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Soy de fuego, de miel y cristal [Lucio Sacro] ◊◊ 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Guiomar Sacro Lun Ene 02, 2017 3:00 pm


Lento es el tiempo que pasa cuando los nervios son los que te devoran por dentro, y si, aquellas fue la noche anterior a la ceremonia. Apenas había pegado ojo, ya había llegado el momento para el que la había preparado desde que vio el mundo con una primera mirada.
Extraña, sabía que todo iba a salir bien, demasiado atado y ella ya no tenía que mover ni un dedo, simplemente ponerse sus galas y afeites, y hacer acto de presencia. ¿Pero simplemente eso era lo que tenía que hacer en aquella ceremonia?

Un paso abismal de la dulce infancia, de la protección bajo el ala de su padre, a pasar a la vida adulta y ser para su marido. Nunca había cuestionado esa idea, es más todos le hablaban con entusiasmo de aquel momento y ella lo tomó como el día más feliz de su vida.
Iba a ser esposa, y tal vez en un futuro, madre. Todo iba demasiado deprisa, y apenas tenía unos dieciocho años recién cumplidos. ¿Y aquella iba a ser su vida? Pensaba bajo las sábanas.
Desde que había pisado la capital solo había mar de dudas en su mente, desde que el cambio estaba hecho, de padre al hijo. Le gusto, demasiado, es más se sentía como una estúpida enamorada de aquel joven atractivo. Todo iba para bien, y a pesar de sentirlo perfecto, se sentía desconfiada como si algo no le cuadrase del todo.

Su mente le decía una y otra vez, que algo en su futuro marido no iba bien, y sobre todo cuando sucedió lo del balcón. Había notado cierta apatía que se quedaba oculta, tras unos ojos de lobo que solamente pensaban en devorarla. Eso la hacía sentirse objeto y premio, de ¿de qué? Había tantas preguntas tanto miedo, y secretos en aquel caso y sobre todo en el objeto de su marido.
Tuvo miedo porque su cabecita dócil e inocente estaba empezando a funcionar de un modo que rompía con todos los esquemas de felicidad y fantasía creado, ahora cuestionaba todo, ahora temía. Temía el tedió, sentía el rencor por tal vez haberse convertido en carnaza de un trato, y eso también le hizo sentirse traicionada por su propia familia, a la que echaba con profundidad de menos y le producía secreto. Y luego estaba el temido tedió, que tal vez fuese causado por el abandono de su marido.
Hacía unos días había notado miradas y palabras cruzadas entre amistades de Lucio, y eso le hizo empezar a crearse un esquema mental de como él era. ¿Ahora sería su nuevo juguete o tal vez aprendería amarla con aquel cambio, como ella estaba empezando a amarle?

Otra vuelta en la cama, ¿amarle? Pensaba. Era un desconocido sentimiento, y ya estaba pensando en el amor. Sin conocer para nada a su marido. Inexperta e inocente, ¿tú qué sabes de amar? Solo sabes de fantasías, e ilusiones. La nana te dijo que no intentases forzar eso, que instases hacerte la vida menos complicada y más cómoda, sin esperar nada.
Corazón latir con fuerza, y aquel cosquilleo en su vientre. Por un momento la imagen de él aprisionándola contra aquella pared, aquella mirada brillante de depredador… ¡Le gustaba demasiado! Esa peligrosidad se le hacía demasiado atrayente, y sentía como empezaba a caer enredadas en sus hilos, cual araña.

Soy de fuego, de miel y cristal [Lucio Sacro] ◊◊ B02Q9z1

Ceremonia y festividad que había pasado apremiante. Vestido regalado por su familia y siguiendo los patrones y su costumbre, le hacía sentirse segura de sí misma, pero verse de aquel color de pureza la hacía verse desconocida, ya había dejado atrás la imagen de niña que antes había sido.
Había sido como un cuento de hadas a pesar de los miedos, ella se había dejado embriagar por tanta felicidad y belleza en su conjunto. Despreocupada por lo que iba a acontecer después.

Noche que llegaba, y la soledad de los novios. La había preparado para aquello, pero igualmente estaba aterrorizada. Afeite del aroma del azahar, y aquel mínimo batín, para luego la espera en la habitación que ambos iban a compartir.


Última edición por Guiomar Damnare el Miér Ene 18, 2017 3:52 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lucio Sacro Mar Ene 03, 2017 1:19 pm

Sonaron campanas de boda, un día especial en el que el traje estaba dispuesto, la ceremonia mas que preparada y el convite organiza en uno de los lugares mas caros de París.
Todo me parecía poco para esa mujer que había decidido no voluntariamente, mas ¿acaso eso importaba?
Unir su vida a la mía de forma eterna.

Aquel día, me levanté nervioso, si es que eso era posible en mi, digamos que algo mas atarantado de lo normal, hacia un repaso mental de lo que hasta ahora había sido mi vida.
Poco tenia que destacar pues ningún punto de esta lo había vivido especialmente con entusiasmo.
Es lo que tiene carecer de sentimientos, que las cosas se  ven desde una distancia fría que deja tu cuerpo vació.

Admito que aquel dia me hubiera gustado ponerme el chaqué de la felicidad, del amor sin medida y de la ilusión, mas la verdad, el chaqué era de tela sin mas.
Entendía que mi prometida caminara con su velo por aquel pasillo como si fuera a un funeral, creo que con lo poco que nos conocíamos ya le había bastado para descubrir que algo no andaba bien en mi,

Alcé su velo, estaba preciosa, mis ojos admiraron sus pardos, bailaron por sus labios y por un efímero instante casi fui capaz de escuchar un latido mas fuerte que los demás.
Posiblemente era el impacto de aquella mujer que me miraba con ojos de cordero, los mismos que deben de llevar cuando ven al lobo merodearlos.
-Estas preciosa -apunté con la mayor sinceridad que fui capaz de regalarle por esta vez.

Pronto y como si de un día mas se tratara par mi, la ceremonia concluyo dejándonos una mansión cargada de regalos.
Apenas ella me había hablado, se limitó a sonreír sin mas a los presentes, como si aquello fuera lo que tenia preparado, como si mi falta de sentimientos se le hubiera contagiado.

La noche llego precediendo el día, esa noche para mi tan ansiada y para ella tan temida.
Le di el tiempo necesario para que se pudiera adecentar, lavar y poner el salto de cama que creyera oportuno y le diera cierta seguridad.

Golpeé con los nudillos la puerta de recia madera, era la primera vez que su lecho era el mio y la primera que llamaba para entrar a mi propia camara.
Aquella mañana ordene a las doncellas sacar la ropa de mi preciosa gata negra, no quería que se encontrara con nada indebido, nada que la preocupara o la incomodara.
Kaira ocuparía la habitación de invitados, pues mi lecho ya nunca mas estaría vació.

Un tímido “pasa” fue la antesala...  me adentré en la cámara, sonreí de medio lado cerrando tras de mi el portón, mientras mis ojos, oscurecidos y ansiosos se paseaban por un cuerpo perfecto tan solo oculto por un minino batin de seda en todos purpura.

Acorté las distancias frente a una petrificada dama que temblaba incluso antes de ser tocada, a escasos centímetros me detuve, admirando sus orbes pardos.
-¿quieres una copa o dos? Te ayudara a relajarte -mis labios se entreabrieron fijos en los suyos. Nuestro aliento se entremezclo, lento pero agitado, uno frente a otro sin atrevernos a dar el siguiente paso.

Sabia que muchos eran los rumores que había oído sobre mi, todos ciertos posiblemente.  Mas supongo que la rudeza de mis formas amatorias por esta noche debería queda a un lado frente a esa mujer que parecía preparada para romperse en mil pedazos.
-Tranquila, no te dolerá -susurré deslizando mi mano por su pelo castaño para desviarlo tras una de sus orejas con un gesto demasiado tierno para mi.
-Hagamos una cosa, te ayudaría a relajarte que antes de tomarte ¿jugáramos a algo?

Absurdo era cuando yo ya moría de deseo, obviedad que mis pantalones abultados gritaban a mi prometida que parecía mas reticente a nuestro primer contacto.
Me acerqué al mueble bar y servi sendas copas de whiky con hielo. Sobre la barra abrí una pequeña cajita metálica con un espejo, dejando caer unos polvos blancos que junte con un sencillo movimiento, dejandole una cánula para aspirarlos.
-Toma lo que necesites, si con eso puedes sobrellevar la noche, pues voy a consumar nuestro matrimonio estés o no preparada para hacerlo.
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Mensaje por Guiomar Sacro Mar Ene 03, 2017 6:50 pm

Carácter calmo, y muy distinto a la última vez que había en estado ambos en situación similar en soledad y oscuridad nocturna. La diferencia es que a eran marido y mujer, y éste caso el marido estaba sereno de todo, y con la mente clara. Ni una gota de alcohol, que ella supiera, vamos.

Y ahí estaban de nuevo, sus ojos oscuros de feroz depredador, midiendo su piel la cual se sentía débil y desnuda aún bajo la pela. Guiomar no pudo más que abrazar su propio cuerpo con la esperanza de disimular el temblor y el miedo, mientras éste se aproximaba.
Había que admitirlo, tenía miedo a aquella noche, y ahora más cuando había escuchado por boca del servicio tanto sobre el que ahora era su marido. Sus extravagancias, sus… vicios.
Mientras la estaban arreglando las más jóvenes de las sirvientas cuchicheaban, parecían divertirle el nerviosismo de la novia y su cruel destino, una de ella con sorna le había deseado “suerte”. ¿Y qué pudo hacer ella? Nada más que apretar los dientes y morderse la lengua aguantando su dignidad. Cuando todo aquello acabará, cuando fuese la señora de aquella casa, aquello iba a acabar. Estaba bien dispuesta a poner de patitas en la calle a más de una.
No iba tolerar en su casa las burlas, y los chismorreos. Fuese verdad o no, ellos debían de respetarlos, para eso alimentaba sus bocas.

Mínimo contacto de sus dedos en su cabello, estaba próximo y precavido, su voz la trataba con una suavidad, que, por los rumores, no existía en aquel hombre.
Ella frunció el ceño con gesto extraño clavándolos directamente en los de él, como si intentase descifrar algún tipo de misterio en Lucio.

No dijo nada más, y acepto aquella copa con un leve suspiró. Había contenido demasiado tiempo la respiración y la tensión se había alejado en sus hombros que ahora se habían dejado caer, junto con parte de la tela que había dejado uno de ellos al descubierto.

Gesto de desagrado, con rudeza se había vertido el contenido y de casi un trago vaciado el vaso. Los nervios la llevaban a acudir aquello.

-Me dolerá. -Admitió para sí misma como un pensamiento en voz alta, pero a su vez muy baja para que él no la escuchase. - ¿En qué consiste el juego? -Intento disimular con aquella pregunta, más por sus gestos se había dado cuenta que él no iba a ceder ni tener piedad con ella, de aquella habitación aquella noche no iba a salir entera, por así decirlo.

Se había servido otra copa, y de nuevo se quejó de su sabor al probarlo. Sonido leve del culo del vaso al posarse sobre el mueble. De repente sintió un leve mareo, había sido una bruta al ingerir tan rápido y se le había subido en parte en la cabeza, también recordar que había acompañado la comida con algo de vino como solía hacer.

“Vamos allá”, pensó justo cuando se volvió a mirar la propuesta de su marido. ¿Un juego? Extraño, ¿qué era lo que le ofrecía? La verdad, por lógica dedujo que aquel polvo debía de ser algún tipo de droga, o similar. Por su gesto al tomar el tubito y luego dejarlo, se notaba que no sabía para que servía y lo que era su inocente ignorancia con respecto a ciertos temas.

Un tanto tambaleante, aun notaba ese ligero mareo del alcohol, se dispuso frente a frente con la cabeza bien alta. Intentando mostrar una falsa valentía que quedaba difuminada por el mar de dudas que sus ojos mostraban.
Pensamientos que echaron la vista atrás intentando recordar todo lo que le había enseñado para aquel momento y los consejos dados.

Decidida abrió su batín y lo dejo caer dejando al descubierto aquel cuerpo menudo y tembloroso. Sus cabellos ahora sueltos y demasiados largos tapaban la redondez de sus pequeños pechos. Guiomar dispuso ambas manos colgadas en su nuca para echar atrás todo aquel cabello que casi le llegaba a la cintura, para no esconder ningún detalle de su desnudez a Lucio. Luego con ambas manos tapo su sexo con mirada gacha, intentando de algún modo guardar toda compostura.

“Vale, vamos bien, ¿y ahora?” Empezó a recabar en sus conversaciones con otras mujeres de su familia y las esposas de sus hermanos. Algunas le habían dicho que no se ofreciese a la desesperada ni de un modo impaciente, y que tampoco cediese a todos los deseos de su marido en la primera noche, que aquello era típico de prostitutas y de las mujeres francesas. Si, en el resto de Europa con respecto a ciertas artes amatorias, las malas lengua hablaban de la promiscuidad de las mujeres de aquella zona.

Pasos inseguros, se aproximó lo máximo posible a él. Y como buena esposa comenzó a desabrocharle la camisa descubriendo su torso desnudo, cuando terminó con aquella parte, sus manos finas repasaron la piel ajena dejando su rastro de calor. Podía sentir el pulso de su marido debido a la excitación evidente.

Ojos que lo miraron de un modo efímero, para luego volverse gachos. Tragó saliva, y pensó en el siguiente consejo que le había dado.
Sus mejillas se habían encendido por completo, se sentía completamente abrumada y sin poder evitarlo se mordió sus gruesos labios en aquel gesto natural y tan suyo, que según como se mirase podría considerarse incluso lascivo.
Pantalón desabrochado y ella atrevida coló su mano dentro de éste para tomar su miembro y estimularlo, tal y como le había dicho que debía de hacerlo.

- ¡Madre de Dios! ¡Bufff! -Exclamó de nuevo muy bajito, pero su exclamación se hizo notable.

Vale, aquello no lo esperaba, y a pesar de que sus ojos estaban completamente desviados al suelo, le había sorprendido. Si, había que admitirlo, el tamaño le había sorprendido.
Había visto otros hombres desnudos, y “aquello” no era de ese tamaño. Ni Pietro Antonio, su amigo de la infancia le ganaba. Si, había visto a su primer amor de la infancia con apenas quince años desnudo, por culpa de una apuesta que a ella le costaría el encierro en un convento, y a él… Bueno, ahora podría estudiar en el seminario, y llevarse tener comida para llevarse a la boca.

No supo porque había comenzado con aquello, por lo “enérgico” de su esposo, no iba a ser necesario llevar ese paso, ni aquel tipo de caricias. Pero claro, ella había sido preparada para atender a un hombre mucho más anciano, y no un joven activo como aquel.
La joven sintiendo su cuerpo entre una mezcla de rigidez y luego contagiada por la excitación que él ya tenía. De nuevo sentía aquel ardor entre sus piernas como aquel día en la terraza.

-Aish… Necesito beber algo, perdón… -Retiró sus manos del pantalón y fue al mueble bar a servirse otra copa. Con apuro empezó a beber. -No estoy preparada… -Se había aturrullado, se había llevado una de sus manos al rostro para ocultar su vergüenza. -Sí, si lo estoy, lo siento. Solo… Necesito un momento, unos segundos. Nada más. -Sentía por un momento que le estaba ofendiendo de algún modo, y aquello la abochornaba, por un momento apoyo aquel cuerpo de sílfide en el mueble bar y oculto su rostro entre las manos. -Vale, ya se me pasa, va todo bien… Hablabas de un juego que me relajaría. -Resopló. Entre sus dedos asomó aquellos ojos castaños con timidez, y de nuevo volvió a tomar compostura para enfrentarse a él. El alcohol comenzaba a hacerse con sus sentidos de algún modo. -¿Qué quieres que haga?
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Mensaje por Lucio Sacro Jue Ene 05, 2017 10:20 am

Sus labios contra el frio vidrio, un rápido trago para golpear la barra con el vaso, mis ojos oscurecidos la contemplaron calmos, tratando de esconder al depredador que con claridad la reclamaba aullado.
-El juego puede consistir en lo que deseos mi señora -mis dedos se pasearon por su brazo mientras esta se servia otra copa que del mismo modo apuró.

Podía notar como se sentía embriagada por el alcohol, mientras yo seguía completamente sobrio sintiéndola cada vez mas a mi merced.
Ea cierto me excitaba la idea de poder tomarla le gustara o no, y cuanto mas pervirtiera su espíritu mejor.
Serví un nuevo trago para esta, aun parecía nerviosa, pese al impulso que el licor le ofreció.

Sonrisa lasciva en mi rostro cuando esta se orilló a mi cuerpo con una falsa decisión, relamí mis labios cuando su aliento los golpeó cabeza al frente nuestros ojos danzaron salvajes, los suyos cargados de interrogantes, brillantes por la ebriedad, los míos oscuros como la noche mostrando las ganas que derrochaba mi entrepierna.

Sus manos temblorosas acogieron el nudo de su batin, deshaciendolo con premura frente a mi inquisitiva mirada, así la tela cedió abriéndose para mostrarme la imagen de una tez tostada, que pronto fue arrebatada de todo recubrimiento, excepto de ese pelo largo y oscuro que cubría sus senos.

Mis labios se entreabrieron, tentado de acortar con impaciencia la distancia que separaba nuestros cuerpos ¿que me detuvo? El placer de dejarla hacer.
Ella misma se aparto el pelo como si fuera capaz de leer mis mas oscuros pensamientos, esos que lascivos deseaban contemplar el tono de sus pezones, lo endurecidos que ya se mostraban sin que mi lengua siquiera hubiera osado en profanarlos.

Mis ojos siguieron a sus manos, con las que cubrió su propio sexo, por un instante deseé que se introdujera los dedos, que me mostrara como se había autoomplacido durante todo este tiempo, mas por el contrario, nuevos pasos hacia mi.
Sonrisa tímida en sus labios, ojos que se escondían de mi penetrante mirada y mano que rozó mi piel como si abrasara.

Mordió su labios arrancando de mi boca un jadeo, que pronto fue sucedido por otros cuando su mano, aflojó el botón de mi pantalon y se coló por ellos para alcanzar mi mas que endurecida hombría.
Mis ojos la contemplaron, mejillas encendidas, no estaba dispuesto a perderme ni un solo detalle de aquella criatura que parecía gatear sobre mi piel como un niño que ama por primera vez.

Sus dedos afianzaron mi tronco, moviendolo lentamente, dejando que el mismo se humedeciera, mientras la  piel subía y bajaba al ritmo de su mano, apenas sus dedos rozaron mi glande, pese a que lo deseaba.
Quería mas, pero disfrutaba viendo como suspiraba con los labios entreabiertos, podía sentir como se excitaba, claro que eso no parecía estar dispuesta a confesarlo, por mucho que tuviera mi miembro en su mano.

Como si los efectos del alcohol se pasaran, se alejo dejando entre nosotros un vacio silencio y mi virilidad vibrando en el interior de los pantalones. La barra volvió a ser su fiel aliado, sirviéndose otra copa mientras balbuceaba, que no estaba preparada.
-Pues tendrás que estarlo Guiomar, porque hoy te voy a tomar.
Esta vez fui yo quien acortó la distancia empujando el vaso con avidez para que lo apurara entre sus labios, las gotas chorrearon ,por su barbilla, cuello.

Mi cuerpo aprisiono el suyo contra esa misma barra que ahora era la pared con la que chocaba una y otra vez, mi cuerpo la espada de afilado acero que se hundía entre sus piernas mostrandole mis ansias de entrar en su sexo.
Mi boca contra la suya, lamí el sendero del whisky, deslizando mis labios por su tez. Mis dientes arrastrados contra su cuello, mi lengua trazando el sendero hacia sus pechos.

Temblaba de miedo, podía sentirlo en todo su cuerpo, algo que admito también me excitaba en exceso.
Tomé su mano y el tubo que había sobre la barra antes de voltearla de golpe, dejándola de frente al blanco polvo.
Una de mis manos en su vientre, deslizándose suavemente hasta el inicio de su sexo, que acaricie lentamente.
Yema de mis dedos que se hundió en su raja buscando masturbar su clítoris, forzándola a entreabrir sus piernas. Mojados mis dedos sentí su placer contra ellos.
-Es droga, se aspira por la nariz con ese tubo, si lo haces, no tendrás miedo, solo excitación, todo sera mas fácil, te dehinibiras, olvidaras lo aprendido y sera tu bestia interior la que maneje los hilos.

El demonio tentaba al ángel susurrando en su oído, pecados que pretendía cometer aquella noche sin pausa, sin consuelo, sin tregua. Noche en la que ella seria mía de un modo u otro, pues el matrimonio estaba dispuesto y seria consumado en el infierno de aquel cuarto.
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Mensaje por Guiomar Sacro Jue Ene 12, 2017 6:16 am

Manos que seguían ocultando su rostro, con gesto nervioso. Había tenido un lapsus de pánico que solo se vio despertado cuando de nuevo se llevó a los labios otra copa. Copa que se derramo por mano ajena, y que en sus delineantes gotas mancillo la piel de la sílfide asustada.

No había vuelta atrás, no tenía más remedio. Aquella noche no iba a salir entera de aquella habitación, era como estar encerrada en la boca del lobo y como si todo su mundo la hubiese entregado como carne de ganado y sacrificio a la bestia para saciarla. Un mal mayor, del que nunca tuvo elección.
Supuestamente era lo correcto, ella solo servía para aquella vida, lo tenía que hacer por todo, porque había sido criada para la bondad y el sacrificio ajeno, todos serían felices y vivirían sus vidas a costa de la suya propia. Nunca lo había visto así, nunca había pensado en los suyos como egoísta, y tuvo que llegar aquel momento de miedo para abrirle los ojos y eso hizo que se siente triste y vacía.

Su respiración agitada, sentía la lengua ajena pasearse por su piel en gesto provocador. Estaba demasiado cerca, su cuerpo evidentemente excitado era una prisión de hueso y carne, deseando hacerla pedazos para su disfrute.
Sentimiento contradictorio, su mente lo cuestionaba todo y se sentía un tanto bloqueado por el miedo y la voz de la razón. No paraba de escuchar la voz ajena de otros que le habían dado miles de consejos y lecciones de moral con respecto a aquel momento, y distintas cuestiones. Luego estaba su cuerpo, era extraño por lo sentía deshacerse de ataduras o cadenas, obediente y siguiendo cada paso que Lucio le ofrecía, coordinándose con cada movimiento en una comunicación que se hacía no verbal e instintiva. Sentía de nuevo aquel ardor impaciente y molesto que en su vientre se prendía, y aquello hacía que apretara sus piernas con fuerza, notando la humedad y la excitación creciente.

Todo era confuso, y extraño, era como aquel día en aquel balcón donde lo deseaba, pero retenía sus más puros instintos. Ahora no hacía falta, ahora podía liberarse, pero era el miedo y la torpeza la que dificultaba sus pasos, haciéndola sentir necia por su inexperiencia.

Violento gesto que la despertó de aquel hipnótico y efímero gesto, él la había volteado contra el mueble, quería obligarla a ingerir una droga que ella veía como pecado, y arrebatadora de la razón. ¿Y si se ponía enferma? ¿Y si luego no recordaba aquella noche?
El polvo blanco había mancillado sus manos al apoyarla tras el volteo. “No”. Pensó en su cabeza como algo desafiante, no quería hacerlo, pero fue más la presión y el miedo hacía él que hizo que aspirada demasiado poco de aquel polvo, dejando a un lado el tubito.
Corazón inyectado en latidos que en sus sienes recorría, junto con la excitación que aquellas manos expertas la proporcionaban. Sus piernas habían estado demasiado apretadas, tanto que le dolía, pero estas se aflojaron cediendo a las caricias que él le proporcionaba.

Era extraño porque seguía escuchando en su mente las contradictorias palabras de las monjas y su prima, volviéndola loca; unas le decían que debía de resistirse ante el acto y solo cumplir con lo que debía; la otra le decía que si disfrutaba se quedaría embarazada antes y el problema quedaría resuelto, y que a los hombres le gustaba reafirmar su masculinidad haciendo bien su trabajo, y que en el caso que no le gustase el trato de su marido, fingiese que lo disfrutaba, ya que su marido estaría contento.

Vaya, que raro. Le gustaba, y mucho podría decirse. Su cuerpo se apoyó contra el de su marido. Aún mordía sus propios labios, pero sin quererlo dejo escapar un quejido que se mezcló con largo suspiro.
Respiración que se agitaba al compás del sonido de su corazón, sus ojos pardos brillaban con deseo al buscar los de él, y una de sus manos se había enredado en los cabellos de Lucio buscando atraerlo para que de nuevo la besará. Una pequeña mordida en la mejilla de él, en su atrevimiento, y la otra mano que se aferró a la que acariciaba para darle más presión mientras sus caderas se movían pidiendo más.
Pronto los gemidos se vieron escapados, era inevitable, y ella mordiéndose los labios intentaba retenerlos al sentirse abochornada, pero pronto olvido las formas, sintiendo su cuerpo hipnotizado por aquel placer antes desconocido.

Estaba tan extasiada que, sin quererlo, no sabía si era por la mezcla de excitación o miedo, o pasar de una tensión a aquel tipo de relación, pero su mirada de enturbio dando paso al brillo, y sin quererlo sintió el prematuro clímax y se fue. Su cuerpo intocable, había sido sensible a sus primeras caricias dejándose ir demasiado pronto.
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Mensaje por Lucio Sacro Jue Ene 12, 2017 12:14 pm

Encarada a la pequeña barra de bar, miraba con las cuencas de los ojos perdidas el polvo blanco que manchaba sus manos y el tubo que sostenía en una de ellas temblando ligeramente. Acompañé el movimiento de esta  para que lo tomara, sin demasiado estilo, apenas un poco de cocaína entró en su organismo, podía sentir sus piernas abrirse, cada vez mas relajadas, ardía contra la yema de mis dedos empapandolas de ella.
Su corazón el tambor que marcaba el ritmo de los jadeos roncos que escapaban de sus labios. Se los mordió incitándome, mi hacha apuntaba su sexo deseando adentrarse en ese inexplorado sendero cálido,húmedo, mio.

Su cuerpo se giró, apoyándose contra el mio, excitada, sus ojos me mostraban lo sumamente perdida que estaba, debate moral en ellos sobre lo que experimentaba conmigo y lo que su cabeza parecía indicarle era lo correcto.
-Solo déjate llevar -susurré cuando sus dedos se enredaron en mi nuca para atraer mi boca contra la suya.

Relamí mis labios antes de presionar los suyos que se entreabrieron sedientos, no espero a que mi lengua se abriera paso, ella misma salió a su encuentro logrando que un rugido escapara de mi garganta, uno profundo, gutural, que le mostraba también a ella que el infierno nos estaba devorando a ambos, que mi impaciencia no conocía parangón en ese instante en que en mi cabeza solo estaba una idea, hacerla arder entre las llamas una y otra vez.

Su mano aferro mi muñeca, quería mas, sus caderas se sacudían contra mi mano buscando que la masturbara mas fuerte, mas intenso.
Mi mirada oscura al completo enfrentaba sus ojos pardos que se enturbiaban mostrándome lo sumamente extasiada que se encontraba.
Su clítoris vibró contra la yema de mis dedos, su espalda se arqueo y sus mejillas sonrojadas acompasaban una respiración pesada que acallaba contra mi boca.

Sonreí de medio lado, complacido por haberla arrastrado a la perversión de unos actos que para ella eran pecado y para mi solo placer, si creía que ahí acababa la noche, estaba muy equivocada, esto solo había empezado.
Correrse era le primer paso, se había dejado ir una vez, aun desconocía cuantas mas le esperaban en este juego que no tendría final hasta que yo lo decidiera.
Su cuerpo se aflojo sobre el mio, suplicando un descanso que por supuesto no encontró, era mi turno y no esperé ni siquiera a que sus paredes dejaran de sacudirse, pues mi virilidad se abrió paso entre ellas, alzándola violentamente de las nalgas para apoyarla contra la barra.

Oí como gemía, de placer, de dolor o simplemente tan perdida por el alcohol, las drogas y mis actos que no era consciente de como enfrentar al monstruo que la tomaba embistiéndola una y otra vez.
Su respiración, no se calmo, todo lo contrario, acelerada de nuevo chocaba contra mi aliento mirándome a los ojos.

Sus piernas abiertas al completo se enredaban en mi cintura, acogiendo cada vez mas dentro a mi polla que se abría paso sin ningún tipo de miramiento, empalandola.
Mi boca reclamo la suya ansiosa, succionando sus labios, mordiéndolos hasta quedar hinchados, sedientos.
Arrastré los dientes por su mentón, succione su cuello dejando pequeñas marcas de deseo, entonando el “mea culpa” me encontré con sus pechos, sendero que recorrí hambriento. Sus pezones duros contra mi lengua, tracé círculos con esta dibujando sus aureolas antes de aprisionarlas entre mis labios con fuerza.
Chupé cada centímetro de su piel, mientras esta se arqueaba al sentirme tan sumamente excitado que estaba a punto de correrme.

Gruñí al sacarla, no quería que el juego terminara, así que caí de rodillas frente a ella, una ínfima tregua para mirarnos.
-Quiero mas -rugí abriéndome paso entre sus piernas con mi boca, hundiendo mis labios en su sexo, recorriendo con mi lengua la raja de su mojada feminidad..
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Mensaje por Guiomar Sacro Miér Ene 18, 2017 4:37 am

Espalda que se arqueo contra su pecho, mientras recibía por primera vez aquel tipo de descarga de placer intenso, haciendo sentir los miembros perder sus fuerzas.
Era todo demasiado extraño porque unos le hablaban del placer sexual como algo horrible y otros como maravilloso, en éste caso la última parte se llevaba la razón.
Aunque pecaba de inocente, sabía que aquello no había terminado, ya que por su parte no había cumplido como esposa para él. No era ignorante, y sabía cómo se hacía los hijos perfectamente.

Sintió ganas de la leve pausa, más no hubo tregua por parte de su marido, que seguido del sonido de los cristales impactar contra el suelo del aquel mueble bar la había tomado con fuerza, hundiendo con violencia aquellos dedos sobre su blanda piel, que se veía corrompida y manchada por el alcohol derramado y el polvo.
Él no se detuvo en ningún momento, ni tuvo miramientos, estaba claro que de aquella habitación iba a salir hecha pedazos por las fauces impacientes y violentas de aquel lobo, y demonio perverso que era su ahora marido.

-¡Auch! -Se había quejado, ahogando jadeos entre aquellos labios que se automordían con tal fuerza, que se los daño.

A pesar del primer orgasmo y la humedad entre sus piernas, cuando él reclamo aquel lugar puro e incorrupto tuvo cierta resistencia. Y ahí es cuando vino la intensidad del dolor entre sus piernas cuando la penetro con violencia; se mordió los labios con gesto angustiado mientras las lágrimas eran vertidas por sus ojos. Si, lloraba porque al fin y al cabo sentía aun miedo, porque sentía como lenguas de fuego la quemaban y rasgaban por dentro con malestar desagradable. Por un momento apoyo su rostro en el cuello de Lucio mojándole la piel y escondiendo su gesto, aferrándose a él y sintiéndose rígida por momento mientras su respiración eran agitados jadeos. Por un momento deseo que aquello terminará pronto.

A pesar de la tensión de sus músculos, fueron sus caricias y sus labios, los que poco a poco empezaron a volver a calmarla, y su vientre se fue acostumbrando a aquel dolor contradicho por aquella masa de placer que la inundaba por dentro, así ella paso del miedo a estar otra vez absorta por aquel increíble fuego que la arrastraba a algún tipo de infierno lleno de lujuria y deseo.
Uñas que marcaban la piel de Lucio, y gemidos no reprimidos y ensordecedores sobre la piel de su marido. Si había silencio en aquella casa, éste había sido roto por aquella sala.
Caderas que intentaron seguir su ritmo con cierta torpeza, mientras sus labios gruesos e hinchados mordían los sus maridos en gesto de atrevimiento, y dolor.
Su cuerpo se estremecía por el juego creado en aquellos pequeños frutos que eran sus pechos erizados, pidiéndole más y más, mientras sentía el ritmo de sus caderas convertirse en un frenesí demasiado delicioso.
De nuevo lo sintió cerca, otra vez esa sensación que prematura había llegado antes, pero para su fastidió él la interrumpió…

Otra nueva sensación, otro ritmo distinto y en tan poco tiempo. De algún modo tanta novedad la estaba enloqueciendo, al igual que la sensación del cuerpo insatisfecho.
Dedos enredados en aquel oscuro cabello al sentir su lengua en su sexo, regalándole de nuevo aquel placer interrumpido con su calor, y experto parecer. Era como si hubiese retomado lo antes sucedido, porque había estado a punto de irse, y con poco que hizo de nuevo se había ido alcanzando el clímax y rindiéndose desvanecer en él.
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Mensaje por Lucio Sacro Jue Ene 19, 2017 9:57 am

Sonreí contra su sexo, sus piernas temblaban fruto del nerviosismo y de las descargas eléctricas que su vagina desprendía contra mis labios.
Gimió mi nombre con la voz ronca, una de sus manos en mi pelo, hundiendo mas mi cabeza en ella.
Su otra mano la afianzaba al mueble bar, sujetándose a el, perdida en el mas absoluto placer.
Me alcé en busca de sus labios, deje que disfrutara de su sabor, ese que me había vuelto completamente loco.
Sus ojos bailaron contra los míos, admiré sus mejillas sonrojadas, su boca entreabierta acogiendo mi legua cada vez que nuestros labios impactaban.
-Vamos a la cama -le pedí ayudándola a bajar despacio. El demonio no dudaba en segur con el encuentro a fin de cuentas no había aun sido saciado.

Tiré con suavidad de su mano, guiándola a nuestro lecho conyugal, allí me tumbé sin apartar mis ojos de los ajenos, esperando que ahora fuera ella quien me cabalgara haciéndome rozar el infierno.
Parecía perdida, como si no entendiera cuantas veces tenia que correrse para que yo lo hiciera, puede que para un primer encuentro fuera demasiado, que el misionero hubiera sido la posición que ella esperaba, esa en la que yo acabara rápido inundandola de mi simiente y ella simplemente se dejara hacer deseando que acabara.

Mas no, yo no ansiaba una mujer solo para parir mis hijos, quería follar y divertirme, disfrutar del placer, corromperla, porque ella ahora era mía, y esta cámara podía convertirse en llamas cuando yo así lo quisiera.
Tiré de su mano, su cuerpo desnudo era una imagen demasiado excitante para no tenerla en cuenta.

Jadeé cuando sus piernas se posicionaron a cada lado de mi cuerpo, con mis manos en sus caderas, hice danzar su sexo contra mi glande, dejando que lo empapara mientras lentamente entraba hasta el fondo.
Gruñí alzando mi torso para impactar son su boca, sediento, desesperado, mi lengua surcó sus labios serpenteando con la ajena.
El ritmo se incremento, ella moviéndose salvaje, completamente perdida en el placer, mis manos, se arrastraron por su cuero, sus pechos, sus pezones duros contra la yema de mis dedos, que tiraban con suavidad de ellos.
-Así Giomar -susurré contra sus labios

Cerré los ojos disfrutando de sus movimientos, dejando caer mi cuerpo contra el colchón, su espalda se arqueaba entre mis manos, jadeos roncos de ambos antes de sentir como mi virilidad vibraba con fuerza en su interior llenándola de mi simiente, su cuerpo cayo sobre el mio, extenuada.
Este era el momento en el que yo me apartaba, me vestía y me marchaba..¿y ahora que tenia que hacer?

Perdido me quedé quieto, mis dedos en su espalda como muertos, había sentido el placer, el subidon del orgasmo, pero ahora...¿que tenia que sentir ahora?
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Mensaje por Guiomar Sacro Lun Ene 23, 2017 11:22 am

De nuevo su cuerpo se había visto estremecido por aquellas oleadas de placer que la nublaba en todo tipo de razón, más él no parecía cansarse e insaciable la arrastro con extraña suavidad hasta el lecho, donde descubierta su desnudez. Le pareció tumbado vulnerable hacia su cuerpo por unos segundos, luego recordó que quien dominaba plenamente la situación era aquel lobo hambriento dispuesto a despiezar no solo su carne, sino toda su alma.
Casi por primera vez en toda la noche ella se permitió contemplarlo por completo, en aquella visión que le antojo deseable. No supo porque, pero lo sintió como suyo, iba a ser efímero porque aquel juego se acabaría en cuanto el pronto amanecer se asomase, pero ella quería llamar a ese hombre como suyo, aunque fuese una mentira tremenda y un engaño que tarde o temprano se convertiría en desilusión.

Aún seguía contemplándolo mientras se mordía aquellos gruesos labios desgarrándolos sin querer, sus muslos abrazaron su cuerpo al principio sin saber muy bien que hacer, aunque ya estaba aprendiendo demasiado en aquella noche.
Él le iba marcando con sus pasos de demonio, ella los seguía dócilmente mientras se abrazaba entre las llamas de aquel infierno al que había cedido.

No supo si era el efecto del alcohol, las drogas o la excitación del momento, pero en cuanto su vientre húmedo volvió a recibirle, con una sonrisa traviesa quiso torturarle con la lentitud… el tedio… y la parsimonia… que sus caderas le dedicaron en su balanceo proporcionándole un placer contenido, doloroso y provocador. Él quedaba perdido en sus quejidos pronunciado, sonido que para sus oídos le parecieron satisfactorio, tener este tipo de poder sobre él, era sorprendentemente interesante.

Cuando el ardor se comenzó a hacer molesto, decidió ceder mientras atrevida le dedico un mordisco en la mejilla, y sus labios buscaban acallarle, deseo que él pronunciase su nombre para remarcar que ahora era suyo, lo deseo con profundidad mientras sentía como sus manos dibujaban su cuerpo con sus caricias, y junto con sus caderas su cuerpo profundizaba en el suyo en aquel dolor que se había adictivo, en movimientos frenéticos y salvajes, quien diría que aquí chica inocente y tan joven tuviese un brío y fuerza como aquella imponiéndose al diablo que era ahora su marido.

Y de nuevo volvía aquella oleada que la dejaba casi inconsciente con su golpe de sensaciones, nublándola de sus sentidos, y después sensación extrañada que la invadía cuando él se derramo en su interior.
Dejando que el brillo de su cuerpo se mezclase con el ajeno, con su pequeño peso no quiso separarse demasiado pronto de su marido, no quería estar huérfana de sus brazos.
Sus cabellos derramados sobre la piel ajena, sus pequeños pechos apretados contra él, y su cabeza sobre su pecho que subía y bajaba junto al suyo por aquella respiración agitada que ahora recuperaba su aliento. Su corazón latía en su sien, y ahora era el momento en el que llegaba el silencio. ¿Qué debía de hacer?

Ella simplemente deseo mirarles a los ojos, y así lo hizo, con aquellas mejillas sonrosadas y ojos dulces lleno de algo que podría decirse amor.
No supo que decir, no supo que hacer. Al final no había sido tan malo como creía, aunque había pasado bastante miedo.
Una de sus manos acarició el rostro ajeno, y alzándose un poco, poso sus labios dedicándolo un pequeño y tímido beso.
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Mensaje por Lucio Sacro Lun Ene 23, 2017 3:39 pm

Su cuerpo cedió contra el mio, piel con piel sentía su pelo contra mi pecho, ambas respiraciones se acompasaban a un ritmo lento, mientras mis dedos seguían anclados en un abrazo que al menos parecía serlo.
No sabia como actuar, por primera vez el demonio estaba lejos del infierno, algo me decía que notaria mi falta de apego pues desconocía completamente que tenia que hacer ahora.


Por suerte, ella alzo la cabeza para centrar en una nuestras miradas, su boca entreabierta acaparó mi mirada.
-estas preciosa, así...-susurré con una picara sonrisa mientas sus dedos se paseaban por mi rostro, cálidos, suaves ¿era eso una caricia? ¿que tenia que sentir cuando eso ocurría?


La volteé de golpe escuchando su risa que de algún modo que no entendí pinto en el mio una sonrisa, mis labios apresaron los suyos mientras mi cuerpo envolvía su piel, sabia que tenia mucho que contarle y que alargar el tiempo de tortura era inevitable, peor una parte de mi se sentía en ese momento tan bien que simplemente quería aprovechar ese resquicio de felicidad que jamas había sentido.
Era minúsculo, pero para mi era algo, algo diferente al vació completo.


Sonreí de medio lado hundiendo mi cabeza en su cuello, depositando un reguero de besos por este hasta alcanzar su oído, al que hable casi con un siseo.
-No tengo sentimientos.
Era el rey de la sutileza, pero como puede ser sutil un hombre que no alberga la idea del dolor o la pena.


Pude ver sus ojos buscarme desesperados, como si no entendiera a lo que me refería, supongo que pensando que lo decía por ella y ese acto, pobre niña enamorada, pronto se daría cuenta de la cárcel en la que había sido metida.
-no pienses que es por ti, esto es lo mas cerca que he estado en toda mi vida a sentir algo sin tener que meter drogas de por medio.


Ambos tumbados en el lecho nos miramos, sus ojos pardos analizaban cada gesto, mientras el abanico de sus pestañas ahora parecía haberse detenido para no perder detalle de mi relato.
-Procedo de un linaje de hechiceros, uno con muchas alianzas pero como todo poderoso linaje, también enemigos.
El clan rival de mi padre envió una hechicera una noche a palacio, yo dormía en mi cuna cuando esta alcanzo al único vástago de la familia y lo maldijo para siempre.
Una vida sin sentimientos, soy incapaz de sentir nada, ni dolor, ni alegría, ni miedo..nada. Solo puedo notar aquellas reacciones químicas que ya sea ingeridas o a través de la adrenalina producida por el cuerpo. ¿Entiendes?
Nunca te podré querer, no como esperas.
No me di cuenta pero mis dedos se deslizaban por sus caderas en una caricia muda que trataba de reconfortar el tembloroso cuerpo de mi mujer.
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Mensaje por Guiomar Sacro Lun Ene 30, 2017 3:29 pm

Repentina calma y quietud en aquel momento tan íntimo. Ella se sintió liberada de ciertas cadenas y prejuicios, tal vez fuese una inconsciente al sentir desaparecer el miedo con respecto al ahora su marido. Un cambio de actitud. Había que admitir que el cambio había sido para bien, sí.

Sensación que se expandía reconfortante en su interior, inundándole de un agradable cosquilleo, era como si se sintiese florecer en algún tipo de jardín cuyo aroma le invadía y enfrascaba en un dulce hechizo.
Una sonrisa tímida por sus palabras mientras tomaba aquella mano con la que había acariciado, entrelazando sus dedos con los suyos y besando su mano.

Frente pegada a la ajena, y ojos pardos ocultos bajo aquellas negras pestañas, le sonreían. Con su nariz le acaricio la suya misma, mientras le devolvía otra batalla iniciada por sus labios.
De nuevo se automuerde sus propios labios en un respiro, mientras su miraba lo devoraba con cierta chispa de lujuria. Quería probar su sabor una vez más, a pesar de aquella quemazón latente entre sus piernas, pero no le hubiese importado volver a perderse en su cuerpo, y dejarse enloquecer.

Juega a tirar con un poco más de fuerza de sus labios, para luego retirarlos con mirada de reto. Hace ademán de volver a besarle, pero justo cuando se siente correspondida los retira con una mirada traviesa, tentándole y retándolo.

Cuando él se voltea atrapándola, por un momento esconde su rostro de niña dulce, en su pecho. La pobre acaba de conocer la peor droga que puede conocer en el mundo, ahora se siente como una tonta enamorada del mismísimo demonio.

Él le sonríe, se hunde entre sus cabellos dejando aquel cosquilleo que sus besos pueden proporcionarle en su cuello. Le hubiese gustado seguir con aquel juego, pero sus palabras le hicieron detenerse. Y el mundo que se había tornado de distintos tonos de color ahora parecía cambiar al gris.

Un cascaron vacío, eso era lo que tenía frente suya, tan cerca y a la vez tan lejos. Lucio se le antojo como una quimera, inalcanzable, un muro grueso los separaba. Y era algo que no podía cambiar, ¿o sí?
Ella no entendía nada de ese mundo, es más todo lo relacionado a hechicería o magia, le sonaba a pecado o a llamas infernales, lo que en su educación le había inculcado, pero dudaba de todo, y era demasiado joven para cerrarse en banda, ya que era tolerante y siempre había querido comprender.

-Comprendo. -Solo supo decir muy bajito, y desviando su mirada. Entonces… Nunca iba a conocer lo que era el sentir, su relación se iba a convertir en algo vacío y sin sentido, aquella relación no iba a tener nada de… ¿real?

Una caricia sobre su piel que le devolvieron a aquellos pensamientos, ella no pudo disimular mucho su disgusto. Sus ojos la delataban, y su de repente aire distraído, ensimismado. Sus pensamientos buscaban una solución.

-No hay solución… -Sin querer es pensamiento se escapó entre sus labios, mientras sus dedos peinaron los cabellos de Lucio distraída.

La verdad y a pesar del shock, había algo que no se rendía por dentro. Empeñada y en su cabezonería, recordaba ciertas palabras que decía la nana, “todo en la vida tiene solución, menos la muerte…”. Tenía que haber una manera de contrarrestar aquella maldición, y si no, ella intentaría que él al menos rozase ese límite del sentir, fuese como fuese.
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Mensaje por Lucio Sacro Mar Ene 31, 2017 7:36 am

Los dedos de mi esposa peinaban mi pelo de forma distraída, mas bien sabia, que en su interior la tormenta sucedía a la calma.
Una pregunta que no tardó en llegar escapó de sus labios incapaz de rendirse frente a la idea de que estaba condenada a vivir con un ser vació.
-Solo la bruja que lanzo la maldición puede retirarla, ella o en su caso un descendiente directo de esta.

No necesitaba magia para saber lo que pensaba en ese momento, como se hacia pajas mentales para remover cielo y tierra en busca de esa mujer que parecía se la había tragado el infierno.
-Mi padre la buscó desde que fui maldito, no escatimo en gastos, ni en poder..mas hasta el momento no hay rastro de ese ser.
Siento decirte que no hay solución para mi, Giomar -una frase un tanto extraña, pues realmente era incapaz de sentir lastima por ella, era incapaz de sentir cualquier cosa que no implicara un subidon.

Mis labios se pasearon por su cuello, sonreí contra este succionando ligeramente hasta marcar de rojo el lienzo de su piel.
-Estoy acostumbrado a ello, no lo notaras, ademas, tu cuerpo me excita por si no lo has notado Giomar. Soy capaz de sentir ciertas cosas, puede que no sea el hombre de tu cuento de hadas, pero bueno, teniendo en cuenta que podrían haberte prometido con un viejo al que no se le levantara, creo has salido ganando.
Tendrás todo el dinero que desees, podrás hacer y deshacer en la mansión, siempre y cuando respetes esa habitación que es mía.
Creo que no tendrás problema en adaptarte a cumplir mi voluntad, no pido mas que los demás. Tus piernas abiertas e hijos. Supongo que entenderás que esto que te cuento es algo que no debe salir de esta habitación.

Mis ojos se centraron en los ajenos esperaba que hubiera sido capaz de asumir mis palabras y por supuesto que no creyera que podría luchar contra el sino que le había sido impuesto. Ella ahora era mía, mi mujer y no estaba dispuesto a que me avergonzara frente a la alta sociedad.
-Giomar, no te pido que me quieras, pero si que me respetes. Cumplirás con todas las normas que impone las mujeres de la alta sociedad. Vestirás impoluta, y fingirás felicidad, si no consigo que lo seas.

Tomé su mentón para que me mirara y dejé escapar el aire contra su boca.

-Intentaré que esto funcione, de verdad. -Una promesa que esperaba saciara la infinita desazón que ahora mismo esa mujer debía sentir en su interior, no todos los días descubres que el hombre con el que te has casado es incapaz de sentir nada. Sus padres la habían lanzado a la boca del lobo.
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