AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Hechicero y el Gato (Lucio)
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El Hechicero y el Gato (Lucio)
Era necesario pasar desapercibida. Kaira se sentía a la vez una fiera protectora cuando de Lucio se trataba. A menudo salían a pasear con algún objetivo determinado, esta vez fueron hacia el mercado ambulante, nuevamente ya que desde allí podían conseguirse distintas herramientas que de seguro el hechicero necesitaba para sus estudios y cosas varias. En su forma de gata negra se escabullía entre las personas sin perder de vista al hechicero, siempre observándole desde una distancia prudente ya que la sociedad de París era muy supersticiosa, en especial los campesinos y vendedores ambulantes del lugar… que cosa más curiosa sería ver a un hombre de virtud tan jovial en compañía de un gato negro. Esto Kaira lo sabía muy bien.
De vez en cuando intercambiaba miradas con su dueño, las cuales pasaban completamente desapercibidas entre los humanos comunes y corrientes, pero para criaturas como nosotros era fácil determinar que especie de relación tenía un gato negro con un joven, al cual acompañaba a todas las partes que él estimaba convenientes. Podría sonar hasta fantástico, pero Lucio tenía la capacidad de entenderla, aun cuando ésta estaba de forma animal. No era casi necesario usar la magia o algún hechizo en especial para que ambos se comunicasen, sólo complicidad y respeto.
Kaira se sentó al lado de un canasto, que contenía algunas vísceras de animales para la venta. El aroma era un deleite para su olfato, pero la gata era tan correcta que no necesitaba robarle a nadie, sin más que atacar al ser humano, transformada en otra manera. Humana o animal, el resultado siempre iba a ser el mismo: alimentación. Kaira observaba la travesía que su dueño hechicero hacía a través de los pequeños puertos del mercado, consciente de que su dueño sabía lo que estaba buscando y haciendo. Las patas peludas de la gatuna iban silenciosas y cautelosas, siguiendo al muchacho. Cuando de pronto un aroma a venganza, se percibía en el aire…
Habían personas de todos tipos en el lugar, era de esperarse… ¿Pero qué hacía un cazador, deteniéndose a mirar a Lucio mientras éste hacía lo que debía hacer? Automáticamente, Kaira se puso a la defensa y observó desde la lejanía, aunque de a poco acercándose sin ser visualizada por aquel humano cazador que miraba fijamente a su dueño. Estaba claro, el cazador estaba también muy alerta a todos los movimientos de Lucio, sospechó de él enseguida…
Kaira se posicionó cerca del cazador, como un gato pidiendo comida y sobras. A veces a Kaira no le gustaba hacer ese tipo de cosas, pero por un fin mayor ella lo hacía, solo quería que se distrajera de su dueño y le prestara más atención al tierno gato que se pasaba entre los pies del cazador. Para su mala suerte, Kaira fue rechazada enseguida con brutalidad que lanzó un gemido y empezó a llorar pero le insistió al cazador y le insistió…
Éste la miró detenidamente, agachándose hacia ella y los ojos de la gata fulminaron de rabia y lo rasguñó propiciándole un tajo que sangró al segundo y la gata escapó y asi mismo esto le dio tiempo a su dueño hechicero para desaparecer entre la multitud…
De vez en cuando intercambiaba miradas con su dueño, las cuales pasaban completamente desapercibidas entre los humanos comunes y corrientes, pero para criaturas como nosotros era fácil determinar que especie de relación tenía un gato negro con un joven, al cual acompañaba a todas las partes que él estimaba convenientes. Podría sonar hasta fantástico, pero Lucio tenía la capacidad de entenderla, aun cuando ésta estaba de forma animal. No era casi necesario usar la magia o algún hechizo en especial para que ambos se comunicasen, sólo complicidad y respeto.
Kaira se sentó al lado de un canasto, que contenía algunas vísceras de animales para la venta. El aroma era un deleite para su olfato, pero la gata era tan correcta que no necesitaba robarle a nadie, sin más que atacar al ser humano, transformada en otra manera. Humana o animal, el resultado siempre iba a ser el mismo: alimentación. Kaira observaba la travesía que su dueño hechicero hacía a través de los pequeños puertos del mercado, consciente de que su dueño sabía lo que estaba buscando y haciendo. Las patas peludas de la gatuna iban silenciosas y cautelosas, siguiendo al muchacho. Cuando de pronto un aroma a venganza, se percibía en el aire…
Habían personas de todos tipos en el lugar, era de esperarse… ¿Pero qué hacía un cazador, deteniéndose a mirar a Lucio mientras éste hacía lo que debía hacer? Automáticamente, Kaira se puso a la defensa y observó desde la lejanía, aunque de a poco acercándose sin ser visualizada por aquel humano cazador que miraba fijamente a su dueño. Estaba claro, el cazador estaba también muy alerta a todos los movimientos de Lucio, sospechó de él enseguida…
Kaira se posicionó cerca del cazador, como un gato pidiendo comida y sobras. A veces a Kaira no le gustaba hacer ese tipo de cosas, pero por un fin mayor ella lo hacía, solo quería que se distrajera de su dueño y le prestara más atención al tierno gato que se pasaba entre los pies del cazador. Para su mala suerte, Kaira fue rechazada enseguida con brutalidad que lanzó un gemido y empezó a llorar pero le insistió al cazador y le insistió…
Éste la miró detenidamente, agachándose hacia ella y los ojos de la gata fulminaron de rabia y lo rasguñó propiciándole un tajo que sangró al segundo y la gata escapó y asi mismo esto le dio tiempo a su dueño hechicero para desaparecer entre la multitud…
Kaira Lecter- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/10/2016
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Re: El Hechicero y el Gato (Lucio)
Aquella mañana había madrugado mas de lo normal, todavía podía percibir la resaca o quizás la borrachera que aun me duraba adquirida la noche anterior. Hacia escasas dos horas que había llegado a mi mansión, así que podíamos decir que el lecho casi ni siquiera había sido desecho. Me había dejado caer en el, borracho y vestido junto a mi preciosa gata, que dormía plácidamente sobre el.
Me dí una buen baño en la tina, y tras quitarme aquel olor, a sexo, alcohol y otras sustancias, me coloqué unos pantalones y una camisola de lino blanca que caía sobre estos cubriendo la bolsa no solo de monedas, si no de ingredientes que quedaba bien anudada a mi cinto.
Sobre la camisola un chaleco marrón.
Limpio volví a dejarme caer sobre el lecho, mi mano se estiró para acariciar el viente de la gata negra, que pronto se despertó frente a mi insistencia.
-Cuantas veces te he dicho que te prefiero como mujer, al menos sobre mis sabanas -advertí con cierta picardia hundiendo en ella mi mirada castaña.
Estaba seguro de que lo hacia solo para fastidiarme, bueno, eso y para que ebrio no me pusiera pesado al llegar de mis andadas y deseara lago mas que acariciarla.
-Vamos gatita, tengo que ir al mercado a comprar algunas cosas que se han terminado ¿vienes? O vas a perderte la diversión de un placentero paseo a mi lado.
Pronto ambos alcanzamos la zona del mercado, allí el olor a pescado, carnes rojas y frutas maduras, se entremezclaba con el de distintas especies traídas de América.
Las Puestos, dispuestos según lo que vendían se acumulaban alrededor de la vieja plaza dotándola de un color especial y de un barullo que lejos de ayudar a mi resaca la empeoraba considerablemente.
Mi gata caminaba sin perderme de vista, algo mas alejada, supongo que ambos eramos demasiado autónomos como para mostrarnos juntos en publico, pero nuestras miradas cómplices no pasaba desapercibidas por ninguno de los dos.
Me detuve en varios puestos para comprar, verbena, beleño negro, acónito y acrimonia. Por suerte aquel día el puesto en el que solía detenerme tenia todos los ingredientes y no necesité hacer un pedido para la próxima semana.
Depositando las monedas en la mano del anciano de nariz aguileña tipo cuervo y con las gafas medio apoyadas en su puente, escuché el maullido de mi gata, un quejido mas bien.
No tarde en vislumbrar a ese cazador que llevaba siguiéndome medio camino y que se creía con derecho de darme caza y muerte, algo que francamente no se si me divertía o enfurecía.
Posiblemente ninguna de sendas emociones, pues por desgracia, mi imposibilidad de sentir hacia que su presencia, hasta ahora que había tocado a mi hembra, me fuera indiferente.
Un arañazo surcó su cara, admito que mis labios se curvaron mostrandole una sonrisa ladina. Aproveché ese momento de distracción para escabullirme de la inmensidad del gentío, cobijandome en un callejón cercano.
El cazador no desistiría en su empeño y para que mentir, si había ido a parar a aquel callejón era precisamente para que me encontrara.
Lejos de miradas indiscretas, claro, pues yo no era un asesino ¿o si?
Kaira no tardo en alcanzar mi posición, me agaché para acariciar su lomo con suavidad, ella parecía inquieta, como si supiera que el cazador no tardaría en llegar y por lo que me conocía sabia que el enfrentamiento era lo que buscaba.
-No me mires así gatita, necesito sentir -le expliqué -y no conozco otra manera de hacerlo.
Ella sabia que fui maldito desde niño, sabia que mis sentimientos fueron arrebatados, era difícil vivir sin ser capaz de tener emociones. Cualquiera se hubiera vuelto loco. Posiblemente ese y no otro, era el plan del clan rival de los brujos enemigos ancestrales de mi padre, mas por el contrario mas bien habían creado una bestia, un ser que buscaba a toda costa sentir de alguna manera.
La adrenalina de una buena pelea, las endorfinas del buen sexo, una buena droga capaz de estimular mis sentidos, el alcohol, todo me valía si por unos momentos mi cuerpo experimentaba lo que por suerte Kaia si poseía, sentimientos.
Me dí una buen baño en la tina, y tras quitarme aquel olor, a sexo, alcohol y otras sustancias, me coloqué unos pantalones y una camisola de lino blanca que caía sobre estos cubriendo la bolsa no solo de monedas, si no de ingredientes que quedaba bien anudada a mi cinto.
Sobre la camisola un chaleco marrón.
Limpio volví a dejarme caer sobre el lecho, mi mano se estiró para acariciar el viente de la gata negra, que pronto se despertó frente a mi insistencia.
-Cuantas veces te he dicho que te prefiero como mujer, al menos sobre mis sabanas -advertí con cierta picardia hundiendo en ella mi mirada castaña.
Estaba seguro de que lo hacia solo para fastidiarme, bueno, eso y para que ebrio no me pusiera pesado al llegar de mis andadas y deseara lago mas que acariciarla.
-Vamos gatita, tengo que ir al mercado a comprar algunas cosas que se han terminado ¿vienes? O vas a perderte la diversión de un placentero paseo a mi lado.
Pronto ambos alcanzamos la zona del mercado, allí el olor a pescado, carnes rojas y frutas maduras, se entremezclaba con el de distintas especies traídas de América.
Las Puestos, dispuestos según lo que vendían se acumulaban alrededor de la vieja plaza dotándola de un color especial y de un barullo que lejos de ayudar a mi resaca la empeoraba considerablemente.
Mi gata caminaba sin perderme de vista, algo mas alejada, supongo que ambos eramos demasiado autónomos como para mostrarnos juntos en publico, pero nuestras miradas cómplices no pasaba desapercibidas por ninguno de los dos.
Me detuve en varios puestos para comprar, verbena, beleño negro, acónito y acrimonia. Por suerte aquel día el puesto en el que solía detenerme tenia todos los ingredientes y no necesité hacer un pedido para la próxima semana.
Depositando las monedas en la mano del anciano de nariz aguileña tipo cuervo y con las gafas medio apoyadas en su puente, escuché el maullido de mi gata, un quejido mas bien.
No tarde en vislumbrar a ese cazador que llevaba siguiéndome medio camino y que se creía con derecho de darme caza y muerte, algo que francamente no se si me divertía o enfurecía.
Posiblemente ninguna de sendas emociones, pues por desgracia, mi imposibilidad de sentir hacia que su presencia, hasta ahora que había tocado a mi hembra, me fuera indiferente.
Un arañazo surcó su cara, admito que mis labios se curvaron mostrandole una sonrisa ladina. Aproveché ese momento de distracción para escabullirme de la inmensidad del gentío, cobijandome en un callejón cercano.
El cazador no desistiría en su empeño y para que mentir, si había ido a parar a aquel callejón era precisamente para que me encontrara.
Lejos de miradas indiscretas, claro, pues yo no era un asesino ¿o si?
Kaira no tardo en alcanzar mi posición, me agaché para acariciar su lomo con suavidad, ella parecía inquieta, como si supiera que el cazador no tardaría en llegar y por lo que me conocía sabia que el enfrentamiento era lo que buscaba.
-No me mires así gatita, necesito sentir -le expliqué -y no conozco otra manera de hacerlo.
Ella sabia que fui maldito desde niño, sabia que mis sentimientos fueron arrebatados, era difícil vivir sin ser capaz de tener emociones. Cualquiera se hubiera vuelto loco. Posiblemente ese y no otro, era el plan del clan rival de los brujos enemigos ancestrales de mi padre, mas por el contrario mas bien habían creado una bestia, un ser que buscaba a toda costa sentir de alguna manera.
La adrenalina de una buena pelea, las endorfinas del buen sexo, una buena droga capaz de estimular mis sentidos, el alcohol, todo me valía si por unos momentos mi cuerpo experimentaba lo que por suerte Kaia si poseía, sentimientos.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: El Hechicero y el Gato (Lucio)
Kaira necesitaba vigorizarse, y renovar sus energías después de que anoche anduvo atareada vigilando las andanzas de su dueño, mientras éste salía a divertirse. Muchas veces Kaira no se metía en la vida del hechicero, más que para echarle un ojo y ya está. Anoche Lucio había llegado casi al mediodía, y Kaira llegó un poco antes para alcanzar a dormir. No le gustaba dejar lleno de pelos de gato la cama del hombre, de hecho para cualquiera sería un tanto incómodo. Pero tampoco se iba a arriesgar estando de forma humana y que su dueño llegar con otras intenciones al verla plácidamente descansando en forma humana sobre su cama. Claro estaba, que habían veces en que dormía con él en su forma humana, pero solo cuando él había tenido una noche tranquila no después de una noche de jugarreta, y una que otras tardes cuando el hechicero se relajaba.
Así fue entonces que antes de volver cerca de Lucio, que se había dirigido a un callejón perdiéndose de vista de todos, inclusive del cazador que lo buscaba a toda costa. Y mientras tanto uno de los comerciantes le dejó a la gata en el suelo, un pequeño plato con agua… algunos parisinos eran amigables con los animales otros, como aquel cazador que ahora ya poseía una marca, los echaban a patadas. Y ésta vez, no sucedió así para la gran gata negra.
Kaira bebió sedienta del plato y caminó rápidamente trepando por algunos muros de baja altura siguiendo el aroma de su hechicero y hasta encontrarlo en un callejón oscuro. Cuando bajó hasta su posición él le acarició el lomo, mientras ésta se electrizaba y su cuerpo formaba una gran curva, debido a una sensación placentera, entre el roce del humano hacia los pelos suaves de su lomo.
El susodicho cazador gracias a los dotes nada extraordinarios que posee, se encontraría cara a cara con el hechicero y entonces Lucio podría conectarse con la sensación adrenalínica que busca en todas las cosas, incapaz de conocer y sentir otras. Kaira le conocía, y ya se daba por enterado que su dueño atacaría a toda costa y como siempre ha sido así, Kaira estaría allí para echarle una mano, o una garra… Continuó en su condición gatuna, pero cambiaría de forma dependiendo de la gravedad del enfrentamiento o situación, hasta incluso podría hacer el honor de su presencia humana ya que siempre iba preparada para todo, y el hechicero traía siempre consigo en su bolso las herramientas necesarias para cualquier obstáculo que se les presentara a ambos…
Kaira se sentó cerca de la sombra del callejón, mientras que los pasos del cazador y su arsenal de armas alrededor de su cuerpo, se escuchaban a lo lejos… para ser un cazador, era muy poco elegante en no pasar desapercibido, por lo que daba entender que la personalidad de ese cazador era bastante ególatra y de seguro querría llamar la atención de todos, solo porque es un cazador de alimañas, de la cual casi un setenta y cinco por ciento de la población no tiene idea que existen…
"-La estupidez humana abunda…-" pensó la parte humana de la gata, con respecto al cazador. Y se relamió su cuerpo, esperando a ver lo que pasaría...
Así fue entonces que antes de volver cerca de Lucio, que se había dirigido a un callejón perdiéndose de vista de todos, inclusive del cazador que lo buscaba a toda costa. Y mientras tanto uno de los comerciantes le dejó a la gata en el suelo, un pequeño plato con agua… algunos parisinos eran amigables con los animales otros, como aquel cazador que ahora ya poseía una marca, los echaban a patadas. Y ésta vez, no sucedió así para la gran gata negra.
Kaira bebió sedienta del plato y caminó rápidamente trepando por algunos muros de baja altura siguiendo el aroma de su hechicero y hasta encontrarlo en un callejón oscuro. Cuando bajó hasta su posición él le acarició el lomo, mientras ésta se electrizaba y su cuerpo formaba una gran curva, debido a una sensación placentera, entre el roce del humano hacia los pelos suaves de su lomo.
El susodicho cazador gracias a los dotes nada extraordinarios que posee, se encontraría cara a cara con el hechicero y entonces Lucio podría conectarse con la sensación adrenalínica que busca en todas las cosas, incapaz de conocer y sentir otras. Kaira le conocía, y ya se daba por enterado que su dueño atacaría a toda costa y como siempre ha sido así, Kaira estaría allí para echarle una mano, o una garra… Continuó en su condición gatuna, pero cambiaría de forma dependiendo de la gravedad del enfrentamiento o situación, hasta incluso podría hacer el honor de su presencia humana ya que siempre iba preparada para todo, y el hechicero traía siempre consigo en su bolso las herramientas necesarias para cualquier obstáculo que se les presentara a ambos…
Kaira se sentó cerca de la sombra del callejón, mientras que los pasos del cazador y su arsenal de armas alrededor de su cuerpo, se escuchaban a lo lejos… para ser un cazador, era muy poco elegante en no pasar desapercibido, por lo que daba entender que la personalidad de ese cazador era bastante ególatra y de seguro querría llamar la atención de todos, solo porque es un cazador de alimañas, de la cual casi un setenta y cinco por ciento de la población no tiene idea que existen…
"-La estupidez humana abunda…-" pensó la parte humana de la gata, con respecto al cazador. Y se relamió su cuerpo, esperando a ver lo que pasaría...
Kaira Lecter- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/10/2016
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Re: El Hechicero y el Gato (Lucio)
No tardamos en escuchar los andares arrogantes de aquel cazador, era divertido escuchar el repiqueteo de todos sus aceros, desde luego, no se ganaría la vida como ladrón.
Esperaba que la menos en lo suyo fuera mejor y me diera combate digno, de no hacerlo mi adrenalina quedaría en nada y admito necesitaba el chute de mi dosis diaria aquella mañana.
Lleve mi dedo a los labios mirando a mi gata con una picara sonrisa pintada en ellos.
Sabia que a Kaira también le divertían aquellas situaciones, aun no sabia bien si lo hacia por ella o por mi, lo que si sabia es que siempre podía contar con ella.
-También puede tu cuerpo darme la adrenalina necesaria -bromeé abriendo la sonrisa mientras la miraba de soslayo.
Casi podía leer su pensamiento, de estar en forma humana la vería negar con el entrecejo fruncido, admito que me gustaba hacerla rabiar, aunque claro, mas me gustarían otras cosas a las que no cedía por el momento.
El cazador se acercó tratando de parecer precavido al callejón su olor a perfume barato, delataba su posición.
Fue fácil el resto, apoye mi pie en uno de los cubos grises de basura y le di un ligero empujón, con la indiferencia que me caracterizaba. El ruido metálico se perdió ahogado haciendo eco en aquel pequeño lugar cerrado que hoy seria testigo de mi poder y por que no, desesperación.
El hombre desenvaino, su espada, era divertido verlo acercarse a un hombre desarmado, no podía evitar que una sonrisa sádica cruzara mi rostro mientras el suyo por el contrario parecía paladear ya la victoria.
-¿es ahora cuando he de suplicar por mi vida? -pregunté carente de toda emoción, mientras ladeaba la cabeza para mirarlo hundiendo mis orbes en los ajenos.
-Disculpe mis modales, soy Lucio y soy tu ejecutor -añadí sin ningún tipo de expresión en mi voz.
Esa cara debía ser la de desconcierto, si, la ponían todos cuando escuchaban esas palabras...era la que venia antes de los gritos.
Con un ligero movimiento de la palma de mi mano, estampe su cuerpo contra la pared.
-Quieto -una orden sencilla que estaba seguro que por muy inútil que fuera sabría cumplir.
Tomé uno de los cubos, tomando asiento en el para colocarme mirando su desconcertado rostro.
-Bien, por donde íbamos -fingí pensar en mi siguiente movimiento -¡Ya se! ¡suelta la espada!
El acero golpeó el suelo y mi sonrisa se ensancho ligeramente, aun no tenia lo que quería, mas empezaba a verlo en mi mente, a paladearlo lentamente.
-Saca la daga de tu cinto, vamos a ver de que color es la sangre de mi enemigo -apunté con descaro llevando mi mano hacia el lomo de mi preciosa gata negra.
-Si mientras se degüella, subes con tu forma humana sobre mis piernas, prometo estar saciado para todo el día -bromeé sin dejar de acariciar su preciosa y suave piel dirigiéndome a Kaia.
Esperaba que la menos en lo suyo fuera mejor y me diera combate digno, de no hacerlo mi adrenalina quedaría en nada y admito necesitaba el chute de mi dosis diaria aquella mañana.
Lleve mi dedo a los labios mirando a mi gata con una picara sonrisa pintada en ellos.
Sabia que a Kaira también le divertían aquellas situaciones, aun no sabia bien si lo hacia por ella o por mi, lo que si sabia es que siempre podía contar con ella.
-También puede tu cuerpo darme la adrenalina necesaria -bromeé abriendo la sonrisa mientras la miraba de soslayo.
Casi podía leer su pensamiento, de estar en forma humana la vería negar con el entrecejo fruncido, admito que me gustaba hacerla rabiar, aunque claro, mas me gustarían otras cosas a las que no cedía por el momento.
El cazador se acercó tratando de parecer precavido al callejón su olor a perfume barato, delataba su posición.
Fue fácil el resto, apoye mi pie en uno de los cubos grises de basura y le di un ligero empujón, con la indiferencia que me caracterizaba. El ruido metálico se perdió ahogado haciendo eco en aquel pequeño lugar cerrado que hoy seria testigo de mi poder y por que no, desesperación.
El hombre desenvaino, su espada, era divertido verlo acercarse a un hombre desarmado, no podía evitar que una sonrisa sádica cruzara mi rostro mientras el suyo por el contrario parecía paladear ya la victoria.
-¿es ahora cuando he de suplicar por mi vida? -pregunté carente de toda emoción, mientras ladeaba la cabeza para mirarlo hundiendo mis orbes en los ajenos.
-Disculpe mis modales, soy Lucio y soy tu ejecutor -añadí sin ningún tipo de expresión en mi voz.
Esa cara debía ser la de desconcierto, si, la ponían todos cuando escuchaban esas palabras...era la que venia antes de los gritos.
Con un ligero movimiento de la palma de mi mano, estampe su cuerpo contra la pared.
-Quieto -una orden sencilla que estaba seguro que por muy inútil que fuera sabría cumplir.
Tomé uno de los cubos, tomando asiento en el para colocarme mirando su desconcertado rostro.
-Bien, por donde íbamos -fingí pensar en mi siguiente movimiento -¡Ya se! ¡suelta la espada!
El acero golpeó el suelo y mi sonrisa se ensancho ligeramente, aun no tenia lo que quería, mas empezaba a verlo en mi mente, a paladearlo lentamente.
-Saca la daga de tu cinto, vamos a ver de que color es la sangre de mi enemigo -apunté con descaro llevando mi mano hacia el lomo de mi preciosa gata negra.
-Si mientras se degüella, subes con tu forma humana sobre mis piernas, prometo estar saciado para todo el día -bromeé sin dejar de acariciar su preciosa y suave piel dirigiéndome a Kaia.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
Re: El Hechicero y el Gato (Lucio)
Kaira-gata escuchaba todas las bromas del hechicero, mientras el cazador sufría lento y de a poco…si estuviese en forma humana, ésta reiría con un tono más sarcástico pero no le quedaba más que pasearse entre las ropas de Lucio, acariciándolo con su pelaje gatuno. El cazador quería aparentar ser duro de matar, pero el añarazo y más unos cuántos cortes que en algún momento se propiciaron solos debido a la magia de Lucio, lo dejaban en una pobre humillación.
El cazador a medias tintas que era, no hallaba una forma de defenderse, que esclarecer ciertos movimientos de pelea cuerpo a cuerpo, como de los paisanos más bajos...
Y fue entonces que en la penumbra de la oscura sombra del callejón, Kaira volvió a su forma humana y apareció translúcida mientras desde su posición sacó del bolso del hechicero una blusa blanca, y se colocó un par de pantalones y quien la viera, hubiese pensado que se trataba de un auténtica pirata o algo por estilo. Su cabello claro al viento, se meneaba mientras Kaira arreglaba y estiraba las mangas de su blusa tomándose su tiempo, sin dejar de contemplar silenciosamente a sus acompañantes.
El cazador quedó perplejo al ver aquella gata negra transformarse en humana, y de inmediato volvió a tomar su espada que había sido arrebatada por Lucio, y la puso cerca del cuello de Kaira y pronunció con una voz asquerosamente raspada:
-En vez de matarnos mutuamente, tal vez yo podría negociar con tu dueño hechicero y comprarte para que cumplas con mis mandatos… ¿te parece esa idea, querida salvaje y monstruosa entidad?-le dijo el cazador relamiéndose los labios mientras ella solo miraba al hombre fijamente y sin inmutarse, e incluso con las manos alzadas sin miedo alguno.
-Signor il vicolo….- pronunció Kaira elegantemente en italiano sin quitarse de encima aquella filosa espada que la amenazaba por el cuello. –Usted ha insultado de manera muy estridente, a mi dueño… y también a mí. ¿Acaso piensa en las consecuencias de sus actos, signor?- Kaira enarcó una ceja.
-Te voy a desangrar la concha mal hablada y tu dueño quedará sin coños que tocar.- insultaba y se reía el cazador, viéndose envuelto y amenazado entre ambos seres casi sobrenaturales… el hombre lo sabía, pero al parecer le gustaba actuar como un idiota.
-Uh, pero que rudeza la suya señor… acaso usted viene de los lejanos puertos de París, porque aquí me parece que huele a pescado muerto.- dijo Kaira.
Al decir esto, en un movimiento rápido Kaira sacó una poderosa daga filosa de los bolsillos de su pantalón y se la incrustó al hombre en la lengua, ya que el cazador tenía un serio problema con su lengua que sacaba y relamía sus labios cada tantos segundos, al parecer una pequeña falla en sus sistema nervioso y con esto Kaira arrancó la lengua del cazador, para que dejara de hablar ya que no le gustaban mucho las personas maleducadas y la sostuvo en su mano, mientras el hombre arrodillado frente a Kaira y Lucio gemía de dolor y salpicaba su sangre por el callejón. Luego de esto, Kaira sacó de su bolso una cabeza de pescado y la reemplazó por la lengua dentro de la boca del cazador, que cosió con rectitud y respeto sin inmutarse tras los gemidos del hombre del desafortunado destino.
Y con la daga partió la lengua dándola de recuerdo en las manos a Lucio, para que continuara su trabajo, ya que el hombre seguía vivo…pero casi muerto en vida. Luego Kaira se limpió las manos de la sangre del cazador con unos trapos que habían en el bolso de Lucio, que como antes ya se había especificado, ambos seres siempre iban preparados para todo.
-Aquí tienes Lucio… es todo tuyo. Aunque lo desearía para nuestra cena… pero usted decida de acuerdo a su paladar…- dijo a Lucio con voz elegante mientras acariciaba y tomaba con su mano el cuello de su dueño, esbozándole una media sonrisa pícara y con la elegancia característica de la cambiante.
El cazador a medias tintas que era, no hallaba una forma de defenderse, que esclarecer ciertos movimientos de pelea cuerpo a cuerpo, como de los paisanos más bajos...
Y fue entonces que en la penumbra de la oscura sombra del callejón, Kaira volvió a su forma humana y apareció translúcida mientras desde su posición sacó del bolso del hechicero una blusa blanca, y se colocó un par de pantalones y quien la viera, hubiese pensado que se trataba de un auténtica pirata o algo por estilo. Su cabello claro al viento, se meneaba mientras Kaira arreglaba y estiraba las mangas de su blusa tomándose su tiempo, sin dejar de contemplar silenciosamente a sus acompañantes.
El cazador quedó perplejo al ver aquella gata negra transformarse en humana, y de inmediato volvió a tomar su espada que había sido arrebatada por Lucio, y la puso cerca del cuello de Kaira y pronunció con una voz asquerosamente raspada:
-En vez de matarnos mutuamente, tal vez yo podría negociar con tu dueño hechicero y comprarte para que cumplas con mis mandatos… ¿te parece esa idea, querida salvaje y monstruosa entidad?-le dijo el cazador relamiéndose los labios mientras ella solo miraba al hombre fijamente y sin inmutarse, e incluso con las manos alzadas sin miedo alguno.
-Signor il vicolo….- pronunció Kaira elegantemente en italiano sin quitarse de encima aquella filosa espada que la amenazaba por el cuello. –Usted ha insultado de manera muy estridente, a mi dueño… y también a mí. ¿Acaso piensa en las consecuencias de sus actos, signor?- Kaira enarcó una ceja.
-Te voy a desangrar la concha mal hablada y tu dueño quedará sin coños que tocar.- insultaba y se reía el cazador, viéndose envuelto y amenazado entre ambos seres casi sobrenaturales… el hombre lo sabía, pero al parecer le gustaba actuar como un idiota.
-Uh, pero que rudeza la suya señor… acaso usted viene de los lejanos puertos de París, porque aquí me parece que huele a pescado muerto.- dijo Kaira.
Al decir esto, en un movimiento rápido Kaira sacó una poderosa daga filosa de los bolsillos de su pantalón y se la incrustó al hombre en la lengua, ya que el cazador tenía un serio problema con su lengua que sacaba y relamía sus labios cada tantos segundos, al parecer una pequeña falla en sus sistema nervioso y con esto Kaira arrancó la lengua del cazador, para que dejara de hablar ya que no le gustaban mucho las personas maleducadas y la sostuvo en su mano, mientras el hombre arrodillado frente a Kaira y Lucio gemía de dolor y salpicaba su sangre por el callejón. Luego de esto, Kaira sacó de su bolso una cabeza de pescado y la reemplazó por la lengua dentro de la boca del cazador, que cosió con rectitud y respeto sin inmutarse tras los gemidos del hombre del desafortunado destino.
Y con la daga partió la lengua dándola de recuerdo en las manos a Lucio, para que continuara su trabajo, ya que el hombre seguía vivo…pero casi muerto en vida. Luego Kaira se limpió las manos de la sangre del cazador con unos trapos que habían en el bolso de Lucio, que como antes ya se había especificado, ambos seres siempre iban preparados para todo.
-Aquí tienes Lucio… es todo tuyo. Aunque lo desearía para nuestra cena… pero usted decida de acuerdo a su paladar…- dijo a Lucio con voz elegante mientras acariciaba y tomaba con su mano el cuello de su dueño, esbozándole una media sonrisa pícara y con la elegancia característica de la cambiante.
Kaira Lecter- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 13/10/2016
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El Hechicero y el Gato (Lucio)
Mi preciosa gata observo animada la situación mientras la acariciaba , casi podía oírla ronronear, restregándose por mis piernas. De sobra sabia pronto recuperaría sus formas, era de las que le gustaba divertirse y solo mirar era demasiado simple para alguien como ella.
Entre luces y sombras su cuerpo empezó a mutar, una sonrisa ladina en mi rostro dibujo su figura, sin duda me arrepentí de llevar ropa para ella, así, desnuda aquello me excitaba mucho mas.
El cazador también clavó sus sucios ojos en lo que era mio, con un movimiento de mano le hice girar el cuello, casi partiendoselo, mientras negaba con un dedo en su dirección sin quitar la mueca divertida de mis labios.
Una risa divertida cuando esta se acercó a nosotros de nuevo, era su turno y yo seguía sentado, me faltaba aplaudir del entusiasmo, sinceramente no me esperaba una mañana tan divertida, tendría que acudir mas veces la mercado.
El torpe cazador se dirigió a mi gatita con una gran falta de respeto ¿quería comprármela? No pude evitar sonreír de medio lado esperando la reacción del salvaje animal que me acompañaba a todas partes.
Ladeé la cabeza entretenido viendo como ese hombre se relamía en un tic nervioso frente a ella.
Había soltado el ovillo de lana en forma de cazador y la pequeña gata parecía dispuesta a jugar con el hasta deshilacharlo.
Las afiladas palabras de Kaira se clavaban como cuchillas, claro que el filo real, aun no la había probado el muy desgraciado.
-Quiero tocarte “la concha” -bromeé mirando a mi gata entre risas.
Deslice mi mano por su pierna ascendiendo hasta hundirla entre sus piernas, acariciando con suavidad su intimidad.
-¿esto es lo que no podre tocar? -susurré con la voz ronca.
Un movimiento de la gata fue suficiente para que la lengua quedara dividida en dos, afilado acero que sajo de cuajo el órgano que mantenía mas dentro que fuera de su boca.
El desgraciado cayó al suelo de rodillas, llorando desesperado, suplicando sin lengua por su vida.
Kaira se apiado de él, menos mal que siempre llevaba algo de repuesto y así cosió una lengua nueva que le iría mas a conjunto con su cara.
Tiré de ella montandola sobre mi a horcajadas, su regalo la lengua de aquel tipo.
Rocé sus labios con los míos mientras de fondo escuchaba los lamentos del pobre cazador.
-No se porque gime, ahora su boca siempre sabrá a pesado ¿no quiera lamer conchas? -bromeé dejando que nuestros alientos se fundieran en uno.
Empezaba a molestarme los lamentos del inútil ese, así que con la misma daga, lengua incluida y sin bajar a mi gata de mis piernas, la hundí en su cráneo con saña. Tres veces lo hice, hasta que la sangre baño nuestros pies y su llanto dejo de ser eco en el callejón.
-¿Por donde íbamos? -susurré contra su boca deslizando mis manos por las cintas de su corseé.
Entre luces y sombras su cuerpo empezó a mutar, una sonrisa ladina en mi rostro dibujo su figura, sin duda me arrepentí de llevar ropa para ella, así, desnuda aquello me excitaba mucho mas.
El cazador también clavó sus sucios ojos en lo que era mio, con un movimiento de mano le hice girar el cuello, casi partiendoselo, mientras negaba con un dedo en su dirección sin quitar la mueca divertida de mis labios.
Una risa divertida cuando esta se acercó a nosotros de nuevo, era su turno y yo seguía sentado, me faltaba aplaudir del entusiasmo, sinceramente no me esperaba una mañana tan divertida, tendría que acudir mas veces la mercado.
El torpe cazador se dirigió a mi gatita con una gran falta de respeto ¿quería comprármela? No pude evitar sonreír de medio lado esperando la reacción del salvaje animal que me acompañaba a todas partes.
Ladeé la cabeza entretenido viendo como ese hombre se relamía en un tic nervioso frente a ella.
Había soltado el ovillo de lana en forma de cazador y la pequeña gata parecía dispuesta a jugar con el hasta deshilacharlo.
Las afiladas palabras de Kaira se clavaban como cuchillas, claro que el filo real, aun no la había probado el muy desgraciado.
-Quiero tocarte “la concha” -bromeé mirando a mi gata entre risas.
Deslice mi mano por su pierna ascendiendo hasta hundirla entre sus piernas, acariciando con suavidad su intimidad.
-¿esto es lo que no podre tocar? -susurré con la voz ronca.
Un movimiento de la gata fue suficiente para que la lengua quedara dividida en dos, afilado acero que sajo de cuajo el órgano que mantenía mas dentro que fuera de su boca.
El desgraciado cayó al suelo de rodillas, llorando desesperado, suplicando sin lengua por su vida.
Kaira se apiado de él, menos mal que siempre llevaba algo de repuesto y así cosió una lengua nueva que le iría mas a conjunto con su cara.
Tiré de ella montandola sobre mi a horcajadas, su regalo la lengua de aquel tipo.
Rocé sus labios con los míos mientras de fondo escuchaba los lamentos del pobre cazador.
-No se porque gime, ahora su boca siempre sabrá a pesado ¿no quiera lamer conchas? -bromeé dejando que nuestros alientos se fundieran en uno.
Empezaba a molestarme los lamentos del inútil ese, así que con la misma daga, lengua incluida y sin bajar a mi gata de mis piernas, la hundí en su cráneo con saña. Tres veces lo hice, hasta que la sangre baño nuestros pies y su llanto dejo de ser eco en el callejón.
-¿Por donde íbamos? -susurré contra su boca deslizando mis manos por las cintas de su corseé.
Lucio Sacro- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 148
Fecha de inscripción : 03/11/2016
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