AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Clameur du Silence {Privado +18}
(Ambientación)
Glisser lentement dans l'oubli
Perdre doucement toute notion de vie
Accrochée à rien je me noie
Dans les méandres de souvenirs que je n'ai pas
La pequeña Giuliana fue a nacer en una ciudad de habla francesa llamada Baton Rouge, cerca de Nueva Orleans, y desde luego fue sin su permiso, pues si le hubiesen preguntado, seguramente se habría negado a venir a este mundo. Y es que su padre fabricaba y vendía ataúdes.
Su vida giraba enteramente alrededor de la muerte; el negocio de la muerte les daba la vida, y les ponía comida en la mesa. Incluso como broma macabra, su apellido sonaba a muerte, la del famoso Edward Mordrake, un primo de su padre, de Postmouth, que nació con una malformación en la cabeza. Tenía otra cara en su parte posterior, que decía que le susurraba cosas diabólicas y se terminó suicidando.
Sus dos hermanos yacían bajo tierra, igual que su abuelo. Y el resto de la familia, la de las brujas blancas (su tía y su abuela) se habían quedado en Louisiana.
La joven Giuliana estaba acostumbrado al tufo de la descomposición del pantano y al sordo ruido de la pala que cava el hueco. Ahora compartía jardín con más de seiscientos vecinos inertes y silenciosos frente al cementerio de Père Lechaise de París. Su naturaleza calmada y retraída estaba perfectamente integrada en aquella casa de clase media pegada a aquel vasto cementerio. Desde pequeña, como una maestra macabra y tenaz, la muerte le había enseñado que existen pocas cosas duraderas y que la fortuna y la felicidad son efímeras, y que la negra señora se lleva a quien ella desea y cuando ella lo desea. Así que cuando Giuliana asistió a la escuela por unos años en Nueva Orleans, a pesar del escarnio y el rechazo de sus compañeros, primero por ser blanca y segundo, por su aspecto taciturno y de mal fario, forjó una personalidad insegura, tranquila de gestos e inquieta de mente. Descubrió que la música, el dibujo y la lectura la transportaban más allá de su mundo mudo y estático.
Cuando regresaba a casa tras dar un paseo por la ciudad, atravesaba cortejos fúnebres, corros de plañideras y espectáculos grotescos de todo tipo; tal era el comportamiento de los seres humanos ante la pérdida. Aquello no le afectaba lo más mínimo, pues se había criado entre lapidarios, marmolistas, funerarios y todo tipo de gente relacionada con el negocio de la muerte.
Su padre no era igual de retraído que ella, al contrario, pero con los años se estaba volviendo algo más agrio. Constantemente visitaba las tabernas de la ciudad para beber y charlar con la calaña noctámbula; aquel era su único vínculo placentero con el resto de humanos. Costaba no pensar que cualquiera de sus amigos con los que hoy tomaba cerveza o vino, mañana podían estar en alguno de los ataúdes que habían fabricado hoy.
Giuliana tampoco establecía vínculos afectivos con el resto de mortales. A su manera de entenderlo, inconscientemente, sabía que aquellos que hoy se burlaban de ella, podían callar para siempre en cualquier momento en una especie de justicia demoledoramente inesperada, de igual forma que aquellos que la pudieran amar. La pequeña observadora veía pasar la vida por delante sin juzgar ni tomar partido, ella bien sabía que al final no había diferencias entre pescadores, putas, emperadores o sacerdotes.
Cuando su padre se ausentaba en las tabernas, Giuliana se entregaba a aquello que le producía más placer: la música. Había aprendido a tocar el violín de forma autodidacta y en secreto soñaba con vivir algún día en Londres y aprender música de verdad. Se dejaba llevar por su imaginación lejos de aquel jardín de sauces, cipreses y cuervos, lejos de aquella valla de hierro forjado que se cerraba con una gruesa cadena y un enorme candado cada noche; lejos del tacto de mármol frío de los ángeles y madonnas de piedra, en un mundo ideal en el que ser una bruja no estuviera mal visto.
Su madre ya no estaba con ellos, a pesar de que estaba de cuerpo presente, su mente se había marchado de aquel cascarón vacío y hueco cuando enterraron a Finley, su segundo hijo muerto a la edad de cuatro años. Y por tanto su guía, su mentora, la bruja que debía enseñarla a aceptar, entender y controlar sus dones, estaba fuera de combate. Su tía Gwenda le había enseñado algunas bases del vudú, y aunque trataba de leer y atesorar todo conocimiento sobre ese tema, avanzaba con muchas dificultades en la comprensión de su naturaleza.
Silencio. La casa crujía, las viejas tablas se quejaban de vez en cuando y acompañaban el triste tañido de las horas en el reloj de pared. Había ido a la Biblioteca a leer un rato, había paseado por el Boulevard y la Plaza de Tertre, observando a la gente ir y venir, reir, charlar, comprar dulces, agarrarse del brazo. Lo que venía siendo la vida cotidiana, ignorante y ajena a la existencia de otras realidades y criaturas. La vida de la que ella estaba al margen.
La villa de los Mordrake era vetusta y elegante pero con ese aire decadente y decrépito que rodeaba a sus moradores. Todo el ambiente estaba cargado con un halo gris, una penumbra evanescente que hablaba de la tristeza contenida entre aquellas paredes, sobre todo por la madre de Giuliana. Nadie le prestaba atención, así que podía ir y venir a su antojo, a veces pensaba que era invisible.
No tenía sueño. Bajó la escalera descalza, con las botas en la mano para no hacer ruido ni despertar a nadie. En la oscuridad de su cuarto se había calzado un vestido de lana escocesa, a cuadros, hecha de un tartán marrón y negro, pardo, oscuro, de cuello alto y falda hasta las rodillas. Se colocó los calcetines y las botas de cordones que le llegaban hasta los gemelos y salió a la calle caminando unos metros hasta colarse por la verja metálica del cementerio de Pére-Lechaise.
Allí encontraba paz y compañía a pesar de que no había nadie vivo. No era una nigromante, no podía ver ni escuchar a los muertos, pero sentía que no estaba sola allí, que siglos y siglos de historia la acompañaban en esas sombras que a veces se movían o esos susurros que parecían sisear entre las tumbas. Alcanzó un panteón de la zona oeste que tenía hasta unas mesitas de piedra y unos asientos para que los familiares pudieran pasar allí el rato. Le gustaba sentarse en ellos y observar las estrellas, las luciérnagas y a veces los extraños brillos de los fuegos fatuos.
Juntó las manos y se concentró, notó la energía fluir a través de ellas, creando un enrarecimiento del aire, un pequeño campo de fuerza. Recogió un guijarro del suelo y lo puso sobre la mesa, extendió la manos y a su voluntad, con un impulso, la piedra salió disparada a unos metros. Estaba evolucionando bastante en cuanto al control de sus campos de fuerza.
Su padre últimamente llegaba muy tarde a casa y olía a perfumes caros. Estaba claro que más pronto que tarde acabaría yendo a los burdeles o se buscaría una amante, porque su madre era una carcasa vacía, no quedaba nada de ella allí dentro, era como un vegetal inanimado. Bien por él. ¿Y ella? "Haz amigos" le dijo su padre. Sí, ya, claro. Para acabar matándolos accidentalmente. Gran plan. Sólo había hablado con un gitano y fue por necesidad. Lo cierto es que se aburria pasando tantos y tantos días sola, empezaba a olvidarse de hablar. Bueno, quizás estuviera ya cruzando la estrecha raya que hay entre cordura y locura. Una bruja loca, otra más que acabaría en la hoguera. Qué ilusión. Suspiró y una parte de sí misma se enfadó con el mundo por haberla hecho así, dió un manotazo a otra piedra que había sobre la mesita y con su voluntad expandida, la china salió disparada a tal velocidad y fuerza que partió una cruz de mármol de una tumba, haciendo bastante ruido.
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La pequeña Giuliana fue a nacer en una ciudad de habla francesa llamada Baton Rouge, cerca de Nueva Orleans, y desde luego fue sin su permiso, pues si le hubiesen preguntado, seguramente se habría negado a venir a este mundo. Y es que su padre fabricaba y vendía ataúdes.
Su vida giraba enteramente alrededor de la muerte; el negocio de la muerte les daba la vida, y les ponía comida en la mesa. Incluso como broma macabra, su apellido sonaba a muerte, la del famoso Edward Mordrake, un primo de su padre, de Postmouth, que nació con una malformación en la cabeza. Tenía otra cara en su parte posterior, que decía que le susurraba cosas diabólicas y se terminó suicidando.
Sus dos hermanos yacían bajo tierra, igual que su abuelo. Y el resto de la familia, la de las brujas blancas (su tía y su abuela) se habían quedado en Louisiana.
La joven Giuliana estaba acostumbrado al tufo de la descomposición del pantano y al sordo ruido de la pala que cava el hueco. Ahora compartía jardín con más de seiscientos vecinos inertes y silenciosos frente al cementerio de Père Lechaise de París. Su naturaleza calmada y retraída estaba perfectamente integrada en aquella casa de clase media pegada a aquel vasto cementerio. Desde pequeña, como una maestra macabra y tenaz, la muerte le había enseñado que existen pocas cosas duraderas y que la fortuna y la felicidad son efímeras, y que la negra señora se lleva a quien ella desea y cuando ella lo desea. Así que cuando Giuliana asistió a la escuela por unos años en Nueva Orleans, a pesar del escarnio y el rechazo de sus compañeros, primero por ser blanca y segundo, por su aspecto taciturno y de mal fario, forjó una personalidad insegura, tranquila de gestos e inquieta de mente. Descubrió que la música, el dibujo y la lectura la transportaban más allá de su mundo mudo y estático.
Cuando regresaba a casa tras dar un paseo por la ciudad, atravesaba cortejos fúnebres, corros de plañideras y espectáculos grotescos de todo tipo; tal era el comportamiento de los seres humanos ante la pérdida. Aquello no le afectaba lo más mínimo, pues se había criado entre lapidarios, marmolistas, funerarios y todo tipo de gente relacionada con el negocio de la muerte.
Su padre no era igual de retraído que ella, al contrario, pero con los años se estaba volviendo algo más agrio. Constantemente visitaba las tabernas de la ciudad para beber y charlar con la calaña noctámbula; aquel era su único vínculo placentero con el resto de humanos. Costaba no pensar que cualquiera de sus amigos con los que hoy tomaba cerveza o vino, mañana podían estar en alguno de los ataúdes que habían fabricado hoy.
Giuliana tampoco establecía vínculos afectivos con el resto de mortales. A su manera de entenderlo, inconscientemente, sabía que aquellos que hoy se burlaban de ella, podían callar para siempre en cualquier momento en una especie de justicia demoledoramente inesperada, de igual forma que aquellos que la pudieran amar. La pequeña observadora veía pasar la vida por delante sin juzgar ni tomar partido, ella bien sabía que al final no había diferencias entre pescadores, putas, emperadores o sacerdotes.
Cuando su padre se ausentaba en las tabernas, Giuliana se entregaba a aquello que le producía más placer: la música. Había aprendido a tocar el violín de forma autodidacta y en secreto soñaba con vivir algún día en Londres y aprender música de verdad. Se dejaba llevar por su imaginación lejos de aquel jardín de sauces, cipreses y cuervos, lejos de aquella valla de hierro forjado que se cerraba con una gruesa cadena y un enorme candado cada noche; lejos del tacto de mármol frío de los ángeles y madonnas de piedra, en un mundo ideal en el que ser una bruja no estuviera mal visto.
Su madre ya no estaba con ellos, a pesar de que estaba de cuerpo presente, su mente se había marchado de aquel cascarón vacío y hueco cuando enterraron a Finley, su segundo hijo muerto a la edad de cuatro años. Y por tanto su guía, su mentora, la bruja que debía enseñarla a aceptar, entender y controlar sus dones, estaba fuera de combate. Su tía Gwenda le había enseñado algunas bases del vudú, y aunque trataba de leer y atesorar todo conocimiento sobre ese tema, avanzaba con muchas dificultades en la comprensión de su naturaleza.
Silencio. La casa crujía, las viejas tablas se quejaban de vez en cuando y acompañaban el triste tañido de las horas en el reloj de pared. Había ido a la Biblioteca a leer un rato, había paseado por el Boulevard y la Plaza de Tertre, observando a la gente ir y venir, reir, charlar, comprar dulces, agarrarse del brazo. Lo que venía siendo la vida cotidiana, ignorante y ajena a la existencia de otras realidades y criaturas. La vida de la que ella estaba al margen.
La villa de los Mordrake era vetusta y elegante pero con ese aire decadente y decrépito que rodeaba a sus moradores. Todo el ambiente estaba cargado con un halo gris, una penumbra evanescente que hablaba de la tristeza contenida entre aquellas paredes, sobre todo por la madre de Giuliana. Nadie le prestaba atención, así que podía ir y venir a su antojo, a veces pensaba que era invisible.
No tenía sueño. Bajó la escalera descalza, con las botas en la mano para no hacer ruido ni despertar a nadie. En la oscuridad de su cuarto se había calzado un vestido de lana escocesa, a cuadros, hecha de un tartán marrón y negro, pardo, oscuro, de cuello alto y falda hasta las rodillas. Se colocó los calcetines y las botas de cordones que le llegaban hasta los gemelos y salió a la calle caminando unos metros hasta colarse por la verja metálica del cementerio de Pére-Lechaise.
Allí encontraba paz y compañía a pesar de que no había nadie vivo. No era una nigromante, no podía ver ni escuchar a los muertos, pero sentía que no estaba sola allí, que siglos y siglos de historia la acompañaban en esas sombras que a veces se movían o esos susurros que parecían sisear entre las tumbas. Alcanzó un panteón de la zona oeste que tenía hasta unas mesitas de piedra y unos asientos para que los familiares pudieran pasar allí el rato. Le gustaba sentarse en ellos y observar las estrellas, las luciérnagas y a veces los extraños brillos de los fuegos fatuos.
Juntó las manos y se concentró, notó la energía fluir a través de ellas, creando un enrarecimiento del aire, un pequeño campo de fuerza. Recogió un guijarro del suelo y lo puso sobre la mesa, extendió la manos y a su voluntad, con un impulso, la piedra salió disparada a unos metros. Estaba evolucionando bastante en cuanto al control de sus campos de fuerza.
Su padre últimamente llegaba muy tarde a casa y olía a perfumes caros. Estaba claro que más pronto que tarde acabaría yendo a los burdeles o se buscaría una amante, porque su madre era una carcasa vacía, no quedaba nada de ella allí dentro, era como un vegetal inanimado. Bien por él. ¿Y ella? "Haz amigos" le dijo su padre. Sí, ya, claro. Para acabar matándolos accidentalmente. Gran plan. Sólo había hablado con un gitano y fue por necesidad. Lo cierto es que se aburria pasando tantos y tantos días sola, empezaba a olvidarse de hablar. Bueno, quizás estuviera ya cruzando la estrecha raya que hay entre cordura y locura. Una bruja loca, otra más que acabaría en la hoguera. Qué ilusión. Suspiró y una parte de sí misma se enfadó con el mundo por haberla hecho así, dió un manotazo a otra piedra que había sobre la mesita y con su voluntad expandida, la china salió disparada a tal velocidad y fuerza que partió una cruz de mármol de una tumba, haciendo bastante ruido.
Última edición por Giuliana Mordrake el Dom Ene 01, 2017 4:10 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Hacia apenas unas lunas que había llegado al puerto de París. Todo en este lugar me parecía extraño, desde sus gentes, vestidos de un modo tan extraño que no era capaz de vislumbrar como serian capaces de luchar.
Hasta el calor asfixiante de esta ciudad que hacia que constantemente mi frente brillara perlada en sudor. No descartaba estar cogiendo algún tipo de enfermedad, pues la ciudad era un infierno ,sin grandes valles, ni hermosos ríos, solo casas que estropeaban la naturaleza sin mas.
Aquel lugar nada tenia que ver con el norte, dudaba que a Höor le agradara el mundo que se cernía sobre sus ojos ,claro que parecía hechizado por esos orbes esmeralda que serian su perdición. Y si no lograba evitarlo, también la del norte.
Aquel día, decidí abandonar la mansión ,donde al menos por unas noches y hasta que decidiéramos que hacer en aquella ciudad nos hospedaríamos.
Caminé por las calles parisinas, esquivando a las mesas camillas de las damas que como trofeos colgaban de los brazos de unos hombres ataviados de capa y sombrero.
No pude evitar sonreír, al ver en su mano un bastón, ¿quizás es que todos los caballeros de París eran cojos?
Por ende no portaban armas, al menos a simple vista definitivamente el mundo de los guerreros allí estaba en decadencia.
Nos íbamos a la mierda, esperaba que el norte se resistiera a esta decadencia, donde los hombres parecían la mas suave de nuestras mujeres y las mujeres, el espejismo de nuestros recién nacidos.
En cuanto dejé atrás la ciudad, al menos la parte mas transitada de esta, cambie de forma, anhelaba correr por los valles, los bosques, saborear la caza entre mis fauces.
Sangre bañando mi blanco pelaje. Eso era yo, un lobo, un vikingo, la muerte y la vida y aquí me sentía tan sumamente perdido, que ni siquiera aullar a la luna reconforto mi hombría.
Así me adentré entre lo que a simple vista y rodeado de un bosque bastante sobrio, parecía un cementerio lleno de lapidas.
Admito que era hermoso, allí en el norte, enterrábamos bajo la hierba fresca, en lugares de clara importancia para nosotros o en los jardines del palacio destinados a los menesteres.
También dentro de palacio había un lugar destinado a los grandes.
Mas ese cementerio, parecía cargado de magia, de estatuas impresionantes que aparentaban mas guerreras que sus propias gentes.
Un ruido llamó poderosamente mi atención, desvié mis ojos amarillos hacia ese lugar donde los guijarros parecían entrechocar.
Venia de unas lapidas mas allá, mi olfato detectó la presencia de otro ser, una humana.
Por las hormonas que desprendía, una en edad fértil, adulta, posiblemente en celo.
La curiosidad fue lo que me empujó en esa dirección, pasos lentos, oculto entre las sombras, hasta que asomé ligeramente mi cabeza tras una de las lapidas.
Su aura no era la de una humana, mas tampoco la de una cambia formas, parecía contener como la de mi señora, magia inscrita en su piel.
Admiré su larga melena dorada, parecía una mujer norteña, de clara tez, ojos claros, y espíritu rebelde, mas estaba allí, como una niña asustada jugando sobre una tumba
Hasta el calor asfixiante de esta ciudad que hacia que constantemente mi frente brillara perlada en sudor. No descartaba estar cogiendo algún tipo de enfermedad, pues la ciudad era un infierno ,sin grandes valles, ni hermosos ríos, solo casas que estropeaban la naturaleza sin mas.
Aquel lugar nada tenia que ver con el norte, dudaba que a Höor le agradara el mundo que se cernía sobre sus ojos ,claro que parecía hechizado por esos orbes esmeralda que serian su perdición. Y si no lograba evitarlo, también la del norte.
Aquel día, decidí abandonar la mansión ,donde al menos por unas noches y hasta que decidiéramos que hacer en aquella ciudad nos hospedaríamos.
Caminé por las calles parisinas, esquivando a las mesas camillas de las damas que como trofeos colgaban de los brazos de unos hombres ataviados de capa y sombrero.
No pude evitar sonreír, al ver en su mano un bastón, ¿quizás es que todos los caballeros de París eran cojos?
Por ende no portaban armas, al menos a simple vista definitivamente el mundo de los guerreros allí estaba en decadencia.
Nos íbamos a la mierda, esperaba que el norte se resistiera a esta decadencia, donde los hombres parecían la mas suave de nuestras mujeres y las mujeres, el espejismo de nuestros recién nacidos.
En cuanto dejé atrás la ciudad, al menos la parte mas transitada de esta, cambie de forma, anhelaba correr por los valles, los bosques, saborear la caza entre mis fauces.
Sangre bañando mi blanco pelaje. Eso era yo, un lobo, un vikingo, la muerte y la vida y aquí me sentía tan sumamente perdido, que ni siquiera aullar a la luna reconforto mi hombría.
Así me adentré entre lo que a simple vista y rodeado de un bosque bastante sobrio, parecía un cementerio lleno de lapidas.
Admito que era hermoso, allí en el norte, enterrábamos bajo la hierba fresca, en lugares de clara importancia para nosotros o en los jardines del palacio destinados a los menesteres.
También dentro de palacio había un lugar destinado a los grandes.
Mas ese cementerio, parecía cargado de magia, de estatuas impresionantes que aparentaban mas guerreras que sus propias gentes.
Un ruido llamó poderosamente mi atención, desvié mis ojos amarillos hacia ese lugar donde los guijarros parecían entrechocar.
Venia de unas lapidas mas allá, mi olfato detectó la presencia de otro ser, una humana.
Por las hormonas que desprendía, una en edad fértil, adulta, posiblemente en celo.
La curiosidad fue lo que me empujó en esa dirección, pasos lentos, oculto entre las sombras, hasta que asomé ligeramente mi cabeza tras una de las lapidas.
Su aura no era la de una humana, mas tampoco la de una cambia formas, parecía contener como la de mi señora, magia inscrita en su piel.
Admiré su larga melena dorada, parecía una mujer norteña, de clara tez, ojos claros, y espíritu rebelde, mas estaba allí, como una niña asustada jugando sobre una tumba
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Suspiró y se levantó murmurando una maldición, había roto la figurita de mármol de la tumba. Se agachó a recoger los pedazos, hincando la rodilla desnuda sobre el suelo cubierto de hojas secas. Todavía llevaba vestidos de "niña". Sólo las niñas de menos de 15 años llevaban vestidos cortos, se suponía que al llegar la puesta de largo se vestían ya como mujeres adultas. Pero a Lana no le gustaban los polisones, las enguas, las puntillas y los refajos que llevaban esas prendas y solía vestirse con sencillez. Compensaba la falta de tela de sus faldas, que morían en la rodilla, con botas altas anudadas con cordones hasta los gemelos y calcetines altos hasta los muslos. Cuando acabó de recoger el pequeño desastre se sacudió las manos e iba a incorporrarse cuando escuchó un crujido de hoja seca a su izquierda. Se giró y vio dos ojos brillar en la oscuridad, atentos, fijos en ella.
Se le cortó la respiración, allí no había nadie más que ella, era tarde, eran pocas las casas cercanas que estaban habitadas, no la escucharían gritar si le pasaba algo. Se quedó petrificada sosteniéndole la mirada a... ¿qué era aquello? era muy bajo para ser una persona. En París no había osos, así pues...¿qué animal sería? seguramente un perro. La criatura avanzó apenas unos centímetros y entonces pudo observar su albo pelaje. ¡Un lobo! En Louisiana no tenían lobos. Había cocodrilos, serpientes, tortugas y criaturas del pantano, pero lobos no. Era precioso, era como los había visto dibujados en los libros. Extendió las manos con las palmas hacia arriba y las dejó descansar en el suelo, pera que el animal las viese y supiera que no llevaba nada en ellas que sirviera para hacer daño.
— hey... mira... si eres un lobo... ¡qué guapo eres!...ven, no te asustes, no te voy a hacer daño...— no sabía si el lobo avanzaría porque los animales notaban las auras de los magos y normalmente huían de ellos. Por lo pronto no le había gruñido ni enseñado los dientes, eso tenía que ser bueno. Le siguió hablando despacio.— nunca había visto uno como tú... vaya... eres tan blanco...
Alrededor del animal su aura crepitaba extrañamente. Pero jamás había visto a un lobo, así que no sabía si eso era normal. Con los perros eso no pasaba. Pero los lobos eran distintos, los indios americanos contaban de ellos un montón de historias, decían que eran su tótem, que guiaban al guerrero y lo unían a la tierra... quizás fueran animales "espirituales" o algo similar. Como fuera, el animal era magnífico, con ese pelaje resplandeciente y esos ojos tan vivos.
Se le cortó la respiración, allí no había nadie más que ella, era tarde, eran pocas las casas cercanas que estaban habitadas, no la escucharían gritar si le pasaba algo. Se quedó petrificada sosteniéndole la mirada a... ¿qué era aquello? era muy bajo para ser una persona. En París no había osos, así pues...¿qué animal sería? seguramente un perro. La criatura avanzó apenas unos centímetros y entonces pudo observar su albo pelaje. ¡Un lobo! En Louisiana no tenían lobos. Había cocodrilos, serpientes, tortugas y criaturas del pantano, pero lobos no. Era precioso, era como los había visto dibujados en los libros. Extendió las manos con las palmas hacia arriba y las dejó descansar en el suelo, pera que el animal las viese y supiera que no llevaba nada en ellas que sirviera para hacer daño.
— hey... mira... si eres un lobo... ¡qué guapo eres!...ven, no te asustes, no te voy a hacer daño...— no sabía si el lobo avanzaría porque los animales notaban las auras de los magos y normalmente huían de ellos. Por lo pronto no le había gruñido ni enseñado los dientes, eso tenía que ser bueno. Le siguió hablando despacio.— nunca había visto uno como tú... vaya... eres tan blanco...
Alrededor del animal su aura crepitaba extrañamente. Pero jamás había visto a un lobo, así que no sabía si eso era normal. Con los perros eso no pasaba. Pero los lobos eran distintos, los indios americanos contaban de ellos un montón de historias, decían que eran su tótem, que guiaban al guerrero y lo unían a la tierra... quizás fueran animales "espirituales" o algo similar. Como fuera, el animal era magnífico, con ese pelaje resplandeciente y esos ojos tan vivos.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Sus ojos fijos en mis ámbar mientras se agachaba para quedar de frente. Aquel aura la convertía en un ser atrayente, una mujer distinta a las parisienses.
Avance despacio, por dentro una sonrisa ladina se dibujaba en mi rostro al oír como clamaba a los cuatro vientos la belleza de mi atuendo.
Si, ambos eramos dos depredadores, pero de un modo mas bien completamente diferente.
Ella lucia un atuendo infantil, nada que ver con las mesas camillas de las engalardonadas mujeres de París.
Rostro sin pinturas de guerra, limpio, inmaculado, con mirada verde perturbadora.
Altivo aunque precavido pues conocía del poder de los hechiceros acorte la distancia que nos separaba hasta que su mano impacto con el pelaje de mi lomo.
No parecía temerme, cuando sus dedos se hundieron entre la espesura de mi cabello.
Estaba seguro de que ella también era capaz de leer mi aura, a esas alturas y dado su poder mágico, dudaba no supiera que no era una bestia si no un hombre a aquello que acariciaba.
Cerré los ojos cuando su mano se deslizo por mi hocico, dibujando cada parte de este, ensimismada posiblemente en la blancura del pelaje, en su suavidad y como no en el brillo de mis orbes que analizaban cada gesto de sus manos.
Conocía el peligro que encerraban esos seres ¿conocía ella el peligro de mi colmillos?
Reculé unos pasos, en esa forma no podía hablar con ella, y quizás me fuera útil para averiguar ciertas cosas para mi señora.
El pelo se fundió con mi piel, ahora curtida por el viento, tostada por la guerra, pies y manos sustituyeron a las patas. Mi rostro tomó forma humana, ningún rastro del hocico. Ojos ámbar sustituidos por el azul del cielo. Nieve pro el dorado de mi cabellos.
Me alcé enfrentando su mirada, mostrandole sin tapujos mi poderosa desnudez, cuerpo curtido en la batalla, cicatrices surcaban cada parte de el, cada una con una historia, con una victoria inscrita en el.
Parecía atónita, algo que me sorprendió, como si no hubiera sabido desde el principio que yo era un humano, o al menos parte de mi lo era.
Ladeé la cabeza ligeramente cuando esta reculo, sus ojos se deslizaban por mi torso, centrándose en lo inevitable, mi hombría.
Sonreí de medio lado acercándome a ella con descaro.
-Lamento mi aspecto, mas en forma de lobo, no podía interactuar contigo, no porto la capa de pelo, así que me es imposible cubrir aquella parte que parece os incomoda de mi.
Disculpas echas, me entre en lo realmente importante sin dejar de penetrarla con la mirada.
-Poseéis magia y mi señora la ha perdido, seria de vital importancia, conocer a algún ser que pudiera indicarnos por donde empezar la búsqueda hacia lo desconocido.
Vuestra aura, soy capaz de percibir tintes purpura, magia en ella. Decirme mi señora ¿quizás conozcáis la oscuridad de París?
Avance despacio, por dentro una sonrisa ladina se dibujaba en mi rostro al oír como clamaba a los cuatro vientos la belleza de mi atuendo.
Si, ambos eramos dos depredadores, pero de un modo mas bien completamente diferente.
Ella lucia un atuendo infantil, nada que ver con las mesas camillas de las engalardonadas mujeres de París.
Rostro sin pinturas de guerra, limpio, inmaculado, con mirada verde perturbadora.
Altivo aunque precavido pues conocía del poder de los hechiceros acorte la distancia que nos separaba hasta que su mano impacto con el pelaje de mi lomo.
No parecía temerme, cuando sus dedos se hundieron entre la espesura de mi cabello.
Estaba seguro de que ella también era capaz de leer mi aura, a esas alturas y dado su poder mágico, dudaba no supiera que no era una bestia si no un hombre a aquello que acariciaba.
Cerré los ojos cuando su mano se deslizo por mi hocico, dibujando cada parte de este, ensimismada posiblemente en la blancura del pelaje, en su suavidad y como no en el brillo de mis orbes que analizaban cada gesto de sus manos.
Conocía el peligro que encerraban esos seres ¿conocía ella el peligro de mi colmillos?
Reculé unos pasos, en esa forma no podía hablar con ella, y quizás me fuera útil para averiguar ciertas cosas para mi señora.
El pelo se fundió con mi piel, ahora curtida por el viento, tostada por la guerra, pies y manos sustituyeron a las patas. Mi rostro tomó forma humana, ningún rastro del hocico. Ojos ámbar sustituidos por el azul del cielo. Nieve pro el dorado de mi cabellos.
Me alcé enfrentando su mirada, mostrandole sin tapujos mi poderosa desnudez, cuerpo curtido en la batalla, cicatrices surcaban cada parte de el, cada una con una historia, con una victoria inscrita en el.
Parecía atónita, algo que me sorprendió, como si no hubiera sabido desde el principio que yo era un humano, o al menos parte de mi lo era.
Ladeé la cabeza ligeramente cuando esta reculo, sus ojos se deslizaban por mi torso, centrándose en lo inevitable, mi hombría.
Sonreí de medio lado acercándome a ella con descaro.
-Lamento mi aspecto, mas en forma de lobo, no podía interactuar contigo, no porto la capa de pelo, así que me es imposible cubrir aquella parte que parece os incomoda de mi.
Disculpas echas, me entre en lo realmente importante sin dejar de penetrarla con la mirada.
-Poseéis magia y mi señora la ha perdido, seria de vital importancia, conocer a algún ser que pudiera indicarnos por donde empezar la búsqueda hacia lo desconocido.
Vuestra aura, soy capaz de percibir tintes purpura, magia en ella. Decirme mi señora ¿quizás conozcáis la oscuridad de París?
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Lana reculó hacia atrás cuando aquel impresionante lobo blanco empezó a cambiar y convertirse en un humano, no mucho menos impresionante, pero su aspalda chocó con una lápida y no pudo tirar más atrás. Estuvo a punto de gritar, pero hacía años que no lo hacía y posiblemente su cuerpo ya no recordaba cómo era, tal era el grado de mutismo e insociabilidad que ostentaba. Sus ojos de un color verde con centro de color miel se abrieron como platos y siguieron su anatomía desde la raiz del pelo hasta los dedos de los pies. Wao. Estaba hablando. La criatura hablaba. Sus ojos eran de un extraño color grisáceo verdoso, como una mañana brumosa y helada de primavera.
Lo vio articular palabras pero no estaba prestándole atención realmente, su cerebro estaba en estado de bloqueo. No había conocido a ningun cambiante hasta la fecha y aunque sabía que existían, igual que los vampiros pensaba que era mucho más complicado encontrar uno.
¿Qué había dicho de no se qué de una parte incómoda? no se había fijado en... eso. No hasta que lo dijo y entonces sí que sintió como el calor le subía a las mejillas. ¡Joder! que estaba en pelotas delante de ella y no era un cadáver para enterrar, que eran los únicos cuerpos desnudos que acostumbraba a ver.
¿Magia? si, claro, ella tenía... espera. ¿Leía su aura? Demasiada información para tan pocas palabras y en tan pocos segundos.
— París es... oscuro.— Se apoyó en la lápida para incorporarse mientras tragaba saliva. De pronto saltaron todos sus sistemas de alerta, algo le gritaba que tras aquellas palabras, ninguna más alta que otra, había algo que no era seguro. Aquella anatomía cambiante e imponente dinamitó su miedo, algo que hacía años que no sentía al menos tan intenso como esa noche. Esos ojos brumosos, ambarinos cuando era un can, ahora la miraban con intenciones veladas, con instintos depredadores salpicados en sus iris brillantes de forma que una intranquilidad ancestral y profunda la llevaron a girarse y salir corriendo. Conocía aquel cementerio como la palma de su mano, pero estaba tan alterada que tropezó varias veces y eligió senderos sin pensar desorientándose en seguida.
No se trataba de un humano corriente, ni de un animal, tenía las fortalezas de ambos y seguramente pocas de sus debilidades, un híbrido depredador, peligroso y salvaje si así lo decidía. Tenía que salir de allí lo más rápido que pudiera. Corrió tanto como sus piernas se lo permitieron pero el sendero por el que iba acababa en seco en un panteón así que giró, derrapando y rodó por el suelo rascándose la rodilla en la gravilla del suelo.
Lo vio articular palabras pero no estaba prestándole atención realmente, su cerebro estaba en estado de bloqueo. No había conocido a ningun cambiante hasta la fecha y aunque sabía que existían, igual que los vampiros pensaba que era mucho más complicado encontrar uno.
¿Qué había dicho de no se qué de una parte incómoda? no se había fijado en... eso. No hasta que lo dijo y entonces sí que sintió como el calor le subía a las mejillas. ¡Joder! que estaba en pelotas delante de ella y no era un cadáver para enterrar, que eran los únicos cuerpos desnudos que acostumbraba a ver.
¿Magia? si, claro, ella tenía... espera. ¿Leía su aura? Demasiada información para tan pocas palabras y en tan pocos segundos.
— París es... oscuro.— Se apoyó en la lápida para incorporarse mientras tragaba saliva. De pronto saltaron todos sus sistemas de alerta, algo le gritaba que tras aquellas palabras, ninguna más alta que otra, había algo que no era seguro. Aquella anatomía cambiante e imponente dinamitó su miedo, algo que hacía años que no sentía al menos tan intenso como esa noche. Esos ojos brumosos, ambarinos cuando era un can, ahora la miraban con intenciones veladas, con instintos depredadores salpicados en sus iris brillantes de forma que una intranquilidad ancestral y profunda la llevaron a girarse y salir corriendo. Conocía aquel cementerio como la palma de su mano, pero estaba tan alterada que tropezó varias veces y eligió senderos sin pensar desorientándose en seguida.
No se trataba de un humano corriente, ni de un animal, tenía las fortalezas de ambos y seguramente pocas de sus debilidades, un híbrido depredador, peligroso y salvaje si así lo decidía. Tenía que salir de allí lo más rápido que pudiera. Corrió tanto como sus piernas se lo permitieron pero el sendero por el que iba acababa en seco en un panteón así que giró, derrapando y rodó por el suelo rascándose la rodilla en la gravilla del suelo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Aquella criatura de aura purpura con matices oscuros salio corriendo como alma que lleva el diablo.
Podía oler su miedo respirando por cada uno de los poros de su blanquecina piel, no la culpaba, ambos eramos dos depredadores, claro que ahora, con ese nimio gesto ella se había trasformado en la presa de este juego.
Corría entre las tumbas, sin rumbo, como si el demonio la persiguiera y el infierno fuera su único refugio.
Sonrisa ladina en mi rostro antes de saltar de nuevo a mi forma animal, emprendiendo la carrera tras aquel suculento manjar.
Era tan ruidosa y el cementerio tan silencioso, que era capaz de escuchar hasta como derrapaba sobre la gravilla, sus jadeos por el esfuerzo, el olor del sudor de su piel. Me estaba excitando aquella carrera en la que mi presa parecía no tener rumbo y mis zancadas se acercaban salvajemente a ella.
Tomé un atajo entre sendos pasillos de estatuas de piedra blanca con forma de ángeles alados para encontrármela de frente.
Mis ojos ámbar centellearon voraces contra sus verdes que dilatados por el miedo y la adrenalina, parecían los de un ciervo.
Así de nuevo emprendimos la veloz carrera entre hombre y bestia. Su cuerpo pronto cedió sobe la graba cuando de un salto mis patas se colocaron sobre las de ella.
Su aliento agitado contra mis colmillos, esos que le mostré sin el mas mínimo reparo.
Ojos que se fundieron en uno, ella aterrada yo demasiado ido para pesar en otra cosa que no fuera en mis propios instintos.
Sobre ella mi cuerpo se trasformo en el de ese hombre de tez oscura mientras ahora con mis manos aferraba sus brazos por encima de su cabeza.
yo le servia de jaula contra ella, no permitiendole que se moviera,
-Maldita mujer, estate quieta, si quisiera comerte, ya lo habría hecho.
Mi virilidad en alza golpeaba su vientre, admito que para una doncella sola en el cementerio, aquella situación podía resultar frustrante.
-No voy a violarte -gruñí como si pudiera adivinar l oque estaba pensando -Yo no soy de esos.
Cierto era que los vikingos del norte causábamos estragos al tomar las ciudades conquistándolas, mas yo nunca necesite forzar a mujer alguna para que se me abriera de piernas.
-Confía en mi, solo necesito información, si me la das, desapareceré como la misma bruma de este bosque -susurré casi acariciando sus labios -no me temas, no soy el peor depredador de este mundo.
La mire tratando de encontrar algún cambio en sus ojos que me permitieran aflojar el agarre y poder liberarla ocn ls tranquilidad de que la caza no volvería a empezar.
Podía oler su miedo respirando por cada uno de los poros de su blanquecina piel, no la culpaba, ambos eramos dos depredadores, claro que ahora, con ese nimio gesto ella se había trasformado en la presa de este juego.
Corría entre las tumbas, sin rumbo, como si el demonio la persiguiera y el infierno fuera su único refugio.
Sonrisa ladina en mi rostro antes de saltar de nuevo a mi forma animal, emprendiendo la carrera tras aquel suculento manjar.
Era tan ruidosa y el cementerio tan silencioso, que era capaz de escuchar hasta como derrapaba sobre la gravilla, sus jadeos por el esfuerzo, el olor del sudor de su piel. Me estaba excitando aquella carrera en la que mi presa parecía no tener rumbo y mis zancadas se acercaban salvajemente a ella.
Tomé un atajo entre sendos pasillos de estatuas de piedra blanca con forma de ángeles alados para encontrármela de frente.
Mis ojos ámbar centellearon voraces contra sus verdes que dilatados por el miedo y la adrenalina, parecían los de un ciervo.
Así de nuevo emprendimos la veloz carrera entre hombre y bestia. Su cuerpo pronto cedió sobe la graba cuando de un salto mis patas se colocaron sobre las de ella.
Su aliento agitado contra mis colmillos, esos que le mostré sin el mas mínimo reparo.
Ojos que se fundieron en uno, ella aterrada yo demasiado ido para pesar en otra cosa que no fuera en mis propios instintos.
Sobre ella mi cuerpo se trasformo en el de ese hombre de tez oscura mientras ahora con mis manos aferraba sus brazos por encima de su cabeza.
yo le servia de jaula contra ella, no permitiendole que se moviera,
-Maldita mujer, estate quieta, si quisiera comerte, ya lo habría hecho.
Mi virilidad en alza golpeaba su vientre, admito que para una doncella sola en el cementerio, aquella situación podía resultar frustrante.
-No voy a violarte -gruñí como si pudiera adivinar l oque estaba pensando -Yo no soy de esos.
Cierto era que los vikingos del norte causábamos estragos al tomar las ciudades conquistándolas, mas yo nunca necesite forzar a mujer alguna para que se me abriera de piernas.
-Confía en mi, solo necesito información, si me la das, desapareceré como la misma bruma de este bosque -susurré casi acariciando sus labios -no me temas, no soy el peor depredador de este mundo.
La mire tratando de encontrar algún cambio en sus ojos que me permitieran aflojar el agarre y poder liberarla ocn ls tranquilidad de que la caza no volvería a empezar.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Lo vio correr por el pasillo de estatuas de mármol a una velocidad endiablada, blanco, de ojos brillantes y feroces, pero no fue hasta que lo tuvo que encima, cuando vio aquellos colmillos enormes, con los belfos retraídos en una mueca salvaje. El lobo feroz.
Se asustó, sintió como esos colmillos casi chasqueaban cerca de su cara, prestos a arrancar la carne del hueso. Dos centímetros más y su cara sería un espantajo retorcido de piel. Por un instante cerró los ojos esperando el latigazo del dolor que no sucedió. Tan sólo notó cómo su cabeza chocaba con el suelo al caer de espaldas y el peso muerto sobre ella.
La agarró de los brazos por encima de la cabeza, y esta vez ya eran brazos humanos, una cara humana y una voz. El hombre-lobo estaba hablando de nuevo pero desde la ventaja de estar en la cima de la cadena alimenticia. La tenía atrapada y sujeta a su santa voluntad. De pronto la cara de aquella criatura comenzó a difuminarse en tonos azules.
— No... ahora no....— musitó. Los ojos de la bruja se tornaron blanquiazules y entró en una suerte de trance. Tenía el don de la premonición, y casi siempre le asaltaba en sueños, pero a veces estaba despierta y era muy desconcertante, como esa vez. Quizás el nivel tan alto de adrenalina lo había disparado. Se tensó y sus extremidades se pusieron muy rígidas, también apretó la mandíbula con fuerza.
Delante de ella se desarrolló una escena protagonizada por gente que no conocía. Una boda, el novio con el pelo oscuro y ensortijado, la novia rubia como el trigo con ojos de esmeralda. Entre los invitados todo tipo de expresiones: felicidad, desaprobación, envidia, decepción...Una mujer hermosa entrada en años los miraba fijamente. Después se desató el caos. Copas por el suelo, sangre goteando de alguien con el cuello destrozado sobre la mesa. Gente corriendo, la bestia de pelo albino manchado de sangre... nada tenía sentido.
La escena desapareció delante de sus ojos y dio paso a otra. Oscuridad, un olor fétido como a alcantarilla o mazmorra. Notó el frio, el dolor y los golpes. Los estaba sufriendo ella misma. Algo la agarraba de un pie, algo que tenía ojos rojos como los del demonio, y la arrastraba estampándola con fuerza contra una pared y hundiendo sus colmillos con fuerza. No había pelo, era algo grimoso y frío como un reptil.
Quería gritar, pero no le salía, no tenía voz, los colmillos la atenazaban. Silencio de nuevo. Oscuridad. Sonido de una puerta reventada y gruñidos acompañados del gorgoteo de quien pierde sangre a raudales. En la realidad empezó a descender un hilo de sangre de sus fosas nasales por el esfuerzo mental. De nuevo dolor al ser movida de aquella alcantarilla. Mil agujas clavandose en su cuerpo y un fogonazo de luz. Unos ojos verde-grisáceos y la cara del lobo preguntándole algo...pero se funde a negro otra vez.
La bruja regresa a la realidad y sus ojos vuelven a ser verdes, su expresión es de completa confusión.
— era una... visión.— Tampoco hacía falta que le contase todo lo que había visto porque ni siquiera ella misma lo entendía.— una boda... habrá sangre y muerte.
La bruja gira la cara hacia un lado, asustada todavía por tenerlo encima, por lo que ha visto, por mil razones. Se muerde el labio inferior y susurra.
— No puedo ayudarte... no tengo la magia que buscas, sólo sé empujar objetos con la energía y estas visiones que vienen cuando quieren.— Bueno y también hacer magia vudú, pero estaba mal vista y no era cuestión de soltárselo al primer desconocido que la tumbase en el suelo, por bueno que estuviera.— quizás la Logia pueda ayudar a tu señora.
Se asustó, sintió como esos colmillos casi chasqueaban cerca de su cara, prestos a arrancar la carne del hueso. Dos centímetros más y su cara sería un espantajo retorcido de piel. Por un instante cerró los ojos esperando el latigazo del dolor que no sucedió. Tan sólo notó cómo su cabeza chocaba con el suelo al caer de espaldas y el peso muerto sobre ella.
La agarró de los brazos por encima de la cabeza, y esta vez ya eran brazos humanos, una cara humana y una voz. El hombre-lobo estaba hablando de nuevo pero desde la ventaja de estar en la cima de la cadena alimenticia. La tenía atrapada y sujeta a su santa voluntad. De pronto la cara de aquella criatura comenzó a difuminarse en tonos azules.
— No... ahora no....— musitó. Los ojos de la bruja se tornaron blanquiazules y entró en una suerte de trance. Tenía el don de la premonición, y casi siempre le asaltaba en sueños, pero a veces estaba despierta y era muy desconcertante, como esa vez. Quizás el nivel tan alto de adrenalina lo había disparado. Se tensó y sus extremidades se pusieron muy rígidas, también apretó la mandíbula con fuerza.
Delante de ella se desarrolló una escena protagonizada por gente que no conocía. Una boda, el novio con el pelo oscuro y ensortijado, la novia rubia como el trigo con ojos de esmeralda. Entre los invitados todo tipo de expresiones: felicidad, desaprobación, envidia, decepción...Una mujer hermosa entrada en años los miraba fijamente. Después se desató el caos. Copas por el suelo, sangre goteando de alguien con el cuello destrozado sobre la mesa. Gente corriendo, la bestia de pelo albino manchado de sangre... nada tenía sentido.
La escena desapareció delante de sus ojos y dio paso a otra. Oscuridad, un olor fétido como a alcantarilla o mazmorra. Notó el frio, el dolor y los golpes. Los estaba sufriendo ella misma. Algo la agarraba de un pie, algo que tenía ojos rojos como los del demonio, y la arrastraba estampándola con fuerza contra una pared y hundiendo sus colmillos con fuerza. No había pelo, era algo grimoso y frío como un reptil.
Quería gritar, pero no le salía, no tenía voz, los colmillos la atenazaban. Silencio de nuevo. Oscuridad. Sonido de una puerta reventada y gruñidos acompañados del gorgoteo de quien pierde sangre a raudales. En la realidad empezó a descender un hilo de sangre de sus fosas nasales por el esfuerzo mental. De nuevo dolor al ser movida de aquella alcantarilla. Mil agujas clavandose en su cuerpo y un fogonazo de luz. Unos ojos verde-grisáceos y la cara del lobo preguntándole algo...pero se funde a negro otra vez.
La bruja regresa a la realidad y sus ojos vuelven a ser verdes, su expresión es de completa confusión.
— era una... visión.— Tampoco hacía falta que le contase todo lo que había visto porque ni siquiera ella misma lo entendía.— una boda... habrá sangre y muerte.
La bruja gira la cara hacia un lado, asustada todavía por tenerlo encima, por lo que ha visto, por mil razones. Se muerde el labio inferior y susurra.
— No puedo ayudarte... no tengo la magia que buscas, sólo sé empujar objetos con la energía y estas visiones que vienen cuando quieren.— Bueno y también hacer magia vudú, pero estaba mal vista y no era cuestión de soltárselo al primer desconocido que la tumbase en el suelo, por bueno que estuviera.— quizás la Logia pueda ayudar a tu señora.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Esperaba su reacción para poder aflojar el agarre cuando su cuerpo se tensó entre mis manos, rígido como si estuviera sufriendo un ataque, sus ojos se tornaron blanquecinos, había visto esto mismo en mi señora demasiadas veces como para no saber de lo que se trataba.
Tomé a la pequeña entre mis brazos, apartando los mechones de pelo de su rostro. Su cabeza caía ligeramente ladeada contra mi pecho, mientras sus manos reposaban sobre si mismas arqueando ligeramente los dedos.
-Vamos pequeña -susurré contra su pelo -despierta.
Una convulsión ligera antes de que su cuerpo cayera ahora si agotado sobre mi regazo, sus ojos verdes se centraron en la bruma de los míos.
-Tranquila, estas a salvo -susurré sin dejar de acariciarla.
Vale, admito que esa frase de un tío desconocido, desnudo y clavandole la virilidad en la espalda no resultaba nada halagüeña ¿pero que iba a decirle? Soy el lobo feroz? ¿te he dicho que estas muy buena y tengo ganas de comerte?
No pude evitar que una picara sonrisa se dibujara un instante en mi labios, el justo hasta que su boca emitió unas palabras que me dejaron trastocado.
Creo que ella fue consciente de como mi rostro se tensó, como cada musculo se endureció y como mi mirada quedo del mismo tono que la del lobo que habitaba en mi.
-¿una boda? ¿Como era el muchacho? ¿moreno?
Tomé una bocanada de aire, esa que ahora era a mi a quien le faltaba, todo encajaba.
De ahí que su tío estuviera tan feliz ante la noticia de su inminente compromiso, no era como yo había imaginado porque pensara que Höor se quedaría en París y así se libraría de su máximo rival...no, era porque sabia que todos los incondicionales de nuestro futuro rey estarían en esa ceremonia.
Todos desarmados, bebidos, celebrando el acontecimiento que nos llenaría de felicidad y que pronto daría descendencia para nuestro señor. Descendencia poderosa.
El rey no pensaba dejar que nadie saliera con vida de esa boda, era una alimaña rodeado de un consejo de hienas. estaba seguro que ya había dispuesto toda la maquinaria necesaria para destruir a sus enemigos. Sin Höor no había futuro en el norte, tenia que evitar que esa matanza sucediese ¿pero como?
Miré a la bruja fijamente, la incorpore tomándola de los brazos, aun sentada sobre mi, para hundir mi mirada en la suya.
-Te necesito, puede que creas que estoy loco, pero vas a ayudarme a impedir que ese futuro se cumpla. Necesito tu don para que guíes mis pasos.
Si el hombre de tu visión cae, si la dama rubia cae con él,el norte, mi hogar esta perdido.
El y su descendencia es la única esperanza para los míos.
Soy el capitán de una rebelión que estamos organizando para destronar a un rey cruel que humilla y pisa al pueblo. Höor es justo, es un hombre que ha vivido la guerra de primera mano, lidera tropas, el es nuestro rey.
Y su mujer Valeria, engendrará sendas niñas, así lo han predicho las vírgenes oráculos del templo.
Te necesito, eres la única esperanza que tengo para evitar esto..por favor.
Suplica desesperada, así me sentía yo mismo en este instante en el que había descubierto que de nuevo el mal se cernía sobre nosotros.
Si avisaba a Höor de lo descubierto cancelaría la boda para proteger a su futura esposa. Pero esa no era la solución, no porque el norte necesitaba ese maldito enlace.
Tomé a la pequeña entre mis brazos, apartando los mechones de pelo de su rostro. Su cabeza caía ligeramente ladeada contra mi pecho, mientras sus manos reposaban sobre si mismas arqueando ligeramente los dedos.
-Vamos pequeña -susurré contra su pelo -despierta.
Una convulsión ligera antes de que su cuerpo cayera ahora si agotado sobre mi regazo, sus ojos verdes se centraron en la bruma de los míos.
-Tranquila, estas a salvo -susurré sin dejar de acariciarla.
Vale, admito que esa frase de un tío desconocido, desnudo y clavandole la virilidad en la espalda no resultaba nada halagüeña ¿pero que iba a decirle? Soy el lobo feroz? ¿te he dicho que estas muy buena y tengo ganas de comerte?
No pude evitar que una picara sonrisa se dibujara un instante en mi labios, el justo hasta que su boca emitió unas palabras que me dejaron trastocado.
Creo que ella fue consciente de como mi rostro se tensó, como cada musculo se endureció y como mi mirada quedo del mismo tono que la del lobo que habitaba en mi.
-¿una boda? ¿Como era el muchacho? ¿moreno?
Tomé una bocanada de aire, esa que ahora era a mi a quien le faltaba, todo encajaba.
De ahí que su tío estuviera tan feliz ante la noticia de su inminente compromiso, no era como yo había imaginado porque pensara que Höor se quedaría en París y así se libraría de su máximo rival...no, era porque sabia que todos los incondicionales de nuestro futuro rey estarían en esa ceremonia.
Todos desarmados, bebidos, celebrando el acontecimiento que nos llenaría de felicidad y que pronto daría descendencia para nuestro señor. Descendencia poderosa.
El rey no pensaba dejar que nadie saliera con vida de esa boda, era una alimaña rodeado de un consejo de hienas. estaba seguro que ya había dispuesto toda la maquinaria necesaria para destruir a sus enemigos. Sin Höor no había futuro en el norte, tenia que evitar que esa matanza sucediese ¿pero como?
Miré a la bruja fijamente, la incorpore tomándola de los brazos, aun sentada sobre mi, para hundir mi mirada en la suya.
-Te necesito, puede que creas que estoy loco, pero vas a ayudarme a impedir que ese futuro se cumpla. Necesito tu don para que guíes mis pasos.
Si el hombre de tu visión cae, si la dama rubia cae con él,el norte, mi hogar esta perdido.
El y su descendencia es la única esperanza para los míos.
Soy el capitán de una rebelión que estamos organizando para destronar a un rey cruel que humilla y pisa al pueblo. Höor es justo, es un hombre que ha vivido la guerra de primera mano, lidera tropas, el es nuestro rey.
Y su mujer Valeria, engendrará sendas niñas, así lo han predicho las vírgenes oráculos del templo.
Te necesito, eres la única esperanza que tengo para evitar esto..por favor.
Suplica desesperada, así me sentía yo mismo en este instante en el que había descubierto que de nuevo el mal se cernía sobre nosotros.
Si avisaba a Höor de lo descubierto cancelaría la boda para proteger a su futura esposa. Pero esa no era la solución, no porque el norte necesitaba ese maldito enlace.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
La bruja tardó unos instantes en volver en si. Se sentía débil y confusa pero poco a poco se iba aclarando la mente. Apoyó la mano en el pecho de Ulf y trató de incorporarse. Se tocó el labio y notó el sabo de la sangre que había salido por su nariz, elevó la misma y se la limpió con la manga. Se movió para bajar los pies al suelo y cuando los sintió estables se separó de él.
Aquella visión, la primera, no tenía que ver con ella y no sabía hasta dónde se estaba comprometiendo. El lobo hablaba de un reino del norte, de un rey tirano y de una boda que de celebrarse sería un inconveniente para ese rey. Ella no sabía nada de política y de sus entresijos, y mucho menos quería meterse a aconsejar al cabecilla de una rebelión. Pero esa súplica en sus ojos la sumieron en un pantano de dudas. Eso era. Tenían el color del amanecer del pantano, siempre neblinoso, siempre peligroso.
— tenía el cabello oscuro y ella era muy rubia con los ojos verdes...te vi en el suelo, cubierto de sangre y la gente corria, era un caos. No sé qué es lo que vi, ni sé si se cumplirá. La visiones no siempre se cumplen.— Estaba muy cansada, suspiró y se miró la manga, manchada de sangre.— ¿Puedo irme ya?.— Se masajeó la sien y miró hacia el muro del cementerio en dirección a su casa.— Mañana estaré aquí de nuevo a la misma hora.— Esa era toda la concesión que le haría a la criatura por esa noche. Probablemente pudiera rastrearla por el olor aunque estuviera a veinte kilómetros, así que era tontería esconderse de aquella situación. Echó a andar despacio, cruzando un brazo sobre su estómago y agarrandose el codo contrario, hacia la salida del camposanto y se fue directa a casa subiendo la escalera y encerrándose en su cuarto. Se dejó caer sobre la cama mirando al techo y recordando todo lo sucedido. Cuando la sujetó en el trance no había empleado la fuerza, es más, había apartado su pelo y le hablaba con calma, llamándola "pequeña". Ais. Suspiró y cerró los ojos. La segunda visión no traía nada bueno, pero por experiencia sabía que si debía suceder, sucedería. No sabía cuándo ni dónde, pero acabaría por pasar.
------------------------------------------------------------
Noche siguiente.
La bruja esperó a que cayese el sol para atravesar la verja del cementerio y regresar al mismo lugar donde se encontró con el lobo la noche anterior. Sobre la lápida en la que estaba sentada ayer dejó una nota. Esperaba que él supiera leer. No había dormido apenas y estaba completamente en tensión. Sabía lo que iba a suceder y tenía serias dudas de poder evitarlo, pero quedarse en casa no iba a hacer que no sucediese, tan sólo se retrasaría o sucedería lo mismo pero con variaciones. Había visto en la visión que él la encontraría, así que iba a asegurarse de eso.
Un siseo a sus espaldas la alertó. Ahí estaba...ya llegaba el demonio, podía sentir como se le erizaba todo el vello. Se concentró tratando de acumular energía en sus manos para descargarla contra el monstruo. Sintió el zarpazo que la enganchaba y soltó el torrente de energía que golpeó a la bestia, mas era muy fuerte y aguantó el envite. Notó el golpe seco en su cabeza cuando la hizo caer y la arrastró por el suelo; sintió los arañazos por todo el cuerpo y cómo se desvanecía su conciencia siendo arrastrada por aquel Nosferatu hasta las alcantarillas. Desaparecieron por una entrada escondida dentro de un panteón viejo y medio derrumbado.
El flash de luz la catapultó a la realidad. Abrió los ojos y una luz cegadora la estaba obligando a parpadear. Un dolor pulsátil le golpeaba la nuca y la sien, y sentía también el picor de las rascaduras en su espalda, codos y antebrazos. El suelo estaba frío y duro y olía a fetidez infernal de cloaca. Intentó enfocar las pupilas en aquella claridad antinatural pero aquella luz casi dolía. La luz cesó, y de pronto se vio envuelta de nuevo en la más profunda oscuridad, viendo chiribitas en el aire.
Se incorporó despacio y notó la sangre reseca en las manos y en los codos, tirante. Poco a poco fue recobrando la visión, pero la cabeza seguía doliendo un infierno. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era estar en el cementerio dejando una nota a...Alto. Esa sensación le era familiar. El vello de la nuca erizado. No estaba sola. Aquel zulo oscuro era una habitación de 4x4 abovedada y en la esquina opuesta había alguien, lo presentía. Cuando su visión se acomodó, pudo verlo, era un bulto informe en la oscuridad.
Reculó hasta topar su espalda con la pared y se quedó muda, observando el otro lado, empezando a temblar involuntariamente. Lo que la había arrastrado desde el camposanto estaba allí, y la miraba. Aunque no viera sus ojos sabía que así era. Como una respuesta a su petición, dos llamas incandescentes y rojas como el magma, se encendieron en la oscuridad, dos pilotos rojos, demoníacos, apuntando hacia ella. Se le cortó la respiración. Trató de recular, pero la pared ya no la dejaba más, así que se agarró las rodillas y hundió la cabeza entre ellas. "No está aquí.. es una alucinación.. no está aquí". Abrió los ojos de nuevo y aquellos otros, rojos, seguían mirándola. Y la cosa empezó a moverse. ¡Ay!. Avanzaba hacia ella, y pudo distinguir la silueta del cráneo pelado, las orejas de puntas agudas y retorcidas y las manos con aquellos dedos que parecían garras. Sin duda era uno de ellos. No le había visto los colmillos pero sabía que el vampiro los tenía.
Enterró la cabeza entre las rodillas apretando los brazos y las manos hasta dejar los nudillos blancos, apretando los ojos, como si así pudiera despertarse de aquella pesadilla. Murmuró por lo bajo un fragmento del libro de los Romanos "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor."
Pero el Nosferatu seguía avanzando. Sintió su aliento sobre la frente, sintió su hambre y su oscuridad, su depravación y su tristeza, su vacío y su crueldad. Ninguna criatura debería ser condenada a una eternidad matando para alimentarse, pero mucho menos con el aspecto de aquella. Absimiliard el primer Nosferatu se cubrió de gloria condenando a la fealdad repulsiva a toda su descendencia.
Le era imposible ya controlar el temblor de su cuerpo cuando notó su garra deslizándose por el costado, entrando por debajo de su vestido y arañando sus costillas a su paso. El tirón no se hizo esperar, al agarrarla por un pie, utilizando la habilidad de Fuerza Sobrehumana, su cabeza rebotó de nuevo contra el suelo y sintió como si la arrastrase un tren, elevándola después por encima del suelo y cayendo contra la pared. Sintió el sabor de su propia sangre en la boca. No sabía si era de la nariz, de la boca o de la ceja, quizás de las tres. Pero no le dio tiempo ni de espabilarse porque el vampiro la agarró del cuello, cortándole el aire y hundió sus colmillos con inquina en la cara interna de su brazo.
No pudo gritar, la presa sobre el cuello lo impidió. Pero la siguiente vez sí que lo hizo. Y la otra. Y la siguiente. Pero Dios no estaba por la labor de escuchar.
Sobre la tumba la nota dirigida al lobo ponía lo siguiente:
“Hola Lobo. No sé tu nombre, el mío es Giuliana pero todos me llaman Lana. Si estás leyendo esta nota es que se ha cumplido mi segunda visión. Pensarás que soy idiota por no evitarla; pero créeme, generalmente suceden de una u otra forma, al menos de esta me aseguraba que podía avisarte. Encuéntrame en las alcantarillas, alguna criatura peligrosa me ha llevado allí y quizás cuando llegues ya no respire. Por favor, no tardes, y ten cuidado.”
Aquella visión, la primera, no tenía que ver con ella y no sabía hasta dónde se estaba comprometiendo. El lobo hablaba de un reino del norte, de un rey tirano y de una boda que de celebrarse sería un inconveniente para ese rey. Ella no sabía nada de política y de sus entresijos, y mucho menos quería meterse a aconsejar al cabecilla de una rebelión. Pero esa súplica en sus ojos la sumieron en un pantano de dudas. Eso era. Tenían el color del amanecer del pantano, siempre neblinoso, siempre peligroso.
— tenía el cabello oscuro y ella era muy rubia con los ojos verdes...te vi en el suelo, cubierto de sangre y la gente corria, era un caos. No sé qué es lo que vi, ni sé si se cumplirá. La visiones no siempre se cumplen.— Estaba muy cansada, suspiró y se miró la manga, manchada de sangre.— ¿Puedo irme ya?.— Se masajeó la sien y miró hacia el muro del cementerio en dirección a su casa.— Mañana estaré aquí de nuevo a la misma hora.— Esa era toda la concesión que le haría a la criatura por esa noche. Probablemente pudiera rastrearla por el olor aunque estuviera a veinte kilómetros, así que era tontería esconderse de aquella situación. Echó a andar despacio, cruzando un brazo sobre su estómago y agarrandose el codo contrario, hacia la salida del camposanto y se fue directa a casa subiendo la escalera y encerrándose en su cuarto. Se dejó caer sobre la cama mirando al techo y recordando todo lo sucedido. Cuando la sujetó en el trance no había empleado la fuerza, es más, había apartado su pelo y le hablaba con calma, llamándola "pequeña". Ais. Suspiró y cerró los ojos. La segunda visión no traía nada bueno, pero por experiencia sabía que si debía suceder, sucedería. No sabía cuándo ni dónde, pero acabaría por pasar.
------------------------------------------------------------
Noche siguiente.
La bruja esperó a que cayese el sol para atravesar la verja del cementerio y regresar al mismo lugar donde se encontró con el lobo la noche anterior. Sobre la lápida en la que estaba sentada ayer dejó una nota. Esperaba que él supiera leer. No había dormido apenas y estaba completamente en tensión. Sabía lo que iba a suceder y tenía serias dudas de poder evitarlo, pero quedarse en casa no iba a hacer que no sucediese, tan sólo se retrasaría o sucedería lo mismo pero con variaciones. Había visto en la visión que él la encontraría, así que iba a asegurarse de eso.
Un siseo a sus espaldas la alertó. Ahí estaba...ya llegaba el demonio, podía sentir como se le erizaba todo el vello. Se concentró tratando de acumular energía en sus manos para descargarla contra el monstruo. Sintió el zarpazo que la enganchaba y soltó el torrente de energía que golpeó a la bestia, mas era muy fuerte y aguantó el envite. Notó el golpe seco en su cabeza cuando la hizo caer y la arrastró por el suelo; sintió los arañazos por todo el cuerpo y cómo se desvanecía su conciencia siendo arrastrada por aquel Nosferatu hasta las alcantarillas. Desaparecieron por una entrada escondida dentro de un panteón viejo y medio derrumbado.
El flash de luz la catapultó a la realidad. Abrió los ojos y una luz cegadora la estaba obligando a parpadear. Un dolor pulsátil le golpeaba la nuca y la sien, y sentía también el picor de las rascaduras en su espalda, codos y antebrazos. El suelo estaba frío y duro y olía a fetidez infernal de cloaca. Intentó enfocar las pupilas en aquella claridad antinatural pero aquella luz casi dolía. La luz cesó, y de pronto se vio envuelta de nuevo en la más profunda oscuridad, viendo chiribitas en el aire.
Se incorporó despacio y notó la sangre reseca en las manos y en los codos, tirante. Poco a poco fue recobrando la visión, pero la cabeza seguía doliendo un infierno. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era estar en el cementerio dejando una nota a...Alto. Esa sensación le era familiar. El vello de la nuca erizado. No estaba sola. Aquel zulo oscuro era una habitación de 4x4 abovedada y en la esquina opuesta había alguien, lo presentía. Cuando su visión se acomodó, pudo verlo, era un bulto informe en la oscuridad.
Reculó hasta topar su espalda con la pared y se quedó muda, observando el otro lado, empezando a temblar involuntariamente. Lo que la había arrastrado desde el camposanto estaba allí, y la miraba. Aunque no viera sus ojos sabía que así era. Como una respuesta a su petición, dos llamas incandescentes y rojas como el magma, se encendieron en la oscuridad, dos pilotos rojos, demoníacos, apuntando hacia ella. Se le cortó la respiración. Trató de recular, pero la pared ya no la dejaba más, así que se agarró las rodillas y hundió la cabeza entre ellas. "No está aquí.. es una alucinación.. no está aquí". Abrió los ojos de nuevo y aquellos otros, rojos, seguían mirándola. Y la cosa empezó a moverse. ¡Ay!. Avanzaba hacia ella, y pudo distinguir la silueta del cráneo pelado, las orejas de puntas agudas y retorcidas y las manos con aquellos dedos que parecían garras. Sin duda era uno de ellos. No le había visto los colmillos pero sabía que el vampiro los tenía.
Enterró la cabeza entre las rodillas apretando los brazos y las manos hasta dejar los nudillos blancos, apretando los ojos, como si así pudiera despertarse de aquella pesadilla. Murmuró por lo bajo un fragmento del libro de los Romanos "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor."
Pero el Nosferatu seguía avanzando. Sintió su aliento sobre la frente, sintió su hambre y su oscuridad, su depravación y su tristeza, su vacío y su crueldad. Ninguna criatura debería ser condenada a una eternidad matando para alimentarse, pero mucho menos con el aspecto de aquella. Absimiliard el primer Nosferatu se cubrió de gloria condenando a la fealdad repulsiva a toda su descendencia.
Le era imposible ya controlar el temblor de su cuerpo cuando notó su garra deslizándose por el costado, entrando por debajo de su vestido y arañando sus costillas a su paso. El tirón no se hizo esperar, al agarrarla por un pie, utilizando la habilidad de Fuerza Sobrehumana, su cabeza rebotó de nuevo contra el suelo y sintió como si la arrastrase un tren, elevándola después por encima del suelo y cayendo contra la pared. Sintió el sabor de su propia sangre en la boca. No sabía si era de la nariz, de la boca o de la ceja, quizás de las tres. Pero no le dio tiempo ni de espabilarse porque el vampiro la agarró del cuello, cortándole el aire y hundió sus colmillos con inquina en la cara interna de su brazo.
No pudo gritar, la presa sobre el cuello lo impidió. Pero la siguiente vez sí que lo hizo. Y la otra. Y la siguiente. Pero Dios no estaba por la labor de escuchar.
Sobre la tumba la nota dirigida al lobo ponía lo siguiente:
“Hola Lobo. No sé tu nombre, el mío es Giuliana pero todos me llaman Lana. Si estás leyendo esta nota es que se ha cumplido mi segunda visión. Pensarás que soy idiota por no evitarla; pero créeme, generalmente suceden de una u otra forma, al menos de esta me aseguraba que podía avisarte. Encuéntrame en las alcantarillas, alguna criatura peligrosa me ha llevado allí y quizás cuando llegues ya no respire. Por favor, no tardes, y ten cuidado.”
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Observé como la muchacha se ponía en pie, alejándose de mi agarre, no la culpaba estaba desnudo, e intuía que por muy buenas palabras que le pudiera dedicar, mi cuerpo plagado de jirones hablaba mas alto que yo.
Era un lobo, entendía su miedo, su pudor frente a un hombre que le mostraba sin concesión el deseo que atesoraba su cuerpo.
Le pedí demasiado, mas era cierto, la necesitaba para poder jugar esta partida de ajedrez sobre un tablero que ahora el rey parecía tener mas que dispuesto para ganar.
No me importaba ser sacrificado en el juego, a fin de cuentas, eso era yo, un alfil que protegería al rey y a la reina con su ultimo aliento.
No había mas posibilidades para el norte, su salvación pasaba por las manos de aquella niña que ahora con los ojos verdes hundidos en los míos temblaba de miedo.
La deje ir, porque me regaló una noche mas...y yo la creí. Necesitaba tiempo, reflexión y quizás era mejor así.
Podría pagarle cuanto quisiera por sus servicios, me comprometía a no ponerla en peligro, no mas allá del necesario para poder visionar los movimientos anticipados del rey y sus discípulos.
Höor era importante para mi, le vi nacer, crecer, forjase a golpe de látigo y volver de una guerra tras otra una y otra vez. Un hombre justo que se había enfrentado demasiadas veces a su tío, ese era su sino.
Abandoné el cementerio de vuelta al hotel, con la cabeza cargada de malos presagios una cita para el día siguiente al anochecer.
La noche siguiente:
Vestido esta vez si, para no importunar a la dama, y con un aspecto, aunque del norte, mucho mas halagüeño que el prestado la noche anterior, me presenté en le cementerio dispuesto a zanjar un trato, uno que nos beneficiara a ambos.
No tardé en alcanzar la lapida marcada, sobre esta una nota, que me apresuré en tomar entre mis dedos para leerla con avidez.
Esperaba que no se hubiera echado atrás en nuestra cita, necesitaba conversar con ella, mostrarle que era la única esperanza para mi hogar.
Mas la hoja cayó de mis manos tras leer unas lineas mucho peores de lo que me temía.
Un ser parecía haberla atrapado, esa había sido su segunda visión, una de la que ni siquiera me había percatado por el ansia de salvar a los míos, ignorando que sin ella, no habría futuro para el norte.
¡A la mierda la ropa! -susurré dejando caer la capa al suelo y dando un salto para correr en forma lobuna hacia las alcantarillas.
Mi única misión, salvar su vida y con la suya la del norte, la de mi tierra, la de Höor y la de sus futuras hijas.
Miento si digo que no hay una porción de mi, que solo ansia salvarla a ella, claro que ese seria otro tema y yo no tengo espacio en mi corazón para pensar en nada mas que en la rebelión.
No me cuesta seguir el rastro de esa mujer, de olor fresco, silvestre y a su vez cálido como los maderos de una chimenea que se prende.
Me sumergí sin miramientos por ese alcantarillado agujero, junto al de ella, el olor a putrefacción de un ser bien distinto, uno perteneciente a la noche, al demonio y a sus mas oscuros instintos.
Sangre fresca, de ella, la había olido la noche anterior, cuando de su nariz había manado por el esfuerzo, claro que ahora era infinitamente mas abundante.
Derrapé entre las aguas fecales, poco nada me importaba la mierda, el olor, y la oscuridad de aquel lugar si aun llegaba a tiempo para alcanzar su ultimo aliento.
Frente a mi, la imagen desgarradora, de una bestia, de cuerpo descompuesto, un nosferatu, feo como todos ellos.
Por la espalda salte a su cuello, hundiendo mis colmillos en su yugular, sacudiendo la cabeza mientras desgarraba su carne echa jirones entre mis fauces.
Soltó a la dama, así inerte, apenas sus ojos verdes pudieron mantenerse contra la bruma de los míos, que ahora, ámbar se manchaban de la sangre de ese malnacido.
Una sonrisa vislumbre antes de que ella perdiera le sentido y la bestia con sus asquerosas zarpas me tomara por el lomo, estampandome con fuerza contra la mugrosa pared de piedra gris.
Aullido, un quejido de dolor, que salió de dentro de mi, aturdido me incorporé consciente de que esta vez, era yo su única opción.
Colmillos contra colmillos, ambos sacamos las bestias sanguinarias que eramos, dos depredadores, capaces de todo uno por alimentarse el otro por salvar su único sino.
Varias dentadas de uno y de otro cuando nos enzarzamos en combate singular, pelaje contra piel , zarpas contra zarpas, entre nosotros no había piedad.
Su fuerza era descomunal, mi rapidez mas osada, mas no suficiente.
Cada vez que me enganchaba mi cuerpo se deshacía entre sus fauces tiñendo de rojo el blanco pelaje.
Aun así, no cedí a sus embistes. Yo era un vikingo y huir no estaba en nuestro código genético.
Una idea atravesó mi cabeza, cuando en un rincón, vi aquello que podría sacarme del trance y darme la superioridad necesaria para vencer en esta gesta.
Así recule, mostrandole mis fauces, lanzando pequeños ataques, mientras este se confiaba al verme sangrar por todas partes.
Finalmente un paso en falso de la bestia, que se abalanzó contra el lobo, pensando que este no podría zanjar la cuenta.
Mi cuerpo se trasformo en el del humano, y con la mano, tomé la espada que reposaba en el suelo, alzándola hacia su corazón, aprovechando ese impulso que él mismo llevaba confiado de su poder y de mi aniquilación.
Sonreí de medio lado al ver el acero hundirse en su pecho, mientras el monstruo exhalaba un grito desgarrador, me alce desafiante, y saque la espada de su corazón, para de un golpe seco sajar su cabeza que a mis pies cayó.
Jadeé malherido dejando caer el acero para volver junto a la mujer que salvaría el norte, mi vida y la de los demás.
-Vamos pequeña -susurré tomando su cuerpo de nuevo entre mis brazos, no me hagas esto, abre los ojos.
Mis dedos se acercaron a su yugular, ambos eramos un mar de sangre, pero su corazón latía como el mio, estábamos a salvo.
Cerré los ojos un instante extenuado contra la pared, necesitaba recobrar el resuello.
Era un lobo, entendía su miedo, su pudor frente a un hombre que le mostraba sin concesión el deseo que atesoraba su cuerpo.
Le pedí demasiado, mas era cierto, la necesitaba para poder jugar esta partida de ajedrez sobre un tablero que ahora el rey parecía tener mas que dispuesto para ganar.
No me importaba ser sacrificado en el juego, a fin de cuentas, eso era yo, un alfil que protegería al rey y a la reina con su ultimo aliento.
No había mas posibilidades para el norte, su salvación pasaba por las manos de aquella niña que ahora con los ojos verdes hundidos en los míos temblaba de miedo.
La deje ir, porque me regaló una noche mas...y yo la creí. Necesitaba tiempo, reflexión y quizás era mejor así.
Podría pagarle cuanto quisiera por sus servicios, me comprometía a no ponerla en peligro, no mas allá del necesario para poder visionar los movimientos anticipados del rey y sus discípulos.
Höor era importante para mi, le vi nacer, crecer, forjase a golpe de látigo y volver de una guerra tras otra una y otra vez. Un hombre justo que se había enfrentado demasiadas veces a su tío, ese era su sino.
Abandoné el cementerio de vuelta al hotel, con la cabeza cargada de malos presagios una cita para el día siguiente al anochecer.
La noche siguiente:
Vestido esta vez si, para no importunar a la dama, y con un aspecto, aunque del norte, mucho mas halagüeño que el prestado la noche anterior, me presenté en le cementerio dispuesto a zanjar un trato, uno que nos beneficiara a ambos.
No tardé en alcanzar la lapida marcada, sobre esta una nota, que me apresuré en tomar entre mis dedos para leerla con avidez.
Esperaba que no se hubiera echado atrás en nuestra cita, necesitaba conversar con ella, mostrarle que era la única esperanza para mi hogar.
Mas la hoja cayó de mis manos tras leer unas lineas mucho peores de lo que me temía.
Un ser parecía haberla atrapado, esa había sido su segunda visión, una de la que ni siquiera me había percatado por el ansia de salvar a los míos, ignorando que sin ella, no habría futuro para el norte.
¡A la mierda la ropa! -susurré dejando caer la capa al suelo y dando un salto para correr en forma lobuna hacia las alcantarillas.
Mi única misión, salvar su vida y con la suya la del norte, la de mi tierra, la de Höor y la de sus futuras hijas.
Miento si digo que no hay una porción de mi, que solo ansia salvarla a ella, claro que ese seria otro tema y yo no tengo espacio en mi corazón para pensar en nada mas que en la rebelión.
No me cuesta seguir el rastro de esa mujer, de olor fresco, silvestre y a su vez cálido como los maderos de una chimenea que se prende.
Me sumergí sin miramientos por ese alcantarillado agujero, junto al de ella, el olor a putrefacción de un ser bien distinto, uno perteneciente a la noche, al demonio y a sus mas oscuros instintos.
Sangre fresca, de ella, la había olido la noche anterior, cuando de su nariz había manado por el esfuerzo, claro que ahora era infinitamente mas abundante.
Derrapé entre las aguas fecales, poco nada me importaba la mierda, el olor, y la oscuridad de aquel lugar si aun llegaba a tiempo para alcanzar su ultimo aliento.
Frente a mi, la imagen desgarradora, de una bestia, de cuerpo descompuesto, un nosferatu, feo como todos ellos.
Por la espalda salte a su cuello, hundiendo mis colmillos en su yugular, sacudiendo la cabeza mientras desgarraba su carne echa jirones entre mis fauces.
Soltó a la dama, así inerte, apenas sus ojos verdes pudieron mantenerse contra la bruma de los míos, que ahora, ámbar se manchaban de la sangre de ese malnacido.
Una sonrisa vislumbre antes de que ella perdiera le sentido y la bestia con sus asquerosas zarpas me tomara por el lomo, estampandome con fuerza contra la mugrosa pared de piedra gris.
Aullido, un quejido de dolor, que salió de dentro de mi, aturdido me incorporé consciente de que esta vez, era yo su única opción.
Colmillos contra colmillos, ambos sacamos las bestias sanguinarias que eramos, dos depredadores, capaces de todo uno por alimentarse el otro por salvar su único sino.
Varias dentadas de uno y de otro cuando nos enzarzamos en combate singular, pelaje contra piel , zarpas contra zarpas, entre nosotros no había piedad.
Su fuerza era descomunal, mi rapidez mas osada, mas no suficiente.
Cada vez que me enganchaba mi cuerpo se deshacía entre sus fauces tiñendo de rojo el blanco pelaje.
Aun así, no cedí a sus embistes. Yo era un vikingo y huir no estaba en nuestro código genético.
Una idea atravesó mi cabeza, cuando en un rincón, vi aquello que podría sacarme del trance y darme la superioridad necesaria para vencer en esta gesta.
Así recule, mostrandole mis fauces, lanzando pequeños ataques, mientras este se confiaba al verme sangrar por todas partes.
Finalmente un paso en falso de la bestia, que se abalanzó contra el lobo, pensando que este no podría zanjar la cuenta.
Mi cuerpo se trasformo en el del humano, y con la mano, tomé la espada que reposaba en el suelo, alzándola hacia su corazón, aprovechando ese impulso que él mismo llevaba confiado de su poder y de mi aniquilación.
Sonreí de medio lado al ver el acero hundirse en su pecho, mientras el monstruo exhalaba un grito desgarrador, me alce desafiante, y saque la espada de su corazón, para de un golpe seco sajar su cabeza que a mis pies cayó.
Jadeé malherido dejando caer el acero para volver junto a la mujer que salvaría el norte, mi vida y la de los demás.
-Vamos pequeña -susurré tomando su cuerpo de nuevo entre mis brazos, no me hagas esto, abre los ojos.
Mis dedos se acercaron a su yugular, ambos eramos un mar de sangre, pero su corazón latía como el mio, estábamos a salvo.
Cerré los ojos un instante extenuado contra la pared, necesitaba recobrar el resuello.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Lana apenas podía moverse, notaba la sangre palpitar en su labio inferior, mordido salvajemente, de la misma forma que el cuello y el antebrazo; sentía la quemazón de los arañazos y laceraciones de sus piernas y costado debidas a las garras del monstruo y al arrastre por el suelo. Por el ojo izquierdo no veía apenas; por un lado porque la sangre que manaba de su ceja partida cubría media cara, y por otro porque tenía un buen golpe en el pómulo que había hinchado y amoratado la zona, provocándole un derrame en el ojo. Respiraba con dificultad, seguramente por contusiones internas y un pulmón que crepitaba como si estuviera hecho de celofán.
Abrió los ojos y estiró un palmo la mano chocando con los dedos de Ulf. Estaba allí, malherido, habiendo matado a la bestia tal y como había visto en su visión. Todo estaba correcto intentó sonreir pero no podía, el labio le dolía demasiado con aquellos dos agujeros. Menuda idiota. Había hecho lo que debía, para no alterar la visión, pero no había alcanzado a ver qué sucedía después y ahora tenía la total certeza de que iba a morirse en una sucia alcantarilla al lado de un lobo maltrecho. Si no moría de la paliza moriría de la infección. Genial. Tosió un poco de sangre y susurró algo que apenas era audible.
— ...tu... nombre...—
Él ya sabía el suyo, se lo había puesto en la carta. Quería saber al menos como se llamaba ya que iba a ser la última persona que viera antes de exhalar el último aliento.
Abrió los ojos y estiró un palmo la mano chocando con los dedos de Ulf. Estaba allí, malherido, habiendo matado a la bestia tal y como había visto en su visión. Todo estaba correcto intentó sonreir pero no podía, el labio le dolía demasiado con aquellos dos agujeros. Menuda idiota. Había hecho lo que debía, para no alterar la visión, pero no había alcanzado a ver qué sucedía después y ahora tenía la total certeza de que iba a morirse en una sucia alcantarilla al lado de un lobo maltrecho. Si no moría de la paliza moriría de la infección. Genial. Tosió un poco de sangre y susurró algo que apenas era audible.
— ...tu... nombre...—
Él ya sabía el suyo, se lo había puesto en la carta. Quería saber al menos como se llamaba ya que iba a ser la última persona que viera antes de exhalar el último aliento.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Los ojos cerrados, la cabeza ladeada contra la mugrosa pared y un charco de sangre macabro bajo mi cuerpo completamente lacerado.
Incapaz ahora que bajaba la adrenalina de ponerme en pie, era mas consciente que antes del fluir de la sangre por los distintos mordiscos del Nosferatu.
Cuello, brazo, costado y pierna, esas heridas escocían por la putrefacción de su boca, sin dejar de sangrar.
Dos zarpas se dibujaban en mi torso ahora desnudo, heridas que la dama toco con sus dedos impactando con el sin cuidado y obligándome a sisear y abrir los ojos.
-Hola pequeña -susurré -Ulf
Respiraba con dificultad, mi espalda al impactar contra la piedra, se había quebrado y sendas costillas habían quedado hundidas en el pulmón.
Cada movimiento era un condena, mas estábamos vivos ¿no era esa la idea?
-Pequeña, vas a cogerte de mi cuello y vamos a salir de aquí ¿de acuerdo?
Jadeé cuando sus brazo me rodearon, mis piernas trataron de dar sustento contra el suelo a sendos cuerpos.
Intento fallido pues caí de nuevo sobre el fétido pavimento mojado por aguas fecales.
¡Perfecto! acabaríamos cogiendo una infección ahí abajo.
Mis brazos cayeron a sendos lados de mi cuerpo, mientras mis manos rozaban la sangre encharcada bajo nuestros cuerpos.
La miré fijamente apretando los dientes, tenia que sacarla de allí, su respiración era lenta, necesitaba cuidados y los necesitaba ya.
¡Arriba maldito vikingo! Rugí para mis adentros, volviendo a impulsarme con las piernas mientras tensaba todo mi cuerpo.
Esta vez, mis piernas respondieron y aun tambaleándome, logré quedar en pie, con la pequeña muchacha pendida en mis brazos.
-Ya esta Giuliana, vamos al hospital -Susurré con la voz entrecortada contra su pelo empezando a caminar hacia la salida de ese pantanoso lugar.
-No te duermas, háblame, quédate conmigo niña.
Sus ojos se cerraban una y otra vez, su cabeza contra mi pecho, supongo que el rítmico latir de mi corazón, le servia de bálsamo.
-Escucha..¿de donde viene ese nombre? -Mis intentos por mantenerla cuerda y por yo mantenerme en pie no tenían parangón. Una lucha contra reloj para ambos mientras nuestros cuerpos abandonaban aquel lugar para quedar expuestos al gélido frio de París.
Rehíce mis pasos por el cementerio, hasta alcanzar la capa de piel del suelo que le lancé por encima de su bañado cuerpo.
Seria suficiente para que entrara en calor, ahora solo tenia que llegar al hospital mas cercano ¿pero donde estaba eso?
Apenas llevaba unos días en París, no conocía casi nada, y mucho menos la ubicación de los hospitales.
-Pequeña, tienes que guiarme ¿donde esta el hospital? -Insistí forzándola a abrir de nuevo los ojos.
Su dedo se desvió hacia uno de lo laterales casi sin fuerza, y yo, como si de una brújula se tratase, seguí la dirección de este una y otra vez, hasta alcanzar las puertas de una casa baja, donde al parecer entraban distintos enfermos, ninguno con tanta urgencia como nosotros.
-Voy desnudo, me debes un favor bien grande -bromeé hundiendo mi mirada en sus ojos verdes -al menos invítame después a una o dos jarra de hidromiel.
Incapaz ahora que bajaba la adrenalina de ponerme en pie, era mas consciente que antes del fluir de la sangre por los distintos mordiscos del Nosferatu.
Cuello, brazo, costado y pierna, esas heridas escocían por la putrefacción de su boca, sin dejar de sangrar.
Dos zarpas se dibujaban en mi torso ahora desnudo, heridas que la dama toco con sus dedos impactando con el sin cuidado y obligándome a sisear y abrir los ojos.
-Hola pequeña -susurré -Ulf
Respiraba con dificultad, mi espalda al impactar contra la piedra, se había quebrado y sendas costillas habían quedado hundidas en el pulmón.
Cada movimiento era un condena, mas estábamos vivos ¿no era esa la idea?
-Pequeña, vas a cogerte de mi cuello y vamos a salir de aquí ¿de acuerdo?
Jadeé cuando sus brazo me rodearon, mis piernas trataron de dar sustento contra el suelo a sendos cuerpos.
Intento fallido pues caí de nuevo sobre el fétido pavimento mojado por aguas fecales.
¡Perfecto! acabaríamos cogiendo una infección ahí abajo.
Mis brazos cayeron a sendos lados de mi cuerpo, mientras mis manos rozaban la sangre encharcada bajo nuestros cuerpos.
La miré fijamente apretando los dientes, tenia que sacarla de allí, su respiración era lenta, necesitaba cuidados y los necesitaba ya.
¡Arriba maldito vikingo! Rugí para mis adentros, volviendo a impulsarme con las piernas mientras tensaba todo mi cuerpo.
Esta vez, mis piernas respondieron y aun tambaleándome, logré quedar en pie, con la pequeña muchacha pendida en mis brazos.
-Ya esta Giuliana, vamos al hospital -Susurré con la voz entrecortada contra su pelo empezando a caminar hacia la salida de ese pantanoso lugar.
-No te duermas, háblame, quédate conmigo niña.
Sus ojos se cerraban una y otra vez, su cabeza contra mi pecho, supongo que el rítmico latir de mi corazón, le servia de bálsamo.
-Escucha..¿de donde viene ese nombre? -Mis intentos por mantenerla cuerda y por yo mantenerme en pie no tenían parangón. Una lucha contra reloj para ambos mientras nuestros cuerpos abandonaban aquel lugar para quedar expuestos al gélido frio de París.
Rehíce mis pasos por el cementerio, hasta alcanzar la capa de piel del suelo que le lancé por encima de su bañado cuerpo.
Seria suficiente para que entrara en calor, ahora solo tenia que llegar al hospital mas cercano ¿pero donde estaba eso?
Apenas llevaba unos días en París, no conocía casi nada, y mucho menos la ubicación de los hospitales.
-Pequeña, tienes que guiarme ¿donde esta el hospital? -Insistí forzándola a abrir de nuevo los ojos.
Su dedo se desvió hacia uno de lo laterales casi sin fuerza, y yo, como si de una brújula se tratase, seguí la dirección de este una y otra vez, hasta alcanzar las puertas de una casa baja, donde al parecer entraban distintos enfermos, ninguno con tanta urgencia como nosotros.
-Voy desnudo, me debes un favor bien grande -bromeé hundiendo mi mirada en sus ojos verdes -al menos invítame después a una o dos jarra de hidromiel.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Ulf. Le sonó a lobo, a fuerza a honor. Ulf. El de los ojos como la niebla del pantano. Una pena, no iba a poder conocerlo mejor. Podrían haber sido amigos, o quién sabe. Lo notó moverse, intentarlo, y caer de nuevo. Apenas podía sostenerse a sí mismo, no podría con los dos y ella no se podía mover, su vida apenas dependía de un hilo de aire que entraba en sus pulmones. Pero de alguna forma él encontró la fuerza, y dolorosamente se elevó y cargó con el peso muerto hasta la superficie.
Un hospital...por allí. Señaló con la mano, el dedo central estaba roto, pero era de lo que menos dolía ya. Le preguntó por su nombre, para que no se durmiera, para que no perdiese la conciencia y todo se volviese oscuro para siempre. Tendría que hacer un esfuerzo. No podía hablar correctamente por el labio, pero aun asi lo intentó.
— Mi madre... me puso el nombre por santa Giuliana, la que llevaba el caldero y a Satanás atado con una cadena.— Su madre también tenía el don de la premonición y adivinó que Giuliana sería una hechicera poderosa, como Gwenda, la tia de la joven. Eran brujas wiccanas, pero Gwenda siguió la senda del vudú de Nueva Orleans, accediendo al inframundo oscuro de la mano de Legba, el dios vudú que permite la counicación con las almas y el mundo oscuro, el dios de la encrucijada entre los vivos y el otro mundo. Lana aprendería de ella los rituales de los esclavos, el arte de hacer daño a quien se representase en un muñeco; la ceremonia para regresar el alma muerta a un cuerpo vacío de vida. Los pactos con Legba no eran gratuitos, pero eran mucho menos dañinos que con el Barón Samedi, el dios vudú más poderoso del inframundo.
Llegaron al hospital y por fin los acomodaron en una especie de camilla. Por si las cosas no salían bien, la bruja estiró los dedos impregnándolos en su propia sangre y dibujó sobre el pecho de Ulf una runa de vudú blanco protectora, un triángulo llamado Veve.
— Damba...el conocimiento. Legba, el que abre puertas... Erzulie la que trae el amor... protegedlo. Que los senderos de la vida se abran solamente a los que cuenten con el amor y la sabiduría...— Y ya no pudo hablar más, se agotó y cayó en la inconsciencia.
Pasaron tres días con sus tres noches y la fiebre apareció llevándola por los senderos del delirio y la alucinación. Vio muchas cosas en su vagar entre brumas, muchas de ellas no las recordaría, otras sí, y el despertar traería lucidez. Lo que la devolvió al mundo mortal fue el dolor del costado mientras le extraían una cánula del pulmón. La habían insertado para drenar la infección y la sangre del órgano colapsado y ahora ya podía respirar, aunque fuera dolorosamente. Olía a incienso y a alcohol, a hospital y a hierbas.
Un hospital...por allí. Señaló con la mano, el dedo central estaba roto, pero era de lo que menos dolía ya. Le preguntó por su nombre, para que no se durmiera, para que no perdiese la conciencia y todo se volviese oscuro para siempre. Tendría que hacer un esfuerzo. No podía hablar correctamente por el labio, pero aun asi lo intentó.
— Mi madre... me puso el nombre por santa Giuliana, la que llevaba el caldero y a Satanás atado con una cadena.— Su madre también tenía el don de la premonición y adivinó que Giuliana sería una hechicera poderosa, como Gwenda, la tia de la joven. Eran brujas wiccanas, pero Gwenda siguió la senda del vudú de Nueva Orleans, accediendo al inframundo oscuro de la mano de Legba, el dios vudú que permite la counicación con las almas y el mundo oscuro, el dios de la encrucijada entre los vivos y el otro mundo. Lana aprendería de ella los rituales de los esclavos, el arte de hacer daño a quien se representase en un muñeco; la ceremonia para regresar el alma muerta a un cuerpo vacío de vida. Los pactos con Legba no eran gratuitos, pero eran mucho menos dañinos que con el Barón Samedi, el dios vudú más poderoso del inframundo.
Llegaron al hospital y por fin los acomodaron en una especie de camilla. Por si las cosas no salían bien, la bruja estiró los dedos impregnándolos en su propia sangre y dibujó sobre el pecho de Ulf una runa de vudú blanco protectora, un triángulo llamado Veve.
— Damba...el conocimiento. Legba, el que abre puertas... Erzulie la que trae el amor... protegedlo. Que los senderos de la vida se abran solamente a los que cuenten con el amor y la sabiduría...— Y ya no pudo hablar más, se agotó y cayó en la inconsciencia.
Pasaron tres días con sus tres noches y la fiebre apareció llevándola por los senderos del delirio y la alucinación. Vio muchas cosas en su vagar entre brumas, muchas de ellas no las recordaría, otras sí, y el despertar traería lucidez. Lo que la devolvió al mundo mortal fue el dolor del costado mientras le extraían una cánula del pulmón. La habían insertado para drenar la infección y la sangre del órgano colapsado y ahora ya podía respirar, aunque fuera dolorosamente. Olía a incienso y a alcohol, a hospital y a hierbas.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Sentí sus dedos sobre mi pecho, apenas entraba aire en mis pulmones, su piel era un bálsamo que se extendía por mi torso.
Un pentagrama, que al parecer ella necesitaba que tuviera, es lo que me regalo, en ese instante no lo entendí. No, porque mi preocupación estaba por y para con ella y cuando sus ojos se cerraron sobre esa camilla y su mano cayó moribunda sobre mi, la desesperación se apoderó de mi.
Mi cuerpo se alzó de la camilla con un grito ahogado, mas dos médicos me sujetaron tratando de que no me desangrara en el acto.
-Pequeña, abre los ojos, maldita sea -rugí desde mi camilla viendo como la alejaban de mi lado con urgencia posiblemente para tratar de reanimarla.
Traté de luchar para ir con ella, esos malditos médicos no entendían que ella era mi única esperanza, la necesitaba para salvar el norte, la necesitaba...sin mas.
Logré zafarme de los médicos, cuando un tercero llegó clavándome una aguja en el cuello e inyectándome algo, un sedante que me mareo antes de hacerme quedar desplomado sobre el lecho.
Cuando desperté los médicos habían dado sutura a mis heridas, por suerte mi condición de cambiante había logrado que parte de ellas cerraran con mayor facilidad y el antibiótico aplicado había logrado que las fiebres bajaran lo suficiente como para poder ir a la habitación de la bruja.
Desde que desperté no había dejado de preguntar por ella y finalmente, creo que los médicos por no oírme, decidieron trasladarme a su misma cámara.
Velé su día y su noche tomando su mano entre las mías, rezando porque despertara, empapando su frente con paños mientras la oía gritar en sueños.
-Vamos pequeña, despierta -susurré tantas veces que perdí el norte, el tiempo y el espacio.
Finalmente me derruí sobre su propio lecho, Morfeo se apoderó de mi, y mi cabeza cayo sobre su regazo ,sin aflojar el agarre de su mano.
Desperté varias veces sobresaltado cuando sus alaridos sustentaban su sueño inquieto, acaricié su mano una y otra vez.
-Quiero hidromiel, necesito emborracharme, así que, mas te vale despertar, pues mi forma de sanar las heridas dista mucha de la de reposar en un maldito hospital.
Mis ojos se volvieron a cerrar, dejándome caer de nuevo entre sus brazos, su cuerpo aun ardía, parecía que en ella los antibióticos no estaban funcionando, finalmente solo eso, silencio, oscuridad y descanso contra su camisón blanco.
Un pentagrama, que al parecer ella necesitaba que tuviera, es lo que me regalo, en ese instante no lo entendí. No, porque mi preocupación estaba por y para con ella y cuando sus ojos se cerraron sobre esa camilla y su mano cayó moribunda sobre mi, la desesperación se apoderó de mi.
Mi cuerpo se alzó de la camilla con un grito ahogado, mas dos médicos me sujetaron tratando de que no me desangrara en el acto.
-Pequeña, abre los ojos, maldita sea -rugí desde mi camilla viendo como la alejaban de mi lado con urgencia posiblemente para tratar de reanimarla.
Traté de luchar para ir con ella, esos malditos médicos no entendían que ella era mi única esperanza, la necesitaba para salvar el norte, la necesitaba...sin mas.
Logré zafarme de los médicos, cuando un tercero llegó clavándome una aguja en el cuello e inyectándome algo, un sedante que me mareo antes de hacerme quedar desplomado sobre el lecho.
Cuando desperté los médicos habían dado sutura a mis heridas, por suerte mi condición de cambiante había logrado que parte de ellas cerraran con mayor facilidad y el antibiótico aplicado había logrado que las fiebres bajaran lo suficiente como para poder ir a la habitación de la bruja.
Desde que desperté no había dejado de preguntar por ella y finalmente, creo que los médicos por no oírme, decidieron trasladarme a su misma cámara.
Velé su día y su noche tomando su mano entre las mías, rezando porque despertara, empapando su frente con paños mientras la oía gritar en sueños.
-Vamos pequeña, despierta -susurré tantas veces que perdí el norte, el tiempo y el espacio.
Finalmente me derruí sobre su propio lecho, Morfeo se apoderó de mi, y mi cabeza cayo sobre su regazo ,sin aflojar el agarre de su mano.
Desperté varias veces sobresaltado cuando sus alaridos sustentaban su sueño inquieto, acaricié su mano una y otra vez.
-Quiero hidromiel, necesito emborracharme, así que, mas te vale despertar, pues mi forma de sanar las heridas dista mucha de la de reposar en un maldito hospital.
Mis ojos se volvieron a cerrar, dejándome caer de nuevo entre sus brazos, su cuerpo aun ardía, parecía que en ella los antibióticos no estaban funcionando, finalmente solo eso, silencio, oscuridad y descanso contra su camisón blanco.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Viajó hasta la encrucijada de la muerte, vagando con el mismo aspecto que Brigitte, la esposa del Barón Samedi, la encarnación de la vida. Vestida de blanco, etérea, con el rostro pintado en forma de calavera y el pelo lleno de flores. Allí se sentó delante del juez, Legba, el más sabio de todos los Loas, tocado con su sombrero de copa, la boca cosida y los ojos con las cuencas negras y pupilas rojas.
— ¿a qué vienes?.— la bruja dudó ante la pregunta del dios.
— no lo sé... sólo caminé hasta aquí.
— no es tu hora. Samedi no te reclama todavía. Regresa.
— ¿por qué? no me espera nada allí... ni nadie.
— Porque Mamá Brigitte quiere que vivas. Y además eso no es verdad. Mentir está mal Giuliana.
— ¡Pero si no estoy min...!.— Se calló, porque Papa Legba era el más sabio de los dioses vudú y si decía eso es que era cierto. ¿Estaba mintiendo? seguramente fuera un acertijo.— de acuerdo.
Encaminó sus pasos de vuelta, entre las brumas de la encrucijada, sin saber dónde iba ni por qué. De pronto abrió los ojos y vislumbró una tenue luz de vela a su izquierda. Su mano notó el tacto duro de una cabeza sobre su regazo y movió los dedos, que se hundieron en el cabello suave del lobo. ¿Estaba viva y había regresado? ¿o era aquello otra visión?. Un fogonazo le recordó una de las visiones que había tenido; Sus labios contra los labios del norteño, sus manos sobre la cabeza con la espalda apoyada en la pared. Calor, necesidad y hambre.
Suspiró y notó las puzadas de las suturas por todas partes. El recuerdo de la visión se desvaneció y le quedó claro que ahora ya no estaba soñando. Se llevó la otra mano al labio, hinchado y entumecido porque aquella hedionda criatura la había mordido allí. Sí, definitivamente estaba despierta. Por fin se había terminado la pesadilla continua, el viaje a los infiernos, a las visiones y locuras que había presenciado mientras dormía.
El acertijo de Legba. La estaba esperando, él había esperado por ella, por eso tenía que regresar, no era su hora aún. Tragó saliva, había visto muchas cosas en su viaje al inframundo, y seguramente la mayoría se cumplieran. Ahora tendría que decidir cuales de esas visiones realmente cambiarían el futuro y cuales serían malas decisiones.
— Ulf...Ulf...—lo llamó a susurros pasando los dedos por su pelo. No podía estar más en deuda con el vikingo, él también se había llevado lo suyo yendo a por ella, aunque así estaba escrito.
— ¿a qué vienes?.— la bruja dudó ante la pregunta del dios.
— no lo sé... sólo caminé hasta aquí.
— no es tu hora. Samedi no te reclama todavía. Regresa.
— ¿por qué? no me espera nada allí... ni nadie.
— Porque Mamá Brigitte quiere que vivas. Y además eso no es verdad. Mentir está mal Giuliana.
— ¡Pero si no estoy min...!.— Se calló, porque Papa Legba era el más sabio de los dioses vudú y si decía eso es que era cierto. ¿Estaba mintiendo? seguramente fuera un acertijo.— de acuerdo.
Encaminó sus pasos de vuelta, entre las brumas de la encrucijada, sin saber dónde iba ni por qué. De pronto abrió los ojos y vislumbró una tenue luz de vela a su izquierda. Su mano notó el tacto duro de una cabeza sobre su regazo y movió los dedos, que se hundieron en el cabello suave del lobo. ¿Estaba viva y había regresado? ¿o era aquello otra visión?. Un fogonazo le recordó una de las visiones que había tenido; Sus labios contra los labios del norteño, sus manos sobre la cabeza con la espalda apoyada en la pared. Calor, necesidad y hambre.
Suspiró y notó las puzadas de las suturas por todas partes. El recuerdo de la visión se desvaneció y le quedó claro que ahora ya no estaba soñando. Se llevó la otra mano al labio, hinchado y entumecido porque aquella hedionda criatura la había mordido allí. Sí, definitivamente estaba despierta. Por fin se había terminado la pesadilla continua, el viaje a los infiernos, a las visiones y locuras que había presenciado mientras dormía.
El acertijo de Legba. La estaba esperando, él había esperado por ella, por eso tenía que regresar, no era su hora aún. Tragó saliva, había visto muchas cosas en su viaje al inframundo, y seguramente la mayoría se cumplieran. Ahora tendría que decidir cuales de esas visiones realmente cambiarían el futuro y cuales serían malas decisiones.
— Ulf...Ulf...—lo llamó a susurros pasando los dedos por su pelo. No podía estar más en deuda con el vikingo, él también se había llevado lo suyo yendo a por ella, aunque así estaba escrito.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Abrí los ojos al escuchar mi nombre, y una sonrisa de medio lado se dibujo en mis labios al notar como los dedos de la pequeña bruja se hundían entre mi pelo a modo de caricia.
Alcé la vista para enfrentarla, mi cuerpo pesaba, aun así levante la cabeza de su regazo, perdiendo así todo contacto entre nosotros.
-Bruja, mas te vale que te levantes de esa cama, me duele el culo de tenerlo en esta silla esperando que dieras señales de vida.
Soy un vikingo, si crees que estar entre cuatro paredes es mi plan del día, te equivocas.
Sus ojos centellearon, creo que quería matarme y no la culpaba, supongo que esas no eran precisamente las palabras que una mujer espera escuchar al despertar medio muerta en su lecho, pero yo era un vikingo ¿acaso esperaba flores y un te quiero? No, eso no iba conmigo.
-Menudas noches me has dado pequeña...entre los alaridos por las pesadillas y gemir mi nombre por los sueños húmedos, no sabia ya si estaba en el hospital o en otro lugar mas...ya me entiendes -bromeé guiñándole un ojo divertido.
Nuestra mano seguía unida, quizás aun era pronto para hablarle de sellar pactos, de que necesitaba su ayuda para evitar que la boda de mi señor se trasformara en un baño de sangre. Mas esa conversación rondaba mi mente sin parar, y creo que ella pudo apreciarlo pues por unos segundos mi rostro tomo un cáliz diferente, mas serio, mas preocupado, mas oscuro que de normal.
Llevé mi dedo a su labio, ese inflamado por el mordisco, deslice por el la yema con tranquilidad.
-Nunca imaginé que besaras antes a un nosferatu que a mi, estoy por tomármelo a mal.
Deje escapar una carcajada, definitivamente necesitaba estar borracho para tocar el tema que nos incumbía a ambos, a fin de cuentas, así se sellan las mejores alianzas.
-Por cierto, tu nombre y su historia van muy acorde contigo. Tu madre acertó de pleno.
Guardé un instante silencio al escuchar los pasos del medico adentrarse en la habitación, al parecer necesitaba comprobar el estado de la enferma, que de seguro le estaba dando tantos quebraderos de cabeza como a mi.
Mas en ese preciso instante, un olor me llego, uno que conocía por ser el que impregnaba a las flechas cuando acudía a las gestas.
Veneno, era una sustancia que salia de una rana flecha venenosa Dorada , llamado Batracotoxina.
Mi gesto se endureció, eso no era un medico, alguien estaba dispuesto a que esa bruja no saliera con vida del hospital ¿pero quien?
Sonreí con una fingida simpatía alzándome del lecho y separando así mis dedos de los ajenos.
-Doctor ¿como se encuentra la enferma? -pregunté de un modo natural -creo que la fiebre no le baja, delira por las noches, admito que mi preocupación me turba en demasía.
El falso medico, saco la jeringa con aquella sustancia que bien conocía, alegando que con ella, pronto se encontraría mucho mejor.
Asentí haciéndome a un lado para darle paso a que pudiera inyectarle el contenido del “medicamento” mas en ese momento mi mano, aferró su muñeca robandole el afilada arma que clave en su cuello, apretándola hasta que todo el veneno quedo inyectado en su yugular corriendo por el torrente sanguíneo de este produciéndolo una muerte sin igual.
Disfruté, lo admito, observé como se retorcía en el suelo con las orbes inyectadas en sangre mientras se producía el ansiado paro cardíaco.
Los ojos de la bruja me miraban aterrados, no le costo atar cabos y saber que eso iba para ella, y que de habérselo metido, ella seria la que ahora estaría muerta.
-Ya me lo agradecerás luego, nos vamos pequeña.
Tiré de los cables separandola de todo lo que la sujetaba a ese lecho y de nuevo sus brazos rodearon mi cuello.
-Dos jarras, a este paso, acabare ebrio antes de tiempo -bromeé guiñándole un ojo dispuesto a salir como entre de ese hospital, por la puerta y de mi propio pie.
Alcé la vista para enfrentarla, mi cuerpo pesaba, aun así levante la cabeza de su regazo, perdiendo así todo contacto entre nosotros.
-Bruja, mas te vale que te levantes de esa cama, me duele el culo de tenerlo en esta silla esperando que dieras señales de vida.
Soy un vikingo, si crees que estar entre cuatro paredes es mi plan del día, te equivocas.
Sus ojos centellearon, creo que quería matarme y no la culpaba, supongo que esas no eran precisamente las palabras que una mujer espera escuchar al despertar medio muerta en su lecho, pero yo era un vikingo ¿acaso esperaba flores y un te quiero? No, eso no iba conmigo.
-Menudas noches me has dado pequeña...entre los alaridos por las pesadillas y gemir mi nombre por los sueños húmedos, no sabia ya si estaba en el hospital o en otro lugar mas...ya me entiendes -bromeé guiñándole un ojo divertido.
Nuestra mano seguía unida, quizás aun era pronto para hablarle de sellar pactos, de que necesitaba su ayuda para evitar que la boda de mi señor se trasformara en un baño de sangre. Mas esa conversación rondaba mi mente sin parar, y creo que ella pudo apreciarlo pues por unos segundos mi rostro tomo un cáliz diferente, mas serio, mas preocupado, mas oscuro que de normal.
Llevé mi dedo a su labio, ese inflamado por el mordisco, deslice por el la yema con tranquilidad.
-Nunca imaginé que besaras antes a un nosferatu que a mi, estoy por tomármelo a mal.
Deje escapar una carcajada, definitivamente necesitaba estar borracho para tocar el tema que nos incumbía a ambos, a fin de cuentas, así se sellan las mejores alianzas.
-Por cierto, tu nombre y su historia van muy acorde contigo. Tu madre acertó de pleno.
Guardé un instante silencio al escuchar los pasos del medico adentrarse en la habitación, al parecer necesitaba comprobar el estado de la enferma, que de seguro le estaba dando tantos quebraderos de cabeza como a mi.
Mas en ese preciso instante, un olor me llego, uno que conocía por ser el que impregnaba a las flechas cuando acudía a las gestas.
Veneno, era una sustancia que salia de una rana flecha venenosa Dorada , llamado Batracotoxina.
Mi gesto se endureció, eso no era un medico, alguien estaba dispuesto a que esa bruja no saliera con vida del hospital ¿pero quien?
Sonreí con una fingida simpatía alzándome del lecho y separando así mis dedos de los ajenos.
-Doctor ¿como se encuentra la enferma? -pregunté de un modo natural -creo que la fiebre no le baja, delira por las noches, admito que mi preocupación me turba en demasía.
El falso medico, saco la jeringa con aquella sustancia que bien conocía, alegando que con ella, pronto se encontraría mucho mejor.
Asentí haciéndome a un lado para darle paso a que pudiera inyectarle el contenido del “medicamento” mas en ese momento mi mano, aferró su muñeca robandole el afilada arma que clave en su cuello, apretándola hasta que todo el veneno quedo inyectado en su yugular corriendo por el torrente sanguíneo de este produciéndolo una muerte sin igual.
Disfruté, lo admito, observé como se retorcía en el suelo con las orbes inyectadas en sangre mientras se producía el ansiado paro cardíaco.
Los ojos de la bruja me miraban aterrados, no le costo atar cabos y saber que eso iba para ella, y que de habérselo metido, ella seria la que ahora estaría muerta.
-Ya me lo agradecerás luego, nos vamos pequeña.
Tiré de los cables separandola de todo lo que la sujetaba a ese lecho y de nuevo sus brazos rodearon mi cuello.
-Dos jarras, a este paso, acabare ebrio antes de tiempo -bromeé guiñándole un ojo dispuesto a salir como entre de ese hospital, por la puerta y de mi propio pie.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Se levantó y estaba entero, no le faltaban ojos, orejas o carne de la cara, porque a juzgar por los mordiscos y zarpazos que le dio el nosferatu al lobo, temía encontrarlo muy maltrecho. Eso le supuso un alivio, si ella no hubiera escrito esa nota, quizás él no habría bajado a buscarla aunque quizás estaba la posibilidad de que la visión no se hubiera cumplido y… Agh. Basta. No más puzzles imposibles de resolver.
— Lo siento… lo siento mucho. Creí que avisarte era lo mejor porque te vi en mi visión peleando con la bestia…si hubiera salido mal… se habría acabado la esperanza para tu verdadero rey y yo tendría la culpa…Bueno, lo hecho, hecho está. Será mejor que no lo piense más y miremos hacia delante.— Había estado pensando en lo que Ulf le propuso y de alguna forma sabía que el destino de esa gente iba ligado al suyo, todo apuntaba a que era demasiado tarde para bajarse de tren, ya estaba implicada.
Desvió los ojos hacia la ventana, más lúcida de lo que esperaba tras tres días casi en coma. Se sentía culpable por haberlo arrastrado a aquella carnicería sin pensarlo dos veces. Entonces el vikingo abrió aquella bocaza y soltó lo de las pesadillas y los sueños húmedos.
La cara de la bruja fue de un estupor supremo, con los ojos abiertos como platos, demasiado impactada para reaccionar de ninguna forma, y de la palidez espectral que presentaba, sus mejillas se arrebolaron con un fogonazo. ¿En serio había gemido en alto? recordaba alguna de las visiones y ciertamente eran tórridas… pero ¡qué vergüenza! El gesto fue de desconcierto y enfado a la vez, pero no con él. Bueno sí, también con él porque era un bocazas, pero sobre todo con ella misma y el poco control que tenía de sus visiones.
— No tienen por qué cumplirse…la mayoría no se cumplen. Y lo malo de las visiones es que…seguramente la realidad jamás supere las expectativas.
Trató de elevar la barbilla y entornar los ojos al decirselo, sobreponiéndose al golpe de humor recibido, pero el lobo siguió atacando sin piedad al acariciar su labio y decirle lo del beso. ¡Oh! pero esta vez no iba a quedarse muda, iba a replicarle.
— Pues deberías. Que le dé mi primer beso a un nosferatu antes que a un vikingo no habla muy bien de ti.— ¡Mierda!. No tenía por qué saber que no había besado a ningun hombre antes…joder, eso le daría para muchas más bromas. Puso los ojos en blanco al percatarse y lo miró con resignación dispuesta a encajar las chanzas que el rubio quisiera hacer al respecto.
Entonces el doctor entró para alivio de Lana, concediéndole una tregua. Pero todo se desencadenó muy rápido y aquello fue un golpe duro para la frágil seguridad que acababa de cosechar. Alguien la quería muerta y se tomaba muchas molestias. ¡Pero si ella no conocía a nadie! ¿Quién podría querer verla muerta?
Se agarró a Ulf por el cuello sin rechistar, dejando que la llevara a donde fuera pero lejos del peligro. Pensó con rapidez. A su familia le importaba más bien poco y su unico medio amigo era un gitano al que había salvado de morir y que hacia meses que no veía.
— ¿quién lo sabe? Ulf!! tenéis un traidor entre los vuestros!! a mi no me conoce nadie… no puede ser casualidad.
— Lo siento… lo siento mucho. Creí que avisarte era lo mejor porque te vi en mi visión peleando con la bestia…si hubiera salido mal… se habría acabado la esperanza para tu verdadero rey y yo tendría la culpa…Bueno, lo hecho, hecho está. Será mejor que no lo piense más y miremos hacia delante.— Había estado pensando en lo que Ulf le propuso y de alguna forma sabía que el destino de esa gente iba ligado al suyo, todo apuntaba a que era demasiado tarde para bajarse de tren, ya estaba implicada.
Desvió los ojos hacia la ventana, más lúcida de lo que esperaba tras tres días casi en coma. Se sentía culpable por haberlo arrastrado a aquella carnicería sin pensarlo dos veces. Entonces el vikingo abrió aquella bocaza y soltó lo de las pesadillas y los sueños húmedos.
La cara de la bruja fue de un estupor supremo, con los ojos abiertos como platos, demasiado impactada para reaccionar de ninguna forma, y de la palidez espectral que presentaba, sus mejillas se arrebolaron con un fogonazo. ¿En serio había gemido en alto? recordaba alguna de las visiones y ciertamente eran tórridas… pero ¡qué vergüenza! El gesto fue de desconcierto y enfado a la vez, pero no con él. Bueno sí, también con él porque era un bocazas, pero sobre todo con ella misma y el poco control que tenía de sus visiones.
— No tienen por qué cumplirse…la mayoría no se cumplen. Y lo malo de las visiones es que…seguramente la realidad jamás supere las expectativas.
Trató de elevar la barbilla y entornar los ojos al decirselo, sobreponiéndose al golpe de humor recibido, pero el lobo siguió atacando sin piedad al acariciar su labio y decirle lo del beso. ¡Oh! pero esta vez no iba a quedarse muda, iba a replicarle.
— Pues deberías. Que le dé mi primer beso a un nosferatu antes que a un vikingo no habla muy bien de ti.— ¡Mierda!. No tenía por qué saber que no había besado a ningun hombre antes…joder, eso le daría para muchas más bromas. Puso los ojos en blanco al percatarse y lo miró con resignación dispuesta a encajar las chanzas que el rubio quisiera hacer al respecto.
Entonces el doctor entró para alivio de Lana, concediéndole una tregua. Pero todo se desencadenó muy rápido y aquello fue un golpe duro para la frágil seguridad que acababa de cosechar. Alguien la quería muerta y se tomaba muchas molestias. ¡Pero si ella no conocía a nadie! ¿Quién podría querer verla muerta?
Se agarró a Ulf por el cuello sin rechistar, dejando que la llevara a donde fuera pero lejos del peligro. Pensó con rapidez. A su familia le importaba más bien poco y su unico medio amigo era un gitano al que había salvado de morir y que hacia meses que no veía.
— ¿quién lo sabe? Ulf!! tenéis un traidor entre los vuestros!! a mi no me conoce nadie… no puede ser casualidad.
Última edición por Giuliana Mordrake el Sáb Dic 31, 2016 7:41 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Sus brazos rodeaban mi cuello mientras su mirada verde quedaba presa de la bruma de mis ojos, sonrisa de medio lado recordando sus palabras, esas que afirmaban que debía preocuparme pues había besado antes a un nosferatu que a un vikingo de mi especie.
-Mi señora, lo achacaré a vuestra falta de criterio en ese momento, seguro que os desvanecisteis entre sus brazos y pensasteis que eran los míos. No os culpo, es el efecto que causo en las mujeres al conocerme.
Su ceño fruncido me encantaba, casi tanto como cuando sus mejillas se incendiaron en mi anterior afirmación.
-No os preocupéis pequeña bruja, si la visión se cumple, que lo hará...la realidad superará vuestras expectativas..unas que no deben ser muy altas cuando no habéis besado antes hombre alguno ¿verdad?
Una carcajada de mis labios contra su pelo, una que intenté apagar para, si es que eso era posible, que ambos pasáramos desapercibidos al atravesar el umbral del hospital.
Enarqué una ceja mirándola, al verla casi supe que estaba preparándose para mi siguiente comentario.
-Desde que os conozco me he paseado por la ciudad desnudo y ahora con un camisón hospitalario, creo que mi orgullo vikingo empieza a resentirse mas de lo previsto, algo tendréis que hacer para remediarlo ¿no creéis?
No tenia montura allí, mas por suerte, el hospital no estaba muy lejos de una de las pensiones de París. La hubiera llevado al hotel, mas intuía que ese seria le primer lugar donde nos buscarían.
Aquella pensión nos daría las horas suficientes como para pensar en un lugar seguro, así como de hablar detenidamente del asunto, ademas me moría por una copa o quizás dos.
No llevaba dinero encima, mas por suerte la anciana de la recepción se fió de nosotros pese a las pintas que llevábamos y nos ofreció ocupar la habitación con la firme promesa de que antes de abandonarla pagaríamos la cuenta.
Le di mi palabra, dueño de ella pues representaba mi honor.
Entramos en una pequeña macara de paredes con motivos florales de papel pintado, allí sobre un lecho de sabanas blancas bastante sobrio como el resto de la habitación ,deposité el cuerpo de la bruja, aun demasiado dolorido para reaccionar frente a nada.
Me acerqué al mueble bar y serví sendas copas de whisky doble, una que le ofrecí a la muchacha y otra que pronto lleve a mis labios vaciandola de un solo trago. La necesitaba y creo que se noto, cuando tiré ligeramente la cabeza hacia atrás dejando que me embargara aquella nimia sensación.
-No he hablado con nadie de ti pequeña, así que no hay traidor en mis filas. Lo que si posee el rey, si es cierto lo que dices y nadie os persigue a vos, es un templo cargado de oráculos. Mujeres vírgenes que sirven a el Rey del norte, posiblemente esa sea la respuesta del intento de asesinato que habéis sufrido hoy.
Me serví una nueva copa con avidez, era consciente que la estaba metiendo en la boca del lobo, y una parte de mi ,deseaba dejarla en su casa, a salvo de todo eso, como si jamas la hubiera conocido, pues su seguridad me importaba.
De nuevo llevé el vaso a mis labios, tratando de luchar conmigo mismo, dos demonios se enfrentaban dentro de mi, el del egoísmo, que solo la quería poner a salvo y el del honor, la lealtad hacia mi señor, el norte y los míos.
Era consciente que la necesitaba si quería evitar el derramamiento de sangre, mas también era consciente que pidiéndole eso, la ponía en peligro de muerte.
Mi gesto se endureció contra el vidrio, mientras el liquido iba abrasando mi garganta, evitando que mi mente pensara demasiado rápido. No era muy bueno con las palabras, bueno, si con las que se les dice a los hombres en el ejercito, mas sentimentalmente hablando era un caos.
Supongo que en eso Höor y yo nos parecíamos demasiado.
-Mi señora, lo achacaré a vuestra falta de criterio en ese momento, seguro que os desvanecisteis entre sus brazos y pensasteis que eran los míos. No os culpo, es el efecto que causo en las mujeres al conocerme.
Su ceño fruncido me encantaba, casi tanto como cuando sus mejillas se incendiaron en mi anterior afirmación.
-No os preocupéis pequeña bruja, si la visión se cumple, que lo hará...la realidad superará vuestras expectativas..unas que no deben ser muy altas cuando no habéis besado antes hombre alguno ¿verdad?
Una carcajada de mis labios contra su pelo, una que intenté apagar para, si es que eso era posible, que ambos pasáramos desapercibidos al atravesar el umbral del hospital.
Enarqué una ceja mirándola, al verla casi supe que estaba preparándose para mi siguiente comentario.
-Desde que os conozco me he paseado por la ciudad desnudo y ahora con un camisón hospitalario, creo que mi orgullo vikingo empieza a resentirse mas de lo previsto, algo tendréis que hacer para remediarlo ¿no creéis?
No tenia montura allí, mas por suerte, el hospital no estaba muy lejos de una de las pensiones de París. La hubiera llevado al hotel, mas intuía que ese seria le primer lugar donde nos buscarían.
Aquella pensión nos daría las horas suficientes como para pensar en un lugar seguro, así como de hablar detenidamente del asunto, ademas me moría por una copa o quizás dos.
No llevaba dinero encima, mas por suerte la anciana de la recepción se fió de nosotros pese a las pintas que llevábamos y nos ofreció ocupar la habitación con la firme promesa de que antes de abandonarla pagaríamos la cuenta.
Le di mi palabra, dueño de ella pues representaba mi honor.
Entramos en una pequeña macara de paredes con motivos florales de papel pintado, allí sobre un lecho de sabanas blancas bastante sobrio como el resto de la habitación ,deposité el cuerpo de la bruja, aun demasiado dolorido para reaccionar frente a nada.
Me acerqué al mueble bar y serví sendas copas de whisky doble, una que le ofrecí a la muchacha y otra que pronto lleve a mis labios vaciandola de un solo trago. La necesitaba y creo que se noto, cuando tiré ligeramente la cabeza hacia atrás dejando que me embargara aquella nimia sensación.
-No he hablado con nadie de ti pequeña, así que no hay traidor en mis filas. Lo que si posee el rey, si es cierto lo que dices y nadie os persigue a vos, es un templo cargado de oráculos. Mujeres vírgenes que sirven a el Rey del norte, posiblemente esa sea la respuesta del intento de asesinato que habéis sufrido hoy.
Me serví una nueva copa con avidez, era consciente que la estaba metiendo en la boca del lobo, y una parte de mi ,deseaba dejarla en su casa, a salvo de todo eso, como si jamas la hubiera conocido, pues su seguridad me importaba.
De nuevo llevé el vaso a mis labios, tratando de luchar conmigo mismo, dos demonios se enfrentaban dentro de mi, el del egoísmo, que solo la quería poner a salvo y el del honor, la lealtad hacia mi señor, el norte y los míos.
Era consciente que la necesitaba si quería evitar el derramamiento de sangre, mas también era consciente que pidiéndole eso, la ponía en peligro de muerte.
Mi gesto se endureció contra el vidrio, mientras el liquido iba abrasando mi garganta, evitando que mi mente pensara demasiado rápido. No era muy bueno con las palabras, bueno, si con las que se les dice a los hombres en el ejercito, mas sentimentalmente hablando era un caos.
Supongo que en eso Höor y yo nos parecíamos demasiado.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
Llegaron a aquella pensión y aunque no era su casa, se sintió algo más a salvo que en el hospital, donde había mucha gente entrando y saliendo y manejando sustancias que bien podían ser letales administradas voluntaria o involuntariamente. Sabía que no iba a morir en breve con bastante probabilidad ya que se había visto a si misma en otras visiones que seguramente estaban por llegar, pero tampoco podía darlo por sentado.
Hacía frío, y aunque la habitación estuviese limpia, era modesta y no tenía niguna calefacción. Se metió entre las mantas y apoyó la espalda en el cabecero. El lobo le puso un vaso de whisky entre las manos. Quizás apenas tuviera edad para beber y parecía que por sus maneras frágiles no le pegaba, pero procedía de familia de brujas de Nueva Orleans, y allí se bebía Sazerac con asiduidad, y casi en la totalidad de las veces que se realizaba magia. La costumbre estaba arraigada y las brujas que necesitaban proyectar su conciencia o provocar las visiones, lo tomaban con frecuencia. El Sazerac estaba hecho a base de absenta, whisky o coñac, bitter, limón y azúcar.
Le dio un trago, sin mostrar síntomas de que le quemase o molestase el sabor fuerte. Reflexionó un poco las palabras antes de soltarlas.
— ¿Necesitas la hidromiel para templar tus nervios? en Nueva Orleans bebíamos Sazerac, que es absenta mezclada con whisky y otras cosas, para provocar las visiones, o simplemente para digerir el Gumbo, que es un plato contundente. Está bueno, quizás algún día te apetezca probarlo. La bebida, me refiero...aquí no se puede hacer gumbo, no hay ardillas o ranas tan gordas. Quizás con eso pueda compensarte que te hayas recorrido la ciudad en camisón.
Realmente en Luisiana la gastronomía y las costumbres tenían algo muy ancestral, por la herencia de los esclavos africanos que poblaron la zona. A pesar de ser blanca, Lana se había criado y empapado en las costumbres de aquellas gentes, que entendían el mundo de otra forma mucho menos banal y estúpida, menos snob y elitista que los parisinos, que se creían el sumum de la evolución. La bruja estaba conectada a la tierra, al agua, a los elementos y la energía, al mundo espiritual. Le daba igual comer ardillas o beber absenta, no era remilgada, no se quedaba en la superficie y apariencia de las cosas y a pesar de su juventud, entendía la trascendencia de lo verdaderamente importante. Quizás en otros asuntos sí quedase patente su corta edad, pero no en ese aspecto.
Le dio otro trago al vaso y lo hizo rodar entre las manos mirando fijamente el líquido oscuro.
— Has dicho que tu rey tiene un ejército de oráculos, de mujeres vírgenes con el don de la visión. Los oráculos se comunican con los dioses y dan respuestas a las preguntas de los mortales si su dios así lo decide, por eso han de ser vírgenes.— Se apartó un mechón de la cara y se lo puso detrás de la oreja.— Las brujas con el don de la profecía no dependemos de ningun dios, estamos conectadas de otra forma con el universo donde el tiempo es elástico y flexible y puede plegarse de muchas formas. Podemos ver cosas que sucedieron o que sucederán, y otras que quizás no sucedan porque cambiemos el destino.Pero en realidad el destino era que viésemos eso para evitarlo... Sé que es algo confuso, incluso a mi me resulta difícil de comprender... pero es un don que no desaparece con ninguna condición biológica. Mi madre lo tiene, mi tía lo tiene, mi abuela lo tiene.
Se acabó el vaso y lo mantuvo entre las manos, porque así podía tenerlas en algún lugar hasta que se calmase del todo tras los nervios de que la hubieran intentado matar varias veces en tan poco tiempo. Miró directamente a los ojos de Ulf, que trataba de bromear y de pincharla para sacarle los colores. Era casi hasta tierno, porque podría estar ceñudo, bramando y maldiciendo la hora en la que se la cruzó en el cementerio y sin embargo trataba de animarla y de ser amable con ella, a pesar de que no tenía pinta de ser un caballero, sino más bien un guerrero, un tipo duro.
— Te ayudaré en tu misión. Lo he visto, y habrá muertes. No conozco a las personas que aparecen en las visiones, pero poco a poco se irán presentando. Y si me preguntas por qué... no lo sé. No me une nada al norte ni a tu causa... salvo tú..— Se lo soltó asi, sin más. Pero ella ha visto lo que sucederá en el futuro, y al parecer él era lo que irrumpiría en su vida para arrastrarla hacia ese destino. No era mejor ni peor, era lo que estaba escrito y sólo tenía que aceptarlo. Aceptaba su parte.
Se hizo a un lado y le dejó sitio.— No tengo sueño, he dormido tres días... pero sí tengo frio.
Hacía frío, y aunque la habitación estuviese limpia, era modesta y no tenía niguna calefacción. Se metió entre las mantas y apoyó la espalda en el cabecero. El lobo le puso un vaso de whisky entre las manos. Quizás apenas tuviera edad para beber y parecía que por sus maneras frágiles no le pegaba, pero procedía de familia de brujas de Nueva Orleans, y allí se bebía Sazerac con asiduidad, y casi en la totalidad de las veces que se realizaba magia. La costumbre estaba arraigada y las brujas que necesitaban proyectar su conciencia o provocar las visiones, lo tomaban con frecuencia. El Sazerac estaba hecho a base de absenta, whisky o coñac, bitter, limón y azúcar.
Le dio un trago, sin mostrar síntomas de que le quemase o molestase el sabor fuerte. Reflexionó un poco las palabras antes de soltarlas.
— ¿Necesitas la hidromiel para templar tus nervios? en Nueva Orleans bebíamos Sazerac, que es absenta mezclada con whisky y otras cosas, para provocar las visiones, o simplemente para digerir el Gumbo, que es un plato contundente. Está bueno, quizás algún día te apetezca probarlo. La bebida, me refiero...aquí no se puede hacer gumbo, no hay ardillas o ranas tan gordas. Quizás con eso pueda compensarte que te hayas recorrido la ciudad en camisón.
Realmente en Luisiana la gastronomía y las costumbres tenían algo muy ancestral, por la herencia de los esclavos africanos que poblaron la zona. A pesar de ser blanca, Lana se había criado y empapado en las costumbres de aquellas gentes, que entendían el mundo de otra forma mucho menos banal y estúpida, menos snob y elitista que los parisinos, que se creían el sumum de la evolución. La bruja estaba conectada a la tierra, al agua, a los elementos y la energía, al mundo espiritual. Le daba igual comer ardillas o beber absenta, no era remilgada, no se quedaba en la superficie y apariencia de las cosas y a pesar de su juventud, entendía la trascendencia de lo verdaderamente importante. Quizás en otros asuntos sí quedase patente su corta edad, pero no en ese aspecto.
Le dio otro trago al vaso y lo hizo rodar entre las manos mirando fijamente el líquido oscuro.
— Has dicho que tu rey tiene un ejército de oráculos, de mujeres vírgenes con el don de la visión. Los oráculos se comunican con los dioses y dan respuestas a las preguntas de los mortales si su dios así lo decide, por eso han de ser vírgenes.— Se apartó un mechón de la cara y se lo puso detrás de la oreja.— Las brujas con el don de la profecía no dependemos de ningun dios, estamos conectadas de otra forma con el universo donde el tiempo es elástico y flexible y puede plegarse de muchas formas. Podemos ver cosas que sucedieron o que sucederán, y otras que quizás no sucedan porque cambiemos el destino.Pero en realidad el destino era que viésemos eso para evitarlo... Sé que es algo confuso, incluso a mi me resulta difícil de comprender... pero es un don que no desaparece con ninguna condición biológica. Mi madre lo tiene, mi tía lo tiene, mi abuela lo tiene.
Se acabó el vaso y lo mantuvo entre las manos, porque así podía tenerlas en algún lugar hasta que se calmase del todo tras los nervios de que la hubieran intentado matar varias veces en tan poco tiempo. Miró directamente a los ojos de Ulf, que trataba de bromear y de pincharla para sacarle los colores. Era casi hasta tierno, porque podría estar ceñudo, bramando y maldiciendo la hora en la que se la cruzó en el cementerio y sin embargo trataba de animarla y de ser amable con ella, a pesar de que no tenía pinta de ser un caballero, sino más bien un guerrero, un tipo duro.
— Te ayudaré en tu misión. Lo he visto, y habrá muertes. No conozco a las personas que aparecen en las visiones, pero poco a poco se irán presentando. Y si me preguntas por qué... no lo sé. No me une nada al norte ni a tu causa... salvo tú..— Se lo soltó asi, sin más. Pero ella ha visto lo que sucederá en el futuro, y al parecer él era lo que irrumpiría en su vida para arrastrarla hacia ese destino. No era mejor ni peor, era lo que estaba escrito y sólo tenía que aceptarlo. Aceptaba su parte.
Se hizo a un lado y le dejó sitio.— No tengo sueño, he dormido tres días... pero sí tengo frio.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Clameur du Silence {Privado +18}
La pequeña bruja bebía sin dibujar en su rostro mueca desagradable por el fuerte sabor de la bebida. Sus ojos anclados en los míos, posiblemente eran capaces de ver las dudas, el desazón que se planteaba en mi mente.
La escuché hablar de esa bebida que bebían en nueva Orleans, una que al parecer tumbaría a un guerrero norteño sin pensarlo.
Fue la primera sonrisa irónica que me arrebató desde que llegamos a la habitación.
-Llevo bebiendo con mi padre antes, con los hombres después, desde que era un crio, dudo que haya bebida que logre en mi el efecto que describes. Apuesto a que te tumbaría bebiendo alcohol -apunté guiñándole un ojo.
-Quizás podamos beber de eso..¿sazerac? -pronuncié con cierta duda -no es difícil conseguir absenta y whisky ya tenemos, así que.. Cuando quieras me haces olvidar mi incursión en camisón por las calles de París.
Tentado me sentí de espolvorear en el whisky algo de beleño negro, mas tenia razón, hoy no era excitarme lo que necesitaba, si no calmarme, y si, para eso usaba el alcohol, para controlar el temperamento, los nervios que en ese instante sentía.
Quizás ella pensaba que era la batalla la que había forzado mi necesidad de beber, nada mas lejos de la realidad, estaba acostumbrado a combatir, a derramar sangre propia y ajena a edad muy temprana, era su sangre la que nublaba mi razón, era la suya y no la mía la que me forzaba a apurar el contenido del vaso una y otra vez para aplacar el impulso que ahora mismo sentía.
Escuché la diferencia entre oráculo y bruja con premoniciones, si soy sincero, solo entendí de esto una cosa, que si la tomaba, su don seguiría intacto, pues sus visiones no venían de los dioses si no de otra parte...¿donde? No alcancé a comprender, quizás porque el alcohol iba relajando mi cuerpo lo suficiente como para no fijarme en ciertas nimiedades.
Mis dedos surcaron su brazo en ese instante, el deseo era evidente, y mis ojos oscuros relataban mis clara intenciones.
-¿Me estas dando permiso?
Fue entonces cuando sin emitir respuesta y como si fuera capaz de ver esos dos lobos enfrentándose dentro de mi, respondió una pregunta que yo no emití.
Me ayudaría, ¿por que? Por mi.
Dejé escapar el aire de forma pesada contra el vaso que acababa de repletar hasta los bordes.
¿quería eso? ¿estaba dispuesto a poner en peligro de nuevo a esa muchacha que me miraba desde el lecho.
Mi respiración se agito, el lobo del egoísmo parecía haber ganado la batalla tras escuchar esas palabras y mi cuerpo se puso en pie abandonando el borde del lecho y todo contacto con su piel.
Caminé por la habitación como un animal salvaje en su jaula, dando tumbos por ella, en busca de mas alcohol que consumir, pues mi desazón no encontraba tregua ni perdón.
Quizás fue el alcohol, casi había bebido la botella entera, lo que soltó mi lengua, mas mis ojos vidriosos por la embriaguez se centraron en los ajenos dispuestos a no darle tregua.
-Te llevaré de nuevo a casa y te olvidaras de que un día me conociste, no voy a arriesgar tu vida ni un solo segundo mas, no estarás a salvo a mi lado y menos en esta contienda. Buscaré el modo de salvar a Höor, el norte, de impedir la masacre, ya has echo suficiente poniéndome en aleta, tu deber para conmigo a terminado.
Después de esta noche separaremos nuestros caminos -sentencié orillándome a esa cama en la que ahora ella me ofrecía cobijo.
Me deslicé entre las mantas, su cuerpo era cálido pese a asegurar que el frio la embargaba en ese preciso instante, mi cuerpo ardia al contactar con su piel.
Mis dedos recorrieron lentamente su mandíbula, hasta alcanzar su mentón, que elevé para enfrentar su rostro por esa vez.
-Esta sera nuestra primera y única noche, calentémonos pues -susurré acercando mis labios a los suyos lentamente, para apenas rozarlos con mi aliento.
-Pongamos remedio a que solo te haya besado un nosferatu -bromeé antes de que mi boca colisionara con la suya y mi lengua entrara con rudeza entre sus labios surcando aquellos caminos desconocidos para mi.
Paladeé cada resquicio de ella, surcando su lengua con la mía emitiendo jadeos que acalló una y otra vez.
Mis manos se apoderaron de sus caderas, guiándola sutilmente hacia mi, mi virilidad en alza impactó contra su vientre.
La escuché hablar de esa bebida que bebían en nueva Orleans, una que al parecer tumbaría a un guerrero norteño sin pensarlo.
Fue la primera sonrisa irónica que me arrebató desde que llegamos a la habitación.
-Llevo bebiendo con mi padre antes, con los hombres después, desde que era un crio, dudo que haya bebida que logre en mi el efecto que describes. Apuesto a que te tumbaría bebiendo alcohol -apunté guiñándole un ojo.
-Quizás podamos beber de eso..¿sazerac? -pronuncié con cierta duda -no es difícil conseguir absenta y whisky ya tenemos, así que.. Cuando quieras me haces olvidar mi incursión en camisón por las calles de París.
Tentado me sentí de espolvorear en el whisky algo de beleño negro, mas tenia razón, hoy no era excitarme lo que necesitaba, si no calmarme, y si, para eso usaba el alcohol, para controlar el temperamento, los nervios que en ese instante sentía.
Quizás ella pensaba que era la batalla la que había forzado mi necesidad de beber, nada mas lejos de la realidad, estaba acostumbrado a combatir, a derramar sangre propia y ajena a edad muy temprana, era su sangre la que nublaba mi razón, era la suya y no la mía la que me forzaba a apurar el contenido del vaso una y otra vez para aplacar el impulso que ahora mismo sentía.
Escuché la diferencia entre oráculo y bruja con premoniciones, si soy sincero, solo entendí de esto una cosa, que si la tomaba, su don seguiría intacto, pues sus visiones no venían de los dioses si no de otra parte...¿donde? No alcancé a comprender, quizás porque el alcohol iba relajando mi cuerpo lo suficiente como para no fijarme en ciertas nimiedades.
Mis dedos surcaron su brazo en ese instante, el deseo era evidente, y mis ojos oscuros relataban mis clara intenciones.
-¿Me estas dando permiso?
Fue entonces cuando sin emitir respuesta y como si fuera capaz de ver esos dos lobos enfrentándose dentro de mi, respondió una pregunta que yo no emití.
Me ayudaría, ¿por que? Por mi.
Dejé escapar el aire de forma pesada contra el vaso que acababa de repletar hasta los bordes.
¿quería eso? ¿estaba dispuesto a poner en peligro de nuevo a esa muchacha que me miraba desde el lecho.
Mi respiración se agito, el lobo del egoísmo parecía haber ganado la batalla tras escuchar esas palabras y mi cuerpo se puso en pie abandonando el borde del lecho y todo contacto con su piel.
Caminé por la habitación como un animal salvaje en su jaula, dando tumbos por ella, en busca de mas alcohol que consumir, pues mi desazón no encontraba tregua ni perdón.
Quizás fue el alcohol, casi había bebido la botella entera, lo que soltó mi lengua, mas mis ojos vidriosos por la embriaguez se centraron en los ajenos dispuestos a no darle tregua.
-Te llevaré de nuevo a casa y te olvidaras de que un día me conociste, no voy a arriesgar tu vida ni un solo segundo mas, no estarás a salvo a mi lado y menos en esta contienda. Buscaré el modo de salvar a Höor, el norte, de impedir la masacre, ya has echo suficiente poniéndome en aleta, tu deber para conmigo a terminado.
Después de esta noche separaremos nuestros caminos -sentencié orillándome a esa cama en la que ahora ella me ofrecía cobijo.
Me deslicé entre las mantas, su cuerpo era cálido pese a asegurar que el frio la embargaba en ese preciso instante, mi cuerpo ardia al contactar con su piel.
Mis dedos recorrieron lentamente su mandíbula, hasta alcanzar su mentón, que elevé para enfrentar su rostro por esa vez.
-Esta sera nuestra primera y única noche, calentémonos pues -susurré acercando mis labios a los suyos lentamente, para apenas rozarlos con mi aliento.
-Pongamos remedio a que solo te haya besado un nosferatu -bromeé antes de que mi boca colisionara con la suya y mi lengua entrara con rudeza entre sus labios surcando aquellos caminos desconocidos para mi.
Paladeé cada resquicio de ella, surcando su lengua con la mía emitiendo jadeos que acalló una y otra vez.
Mis manos se apoderaron de sus caderas, guiándola sutilmente hacia mi, mi virilidad en alza impactó contra su vientre.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
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