Will O' The Wisp — Privado

—No oigo, no oigo... tengo orejas de pescado —canturreaba, mientras se cubría los oídos con ambas manos—. Todavía que te saco a pasear y así me pagas. Eres un desdentado malagradecido. Ya decía yo que los chinos no eran de confianza y menos por tener esos ojos tan pequeños y estirados y así.

Loreena se había empeñado en convencer a Hero de ir a “cazar duendes”, y el muy ingenuo se lo creyó. Quizás, porque muy en el fondo creía en esos seres; quizás, porque bien sabía que las brujas podían hacer cosas que otros no. Pero, ¿había hecho bien en seguir las ocurrencias de aquella jovencita extraña? Quién sabe. Ambos eran personajes sumamente especiales a su manera, y no por ser de condiciones diferentes (él era un vampiro, ella era una humana con un par de dones fuera de lo común), sino, por su peculiar manera de actuar. Aunque intentaran bajarse la autoestima con frases un poco tontas (porque sí, lo eran. A quién se le puede engañar), compartían la misma curiosidad; la misma que los hizo entablar una extraña amistad desde que se conocieron, justo en el bosque, mientras ambos emprendían caminos, que si bien eran diferentes, terminaron enlazándose de manera irremediable.

Y otra aventura apenas comenzaba. Antes no lograron compartir tanto como pudieron haber esperado, pero eso no le quitaba a Loreena la idea de un nuevo encuentro, mucho más divertido y muy a su estilo. Esa era su forma de decir: me agradas. Tal vez un poco tosca y rara, sin embargo, lo que contaba era la intención; de eso estaba muy segura.

—¿Y cuándo vamos a comer? —Lo único que pensaba era en comida. Debía admitir que el vampiro tenía un don para lo culinario, a pesar de no alimentarse de comida humana.

Pero antes de escuchar una respuesta por parte del vampiro, algo llamó su atención. A pocos metros se alzaban, en absoluta armonía, unos pequeños fuegos fatuos; reposaban con elegancia sobre un camino estrecho, luego empezaron a desvanecerse, reapareciendo más adelante. ¿Podía tratarse de una invitación? La sonrisa de Loreena se ensanchó, y antes de que Hero dijera algo, lo jaló hacia un árbol para ocultarse un poco.

—¿Viste lo mismo que yo? Esas cosas son fuegos fatuos y están mostrando un camino a algo. Por ser luna llena, espero que no sea la casa del Lobo Feroz; aunque no es probable, los elementales mantienen alejadas a las bestias, así evitan que éstas perturben su paz —susurró—. Siéntete orgulloso, vas a ver seres feéricos por primera vez en tu existencia. Y todo gracias a mí. Ah, y con respecto a lo de la luna... Estamos en fecha especial, y fecha especial es: Mucha magia por doquier. Quizás hasta te crezcan nuevos colmillos, quien sabe. El hada de los dientes es caprichosa.

Y de nuevo, sin esperar una reacción inmediata, volvió a tirar de la mano de su acompañante. Se le notaba muy entusiasmada, aun así, anduvo con cuidado. Dijo algunas palabras en un idioma extraño, que parecía irlandés y a la vez galo, pero no. Sencillamente era un lenguaje que se empleaba para comunicarse con aquellas enigmáticas criaturas, que orgullosamente atendieron el llamado de alguien que las conocía perfectamente. Loreena había mejorado mucho en su contacto con espíritus. Aunque su cerebro tenía varias neuronas quemadas, su magia seguía en crecimiento.

El bosque se abría ante ellos como un gran libro de esos que cuentan leyendas fantásticas, de criaturas que sólo parecían habitar en la imaginación de escritores y artistas, sin embargo, aquello era muy real. Lo que había empezado como un paseo corriente, por un paraje natural común, estaba variando su energía, convirtiéndose en algo diferente. Loreena pudo percibirlo desde el momento en que los fuegos fatuos hicieron su aparición. Antes no sopesó si ocurriría algo extraordinario o no; ni siquiera consideró la opción de si los elementales preferían aparecérsele a ella únicamente, o harían acto de presencia ante su nuevo amigo, quien era un vampiro, criatura que no solía ser muy de agrado de los verdaderos amos del bosque. La hechicera poco pensaba en realidad, no solía meditar mucho sus ideas, sólo se lanzaba a la aventura, sin más, cosa que, viéndolo desde un punto de vista más sensato, era una reverenda tontería; un acto burdo de una persona sin uso de razón. Sin embargo, por alguna extraña causa, la menor de los Mckennitt siempre salía ilesa de sus acostumbrados problemas, y los descubrimientos que hacía iban más allá de la mente humana.

Las palabras de Hero empezaron a carecer de importancia, podía escucharlo quejarse todo el día y nada cambiaría, ella sólo alzaría los hombros, haría algún comentario fuera de contexto y se centraría en su misión. Aunque él no lo pensara de esa manera, Loreena hallaría algo, siempre lo conseguía. Y sí que lo hizo. La manifestación de aquellas criaturas lo demostraba, incluso parecían conocer que no se encontraban solas, sino, que estaban conscientes de los dos curiosos espiándolas desde los árboles.

—Aunque, siendo honesta, no creo que ella sea capaz de que te crezcan los dientes de nuevo, y menos si los usarás para hacer cosas malas —afirmó, asintiendo ligeramente, mientras lo arrastraba hacia el trecho marcado por las criaturas feéricas—. ¡Fatuos! ¡Son fuegos fatuos! No falsos —le corrigió en voz baja, deteniéndose de manera repentina—. Y no hables de inquisidores o cazadores cerca, los pondrás nerviosos. No les agradan esas cosas. —Le miró, quedándose pensativa un momento—. Me pregunto si alguien dentro de la Inquisición sería capaz de invocar a esta clase de seres. Ah no, espera. Es muy pagano para ellos.

Sus últimas palabras fueron una mofa evidente a las creencias de la gran mayoría de agentes del Santo Oficio; a Loreena poco les agradaban estas personas, los consideraba unos auténticos hipócritas.

—Creo que nos quieren guiar a un Cnoc, pero debemos tener cuidado, si nos atrapan con su encanto, nos quedaremos atrapados. Por nada del mundo, en caso que nos encontremos con ellos, debemos beber o comer de lo que nos ofrezcan; debemos decirles que no con gentileza. —En ese momento se le vino una idea a la cabeza. Así que terminó quitándole la comida a Hero—. Tú no comes, yo sí. Llevaremos esto de obsequio y pensarán que estamos satisfechos. ¡Soy brillante!

Y con paso decidido avanzó hacia los fuegos fatuos, hasta se comunicó con ellos a través del idioma empleado anteriormente. De inmediato, todas las criaturas los rodearon, creando un círculo alrededor. Parecían inofensivas, flotando con elegancia en el aire. Luego una gran luz apareció, y al cabo de un par de minutos, todo quedó en penumbras, apenas con la luz de la luna como única ayuda.

—Oye gordo —dijo, al cabo de un par de segundos, en el momento que intentaba pensar en lo ocurrido—. ¿No sientes como si estuviéramos más inclinados? No recuerdo que... ¡el suelo estuviera de esta manera!

Lo que antes era una zona llana, se volvió un desfiladero que los haría caer hacia otro lugar completamente diferente.