AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Juro que no oculto nada |Piero
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Juro que no oculto nada |Piero
Era un día cualquiera, al menos en apariencia. Hice lo de siempre, que era mendigar por las mañanas y robar bienes a los pobres transeúntes que tuvieran la mala fortuna de cruzar rumbos conmigo por las noches. Sin embargo, me sentía un tanto intranquilo con unos pensamientos que ni siquiera tenían razón de ser, algo dentro de mí me estaba carcomiendo con vida. Tal vez he dejado pasar mucho tiempo, tal vez sea hora, he llegado a mi límite, no puedo seguir de esta manera… Era un pecador de lo peor, vivía del robo y encima, envuelto en un engaño, uno que había durado más de 5 años pero a pesar de los años, no podía deshacerme de ello, era una verdad que simplemente se negaba a ser enterrada y tenía que volver a mí de repente. Pero aquello ya tenía días y no podía sacudirme esa perturancia de mi ser, no me dejaba dormir y dejaba un escalofrío recorriendo mi espalda.
Sin tener idea de qué hacer y ansioso por regresar a la normalidad, o a lo más normal que pudiera en realidad, hice una travesía hacia la catedral de Notre Dame unos días después de que ese pensamiento apareciera por primera vez en meses. Durante el trayecto pensaba una y otra vez qué haría al llegar, puesto no tenía definido ese detalle, caminaba cabizbajo atento solo a mis pensamientos y duelo interno ¿debería confesar mis pecados? ¿que conocía y convivía con sobrenaturales? ¿o tal vez entregarme como un fugitivo perseguido por la Santa Inquisición? y antes de que me diera cuenta, estaba caminando sobre el suelo adoquinado que llevaba directo a la amplia entrada de la antigua catedral. Me detuve en mis casillas y alcé la mirada un tanto incrédulo, tantos años evitando acercarme a cualquier lugar que tuviera relación directa o indirecta con lo religioso y de repente estaba ahí. No, esto fue mala idea…
El arrepentimiento me hizo retroceder y la cobardía me hizo huir de ese lugar a toda prisa. Ta vez mi vida estuviera resultando mala, pero era mejor que terminar como mi padre. Jamás voy a ser un inquisidor. Pensé con determinación y reaundé mi marcha, menos de veinte metros después fue que choqué con alguien todo por estar mirando al suelo. -Lo lamento monsieur. -Murmuré al ver que se habían caído unos libros y papeles, de ellos solo reconocí dos cosas que hicieron que se me helara la sangre, en una mano estaba la Biblia, en la otra una especie de documento que, si bien no sabía leer, podía reconocerlo en cualquier parte. Era un documento que indicaba una búsqueda, y no cualquiera, era la mía.
Abrí los ojos como platos al darme cuenta de que había tenido la desgracia de chocar con un inquisidor, dejé los documentos olvidados en el suelo y proseguí mi camino en shock, el hombre me estaba gritando que regresara y que era un idiota despistado, lo ignoré, pero de repente otro grito irrumpió el silencio de la calle. -¡Atrapen a ese muchacho! -Y solté la carrera, buscando escabullirme entre las laberínticas calles de París que conocía de memoria, sentía el palpitar de mi corazón a mil por hora. Joder, se había dado cuenta, entré en un edificio abandonado justo cuando más pasos se escucharon en el callejón en donde me había adentrado. -¡Sigan buscando!
Tenía la respiración agitada, como si no fueran pulmones pero una especie de maquinaria. El corazón me martilleaba el pecho. -Los perdí.. -murmure. Pero en eso un saco fue puesto en mi cabeza de forma brusca, de la nada llegaron más manos y escuchaba voces pero palabras que no alcanzaba a entender. Unas esposas me apresaron las manos y luego era empujado hacia un carruaje que comenzaba a avanzar, fue un trayecto que pareció durar horas, definitivamente estábamos lejos de la ciudad.
El coche se detuvo de repente y unas manos igual de bruscas me hicieron bajar, escuché el crujir de la tierra bajo mis pies. ¿Dónde estaba? Unos nuevos pasos se aproximaron, unos pesados y firmes, luego una voz masculina...
Sin tener idea de qué hacer y ansioso por regresar a la normalidad, o a lo más normal que pudiera en realidad, hice una travesía hacia la catedral de Notre Dame unos días después de que ese pensamiento apareciera por primera vez en meses. Durante el trayecto pensaba una y otra vez qué haría al llegar, puesto no tenía definido ese detalle, caminaba cabizbajo atento solo a mis pensamientos y duelo interno ¿debería confesar mis pecados? ¿que conocía y convivía con sobrenaturales? ¿o tal vez entregarme como un fugitivo perseguido por la Santa Inquisición? y antes de que me diera cuenta, estaba caminando sobre el suelo adoquinado que llevaba directo a la amplia entrada de la antigua catedral. Me detuve en mis casillas y alcé la mirada un tanto incrédulo, tantos años evitando acercarme a cualquier lugar que tuviera relación directa o indirecta con lo religioso y de repente estaba ahí. No, esto fue mala idea…
El arrepentimiento me hizo retroceder y la cobardía me hizo huir de ese lugar a toda prisa. Ta vez mi vida estuviera resultando mala, pero era mejor que terminar como mi padre. Jamás voy a ser un inquisidor. Pensé con determinación y reaundé mi marcha, menos de veinte metros después fue que choqué con alguien todo por estar mirando al suelo. -Lo lamento monsieur. -Murmuré al ver que se habían caído unos libros y papeles, de ellos solo reconocí dos cosas que hicieron que se me helara la sangre, en una mano estaba la Biblia, en la otra una especie de documento que, si bien no sabía leer, podía reconocerlo en cualquier parte. Era un documento que indicaba una búsqueda, y no cualquiera, era la mía.
Abrí los ojos como platos al darme cuenta de que había tenido la desgracia de chocar con un inquisidor, dejé los documentos olvidados en el suelo y proseguí mi camino en shock, el hombre me estaba gritando que regresara y que era un idiota despistado, lo ignoré, pero de repente otro grito irrumpió el silencio de la calle. -¡Atrapen a ese muchacho! -Y solté la carrera, buscando escabullirme entre las laberínticas calles de París que conocía de memoria, sentía el palpitar de mi corazón a mil por hora. Joder, se había dado cuenta, entré en un edificio abandonado justo cuando más pasos se escucharon en el callejón en donde me había adentrado. -¡Sigan buscando!
Tenía la respiración agitada, como si no fueran pulmones pero una especie de maquinaria. El corazón me martilleaba el pecho. -Los perdí.. -murmure. Pero en eso un saco fue puesto en mi cabeza de forma brusca, de la nada llegaron más manos y escuchaba voces pero palabras que no alcanzaba a entender. Unas esposas me apresaron las manos y luego era empujado hacia un carruaje que comenzaba a avanzar, fue un trayecto que pareció durar horas, definitivamente estábamos lejos de la ciudad.
El coche se detuvo de repente y unas manos igual de bruscas me hicieron bajar, escuché el crujir de la tierra bajo mis pies. ¿Dónde estaba? Unos nuevos pasos se aproximaron, unos pesados y firmes, luego una voz masculina...
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/09/2015
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
Cuan incompetentes eran los soldados reclutados, ya se había hecho la inspección de cada uno en cuanto al empeño de su labor, existían demasiados traidores infiltrados y los cuales sin duda alguna fueron torturados, sacándoles la información precisa de sus tareas, nadie podía jugar con el sistema inquisitorial, y peor, atravesar el escudo que representa el brujo en este mismo. Se ha convertido en una maquina sentenciadora, ya que para eso nació y para eso fue creado, para obedecer al Santo Obispo, aclamar y proteger la fe que se debe profesar, que todos, sin excepción alguna se sometan a las reglas estipuladas. Así fue que entre tanto labor; la captura de los traidores, la exterminación de los neófitos que habían sido creados para la iniciación de una guerra, y el inspeccionar a los miembros de la inquisición, se ha vuelto el más requerido por los grandes señoríos, el viajar para cumplir sus peticiones. Y ahora, una búsqueda selecta a la que tuvo que aceptar, no por ser de interés el trabajo, ya que carece de este, no era su competencia, era una misión de bajo nivel, que bien unos soldados inferiores a él, podían desempeñar. Sin embargo, el mismo cardenal lo solicito como un favor que no tuvo otra salida más que ejecutarlo.
Comenzó a movilizarse, el hacer la búsqueda selecta en todo París, informándose bien del asunto con el padre del quien se busca, y vaya la casualidad que era un inquisidor más. Era una humillación para ellos que aquel padre este buscando a su hijo, cuyo chiquillo escapo por no seguir con la labor. A eso es que deberían de llamarlo traidor, aniquilarlo, someterlo a una ejecución por faltar a la honra de su padre, más no le correspondía. Por lo que solicito que pegaran,y entregaran pliegos donde venía la información, y características precisas del hijo; Cailen Gowan, era este al que debía de hallar sin demorar y reeducar. Ya que tiene cosas más importantes que esta.
Movilizando a todo el personal, acudió el propio D’Páramo a los lugares en los que ha sido visto, averiguando su rastro, los motivos de visita a los lugares selectivos. ¡Quién diría que era un ladrón, tan mísero y ruin! Sería sencillo encontrarlo. Por algo le confiaron a ese chiquillo, por algo es que lo buscaron a él para que desempeñe esta misión.
…Acudiendo a los animales de búsqueda, rastreando su hedor, su esencia fue proporcionada por algunas viejas pertenecías, las cuales le llevaron directamente a la Catedral, era una gracia que en ese precisó lugar se hallara un rastro de este, si es que huía el cobarde de la religión. Los soldados merodeaban la zona, unos cuestionando a los civiles, y ahí, en las escaleras, a plena entrada de la estructura de la catedral, sus ojos no le engañaron, vio el parecido al joven, él se iba acercando, más el incompetente soldado, inexperto no se fijó de quien se trataba. — ¡Atrapen a ese muchacho! —. Señaló en dirección al joven que corría, negando que el mismo tuvo que ir hacia él, sin confiarse de los demás, movió la mano al carruaje para que le alcanzara en lo que él corría, una vez que estuvo a su alcance, se sujetó del pórtico, yendo a mitad del cuerpo colgado, dirigiendo al cochero en dirección a una salida, directo a esta fue cuando se escabullo entre las callejuelas, lo que no sabían los demás es que el brujo hizo empleo de la magia negra para seguir la energía, conectar objetos del dueño que se quiere, y una entrega por el don, su instinto era guiado directamente a él. Que aún más en zonas despejadas, se aumentaba este, pulsando para dar el centro de enfoque, que al verlo, lo cogió como un fardo tras bajar del carruaje, aventándolo a este mismo, donde da señal de que marchara. Se cercioro que fuera el, al ver ese rostro, y para que no diera lata, lo golpeo en la cabeza.
Dirigiéndose a las zonas alejadas, especialmente a su escondite, un hoyo que había sido cavado para sus presos, mantenerlos bajo tortura hasta que dejen de ser servibles. El paradero nadie lo conocía más que él, y quien maneja el carruaje, llegando a este en unas cuentas horas y lo pone en su espalda, cargándolo hasta adentrarse a este, el lugar estaba escondido bajo hechizos, y sin más se dispuso a amarrar en una silla al preso; de muñecas, y tobillos, sujeto con grilletes adecuados, la silla clavada al suelo para que no sea movida del lugar o le resulte fácil de romper. Acudiendo al palo de madera, púes tristemente es un humano que puede sentir el peor dolor con armas de primer nivel, ya que estas solo son caricias para los sobrenaturales. Y tiro un golpe a sus piernas, obligándolo a despertar… — ¡Despierta! O no querrás que lo haga con las pinzas, ¿verdad? —, al grado del golpe, debería estar atento, pues el dolor lo altiva, manteniéndolo advertido. — A partir de este momento, piensa bien como responderás, no quiero perder el tiempo, y menos con un imbécil como tú.— Aclaro, poniendo las cosas en claro, girando el palo de un lado a otro, alistado que da otro golpe en esas piernas, solo para someterlo, y que no es un juego. — ¿Sabes o tienes una idea del por qué estás aquí? —. Y fue que comenzó a reeducación para que el niño regrese con su padre, y acepte el destino que siempre le fue impuesto como hijo de un inquisidor.
Comenzó a movilizarse, el hacer la búsqueda selecta en todo París, informándose bien del asunto con el padre del quien se busca, y vaya la casualidad que era un inquisidor más. Era una humillación para ellos que aquel padre este buscando a su hijo, cuyo chiquillo escapo por no seguir con la labor. A eso es que deberían de llamarlo traidor, aniquilarlo, someterlo a una ejecución por faltar a la honra de su padre, más no le correspondía. Por lo que solicito que pegaran,y entregaran pliegos donde venía la información, y características precisas del hijo; Cailen Gowan, era este al que debía de hallar sin demorar y reeducar. Ya que tiene cosas más importantes que esta.
Movilizando a todo el personal, acudió el propio D’Páramo a los lugares en los que ha sido visto, averiguando su rastro, los motivos de visita a los lugares selectivos. ¡Quién diría que era un ladrón, tan mísero y ruin! Sería sencillo encontrarlo. Por algo le confiaron a ese chiquillo, por algo es que lo buscaron a él para que desempeñe esta misión.
…Acudiendo a los animales de búsqueda, rastreando su hedor, su esencia fue proporcionada por algunas viejas pertenecías, las cuales le llevaron directamente a la Catedral, era una gracia que en ese precisó lugar se hallara un rastro de este, si es que huía el cobarde de la religión. Los soldados merodeaban la zona, unos cuestionando a los civiles, y ahí, en las escaleras, a plena entrada de la estructura de la catedral, sus ojos no le engañaron, vio el parecido al joven, él se iba acercando, más el incompetente soldado, inexperto no se fijó de quien se trataba. — ¡Atrapen a ese muchacho! —. Señaló en dirección al joven que corría, negando que el mismo tuvo que ir hacia él, sin confiarse de los demás, movió la mano al carruaje para que le alcanzara en lo que él corría, una vez que estuvo a su alcance, se sujetó del pórtico, yendo a mitad del cuerpo colgado, dirigiendo al cochero en dirección a una salida, directo a esta fue cuando se escabullo entre las callejuelas, lo que no sabían los demás es que el brujo hizo empleo de la magia negra para seguir la energía, conectar objetos del dueño que se quiere, y una entrega por el don, su instinto era guiado directamente a él. Que aún más en zonas despejadas, se aumentaba este, pulsando para dar el centro de enfoque, que al verlo, lo cogió como un fardo tras bajar del carruaje, aventándolo a este mismo, donde da señal de que marchara. Se cercioro que fuera el, al ver ese rostro, y para que no diera lata, lo golpeo en la cabeza.
Dirigiéndose a las zonas alejadas, especialmente a su escondite, un hoyo que había sido cavado para sus presos, mantenerlos bajo tortura hasta que dejen de ser servibles. El paradero nadie lo conocía más que él, y quien maneja el carruaje, llegando a este en unas cuentas horas y lo pone en su espalda, cargándolo hasta adentrarse a este, el lugar estaba escondido bajo hechizos, y sin más se dispuso a amarrar en una silla al preso; de muñecas, y tobillos, sujeto con grilletes adecuados, la silla clavada al suelo para que no sea movida del lugar o le resulte fácil de romper. Acudiendo al palo de madera, púes tristemente es un humano que puede sentir el peor dolor con armas de primer nivel, ya que estas solo son caricias para los sobrenaturales. Y tiro un golpe a sus piernas, obligándolo a despertar… — ¡Despierta! O no querrás que lo haga con las pinzas, ¿verdad? —, al grado del golpe, debería estar atento, pues el dolor lo altiva, manteniéndolo advertido. — A partir de este momento, piensa bien como responderás, no quiero perder el tiempo, y menos con un imbécil como tú.— Aclaro, poniendo las cosas en claro, girando el palo de un lado a otro, alistado que da otro golpe en esas piernas, solo para someterlo, y que no es un juego. — ¿Sabes o tienes una idea del por qué estás aquí? —. Y fue que comenzó a reeducación para que el niño regrese con su padre, y acepte el destino que siempre le fue impuesto como hijo de un inquisidor.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
Lo primero que captaron mis sentidos al ganar conciencia otra vez fue un espeso olor a tierra y humedad que mezclados tenían una esencia dulce y sin embargo, desagradable. Apenas iba a abrir los ojos cuando un brutal azote en las piernas terminó por arrastrarme de nuevo al mundo terrenal del que logré escapar ¿cuántas horas? intenté enrollarme en mí mismo, adolorido, pero para mi horror estaba encadenado de pies y manos en una silla por lo que el movimiento que intenté hacer se vio como un violento sobresalto.
De mi boca salieron apresurados balbuceos que ni siquiera se asemejaban en lo más mínimo a palabras, ni siquiera yo estaba seguro de en qué idioma quise hablar, si en mi natal o en el francés. En realidad no importaba, de todas maneras quedé mudo del miedo ante la visión ante mí; un hombre, calculaba que mayor que yo, con postura firme y ojos de fuego, y un palo de madera en una mano, el cual movía de un lado a otro.
A pesar de tener los ojos atentos en el arma que sostenía en la mano no pude preveer el siguiente azote que fue a dar, lamentablemente en el mismo lugar que el anterior, en consecuencia el dolor fue el doble. Vergonzosamente no logré silenciar mi inconformidad y un gemido escapó de mi garganta antes de que tuviera la oportunidad de morderme los labios, de nuevo di un sobresalto en el asiento, esta vez cerrando los ojos con fuerza.
Después hubo un silencio interrumpido por mis jadeos, eran de dolor y miedo, terror absoluto. La presencia del hombre ya era de temer por sí sola, pero con aquella pregunta logré darme cuenta del verdadero lío en el que estaba metido. No era un hombre, un sádico cualquiera, era un inquisidor. Un pesado nudo en la garganta impidió que hablara por varios segundos, pero supe por su mirada severa que mejor no hacerle esperar, no si quería un golpe más, su actitud y tratos no me eran desconocidos, después de todo mi padre nunca me dio caricias.
-No señor, no sé por qué estoy aquí. Seguramente esto es una equivocación. -Comenté tratando de serenarme lo mejor que podía, los lloriqueos no me iban a sacar de esa situación, tampoco era muy probable que una negociación lo hiciera pero no perdía nada con intentarlo, la situación no podía empeorar más.
-¿De qué se me acusa? -Inquirí tal vez demasiado valiente. La situación era simplemente inverosímil. “Es imposible” me repetía una y otra vez como si fuera éste un mantra. “Fue hace años, la búsqueda desapareció. Se habían dado por vencidos, algunos me dieron por muerto” A pesar de mis pobres intentos por consolarme, me era imposible negar la verdad, por más cruda que fuese; bajé la guardia y estaba pagando el precio.
Era obvio que él sabía a quién tenía atado a la silla.
De mi boca salieron apresurados balbuceos que ni siquiera se asemejaban en lo más mínimo a palabras, ni siquiera yo estaba seguro de en qué idioma quise hablar, si en mi natal o en el francés. En realidad no importaba, de todas maneras quedé mudo del miedo ante la visión ante mí; un hombre, calculaba que mayor que yo, con postura firme y ojos de fuego, y un palo de madera en una mano, el cual movía de un lado a otro.
A pesar de tener los ojos atentos en el arma que sostenía en la mano no pude preveer el siguiente azote que fue a dar, lamentablemente en el mismo lugar que el anterior, en consecuencia el dolor fue el doble. Vergonzosamente no logré silenciar mi inconformidad y un gemido escapó de mi garganta antes de que tuviera la oportunidad de morderme los labios, de nuevo di un sobresalto en el asiento, esta vez cerrando los ojos con fuerza.
Después hubo un silencio interrumpido por mis jadeos, eran de dolor y miedo, terror absoluto. La presencia del hombre ya era de temer por sí sola, pero con aquella pregunta logré darme cuenta del verdadero lío en el que estaba metido. No era un hombre, un sádico cualquiera, era un inquisidor. Un pesado nudo en la garganta impidió que hablara por varios segundos, pero supe por su mirada severa que mejor no hacerle esperar, no si quería un golpe más, su actitud y tratos no me eran desconocidos, después de todo mi padre nunca me dio caricias.
-No señor, no sé por qué estoy aquí. Seguramente esto es una equivocación. -Comenté tratando de serenarme lo mejor que podía, los lloriqueos no me iban a sacar de esa situación, tampoco era muy probable que una negociación lo hiciera pero no perdía nada con intentarlo, la situación no podía empeorar más.
-¿De qué se me acusa? -Inquirí tal vez demasiado valiente. La situación era simplemente inverosímil. “Es imposible” me repetía una y otra vez como si fuera éste un mantra. “Fue hace años, la búsqueda desapareció. Se habían dado por vencidos, algunos me dieron por muerto” A pesar de mis pobres intentos por consolarme, me era imposible negar la verdad, por más cruda que fuese; bajé la guardia y estaba pagando el precio.
Era obvio que él sabía a quién tenía atado a la silla.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
Disgustado; los gestos humanos, los quejidos, y las reacciones de estos a las represalias impuestas le eran desagradables, repugnantes ya que a sabiendas de sus acciones, se victimizan, se minimizan y altivan en supuestos de que jamás han faltado, es que la mayoría de estos niegan, o se esconden bajo justificaciones inaceptables, pero demostrando la no culpabilidad del acto, o hecho. Así de asquerosos son, que estar observando sus movimientos, ya eran calculados por el brujo, eran muy predecibles, tanto que el golpear no significaba nada. Debían someter por solo un favor, no porque requiera de su real prioridad, ya que de haber sido de esa forma, ese método no lo estuviera usando contra él.
Una vez consciente el preso, en el que el segundo palazo en las piernas hizo que al fin despertara, que observará y su conciencia estuviera al máximo, se cercioro de que comprendiera a su exacta observancia las demandas. Que no por el miedo o el dolor le estuviese obedeciendo. Ni que sus quejidos, y sobre saltos impedidos, coopera. — ¡Cállate! Abstente de solo responder lo que se te inquirió, si es equivocación o no, eso no te corresponde, eres tú a quien quiero. Gowan, Cailen Gowan.
Castigo, tras dejar que la extremidad del palo se fuera al abdomen del reo, empujando, dejándolo sin aliento, regañándolo porque sabe por qué esta ahí, y el inquisidor lo deduce. — Estás aquí por una simple razón y de la cual me encargare a que la cumplas, te dieron opción y la desaprovechaste, entonces, ahora a mi método, sin importar que, saldrás de aquí obedeciendo mi orden. ¡Entendido!
El objetivo se halla entre esas palabras, yendo por un cuchillo en el que su filo es peligroso si no lo saben usar correctamente, dirigiéndolo al rostro del ejecutado, acariciando con este que entre más se deslizaba sobre la piel era herida, así, recorriendo hasta su yugular, tomando de entre sus cabellos al tirar de estos hacia atrás, destrozando su prenda para exponer su pecho desnudo. — Tu padre te inculcó una tarea muy importante, desde que tuviste la edad para ser entrenado para la inquisición, esta labor no requiere de que si quieres o no, por ser el descendiente de la familia, te corresponde llevar el título del que tu padre goza y pronto dejará, ser soldado, es la herencia que sin duda alguna debes ejercitar con orgullo. Y yo me encargare de que así sea.
¿Hasta qué punto iba a someterlo? Su padre no especificó el daño más que lo quiere con vida, lástima que para él ya lo hubiese ofrecido como carnada, mas no le corresponde, toma el cuchillo del mango, y apuntando en dirección a su pierna, acuchillando, sin sacarlo, era prevenido, conoce del cuerpo donde dar los golpes bajos sin ser amenaza hacia la vida, recalcando con seguridad que no es un juego más.
Una vez consciente el preso, en el que el segundo palazo en las piernas hizo que al fin despertara, que observará y su conciencia estuviera al máximo, se cercioro de que comprendiera a su exacta observancia las demandas. Que no por el miedo o el dolor le estuviese obedeciendo. Ni que sus quejidos, y sobre saltos impedidos, coopera. — ¡Cállate! Abstente de solo responder lo que se te inquirió, si es equivocación o no, eso no te corresponde, eres tú a quien quiero. Gowan, Cailen Gowan.
Castigo, tras dejar que la extremidad del palo se fuera al abdomen del reo, empujando, dejándolo sin aliento, regañándolo porque sabe por qué esta ahí, y el inquisidor lo deduce. — Estás aquí por una simple razón y de la cual me encargare a que la cumplas, te dieron opción y la desaprovechaste, entonces, ahora a mi método, sin importar que, saldrás de aquí obedeciendo mi orden. ¡Entendido!
El objetivo se halla entre esas palabras, yendo por un cuchillo en el que su filo es peligroso si no lo saben usar correctamente, dirigiéndolo al rostro del ejecutado, acariciando con este que entre más se deslizaba sobre la piel era herida, así, recorriendo hasta su yugular, tomando de entre sus cabellos al tirar de estos hacia atrás, destrozando su prenda para exponer su pecho desnudo. — Tu padre te inculcó una tarea muy importante, desde que tuviste la edad para ser entrenado para la inquisición, esta labor no requiere de que si quieres o no, por ser el descendiente de la familia, te corresponde llevar el título del que tu padre goza y pronto dejará, ser soldado, es la herencia que sin duda alguna debes ejercitar con orgullo. Y yo me encargare de que así sea.
¿Hasta qué punto iba a someterlo? Su padre no especificó el daño más que lo quiere con vida, lástima que para él ya lo hubiese ofrecido como carnada, mas no le corresponde, toma el cuchillo del mango, y apuntando en dirección a su pierna, acuchillando, sin sacarlo, era prevenido, conoce del cuerpo donde dar los golpes bajos sin ser amenaza hacia la vida, recalcando con seguridad que no es un juego más.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
A la mayoría de quienes conocía no les había confiado más que el que supieran mi primer nombre, y eso por mera cordialidad. Pude haberme inventado un nombre falso y no lo hice, razones eran muchas pero en ese momento pensé que de todas maneras no habría servido de nada. El inquisidor no era alguien a quien la gente pudiera tomarle el pelo, y quien lo hiciera, o al menos intentara, posiblemente terminaría pagando un precio muy alto por semejante osadía. Como yo en ese momento.
El golpe a mi estómago me dejó aturdido y adolorido; en el instante en el que ese maldito trozo de madera hizo contacto con mi cuerpo por ¿qué? ¿tercera vez? mi cuerpo por reacción trató de enrollarse en sí mismo, lo cual solo causó que forcejeara involuntariamente contra las cadenas que me mantenían preso de las muñecas, lo único que pasó es que se añadía la molestia en las muñecas con la de mi abdomen y, por supuesto, lamentara el intento por despistarlo. Los tintineos de las cadenas de pronto me sonaron a sonoras campanadas por la fuerza con la que tiré de ellas, apenas amortiguadas por un “uff” que solté al quedarme sin aire.
Por si las cosas no eran suficientemente malas, sentí el filo del cuchillo contra mi mejilla, de inmediato ladeando la cabeza para apartarme de su peligrosa arista, tan solo causando que al alzar mi cabeza expusiera más piel para que fuera dañada, y eso hizo. Cerré los ojos con fuerza mientras la piel se abría en delgadas líneas, demostrando con los trazos la maestría de quien manejaba el arma. No podía sino sollozar, mordiéndome los labios. Cuando pensé que continuaría con los cortes sentí su mano jalar mi pelo con brusquedad y saña, de inmediato siguió el sonido de tela rasgándose y una fría brisa azotando mi pecho.-¡Joder, basta! -Grité antes de poder detenerme.
La única respuesta que recibí fue una puñalada en la pierna. Por la habitación resonó un aullido de dolor salido de mi garganta. Mi cuerpo se retorcía en dolor lo más que los pesados grilletes lo permitieron. El quejido se prolongó un buen rato pero cuando finalizó no siguió el silencio. Mis jadeos eran igual de ruidosos, sentí mis manos apretarse con fuerza hasta que los nudillos se tornaron blancos. Ni siquiera mis peores pesadillas se comparaban a la experiencia por la que estaba pasando.
-Por favor. -Mascullé con la respiración entrecortada. -Mi padre es inquisidor adepto a lo que hace y nunca falla en sus tareas, pero yo no soy como él. Nunca seré como él. -Gruñí aún adolorido, sintiendo el metal clavado en mi carne y la sangre caliente que emanaba de la herida. -Suélteme, dígale que he muerto. Lo que usted me haga esta noche no se comparará a lo que me hará en cuanto caiga en sus manos otra vez. -El sádico de mi padre era capaz de matarme. No medía su ira o la violencia que usaba, no solo presencié aquello cuando desempeñaba su labor de inquisidor, el maldito no tenía compasión ni de su propio hijo. Sí, era capaz de matarme, casi lo hizo en más de una ocasión. -¿No lo ve? Nunca podré desempeñar una labor como esa, no puedo hacerlo.
Las memorias que tenía de él no despertaban nada bueno en mí. Sentía un malestar tan solo de pensarlo, más allá del dolor que experimentaba en ese momento; me recorrió todos los huesos como si fuera una corriente eléctrica.
El golpe a mi estómago me dejó aturdido y adolorido; en el instante en el que ese maldito trozo de madera hizo contacto con mi cuerpo por ¿qué? ¿tercera vez? mi cuerpo por reacción trató de enrollarse en sí mismo, lo cual solo causó que forcejeara involuntariamente contra las cadenas que me mantenían preso de las muñecas, lo único que pasó es que se añadía la molestia en las muñecas con la de mi abdomen y, por supuesto, lamentara el intento por despistarlo. Los tintineos de las cadenas de pronto me sonaron a sonoras campanadas por la fuerza con la que tiré de ellas, apenas amortiguadas por un “uff” que solté al quedarme sin aire.
Por si las cosas no eran suficientemente malas, sentí el filo del cuchillo contra mi mejilla, de inmediato ladeando la cabeza para apartarme de su peligrosa arista, tan solo causando que al alzar mi cabeza expusiera más piel para que fuera dañada, y eso hizo. Cerré los ojos con fuerza mientras la piel se abría en delgadas líneas, demostrando con los trazos la maestría de quien manejaba el arma. No podía sino sollozar, mordiéndome los labios. Cuando pensé que continuaría con los cortes sentí su mano jalar mi pelo con brusquedad y saña, de inmediato siguió el sonido de tela rasgándose y una fría brisa azotando mi pecho.-¡Joder, basta! -Grité antes de poder detenerme.
La única respuesta que recibí fue una puñalada en la pierna. Por la habitación resonó un aullido de dolor salido de mi garganta. Mi cuerpo se retorcía en dolor lo más que los pesados grilletes lo permitieron. El quejido se prolongó un buen rato pero cuando finalizó no siguió el silencio. Mis jadeos eran igual de ruidosos, sentí mis manos apretarse con fuerza hasta que los nudillos se tornaron blancos. Ni siquiera mis peores pesadillas se comparaban a la experiencia por la que estaba pasando.
-Por favor. -Mascullé con la respiración entrecortada. -Mi padre es inquisidor adepto a lo que hace y nunca falla en sus tareas, pero yo no soy como él. Nunca seré como él. -Gruñí aún adolorido, sintiendo el metal clavado en mi carne y la sangre caliente que emanaba de la herida. -Suélteme, dígale que he muerto. Lo que usted me haga esta noche no se comparará a lo que me hará en cuanto caiga en sus manos otra vez. -El sádico de mi padre era capaz de matarme. No medía su ira o la violencia que usaba, no solo presencié aquello cuando desempeñaba su labor de inquisidor, el maldito no tenía compasión ni de su propio hijo. Sí, era capaz de matarme, casi lo hizo en más de una ocasión. -¿No lo ve? Nunca podré desempeñar una labor como esa, no puedo hacerlo.
Las memorias que tenía de él no despertaban nada bueno en mí. Sentía un malestar tan solo de pensarlo, más allá del dolor que experimentaba en ese momento; me recorrió todos los huesos como si fuera una corriente eléctrica.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
Penitencia; está pagando por sus pecados ese humano, no cumplir con lo que estaba ya destinado, faltarle a su padre, a su linaje, él no honrarlo como es debido, eran las culpas a tratar con la misma carne en la que experimenta el dolor, el despertar su naturaleza para que se abra al mundo y tome lo que es suyo y el cual debe cumplir como su padre hasta la fecha ha venido haciéndolo, servir a la inquisición sin duda alguna, respetarla, venerarla y proteger es lo que un verdadero inquisidor hace. Así, es por lo que con la sangre derramada, con los golpes está llamando a ese ser que habita dentro de Cailen. La tortura solo era el comienzo para que sus poderes sean vistos, el ver que en realidad es hijo del que le pidió el favor, y no una burla. El caso es que se le inquirió no matarlo, mas, si resulta ser que no sirve para nada, lo haría, porque no deja cabos sueltos, y si era todo lo contrario, lo entregaría a su padre con la palabra segura de que es un hechicero.
Que ni con los chillidos, gemidos, o gritos agónicos, le iban a hacer doblegarse, nada lo hacía, es por eso que le apoyan el “el dictador” no hay piedad de aquellos que cayeron en pecado, no hay misericordia cuando se trata de herejes, por lo que ¿que se haría con tanto quejido? Nada, es el inicio del castigo, y que agradeciera que es humano, porque de no haberlo sido, estaría revolcándose para que lo fuera, así de brutal es su manera de sentenciar. Que al empuñar el cuchillo en la pierna, rasgo un poco, solo para asegurarse de que estuviera consciente, que hacía sacar las verdades más crueles y aun peor, cuando tomó la antorcha y la aproximo a la herida. Matando dos pájaros de un solo tiro, primero; el causar un profundo dolor, que no sean gritos, ni locura, sino un llanto puro, uno el que le demostrara que no miente, y en segundo lugar; que se detenga el sangrado, el muy maldito no debe morir por esa estupidez, por lo que detiene la hemorragia para seguir dañándole.
— Se quién es tu padre, se quién eres tú. Parece que se te olvida quien manda, ¡te dije que solo respondieras a mis preguntas! no te he cuestionado aún maldito, ¡cállate, maldito inútil! Tú y tu padre son la misma escoria, pero él ha sabido sobresalir, sin permitirse que sea pisoteado, mas tú, apestas, das lastima. Lo que te haga aquí es por mi cuenta, lo que tu padre decida, es lo mejor para domar a los insectos, le estás pidiendo al monstruo equivocado, si tu padre que es tu padre, rogó porque te hicieran esto, ¿qué esperarías de mí? Jajajajajaja ¿muerto? Me ahorrarías mi valioso tiempo si te mato aquí de una vez, pero dado que no entiendes, te haré entender, grabar las reglas que no sabes escuchar y por ende obedecer.
No debió abrir su bocota por hablar, el rogar, el verse vulnerable era el peor error cometido, alientan a que sea más severo, y con la antorcha el fuego fue dirigido a la parte baja de la silla, el asiento era especie de un metal que si se calienta, mantiene la temperatura, forjando un calvario para quien esté postrado en esta, molestándole, haciendo que se enojara porque con las peores emociones el poder resurge, que gritara con las voces demoníacas, que dé señales de su magia o terminaría calcinado de las nalgas.
— Vamos, dime quien eres en realidad, muéstrame que eres la escoria de humano, y no lo que tu padre espera que seas.
Que ni con los chillidos, gemidos, o gritos agónicos, le iban a hacer doblegarse, nada lo hacía, es por eso que le apoyan el “el dictador” no hay piedad de aquellos que cayeron en pecado, no hay misericordia cuando se trata de herejes, por lo que ¿que se haría con tanto quejido? Nada, es el inicio del castigo, y que agradeciera que es humano, porque de no haberlo sido, estaría revolcándose para que lo fuera, así de brutal es su manera de sentenciar. Que al empuñar el cuchillo en la pierna, rasgo un poco, solo para asegurarse de que estuviera consciente, que hacía sacar las verdades más crueles y aun peor, cuando tomó la antorcha y la aproximo a la herida. Matando dos pájaros de un solo tiro, primero; el causar un profundo dolor, que no sean gritos, ni locura, sino un llanto puro, uno el que le demostrara que no miente, y en segundo lugar; que se detenga el sangrado, el muy maldito no debe morir por esa estupidez, por lo que detiene la hemorragia para seguir dañándole.
— Se quién es tu padre, se quién eres tú. Parece que se te olvida quien manda, ¡te dije que solo respondieras a mis preguntas! no te he cuestionado aún maldito, ¡cállate, maldito inútil! Tú y tu padre son la misma escoria, pero él ha sabido sobresalir, sin permitirse que sea pisoteado, mas tú, apestas, das lastima. Lo que te haga aquí es por mi cuenta, lo que tu padre decida, es lo mejor para domar a los insectos, le estás pidiendo al monstruo equivocado, si tu padre que es tu padre, rogó porque te hicieran esto, ¿qué esperarías de mí? Jajajajajaja ¿muerto? Me ahorrarías mi valioso tiempo si te mato aquí de una vez, pero dado que no entiendes, te haré entender, grabar las reglas que no sabes escuchar y por ende obedecer.
No debió abrir su bocota por hablar, el rogar, el verse vulnerable era el peor error cometido, alientan a que sea más severo, y con la antorcha el fuego fue dirigido a la parte baja de la silla, el asiento era especie de un metal que si se calienta, mantiene la temperatura, forjando un calvario para quien esté postrado en esta, molestándole, haciendo que se enojara porque con las peores emociones el poder resurge, que gritara con las voces demoníacas, que dé señales de su magia o terminaría calcinado de las nalgas.
— Vamos, dime quien eres en realidad, muéstrame que eres la escoria de humano, y no lo que tu padre espera que seas.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
Con cada segundo que pasaba deseaba con más fuerza que todo se tratara de una horrible pesadilla, esperanza que era destrozada con cada nueva punzada de dolor. Solamente Dios sabría cuánto más tiempo podría soportar de esa manera; en algún lugar de mi mente se atravesó la idea de morir en ese sitio pero de inmediato la deseché. Si iba a morir prefería que fuera en libertad y no a manos de la inquisición. Nunca en manos de la inquisición.
-Solo suéltame. Ya me tienes, te has divertido. ¿Qué más quieres? –Articulé apretando los dientes del dolor y echándome hacia atrás de un golpe. Por mi frente resbalaban varias gotas de sudor y mis brazos se mostraban heridos en donde estaban las cadenas que me tenían sujeto a la silla. -¡Apágalo maldita sea! –Intenté dar saltos en la silla pero apenas llegaba a retorcerme en el sitio, hasta donde las ataduras y el dolor me permitían moverme, que en realidad no era mucho. -¡Pero si ya sabes quién soy! ¡¿Qué más buscas que no esté ya en esos papeles?! -Grité, el calor no llegaba a quemar, pero comenzaba a hacerse insoportable, era cuestión de tiempo antes de que comenzara a hacerme daño. ¿Pero de qué estaba hablando ese hombre? - ¿Es que quieres escucharlo de mis labios? ¡Pues lo admito, mi nombre es Cailen Gowan, mi padre es inquisidor y yo tendría que serlo, para eso fui educado, pero me negué! ¡Hui de mi patria y terminé como un miserable en París! ¡¿Eso te satisface?! –Jadeé, estaba comenzando a sentir un horrible dolor y el calor estaba lastimándome también parte de las piernas debido a que estaban pegadas a las patas de la silla. - ¡¿Qué más quieres escuchar?! ¡No tengo información de nadie!
A medida que hablaba comenzaba a alzar mi voz y mi corazón latía con más fuerza; lo mismo pasaba con mis movimientos e intentos por librarme de las cadenas, mi cuerpo se sacudía con más vigor. -¡¿Qué más quieres de mí?! –Los gritos me estaban lastimando la garganta, pero en ese momento no me importaba, seguí gritando aún a pesar de que se me había quebrado la voz. El calor era insoportable y empecé a sentir que en verdad me estaba lastimando y lentamente se tornaba grave. -¡Ya suéltame! –Grité una vez más, lo más potente que pude, haciendo retumbar las paredes hasta que pequeños restos del techo cayeron al suelo. Solté un alarido desgarrador y de pronto los artículos de tortura que colgaban en la pared salieron disparados de su sitio hacia todas partes. El fuego fue extinguido, así como todas las velas que iluminaban la habitación. Todo pasó en apenas unos segundos y terminó de la misma forma repentina que había comenzado.
Me dolía el pecho pues mi corazón comenzaba a latir de forma fuerte. Un sonido agudo se coló por mis oídos hasta que ahogó cualquier otro ruido ajeno; de repente todo se volvió borroso y fui envuelto por una repentina debilidad y oscuridad absoluta.
-Solo suéltame. Ya me tienes, te has divertido. ¿Qué más quieres? –Articulé apretando los dientes del dolor y echándome hacia atrás de un golpe. Por mi frente resbalaban varias gotas de sudor y mis brazos se mostraban heridos en donde estaban las cadenas que me tenían sujeto a la silla. -¡Apágalo maldita sea! –Intenté dar saltos en la silla pero apenas llegaba a retorcerme en el sitio, hasta donde las ataduras y el dolor me permitían moverme, que en realidad no era mucho. -¡Pero si ya sabes quién soy! ¡¿Qué más buscas que no esté ya en esos papeles?! -Grité, el calor no llegaba a quemar, pero comenzaba a hacerse insoportable, era cuestión de tiempo antes de que comenzara a hacerme daño. ¿Pero de qué estaba hablando ese hombre? - ¿Es que quieres escucharlo de mis labios? ¡Pues lo admito, mi nombre es Cailen Gowan, mi padre es inquisidor y yo tendría que serlo, para eso fui educado, pero me negué! ¡Hui de mi patria y terminé como un miserable en París! ¡¿Eso te satisface?! –Jadeé, estaba comenzando a sentir un horrible dolor y el calor estaba lastimándome también parte de las piernas debido a que estaban pegadas a las patas de la silla. - ¡¿Qué más quieres escuchar?! ¡No tengo información de nadie!
A medida que hablaba comenzaba a alzar mi voz y mi corazón latía con más fuerza; lo mismo pasaba con mis movimientos e intentos por librarme de las cadenas, mi cuerpo se sacudía con más vigor. -¡¿Qué más quieres de mí?! –Los gritos me estaban lastimando la garganta, pero en ese momento no me importaba, seguí gritando aún a pesar de que se me había quebrado la voz. El calor era insoportable y empecé a sentir que en verdad me estaba lastimando y lentamente se tornaba grave. -¡Ya suéltame! –Grité una vez más, lo más potente que pude, haciendo retumbar las paredes hasta que pequeños restos del techo cayeron al suelo. Solté un alarido desgarrador y de pronto los artículos de tortura que colgaban en la pared salieron disparados de su sitio hacia todas partes. El fuego fue extinguido, así como todas las velas que iluminaban la habitación. Todo pasó en apenas unos segundos y terminó de la misma forma repentina que había comenzado.
Me dolía el pecho pues mi corazón comenzaba a latir de forma fuerte. Un sonido agudo se coló por mis oídos hasta que ahogó cualquier otro ruido ajeno; de repente todo se volvió borroso y fui envuelto por una repentina debilidad y oscuridad absoluta.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Juro que no oculto nada |Piero
—Eso averiguare, descubriré quién eres, Cailen, Cailen Gowan no me interesa sino a quien es que se puede invocar para, ya sea que te destruyan o simplemente para provocar. ¡No me has dado lo que quiero! ¡Ya, cállate!
El soldado de dios ha demandado, no hay ninguna manera de que cambie de parecer, está despertando a ese inutil humano, llamando a quien es de su misma naturaleza, de un hechicero a otro. Más, es seguro que es de distinta manera, el castigador emplea la magia negra; a los más viles monstruos que habitan en si ciclo de invocación, un mal engendrado exigiendo por la pureza que el señor aclamó a la hora de su muerte. No más sacrificios pidió, más los humanos no obedecen, no siguen su palabra, Dios estará llorando por ver tanta impureza de sus hijos, así como el cuerpo de Cailen derrama linfa, el señor ha de estar en su silla, vislumbrando el mundo que jamás quiso. Y que aún hay soldados que pueden hacer su fin. Y aquel que quizás y se blanca la magia, no se sabe pero sigue siendo un jodido hereje.
¡No entiende!, por más que uno le guíe el camino, este no lo sigue, se muestra altanero, desobediente. No bastó con que apenas y calentara un poco esa silla, la antorcha hizo su labor y la sostenía frente a el, equivocado, estúpidamente actúa, no se divierte de ver al humano, no así, aún no ha sabido lo que es ser torturado, si estas apenas son caricias vanas, y porque así su padre lo quiso, y aunque no quisiese, porque quiere matarlo, sabía controlar su rabia hacia el. Por más que, quiera sentenciarlo como debe, solo hay un motivo. Desatar a su propio demonio, sea bueno o malo. Eso ya no le importaba más que a la inquisición. Lo miro, al fin ya percibía su energía, una energía amenazante que pronto comenzó a presentarse lo que quería, la magia se exteriorizó, pronto fue que las vibraciones chocaban unas con otras para estamparse contra las paredes, contra los objetos, alzándose como muestra de un monstruo enfurecido, pero que apenas renace porque se desconoce, no tiene nombre, y apenas lo descubrió. Uno que desapareció los gemidos de un estupido niño, pero que ahora son gritos de furia, el dolor se iba perdiendo y era el momento justo para medir su poder.
Mientras reinaba la oscuridad, D’Páramo aprovecho para hacer el pacto con un demonio, el más pequeño, no necesitaba uno mayor, porque de ser así, sufriría graves consecuencias aquel. Y estiro la falange derecha, murmurando la lengua ambigua del señor Malebranche, una bestia del bajo mundo, pactando en de un alma a cambio de que le de poder, ya no perdía el tiempo con el reo, y sus ojos se voltearon, tornándose blancos, se adentraba al cuerpo del humano para hablar cara a cara con su ser interno, ahí lo vio, era uno de los suyos. Un ser maligno habitado en él, como su padre lo mencionó, pero así como entró, salió, se ocultó el demonio porque sabía que se quería apoderar D’Páramo de él, y sonrió, negando, encendiendo las velas y con un palazo en el metal, le despertó.
— ¡Despierta! No es momento de morir, ni de desmayarse, ¿estás consciente de lo que has hecho? Observa, esto lo has hecho, y sé que tienes idea a lo que me refiero, por esta razón es que no me es permitido matarte. ¡Ay, si tan solo te absorbiera el poder! Así de ese modo servirías de algo, pero lastima… No me corresponde, así que despidete de mí.
Era el momento de retirarse, obtuvo lo que quiso e hizo un pequeño favor a cambio de otro a su padre, pero algo quería de él, que iría a recibirlo ahora. Ya no era su asunto, por lo que tomó el cuchillo y lo clavó directo a su hombro, solo para que no le olvidará, así se despide eL inquisidor, y una vez que se marcho, le encargó a su compañero que hiciera lo restante, ya no era su problema. Solo pidio que lo retiraran de su cueva, siendo tan perfecta para él, debia terminarse eso en el lugar de su inferior, y ordenó que quedarA limpio su lugar, y no quería saber más de ese inutil humano.
El soldado de dios ha demandado, no hay ninguna manera de que cambie de parecer, está despertando a ese inutil humano, llamando a quien es de su misma naturaleza, de un hechicero a otro. Más, es seguro que es de distinta manera, el castigador emplea la magia negra; a los más viles monstruos que habitan en si ciclo de invocación, un mal engendrado exigiendo por la pureza que el señor aclamó a la hora de su muerte. No más sacrificios pidió, más los humanos no obedecen, no siguen su palabra, Dios estará llorando por ver tanta impureza de sus hijos, así como el cuerpo de Cailen derrama linfa, el señor ha de estar en su silla, vislumbrando el mundo que jamás quiso. Y que aún hay soldados que pueden hacer su fin. Y aquel que quizás y se blanca la magia, no se sabe pero sigue siendo un jodido hereje.
¡No entiende!, por más que uno le guíe el camino, este no lo sigue, se muestra altanero, desobediente. No bastó con que apenas y calentara un poco esa silla, la antorcha hizo su labor y la sostenía frente a el, equivocado, estúpidamente actúa, no se divierte de ver al humano, no así, aún no ha sabido lo que es ser torturado, si estas apenas son caricias vanas, y porque así su padre lo quiso, y aunque no quisiese, porque quiere matarlo, sabía controlar su rabia hacia el. Por más que, quiera sentenciarlo como debe, solo hay un motivo. Desatar a su propio demonio, sea bueno o malo. Eso ya no le importaba más que a la inquisición. Lo miro, al fin ya percibía su energía, una energía amenazante que pronto comenzó a presentarse lo que quería, la magia se exteriorizó, pronto fue que las vibraciones chocaban unas con otras para estamparse contra las paredes, contra los objetos, alzándose como muestra de un monstruo enfurecido, pero que apenas renace porque se desconoce, no tiene nombre, y apenas lo descubrió. Uno que desapareció los gemidos de un estupido niño, pero que ahora son gritos de furia, el dolor se iba perdiendo y era el momento justo para medir su poder.
Mientras reinaba la oscuridad, D’Páramo aprovecho para hacer el pacto con un demonio, el más pequeño, no necesitaba uno mayor, porque de ser así, sufriría graves consecuencias aquel. Y estiro la falange derecha, murmurando la lengua ambigua del señor Malebranche, una bestia del bajo mundo, pactando en de un alma a cambio de que le de poder, ya no perdía el tiempo con el reo, y sus ojos se voltearon, tornándose blancos, se adentraba al cuerpo del humano para hablar cara a cara con su ser interno, ahí lo vio, era uno de los suyos. Un ser maligno habitado en él, como su padre lo mencionó, pero así como entró, salió, se ocultó el demonio porque sabía que se quería apoderar D’Páramo de él, y sonrió, negando, encendiendo las velas y con un palazo en el metal, le despertó.
— ¡Despierta! No es momento de morir, ni de desmayarse, ¿estás consciente de lo que has hecho? Observa, esto lo has hecho, y sé que tienes idea a lo que me refiero, por esta razón es que no me es permitido matarte. ¡Ay, si tan solo te absorbiera el poder! Así de ese modo servirías de algo, pero lastima… No me corresponde, así que despidete de mí.
Era el momento de retirarse, obtuvo lo que quiso e hizo un pequeño favor a cambio de otro a su padre, pero algo quería de él, que iría a recibirlo ahora. Ya no era su asunto, por lo que tomó el cuchillo y lo clavó directo a su hombro, solo para que no le olvidará, así se despide eL inquisidor, y una vez que se marcho, le encargó a su compañero que hiciera lo restante, ya no era su problema. Solo pidio que lo retiraran de su cueva, siendo tan perfecta para él, debia terminarse eso en el lugar de su inferior, y ordenó que quedarA limpio su lugar, y no quería saber más de ese inutil humano.
CERRADO
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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