AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sentencia de muerte (Guiomar)
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Sentencia de muerte (Guiomar)
Cuando llegó la misiva de mi padre anunciándome mi inminente compromiso con la señorita Damnare me quede tan frió como antes de leerla. Entre mis dedos acaricié la nota haciendo con la mano un gesto nimio al mensajero para que se retirara.
Desposarme, mi padre debía estar loco. No era que la idea me representara problema alguno ,de echo, ni siquiera hacia tambalearse ninguno de los pilares que sustentaban mi vida.
La pobre prometida solo seria un mueble mas, la princesa que encerrar en esta mi jaula de cristal.
Mi vida seguiría siendo idéntica, con una única diferencia, alguien me esperaría en le lecho cuando volviera de con mi colocon de adrenalina, endorfinas o alcohol.
Medité los pros y los contras de aquella nueva situación mientras encaminaba los pasos hacia el mueble bar de mis aposentos, una copa de coñac, me ayudaría a centrar las ideas, no así los sentimientos algo que me arrancaron del pecho a mi corta infancia y que desde entonces jamas ostente.
¿Sabría esa mujer cual era mi condena?, es mas, ¿sabría que este matrimonio solo le traería desdichas?
Incapaz de sentir jamas la amaría, puede que ni siquiera llegaría a comprendedla.
Su sentencia de muerte estaba firmada a mi lado, y posiblemente esa infeliz vendría ilusionada por encontrar un hombre que la arropara en invierno ,que la devorara a besos y con la que ser feliz.
Encontraría un monstruo incapaz de vivir en paz, uno torturado por no oír latir su corazón, incapaz de amar ni a sus propios bastagos.
Mi condena se convertiría en suya y lo peor es que ni siquiera me importaba su sino, ni el mio.
Pasaron las semanas como si fueran días, nada de mi rutina cambio, solo la del servicio que preparo una cámara para mi prometida, una en la que esperaba se sintiera satisfecha, y pudiera huir de mi en caso de necesitar soledad.
Nuestras clausulas tendrían pronto que ser habladas, muchos matrimonios había de conveniencia en esta época, algo normal entre la clase alta. Esperaba que con dinero en sus bolsillos que gastar y un vida acomodada tuviera suficiente para olvidarse del amor y otros cuentos de hadas que junto a mi, no encontraría. No había final feliz en este cuento y cuanto antes lo supiera mas cómodos estaríamos todos.
Con mi mejor traje, bajé las escaleras de piedra gris, seguido de mi mayordomo para recibir a esa mujer que pronto se convertir en mi esposa.
El carruaje había llegado puntual y parte de mi servicio ya estaba a las puertas recibiendo el carruaje de la señora de la casa.
Sonrisa fingida mientras esperaba a que la puerta fuera abierta y el cochero me mostrara mi nuevo juguete.
Ladeé la cabeza al ver una chica joven bajar con gracilidad por las escalinatas de este. Ojos pardos, labios gruesos, pelo castaño que caía desordenado sobre sus hombros.
Era preciosa, admito que acaparo mi atención y con ella robo mi deseo, peligroso este, pues creo que mi necesidad de sentir, ahora se basaba en colarme entre las piernas de esa mujer que a todos los efectos era virgen y pronto mi mujer.
Oscuros mis ojos salieron a su encuentro mientras tomaba su mano depositando mis labios en su dorso.
-Buenos días mi señora, espero que el viaje no se le haya hecho demasiado largo.
Con una señal pedí que metieran su equipaje en el interior, para de seguido ofrecerle mi brazo para poder dar un paseo por los jardines, algo que le ayudaría a estirar las piernas y daría tiempo a las doncellas de colocar sus pertenencias en su lugar.
Desposarme, mi padre debía estar loco. No era que la idea me representara problema alguno ,de echo, ni siquiera hacia tambalearse ninguno de los pilares que sustentaban mi vida.
La pobre prometida solo seria un mueble mas, la princesa que encerrar en esta mi jaula de cristal.
Mi vida seguiría siendo idéntica, con una única diferencia, alguien me esperaría en le lecho cuando volviera de con mi colocon de adrenalina, endorfinas o alcohol.
Medité los pros y los contras de aquella nueva situación mientras encaminaba los pasos hacia el mueble bar de mis aposentos, una copa de coñac, me ayudaría a centrar las ideas, no así los sentimientos algo que me arrancaron del pecho a mi corta infancia y que desde entonces jamas ostente.
¿Sabría esa mujer cual era mi condena?, es mas, ¿sabría que este matrimonio solo le traería desdichas?
Incapaz de sentir jamas la amaría, puede que ni siquiera llegaría a comprendedla.
Su sentencia de muerte estaba firmada a mi lado, y posiblemente esa infeliz vendría ilusionada por encontrar un hombre que la arropara en invierno ,que la devorara a besos y con la que ser feliz.
Encontraría un monstruo incapaz de vivir en paz, uno torturado por no oír latir su corazón, incapaz de amar ni a sus propios bastagos.
Mi condena se convertiría en suya y lo peor es que ni siquiera me importaba su sino, ni el mio.
Pasaron las semanas como si fueran días, nada de mi rutina cambio, solo la del servicio que preparo una cámara para mi prometida, una en la que esperaba se sintiera satisfecha, y pudiera huir de mi en caso de necesitar soledad.
Nuestras clausulas tendrían pronto que ser habladas, muchos matrimonios había de conveniencia en esta época, algo normal entre la clase alta. Esperaba que con dinero en sus bolsillos que gastar y un vida acomodada tuviera suficiente para olvidarse del amor y otros cuentos de hadas que junto a mi, no encontraría. No había final feliz en este cuento y cuanto antes lo supiera mas cómodos estaríamos todos.
Con mi mejor traje, bajé las escaleras de piedra gris, seguido de mi mayordomo para recibir a esa mujer que pronto se convertir en mi esposa.
El carruaje había llegado puntual y parte de mi servicio ya estaba a las puertas recibiendo el carruaje de la señora de la casa.
Sonrisa fingida mientras esperaba a que la puerta fuera abierta y el cochero me mostrara mi nuevo juguete.
Ladeé la cabeza al ver una chica joven bajar con gracilidad por las escalinatas de este. Ojos pardos, labios gruesos, pelo castaño que caía desordenado sobre sus hombros.
Era preciosa, admito que acaparo mi atención y con ella robo mi deseo, peligroso este, pues creo que mi necesidad de sentir, ahora se basaba en colarme entre las piernas de esa mujer que a todos los efectos era virgen y pronto mi mujer.
Oscuros mis ojos salieron a su encuentro mientras tomaba su mano depositando mis labios en su dorso.
-Buenos días mi señora, espero que el viaje no se le haya hecho demasiado largo.
Con una señal pedí que metieran su equipaje en el interior, para de seguido ofrecerle mi brazo para poder dar un paseo por los jardines, algo que le ayudaría a estirar las piernas y daría tiempo a las doncellas de colocar sus pertenencias en su lugar.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Víspera de marcha, tantos años de impaciencia y ahora había llegado el momento, sin estar segura de desearlo. Guiomar miraba con lágrimas en los ojos a la matriarca de su hogar, su abuela, que casi había sido una madre a falta de esta; mientras sentía en su interior que tal vez después de aquel invierno no volviese a verla nunca más.
La había preparado para aquel momento, pero se sentía como un recién nacido que descubría un mundo bien lejano del conocido. Era consciente de que tendría que abandonar su familia y su hogar, pero no su propio país.
En aquel destino marcado el plan había cambiado cuando el hechicero anunció que no iba a ser su esposo, más bien había dispuesto que la joven Guiomar se desposará con su hijo que ahora vivía en París.
Por un momento no supo si aquel cambio iba a ser para bien o para mal, al menos no iba a tener que compartir vida con un hombre que debía tener la edad de su padre, y eso la tranquilizó haciendo que sus pensamientos y fantasía viajaran lejanos en transcurso del viaje, recordando historias típicas leídas en novelas románticas.
“Casarse por amor no se estima, recuerda que esto es un negocio. Procúrate una buena vida, niña, y no seas necia.” Le repetía una y otra vez “la nana”, cuando la veía leyendo ese tipo de libros o cuando fantaseaba con su futuro marido.
Intentaba ser realista, pero el cambio por un hombre más joven le entusiasmaba de sobremanera pensando que éste tal vez trajera un buen augurio, y sin querer se dejaba llevar por la fantasía e ilusión de una niña. Al fin y al cabo, lo que es, una niña refugiada en un hogar feliz sin más contacto que su propia familia y el convento en el que había pasado sus últimos meses antes de acercarse la fecha crucial. Costumbre para proteger y reservar su virtud en tentativas mayores.
Por fin después del tedió y pesadez de viaje, había hecho una parada previa para pasar la noche y que la “novia” estuviese más fresca para su futuro cónyuge en el pueblo de Versailles.
Entrar en contacto con un país extranjero le asustaba, había recibido una perfecta educación en el francés, y lo hablaba con total fluidez, pero aquella mezcla de acentos y entonaciones, la hacía sentirse invalida y sorda sin entender apenas palabras de los que les rodeaba, al menos podía defenderse en el habla y podía formular las preguntas adecuadas para hacerse entender.
Clima mucho más frío de los inviernos a los que acostumbraba, bonito vestido y cabello un poco recogido. La bella debía de dar una muy buena impresión y hacerse agradable para la vista de su marido.
Bajo de su carruaje con ojos curiosos que escrudiñaban el que sería su nuevo hogar, caminar delicado de aquella florecilla cándida.
Sin quererlo sus gruesos labios se curvaron con cierta timidez, pero fue inevitable. Se alegró que aquel hombre fuese atractivo y joven, desde que sus ojos se posaron en él, había que admitir que le había gustado, y demasiado.
Leve reverencia y mano entregada a la galantería, sus mejillas sonrosadas por el contacto de sus labios y su voz enmudecida. Estaba tan nerviosa que apenas era capaz de pronunciar palabra alguna, casi de un modo automático tomó su brazo.
-Buenos días, Signore Sacro. -Le hablo en italiano, consciente de su común. Esperaba que aquel detalle no le desagradase, sino al contrario. Ella estaba allí para intentar traerle un poco de felicidad y agradarle con su presencia en lo que necesitará. -Un viaje largo, pero agradable. Cosas nuevas para mis ojos, y París… Una ciudad bonita con mucha gente. -Pauso, y sus ojos miraron de soslayo a una de las sirvientas que traía para sí, era como si intentase recordar la lección aprendida. -Espero ser de su agrado. -Pronto recupero el habla.
La había preparado para aquel momento, pero se sentía como un recién nacido que descubría un mundo bien lejano del conocido. Era consciente de que tendría que abandonar su familia y su hogar, pero no su propio país.
En aquel destino marcado el plan había cambiado cuando el hechicero anunció que no iba a ser su esposo, más bien había dispuesto que la joven Guiomar se desposará con su hijo que ahora vivía en París.
Por un momento no supo si aquel cambio iba a ser para bien o para mal, al menos no iba a tener que compartir vida con un hombre que debía tener la edad de su padre, y eso la tranquilizó haciendo que sus pensamientos y fantasía viajaran lejanos en transcurso del viaje, recordando historias típicas leídas en novelas románticas.
“Casarse por amor no se estima, recuerda que esto es un negocio. Procúrate una buena vida, niña, y no seas necia.” Le repetía una y otra vez “la nana”, cuando la veía leyendo ese tipo de libros o cuando fantaseaba con su futuro marido.
Intentaba ser realista, pero el cambio por un hombre más joven le entusiasmaba de sobremanera pensando que éste tal vez trajera un buen augurio, y sin querer se dejaba llevar por la fantasía e ilusión de una niña. Al fin y al cabo, lo que es, una niña refugiada en un hogar feliz sin más contacto que su propia familia y el convento en el que había pasado sus últimos meses antes de acercarse la fecha crucial. Costumbre para proteger y reservar su virtud en tentativas mayores.
Por fin después del tedió y pesadez de viaje, había hecho una parada previa para pasar la noche y que la “novia” estuviese más fresca para su futuro cónyuge en el pueblo de Versailles.
Entrar en contacto con un país extranjero le asustaba, había recibido una perfecta educación en el francés, y lo hablaba con total fluidez, pero aquella mezcla de acentos y entonaciones, la hacía sentirse invalida y sorda sin entender apenas palabras de los que les rodeaba, al menos podía defenderse en el habla y podía formular las preguntas adecuadas para hacerse entender.
Clima mucho más frío de los inviernos a los que acostumbraba, bonito vestido y cabello un poco recogido. La bella debía de dar una muy buena impresión y hacerse agradable para la vista de su marido.
Bajo de su carruaje con ojos curiosos que escrudiñaban el que sería su nuevo hogar, caminar delicado de aquella florecilla cándida.
Sin quererlo sus gruesos labios se curvaron con cierta timidez, pero fue inevitable. Se alegró que aquel hombre fuese atractivo y joven, desde que sus ojos se posaron en él, había que admitir que le había gustado, y demasiado.
Leve reverencia y mano entregada a la galantería, sus mejillas sonrosadas por el contacto de sus labios y su voz enmudecida. Estaba tan nerviosa que apenas era capaz de pronunciar palabra alguna, casi de un modo automático tomó su brazo.
-Buenos días, Signore Sacro. -Le hablo en italiano, consciente de su común. Esperaba que aquel detalle no le desagradase, sino al contrario. Ella estaba allí para intentar traerle un poco de felicidad y agradarle con su presencia en lo que necesitará. -Un viaje largo, pero agradable. Cosas nuevas para mis ojos, y París… Una ciudad bonita con mucha gente. -Pauso, y sus ojos miraron de soslayo a una de las sirvientas que traía para sí, era como si intentase recordar la lección aprendida. -Espero ser de su agrado. -Pronto recupero el habla.
Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
La dama parecía feliz frente a la idílica imagen de un pareja joven llena de promesas y de futuro, lo que todavía desconocía era la verdad del infierno en el que se había metido.
Una sonrisa de medio lado fue cuanto le dediqué a sus palabras, estaba para agradarme y sin duda su imagen lo hacia.
Ademas, parecía tan inocente que la idea de corromperla se me antojaba estimulante. Admito que mi entrepierna se endureció frente a las mil y una imagen que la perversión que mi sadismo dibujaba en mi mente.
La quebraría poco a poco, pues siendo un ángel no duraría ni dos días entre las llamas de mi mundo.
Sacudí la cabeza tratando de desechar aquella ideas y volver a centrarme en ella, seria la futura madre de mis hijos, tenia la obligación de cuidarla y respetarla, ya que jamas podría amarla, mas...el deseo me arrastraba a otras cosas muy diferentes.
-Espero mi señora que los jardines sean de su gusto.
Setos altos en forma de laberinto se conjugaban con rosas rojas y blancas, muy apropiadas para esta época del año.
Enredaderas altas de jazmín junto a plantas aromáticas que hacían las delicias de los sentidos.
-Si algo no es de vuestro agrado, no dudéis en pedir a los jardineros que lo sustituyan, deseo que os sintáis como en casa.
Sus ojos recorrían presos de ilusión aquel lugar, el pequeño estanque, el revoloteo de las palomas a su paso, sin duda esa mujer era una bocanada de aire fresco, aire que a mi me faltaba desde hace tiempo.
-Podréis pasear por aquí todo cuanto deseéis, así como por el resto de la mansión, que mas tarde os mostraré, mas aquel lugar -señalé otra pequeña casa de piedra blanca con una puerta de acero, rastrillo incluido bien fortificado -ese lugar es solo mio. Nunca lo pisareis, ni me haréis preguntas sobre el ¿esta claro?
Nuestros ojos se encontraron, los suyos llenos de dudas, los míos salvaje e intensos. No estaba preparado para explicarle aun que guardaba en ese lugar, desconocía si ella conocía mis practicas mágicas, y no tan mágicas, de echo lo desconocía todo de ella.
Alcé la mano cuando sus labios se entreabrieron posiblemente para hacerme esas preguntas que su mirada gritaba.
-Hoy no -advertí -dejemoslo para otro momento ¿os parece?
Tiré de su maño para alejarla de ese lugar que esperaba no supusiera mayores problemas entre nosotros y que tras mi aviso se mantuviera lejos y sin hacer preguntas sobre este.
Todavía había demasiadas cosas que le escondía, empezando por la gata que dormía en mi lecho y que de saber que era humana, dudaba que a mi prometida le hiciera demasiada gracia.
Tendría que avisar a Kaia, de que por el momento mantuviera con ella las distancias.
Luego estaban mis hábitos nocturnos, temía que con ellos la dama no llegara virgen al matrimonio, por eso había dispuesto una cámara para ella sola, su refugio, el lugar donde esperaba poder mantenerme alejados mis instintos cuando volvía de mis andadas.
Así nos adentramos en la mansión, sin soltar su mano, subimos aquellas escalinatas de piedra grises, que se me antojaban el mismísimo corredor de la muerte y yo el verdugo que tiraba de la infeliz victima que pronto seria decapitada con su inocencia.
Sonreí de medio lado al abrir la puerta para mostrarle una mansión engalardonada hasta el ultimo detalle, sus ojos brillaron y una sonrisa, esta vez sincera se poso en mis labios.
Una sonrisa de medio lado fue cuanto le dediqué a sus palabras, estaba para agradarme y sin duda su imagen lo hacia.
Ademas, parecía tan inocente que la idea de corromperla se me antojaba estimulante. Admito que mi entrepierna se endureció frente a las mil y una imagen que la perversión que mi sadismo dibujaba en mi mente.
La quebraría poco a poco, pues siendo un ángel no duraría ni dos días entre las llamas de mi mundo.
Sacudí la cabeza tratando de desechar aquella ideas y volver a centrarme en ella, seria la futura madre de mis hijos, tenia la obligación de cuidarla y respetarla, ya que jamas podría amarla, mas...el deseo me arrastraba a otras cosas muy diferentes.
-Espero mi señora que los jardines sean de su gusto.
Setos altos en forma de laberinto se conjugaban con rosas rojas y blancas, muy apropiadas para esta época del año.
Enredaderas altas de jazmín junto a plantas aromáticas que hacían las delicias de los sentidos.
-Si algo no es de vuestro agrado, no dudéis en pedir a los jardineros que lo sustituyan, deseo que os sintáis como en casa.
Sus ojos recorrían presos de ilusión aquel lugar, el pequeño estanque, el revoloteo de las palomas a su paso, sin duda esa mujer era una bocanada de aire fresco, aire que a mi me faltaba desde hace tiempo.
-Podréis pasear por aquí todo cuanto deseéis, así como por el resto de la mansión, que mas tarde os mostraré, mas aquel lugar -señalé otra pequeña casa de piedra blanca con una puerta de acero, rastrillo incluido bien fortificado -ese lugar es solo mio. Nunca lo pisareis, ni me haréis preguntas sobre el ¿esta claro?
Nuestros ojos se encontraron, los suyos llenos de dudas, los míos salvaje e intensos. No estaba preparado para explicarle aun que guardaba en ese lugar, desconocía si ella conocía mis practicas mágicas, y no tan mágicas, de echo lo desconocía todo de ella.
Alcé la mano cuando sus labios se entreabrieron posiblemente para hacerme esas preguntas que su mirada gritaba.
-Hoy no -advertí -dejemoslo para otro momento ¿os parece?
Tiré de su maño para alejarla de ese lugar que esperaba no supusiera mayores problemas entre nosotros y que tras mi aviso se mantuviera lejos y sin hacer preguntas sobre este.
Todavía había demasiadas cosas que le escondía, empezando por la gata que dormía en mi lecho y que de saber que era humana, dudaba que a mi prometida le hiciera demasiada gracia.
Tendría que avisar a Kaia, de que por el momento mantuviera con ella las distancias.
Luego estaban mis hábitos nocturnos, temía que con ellos la dama no llegara virgen al matrimonio, por eso había dispuesto una cámara para ella sola, su refugio, el lugar donde esperaba poder mantenerme alejados mis instintos cuando volvía de mis andadas.
Así nos adentramos en la mansión, sin soltar su mano, subimos aquellas escalinatas de piedra grises, que se me antojaban el mismísimo corredor de la muerte y yo el verdugo que tiraba de la infeliz victima que pronto seria decapitada con su inocencia.
Sonreí de medio lado al abrir la puerta para mostrarle una mansión engalardonada hasta el ultimo detalle, sus ojos brillaron y una sonrisa, esta vez sincera se poso en mis labios.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
[justify]Sus ojos de lobo de algún modo le intimidaban, aunque el cambio había sido para bien. La idea de casarse con un hombre más mayor que ella no era algo que le agradase de ningún modo, aunque la esperanza de vivir más tiempo que un marido mucho mayor que ella, en su hogar se le antojaba más que liberadora, ella apenas era una niña.
Idea alejada porque había que admitir que se le antojaba la nueva situación, a pesar de que su presencia la hacían sentirse diminuta.
¿Cómo sería besar aquellos labios? Ideas románticas extraída de sus novelas se cruzaron por su mente, y se sintió bastante estúpida e infantil.
Un recuerdo lejano de lo que podría considerarse su “primer beso”, jugaba con uno de los sirvientes entre los olivares al escondite, juego inocente y que bastante se le había quedado atrás para la edad que ahora aportaban.
Fue prácticamente un roce torpe de sus labios que él le había robado, una estupidez, porque ella se lo había devuelto. Si, una estupidez que le había costado aquellos meses de encierro en aquel convento por evitar tentaciones y cambio de opinión, su abuela los había pillado y no quería que el trato con el brujo se torciese, lo temían demasiado. Igual que les había regalado fortuna, esta misma podía ser quitada.
Cuerpo tensó con su presencia que poco a poco iba perdiendo sus nervios y relajándose, con cada una de sus palabras mientras caminaban por aquel hermoso jardín.
Extraño sentimiento de que él comenzará a regalarle ciertas libertades, debía de acostumbrarse a ser la futura señora de aquella casa, al fin y al cabo, nuevo hogar. Y ya mismo dejaría de ser una niña, así que como una mujer debía de empezar a comportarse, tal y como esperaban todos, debía de sacar ese carácter latente que tenía, pero aún se sentía tan perdida pisando aquel lugar nuevo, y aquel país extraño al cual no terminaba de coger el punto.
-Jazmín. -Afirmo para detenerse, no llego arrancar alguno más bien acaricio sus pétalos. Usualmente y siguiendo las costumbres de las mujeres de su casa, solía tomarlos y dejarlos frescos en pequeñas tazas de agua, luego por las mañanas metía sus flores entre sus ropas para que con el calor de su propio cuerpo el perfume reluciera. Cuando al final del día se desnudaba los pétalos marchitos se desprendía de su piel aceituna, y dejaba aun latente por demasiado tiempo ese aroma que le recordaba al hogar lejano. -Es otra especie a la que conozco, en “casa”. -Por un momento enmudeció, ya no era su casa, no podía llamarla más de ese modo. -En la “casa” de mi padre, tienen un jardín como este, las criamos desde hace muchas generaciones, en verano solemos sentarnos entre ellos a ver la tarde pasar.
Una mención que su primera prohibición, y de ahí salieron las primera conclusiones. Sabía que el padre de Lucio era un hechicero, por eso su familia se veía con manos y pies bien atados, así que por extensión y lógica el propio hijo debía de ejercer esas artes.
Sin querer se mordió sus propios labios con gesto meditabundo. Tic y manía que sin querer había desarrollada cuando estaba pensativa o algo le preocupaba. No paraban de regañarle por lo feo y vulgar del gesto, pero ella lo hacía de un modo automático.
No había pensado en el detalle que su marido fuese hechicero, pensó en el gesto de santiguarse, pero lo hizo, no sabía si el procesaba algún tipo de fe. Su abuela a veces entre dientes hablaba de aquellas artes del “demonio” cuando creía que ella no le escuchaba.
Silencio justo para que sus ojos se cruzaran, los suyos eran hermosamente salvajes, pero bastante intimidantes, le costaba mantenerle la mirada. Fu a pronunciar algo, al fin y al cabo, una niña curiosa. Pero él detuvo sus preguntas y lo dejo estar.
Ahora recorrieron el interior del hogar, todo era tan… distinto. Para nada rústico, no esmatiba los lujos y parecía haber sido preparado para ella. Un enorme detalle del que se sintió agradecida, se sintió de repente verdaderamente bienvenida, le iba a gustar su nueva vida, o al menos eso era lo que pensaba por ahora.
-Un regalo para mi futuro esposo. -Sus manos desencajaron el pequeño cierre de la fina cadena que llevaba al cuello y de la que saco de entre su escote. Una pequeña medallita redonda con una especie de pastora tallada. -San Juan Bautista, patrón de mi tierra. Es un pequeño legado de mi familia, lleva con nosotros generaciones.
Un pequeño objeto con demasiado valor para ella, se lo había entregado para protegerla a ella, pero ella había decidido que prefería que aquel medalloncito protegiera a su esposo. Un detalle cariñoso de una niña dulce que no sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo.
-Tal vez debería descansar un poco. -Sugirió, estaba demasiado abrumada y cortada, tanto tiempo preparándola para aquello, pero el cansancio y tanta emoción y novedad sumando el cansancio la superaban. Un beso atrevido para ella posado en la mejilla de Lucio. -Podríamos vernos más tarde. - ¿Palabras que podrían llevarse a la malinterpretación? En ella no solía haber demasiado trasfondo, aunque tal vez su choque con la realidad la llevaría a lanzar un tanto más de maldad.
[/justif
Idea alejada porque había que admitir que se le antojaba la nueva situación, a pesar de que su presencia la hacían sentirse diminuta.
¿Cómo sería besar aquellos labios? Ideas románticas extraída de sus novelas se cruzaron por su mente, y se sintió bastante estúpida e infantil.
Un recuerdo lejano de lo que podría considerarse su “primer beso”, jugaba con uno de los sirvientes entre los olivares al escondite, juego inocente y que bastante se le había quedado atrás para la edad que ahora aportaban.
Fue prácticamente un roce torpe de sus labios que él le había robado, una estupidez, porque ella se lo había devuelto. Si, una estupidez que le había costado aquellos meses de encierro en aquel convento por evitar tentaciones y cambio de opinión, su abuela los había pillado y no quería que el trato con el brujo se torciese, lo temían demasiado. Igual que les había regalado fortuna, esta misma podía ser quitada.
Cuerpo tensó con su presencia que poco a poco iba perdiendo sus nervios y relajándose, con cada una de sus palabras mientras caminaban por aquel hermoso jardín.
Extraño sentimiento de que él comenzará a regalarle ciertas libertades, debía de acostumbrarse a ser la futura señora de aquella casa, al fin y al cabo, nuevo hogar. Y ya mismo dejaría de ser una niña, así que como una mujer debía de empezar a comportarse, tal y como esperaban todos, debía de sacar ese carácter latente que tenía, pero aún se sentía tan perdida pisando aquel lugar nuevo, y aquel país extraño al cual no terminaba de coger el punto.
-Jazmín. -Afirmo para detenerse, no llego arrancar alguno más bien acaricio sus pétalos. Usualmente y siguiendo las costumbres de las mujeres de su casa, solía tomarlos y dejarlos frescos en pequeñas tazas de agua, luego por las mañanas metía sus flores entre sus ropas para que con el calor de su propio cuerpo el perfume reluciera. Cuando al final del día se desnudaba los pétalos marchitos se desprendía de su piel aceituna, y dejaba aun latente por demasiado tiempo ese aroma que le recordaba al hogar lejano. -Es otra especie a la que conozco, en “casa”. -Por un momento enmudeció, ya no era su casa, no podía llamarla más de ese modo. -En la “casa” de mi padre, tienen un jardín como este, las criamos desde hace muchas generaciones, en verano solemos sentarnos entre ellos a ver la tarde pasar.
Una mención que su primera prohibición, y de ahí salieron las primera conclusiones. Sabía que el padre de Lucio era un hechicero, por eso su familia se veía con manos y pies bien atados, así que por extensión y lógica el propio hijo debía de ejercer esas artes.
Sin querer se mordió sus propios labios con gesto meditabundo. Tic y manía que sin querer había desarrollada cuando estaba pensativa o algo le preocupaba. No paraban de regañarle por lo feo y vulgar del gesto, pero ella lo hacía de un modo automático.
No había pensado en el detalle que su marido fuese hechicero, pensó en el gesto de santiguarse, pero lo hizo, no sabía si el procesaba algún tipo de fe. Su abuela a veces entre dientes hablaba de aquellas artes del “demonio” cuando creía que ella no le escuchaba.
Silencio justo para que sus ojos se cruzaran, los suyos eran hermosamente salvajes, pero bastante intimidantes, le costaba mantenerle la mirada. Fu a pronunciar algo, al fin y al cabo, una niña curiosa. Pero él detuvo sus preguntas y lo dejo estar.
Ahora recorrieron el interior del hogar, todo era tan… distinto. Para nada rústico, no esmatiba los lujos y parecía haber sido preparado para ella. Un enorme detalle del que se sintió agradecida, se sintió de repente verdaderamente bienvenida, le iba a gustar su nueva vida, o al menos eso era lo que pensaba por ahora.
-Un regalo para mi futuro esposo. -Sus manos desencajaron el pequeño cierre de la fina cadena que llevaba al cuello y de la que saco de entre su escote. Una pequeña medallita redonda con una especie de pastora tallada. -San Juan Bautista, patrón de mi tierra. Es un pequeño legado de mi familia, lleva con nosotros generaciones.
Un pequeño objeto con demasiado valor para ella, se lo había entregado para protegerla a ella, pero ella había decidido que prefería que aquel medalloncito protegiera a su esposo. Un detalle cariñoso de una niña dulce que no sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo.
-Tal vez debería descansar un poco. -Sugirió, estaba demasiado abrumada y cortada, tanto tiempo preparándola para aquello, pero el cansancio y tanta emoción y novedad sumando el cansancio la superaban. Un beso atrevido para ella posado en la mejilla de Lucio. -Podríamos vernos más tarde. - ¿Palabras que podrían llevarse a la malinterpretación? En ella no solía haber demasiado trasfondo, aunque tal vez su choque con la realidad la llevaría a lanzar un tanto más de maldad.
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Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Los ojos de la pequeña prometida, que aun se comportaba como una invitada sin darse cuenta de que este, mi hogar, su cárcel, seria eterno, sonreía buscando con ilusión mi mirada.
Posiblemente la embriagaba el sueño de desposarse con un hombre joven, que pronto la colmaría de regalos, besos y promesas de un futuro hermoso como el de los cuentos.
Desprendió una cadena de su cuello con la frescura con la que las gotas de agua del roció se desprenden de las flores tras el alba.
Sus labios pronunciaban palabras dulces mientras me mostraba esa pequeña medalla que al parecer la había acompañado durante mucho tiempo. Una reliquia familiar que ahora la arrebataba de su pecho para que prendiera del mio.
Ladeé la cabeza intentando comprender el por que de ese acto de generosidad para con un desconocido que de todos modos se convertiría en su marido.
Estiré la mano para tomar la cadena mientras mis ojos se perdían en el escote de donde esta había quedado desprendida.
Esa mujer estaba condenada desde el mismo intenta en que mis ojos oscurecieron al verla.
Coloqué la cadena en mi cuello con suavidad alzando los ojos para enfrentar sus intensa mirada parda.
-Gracias mi señora, soy un maleducado, pues yo no le he traído obsequio alguno.
Os prometo que la próxima vez que os vea os corresponderé este gesto.
La dama parecía cansada, podríamos dejar el resto de la visita para mas tarde, tiempo tendría de investigar todas las alas de aquella mansión que pronto la ocuparía el tiempo en decorar a su gusto.
La acompañe hasta su estancia, adentrándome junto a ella en lo que seria su cámara de soltera. Mientras estuviéramos solo prometidos intuí que preferiría una habitación alejada de la mía, y a su vez que la mantuviera a salvo del depredador que era yo.
-Espero sea de vuestro agrado mi señora, podéis pedir que os traigan todo cuanto deseéis, la he mandado decorar con un estilo bastante sobrio, desconocía vuestros gustos, mas ahora que sois la dueña de todo esto, por favor, tomaros el lujo de redecorarla a vuestro gusto.
Un beso en su mejilla que indicaba la despedida que estaba a punto de sucederse entre nosotros.
-Mi señora, he quedado con unos amigos para pasar la tarde y cenaré fuera. Así os dejaré descansar, nos veremos por la mañana.
Me encaminé hacia la puerta observando los pestillos que había hecho colocar en su habitación.
-Por cierto, es una manía tonta que no debería preocuparos, mas os he pedido colocar unos pestillos que agradecería cada noche pasarais. No me gustaría que ningún hombre del servicio pudiera molestaros mientras dormís, toda seguridad es poca para con mi futura esposa.
Su mirada me miro escrutando la mía, desconocía si por que mis palabras no habían sonado creíbles o porque pensaba que era un celoso empedernido.
Para que mentir, hubiera estado acertada en sendas sospechas, claro con matices.
Si quería protegerla de un hombre, pero ese hombre era yo. No era celoso, pues para celar a alguien has de sentir primero, mas si era posesivo. Lo que era mio, solo era mio y odiaba que otro jugara con mis juguetes.
Introduje la llave en la mansión, bueno ,lo intenté, mis risas ebrias mientras la cerradura se movía frente a mis ojos estaba seguro podrían despertar la personal.
Finalmente y no se bien como logré hacerlas encajar una en la otra, adentrándome por el pasillo dando tumbos.
La noche había ido como de costumbre, mucho alcohol en la taberna, algún opiaceo y la diferencia quizás es que el burdel no había sido el destino final de mi noche.
La mujer que pronto seria mía, se había trasformado en mi fijación desde que la borrachera había inundado mis sentidos. Así seguía el sendero curvilíneo que me llevaría hasta su puerta.
Frente a esta golpeé con el puño varias veces para que mi prometida se despertase.
-Guiomar, ábreme -dije enredando las palabras -soy Lucio -dije entre risas ebrias mientras apoyaba mi peso en su puerta casi incapaz de mantenerme en pie.
Posiblemente la embriagaba el sueño de desposarse con un hombre joven, que pronto la colmaría de regalos, besos y promesas de un futuro hermoso como el de los cuentos.
Desprendió una cadena de su cuello con la frescura con la que las gotas de agua del roció se desprenden de las flores tras el alba.
Sus labios pronunciaban palabras dulces mientras me mostraba esa pequeña medalla que al parecer la había acompañado durante mucho tiempo. Una reliquia familiar que ahora la arrebataba de su pecho para que prendiera del mio.
Ladeé la cabeza intentando comprender el por que de ese acto de generosidad para con un desconocido que de todos modos se convertiría en su marido.
Estiré la mano para tomar la cadena mientras mis ojos se perdían en el escote de donde esta había quedado desprendida.
Esa mujer estaba condenada desde el mismo intenta en que mis ojos oscurecieron al verla.
Coloqué la cadena en mi cuello con suavidad alzando los ojos para enfrentar sus intensa mirada parda.
-Gracias mi señora, soy un maleducado, pues yo no le he traído obsequio alguno.
Os prometo que la próxima vez que os vea os corresponderé este gesto.
La dama parecía cansada, podríamos dejar el resto de la visita para mas tarde, tiempo tendría de investigar todas las alas de aquella mansión que pronto la ocuparía el tiempo en decorar a su gusto.
La acompañe hasta su estancia, adentrándome junto a ella en lo que seria su cámara de soltera. Mientras estuviéramos solo prometidos intuí que preferiría una habitación alejada de la mía, y a su vez que la mantuviera a salvo del depredador que era yo.
-Espero sea de vuestro agrado mi señora, podéis pedir que os traigan todo cuanto deseéis, la he mandado decorar con un estilo bastante sobrio, desconocía vuestros gustos, mas ahora que sois la dueña de todo esto, por favor, tomaros el lujo de redecorarla a vuestro gusto.
Un beso en su mejilla que indicaba la despedida que estaba a punto de sucederse entre nosotros.
-Mi señora, he quedado con unos amigos para pasar la tarde y cenaré fuera. Así os dejaré descansar, nos veremos por la mañana.
Me encaminé hacia la puerta observando los pestillos que había hecho colocar en su habitación.
-Por cierto, es una manía tonta que no debería preocuparos, mas os he pedido colocar unos pestillos que agradecería cada noche pasarais. No me gustaría que ningún hombre del servicio pudiera molestaros mientras dormís, toda seguridad es poca para con mi futura esposa.
Su mirada me miro escrutando la mía, desconocía si por que mis palabras no habían sonado creíbles o porque pensaba que era un celoso empedernido.
Para que mentir, hubiera estado acertada en sendas sospechas, claro con matices.
Si quería protegerla de un hombre, pero ese hombre era yo. No era celoso, pues para celar a alguien has de sentir primero, mas si era posesivo. Lo que era mio, solo era mio y odiaba que otro jugara con mis juguetes.
Introduje la llave en la mansión, bueno ,lo intenté, mis risas ebrias mientras la cerradura se movía frente a mis ojos estaba seguro podrían despertar la personal.
Finalmente y no se bien como logré hacerlas encajar una en la otra, adentrándome por el pasillo dando tumbos.
La noche había ido como de costumbre, mucho alcohol en la taberna, algún opiaceo y la diferencia quizás es que el burdel no había sido el destino final de mi noche.
La mujer que pronto seria mía, se había trasformado en mi fijación desde que la borrachera había inundado mis sentidos. Así seguía el sendero curvilíneo que me llevaría hasta su puerta.
Frente a esta golpeé con el puño varias veces para que mi prometida se despertase.
-Guiomar, ábreme -dije enredando las palabras -soy Lucio -dije entre risas ebrias mientras apoyaba mi peso en su puerta casi incapaz de mantenerme en pie.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Realmente se sentía demasiado abrumada y cansada de tantas emociones por aquel momento. Él había aceptado su obsequio, pudo ver su gesto extrañado y eso le llevo a nos segundos que le dio que pensar que tal vez lo hubiese ofendido de algún modo.
Tampoco es que fuese muy expresivo y sobre todo que intercambiarán demasiadas palabras. Quiso justificarlo con que era completos desconocidos, y no había una confianza forjada entre ambos. Además, por sus ojos de lobo sabía que ella le había gustado de algún modo. Realmente no le daba importancia a aquel tipo de miradas, es más solía incomodarle. Necia no era, sabía cómo muchos hombres le habían dedicado ese tipo de mirada, en cuanto había tomado su forma de mujer.
No le había dado importancia, prefirió ignorar el gesto; aunque de repente si era por parte de Lucio, era algo importante y lo prefería de él.
-No se preocupe, signore. Más regalo que su presencia para mí es suficiente. -Y no mentía con aquellas palabras, se sentía demasiado afortunada con aquel cambio, y tanto que no podía lograr creérselo. ¿Dónde estaría la trampa?
No había reparado mucho en su estancia, por un momento se había distraído. Estaba avisada de aquello, sabía que lo apropiado era que durmieran en dormitorios separados, hasta que el matrimonio no sucediese no podían compartir lecho. Por un momento pensó en el detalle de compartir lecho y sus obligaciones como esposa, sin querer se sonrojo. Un mundo desconocido para ella, del que ligeramente sabía algo.
Su rostro afirmó ante los pestillos, era raro. ¡Vaya! Su futuro esposo era celoso, no sabía si eso era bueno o malo. Halagada por su sentido de protección, pero no estaba segura que fuese por lo que afirmaba, había algo que allí no cuadraba.
Despedida breve, y consejos que llegar atender. Tenía tantas cosas en su cabeza, tanta novedad y tanto en que pensar. Debía de intentar pensar con la cabeza, intentar apatarse tanto niñateria y fantasía por su parte, su abuela le había dado buenos consejos, ella conocía muy bien la mente de los hombres, y siempre hablaba de ellos como seres para no fiarse, sino para lo necesario.
Rezos nocturnos que debía de hacer como era costumbre, cuando por fin se encontró en la soledad de la noche y el sueño comenzó a llamarla.
Se los saltó, pequeño acto de rebeldía. Ahora no se sentía vigilada ni atada, y no veía sentido el estar rezando todos los días y a todas horas como solía hacer en el convento.
Lógicamente seguiría yendo cada semana a su sesión de confesión, había sido criada en la fe cristiana y aquello era inevitable.
Flores que cayeron marchitas al suelo, algunas atrapadas aun por el abrazo de su piel perfumada en cuando ella se decidió desnudar para darse un templado baño, un bálsamo en general. Reflejo frete al espejo mientras se trenzaba los cabellos preparándose para dormir. Unos castaños le devolvían la mirada. Bostezo.
Anulada la razón por el leve manto de Morfeo, se dejó mecer por el canto de un sueño reparador.
Toc, toc.
-Mmmm… -Protestó aun medio dormida.
Toc, toc, y una voz que la llamaba al otro lado.
- ¿Lucio? -Dijo, girando la manecilla de la lámpara de gas, que tenue se encendió. Menudo invento aquel.
Batín inmaculado, colocado en su menudo cuerpo mientras se acercaba a la puerta. Sus manos recorrieron los pestillos cerrados, había obedecido órdenes y por un instante comenzó a entender el significado de estas. Esperaba que fuese un caso puntual, donde su futuro marido había bebido más de la cuenta, si no ya empezó a ver dónde estaba la trampa de toda aquella historia, y eso hizo que le diese un escalofrío.
-No. -Dijo con rotundidad. Su abuela le había enseñado que una mujer como ella tenía que guardar su mayor tesoro para el momento más adecuado, y ahora no lo era. -Signore, no es adecuado, a estar altas horas de la noche.-Su voz sonó insegura, trago saliva.
Tampoco es que fuese muy expresivo y sobre todo que intercambiarán demasiadas palabras. Quiso justificarlo con que era completos desconocidos, y no había una confianza forjada entre ambos. Además, por sus ojos de lobo sabía que ella le había gustado de algún modo. Realmente no le daba importancia a aquel tipo de miradas, es más solía incomodarle. Necia no era, sabía cómo muchos hombres le habían dedicado ese tipo de mirada, en cuanto había tomado su forma de mujer.
No le había dado importancia, prefirió ignorar el gesto; aunque de repente si era por parte de Lucio, era algo importante y lo prefería de él.
-No se preocupe, signore. Más regalo que su presencia para mí es suficiente. -Y no mentía con aquellas palabras, se sentía demasiado afortunada con aquel cambio, y tanto que no podía lograr creérselo. ¿Dónde estaría la trampa?
No había reparado mucho en su estancia, por un momento se había distraído. Estaba avisada de aquello, sabía que lo apropiado era que durmieran en dormitorios separados, hasta que el matrimonio no sucediese no podían compartir lecho. Por un momento pensó en el detalle de compartir lecho y sus obligaciones como esposa, sin querer se sonrojo. Un mundo desconocido para ella, del que ligeramente sabía algo.
Su rostro afirmó ante los pestillos, era raro. ¡Vaya! Su futuro esposo era celoso, no sabía si eso era bueno o malo. Halagada por su sentido de protección, pero no estaba segura que fuese por lo que afirmaba, había algo que allí no cuadraba.
Despedida breve, y consejos que llegar atender. Tenía tantas cosas en su cabeza, tanta novedad y tanto en que pensar. Debía de intentar pensar con la cabeza, intentar apatarse tanto niñateria y fantasía por su parte, su abuela le había dado buenos consejos, ella conocía muy bien la mente de los hombres, y siempre hablaba de ellos como seres para no fiarse, sino para lo necesario.
Rezos nocturnos que debía de hacer como era costumbre, cuando por fin se encontró en la soledad de la noche y el sueño comenzó a llamarla.
Se los saltó, pequeño acto de rebeldía. Ahora no se sentía vigilada ni atada, y no veía sentido el estar rezando todos los días y a todas horas como solía hacer en el convento.
Lógicamente seguiría yendo cada semana a su sesión de confesión, había sido criada en la fe cristiana y aquello era inevitable.
Flores que cayeron marchitas al suelo, algunas atrapadas aun por el abrazo de su piel perfumada en cuando ella se decidió desnudar para darse un templado baño, un bálsamo en general. Reflejo frete al espejo mientras se trenzaba los cabellos preparándose para dormir. Unos castaños le devolvían la mirada. Bostezo.
Anulada la razón por el leve manto de Morfeo, se dejó mecer por el canto de un sueño reparador.
Toc, toc.
-Mmmm… -Protestó aun medio dormida.
Toc, toc, y una voz que la llamaba al otro lado.
- ¿Lucio? -Dijo, girando la manecilla de la lámpara de gas, que tenue se encendió. Menudo invento aquel.
Batín inmaculado, colocado en su menudo cuerpo mientras se acercaba a la puerta. Sus manos recorrieron los pestillos cerrados, había obedecido órdenes y por un instante comenzó a entender el significado de estas. Esperaba que fuese un caso puntual, donde su futuro marido había bebido más de la cuenta, si no ya empezó a ver dónde estaba la trampa de toda aquella historia, y eso hizo que le diese un escalofrío.
-No. -Dijo con rotundidad. Su abuela le había enseñado que una mujer como ella tenía que guardar su mayor tesoro para el momento más adecuado, y ahora no lo era. -Signore, no es adecuado, a estar altas horas de la noche.-Su voz sonó insegura, trago saliva.
Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Oí ruidos al otro lado de la puerta, era mi futura esposa que descalza parecía correr hacia la puerta, mas lejos de aflojar los pestillos y recibirme como merecía, su negativa me hizo tambalearme de la ira.
Rugí golpeando la puerta con los puños, mil improperios escaparon de mis labios, quería tomarla, necesitaba hacerlo ya, necesitaba ese subido de adrenalina, que de algún modo estaba provocando en mi al no darme lo que quería en ese momento.
-Abre maldita mujer, eres mía – palabras enredadas que escaparon de mis labios cargadas de furia y que quedaron cobijadas frente a la madera noble de la puerta que pese a mis golpes no cedía.
Tambaleándome traté de concertarme en los pestillos del otro lado, cuando quería algo lo tomaba, y hoy no seria una excepción en esa norma.
Era complicado iba tan ebrio que apenas podía centrarme en algo, la puerta era gruesa y su voz, maldita voz que me des concentraba sin tregua.
Moví la mano hacia un lateral, notando como uno de los pestillos se movía ligeramente, sonreí de medio lado cerrando los ojos.
-Vamos pequeña, abre la puerta y te prometo que no haremos nada que no quieras -aseguré tratando de convencerla de algo que a esas alturas sabia que no se creería.
Quería mantenerse virgen para el matrimonio, pero...se casaba conmigo que mas daba cuando y como la tomara, la necesitaba ahora, la quería ya.
Rugí de nuevo cabreado cuando esta vez el pestillo no cedió. Tensé el gesto volviendo a aporrear la puerta con todas mis fuerzas.
-Vamos niña insolente abre o la tiro abajo -dije dejando la galantería que lucí durante el día y mostrando mi peor cara, posiblemente la verdadera..la del hombre sin escrúpulos ni sentimientos, caprichoso y necesitado de su droga diaria para poder subsistir.
Era cierto que esa niña me estaba poniendo las cosas difíciles, eso me excitaba mas todavía. Yo siempre tenia lo que quería y ahora, tras esa puerta parecía que ella tenia el control de la situación, cosa a la que no estaba en absoluto acostumbrado.
Posé la espalda en la puerta entre risas ebrias, posiblemente habría despertado a todo el servicio, mas de sobra sabia no osarían en salir a comprobar que pasaba, me tenían miedo y ella también debería, mas no lo hacia porque no me conocía.
Mi cuerpo resbaló por la madera hasta quedar sentado en le suelo ¿vencido? Es posible, por una puerta y un niña. Tiré mi cabeza hacia atrás cerrando los ojos.
-Si no abres volveré al burdel y yaceré con otra, o con varias..aunque claro eso te da igual -dije con cierta inexpresion en mi voz mientras mi respiración se iba sosegando despacio.
Rugí golpeando la puerta con los puños, mil improperios escaparon de mis labios, quería tomarla, necesitaba hacerlo ya, necesitaba ese subido de adrenalina, que de algún modo estaba provocando en mi al no darme lo que quería en ese momento.
-Abre maldita mujer, eres mía – palabras enredadas que escaparon de mis labios cargadas de furia y que quedaron cobijadas frente a la madera noble de la puerta que pese a mis golpes no cedía.
Tambaleándome traté de concertarme en los pestillos del otro lado, cuando quería algo lo tomaba, y hoy no seria una excepción en esa norma.
Era complicado iba tan ebrio que apenas podía centrarme en algo, la puerta era gruesa y su voz, maldita voz que me des concentraba sin tregua.
Moví la mano hacia un lateral, notando como uno de los pestillos se movía ligeramente, sonreí de medio lado cerrando los ojos.
-Vamos pequeña, abre la puerta y te prometo que no haremos nada que no quieras -aseguré tratando de convencerla de algo que a esas alturas sabia que no se creería.
Quería mantenerse virgen para el matrimonio, pero...se casaba conmigo que mas daba cuando y como la tomara, la necesitaba ahora, la quería ya.
Rugí de nuevo cabreado cuando esta vez el pestillo no cedió. Tensé el gesto volviendo a aporrear la puerta con todas mis fuerzas.
-Vamos niña insolente abre o la tiro abajo -dije dejando la galantería que lucí durante el día y mostrando mi peor cara, posiblemente la verdadera..la del hombre sin escrúpulos ni sentimientos, caprichoso y necesitado de su droga diaria para poder subsistir.
Era cierto que esa niña me estaba poniendo las cosas difíciles, eso me excitaba mas todavía. Yo siempre tenia lo que quería y ahora, tras esa puerta parecía que ella tenia el control de la situación, cosa a la que no estaba en absoluto acostumbrado.
Posé la espalda en la puerta entre risas ebrias, posiblemente habría despertado a todo el servicio, mas de sobra sabia no osarían en salir a comprobar que pasaba, me tenían miedo y ella también debería, mas no lo hacia porque no me conocía.
Mi cuerpo resbaló por la madera hasta quedar sentado en le suelo ¿vencido? Es posible, por una puerta y un niña. Tiré mi cabeza hacia atrás cerrando los ojos.
-Si no abres volveré al burdel y yaceré con otra, o con varias..aunque claro eso te da igual -dije con cierta inexpresion en mi voz mientras mi respiración se iba sosegando despacio.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Si, iba demasiado borracho.
Sabía que los hombres cuando iban a celebrar algo, habitualmente se pasaban con la bebida demasiado. Había visto a sus hermanos en alguna visita pasarse más de la cuenta con su padre, había reído demasiado y había opiniones dispares entre sus esposas. Algunas se sentían molestas, otras simplemente lo dejaban estar, porque era una excepción entre mucho. Pero Guiomar no sabía el motivo por el que habría bebido su prometido. De todas maneras, no veía intenciones “caballerosas”, en su manera de dirigirse a ella.
-No sabe lo que dice, signore. -Le dijo mientras apoyaba su espalda contra la puerta sintiendo sus golpes. De repente se había puesto bastante suave, para convencerla. Ella sería inocente e ignorante con respecto a los hombres, pero tonta. Poco. Si llegaba a serlo sería por pecar de novata.
El sonido del pestillo moverse le hizo dar un repullo. ¿Acababa de abrir uno de los pestillos desde el otro lado de la puerta? De un modo casi automático se acaba de santiguar y retirar de la puerta asustada.
Estaba entonces estaba en lo cierto, tal palo tal astilla. Su futuro marido también manejaba el arte de la brujería, y al parecer su estado de embriaguez lo anulaba un poco. Suspiró de repente aliviada.
Apresurada volvió a cerrar el pestillo que había cedido y deslizar el que se había comenzado a abrir.
La puerta comenzó a ser aporreada, y eso era señal de que lo estaba enfureciendo. Intento mantener la calma, ahora sí que no iba a abrirle por mucho que le amenazará con marcharse con unas fulanas. Lo que no sabía es que igualmente había sido preparada y advertida sobre aquel comportamiento en los hombres. Aunque la idea de que estuviese con otra mujer, no es que le gustase demasiado. Cruzo los brazos fastidiada, ¿celos? Si aún no había sido para ella, además seguramente que hubiese estado con muchas mujeres antes que ella. ¿Se acabaría eso tras el matrimonio? La abuela le decía que los primeros meses y años, eran así, ante la novedad de una esposa, pero luego los hombres tendían a hacer esas cosas, aunque siempre había excepciones. ¿Sería la suya? El cuento comenzaba a transformarse en pesadilla y aun no estaban casados.
Su cuerpo deslizándose por la puerta, abrió unos pocos pestillos y luego abrió un poco la puerta, había al menos dos cerrojos que llevaban cadena para impedir que la puerta se abriera del todo, pero le permitía asomarse. La puerta choca contra su cuerpo, y unos bonitos ojos castaños se asomaron por la puerta.
-No le creo… Márchese a dormir, y espere a la boda. -Susurro, no quería despertar a la casa, pero seguramente estaban más que despiertos. Rápidamente volvió a cerrar la puerta y con ellos todos los cerrojos. Sorprendida se sintió de la velocidad con la que lo había hecho. -Buenas noches.
Intento por finalizada la conversación y volvió a la cama para esconder su cuerpo entre las sábanas. Esperaba que se marchase pronto, le hiciese caso y no intentará hacer cualquier otra cosa.
Sabía que los hombres cuando iban a celebrar algo, habitualmente se pasaban con la bebida demasiado. Había visto a sus hermanos en alguna visita pasarse más de la cuenta con su padre, había reído demasiado y había opiniones dispares entre sus esposas. Algunas se sentían molestas, otras simplemente lo dejaban estar, porque era una excepción entre mucho. Pero Guiomar no sabía el motivo por el que habría bebido su prometido. De todas maneras, no veía intenciones “caballerosas”, en su manera de dirigirse a ella.
-No sabe lo que dice, signore. -Le dijo mientras apoyaba su espalda contra la puerta sintiendo sus golpes. De repente se había puesto bastante suave, para convencerla. Ella sería inocente e ignorante con respecto a los hombres, pero tonta. Poco. Si llegaba a serlo sería por pecar de novata.
El sonido del pestillo moverse le hizo dar un repullo. ¿Acababa de abrir uno de los pestillos desde el otro lado de la puerta? De un modo casi automático se acaba de santiguar y retirar de la puerta asustada.
Estaba entonces estaba en lo cierto, tal palo tal astilla. Su futuro marido también manejaba el arte de la brujería, y al parecer su estado de embriaguez lo anulaba un poco. Suspiró de repente aliviada.
Apresurada volvió a cerrar el pestillo que había cedido y deslizar el que se había comenzado a abrir.
La puerta comenzó a ser aporreada, y eso era señal de que lo estaba enfureciendo. Intento mantener la calma, ahora sí que no iba a abrirle por mucho que le amenazará con marcharse con unas fulanas. Lo que no sabía es que igualmente había sido preparada y advertida sobre aquel comportamiento en los hombres. Aunque la idea de que estuviese con otra mujer, no es que le gustase demasiado. Cruzo los brazos fastidiada, ¿celos? Si aún no había sido para ella, además seguramente que hubiese estado con muchas mujeres antes que ella. ¿Se acabaría eso tras el matrimonio? La abuela le decía que los primeros meses y años, eran así, ante la novedad de una esposa, pero luego los hombres tendían a hacer esas cosas, aunque siempre había excepciones. ¿Sería la suya? El cuento comenzaba a transformarse en pesadilla y aun no estaban casados.
Su cuerpo deslizándose por la puerta, abrió unos pocos pestillos y luego abrió un poco la puerta, había al menos dos cerrojos que llevaban cadena para impedir que la puerta se abriera del todo, pero le permitía asomarse. La puerta choca contra su cuerpo, y unos bonitos ojos castaños se asomaron por la puerta.
-No le creo… Márchese a dormir, y espere a la boda. -Susurro, no quería despertar a la casa, pero seguramente estaban más que despiertos. Rápidamente volvió a cerrar la puerta y con ellos todos los cerrojos. Sorprendida se sintió de la velocidad con la que lo había hecho. -Buenas noches.
Intento por finalizada la conversación y volvió a la cama para esconder su cuerpo entre las sábanas. Esperaba que se marchase pronto, le hiciese caso y no intentará hacer cualquier otra cosa.
Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Mi futura esposa tubo la desfachatez de correr los pestillos dibujando en mi rostro una sonrisa triunfal, al parecer la idea de que otras me tocaran había surtido efecto y estaba dispuesta a incendiar mi piel con la suya a cambio de que el burdel no acaparara mi noche si no las sabanas de su lecho por esta vez.
Cuan equivocado estaba al sentir las cadenas impedir que pudiera atravesar la puerta y tras ver esos ojos castaños que me prometían mas que sus palabras, la puerta se cerró de golpe dándome en las narices con ella.
Me alcé y rugí furioso por que odiaba no hacer lo que me viniera en gana y ella, con palabras demasiado sentenciadoras, parecía decidida a que esa puerta no la atravesara hasta que mi estado fuera el adecuado.
-¿La noche de bodas? -gruñí - hoy es la noche...
Hundí mi mirada en el portón, cabreado, desesperado, gesticulé con todas mis fuerzas mientras pronunciaba unas palabras en un antiguo latín.
-et conteram in saecula -rugí sintiendo como toda la madera empezaba a envejecer y con ella los hierros, las bisagras, y el marco con ella. Pronto todo quedaría relegado a la nada.
Sonreí de medio lado al sentir su miedo, casi podía olerlo desde allí y eso me estaba excitando demasiado.
Me tambaleé posando mi mano en la pared, mis ojos seguían centrados en esa puerta que pensaba hacer desaparecer, mas del mismo modo, la borrachera parecía influir en mis planes, haciéndome perder la concentración. Las voces de ella que en mi estado no ayudaban demasiado, me hablaban en un perfecto Italiano.
-donna, vi auguro, Abreme
Rugí volviendo a golpear la puerta furioso, no era capaz de centrarme lo suficiente en nada, pero tampoco pensaba rendirme...por mi mente ebria atravesó una idea..una locura, mas ¿no me daría eso adrenalina?
Olvidé la entrada principal a la cámara y corrí escaleras abajo hasta alcanzar la fachada del edificio, mis ojos se centraron en la balaustrada y en aquel balcón que posiblemente envalentonado como iba no se me antojaba tan alto, mas lo estaba.
Un pie, tras otro mientras me aferraba con las manos a los salientes comencé a trepar para alcanzar el lecho de mi prometida, me iba a costar que me abriera sus piernas, mas..lo haría, le gustara o no ,era mía.
Sacudí la cabeza un par de veces cuando el embotamiento y la risa ebria que lo acompañaba me dejaba suspendido en el aire, apenas aferrándome a cada piedra con las manos.
Aquello estaba resultandome mucho mas excitante que si me hubiera abierto la puerta, era como un subidon mayor, no solo por el riesgo de la caída si no por el premio final de la llegada.
-Guiomar, ves poniéndote algo sexy para tu prometido -añadí entre risas mientras seguía subiendo por la fachada mas lentamente de lo que hubiera querido.
Cuan equivocado estaba al sentir las cadenas impedir que pudiera atravesar la puerta y tras ver esos ojos castaños que me prometían mas que sus palabras, la puerta se cerró de golpe dándome en las narices con ella.
Me alcé y rugí furioso por que odiaba no hacer lo que me viniera en gana y ella, con palabras demasiado sentenciadoras, parecía decidida a que esa puerta no la atravesara hasta que mi estado fuera el adecuado.
-¿La noche de bodas? -gruñí - hoy es la noche...
Hundí mi mirada en el portón, cabreado, desesperado, gesticulé con todas mis fuerzas mientras pronunciaba unas palabras en un antiguo latín.
-et conteram in saecula -rugí sintiendo como toda la madera empezaba a envejecer y con ella los hierros, las bisagras, y el marco con ella. Pronto todo quedaría relegado a la nada.
Sonreí de medio lado al sentir su miedo, casi podía olerlo desde allí y eso me estaba excitando demasiado.
Me tambaleé posando mi mano en la pared, mis ojos seguían centrados en esa puerta que pensaba hacer desaparecer, mas del mismo modo, la borrachera parecía influir en mis planes, haciéndome perder la concentración. Las voces de ella que en mi estado no ayudaban demasiado, me hablaban en un perfecto Italiano.
-donna, vi auguro, Abreme
Rugí volviendo a golpear la puerta furioso, no era capaz de centrarme lo suficiente en nada, pero tampoco pensaba rendirme...por mi mente ebria atravesó una idea..una locura, mas ¿no me daría eso adrenalina?
Olvidé la entrada principal a la cámara y corrí escaleras abajo hasta alcanzar la fachada del edificio, mis ojos se centraron en la balaustrada y en aquel balcón que posiblemente envalentonado como iba no se me antojaba tan alto, mas lo estaba.
Un pie, tras otro mientras me aferraba con las manos a los salientes comencé a trepar para alcanzar el lecho de mi prometida, me iba a costar que me abriera sus piernas, mas..lo haría, le gustara o no ,era mía.
Sacudí la cabeza un par de veces cuando el embotamiento y la risa ebria que lo acompañaba me dejaba suspendido en el aire, apenas aferrándome a cada piedra con las manos.
Aquello estaba resultandome mucho mas excitante que si me hubiera abierto la puerta, era como un subidon mayor, no solo por el riesgo de la caída si no por el premio final de la llegada.
-Guiomar, ves poniéndote algo sexy para tu prometido -añadí entre risas mientras seguía subiendo por la fachada mas lentamente de lo que hubiera querido.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Envuelta entre sábanas, se había ocultado hasta la cabeza con ella haciéndose un pequeño ovillo, mientras escuchaba las voces que su prometido propinaba contra la puerta.
Intentaba conciliar el sueño e ignorar todo lo que estaba sucediendo fuera, pero no lo conseguía, ya que sentía su cuerpo tenso y en alerta en todo momento.
La puerta dejo de sonar, y la presencia se había marchado. Le había hecho caso, menos mal. Suspiró y dejo su cuerpo calmarse y estirarse en la cama.
Debía de ser producto del cansancio, porque en poco tiempo se había vuelto a quedar dormida como un tronco.
Ojos que se apretaban con fuerza ante la molestia, había dormido nada y menos, pero algo o más bien alguien volvía a irrumpir su sueño esta vez desde fuera.
De un salto volvió a levantarse de la cama apresurada, salió al balcón olvidándose esta vez la bata en la habitación, solo llevaba su fino camisón de dormir.
-No me lo puedo creer. -Dijo al asomarse, en un italiano acelerado. -¡Va a hacerse daño signore! No suba, aquí no encontrará lo que busca esta noche.
Rápidamente volvió a la habitación y miro a su alrededor acelerada, ¿cómo evitar que subiera y cometiese una locura y no se quebrase la cabeza por el camino? Tomó la almohada, y volvió al balcón casi lo hizo sin pensar, fue un impulso del que luego se arrepintió por la cadena de sucesos que luego pasaría.
Literalmente le lanzo la almohada y con extraordinaria puntería, ya que acertó de lleno en la cabeza de Lucio.
-¡Merda! -Se llevó las manos a la boca por habérsele escapado aquel impropio. Tenía que mantener las formas y ser una señorita. -Perdón, perdón… Ha sido sin pensar. ¡Hágame caso signore y no suba, si no le lanzaré más cosas! -Otra vez las manos sobre la boca, ¿había afirmado que iba a seguir lanzándole cosas después de haberse disculpado de lanzar la primera?
Antes de cometer otro error, Guiomar corrió hacia su habitación con la mala suerte que la puerta se cerró delante de sus narices y desde fuera no la podía abrir. Abrazándose su propio cuerpo, estaba helada y temblaba por el ambiente exterior, se vio de repente atrapada.
Intentaba conciliar el sueño e ignorar todo lo que estaba sucediendo fuera, pero no lo conseguía, ya que sentía su cuerpo tenso y en alerta en todo momento.
La puerta dejo de sonar, y la presencia se había marchado. Le había hecho caso, menos mal. Suspiró y dejo su cuerpo calmarse y estirarse en la cama.
Debía de ser producto del cansancio, porque en poco tiempo se había vuelto a quedar dormida como un tronco.
Ojos que se apretaban con fuerza ante la molestia, había dormido nada y menos, pero algo o más bien alguien volvía a irrumpir su sueño esta vez desde fuera.
De un salto volvió a levantarse de la cama apresurada, salió al balcón olvidándose esta vez la bata en la habitación, solo llevaba su fino camisón de dormir.
-No me lo puedo creer. -Dijo al asomarse, en un italiano acelerado. -¡Va a hacerse daño signore! No suba, aquí no encontrará lo que busca esta noche.
Rápidamente volvió a la habitación y miro a su alrededor acelerada, ¿cómo evitar que subiera y cometiese una locura y no se quebrase la cabeza por el camino? Tomó la almohada, y volvió al balcón casi lo hizo sin pensar, fue un impulso del que luego se arrepintió por la cadena de sucesos que luego pasaría.
Literalmente le lanzo la almohada y con extraordinaria puntería, ya que acertó de lleno en la cabeza de Lucio.
-¡Merda! -Se llevó las manos a la boca por habérsele escapado aquel impropio. Tenía que mantener las formas y ser una señorita. -Perdón, perdón… Ha sido sin pensar. ¡Hágame caso signore y no suba, si no le lanzaré más cosas! -Otra vez las manos sobre la boca, ¿había afirmado que iba a seguir lanzándole cosas después de haberse disculpado de lanzar la primera?
Antes de cometer otro error, Guiomar corrió hacia su habitación con la mala suerte que la puerta se cerró delante de sus narices y desde fuera no la podía abrir. Abrazándose su propio cuerpo, estaba helada y temblaba por el ambiente exterior, se vio de repente atrapada.
Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
En un italiano perfecto mi futura esposa me pidió que me bajara de allí donde estaba encalomado y desistiera de mis planes de conquista.
No pude evitar reírme de su carácter endemoniado, sin duda y como buena italiana que era, pese a su corta edad parecía tener un carácter fuerte y matriarcal.
Mi padre había elegido una buena esposa para mi, aunque claro, eso la había llevado directa la infierno. Mi infierno.
La dama se metió para dentro derrotada por mi ímpetu, una sonrisa triunfal se dibujo en mi rostro que a pasos lentos iba afianzandome a los salientes siguiendo con mi escalada para alcanzar su balcón y con ello mi premio, su cuerpo.
Al parecer esta se había rendido ante la evidencia, siempre conseguía lo que quería, así que seguro estaba poniéndose cómoda sobre el lecho, preparándose para su futuro marido.
Una almohadazo que no vi venir borro toda sonrisa picara de mi rostro mientras maldecía en italiano a esa mujer que desde arriba ahora se disculpaba con palabras malsonantes.
-Cuando llegué, que no dude que lo haré sigorina, no va a tener lugar donde esconderse de mi -la amenace enfurecido mientras lazaba le puño en su dirección.
La dama lejos de amedrantarse, decidió volver a amenazarme, lo que hizo que pusiera mucho mas ímpetu en mi escalada, pensaba tomarla de tal modo que dudaba que mañana pudiera cerrar las piernas.
Mi sonrisa se ensancho al oír el clok del portón de su balcón, casi podía escuchar su agitada respiración al quedar allí, encerrada en ese pequeño recinto del exterior que hoy supondría su mas absoluta perdición.
Me tomé mi tiempo hasta que alcance la barandilla del piso superior y con un ultimo impulso me coloque frente a ella jadeando por el esfuerzo.
Parecía un pájaro asustado y yo, yo era el depredador que con la mirada oscurecida miraba de arriba a bajo su cuerpo tan solo cubierto por la fina tela del camisón.
Acorté las distancias aun tambaleándome mientras en mi sonrisa se instalaba una dosis de excitación. Deje escapar el aire lento, ronco ,no tenia prisa, caminé hacia ella saboreando el miedo en su cuerpo.
Sus pechos se marcaban por el frio abultando mi entrepierna si es que hacerlo mas era posible.
Pensaba deleitarme con esa mujer que me había plagado de deseo y de sin razón.
Contra la pared acorrale una mujer que con la mirada clavada en mis orbes me desafiaba, sendas manos a cada lado de su cuerpo posadas contra la pared.
Quería que me viera bien, con los labios entreabiertos nuestros alientos se fundieron en uno.
Pegue mi cuerpo al suyo dejándola presa contra la pared.
-Aquí acaba el cuento de hadas - rugí con la voz ronca colisionando contra sus labios con desesperación, mi lengua cruzo el precipicio de su boca adentrándose en su interior, paladeando un sabor desconocido, senderos extraños que se convertirían en míos.
Mientras ahora mis manos se apoderaban de su cuerpo acariciándolo de forma ruda, pegándolo mas a mi, tirando de sus caderas dispuesto a incendiarla contra mi virilidad en alza.
No pude evitar reírme de su carácter endemoniado, sin duda y como buena italiana que era, pese a su corta edad parecía tener un carácter fuerte y matriarcal.
Mi padre había elegido una buena esposa para mi, aunque claro, eso la había llevado directa la infierno. Mi infierno.
La dama se metió para dentro derrotada por mi ímpetu, una sonrisa triunfal se dibujo en mi rostro que a pasos lentos iba afianzandome a los salientes siguiendo con mi escalada para alcanzar su balcón y con ello mi premio, su cuerpo.
Al parecer esta se había rendido ante la evidencia, siempre conseguía lo que quería, así que seguro estaba poniéndose cómoda sobre el lecho, preparándose para su futuro marido.
Una almohadazo que no vi venir borro toda sonrisa picara de mi rostro mientras maldecía en italiano a esa mujer que desde arriba ahora se disculpaba con palabras malsonantes.
-Cuando llegué, que no dude que lo haré sigorina, no va a tener lugar donde esconderse de mi -la amenace enfurecido mientras lazaba le puño en su dirección.
La dama lejos de amedrantarse, decidió volver a amenazarme, lo que hizo que pusiera mucho mas ímpetu en mi escalada, pensaba tomarla de tal modo que dudaba que mañana pudiera cerrar las piernas.
Mi sonrisa se ensancho al oír el clok del portón de su balcón, casi podía escuchar su agitada respiración al quedar allí, encerrada en ese pequeño recinto del exterior que hoy supondría su mas absoluta perdición.
Me tomé mi tiempo hasta que alcance la barandilla del piso superior y con un ultimo impulso me coloque frente a ella jadeando por el esfuerzo.
Parecía un pájaro asustado y yo, yo era el depredador que con la mirada oscurecida miraba de arriba a bajo su cuerpo tan solo cubierto por la fina tela del camisón.
Acorté las distancias aun tambaleándome mientras en mi sonrisa se instalaba una dosis de excitación. Deje escapar el aire lento, ronco ,no tenia prisa, caminé hacia ella saboreando el miedo en su cuerpo.
Sus pechos se marcaban por el frio abultando mi entrepierna si es que hacerlo mas era posible.
Pensaba deleitarme con esa mujer que me había plagado de deseo y de sin razón.
Contra la pared acorrale una mujer que con la mirada clavada en mis orbes me desafiaba, sendas manos a cada lado de su cuerpo posadas contra la pared.
Quería que me viera bien, con los labios entreabiertos nuestros alientos se fundieron en uno.
Pegue mi cuerpo al suyo dejándola presa contra la pared.
-Aquí acaba el cuento de hadas - rugí con la voz ronca colisionando contra sus labios con desesperación, mi lengua cruzo el precipicio de su boca adentrándose en su interior, paladeando un sabor desconocido, senderos extraños que se convertirían en míos.
Mientras ahora mis manos se apoderaban de su cuerpo acariciándolo de forma ruda, pegándolo mas a mi, tirando de sus caderas dispuesto a incendiarla contra mi virilidad en alza.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Brazos que abrazaban su propio cuerpo, estaba helada de frío lo sentía en aquella piel erizada a causa de ello, el problema es que su temblor además debido a ello se estaba tornando miedo.
Lucio no tardaría en subir al balcón y ella no había sido preparada para una situación como aquella.
Empezó a tirar de la puerta para ver si de un casual se abría y podía volver al cuarto, el problema era es que la única manera de abrir era desde dentro.
Una maldición y otra por su boca de niña buena, que se estaba tornando más en vulgaridad. ¿Dónde habría aprendido tantas palabras mal sonantes? En el convento iba a ser que no.
Miraba a su alrededor buscando encontrar una solución, pero nada se le ocurría de cómo salir de aquel embrollo. Sin querer estornudo, el frío de París no era el de Italia.
De repente su prometido había conseguido alcanzar el balcón, parecía cansado por el esfuerzo, pero el alcohol y tal vez la emoción del momento parecía impulsar su cuerpo en adrenalina, sus ojos brillantes y salvaje como los de un lobo lo denotaba.
-Signore, por favor. -Su voz sonó casi en un hilo, y su gesto le rogaba que se calmase.
Lágrimas saltadas, intento contenerse para no llorar, ahora iba a ser una mujer y no una niña, tenía que imponerse. Su fuerza era superior a la suya, su cuerpo contra la pared atrapado por aquella cárcel que había creado con su cuerpo, Guiomar con ambas manos intentaron empujarle con poco éxito, estaría ebrio, pero aquello no le restaba el ímpetu. Intento justificarlo a su embriaguez, su abuela ya le había advertido e intentado preparar para lo peor, para que olvidase sus infantiles fantasías e ilusiones, contra las que intento luchar, pero aquel cambio, del padre al hijo, verle por primera vez. Le había gustado demasiado, sin conocerle. Ahora se veía enfrentada al miedo, y temiendo que en eso fuese a convertirse su vida. En miseria.
Sus labios al principio no lo recibieron, luego probaron los ajenos, torpes. Podía sentir en su aliento el alcohol y lo que no era, muy al principio aquello le desagrado bastante, pero luego empezó a cogerle el gusto adaptándose a su mismo ritmo. Si, había que admitirlo había una parte de su cuerpo, animal y primitiva que deseaba que él la tocase como un hombre lo hace con una mujer, y así dejando atrás su marca de niña inocente.
Su cuerpo acelerado, y el latir de su corazón, se sentía humedecer atraída por aquel nuevo tipo de excitación y deseo, que empezaba a quemar su vientre. Un quejido mezclado con un gemido suspirado, en un intento de tomar el aire que él había decido robarle con su brutalidad.
Confusa y encendida, sentía su cuerpo dejarse llevar por aquella rudeza, y la tensión se iba aflojando, era como estar hipnotizada o dentro de un baile donde solo había que dejarse llevar por la mano de su pareja. Ojos vidriosos y castaños, ella aferro su ropa atrayéndolo sin darse cuenta, seducida por aquel camino desconocido.
Luego vino la voz de la conciencia, que le recordaba que era guardiana de su propia decencia. No sé de donde saco acopio de valor, pero la primera maceta que su mano alcanzó estampada contra la cabeza de su prometido dejándole sin conciencia. No el objeto se quebró por su dureza, solo lo hizo cuando ella lo dejo caer al suelo.
Apoyada en la pared se dejó caer deslizando su espalda por ella hasta llega al suelo. Jadeaba acelerada y sentía el rostro encendido. Confusa y avergonzada por aquel nuevo sentir. Entre sus piernas primeras señales de un fuego que no se había extinguido como una molestia insaciable.
No supo cuántas horas tardaron en localizar a ambos, al principio se había sentido aterrorizada por la creencia de haberlo matado, pero respiraba tranquilo. En aquel estado hasta parecía ser un ser pacífico y no el lobo feroz que hacía poco había conocido.
Lo llevaron dentro, y lo curaron, y dejaron que el resto de la noche y la mañana pasará. No se había movido en ningún momento de su lado, a los pies de su cama, echa un ovillo, parecía más un cachorro guardián preocupada por su dueño que la dama que era. Lo que no sabían ambos, es que aquella aventura, dejaría un buen chichón y dolor de cabeza para su prometido, y en el caso de ella un buen resfriado.
Lucio no tardaría en subir al balcón y ella no había sido preparada para una situación como aquella.
Empezó a tirar de la puerta para ver si de un casual se abría y podía volver al cuarto, el problema era es que la única manera de abrir era desde dentro.
Una maldición y otra por su boca de niña buena, que se estaba tornando más en vulgaridad. ¿Dónde habría aprendido tantas palabras mal sonantes? En el convento iba a ser que no.
Miraba a su alrededor buscando encontrar una solución, pero nada se le ocurría de cómo salir de aquel embrollo. Sin querer estornudo, el frío de París no era el de Italia.
De repente su prometido había conseguido alcanzar el balcón, parecía cansado por el esfuerzo, pero el alcohol y tal vez la emoción del momento parecía impulsar su cuerpo en adrenalina, sus ojos brillantes y salvaje como los de un lobo lo denotaba.
-Signore, por favor. -Su voz sonó casi en un hilo, y su gesto le rogaba que se calmase.
Lágrimas saltadas, intento contenerse para no llorar, ahora iba a ser una mujer y no una niña, tenía que imponerse. Su fuerza era superior a la suya, su cuerpo contra la pared atrapado por aquella cárcel que había creado con su cuerpo, Guiomar con ambas manos intentaron empujarle con poco éxito, estaría ebrio, pero aquello no le restaba el ímpetu. Intento justificarlo a su embriaguez, su abuela ya le había advertido e intentado preparar para lo peor, para que olvidase sus infantiles fantasías e ilusiones, contra las que intento luchar, pero aquel cambio, del padre al hijo, verle por primera vez. Le había gustado demasiado, sin conocerle. Ahora se veía enfrentada al miedo, y temiendo que en eso fuese a convertirse su vida. En miseria.
Sus labios al principio no lo recibieron, luego probaron los ajenos, torpes. Podía sentir en su aliento el alcohol y lo que no era, muy al principio aquello le desagrado bastante, pero luego empezó a cogerle el gusto adaptándose a su mismo ritmo. Si, había que admitirlo había una parte de su cuerpo, animal y primitiva que deseaba que él la tocase como un hombre lo hace con una mujer, y así dejando atrás su marca de niña inocente.
Su cuerpo acelerado, y el latir de su corazón, se sentía humedecer atraída por aquel nuevo tipo de excitación y deseo, que empezaba a quemar su vientre. Un quejido mezclado con un gemido suspirado, en un intento de tomar el aire que él había decido robarle con su brutalidad.
Confusa y encendida, sentía su cuerpo dejarse llevar por aquella rudeza, y la tensión se iba aflojando, era como estar hipnotizada o dentro de un baile donde solo había que dejarse llevar por la mano de su pareja. Ojos vidriosos y castaños, ella aferro su ropa atrayéndolo sin darse cuenta, seducida por aquel camino desconocido.
Luego vino la voz de la conciencia, que le recordaba que era guardiana de su propia decencia. No sé de donde saco acopio de valor, pero la primera maceta que su mano alcanzó estampada contra la cabeza de su prometido dejándole sin conciencia. No el objeto se quebró por su dureza, solo lo hizo cuando ella lo dejo caer al suelo.
Apoyada en la pared se dejó caer deslizando su espalda por ella hasta llega al suelo. Jadeaba acelerada y sentía el rostro encendido. Confusa y avergonzada por aquel nuevo sentir. Entre sus piernas primeras señales de un fuego que no se había extinguido como una molestia insaciable.
No supo cuántas horas tardaron en localizar a ambos, al principio se había sentido aterrorizada por la creencia de haberlo matado, pero respiraba tranquilo. En aquel estado hasta parecía ser un ser pacífico y no el lobo feroz que hacía poco había conocido.
Lo llevaron dentro, y lo curaron, y dejaron que el resto de la noche y la mañana pasará. No se había movido en ningún momento de su lado, a los pies de su cama, echa un ovillo, parecía más un cachorro guardián preocupada por su dueño que la dama que era. Lo que no sabían ambos, es que aquella aventura, dejaría un buen chichón y dolor de cabeza para su prometido, y en el caso de ella un buen resfriado.
Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Su boca me recibió despacio, torpe, con cierto desagrado, mas poco a poco nuestras lenguas se acariciaron ,jadeos de uno y otro que bruscos se encontraron.
Paladeé su sabor a fruta madura, boca tibia que se entreabría una y otra vez para dar paso a la mía. Su lengua ahora lejos de temerme me añoraba, buscándome con la necesidad con la que los ríos añoran el mar.
Sediento bebí de sus labios sin poder dejar de jadear, completamente excitado por el alcohol, las drogas, la negativa, y su cuerpo que me hacia incendiar el mio con cada movimiento.
Un gemido marco el principio del fin ,entonces lo supe estaba tan excitada como yo mismo, no había resistencia en ese acto si no necesidad, una que escapó de su boca con la mas sincera verdad.
Aire ronco contra sus labios mientras me separé un instante para observar sus oscuros orbes que cargados de pasión parecían pedirme mas.
Tiró de mi camisa volviendo a pegar nuestros cuerpo y con ese acto nuestros labios colisionaron perdiéndome de nuevo en su boca que me acogió con presteza, con anhelo, con locura.
Mis manos se regodearon en su piel, salvajes alzaban ligeramente el corseé atrayendo sus caderas contra mi cuerpo. Vientre que acaparé con mi virilidad golpeándolo contra la pared, volviendo a hacer de esta su cárcel, su condena y para que mentir, bendita si estas iban a ser todas nuestras penitencias a partir de ahora.
Dolor, calor en mi cabeza, brecha abierta. Mis ojos la buscaron sin comprender, había bajado la guardia porque sentía su placer. La mirada se apagó contra su cuerpo, perdí el control y la oscuridad se apoderó de mi tras un golpe que no vi venir.
Abrí los ojos en le lecho, un dolor de cabeza peor que las mil y una resacas vividas se había instalado en mi cabeza. Llevé hasta allí mi mano sin ser capaz de comprender muy bien que me había pasado y por que mi mujer me velaba en el dormitorio.
No recordaba prácticamente nada, había llegado hasta la mansión completamente ebrio.
El resto eran retales sueltos, se que intenté entrar en su habitación, recuerdo algo de un balcón y luego oscuridad.
¿Como me había golpeado de ese modo?
Mis ojos buscaron a Guiomar, parecía asustada, preocupada, si supiera el monstruo que era no sentiría ninguna lastima por lo que me sucediera.
Sonreí de medio lado tratando de hacerla pasar el mal trago. No porque me importara, pero en mi condición guardar las formas era la única solución.
-Estoy bien mi señora.
Nuestros orbes se fundieron en uno, mirada parda que buscaba respuestas o quizás la redención, no la conocía suficiente para entenderla.
Relamí mis labios secos, estaba sediento, no se cuantas horas había permanecido en ese estado, pero tenia que ponerme en pie, la casa tenia negocios que atender.
Paladeé su sabor a fruta madura, boca tibia que se entreabría una y otra vez para dar paso a la mía. Su lengua ahora lejos de temerme me añoraba, buscándome con la necesidad con la que los ríos añoran el mar.
Sediento bebí de sus labios sin poder dejar de jadear, completamente excitado por el alcohol, las drogas, la negativa, y su cuerpo que me hacia incendiar el mio con cada movimiento.
Un gemido marco el principio del fin ,entonces lo supe estaba tan excitada como yo mismo, no había resistencia en ese acto si no necesidad, una que escapó de su boca con la mas sincera verdad.
Aire ronco contra sus labios mientras me separé un instante para observar sus oscuros orbes que cargados de pasión parecían pedirme mas.
Tiró de mi camisa volviendo a pegar nuestros cuerpo y con ese acto nuestros labios colisionaron perdiéndome de nuevo en su boca que me acogió con presteza, con anhelo, con locura.
Mis manos se regodearon en su piel, salvajes alzaban ligeramente el corseé atrayendo sus caderas contra mi cuerpo. Vientre que acaparé con mi virilidad golpeándolo contra la pared, volviendo a hacer de esta su cárcel, su condena y para que mentir, bendita si estas iban a ser todas nuestras penitencias a partir de ahora.
Dolor, calor en mi cabeza, brecha abierta. Mis ojos la buscaron sin comprender, había bajado la guardia porque sentía su placer. La mirada se apagó contra su cuerpo, perdí el control y la oscuridad se apoderó de mi tras un golpe que no vi venir.
Abrí los ojos en le lecho, un dolor de cabeza peor que las mil y una resacas vividas se había instalado en mi cabeza. Llevé hasta allí mi mano sin ser capaz de comprender muy bien que me había pasado y por que mi mujer me velaba en el dormitorio.
No recordaba prácticamente nada, había llegado hasta la mansión completamente ebrio.
El resto eran retales sueltos, se que intenté entrar en su habitación, recuerdo algo de un balcón y luego oscuridad.
¿Como me había golpeado de ese modo?
Mis ojos buscaron a Guiomar, parecía asustada, preocupada, si supiera el monstruo que era no sentiría ninguna lastima por lo que me sucediera.
Sonreí de medio lado tratando de hacerla pasar el mal trago. No porque me importara, pero en mi condición guardar las formas era la única solución.
-Estoy bien mi señora.
Nuestros orbes se fundieron en uno, mirada parda que buscaba respuestas o quizás la redención, no la conocía suficiente para entenderla.
Relamí mis labios secos, estaba sediento, no se cuantas horas había permanecido en ese estado, pero tenia que ponerme en pie, la casa tenia negocios que atender.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Allí en los pies de su cama se adormiló como guardiana de su prometido, esperando al sueño venir, y sin querer había vuelto a estornudar. Se sentía débil y cansada, un tanto febril. Pero no le importo, a pesar de la insistencia de alguna sirvienta porque se marchase a su cama, ella no se movió de allí.
Se sentía bastante confusa, aun sentía su vientre fastidiado por aquella excitación y deseo provocado por el peligro y el cuerpo ajeno, sin querer se tapó la cara sintiéndose avergonzada por aquellos pensamientos lujuriosos y pecaminosos. No sabía en lo que iba a terminar su noche de bodas, o si le iba a gustar, ahora lo que sintió es impaciencia con aquel minúsculo miedo que producía lo desconocido.
Entre pensamientos y pensamientos consiguió quedarse dormida, preocupada su mente antes de ceder a los deseos de Morfeo, se preguntaba si su prometido al despertar estallaría en furia con respecto a sus acciones. Ella solo se había defendido, protegido lo que era suyo, el miedo la había vencido.
Su voz la había despertado, su sonrisa le había aliviado.
- ¿Signore os encontráis bien? Yo… -Sus ojos castaños de cierva temerosa se desviaron buscando una excusa, un perdón. Pero el parecía no recordar nada. Por esa se salvaba, tenía que ser prudente.
Fue rápida en su gesto y pronto se levantó para tomar la jarra de agua y servirle un vaso. Por su aceleró en su gesto, casi se sienta sobre su regazo y le aplasta cuando se quiso acercar a él, pero justo cálculo para sentirse en el colchón. Le tendió el vaso.
Rubor en sus mejillas, y respiración agitada, no era por vergüenza, Guiomar tenía fiebre. El frío que había pasado en el balcón había afectado a su saludo, pero ella continuaba firme a su labor por complacerle.
Una mano cuidadosa y precavida sobre el golpe de Lucio para ver aquel chichón, se mordió sus gruesos labios en gesto meditativo y sin querer provocador, mala costumbre que nadie le quitó.
-No es tanto… -Le sonrió mientras su mano se deslizó por sus mejillas. Su rostro era bonito y amable, sinceramente se alegraba que él estuviese bien, a pesar de que no expresase nada. No había acabado la noche mal, a pesar de toda la cadena de acontecimientos sucedidos.
Sus ojos castaños miraron los labios ajenos, y sintió los propios latir con el recuerdo.
Se sentía bastante confusa, aun sentía su vientre fastidiado por aquella excitación y deseo provocado por el peligro y el cuerpo ajeno, sin querer se tapó la cara sintiéndose avergonzada por aquellos pensamientos lujuriosos y pecaminosos. No sabía en lo que iba a terminar su noche de bodas, o si le iba a gustar, ahora lo que sintió es impaciencia con aquel minúsculo miedo que producía lo desconocido.
Entre pensamientos y pensamientos consiguió quedarse dormida, preocupada su mente antes de ceder a los deseos de Morfeo, se preguntaba si su prometido al despertar estallaría en furia con respecto a sus acciones. Ella solo se había defendido, protegido lo que era suyo, el miedo la había vencido.
Su voz la había despertado, su sonrisa le había aliviado.
- ¿Signore os encontráis bien? Yo… -Sus ojos castaños de cierva temerosa se desviaron buscando una excusa, un perdón. Pero el parecía no recordar nada. Por esa se salvaba, tenía que ser prudente.
Fue rápida en su gesto y pronto se levantó para tomar la jarra de agua y servirle un vaso. Por su aceleró en su gesto, casi se sienta sobre su regazo y le aplasta cuando se quiso acercar a él, pero justo cálculo para sentirse en el colchón. Le tendió el vaso.
Rubor en sus mejillas, y respiración agitada, no era por vergüenza, Guiomar tenía fiebre. El frío que había pasado en el balcón había afectado a su saludo, pero ella continuaba firme a su labor por complacerle.
Una mano cuidadosa y precavida sobre el golpe de Lucio para ver aquel chichón, se mordió sus gruesos labios en gesto meditativo y sin querer provocador, mala costumbre que nadie le quitó.
-No es tanto… -Le sonrió mientras su mano se deslizó por sus mejillas. Su rostro era bonito y amable, sinceramente se alegraba que él estuviese bien, a pesar de que no expresase nada. No había acabado la noche mal, a pesar de toda la cadena de acontecimientos sucedidos.
Sus ojos castaños miraron los labios ajenos, y sintió los propios latir con el recuerdo.
Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Mi Futura esposa me miraba aun adormilada, aunque por su reacción y lo rápido que nerviosa saltó de la cama para servirme agua supe que algo me ocultaba.
Muchas lagunas en mis recuerdos, pero algo me decía que ella tenia las piezas para encajar cada uno de ellos.
Una sonrisa de medio lado se pintó en mis labios cuando casi cae sobre mi regazo, mas corrigió la posición con premura tomando asiento al lado para acercarme el vaso, que pronto llevé a mis labios sediento, sin dejar de mirarla por encima del vidrio.
Sus mejillas estaban sonrosadas, su respiración agitada, mis ojos se dilataron ante la imagen pura de esa mujer que producía en mi “lo único capaz de sentir” excitación.
Aun así la cabeza me daba vueltas, un tanto aturdido llevé mi mano hasta la suya, no tardé en darme cuenta de que estaba congelada, después su frente, ardiendo.
-No deberíais estar aquí mi señora, si no encamada, vais a coger una pulmonía y en unos días es vuestro cumpleaños, os quiero radiante -aseguré sin dejar de mirarla.
Pareció quitar importancia a mis palabras, pues su mano se deslizo hasta el golpe de mi cabeza con suma suavidad mientras mis ojos quedaban anclados en su rostro.
No le supondría esfuerzo estar bella para ser el florero de mi fiesta, era una mujer ciertamente hermosa.
Con un gesto inocente mordió sus labios, mi boca se entreabrió dejando escapar el aire de forma pesada contra ellos, la distancie era ínfima, aire que nos sustentaba en uno, la tensión entre los dos era mas que evidente.
-No te muerdas el labio -ordené evidenciando con mi respiración agitada el efecto que eso tenia en mi.
Una sonrisa mientras su mano contorneaba la piel de mi mejilla analizando cada rasgo del demonio que era, ese que hoy ella, aun no era capaz de vislumbrar.
-¿Que pasó anoche signorina? -le pregunté hundiendo mis ojos en sus orbes pardos.
De nuevo mordió su labio nerviosa, mis dedos acortaron la distancia posándose en estos para rozarlos y sacarlo de entre sus dientes.
-No te muerdas el labio -repetí.
Ella no lo entendía, pero mis ojos de depredador estaban puestos en cada curva de su piel. Deseo desmedido por apoderarme de algo que ya era mio.
Mi rostro se acercó al ajeno mientras dibujaba su boca con mis dedos, ojos en los labios clavados.
Impaciencia, era como verla a través de un escaparate que te muestra lo que ya has comprado mas no puedes disfrutar hasta sacarlo de la tienda.
Deseaba profanar cada curva de su cuerpo, tomarlo sin control, sin medida.
Quería jugar, encadenarla en mis mazmorras, quería gozar de ella hasta que nos encontrara el alba, que con la yema de sus dedos rozara una y otra vez el cielo sin dejarla explotar, dulce tortura y después el infierno hasta que ambos quedáramos extasiados sin remedio.
Mas solo era eso, una niña indefensa que creía en los cuentos de hadas, en un matrimonio lleno de luces sin darse cuenta de que su futuro marido era mas bien una sombra, un espectro.
Muchas lagunas en mis recuerdos, pero algo me decía que ella tenia las piezas para encajar cada uno de ellos.
Una sonrisa de medio lado se pintó en mis labios cuando casi cae sobre mi regazo, mas corrigió la posición con premura tomando asiento al lado para acercarme el vaso, que pronto llevé a mis labios sediento, sin dejar de mirarla por encima del vidrio.
Sus mejillas estaban sonrosadas, su respiración agitada, mis ojos se dilataron ante la imagen pura de esa mujer que producía en mi “lo único capaz de sentir” excitación.
Aun así la cabeza me daba vueltas, un tanto aturdido llevé mi mano hasta la suya, no tardé en darme cuenta de que estaba congelada, después su frente, ardiendo.
-No deberíais estar aquí mi señora, si no encamada, vais a coger una pulmonía y en unos días es vuestro cumpleaños, os quiero radiante -aseguré sin dejar de mirarla.
Pareció quitar importancia a mis palabras, pues su mano se deslizo hasta el golpe de mi cabeza con suma suavidad mientras mis ojos quedaban anclados en su rostro.
No le supondría esfuerzo estar bella para ser el florero de mi fiesta, era una mujer ciertamente hermosa.
Con un gesto inocente mordió sus labios, mi boca se entreabrió dejando escapar el aire de forma pesada contra ellos, la distancie era ínfima, aire que nos sustentaba en uno, la tensión entre los dos era mas que evidente.
-No te muerdas el labio -ordené evidenciando con mi respiración agitada el efecto que eso tenia en mi.
Una sonrisa mientras su mano contorneaba la piel de mi mejilla analizando cada rasgo del demonio que era, ese que hoy ella, aun no era capaz de vislumbrar.
-¿Que pasó anoche signorina? -le pregunté hundiendo mis ojos en sus orbes pardos.
De nuevo mordió su labio nerviosa, mis dedos acortaron la distancia posándose en estos para rozarlos y sacarlo de entre sus dientes.
-No te muerdas el labio -repetí.
Ella no lo entendía, pero mis ojos de depredador estaban puestos en cada curva de su piel. Deseo desmedido por apoderarme de algo que ya era mio.
Mi rostro se acercó al ajeno mientras dibujaba su boca con mis dedos, ojos en los labios clavados.
Impaciencia, era como verla a través de un escaparate que te muestra lo que ya has comprado mas no puedes disfrutar hasta sacarlo de la tienda.
Deseaba profanar cada curva de su cuerpo, tomarlo sin control, sin medida.
Quería jugar, encadenarla en mis mazmorras, quería gozar de ella hasta que nos encontrara el alba, que con la yema de sus dedos rozara una y otra vez el cielo sin dejarla explotar, dulce tortura y después el infierno hasta que ambos quedáramos extasiados sin remedio.
Mas solo era eso, una niña indefensa que creía en los cuentos de hadas, en un matrimonio lleno de luces sin darse cuenta de que su futuro marido era mas bien una sombra, un espectro.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: Sentencia de muerte (Guiomar)
Realmente sentía su cuerpo en malestar, y su piel candente bajo los efectos de la fiebre. Era como verle en una especie de niebla. Se sentía desfallecer, pero bien resistía a la debilidad.
-Bebió demasiado, y… Tuvo un accidente. -Pensó con rapidez, una mentira piadosa. Quería empezar con buen pie.
Dejando caer su mano con un rastro en la piel ajena, sobre su regazo entrelazo ambas manos arrugando las sábanas en gesto inquieto.
Una orden.
Y de nuevo había vuelto con aquel tic que mostraba su inquietud, y nerviosismo. Ya le había corregido demasiadas veces en su vida con respeto a lo que que quedaba morderse el labio en público, pero no había conseguido quitarse esa manía que tenía desde niña. Tampoco había hecho un gran esfuerza, había que admitirlo.
-Lo… lo siento. -Dijo con voz suave, y sin poder evitarlo volvió a hacerlo.
Una caricia ajena de su prometido en sus labios, se quedó totalmente paralizada, como una cervatilla asustada ante la mirada un lobo hambriento.
Su corazón latía con demasiada fuerza mientras que él se acercaba a ella, y respiración que se había quedado cortada. Se le antojaba demasiado apetecible, sin quererlo lo miró con fascinación, sus rasgos su manera de moverse, era como tener un extraño animal salvaje en extinción. Como si no existiese ningún hombre como aquel. Ella deseo que solo fuese suyo, como una posesión, pero no solo física también en otros aspectos. Y aquel pensamiento se desvaneció e hizo que sus ojos se desviarán, decepcionados. Sabía desde la noche que habían pasado que él nunca sería suyo, y tal vez él nunca la amaría como ella empezaba…
Si, sin querer se estaba enamorando de él, sin apenas conocerle y sabiendo que aquel hombre iba a ser su maldición y ruina. Una física y una química que sentía que le complementaba, posiblemente se equivocaba como una tonta, pero había un instinto que le empujaba a él en un constante, como si algo la atrajera al precipicio, como si una mano oscura la obligase a beber del veneno.
Esperaba que fuese una ilusión, debía de templarse y no dejarse llevar por aquel gesto, más cuanto deseo que él la tomase entre sus brazos en todos los sentidos.
El recuerdo de sus labios devorando los suyos, sus manos sobre su cuerpo, y su prisión contra ella. De nuevo esa sensación de excitación que le hizo sonrojarse. Esa sensación de peligro, lo desconocido. Lo deseaba, y eso hizo que apretase por un instante sus piernas cerrándolas con fuerza, ahí estaba esa pequeña llamita que había conseguido encenderle y que a la vez la abrumada.
Suspiró de un modo largo, despejando la carga creada en sus pulmones.
-Creo que deberíamos acostarnos… Digo acostarme, si, si… Acostarme. Quería decir eso, marcharme a descansar -Palabras atropelladas y de nuevo ese nerviosismo. Su boca y pensamientos se la había jugado. -No me encuentro bien, tengo que recuperarme pronto. Lo siento. Descanse signore.
Un beso torpe y veloz sobre los labios de Lucio, pequeño gesto valiente por su parte. Ya ni sabía los límites que había entre ellos, ni el pudor ni nada.
Se levantó enseguida dispuesta a abandonar la sala.
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Guiomar Sacro- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 21/11/2016
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