AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fire meet gasoline ~ priv.
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Fire meet gasoline ~ priv.
Con las manos metidas en los bolsillos, camino lentamente por la avenida principal de París. Hace una hora que ha anochecido, pero al ser invierno, son apenas las seis de la tarde. De modo que, iluminados por el tenue brillo de las farolas, restaurantes y negocios continúan abiertos, atendiendo a los numerosos transeúnten que abarrotan las empedradas calles de la ciudad de la luz. La mayoría son compradores de última hora, o incluso familias que buscan algún lugar para cenar y celebrar la velada. El sonido de sus conversaciones se entremezcla con el de los cascos de los caballos, provenientes de los carromatos que atraviesan de vez en cuando la avenida comercial. Los ciudadanos ríen y charlan con las mejillas encendidas por el frío, mientras sus aliento se transforman en vapor por el contraste del calor con el clima. Uno de ellos resbala a pocos metros de mi, pero consigue agarrarse justo a tiempo a otro de sus acompañantes. Y es que el suelo está cubierto de hielo, resbaladizo por la nieve. Algunos copos han anidado ya entre mis oscuros rizos; al derretirse los dejan brillantes y mojados, de modo que brillan ligeramente bajo la luz de las farolas. Recuerdo que, cuando era humano, la nieve me resultaba irritante. Era bonita, cierto, pero también molesta y fría. Calaba las prendas de vestir, y te dejaba con una sensación de entumecimiento en los miembros descubiertos. Ahora todo eso ya es leyenda; la nieve está a una temperatura muy similar a la de mi cuerpo, de manera que, lejos de resultar incómoda, ha quedado relegada a la categoría de indiferente. Puede que si su temperatura fuera lo suficientemente extrema me hiciera sentir algo a través de mi blanca piel de mármol; tendré que hacer la prueba algún día, pienso mientras continúo caminando a través del rebaño humano. Las experiencias humanas que son lo único que me impiden perder el control de mis sentimientos, transformándome en un depredador tan despiadado como implacable.
La razón por la cual estoy aquí se detiene unos metros más adelante, de manera que yo también me paro, fingiendo mirar el contenido de un escaparate. El interior del local está algo oscuro, de modo que lo que veo reflejado en él no es el producto que vende, sino mi propia imagen: la de un joven de 31 años tan pálido como la leche, de rasgos marcados y angulosos. Su mirada es tan triste como inteligente, y brilla con un fulgor sobrenatural desde sus intensos iris azulados. Su rostro está enmarcado por una mata de bucles morenos, que caen graciosamente hasta la altura de sus hombros. En vida, mi aspecto era el de un caballero francés de la época, cuyos defectos le dotaban de una vulnerabilidad extremadamente humana. Las pequeñas arrugas que la edad me había provocado hacían mi rostro casi encantador. Jamás había sido hermoso, pero aun así tenía algo en mis rasgos que algunas mujeres y hombres encontraban atrayente. La inmortalidad borró de un plumazo cualquier signo de debilidad que pudiera existir en mi. Las arrugas se difuminaron como si jamás hubieran existido, y cualquier rasgo expresivo fue sustituido por un envolvente halo de misterio. Mis ojos ya no son cálidos, sino fríos; la mirada de un depredador, diseñada para durar a través de los siglos sin sufrir ni un solo defecto. Y mi rostro, pese a poseer la misma fisonomía, posee una belleza propia de la que antes carecía. Todavía me sobresalto interiormente cada vez que veo mi propio reflejo, incapaz de relacionarlo con el del Jean que una vez fui. Es algo a lo que tendré que acostumbrarme, ya que ahora ese es el aspecto que me corresponde. Hasta que el sol salga por el oeste y se ponga por el este, los mares se sequen, y las montañas se mezan como hojas al viento. Sólo entonces recuperaré la mortalidad, y mi vida volverá a ser como era.
Desviando la mirada del escaparate, me fijo unos instantes en mi presa. Se trata de una hermosa muchacha de largos cabellos lacios, del mismo color que el trigo. Se llama Lana, y continúa detenida mirando una de las tiendas, sus mejillas arreboladas encantadoramente por el efecto del frío. Sus ojos rasgados son de un azul tan intenso como el cielo de Luisiana, y sus dientes, blancos como perlas. La vi por primera vez la segunda noche de mi existencia, mientras deambulaba como una alma en pena por la gran urbe parisina. Su aspecto me recordó al de una muñeca de porcelana, como las que coleccionaba mi madre cuando Varek y yo éramos pequeños. Colocadas con infinito cuidado en las estanterías de su cuarto de costura, estaban prohibidas para nosotros desde que rompimos la vajilla rosada. Aun así, mi hermano y yo las habíamos observado en infinidad de ocasiones, siempre bajo la atenta mirada de nuestra madre o de algunas de nuestras criadas. Eran inalcanzables, pero hermosas; igual que la joven mortal, que rebosaba vida y encanto con cada gesto que realizaba. Fue amor a primera vista, o mejor dicho, encaprichamiento. Ella tenía todo lo que yo había perdido: familia, juventud, mortalidad. No tenía que esconderse de sus seres queridos por miedo al rechazo, ni tampoco sesgaba una vida como precio por cada noche vivida en la oscuridad. La existencia de Lana era tan corriente, tan mundana, que resultaba muy tentador vivir la vida a través de ella. Y eso es exactamente lo que llevo haciendo durante esta última semana: aplazar mis problemas personales para seguirla desde la distancia. Es mucho más sencillo que detenerme a valorar mi situación, evitando caer en la espiral de desesperación en la que me sumiría por todo lo que he perdido.
Sumido en mis pensamientos, reanudo mi caminar al ver que la joven se pone de nuevo en marcha. Parece algo distraída, y puede que sea por eso que, cuando un nuevo carro de caballos trata de abrirse paso entre la población, ella no se aparta de su trayectoria. El cochero emite un grito de alerta desesperado, pero ya es demasiado tarde; el carruaje no puede frenar a tan corta distancia, y los caballos están a tan solo un par de metros de aplastar bajo sus cascos a la hermosa doncella.
No lo pienso dos veces antes de reaccionar. Haciendo gala de una agilidad sobrehumana, recorro la distancia que me separa de ella para apartarla del peligro. Suavemente para no dañarla, la tomo por la cintura para atraerla hacia mi justo un instante antes de que los caballos la arrollen. La multitud suelta un gemido ahogado, preocupada; saben que el accidente podría haber resultado fatal, y están entre asustados y aliviados. Nadie se había fijado en mi con anterioridad, de modo que ninguno deduce que yo no me encontraba junto a ella en el momento del accidente. En cuanto ven que la muchacha está sin un rasguño, continúan con su camino. Sin embargo, yo me encuentro con un problema que no había previsto. Y es que ahora, involuntariamente, he dado a conocer mi aspecto a la joven. Parece que mis días de perseguirla desde las sombras acaban de terminarse.
- ¿Se encuentra bien, mademoiselle? - Le pregunto, apartándome grácilmente para dejarle su espacio vital. Mirándola fijamente a los ojos, escudriño sus rasgos en busca de algo que me indique malestar en ella. No sería extraño, teniendo en cuenta la situación; de hecho, me sorprendería que se hallase en algo que no sea un estado de shock - ¿La han herido los caballos?
La razón por la cual estoy aquí se detiene unos metros más adelante, de manera que yo también me paro, fingiendo mirar el contenido de un escaparate. El interior del local está algo oscuro, de modo que lo que veo reflejado en él no es el producto que vende, sino mi propia imagen: la de un joven de 31 años tan pálido como la leche, de rasgos marcados y angulosos. Su mirada es tan triste como inteligente, y brilla con un fulgor sobrenatural desde sus intensos iris azulados. Su rostro está enmarcado por una mata de bucles morenos, que caen graciosamente hasta la altura de sus hombros. En vida, mi aspecto era el de un caballero francés de la época, cuyos defectos le dotaban de una vulnerabilidad extremadamente humana. Las pequeñas arrugas que la edad me había provocado hacían mi rostro casi encantador. Jamás había sido hermoso, pero aun así tenía algo en mis rasgos que algunas mujeres y hombres encontraban atrayente. La inmortalidad borró de un plumazo cualquier signo de debilidad que pudiera existir en mi. Las arrugas se difuminaron como si jamás hubieran existido, y cualquier rasgo expresivo fue sustituido por un envolvente halo de misterio. Mis ojos ya no son cálidos, sino fríos; la mirada de un depredador, diseñada para durar a través de los siglos sin sufrir ni un solo defecto. Y mi rostro, pese a poseer la misma fisonomía, posee una belleza propia de la que antes carecía. Todavía me sobresalto interiormente cada vez que veo mi propio reflejo, incapaz de relacionarlo con el del Jean que una vez fui. Es algo a lo que tendré que acostumbrarme, ya que ahora ese es el aspecto que me corresponde. Hasta que el sol salga por el oeste y se ponga por el este, los mares se sequen, y las montañas se mezan como hojas al viento. Sólo entonces recuperaré la mortalidad, y mi vida volverá a ser como era.
Desviando la mirada del escaparate, me fijo unos instantes en mi presa. Se trata de una hermosa muchacha de largos cabellos lacios, del mismo color que el trigo. Se llama Lana, y continúa detenida mirando una de las tiendas, sus mejillas arreboladas encantadoramente por el efecto del frío. Sus ojos rasgados son de un azul tan intenso como el cielo de Luisiana, y sus dientes, blancos como perlas. La vi por primera vez la segunda noche de mi existencia, mientras deambulaba como una alma en pena por la gran urbe parisina. Su aspecto me recordó al de una muñeca de porcelana, como las que coleccionaba mi madre cuando Varek y yo éramos pequeños. Colocadas con infinito cuidado en las estanterías de su cuarto de costura, estaban prohibidas para nosotros desde que rompimos la vajilla rosada. Aun así, mi hermano y yo las habíamos observado en infinidad de ocasiones, siempre bajo la atenta mirada de nuestra madre o de algunas de nuestras criadas. Eran inalcanzables, pero hermosas; igual que la joven mortal, que rebosaba vida y encanto con cada gesto que realizaba. Fue amor a primera vista, o mejor dicho, encaprichamiento. Ella tenía todo lo que yo había perdido: familia, juventud, mortalidad. No tenía que esconderse de sus seres queridos por miedo al rechazo, ni tampoco sesgaba una vida como precio por cada noche vivida en la oscuridad. La existencia de Lana era tan corriente, tan mundana, que resultaba muy tentador vivir la vida a través de ella. Y eso es exactamente lo que llevo haciendo durante esta última semana: aplazar mis problemas personales para seguirla desde la distancia. Es mucho más sencillo que detenerme a valorar mi situación, evitando caer en la espiral de desesperación en la que me sumiría por todo lo que he perdido.
Sumido en mis pensamientos, reanudo mi caminar al ver que la joven se pone de nuevo en marcha. Parece algo distraída, y puede que sea por eso que, cuando un nuevo carro de caballos trata de abrirse paso entre la población, ella no se aparta de su trayectoria. El cochero emite un grito de alerta desesperado, pero ya es demasiado tarde; el carruaje no puede frenar a tan corta distancia, y los caballos están a tan solo un par de metros de aplastar bajo sus cascos a la hermosa doncella.
No lo pienso dos veces antes de reaccionar. Haciendo gala de una agilidad sobrehumana, recorro la distancia que me separa de ella para apartarla del peligro. Suavemente para no dañarla, la tomo por la cintura para atraerla hacia mi justo un instante antes de que los caballos la arrollen. La multitud suelta un gemido ahogado, preocupada; saben que el accidente podría haber resultado fatal, y están entre asustados y aliviados. Nadie se había fijado en mi con anterioridad, de modo que ninguno deduce que yo no me encontraba junto a ella en el momento del accidente. En cuanto ven que la muchacha está sin un rasguño, continúan con su camino. Sin embargo, yo me encuentro con un problema que no había previsto. Y es que ahora, involuntariamente, he dado a conocer mi aspecto a la joven. Parece que mis días de perseguirla desde las sombras acaban de terminarse.
- ¿Se encuentra bien, mademoiselle? - Le pregunto, apartándome grácilmente para dejarle su espacio vital. Mirándola fijamente a los ojos, escudriño sus rasgos en busca de algo que me indique malestar en ella. No sería extraño, teniendo en cuenta la situación; de hecho, me sorprendería que se hallase en algo que no sea un estado de shock - ¿La han herido los caballos?
Última edición por Jean D. Lachance el Vie Feb 17, 2017 2:52 am, editado 1 vez
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Baje las escaleras con rapidez. El agua de los charcos se colaba por mis zapatos y me calaba los pies, provocando que de vez en cuando un escalofrío recorriese mi cuerpo. Mi nariz y orejas estaban rojas por el frío. Al igual que mis dedos debajo de los guantes. Me paré unos segundos para meditar que quizás ya era tarde para tratar de calentar las manos con ellos puestos. Es por eso que me los quité volviendo a caminar y los guardé en los bolsillos de la negra chaqueta.
Cuando llegué a la calle principal, me paré de nuevo a mirar la fachada donde el gran cartel del Bufete de abogados Lachance se alzaba majestuoso. No acababa de encontrar un pequeño tiempo para darme el respiro y el lujo de visitarlos y poder ayudar a Anna en todo el embrollo del negocio de su padre. Hasta ahora la única solución había sido ayudarla, y por eso salía a estas horas de la repostería.
Me gustaba hacer repostería, me gustaba como me olía el pelo, o como olía toda mi ropa cuando salía de allí. El olor a azúcar o pan recién horneado era lo más parecido que tenía en Londres para recordar a mi madre en Noruega.
Di un pequeño salto para esquivar el charco. Mis pasos eran rápidos, para intentar evitar al frío y coger cuanto antes la cama, pero la curiosidad iba tan pegada a mi siempre, que cada detalle me parecía un mundo. Alcé la mirada hacía la luna cuando al doblar la esquina su fulgor me hizo entrecerrar los ojos. Los edificios hasta ahora habían sido tan altos que la habían ocultado, y ahora que nos encontrábamos frente a frente me deslumbraba.
En un abrir y cerrar de ojos siento un fuerte golpe contra mi cuerpo y un fuerte olor a hombre. Mi cuerpo se aferra al suyo para no caer al suelo. Mis brazos rodeando su cuello y por unos segundo siento que mis pies no tocan el suelo. La cabeza me da vueltas y mi hundo mi rostro en su pecho, hasta que noto de nuevo que hay suelo firme. Me separo algo aturdida, y miro alderredor, con la boca entreabierta me veo parada a unos metros, por donde ahora pasa un carruaje con cuatro caballos. Entonces es cuando caigo en cuenta de lo que ha pasado y me separo levemente del muchacho, sin soltar con mi mano derecha su chaqueta por miedo de que mi cuerpo aun falle. Mi cabeza se mueve suavemente arriba y abajo a la vez que siento que mis mejillas comienzan a enrojecer por la vergüenza que estoy pasando. El calor me sorprende de golpe mientras niego ahora con suavidad. Mis ojos se posan en los suyos, y le observo. Detenidamente. Es guapo, quizás el hombre más guapo que he visto desde que he llegué a Paris. Tiene unos perfectos rizos negros, que caen sobre su frente, su barba de pocos días le hace interesante, al igual que esa mirada seria.
Muerdo mi labio inferior y me percato de que aun le estoy agarrando. Alzo ambas cejas y separo mi mano con rapidez, acogiéndola con la mano izquierda para darla cobijo por el atrevimiento - Disculpe - digo bajando la cabeza, en tono afable - Gracias por salvarme - me aventuro a decir, mientras mis ojos se posan en los suyos de manera modesta.
Cuando llegué a la calle principal, me paré de nuevo a mirar la fachada donde el gran cartel del Bufete de abogados Lachance se alzaba majestuoso. No acababa de encontrar un pequeño tiempo para darme el respiro y el lujo de visitarlos y poder ayudar a Anna en todo el embrollo del negocio de su padre. Hasta ahora la única solución había sido ayudarla, y por eso salía a estas horas de la repostería.
Me gustaba hacer repostería, me gustaba como me olía el pelo, o como olía toda mi ropa cuando salía de allí. El olor a azúcar o pan recién horneado era lo más parecido que tenía en Londres para recordar a mi madre en Noruega.
Di un pequeño salto para esquivar el charco. Mis pasos eran rápidos, para intentar evitar al frío y coger cuanto antes la cama, pero la curiosidad iba tan pegada a mi siempre, que cada detalle me parecía un mundo. Alcé la mirada hacía la luna cuando al doblar la esquina su fulgor me hizo entrecerrar los ojos. Los edificios hasta ahora habían sido tan altos que la habían ocultado, y ahora que nos encontrábamos frente a frente me deslumbraba.
En un abrir y cerrar de ojos siento un fuerte golpe contra mi cuerpo y un fuerte olor a hombre. Mi cuerpo se aferra al suyo para no caer al suelo. Mis brazos rodeando su cuello y por unos segundo siento que mis pies no tocan el suelo. La cabeza me da vueltas y mi hundo mi rostro en su pecho, hasta que noto de nuevo que hay suelo firme. Me separo algo aturdida, y miro alderredor, con la boca entreabierta me veo parada a unos metros, por donde ahora pasa un carruaje con cuatro caballos. Entonces es cuando caigo en cuenta de lo que ha pasado y me separo levemente del muchacho, sin soltar con mi mano derecha su chaqueta por miedo de que mi cuerpo aun falle. Mi cabeza se mueve suavemente arriba y abajo a la vez que siento que mis mejillas comienzan a enrojecer por la vergüenza que estoy pasando. El calor me sorprende de golpe mientras niego ahora con suavidad. Mis ojos se posan en los suyos, y le observo. Detenidamente. Es guapo, quizás el hombre más guapo que he visto desde que he llegué a Paris. Tiene unos perfectos rizos negros, que caen sobre su frente, su barba de pocos días le hace interesante, al igual que esa mirada seria.
Muerdo mi labio inferior y me percato de que aun le estoy agarrando. Alzo ambas cejas y separo mi mano con rapidez, acogiéndola con la mano izquierda para darla cobijo por el atrevimiento - Disculpe - digo bajando la cabeza, en tono afable - Gracias por salvarme - me aventuro a decir, mientras mis ojos se posan en los suyos de manera modesta.
Lana Berset- Humano Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 04/01/2017
Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Inconscientemente, aislo sus pensamientos para captar qué es lo que está pensando. La telepatía es una de las habilidades más útiles que adquirí con la muerte, permitiéndome escuchar los pensamientos, imágenes y sensaciones que emiten la personas que me rodean. No es que suela prestarles atención;en realidad, resulta bastante molesto estar rodeado constantemente por señales mentales. Es como un murmullo de voces, que hasta que no aprendes a filtrar te impide pensar con claridad. Aun así, resulta bastante útil para manipular a los demás. Sabes qué es lo que quieren escuchar, cómo se sienten en cada momento. Qué reacciones o comentarios serán mejor recibidos, y corregir los que hayan sido malinterpretados. Captar pensamientos agresivos hacia uno mismo, previniéndonos de los ataques furtivos de los cazadores. Incluso te permite obtener información que el sujeto quiera mantener en secreto analizando los recuerdos ajenos. Las posibilidades desde el punto de vista de la abogacía son infinitas... pero no me atrevo a volver al despacho sin haber arreglado de algún modo mi vida, y mucho menos ejercer como letrado. Son demasiadas las cosas que tengo que arreglar antes de hacerlo. Y ninguna implica permitir que Varek sepa dónde va a poder encontrarme.
Miro fijamente a los claros ojos de Lana, todavía sin sonreír. Sus mejillas están teñidas por un bonito color rosado, fruto de su turbación. Sus pensamientos me revelan que la incomodidad se debe a una mezcla entre la vergüenza y mi cercanía. Y es que, al parecer, la rubia me considera atractivo. Una agradable calidez se extiende por mi cuerpo al comprenderlo. No estoy acostumbrado a los cambios en mi aspecto, diseñado por la naturaleza para atraer inevitablemente a mis presas. Pero de todos modos, me gusta; me proporciona una autoestima de la que carecía cuando era sólo un humano, débil y expuesto a lo que otros seres más fuertes que yo quisieran hacer conmigo.
- No hay de qué - Respondo a la muchacha cuando me da las gracias por salvarla. Sus ojos brillan como estrellas bajo la intensa luz de las farolas, avivando mi encaprichamiento por ella. Es tan hermosa... tan humana. Lo mejor que podría hacer por ella es dejar que siguiera su camino, en lugar de jugar con ella. Pero soy un egoísta, y no quiero hacerlo. No después de haber fantaseado tantas veces con mostrarme por fin ante de ella - ¿Seguro que está bien? - Le pregunto al fin. El tráfico se ha reanudado después de que nos apartásemos, colocándonos frente al decorado escaparate de una pequeña floristería - Me sentiría más tranquilo si me dejase invitarla al menos a una bebida caliente. Algo para reconfortarle el alma, antes de que se marche a casa. Para hacerle olvidar el casi accidente.
Miro fijamente a los claros ojos de Lana, todavía sin sonreír. Sus mejillas están teñidas por un bonito color rosado, fruto de su turbación. Sus pensamientos me revelan que la incomodidad se debe a una mezcla entre la vergüenza y mi cercanía. Y es que, al parecer, la rubia me considera atractivo. Una agradable calidez se extiende por mi cuerpo al comprenderlo. No estoy acostumbrado a los cambios en mi aspecto, diseñado por la naturaleza para atraer inevitablemente a mis presas. Pero de todos modos, me gusta; me proporciona una autoestima de la que carecía cuando era sólo un humano, débil y expuesto a lo que otros seres más fuertes que yo quisieran hacer conmigo.
- No hay de qué - Respondo a la muchacha cuando me da las gracias por salvarla. Sus ojos brillan como estrellas bajo la intensa luz de las farolas, avivando mi encaprichamiento por ella. Es tan hermosa... tan humana. Lo mejor que podría hacer por ella es dejar que siguiera su camino, en lugar de jugar con ella. Pero soy un egoísta, y no quiero hacerlo. No después de haber fantaseado tantas veces con mostrarme por fin ante de ella - ¿Seguro que está bien? - Le pregunto al fin. El tráfico se ha reanudado después de que nos apartásemos, colocándonos frente al decorado escaparate de una pequeña floristería - Me sentiría más tranquilo si me dejase invitarla al menos a una bebida caliente. Algo para reconfortarle el alma, antes de que se marche a casa. Para hacerle olvidar el casi accidente.
Última edición por Jean D. Lachance el Vie Feb 17, 2017 2:50 am, editado 1 vez
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 220
Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Entrelacé mis dedos nerviosa, mordiéndome el labio inferior. Mi corazón latía con fuerza y el frío provocaba que mis ojos estuvieran cristalinos, a punto de derramar lagrimas. Trataba de concentrarme y asimilar todo lo que había sucedido. Pero era difícil, porque olía genial.. porque era apuesto, por que su voz me cautivaba hasta hacerme perder la razón, y no parecía estar dispuesta a que volviese a ser yo, ya que apenas me dejaba respirar entre frase y frase.
Tras unos segundos y acomodándome la bufanda le volví a mirar, dándome cuenta de que su rostro me era familiar. Era el abogado con el que siempre quería citarme, pero nunca veía momento. El destino había decidido que nos encontráramos de aquella manera y por una extraña razón, mi último deseo era hablar de trabajo con él. El saber quien era me dio algo de tranquilidad ¿Cómo un abogado iba a hacerme nada?.
Nos paramos en acera segura, frente a un escaparate de una floristería. Y mi mirada de posó en mi reflejo, pequeña a su lado, pálida y con rubor ne las mejillas parecía estar enferma. Mi aspecto era realmente horrible y en el fondo de mi corazón sabía que todo lo que estaba sucediendo con el abogado era por cordialidad y mañana, mañana no querría saber nada más de mi.
Tragué saliva mientras alzaba mi cabeza para buscar sus ojos azules-Me encantaría tomar algo caliente en su compañía-susurré echando a caminar para ir a buscar un lugar donde cobijarnos. Aunque nuestra historia ya tuviese el final escrito para esa noche, quería ser yo quien la disfrutara.
Atravesamos la plaza para bajar por unas escaleras que daban al paseo del sena. Nos habíamos encontrado en una zona bastante aislada de tabernas, restaurantes y teníamos una pequeña caminata hasta allí. Durante el camino no me atrevía a mirarle, ni hablar, iba tratado de no tropezar, y de vez en cuando me enamoraba de la belleza de la situación. Ya no llovía y la luna se dejaba ver entre las nubes, que parecían blancas y brillar, al estar cargadas de lluvia.
Me adelanté unos segundo para pararme frente a él, y cortarle el paso - Me llamo Lana - esbocé una sonrisa cuando sentí como algo tiraba de la parte trasera de mi chaqueta, ahogándome al estar atada y lanzándome lejos de Jean.
El golpe fue duro contra la gravilla, aparté mi pelo de mi rostro para ver que estaba pasando y vi como dos hombres se interponía entre Jean y yo, el corazón me iba a mil por hora ¿Iban a robarnos?
Tras unos segundos y acomodándome la bufanda le volví a mirar, dándome cuenta de que su rostro me era familiar. Era el abogado con el que siempre quería citarme, pero nunca veía momento. El destino había decidido que nos encontráramos de aquella manera y por una extraña razón, mi último deseo era hablar de trabajo con él. El saber quien era me dio algo de tranquilidad ¿Cómo un abogado iba a hacerme nada?.
Nos paramos en acera segura, frente a un escaparate de una floristería. Y mi mirada de posó en mi reflejo, pequeña a su lado, pálida y con rubor ne las mejillas parecía estar enferma. Mi aspecto era realmente horrible y en el fondo de mi corazón sabía que todo lo que estaba sucediendo con el abogado era por cordialidad y mañana, mañana no querría saber nada más de mi.
Tragué saliva mientras alzaba mi cabeza para buscar sus ojos azules-Me encantaría tomar algo caliente en su compañía-susurré echando a caminar para ir a buscar un lugar donde cobijarnos. Aunque nuestra historia ya tuviese el final escrito para esa noche, quería ser yo quien la disfrutara.
Atravesamos la plaza para bajar por unas escaleras que daban al paseo del sena. Nos habíamos encontrado en una zona bastante aislada de tabernas, restaurantes y teníamos una pequeña caminata hasta allí. Durante el camino no me atrevía a mirarle, ni hablar, iba tratado de no tropezar, y de vez en cuando me enamoraba de la belleza de la situación. Ya no llovía y la luna se dejaba ver entre las nubes, que parecían blancas y brillar, al estar cargadas de lluvia.
Me adelanté unos segundo para pararme frente a él, y cortarle el paso - Me llamo Lana - esbocé una sonrisa cuando sentí como algo tiraba de la parte trasera de mi chaqueta, ahogándome al estar atada y lanzándome lejos de Jean.
El golpe fue duro contra la gravilla, aparté mi pelo de mi rostro para ver que estaba pasando y vi como dos hombres se interponía entre Jean y yo, el corazón me iba a mil por hora ¿Iban a robarnos?
Lana Berset- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2017
Re: Fire meet gasoline ~ priv.
La muchacha acepta mi invitación con una sonrisa, tras la cual nos ponemos en marcha por las oscuras calles parisinas. Parece nerviosa, lanzándome constantes miradas de reojo cuando se piensa que no la miro. Eso la hace parecer incluso más atractiva a mis ojos, que chispean divertidos bajo la plateada luz de la luna. No puedo evitarlo; su inocencia me atrae casi tanto como su aspecto, pálido y frágil como el de una muñeca de porcelana.
Esbozando una media sonrisa, camino a su lado en completo silencio, disfrutando del calor que emana de su cuerpo. Al llegar al paseo que hay junto al Sena, nos desviamos a la derecha, hacia la zona principal de bares y restaurantes. La silueta de Notre Dame se alza desde la Ilê de la Cité, recortada como una mole contra el oscuro firmamento. Es un recordatorio constante del poderío de Dios para los habitantes de la ciudad, y una macabra broma para quienes sabemos lo que se oculta realmente en sus sótanos. La Sede de la Inquisición en París, dedicada a perseguir a sus hijos descarriados. Aunque no con demasiado éxito.
Pensativo, estoy obsevando los contornos de la catedral cuando la rubia se detiene frente a mi. Su gesto me obliga a parar en seco, sorprendido ante su iniciativa. Devolviéndole la sonrisa, la miro fijamente a sus rasgados ojos claros mientras se presenta. Cuánta ilusión reflejada en su mirada, sin saber que sé cosas de ella que ni ella misma ha advertido aún. Tomando delicadamente su mano, deposito un suave beso en su dorso como se estila en la aristocracia. Mis labios se estremecen al tacto de su piel, suave y cálida como el más fino de los terciopelos. - Encantado, Lana. Yo soy Jean. - Le digo, soltando suavemente su diestra.
El viento cambia en ese momento de dirección, arrastrando un intenso olor a almizcle que quema mis fosas nasales. Arrugando la nariz por el hedor, miro a mi alrededor, buscando quién es el que lo emite. De haber sabido lo que significaba, me habría precipitado a proteger a Lana tan pronto como hubiera llegado hasta a mi. Sin embargo, lo único que puedo hacer es observar con desconcierto cómo algo la arrastra lejos de mi, haciéndola chocar dolorosamente contra una de las paredes del paseo. - ¡Lana! - Grito, antes de que algo duro me empuje un par de metros hacia atrás. Mi cuerpo se estrella contra una de las farolas, que se dobla cediendo ante la dureza marmólea de mi cuerpo. Desconcertado, me levanto con rapidez para esquivar el siguiente golpe de la criatura. Los humanos que nos rodean gritan y corren, huyendo del lugar de la pelea mientras son presas del pánico.
- ¿Quién eres tú? - Gruño, enseñando mis colmillos mientras camino disimuladamente en dirección a Lana. Sé que cualquier movimiento brusco atraería la atención del ser hacia ella, y eso es lo último que quiero. Que se centre en mi y se olvide de la humana, para que ésta pueda tener una oportunidad de escapar de la pelea. No puede morir. No puede. - Pareces humano. ¿Tienes por costumbre atacar a los demás sin que haya ninguna razón para ello? ¿Es que no acaso eres tan cobarde que no puedes ganar una pelea si no es con el factor sorpresa?
En ese momento me percato de la presencia del segundo hombre. Su rostro está torcido en una expresión salvaje, interponiéndose entre Lana y yo de una manera casi provocativa. Un simple vistazo a su mente basta para confirmar que mi estrategia no tendrá éxito; cree que ella es alguien importante para mi, y está dispuesto a hacer todo lo posible para acabar con ella. El nombre de Varek me asalta mientras buceo en sus pensamientos, buscando más información sobre lo que ellos son. Confundido, los miro alternativamente, sin saber muy bien qué relación tienen con mi hermano. ¿Con qué clase de escoria se relaciona Varek, para que ellos dos lo conozcan?
Esbozando una media sonrisa, camino a su lado en completo silencio, disfrutando del calor que emana de su cuerpo. Al llegar al paseo que hay junto al Sena, nos desviamos a la derecha, hacia la zona principal de bares y restaurantes. La silueta de Notre Dame se alza desde la Ilê de la Cité, recortada como una mole contra el oscuro firmamento. Es un recordatorio constante del poderío de Dios para los habitantes de la ciudad, y una macabra broma para quienes sabemos lo que se oculta realmente en sus sótanos. La Sede de la Inquisición en París, dedicada a perseguir a sus hijos descarriados. Aunque no con demasiado éxito.
Pensativo, estoy obsevando los contornos de la catedral cuando la rubia se detiene frente a mi. Su gesto me obliga a parar en seco, sorprendido ante su iniciativa. Devolviéndole la sonrisa, la miro fijamente a sus rasgados ojos claros mientras se presenta. Cuánta ilusión reflejada en su mirada, sin saber que sé cosas de ella que ni ella misma ha advertido aún. Tomando delicadamente su mano, deposito un suave beso en su dorso como se estila en la aristocracia. Mis labios se estremecen al tacto de su piel, suave y cálida como el más fino de los terciopelos. - Encantado, Lana. Yo soy Jean. - Le digo, soltando suavemente su diestra.
El viento cambia en ese momento de dirección, arrastrando un intenso olor a almizcle que quema mis fosas nasales. Arrugando la nariz por el hedor, miro a mi alrededor, buscando quién es el que lo emite. De haber sabido lo que significaba, me habría precipitado a proteger a Lana tan pronto como hubiera llegado hasta a mi. Sin embargo, lo único que puedo hacer es observar con desconcierto cómo algo la arrastra lejos de mi, haciéndola chocar dolorosamente contra una de las paredes del paseo. - ¡Lana! - Grito, antes de que algo duro me empuje un par de metros hacia atrás. Mi cuerpo se estrella contra una de las farolas, que se dobla cediendo ante la dureza marmólea de mi cuerpo. Desconcertado, me levanto con rapidez para esquivar el siguiente golpe de la criatura. Los humanos que nos rodean gritan y corren, huyendo del lugar de la pelea mientras son presas del pánico.
- ¿Quién eres tú? - Gruño, enseñando mis colmillos mientras camino disimuladamente en dirección a Lana. Sé que cualquier movimiento brusco atraería la atención del ser hacia ella, y eso es lo último que quiero. Que se centre en mi y se olvide de la humana, para que ésta pueda tener una oportunidad de escapar de la pelea. No puede morir. No puede. - Pareces humano. ¿Tienes por costumbre atacar a los demás sin que haya ninguna razón para ello? ¿Es que no acaso eres tan cobarde que no puedes ganar una pelea si no es con el factor sorpresa?
En ese momento me percato de la presencia del segundo hombre. Su rostro está torcido en una expresión salvaje, interponiéndose entre Lana y yo de una manera casi provocativa. Un simple vistazo a su mente basta para confirmar que mi estrategia no tendrá éxito; cree que ella es alguien importante para mi, y está dispuesto a hacer todo lo posible para acabar con ella. El nombre de Varek me asalta mientras buceo en sus pensamientos, buscando más información sobre lo que ellos son. Confundido, los miro alternativamente, sin saber muy bien qué relación tienen con mi hermano. ¿Con qué clase de escoria se relaciona Varek, para que ellos dos lo conozcan?
Última edición por Jean D. Lachance el Vie Feb 17, 2017 2:50 am, editado 1 vez
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Miré las palmas de mis manos, llenas de heridas. La sangre se mezclaba con la grabilla y las notaba palpitar... se me habían quemado al intentar parar el golpe contra el suelo. Alcé la vista preocupada cuando veo el cuerpo de Jean salir por los aires. Ahogo un gemido ahogado, incoporandome hasta quedar de rodillas porque las piernas me tiemblan y me veo incapaz de mantenerme de pie. El cuerpo de Jean ha golpeado con tanta fuerza una farola que la ha doblado.
Llevo las manos a mi pecho, con lagrimas en los ojos. Jean ha tenido que quedarse incosciente con ese golpe. Pero me sorpernde levantandose y yo me dejo caer en el suelo, sorprendida. No puedo con todo lo que está pasando. Estoy aterrada y no puedo ahogar el llanto. Las lagrimas se resvalan por mis mejillas, manchadas también de gravilla.
Entre nosotros hay dos hombres. Jean parece que no ha sufrido ni un golpe, si no fuese por su pelo despeinado y la ropa magullada. Sigo sin poder levantarme, tengo tanto miedo que me tiembla todo el cuerpo. Intento presta ratención a las palabras que se dedican pero no consigo comprender nada. Tengo un fuerte zumbido en la cabeza, seguramente consecuencia del golpe y el miedo.
El ladea la cabeza mirandome y después observa a Jean de nuevo - ¿Es tu... como lo llamais, esclava? Le has lavado el cerebro? Es normal que tu hermano acabe con los que son como tú. ¿Pero... que tenemos de malo nosotros? Lachance? dímelo - grita cabreado alzando un puño - Dime que tenemos para que estemos siendo eliminados uno a uno por los que son de la calaña de tu hermano - su amigo gruñe con fuerza y da otro paso hacía mi. En ese momento el que hablaba se avalanza sobre Jean y yo suelto un grito que me quema la garganta.
Llevo las manos a mi pecho, con lagrimas en los ojos. Jean ha tenido que quedarse incosciente con ese golpe. Pero me sorpernde levantandose y yo me dejo caer en el suelo, sorprendida. No puedo con todo lo que está pasando. Estoy aterrada y no puedo ahogar el llanto. Las lagrimas se resvalan por mis mejillas, manchadas también de gravilla.
Entre nosotros hay dos hombres. Jean parece que no ha sufrido ni un golpe, si no fuese por su pelo despeinado y la ropa magullada. Sigo sin poder levantarme, tengo tanto miedo que me tiembla todo el cuerpo. Intento presta ratención a las palabras que se dedican pero no consigo comprender nada. Tengo un fuerte zumbido en la cabeza, seguramente consecuencia del golpe y el miedo.
El ladea la cabeza mirandome y después observa a Jean de nuevo - ¿Es tu... como lo llamais, esclava? Le has lavado el cerebro? Es normal que tu hermano acabe con los que son como tú. ¿Pero... que tenemos de malo nosotros? Lachance? dímelo - grita cabreado alzando un puño - Dime que tenemos para que estemos siendo eliminados uno a uno por los que son de la calaña de tu hermano - su amigo gruñe con fuerza y da otro paso hacía mi. En ese momento el que hablaba se avalanza sobre Jean y yo suelto un grito que me quema la garganta.
Lana Berset- Humano Clase Media
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
La tensión flota en el ambiente, provocada por las constantes miradas de odio que los licántropos realizan en mi dirección. Sus rostros están desencajados por la ira, y sus manos tiemblan visiblemente por su falta de autocontrol. Está claro que no están acostumbrados a contener su temperamento; seguramente, pertenecen a esa categoría de sobrenaturales que reaccionan con violencia ante cada provocación.
Cauteloso, observo el entorno que me rodea para elaborar una estrategia cuando uno de ellos empieza a balbucear algo sobre Varek. No entiendo a lo que se refiere, ni porqué habla de él como si fuera alguien conocido. Un asesino de "los que son como yo". En cualquier caso, no pienso caer en su trampa. Y es que sus palabras están destinadas, a todas luces, a hacerme perder la concentración. Quieren que baje la guardia para poder acabar conmigo, lo sé; sus auras así me lo advierten, de una intensa tonalidad rojiza. Dando un par de pasos hacia atrás, finjo sentirme acorralado mientras me acerco a donde está la farola caída. Ellos avanzan inconscientemente la misma distancia, gruñendo de una manera casi salvaje. Puede que no se hayan percatado de ello, pero haciéndolo han despejado una vía de escape para Lana. Tardarán un par de segundos en detenerla si echa a correr, pero si es lo suficientemente rápida, podrá aprovecharla para huir.
"Lana" -Le digo telepáticamente, manteniendo el contacto visual con ella - "Tranquilízate, Lana. Soy yo, Jean. No voy a dejar que te hagan daño, ¿vale? Así que prestame mucha atención" - Hago una pequeña pausa, pero no demasiado larga; no tengo tiempo para esperar a que asimile el hecho de que estoy susurrándole en su mente, de una manera que sería imposible para cualquier persona normal. - "Ahora voy a distraerlos, y quiero que te alejes corriendo tan rápido como te lo permitan las piernas. No importa lo que oigas o veas ahora. Corre. Huye. Entra en el primer lugar abarrotado de gente que encuentres y quédate allí. Yo te encontraré después. Te lo prometo.".
Corto el vínculo telepático nada más acabar de transmitirle el mensaje, como precaución. Todavía soy un novato en los asuntos sobrenaturales, y no sé si los licántropos pueden percibir cuando un vampiro se está comunicando mentalmente con otra persona. En cualquier caso, sus rostros no dejan traslucir información alguna; sólo el odio y la desesperación que sienten ahora mismo, y que extienden hacia Lana pensándose que es algo así como mi esclava. Es hora de que empiece la función.
- Estás muy equivocado, chico, si crees que esa chica significa algo para mi - Le digo, soltando una carcajada que pretende ser prepotente. La risa parece desconcertarles, y sus pensamientos me indican porqué; sus contactos me habían descrito como alguien débil, protegido de la violencia por mi hermano. No como alguien sin sentimientos humanos de ningún tipo. Todavía esbozando una amplia sonrisa, retrocedo un par de pasos más, manteniendo el contacto visual con ellos. Ahora, Lana, aprovecha para huir. - Si lo que quieres es saber la verdad, te la diré; pensaba acabar con su vida esta noche. Tienes razón, soy el monstruo que parezco, y ella no es más que una víctima. Como tú, ¿no? ¿A qué esperas para atacarme, cobarde?
Mi provocación hace que uno de ellos salte hacia mi, metamorfoseándose en un lobo castaño antes siquiera de tocar el suelo. Tan rápido como soy capaz, me agacho hacia un lado, tomando la parte superior de la farola que hay quebrada en el suelo. El metal, doblado por el impacto anterior, choca contra el licántropo cuando lo lanzo con todas mis fuezas hacia él. Impacta a toda velocidad contra su peludo torso, partiéndole unas cuantas costillas con un chasquido que resuena en la oscura noche.
El dolor provoca que el hombre lobo vuelva a transformarse en humano, gimiendo mientras la sangre brota de su torso. Estará inmovilizado, al menos hasta que acabe de curarse; suficiente para darme tiempo a acabar con el otro licántropo.
Cauteloso, observo el entorno que me rodea para elaborar una estrategia cuando uno de ellos empieza a balbucear algo sobre Varek. No entiendo a lo que se refiere, ni porqué habla de él como si fuera alguien conocido. Un asesino de "los que son como yo". En cualquier caso, no pienso caer en su trampa. Y es que sus palabras están destinadas, a todas luces, a hacerme perder la concentración. Quieren que baje la guardia para poder acabar conmigo, lo sé; sus auras así me lo advierten, de una intensa tonalidad rojiza. Dando un par de pasos hacia atrás, finjo sentirme acorralado mientras me acerco a donde está la farola caída. Ellos avanzan inconscientemente la misma distancia, gruñendo de una manera casi salvaje. Puede que no se hayan percatado de ello, pero haciéndolo han despejado una vía de escape para Lana. Tardarán un par de segundos en detenerla si echa a correr, pero si es lo suficientemente rápida, podrá aprovecharla para huir.
"Lana" -Le digo telepáticamente, manteniendo el contacto visual con ella - "Tranquilízate, Lana. Soy yo, Jean. No voy a dejar que te hagan daño, ¿vale? Así que prestame mucha atención" - Hago una pequeña pausa, pero no demasiado larga; no tengo tiempo para esperar a que asimile el hecho de que estoy susurrándole en su mente, de una manera que sería imposible para cualquier persona normal. - "Ahora voy a distraerlos, y quiero que te alejes corriendo tan rápido como te lo permitan las piernas. No importa lo que oigas o veas ahora. Corre. Huye. Entra en el primer lugar abarrotado de gente que encuentres y quédate allí. Yo te encontraré después. Te lo prometo.".
Corto el vínculo telepático nada más acabar de transmitirle el mensaje, como precaución. Todavía soy un novato en los asuntos sobrenaturales, y no sé si los licántropos pueden percibir cuando un vampiro se está comunicando mentalmente con otra persona. En cualquier caso, sus rostros no dejan traslucir información alguna; sólo el odio y la desesperación que sienten ahora mismo, y que extienden hacia Lana pensándose que es algo así como mi esclava. Es hora de que empiece la función.
- Estás muy equivocado, chico, si crees que esa chica significa algo para mi - Le digo, soltando una carcajada que pretende ser prepotente. La risa parece desconcertarles, y sus pensamientos me indican porqué; sus contactos me habían descrito como alguien débil, protegido de la violencia por mi hermano. No como alguien sin sentimientos humanos de ningún tipo. Todavía esbozando una amplia sonrisa, retrocedo un par de pasos más, manteniendo el contacto visual con ellos. Ahora, Lana, aprovecha para huir. - Si lo que quieres es saber la verdad, te la diré; pensaba acabar con su vida esta noche. Tienes razón, soy el monstruo que parezco, y ella no es más que una víctima. Como tú, ¿no? ¿A qué esperas para atacarme, cobarde?
Mi provocación hace que uno de ellos salte hacia mi, metamorfoseándose en un lobo castaño antes siquiera de tocar el suelo. Tan rápido como soy capaz, me agacho hacia un lado, tomando la parte superior de la farola que hay quebrada en el suelo. El metal, doblado por el impacto anterior, choca contra el licántropo cuando lo lanzo con todas mis fuezas hacia él. Impacta a toda velocidad contra su peludo torso, partiéndole unas cuantas costillas con un chasquido que resuena en la oscura noche.
El dolor provoca que el hombre lobo vuelva a transformarse en humano, gimiendo mientras la sangre brota de su torso. Estará inmovilizado, al menos hasta que acabe de curarse; suficiente para darme tiempo a acabar con el otro licántropo.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
La sangre parece fluir por mi cuerpo como si de hormiguitas se tratasen. Todo me pica, y me molesta. El corazón me late con tanta fuera e intensidad que me resuena en la cabeza, fuertemente. Aturdida trato de localizar con la mirada a Jean, pero el suelo gira alrededor de mi. Llevo un amano a mi cabeza, y noto el sudor frío por mi frente. Me invaden las nauseas, pero no hay nada en mi estomago. Me provoca que me doble de dolor, mientras las piernas me fallan. Entonces escucho la voz de Jean. En mi cabeza y todo se vuelve negro. Escucho mi respiración, y nada más. Miro a los lados, pero cuando consigo enfocar todo sigue igual, sin embargo, sigo escuchándole.
Corro con todas mis fuerza, perdiendo una zapato por el camino. Subo las escaleras del paseo hasta arriba y allí me da tiempo a girarme. Las piernas me fallan y caigo agarrándome de las barandillas. Miro hacía abajo y veo algo que jamás creí ver en medio de parís. El cuerpo de Jean parece de hierro y la facilidad con las que acaba con el ser y sus compinches me asusta haciéndome templar.
Antes de que pueda verme, salgo de nuevo corriendo, marchándome de aquella zona. No quiero que me encuentre. Entro en un bar y cierro la puerta detrás de mi, miro ami alrededor y un pánico se apodera de mi. Veo como dos hombres me miran deseosos, con ese brillo que acabo de ver en los ojos del abogado. Mis manos resbalan por el pomo, abro la puerta del garito y salgo corriendo hasta un hostal, donde deposito con rapidez el dinero en el mostrador y subo al cuarto que me han ofrecido.
Perdiendo el segundo zapato en la habitación, y deshaciéndome de la chaqueta, arrastro el armario contra la puerta, apoyando mi espalda en él para hacer fuerza. Después coloco la cama contra este, y me agacho en la pared paralela, abrazando mis piernas. No puedo dejar de temblar.
Corro con todas mis fuerza, perdiendo una zapato por el camino. Subo las escaleras del paseo hasta arriba y allí me da tiempo a girarme. Las piernas me fallan y caigo agarrándome de las barandillas. Miro hacía abajo y veo algo que jamás creí ver en medio de parís. El cuerpo de Jean parece de hierro y la facilidad con las que acaba con el ser y sus compinches me asusta haciéndome templar.
Antes de que pueda verme, salgo de nuevo corriendo, marchándome de aquella zona. No quiero que me encuentre. Entro en un bar y cierro la puerta detrás de mi, miro ami alrededor y un pánico se apodera de mi. Veo como dos hombres me miran deseosos, con ese brillo que acabo de ver en los ojos del abogado. Mis manos resbalan por el pomo, abro la puerta del garito y salgo corriendo hasta un hostal, donde deposito con rapidez el dinero en el mostrador y subo al cuarto que me han ofrecido.
Perdiendo el segundo zapato en la habitación, y deshaciéndome de la chaqueta, arrastro el armario contra la puerta, apoyando mi espalda en él para hacer fuerza. Después coloco la cama contra este, y me agacho en la pared paralela, abrazando mis piernas. No puedo dejar de temblar.
Lana Berset- Humano Clase Media
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Un silencioso grito mental es todo lo que percibo de Lana una vez desaparece en la oscuridad. Está aterrada, eso puedo sentirlo; horrorizada ante los acontecimientos de la noche, que han desmoronado los esquemas de su mundo. Creía pertenecer a la única especie del planeta, un lugar que hasta hoy se le antojaba seguro y civilizado. Pero se equivocaba; todavía no sabe qué etiquetas ponerle a lo que soy ni a lo que eran ellos, pero ahora sabe que no está sola. Que hay algo más ahí fuera, algo que se escapa de su comprensión.
Y eso la asusta tanto que no puede dejar de temblar.
Es algo tan similar a lo que me sucedió a mi que casi siento lástima por ella. Porque aunque todavía no lo sabe, nada en su vida volverá a ser igual. Sabiendo que está rodeada por criaturas que podrían borrar su existencia de un plumazo, y sin que ella pueda hacer nada para impedírselo. Mientras camino hacia el licántropo superviviente, tomo la determinación de buscarla para que no esté completamente desprotegida. No la obligaré a tolerar mi compañía, ni siquiera a soportar mi presencia si eso la incomoda. Pero le explicaré todo lo que sé hasta ahora del mundo, para que pueda decidir cómo actuar y qué es lo que va a hacer a partir de ahora.
Las perneras de mi levita ondean ligeramente al agacharme. Están rajadas allí donde las piedras del suelo han rasgado la fina tela, manchadas de tierra y polvo. Lo mismo sucede con mi camisa, antes blanca; ahora no es más que un creativo compendio de manchas que tiraré tan pronto como tenga oportunidad, para que así los criados no hagan preguntas incómodas. Preguntas que puedan conducirles a averiguar algo que ya sospechan, debido a las tradiciones supersticiosas que sus antepasados importaron de África. Tomando al herido por el mentón, le obligo a abrir los ojos para establecer contacto visual. Él intenta resistirse, sin demasiado éxito; un mero parpadeo basta para que pueda acceder a sus pensamientos, bastos y confusos por el pobre estado de su cuerpo roto. Durante unos cuantos minutos, me dedico a bucear en busca de los recuerdos que me interesan al respecto. Qué hacían ellos aquí. Porqué querían matarme. Y sobre todo, qué es lo que saben de Varek para considerarle un asesino despiadado.
El hombre tose una abundante cantidad de sangre, indicando que será una hemorragia interna la que acabará finalmente con su vida. Mancha mis manos y mi camisa más de lo que estaban, añadiendo un toque escarlata cuyo intenso aroma es demasiado para mi. Recurriendo a toda mi fuerza de voluntad para no lanzarme sobre él, contengo la respiración hasta encontrar las respuestas que buscaba. Justo a tiempo; su respiración, más débil por momentos, cesa en el momento en el que el rostro de mi hermano aparece en su mente. Sus brazos caen flácidos a los lados, pesados, rígidos; sus ojos miran sin ver el estrellado firmamento de París, detenidos en una mirada eterna que cierro con el índice de mi diestra.
Poniéndome de nuevo en pie, cojo a ambos hombres por la solapa de sus abrigos y los arrastro hacia la barandilla. No me molesto demasiado en esconder los cadáveres; no tengo tiempo ni ganas, después de lo que acabo de descubrir. Con un intenso chapoteo, caen al Sena al ser lanzados a él, flotando corriente abajo mientras dejan tras de sí una tenue estela escarlata. Mi abrigo y mi levita no tardan mucho en seguirles, pero conservo el resto de las prendas sobre mi cuerpo. No puedo presentarme ante Lana desnudo, no si no quiero asustarla más de lo que ya está. Aunque puede que lo mejor para ambos fuera que la dejase en paz. Después de todo, si mi propio hermano se dedica a cazar a los que son como yo, ¿qué garantiza que una joven completamente inocente quiera saber nada de mi?
Furioso, salto a los tejados y corro por ellos en dirección a la muchacha. Soy sólo una sombra más en la oscuridad, y precisamente por ello nadie advierte mi presencia. Ni siquiera un ladrón con el que me cruzo por el camino, agazapado tras una chimenea mientras cuenta unas monedas recién robadas a un extraño. Mientras me muevo hacia el hostal en el que se encuentra Lana, mil pensamientos pasan a toda velocidad por mi turbada mente. Imágenes y recuerdos sobre la vida que compartía con mi hermano, que ahora que sé la verdad sobre él encajan como jamás lo habían hecho antes. La razón de la parquedad de sus cartas desde España, su firmeza al negarse a acompañarme a las fiestas. El extraño horario que a veces seguía, durmiendo hasta tarde y levantándose toda la noche para ir quién sabe a dónde. Incluso cobra sentido el hecho de que siempre estuviera entrenando con armas, algo que yo atribuía al duro régimen que siguió mientras vivía todavía bajo el techo de nuestro padre. Mis labios se tuercen hacia un lado, fruncidos en una mueca de incredulidad y rabia. Y yo que creía conocerle bien, cuando en realidad no sabía nada de él. Vivía en una mentira. Una mentira que él inventó.
Y lo peor es que no puedo enfadarme, porque yo hubiera hecho exactamente lo mismo por él.
Un débil pulso mental al otro lado de la calle me indica que he llegado a mi destino. La rubia se encuentra en algún lugar del edificio de enfrente, un pequeño hostal con aspecto de haber vivido tiempos mejores. Apartando temporalmente mi dilema a un lado, salto al otro tejado y empiezo a descolgarme por la fachada. Por suerte para mi, no tengo que buscar mucho para encontrarla; la ventana de su habitación es la segunda en la que miro, desordenada por una barricada que ha montado apresuradamente contra la puerta.
- Lana - Le digo telepáticamente, sentándome en el gastado alféizar de madera. Podría abrir la ventana con sólo un movimiento, pero no quiero hacerlo. Si se ha tomado las molestias de bloquear la entrada, es porque no quiere que yo la encuentre. Y después de lo que he descubierto esta noche, no estoy dispuesto a ser el monstruo que cree que soy. - Lana, soy Jean. No entraré si no quieres, ni tampoco tengo intención de hacerte daño. Lo que he dicho antes, junto al río, era sólo para desviar la atención de los licántropos sobre mi. Para que creyeran que no eras más que una víctima, y por lo tanto, alguien sin importancia. De lo contrario, te habrían matado sin remordimiento alguno. Era necesario. Pero siento que hayas tenido que vivirlo.
Y eso la asusta tanto que no puede dejar de temblar.
Es algo tan similar a lo que me sucedió a mi que casi siento lástima por ella. Porque aunque todavía no lo sabe, nada en su vida volverá a ser igual. Sabiendo que está rodeada por criaturas que podrían borrar su existencia de un plumazo, y sin que ella pueda hacer nada para impedírselo. Mientras camino hacia el licántropo superviviente, tomo la determinación de buscarla para que no esté completamente desprotegida. No la obligaré a tolerar mi compañía, ni siquiera a soportar mi presencia si eso la incomoda. Pero le explicaré todo lo que sé hasta ahora del mundo, para que pueda decidir cómo actuar y qué es lo que va a hacer a partir de ahora.
Las perneras de mi levita ondean ligeramente al agacharme. Están rajadas allí donde las piedras del suelo han rasgado la fina tela, manchadas de tierra y polvo. Lo mismo sucede con mi camisa, antes blanca; ahora no es más que un creativo compendio de manchas que tiraré tan pronto como tenga oportunidad, para que así los criados no hagan preguntas incómodas. Preguntas que puedan conducirles a averiguar algo que ya sospechan, debido a las tradiciones supersticiosas que sus antepasados importaron de África. Tomando al herido por el mentón, le obligo a abrir los ojos para establecer contacto visual. Él intenta resistirse, sin demasiado éxito; un mero parpadeo basta para que pueda acceder a sus pensamientos, bastos y confusos por el pobre estado de su cuerpo roto. Durante unos cuantos minutos, me dedico a bucear en busca de los recuerdos que me interesan al respecto. Qué hacían ellos aquí. Porqué querían matarme. Y sobre todo, qué es lo que saben de Varek para considerarle un asesino despiadado.
El hombre tose una abundante cantidad de sangre, indicando que será una hemorragia interna la que acabará finalmente con su vida. Mancha mis manos y mi camisa más de lo que estaban, añadiendo un toque escarlata cuyo intenso aroma es demasiado para mi. Recurriendo a toda mi fuerza de voluntad para no lanzarme sobre él, contengo la respiración hasta encontrar las respuestas que buscaba. Justo a tiempo; su respiración, más débil por momentos, cesa en el momento en el que el rostro de mi hermano aparece en su mente. Sus brazos caen flácidos a los lados, pesados, rígidos; sus ojos miran sin ver el estrellado firmamento de París, detenidos en una mirada eterna que cierro con el índice de mi diestra.
Poniéndome de nuevo en pie, cojo a ambos hombres por la solapa de sus abrigos y los arrastro hacia la barandilla. No me molesto demasiado en esconder los cadáveres; no tengo tiempo ni ganas, después de lo que acabo de descubrir. Con un intenso chapoteo, caen al Sena al ser lanzados a él, flotando corriente abajo mientras dejan tras de sí una tenue estela escarlata. Mi abrigo y mi levita no tardan mucho en seguirles, pero conservo el resto de las prendas sobre mi cuerpo. No puedo presentarme ante Lana desnudo, no si no quiero asustarla más de lo que ya está. Aunque puede que lo mejor para ambos fuera que la dejase en paz. Después de todo, si mi propio hermano se dedica a cazar a los que son como yo, ¿qué garantiza que una joven completamente inocente quiera saber nada de mi?
Furioso, salto a los tejados y corro por ellos en dirección a la muchacha. Soy sólo una sombra más en la oscuridad, y precisamente por ello nadie advierte mi presencia. Ni siquiera un ladrón con el que me cruzo por el camino, agazapado tras una chimenea mientras cuenta unas monedas recién robadas a un extraño. Mientras me muevo hacia el hostal en el que se encuentra Lana, mil pensamientos pasan a toda velocidad por mi turbada mente. Imágenes y recuerdos sobre la vida que compartía con mi hermano, que ahora que sé la verdad sobre él encajan como jamás lo habían hecho antes. La razón de la parquedad de sus cartas desde España, su firmeza al negarse a acompañarme a las fiestas. El extraño horario que a veces seguía, durmiendo hasta tarde y levantándose toda la noche para ir quién sabe a dónde. Incluso cobra sentido el hecho de que siempre estuviera entrenando con armas, algo que yo atribuía al duro régimen que siguió mientras vivía todavía bajo el techo de nuestro padre. Mis labios se tuercen hacia un lado, fruncidos en una mueca de incredulidad y rabia. Y yo que creía conocerle bien, cuando en realidad no sabía nada de él. Vivía en una mentira. Una mentira que él inventó.
Y lo peor es que no puedo enfadarme, porque yo hubiera hecho exactamente lo mismo por él.
Un débil pulso mental al otro lado de la calle me indica que he llegado a mi destino. La rubia se encuentra en algún lugar del edificio de enfrente, un pequeño hostal con aspecto de haber vivido tiempos mejores. Apartando temporalmente mi dilema a un lado, salto al otro tejado y empiezo a descolgarme por la fachada. Por suerte para mi, no tengo que buscar mucho para encontrarla; la ventana de su habitación es la segunda en la que miro, desordenada por una barricada que ha montado apresuradamente contra la puerta.
- Lana - Le digo telepáticamente, sentándome en el gastado alféizar de madera. Podría abrir la ventana con sólo un movimiento, pero no quiero hacerlo. Si se ha tomado las molestias de bloquear la entrada, es porque no quiere que yo la encuentre. Y después de lo que he descubierto esta noche, no estoy dispuesto a ser el monstruo que cree que soy. - Lana, soy Jean. No entraré si no quieres, ni tampoco tengo intención de hacerte daño. Lo que he dicho antes, junto al río, era sólo para desviar la atención de los licántropos sobre mi. Para que creyeran que no eras más que una víctima, y por lo tanto, alguien sin importancia. De lo contrario, te habrían matado sin remordimiento alguno. Era necesario. Pero siento que hayas tenido que vivirlo.
Última edición por Jean D. Lachance el Dom Feb 19, 2017 4:20 pm, editado 1 vez
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Cuando escuché su voz apreté mis sienes con las palmas de mis manos, con fuerza. Gemí de la angustia. No podía dejar de temblar, no podía dejar de ver aquella imagen de Jean actuando como un sobrenatural con una fuerza digna de un hércules, y aquellos dos hombres que se convertían en lobos, dispuestos a arrancar cada trozo de piel del cuerpo del abogado. Cerré los ojos con fuerza, y apreté mi mandíbula tanto, que cuando fui a coger aire de nuevo por la boca, me dolía.
Me arrastro por el suelo hasta la cama y me siento en ella, alzando la vista veo la ventana y corro hasta ella. Con rapidez la abro rompiendo las vías por la fuerza que aplico al hacerlo. Asomo casi medio cuerpo pro la ventana encontrándomelo. Un grito ahogado sale de mi garganta y golpeándome en la cabeza entro de nuevo en el cuarto, caminando hacía atrás hasta quedar de nuevo sentada sobre la cama. Me tiembla todo el cuerpo de forma exagerada, y siento el sudor frío recorriendo mi espalda.
La cabeza me funciona a una velocidad atronadora, y casi al instante en el que me siento, estoy de nuevo de pie, he roto la lampara y agarro con fuerza el cristal, en dirección la ventana. Preparada para clavársela si se acerca demasiado a mi - No te acerques - grito - Desde ahí - le pido, para que no se vaya, tengo muchas preguntas. Agarro tan fuerte el cristal que comienza a clavarse en mi mano. Las pequeñas gotas de sangre comienza a caer en la madera de roble del suelo. Pero me da igual. No siento dolor. Ni si quiera me he inmutado con el golpe de la cabeza en la ventana - ¿Qué eres? - gruño tratando de aparentar ferocidad. Pero estoy tan enfadada...
Me arrastro por el suelo hasta la cama y me siento en ella, alzando la vista veo la ventana y corro hasta ella. Con rapidez la abro rompiendo las vías por la fuerza que aplico al hacerlo. Asomo casi medio cuerpo pro la ventana encontrándomelo. Un grito ahogado sale de mi garganta y golpeándome en la cabeza entro de nuevo en el cuarto, caminando hacía atrás hasta quedar de nuevo sentada sobre la cama. Me tiembla todo el cuerpo de forma exagerada, y siento el sudor frío recorriendo mi espalda.
La cabeza me funciona a una velocidad atronadora, y casi al instante en el que me siento, estoy de nuevo de pie, he roto la lampara y agarro con fuerza el cristal, en dirección la ventana. Preparada para clavársela si se acerca demasiado a mi - No te acerques - grito - Desde ahí - le pido, para que no se vaya, tengo muchas preguntas. Agarro tan fuerte el cristal que comienza a clavarse en mi mano. Las pequeñas gotas de sangre comienza a caer en la madera de roble del suelo. Pero me da igual. No siento dolor. Ni si quiera me he inmutado con el golpe de la cabeza en la ventana - ¿Qué eres? - gruño tratando de aparentar ferocidad. Pero estoy tan enfadada...
Lana Berset- Humano Clase Media
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
La reacción de la muchacha es de puro pánico; con el rostro desencajado en una mueca de horror, emite un grito ahogado, retrocediendo rápidamente en dirección a la cama. Su cuerpo choca con la lámpara por el movimiento brusco, partiéndola en pedazos, que se esparcen por las oscuras tablas del suelo. Compungido, la veo temblar mientras busca algo a lo que aferrarse. No quería que las cosas acabasen así. No quería ser un monstruo para ella. Pero no pude escoger, tenía que intervenir o dejar que aquel carruaje le arrebatase la vida. Y estas son las consecuencias. Por olvidar todo lo que me dijo Alessia, e intervenir por egoísmo. Por no dejar que los humanos continúen su vida al margen de la mía.
La pálida mano de Lana acaba encontrando una arma convincente. Sus dedos, frágiles y temblorosos, rodean uno de los cristales del destrozado objeto. Está afilado, de modo que corta la tierna carne hasta hacer brotar de ella un pequeño reguero de sangre. Intensa y escarlata, que resbala por su muñeca hasta manchar el suelo bajo sus pies. No lo esperaba, y mi reacción es casi instantánea; mis colmillos brotan con rapidez en mi blanca dentadura, perforando levemente mi labio inferior. Mi respiración se acelera, y mis pupilas se dilatan enormemente ante la visión de su líquido vital. Antes de que pueda darme cuenta, he cruzado la ventana para acercarme más a ella. Mis sentidos están nublados, y sólo perciben el aroma, entre metálico y salado, de la sangre de Lana.
- No... - Murmuro, al llegar junto a la joven como una pálida y ensangrentada sombra. Ignorando el cristal que ella alza contra mi, acaricio suavemente sus dorados cabellos, acabando con mis yemas deslizándose con dulzura por su mandíbula. Cada vez más perturbado por la sed, la miro fijamente a los ojos. Quiero que reaccione, que me ataque. Que salga corriendo y se marche hacia algún lugar en el que no pueda encontrarla. Pero sé que es imposible. Que si quisiera, ella jamás podría huir de mi. Y temo que esté tan obsesionado con lo que representa que ese sea el desenlace de esta lúgubre noche. - Clávamelo, Lana. Lucha por tu vida. Soy un vampiro. Un vampiro sediento. Y tú resultas demasiado tentadora...
La pálida mano de Lana acaba encontrando una arma convincente. Sus dedos, frágiles y temblorosos, rodean uno de los cristales del destrozado objeto. Está afilado, de modo que corta la tierna carne hasta hacer brotar de ella un pequeño reguero de sangre. Intensa y escarlata, que resbala por su muñeca hasta manchar el suelo bajo sus pies. No lo esperaba, y mi reacción es casi instantánea; mis colmillos brotan con rapidez en mi blanca dentadura, perforando levemente mi labio inferior. Mi respiración se acelera, y mis pupilas se dilatan enormemente ante la visión de su líquido vital. Antes de que pueda darme cuenta, he cruzado la ventana para acercarme más a ella. Mis sentidos están nublados, y sólo perciben el aroma, entre metálico y salado, de la sangre de Lana.
- No... - Murmuro, al llegar junto a la joven como una pálida y ensangrentada sombra. Ignorando el cristal que ella alza contra mi, acaricio suavemente sus dorados cabellos, acabando con mis yemas deslizándose con dulzura por su mandíbula. Cada vez más perturbado por la sed, la miro fijamente a los ojos. Quiero que reaccione, que me ataque. Que salga corriendo y se marche hacia algún lugar en el que no pueda encontrarla. Pero sé que es imposible. Que si quisiera, ella jamás podría huir de mi. Y temo que esté tan obsesionado con lo que representa que ese sea el desenlace de esta lúgubre noche. - Clávamelo, Lana. Lucha por tu vida. Soy un vampiro. Un vampiro sediento. Y tú resultas demasiado tentadora...
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Una mueca de horror y asco se muestra en mi rostro cuando Jean parece ignorar lo dispuesta que estoy a clavarle ese trozo de cristal que ahora se marca en mi mano con fuerza. Doy un paso atrás sintiendo el borde de la cama en mis piernas y mirando le a los ojos, sin ningún tipo de resentimiento alzo mi mano para clavar el trozo de cristal en su pecho.
Algo enorme obstaculiza toda la luz que entra por la ventana. No puedo creerme lo que está sucediendo. Es un licántropo que ne un abrir y cerrar de ojos a apartado a Jean de delante mío, lanzandolo con fuerza contra la pared. Trato de clavarle el cristal, pero cada movimiento parece ridículo. En un abrir y cerrar de ojos me tiene agarrada y el cristal está en el suelo. Trato de zafarme con todas mis fuerza, agitándome entre sus manos, sintiendo el calor del sobre esfuerzo, pero no hay manera.
Entonces escucho la voz de Jean, no se que dice, pero la angustia es palpable. Quieta trato de enfocarle, pero poco dura esa concentración, el Licantropoco como si de una manta me tratase me lanza ventana abajo, desde el 2 piso. Mi cuerpo golpea con fuerza el asfalto mojado que rápidamente se cubre del manto escarlata, pareciendo más la perdida de sangre al mezclase con el agua.
Trato de moverme pero es imposible, un fuerte dolor en mi cuerpo me absorbe todos los sentidos. Enfoco la ventana por la que me han tirado, mi ventana. Pero antes de que vea a nadie todo se vuelve negro.
Algo enorme obstaculiza toda la luz que entra por la ventana. No puedo creerme lo que está sucediendo. Es un licántropo que ne un abrir y cerrar de ojos a apartado a Jean de delante mío, lanzandolo con fuerza contra la pared. Trato de clavarle el cristal, pero cada movimiento parece ridículo. En un abrir y cerrar de ojos me tiene agarrada y el cristal está en el suelo. Trato de zafarme con todas mis fuerza, agitándome entre sus manos, sintiendo el calor del sobre esfuerzo, pero no hay manera.
Entonces escucho la voz de Jean, no se que dice, pero la angustia es palpable. Quieta trato de enfocarle, pero poco dura esa concentración, el Licantropoco como si de una manta me tratase me lanza ventana abajo, desde el 2 piso. Mi cuerpo golpea con fuerza el asfalto mojado que rápidamente se cubre del manto escarlata, pareciendo más la perdida de sangre al mezclase con el agua.
Trato de moverme pero es imposible, un fuerte dolor en mi cuerpo me absorbe todos los sentidos. Enfoco la ventana por la que me han tirado, mi ventana. Pero antes de que vea a nadie todo se vuelve negro.
Lana Berset- Humano Clase Media
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Lo último que veo antes de salir volando por los aires es la mirada horrorizada de Lana. Empujado por una silenciosa criatura, caigo con fuerza sobre el empedrado suelo de la avenida. La piedra se quiebra bajo mi peso, hasta quedar reducida a una fina gravilla casi tan suave como el polvo. Era o ella o yo, porque alguno de los dos tenía que absorber el impacto. Y mi piel ha resultado ser la ganadora en esa competición de resistencia.
No se puede decir lo mismo de mi camisa. Si antes ya estaba maltrecha, ahora no es más que jirones que se desprenden tan pronto los rozo con la mano. Con un movimiento rápido de brazos, me desprendo de ellos y los dejo caer al suelo. Después, echo a correr de vuelta a la posada Me siento frustrado, enfadado conmigo mismo. Creía que ahora que soy inmortal, no había nada de lo que no pudiera salir vencedor. Pero me equivocaba; porque por la razón que sea, esta vez no he podido reaccionar. Mis sentidos no me han avisado de la presencia de un intruso, ni mi mente ha sido capaz de captar sus pensamientos en ningún momento del encuentro. He sido un completo inútil, lo único que no quería ser en mi nueva vida. Débil y decepcionante. No me extraña que Lana me considere una aberración; después de todo, ¿quién soy yo para ella más que el desconocido que le está dando la peor noche de su vida? Sólo una sombra más en la oscuridad. Un blanco para los problemas. Y si no llego a tiempo para salvarla, puede que también el causante de su muerte.
La fonda aparece en mi campo de visión justo en el instante en el que Lana sale despedida por la ventana. Su cuerpo se contorsiona levemente en el aire, para caer instantes después con un chasquido estremecedor. El olor de su sangre lo baña todo, salado, metálico, oxidado. Se eleva desde las numerosas heridas que presenta, fluyendo hasta empapar la tierra con ella. Lo único que me impide abalanzarme sobre ella para beber como una fiera hambrienta es el dolor que siento ahora mismo. La sensación de fracaso, y de saber que sigo siendo el mismo Jean inútil que tanto odié. Son esos sentimientos tan humanos los que ahogan a la Bestia en mi interior. Y los que me permiten dominar la sed, para ser algo más que un animal ansioso por morderla.
- Se ha ido - Le susurro a Lana, que permanece con los ojos cerrados en la misma postura. Sus brazos y piernas están torcidos en una postura extraña, y su piel, rodeada de sangre, parece más pálida que nunca. Es como una muñeca desmadejada, rota por mis estúpidas acciones. Y ha acabado exactamente igual a como lo hacían aquellas a las que Varek y yo teníamos acceso. - Lo siento mucho, Lana. Ha sido todo culpa mía - Me arrodillo a su lado, acariciando sus cabellos con mimo. - Debería haberme marchado después de salvarte del carruaje. Pero no podía. No quería. Y ahora ni siquiera sé si puedo salvarte sin matarte de nuevo.
Mis últimas palabras son apenas un murmullo, ahogadas por el contacto de mi muñeca contra mi boca. No sé si será suficiente, pero tengo que intentarlo; no puedo dejarla morir, no de este modo. Rasgando superficialmente mis venas con los colmillos, dejo caer sobre las heridas de Lana una cantidad abundante de mi sangre. Después, acerco la herida a la boca de la muchacha, presionándola contra sus labios para mancharlos con ella y que, aún en su inconsciencia, beba de ella para sanarse.
No se puede decir lo mismo de mi camisa. Si antes ya estaba maltrecha, ahora no es más que jirones que se desprenden tan pronto los rozo con la mano. Con un movimiento rápido de brazos, me desprendo de ellos y los dejo caer al suelo. Después, echo a correr de vuelta a la posada Me siento frustrado, enfadado conmigo mismo. Creía que ahora que soy inmortal, no había nada de lo que no pudiera salir vencedor. Pero me equivocaba; porque por la razón que sea, esta vez no he podido reaccionar. Mis sentidos no me han avisado de la presencia de un intruso, ni mi mente ha sido capaz de captar sus pensamientos en ningún momento del encuentro. He sido un completo inútil, lo único que no quería ser en mi nueva vida. Débil y decepcionante. No me extraña que Lana me considere una aberración; después de todo, ¿quién soy yo para ella más que el desconocido que le está dando la peor noche de su vida? Sólo una sombra más en la oscuridad. Un blanco para los problemas. Y si no llego a tiempo para salvarla, puede que también el causante de su muerte.
La fonda aparece en mi campo de visión justo en el instante en el que Lana sale despedida por la ventana. Su cuerpo se contorsiona levemente en el aire, para caer instantes después con un chasquido estremecedor. El olor de su sangre lo baña todo, salado, metálico, oxidado. Se eleva desde las numerosas heridas que presenta, fluyendo hasta empapar la tierra con ella. Lo único que me impide abalanzarme sobre ella para beber como una fiera hambrienta es el dolor que siento ahora mismo. La sensación de fracaso, y de saber que sigo siendo el mismo Jean inútil que tanto odié. Son esos sentimientos tan humanos los que ahogan a la Bestia en mi interior. Y los que me permiten dominar la sed, para ser algo más que un animal ansioso por morderla.
- Se ha ido - Le susurro a Lana, que permanece con los ojos cerrados en la misma postura. Sus brazos y piernas están torcidos en una postura extraña, y su piel, rodeada de sangre, parece más pálida que nunca. Es como una muñeca desmadejada, rota por mis estúpidas acciones. Y ha acabado exactamente igual a como lo hacían aquellas a las que Varek y yo teníamos acceso. - Lo siento mucho, Lana. Ha sido todo culpa mía - Me arrodillo a su lado, acariciando sus cabellos con mimo. - Debería haberme marchado después de salvarte del carruaje. Pero no podía. No quería. Y ahora ni siquiera sé si puedo salvarte sin matarte de nuevo.
Mis últimas palabras son apenas un murmullo, ahogadas por el contacto de mi muñeca contra mi boca. No sé si será suficiente, pero tengo que intentarlo; no puedo dejarla morir, no de este modo. Rasgando superficialmente mis venas con los colmillos, dejo caer sobre las heridas de Lana una cantidad abundante de mi sangre. Después, acerco la herida a la boca de la muchacha, presionándola contra sus labios para mancharlos con ella y que, aún en su inconsciencia, beba de ella para sanarse.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
El fuerte olor a sangre me da nauseas, unas nauseas que vienen acompañadas de una tos que convulsiona todo mi cuerpo, llenando mi boca de ese liquido que tanto asco me esta dando. No consigo acabar de toser o incorporarme, y la sangre brota por la comisura de mis labios, manchando mi mejilla y mi cuello, hasta el suelo. Escucho un revuelo, a la lejanía, pero no consigo saber si es por mi, o por la pelea que esta teniendo Jean en mi habitación. Me pesan los parpados, y el sonido de mi corazón resuena en mi cabeza, golpeándome en cada latido. Por suerte no es tan constante y me ayuda a poder concertarme en lo que ocurre alrededor.
Cuando siento que todo se calma, escucho la voz del vampiro que ha provocado todo esto. Me acaricia y disfruto del momento, entre latido y latido. Con la poca fuerza que me queda abro mis ojos y le observo. Está nublado, borroso, y el brillo me hace daño, seguramente por que el iris de mis ojos está dañado. Esbozo una leve sonrisa, a pesar de todo no puedo culpable por mi torpeza, porque realmente me había gustado lo que había despertado en mi, y en respuesta muevo los dedos de mi mano, para tratar de acariciarle, pero esta no reacciona, y se queda postrada en el suelo, de la misma manera que lleva desde que caí de la ventana - Jean - susurro, con voz ronca - utiliza tus poderes para el bien, para protegernos de estos seres aterradores - no comprendo como he sido capaz de decir la frase, ya que ahora no soy ni capaz de verle, todo se ha vuelto blanco y me el brillo me obliga a cerrar los ojos
Cuando me voy a dar por vencida noto algo frío en mis labios, el sabor metálico que inunda mi boca me obliga a toser provocando un dolor abominable en mi pecho. Las costillas parecen clavarse en mis pulmones, y en la última bocanada de aire, todo lo ingerido sale hacía fuera, a la vez que todos mis huesos se clavan en mis puntos vitales. El corazón deja de latir, y mi cabeza escucha al fin la paz. Mis dedos dejan de moverse y mi pecho se relaja. Se acabó. No hay más por lo que luchar. En cambio Jean tiene toda la vida para ello.
Cuando siento que todo se calma, escucho la voz del vampiro que ha provocado todo esto. Me acaricia y disfruto del momento, entre latido y latido. Con la poca fuerza que me queda abro mis ojos y le observo. Está nublado, borroso, y el brillo me hace daño, seguramente por que el iris de mis ojos está dañado. Esbozo una leve sonrisa, a pesar de todo no puedo culpable por mi torpeza, porque realmente me había gustado lo que había despertado en mi, y en respuesta muevo los dedos de mi mano, para tratar de acariciarle, pero esta no reacciona, y se queda postrada en el suelo, de la misma manera que lleva desde que caí de la ventana - Jean - susurro, con voz ronca - utiliza tus poderes para el bien, para protegernos de estos seres aterradores - no comprendo como he sido capaz de decir la frase, ya que ahora no soy ni capaz de verle, todo se ha vuelto blanco y me el brillo me obliga a cerrar los ojos
Cuando me voy a dar por vencida noto algo frío en mis labios, el sabor metálico que inunda mi boca me obliga a toser provocando un dolor abominable en mi pecho. Las costillas parecen clavarse en mis pulmones, y en la última bocanada de aire, todo lo ingerido sale hacía fuera, a la vez que todos mis huesos se clavan en mis puntos vitales. El corazón deja de latir, y mi cabeza escucha al fin la paz. Mis dedos dejan de moverse y mi pecho se relaja. Se acabó. No hay más por lo que luchar. En cambio Jean tiene toda la vida para ello.
Lana Berset- Humano Clase Media
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Re: Fire meet gasoline ~ priv.
Las palabras de Lana me destrozan por dentro, abrasándome como si hubiera bebido un trago de ácido. Van acompañadas de una mirada ciega y vacía, que me busca sin encontrarme. Sé, incluso antes de que convulsione, que son las últimas que pronunciará. No sólo porque lea su dolor en sus pensamientos, confusos y dispersos. También porque noto cómo sus latidos van perdiendo fuelle, hasta que al final, son tan escasos que a duras penas soy capaz de escucharlos.
Tomandola entre mis brazos con desesperación, observo cómo mi sangre resbala entre sus labios. La muchacha no ha sido capaz de tragarla, su organismo demasiado deteriorado para ello. Durante unos instantes, valoro incluso si morderla para transformarla. Pero al final, es el recuerdo de mi propia experiencia lo que frena mi mano.
Cuando Alessia me convirtió, la odié por ello. No sólo por concederme la inmortalidad, o por arrebatarme la vida que podría haber tenido; si no también, por alejarme de mi hermano creando una brecha irreparable entre nosotros. Porque yo no estaba a punto de morir cuando lo hizo. Podría haber continuado viviendo. Pero Lana, no; si no la salvo, si no le concedo la inmortalidad, su vida acabará aquí. Entre mis brazos.
- Lana. Lana, escúchame. - Le susurro a la morena, notando cómo unas gruesas lágrimas de sangre se deslizan por mis mejillas. - Lana, por favor, puedo salvarte. Todavía puedes ser como yo. Puedes ser un monstruo. Puedes vivir. Dime que quieres vivir. Dime que puedo ayudarte. Por favor, Lana. Por favor.
Busco una reacción, la que sea, en su pálido rostro, cada vez más cerúleo debido a la pérdida de sangre. Sin embargo, ésta no llega; ni siquiera desde el fondo de sus pensamientos, una masa de colores y formas indefinidas que no tarda en desvanecerse.
Segundos después, el sonido de su corazón se apaga, quedando tan frío y muerto como el que yace en mi pecho. Su piel pierde el calor que la caracterizaba, y sus ojos, vacíos, miran cristalinos el cielo, sin ver las hermosas estrellas que empiezan a reflejarse en el oscuro firmamento.
Un rugido de dolor escapa de entre mis labios, grave, entrecortado. Va acompañado de una agonía en el pecho que creía que no volvería a sentir, y cierto aturdimiento provocado por la incredulidad. Es una sensación de ahogo extraña, que me impele a alejarme de allí todavía con las prendas ensangrentadas. Abandonando a mis espaldas el inerte cuerpo de la muchacha, una muñeca más rota a mis manos.
"Lana acaba de morir", susurra una voz en mi cabeza, mientras camino lentamente por las orillas del Sena. Los humanos con los que me cruzo evitan mirarme siquiera, atemorizados ante mi apariencia de cabellos revueltos y desgarradas y ensangrentadas ropas. "En tus brazos. Por tus culpa. Y ni siquiera has tenido la decencia de evitarlo.".
La voz continúa susurrándome al oído todos mis errores, hasta que al final, soy incapaz de soportarlo más. De pie sobre los tejados, estoy a punto de quedarme a recibir el sol por la mañana. De inmolarme, para acabar con mi penosa existencia y evitar más muertes como la de la muchacha.
Al final, cuando la luz empieza a dañar por fin mis retinas, y la calidez hacer humear mis brazos, no es el pensar en mi hermano lo que evita que me suicide, ni tampoco mi instinto de autopreservación. Es el recuerdo de las últimas palabras de Lana, lo que me hace lanzarme hacia el suelo y enterrarme en el último momento. Su deseo, que sólo podré cumplir si continúo viviendo para cambiar el mundo. Empezando por mi vida, y enfrentándome a lo que llevo temiendo desde que me convertí en lo que soy ahora.
A Varek.
Tomandola entre mis brazos con desesperación, observo cómo mi sangre resbala entre sus labios. La muchacha no ha sido capaz de tragarla, su organismo demasiado deteriorado para ello. Durante unos instantes, valoro incluso si morderla para transformarla. Pero al final, es el recuerdo de mi propia experiencia lo que frena mi mano.
Cuando Alessia me convirtió, la odié por ello. No sólo por concederme la inmortalidad, o por arrebatarme la vida que podría haber tenido; si no también, por alejarme de mi hermano creando una brecha irreparable entre nosotros. Porque yo no estaba a punto de morir cuando lo hizo. Podría haber continuado viviendo. Pero Lana, no; si no la salvo, si no le concedo la inmortalidad, su vida acabará aquí. Entre mis brazos.
- Lana. Lana, escúchame. - Le susurro a la morena, notando cómo unas gruesas lágrimas de sangre se deslizan por mis mejillas. - Lana, por favor, puedo salvarte. Todavía puedes ser como yo. Puedes ser un monstruo. Puedes vivir. Dime que quieres vivir. Dime que puedo ayudarte. Por favor, Lana. Por favor.
Busco una reacción, la que sea, en su pálido rostro, cada vez más cerúleo debido a la pérdida de sangre. Sin embargo, ésta no llega; ni siquiera desde el fondo de sus pensamientos, una masa de colores y formas indefinidas que no tarda en desvanecerse.
Segundos después, el sonido de su corazón se apaga, quedando tan frío y muerto como el que yace en mi pecho. Su piel pierde el calor que la caracterizaba, y sus ojos, vacíos, miran cristalinos el cielo, sin ver las hermosas estrellas que empiezan a reflejarse en el oscuro firmamento.
Un rugido de dolor escapa de entre mis labios, grave, entrecortado. Va acompañado de una agonía en el pecho que creía que no volvería a sentir, y cierto aturdimiento provocado por la incredulidad. Es una sensación de ahogo extraña, que me impele a alejarme de allí todavía con las prendas ensangrentadas. Abandonando a mis espaldas el inerte cuerpo de la muchacha, una muñeca más rota a mis manos.
"Lana acaba de morir", susurra una voz en mi cabeza, mientras camino lentamente por las orillas del Sena. Los humanos con los que me cruzo evitan mirarme siquiera, atemorizados ante mi apariencia de cabellos revueltos y desgarradas y ensangrentadas ropas. "En tus brazos. Por tus culpa. Y ni siquiera has tenido la decencia de evitarlo.".
La voz continúa susurrándome al oído todos mis errores, hasta que al final, soy incapaz de soportarlo más. De pie sobre los tejados, estoy a punto de quedarme a recibir el sol por la mañana. De inmolarme, para acabar con mi penosa existencia y evitar más muertes como la de la muchacha.
Al final, cuando la luz empieza a dañar por fin mis retinas, y la calidez hacer humear mis brazos, no es el pensar en mi hermano lo que evita que me suicide, ni tampoco mi instinto de autopreservación. Es el recuerdo de las últimas palabras de Lana, lo que me hace lanzarme hacia el suelo y enterrarme en el último momento. Su deseo, que sólo podré cumplir si continúo viviendo para cambiar el mundo. Empezando por mi vida, y enfrentándome a lo que llevo temiendo desde que me convertí en lo que soy ahora.
A Varek.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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