Pidiendo se abren las puertas de la memoria [Privado]

por **Danna Dianceht** Jue Jun 30, 2016 1:57 pm

No es necesario destruir el pasado, se ha ido;
en cualquier momento, puede volver a aparecer,
parecer ser y ser presente.
—John Cage.

El sonido hipnótico de las gotas de lluvia caer contra los muros del castillo y sus antiguas paredes, era lo único que en el castillo de los Dianceht se escuchaba desde primera hora de la mañana. Los quehaceres del castillo en su patio de armas o a las afueras de la cocina se habían cancelado. La tempestad era fuerte, impetuosa y violenta, seguramente la más violenta desde la que fue contemplada en el nacimiento de la primogénita. La temporada de tormentas asolaba para aquel entonces los verdes pastos de Escocia y la noche oscura, en la que ni las estrellas se posaban sobre su firmamento eran un claro indicativo de que al día siguiente todo seguiría igual. Igual; si, como igual se había sucedido estos meses para la duquesa Escocesa y sus allegados. La vida igual de caprichosa y venenosa con lo que da y quita, había vuelto a asestar un moribundo golpe al corazón de la licántropa. Con el compromiso con Scott roto ya nada quedaba por hacer. Todo estaba patas arriba, todo había sido derruido y aunque lo más primordial seguía allí, las primeras semanas fueron todo un reto para la duquesa que entre otras órdenes mandó a cerrar, a ocultar, su paraíso en el lago. No quiso ahondar más en los motivos de dicha orden, más lo que la llevo a ello fue en su simplicidad el dolor, el dolor que rompía en añicos su anteriormente fuerte corazón.

Meses ya había pasado de su vuelta a Escocia tras visitar París, meses en los que dejando atrás a Ariyne, apenas había mantenido contacto con la que era su medio hermana por parte paterna. Danna no estaba para nadie, más que para su hija y así todos lo sabían. El correo lo había dejado de lado, las misivas e invitaciones fueron echadas a un lado. Temporalmente la duquesa no quería asistir a ningún evento que tuviera que obligarla a fingir una felicidad desmesurada, la que era obvio no sentía y dudaba que sentiría en aquellos ambientes. Su salvación volvía a ser su hija, pero esta vez su orgullo la estaba ayudando a sacar la cabeza de bajo el ala y contemplar de nuevo el mundo que si no se extendía a sus pies, si lo tenía al alcance de su mano. Tenía que sacar su fuerza, su coraje de nuevo hacia adelante, ¿Sino, como podía haber conseguido aguantar por tanto tiempo el ducado en pie? No podía olvidar que mucha gente dependía de ella, no únicamente los que trabajaban y habitaban entre los muros de su hogar, sino también aquellos habitantes de las villas cercanas a los que debía proteger.

Fue por ello, que tras unos meses regresó al tanto de todo, a ponerse al corriente de todo cuanto le fuera de su interés, siendo precisamente una misiva urgente de su hermana Ariyne llegada semanas atrás a sus manos la culpable actualmente de su extrema preocupación. En su escrito solo hacía gala de su llegada y de tener que hablar con ella con urgencia al llegar de París. No había más, ni menos, no obstante para la duquesa que sabía de cuando las cartas escondían motivos y secretos, podía leer fácilmente en la grafía de su hermana un miedo palpable, un nerviosismo que se traducía en un ligero temblor de su mano al escribir. Apenas perceptible, más para Danna conocedora del carácter y temple de su hermana menor, si lo era. Muchas eran las ideas que le venían a la cabeza y a cada cual, más preocupada se sentía por ella. No era de olvidar que el viaje a Paris, aunque lo iniciaran juntas, en realidad ella apenas había residido más que un par de días en la capital francesa, regresando enseguida pudo para sus tierras, dejando a los demás atrás, incluyendo a Ariyne.

Esperando entonces, es que se encontraba la duquesa en el gran salón aquella noche. El tic tac del reloj juntamente con las gotas caer del cielo llenaba todos sus sentidos a la espera de poder escuchar el carro que había mandado en busca de su hermana, llegar al castillo. Una, dos y hasta tres horas de retraso desde la hora que se suponía iba a llegar, llevaba ya esperando. Con un vestido ni muy ostentoso ni demasiado, la esperaba sentada con una expresión desconcertada en su tez. Sin embargo, no fue hasta que la llegada del sonido del caminar de los caballos y de sus relinchos, en que se encontró más desconcertada que nunca. Sus sentidos desarrollados gracias a la licantropía le avisaban de la presencia de los guardias y de su hermana llegando por el camino, más una oscura presencia los acompañaba. Y había vivido y conocido tanto esa presencia, que aún lejos podía palpar su aura. Vampiro, un vampiro se acercaba y hacia años del ultimo vampiro —Y único— que pisara aquellas mismas tierras.Por desgracia, no parecía ser aquel mismo vampiro, y aquello solo la llevó a preguntarse en que lio podría haberse metido su hermana en su estadia en la capital francesa. ¿Que hacía allí un vampiro... y porqué este le acompañaba? Se preguntó levantandose al tiempo que el carruaje detuvo su acelerado paso frente las grandes puertas de la entrada.