Cuidar de uno mismo es difícil... de otros casi imposible {Libre}

Llegar a un lugar nuevo siempre es difícil, encontrar una casa donde alojarse, personal para que lleve esa casa, escusas para compensar el hecho de que no saliera de día y que sonara creíble. Cuando el carruaje llegó por fin a la ciudad de París el sol ya se había puesto del todo, mi ayuda de cámara, un hombre anciano que había pasado toda su vida conmigo y sabía qué y quien era en realidad, se había adelantado para tener preparado un alojamiento y los criados para ese lugar. Antes no le importaba pasar una noche en cualquier lugar que asegurara que la luz no iba a entrar, pero desde que Taiguer había entrado en mi vida no podía permitirme esa temeridad, no sólo porque no tendría los cuidados necesarios, sino porque además podía quedarse sin nadie que cuidara de él.

Puse una de mis piernas sobre el suelo adoquinado fuera del carruaje una vez el criado la abrió y sin soltar la criatura adormilada que estaba entre mis brazos, envuelta en varias capas de tela para paliar el frío nocturno y el de mi piel, bajé del todo. Agarrando mejor el bulto suspiré y miré a mi alrededor, no podía quedarme en la casa, si lo hacía sentiría que me ahogaba de estar tanto tiempo encerrado, así que simplemente empecé a andar por la calle. Los pocos sirvientes que conservaba de un lado a otro sabían que no se debían hacer preguntas ni sugerencias sobre lo que hacía o dejaba de hacer, así que el cochero y los dos criados que venían con él simplemente se apresuraron a meter el carro y los caballos a resguardo.

Los pasos resonaban por la calle, me había alimentado hacía poco y no tenía hambre, así que simplemente me contenté con pasear lentamente por las calles con mi hijo en brazos ya que no consentía que nadie se quedara con él que no fuera yo mismo. Soy un hombre de palabra e hice una promesa de protegerlo con la poca vida que me quedaba, así que pensaba hacerlo con todas las consecuencias. Pensando en esto dejaba que mis sentidos se extendieran por los lugares para que nadie pudiera sorprenderme con él en brazos.

Era tarde, la noche apenas comenzaba y aquella muchacha ya se había alimentado, ya había jugado, ya se había saciado, por lo cual simplemente para aquellas horas caminaba, se despejaba, intentaba tranquilizarse, teniendo por demás presente que en aquel lugar, en aquella ciudad la tentación para ella aumentaba con cada segundo, quien junto a esta iba acompañada del peligro, notando como entre las miradas impactada se notaba uno que otro ser, un brujo, un cambiaforma, un licántropo, por lo cual y ante esto aquella muchacha simplemente pasaba desapercibida, mostrándose completamente como un humano exceptuando el color de su piel, manteniéndose seria, intentando no mostrar aquella sonrisa quien delataría sus colmillos perfectamente esbozados en su boca; colmillos quienes daban muerte a quien se le cruzara, quien le desafiase quien simplemente se atreviera a ir en contra de ella, resumiendo todo en su sobre nombre, marcándole este por el resto de la eternidad “Demonio de sangre”. Aquélla muchacha se desplazaba, encontrándose cubierta por aquella capa roja color vino hecha de aquella fina seda china, envidiada por aquellas mujeres de clase alta quienes difícilmente podían conseguir esta tela si no era por contrabando, luciendo además aquel vestido negro apegado a su cuerpo cubierto completamente de encajes, cosa que a la muchacha le desagradaba sin embargo para asemejarse con la multitud había optado por lucir así, trasladándose paso a paso, hora a hora por las calles de aquel lugar, trasladándose de aquel lugar en donde dio muerte a unos desdichados horas atrás hasta llegar hacia aquel lugar el cual posteriormente le sorprendería.
“ojos azules que me miras que me hablas”- aquella muchacha articulo aquello esbozando una sonrisa engreída, el ambiente para ella se había relajado al momento de sentir el aroma de otro ser como ella, pensando en que quizás este podría tener alguna pista de quien buscaba, encontrándose de la nada con dos luces de color azules quienes provocaron aquel sentimiento de “ternura” en su interior, tratándose aquello de cada vez que estaba satisfecha, significándole un peligro casi nulo para cualquier ser, siendo al acto cautivada por aquella frágil y tierna mirada, decidiendo jugar un poco con ella, al comenzar a cambiar sus orbes de colores, primeramente cambiándolas rotundamente a doradas y luego rojas, alternándolas al mismo instante que su rostro hacia caras, con el simple fin de conseguir una pequeña sonrisa de aquel ser angelical, llamándole de cierta manera la atención el hecho que no solo ojos le observaban si no también aquellos quienes iban con el, decidiendo realizar una venía a la persona de quien provenía aquella otra mirada articulando meramente por cortesía cargada con un poco de disculpa puesto había estado “jugando” con aquel pequeño ser segundos atrás- Buenas noches

En la oscuridad que reinaba en las calles de París podía ser el mejor de los refugios o el peor de los atolladeros. En sus calles podías encontrar licantropos, cambiaformas, vampiros, magos y cazadores entremezclados con los humanos normales que intentaban pasar sus vidas sin hacer demasiado ruido. Con un suspiro, completamente innecesario igual que respirar pero a Tay le gustaba sentir mi humanidad, la poca que me quedaba, así que lo hacía seguido. Puede que por fuera pareciera relajado y distendido pero en realidad estaba en tensión en mi interior, cualquiera que se atreviera a atacarnos estaría en serios problemas, nadie acercaba la violencia a mi pequeño. Siempre era así, no podía fiarme de nadie, ahora tan sólo podía pensar en la seguridad del niño que mordisqueaba la manta entre mis brazos, lo primero era lo primero.

Mientras caminaba por los adoquines de las avenidas parisinas una mujer se acercó a nosotros, era menuda, asiática, con el pelo negro recogido en dos largas trenzas y con ojos expresivos y grandes. Me tensé un poco con su presencia cercana, pero cuando se inclinó sobre Tay y empezó a hacerle carantoñas y a cambiar sus ojos de color me relajé un poco, después de todo era una vampira igual que yo y no pensaba dejar a la suerte el bien estar de mi pequeño. El olor dulzón de la chica me indicó que se había alimentado hacía relativamente poco, eso también era bueno, si no tenía hambre no estaría interesada en el pequeño bocado de entre mis brazos... además sería estúpida si atacaba a otro vampiro cuando estaba protegiendo a alguien.

Por su parte Tay se había espabilado y reía las carantoñas mientras alzaba sus brazos y manos regordetes y flexionaba sus dedos intentando agarrar algo, seguramente las trenzas de la chica, y reía mientras hacía pequeños y adorables ruiditos. En sus labios se pegó una sonrisa y empezó a mover sus piernecitas intentando librarse de la manta que le cubría, era un niño muy activo y si lo excitaban podía llegar a mostrar su verdadera naturaleza, por eso lo moví entre mis brazos suavemente intentado tranquilizarlo.

- Tranquilo Tay- murmuré de forma tranquilizadora, aunque no sirvió de nada.

Antes de darme cuenta el niño se había transformado en un pequeño cachorro de tigre blanco y trepaba por mi chaqueta con sus garras hasta llegar a la solapa donde empezó a mordisquearla, le estaban saliendo los dientes y no dejaba de morder cosas. Lo agarré mejor para que no cayera y después suspirando miré a la chica.

- Buenas noches señorita - respondí inclinando mi cabeza con suavidad-, Michael Vintra para lo que pueda servirle.

Aroma tan dulce, aroma a sangre mesclado con aquel perfume diferente, aquel perfume natural de humano pero no uno cualquiera, un cambia formas, era lo que por las fosas nasales de aquella muchacha se colaba, tratándose aquel aroma quien le llamo la atención, a quien le impulso a acercarse, quizás por el hecho de que se le hiciera familiar, quizás tratándose este de aquel aroma tan conocido por ella, aquel que durante 40 años había tenido a su lado, sin embargo de aquella situación lo que más llamaba su atención era el hecho de que aquel pequeño de quien provenía aquel aroma estuviese con aquel joven.
Las caras de aquel pequeño, sus movimientos y aquella sonrisa divertida le incitaban a continuar con aquello, quizás impulsada por aquel sentimiento humano que aun se encontraba arraigado en ella sin embargo lo que realmente le hacía realizar aquello de buscar aquellas sonrisas tiernas del mayor era el hecho que aquella muchacha naturalmente nunca conseguiría aquello al pertenecer a la raza que era. Algo del pequeño le llamaba la atención, cosa que comprobó casi al acto al momento de escuchar como aquel joven decía intentando tranquilizar al pequeño que ahora se removía en sus brazos aquellas palabras que luego en aquella muchacha causaron una leve risa, la cual intento acallar mirando hacia otro lado, puesto aquel pequeño que antes era un bebe ahora estaba convertido en un pequeño tigre, por lo cual simplemente se limito a articular- Tranquilo no le hare nada, el es como emi cuando la lleve a casa- tras articular aquello volvió a soltar otra risa un poco más evidente puesto aquella imagen para la muchacha era por demás tierna.

Giang sulli mucho gusto- tras haber escuchado la presentación del muchacho repitió lo mismo agregando además aquella reverencia tan natural que por sus raíces acostumbraba a realizar, formulando tras haber recuperado su postura- No es un poco peligroso que le lleves así en la calle, además pronto amanecerá y será peligro para usted- tras esto simplemente esbozo una sonrisa tierna quitándose la capa de color vino que traía para cubrir al muchacho y al pequeño, teniendo bastante presente que si algún ciudadano les viese podrían ir a por el pequeño puesto su color era por demás llamativo.