Huyendo de mi mismo (Libre)

por Killian Jones* Dom Dic 04, 2016 8:55 am

Huyendo de todo una sentencia de muerte me adentre en la ciudad de París con un niño que me odiaba, mi hijo, ese que creía no había luchado suficiente para liberar a su pueblo por salvar a su madre de la muerte que le llego.
Desde sus pequeños ojos yo no tenia corazón, o de tenerlo era el de un cobarde, mas la verdad, mas bien era el de un hombre destruido al que se lo habían arrebatado todo.
Todo menos a él, mi único motivo para ponerme en pie cada mañana, mas no el suficiente como para esa noche mantenerme cuerdo.

Necesitaba beber y tuve la gran suerte de poder dejar al pequeño con una mujer que conocí en el lugar donde a cambio de duro trabajo me había instalado.
Aquella noche la pasaría con ella, lo que me daba una libertad que de normal no tenia.
Necesitaba desfasar, quizás fundirme en el cuerpo de alguna mujer de la que al día siguiente no recordaría su nombre y a la que jamas volvería a buscar, pues ese era el plan. Olvidar.

Me lavé en la tina antes de ponerme ropa nueva de muda y perderme por la bulliciosa ciudad, la primera parada, el burdel, ese que atraía a hombres perdidos y solitarios como yo.
Hombres de todo tipo, algunos casados que anhelaban otras piernas, otros solteros que esperaban descubrir las mieles del sexo y luego yo..un desgraciado que solo queria volver a poseer a su mujer muerta, esa que veía en sueños y que se esfumaba al despertar cada mañana.

Tomé asiento en el sofá de piel rojo ,con la baja mesa oscura donde pronto fui atendido por una dama de compañía.
-Un whisky doble -pedí sin tan siquiera alzar la cabeza -o mejor, trae la botella.
La mujer desapareció tan rápido como vino para regresar poco después con el pedido.

Repleté el vaso hasta los bordes para llevarlo a mi boca y vaciarlo con rapidez en ella. Necesitaba acabar con todo aquella noche.
No tardé en apreciar que una mujer tomaba asiento junto a mi en el sofá, promesas mudas en oído para pasar una noche excepcional, todavía iba demasiado sobrio, mas que mas da ¿no había ido a eso a ese lugar?

por **Mahsati Arab** Jue Dic 08, 2016 5:53 am

Hacía solo unos días que había llegado a la capital francesa, de donde mi nuevo dueño era ciudadano. Todos mis sueños se habían visto truncados de nuevo cuando, tras la elección de mi marido de una nueva esposa, yo me creía libre de seguir soportando sus vejaciones y más oscuros deseos.

Lo que en un principio se iba a convertir la posibilidad de mi familia de salir de la miseria en la que estábamos envueltos al desposarme con un jeque árabe, se convirtió en la peor de mis pesadillas cuando éste decidió utilizarme como una moneda de trueque en sus respectivos negocios.
Había tenido que yacer con decenas de hombres que me repugnaban, había tenido que ser sumisa a sus deseos por el simple hecho de que mi marido les había propuesto una noche conmigo a cambio de algún negocio que de por sí no hubiese estado a la altura. Y si me negaba, era consciente de que lo que me haría mi marido después sería infinitamente peor.

Así pasaron los años, desde los 13 años que me desposé hasta los 20 que él decidió que deseaba otra mujer más joven que yo como esposa. Durante días pensé que había llegado el momento de mi tan anhelada libertad, pero me odiaba tanto por haber dejado de serle útil al cumplir años, que me vendió al mejor postor. Y éste no fue otro que el dueño de un prostíbulo en París.

Esa noche me encontraba todavía sola, apoyada en la barra y con el deseo de que ningún cliente precisase de mis servicios. Odiaba mi trabajo, odiaba mi vida y me asqueaba de mi propio cuerpo, que noche tras noche se abría de piernas por unas míseras monedas.

Estaba embelesada en mis pensamientos, pensando como podría escapar de allí y perderme en la ciudad para de una forma u otra desaparecer, cuando una camarera llegó hasta mí para ponerme sobre aviso de que el gerente del burdel se acercaba, y que más me valía buscar algún cliente si no quería tener problemas. Tenía razón, y haciendo un rápido barrido por la clientela que allí se juntaba, hubo un hombre que por encima de todos llamó mi atención; al menos parecía limpio, pensé.
Así que sin dudarlo ni un momento más me acerqué hasta él y tomé asiento en el sofá rojo donde bebía con rapidez una copa de whisky.

-¿Desea que convierta esta noche en un momento inolvidable para vos?- susurré a su oido, rozando su lóbulo con mis labios al tiempo que posaba mi mano sobre su hombro y dejaba a la vista un prominente escote.

Era un hombre bastante diferente al resto, a parte de porque no cabía duda de que se había dado un baño. Además, no parecía obsesionado con abrir de piernas a la primera que viese, sino que estaba en calma. No acostumbraba a ver hombres así por el burdel, de modo que tal vez esa noche la suerte correría por ambas partes.

por Killian Jones* Miér Dic 21, 2016 9:43 am

No tardo demasiado en acercarse una de las damas que trabajaban en el lugar. Un preciosa morena de ojos verdes que sentándose junto a mi, me ofrecía probar las mieles directamente de su cuerpo en aquella noche sin luna.
Mis ojos contornearon su figura, para eso había ido al burdel, para beber y hundirme entre unas piernas bonitas que por una noche aplacaran las necesidades de este hombre sin vida.

Una sonrisa lasciva contra el vidrio del vaso, sus manos se deslizaban ligeras sobre mi cuerpo, de sobra sabia que esto solo seria sexo. Era lo mejor, ningún sentimiento al que poder aferrarme, solo eso, la liberación de una misera noche en la que acabaría tan vació como llegaba.

Apuré mi copa de un trago, tampoco era necesario mucho mas, ni mas palabras, ni una conquista inicial, ella quería su dinero y yo...estaba tan perdido aquella noche como las demás.
Le tendí la mano para ayudarla a levantarse, al menos no parecía la típica mujer drogada hasta arriba para poder afrontar una noche junto a algún borracho de los que las frecuentaban.

No me creía mejor que ellos, todo lo contrario, posiblemente era infinitamente peor, pues mi desazón hacia que fuera a esos lugares alejándome de otras mujeres que si tenían real interés por mi. ¿por que?
Simplemente porque no estaba preparado para amar. No podía olvidar a mi mujer, estaba muerta, pero yo aun sentía su olor, sus labios presionando los míos y aquella decidida risa incrustada en mi mente.
Su imagen bailaba frente al fuego tan fuerte, que hasta tomar una puta se me podía hacer un infierno.

Nuestros ojos se encontraron cuando esta se puso en pie, como si fuera capaz de leer la tortura que escondían mis ojos.
Sonreí de medio lado imponiendo frente a mi las mil murallas, los cientos de escudos para que ni tan siquiera alcanzara a rozar mi alma.
-¿quieres que nos subamos una botella de whisky? -le pregunté mientras sacaba la bolsa para pagar a la madam su servicio de la noche, así como la consumición de la noche.

De la mano ambos subimos escaleras arriba, deje que me guiara al que seria su cuarto, nuestro cuarto para aquella noche sin luna sin estrellas y sin vida.
A veces mi apatía era tal que ni siquiera era capaz de disfrutarlo, notaba la vista de esa pobre mujer, me miraba como si no entendiera bien, si iba a follar o a un matadero.
No la culpaba, ni siquiera yo era capaz de discernir, si seguir viviendo era mi mejor opción, claro que tenia un hijo y por el no había mas remedio.

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