AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nuit Noire +18 [Privado]
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Nuit Noire +18 [Privado]
La noche había sido prácticamente perfecta. El encuentro entre ambos fue diferente a cualquier otro, la complicidad en las miradas, los gestos que como el silencio lo decían todo. En la cena prescindieron del postre, ella la culpable de ello pues le tenía algo más preparado. Una fría noche en la que habían salido a repartir esos regalos de Navidad y brindar con esos desconocidos, algunos más que otros importantes en la vida de Hoör. Ella no juzgó a nadie, por primera vez , la noche buena había hecho de ella un milagro que seguramente al día siguiente se evaporaría como humo.
La desesperación y excitación del noruego, provocada por ella…por la dama negra. Solo dio aviso, no hizo nada, solo insinuar y darle pistas de lo que le esperaba después. Eso bastó, fue suficiente para despertar en él ese deseo irrefrenable que entre ellos era más que existente. Disfrutaba con verle estremecerse por sus efímeras caricias, la forma que buscaba sus labios, su cuerpo y la deseaba. Nunca había leído en una mirada tal deseo por ella , adoración y obsesión, celos y posesión. Ella sentía lo mismo, de una manera desorbitada. Él aún no se percató de lo que era capaz, si a alguien se le ocurriese tocar lo que ya era suyo…estaba muerto. Sus orbes esmeraldas no habían dejado de mirarle durante toda la noche, imaginando un sinfín de maldades que los perderían esa noche.
Ya era de madrugada, una noche muy fría, estaba deseando llegar a casa y cumplir con su promesa silenciosa, a gritos por cómo su mirada picara y traviesa contra el vidrio de su copa, una promesa de que esa noche no se le olvidaría en la vida. Cuando bajó del carruaje, se le escapó una risa, él no iba a darle tregua, estaba segura de que en el momento en el que pisasen territorio Cavey, la acorralaría en cualquier rincón para acabar con aquella tortura. Pudo comprobarlo, su excitación no se había esfumado, sus esmeraldas se habían perdido en su abultada entrepierna que la reclamaba.
El carruaje se detuvo y Valeria salió primero, perdiéndose en la entrada de la casa, a paso rápido. Jugaba al ratón y al gato cuando no debía tentar más de lo que lo había hecho pero acaso ¿acabó? No. Los pasos de la joven se perdieron en los pasillos, la escalera principal hasta su dormitorio en donde esperaba que él la siguiese. Todo estaba a oscuras, solo podía oírse la risa del demonio, alentando al noruego , una clara invitación de que entrase en el mismo infierno.
La habitación de Valeria, ahora la de ambos, solo alumbrada por un par de velas daban ese toque íntimo y misterioso. Se escondió tras una de las cortinas, esperando a que estuviese dentro de la habitación para acercarse con movimientos felinos. Sus dos manos cerraron la puerta y él entre medias. Su propio cuerpo, hizo presión para que el de él quedase entre él y su cuerpo. Su boca buscó la ajena, apenas fue un roce, seguido de una risa… risa que chocó contra sus labios, mordiéndose los propios al separarse, un beso que no llegaba, se hacía desear.
Sus cuerpos se buscaban irremediablemente, podía sentir el calor que emanaba de él, la impaciencia de ella al rozar sus pechos aún con ropa contra su torso, arrancándole un gemido seguido de su nombre. Siseó, acababan de empezar y no iba a ir con prisa, tampoco con pausa. Una de sus manos atraparon la muñeca izquierda del noruego, él pudo sentir el metal frío contrastar con su piel caliente y un “clic” que le arrancó una risa, traviesa, maliciosa… la cual se acrecentó al no solo atarle una muñeca, la libre pronto quedó atrapada también…totalmente a merced de ella.
-No he dejado de pensar en otra cosa en toda la noche -ronroneó contra sus labios, rozando su mentón y dejar besos furtivos y húmedos por su cuello. Un mordisco con fuerza, dejando su cuerpo caer sobre el de él. Las manos, dieron rienda suelta a sus deseos de tocarlo, despacio…dejando sentir cada parte de su piel contra las yemas - Estás arrebatador con el traje pero me gusta más…sin él -mordió el labio de su lengua, a la vez que su cuerpo serpenteaba sobre el suyo, como si estuviese bailando sobre su cuerpo, sintiendo la necesidad, la dureza de su miembro que loco estaba deseando salir a torturarla - Aún no voy a enseñarte la sorpresa porque antes… nos comeremos el postre -
Los orbes esmeraldas, se clavaron en él como si nada más existiese, desabrochó su pantalón dejando salir su miembro, acariciándolo con mimo, deseo. Atado, no podía tocarla, ella tenía la llave, ahora podía hacer lo que quisiera con él y así sería. Se giró para sentir plenamente aquel deseo, como su miembro buscaba cualquier contacto contra su cuerpo, ahora su trasero. Valeria lamió sus labios, moviendo las caderas aún con la ropa, torturándole… no iba a tener ninguna consideración.
- Y si…-se separó, mordiéndose los labios por la imagen de él atado y su miembro apuntándola. Lo recorrió con la mirada mientras jugueteaba con sus propios lazos del corsé. Se giró dándole la espalda, aflojándolo, dejándolo caer… tela negra, encaje, transparencia y solo podía verse una parte de lo que le esperaba. Por encima del hombro, le miró lasciva, ojos cargados de lujuria. La falda cayó por su peso, la apartó con uno de sus pies, dejando a la vista aquel conjunto interior que le quedaba perfecto, más con la tenue luz…
No dijo nada, tampoco se acercó a él, se encaminó hacia la cama, sentándose en el borde…cruzando las piernas. Mirándole a los ojos.
[color=white]-Mi regalo ahora quiero mi postre… dámelo [/colo]-fue una orden, tajante… estaba deseosa de que lo hiciese, se relamió los labios, mordiéndose de pura impaciencia.
La desesperación y excitación del noruego, provocada por ella…por la dama negra. Solo dio aviso, no hizo nada, solo insinuar y darle pistas de lo que le esperaba después. Eso bastó, fue suficiente para despertar en él ese deseo irrefrenable que entre ellos era más que existente. Disfrutaba con verle estremecerse por sus efímeras caricias, la forma que buscaba sus labios, su cuerpo y la deseaba. Nunca había leído en una mirada tal deseo por ella , adoración y obsesión, celos y posesión. Ella sentía lo mismo, de una manera desorbitada. Él aún no se percató de lo que era capaz, si a alguien se le ocurriese tocar lo que ya era suyo…estaba muerto. Sus orbes esmeraldas no habían dejado de mirarle durante toda la noche, imaginando un sinfín de maldades que los perderían esa noche.
Ya era de madrugada, una noche muy fría, estaba deseando llegar a casa y cumplir con su promesa silenciosa, a gritos por cómo su mirada picara y traviesa contra el vidrio de su copa, una promesa de que esa noche no se le olvidaría en la vida. Cuando bajó del carruaje, se le escapó una risa, él no iba a darle tregua, estaba segura de que en el momento en el que pisasen territorio Cavey, la acorralaría en cualquier rincón para acabar con aquella tortura. Pudo comprobarlo, su excitación no se había esfumado, sus esmeraldas se habían perdido en su abultada entrepierna que la reclamaba.
El carruaje se detuvo y Valeria salió primero, perdiéndose en la entrada de la casa, a paso rápido. Jugaba al ratón y al gato cuando no debía tentar más de lo que lo había hecho pero acaso ¿acabó? No. Los pasos de la joven se perdieron en los pasillos, la escalera principal hasta su dormitorio en donde esperaba que él la siguiese. Todo estaba a oscuras, solo podía oírse la risa del demonio, alentando al noruego , una clara invitación de que entrase en el mismo infierno.
La habitación de Valeria, ahora la de ambos, solo alumbrada por un par de velas daban ese toque íntimo y misterioso. Se escondió tras una de las cortinas, esperando a que estuviese dentro de la habitación para acercarse con movimientos felinos. Sus dos manos cerraron la puerta y él entre medias. Su propio cuerpo, hizo presión para que el de él quedase entre él y su cuerpo. Su boca buscó la ajena, apenas fue un roce, seguido de una risa… risa que chocó contra sus labios, mordiéndose los propios al separarse, un beso que no llegaba, se hacía desear.
Sus cuerpos se buscaban irremediablemente, podía sentir el calor que emanaba de él, la impaciencia de ella al rozar sus pechos aún con ropa contra su torso, arrancándole un gemido seguido de su nombre. Siseó, acababan de empezar y no iba a ir con prisa, tampoco con pausa. Una de sus manos atraparon la muñeca izquierda del noruego, él pudo sentir el metal frío contrastar con su piel caliente y un “clic” que le arrancó una risa, traviesa, maliciosa… la cual se acrecentó al no solo atarle una muñeca, la libre pronto quedó atrapada también…totalmente a merced de ella.
-No he dejado de pensar en otra cosa en toda la noche -ronroneó contra sus labios, rozando su mentón y dejar besos furtivos y húmedos por su cuello. Un mordisco con fuerza, dejando su cuerpo caer sobre el de él. Las manos, dieron rienda suelta a sus deseos de tocarlo, despacio…dejando sentir cada parte de su piel contra las yemas - Estás arrebatador con el traje pero me gusta más…sin él -mordió el labio de su lengua, a la vez que su cuerpo serpenteaba sobre el suyo, como si estuviese bailando sobre su cuerpo, sintiendo la necesidad, la dureza de su miembro que loco estaba deseando salir a torturarla - Aún no voy a enseñarte la sorpresa porque antes… nos comeremos el postre -
Los orbes esmeraldas, se clavaron en él como si nada más existiese, desabrochó su pantalón dejando salir su miembro, acariciándolo con mimo, deseo. Atado, no podía tocarla, ella tenía la llave, ahora podía hacer lo que quisiera con él y así sería. Se giró para sentir plenamente aquel deseo, como su miembro buscaba cualquier contacto contra su cuerpo, ahora su trasero. Valeria lamió sus labios, moviendo las caderas aún con la ropa, torturándole… no iba a tener ninguna consideración.
- Y si…-se separó, mordiéndose los labios por la imagen de él atado y su miembro apuntándola. Lo recorrió con la mirada mientras jugueteaba con sus propios lazos del corsé. Se giró dándole la espalda, aflojándolo, dejándolo caer… tela negra, encaje, transparencia y solo podía verse una parte de lo que le esperaba. Por encima del hombro, le miró lasciva, ojos cargados de lujuria. La falda cayó por su peso, la apartó con uno de sus pies, dejando a la vista aquel conjunto interior que le quedaba perfecto, más con la tenue luz…
No dijo nada, tampoco se acercó a él, se encaminó hacia la cama, sentándose en el borde…cruzando las piernas. Mirándole a los ojos.
[color=white]-Mi regalo ahora quiero mi postre… dámelo [/colo]-fue una orden, tajante… estaba deseosa de que lo hiciese, se relamió los labios, mordiéndose de pura impaciencia.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Una noche llena de magia, una en la que mi abultada entrepierna fue testigo de los regalos, de las risas y como no de esa mirada esmeralda que me encendía. Avivó el fuego echando leños con cada roce, con cada gesto.
Rodeado de algunos amigos y varios desconocidos que pronto se convirtieron en lo contrario, la idea de no poder tocarla me abrasaba.
Sobre mi regazo en ocasiones, alejada otras, oscurecía mi mirada parda, que aquella noche centelleaba presa de las ganas de regresar a casa.
El alcohol corrió, su piel confundió a mis labios con su olor y su boca tomó presa la mía en nimias ocasiones forzándome a desearla casi con locura.
El amanecer pronto haría acto de presencia, era el momento de retirarnos, algo que agradecí.
En el carruaje, las caricias se intensificaron, ella sobre mi a horcajadas, vaivén de sus caderas, el infierno en sus manos surcando mi piel, enredándose en mi pelo. Boca entreabierta acogiendo su lengua que tibia se deslizaba por ella serpenteando en un duelo a muerte donde no abría vencedor de esta gesta.
-Valeria, no puedo mas -confesé, alzando su falda para tomarla allí mismo.
Su respuesta una nueva risa, distancia, espacio y el juego del gato y el ratón comienza cuando corriendo se apea del carro.
Estela brillante su dorado cabello, risa que se pierde con el viento llegando a mis oídos como un trueno.
Salto tras ella, dos lobos corriendo tras la luna y el sol, nunca ese colgante a tenido mas significado que hoy. Depredador tras su luna llena, apenas logro rozar su cintura cuando me quiebra, escaleras arriba, sonrisa ladina al alcanzar la puerta que abre divertida dejándome tras ella.
Oscura la cámara, apenas iluminada por los haz de luz de sendas velas, mis ojos la buscan mas es ella quien me encuentra.
La puerta se cierra, mi cuerpo contra esta y el diablo me aprisiona echando mas leños a la hoguera.
Gruño al ver como tentadora, se muerde los labios, serpiente sibilina que deja un ligero ronroneo en estos para de nuevo dejarme con ganas de todo, regalándome la nada.
-Valeria -casi suplico con la voz ronca, nunca un cuerpo me había torturado de esa manera.
Mis ganas se habían hecho lava con el paso de las horas y el volcán estaba dispuesto a entrar en erupción aunque tuviera que arrasar con todo a la fuerza.
Gruñí cuando sus pechos apresaron mi torso, su cuerpo danzaba en la distancia contra el mio, manos que atraparon sus nalgas necesitadas del candor que toda ella emanaba.
-Como puedes no estar como yo -susurré contra su boca completamente perdido.
Era cierto, ni siquiera me quedaba a esas alturas de la noche juicio, solo pensaba con el hacha que contra su vientre se alzaba dispuesta a entablar batalla.
Frio en mi muñeca y un “clik” mis ojos la buscaron completamente oscurecidos ¿que hacia?
Rugí al darme cuenta de lo que significaba aquel juego e el que yo era su prisionero y ella el verdugo del látigo negro.
Su cuerpo se dejo caer contra el mio, danzando como las brujas frente al fuego, rozando mi virilidad que la buscaba tan dura que dolía.
La otra muñeca pronto quedo atrapada de igual modo, su fiel esclavo, ardía en su fuego ¿acaso no se daba cuenta de hasta donde esa noche alcanzaba mi deseo?
-Estoy perdido -confesé dejando escapar un gemido cuando su boca desafió la piel de mi cuello humedeciéndolo.
-Desnúdate -supliqué.
Nunca había necesitado nada con tanto fervor, nunca había necesitado nada con tanta fuerza, nunca había anhelado nada con tanta necesidad.
Mas la dama, volvió a torturarme asegurándome que no había llegado el momento de darme mi ansiado regalo, antes al parecer deseaba seguir jugando.
-No puedo mas -susurré dejando que el aire ronco saliera de mi -déjame entrar.
Mis ojos la buscaron sin pudor. Su mano, decidida a darme una tregua, aflojó el botón de mi pantalón introduciéndose por el, hasta hacerse con mi miembro que pedía guerra.
Mi glande vibró con el primer roce, su sonrisa era infernal, nuestros ojos dos llamas que se devoraban.
Tomó el tronco acariciándolo mientras me la sacaba, apenas unas caricias que no bastaban cuando se giro para sentir su roce en sus nalgas.
Nuevo gruñido que escapó violento de mi boca, buscando rozarla, masturbarme con su piel.
Sus labios húmedos, mis ojos en ellos anclados, jamas había estado tan excitado.
Me miro como quien admira un lienzo, sosegada, se despojó a paso lento de las cintas del corseé, su espalda de nuevo mi tortura, así poco a poco la ropa fue brindada al suelo. Mi miembro la apuntó cuando sus ojos lascivos me miraron sobre su hombro.
Encaje negro que cubría su piel, una silueta que parecía dispuesta ha que aquella noche muriera.
Morir de deseo, de necesidad.
Rugi buscandola.
-¡Maldito demonio!
Lejos de volver en mi busca, su cuerpo se alejo hacia el borde de la cama, allí tomó asiento retándome a montarla. Una orden, que acaté con ganas, quería su postre y yo que me la chupara.
Me acerqué a ella, espada afilada que coloqué frente a su boca sin mediar palabra. Sonrisa lasciva.
-Comemela -susurré con la voz ronca
Rodeado de algunos amigos y varios desconocidos que pronto se convirtieron en lo contrario, la idea de no poder tocarla me abrasaba.
Sobre mi regazo en ocasiones, alejada otras, oscurecía mi mirada parda, que aquella noche centelleaba presa de las ganas de regresar a casa.
El alcohol corrió, su piel confundió a mis labios con su olor y su boca tomó presa la mía en nimias ocasiones forzándome a desearla casi con locura.
El amanecer pronto haría acto de presencia, era el momento de retirarnos, algo que agradecí.
En el carruaje, las caricias se intensificaron, ella sobre mi a horcajadas, vaivén de sus caderas, el infierno en sus manos surcando mi piel, enredándose en mi pelo. Boca entreabierta acogiendo su lengua que tibia se deslizaba por ella serpenteando en un duelo a muerte donde no abría vencedor de esta gesta.
-Valeria, no puedo mas -confesé, alzando su falda para tomarla allí mismo.
Su respuesta una nueva risa, distancia, espacio y el juego del gato y el ratón comienza cuando corriendo se apea del carro.
Estela brillante su dorado cabello, risa que se pierde con el viento llegando a mis oídos como un trueno.
Salto tras ella, dos lobos corriendo tras la luna y el sol, nunca ese colgante a tenido mas significado que hoy. Depredador tras su luna llena, apenas logro rozar su cintura cuando me quiebra, escaleras arriba, sonrisa ladina al alcanzar la puerta que abre divertida dejándome tras ella.
Oscura la cámara, apenas iluminada por los haz de luz de sendas velas, mis ojos la buscan mas es ella quien me encuentra.
La puerta se cierra, mi cuerpo contra esta y el diablo me aprisiona echando mas leños a la hoguera.
Gruño al ver como tentadora, se muerde los labios, serpiente sibilina que deja un ligero ronroneo en estos para de nuevo dejarme con ganas de todo, regalándome la nada.
-Valeria -casi suplico con la voz ronca, nunca un cuerpo me había torturado de esa manera.
Mis ganas se habían hecho lava con el paso de las horas y el volcán estaba dispuesto a entrar en erupción aunque tuviera que arrasar con todo a la fuerza.
Gruñí cuando sus pechos apresaron mi torso, su cuerpo danzaba en la distancia contra el mio, manos que atraparon sus nalgas necesitadas del candor que toda ella emanaba.
-Como puedes no estar como yo -susurré contra su boca completamente perdido.
Era cierto, ni siquiera me quedaba a esas alturas de la noche juicio, solo pensaba con el hacha que contra su vientre se alzaba dispuesta a entablar batalla.
Frio en mi muñeca y un “clik” mis ojos la buscaron completamente oscurecidos ¿que hacia?
Rugí al darme cuenta de lo que significaba aquel juego e el que yo era su prisionero y ella el verdugo del látigo negro.
Su cuerpo se dejo caer contra el mio, danzando como las brujas frente al fuego, rozando mi virilidad que la buscaba tan dura que dolía.
La otra muñeca pronto quedo atrapada de igual modo, su fiel esclavo, ardía en su fuego ¿acaso no se daba cuenta de hasta donde esa noche alcanzaba mi deseo?
-Estoy perdido -confesé dejando escapar un gemido cuando su boca desafió la piel de mi cuello humedeciéndolo.
-Desnúdate -supliqué.
Nunca había necesitado nada con tanto fervor, nunca había necesitado nada con tanta fuerza, nunca había anhelado nada con tanta necesidad.
Mas la dama, volvió a torturarme asegurándome que no había llegado el momento de darme mi ansiado regalo, antes al parecer deseaba seguir jugando.
-No puedo mas -susurré dejando que el aire ronco saliera de mi -déjame entrar.
Mis ojos la buscaron sin pudor. Su mano, decidida a darme una tregua, aflojó el botón de mi pantalón introduciéndose por el, hasta hacerse con mi miembro que pedía guerra.
Mi glande vibró con el primer roce, su sonrisa era infernal, nuestros ojos dos llamas que se devoraban.
Tomó el tronco acariciándolo mientras me la sacaba, apenas unas caricias que no bastaban cuando se giro para sentir su roce en sus nalgas.
Nuevo gruñido que escapó violento de mi boca, buscando rozarla, masturbarme con su piel.
Sus labios húmedos, mis ojos en ellos anclados, jamas había estado tan excitado.
Me miro como quien admira un lienzo, sosegada, se despojó a paso lento de las cintas del corseé, su espalda de nuevo mi tortura, así poco a poco la ropa fue brindada al suelo. Mi miembro la apuntó cuando sus ojos lascivos me miraron sobre su hombro.
Encaje negro que cubría su piel, una silueta que parecía dispuesta ha que aquella noche muriera.
Morir de deseo, de necesidad.
Rugi buscandola.
-¡Maldito demonio!
Lejos de volver en mi busca, su cuerpo se alejo hacia el borde de la cama, allí tomó asiento retándome a montarla. Una orden, que acaté con ganas, quería su postre y yo que me la chupara.
Me acerqué a ella, espada afilada que coloqué frente a su boca sin mediar palabra. Sonrisa lasciva.
-Comemela -susurré con la voz ronca
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Notaba la necesidad en su mirada, como en ningún instante de la noche se apartó de ella. Ojos oscuros que la recorrían, cada rincón de su ser y la buscaba con pequeñas caricias, sonrisas efímeras, deseo en cada poro de sus pieles. Desesperado, queriendo acabar con aquella tortura que supuso el juego del demonio, finalizar aquella atracción y deseo enfermizo que incendiaba con tan solo una mirada. Miradas cargadas de algo mucho más fuerte que una simple atracción, se mezclaba lujuria, pasión, sexo desenfrenado a la par que dulce en determinados momentos para dar paso a solo ellos dos. Nada más.
Le erizaba la piel oírle susurrar su nombre, perdido completamente de deseo. Tenerle en la habitación fue su objetivo principal y ahora que se encontraba atado, su imaginación daba rienda suelta a todo lo que le encantaría hacerle. Una tentación atado a su merced, desde su posición podía verle totalmente ofrecido para ella, el mejor regalo que tendría esa noche pues ésta acababa de comenzar para los dos. Los rugidos y gruñidos le hicieron reír por lo bajo, relamiéndose, no le estaba gustando el juego o quizás demasiado. ¿Qué no estaba como él? No lo sabía, no tenía ni idea de lo que suponía verle así pero todo a su tiempo pues se lo mostraría.
El conjunto de ropa interior, especialmente elaborado para ella y esa noche. Él el único espectador, la hacía aún más exuberante y atractiva. Tela transparente que dejaba y no a la vez su ver su piel. Sonrió al verle acercarse, oía su respiración agitada mezclada con la propia. Sus orbes esmeralda no se apartaron de los ajenos ni un solo instante, riendo contra su miembro a tal petición. Estaba encendido, loco porque le hiciera cualquier cosa pero ¿el demonio le haría caso? Su boca se entreabrió dispuesta a todo y así fue, pasó la punta a lo largo de su miembro a medida que sus manos se deshacían botón a botón, yemas de sus dedos que acariciaban su piel y a la que se unió su boca, trazando el camino desde su vientre, pecho…saboreando cada parte de su piel, perdiéndose en el aroma de ésta y no solo eso, sus dientes se dieron el festín que deseaba. Marcando la piel, rozándola con los dientes hasta que de pie, enfrentó de nuevo su mirada.
Enredó los dedos en su nuca, atrayéndole hacia sí con cierta brusquedad. No le dio tiempo a que dijera nada, su lengua serpenteó buscando la ajena, bailar en sus bocas y torturarla, morderla, rugir contra sus labios hinchados por los mordiscos. Ojos verdes que acababan de gritarle que le pertenecía. Tiró del cabello de su nuca hacia atrás, mordiendo su mentón, lamiendo el camino hasta su cuello en donde ronroneó y marcó el lugar por si aún no le había quedado lo suficientemente claro.
-Me deseabas pero a partir de esta noche, no vas a tener otra cosa en tu cabeza. No he empezado, no eres quién para darme órdenes cuando es mi juego…ya te tocará tirar a ti. Voy a volverte loco, arderás en mi infierno y no solo una vez… lo harás eternamente - rió maliciosa contra su oído, su cuerpo se pegó al de él para que sintiese la dureza de sus pezones bajo la ropa, como su cuerpo comenzaba a moverse como si estuviese bailando solo para él y así era, frotó su miembro contra su zona, haciéndole gemir de pura impaciencia… solo le torturaba y sí, una tortura mutua que los terminaría condenando a los dos.
Se separó de golpe, sentándose de nuevo en la cama solo que esta vez…se dejó caer de rodillas ante él, siseando para que no se le ocurriese hacer nada al respecto. Rió, como el demonio que era, lamiéndose esos tentadores labios rojos, un demonio que en breve se comería a su presa. Entreabrió los labios, tomando su miembro con una de sus manos mientras la otra apartaba el cabello hacia el lado contrario. Delineó cada rincón de su boca con su miembro, al juego se unió su lengua. Su mano se movía al son de su boca, que golosa lo tomó por entero, succionaba, lengua perversa que se movía a su antojo. Reía sin detenerse, intentando no perderse ella misma, no aún.
No todo quedó así. La mano libre, desató el corsé un tanto, lo suficiente para que sus senos quedasen al descubierto. Perversa mente que no dejó ni escapar un segundo, su boca seguía engulléndole, ronroneando y completamente perdida cuando la mano libre que desató su corsé lo atrajo hacia sí de las nalgas. Se incorporó para con ayuda de ambos pechos, atrapar su miembro y seguir aquella tortura, el juego en el que ambos se perderían y a él enloquecería. La presión de sus senos contra su miembro, tortura divina que se unía su boca, cada vez más aprisa. Ambas manos que atraparon sus senos para que la fricción fuese aún más sentida su boca se pierde en aquel manjar que le ofrecía y no, no bastó solo eso, su mirada se clavó en él, observándole viéndole perderse en aquella perdición que eran sus labios…su cuerpo. Cada vez mas y más fuerte…incluso se detuvo unos segundos con su miembro por entero totalmente dentro, disfrutase de esas sensaciones… ambos eran fuegos, la noche acababa de comenzar.
Le erizaba la piel oírle susurrar su nombre, perdido completamente de deseo. Tenerle en la habitación fue su objetivo principal y ahora que se encontraba atado, su imaginación daba rienda suelta a todo lo que le encantaría hacerle. Una tentación atado a su merced, desde su posición podía verle totalmente ofrecido para ella, el mejor regalo que tendría esa noche pues ésta acababa de comenzar para los dos. Los rugidos y gruñidos le hicieron reír por lo bajo, relamiéndose, no le estaba gustando el juego o quizás demasiado. ¿Qué no estaba como él? No lo sabía, no tenía ni idea de lo que suponía verle así pero todo a su tiempo pues se lo mostraría.
El conjunto de ropa interior, especialmente elaborado para ella y esa noche. Él el único espectador, la hacía aún más exuberante y atractiva. Tela transparente que dejaba y no a la vez su ver su piel. Sonrió al verle acercarse, oía su respiración agitada mezclada con la propia. Sus orbes esmeralda no se apartaron de los ajenos ni un solo instante, riendo contra su miembro a tal petición. Estaba encendido, loco porque le hiciera cualquier cosa pero ¿el demonio le haría caso? Su boca se entreabrió dispuesta a todo y así fue, pasó la punta a lo largo de su miembro a medida que sus manos se deshacían botón a botón, yemas de sus dedos que acariciaban su piel y a la que se unió su boca, trazando el camino desde su vientre, pecho…saboreando cada parte de su piel, perdiéndose en el aroma de ésta y no solo eso, sus dientes se dieron el festín que deseaba. Marcando la piel, rozándola con los dientes hasta que de pie, enfrentó de nuevo su mirada.
Enredó los dedos en su nuca, atrayéndole hacia sí con cierta brusquedad. No le dio tiempo a que dijera nada, su lengua serpenteó buscando la ajena, bailar en sus bocas y torturarla, morderla, rugir contra sus labios hinchados por los mordiscos. Ojos verdes que acababan de gritarle que le pertenecía. Tiró del cabello de su nuca hacia atrás, mordiendo su mentón, lamiendo el camino hasta su cuello en donde ronroneó y marcó el lugar por si aún no le había quedado lo suficientemente claro.
-Me deseabas pero a partir de esta noche, no vas a tener otra cosa en tu cabeza. No he empezado, no eres quién para darme órdenes cuando es mi juego…ya te tocará tirar a ti. Voy a volverte loco, arderás en mi infierno y no solo una vez… lo harás eternamente - rió maliciosa contra su oído, su cuerpo se pegó al de él para que sintiese la dureza de sus pezones bajo la ropa, como su cuerpo comenzaba a moverse como si estuviese bailando solo para él y así era, frotó su miembro contra su zona, haciéndole gemir de pura impaciencia… solo le torturaba y sí, una tortura mutua que los terminaría condenando a los dos.
Se separó de golpe, sentándose de nuevo en la cama solo que esta vez…se dejó caer de rodillas ante él, siseando para que no se le ocurriese hacer nada al respecto. Rió, como el demonio que era, lamiéndose esos tentadores labios rojos, un demonio que en breve se comería a su presa. Entreabrió los labios, tomando su miembro con una de sus manos mientras la otra apartaba el cabello hacia el lado contrario. Delineó cada rincón de su boca con su miembro, al juego se unió su lengua. Su mano se movía al son de su boca, que golosa lo tomó por entero, succionaba, lengua perversa que se movía a su antojo. Reía sin detenerse, intentando no perderse ella misma, no aún.
No todo quedó así. La mano libre, desató el corsé un tanto, lo suficiente para que sus senos quedasen al descubierto. Perversa mente que no dejó ni escapar un segundo, su boca seguía engulléndole, ronroneando y completamente perdida cuando la mano libre que desató su corsé lo atrajo hacia sí de las nalgas. Se incorporó para con ayuda de ambos pechos, atrapar su miembro y seguir aquella tortura, el juego en el que ambos se perderían y a él enloquecería. La presión de sus senos contra su miembro, tortura divina que se unía su boca, cada vez más aprisa. Ambas manos que atraparon sus senos para que la fricción fuese aún más sentida su boca se pierde en aquel manjar que le ofrecía y no, no bastó solo eso, su mirada se clavó en él, observándole viéndole perderse en aquella perdición que eran sus labios…su cuerpo. Cada vez mas y más fuerte…incluso se detuvo unos segundos con su miembro por entero totalmente dentro, disfrutase de esas sensaciones… ambos eran fuegos, la noche acababa de comenzar.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Mis ojos oscurecidos brillaban reflejando las llamas del fuego crepitante de los maderos. Sus esmeraldas centelleaban sin apartarse de los ajenos, dispuesta a que el infierno llegara a esa cámara en penumbra.
Sus labios entreabiertos frente a mi miembro dejaron escapar una sonrisa maliciosa, dudaba que el demonio fuera capaz de condenarme de aquel modo. Jadeé cuando su lengua se paseo por mi glande haciéndolo vibrar contra sus labios rojos y llameantes.
Empujé mi miembro contra sus labios, fuera de mi impaciente, quería que se la metiera entera en la boca, mas de nuevo mi deseo se quedo en eso, en la tortura de un intento. Gruñí cabreado y excitado mientras se alzaba para enfrentar al guerrero que la miraba desesperado por empezar la gesta.
Su lengua marco el sendero de mi vientre, abdominales que se endurecían frente a los mordiscos de sus dientes.
El aire escapo ronco de mis labios entreabiertos, me costaba respirar mientras cada jirón de mi piel quedaba marcado por su boca remarcando que le pertenecía de un modo inhumano.
Sus ojos contra los míos, miradas que delimitaban el principio y el final el todo y el nada.
Su boca presionó mis labios para buscar mi lengua que pronto se deslizo en una danza mortal con la ajena, serpenteando húmedas de pasión, de deseo, de infierno y de cielo.
-¿quieres mi alma? Cógela, pero déjame entrar -gemí contra su boca antes de sentir como sus manos tiraban de mi pelo dejando mi cuello al descubierto.
Sus palabras me dejaban claro que hoy yo solo era su vil prisionero ,de mi solo quería mi cuerpo y sus reacciones frente a los movimientos sensuales del diablo. Iba a arrastrarme a un abismo tan oscuro que ni siquiera seria capaz de reaccionar cuando me empujara con sus propias manos haciéndome caer por le hasta arder en el.
-Dame mas -rugí, exigiendo, no acostumbrado a no poseer el control en mis encuentros.
Sus pezones contra mi torso, endurecidos me obligaron a cerrar los ojos mientras su cuerpo acariciaba el mio contoneándose contra mi miembro que buscaba la entrada de su sexo afianzándose como un hacha entre sus piernas.
No iba a suplicar, yo no hacia eso, pero necesitaba entrar, maldita mujer que me negaba una y otra vez mis deseos logrando hacer que la falta de estos me llevara a un punto en el que no era capaz ni siquiera de mantenerme cuerdo.
De nuevo la distancia entre nuestros cuerpos me quemaba tanto como su cercanía, ella siseaba manteniéndome expectante, se dejo caer de rodillas frente a mi, gruñí con los ojos tan oscuros como la misma noche.
Se relamió los labio, acerqué mi miembro a su boca, forzándola a dibujarlo, sonreía al verme tan sumamente perdido, jadeando roncamente.
Su mano afianzó mi miembro, succionandolo, recorriendolo con su boca, acompañándolo de su lengua que jugaba ardiente con mi frenillo, sacudiéndolo con su legua.
Tiré la cabeza hacia atrás, con la boca abierta para poder tomar aire, gemía sin parar, sentía sus ojos fijos en cada una de mis reacciones.
Era perversa, su acciones quedaban acompañadas de una risa maligna me me encendía cada vez mas, mis ojos echos fuego volvieron contra los ajenos, tiempo suficiente para ver como soltaba los cordones de su corseé y sus pechos ondeaban salvajes apuntándome.
-Valeria -gruñí al sentir su piel envolviendo mi espada. Empuje mis caderas contra sus tetas, sintiendo la piel subir y bajar y como el calor de estas abrazaban mi miembro mojandolas de mi esencia con cada sacudida.
Alternaba el infierno de su boca con la tortura de sus pechos, mientras yo gruñía mirándola dejándome envolver por las llamas del infierno, estaba tan cerca de correrme que apenas podia dejar de gruñir una y otra vez. Dura como una piedra quedaba dentro de su boca, sintiendo su calor, su humedad.
Llevé mis manos esposadas a su pelo y tiré de ella alzándola, si quería que el juego continuara, no podía permitirle segur lamiéndola o me iría en su boca, estaba tan cerca, tan excitado que apenas era capaz de parar.
Tomé sus labios salvajemente, sabia a mi. Mi lengua recorrió cada recoveco, suplicante, mientras mi virilidad se restregaba una y otra vez contra sus bragas.
-Déjame follarte -susurré contra su boca, acercando ahora mis manos a sus bragas para apartarlas con mis dedos.
La espada entre amar, la restregué por su raja, tratando de incendiarla, chantajearla para que me abriera las piernas y me dejara poseerla.
Sus labios entreabiertos frente a mi miembro dejaron escapar una sonrisa maliciosa, dudaba que el demonio fuera capaz de condenarme de aquel modo. Jadeé cuando su lengua se paseo por mi glande haciéndolo vibrar contra sus labios rojos y llameantes.
Empujé mi miembro contra sus labios, fuera de mi impaciente, quería que se la metiera entera en la boca, mas de nuevo mi deseo se quedo en eso, en la tortura de un intento. Gruñí cabreado y excitado mientras se alzaba para enfrentar al guerrero que la miraba desesperado por empezar la gesta.
Su lengua marco el sendero de mi vientre, abdominales que se endurecían frente a los mordiscos de sus dientes.
El aire escapo ronco de mis labios entreabiertos, me costaba respirar mientras cada jirón de mi piel quedaba marcado por su boca remarcando que le pertenecía de un modo inhumano.
Sus ojos contra los míos, miradas que delimitaban el principio y el final el todo y el nada.
Su boca presionó mis labios para buscar mi lengua que pronto se deslizo en una danza mortal con la ajena, serpenteando húmedas de pasión, de deseo, de infierno y de cielo.
-¿quieres mi alma? Cógela, pero déjame entrar -gemí contra su boca antes de sentir como sus manos tiraban de mi pelo dejando mi cuello al descubierto.
Sus palabras me dejaban claro que hoy yo solo era su vil prisionero ,de mi solo quería mi cuerpo y sus reacciones frente a los movimientos sensuales del diablo. Iba a arrastrarme a un abismo tan oscuro que ni siquiera seria capaz de reaccionar cuando me empujara con sus propias manos haciéndome caer por le hasta arder en el.
-Dame mas -rugí, exigiendo, no acostumbrado a no poseer el control en mis encuentros.
Sus pezones contra mi torso, endurecidos me obligaron a cerrar los ojos mientras su cuerpo acariciaba el mio contoneándose contra mi miembro que buscaba la entrada de su sexo afianzándose como un hacha entre sus piernas.
No iba a suplicar, yo no hacia eso, pero necesitaba entrar, maldita mujer que me negaba una y otra vez mis deseos logrando hacer que la falta de estos me llevara a un punto en el que no era capaz ni siquiera de mantenerme cuerdo.
De nuevo la distancia entre nuestros cuerpos me quemaba tanto como su cercanía, ella siseaba manteniéndome expectante, se dejo caer de rodillas frente a mi, gruñí con los ojos tan oscuros como la misma noche.
Se relamió los labio, acerqué mi miembro a su boca, forzándola a dibujarlo, sonreía al verme tan sumamente perdido, jadeando roncamente.
Su mano afianzó mi miembro, succionandolo, recorriendolo con su boca, acompañándolo de su lengua que jugaba ardiente con mi frenillo, sacudiéndolo con su legua.
Tiré la cabeza hacia atrás, con la boca abierta para poder tomar aire, gemía sin parar, sentía sus ojos fijos en cada una de mis reacciones.
Era perversa, su acciones quedaban acompañadas de una risa maligna me me encendía cada vez mas, mis ojos echos fuego volvieron contra los ajenos, tiempo suficiente para ver como soltaba los cordones de su corseé y sus pechos ondeaban salvajes apuntándome.
-Valeria -gruñí al sentir su piel envolviendo mi espada. Empuje mis caderas contra sus tetas, sintiendo la piel subir y bajar y como el calor de estas abrazaban mi miembro mojandolas de mi esencia con cada sacudida.
Alternaba el infierno de su boca con la tortura de sus pechos, mientras yo gruñía mirándola dejándome envolver por las llamas del infierno, estaba tan cerca de correrme que apenas podia dejar de gruñir una y otra vez. Dura como una piedra quedaba dentro de su boca, sintiendo su calor, su humedad.
Llevé mis manos esposadas a su pelo y tiré de ella alzándola, si quería que el juego continuara, no podía permitirle segur lamiéndola o me iría en su boca, estaba tan cerca, tan excitado que apenas era capaz de parar.
Tomé sus labios salvajemente, sabia a mi. Mi lengua recorrió cada recoveco, suplicante, mientras mi virilidad se restregaba una y otra vez contra sus bragas.
-Déjame follarte -susurré contra su boca, acercando ahora mis manos a sus bragas para apartarlas con mis dedos.
La espada entre amar, la restregué por su raja, tratando de incendiarla, chantajearla para que me abriera las piernas y me dejara poseerla.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
No perdía detalle de cada reacción, sus movimientos, como le perdía contemplándole a su merced. Alguien acostumbrado a tener el control y ahora, era ella quién estaba al mando. Le perdía verle totalmente entregado, esposado a su merced. ¿Cómo una imagen podía excitarle tanto? Quería tomarlo, volverlo loco con su boca, sus pechos, miradas y gemidos… pero no, tuvo que volver a apartarla cuando casi llegó al límite. No le gustó, gruñó contra su boca, antes de tomarla como el manjar más delicioso, sabía a ambos y eso le hizo escapar un rugido, quería más, apenas habían comenzado. Mordió su labio inferior, jadeando contra sus labios, moviendo las caderas buscando consuelo.
-Shhhh lo harás pero antes quiero que tomes tu postre mon amour -Se dejó caer en la cama, tumbada, deslizando su cuerpo hacia centro y llamarlo con un simple gesto con la cabeza. Abrió las piernas, insinuante, mostrando lo húmeda que se encontraba… ofreciéndole aquel postre diferente y delicioso -Quiero que lo hagas pero con…-el demonio deslizó el dedo índice por los labios, señalándole, ofreciéndose semi desnuda para que él hiciese con ella lo que desease -No quiero que te detengas… y… algo se une a esto -un trozo de tarta de chocolate en la mesita.
Dos de sus dedos, tomaron un tanto de tarta y siseó para que le dejase hacer. Apartó la ropa interior, deslizándola por el camino sinuoso de sus piernas y lanzárselas al rostro. Totalmente desnuda, lamió sus dedos despacio, probando la deliciosa tarta que esa mañana había ayudado a hacer. Lo miraba fijamente a los ojos, provocativa, saboreándola a su antojo. Era un espectáculo verla, desnuda, totalmente ofrecida pero no…. la maldita diablesa aún tenía algo más.
-Oh… lo siento, mi noruego. Creo que… falta algo del postre -con decisión, tomó la mano del joven para imitar su gesto anterior y hundir los dedos del noruego en la tarta. Siseó para que no dijese nada… empezó por entre sus pechos, coronando sus pezones con el chocolate, el camino siguió descendiendo hasta que lo soltó para que él hiciese lo propio. Abrió las piernas para que pudiese hacer lo que desease… mordiéndose los labios, echando hacia atrás la cabeza y sentir sus dedos torturarla -Dámelos -ordenó inquisitiva, clavando sus orbes en él, desafiantes.
El demonio acababa de desafiarla, ansiaba que de una vez empezase, se impacientaba. Estaba deseando que se hundiese entre sus piernas, perderse de deseo en él y terminasen como esas dos bestias salvajes que deseaban más y más del otro.
- No se te va a olvidar esta noche, a mí tampoco. ¿No esperabas el postre? Cómetelo - rugió presa de la excitación, su respiración entrecortada, sus orbes verdes solo fijas en él -Puedo hacerte daño, curarte las heridas de un solo modo -se relamió, volvía a tentarlo, a perderlo en su infierno.
-Shhhh lo harás pero antes quiero que tomes tu postre mon amour -Se dejó caer en la cama, tumbada, deslizando su cuerpo hacia centro y llamarlo con un simple gesto con la cabeza. Abrió las piernas, insinuante, mostrando lo húmeda que se encontraba… ofreciéndole aquel postre diferente y delicioso -Quiero que lo hagas pero con…-el demonio deslizó el dedo índice por los labios, señalándole, ofreciéndose semi desnuda para que él hiciese con ella lo que desease -No quiero que te detengas… y… algo se une a esto -un trozo de tarta de chocolate en la mesita.
Dos de sus dedos, tomaron un tanto de tarta y siseó para que le dejase hacer. Apartó la ropa interior, deslizándola por el camino sinuoso de sus piernas y lanzárselas al rostro. Totalmente desnuda, lamió sus dedos despacio, probando la deliciosa tarta que esa mañana había ayudado a hacer. Lo miraba fijamente a los ojos, provocativa, saboreándola a su antojo. Era un espectáculo verla, desnuda, totalmente ofrecida pero no…. la maldita diablesa aún tenía algo más.
-Oh… lo siento, mi noruego. Creo que… falta algo del postre -con decisión, tomó la mano del joven para imitar su gesto anterior y hundir los dedos del noruego en la tarta. Siseó para que no dijese nada… empezó por entre sus pechos, coronando sus pezones con el chocolate, el camino siguió descendiendo hasta que lo soltó para que él hiciese lo propio. Abrió las piernas para que pudiese hacer lo que desease… mordiéndose los labios, echando hacia atrás la cabeza y sentir sus dedos torturarla -Dámelos -ordenó inquisitiva, clavando sus orbes en él, desafiantes.
El demonio acababa de desafiarla, ansiaba que de una vez empezase, se impacientaba. Estaba deseando que se hundiese entre sus piernas, perderse de deseo en él y terminasen como esas dos bestias salvajes que deseaban más y más del otro.
- No se te va a olvidar esta noche, a mí tampoco. ¿No esperabas el postre? Cómetelo - rugió presa de la excitación, su respiración entrecortada, sus orbes verdes solo fijas en él -Puedo hacerte daño, curarte las heridas de un solo modo -se relamió, volvía a tentarlo, a perderlo en su infierno.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Sus caderas se movían contra mis ganas, baile ardiente como el ron que incendiaba mi cuerpo lanzándome al infierno y a las llamas.
Lasciva se mordió los labios, gruñido que escapó de mi boca aun preso de sus esmeraldas. Con las manos juntas por las cadenas que me convertían en prisionero del verdugo que las portaba, seguí ligeramente su piel.
Tiró de ellas marcando mis muñecas, retándome a perseguir su cuerpo hasta el camastro donde se dejo caer tentando como el diablo a su aprendiz.
Con un gesto de cabeza me llamo, mis ojos incendiados en la mas profunda oscuridad siguieron sus manos mientras las piernas se abrían ofreciéndome el infierno.
Mi boca se entreabrió, sonido ronco escapando de ella dibujando el recorrido de las bragas abandonando su piel.
Sus palabras incitaban al pecado, quería que le comiera el postre sobre el jugoso plato de su sexo abierto, mojado...
Rugí sediento, podía notar la boca seca, relamí mis labios humedeciéndola mientras tentado me dejaba ir hacia su cuerpo cegado por el deseo.
Sus dedos se hundieron en una porción de tarta que estrategicamente preparada parecía estar dispuesta para las perversiones de la dama. De nuevo sus dedos marcaron el ritmo lento del sendero de sus piernas, infinitas, ahora manchadas de chocolate.
Juguetona lanzó un poco en mi dirección, sonreí de medio lado, iba a castigarla por ese acto, solo que ella, el depredador del cuento, desconocía hasta que punto mi excitación me convertía en la presa mas peligrosa que había tenido.
Acorté la distancia, pero el juego lejos de acabar había empezado, mis dos manos fueron empujadas hacia la tarta, dedos manchados que desfilo por sus pechos, pezones erguidos que quedaron cubiertos, rozados por mis dedos, continué el sendero bajando con ellos.
Su coño mi destino, allí, contra su raja limpie sin sutileza los restos de aquella tarta antes de caer de rodillas frente a lo que lujuriosa me ofrecía.
Mi lengua relamió los restos, deslizándose ardua por cada pliegue, mis ojos se alzaron para encontrar el desafió de los ajenos, que oscurecidos me exigían que continuara, hoy era su esclavo y darle placer era mi único cometido.
Jadeé contra su humedad, mis manos en sus nalgas, cadenas bajo su culo y un movimiento brusco para que quedara atrapada y no se moviera cuando hundí por completo mi cabeza en ella.
Mi lengua torturo una y otra vez su clítoris, sin darle tregua lo golpeé ,lo rodee, y lo succioné atrapándolo con los labios una y otra vez. Su espalda se arqueaba, sus caderas se tambaleaban fijadas entre mis manos.
Ahora era ella la que roncamente jadeaba.
-Dame de beber -supliqué, estaba sediento y muy excitado, mi virilidad chocaba contra el camastro.
Me alcé ligeramente, la punta contra su vaina, la adentré lo necesario para sentir su calor en ella, casi rogando que me dejara, dejando que la humedad de mi saliva y su excitación la envolviera.
La empotré una vez, pero ella me empujo con su pie, estirando la pierna, el juego no había terminado, ella quería mas y por esta vez los tiempos no los marcaba yo.
Rugí con violencia llevando mis cadenas a su cuello cuando no me dejo hacer lo que necesitaba, follármela. Incapaz de calmarme la vi sonreír, llevarme al limite parecía ser su mayor placer. Las cadenas se paseaban ahora por su cuello mientras ella me desafiaba como si eso fuera solo un juego. Tomando el vaso de whisky que posó en mis labios, buscó calmarme, aparté las cadenas necesitado de beber, cerré los ojos dejando que el líquido entrara quemando mi garganta, resbalando por la comisura de mi boca al dármelo tan rápido.
Apenas podía tragarlo, cuando el hielo impactó en mis dientes. Lo tomé con los labios, volviendo a caer de rodillas frente a ella.
Complacida por mi actitud sumisa volvió a abrir sus piernas mientras una risa diabólica llenaba la estancia de ella.
Deslicé el hielo por el exterior de sus labios, la noté dar un respingo, afiancé de nuevo con mis manos sus caderas, atrayendola bruscamente contra el hielo de mi boca, que tras un primer contacto deje caer al suelo.
Mi lengua estaba congelada, su sexo ardía, lamí la raja de abajo a arriba con violencia una y otra vez.
Acompasando ese movimiento a la brusquedad con la que mis dedos se introdujeron dentro de ella.
Estaba tan dilatada, que me hubieran cabido tres, algo que me volvió completamente loco al probar.
Rugí cargado de necesidad, respirando bruscamente contra su sexo sin darle la menos tregua.
Lasciva se mordió los labios, gruñido que escapó de mi boca aun preso de sus esmeraldas. Con las manos juntas por las cadenas que me convertían en prisionero del verdugo que las portaba, seguí ligeramente su piel.
Tiró de ellas marcando mis muñecas, retándome a perseguir su cuerpo hasta el camastro donde se dejo caer tentando como el diablo a su aprendiz.
Con un gesto de cabeza me llamo, mis ojos incendiados en la mas profunda oscuridad siguieron sus manos mientras las piernas se abrían ofreciéndome el infierno.
Mi boca se entreabrió, sonido ronco escapando de ella dibujando el recorrido de las bragas abandonando su piel.
Sus palabras incitaban al pecado, quería que le comiera el postre sobre el jugoso plato de su sexo abierto, mojado...
Rugí sediento, podía notar la boca seca, relamí mis labios humedeciéndola mientras tentado me dejaba ir hacia su cuerpo cegado por el deseo.
Sus dedos se hundieron en una porción de tarta que estrategicamente preparada parecía estar dispuesta para las perversiones de la dama. De nuevo sus dedos marcaron el ritmo lento del sendero de sus piernas, infinitas, ahora manchadas de chocolate.
Juguetona lanzó un poco en mi dirección, sonreí de medio lado, iba a castigarla por ese acto, solo que ella, el depredador del cuento, desconocía hasta que punto mi excitación me convertía en la presa mas peligrosa que había tenido.
Acorté la distancia, pero el juego lejos de acabar había empezado, mis dos manos fueron empujadas hacia la tarta, dedos manchados que desfilo por sus pechos, pezones erguidos que quedaron cubiertos, rozados por mis dedos, continué el sendero bajando con ellos.
Su coño mi destino, allí, contra su raja limpie sin sutileza los restos de aquella tarta antes de caer de rodillas frente a lo que lujuriosa me ofrecía.
Mi lengua relamió los restos, deslizándose ardua por cada pliegue, mis ojos se alzaron para encontrar el desafió de los ajenos, que oscurecidos me exigían que continuara, hoy era su esclavo y darle placer era mi único cometido.
Jadeé contra su humedad, mis manos en sus nalgas, cadenas bajo su culo y un movimiento brusco para que quedara atrapada y no se moviera cuando hundí por completo mi cabeza en ella.
Mi lengua torturo una y otra vez su clítoris, sin darle tregua lo golpeé ,lo rodee, y lo succioné atrapándolo con los labios una y otra vez. Su espalda se arqueaba, sus caderas se tambaleaban fijadas entre mis manos.
Ahora era ella la que roncamente jadeaba.
-Dame de beber -supliqué, estaba sediento y muy excitado, mi virilidad chocaba contra el camastro.
Me alcé ligeramente, la punta contra su vaina, la adentré lo necesario para sentir su calor en ella, casi rogando que me dejara, dejando que la humedad de mi saliva y su excitación la envolviera.
La empotré una vez, pero ella me empujo con su pie, estirando la pierna, el juego no había terminado, ella quería mas y por esta vez los tiempos no los marcaba yo.
Rugí con violencia llevando mis cadenas a su cuello cuando no me dejo hacer lo que necesitaba, follármela. Incapaz de calmarme la vi sonreír, llevarme al limite parecía ser su mayor placer. Las cadenas se paseaban ahora por su cuello mientras ella me desafiaba como si eso fuera solo un juego. Tomando el vaso de whisky que posó en mis labios, buscó calmarme, aparté las cadenas necesitado de beber, cerré los ojos dejando que el líquido entrara quemando mi garganta, resbalando por la comisura de mi boca al dármelo tan rápido.
Apenas podía tragarlo, cuando el hielo impactó en mis dientes. Lo tomé con los labios, volviendo a caer de rodillas frente a ella.
Complacida por mi actitud sumisa volvió a abrir sus piernas mientras una risa diabólica llenaba la estancia de ella.
Deslicé el hielo por el exterior de sus labios, la noté dar un respingo, afiancé de nuevo con mis manos sus caderas, atrayendola bruscamente contra el hielo de mi boca, que tras un primer contacto deje caer al suelo.
Mi lengua estaba congelada, su sexo ardía, lamí la raja de abajo a arriba con violencia una y otra vez.
Acompasando ese movimiento a la brusquedad con la que mis dedos se introdujeron dentro de ella.
Estaba tan dilatada, que me hubieran cabido tres, algo que me volvió completamente loco al probar.
Rugí cargado de necesidad, respirando bruscamente contra su sexo sin darle la menos tregua.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Esa noche no era como ninguna otra. Su mirada oscura , apenas parpadeaba… fija en ella, cada movimiento, gesto o petición. El olor de la tarta, el perfume de ambos y el de la lumbre brindándoles un escenario perfecto para las locuras que a ambos se le ocurrían. Verle totalmente expuesto, sumiso a ella… le provocaba y excitaba de una manera sobrehumana. Él pudo notarlo, como sin haberla tocado apenas…su sexo lucía brillante, excitado, esperándole para rendirse ante él.
No iba a andarse con rodeos, menos ser como esas veces en las que todo fue más lento menos aquel día desesperado en las caballerizas. Solo el recuerdo, le hizo temblar, gemir por lo bajo. Imaginar lo que le esperaba en esa noche en la que ninguno iba a dar tregua. Sonrió, relamiéndose los labios al notar como el camino de chocolate desaparecía en su boca, la provocaba con un simple roce de su lengua. Deseando que llegase a su infierno, recordó la última vez en la que aquella mañana descubrió un placer diferente, desconocido para ella… jamás nadie se había deleitado tanto en su piel, en darle aquel placer extremo… tomándose su tiempo, volviéndose loco por ella.
Gruñó , mordiéndose el labio inferior, notando la respiración ajena acariciar su sexo…ya le producía placer . Jadeó, arqueando la espalda al sentir el frío del hierro a la vez que su boca se adueñaba de su sexo como un loco desesperado. Lo atrajo hacia sí por la nuca, hundiéndole entre sus piernas, abriéndolas más a cada atención. No podía quedarse quieta, bailó contra su boca, moviendo las caderas al mismo ritmo que él marcaba … tan cerca de rozar el cielo que lo avisó, siseando para que se apartase…necesitaba unos segundos para no caer rendida ante aquel maldito noruego que la estaba condenando, llevándola a su terreno y ser ella esa sumisa, ahora que le daba de beber.
Deslizó la lengua por su barbilla, apartando la gota de alcohol, limpiado sus labios y ronronear al notar su propia esencia, en ellos… provocándola de nuevo al tomar el hielo. No preguntó, tampoco hizo falta saber que el juego no había acabado. Mordió con fuerza sus labios, mirándole a los ojos, jadeando contra el hielo, el cual lamió un par de veces, relamiéndose los labios. Indicándole donde deseaba que volviese a perderse. Lo desafió, al ser ella quien pasó un dedo por su sexo, mojarlo y llevárselo a los propios labios… esa mujer no sabía lo que estaba provocando…o sí pues eso esperaba.
- Te estás ganando una buena recompensa. Sé lo que quieres. Follarme -rió maliciosa, antes de notar aquella nueva experiencia. Había perdido ante él todo, su cuerpo le había dejado de pertenecer para abandonarse a los placeres que él le ofrecía. No contenta con eso, sin dejar que él la torturarse. Se giró quedando de rodillas en la cama, dándole la espalda. Respiración agitada, caderas que buscaban adentrarse aún más en aquella boca deliciosa pero no, aún necesitaba más y él también.
Demonio que tiró de sus cadenas hacia sí, quedando ambos en el centro de la cama. Buscó sus labios, besándole con lujuria y determinación… bailando con su lengua, mordiéndola al igual que lo delicioso de sus labios. Guió sus manos atadas tras su nuca, sentándose sobre su regazo, sonreír de aquel modo perverso…ahora tocaba torturarle a él. Tomó su miembro con una de sus manos, acariciándolo, masturbándolo y no fue solo eso… guió su punta a su sexo empapado, para que ambos disfrutasen de esa sensación… como si ya hubiesen comenzado ese baile.
Valeria entre abrió los labios, gimiendo sobre su boca, torturando a ambos, en un solo movimiento podía entrar de golpe pero no, no lo hizo. Podía sentir su miembro húmedo de su propia excitación, dispuesto a más. Y llegó el momento de ello, volvió a girarse, quedando a cuatro patas en la cama, sin soltar su miembro… lo guió a su sexo para de un movimiento de sus propias caderas, entrase de golpe y comenzasen a moverse como dos diablos en su infierno. Las cadenas apresaban su cuello, podía sentir el frío con la calidez de su propia temperatura, a cada movimiento brusco la dejaba sin aire por unos segundos… se habían perdido en las garras de la perdición… solo podían oírse sus gemidos, gruñidos y la risa de Valeria, como un auténtico demonio… un demonio que se había ofrecido totalmente a él.
No iba a andarse con rodeos, menos ser como esas veces en las que todo fue más lento menos aquel día desesperado en las caballerizas. Solo el recuerdo, le hizo temblar, gemir por lo bajo. Imaginar lo que le esperaba en esa noche en la que ninguno iba a dar tregua. Sonrió, relamiéndose los labios al notar como el camino de chocolate desaparecía en su boca, la provocaba con un simple roce de su lengua. Deseando que llegase a su infierno, recordó la última vez en la que aquella mañana descubrió un placer diferente, desconocido para ella… jamás nadie se había deleitado tanto en su piel, en darle aquel placer extremo… tomándose su tiempo, volviéndose loco por ella.
Gruñó , mordiéndose el labio inferior, notando la respiración ajena acariciar su sexo…ya le producía placer . Jadeó, arqueando la espalda al sentir el frío del hierro a la vez que su boca se adueñaba de su sexo como un loco desesperado. Lo atrajo hacia sí por la nuca, hundiéndole entre sus piernas, abriéndolas más a cada atención. No podía quedarse quieta, bailó contra su boca, moviendo las caderas al mismo ritmo que él marcaba … tan cerca de rozar el cielo que lo avisó, siseando para que se apartase…necesitaba unos segundos para no caer rendida ante aquel maldito noruego que la estaba condenando, llevándola a su terreno y ser ella esa sumisa, ahora que le daba de beber.
Deslizó la lengua por su barbilla, apartando la gota de alcohol, limpiado sus labios y ronronear al notar su propia esencia, en ellos… provocándola de nuevo al tomar el hielo. No preguntó, tampoco hizo falta saber que el juego no había acabado. Mordió con fuerza sus labios, mirándole a los ojos, jadeando contra el hielo, el cual lamió un par de veces, relamiéndose los labios. Indicándole donde deseaba que volviese a perderse. Lo desafió, al ser ella quien pasó un dedo por su sexo, mojarlo y llevárselo a los propios labios… esa mujer no sabía lo que estaba provocando…o sí pues eso esperaba.
- Te estás ganando una buena recompensa. Sé lo que quieres. Follarme -rió maliciosa, antes de notar aquella nueva experiencia. Había perdido ante él todo, su cuerpo le había dejado de pertenecer para abandonarse a los placeres que él le ofrecía. No contenta con eso, sin dejar que él la torturarse. Se giró quedando de rodillas en la cama, dándole la espalda. Respiración agitada, caderas que buscaban adentrarse aún más en aquella boca deliciosa pero no, aún necesitaba más y él también.
Demonio que tiró de sus cadenas hacia sí, quedando ambos en el centro de la cama. Buscó sus labios, besándole con lujuria y determinación… bailando con su lengua, mordiéndola al igual que lo delicioso de sus labios. Guió sus manos atadas tras su nuca, sentándose sobre su regazo, sonreír de aquel modo perverso…ahora tocaba torturarle a él. Tomó su miembro con una de sus manos, acariciándolo, masturbándolo y no fue solo eso… guió su punta a su sexo empapado, para que ambos disfrutasen de esa sensación… como si ya hubiesen comenzado ese baile.
Valeria entre abrió los labios, gimiendo sobre su boca, torturando a ambos, en un solo movimiento podía entrar de golpe pero no, no lo hizo. Podía sentir su miembro húmedo de su propia excitación, dispuesto a más. Y llegó el momento de ello, volvió a girarse, quedando a cuatro patas en la cama, sin soltar su miembro… lo guió a su sexo para de un movimiento de sus propias caderas, entrase de golpe y comenzasen a moverse como dos diablos en su infierno. Las cadenas apresaban su cuello, podía sentir el frío con la calidez de su propia temperatura, a cada movimiento brusco la dejaba sin aire por unos segundos… se habían perdido en las garras de la perdición… solo podían oírse sus gemidos, gruñidos y la risa de Valeria, como un auténtico demonio… un demonio que se había ofrecido totalmente a él.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Sentí como explotaba contra mi lengua, su cuerpo se arqueaba de forma deliciosa, dejando mi boca manchada de su esencia, sus caderas aun me buscaban en un baile sin tregua, ofrecida completamente al pecado de mi boca contra ella.
Estaba muy excitado, tanto que apenas era capaz de controlar mis manos encadenadas, que buscaron mi miembro completamente duro dejándolo entre una de ellas.
La moví despacio, aunque el ritmo bien hubiera sido uno bien distinto de lo cachondo que me sentía en ese momento.
La lengua trazo su raja de arriba a bajo, saboreandola. El demonio se detuvo un instante, jadeante ,me miraba con sus esmeraldas oscurecidas, se había corrido contra mi boca.. Tregua ínfima que me dio, pues su risa pronto remarcó que el juego seguía, y que la guerra seria cruenta sobre el lecho donde quedó a cuatro patas mirándome fijamente por encima del hombro.
Acerqué de nuevo mi boca a su coño, apoderándome de este con furia, succionando su vulva. Su coño estaba tan abierto que mi éxtasis aumentaba infinitamente mas que con cualquier droga. Mi mano se sacudía vigorosa envolviendo mi virilidad, dejándome perder en su sexo, empapado, atadas mis manos, no podía masturbarnos a ambos.
Fue entonces cuando se apartó dejándome sediento, tiro de las cadenas para alzarme, su boca aplaco mi sed, su lengua serpenteo salvaje contra la mía, ambos jadeábamos sin tregua, necesitados de mucho mas.
-Déjame follarte -casi supliqué contra sus labios perdido en aquella tortura que me ofrecía el diablo.
Mi hacha entre sus piernas, sus pezones clavados en mi torso, duros, alzados, gruí desesperado, su cuerpo era el pecado y yo me perdía en el una y otra vez.
No saciada, tiro de las cadenas para colocarlas tras su nuca, mis ojos oscuros como la noche en los suyos mientras gemía sintiendo su vagina danzar contra el glande, adentrandolo por instantes, envolviéndolo del incendiario calor. Su mano afianzada al tronco subía y bajaba masturbándome salvajemente.
Cerré los ojos, estaba rozando las llamas ¿acaso no lo veía?
-Por favor -susurré gruñendo, perdiéndome en sus labios de nuevo con fuerza, mordiendo su lengua para sentir el férreo sabor de la sangre en ella -lo necesito.
Su risa volvió a perderse por la habitación, era consciente de hasta que punto no dejarme correrme dentro de ella estaba siendo la peor de las torturas, ella ya se había ido una vez, pero yo...
Gruñí cabreado por la necesidad de mas, de todo...tirando de las cadenas que rozaban su cuello para atraparla contra mi, apoderándome de su boca que a la deriva surcaba ansiosa la mía.
Jadeos que se perdían acallados entre nuestros labios, bruscos, necesitados.
Se giró de golpe, ni por un instante dejo de masturbarme, de nuevo a cuatro patas, tiro hacia atrás las caderas permitiéndome entrar de golpe en ella.
Aire ronco que escapó ante la ofrenda, rugí contra su piel alzándola con las cadenas.
La empalé con mi estaca, metiéndosela con fuerza, sus piernas, apenas eran capaces de soportar las embestidas que mi cuerpo dejaba caer contra ella.
Las cadenas le cortaban la respiración, la sentía luchar contra ellas, para por unos segundos aflojarlas lo suficiente como para que una brizna de aire se apoderar de sus pulmones.
Su risa invadió de nuevo la sala, demonio que disfrutaba de cada brutal movimiento, de aquella placentera tortura que nos llevaría al infierno.
Mi polla vibraba entre sus paredes, dispuesta a esparcir su simiente, mis dientes recorrían su espalda, quería correrme pero a la vez, quería mas de todo, mas de ella, mas infierno para rozar el cielo.
Alargué la mano tomando la botella, llevándola a mis labios para dejar que el liquido me consumiera, tregua ínfima a mi virilidad que se movía aun buscándola de forma mas lenta.
Lleve la botella a sus labios, dejando que el liquido se escurriera por ellos, relamiendo el chorro que se resbalaba incapaz la dama de beber tanto.
Gotas que caían por sus pechos, mi boca buscando sus pezones para beber de ellos.
Las cadenas los alzaban en una gesta donde el hierro se enredaba con su piel, el alcohol y mi lengua.
De nuevo reía, dejando que mas liquido dorado resbalara por su piel contra mis labios.
-Estoy muy excitado – musité contra sus tetas. Imagen infernal mientras las cadenas se enroscaban en ellas como serpientes con Eva.
Dejé la botella a un lado, nuestros labios volvieron a encontrarse, alzando la cadena a su cuello y su espalda contra mi pecho.
-¿quieres mas? -jadeé contra sus boca, sacándola de su vagina para de un golpe seco meterla por su otro agujero que se dilato con rapidez para mi como si fuera la boca del mismo infierno.
Ella también estaba muy excitada, lo sentí pues sus manso se dejaron caer contra el lecho, su espalda se arqueo y rugió contra las cadenas mordiéndolas de placer y dolor.
Me moví dentro, despacio, lubricandolo con mi propia esencia, mis ojos brillaban oscuros, cargados de deseo, sintiendo como ahora sus caderas me buscaban para profundizar mas, para que me moviera mas rápido, mas brusco.
La empotré una y otra vez, escuchando sus gemidos, estaba a punto de correrse de nuevo, lo sentía por como su cuerpo cedía sobre el lecho, perdiendo sus brazos las fuerzas.
-Valeria -susurré ronco con la voz perdida en el abismo de sus piernas.
Estaba muy excitado, tanto que apenas era capaz de controlar mis manos encadenadas, que buscaron mi miembro completamente duro dejándolo entre una de ellas.
La moví despacio, aunque el ritmo bien hubiera sido uno bien distinto de lo cachondo que me sentía en ese momento.
La lengua trazo su raja de arriba a bajo, saboreandola. El demonio se detuvo un instante, jadeante ,me miraba con sus esmeraldas oscurecidas, se había corrido contra mi boca.. Tregua ínfima que me dio, pues su risa pronto remarcó que el juego seguía, y que la guerra seria cruenta sobre el lecho donde quedó a cuatro patas mirándome fijamente por encima del hombro.
Acerqué de nuevo mi boca a su coño, apoderándome de este con furia, succionando su vulva. Su coño estaba tan abierto que mi éxtasis aumentaba infinitamente mas que con cualquier droga. Mi mano se sacudía vigorosa envolviendo mi virilidad, dejándome perder en su sexo, empapado, atadas mis manos, no podía masturbarnos a ambos.
Fue entonces cuando se apartó dejándome sediento, tiro de las cadenas para alzarme, su boca aplaco mi sed, su lengua serpenteo salvaje contra la mía, ambos jadeábamos sin tregua, necesitados de mucho mas.
-Déjame follarte -casi supliqué contra sus labios perdido en aquella tortura que me ofrecía el diablo.
Mi hacha entre sus piernas, sus pezones clavados en mi torso, duros, alzados, gruí desesperado, su cuerpo era el pecado y yo me perdía en el una y otra vez.
No saciada, tiro de las cadenas para colocarlas tras su nuca, mis ojos oscuros como la noche en los suyos mientras gemía sintiendo su vagina danzar contra el glande, adentrandolo por instantes, envolviéndolo del incendiario calor. Su mano afianzada al tronco subía y bajaba masturbándome salvajemente.
Cerré los ojos, estaba rozando las llamas ¿acaso no lo veía?
-Por favor -susurré gruñendo, perdiéndome en sus labios de nuevo con fuerza, mordiendo su lengua para sentir el férreo sabor de la sangre en ella -lo necesito.
Su risa volvió a perderse por la habitación, era consciente de hasta que punto no dejarme correrme dentro de ella estaba siendo la peor de las torturas, ella ya se había ido una vez, pero yo...
Gruñí cabreado por la necesidad de mas, de todo...tirando de las cadenas que rozaban su cuello para atraparla contra mi, apoderándome de su boca que a la deriva surcaba ansiosa la mía.
Jadeos que se perdían acallados entre nuestros labios, bruscos, necesitados.
Se giró de golpe, ni por un instante dejo de masturbarme, de nuevo a cuatro patas, tiro hacia atrás las caderas permitiéndome entrar de golpe en ella.
Aire ronco que escapó ante la ofrenda, rugí contra su piel alzándola con las cadenas.
La empalé con mi estaca, metiéndosela con fuerza, sus piernas, apenas eran capaces de soportar las embestidas que mi cuerpo dejaba caer contra ella.
Las cadenas le cortaban la respiración, la sentía luchar contra ellas, para por unos segundos aflojarlas lo suficiente como para que una brizna de aire se apoderar de sus pulmones.
Su risa invadió de nuevo la sala, demonio que disfrutaba de cada brutal movimiento, de aquella placentera tortura que nos llevaría al infierno.
Mi polla vibraba entre sus paredes, dispuesta a esparcir su simiente, mis dientes recorrían su espalda, quería correrme pero a la vez, quería mas de todo, mas de ella, mas infierno para rozar el cielo.
Alargué la mano tomando la botella, llevándola a mis labios para dejar que el liquido me consumiera, tregua ínfima a mi virilidad que se movía aun buscándola de forma mas lenta.
Lleve la botella a sus labios, dejando que el liquido se escurriera por ellos, relamiendo el chorro que se resbalaba incapaz la dama de beber tanto.
Gotas que caían por sus pechos, mi boca buscando sus pezones para beber de ellos.
Las cadenas los alzaban en una gesta donde el hierro se enredaba con su piel, el alcohol y mi lengua.
De nuevo reía, dejando que mas liquido dorado resbalara por su piel contra mis labios.
-Estoy muy excitado – musité contra sus tetas. Imagen infernal mientras las cadenas se enroscaban en ellas como serpientes con Eva.
Dejé la botella a un lado, nuestros labios volvieron a encontrarse, alzando la cadena a su cuello y su espalda contra mi pecho.
-¿quieres mas? -jadeé contra sus boca, sacándola de su vagina para de un golpe seco meterla por su otro agujero que se dilato con rapidez para mi como si fuera la boca del mismo infierno.
Ella también estaba muy excitada, lo sentí pues sus manso se dejaron caer contra el lecho, su espalda se arqueo y rugió contra las cadenas mordiéndolas de placer y dolor.
Me moví dentro, despacio, lubricandolo con mi propia esencia, mis ojos brillaban oscuros, cargados de deseo, sintiendo como ahora sus caderas me buscaban para profundizar mas, para que me moviera mas rápido, mas brusco.
La empotré una y otra vez, escuchando sus gemidos, estaba a punto de correrse de nuevo, lo sentía por como su cuerpo cedía sobre el lecho, perdiendo sus brazos las fuerzas.
-Valeria -susurré ronco con la voz perdida en el abismo de sus piernas.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Estalló sin control contra aquella boca deliciosa que no había hecho otra cosa que torturarla. El orgasmo se intensificaba y él, lo seguía alargando volviéndola completamente a su merced. No todo quedaba en ese orgasmo, quería sentir más y ambas miradas se fundieron en una, diciéndolo todo. Ambos necesitaban lo mismo. Un gemido de sus labios al suplicarle que necesitaba follarle. Estaba deseando lo mismo, sentirle por fin y estallar en las mismas garras del infierno, en un baile eterno del que no se cansaría jamás.
Cuando ambos se tocaban, la piel se erizaba, se encendía anhelando más caricias. Sus bocas bebían del manantial de la perdición, no se cansaría jamás de perderse en sus labios de fuego. Esa noche fue la más intensa de todas las demás. Se habían jurado amor, no un amor cualquiera, quizás sí…un amor que los condenase pero acaso ¿no lo estaban ya? Ella aunque no atada, se sentía del mismo modo… atada a él por y para siempre.
Jadeó de impaciencia cuando se lo suplicó, era el momento, no podían alargarlo más. Maldita risa del demonio que acariciaba cada rincón de su piel, abrasándolo con su aliento, sus manos, envolviéndolo en su cuerpo y quemarse lenta y apasionadamente entre orgasmos prohibidos, locuras de las que solo ambos eran partícipes. Y no, no dejó de masturbarse ella misma con la punta de su miembro, sintiendo su dureza. Más en su posición, podía sentirla por entero, como quedaba empapado, preparado para que los dos se fundiesen y disfrutasen del otro, se consumiesen en esas llamas .
Tocó el mismo cielo y el infierno al mismo tiempo, sus propias caderas no daban tregua, se movían con la necesidad con la que él le había suplicado. No era suficiente, quería más, sobrepasar más lo prohibido. Rió entre jadeos, al notar como sus pezones, se endurecían al contacto del frío de las cadenas, al morderlas, sintió una oleada de placer… susurrando su nombre, sin poder tan siquiera respirar menos cuando le ofreció el licor que tomó sin dejar de mirarle a los ojos. Le gustaba verle fuera de sí y ella lo buscaba, el demonio tentando a la muerte pero qué mejor muerte que en los brazos de la persona que amaba, deseaba con un fervor intenso.
-Siempre. Siempre quiero más -mordió su boca, sonriendo de aquel modo el cual sabía le volvía loco, mordiéndose los labios de puro placer. No perdió detalle, quería ver hasta donde aquel demonio noruego podía llegar y… lo que sintió fue inexplicable. Su placer ascendió de tal forma que su sexo no pudo soportarlo, llegó con tal intensidad que se podía apreciar como su humedad descendía por parte de sus muslos. Quería más, se lo pedía y no podía hacer otra cosa que moverse a su antojo, obligando que aquellas cadenas bajasen por entre sus pechos. , acariciasen su vientre y terminase el frío acero, frotando su sexo.
El contraste del frío del acero contra su miembro en aquel lugar prohibido, le hizo arquearse, moviendo las caderas como un verdadero demonio que venía a por su alma. Giró el rostro, buscando sus labios, fundiéndose en ellos, bailar con su lengua hasta quedarse sin aliento y seguir moviéndose, quería sentir la experiencia de sentir como llegaba en su interior por aquel lugar que no creía que pudiese ocasionarle tanto placer.
-Hoör-ronroneó contra su boca, moviendo las caderas, sintiendo la presión del acero frotar su sexo y volver a tocar el mismo infierno, quemándose entre sus brazos. Llegó con tal intensidad, que su cuerpo vibró, apremiándole , moviéndose de manera deliciosa… como si fuesen una sola pieza.
Orbes esmeralda que se clavaron en él, lo miraban con un deseo irrefrenable. Con un amor…desmedido.
-Quiero sentirlo, vamos…córrete maldita sea.. .—ahora era ella quien suplicaba, totalmente a su merced. Ambos doblegándose ante el otro.
Cuando ambos se tocaban, la piel se erizaba, se encendía anhelando más caricias. Sus bocas bebían del manantial de la perdición, no se cansaría jamás de perderse en sus labios de fuego. Esa noche fue la más intensa de todas las demás. Se habían jurado amor, no un amor cualquiera, quizás sí…un amor que los condenase pero acaso ¿no lo estaban ya? Ella aunque no atada, se sentía del mismo modo… atada a él por y para siempre.
Jadeó de impaciencia cuando se lo suplicó, era el momento, no podían alargarlo más. Maldita risa del demonio que acariciaba cada rincón de su piel, abrasándolo con su aliento, sus manos, envolviéndolo en su cuerpo y quemarse lenta y apasionadamente entre orgasmos prohibidos, locuras de las que solo ambos eran partícipes. Y no, no dejó de masturbarse ella misma con la punta de su miembro, sintiendo su dureza. Más en su posición, podía sentirla por entero, como quedaba empapado, preparado para que los dos se fundiesen y disfrutasen del otro, se consumiesen en esas llamas .
Tocó el mismo cielo y el infierno al mismo tiempo, sus propias caderas no daban tregua, se movían con la necesidad con la que él le había suplicado. No era suficiente, quería más, sobrepasar más lo prohibido. Rió entre jadeos, al notar como sus pezones, se endurecían al contacto del frío de las cadenas, al morderlas, sintió una oleada de placer… susurrando su nombre, sin poder tan siquiera respirar menos cuando le ofreció el licor que tomó sin dejar de mirarle a los ojos. Le gustaba verle fuera de sí y ella lo buscaba, el demonio tentando a la muerte pero qué mejor muerte que en los brazos de la persona que amaba, deseaba con un fervor intenso.
-Siempre. Siempre quiero más -mordió su boca, sonriendo de aquel modo el cual sabía le volvía loco, mordiéndose los labios de puro placer. No perdió detalle, quería ver hasta donde aquel demonio noruego podía llegar y… lo que sintió fue inexplicable. Su placer ascendió de tal forma que su sexo no pudo soportarlo, llegó con tal intensidad que se podía apreciar como su humedad descendía por parte de sus muslos. Quería más, se lo pedía y no podía hacer otra cosa que moverse a su antojo, obligando que aquellas cadenas bajasen por entre sus pechos. , acariciasen su vientre y terminase el frío acero, frotando su sexo.
El contraste del frío del acero contra su miembro en aquel lugar prohibido, le hizo arquearse, moviendo las caderas como un verdadero demonio que venía a por su alma. Giró el rostro, buscando sus labios, fundiéndose en ellos, bailar con su lengua hasta quedarse sin aliento y seguir moviéndose, quería sentir la experiencia de sentir como llegaba en su interior por aquel lugar que no creía que pudiese ocasionarle tanto placer.
-Hoör-ronroneó contra su boca, moviendo las caderas, sintiendo la presión del acero frotar su sexo y volver a tocar el mismo infierno, quemándose entre sus brazos. Llegó con tal intensidad, que su cuerpo vibró, apremiándole , moviéndose de manera deliciosa… como si fuesen una sola pieza.
Orbes esmeralda que se clavaron en él, lo miraban con un deseo irrefrenable. Con un amor…desmedido.
-Quiero sentirlo, vamos…córrete maldita sea.. .—ahora era ella quien suplicaba, totalmente a su merced. Ambos doblegándose ante el otro.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Ritmo infernal el que entrechocaba nuestros cuerpos, como el hacha contra el escudo en la batalla, el acero de las cadenas recorría su sexo estremeciéndola a su paso.
La oía gemir, logrando hacerme arder con cada embestida, estaba al borde del abismo. Mis dedos en sus cadera, dedos que se hundían contra su piel trémula atrayendola salvaje entre rugidos mudos que acallaron sus labios cociente de que estaba a punto de correrme con ella.
Ronco jadeé contra su espalda, ambos perdidos en aquella fuerza sobrehumana que nos empujaba a convertirnos en demonios bailando contra las llamas.
Su boca me pidió que la llenara, gruñí tomándola con mas fuerza, ritmo frenético con las ultimas embestidas que acompañaron los coletazos de mi miembro en su culo.
Mi cuerpo cedió contra el ajeno, estaba agotado, mordí su espalda sonriendo, delineandola con mi lengua, dejando que ambos nos recostáramos en la cama.
Salí de su trasero adentrándome en su vagina, cálida, sus paredes aun se movían.
-Te quiero Valeria -dije aun con la respiración entrecortada -esta no ha sido la mejor navidad de mi vida, a sido la única.
Nunca supe que era el amor, nunca, hasta que sus ojos esmeralda se cruzaron con los míos en el portón de su casa. Creo que la ame desde el mismo instante en que la vi. Luego empezó un duelo en el que ambos queríamos ser vencedores, sin darnos cuenta de que nos habíamos perdido en una lucha encarnizada.
Lo intenté todo porque se diera cuenta de que no era solo lo que mostraba, ese niño rico que solo quería conseguir su capricho, derrumbe mis escudos, sin armas me mostré sumiso frente al demonio que con sus negativas me arrastraba al abismo mas absoluto.
Noches en vela pensando si algún día lograría el si quiero, hoy era mía, tan mía como yo fui suyo hace ya demasiado tiempo.
Su risa llenó la cámara de nuevo, me estaba quedando completamente dormido, estaba tan a gusto, allí junto a su piel, con ese olor a lirios y violetas. Ese era el descanso del guerrero, el que me proporcionaba sus dedos contra mi espalda, su aliento en mi boca, sus dedos recorriendo mi mejilla.
Eso era el amor, los pequeños momentos que convertíamos en nuestros, podíamos arder en el infierno, perseguirnos como dos lobos hambrientos, pero al final del día, su cuerpo se orillaría al mio y un te quiero sin necesidad de palabras se leería en nuestras ojos.
Ella era todo lo que necesitaba para ser feliz, ella era mi todo y mi nada.
Pellizqué su culo buscando sus labios otra vez, me costaba mantener mis ojos abiertos, habíamos bebido toda la noche, habíamos hecho el amor como demonios y ahora...
-me dejas dormir un poco, apenas unas horas -susurré adormilado aun con las cadenas en mis manos y su cuerpo entre ellas.
Sentí su mirada perderse en mi rostro, abrí los ojos para visualizar la intensidad de su mirada, relamí mis labios sin poder dejar de contemplarla.
-Estoy enamorado de ti Valeria y sera para siempre, te lo prometo.
La oía gemir, logrando hacerme arder con cada embestida, estaba al borde del abismo. Mis dedos en sus cadera, dedos que se hundían contra su piel trémula atrayendola salvaje entre rugidos mudos que acallaron sus labios cociente de que estaba a punto de correrme con ella.
Ronco jadeé contra su espalda, ambos perdidos en aquella fuerza sobrehumana que nos empujaba a convertirnos en demonios bailando contra las llamas.
Su boca me pidió que la llenara, gruñí tomándola con mas fuerza, ritmo frenético con las ultimas embestidas que acompañaron los coletazos de mi miembro en su culo.
Mi cuerpo cedió contra el ajeno, estaba agotado, mordí su espalda sonriendo, delineandola con mi lengua, dejando que ambos nos recostáramos en la cama.
Salí de su trasero adentrándome en su vagina, cálida, sus paredes aun se movían.
-Te quiero Valeria -dije aun con la respiración entrecortada -esta no ha sido la mejor navidad de mi vida, a sido la única.
Nunca supe que era el amor, nunca, hasta que sus ojos esmeralda se cruzaron con los míos en el portón de su casa. Creo que la ame desde el mismo instante en que la vi. Luego empezó un duelo en el que ambos queríamos ser vencedores, sin darnos cuenta de que nos habíamos perdido en una lucha encarnizada.
Lo intenté todo porque se diera cuenta de que no era solo lo que mostraba, ese niño rico que solo quería conseguir su capricho, derrumbe mis escudos, sin armas me mostré sumiso frente al demonio que con sus negativas me arrastraba al abismo mas absoluto.
Noches en vela pensando si algún día lograría el si quiero, hoy era mía, tan mía como yo fui suyo hace ya demasiado tiempo.
Su risa llenó la cámara de nuevo, me estaba quedando completamente dormido, estaba tan a gusto, allí junto a su piel, con ese olor a lirios y violetas. Ese era el descanso del guerrero, el que me proporcionaba sus dedos contra mi espalda, su aliento en mi boca, sus dedos recorriendo mi mejilla.
Eso era el amor, los pequeños momentos que convertíamos en nuestros, podíamos arder en el infierno, perseguirnos como dos lobos hambrientos, pero al final del día, su cuerpo se orillaría al mio y un te quiero sin necesidad de palabras se leería en nuestras ojos.
Ella era todo lo que necesitaba para ser feliz, ella era mi todo y mi nada.
Pellizqué su culo buscando sus labios otra vez, me costaba mantener mis ojos abiertos, habíamos bebido toda la noche, habíamos hecho el amor como demonios y ahora...
-me dejas dormir un poco, apenas unas horas -susurré adormilado aun con las cadenas en mis manos y su cuerpo entre ellas.
Sentí su mirada perderse en mi rostro, abrí los ojos para visualizar la intensidad de su mirada, relamí mis labios sin poder dejar de contemplarla.
-Estoy enamorado de ti Valeria y sera para siempre, te lo prometo.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Volvió a ocurrir de manera desmedida, apasionada y ambos quedaron totalmente satisfechos, buscando el cuerpo del otro para deleitarse en caricias, besos y mimos. Las orbes esmeraldas , buscaron las ajenas, oscuras y brillantes como la misma noches. Aún jadeaban, respiración entrecortada que se iba normalizando a cada suspiro. No había sido como las otras veces, nunca era igual. Se habían descontrolado, perdido en el deseo, tocado el mismo cielo y bajar al infierno infinidad de veces.
En los labios carmesís, se dibujó una sonrisa ante ese “te quiero, Valeria” no estaba acostumbrada a que alguien le dijese tal cosa, menos …tan importante como lo era él en su vida. Estaba segura, ahora sí de que no solo lo deseaba en la cama, a ese juego del que ambos fueron protagonistas y ambos fueron perdedores, ninguno ganó salvo al otro, por y para siempre. Se le quedó mirando en silencio, estaba despeinado, medio dormido y seguramente pensando en lo que acababa de ocurrir. Tapó a ambos con la manta, aprovechando inclinarse hacia él y medio sonreír, ambos exhaustos buscaban al otro sin remedio. Ella, besó sus labios despacio, no hicieron falta palabras.
Aún no le había respondido y sí al mismo tiempo, seguía en interrogante cuando la decisión la tomó desde aquella noche en la bañera, en la que entendió que su vida no sería la misma jamás si él no se encontraba en ella. Asintió, besando por última vez sus labios esa noche, dejando que Morfeo lo acunase entre sus brazos pero ella aún no. A ella le tocaba observarle en silencio, dormido plácidamente a su lado. Sonrió ahora que no le veía, adoraba admirarle, como entreabría los labios, un susurro se escapaba de ellos… intentando descifrar qué era pero en ese momento no importaba. Terminó dormida, enredando los dedos en los rebeldes del joven y quedarse dormida entre sus brazos.
Al día siguiente, tras un plácido sueño, fue ella quien primero abrió los ojos. Él seguía allí, abrazado a su cintura. Quiso darle un regalo de navidad, quizás el mejor de todos, ni promesa, ni comida… aquello sería lo que sellaría aquella promesa de anoche en la que ambos eran protagonistas. En el cajón de su mesita, la cajita del anillo de compromiso, ella no necesitaba la cajita para nada pero sí lo que había dentro. No llegó a ponérselo, quería que él lo hiciese.
Lo guardó en la palma, cerrando en un puño y fue a despertarle, con mucho cuidado. Besó sus mejillas, su frente y su nariz, terminando en sus labios hasta que fue correspondida. Momento en el que quedó sobre él, siseando para que no dijese nada, volvían a sobrar las palabras…
-Aún falta algo… -sopló su flequillo, uniendo sus labios con los ajenos, un beso distinto, cargado de ternura y apasionado al mismo tiempo, en el que se descontroló por segundos. Siseó, apoyando un dedo índice sobre sus labios, indicándole que se sentase con ella en su regazo, suspiró largamente, estaba contenta, mucho, esa sonrisa carmesí no desaparecía de sus labios. Abrió la mano del anillo, iba a ser un momento importante,..decisivo que seguramente él no esperase -Quiero casarme contigo. Cásate conmigo. Maldita sea, ponme el anillo -bonita manera de sellar aquella promesa, cuando todo lo demás carecía de sentido.
En los labios carmesís, se dibujó una sonrisa ante ese “te quiero, Valeria” no estaba acostumbrada a que alguien le dijese tal cosa, menos …tan importante como lo era él en su vida. Estaba segura, ahora sí de que no solo lo deseaba en la cama, a ese juego del que ambos fueron protagonistas y ambos fueron perdedores, ninguno ganó salvo al otro, por y para siempre. Se le quedó mirando en silencio, estaba despeinado, medio dormido y seguramente pensando en lo que acababa de ocurrir. Tapó a ambos con la manta, aprovechando inclinarse hacia él y medio sonreír, ambos exhaustos buscaban al otro sin remedio. Ella, besó sus labios despacio, no hicieron falta palabras.
Aún no le había respondido y sí al mismo tiempo, seguía en interrogante cuando la decisión la tomó desde aquella noche en la bañera, en la que entendió que su vida no sería la misma jamás si él no se encontraba en ella. Asintió, besando por última vez sus labios esa noche, dejando que Morfeo lo acunase entre sus brazos pero ella aún no. A ella le tocaba observarle en silencio, dormido plácidamente a su lado. Sonrió ahora que no le veía, adoraba admirarle, como entreabría los labios, un susurro se escapaba de ellos… intentando descifrar qué era pero en ese momento no importaba. Terminó dormida, enredando los dedos en los rebeldes del joven y quedarse dormida entre sus brazos.
Al día siguiente, tras un plácido sueño, fue ella quien primero abrió los ojos. Él seguía allí, abrazado a su cintura. Quiso darle un regalo de navidad, quizás el mejor de todos, ni promesa, ni comida… aquello sería lo que sellaría aquella promesa de anoche en la que ambos eran protagonistas. En el cajón de su mesita, la cajita del anillo de compromiso, ella no necesitaba la cajita para nada pero sí lo que había dentro. No llegó a ponérselo, quería que él lo hiciese.
Lo guardó en la palma, cerrando en un puño y fue a despertarle, con mucho cuidado. Besó sus mejillas, su frente y su nariz, terminando en sus labios hasta que fue correspondida. Momento en el que quedó sobre él, siseando para que no dijese nada, volvían a sobrar las palabras…
-Aún falta algo… -sopló su flequillo, uniendo sus labios con los ajenos, un beso distinto, cargado de ternura y apasionado al mismo tiempo, en el que se descontroló por segundos. Siseó, apoyando un dedo índice sobre sus labios, indicándole que se sentase con ella en su regazo, suspiró largamente, estaba contenta, mucho, esa sonrisa carmesí no desaparecía de sus labios. Abrió la mano del anillo, iba a ser un momento importante,..decisivo que seguramente él no esperase -Quiero casarme contigo. Cásate conmigo. Maldita sea, ponme el anillo -bonita manera de sellar aquella promesa, cuando todo lo demás carecía de sentido.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Sus labios eran la droga mas pura jamas tomada, podían hacerme arder, incendiandome de ganas, al igual que ahora acunaba mi boca con la respiración cada vez mas calma para darme una tregua francamente necesaria.
Su dedos recorrieron mi pelo, mis manos aun afianzadas con las cadenas esposaban su cintura atrayendola contra mi cuerpo en una prisión sin salida.
Así Morfeo reclamó al guerrero que pronto calló en su placido sueño.
Abrí los ojos cuando sentí que el demonio me buscaba, posiblemente las llamas del infierno avivaban su sed y para que mentir, no le costo a sus labios incendiarme de ganas.
Sonreí contra su boca tomándola necesitado, deslicé mi lengua por su labio inferior, antes de atraparlo con mis dientes, tirando de el para morderlo sutilmente.
Mis ojos en sus esmeraldas, mis manos aun cercadas por los grilletes rodeándola.
-¿estas preparada para el segundo asalto? -pregunté tirando de las cadenas para alzar su culo y subirla a horcajadas sobre mi regazo.
Su sonrisa era perversa, ladina, como si me ocultara el mayor de los secretos, siseo contra mi boca tratando de llamar una atención que ya tenia, mientras mis ojos buscaban sus labios que se curvaban de una forma arrebatadoramente deliciosa.
Alcé la vista hasta sus esmeraldas cuando su puño se alzo para mostrarme lo que escondía en la palma.
Esta vez fue mi sonrisa la que ilumino la estancia, si ese preciso instante tenia una palabra que ld escribiera se llamaba felicidad
Había luchado contra los miedos, el tiempo, los demonios y el abismo para conseguir un “si quiero” que ahora parecía escapar de esos labios rojos como el fuego.
Ambos habíamos vivido momentos difíciles hasta ese instante, muchos de ellos que nos separaron, que nos llevaron a la desesperación, al desencuentro, a borracheras interminables donde olvidar era la meta pese a no lograr sacármela ni por un instante de mi cabeza y de nuevo nos mirábamos, ojos esmeralda que desafiaban los míos, pasión sin limite que nos hacia chocar como dos piedras creando el fuego.
Eso eramos nosotros, forja y fuego, imposible concebir el sin el otro, irremediablemente siempre se encontrarían
Gruñí al escuchar esa frase que incendio mis entrañas trasladándome a un mundo distinto, uno en el que ella y yo seriamos indestructibles, invencibles.
Atrás quedaban los miedos, la incertidumbre, los celos, por fin había decidido dar un paso adelante, confiar en mi, en nosotros.
Tomé su boca sediento, deslizando mi lengua por el cráter de un volcán ardiente, que me recibió cargado de lava.
Jadeé atrayendola mas contra mi, las cadenas acompasaban el movimiento de mis manos que se perdían en sus caderas ayudandolas a danzar sobre mi erguido miembro.
-No puedo ponértelo- susurré con la respiración entrecortada. Tiré de nuevo de mis manos para que el acero de las cadenas rozara su cálida piel -soy tu prisionero.
Su dedos recorrieron mi pelo, mis manos aun afianzadas con las cadenas esposaban su cintura atrayendola contra mi cuerpo en una prisión sin salida.
Así Morfeo reclamó al guerrero que pronto calló en su placido sueño.
Abrí los ojos cuando sentí que el demonio me buscaba, posiblemente las llamas del infierno avivaban su sed y para que mentir, no le costo a sus labios incendiarme de ganas.
Sonreí contra su boca tomándola necesitado, deslicé mi lengua por su labio inferior, antes de atraparlo con mis dientes, tirando de el para morderlo sutilmente.
Mis ojos en sus esmeraldas, mis manos aun cercadas por los grilletes rodeándola.
-¿estas preparada para el segundo asalto? -pregunté tirando de las cadenas para alzar su culo y subirla a horcajadas sobre mi regazo.
Su sonrisa era perversa, ladina, como si me ocultara el mayor de los secretos, siseo contra mi boca tratando de llamar una atención que ya tenia, mientras mis ojos buscaban sus labios que se curvaban de una forma arrebatadoramente deliciosa.
Alcé la vista hasta sus esmeraldas cuando su puño se alzo para mostrarme lo que escondía en la palma.
Esta vez fue mi sonrisa la que ilumino la estancia, si ese preciso instante tenia una palabra que ld escribiera se llamaba felicidad
Había luchado contra los miedos, el tiempo, los demonios y el abismo para conseguir un “si quiero” que ahora parecía escapar de esos labios rojos como el fuego.
Ambos habíamos vivido momentos difíciles hasta ese instante, muchos de ellos que nos separaron, que nos llevaron a la desesperación, al desencuentro, a borracheras interminables donde olvidar era la meta pese a no lograr sacármela ni por un instante de mi cabeza y de nuevo nos mirábamos, ojos esmeralda que desafiaban los míos, pasión sin limite que nos hacia chocar como dos piedras creando el fuego.
Eso eramos nosotros, forja y fuego, imposible concebir el sin el otro, irremediablemente siempre se encontrarían
Gruñí al escuchar esa frase que incendio mis entrañas trasladándome a un mundo distinto, uno en el que ella y yo seriamos indestructibles, invencibles.
Atrás quedaban los miedos, la incertidumbre, los celos, por fin había decidido dar un paso adelante, confiar en mi, en nosotros.
Tomé su boca sediento, deslizando mi lengua por el cráter de un volcán ardiente, que me recibió cargado de lava.
Jadeé atrayendola mas contra mi, las cadenas acompasaban el movimiento de mis manos que se perdían en sus caderas ayudandolas a danzar sobre mi erguido miembro.
-No puedo ponértelo- susurré con la respiración entrecortada. Tiré de nuevo de mis manos para que el acero de las cadenas rozara su cálida piel -soy tu prisionero.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
La risa de la joven, hizo eco en la habitación como la más hermosas de las melodías. Ambas miradas volvían a encontrarse después de aquella noche que ninguno de los dos olvidaría jamás. El tintineo del hierro chocar, le hizo reír de lo más divertida, echando hacia atrás la cabeza…se le había olvidado ese detalle, el soltarlo. Prefirió mantenerle así para darle la noticia, una que no esperaría y había tardado en llegar.
Explicar lo que su sonría le hacía sentir era imposible. Hubo unos segundos en los que se quedó embelesada, observándole en silencio, empapándose de esa felicidad. Felicidad, una palabra tabú al igual que lo era la palabra amor y ambas, juntas… daban un significado totalmente distinto a lo que había sido su vida hasta ahora. Ya no imaginaba otra vida en la que él no estuviera cerca, oír sus pasos, su voz hasta encontrarla. El beso que siempre le regalaba cuando ambos se encontraban, se miraban a los ojos y todo lo demás carecía de sentido.
Ese beso fue diferente, cargado de sentimiento y sensaciones que por primera vez, sentían. Qué sensación más agradable, plena pues lo sintió realmente suyo. Devolvió el beso entre risas, las sensaciones le hacían cosquillas en la boca del estómago y entonces, lo supo… no se equivocaba. Él era el inicio y el final de su camino. Esperó ansiosa de que se lo pusiese pero de nuevo esas cadenas volvían a negárselo. La llave no andaba muy lejos pero antes de tomarla, gateó por el cuerpo ajeno para observarle, totalmente a su merced,…algo que le supo demasiado tentador.
-Sí, eres mi prisionero -murmuró, dejando un camino de besos desde su barbilla hasta su vientre en donde se apartó. La llave se encontraba dentro del cajón de su mesita. Se la mostró con una maliciosa sonrisa, volviendo a trepar por su cuerpo hasta que se dejó caer sobre el de él, intentando atrapar sus manos encarceladas, entre risas pero solo a ella se le ocurría, dejar mordiscos por sus costados, sus brazos , hombros y cuellos, cuando lo tuvo muy cerca, se inclinó a dejar un beso en sus labios…lento que se fue volviendo apasionado.
-Quiero que me pongas el anillo y luego… prometo ser…tu prisionera, te entrego la llave, las esposas… a mí -mordió su labio inferior, lamiendo su barbilla…mirándole a los ojos de distinta forma, Valeria se había enamorado sin darse cuenta. - Pónmelo -rogó con la mirada, iba a ser un momento importante y no solo eso…ahora el juego se volvía en su contra porque…sería su prisionera.
Y la verdad, es que se quedaría allí, para siempre…en la cama tan solo observándole. Se preguntaba qué le había hecho, pues jamás le llegó tanto alguien como para que desease pedirle que formara parte de su vida. Los labios carmesí, le dedicaron una sonrisa… estaba nerviosa, iba a ponerle el anillo y en silencio, iban a volver a hacerse una promesa… la más importante de todas.
Explicar lo que su sonría le hacía sentir era imposible. Hubo unos segundos en los que se quedó embelesada, observándole en silencio, empapándose de esa felicidad. Felicidad, una palabra tabú al igual que lo era la palabra amor y ambas, juntas… daban un significado totalmente distinto a lo que había sido su vida hasta ahora. Ya no imaginaba otra vida en la que él no estuviera cerca, oír sus pasos, su voz hasta encontrarla. El beso que siempre le regalaba cuando ambos se encontraban, se miraban a los ojos y todo lo demás carecía de sentido.
Ese beso fue diferente, cargado de sentimiento y sensaciones que por primera vez, sentían. Qué sensación más agradable, plena pues lo sintió realmente suyo. Devolvió el beso entre risas, las sensaciones le hacían cosquillas en la boca del estómago y entonces, lo supo… no se equivocaba. Él era el inicio y el final de su camino. Esperó ansiosa de que se lo pusiese pero de nuevo esas cadenas volvían a negárselo. La llave no andaba muy lejos pero antes de tomarla, gateó por el cuerpo ajeno para observarle, totalmente a su merced,…algo que le supo demasiado tentador.
-Sí, eres mi prisionero -murmuró, dejando un camino de besos desde su barbilla hasta su vientre en donde se apartó. La llave se encontraba dentro del cajón de su mesita. Se la mostró con una maliciosa sonrisa, volviendo a trepar por su cuerpo hasta que se dejó caer sobre el de él, intentando atrapar sus manos encarceladas, entre risas pero solo a ella se le ocurría, dejar mordiscos por sus costados, sus brazos , hombros y cuellos, cuando lo tuvo muy cerca, se inclinó a dejar un beso en sus labios…lento que se fue volviendo apasionado.
-Quiero que me pongas el anillo y luego… prometo ser…tu prisionera, te entrego la llave, las esposas… a mí -mordió su labio inferior, lamiendo su barbilla…mirándole a los ojos de distinta forma, Valeria se había enamorado sin darse cuenta. - Pónmelo -rogó con la mirada, iba a ser un momento importante y no solo eso…ahora el juego se volvía en su contra porque…sería su prisionera.
Y la verdad, es que se quedaría allí, para siempre…en la cama tan solo observándole. Se preguntaba qué le había hecho, pues jamás le llegó tanto alguien como para que desease pedirle que formara parte de su vida. Los labios carmesí, le dedicaron una sonrisa… estaba nerviosa, iba a ponerle el anillo y en silencio, iban a volver a hacerse una promesa… la más importante de todas.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Risa, provocadora, altiva que mostraba con transparencia lo que en ese momento sentía su alma, felicidad. Palabra que a lo largo de mi vida nunca conocí, ni las mayores gestas vencidas produjeron en mi este estado de euforia que lograba solo al observar su sonrisa, pequeñas cosas que al ser junto a ella me llenaban de vida.
No pude evitar que mis ojos dibujaran sus labios mientras su cuerpo se dejaba caer ligeramente hacia atrás sustentado por las cadenas, que en su trasero bailaban una peligrosa danza mortal.
-Te diviertes señorita -bromeé buscando su boca evidenciando de nuevo que mis manos eran presas no solo de su cuerpo si no de los grilletes que aferraban mis muñecas.
Preso, eso era yo de su mirada, de esos ojos esmeralda que habían cambiado mi sino convirtiéndome en un hombre diferente, mejor. A su lado todo tenia sentido y no solo por como mi piel se erizaba cuando sus dedos la recorría, ni por lo que era capaz de sentir cuando su aliento impactaba con el mio incendiandome como si no hubiera mas aire en este mundo capaz de aplacar mi sed.
No era solo su piel, su cuerpo, lo que me hacia suplicar una eternidad con ella, era ese carácter endiablado que me hacia soñar con superarme cada día, las pequeñas peleas que nos enfrentaban en un duelo sin tregua en el que ambos acabábamos sentenciados a muerte contra la primera pared que como lecho nos pillaba de frente. Eran los retos, las palabras de aliento, la complicidad de cada mirada, el entendernos sin decir nada. La amaba, la amaba por lo que era, por como era y por como me hacia ser a mi con ella.
La necesitaba porque sin su mano aferrando la mía, me sentía perdido en un desierto en el que el único oasis era su cuerpo.
La admiré, entonces me di cuenta de que nunca dejaría de hacerlo ,de que por mucho que el tiempo pasara, yo seguiría amándola del mismo modo. No me había equivocado, ella era la mujer de mi vida, ella era todo para mi, y bien pondría en sus manos mi eternidad, por un segundo mas, en esta cámara escuchándola reír, viéndola soñar.
Sus palabras parecían corroborar la profundidad de mis pensamientos, su prisionero eterno, besos por mi mandíbula, mi pecho, sembró el carmín en mi vientre escapando así del candor de mi abrazo, dejándome vació de ella. Mi piel protestó su perdida ¿como no hacerlo? ahora no se sentía completa.
Buscó la llave en al mesita de noche, o pude evitar sonreír al ver como de nuevo su cuerpo gateaba entre ronroneos hacia mi.
Mordió mis costados mientras trataba de cazar mis manos, como si aquel juego fuera el mas entretenido del mundo y de nuevo nuestras risas se fundieron, como la de dos adolescentes disfrutando de su primer encuentro.
-Te quiero -susurré contra su boca mientras los grilletes cedían liberando al reo.
Ahora si mis manos se deslizaron por su cintura, atrayendola sobre mi regazo para de nuevo centrar mis pardos en sus verdes. Brillo intenso de miradas que lo prometían todo sin decir nada. Tomé le anillo acariciándolo con mis dedos, mientras con mi otra mano, tomaba la ajena con suavidad.
-Valeria Cavey, te quiero, estoy enamorado de ti desde le primer dia que tus ojos se adueñaron de mi voluntad, te he pertenecido siempre. Cásate conmigo. Valeria, te prometo que te haré feliz todos y cada uno de los días de nuestras vidas, no porque no vayamos a discutir o a pasar momentos complicados, si no porque juro ante los dioses y los elementos que cada uno de esos momentos lo viviré a tu lado. Nunca mas estarás sola, seré tu escudo, tu espada, tu amigo ,tu amante...
Mis dedos se deslizaron por su mano, colocando la joya en su dedo. No podía dejar de mirarla, mis ojos brillaron, estaba enamorado, era tan evidente.
No pude evitar que mis ojos dibujaran sus labios mientras su cuerpo se dejaba caer ligeramente hacia atrás sustentado por las cadenas, que en su trasero bailaban una peligrosa danza mortal.
-Te diviertes señorita -bromeé buscando su boca evidenciando de nuevo que mis manos eran presas no solo de su cuerpo si no de los grilletes que aferraban mis muñecas.
Preso, eso era yo de su mirada, de esos ojos esmeralda que habían cambiado mi sino convirtiéndome en un hombre diferente, mejor. A su lado todo tenia sentido y no solo por como mi piel se erizaba cuando sus dedos la recorría, ni por lo que era capaz de sentir cuando su aliento impactaba con el mio incendiandome como si no hubiera mas aire en este mundo capaz de aplacar mi sed.
No era solo su piel, su cuerpo, lo que me hacia suplicar una eternidad con ella, era ese carácter endiablado que me hacia soñar con superarme cada día, las pequeñas peleas que nos enfrentaban en un duelo sin tregua en el que ambos acabábamos sentenciados a muerte contra la primera pared que como lecho nos pillaba de frente. Eran los retos, las palabras de aliento, la complicidad de cada mirada, el entendernos sin decir nada. La amaba, la amaba por lo que era, por como era y por como me hacia ser a mi con ella.
La necesitaba porque sin su mano aferrando la mía, me sentía perdido en un desierto en el que el único oasis era su cuerpo.
La admiré, entonces me di cuenta de que nunca dejaría de hacerlo ,de que por mucho que el tiempo pasara, yo seguiría amándola del mismo modo. No me había equivocado, ella era la mujer de mi vida, ella era todo para mi, y bien pondría en sus manos mi eternidad, por un segundo mas, en esta cámara escuchándola reír, viéndola soñar.
Sus palabras parecían corroborar la profundidad de mis pensamientos, su prisionero eterno, besos por mi mandíbula, mi pecho, sembró el carmín en mi vientre escapando así del candor de mi abrazo, dejándome vació de ella. Mi piel protestó su perdida ¿como no hacerlo? ahora no se sentía completa.
Buscó la llave en al mesita de noche, o pude evitar sonreír al ver como de nuevo su cuerpo gateaba entre ronroneos hacia mi.
Mordió mis costados mientras trataba de cazar mis manos, como si aquel juego fuera el mas entretenido del mundo y de nuevo nuestras risas se fundieron, como la de dos adolescentes disfrutando de su primer encuentro.
-Te quiero -susurré contra su boca mientras los grilletes cedían liberando al reo.
Ahora si mis manos se deslizaron por su cintura, atrayendola sobre mi regazo para de nuevo centrar mis pardos en sus verdes. Brillo intenso de miradas que lo prometían todo sin decir nada. Tomé le anillo acariciándolo con mis dedos, mientras con mi otra mano, tomaba la ajena con suavidad.
-Valeria Cavey, te quiero, estoy enamorado de ti desde le primer dia que tus ojos se adueñaron de mi voluntad, te he pertenecido siempre. Cásate conmigo. Valeria, te prometo que te haré feliz todos y cada uno de los días de nuestras vidas, no porque no vayamos a discutir o a pasar momentos complicados, si no porque juro ante los dioses y los elementos que cada uno de esos momentos lo viviré a tu lado. Nunca mas estarás sola, seré tu escudo, tu espada, tu amigo ,tu amante...
Mis dedos se deslizaron por su mano, colocando la joya en su dedo. No podía dejar de mirarla, mis ojos brillaron, estaba enamorado, era tan evidente.
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Re: Nuit Noire +18 [Privado]
Una de las mejores sensaciones, era cuando alguien a quien amabas con cada parte de tu ser, tu alma, tu vida… te miraba de aquella manera. Ninguno de los dos habían amado antes, al menos no con tal intensidad. Valeria no era de mostrar sentimientos, menos decirlo en voz alta pero esa mirada esmeralda, en el instante en el que ambas se encontraban, sentía un huracán por dentro que lo revolucionaba todo, esa sensación de vértigo, esa sonrisa que nadie podría pintar en tu rostro si no era él. Porque era él y no otro, lo supo desde aquella tarde en la que la esperaba como ahora mismo hacía, esperarla de otro modo diferente.
Lo miró a los ojos un breve instante, uno que se volvió eterno. No hicieron falta palabras, ni gestos, acababa de gritarle que lo amaba. Lo amaba con una pasión desmedida, no por el simple hecho de que se entendiesen en la cama , o que a ambos les quemase la presencia del otro y solo con estar cerca, se incendiase. Había mucho más. Gestos en los que se mostraban un amor incondicional, miradas cómplices y manos entrelazadas, a Valeria ese simple gesto le arrancaba un ligero rubor en sus mejillas. ¿Desde cuándo ella se sonrojaba? Ya todo estaba escrito y decidido, si iban a casarse lo harían con todas las consecuencias porque aunque él no se lo creyese… ella misma lo haría a capa y espada.
Nadie había sido tan importante, lo buscaba inconscientemente en la cama, su cuerpo lo reclamaba a su lado como si nada más importase en este mundo y el tiempo, todo el que les quedaba, se detenía en cuanto las risas y los gemidos llenaban la habitación. Sonrió, devolviéndole la palabra en un susurro. No le importaba nada ahora mismo, solo que le pusiese el maldito anillo, no tenía que decir más solo… y de nuevo volvía a sorprenderla. Apretó los labios de pura felicidad, amor, siseando para que ella misma no rompiese a llorar. Tenía sentimientos y justo él los había despertado, alguien fría sin sentimientos amaba a alguien y no de cualquier forma, si no de intensidad desmedida, con locura y una pizca de rabia.
Echó hacia atrás la cabeza, sin poder evitar reír. Era feliz. Una sonrisa se dibujó en sus labios carmesí, las lagrimas pronto descendieron por sus mejillas. Frunció el ceño, enfadada por ser tan vulnerable y pequeña pero demonios, él le hacía tan feliz que no podía evitar el mostrar esa faceta ante él. Un escalofrío cuando le puso el anillo, una risa entre lágrimas y un abrazo que volvieron a unir sus almas. Una de sus manos, tomó su mejilla para buscar su mirada, besar sus labios en aquel arrebato de locura. La mañana de Navidad no podía haber sido más emotiva, la primera del resto de sus vida.
-No se me da bien decir con palabras lo que siento pero no hace falta. Sabes que lo que siento por ti es mucho más que eso que llaman amor. Prometo no defraudarte, jamás, seguir cada uno de tus pasos, amarte hasta el último segundo de mi vida…y… -besó sus labios, recogiendo las esposas y dejarlas sobre su regazo, ahora era él quien mandaba y no ella, una promesa aún más tentadora que cualquier otra -Soy tu prisionera. Atame, castígame por no ceder a lo que realmente sentía, puedes castigarme por quererte, por ser lo más importante en mi desastrosa vida. Soy un desastre pero tú…eres el mío, el que ha sido capaz de revolverlo todo.
Las obres verdes de Valeria brillaban danzantes, perdida en la mirada ajena. Era fácil quererle, tanto que dolía por eso jamás… iba a dejar que nada ni nadie se interpusiese entre los dos.
Lo miró a los ojos un breve instante, uno que se volvió eterno. No hicieron falta palabras, ni gestos, acababa de gritarle que lo amaba. Lo amaba con una pasión desmedida, no por el simple hecho de que se entendiesen en la cama , o que a ambos les quemase la presencia del otro y solo con estar cerca, se incendiase. Había mucho más. Gestos en los que se mostraban un amor incondicional, miradas cómplices y manos entrelazadas, a Valeria ese simple gesto le arrancaba un ligero rubor en sus mejillas. ¿Desde cuándo ella se sonrojaba? Ya todo estaba escrito y decidido, si iban a casarse lo harían con todas las consecuencias porque aunque él no se lo creyese… ella misma lo haría a capa y espada.
Nadie había sido tan importante, lo buscaba inconscientemente en la cama, su cuerpo lo reclamaba a su lado como si nada más importase en este mundo y el tiempo, todo el que les quedaba, se detenía en cuanto las risas y los gemidos llenaban la habitación. Sonrió, devolviéndole la palabra en un susurro. No le importaba nada ahora mismo, solo que le pusiese el maldito anillo, no tenía que decir más solo… y de nuevo volvía a sorprenderla. Apretó los labios de pura felicidad, amor, siseando para que ella misma no rompiese a llorar. Tenía sentimientos y justo él los había despertado, alguien fría sin sentimientos amaba a alguien y no de cualquier forma, si no de intensidad desmedida, con locura y una pizca de rabia.
Echó hacia atrás la cabeza, sin poder evitar reír. Era feliz. Una sonrisa se dibujó en sus labios carmesí, las lagrimas pronto descendieron por sus mejillas. Frunció el ceño, enfadada por ser tan vulnerable y pequeña pero demonios, él le hacía tan feliz que no podía evitar el mostrar esa faceta ante él. Un escalofrío cuando le puso el anillo, una risa entre lágrimas y un abrazo que volvieron a unir sus almas. Una de sus manos, tomó su mejilla para buscar su mirada, besar sus labios en aquel arrebato de locura. La mañana de Navidad no podía haber sido más emotiva, la primera del resto de sus vida.
-No se me da bien decir con palabras lo que siento pero no hace falta. Sabes que lo que siento por ti es mucho más que eso que llaman amor. Prometo no defraudarte, jamás, seguir cada uno de tus pasos, amarte hasta el último segundo de mi vida…y… -besó sus labios, recogiendo las esposas y dejarlas sobre su regazo, ahora era él quien mandaba y no ella, una promesa aún más tentadora que cualquier otra -Soy tu prisionera. Atame, castígame por no ceder a lo que realmente sentía, puedes castigarme por quererte, por ser lo más importante en mi desastrosa vida. Soy un desastre pero tú…eres el mío, el que ha sido capaz de revolverlo todo.
Las obres verdes de Valeria brillaban danzantes, perdida en la mirada ajena. Era fácil quererle, tanto que dolía por eso jamás… iba a dejar que nada ni nadie se interpusiese entre los dos.
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