AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Es suficiente - [S.] prv.
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Es suficiente - [S.] prv.
Apoyó su espalda contra el frío azulejo de una vieja fabrica de puros. Sus respiración era agitada, sonora y no podía permitírselo. El frío de la noche había congelado parte del suelo y cada pisada crujía aunque no hubiese nada más que un par de hierbas como manto. El rocío también se había helado convirtiendo los cristalinos reflejos de las hojas de los árboles en pequeñas lunas que iluminaban en todas direcciones. Con la pistola en alto y cargando con rápidez el cartucho de nuevo, dejando caer el viejo, salió de su escondite con esta por delante. Pero una vez más nada parecía estar acechándole más que el silencio.
El cazador calculaba que llevaba más de dos horas entre tejado y callejuelas. Detrás de un par de hechiceros y un cambia formas que resultó ser un feroz león.
Él que esa noche se dirigía a casa y apenas llevaba dos cargadores y una pequeña daga, se había encontrado con la caza más difícil del mes. Sus ropajes se habían perdido por el camino, entre salto y forcejeo. Apenas le quedaba una camisa abierta que tornaba ya en tonos marrones y rojizos, y unos pantalones que definitivamente no volvería a usar.
Guardó de nuevo la pistola en su pantalón y echó a correr hasta situarse detrás de un carruaje. Sabía que alguna de las cosas que tenía ante sus ojos podía ser un espejismo, y que se encontraba, seguramente bajo la atenta mirada de los tres. O al menos dos de ellos, ya que uno había quedado al borde de la muerte en el último rifi-rafe.
Cuando se había dado por vencido vio un pequeño reflejo en el espejo del interior del carruaje, que apuntaba a la zona este de la zona. Varek esbozó una sonrisa al reconocer aquellos cabellos de color cobrizo. Y sin miedo alguno se dejó ver sobre el solar que cubría la entrada de la mayoría de las fabricas - Buenas noches, Salamandra, ¿Esté es tu juego? - el cambiante al escuchar el nombre de Salamandra se deja ver, y con un gruñido se avanza hasta el cazador, saltando desde el tejado de una de las fabricas.
Varek con rápidez saca el arma y dispara, matándole antes de que caiga a sus pies el cuerpo ya sin vida, humanizado - ¿Esto es lo que buscabas, Hechicera? Que termine uno a uno con los tuyos? - esboza una amplia sonrisa. Pues sabe que antes dejó herido al otro hechicero y la más sana es ella. Es bao que sale por la boca de Varek muestra lo activo que está, lo caliente que está su cuerpo, en busca de victoria y muerte.
El cazador calculaba que llevaba más de dos horas entre tejado y callejuelas. Detrás de un par de hechiceros y un cambia formas que resultó ser un feroz león.
Él que esa noche se dirigía a casa y apenas llevaba dos cargadores y una pequeña daga, se había encontrado con la caza más difícil del mes. Sus ropajes se habían perdido por el camino, entre salto y forcejeo. Apenas le quedaba una camisa abierta que tornaba ya en tonos marrones y rojizos, y unos pantalones que definitivamente no volvería a usar.
Guardó de nuevo la pistola en su pantalón y echó a correr hasta situarse detrás de un carruaje. Sabía que alguna de las cosas que tenía ante sus ojos podía ser un espejismo, y que se encontraba, seguramente bajo la atenta mirada de los tres. O al menos dos de ellos, ya que uno había quedado al borde de la muerte en el último rifi-rafe.
Cuando se había dado por vencido vio un pequeño reflejo en el espejo del interior del carruaje, que apuntaba a la zona este de la zona. Varek esbozó una sonrisa al reconocer aquellos cabellos de color cobrizo. Y sin miedo alguno se dejó ver sobre el solar que cubría la entrada de la mayoría de las fabricas - Buenas noches, Salamandra, ¿Esté es tu juego? - el cambiante al escuchar el nombre de Salamandra se deja ver, y con un gruñido se avanza hasta el cazador, saltando desde el tejado de una de las fabricas.
Varek con rápidez saca el arma y dispara, matándole antes de que caiga a sus pies el cuerpo ya sin vida, humanizado - ¿Esto es lo que buscabas, Hechicera? Que termine uno a uno con los tuyos? - esboza una amplia sonrisa. Pues sabe que antes dejó herido al otro hechicero y la más sana es ella. Es bao que sale por la boca de Varek muestra lo activo que está, lo caliente que está su cuerpo, en busca de victoria y muerte.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Es suficiente - [S.] prv.
Cuando Dave se desploma por tercera vez, sé que estamos perdidos.
El moreno cae bruscamente sobre el tejado, con un golpe sordo que me hace detenerme en mi carrera. Preocupada, intercambio una mirada con Geralt antes de desandar nuestros pasos. Dave parece incapaz de continuar, jadeando sonoramente mientras el color desaparece de sus mejillas. Mechones de sucios cabellos castaños le ocultan casi todo el rostro, pero aun así resulta visible la mueca de dolor que esboza al tocarse el vientre. Su cuerpo se estremece violentamente, provocando que un par de tejas se desprendan bajo él. Caen hacia las angostas calles parisinas, con un estrepitoso sonido que delata nuestra posición. Él mismo resbala un par de centímetros, ayudado por el charco escarlata que se va formando bajo su cuerpo. Aun así, en el último momento logra aferrarse débilmente a los tobillos de Geralt. El cambiante le ofrece todo el apoyo que necesita para volver a incorporarse, pero una nueva arcada lo sacude esta vez. La sangre brota a mares de su garganta, manchando su cuerpo, y provocándole unas nuevas toses que lo dejan más indefenso que antes. Desesperada, intercambio una mirada con Geralt. El chico me la devuelve con expresión desolada, dándome a entender que por su cabeza están pasando los mismos temores que por la mía: que Dave no va a pasar de esta noche, ni aun en el caso de que consiguiéramos escapar del demonio que nos persigue.
Desesperada, busco a nuestro alrededor un lugar en el que ocultarnos. La luna se alza sobre los tejados de París, iluminando el mundo con una belleza sobrecogedora. Bajo su tenue luz plateada, todas las formas parecen envueltas en magia. Destacan contra la noche, para compensar que hay zonas que están completamente envueltas en un manto de sombras. Señalándole una de ellas a Geralt, inspiro profundamente mientras preparo una barrera mágica que proteja ese lugar. El cambiante aprovecha para agacharse y coger a Dave, cargándolo a sus espaldas con cuidado para no dañarlo. El hechicero no emite quejido alguno; está inconsciente, cada vez más afectado por la pérdida de sangre. Cerrando los ojos para evitar ver su cuerpo inerte, relajo mi respiración para facilitar que el poder fluya. La familiar calidez de la magia envuelve mis miembros, extendiéndose por las puntas de mis dedos hasta tomar la forma de una invisible barrera. Sin dejar de concentrarme, aguardo hasta que mis compañeros están protegidos para ocultarme. Justo a tiempo; el cazador, atraído por el sonido de las tejas, sale de entre las sombras, provocándome para que salga pese a que su estado es casi tan lamentable como el nuestro.
No hago caso ningún caso a sus provocaciones, y tampoco me extraño al ver que conoce mi nombre. En los bajos fondos, todos acabamos siendo conocidos por algo. Drogas, favores, asesinatos... el mismo Varek es reconocido por ser uno de los cazadores más famosos que asolan la ciudad, y no dudo que haya llegado a sus oídos algo sobre la banda o sobre mis robos con ilusiones. Pero Geralt no es como yo; lejos de permanecer oculto bajo la cúpula protectora, se lanza sobre el cazador con un rugido ensordecedor. La metamorfosis es casi instantánea; donde antes estaba el cuerpo de un muchacho de catorce años, ahora hay un magnífico león de color dorado. El felino se lanza hacia el cazador con las garras extendidas, dispuesto a destrozarlo en un torbellino de zarpazos y dientes. Su melena trigueña ondea por la caída, y es allí hacia donde Varek dispara; con un sólo tiro rápido y limpio, atraviesa la cabeza de mi amigo, matándolo en el acto.
Las manos me tiemblan sobre el rostro, mis yemas apretándome las mejillas. Mi visión se nubla mientras observo cómo el cadáver de Geralt cae a apenas un metro del cazador, cálida por las lágrimas. Mareada, cierro los ojos un instante para evitar mirar al chico. Un irritante sonido agudo lo llena todo a mi alrededor, henchido de un dolor casi inhumano. Tardo unos segundos en percatarme de que es mi propia voz, emitiendo un desgarrador grito que surge desde lo más profundo de mi alma. Al percatarme, soy capaz de detenerme, pero siento como si me faltase el aire cada vez que miro en dirección a Varek. Soy incapaz de relacionar el cuerpo sangrante del suelo con el Geralt que conocí: el muchacho joven y alegre que no dudaba en ayudar a los demás en todo lo que pudiera, aunque le costara todo lo que tenía. Como su vida, cruelmente arrebatada por un asesino frío y despiadado. Alguien a quien hay que detener para evitar que continúe sesgando las vidas ajenas. Varek.
No me desvío a comprobar si Dave todavía vive o ya se ha desangrado. Con el único pensamiento de desviar a Varek de donde se esconde mi amigo, echo a correr hacia las callejuelas, como si estuviera huyendo de él. Por el camino empiezo a preparar de nuevo otro de mis hechizos: esta vez una ilusión de fuego, que lanzo hacia atrás como si de una llamarada enorme se tratase. Para Varek, el dolor y la agonía serán tan real como si realmente estuviera ardiendo en llamas. Espero que sea suficiente para incapacitarle, y permitirme atacarle con las dagas que siempre guardo para aquellos casos en los que la locura y el odio acaban superando a la razón.
El moreno cae bruscamente sobre el tejado, con un golpe sordo que me hace detenerme en mi carrera. Preocupada, intercambio una mirada con Geralt antes de desandar nuestros pasos. Dave parece incapaz de continuar, jadeando sonoramente mientras el color desaparece de sus mejillas. Mechones de sucios cabellos castaños le ocultan casi todo el rostro, pero aun así resulta visible la mueca de dolor que esboza al tocarse el vientre. Su cuerpo se estremece violentamente, provocando que un par de tejas se desprendan bajo él. Caen hacia las angostas calles parisinas, con un estrepitoso sonido que delata nuestra posición. Él mismo resbala un par de centímetros, ayudado por el charco escarlata que se va formando bajo su cuerpo. Aun así, en el último momento logra aferrarse débilmente a los tobillos de Geralt. El cambiante le ofrece todo el apoyo que necesita para volver a incorporarse, pero una nueva arcada lo sacude esta vez. La sangre brota a mares de su garganta, manchando su cuerpo, y provocándole unas nuevas toses que lo dejan más indefenso que antes. Desesperada, intercambio una mirada con Geralt. El chico me la devuelve con expresión desolada, dándome a entender que por su cabeza están pasando los mismos temores que por la mía: que Dave no va a pasar de esta noche, ni aun en el caso de que consiguiéramos escapar del demonio que nos persigue.
Desesperada, busco a nuestro alrededor un lugar en el que ocultarnos. La luna se alza sobre los tejados de París, iluminando el mundo con una belleza sobrecogedora. Bajo su tenue luz plateada, todas las formas parecen envueltas en magia. Destacan contra la noche, para compensar que hay zonas que están completamente envueltas en un manto de sombras. Señalándole una de ellas a Geralt, inspiro profundamente mientras preparo una barrera mágica que proteja ese lugar. El cambiante aprovecha para agacharse y coger a Dave, cargándolo a sus espaldas con cuidado para no dañarlo. El hechicero no emite quejido alguno; está inconsciente, cada vez más afectado por la pérdida de sangre. Cerrando los ojos para evitar ver su cuerpo inerte, relajo mi respiración para facilitar que el poder fluya. La familiar calidez de la magia envuelve mis miembros, extendiéndose por las puntas de mis dedos hasta tomar la forma de una invisible barrera. Sin dejar de concentrarme, aguardo hasta que mis compañeros están protegidos para ocultarme. Justo a tiempo; el cazador, atraído por el sonido de las tejas, sale de entre las sombras, provocándome para que salga pese a que su estado es casi tan lamentable como el nuestro.
No hago caso ningún caso a sus provocaciones, y tampoco me extraño al ver que conoce mi nombre. En los bajos fondos, todos acabamos siendo conocidos por algo. Drogas, favores, asesinatos... el mismo Varek es reconocido por ser uno de los cazadores más famosos que asolan la ciudad, y no dudo que haya llegado a sus oídos algo sobre la banda o sobre mis robos con ilusiones. Pero Geralt no es como yo; lejos de permanecer oculto bajo la cúpula protectora, se lanza sobre el cazador con un rugido ensordecedor. La metamorfosis es casi instantánea; donde antes estaba el cuerpo de un muchacho de catorce años, ahora hay un magnífico león de color dorado. El felino se lanza hacia el cazador con las garras extendidas, dispuesto a destrozarlo en un torbellino de zarpazos y dientes. Su melena trigueña ondea por la caída, y es allí hacia donde Varek dispara; con un sólo tiro rápido y limpio, atraviesa la cabeza de mi amigo, matándolo en el acto.
Las manos me tiemblan sobre el rostro, mis yemas apretándome las mejillas. Mi visión se nubla mientras observo cómo el cadáver de Geralt cae a apenas un metro del cazador, cálida por las lágrimas. Mareada, cierro los ojos un instante para evitar mirar al chico. Un irritante sonido agudo lo llena todo a mi alrededor, henchido de un dolor casi inhumano. Tardo unos segundos en percatarme de que es mi propia voz, emitiendo un desgarrador grito que surge desde lo más profundo de mi alma. Al percatarme, soy capaz de detenerme, pero siento como si me faltase el aire cada vez que miro en dirección a Varek. Soy incapaz de relacionar el cuerpo sangrante del suelo con el Geralt que conocí: el muchacho joven y alegre que no dudaba en ayudar a los demás en todo lo que pudiera, aunque le costara todo lo que tenía. Como su vida, cruelmente arrebatada por un asesino frío y despiadado. Alguien a quien hay que detener para evitar que continúe sesgando las vidas ajenas. Varek.
No me desvío a comprobar si Dave todavía vive o ya se ha desangrado. Con el único pensamiento de desviar a Varek de donde se esconde mi amigo, echo a correr hacia las callejuelas, como si estuviera huyendo de él. Por el camino empiezo a preparar de nuevo otro de mis hechizos: esta vez una ilusión de fuego, que lanzo hacia atrás como si de una llamarada enorme se tratase. Para Varek, el dolor y la agonía serán tan real como si realmente estuviera ardiendo en llamas. Espero que sea suficiente para incapacitarle, y permitirme atacarle con las dagas que siempre guardo para aquellos casos en los que la locura y el odio acaban superando a la razón.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/10/2016
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Re: Es suficiente - [S.] prv.
El frío parece estar apoyado sobre los hombros del cazador, que agotado golpea con el pie en el estomago de su última victima para girarlo sobre el suelo. Mira su rostro y niega con la cabeza. No es más que un chaval, que loco por querer ayudar a Salamandra ha muerto por su causa, mientras ella, aun sin dejarse ver, huye tratando de salvarse. No soportaba a la gente así. No soportaba los rivales que no estaban a la altura. Sí querían enfrentarse a un Cazador, que menos pensar que tenías más de un 45% de posibilidades.
Escucho las tejas de un techo bajo caerse, y los cabellos de Salamandra en el callejón parecen brillar de una manera sobrenatural, avisando al cazador de que es peligroso, pero que está allí. Dispuesta al fina a dejar ver de lo que es capaz.
Los pasos de Varek son firmes, tranquilos, y avanzan hasta el callejón. Sabe que no puede atacarle de una forma dolorosa si se encuentra tan alejada de él. Lo que no estaba y no recordaba con tanto fervor era que sus ilusiones eran de una calidad pasmosa. El primer paso que da en el callejón activa los hechizos que Salamandra le ha dejado en señal de aviso. Una bocanada de Fuego envuelve el cuerpo de Varek durante unos segundos.
El calor le envuelve, sintiendo como su cuerpo se derrite, su ropa se pega a él, y sus piernas fallan haciéndole caer en el suelo. Un grito desgarrador sale de su boca, sintiendo como el fuego quema sus entrañas, adelantándose por su garganta. Cuando lleva sus manos hasta su rostro, con bastante fuerza de voluntad, el fuego a desaparecido, y también la sensación de calor. Pero el Cazador sigue aturdido, con la respiración agitada y el dolor en el pecho por el grito que acaba de pegar. Abre los ojos tembloroso y mira sus manos, aun manchadas de tierra y sangre por las peleas anteriores - Hija de puta - susurra tratando de recuperar la respiración y levantándose a duras penas del suelo. La adrenalina que acaba de expulsar su cuerpo para tratar de sobrevivir a las llamas ha sido tan excesiva, que todo el cuerpo se tambalea mientras la sangre intenta volver a fluir con normalidad.
Cuando parece que Salamandra ha desaparecido, y Varek debería volver a casa, este escucha un ruido, y sin poder devolver el golpe que quizás le venga, alza el brazo en defensa propia con la intención de parar el golpe y poder comenzar después a defenderse.
Escucho las tejas de un techo bajo caerse, y los cabellos de Salamandra en el callejón parecen brillar de una manera sobrenatural, avisando al cazador de que es peligroso, pero que está allí. Dispuesta al fina a dejar ver de lo que es capaz.
Los pasos de Varek son firmes, tranquilos, y avanzan hasta el callejón. Sabe que no puede atacarle de una forma dolorosa si se encuentra tan alejada de él. Lo que no estaba y no recordaba con tanto fervor era que sus ilusiones eran de una calidad pasmosa. El primer paso que da en el callejón activa los hechizos que Salamandra le ha dejado en señal de aviso. Una bocanada de Fuego envuelve el cuerpo de Varek durante unos segundos.
El calor le envuelve, sintiendo como su cuerpo se derrite, su ropa se pega a él, y sus piernas fallan haciéndole caer en el suelo. Un grito desgarrador sale de su boca, sintiendo como el fuego quema sus entrañas, adelantándose por su garganta. Cuando lleva sus manos hasta su rostro, con bastante fuerza de voluntad, el fuego a desaparecido, y también la sensación de calor. Pero el Cazador sigue aturdido, con la respiración agitada y el dolor en el pecho por el grito que acaba de pegar. Abre los ojos tembloroso y mira sus manos, aun manchadas de tierra y sangre por las peleas anteriores - Hija de puta - susurra tratando de recuperar la respiración y levantándose a duras penas del suelo. La adrenalina que acaba de expulsar su cuerpo para tratar de sobrevivir a las llamas ha sido tan excesiva, que todo el cuerpo se tambalea mientras la sangre intenta volver a fluir con normalidad.
Cuando parece que Salamandra ha desaparecido, y Varek debería volver a casa, este escucha un ruido, y sin poder devolver el golpe que quizás le venga, alza el brazo en defensa propia con la intención de parar el golpe y poder comenzar después a defenderse.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Es suficiente - [S.] prv.
Mis dagas cortan la carne del cazador, dejándole unos profundos surcos en el brazo. La sangre brota de las heridas tan pronto como retiro el acero, como una cascada escarlata que no tarda en empapar sus prendas. Furiosa por no haberlo matado a la primera, giro sobre mí misma mientras conjuro un campo de fuerza. La ira alimenta mi magia, y en esta ocasión no necesito concentrarme para realizar el hechizo: una barrera de energía brota de mi cuerpo, repeliendo a Varek hasta hacerle chocar contra unos barriles vacíos del callejón.
Como un borrón de cabellos rojizos, corro en dirección a mi enemigo para asestarle el golpe de gracia. Jamás acabo con nadie si puedo evitarlo, pero él no ha demostrado piedad alguna con nosotros; nos ha estado persiguiendo durante más de dos horas, hasta que huir ya no era una opción. Por culpa de mi estúpida insistencia en no matar a nadie, Dave yace desangrándose en algún lugar del callejón. Por culpa de mi debilidad, Geralt ya no tendrá que preocuparse nunca más por si un cazador sigue sus pisadas. Porque está muerto, y después de todo lo que hemos vivido juntos, no he podido protegerle. El recuerdo de mi amigo desmadejado en el suelo hace que mi estómago se retuerza, asediado por unos súbitos pinchazos. Las náuseas suben por mi garganta, amargándome la boca con el hiriente sabor del fracaso. Su ausencia se clava en mi alma como un puñal, atemperando mis ansias de venganza. Y es que sé que, aunque Varek muera esta noche, nada podrá devolverle la vida a todos los inocentes que han caído bajo sus balas. La justicia no les servirá de consuelo, porque se han marchado para siempre. Sin ser consciente de ello, aumento la presión de mis dedos sobre las dagas. Mis nudillos se tornan blancos en la empuñadura, que se clava en mi piel con la frialdad propia del metal. ¿Qué sentido tiene vivir si todo es siempre tan injusto? ¿Si los mejores se marchan para dejarnos con la culpa a los que no queremos perpetuar lo que odiamos? Si mato a Varek, estaré haciendo exactamente lo mismo que él. Me convertiré en aquello que había jurado destruir, y seguramente alguien me perseguirá clamando venganza por su muerte. La espiral del odio no se detendrá jamás... pero es lo único que conocemos. Y todo apunta a que Varek será el primero que, de sobrevivir a nuestro encuentro, seguirá sesgando vidas por el simple hecho de ser diferentes.
Observo su pálido rostro mientras me agacho junto a él, colocándole una de las dagas junto a la ahorta. Pensativa, buceo en sus claros ojos en busca de las respuestas que me faltan. Su mirada es de desafío, aunque está algo desenfocada. Parece que Dave no es el único que ha sufrido una importante pérdida de sangre; a juzgar por las costras secas que manchan por doquier las ropas del cazador, nuestros ataques también han ido dando en el blanco. - Dame una sola razón por la cual no tenga que matarte - Le susurro, sin esforzarme por ocultar la ira y repulsión que me provoca la cercanía del moreno. La situación es justo la opuesta a la de nuestro primer encuentro; es su cuello el que se juega en esta ocasión, aunque nuestros rostros están igual de cerca que entonces. De cuclillas sobre él, piso su diestra para obligarle a soltar la pistola que sostiene. Sigo sin fiarme de él, pero verle desarmado es mejor que darle la oportunidad de atacarme por sorpresa. No quiero que las tornas cambien con tanta rapidez. - No lo entiendo. Te dedicas a arrebatar las vidas ajenas con una indiferencia que es casi inhumana. ¿Jamás se te ha ocurrido pensar en qué sentirán los demás cuando te ven caer sobre ellos? ¿En que su único delito es estar llenos de ganas de vivir? - Hago una pausa sin apartar la mirada de su rostro. Mis ojos reflejan tenuemente la luz del firmamento, como si estuvieran sembrados de estrellas. El odio los alimenta, igual que el fuego de la magia; ha brotado en mi inesperadamente, dotando a mis palabras de un timbre vibrante que resulta casi profético - Antes no lo tenía claro del todo, pero ya no hay lugar para las dudas. Eres un monstruo. Y por alguna razón sobrevivieras a esta noche, sabrás lo que es el dolor en tus propias carnes. El ser al que más amas morirá, y tú caerás en una espiral de desesperación como la que sienten los familiares de tus víctimas. Y entonces recordarás mis palabras, y sabrás que mi venganza se ha cumplido. Porque morir no es suficiente para que pagues la deuda de sufrimiento que has creado en este mundo.
Como un borrón de cabellos rojizos, corro en dirección a mi enemigo para asestarle el golpe de gracia. Jamás acabo con nadie si puedo evitarlo, pero él no ha demostrado piedad alguna con nosotros; nos ha estado persiguiendo durante más de dos horas, hasta que huir ya no era una opción. Por culpa de mi estúpida insistencia en no matar a nadie, Dave yace desangrándose en algún lugar del callejón. Por culpa de mi debilidad, Geralt ya no tendrá que preocuparse nunca más por si un cazador sigue sus pisadas. Porque está muerto, y después de todo lo que hemos vivido juntos, no he podido protegerle. El recuerdo de mi amigo desmadejado en el suelo hace que mi estómago se retuerza, asediado por unos súbitos pinchazos. Las náuseas suben por mi garganta, amargándome la boca con el hiriente sabor del fracaso. Su ausencia se clava en mi alma como un puñal, atemperando mis ansias de venganza. Y es que sé que, aunque Varek muera esta noche, nada podrá devolverle la vida a todos los inocentes que han caído bajo sus balas. La justicia no les servirá de consuelo, porque se han marchado para siempre. Sin ser consciente de ello, aumento la presión de mis dedos sobre las dagas. Mis nudillos se tornan blancos en la empuñadura, que se clava en mi piel con la frialdad propia del metal. ¿Qué sentido tiene vivir si todo es siempre tan injusto? ¿Si los mejores se marchan para dejarnos con la culpa a los que no queremos perpetuar lo que odiamos? Si mato a Varek, estaré haciendo exactamente lo mismo que él. Me convertiré en aquello que había jurado destruir, y seguramente alguien me perseguirá clamando venganza por su muerte. La espiral del odio no se detendrá jamás... pero es lo único que conocemos. Y todo apunta a que Varek será el primero que, de sobrevivir a nuestro encuentro, seguirá sesgando vidas por el simple hecho de ser diferentes.
Observo su pálido rostro mientras me agacho junto a él, colocándole una de las dagas junto a la ahorta. Pensativa, buceo en sus claros ojos en busca de las respuestas que me faltan. Su mirada es de desafío, aunque está algo desenfocada. Parece que Dave no es el único que ha sufrido una importante pérdida de sangre; a juzgar por las costras secas que manchan por doquier las ropas del cazador, nuestros ataques también han ido dando en el blanco. - Dame una sola razón por la cual no tenga que matarte - Le susurro, sin esforzarme por ocultar la ira y repulsión que me provoca la cercanía del moreno. La situación es justo la opuesta a la de nuestro primer encuentro; es su cuello el que se juega en esta ocasión, aunque nuestros rostros están igual de cerca que entonces. De cuclillas sobre él, piso su diestra para obligarle a soltar la pistola que sostiene. Sigo sin fiarme de él, pero verle desarmado es mejor que darle la oportunidad de atacarme por sorpresa. No quiero que las tornas cambien con tanta rapidez. - No lo entiendo. Te dedicas a arrebatar las vidas ajenas con una indiferencia que es casi inhumana. ¿Jamás se te ha ocurrido pensar en qué sentirán los demás cuando te ven caer sobre ellos? ¿En que su único delito es estar llenos de ganas de vivir? - Hago una pausa sin apartar la mirada de su rostro. Mis ojos reflejan tenuemente la luz del firmamento, como si estuvieran sembrados de estrellas. El odio los alimenta, igual que el fuego de la magia; ha brotado en mi inesperadamente, dotando a mis palabras de un timbre vibrante que resulta casi profético - Antes no lo tenía claro del todo, pero ya no hay lugar para las dudas. Eres un monstruo. Y por alguna razón sobrevivieras a esta noche, sabrás lo que es el dolor en tus propias carnes. El ser al que más amas morirá, y tú caerás en una espiral de desesperación como la que sienten los familiares de tus víctimas. Y entonces recordarás mis palabras, y sabrás que mi venganza se ha cumplido. Porque morir no es suficiente para que pagues la deuda de sufrimiento que has creado en este mundo.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: Es suficiente - [S.] prv.
El cuerpo del cazador sale despedido contra unos barriles, y en un abrir y cerrar de ojos todo se vuelve silencio. Con el cuerpo dolorido no hace esfuerzo de incorporarse. Sabe que si se mantiene así, ella vendrá hasta él. Y apenas acaba de surcar el pensamiento su razón, para sentir el viento fresco que acompaña a la bruja.
El frío filo de una pequeña cuchilla se posa levemente, con timidez, en el cuello del joven asesino, que a duras penas consigue enfocar el rostro de la pecosa pelirroja que se encuentra algo asustada pero decidida frente a él - No importa que razón te de, nada borrará este hecho... - susurró escupiendo un poco de sangre mientras susurraba aquellas letales palabras, esbozando una sonrisa altiva - eres como yo, Salamandra - su nombre sonó con fuerza, como si aquella noche tuviese un nuevo sentido para ambos, y para el resto de los seres vivientes, y no vivientes que le rodeaban. Aquella noche el cazador había conseguido despertar en la bruja algo, que la convertía en alguien tan peligroso como el mismo cazador que estaba allí tendido.
Salamandra se asegura de estar en terreno solido, y con su pie consigue pisar la mano del cazador, para que este suelte la pistola que llevaba en ella. La conversación continua, como si nada estuviese amenazándole, pese a estar en clara desventaja y quizás a punto de morir.
¿Quien crea a la bestia? todo el que le tema.
En ese instante, la voz de Salamandra se vuelve áspera. Y Varek alza un poco más su mentón, para observarla con ceño fruncido. Algo dentro de él se remueve, incomodo. El miedo parece despertar y bosteza, golpeandole enfadado por no haberse retirado antes y poder haber evitado aquella prematura aparición. El ego trata de aplastar al miedo, pero este se intensifica cuando la palabra familia nace en los labios de Salamndra.
Con la mano libre, agarra el tobillo de la bruja - Eres tan culpable como puedo serlo yo, si se cumple tu anhelo... tu alma hace horas que viajó en busca de otro cuerpo, Te ahogaste en tu ego cuando comenzaste a gozar por mis heridas. No te engañes Salamandra, esta noche ha nacido una nueva bestia, mucho más poderosa de lo que yo lo seré jamás - su lengua se deslizó para mojar sus labios - Esta noche nos has sentenciado - soltó su tobillo - Ahora corre, mi condena será dejarte viva para que veas lo que has provocado, y lo que conlleva jugar con la vida de otros, no habrá hecho sin un deshecho - la sonrisa vuelve a dibujarse en sus labios rojos - Bienvenida - dejó descansar su cuerpo, cerros los ojos durante unos segundos.
El frío filo de una pequeña cuchilla se posa levemente, con timidez, en el cuello del joven asesino, que a duras penas consigue enfocar el rostro de la pecosa pelirroja que se encuentra algo asustada pero decidida frente a él - No importa que razón te de, nada borrará este hecho... - susurró escupiendo un poco de sangre mientras susurraba aquellas letales palabras, esbozando una sonrisa altiva - eres como yo, Salamandra - su nombre sonó con fuerza, como si aquella noche tuviese un nuevo sentido para ambos, y para el resto de los seres vivientes, y no vivientes que le rodeaban. Aquella noche el cazador había conseguido despertar en la bruja algo, que la convertía en alguien tan peligroso como el mismo cazador que estaba allí tendido.
Salamandra se asegura de estar en terreno solido, y con su pie consigue pisar la mano del cazador, para que este suelte la pistola que llevaba en ella. La conversación continua, como si nada estuviese amenazándole, pese a estar en clara desventaja y quizás a punto de morir.
¿Quien crea a la bestia? todo el que le tema.
En ese instante, la voz de Salamandra se vuelve áspera. Y Varek alza un poco más su mentón, para observarla con ceño fruncido. Algo dentro de él se remueve, incomodo. El miedo parece despertar y bosteza, golpeandole enfadado por no haberse retirado antes y poder haber evitado aquella prematura aparición. El ego trata de aplastar al miedo, pero este se intensifica cuando la palabra familia nace en los labios de Salamndra.
Con la mano libre, agarra el tobillo de la bruja - Eres tan culpable como puedo serlo yo, si se cumple tu anhelo... tu alma hace horas que viajó en busca de otro cuerpo, Te ahogaste en tu ego cuando comenzaste a gozar por mis heridas. No te engañes Salamandra, esta noche ha nacido una nueva bestia, mucho más poderosa de lo que yo lo seré jamás - su lengua se deslizó para mojar sus labios - Esta noche nos has sentenciado - soltó su tobillo - Ahora corre, mi condena será dejarte viva para que veas lo que has provocado, y lo que conlleva jugar con la vida de otros, no habrá hecho sin un deshecho - la sonrisa vuelve a dibujarse en sus labios rojos - Bienvenida - dejó descansar su cuerpo, cerros los ojos durante unos segundos.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Es suficiente - [S.] prv.
- No soy como tú - Niego, apretando un poco más el filo de la daga. Un diminuto reguero de sangre corre por su garganta, destacando contra su pálida piel ya más que magullada. Pero él no se detiene ahí, sino que continúa escupiéndome con casi completa frialdad palabras de odio. Cada una de ellas se clava como un cuchillo en mi alma ya dañada, que supura todavía por la muerte de Geralt. Y es que, aunque quiera negármelo a mi misma, él tiene razón. Porque acabo de maldecir a alguien inocente para cumplir mi venganza contra Varek. Alguien como las víctimas que caen bajo su pistola. Alguien con las mismas ganas de vivir que yo tanto defiendo. Sacudiendo levemente la cabeza, miro de nuevo al cazador a los ojos. Sus pupilas están algo más dilatadas que antes, desenfocadas pese a la cercanía de su rostro. Parece que está al borde de la inconsciencia, pero aun así, no me atrevo a matarlo. Porque sus palabras han tenido en mi mucho más efecto del que quiero reconocer. Y sé que, de algún modo instintivo, que mancharme las manos con su vida provocaría una mancha en mi que nada lograría borrar jamás. Retirando la cuchilla de su cuello, me pongo en pie, con su mano todavía en mi tobillo. Y sin previo aviso, le doy una patada en la boca con la pierna que tenía libre - No me rebajaré a tu nivel matándote, por más que lo desee. No; seré lo que escoja ser, igual que tú. Y me gustaría creer que todavía estás a tiempo de enmendar tus errores, de cambiar tu manera de actuar para intentar compensar todo el daño que ya has causado. Aunque en el fondo de mi alma, crea que te mereces sufrir en el más profundo de los infiernos. Si realmente existe, espero que sea lo bastante agónico para ti. En muerte o en vida.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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