And then we meet again ||Priv

por **Darkho Donaire** Sáb Ene 31, 2015 7:11 pm

Bien sabe el valiente que no se debe jugar con el tiempo pues es una amante bastante traicionera. Y si, Darkho estaba en la puerta de su casa esperando a que su hijo bajara pero por lo que paso no le vio el rostro. Enseguida le notificaron que había escapado de la mansión y prácticamente Darkho ahora tenía cosas más importantes que hacer. Sentía la necesidad de tener a su hijo atado con una maldita correa pero ahora parece que se tomó un tiempo libre lejos de su padre.

Darkho aquello le dio igual y siguió con el plan que tenía en mente. Llegar hasta los Donovan y recuperar a Marian como prostituta perdida en el aroma del dinero del mejor cliente. La haría creer que él tendría todas las soluciones posibles, que siempre él estaría en busca de lo que paso aquella noche, explicarla lo que en realidad paso aunque al parecer ella podría haberlo vivido en primera persona y desde un punto de perspectiva diferente.

Marian Donovan. A ver como reaccionaria al verlo después de tanto tiempo.

Se dirigía poco a poco por los caminos frondosos del profundo bosque de Boulogne que ocupa una vasta extensión al oeste de Paris, con sus 846 hectáreas y sin embargo es sólo una parte de la que fuera antiguamente una gigantesca selva de hayas, llamada Foret de Rouvray, donde Dagoberto, rey de los francos (629-639) solía cazar osos, ciervos y otros animales. Al fin y al cabo, cada parte del mundo tenía su historia, hasta podría decirse que él la tenía con Marian en algún otro rincón del bosque o en alguna parte de la mansión de su ex – posa, lo que recuerda es que cada momento fueron únicamente especiales e inolvidables. Le volvería hacer recordar cada momento que él la hizo suya a escondidas precisamente de su padre, el que apenas creyó conocer.

-Sooo – Forcejeo con las riendas mientras detenía al caballo.

Allí, en el horizonte podía reconocer la mansión de los Donovan y en la que parte de su vida del pasado pasó con su amada Marian, con la única mujer que ha ocupado su corazón pese que a su apariencia pueda parecer bastante tosco y sin sentimientos. Las cicatrices en su espalda, su torso y alguna que otra en su cara demuestra el castigo que sufrió por haber dado el chivatazo o prácticamente haber suavizado el castigo para los Donovan o como otros dijeron antaño: por haberse acobardado de haber torturado a Marian Donovan.

por **Marian Donovan** Sáb Feb 07, 2015 2:51 pm

Marian Donovan titubeó ante la puerta de su habitación. Hacía meses, desde su regreso a Paris huyendo de los infames inquisidores junto con su hija menor Alenna, que se refugiaba en las cuatro paredes de su alcoba. Ya nada era como antes. Ya no había luz, ni vivos colores. Tampoco dicha, ni felicidad en su rostro. Su mirada había perdido su intensidad, apagándose cada tiempo más al tiempo, que la oscuridad se adueñaba de sus ojos. De aquellos ojos con los que desgraciadamente ya no podía ver.

«Ciega. Irremediablemente ciega e irreparable...» Aquellas habían sido las mejores palabras con que le consolaron sus propios médicos.

Ya jamás volvería a ver como antaño. Y si no fuese porque gracias a su condición y habilidades aún lograba ver sombras y hasta siluetas en aquella impenetrable oscuridad, estaría perdida. Sin ganas de vivir de aquel modo.

Marian suspiró y tomando con su mano el pomo de la puerta lo giró abriendo la puerta de madera, avisando a Sybilla, su anciana doncella, de que por primera vez en meses se decidía salir de su confinamiento.

— ¡Mi señora! Celebro que os hayáis levantado y decidido a daros esta segunda oportunidad. Vuestra hija se enorgullecerá al veros repuesta y decidida a dejar aquella cama atrás. —Le dijo la doncella tomando con cuidado sus manos mientras la cambiante intentaba enfocar la mirada en las paredes, intentando así descifrar las siluetas que veía.

— ¿Dónde se encuentra mi hija? — Preguntó bajando con suma lentitud las escaleras que llevaban al primer piso.

— La señorita Alenna salió en la tarde con el señorito Renaldi, señora.

Asintió acordándose de pronto de la despedida aquella misma mañana de su hija, diciéndole que debía ir a hablar con Isaac, quién convincentemente esperaba fuera su prometido en poco tiempo y sonrió. Por lo menos uno de sus tres hijos era feliz. No había hecho su faena de madre tan mal, aunque las dos desapariciones de sus hijos pendieran siempre en su cabeza, ahogándola de sufrimiento por ellos.

Tras bajar las escaleras dejó que su doncella la llevase hacia el sillón donde tomo asiento. Habría podido hacer aquel recorrido ella sola aún en su estado. Sin embargo, conocía a Sybilla y si no se sentía útil, importante estaba segura desearía irse y por nada del mundo la dejaría que la abandonara. Ella había sido siempre como una segunda madre para ella y ahora, su amiga más incondicional.

—Gracias por cuidarme siempre Sybilla. No tengo forma de agradecerte todo lo que habéis hecho por mí y mi familia. — Era la primera vez en meses que hablaba y su voz salía rasposa, entrecortada pero suave. Al fin y al cabo los inquisidores podrían haberle privado de la vista, no obstante, no le habían podido arrebatar el auténtico sonido de su voz. —Sois un ángel bajado del cielo. Mi ángel de la guarda. —Añadió sonriente enfocando los ojos en su dama que se encaminó hacia las cocinas, justo siendo aquel preciso momento en que la joven salió de su borrosa visión que un fuerte y terrorífico olor hizo que pegara un bote y se levantara apresuradamente del sillón donde se encontraba para tomar alguno de los cuchillos que tenía guardado por la sala en caso de necesidad.

Sus andares fueron torpes, aun así logró llegar a los cuchillos de plata. Los sostuvo con fuerza hasta el punto de dañarse a sí misma y a pesar de eso, imperita atendió a cada movimiento del exterior. Completamente alerta.

El aroma de la inquisición se instalaba en su mansión y aquel olor le era más de sobras conocido. El cambiante e inquisidor Darkho Donaire... Su primer amante, el padre biologico de su hijo Loth. Quien la engañó y gracias a quien mataron a su familia. Quien de nuevas cuentas había llevado la inquisición a destruir la calma de su hogar por segunda vez, llevándose a su hijo mayor lejos de su familia y llevándose consigo la vida de Falcon que ahora yacía muerto, bajo tierra en la casa que una vez habitaron felices.

Tras el ataque en Rumania y con miedo de qué volvieran a por ellas, aún sin visión y sin recuperarse completamente, Marian junto con Alenna huyeron de esos parajes boscosos y fríos, esperando que con las rutas que tomaron les hubiesen perdido el rastro. Desde entonces había mantenido la esperanza de mantenerlo alejado de sus hijas y de ella misma.

No obstante, el demonio siempre termina encontrando el camino de regreso a casa.

por **Darkho Donaire** Dom Feb 22, 2015 1:55 pm

No esperaría un buen trato por aquella mujer que hirió en el pasado. Seguramente tendría un nuevo esposo que la defendiera, pero si lo hubiera, estaría preparado. ¿Cómo podría entrar en aquella mansión? ¿Cómo sin ser atacado? Seguramente, Marian ya le habría venido venir. No era tonta a pesar de que tenía sus dotes sobrenaturales como él….pero ambos eran diferentes personas. Diferentes razas dentro de lo que ambos eran.

-Cálmate Erío, ya casi hemos llegado a nuestro destino – Suspiro cuando el caballo comenzó a galopar repentinamente hacia el destino al que tenían que ir. Rápidamente, nadie dudó un instante y Darkho pudo ver como dos caballos comenzaron a galopar en su contra. Darkho desenvaino la espada para poder enfrentarse seguramente a los guardias, y en efecto, guardias que cuidaban de una inocente mujer que venía a reclamar, esquivo un sablazo y se la devolvió al primer guardia por el que paso por su lado, después el otro acertó en el brazo pero por un milímetro haciéndole un leve corte en la manga de la chaqueta.

Nada que no pudiera arreglar y enseguida indago la espada en el corazón ajeno dejando al segundo guardia derrotado en el suelo – Ahora, si me disculpan, tengo una importante reunión – Darkho siguió poniendo su camino libre de obstáculos en los que no le detendría en llegar hasta ella - ¡MARIAN, He vuelto a casa! –Grito abriendo de par en par las puertas, observando todo a su alrededor, los muebles habían sido escogidos con precisión para que a él le disgustase, los colores de las paredes incendiaban su ira – Cursilada de decoración….Se nota que hay mayoría de mujeres-Detesto la idea pero posiblemente la re-decoraría - ¡MARIAN! –Volvió a gritar, abriendo habitación por habitación, buscando a la susodicha mujer, con una espada en mano y en la otra la cabeza de uno de los guardias - ¡NO QUIERAS QUE TERMINE EL TRABAJO! –Tiro la cabeza dentro de una de las salas sin importarle que hubiera dentro.

De repente, más guardias aunque estos vistieran con ropas finas y elegantes de la servidumbre – Déjalo muchacho, es inútil –Dijo antes de clavar la espada nuevamente en el cuerpo mullido de un adolescente atrevido que defendía a su ama – Discúlpame – Lo aparto sin cuidado alguno y lucho dos veces más hasta que finalmente la encontró en una sala de estar – Marian….Tan bella…como siempre, dime ¿Cómo era aquello? ¿Qué…que le decía un ciego a otro? ¿Ya nos veremos? –Termino por soltar una pequeña carcajada y cuando pretendía acercarse más hacia Marian, envainando la espada, llego una doncella envalentonada que le propino un golpe en la espalda a Donaire tan solo por probar.

Darkho se rio en su cara tras girarse lo suficiente para ver a la doncella….y lo último que haría era abofetearla, paso totalmente de la doncella y siguió su paso hacia delante, entrando en la sala sin miedo al inofensivo cuchillo que Marian tenía entre sus manos – Querida…Déjalo…-De un manotazo logro deshacerse de esa ridícula amenaza. Notaba el temor de la pobre mujer que dejó tirada frente al peligro y que por lo que vio en la mirada de Marian, ya no era como antes.

por **Marian Donovan** Miér Mar 11, 2015 7:09 pm

De la fuerza que ejercía sobre el agarre del cuchillo que sostenía en la mano diestra, no sería de extrañar que se le resintiera. Los nervios hacían mella en ella y mientras su perfume más se acercaba a Marian, ella más se preparaba para verle de nuevo, sabiendo que toda su guardia no haría nada contra él. Más que atrasar lo inevitable.

— Yssia, por favor no os metas. Esconderos, poneros a salvo y cuando él esté conmigo, id a auxiliar a los heridos. — Ordenó Marian viendo como tras los gritos de los guardias, su joven doncella regresó hacia el salón desconcertada y atemorizada.

Tras cada segundo que se llenaban más los suelos de sangre, peor se encontraba ella. ¿Cómo podía pretender acercarse a ella, cuando estaba asesinando a cada uno de sus guardias? Se preguntó controlándose la respiración, ya que lo último que deseaba la cambiante era que él fuera consciente del miedo que atenazaba su corazón. Se había estado mentalizando para este momento, pero jamás pensó que fuera a ser tan temprano el inicio de su pesadilla; el encuentro con su verdugo.

Unos gritos más y sintió los pasos de él acercándose a ella. Respiró hondo y serena esperó su intrusión, dejando que el poder de su naturaleza cambiante la ayudara en cuanto sintió su presencia demasiado cercana y así poder verle. No era que viera demasiado bien, pero de esa forma por un tiempo podía ver algo más que sombras y luces moverse. Por lo que cuando sus ojos se encontraron con aquellos que jamás deseó ver de nuevo, ahogó un grito de pavor. Como años atrás, venía a ella con sangre en el cuerpo; con sangre en las manos.

—Aquí me tienes. — Dijo inmóvil en su sitio, sujetando con más fuerza el cuchillo que empuñaba.

Sus ojos siguieron cada uno de sus pasos, de sus movimientos e inclusive la forma en que de su ropa goteaba sangre. Sintió el miedo de su doncella latiendo en el ambiente del salón, tan fuerte que parecía suyo. No obstante, se obligó a serenarse y ahuyentar todos esos miedos. Ahora tenía que luchar. Aún sin vista, aún sin arma.

El cuchillo de nada le sirvió cuando acercándosele, lo tuvo frente a ella y de un manotazo imprevisto le quitó el cuchillo, dejando que este cayera al suelo. Marian entonces solo clavo su mirada vacía a los ojos masculinos y sonrío. — ¿Me ves diferente, verdad? Espero que te guste ver lo que tus manos han provocado, Darkho. Y lo que tus labios permitieron. — Dijo inexpresivamente, usando aquel tono de voz que escondía dentro de su el dolor de sus heridas más profundas e internas. Dio un paso atrás buscando distancia y se separó nuevamente de él. Podía verle, si se concentraba podía verlo frente a ella y en ese instante no le era imposible definir aquello que sentía. Lo que ahogaba su corazón y razón en miles de llamas que no dejaban de arder con tanta contradicción.

— ¿A qué se debe tu visita violenta en mi hogar? Deberías saber que no eres bienvenido. Ni jamás lo serás.

por **Darkho Donaire** Dom Mar 15, 2015 1:40 pm

Los alaridos de Marianne en parte no eran de su agrado pero era por culpa suya. No había vuelto para salvarla y si, se culpaba de ello, pero no podía seguir mirando hacia atrás – Preferiste quedarte con aquel que no era en realidad tu verdadero amante, Marian, vine a por ti Marian, vine para salvarte pero tu decidiste darme la espalda aquella noche –La tomo del pescuezo para con agilidad tumbarla sobre la superficie acolchada del sofá, colocando una rodilla rudamente justo sobre si entrepierna, sujetándola ahí como su fiel sumisa adoradora de rudos juegos carnales – Venia de buenas maneras, Marian – Con la mano libre consiguió sujetar ambas manos tras su espalda, sujetándola aun ahí en el sofá hasta que la mano que andaba en su cuello, fue a su cinturón de donde saco un inofensivo cuchillo que fue directamente al pómulo de Marian.

– No me obligues a destrozarte más la cara de como ya la tienes, Marian –Susurro aquello tal cual amenaza era, susurrándolo sobre aquella tersa piel, besando ahora la curvatura de aquel cuello, lo lamio sutilmente con la punta de la lengua saboreando el perfume de su piel – Sabes a miedo, a pura excitación por estos raudos juegos –Dijo como aquel que le gustaba tentar a la suerte, deslizando el cuchillito por su mentón y yendo hacia abajo, arrastrándolo sensualmente hasta que se paró en las cuerdas del escote – O me escuchas, o lo siguiente que escucharás será los gritos que soltaras nuevamente mientras te viole contra la mesa de o la pared de esta sala – Dijo antes de besarla lentamente, apartándose de ella pero antes de que pudiera hacer o decir nada, un golpe seco de una cacerola le dejo inconsciente en el suelo, dejando lejos el cuchillo, bien lejos.

La doncella que había espantado antes se había acercado lentamente sin que él se diera cuenta. Le había propinado un golpe en la cabeza con una de las cacerolas. Milagrosamente no le dejo marca, tan solo se quedó inconsciente. Observo como estaba su ama, fue enseguida a socorrerla tras dejar la cacerola en la mesita de café – Señora – Dijo preocupada de lo que pasaba, ayudo a su ama a levantarse, a incorporarse sentada sobre ese sofá – Le traeré una manzanilla para que se calme – Enseguida se levantó dejando sola a Marian, encaminándose hacia la cocina para poder traerla una manzanilla.

Todo estaba en silencio.

Todo estaba tranquilo hasta que Darkho, con una mano tapo la boca de Marian para que no hablara o gritase en busca de ayuda, con su sigilo y agudeza había conseguido adelantarse, desaparecer ante los ojos de ambas – Cállate – Dijo entre nuevos susurros en su oído – Vamos a un lugar mucho más íntimo ¿Te acuerdas? Aquel del cual tanto disfrutaste – La levanto del sofá, llevándosela enmudecida por su mano y llevándola hasta la habitación que tan bien recordaba. Se metió en aquella biblioteca que estaba igual que siempre. Soltó a Marian y cerró las puertas y las ventanas. Estarían él y Marian para poder aclarar cosas del pasado.

-Este es el trato Marian, tu callas y yo hablo.

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