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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aúkoc Lican Miér Nov 30, 2016 10:52 am

Ojos cerrados, acuclillado sobre la húmeda madera del barco que daba bandazos, mi mano posada sobre ella regalándome un estable contacto, alce el rostro hacia le Olimpo para homenajear a los dioses.
“Darme guerra para saciaros o gran Ares dios de la guerra, darme sangre para el filo de mis dagas que no vuelvan a su cinto sedientas, darme muerte o gran Hades para mandar al Taratro a los impíos que en forma humana poblan la tierra”

Un salto tras mis palabras para correr como alma que lleva el mismo dios de la muerte a su encuentro, lucha encarnizada con el enemigo al abordar aquel navío que pronto seria mio.
A mis espaldas oía la melodiosa voz de Nessanie, mi señora, utilizar la magia sobre los inferiores que como moscas caían en sus redes, incapaces de controlar sus inútiles cuerpos, sus impulso mas absurdos, pobres almas inertes.
Sonrisa ladina en mi rostro cuando Crono descuartizo con su hacha a uno de los cambiantes que había osado, relegando a su naturaleza superior, servir como mascota a esos que se hacían llamar hombres y solo eran un engaño de la naturaleza.

Acero contra acero, los dioses favorecida al poderoso y no se apiadaban de los débiles que aun siendo guerreros no podían comparase a nuestras dotes evolucionadas. Eramos magia, noche y vida..ellos solo eran el reflejo del pasado, la creación de un dios débil.
Mis dagas despuntaban frente a la media dama que en le cielo nos admiraba, carmesí por su filo las saciaba mientras mis ojos ambarinos mostraban mi naturaleza, mi don, mi noche, mi yo.

Su destino estaba en nuestras manos, nuestro poder era inmenso y el suyo quedaba relegado a proteger sus miseras vidas sin consuelo.
Me planté erguido con el puño en alto mirando a mi princesa, todos habían caído de un modo u otro, habíamos vencido.
No sabia lo equivocado que estaba hasta que a mis espaldas algo implosiono con un estallido tal que mi cuerpo fue empujado con los maderos muchos metros mas allá.
Fuego, mi cuerpo ardía, astillas en mi piel, un aullido de dolor ,un gruñido de rabia frente a los viles trucos de esos mal nacidos.
Incapaz de ponerme en pie, me aferré a un barco que se hundía conmigo, no entraba aire en mis pulmones, costillas rotas por el golpe, un madero atravesaba mi costado saliendo por mi espalda. Llevé allí mis manos quemadas para arrancarlo, mas las fuerzas me fallaban.

Agua, gélidas aguas que acogieron mi cuerpo tiñéndose de carmesí, mis ojos se cerraron al ritmo que estas me devoraban como si una sirena tirara desde el fondo del mar para llevarme consigo a otro lugar.
Oscuridad, un par de parpadeos y la muerte gano a la vida acunandome en su regazo evitando asi el dolor de mis heridas.


El cuerpo fue arrastrado por las corrientes del embravecido mar. Madero clavado en sus entrañas que lo saco a flote manteniendo una mínima esperanza que le permitió respirar.
Inconsciente se fundió con las olas hasta alcanzar la fina arena de la tierra firme. Cuerpo expuesto boca abajo a las alimañas a los carroñeros. Hades venia a por su guerrero del caos.











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Mensaje por Maia Moreau Sáb Dic 03, 2016 5:36 pm

“Murmullos”.

Murmullos mezclados con silbidos de viento. Palabras sueltas, frases cortas pero significativas. Oye a dos niñas pequeñas jugar tras de sí, entre risas, parece ser que una corre intentando alcanzar a la otra e insiste a la joven bruja a unirse a ese juego. Maia medio sonríe, apartando algunos mechones de cabello del rostro que dificultan su matinal paseo por la playa. Las niñas la siguen, solo ríen y susurran con voz cantarina sus nombres “Rose y Emily”, serán de la misma edad…ancladas en un punto inexistente, atrapadas entre dos mundos incapaces de saber porqué siguen aquí si hace años que sus cuerpos dejaron este mundo y sus almas…quedaron atrapadas para siempre.

-Shhhh… no me concentro, necesito esas algas y es imposible concentrarme con vosotras -las pequeñas, consiguen revolverle el cabello y Maia rompe a reír como una niña más. Es costumbre que hable sola, o eso crean. Siempre acompañada pero en soledad. La playa no solo trae barcos vacíos, medio flotando, cadáveres de animales y personas…también almas que la mar engulló una vez para devolver cuerpos sin vida…como Rose y Emily que decidieron bajar a la playa en pleno oleaje.

- Creo que alguien os espera al otro lado de las altas piedras. Marie… vuestra madre, esa mujer que desconsolada llora vuestra pérdida y sin embargo, lo que ella no sabe es que sigue aquí por la misma razón que vosotras. Reuniros, dad fin a este juego -las niñas vuelven a reír, adelantando el paso de la joven… quien suspira largamente. No tiene buen día, no necesita esa clase de compañía. Dos sombras se entrelazan ante sus ojos, buscando una mayor a lo lejos… encontrando ese toque de luz.

Dos almas perdidas, otra que las buscaba y ella… las había reunido claro que…en esa playa una parte de las tres siempre permanecería. Y detuvo sus pasos, dejando que la brisa peinase su larga cabellera dorada. Sus orbes de un claro azul agua marina…se perdió en la mar, intentando encontrar la paz que necesitaba. Algas vino a buscar pero casi siempre terminaba encontrando otras cosas… y esa mañana, no fue menos.

No, no era uno de esas almas. Podía verla con claridad, algo flotaba en la mar. Entrecerró los ojos, ¿sería un trozo de madera? ¿otro cadáver? ¿su propia imaginación? A veces, dudaba que lo que veía… fuese real pero, esta vez… así era. Caminó un par de pasos hasta que el agua salada cubriese sus rodillas. Un susurro para sí misma, solo se aseguraría si aquello estaba más cerca y con el mecer de las olas, despacio…el cuerpo descansó ante sus pies.

-Un viaje muy largo -murmuró, inclinándose de rodillas al joven, apartándole los cabellos del rostro. -Debiste hacer, acabar en muy malas condiciones para preferir que yo te encontrase - dos de sus dedos, buscaron su pulso…su latido de vida. Sonrió, no todo lo que tocaba se desvanecía e incluso podía… “vigoris”. Murmuró cerrando los ojos de rodillas ante él, colocando las manos sobre su pecho… utilizando su propia energía y vitalidad para devolverle al menos a …la realidad, lo primero que observasen los ojos ajenos sería la dulce imagen de la joven salvadora. Había encontrado algo mejor que sus ansiadas algas… solo esperaba, funcionase.

“Y los murmullos…cesaron, solo se oía la mar”
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Mensaje por Aúkoc Lican Dom Dic 04, 2016 7:05 am

Abrí los ojos despacio, completamente perdido, el sol los deslumbraba, evitando que lograra centrar la mirada en ese ser que a mi lado parecía acunarme entre su regazo.
Por un momento pensé que habría atravesado una de las puertas del Tártaro, mas nunca lo imagine con forma de mujer.
Apreté los dientes por el dolor,llevando mi mano al lugar donde el madero quebraba mi piel calentando de sangre carmesí mis manos.

Podía ver el aura de esa mujer. Agradecí a Ares que no fuera una humana, que la magia poblaba su interior, pues de serlo, hubiera debido demasiado a un ser inferior.
Aun así desconfiaba de sus intenciones, por experiencia sabia que nadie daba nada a cambio de salvar tu vida.
Una deudas que ahora tendría que saldar para volver a adquirir mi libertad.

Pestañeé varias veces hundiendo mis ojos en sus orbes mar, poco a poco su rostro se mostró ante mi, era una niña, una adolescente mas bien.
-He de irme -rugí por el dolor tirando del madero para sacarlo de mi interior.
Allí frente a mis ojos parecía una sirena, una de esas que embaucan a los marineros con sus artes y su voz.
No descartaba que lo fuera y que tras salvar a este pobre hombre le pidiera algo especial.
-¿Que sois vos? -pregunté aturdido por las fiebres y el dolor? ¿una sirena? -pregunté desviando mis ojos por sus piernas de mujer.
-¿que queréis de mi? -añadí con la voz entrecortada mientras trataba de ponerme en pie para buscar los restos del naufragio que me llevaran hasta Nessanie.
-Os debo una y siempre pago lo que debo.

Su voz que no entendí pues el dolor volvió a quebrarme haciéndome caer de rodillas a la arena frente a ella sonaba como ese canto embriagador,  ese que puede hacerte enloquecer para hacer chocar el barco contra los arrecifes.
Dicen las leyendas que buscaban humanos para procrear,  que después se sumergían de nuevo en la profundidad de las aguas del mar y no volvías a verlas mas..claro que otros decían que después de las relaciones, te comían las entrañas y el corazón.
No pintaba muy bien la segunda opción y dudaba tuviera fuerzas de llevar a cabo la primera.

Alcé la vista observando su mirada, que parecía analizar cada uno de mis movimientos mientras la tierra se manchaba de rojo dibujando nuestros cuerpos frente a sus ojos.
-Vais a permanecer ahí ¿sin decir nada? Mi señora
Un nuevo intento de ponerme en pie, mis heridas cerrarían, era un ser superior, un licantropo.
Si Hades no me había llamado, es porque aun mi hora no había llegado.

Saque en un momento que ella no lo esperaba la daga de mi cinto para colocarla ne su cuello con destreza.
-no se si eres o no una sirena, mas lo que si sé, es que posees magia y que sabes lo que soy...¿que quieres de mi? no estoy acostumbrado a que nadie me regale nada porque si -jadeé siseando por el dolor con cada palabra.
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Mensaje por Maia Moreau Mar Dic 06, 2016 5:35 am

Demasiados murmullos rondaban la mente de la joven, todas y cada una, provenientes de aquel joven que yacía en la arena, inconsciente y malherido. No era la primera vez que socorría a alguien, la mayoría de las veces… lo dejaba a su suerte tras haber hecho su buena acción. No necesitaba gratitud, menos que alguien le debiese algo. Su don por llamarlo de alguna manera, no era bien recibido por sí misma. El contacto con almas perdidas, era parte de su vida… no lo tenía como algo especial, era parte de ella.

Ante ella, se presentaba alguien especial… aura fuerte, decidida y guerrera, un ser dotado con un ser sobrenatural. Perdería energía y vitalidad, no importaba mientras no se excediese. La reacción del joven, la acogió con total naturalidad. Lo examinaba, con sus orbes profundas e interrogantes, más hermosas que la mar quien había acunado su cuerpo hasta ella.

Sin proponérselo, él le arrancó una sonrisa divertida, antojándose de lo más dulce pero peligrosa, pues esa imagen de ángel no podía haber bajado del mismo cielo , sí del infierno. No hacía falta leerle la mente, ante los ojos del desconocido se presentaba una niña que pretendía ayudarle y lo había hecho mucho más que cualquier otra persona o ser que lo hubiese encontrado. Siseó, tanto por la voz masculina como la de sus compañeras las almas perdidas.

No contestó a qué era. Una de sus finas manos, la apoyó en su pecho para que no se incorporará y sin avisar, le sacase de golpe el madero. La sangre comenzó a salir a borbotones y la única forma era darle de nuevo su energía. Susurró unas palabras para sí misma, pasando la mano por encima de la herida, como si la taponase y lentamente dejó de sangrar. Había perdido mucha sangre pero estaba segura que se recuperaría. Sus orbes, no se apartaban de su cuerpo, examinándolo. No dudó en rasgarle la ropa, sin importarle dejarle desnudo, tenía que asegurarse si su cuerpo contaba con alguna herida grave más.

No se estaba quieto y ella tampoco disipaba sus dudas. Siseó, volviendo a buscar su mirada, sonriendo de forma leve y deslizar las manos por su vientre, ladeando el rostro al llegar a su cintura, bordeándola con las yemas pero no, no era suficiente. Chasqueó la lengua, sentándose en su regazo, clavando sus orbes azules en él y mirarle intensamente. Podía dar la sensación que aquellos hermosos ojos azules arrastraban al mismo cielo pero lo que deseaba en realidad era calma. Una de sus manos, le apartó el cabello, deslizando con suavidad sus dedos por su rostro… bordeando una herida en una de sus mejillas, solo con un toque de índice pudo cicatrizarla al menos.

-¿Una sirena? -rió, una risa melodiosa, dulce… como un canto de esos seres mitológicos que él se refería -No me haga inmovilizarle .-murmuró, advirtiéndole pero tarde.. el filo de aquel cuchillo podía rozarle la piel…amenazante y aún así no se inmuto. Ambos, sentados frente al otro, sus dedos cicatrizante para sus heridas. Esa joven no podía ser peligrosa, al menos no aparentemente -Solo quiero que… no se mueva -pudo notar como su cuerpo se inmovilizó de golpe, dejándole por fin trabajar en esas heridas… mojado su vestido, al estar sentada en el regazo ajeno… no parecía incomodarle que estuviese medio desnudo -Vigoris…..-repitió, paseando las manos por su cuello, teniendo que cerrar los ojos… intentando no perder el conocimiento, le era ahora más fácil que él no se movía…

Sus manos dejaron de centellear un instante, su cuerpo, caer sobre el ajeno. No, no era el cuerpo de una niña, ni una sirena…
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Mensaje por Aúkoc Lican Mar Dic 06, 2016 7:04 am

La sirena no se andaba con chiquitas, lejos de abandonarme a mi suerte, decidió observarme en silencio, como si escrutara a un animal herido, con la inmensidad del mar de sus orbes.
Un movimiento grácil femenino, casi felino, la subió sobre mi a horcajadas.
Mis labios se entreabrieron, no solo por el dolor de mis costillas quebradas si no por la excitación de su cuerpo caliente sobre mi piel helada.
Sus manos parecían empeñadas en apartar de mi piel todo rastro de ropa, al final iba a ser verdad y las sirenas abandonaban su hogar para aparearse en tierra firme con un semental.

Respiración ronca contra sus labios cuando mi cuerpo se elevo para enfrentar su eterna mirada. Despedía magia de su aura y uno frente a otro nos observamos con detenimiento mientras el filo de la hoja de mi cuchillo acariciaba su garganta.
Caricia devuelta con la yema de sus dedos sobre mi mejilla mientras las heridas parecían ceder a su paso de un modo cálido, embriagador, único. Nadie me había tocado así y lo odiaba, me hacia sentir vulnerable.

Ladeé la cabeza ligeramente sin acabar de entender porque la sangre que resbalaba por su garganta al acercar la hoja no curaba, mas ella parecía preocupada en la sangre que manaba de mi cuerpo y no del propio.
Mis ojos se deslizaron siguiendo esa pequeña gota que recorrió el sendero de la blanca tez de su cuello, muriendo en el valle que se hundía entre las dos montañas de sus pechos.

Alce los ojos de nuevo, desafiante, enfadado porque su melodiosa voz me estaba llevando a otra realidad en la que el deseo se apoderaba de mi. ¿Era ese el truco?
Tensé el gesto, no iba a ceder, yo era un guerrero, no un juguete en sus manos, mala elección había hecho para buscar su simiente esa mujer del mar.

La primera amenaza de la noche, mas sonó tan bien, que logro arrancar un jadeo de mi boca que me supo a puro infierno.
-Nunca estaré quieto, no me gusta me digan lo que he de hacer y menos que me lo ordenen.
Mis ojos contra los suyos centellearon mientras una sonrisa se instauro en sus labios, algo me decía que ella tenia el control, y yo odiaba perder el mismo.

No iba a dejar que una chiquilla doblegara mi espiritu por muy herido y muy sirena que ella fuera.
-Soy un licantropo, desciendo del mayor linaje de guerreros jamas conocido y créeme como no venga el mismo Poseidon a doblegarme, no cederé a tus embrujos por muy excitantes que se muestren frente a mis ojos.

Una palabra y me inmovilizo, dejando mis linaje y mis palabras selladas en mis labios. Orgulloso guerrero vencido por una mujer. No pude emitir mas que un gruñido cuando sus manos se deslizaron por mi cuerpo saciando mi dolor y elevando mi hombría que era incapaz de controlar al sentir sus ardientes manos pasearse por mi desnudo cuerpo.

Sus manos brillaban cada vez que sus labios dejaban escapar una palabra  “vigoris” ¿que hacia esa mujer? ¿por que me curaba si ya tenia lo que necesitaba mas que duro bajo su sexo?
De pronto la dama cerro los ojos ida, cedió como una hoja cae del árbol en otoño sobre mi cuerpo.
Podía moverme, pero el cuerpo ajeno me atrapó bajo el, como si hubiera perdido ella su vida regalándome la mía.
Tiré de ella para contemplarla mientras la sujetaba con fuerza entre mis brazos.
-Maldita niña, despierta, no puedo deberte la vida, no hay favor que devuelva tal gesto..

Estaba preocupado, mas eso no iba a admitirlo, lleve la yema de mis dedos a su rostro para apartar un mechón de su dorado pelo, mas en ese momento sus ojos se abrieron y mi mano reculo cargada de orgullo.
-Ya era hora de que despertaras -dije con cierta frialdad en mi voz -¿que quieres a cambio de esto? No puedo deber favores, eso te ata al mundo terreno y mi final es el Tártaro, llegaré allí con el alma llena de pecados y libre de favores.
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Mensaje por Maia Moreau Miér Dic 07, 2016 8:59 am

Las heridas no eran mortales pero debían ser curadas lo antes posible, detendría la hemorragia pero aún así necesitaba limpiarlas, curarlas y tratarlas. Dudaba que le dejase, desde que había abierto los ojos no dejó ni tan siquiera le tocase y hablase. No iba a quedarse de brazos cruzados, con todo a medias. Orgulloso como un guerrero, terco sin aceptar la ayuda de nadie, menos de “una simple niña”, no hizo falta confirmación, sus orbes se lo dijeron…gritaron en silencio. Estaba claro que ella no iba a dejarle marchar, no hasta que terminase lo empezado.

Palabras y más palabras sin sentido, podía ser el mismo Dios o Lucifer. Para ella, siempre sería el mismo , un alma errante que le entregó la mar. Las cosas no ocurrían porque sí, siempre había una razón y si se encontraron en aquella playa, fue justo para ello. Su don, resguardado de los ojos inquisidores, devolvía al joven aquella vitalidad perdida por culpa de sus heridas. Sintió como poco a poco la fuerza y energía se escapaba de su ser para ser entregada aquel arma atormentada , desagradecida.

Qué iluso, seguía pensando que era una sirena, curiosa comparación cuando era tan solo una muchacha solitaria que buscaba algas para sus experimentos. En un segundo, todo le dio vueltas, sus manos brillaron por última vez antes de sumirse en un sueño profundo… dejándose vencer en su cuerpo, aquel que lo recibió con la misma sorpresa que ella al hallarle.

Segundos, quizás un par de minutos, reaccionando por sus palabras, su zarandeo con cierta fuerza, arrancándole un gemido de dolor, seguía aturdida, no sabía lo que había ocurrido por unos segundos hasta que sus miradas volvieron a encontrarse. Ladeó la cabeza, incorporándose, volviendo a quedar de rodillas sentada en su regazo. Sopesaba aquello que tanto ansiaba saber, ¿qué le debía? Nada. Negó con la cabeza, intentando ponerse de pie y cuando lo consiguió, le ofreció su mano para que se levantase…aún debía tratarle las heridas más a fondo.

-No le hice por egoísmo, ni por compasión, solo …lo hice. Venga, tengo que limpiarle las heridas, aún me quedan algas que cicatricen sin marca sus heridas. -sabía que no iba a aceptar así que se acercó a él peligrosamente, sus orbes claras buscaban una respuesta en su mirada -Y tanto ansiais darme… prefiero que sea usted quien lo haga. Sígame -el vestido blanco, empapado y lleno de sangre ajena… quedaría para darle un buen limpiado así que sin importarle si le seguía o no, pasos hasta su pequeña casa de madera, cerca de la playa, imposible verla a simple vista si no salteabas árboles frondosos -Mejor lleno de favores que libre de pecados, nunca es tarde … aunque creo que sigue pensando que le quiero para tomarlo, procrear como una sirena… o cosas parecidas. Siéntese,

No tenía más que una simple habitación, donde se encontraba todo lo necesario, cama y sus pertenencias, empapada no podía hacer mucho si temblaba, así que se giró dejando caer el vestido al suelo, su desnudez de espaldas quedó a la vista y se inclinó para tomar un vestido color azul claro, más ancho, parecía más que una camisa que fue abotonando despacio.

-Le pido que se quede hasta mañana, tiene que descansar… no tiene a donde ir , si no habría salido huyendo… le dolerá pero es mejor que morir
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Mensaje por Aúkoc Lican Miér Dic 07, 2016 12:52 pm

La sirena pareció recobrar el aliento, tentado estuve de meterla en la mar para ver si su padre le regalaba la eternidad, mas esta parecía no sucumbir fácil frente a la parca y así, volvió en si.
Su voz de nuevo melodiosa me embriago, hablaba de que ese acto era desinteresado. Mis ojos se fundieron en los suyos, creo que mi rostro de duda lo decía todo.

De allí de donde venia, eso no existía, favor con favor se paga y salvar la vida, era sin duda uno de los de mas alto precio.
Debía estar mintiéndome ¿si no por que? No creía en la caridad de nadie, no había sido así educado.
Mi señor, el hechicero mas poderoso de Mykonos me educó entre los muros de su palacio.
Dicho así todo pintaba a una vida idílica, mas nada mas lejos de la realidad, una realidad de la que no me quejo, pues me hizo ser quien soy.
Había sido forjado a fuerza de látigo y eso me había convertido en un guerrero sanguinario, no existía la bondad en mi.

¿Esa niña no era capaz de ver el fuego en mis ojos? Miré el oscuro cielo, por suerte hoy la dama blanca no coronaria el cielo, de lo contrario, la despedazaría sin remordimientos.
Eso era yo, una bestia sin escrúpulos, un demonio de la noche, el guerrero del infierno.
Tenia una misión en París, llevar a Nessanie frente al maldito príncipe que la tenia obsesionada.
Algún macabro plan tendría en mente..mas a decir verdad, poco o nada me interesaba. Yo cumplía mi cometido sin preguntar nada.

Ladeé la cabeza cuando dijo que si tanto lo ansiaba prefería fuera yo quien le diera ¿darle que?
Vale lo admito, mi mente se torno oscura, tomarla era en lo único que pensaba.
Desvié mi mirada de su cuerpo, un vestido que ahora mojado delineaba cada forma de su figura, ensalzando unos pechos que frente a mis ojos parecían demasiado tentadores para no ser admirados.

Curar mis heridas, esa debía ser la escusa, pues me invitó a acudir a su cabaña para ocuparse de mi.
Sonreí de medio lado poniéndome en pie sin la ayuda de su mano.
Era un guerrero, no necesitaba apoyo para mantenerme erguido.

Jadeé por el dolor de cada una de mis heridas, mas disimule tensando el gesto y frente a mi colocando un porte desafiante mientras andaba tras la dama en busca de esa choza donde al parecer la podría tomar y pagar así mi deuda.
Algo había dicho de que la creía una sirena, al fin ambos habíamos descubierto nuestras cartas.
No había duda, esos ojos ,ese pelo, esos labios, era una mujer demasiado bella para ser de este mundo y su aura delataba el poder de la magia.
¿como se llamaría mi sirena?
Sonreí de medio lado caminando tras ella, era curioso que quisiera saber le nombre, cuando de normal me era tan indiferente como el color de su cabello.

Llegamos frente a una cabaña perdida entre la inmensidad de un bosque espeso de sauces altos, sin duda un lugar perfecto para engendrar a sus bastagos. Debían usarlo por su cercanía al mar y la soledad que les otorgaba el bosque. Ahora solo necesitaba saber si me comería tras el apareamiento.
Nos adentramos en la cabaña, allí, una única habitación ¿para que mas si su mundo era el mar?
Mis ojos recorrieron su figura lentamente, mas cuando el vestido mojado y ensangrentado cayó al suelo dejando aquella piel de porcelana como único reflejo de la lumbre.
mis labios se entreabrieron admirándola.
Llevaba demasiado tiempo en la mar, para que mentir, la idea de poseerla por una noche me atraía.

Mi desconcierto llegó cuando se cubrió con una camisola, para pedirme que tomara asiento para limpiar y coser mis heridas.
-no será necesario sirena, podemos empezar con...-mi cuerpo se orillo al suyo deslizando mis manos por sus muslos desnudos.
-Debe ser tu primera vez -susurré frente a sus labios -pareces nerviosa ¿que tus hermanas no te han explicado lo que es tener a un hombre entre tus piernas?
Mis ojos se clavaron en los ajenos desafiantes, ardiendo al compás de la yema de mis dedos.
-Quizás te venga bien una copa -susurré relamiendo mis labios secos por el impacto de su aliento sobre ellos.
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Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado) Empty Re: Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado)

Mensaje por Maia Moreau Vie Dic 09, 2016 7:47 am

Los murmullos y susurros, le advertían que tuviese cuidado, siempre lo hacían. No entendía eso de deber favores, ella simplemente lo hizo porque quiso. Sus orbes azules como el mismo océano, se clavaron en él, examinándole ahora que estaba en pie. Parecía que podía andar así que en silencio, retomó sus pasos hasta aquel lugar en el que permanecía resguardada. No era una casa en sí, un lugar lo suficientemente acogedor para ella, no necesitaba más.

Le indicó donde tumbarse mientras , el otoño ya había llegado y estar mojada terminaría cogiendo una pulmonía. Tomó los botes de cristal que necesitaría , cuenco de madera. Quizás estuviese toda la noche curándole pero la dicha sería buena. Se sentó en el borde de la cama, abriendo uno de los botes y echar un poco del contenido en el cuenco. No, su aura no era pura, algo que supo desde el primer segundo pero todo ser, cuando necesita ayuda hay que dársela.

De reojo, le observó detenidamente, mejor a la tenue luz de las incontables velas que iluminaban la estancia. Flores de jazmín, así olía aquel pequeño hogar que ella sola había forjado. Siseó para que no se moviese, pero él ni caso, tuvo que hacerlo. Clavó sus orbes en las ajenas, avisándole de que era mejor que no se moviese. No solo eso, tuvo que insinuarse y no solo eso, tocarla. Sus ojos azules, se oscurecieron, volviéndose en un tono más oscuro. ¿Se pensaba de verás que le llevó allí para tal fin? ¿aprovecharse de la situación? No. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Sí, era un joven atractivo, fuerte y poderoso, no solo se lo decía su aura, esas heridas podrían haber matado a cualquiera.

- Fuegointerno-murmuró con ese tono dulce, atrapante que podía condenar a cualquiera si ella se lo pidiese. Él, enseguida, pudo notar como su piel ardía, como si la de la joven quemase como el mismo fuego. Solo era una sensación una ilusión que le apartó de ella para poder hacer su trabajo. - Que sea o no mi primera vez, no es asunto de usted. Quien necesita una copa… no soy yo precisamente. Y quédate quieto, lo haré por las buenas o… -tomó sus muñecas, una chica menuda pero tenía su fuerza además, impulsada por la magia.

Dejó el cuenco, hizo presión en sus muñecas, inclinada hacia él, mostrando esa fiereza que parecía no mostrar sus ojos aguamarina. Sonrió, de medio lado, tenerlo a su merced era muy tentador pero no, no estaba allí para eso. Aun así, le recorrió con la mirada, diciéndolo todo con ésta. Rió de forma cantarina, soltándole, su tacto seguía quemándole pero había algo más.

-Sé que no te importaría quemarte por el simple hecho de hundirte entre mis piernas, serías el primero…¿tentador? Lo será… - lo soltó para por fin tomar esas algas y dejarlas sobre sus heridas, siseó, volvió a sentarse sobre su regazo. Ese hombre era imposible, cuando acabó de extender aquel ungüento, Sonrió por el trabajo bien hecho, pronto notaría sus efectos calmantes.

La curiosidad, le llevó a volver a pasar sus manos por su torso, despacio… los brazos e inclinarse para pasar la nariz por su cuello, lo estaba examinando, no solo eso… lamió el lugar.

-Tu sabor dulce se contradice con ese comportamiento que deja mucho que desear-su voz, sí que parecía la de un ángel y su cuerpo, parecía estar cincelando por los dioses….
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Mensaje por Aúkoc Lican Vie Dic 09, 2016 10:14 am

Su piel ardía, y no, no del a forma en la que  lo había sentido contra la yema de mis dedos al recorrer sus caderas, si no como decía la misma palabra, quemaba logrando que mis manos se incendiaran apartándose de su piel.
Fruncí el ceño molesto ¡A ver si se aclaraba! ¿a que habíamos ido si no allí? Desde luego no necesitaba mayor sanación que la del tiempo y mi condición de licantropo para aquel fin.
¿No veía las cicatrices que surcaban mi piel? ¿Cuantas sirenas creía ella que había encontrado yo para cuidarme y acariciarme como si fuera especial?
No, mi vida había sido mas bien otra cosa, piernas abiertas de mujerzuelas, o por ende mujeres que en cada puerto quedaban a la espera de un mañana que nunca llegaría.
Si, yo no estaba echo para amar, si no para odiar y su bondad rompía mi alma sin lograr hacerme entender ¿que quería de mi esa mujer?
-Maldita bruja -gruñí rugiendo al sentir que con sus manos me quebraba sobre le lecho. Alientos que se entremezclaron, ojos que se encontraron y mirada que desvié la fuego al sentirme vencido en mi propio campo.

No me deje hacer, mas tampoco podía moverme con libertad, pues esa bruja ardía cada vez que me tocaba, me mantenía preso contra el lecho, como si en vez de una sirena de melodiosa voz, ahora fuera el demonio del averno.
Sobre mi regazo de nuevo y despertando en mi cuerpo exactamente lo mismo, excitación, no existían secretos sobre lo que al menos mi cuerpo gritaba, anhelaba el suyo.
Ciertas sus palabras, ardería por entrar en ese instante entre sus piernas.
Mas fue su afirmación, la que me hizo gemir de placer, virgen, mi intuición era acertada y de nuevo había logrado embaucarme para que mis instintos solo pensaran en tomarla una y otra vez.

El ungüento sobre mis heridas daban cierta calma al dolor, tenia razón ,aquello hacia que me sintiera mejor, pero no estaba acostumbrado a mas atenciones que las propias con aguja e hilo y un espejo.
Mi mirada la busco de nuevo sin entender aun el porque de su bondad con un desconocido. Incrédulo de que el fin de todo aquello no fuera la traición, o un favor a cambio de otro.

Sus manos se pasearon por mi torso, mis labios se entreabrieron de inmediato ,no solo por el quemazón que me quitaba el resuello, si no  por su piel que erizaba mi cuerpo.
-Para -gruñí no deseando sentir nada, mas como escusa el ardor era suficiente razón para esta mentira.
Se inclino logrando que mi cuello se ladear de forma involuntaria y que así sus labios se pasearan por mi cuello con su lengua como retaguardia.

Un gruñido gutural mientras me alzaba quedando a escasos milímetros de sus labios. Volví a gruñir, no me gustaba perder y aquella sensación rara me hacia vulnerable a sus ojos azules mar, a su pelo dorado como el sol y a su cuerpo de coral.
-¿que magia es esta? -jadeé contra sus labios -deshazla, te tomaré, ya te lo he dicho y después me iré y tu podrás volver al mar de donde jamas debiste haber salido.

Mi mano se enredo en su nuca, labios que se rozaron por un instante, olía a jazmín, toda la casa apestaba a flores, pero ella, ella olía a mar, a lumbre y a maderos. Salitre que pego a mis labios con cada roce.
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Mensaje por Maia Moreau Lun Dic 12, 2016 5:05 am

Una risa de ángel, se escapó de sus labios al oírle maldecirla. Parecía estar obsesionado con creerse que no era más que una sirena que lo había estado esperando para un fin. Fue casualidad, él fue quien se cruzó en su camino y si lo hizo, fue por una simple razón: ella debía de salvarle. Siseaba mientras intentaba acortar el tiempo de dolor de esas heridas, deslizando las yemas por las antiguas. Las nuevas no dejarían marca, cicatrizarían , la costra se caería y volvería a lucir su piel caramelo.

La piel del joven brillaba a la tenue luz, no negaba que fuese atractivo, su cuerpo bajo el ajeno podía invitarla a todo, dejarse llevar y beber del manantial prohibido. Aunque ella, no caería en la tentación, nunca cayó en las garras de cualquiera que quisiese tomarla por un simple capricho. Apartarlo fue tan natural, como si no fuese la primera vez que utilizaba aquella ilusión de calor. Su belleza siempre la condenó a no dormir como lo haría cualquier persona, siempre al acecho, en aquel lugar la observaban en silencio… era una chica preciosa y solo importaba eso ¿a quién le iba a importar que cualquiera la tomase para disfrutar de la sensación de tomar su cuerpo?

-No hace falta, hacer ningún truco para saber en lo que piensas. Quieres tomarme. No te diferencias mucho de los demás -se encogió de hombros, sus orbes siempre fijas en él, vigilándole. Cierto era que vivir con miedo…no era lo más normal pero quizás por eso estaba allí, apartada del mundo… con la única compañía de las almas perdidas y de sí misma. Su mirada no solo desvelaba curiosidad, también… decepción. Otra alma corriente que no se diferenciaba de las demás… la veía como una diosa a la que probar costase lo que costase.

-¿Magia? Solo utilicé magia para curarte las heridas y para que no me toques -lo último lo dijo bajito, apartándose de él, dándole libertad para que se moviese donde quisiera Puso a calentar agua, necesitaba algo caliente para entrar en calor, aún la temperatura del mar seguía adornándole la piel…. erizándola. Tomó una taza, echó en ésta unas flores secas, el color del agua se volvió rojo y sin más dilación se la llevó a los labios, sus ojos seguían fijos en él.

-Puedes marcharte si quieres, en unas horas, habrán cicatrizado… espero que tengas buen viaje en tus pasos y encuentres lo que viniste a buscar. Paris no se encuentra muy lejos de aquí, solo hay que seguir un sendero… aunque, eres licántropo… no te será muy difícil -mostró una pequeña sonrisa, sentándose frente al fuego, una mano sujetaba la taza y la otra peinaba su larga cabellera dorada.

No esperaba nada, él se iría, volvería a su vida… y sus susurros. Uno de ellos le hizo reír por lo bajo, una joven de su edad… le dio el visto bueno al joven y a Maia le hizo demasiada gracia.

-Dice que he hecho un favor a la humanidad salvándote, eres muy hermoso -claro que él qué iba a saber de lo que estaba hablando -No es magia, las almas permanecen aquí
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Mensaje por Aúkoc Lican Lun Dic 12, 2016 9:38 am

Con la respiración agitada y mis labios buscando el roce de los suyos, me dejó. Se alzó dejando un frio vació. No me regalo su cálido cuerpo, me dejó desnudo del cobijo de su piel que por unos instantes y sobre mi regazo me había ofrecido algo de abrigo.
Me enfadé conmigo mismo por anhelarla y mis ojos se desviaron al fuego escuchando las sandeces de sus labios mientras parecía moverse por la cabaña.
-No hay que ser una sirena para saber por mi hombría en alza que deseo tomaros, mas ¿acaso vuestro cuerpo no lo ansia como el mio?

Mis ojos la buscaron esta vez con la intensidad del fuego, había decidido tomar un te, mientras yo ardía por dentro. ¿Que juego era ese? ¿que pretenda esa mujer de ojos agua marina?
Me llevaba a su lecho, me recostaba en el, tocaba mi torso, lamia mi piel y después..¿después que?
Mi enfado crecía al ritmo del crepitante fuego.

Entonces me invitó a irme, sin mas, con la misma libertad con la que me sacó del mar, ahora ella decidía que era el momento de marchar.
Orgullo de guerrero el que me hizo dar un respingo del suave y mullido lecho para ponerme en pie.
Busqué con la mirada la camisa rota y ensangrentada, algo que no halle, mas eso no detendría mi marcha, ni siquiera lo haría esa mujer que empezaba a volverme loco, demasiado, y eso le daba un poder que no iba a permitirle poseer.

Me acerqué a las armas que reposaban sobre un lateral del salón, las heridas como bien había dicho pronto cerrarían, no había secretos entre los dos. Ella era una sirena y yo un licantropo que se transformaría en bestia con la próxima luna llena.

Mi cuerpo tenso por un instante al mirarla, sus ojos me seguían traicioneros, divertidos por mi desasosiego. A mi espalda eché el carcaj de las flechas, arco en mano, coloqué sendos cuchillos, uno en la bota, otro en mi cinto, pegado a mi abdomen.

Había llegado el momento de la despedida, ojos agua marina y una sonrisa ladina, que justificó con la idea de que alguien le había dicho que era lo suficientemente guapo como para que salvar mi vida hubiera merecido la pena.
Enarqué una ceja ¿a que jugaba la sirena? Estábamos solos, acaso podía comunicarse con sus hermanas a través de sus ojos.

Peinaba su cabello como el animal mitológico que era, y mis ojos se oscurecieron frente a la imagen de la mas bella. De nuevo su hechizo funcionó atrayéndome hacia ella como un barco contra los corales donde acaban echos añicos frete a los temporales.
Eso era yo, un navío a la deriva dispuesto a destruirse frente al canto de su sirena.

Mis dedos se deslizaron por las hebras doradas de su pelo, lo acaricié con suavidad, como si fuera solo un espejismo, no realidad.
Mis labios se entreabrieron de nuevo mientras mis ojos los dibujan en el lienzo perfecto de su angelical rostro.
-He de irme -susurré sin desear hacerlo, con la voz ronca y el cuerpo en llamas.





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Mensaje por Maia Moreau Miér Dic 14, 2016 8:29 am

La pregunta quedó en el aire, como un susurro que se llevaba el tiempo. Una pregunta sin respuesta. ¿Si ella ansiaba tomarle? Eso era algo que solo la joven conocía y que tan solo le respondió con una breve sonrisa y esa mirada penetrante, azul del cielo contra infierno de ojos oscuros como el mismo infierno. Dos seres muy diferentes, dos almas perdidas que se habían encontrado en un punto y eso le impulsó a ayudarle, si se encontraron debía de ser por una razón y curarlo fue su cometido, no buscaba nada más y lo pudo mostrar cuando se alejó de él, dejándole a su suerte…libre.

-Estais empeñado en que soy una sirena pero tu pensamiento te traiciona, lobo. No soy un ser mitológico, hermoso y frágil que espera su alma a fin para fundirse en una y crear el ser más perfecto , del amor verdadero.  O eso creo que es. El amor en sí no tiene porque ser solo eso. Es divertido que piense que soy una sirena… aún no entiendo porqué, no tengo cola de pez, hablo su idioma y le curé las heridas, nada más -sonrió contra la taza de té con hierbas, seguía teniendo un frío general que no se apagaba ni estando cerca de la lumbre. Sus ojos azules, se perdieron en las llamas hasta que le oyó moverse, volviendo a perderse en él.

Se preparaba para marcharse y ella, no se inmutó. Su sitio era ese con sus almas, espíritus y su soledad. Él conocía su guarida pero estaba claro que iba a marcharse a cumplir sus propósitos. La luz de la lumbre, le regalaron la imagen definida con más perfección. El susurro de esa alma llevaba razón era muy hermoso, como un hombre esculpido por un dios.  Rió, sin venir a cuento, mostrando esos labios rosados, esa profunda mirada con la que podría desnudar cualquier alma.  No esperó que se acercase, menos aquel gesto tan significativo, despidiéndose a su modo.

Hasta ese instante , nadie se tomó la molestia en deleitarse en su cabello, aún húmedo. Se puso en pie, frente a él. Las miradas lo decían todo y en este caso así era. Alzó una de sus finas manos, peinando su cabello como si sus propios dedos fuesen un peine de coral, recién salido del mar. Sus dedos terminaron acariciando su mejilla, dándole paz, hacerle sentir bien, como un soplo de aire fresco a sus pulmones. Asemejándose a la misma brisa marina que no podía ser otro que su aliento.

-Ve en paz, dios  del infierno -curiosa manera de referirse a él, aún lo sentía helado, ambos lo estaban y el hecho de que le invitase a tomar un baño caliente, seguro lo negaría -Deberíais limpiaros antes de marcharos, las termas calientes le darán esa fuerza que aún le falta. Ven, están a unos metros… ¿quieres ver y comprobar que no soy una sirena? Ven conmigo, las sirenas no hacen magia -sonrió ampliamente, enredando los dedos de ambas manos y tirar de él hacia fuera.

Caminaba con prisa, de forma acelerada hasta que se detuvo de golpe. Un claro con un pequeño estanque, simulaban unas termas pero… el agua estaba congelada. Cerró los ojos, pronunciando unas palabras en un idioma desconocido, sin soltarle de la mano, se agachó para tocar el hielo y éste, derretirse… agua que comenzó a calentarse…regalándoles aquel vapor que te incitaba a meterte.

-No es peligroso, necesitamos entrar en calor, al menos…antes de que os vayais -soltó su mano para quitarse la camisola y dejar que cayese a su suerte. Su definido cuerpo , lo ocultaban las sombras… definiéndolo a la perfección como si fuese un espejismo. Despacio entró, hasta sumergirse y salir fuera. Estaba perfecta el agua…y desde allí, lo miró intensamente…incitándole a entrar.

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Mensaje por Aúkoc Lican Miér Dic 14, 2016 10:28 am

Se alzó y mi mundo se tambaleo con ese gesto. Dedos que se arrastraron por mi pelo, como acunando cada mechón entre ellos, mi piel se erizo y mi mano se alzó para detenerla. Sentir no estaba permitido de allí donde venia, eso podría marcar el final de mis días.
Pero antes de alcanzar su muñeca, la yema de sus dedos desfilo por mi rostro, mis ojos se cerraron y mis labios se abrieron, era magia, si no, que diablos era eso que hacia latir mi pecho como nunca antes lo había hecho.

Conocía el poder de un hechizo, pues Nessanie los usaba con todos nosotros forzándonos a acatar mucho mas que su voluntad.
¿Era eso a lo que jugaba la sirena? ¿A doblegar al guerrero en esa noche de luna nueva?
Decía no ser una sirena, mas lo era, pues de que otro modo podía solo con su voz hechizarme de este manera.
Sus ojos se anclaron en los míos, pobre barco a la deriva que luchaba por escapar de esos faros.
Mis orbes en su boca, sus labios las rocas con las que colisionaría la proa y allí encallaría.

Jadeé de forma involuntaria cuando sus manos se afianzaron a las mías, un gruñido de rabia, de no poder pensar, ni ser dueño de mi voluntad y de nuevo me deje guiar por esa voz que hablaba de bañarnos en el mas gélido de los inviernos. Lo peor, que deseaba ese baño, aunque fuera en las mismas llamas del infierno si me permitía por un instante volver a notar su piel sobre mi cuerpo.

Admito que tentado estuve de capturar al ser mitológico y llevarlo con mi señora, ella le daría el uso adecuado a aquella magia cautivadora. Mas tal y como la miraba, la idea la desechaba, algo me forzaba a protegerla y por experiencia propia sabia que al lado de mi “dueña” todo se tornaba oscuro o moría.

Si, así era yo, un demonio de la noche, letal, sin escrúpulos, cruel, no tenia amigos, ni conocidos, no había familia con la que volver, solo eso, lealtad hacia los míos.
De allí de donde venia, la traición se paga con algo mucho peor que la muerte y la lealtad tenia un alto precio.
Aquella criatura era demasiado hermosa para ser presa de los míos, así que lo mejor, después del baño, volver a dejarla marchar al mar.

Me dejé guiar perdiéndome en su sonrisa, en sus ojos agua marina y en las pestañas que abanicaban con el frio de la noche la intensidad con la que la miraba.
Perdido en cada ardiente movimiento de caderas, me deje llevar por la embriagadora corriente de su andar, hasta una especia de lago congelado.

Sonreí de medio lado ¿ahí pensaba nadar? Su mano aun afianzaba la mía, mientras se agachaba contemplé sus dedos, nunca había ido de la mano de nadie.
Sentía calor en esa parte del cuerpo, pero el resto estaba congelado.
Ladeé la cabeza analizando lo bien que nuestros dedos encajaban y acaricie despacio su dorso, como si pensara que al hacerlo se esfumaría pues aun seguía muerto o a la deriva.

Mas no sucedió, allí estaba, aflojé el agarre, hasta soltarla, creo que ella lo interpreto  como miedo frente a su magia, había descongelado el agua, se equivocaba, fue el calor en mi pecho lo que me forzó a dejarla ir o la condenaría conmigo al infierno.

De nuevo nuestras miradas se enfrentaron, como si al ritmo que se quitaba la camisola entre las luces y sombras de la luna, tratara de leer mis pensamientos mas ocultos, los que no dejaba ver, los que nunca quise sentir.
Mi respiración se agitó cuando la prenda cayó a mis pies y su cuerpo de sirena se adentro en el manantial de vapores con una clara invitación a dejarme por una noche vencer por ella.

Imité su gesto, dejando caer las botas pantalones y camisola sobre su ligera ropa.
Desnudo me adentre en las cálidas aguas volviendo a llevar mis orbes contra los suyos, altivo, desafiante pero sin poder dejar de acercarme.

Me detuve frente a ella, el agua por debajo de mi pecho, cubriendo ligeramente el suyo por el vaivén de nuestros movimientos.
Dos pasos mas hasta que su aliento se apoderó del mio, mi mano a su nuca, allí enredé las doradas hebras de su pelo y tiré de ella hacia mi, hasta que sus labios acariciaron los míos con un susurro de aire contenido -¿vas a quemarme? -pregunté con la voz ronca, cargada de deseo.

Las yemas de mis dedos se pasearon por la piel de sus caderas, demasiado lento para lo que yo estaba acostumbrado, demasiado necesitado para lo que me hubiera gustado, demasiado caliente para admitir que esa caricia marcaba el principio del fin del guerrero y la sirena.
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Mensaje por Maia Moreau Sáb Dic 17, 2016 9:07 am

Los susurros le advertían de que tuviese cuidado. Comprendía la preocupación de esas almas. Ese joven no era ningún dios como así se lo hizo llamar. Su alma estaba condenada, podía oír los lamentos de aquellas almas a las que había arrebatado la vida en la batalla. Su labor de curandera había finalizado, aunque aún quedaba un detalle más. Sus ojos azules no se apartaban de él en ningún instante, seguía intentando descubrir más de él en silencio. Lo definía como un guerrero sediento de sangre con un solo propósito.

¿Era mucho darle un respiro a su alma castigada y condenada? Solo por esa noche, descubriese otro camino sin sombras. Un camino mucho más relajado, diferente que purificase su alma. No iba a ser perdonado por sus pecados, tampoco lo veía arrepentido ni pensaba hacerle cambiar de opinión. Solo quería que su mente se despejase, se dejase llevar por aquella sensación de bienestar que le ofrecía por esa noche. Era extraño, la manera en la que sus manos encajaron a la perfección, dándose esa mezcla entre calor y frío…como si con esa unión de manos hubiesen hecho un pacto silencioso.

No pasó desapercibido aquel leve gesto, un roce que él negaría pues ¿cómo iba un guerrero a doblegarse ante una niña? Las orbes cristalinas de la joven bruja, centelleaban, las gotas de agua perfilaban su rostro, mostrándole al joven no solo una hermosa imagen… si no esa paz que buscaba entre tanta desolación y desenfreno. Sonrió cuando ambos estuvieron en el agua. El vapor le relajaba, le hacía sentir bien, por fin entraba en calor. El calor del agua, para nada se comparaba con el escalofrío que sintió al sentir las llamas de sus labios.

Labios rosados, carnosos que se mordió ligeramente al notar sus alientos encontrarse. Sonrió al notar esa caricia que volvió a quemar los dedos del licántropo, aprovechando acercarse a él un paso, el suficiente para que ambos labios se fundiesen en un efímero beso, apenas duró un par de segundos. Rió , jamás había hecho tal cosa, no se burlaba, en vez de estar temblando como cualquier virgen…ella lo seguía observando como si no hubiese nada más en aquel lugar.

La mano cálida, fina y suave como un pétalo de jazmín. Ese mismo aroma, embriagó al joven, quería que no se quitase su olor de los sentidos. Los ojos agua marina, intentaron leer su alma, oscura, sin sentimientos… y ella tenía el poder de avivarlo todo, o eso creía. Estaba tan ensimismado por alguna especie de encantamiento, no porque estuviese atraído por ella de forma natural…esa era su explicación lógica en su cabeza. Debía liberarle, de ese hechizo.

Actuó, sin pensar. Evitando contacto, mirada y sensaciones desconocidas. Todo esperaba que se evaporase una vez sumergida en el agua. Desapareció bajo el agua cristalina, serpenteando por ésta, como una sirena, justo como el ser mitológico que él esperaba que fuese. Bajo el agua, podía apreciar su anatomía, los reflejos de la luna lo acentuaban como un ser hermoso… del que una sirena sin duda, se prendaría, fuese su única obsesión.

Salió del agua, tras su espalda, a escasos centímetros de su piel. Un poco más baja de estatura que él, sus labios de fresa se acercaron a su oído el cual…acarició abrasadora. No debía estar tan cerca pero sus almas, una blanca y la del licántropo oscura… se complementaban sorprendentemente, anhelando más… algo que sus cuerpos no estaban dispuestos.

-Maia. ¿Cómo se llama el dios que acaba de purificarse el alma? -esa voz melodiosa, cantarina… imposible que fuese de este mundo.
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Mensaje por Aúkoc Lican Dom Dic 18, 2016 5:58 am

El agua ardía o quizás era yo, pero a cada paso, cada vez que mi cuerpo se orillaba al de la sirena una sensación extraña me embriagaba de paz...por primera vez el guerreo sintió ganas de dejar de luchar.
Solo quería acariciarla, como su cuerpo fuera el final del viaje y sus labios solo un modo de descansar.
Mi respiración se agitaba frente a la de esa niña que lejos de temblar como una virgen lograba transportarme a otro lugar, donde la utopía de una vida sin sangre era posible.
Sacudí la cabeza, no era eso lo que debía pensar, no había sido entrenado para pensar en otra cosa que en matar.
Por esos pensamientos Nessanie me destrozaría, el látigo seria el menor de los castigos por como mi  corazón ahora latía.

Cerré un instante los ojos, tratando de encontrarme, pero solo obtuve un beso silencioso, que entreabrió mi boca sedienta de mucho mas.
El guerrero doblegado por la sirena, bonito cuento para contar a nuestros nietos en el fondo del mar.
Allí es donde me mandaría mi dueña si no lograba separarme de esta doncella que me estaba robado el juicio y algo mas.

Su mirada aguamarina parecía escudriñarme el alma y yo, buscaba a través de sus orbes donde estaba el encantamiento que me estaba lanzando, pues no podía ser que mi corazón se estuviera descongelando.
Mi mano se estiro para tocar su rostro, era su marioneta, la acaricié despacio, como si ella fuera la única mujer sobre la faz de la tierra.
Gotas contra la yema de mis dedos, perfección en cada rasgo mientras un jadeo escapaba de nuevo de mis labios regalandole mi debilidad a la sirena.
A esas aturas ya habría descubierto que era ella.
-Solo una noche -susurré tratando de convencerme de que eso seria todo -solo una noche.

Acorté la distancia con ella, necesitaba tocarla de otra manera y entonces se esfumó, sumergiéndose en el agua, arrancándome la paz y llevandome al desasosiego de su esencia.
Podía notarla bajo el agua, se movía como lo que era, mi sirena y entonces me di cuenta que no había mirado su cuerpo, si no sus ojos. ¿que estaba haciendo? ¡Maldita sea! ¿Estaba desnuda y yo miraba sus ojos y rozaba su rostro?
Sacudí la cabeza preso del infierno interior al que estaba siendo sometido.
No había paz para mi, y ahora que no estaba me daba cuenta de que de seguir allí, tampoco abría paz para ella.

Ideas que se desvanecieron cuando salio del agua y rozó mi espalda, sus labios en mi oído, voz melodiosa que arrastro mi barco contra las rocas.
Maia, su nombre se clavo en mi cabeza, como un eco que se repetía una y otra vez desgarrando los muros, bajando los escudos, pobre guerrero arrodillado frente a una niña de cabellos dorados.
-Aúkoc -respondí con la voz ronca girándome hacia ella.

Mi brazo rodeo su estrecha cintura, atrayendola hacia mi, mientras el agua nos envolvía con cada movimiento, creando entre nosotros mucho mas que fuego.
De nuevo preso de sus ojos, contemplé la profundidad del mar en ellos.
Mis labios volvieron en busca del manantial que me ofrecía el grosor de su boca.
Como si solo así pudiera respirar, disfrutar de una vida llena de paz.
Sus pechos contra mi torso, rugí, ahora si, de nuevo era un hombre, pues mi virilidad buscaba incendiar su sexo, erguido, dispuesto.
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Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado) Empty Re: Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado)

Mensaje por Maia Moreau Miér Dic 21, 2016 6:12 am

El vapor, apenas le dejaba verle claramente. Por ello, dio un paso hacia adelante, observándole con detenimiento. Abrumado, totalmente embaucado, admirándola como si fuese alguna especie de diosa, de ángel recién llegado de los cielos. Conocía esa expresión, no era la primera vez que alguien la miraba de esa forma. ¿Su maldición? El hecho de ser hermosa, atrayente como una de esas sirenas a la que el guerrero se refería. Sonrió con una dulzura que no podía ser de este mundo, devolviéndole la caricia con la yema de sus dedos, perfilando su rostro, dibujándolo con sus dedos hasta sus labios en los cuales se deleitó el tiempo suficiente.

Leía su alma, tan oscura como el mismo infierno. Muerte, devastación, frialdad, trofeos a los que se atribuía un verdadero guerrero. Sonrió de nuevo, sus orbes azules, seguían examinándole. Él había caído como una más, o eso al menos, eso pensaba ¿quién iba a mirarla realmente como era y no un cuerpo bonito al que desear más que nada?. de espaldas a él, le observó con cierto desdén en la mirada, un alma atrapada el cual aún tenía ese toque de luz blanca, pura… habría esperanza para salvar su alma pero algo le decía que él no quería ser salvado, si no hundirse en el infierno para toda la eternidad.

Hechizo que lo atrapó, palabras que dejaban de carecer sentido. Su magia se descontrolaba y seguramente sin proponérselo él se había visto implicado, aturdido y embelesado solo por ella. “Aúkoc”. El nombre de su guerrero, el que volvió a enfrentarla y ella, con sus únicas armas, lo miró intensamente, a los ojos como si no hubiese nada más sobre la faz de la tierra. Nadie la había besado, ni estado tan cerca, él tendría esa magia… esa en la que podría convertirla en una mujer ¿quién era el ser mitológico de los dos?

Siseó, apoyando dos de sus dedos en sus labios, dibujándolo con sus yemas… no quería tal cosa. La deseaba por esa especie encantamiento que ella desprendía, ese natural que creía no controlar. No era así y tampoco sabía cómo actuar. Fue instintivo, sin proponerlo, sus pequeños brazos rodearon su cintura, apoyando la cabeza en su pecho , no sin antes besar su pecho desnudo, perlado por esas pequeñas gotas de agua que emanaban de su torso.

Sí, lo abrazaba pero no era un simple abrazo. En éste, en el mismo instante que sus cuerpos se fundieron en uno y no como él esperaba, ambos cuerpos se buscaban irremediablemente, las manos de la joven dedicaron una suave caricia a su espalda, meciéndole entre sus brazos… cerrando los ojos y darse ese capricho pues ¿qué iba a obtener de él que no fuese eso? Sí, podían fundirse en uno pero a veces, algunos gestos insignificantes tocaban el alma.

-Tu alma está ahí. Tu cuerpo me reclama y no solo eso… quiere más, olvidarse del dolor, del desasosiego… siento haberte encantado, hechizado…no era mi intención… más haré lo imposible para que dejes de sentir aquello que te nubla el juicio -apoyó su frente en su pecho desnudo, pasando la nariz y olerle…olía a ella, lo que le arrancó una leve sonrisa -Eres libre -sus manos se deslizaron por su espalda, su cintura y su pecho mientras susurraba lo que creía era el fin del encantamiento. Dando un par de pasos hacia atrás ¿funcionaría?
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Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado) Empty Re: Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado)

Mensaje por Aúkoc Lican Miér Dic 21, 2016 3:07 pm

Sus dedos dibujaron mis labios tras un beso apasionado, parecía no querer tomarme del todo, como si algo frenara a ese ser mitológico a apoderarse de aquel guerrero que había sacado de la profundidad del mar y que de un modo u otro le pertenecía por ello.

Mis ojos se anclaron en el mar de sus orbes, me miraba como si no existiera otro sobre la faz de la tierra. Mas ¿acaso la miraba yo de otra manera?
Casi sentía que esa mirada me traspasara, como si fuera capaz de atrapar mi alma, darle la vuelta y jugar con ella a sus anchas.
Temí que descubriera el caos que en ella encerraba, era un hombre de la noche y ella, ella era la luz que mi oscuridad reclamaba.

La deseaba, mas no como había deseado en otros momentos, mas bien era una especia de necesidad de atracción que iba mas allá de lo carnal. Posiblemente era ese hechizo al que había sido sometido lo que me hacia verla de ese modo especial.
La idea de que el baño acabara abrasaba mi piel, casi tanto como la distancia que interponía cuando sus labios no sustentaban los míos.

Mi respiración agitada le mostraba que estaba preparado para el menester de procrear a su vástago ¿no era eso lo que ella quería? Después se perdería en el mar y no la volvería a ver.
Aquellas palabras se clavaron como afiladas dagas en mi ser, no quería dejarla de ver, claro que bien sabia que tenia que proteger su luz de mi infierno personal.

Mis dedos se enredaron en su nuca, atrayendola de nuevo, quemándome en sus labios, rozándolos con una suavidad inusual en mi.
Yo no era así, era un guerrero que tomaba lo que quería, cuando quería y como quería. Poco me importaba devastar a mi paso con todo lo que se me pusiera por delante, yo era el demonio, el hijo de Hades, así había sido educado y la pureza de allí donde venia se castiga con el látigo.

Gruñí contra sus labios, tomándolos con la necesidad que su cuerpo prendía en el mio. Deslicé mi lengua por el precipicio de sus labios, recorriendo esos senderos desconocidos que pensaba paladear y que me supieron a sal, jazmín e incienso.
Me relamí cuando ella siseo para de nuevo separarme con sus dedos.

Jadee, necesitaba del sustento de su aliento ¿que no era capaz de ver como había bajado las armas este guerrero?
Un abrazo, tan solo necesito un misero abrazo para destruir mi escudo, mis dagas y hasta mi fe. Un beso en el torso que me supo a demasiado y sus dedos deslizándose por mi espalda logrando que mis brazos correspondieran casi de forma instintiva a su gesto.
La orillé contra mi, delineando su columna, memorizando cada recoveco de esta, cada surco de su inmaculada piel.

Frio, cuando me libró de ese abrazo correspondido y sus palabras me dijeron que el hechizo había concluido, que era libre de el.
¿Libre? Nunca me sentí mas esclavo, ni siquiera del latido de Nessanie.
La miré completamente perdido
-¿debería sentir algo distinto? -pregunté sin comprender.

Mis pies se acercaron de nuevo a la luz, era una polilla necesitado de ella y mi boca la tomo despacio, acunando sus mejillas con mis manos.
-No soy libre de tu hechizo, soy tu esclavo -susurré contra su boca.
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Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado) Empty Re: Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado)

Mensaje por Maia Moreau Lun Dic 26, 2016 2:19 pm

La atracción era innegable, más no era la primera vez que había atrapado a alguien con sus encantos. ¿Lanzaría un hechizo involuntariamente? Maldición eso era lo que representaba para ella su belleza, una maldición que le arrastraría todos los días de su existencia. Ningún mortal era capaz de leer su alma pura, rebelde e inquieta…solo esas almas perdidas que vagaban entre la luz y las sombras. Sus únicos compañeros de viaje a los cuales no tenía porqué esconder nada.

Lo guió hasta las termas para finalizar su misión. Lo había curado, sanado las heridas y solo quedaba que la sal y los restos de sangre desapareciesen, el agua cálida lo envolviese y lo meciese, acariciase con ese vaivén de sus cuerpos. Ante sus ojos, sí que era sirena que lo había atrapado cuando su misión, era todo lo contrario. Sus orbes azules, lo observaron detenidamente, guerrero fuerte y leal a sus principios, alma oscura…tantas vidas había arrebatado y ahora, la paz le invadía por el simple hecho de estar a su lado…de haber sido capaz de alejarle por unos instantes de la oscuridad, saborease lo que era caminar en la luz.

Su susurro, lo alejó de ella. Aún podía sentir la calidez de aquellas efímeras caricias, unas que no reclamó, no eran suyas. Preso de su belleza, podía ver como extasiado la miraba. Con ese conjuro debía de alejarle, no hacerle mal su propia presencia. Agachó un instante la mirada. Debía volver, dejar que su alma volviese a las sombras. Su don ya hizo efecto, el que deseaba. No le dolerían los huesos, se sentiría con fuerzas.

Hizo ademán de marcharse, tomar su vestido y volver para que él… volviese donde había venido, dejarle a su merced sin que su poder lo hechizase más, en todo caso…sería un alma más perdida. Ella no podía salvarle, sería su perdición más absoluta. Entreabrió aquellos labios sonrosados, por la sorpresa. ¿Por qué volvía a sus pasos? Negó, apoyando ambas manos en las ajenas y sonreír de ese modo tan angelical, no podía tener tanta suerte…

-Eso crees pero no es así. Debes marcharte, Aúkoc…me gusta tu nombre. -incluso de su voz se podía apreciar aún más dulce -No digas eso, nadie es esclavo de nadie, vuelve a tu misión, al campo de batalla y olvida a esta niña -el agua le llegaba por la cintura, las gotas resbalaban por su cuello, perdiéndose entre sus senos. Entrelazó sus dedos con los ajenos para que dejase de tocarla, no se acercase más. No era buena compañía… y él seguía buscándola -Mírame con odio, no así… no es real. Prefiero que creas que soy una sirena

Pieles distintas, tez blanca y morena. Dejó escapar un suspiro, cerrando con fuerza los ojos…negando con la cabeza. Debía dejarle marchar.

-Soy una bruja, no una sirena. Si te fundes conmigo, por primera y última vez… seré tu condena y tú ya estás condenado -no puedo evitarlo, se inclinó, rozandole los labios, robándole un beso que dejó de ser inocente cuando buscó su lengua para fundirse en un baile prohibido. -No deberías sentir nada. Pero lo sientes…y… no sé si es porque sin querer te ato a mí de alguna manera o… -se apartó, dando un par de pasos hacia atrás y buscar con la mirada su vestido. Se lo puso por encima, empapándolo… corriendo entre los árboles, dejándole a su merced… no, no quería que estuviese por un simple hechizo…además, ya estaba, lo curó…era hora de comer algo, cantar a la luna… y dormir entre susurros.
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Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado) Empty Re: Las nueve puertas antes de alcanzar el Tártaro. (Privado)

Mensaje por Aúkoc Lican Mar Dic 27, 2016 9:26 am

“Debes marcharte” su voz era un susurro mecido por los arboles, ella parecía apreciar la oscuridad de mi alma, no me necesitaba, pues ella era luz y todo aquello que yo tocaba quedaba corrompido, reducido a la nada.
Mis labios se entreabrieron, suplicar, eso que nunca había echo, era lo que estaba dispuesto ha hacer para que no se marchara.
Nuestras manos de nuevo entrelazadas, era sorprendente lo sumamente bien que encajaban. Mi caos se centro en su mar, mi necesidad era evidente, por mucho que ella me confesara que solo un hechizo de sirena me había nublado la mente, yo lo sentía diferente.
Mi pecho ardía, latía tan rápido que jamas conocí poder tan fuerte, ni siquiera el que Nessanie utilizaba para doblegarnos había logrado en mi ese efecto tan fulminante.

Su boca de nuevo colisiono con la mía, esta vez la castidad dio paso a una lujuria controlada, en la que nuestras lenguas serpentearon ansiosas.
Mis ojos se cerraron, quería conservar aquello que mi ser mitológico me regalaba, pero el jadeo que me arranco no fue suficiente, pues como llegó se fue,dejándome perdido, solo, a la deriva, tal y como me encontró.
Como una visión hermosa que no volvería a ver.
Se calzó el vestido sobre la humedad de su cuerpo, no hubieron despedidas, ni miradas de promesas incluidas, solo aquel hiriente silencio en el que me demostraba, que yo no era su guerrero.

Tensé el gesto observando como desaparecía entre los arboles, ella, mi sirena convertida en un hada, una silfide.
Yo era oscuro, demasiado para servirle como escudo, mi destino estaba forjado como la peor de las espadas, el mas maldito de los guerreros.
¿Amor? Reí con ironía por ser tan idiota de pensar que algo de calor podría descongelar mi maldito corazón.

Tenia que centrarme, borrar el olor de su piel, el candor de sus labios y el recuerdo de lo que pudo ser y no fue.
Así ella lo había decidido, y yo, no era de los que suplicaba, no, yo era Aurok, el demonio de ojos ámbar.

Salí de las cálidas aguas desnudo, mientras las gotas perlaban mi cuerpo y sobre estas coloqué con rapidez la ropa que se humedeció al momento. Era la hora de partir, de no mirar atrás.
Ella seguiría salvando marineros, hasta encontrar el adecuado con el que poder procrear.
La cabaña del jazmín, un recuerdo que algo me decía arrancaría una parte de mi.
Su imagen en mi mente, aun sentía el calor de su piel y mi bello se erizo, al recordar ese beso que significo demasiado para un guerrero que no la mereció.
Me perdí tras los mismos arboles ¿mi destino? el tártaro, la muerte, la guerra, la sangre.
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