AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Conociendo el Vecindario - Libre
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Conociendo el Vecindario - Libre
Conociendo el Vecindario -libre
No, no podía seguir en el apartamento de su amigo, había observado como unas damas, vecinas de Johan, la observaban cada vez que salía, o entraba al edificio. Por sus miradas de cuervos, o las frases dejadas inconclusas, cada vez que ella las encontraba, en palier o en la puerta principal, podía adivinar que comenzaban a pensar que se trataba de la querida del extraño personaje que era el propietario del lugar. Tal vez pensaban que entrada la noche, el caballero se apersonaba en el lugar, y por esa razón, jamás lo podían encontrar.
Cansada de aquellas miradas, de esconderse de los enemigos de su padre, había decidido poner las cartas sobre la mesa. En primer lugar, había decidido hacerse presente en la compañía naviera del que fuera su progenitor, designar al contador y amigo de su padre, como director encargado de la naviera, conservando ella, el voto doble, en cualquiera de las decisiones fundamentales de la compañía.
Tras pensarlo por varios dias, y buscar una inmobiliaria que le buscara posibles residencias que estuvieran acorde a las exigencias que pedía. Decidió, salir a recorrer dichos caserones, poder explorar no solo su interior, sino también el vecindario cercano. Comenzó su derrotero por un petite palacio, no muy lejos de donde residía actualmente, franqueado por edificios, los fondos de cada edificio, daban a un centro común que formaba como una pequeña plaza o parque privado. Pero a Nerine, no le convencía el lugar, demasiado urbano para su gusto, con vecinos que le parecían mas invasivos que las viejas damas curiosas y mal pensadas. Por esa razón descartó aquella residencia y continuó su busqueda. Así se pasó varios días, hasta que por fin, encontró una mansión, a las afueras de París, era una mansión un tanto moderna, con techos de tejas, a cuatro aguas, con ventanales importantes en el frente de la propiedad y un jardín que rodeaba por completo la construcción, los limites estaban franqueados por gruesos muros de piedra labrada y añosos arboles de imponente altura. Tal vez podía ser calificada como una construcción un tanto solitaria y poco acogedora, pero estaba segura que con unos muebles adecuados, un buen hogar, y sus fieles sirvientes, podría acostumbrarse a vivir cómodamente en aquel lugar.
Cuando volvió al apartamento, decidió escribir unas esquelas, una para la que fuera su cocinera, en tiempos de su padre, quien podría ponerse en contacto con el servicio mas eficiente para la nueva residencia. Luego prosiguió con otra carta, ésta vez para su amigo, en la que le expresaba su agradecimiento, pero su férrea intención de mudarse lo antes posible, al no saber a donde dejarle aquella correspondencia, se la dejó al portero, para que éste se la acercara en cuanto lo viera por el edificio. Allí le dejaba las señas para que se acercara por su nuevo hogar. Tenía mucho aprecio por aquel hombre, tal vez demasiado, y por eso, lo mejor era poner distancia, pero tampoco deseaba deshacer el lazo de amistad que los unía.
Dos días después, y aún sin tener noticias del policía, se trasladó a su nueva residencia, apenas comprobar que sus maletas se encontraban ya en la mansión, se decidió en salir a recorrer los alrededores, esperaba encontrar algún vecino con el cual congeniar, pues tampoco quería volver esa hermosa casa en una lujosa prisión. Tomó sus guantes de cabritilla, un abrigo liviano, ya que apenas era media mañana, y se dispuso a recorrer las calles adyacentes, admirar los arboles que franqueaban las calles y sentarse en algún banco de la pequeña plaza que había descubierto a pocas calles de allí.
BY ORIANI~© SAVAGE-THEMES & THE CLOSETTO
Nanna Donald- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/08/2014
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
Después de diez años en aquella casa, se había acostumbrado a llamarla hogar. No era tan grande ni tan lujosa como la que había sido la casa de su familia durante generaciones, en Perpignan, pero su padre y su hermano mayor la habían elegido con cuidado para ella. De dos plantas útiles, más una buhardilla y un sótano. No llamaba especialmente la atención entre los edificios parisinos y era exactamente lo que se pretendía.
Aletheia había llegado allí huyendo de la desgracia y se había encontrado con una ciudad donde vampiros y cambiantes se mezclaban con humanos y otros seres en un delicado equilibrio que siempre parecía estar a punto de romperse. Pero de eso hacía ya mucho, mucho tiempo.
Ahora llevaba una vida tranquila. No acudía a demasiados eventos sociales porque no había hecho demasiados amigos en esos años y, aunque sabía desenvolverse entre la alta sociedad, se había hecho ya a la clase media. Media-alta.
Seguía teniendo personal a su servicio en la casa, pero nada más allá de una mujer que cocinaba y limpiaba y un muchacho que le hacía los recados y cuidaba de Antares, su precioso caballo castaño.
No necesitaba trabajar si no quería, porque su familia podía permitirse mantenerla allí, pero era una mujer demasiado activa para estar todos los días mano sobre mano, así que se dedicaba a enseñar lectura o conocimientos básicos de idiomas a los hijos de algunas familias parisinas.
En su salón principal había una amplia colección de libros, pero no todos se encontraban allí. Algunos, los que guardaba con más celo, se quedaban en el sotano o en su alcoba. Los libros de Leon, aquellos en los que podía consultar los usos de las hierbas, la forma de combinarlas, las palabras exactas que debían salir de sus labios para guiar el poder entre sus dedos.
No obstante, no era ese tipo de libro el que llevaba contra el pecho esa mañana. A pesar del frío, el día no le parecía desagradable, así que se echó a la calle, a dar un paseo, con su abrigo gris ceniza y el mantoncillo rojo de punto al cuello, atrapando sus rebeldes rizos en un intento de que no volaran libremente con el viento. Buscó un banquito al sol en la plaza y se sentó a leer. Aunque de vez en cuando se olvidaba de la lectura para observar el ir y venir de la gente a su alrededor y mirar sus auras. Algunas tranquilas, otras hostiles, algunas humanas, otras cambiantes... un espectáculo de colores que sólo percibían sus ojos.
Aletheia había llegado allí huyendo de la desgracia y se había encontrado con una ciudad donde vampiros y cambiantes se mezclaban con humanos y otros seres en un delicado equilibrio que siempre parecía estar a punto de romperse. Pero de eso hacía ya mucho, mucho tiempo.
Ahora llevaba una vida tranquila. No acudía a demasiados eventos sociales porque no había hecho demasiados amigos en esos años y, aunque sabía desenvolverse entre la alta sociedad, se había hecho ya a la clase media. Media-alta.
Seguía teniendo personal a su servicio en la casa, pero nada más allá de una mujer que cocinaba y limpiaba y un muchacho que le hacía los recados y cuidaba de Antares, su precioso caballo castaño.
No necesitaba trabajar si no quería, porque su familia podía permitirse mantenerla allí, pero era una mujer demasiado activa para estar todos los días mano sobre mano, así que se dedicaba a enseñar lectura o conocimientos básicos de idiomas a los hijos de algunas familias parisinas.
En su salón principal había una amplia colección de libros, pero no todos se encontraban allí. Algunos, los que guardaba con más celo, se quedaban en el sotano o en su alcoba. Los libros de Leon, aquellos en los que podía consultar los usos de las hierbas, la forma de combinarlas, las palabras exactas que debían salir de sus labios para guiar el poder entre sus dedos.
No obstante, no era ese tipo de libro el que llevaba contra el pecho esa mañana. A pesar del frío, el día no le parecía desagradable, así que se echó a la calle, a dar un paseo, con su abrigo gris ceniza y el mantoncillo rojo de punto al cuello, atrapando sus rebeldes rizos en un intento de que no volaran libremente con el viento. Buscó un banquito al sol en la plaza y se sentó a leer. Aunque de vez en cuando se olvidaba de la lectura para observar el ir y venir de la gente a su alrededor y mirar sus auras. Algunas tranquilas, otras hostiles, algunas humanas, otras cambiantes... un espectáculo de colores que sólo percibían sus ojos.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
Recorriendo las calles, observando los diferentes caserones, comprendió que la mayoría habían sido creados por el mismo arquitecto, lo que le daba una uniformidad que no volvía monótono el paisaje, pero que a la vez, lo volvía en extremo armónico. Nerine se sintió protegida, tal vez era ingenuo su sentimiento, pero, la mansión que ahora ocupaba, era una de las tantas que se encontraban allí, con vecinos cercanos, a quienes poder llamar, si algo la asustaba. No como su anterior residencia, solitaria y apartada de casi todo, solo vecina de un mar que por momentos se volvía iracundo y que parecía dispuesto a tragarla.
Llovó sus manos al pecho e inspiró, cerrando sus ojos, que agradable aroma, mezcla de las innumerables flores que allí crecían, entre parterres y macetas en los señoriales balcones. Si, definitivamente había hecho bien en dejar el piso de su amigo, - basta de importunar, és hora de hacerse cargo de la existencia que nos ha tocado vivir - se dijo a si misma, mientras abría sus ojos y luego de verificar que no se acercaba ningún carruaje, cruzaba la calle, para dirigirse a una pequeña plaza, una pintoresca y delicada plazuela, en donde nodrizas, niños pequeños y algunos infantes, jugaban felices, disfrutando los delicados rayos del sol.
Sus pasos la llevaron hasta un banco, en el que ya se encontraba sentada. El sol le molestó en los ojos cuando intentó presentarse, lo que hizo que utilizara su mano para cubrir su mirada de los rayos solares. - buenos días, disculpe, ¿le molestaría que me sentara a su lado? - dijo un tanto cohibida, -es que todos los demás asientos ya se encuentran ocupados y en verdad, no conozco a nadie - concluyó sincerándose, sin saber aún como poder presentarse ante la joven.
Llovó sus manos al pecho e inspiró, cerrando sus ojos, que agradable aroma, mezcla de las innumerables flores que allí crecían, entre parterres y macetas en los señoriales balcones. Si, definitivamente había hecho bien en dejar el piso de su amigo, - basta de importunar, és hora de hacerse cargo de la existencia que nos ha tocado vivir - se dijo a si misma, mientras abría sus ojos y luego de verificar que no se acercaba ningún carruaje, cruzaba la calle, para dirigirse a una pequeña plaza, una pintoresca y delicada plazuela, en donde nodrizas, niños pequeños y algunos infantes, jugaban felices, disfrutando los delicados rayos del sol.
Sus pasos la llevaron hasta un banco, en el que ya se encontraba sentada. El sol le molestó en los ojos cuando intentó presentarse, lo que hizo que utilizara su mano para cubrir su mirada de los rayos solares. - buenos días, disculpe, ¿le molestaría que me sentara a su lado? - dijo un tanto cohibida, -es que todos los demás asientos ya se encuentran ocupados y en verdad, no conozco a nadie - concluyó sincerándose, sin saber aún como poder presentarse ante la joven.
Nanna Donald- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 26/08/2014
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
La llegada de Nerine la sacó del negro sobre blanco. Lavantó los ojos hacia la recién llegada, con una sonrisa.
-Por supuesto, siéntese. A estas horas es muy normal que la gente salga a disfrutar del sol y esté todo más concurrido. -Cuando dijo que no conocía a nadie, se sintió identificada con ella. Porque años antes ella había llegado a París sola y sin conocer realmente a nadie. Tenía algunos contactos, pero no eran amigos. Dejó el libro en su regazo, boca abajo, para no perder la página, y le ofreció la mano-. Yo soy Aletheia. Vengo de Perpingnan y llevo diez años en París. Ya conoce a alguien.
Tal vez había sido demasiado osada, pero prefería pedir perdón a permiso. Se había acostumbrado a tomar ella sus propias decisiones, porque vivía lejos del hombre que se suponía que debía tomarlas por ella, su padre. En su momento, ella agradeció que varias personas fueran lo suficientemente abiertas de miras para ofrecerle una mano y ella sentía que era lo justo hacer lo mismo. Y le apetecía hacerlo. Era posible que no volvieran a verse más que esa tarde en el parque, pero no tenían por qué pasarla tensa y aburrida cuando podían intentar entablar una conversación agradable. Si no, pues volvería a meter la nariz en su libro y santas pascuas.
-Por supuesto, siéntese. A estas horas es muy normal que la gente salga a disfrutar del sol y esté todo más concurrido. -Cuando dijo que no conocía a nadie, se sintió identificada con ella. Porque años antes ella había llegado a París sola y sin conocer realmente a nadie. Tenía algunos contactos, pero no eran amigos. Dejó el libro en su regazo, boca abajo, para no perder la página, y le ofreció la mano-. Yo soy Aletheia. Vengo de Perpingnan y llevo diez años en París. Ya conoce a alguien.
Tal vez había sido demasiado osada, pero prefería pedir perdón a permiso. Se había acostumbrado a tomar ella sus propias decisiones, porque vivía lejos del hombre que se suponía que debía tomarlas por ella, su padre. En su momento, ella agradeció que varias personas fueran lo suficientemente abiertas de miras para ofrecerle una mano y ella sentía que era lo justo hacer lo mismo. Y le apetecía hacerlo. Era posible que no volvieran a verse más que esa tarde en el parque, pero no tenían por qué pasarla tensa y aburrida cuando podían intentar entablar una conversación agradable. Si no, pues volvería a meter la nariz en su libro y santas pascuas.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
Sonrió agradecida, mientras se acomodaba al lado de la joven, -Un placer conocerla, señorita Aletheia - dijo mientras giraba un poco su cuerpo para asi poder enfrentar la mirada ajena, - mi nombre es Nerine, nací en Escocia, en una ciudad llamada Invernnes, y debo decir que llevo muchos años en París, pero jamás he vivido aquí, ni caminado éstas calles - se sonrojó, bajando la mirada, la cual se tornó triste y esquiva, al recordar que antes tenía a su padre, quien era el centro de su universo, pero ahora, sentía un vacío enorme en su vida, en el día a día.
Su mirada se perdió en los niños que jugaban mas allá de ella, - antes, mi padre lograba llenar con su presencia mi vida... ahora, se ha quedado un tanto... vacía - dijo en voz alta, aunque en verdad era una reflexión demasiado privada como para decirlo en frente de una mujer a la que recién se había presentado. Enderezó su espalda, tensó sus hombros y mordió nerviosa su labio inferior, antes de volver a llevar su mirada al rostro de la joven Brutus, - debe disculparme, suelo tender a expresarme con demasiada libertad, tal vez sea porque al vivir sola, uno termina hablando consigo misma - concluyó, mientras levantaba los hombros y sonreía cohibida.
Sonrió, esperando que la joven no se sintiera abrumada por su carácter impulsivo y que con el tiempo, pudieran llegar a ser amigas. Su mirada se dirigió al libro que la joven sostenía en el regazo y como Nerine era una gran lectora, quería preguntarle que era lo que estaba leyendo, mas no se animó. prefirió, acomodarse en el asiento, apoyar su espalda en el respaldo, cerrar los ojos y respirar profundamente, para destensarse, - la verdad que el día está precioso como para disfrutar de una buena lectura... ¿verdad? - dijo, mientras abría sus ojos y giraba su mirada buscando la ajena, tal vez tendría suerte u Aletheia le diría que estaba leyendo.
Su mirada se perdió en los niños que jugaban mas allá de ella, - antes, mi padre lograba llenar con su presencia mi vida... ahora, se ha quedado un tanto... vacía - dijo en voz alta, aunque en verdad era una reflexión demasiado privada como para decirlo en frente de una mujer a la que recién se había presentado. Enderezó su espalda, tensó sus hombros y mordió nerviosa su labio inferior, antes de volver a llevar su mirada al rostro de la joven Brutus, - debe disculparme, suelo tender a expresarme con demasiada libertad, tal vez sea porque al vivir sola, uno termina hablando consigo misma - concluyó, mientras levantaba los hombros y sonreía cohibida.
Sonrió, esperando que la joven no se sintiera abrumada por su carácter impulsivo y que con el tiempo, pudieran llegar a ser amigas. Su mirada se dirigió al libro que la joven sostenía en el regazo y como Nerine era una gran lectora, quería preguntarle que era lo que estaba leyendo, mas no se animó. prefirió, acomodarse en el asiento, apoyar su espalda en el respaldo, cerrar los ojos y respirar profundamente, para destensarse, - la verdad que el día está precioso como para disfrutar de una buena lectura... ¿verdad? - dijo, mientras abría sus ojos y giraba su mirada buscando la ajena, tal vez tendría suerte u Aletheia le diría que estaba leyendo.
Nanna Donald- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 26/08/2014
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
-Siempre es bueno tener un rato para perderse en las letras. A veces nos abren la puerta a mundos fascinantes. Aunque reconozco que soy una enamorada de los clásicos. Estoy leyendo por enésima vez La Odisea. ¿Lo ha leído? A mí me fascina. Un héroe que pasa por mil aventuras y consigue regresar por fin, victorioso, al hogar donde le esperan su mujer y su hijo... Ains... Disculpe, es que me emociono. En ocasiones es mucho más sencillo abrirse a un desconocido. Yo lo hice cuando llegué aquí, con Adele, una señora que mis padres habían contratado para que se encargara de atenderme. Todavía sigue trabajando en mi casa, pero ahora es una gran confidente. Sin embargo, en ese momento, era una extraña para mí. Y me abrí a ella como no era capaz de hacer ni con mi propia familia. Es más sencillo, sobre todo... cuando se trata de una pérdida importante.
Con ese comentario pretendía invitarla a charlar con comodidad y confianza. Era una mujer discreta y poco dada al chismorreo. Y tampoco conocía a nadie de los que pudiera mencionar. Así que, si necesitaba soltarlo, podía hacerlo. Si no, siempre podían hablar de cualquier otra cosas. Los pasajes del libro, los héroes, las mujeres que esperaban fielmente a que su esposo volviera a casa tras haber surcado los mares.
Porque todas ellas eran un poco Penélopes, esperando con ansias a un Ulises que las hiciera sentir que, a pesar de los años, de las aventuras, de todo lo que el mundo podía ofrecerles, ellos siempre preferían volver a casa, al calor del hogar. A ellas.
Con ese comentario pretendía invitarla a charlar con comodidad y confianza. Era una mujer discreta y poco dada al chismorreo. Y tampoco conocía a nadie de los que pudiera mencionar. Así que, si necesitaba soltarlo, podía hacerlo. Si no, siempre podían hablar de cualquier otra cosas. Los pasajes del libro, los héroes, las mujeres que esperaban fielmente a que su esposo volviera a casa tras haber surcado los mares.
Porque todas ellas eran un poco Penélopes, esperando con ansias a un Ulises que las hiciera sentir que, a pesar de los años, de las aventuras, de todo lo que el mundo podía ofrecerles, ellos siempre preferían volver a casa, al calor del hogar. A ellas.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
Nerine, dejó que su mirada permaneciera estática en los ojos de aquella joven. Sintió una paz y una complicidad, que no había sentido en años, o mejor dicho, nunca. Sonrió complacida a lo que la joven se refería, ella también amaba aquella antigua historia griega, aunque no podía negar que mas amaba las historias, las leyendas de su infancia, de las verdes praderas de Escocia, cuanto añoraba aquellas tierras, aquella briza fresca, que llegaba a ella cargada de suaves aromas de flores silvestres. - Si conozco aquella historia, aunque prefiero las leyendas de la tierra de mis padres... Escocia está llena de ellas. En aquellas historias, siempre existían héroes, gigantes, animales fabulosos, seres temidos y sobre todo el valor del amor, que muchas veces superaba a la propia muerte - expresó en voz alta sus propias cavilaciones, sus mas íntimos pensamientos .
Aunque si dejaba que su mente divagara en sus recuerdos, no podía dejar de pensar en aquel viento que jugando con sus cabellos, traía el aroma de la sal, en cada ola que rompía en los acantilados. Inspiró profundo, y sonrió mientras dejaba escapar el aliento en un suave suspiro, - En verdad, no soy una Penelope... aunque mi madre si lo fue... intento imaginarla allí, en lo alto del acantilado, agudizando la mirada, en busca del barco que traería de vuelta a su esposo... a mi padre - dijo, llevando su mirada del rostro de la joven, a la verde arboleda que estaba mas allá de donde ellas se encontraban.
Hizo un gesto de pedir permiso y se acomodó al lado de Aletheia, - ¿conoce Escocia? - dijo con la mirada iluminada, por recordar su tierra natal, por la necesidad de hablar con alguien de su pasado, ese que ya solo viviría en sus recuerdos, en su memoria, hasta el día en que dejara éste mundo. Sus manos, se dirigieron a su pecho, acariciando con sus dedos un antiguo colgante, era un nudo gorgiano, simbolizando la eternidad, el pasado el presente y el futuro unidos eternamente.
Aunque si dejaba que su mente divagara en sus recuerdos, no podía dejar de pensar en aquel viento que jugando con sus cabellos, traía el aroma de la sal, en cada ola que rompía en los acantilados. Inspiró profundo, y sonrió mientras dejaba escapar el aliento en un suave suspiro, - En verdad, no soy una Penelope... aunque mi madre si lo fue... intento imaginarla allí, en lo alto del acantilado, agudizando la mirada, en busca del barco que traería de vuelta a su esposo... a mi padre - dijo, llevando su mirada del rostro de la joven, a la verde arboleda que estaba mas allá de donde ellas se encontraban.
Hizo un gesto de pedir permiso y se acomodó al lado de Aletheia, - ¿conoce Escocia? - dijo con la mirada iluminada, por recordar su tierra natal, por la necesidad de hablar con alguien de su pasado, ese que ya solo viviría en sus recuerdos, en su memoria, hasta el día en que dejara éste mundo. Sus manos, se dirigieron a su pecho, acariciando con sus dedos un antiguo colgante, era un nudo gorgiano, simbolizando la eternidad, el pasado el presente y el futuro unidos eternamente.
Nanna Donald- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 26/08/2014
Re: Conociendo el Vecindario - Libre
-No, no he tenido la ocasión. Pero sí que conozco a algún que otro escocés. -comentó con cierto tinte de diversión en su voz.
De algún modo, entendía a la madre de Nerine. Y a Penélope. Esa necesidad de mirar al mar y rogarle que le devolviera aquello tan preciado que les había robado. Esa agonizante espera junto a la orilla, rodeada de salitre y olas, con los ojos fijos en el horizonte, esperando ver aparecer las lonas de un navío.
En su caso, era aún peor, pues el maldito escocés no tenía ni idea de lo que estaba dejando atrás. Pero ¿quién puede competir con el océano? ¿Quién puede arrancar a un hombre criado en las aguas oscuras de alta mar, curtido entre maromas y tablas, del dulce mecer de las olas? Suspiró. Era mejor alejar esos sentimientos.
-Por favor, hábleme de ella, de su tierra. Así será como conocerla un poco.
A ambas podría venirle bien. Una conversación intrascendente, pero con un fondo subyacente mucho más intenso. A una, le avivaría el recuerdo y la ayudaría a sobrellevar la nostalgia lejos de la tierra que alimentaba sus raíces. A la otra, la transportaría lejos de allí, del París que ahora se le antojaba frío y sin vida, rumbo a un paraje más limpio, más verde, más intenso.
De algún modo, entendía a la madre de Nerine. Y a Penélope. Esa necesidad de mirar al mar y rogarle que le devolviera aquello tan preciado que les había robado. Esa agonizante espera junto a la orilla, rodeada de salitre y olas, con los ojos fijos en el horizonte, esperando ver aparecer las lonas de un navío.
En su caso, era aún peor, pues el maldito escocés no tenía ni idea de lo que estaba dejando atrás. Pero ¿quién puede competir con el océano? ¿Quién puede arrancar a un hombre criado en las aguas oscuras de alta mar, curtido entre maromas y tablas, del dulce mecer de las olas? Suspiró. Era mejor alejar esos sentimientos.
-Por favor, hábleme de ella, de su tierra. Así será como conocerla un poco.
A ambas podría venirle bien. Una conversación intrascendente, pero con un fondo subyacente mucho más intenso. A una, le avivaría el recuerdo y la ayudaría a sobrellevar la nostalgia lejos de la tierra que alimentaba sus raíces. A la otra, la transportaría lejos de allí, del París que ahora se le antojaba frío y sin vida, rumbo a un paraje más limpio, más verde, más intenso.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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