Caer -[ W.V.F.] prv.

Era noche cerrada. Una de esas frías noches de invierno que a ella tanto le gustaban. El viento azuzaba las ventanas, golpeándolas con su terrible ulular que aenazaba con romperlas y cubrir de escarcha cada estancia de aquella casa abandonada durante años y que ahora parecía volver a todo su esplendor gracias a su hermana. Hacía frío, pero ella no lo sentía en su piel blanca como la nieve; hacía tiempo que el frío se había convertido en su aliado, el mismo tiempo que hacía que sus padres le dieron aquel nombre, tan frío como su carácter: Winter.

Ella adoraba aquellos días en los que la momentánea paz inundaba sus horas, en los que la caza quedaba en un segundo plano para permitirla disfrutar de una noche en vela junto al crepitar del fuego y la única y fiel compañía de un libro. Hacía frío, pero ella parecía no sentirlo pues, su único atuendo consistía en un liviano camisón y una bata de seda que apenas le cubría los muslos. Odiaba los vestidos, pero lo que pocos sabían era que ella adoraba permitirse ser femenina a la hora de irse a dormir, sentir el suave tacto de la seda sobre sus cicatrices.

Una página más de aquel libro que le había robado el sueño aquella noche y una mirada por la ventana para contemplar a la grande y hermosa luna llena que adornaba el oscuro firmamento. Una noche perfecta para cazar lobos, pero esta noche no sería ella quien los cazara. Estaba exhausta después del entrenamiento de aquella mañana y había llegado a la conclusión de que, si salía de caza esa noche no daría lo mejor de sí misma y esa nunca era una opción.

Otra página más entre mis dedos, dispuesta a pasar al montón de páginas leídas durante aquella noche y, a medio camino de ésto, el rumor de unos golpes en la puerta y acto seguido un golpe seco, como el de un peso muerto sobre el frío mármol del recibidor. Aquel sonido fue una descarga de adrenalina para sus sentidos. Sin saber bien cómo, arrojo el libro a la cama y sustituyó tan inofensivo objeto por ttres dagas. Una, escondida en el liguero que adornaba su muslo, las otras dos en sendas manos y, en los labios, el rictus serio del cazador que desconoce cuál es su presa.

Sus pies se posaron con lentitud sobre la alfombra, no quería hacer ningún ruido que delatara su posición. No descartaba ninguna opción, un sicario, algún viejo rval o, por qué no, algún maldito lobo de la manada que la perseguía desde hacía semanas por un crimen que ella no había cometido. Sus ppies caminaban seguros, mas eso no impedía que sus asos fueran suaves para no delatar su posición. Poco a poco salvó las distancias que separaban su cuarto de la enorme escalera que daba al recibidor, mirando cada pocos metros a los lados y su espalda para que nada ni nadie la sorprendiera y, sólo cuando estuvo a los pies de la escalera y vio el motivo de aquel estruendoso ruido se permitió el lujo de soltar aquellas dos dagas y correr escaleras abajo.

-¡Señor Lachance!- exclamó mientras corría hacia él. Tenía un aspecto horrible; sus ropas se pegaban a su cuerpo por efecto de la lluvia que arreciaba esa noche, su cuerpo siempre henchido de orgullo temblaba ahora convulso a causa del frío y su rostro… Su rostro era tan sólo un burdo reflejo de lo que era normalmente. La sangre manaba de entre sus labios, tenía un pómulo hinchado y el tono cetrino de su piel no indicaba nada bueno.

-¡Varek escúchame!- dijo ella tras sentarse en el frío mármol. Tomó el rostro ajeno entre sus manos e hizo que la mirara -Necesito que me prestes atención Varek- él por desgracia no reaccionaba, el cansancio parecía haber hecho mella en él y sus ojos se entrecerraban por momentos. Sabía que él la hubiera matado por lo que iba a hacerle, pero necesitaba que estuviera despejado y que lo estuviera rápido. Levantó su manó derecha y esta impactó con fuerza sobre la mejilla del cazador. Ahora aquellos ojos azules la escuchaban, ahora que estaban bien abiertos sabía ella que le estaban prestando atención.

-Varek, necesito que me contestes antes de que te lleve junto al fuego y cure tus heridas ¿de acuerdo?- Esperó unos segundos a que aquel hombre asimilara sus palabras y, cuando ella supuso que lo había hecho retomó de nuevo aquella extraña conversación.

-Quien sea o lo que sea que te ha hecho esto- sus ojos se deslizaron de nuevo por el magullado cuerpo del cazador -Necesito que me digas si te ha seguido o si ha entrado en la casa, de ser así tendrás que esperar para que curemos tus heridas pues ninguno de nosotros estará a salvo hasta que no hayamos eliminado la amenaza-

Su voz era fría y pausada pues los nervios nunca eran buenos aliados de nadie. Si había alguien en aquella casa que supusiera un peligro para ella o su hermana lo lamentaría, pues no saldría vivo de allí y ella disfrutaría aniquilando su vida.