Noche de luna y encuentros - Privado

por **Sonae** Dom Sep 11, 2016 8:23 pm

Había dejado a su protegido, su cachorro, realizando planes y estrategias para encontrar a quienes habían realizado la emboscada, lo encontraba algo extraño, ¿acaso sería que aquella herida que no cicatrizaba correctamente le estaba afectando su carácter, su forma de ser? Como un cáncer que se va extendiendo por el cuerpo. Aquello la preocupaba mucho, y lo peor era que no podía hacer nada para ayudarlo.

A pesar de ser una mujer fuerte, una loba aguerrida, existían noches que dejaba que su frustración se diluyera en lágrimas, o transformada en lobo, corría por los campos hasta algún lugar lejano, donde llorar sus penas al cielo, aullando tristemente, porque no quería que Agarwaen la contemplara en sus flaquezas, siempre había sido un ejemplo de fortaleza, en ella podía confiar, podría saber que aún en las situaciones más peligrosas, dolorosas, ella estaría fuerte, en una sola pieza, jamás astillada por la pena o el desánimo.

Aquella noche, había estado silenciosa en la cena, apenas si había hablado con su hermano y alguno de los hombres de confianza, pero se la notaba distante, como a punto de explotar, si hubiera estado en su forma lobuna, su pelaje hubiera estado erizado, gruñendo ante cualquier roce o palabra que le dirigieran. Sonae sabía muy bien que era tiempo de salir al campo y gritar su pena, intentar sacar sus frustraciones cazando, dejando que sus instintos depredadores se apoderaran de ella y así, cobrar la vida de una presa, como un sacrificio a uno de sus antiguos dioses, en pos de una cura para su querido cachorro humano.

Cuando todos se retiraron a dormir, y luego de comprobar que Agar, dormía, se decidió a tomar uno de los caballos, el cual se asustó cuando ella se le acercó, pues no podía esconder la mirada ambarina, - no te preocupes, solo debes llevarme lejos de todo humano, te prometo que no te pasará nada, pero si no me alejo ahora, podría desquiciarme aquí - dijo señalando el establo, no sabía si el animal le entendería, pero estaba segura que algo había logrado, cuando se dio cuenta que aun temblando por momentos el animal se volvió más dócil, dejándose ensillar y montar.

Tras media hora de cabalgata, se sentía mejor, más necesitaba liberar su ser lobuno, por lo que al llegar a los campos lejanos de la ciudad, desmontó, para luego dejar atado cerca de un pequeño arroyo a su caballo. Se desnudó, dejó sus prendas bien acomodadas en las alforjas del caballo y se transformó, lenta y dolorosamente, para luego dejarse llevar por el instinto y alejarse de su montura y de todos aquellos inocentes a quien pudiera hacer daño.