ahora los míos. Dedos cálidos no solo por mi naturaleza o por la proximidad de la hoguera, sino por cada una de las pasiones que esa mujer era capaz de despertar inexplicablemente en mi interior. Era una mujer hermosa, eso sin duda, pero no era solo eso lo que hacía palpitar a mi corazón más rápido de lo normal. Una sensación extraña era la que instaurándose en mi pecho, alteraba mi respiración.

Sonreí con picardía, pensando que dudaba que existiese algún lugar en el mundo que no fuese de mi agrado si era ella quien me acompañaba. Hasta el mismísimo polo norte me resultaría cálido en su presencia. Su forma de hablar me hechizaba con cada palabra, en cada susurro. Sintiéndome incapaz de dejar de mirar sus carnosos labios mientras me hablaba, preguntándome si serían igual de suaves que lo que parecían a simple vista.

-No resulta especialmente importante los sitios donde me lleve, sino el gozar de su compañía.- susurré cuando mis ojos destellearon en ámbar por la cercanía de su mano, que colocándome un mechón de pelo rebelde me dejó embriagado por el olor de su muñeca, que tan próxima a mis labios me dieron ganas de comenzar a besar, para después continuar mi camino por su suave piel hasta llegar a su cuello. Sacudí la cabeza cuando mi excitación iba en aumento a causa de esos pensamientos en los que me aproximaba a ella para sentir el sabor de su piel.

Un crepitoso sonido de la madera quizás algo humedecida al quemarse provocó que la preciosa dama de la que segundos antes estaba imaginando acariciar su piel, terminase apoyada en mi pecho a una distancia más que peligrosa.- No se preocupe, le aseguro que podré protegerla si es preciso.- Sonreí con picardía sin moverme un ápice, mirando con deseo esos labios que se movían de una forma terriblemente sensual y que me gritaban ser devorados por los míos. La caricia de su mano sobre mi piel me robó un leve jadeo que pronto fue acallado por su repentino y anhelado beso. Un beso cargado de pasión ciega, que me supo como el mejor de los manjares jamás probados.

Pasé la lengua sobre mis labios cuando se separó ligeramente invitándome a seguir. Sus brazos volaban sobre mi cuello para acercar nuestros cuerpos, y entonces supe que ella también lo deseaba. Esa necesidad de fundirnos en uno que había surgido de una forma extraña. –Si quieres que pare solo tienes que decírmelo, no te preocupes.- La sujeté de la cintura para colocarla a horcajadas sobre mí, acariciando con suavidad ese cuerpo hecho para pecar una y otra vez sin remordimientos. Con mis dedos delineé cada una de las líneas de su piel  haciéndolas mías, grabándolas a fuego en mi mente para no olvidar jamás ese momento en el que una diosa digna de envidiar por las de cualquier Partenón, me había regalado la oportunidad de hacerme feliz esa preciosa noche sin luna, mientras nos fundíamos en un profundo beso donde no pensaba dejar sin descubrir ningún resquicio de ese paraíso terrenal que era su boca.