AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Vacio [Privado]
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Vacio [Privado]
Habían pasado unos días desde que aquel lobo se coló por la noche en nuestra casa y durante unos minutos sembró el pánico en nuestro hogar. Los mismos días que hacía que Annibal se había marchado por la mañana sin dejar rastro, y exactamente los mismos días que mi madre no había vuelto a dormir en su habitación.
Se había recluido en la cabaña que mis abuelos tenían en la playa, un lugar precioso en verano donde podías disfrutar del mar y la tranquilidad que este promovía, pero una vez llegaba el otoño, era inverosímil quedarse allí más que a pasar el día.
Mi madre me decía que necesitaba tiempo para pensar, para volver a estar como antes, más yo sabía que era la marcha de Annibal la que la había destrozado por dentro.
Durante el día trataba de pasar tiempo con ella, intentar divertirnos juntas; y con el corazón que agradecía su esfuerzo de intentar sonreír, aunque por dentro estuviese llorando.
No debería haberse enamorado de Annibal, debería haber seguido sus planes de espantarlo y que anulase el compromiso. ¿Acaso sería lo que había hecho y no quería contármelo? Pero entonces, ¿por qué estaba tan triste?
Cuando comenzaba a atardecer mi madre me dejaba en casa de mis abuelos, y ella se marchaba de nuevo a esa cabaña fría y desangelada junto al mar.
Aquella mañana cuando vino a recogerme me había dicho que podríamos ir a pasar el día al parque de atracciones,noticia que yo recibí encantada, subiendo a arreglarme para la ocasión mientras ella avisaba al mozo de que preparase nuestras monturas.
No tardamos en ponernos en marcha una vez estuve vestida adecuadamente, y ambas tomamos nuestros caballos para dirigirnos al lugar que sin duda arrancaría una sonrisa en mi madre.
-Mamá, seguro que vuelve cuando solucione los asuntos que le han hecho marcharse.- apunté tras largos minutos en silencio donde mi madre parecía ausente; era como si hubiesen vaciado todo lo que había en ella y hubiesen dejado solo la carcasa.
Ella me miró con una sonrisa triste dibujada en los labios, una que me decía que seguro que volvería, aunque sus ojos me confesaban lo contrario. ¿Qué habría pasado para que Annibal se marchase así? Parecía que se querían, que todo iba viento en popa la noche anterior a su marcha cuando cenamos todos juntos...aunque yo era una niña y tal vez me equivocase en las señales que veía entre ellos.
Abracé a mi madre en cuanto desmontamos de nuestros caballos al llegar al parque de atracciones, sabía que ella lo necesitaba y yo también. No quería verla triste, quería verla como antes; lo cierto es que quería verla como cuando conoció a Annibal. Fueron unos días en los que la felicidad rebosaba en ella, en los que jamás la había visto tan feliz.
-¿Vamos primero al tio vivo?- pregunté dando saltitos, tirando de su mano sin esperar que me diese una respuesta. Aquel día me había propuesto animarla como fuese, y ese sería mi primer destino.
Se había recluido en la cabaña que mis abuelos tenían en la playa, un lugar precioso en verano donde podías disfrutar del mar y la tranquilidad que este promovía, pero una vez llegaba el otoño, era inverosímil quedarse allí más que a pasar el día.
Mi madre me decía que necesitaba tiempo para pensar, para volver a estar como antes, más yo sabía que era la marcha de Annibal la que la había destrozado por dentro.
Durante el día trataba de pasar tiempo con ella, intentar divertirnos juntas; y con el corazón que agradecía su esfuerzo de intentar sonreír, aunque por dentro estuviese llorando.
No debería haberse enamorado de Annibal, debería haber seguido sus planes de espantarlo y que anulase el compromiso. ¿Acaso sería lo que había hecho y no quería contármelo? Pero entonces, ¿por qué estaba tan triste?
Cuando comenzaba a atardecer mi madre me dejaba en casa de mis abuelos, y ella se marchaba de nuevo a esa cabaña fría y desangelada junto al mar.
Aquella mañana cuando vino a recogerme me había dicho que podríamos ir a pasar el día al parque de atracciones,noticia que yo recibí encantada, subiendo a arreglarme para la ocasión mientras ella avisaba al mozo de que preparase nuestras monturas.
No tardamos en ponernos en marcha una vez estuve vestida adecuadamente, y ambas tomamos nuestros caballos para dirigirnos al lugar que sin duda arrancaría una sonrisa en mi madre.
-Mamá, seguro que vuelve cuando solucione los asuntos que le han hecho marcharse.- apunté tras largos minutos en silencio donde mi madre parecía ausente; era como si hubiesen vaciado todo lo que había en ella y hubiesen dejado solo la carcasa.
Ella me miró con una sonrisa triste dibujada en los labios, una que me decía que seguro que volvería, aunque sus ojos me confesaban lo contrario. ¿Qué habría pasado para que Annibal se marchase así? Parecía que se querían, que todo iba viento en popa la noche anterior a su marcha cuando cenamos todos juntos...aunque yo era una niña y tal vez me equivocase en las señales que veía entre ellos.
Abracé a mi madre en cuanto desmontamos de nuestros caballos al llegar al parque de atracciones, sabía que ella lo necesitaba y yo también. No quería verla triste, quería verla como antes; lo cierto es que quería verla como cuando conoció a Annibal. Fueron unos días en los que la felicidad rebosaba en ella, en los que jamás la había visto tan feliz.
-¿Vamos primero al tio vivo?- pregunté dando saltitos, tirando de su mano sin esperar que me diese una respuesta. Aquel día me había propuesto animarla como fuese, y ese sería mi primer destino.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Vacio [Privado]
No era consciente de los días que habían pasado desde que desperté al atardecer en la cabaña de la playa, esa que ahora se había convertido en mi hogar y donde Annibal no había ido a buscarme. Pensando que tal vez habría preferido quedarse en mi casa para encadenarse en las mazmorras antes de que oscureciese y su transformación tuviese lugar, volví a la mansión de mis padres, donde mi progenitor me anunció de su marcha.
Fue en este preciso instante en el que dejé de pensar, cuando sentí que todo lo que había dentro de mí se había marchado junto a él, cuando solo quedaba el vacío. No tardé en subir a mi habitación, esa que había sido nuestra durante unos días y que tenía todavía su olor. Una habitación que volvía a ser solo mía, pero cargada de recuerdos que habían sido felices y ahora se volvían dolorosos. Abracé mi almohada mientras mis lágrimas recorrían mis mejillas sin tregua; parecía mantener todavía su calor, parecía que podía sentir sus besos mientras aspiraba su aroma de ésta. Mis últimas palabras hacía él habían sido claras, yo lo quería lo suficiente para intentarlo, ¿Y él a mí? Con su marcha había contestado claramente a mi pregunta.
Me ahogaba. La presión que sentía en el pecho era tan fuerte que no me dejaba respirar. Cada parte de mi habitación, de mi casa…de París, me recordaba a él. A un amor que pensaba que iba creciendo entre nosotros y que al final de todo solo habían sido las ilusiones de una chica estúpida que albergaba la esperanza de que cuando por fin había encontrado un hombre que parecía poder amar, él también la amase.
Preparé una maleta con algo de ropa y el bote de tranquilizantes que el médico me había mandado la noche anterior después del ataque. Necesitaba irme, necesitaba estar sola y pasar ese duelo del que no sabía si tendría salida. Ni siquiera había podido despedirme de él, solo un escueto beso pensando que vendría a buscarme había sido mi último gesto ¿pero cómo había sido tan idiota? Tal vez era mejor así, le había puesto una elección fácil, y él había escogido. ¿Cómo echarle en cara que se hubiese marchado, si era una de las opciones que le había dado?
Me despedí de mis padres y de Dadou, que no entendía nada de lo sucedido. Prometí que cada día lo pasaríamos juntas, aunque al atardecer volviese a la cabaña para estar sola. No podía dormir en la misma habitación que compartía con él, no ahora que la cama estaba tan vacía como mi alma. Además de que no quería ver la mirada compasiva de mis padres sabiendo que lo que a ellos les dolía era no haberme podido desposar, importándoles más bien poco mis sentimientos o los de él.
Y así fueron sucediéndose los días, donde por la mañana acudía a casa de mis padres para recoger a mi hija; donde pasear por la playa, por el bosque, hasta por el parque se había convertido en pruebas de fuego para mí. Cada sitio me recordaba a él, a nuestros paseos cogidos de la mano mientras mi hija correteaba alrededor nuestro riendo. ¿Cómo podía haber sido todo una ilusión? Por las tardes dejaba a Dadou de nuevo en la mansión, donde sin duda estaría en mejor compañía que conmigo. Apenas podía hablar, ni sonreír. Hacía un esfuerzo de mil gigantes ante los comentarios de mi hija que trataban de alegrarme.
Pero en cuanto llegaba la noche, una manta junto a la chimenea y una botella de bourbon era todo lo que me acompañaba, junto a los tranquilizantes que me ayudaban a dormir. Volvía a tener las incesantes pesadillas del pasado que a su lado habían desaparecido.
He de reconocer que mi aspecto era lamentable, que tenía que salir de ese pozo oscuro en el que me encontraba, pero todavía no podía. Mi madre mandaba a las doncellas con cestas de picnic con comida, comida que acababa en la mesa de la cocina sin tocar.
Necesitaba dejar de sentir ese dolor que me atravesaba el pecho, necesitaba olvidar que había estado en mi vida. Ojalá nunca lo hubiese conocido, porque así no habría sabido lo que era enamorarse de alguien para que luego me abandonase. Era mejor no saber lo que era el amor. ¿Pero me estaba escuchando? ¿Acaso no tendría unos recuerdos preciosos de Annibal cuando el dolor desapareciese? Sí, los tendría sin duda; pero entonces vendría de nuevo el dolor al pensar que habría encontrado en otra mujer lo que no vio en mí.
Esa mañana me había propuesto darle un respiro a Dadou, que cada día trataba de hacerme sonreir con sus locuras. Traté de disimular las ojeras con maquillaje, y tras el desayuno acudí a la casa de mis padres para recogerla. Como podía imaginar estaba entusiasmada con la idea de ir juntas aquel día al parque de atracciones, y no tardó en estar lista para dicha aventura.
Durante el camino trató de animarme, hasta que de nuevo sus palabras me hicieron recordar la cruda realidad; una que no había sido capaz de confesarle todavía, y que esperaba que mi madre se lo explicase de forma más objetiva que yo. Annibal no iba a volver jamás; su decisión estaba tomada y mi corazón roto. Hechos irremediables para ambos.
Sonreí como pude tratando de infundirle esperanzas a la pequeña, mientras nuestros pasos se encaminaban hacia el tio vivo donde Dadou quería montar.
-Monta tú mientras yo te espero aquí sentada en el banco, ¿vale pequeña?- le dije con voz dulce a mi hija que corría entusiasmada hacía uno de los caballos rosas del carrusel. Me acerqué a la taquilla donde pagué su viaje, y me coloqué en uno de los bancos de madera barnizada frente a la atracción, desde donde la saludé tratando de demostrarle que todo iba bien.
La atracción comenzó a girar y durante unos segundos pude bajar los escudos que frente a mí levantaba. Solté el aire de forma pesada, aguantando de nuevo las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos si me movía. Vi a Dadou saludarme tras dar la primera vuelta, y yo también la saludé. Tenía que sobreponerme por ella, aunque solo fuese por ella. Annibal no iba a volver, no me quería y yo tenía que empezar a asumirlo.
Más de nuevo el frío se apoderó de mí, un frío que me recordaba el vacío de mi alma, de mi corazón que ya no latía de la misma forma. Me abracé a mí misma tratando de mantener el calor, pensando que si él estuviese allí serían sus brazos los que me abrazarían.
Pero se había ido, y con él se había llevado mis esperanzas, mi corazón, mi alma. ¿Cómo iba a olvidarlo si hasta me parecía sentir su olor?
Fue en este preciso instante en el que dejé de pensar, cuando sentí que todo lo que había dentro de mí se había marchado junto a él, cuando solo quedaba el vacío. No tardé en subir a mi habitación, esa que había sido nuestra durante unos días y que tenía todavía su olor. Una habitación que volvía a ser solo mía, pero cargada de recuerdos que habían sido felices y ahora se volvían dolorosos. Abracé mi almohada mientras mis lágrimas recorrían mis mejillas sin tregua; parecía mantener todavía su calor, parecía que podía sentir sus besos mientras aspiraba su aroma de ésta. Mis últimas palabras hacía él habían sido claras, yo lo quería lo suficiente para intentarlo, ¿Y él a mí? Con su marcha había contestado claramente a mi pregunta.
Me ahogaba. La presión que sentía en el pecho era tan fuerte que no me dejaba respirar. Cada parte de mi habitación, de mi casa…de París, me recordaba a él. A un amor que pensaba que iba creciendo entre nosotros y que al final de todo solo habían sido las ilusiones de una chica estúpida que albergaba la esperanza de que cuando por fin había encontrado un hombre que parecía poder amar, él también la amase.
Preparé una maleta con algo de ropa y el bote de tranquilizantes que el médico me había mandado la noche anterior después del ataque. Necesitaba irme, necesitaba estar sola y pasar ese duelo del que no sabía si tendría salida. Ni siquiera había podido despedirme de él, solo un escueto beso pensando que vendría a buscarme había sido mi último gesto ¿pero cómo había sido tan idiota? Tal vez era mejor así, le había puesto una elección fácil, y él había escogido. ¿Cómo echarle en cara que se hubiese marchado, si era una de las opciones que le había dado?
Me despedí de mis padres y de Dadou, que no entendía nada de lo sucedido. Prometí que cada día lo pasaríamos juntas, aunque al atardecer volviese a la cabaña para estar sola. No podía dormir en la misma habitación que compartía con él, no ahora que la cama estaba tan vacía como mi alma. Además de que no quería ver la mirada compasiva de mis padres sabiendo que lo que a ellos les dolía era no haberme podido desposar, importándoles más bien poco mis sentimientos o los de él.
Y así fueron sucediéndose los días, donde por la mañana acudía a casa de mis padres para recoger a mi hija; donde pasear por la playa, por el bosque, hasta por el parque se había convertido en pruebas de fuego para mí. Cada sitio me recordaba a él, a nuestros paseos cogidos de la mano mientras mi hija correteaba alrededor nuestro riendo. ¿Cómo podía haber sido todo una ilusión? Por las tardes dejaba a Dadou de nuevo en la mansión, donde sin duda estaría en mejor compañía que conmigo. Apenas podía hablar, ni sonreír. Hacía un esfuerzo de mil gigantes ante los comentarios de mi hija que trataban de alegrarme.
Pero en cuanto llegaba la noche, una manta junto a la chimenea y una botella de bourbon era todo lo que me acompañaba, junto a los tranquilizantes que me ayudaban a dormir. Volvía a tener las incesantes pesadillas del pasado que a su lado habían desaparecido.
He de reconocer que mi aspecto era lamentable, que tenía que salir de ese pozo oscuro en el que me encontraba, pero todavía no podía. Mi madre mandaba a las doncellas con cestas de picnic con comida, comida que acababa en la mesa de la cocina sin tocar.
Necesitaba dejar de sentir ese dolor que me atravesaba el pecho, necesitaba olvidar que había estado en mi vida. Ojalá nunca lo hubiese conocido, porque así no habría sabido lo que era enamorarse de alguien para que luego me abandonase. Era mejor no saber lo que era el amor. ¿Pero me estaba escuchando? ¿Acaso no tendría unos recuerdos preciosos de Annibal cuando el dolor desapareciese? Sí, los tendría sin duda; pero entonces vendría de nuevo el dolor al pensar que habría encontrado en otra mujer lo que no vio en mí.
Esa mañana me había propuesto darle un respiro a Dadou, que cada día trataba de hacerme sonreir con sus locuras. Traté de disimular las ojeras con maquillaje, y tras el desayuno acudí a la casa de mis padres para recogerla. Como podía imaginar estaba entusiasmada con la idea de ir juntas aquel día al parque de atracciones, y no tardó en estar lista para dicha aventura.
Durante el camino trató de animarme, hasta que de nuevo sus palabras me hicieron recordar la cruda realidad; una que no había sido capaz de confesarle todavía, y que esperaba que mi madre se lo explicase de forma más objetiva que yo. Annibal no iba a volver jamás; su decisión estaba tomada y mi corazón roto. Hechos irremediables para ambos.
Sonreí como pude tratando de infundirle esperanzas a la pequeña, mientras nuestros pasos se encaminaban hacia el tio vivo donde Dadou quería montar.
-Monta tú mientras yo te espero aquí sentada en el banco, ¿vale pequeña?- le dije con voz dulce a mi hija que corría entusiasmada hacía uno de los caballos rosas del carrusel. Me acerqué a la taquilla donde pagué su viaje, y me coloqué en uno de los bancos de madera barnizada frente a la atracción, desde donde la saludé tratando de demostrarle que todo iba bien.
La atracción comenzó a girar y durante unos segundos pude bajar los escudos que frente a mí levantaba. Solté el aire de forma pesada, aguantando de nuevo las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos si me movía. Vi a Dadou saludarme tras dar la primera vuelta, y yo también la saludé. Tenía que sobreponerme por ella, aunque solo fuese por ella. Annibal no iba a volver, no me quería y yo tenía que empezar a asumirlo.
Más de nuevo el frío se apoderó de mí, un frío que me recordaba el vacío de mi alma, de mi corazón que ya no latía de la misma forma. Me abracé a mí misma tratando de mantener el calor, pensando que si él estuviese allí serían sus brazos los que me abrazarían.
Pero se había ido, y con él se había llevado mis esperanzas, mi corazón, mi alma. ¿Cómo iba a olvidarlo si hasta me parecía sentir su olor?
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Vacio [Privado]
Desde que partí de la mansión de la que se hubiera convertido en mi futura esposa, apenas había interactuado con el mundo. Como un ermitaño me perdí en la naturaleza, alojandome en una pequeña cabaña en el bosque, que sin duda acompañó mis trasformaciones durante las noches de luna llena.
Estaba demasiado fuera de mi durante esos días como para poder meditar con la calma necesaria y aunque me sentía solo sin sentir el calor de su cuerpo en mi lecho, admito que necesitaba esta distancia.
Los días trascurrieron en una tensa paz, whisky como sustento y lo que cazaba. Ni siquiera me dejé ver por la ciudad, no quería reencontrarme con ella, ni con ninguno de sus familiares, necesitaba espacio, al menos hasta tener claro lo que quería hacer con mi vida, la suya y la de Dadou.
Ella me había dejado claro que me quería, yo estaba empezando a sentir algo ,eso no podía negadlo, pero...había tanto que se oponía a lo nuestro que tomar una decisión que fuera la mejor para todos se me antojaba complicado.
Aquel día, el primero sin luna llena hice acopio de valor, tenia que hablar con ella, así que tras asearme en las gélidas aguas del arroyo y raspar un poco la barba con la navaja para no parecer un mendigo en vez de el hombre perteneciente a mi clase alta, empecé mi viaje de vuelta galopando hacia la mansión.
Al parecer ese día por lo que me dijo el servicio la señora había acudido al parque de atracciones con la pequeña, no quise entrar a saludar a sus padres, primero necesitaba hablar con ella, explicarle todo en lo que había pensado, mis motivos para no haber vuelto a buscarla y después ver como iba.
Seguramente estos días ella también habría podido reflexionar, se que no es lo que quería, pero creo que en le fondo era lo mas justo para ambos.
Tomar decisiones en caliente no nos llevaría a ninguna parte, el tema era demasiado serio como para tomarlo a la ligera.
De nuevo sobre mi bayo atravesé la ciudad rumbo al lugar donde al parecer la dama y su hija iban a pasar el día.
Allí desmonte y las busqué entre las atracciones, dar con su olor no fue demasiado complicado y eso que le olor a maíz asado, a manzana caramelizada y demás cosas aturdían mis sentidos.
La encontré sentada en un banco, viendo como su pequeña se divertía de lo lindo sobre una de esas atracciones de feria.
Dadou fue la primera que logró verme, llevé mi dedo a los labios para que guardara silencio, quería tomarme mi tiempo para sentarme junto a su madre.
Así lo hice, rodeé el banco y como si nada tomé asiento a su lado.
Desvié mis ojos hacia los ajenos.
-Hola -fue todo cuanto escapó de mis labios -se que no fui y lo siento pero necesitaba tiempo y espacio.
Estaba demasiado fuera de mi durante esos días como para poder meditar con la calma necesaria y aunque me sentía solo sin sentir el calor de su cuerpo en mi lecho, admito que necesitaba esta distancia.
Los días trascurrieron en una tensa paz, whisky como sustento y lo que cazaba. Ni siquiera me dejé ver por la ciudad, no quería reencontrarme con ella, ni con ninguno de sus familiares, necesitaba espacio, al menos hasta tener claro lo que quería hacer con mi vida, la suya y la de Dadou.
Ella me había dejado claro que me quería, yo estaba empezando a sentir algo ,eso no podía negadlo, pero...había tanto que se oponía a lo nuestro que tomar una decisión que fuera la mejor para todos se me antojaba complicado.
Aquel día, el primero sin luna llena hice acopio de valor, tenia que hablar con ella, así que tras asearme en las gélidas aguas del arroyo y raspar un poco la barba con la navaja para no parecer un mendigo en vez de el hombre perteneciente a mi clase alta, empecé mi viaje de vuelta galopando hacia la mansión.
Al parecer ese día por lo que me dijo el servicio la señora había acudido al parque de atracciones con la pequeña, no quise entrar a saludar a sus padres, primero necesitaba hablar con ella, explicarle todo en lo que había pensado, mis motivos para no haber vuelto a buscarla y después ver como iba.
Seguramente estos días ella también habría podido reflexionar, se que no es lo que quería, pero creo que en le fondo era lo mas justo para ambos.
Tomar decisiones en caliente no nos llevaría a ninguna parte, el tema era demasiado serio como para tomarlo a la ligera.
De nuevo sobre mi bayo atravesé la ciudad rumbo al lugar donde al parecer la dama y su hija iban a pasar el día.
Allí desmonte y las busqué entre las atracciones, dar con su olor no fue demasiado complicado y eso que le olor a maíz asado, a manzana caramelizada y demás cosas aturdían mis sentidos.
La encontré sentada en un banco, viendo como su pequeña se divertía de lo lindo sobre una de esas atracciones de feria.
Dadou fue la primera que logró verme, llevé mi dedo a los labios para que guardara silencio, quería tomarme mi tiempo para sentarme junto a su madre.
Así lo hice, rodeé el banco y como si nada tomé asiento a su lado.
Desvié mis ojos hacia los ajenos.
-Hola -fue todo cuanto escapó de mis labios -se que no fui y lo siento pero necesitaba tiempo y espacio.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Vacio [Privado]
Corrí hacia el tiovivo cuando vi que había un caballito rosa disponible, esperando que mi madre tomase asiento en el corcel azul que había junto al mío, pero era demasiado pedir para acabar de llegar, y asentí cuando me dijo que me esperaría sentada en el banco mientras yo me montaba en la atracción.
La saludaba con énfasis cada vez que el carrusel daba la vuelta y nuestras miradas se volvían a cruzar; allí tan sola parecía totalmente perdida, como una chiquilla asustada en lugar de como la mujer fuerte que era. Si eso es lo que pasaba cuando te enamorabas, no quería casarme nunca.
Abrí los ojos sorprendida cuando por el sendero que minutos antes habíamos recorrido mi madre y yo apareció la silueta de un hombre que me resultó familiar, más tuve que esperar a la siguiente vuelta para comprobar que era Annibal quien con un gesto juguetón me pedía que guardase el secreto de su llegada para poder sorprenderla.
Lo sabía, estaba segura de que él también la quería; y allí estaba la muestra de ello.
Sonreí cuando saludé a mi madre como llevaba haciendo las últimas vueltas como si nada, pero deseando que la atracción terminase cuanto antes. Giré la cabeza para no perderme ni un detalle de su encuentro, que sin duda sería precioso.
Vi como Annibal se sentó juntó a mi madre y habló con ella, pero los perdí de mi campo de visión durante unos segundos. Cuando volví a verlos mi madre estaba en pie y su mirada estaba fijada al frente, en lugar de a su prometido. Fruncí el ceño cuando me temí lo peor, ahí estaba el férreo carácter de mi madre que espantaría a Annibal ahora que había vuelto a buscarla.
Dando gracias a Dios, una vuelta después el viaje del tiovivo cesó, y de un salto desmonté de mi corcel rosa para salir corriendo hacia los brazos de Annibal, que parecía confundido por la reacción de mi madre.
Lo abracé con fuerza cuando me levantó en brazos.
-¿Ves mamá como te dije que volvería?- le dije ilusionada a mi madre que me miraba desconcertada, seguramente suplicando por dentro que me quedase calladita en un momento tan delicado; pero si ella no le decía a Annibal lo mucho que lo había echado de menos, lo haría yo.- No le hagas mucho caso, está ofuscada, pero se le pasará. En el fondo te quiere y te ha echado de menos.- le confesé a Annibal que me bajaba de nuevo al suelo, sorprendido por mis palabras.
La cara de mi madre era todo un poema, y si no fuese porque estaba pálida como la pared hubiese jurado que se ruborizaba. Suspiré contrariada, ¿por qué de los tres la única adulta parecía yo? Allí estaban los dos como pasmarotes incapaces de decir lo que sentían, solo mirándose en silencio.
-¿Dónde montamos ahora?- le pregunté a Annibal cogiéndole de la mano y tirando de él por el camino que nos llevaría a otra atracción, mientras mi madre rodaba los ojos poniéndolos en blanco, siguiéndonos en silencio con los brazos cruzados alrededor de su cintura. Era como si se le hubiese aparecido un fantasma, ¿qué habría pasado para que ahora estuviesen tan raros?
La saludaba con énfasis cada vez que el carrusel daba la vuelta y nuestras miradas se volvían a cruzar; allí tan sola parecía totalmente perdida, como una chiquilla asustada en lugar de como la mujer fuerte que era. Si eso es lo que pasaba cuando te enamorabas, no quería casarme nunca.
Abrí los ojos sorprendida cuando por el sendero que minutos antes habíamos recorrido mi madre y yo apareció la silueta de un hombre que me resultó familiar, más tuve que esperar a la siguiente vuelta para comprobar que era Annibal quien con un gesto juguetón me pedía que guardase el secreto de su llegada para poder sorprenderla.
Lo sabía, estaba segura de que él también la quería; y allí estaba la muestra de ello.
Sonreí cuando saludé a mi madre como llevaba haciendo las últimas vueltas como si nada, pero deseando que la atracción terminase cuanto antes. Giré la cabeza para no perderme ni un detalle de su encuentro, que sin duda sería precioso.
Vi como Annibal se sentó juntó a mi madre y habló con ella, pero los perdí de mi campo de visión durante unos segundos. Cuando volví a verlos mi madre estaba en pie y su mirada estaba fijada al frente, en lugar de a su prometido. Fruncí el ceño cuando me temí lo peor, ahí estaba el férreo carácter de mi madre que espantaría a Annibal ahora que había vuelto a buscarla.
Dando gracias a Dios, una vuelta después el viaje del tiovivo cesó, y de un salto desmonté de mi corcel rosa para salir corriendo hacia los brazos de Annibal, que parecía confundido por la reacción de mi madre.
Lo abracé con fuerza cuando me levantó en brazos.
-¿Ves mamá como te dije que volvería?- le dije ilusionada a mi madre que me miraba desconcertada, seguramente suplicando por dentro que me quedase calladita en un momento tan delicado; pero si ella no le decía a Annibal lo mucho que lo había echado de menos, lo haría yo.- No le hagas mucho caso, está ofuscada, pero se le pasará. En el fondo te quiere y te ha echado de menos.- le confesé a Annibal que me bajaba de nuevo al suelo, sorprendido por mis palabras.
La cara de mi madre era todo un poema, y si no fuese porque estaba pálida como la pared hubiese jurado que se ruborizaba. Suspiré contrariada, ¿por qué de los tres la única adulta parecía yo? Allí estaban los dos como pasmarotes incapaces de decir lo que sentían, solo mirándose en silencio.
-¿Dónde montamos ahora?- le pregunté a Annibal cogiéndole de la mano y tirando de él por el camino que nos llevaría a otra atracción, mientras mi madre rodaba los ojos poniéndolos en blanco, siguiéndonos en silencio con los brazos cruzados alrededor de su cintura. Era como si se le hubiese aparecido un fantasma, ¿qué habría pasado para que ahora estuviesen tan raros?
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Vacio [Privado]
El siguiente saludo de mi hija se me antojó distinto, como si algo maquiavélico estuviese pasando por su mente en esos momentos. Miedo me daba lo que podría estar pensando hacer a continuación en el parque de atracciones. La saludé desconcertada mientras una sombra se movía a mi lado para tomar asiento en el mismo banco en el que estaba yo, probablemente el de otro padre que esperaba que terminase la atracción para recoger a su pequeño.
Pero una extraña sensación subió por mi espalda al sentir su cercanía. Supe que era él antes de hablarme, antes de conseguir que mi corazón diese un vuelco y quedase paralizado. Pude sentir su olor antes de verlo, sentí su calor antes de aquel saludo seguido de una disculpa que llegaba tarde.
Nuestras miradas se cruzaron y un jadeo ahogado salió de mis labios que permanecían abiertos por la impresión.
Me mordí el labio inferior incapaz de contestar, tratando de recuperar una respiración que se me había acelerado al verlo y retener esas lágrimas que amenazaban con salir. Deseaba abrazarlo, confesarle que no importaba su ausencia con tal de verlo de nuevo, pero no podía ser tan estúpida. Probablemente había ido a despedirse antes de marcharse a España, y aunque no fuese así, había aprendido la lección con él. No debía bajar de nuevo los escudos que me mantendrían a salvo del dolor que implicaría su partida.
-Hola.- susurré mirando esos labios que tanto había echado de menos, levantando después de nuevo la vista hacia él. Mi estado era lamentable, y sin embargo él, estaba tan guapo como siempre. Estaba claro que la distancia no nos había sentado igual. - Ya no importa. Espero que hayáis disfrutado del espacio y tiempo que necesitabais.
Me levanté del banco evitando la cercanía de nuestros cuerpos. No podía estar a su lado sin ponerme a temblar de pies a cabeza, no podía estar tan cerca suyo sin sentir la necesidad de besarlo. Miré de nuevo al frente, esperando el saludo de mi hija que volvía a dar la vuelta, pero que esta vez no me saludó, sino que se quedó mirando fijamente la escena. Su gesto me dijo que no planeaba nada bueno.
-¿Os habéis olvidado de algo y por eso habéis vuelto?- pregunté incapaz de estar más tiempo sin saber que era lo que había ido a buscar allí. Deseaba con todas mis fuerzas que hubiese vuelto a por mí, que me dijese que me necesitaba, pero sabía que eso era como pedirle peras al olmo. Y tampoco quería que pensase que estaba deseando volver a estar entre sus brazos; era él quien se había marchado, el que me había obligado a pensar que tendría que vivir sin él.
Me limité a observar como mi hija saltaba del tiovivo para echarse a los brazos de Annibal, pensando que ojalá hubiese podido hacer yo lo mismo. Más cuando empezó a hablar, ilusionada como estaba de volver a verlo, supe que me iba a meter en un compromiso de los suyos. Negué con la cabeza cuando Dadou me miró fijamente antes de volver a dirigirse a Annibal, y el alma se me cayó a los pies cuando comenzó a contarle todo lo que se le pasaba por esa endiablada cabeza. Si no fuese mi hija juro que la hubiese estrangulado en ese momento, cuando después de decirle todo lo que me pasaba, el lobo me miró fijamente. Desvié mi mirada hacia mis brazos que rodeaban mi cintura, respirando despacio e intentando que no le diese mayor importancia a las palabras de mi hija, aunque no había mentido en ninguna de ellas.
-Vayamos a la noria.- apunté dirigiendo mis pasos tras ellos. Tal vez el aire fresco de las alturas consiguiese sacarme de ese sopor en el que me encontraba. Mi hija se quedó sorprendida, pues aunque a ella le encantaba subir y ver la ciudad desde arriba, a mí me daba vértigo. Pero Annibal no lo sabía, y Dadou tampoco diría nada con tal de montarse en algo con nosotros.
Suspiré al verlo de nuevo allí, acompañando a mi hija de la mano. ¿Cómo podía seguir sintiendo tanto por él a pesar de todo? Me abracé con fuerza cuando el vacío volvió a apoderarse de mí, cuando recordé su marcha, cuando recordé las últimas noches que no había estado a mi lado, y aunque ya nada tenía que perder, volví a sentir miedo. Miedo de sentir.
Pero una extraña sensación subió por mi espalda al sentir su cercanía. Supe que era él antes de hablarme, antes de conseguir que mi corazón diese un vuelco y quedase paralizado. Pude sentir su olor antes de verlo, sentí su calor antes de aquel saludo seguido de una disculpa que llegaba tarde.
Nuestras miradas se cruzaron y un jadeo ahogado salió de mis labios que permanecían abiertos por la impresión.
Me mordí el labio inferior incapaz de contestar, tratando de recuperar una respiración que se me había acelerado al verlo y retener esas lágrimas que amenazaban con salir. Deseaba abrazarlo, confesarle que no importaba su ausencia con tal de verlo de nuevo, pero no podía ser tan estúpida. Probablemente había ido a despedirse antes de marcharse a España, y aunque no fuese así, había aprendido la lección con él. No debía bajar de nuevo los escudos que me mantendrían a salvo del dolor que implicaría su partida.
-Hola.- susurré mirando esos labios que tanto había echado de menos, levantando después de nuevo la vista hacia él. Mi estado era lamentable, y sin embargo él, estaba tan guapo como siempre. Estaba claro que la distancia no nos había sentado igual. - Ya no importa. Espero que hayáis disfrutado del espacio y tiempo que necesitabais.
Me levanté del banco evitando la cercanía de nuestros cuerpos. No podía estar a su lado sin ponerme a temblar de pies a cabeza, no podía estar tan cerca suyo sin sentir la necesidad de besarlo. Miré de nuevo al frente, esperando el saludo de mi hija que volvía a dar la vuelta, pero que esta vez no me saludó, sino que se quedó mirando fijamente la escena. Su gesto me dijo que no planeaba nada bueno.
-¿Os habéis olvidado de algo y por eso habéis vuelto?- pregunté incapaz de estar más tiempo sin saber que era lo que había ido a buscar allí. Deseaba con todas mis fuerzas que hubiese vuelto a por mí, que me dijese que me necesitaba, pero sabía que eso era como pedirle peras al olmo. Y tampoco quería que pensase que estaba deseando volver a estar entre sus brazos; era él quien se había marchado, el que me había obligado a pensar que tendría que vivir sin él.
Me limité a observar como mi hija saltaba del tiovivo para echarse a los brazos de Annibal, pensando que ojalá hubiese podido hacer yo lo mismo. Más cuando empezó a hablar, ilusionada como estaba de volver a verlo, supe que me iba a meter en un compromiso de los suyos. Negué con la cabeza cuando Dadou me miró fijamente antes de volver a dirigirse a Annibal, y el alma se me cayó a los pies cuando comenzó a contarle todo lo que se le pasaba por esa endiablada cabeza. Si no fuese mi hija juro que la hubiese estrangulado en ese momento, cuando después de decirle todo lo que me pasaba, el lobo me miró fijamente. Desvié mi mirada hacia mis brazos que rodeaban mi cintura, respirando despacio e intentando que no le diese mayor importancia a las palabras de mi hija, aunque no había mentido en ninguna de ellas.
-Vayamos a la noria.- apunté dirigiendo mis pasos tras ellos. Tal vez el aire fresco de las alturas consiguiese sacarme de ese sopor en el que me encontraba. Mi hija se quedó sorprendida, pues aunque a ella le encantaba subir y ver la ciudad desde arriba, a mí me daba vértigo. Pero Annibal no lo sabía, y Dadou tampoco diría nada con tal de montarse en algo con nosotros.
Suspiré al verlo de nuevo allí, acompañando a mi hija de la mano. ¿Cómo podía seguir sintiendo tanto por él a pesar de todo? Me abracé con fuerza cuando el vacío volvió a apoderarse de mí, cuando recordé su marcha, cuando recordé las últimas noches que no había estado a mi lado, y aunque ya nada tenía que perder, volví a sentir miedo. Miedo de sentir.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Vacio [Privado]
Silencio, eso es lo que se abrió entre nosotros, un frio e incomodo silencio, que agradecí la pequeña rompiera lanzándose en mis brazos.
Mi sonrisa se ensanché al atraparla, ciertamente las había echado de menos, a ambas.
-Si, se que me ha extrañado, también me ha pasado a mi con vosotras.
La alcé entre mis brazos caminando hacia la noria, al parecer la siguiente parada de la pequeña.
-A veces los adultos somos muy complicados Dadou. Ver todo desde vuestros ojos es mágico, los problemas los convertís en juegos, pero tu madre y yo tenemos demasiado de lo que hablar...y a veces, el amor no basta.
Alargué mi mano y tomé la de mi prometida, a fin de cuentas eso era todavía ¿no?
-Tessa, he vuelto para hablar, no me olvidé nada..solo palabras que no pronuncié, que necesitaba ordenar en mi cabeza y que por eso necesitaba tiempo y espacio para entenderlas.
Se que lo he hecho mal, pero no soy un tipo fácil demasiado impulsivo quizás y la luna no me permitía estar acertado en las decisiones que requirieran la calma y el sosiego.
Subimos a la noria, Dadou parecía feliz, miraba todo con detenimiento señalando las pequeñas cosas de la ciudad que conocía y que ahora podíamos mirar a vista de pájaro.
No me costó demasiado oír el latir fuerte del corazón de mi prometida, parecía aterrada.
Sonreí de medio lado abrazándola con suavidad.
-Solo es una atracción de feria, deberías respirar y coger aire...a cosas peores te has enfrentado.
Le guiñe un ojo, era cierto se había enfrentado a algo peor, a mi mismo echo hombre y lobo.
Esa debía ser su mayor gesta, su cruzada, enfrentar la mirada de un licantropo no era algo absurdo, si no la mas de complicado.
Había tenido valor para hacerlo, para empuñar un cuchillo frente a mi pecho, sabia que protegería a Dadou a toda costa, es por eso que necesitaba explicarle el porque de mi partida, que era eso que me daba miedo confesarle, que en cierto modo sabia podría ser el fin de lo nuestro.
La noria bajó y nos apeamos de ella. Tessa parecía mareada, así que la rodeé por la cintura acompañándola hasta un banco donde ambos tomamos asiento mientras la pequeña empezaba a corretear en busca de un algodón de azúcar y decidida a subir a otro carrusel diferente.
-preferiría que habláramos esto acompañados de una copa de vino y sin Dadou de por medio.
Tengo algo que contarte y tu después tendrás que pensarlo..supongo que después de lo que te diga seras tu la que me pida tiempo o rompa directamente lo nuestro.
Mis ojos se fundieron en los ajenos esperando vislumbrar algún tipo de reacción, mas solo veía su rostro asustado, tenso, conocedora de la gravedad de mis palabras y de lo complicado que resultaba ese momento.
-Podemos ir al lago, un par de botellas, algo de fruta y cenamos allí. ¿te parece? -sonreí de medio lado observándola embelesado -estas preciosa ¿te lo he dicho?
Mi sonrisa se ensanché al atraparla, ciertamente las había echado de menos, a ambas.
-Si, se que me ha extrañado, también me ha pasado a mi con vosotras.
La alcé entre mis brazos caminando hacia la noria, al parecer la siguiente parada de la pequeña.
-A veces los adultos somos muy complicados Dadou. Ver todo desde vuestros ojos es mágico, los problemas los convertís en juegos, pero tu madre y yo tenemos demasiado de lo que hablar...y a veces, el amor no basta.
Alargué mi mano y tomé la de mi prometida, a fin de cuentas eso era todavía ¿no?
-Tessa, he vuelto para hablar, no me olvidé nada..solo palabras que no pronuncié, que necesitaba ordenar en mi cabeza y que por eso necesitaba tiempo y espacio para entenderlas.
Se que lo he hecho mal, pero no soy un tipo fácil demasiado impulsivo quizás y la luna no me permitía estar acertado en las decisiones que requirieran la calma y el sosiego.
Subimos a la noria, Dadou parecía feliz, miraba todo con detenimiento señalando las pequeñas cosas de la ciudad que conocía y que ahora podíamos mirar a vista de pájaro.
No me costó demasiado oír el latir fuerte del corazón de mi prometida, parecía aterrada.
Sonreí de medio lado abrazándola con suavidad.
-Solo es una atracción de feria, deberías respirar y coger aire...a cosas peores te has enfrentado.
Le guiñe un ojo, era cierto se había enfrentado a algo peor, a mi mismo echo hombre y lobo.
Esa debía ser su mayor gesta, su cruzada, enfrentar la mirada de un licantropo no era algo absurdo, si no la mas de complicado.
Había tenido valor para hacerlo, para empuñar un cuchillo frente a mi pecho, sabia que protegería a Dadou a toda costa, es por eso que necesitaba explicarle el porque de mi partida, que era eso que me daba miedo confesarle, que en cierto modo sabia podría ser el fin de lo nuestro.
La noria bajó y nos apeamos de ella. Tessa parecía mareada, así que la rodeé por la cintura acompañándola hasta un banco donde ambos tomamos asiento mientras la pequeña empezaba a corretear en busca de un algodón de azúcar y decidida a subir a otro carrusel diferente.
-preferiría que habláramos esto acompañados de una copa de vino y sin Dadou de por medio.
Tengo algo que contarte y tu después tendrás que pensarlo..supongo que después de lo que te diga seras tu la que me pida tiempo o rompa directamente lo nuestro.
Mis ojos se fundieron en los ajenos esperando vislumbrar algún tipo de reacción, mas solo veía su rostro asustado, tenso, conocedora de la gravedad de mis palabras y de lo complicado que resultaba ese momento.
-Podemos ir al lago, un par de botellas, algo de fruta y cenamos allí. ¿te parece? -sonreí de medio lado observándola embelesado -estas preciosa ¿te lo he dicho?
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Vacio [Privado]
Una vez más mi madre logró sorprenderme cuando propuso que nuestra siguiente parada sería la noria. No porque la atracción tuviese nada en particular por lo que pudiese ser inverosímil que ella montase, sino porque era poner un pie sobre ésta y todo el color de sus mejillas desaparecía. ¿Qué era lo que intentaba? ¿Perder el conocimiento delante de Annibal?
Sonreí feliz cuando vi como Annibal trataba de acercarse a mi madre, como la cogía de la mano para pasear como los primeros días en que se conocieron. Decía que tenían que hablar y que a veces el amor no era suficiente, pero hasta una niña como yo podía ver como se miraban. Si lo que aquellos dos sentían pensaba que no bastaba para estar juntos, entonces la mayoría de las parejas tampoco lo estarían. Se habían juntado sin duda dos huesos duros de roer, aunque diría a favor a Annibal que estaba siendo él quien, en estos momentos, le ponía las cosas más fáciles a mi madre.
Cuando la atracción comenzó a rodar, la cara de mi madre fue un poema, y como bien había predicho todo color en ella desapareció. No era la primera vez que le pasaba aquello, y como sabía que no moriría durante el viaje me dediqué a señalar desde las alturas todo lo que conocía, moviéndome de un lado al otro del asiento mientras Annibal se preocupaba por mi madre y la rodeaba con su brazo.
-No te preocupes, de ésta no se muere, como mucho perderá el conocimiento. Claro que eso solo le ha pasado en un par de veces. - apunté con la idea de tratar de tranquilizar a Annibal y crear un poco de ambiente distendido. Entonces me acordé de algo que sin duda había sido de lo más divertido.- En otra ocasión que habíamos desayunado demasiado antes de venir, mi madre comenzó a ponerse pálida pálida y después ...- me detuve ante la mirada inquisidora de mi madre que amenazaba con tirarme de la noria si seguía contántole sus intimidades a Annibal, así que tras una leve carcajada cuando recordé la visión de ella como una fuente vomitando todo el desayuno a los que esperaban abajo su turno, terminé de disfrutar de las vistas de toda la ciudad, mientras ellos seguían con sus atenciones.
Al bajar se sentaron en un banco a hablar y yo me dediqué a correr entre carruseles y algodones de azúcar para darles un rato de intimidad. Necesitaban recuperar el tiempo perdido y a mí me venía de maravilla que Annibal entretuviese a mi madre para poder hacer yo lo que me viniese en gana.
-Vamos ahora al pasaje del terror.- propuse dando un salto tras montar en el último carrusel y plantarme frente a ellos. Cogí de la mano de Annibal que tenía libre, pues la otra no había soltado todavía la mano de mi madre, y tirando de él conseguí que se pusiese en pie.- Verás que miedo dan los monstruos que te asaltan dentro.
Mi madre se puso en pie tras nosotros y una mirada como la de la noche de la última cena volvió a surgir entre ellos. Algo había dicho que les había hecho gracia, ¿pero el qué?
Sonreí feliz cuando vi como Annibal trataba de acercarse a mi madre, como la cogía de la mano para pasear como los primeros días en que se conocieron. Decía que tenían que hablar y que a veces el amor no era suficiente, pero hasta una niña como yo podía ver como se miraban. Si lo que aquellos dos sentían pensaba que no bastaba para estar juntos, entonces la mayoría de las parejas tampoco lo estarían. Se habían juntado sin duda dos huesos duros de roer, aunque diría a favor a Annibal que estaba siendo él quien, en estos momentos, le ponía las cosas más fáciles a mi madre.
Cuando la atracción comenzó a rodar, la cara de mi madre fue un poema, y como bien había predicho todo color en ella desapareció. No era la primera vez que le pasaba aquello, y como sabía que no moriría durante el viaje me dediqué a señalar desde las alturas todo lo que conocía, moviéndome de un lado al otro del asiento mientras Annibal se preocupaba por mi madre y la rodeaba con su brazo.
-No te preocupes, de ésta no se muere, como mucho perderá el conocimiento. Claro que eso solo le ha pasado en un par de veces. - apunté con la idea de tratar de tranquilizar a Annibal y crear un poco de ambiente distendido. Entonces me acordé de algo que sin duda había sido de lo más divertido.- En otra ocasión que habíamos desayunado demasiado antes de venir, mi madre comenzó a ponerse pálida pálida y después ...- me detuve ante la mirada inquisidora de mi madre que amenazaba con tirarme de la noria si seguía contántole sus intimidades a Annibal, así que tras una leve carcajada cuando recordé la visión de ella como una fuente vomitando todo el desayuno a los que esperaban abajo su turno, terminé de disfrutar de las vistas de toda la ciudad, mientras ellos seguían con sus atenciones.
Al bajar se sentaron en un banco a hablar y yo me dediqué a correr entre carruseles y algodones de azúcar para darles un rato de intimidad. Necesitaban recuperar el tiempo perdido y a mí me venía de maravilla que Annibal entretuviese a mi madre para poder hacer yo lo que me viniese en gana.
-Vamos ahora al pasaje del terror.- propuse dando un salto tras montar en el último carrusel y plantarme frente a ellos. Cogí de la mano de Annibal que tenía libre, pues la otra no había soltado todavía la mano de mi madre, y tirando de él conseguí que se pusiese en pie.- Verás que miedo dan los monstruos que te asaltan dentro.
Mi madre se puso en pie tras nosotros y una mirada como la de la noche de la última cena volvió a surgir entre ellos. Algo había dicho que les había hecho gracia, ¿pero el qué?
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Vacio [Privado]
Las palabras dichas por Annibal continuaban repitiéndose en mi cabeza una y otra vez, como si a fuerza de analizarlas fuese capaz de darle otro significado distinto al que de por sí ya tenían. Había confesado habernos echado de menos, pero eso no implicaba que fuese del todo cierto; también podía ser una forma cordial de contentar a mi hija que era capaz de sacarle los colores a cualquiera.
Además, había vuelto a mencionar esa terrible frase que pronunció la misma mañana que se marchó, que en ocasiones el amor no bastaba; entonces, ¿para que había vuelto? Yo hubiese luchado por nosotros, por encontrar ese punto de acuerdo común que nos situase en una balanza de aceptación y comprensión, pero él ya venía con el espíritu derrotista, sin ganas de pelear por algo que quizás para él no mereciese la pena, aunque para mí había significado mi mundo.
Me tensé de pronto cuando su mano cogió la mía, colocándome a su lado para pasear juntos como tantas veces habíamos hecho. Sonreí con tímidez, aquel gesto me gustaba, pero no quería volver a caer en la estúpida ilusión de que creer que nuestra relación iba a funcionar. Suspiré despacio al sentir su cálido contacto de nuevo envolviendo mi mano; un contacto que había necesitado más que el respirar.
-Siento si con mis palabras o mis acciones te presioné más de la cuenta; hasta puedo entender que salieses huyendo sin decir nada. - ¿Cómo no salir corriendo cuando le había dicho que le quería lo suficiente como para intentarlo? Después de lo sucedido me juré que no volvería a confesar mis sentimientos tan a la ligera, pues en lugar de crearle seguridad con su decisión, lo había ahuyentado de mi lado.- No te preocupes, hablaremos de lo que necesites.
Subimos a la noria mientras seguía preguntándome cual sería el motivo de su presencia allí con nosotras. Quizás dar por finalizado el compromiso verbalmente antes de marcharse de París. Me dejé guiar de modo inconsciente por Annibal que se sentó a mi lado, y el continuo parloteo de mi hija que le explicaba a mi prometido (cómo había echado de menos esta palabra) todo lo que podía verse desde allí arriba. Fue entonces cuando me percaté de la altura a la que estábamos, y el poco color que cubría mis mejillas se desvaneció de éstas como si hubiese visto un fantasma.
Mi pavor debió ser notorio, pues Annibal no tardó en rodearme con su brazo e infundarme ánimos. El calor de su cuerpo consiguió tranquilizarme, al menos en parte, puesto que mientras miraba a sus labios hablarme dejé de prestar atención a esa endiablada atracción, centrando todos mis sentidos en él, en su olor que de nuevo me embargaba por la proximidad de nuestros cuerpos.
-Pero esas cosas a las que me enfrenté no estaban tan altas.- traté de bromear buscando la seguridad de su mirada, sintiendo como mi corazón se aceleraba de nuevo al sentir su proximidad. Unos segundos que fueron como si nada malo hubiese sucedido entre nosotros, como si todos los días de angustia y dolor que había pasado por su marcha pudiesen borrarse con una sola de sus sonrisas, hasta que mi hija comenzó a contar anécdotas sobre mis peculiares viajes en la noria, y tuve que llamarle la atención con la mirada antes de que me pusiese más en evidencia.
Al bajar de la noria agradecí que Annibal se mostrase tan atento como siempre, hecho que me ponía difícil seguir manteniendo en alza mis escudos frente a él. Caminamos hasta un banco cercano donde tomamos asiento mientras Dadou revoloteaba por nuestro alrededor. Tomé un trozo de algodón de azúcar que mi hija me había endosado antes de correr hacia un nuevo carrusel, y se lo acerqué a Annibal, acariciando prácticamente sus labios con él.
-Al atardecer dejaré de nuevo a Dadou al cuidado de mis padres, también pienso que es un tema delicado que debemos hablar con tranquilidad. Aunque te agradezco de que hayas decidido quedarte con nosotras y acompañarnos durante la jornada, para mi hija tenerte aquí es un regalo. – y para mí también, pero no me atrevería a decírselo. Cogí un trozo de algodón para mí, metiéndomelo en la boca ante su penetrante mirada que no parecía querer perderse ninguno de mis gestos. Sabía que con sus palabras me indicaba que lo que tenía que contarme era lo bastante complicado como para que decidiese romper nuestro compromiso, después de haberle dicho que estaba dispuesta a intentarlo lo que se había dejado guardado en el tintero debía ser importante de verdad. Lo que él no entendía es que yo ya daba todo por perdido con su marcha, y que ahora una pequeña parte de mí tenía la esperanza de recuperarlo.- Desde que aquella tarde que no viniste, no he vuelto a vivir en la casa de mis padres. Durante el día paso la jornada con Dadou lejos de ésta, y al atardecer la llevo de nuevo para que la cuiden sus abuelos. Estoy viviendo en la cabaña de la playa que te mencioné. Si quieres podemos cambiar el lago por tomarnos esas copas de vino frente al fuego de la chimenea. En cuanto oscurece hace bastante frío, y aunque la idea del lago me parece perfecta, mejor para cuando sea de día.- sopesé mis palabras; no le estaba pidiendo que volviésemos a estar juntos como antes, solo que prefería un sitio tranquilo donde no coger una pulmonía.- Solo era una idea, si no te parece bien podemos ir a otro sitio.
Dadou llegó en estampida, cogiendo la mano de Annibal decidida a llevarnos al pasaje del terror. Me levanté dispuesta a seguir el ritmo de la pequeña cuando miré a Annibal y nuestras miradas volvieron a hablarse como días antes. Sonreí con timidez y avancé de la mano de mi prometido hacia la nueva atracción donde sin duda los monstruos que nos asustarían saldrían corriendo si vienen a mi amor en su próxima luna llena.
-Espero que Annibal pueda protegernos.- bromeé antes de esbozar una dulce sonrisa, y caminar al lado de las dos personas más importantes de mi vida.
Mi atolondrada hija abrió paso a la comitiva cuando entramos en la atracción, riendo por el nerviosismo de esperar ser asustada, mientras yo sentía las manos de Annibal sobre mi cintura y mi nerviosismo creció, no por los sustos que vendrían a continuación, sino por pensar que volvería a caer de nuevo en el error de amarle.
Además, había vuelto a mencionar esa terrible frase que pronunció la misma mañana que se marchó, que en ocasiones el amor no bastaba; entonces, ¿para que había vuelto? Yo hubiese luchado por nosotros, por encontrar ese punto de acuerdo común que nos situase en una balanza de aceptación y comprensión, pero él ya venía con el espíritu derrotista, sin ganas de pelear por algo que quizás para él no mereciese la pena, aunque para mí había significado mi mundo.
Me tensé de pronto cuando su mano cogió la mía, colocándome a su lado para pasear juntos como tantas veces habíamos hecho. Sonreí con tímidez, aquel gesto me gustaba, pero no quería volver a caer en la estúpida ilusión de que creer que nuestra relación iba a funcionar. Suspiré despacio al sentir su cálido contacto de nuevo envolviendo mi mano; un contacto que había necesitado más que el respirar.
-Siento si con mis palabras o mis acciones te presioné más de la cuenta; hasta puedo entender que salieses huyendo sin decir nada. - ¿Cómo no salir corriendo cuando le había dicho que le quería lo suficiente como para intentarlo? Después de lo sucedido me juré que no volvería a confesar mis sentimientos tan a la ligera, pues en lugar de crearle seguridad con su decisión, lo había ahuyentado de mi lado.- No te preocupes, hablaremos de lo que necesites.
Subimos a la noria mientras seguía preguntándome cual sería el motivo de su presencia allí con nosotras. Quizás dar por finalizado el compromiso verbalmente antes de marcharse de París. Me dejé guiar de modo inconsciente por Annibal que se sentó a mi lado, y el continuo parloteo de mi hija que le explicaba a mi prometido (cómo había echado de menos esta palabra) todo lo que podía verse desde allí arriba. Fue entonces cuando me percaté de la altura a la que estábamos, y el poco color que cubría mis mejillas se desvaneció de éstas como si hubiese visto un fantasma.
Mi pavor debió ser notorio, pues Annibal no tardó en rodearme con su brazo e infundarme ánimos. El calor de su cuerpo consiguió tranquilizarme, al menos en parte, puesto que mientras miraba a sus labios hablarme dejé de prestar atención a esa endiablada atracción, centrando todos mis sentidos en él, en su olor que de nuevo me embargaba por la proximidad de nuestros cuerpos.
-Pero esas cosas a las que me enfrenté no estaban tan altas.- traté de bromear buscando la seguridad de su mirada, sintiendo como mi corazón se aceleraba de nuevo al sentir su proximidad. Unos segundos que fueron como si nada malo hubiese sucedido entre nosotros, como si todos los días de angustia y dolor que había pasado por su marcha pudiesen borrarse con una sola de sus sonrisas, hasta que mi hija comenzó a contar anécdotas sobre mis peculiares viajes en la noria, y tuve que llamarle la atención con la mirada antes de que me pusiese más en evidencia.
Al bajar de la noria agradecí que Annibal se mostrase tan atento como siempre, hecho que me ponía difícil seguir manteniendo en alza mis escudos frente a él. Caminamos hasta un banco cercano donde tomamos asiento mientras Dadou revoloteaba por nuestro alrededor. Tomé un trozo de algodón de azúcar que mi hija me había endosado antes de correr hacia un nuevo carrusel, y se lo acerqué a Annibal, acariciando prácticamente sus labios con él.
-Al atardecer dejaré de nuevo a Dadou al cuidado de mis padres, también pienso que es un tema delicado que debemos hablar con tranquilidad. Aunque te agradezco de que hayas decidido quedarte con nosotras y acompañarnos durante la jornada, para mi hija tenerte aquí es un regalo. – y para mí también, pero no me atrevería a decírselo. Cogí un trozo de algodón para mí, metiéndomelo en la boca ante su penetrante mirada que no parecía querer perderse ninguno de mis gestos. Sabía que con sus palabras me indicaba que lo que tenía que contarme era lo bastante complicado como para que decidiese romper nuestro compromiso, después de haberle dicho que estaba dispuesta a intentarlo lo que se había dejado guardado en el tintero debía ser importante de verdad. Lo que él no entendía es que yo ya daba todo por perdido con su marcha, y que ahora una pequeña parte de mí tenía la esperanza de recuperarlo.- Desde que aquella tarde que no viniste, no he vuelto a vivir en la casa de mis padres. Durante el día paso la jornada con Dadou lejos de ésta, y al atardecer la llevo de nuevo para que la cuiden sus abuelos. Estoy viviendo en la cabaña de la playa que te mencioné. Si quieres podemos cambiar el lago por tomarnos esas copas de vino frente al fuego de la chimenea. En cuanto oscurece hace bastante frío, y aunque la idea del lago me parece perfecta, mejor para cuando sea de día.- sopesé mis palabras; no le estaba pidiendo que volviésemos a estar juntos como antes, solo que prefería un sitio tranquilo donde no coger una pulmonía.- Solo era una idea, si no te parece bien podemos ir a otro sitio.
Dadou llegó en estampida, cogiendo la mano de Annibal decidida a llevarnos al pasaje del terror. Me levanté dispuesta a seguir el ritmo de la pequeña cuando miré a Annibal y nuestras miradas volvieron a hablarse como días antes. Sonreí con timidez y avancé de la mano de mi prometido hacia la nueva atracción donde sin duda los monstruos que nos asustarían saldrían corriendo si vienen a mi amor en su próxima luna llena.
-Espero que Annibal pueda protegernos.- bromeé antes de esbozar una dulce sonrisa, y caminar al lado de las dos personas más importantes de mi vida.
Mi atolondrada hija abrió paso a la comitiva cuando entramos en la atracción, riendo por el nerviosismo de esperar ser asustada, mientras yo sentía las manos de Annibal sobre mi cintura y mi nerviosismo creció, no por los sustos que vendrían a continuación, sino por pensar que volvería a caer de nuevo en el error de amarle.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Vacio [Privado]
Tessa tomaba con tranquilidad del algodón de azúcar mientras la pequeña Dadou corría como un terremoto por todo el lugar arrancándome una sonrisa de medio lado.
Era cierto que la conversación seria delicada, demasiado, sobre todo porque no solo nos influiría a nosotros, si no a esa niña que por edad pronto tendría que trasformarse en licantropo.
Sabia que Tessa me veía como a un monstruo y desconocía si mis intentos por ver las cosas de otro modo tendrían éxito después de lo acontecido aquella noche en su casa, en la que vio al demonio mirándola de frente antes de perder el conocimiento.
Al parecer mi prometida desde l oque paso no había vuelto a casa de sus padres, si no que se había alojado sola en una cabaña cerca de la playa, su idea de pasar allí la velada y conversar con cierta tranquilidad me pareció perfecta, sin duda un espacio cerrado nos daría mucha mas intimidad que la noche del lago y yo, necesitaba esa intimidad junto a ella para poder hablarle sin tapujos de lo que acontecería si aceptaba seguir prometida conmigo.
-Me parece una gran idea, tu, yo, dos botellas de vino y ..-sonreí de medio lado mirando sus labios.
Si bien era cierto que posiblemente acabara mandándome a la mierda tras la conversación, no perdía la esperanza de volver a tocar su piel de arder entre sus piernas frente a la lumbre de la chimenea de aquella cabaña que nos regalaría una noche única.
Dadou volvió para tirar de mi, mas que feliz, decidida a que la acompañáramos a la casa del terror.
Pude ver la sonrisa picara de la madre, creo que consciente de que el único monstruo real que encontrarían allí era yo mismo y que sin duda seria capaz de protegerlas de todos y cada uno de los hombres disfrazados que habrían allí.
Acabada la tarde de feria, volvimos a la mansión de los abuelos de Dadou, pude ver felicidad en sus ojos al vernos juntos de nuevo, como si esperaran que una noche juntos de nuevo pudiera arreglar todo el entuerto.
Dejamos allí a la pequeña y emprendimos junto sendas botellas de la bodega de su familia le camino hacia la cabaña.
Dentro me preocupé de prender la lumbre que esperaba junto al alcohol calentara nuestros cuerpos, quizás un lugar idílico nos ayudara a ver las cosas con perspectiva.
Tomé asiento frente a la alfombra echando mas maderos al fuego mientas ella servia sendas copas y se acomodaba a mi lado observando como las llamas hacían crepitar los maderos.
Levé la copa a mis labios antes de hundir mis ojos en los ajenos, demasiado que decir y no sabia ni por donde empezar.
-Quizás lo mejor es que seas tu quien me haga ciertas preguntas que yo trataré de contestar.
Era cierto que la conversación seria delicada, demasiado, sobre todo porque no solo nos influiría a nosotros, si no a esa niña que por edad pronto tendría que trasformarse en licantropo.
Sabia que Tessa me veía como a un monstruo y desconocía si mis intentos por ver las cosas de otro modo tendrían éxito después de lo acontecido aquella noche en su casa, en la que vio al demonio mirándola de frente antes de perder el conocimiento.
Al parecer mi prometida desde l oque paso no había vuelto a casa de sus padres, si no que se había alojado sola en una cabaña cerca de la playa, su idea de pasar allí la velada y conversar con cierta tranquilidad me pareció perfecta, sin duda un espacio cerrado nos daría mucha mas intimidad que la noche del lago y yo, necesitaba esa intimidad junto a ella para poder hablarle sin tapujos de lo que acontecería si aceptaba seguir prometida conmigo.
-Me parece una gran idea, tu, yo, dos botellas de vino y ..-sonreí de medio lado mirando sus labios.
Si bien era cierto que posiblemente acabara mandándome a la mierda tras la conversación, no perdía la esperanza de volver a tocar su piel de arder entre sus piernas frente a la lumbre de la chimenea de aquella cabaña que nos regalaría una noche única.
Dadou volvió para tirar de mi, mas que feliz, decidida a que la acompañáramos a la casa del terror.
Pude ver la sonrisa picara de la madre, creo que consciente de que el único monstruo real que encontrarían allí era yo mismo y que sin duda seria capaz de protegerlas de todos y cada uno de los hombres disfrazados que habrían allí.
Acabada la tarde de feria, volvimos a la mansión de los abuelos de Dadou, pude ver felicidad en sus ojos al vernos juntos de nuevo, como si esperaran que una noche juntos de nuevo pudiera arreglar todo el entuerto.
Dejamos allí a la pequeña y emprendimos junto sendas botellas de la bodega de su familia le camino hacia la cabaña.
Dentro me preocupé de prender la lumbre que esperaba junto al alcohol calentara nuestros cuerpos, quizás un lugar idílico nos ayudara a ver las cosas con perspectiva.
Tomé asiento frente a la alfombra echando mas maderos al fuego mientas ella servia sendas copas y se acomodaba a mi lado observando como las llamas hacían crepitar los maderos.
Levé la copa a mis labios antes de hundir mis ojos en los ajenos, demasiado que decir y no sabia ni por donde empezar.
-Quizás lo mejor es que seas tu quien me haga ciertas preguntas que yo trataré de contestar.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
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