Abyss [R.R.] prv. +18

Viernes. Las luces de las calles parpadeaban con añoranza, tratando de recuperar las sombras que desaparecían en cada tintineo, volviendo a aparecer segundos después. El tira y afloja parecía no cesar, pese a que a veces, gracias al viento, el descanso parecía querer estar presente sin finalmente obtener la respuesta deseada. Los pasos de los transeúntes parecían mezclase en la estaña danza, pero pronto desaparecían también, adentrándose en los callejones o cruzando los umbrales de las puertas de las tabernas que había en los bajos de los edificios. Varek era una de esas personas, que dejándose llevar por la noche, caminaba por el asfalto mojado, en busca de un lugar en el que conseguir evadir sus pensamientos. El alcohol hacía horas que recorría su cuerpo, embriagándole y consiguiendo anular parte de sus pensamientos, pero sus sentimientos aun se agolpaban en lo alto de su pecho, ahogándole, y afloraban cada vez que reconocía el rostro de un ser sobrenatural, dedicándole una de sus hermosas sonrisas adornadas con aquellos afilados colmillos.

Hacía ya tres días que el cazador había reaccionado, había colocado sus pies sobre la tierra y había salido de casa. Su hermano le había abandonado, había tomado una decisión y él no estaba en ella. La tentación había ganado la partida, la lujuria y el sexo... Sentía que nada por lo que había luchado hasta ahora tenía sentido. El hermano mayor, cazador.. ¿Qué había conseguido si ya no había por lo que luchar? A la temprana edad de los 30 todo estaba perdido.  Y cada vez que recordaba que su hermano era su victima,  un yugo se apoderaba de sus hombros, y le obligaba caminar apecho descubierto, con su alma en pena.

Sobre las 4 de la mañana abandonó el último bar.  La llovizna comenzó a impregnar su chaqueta, otorgándole un molesto brillo sobre el terciopelo negro. Sacó sus manos de los bolsillos y encendió un cigarro antes de comenzar a andar entre callejones, caminaba absorto en sus pensamientos difusos  cuando se encontró de frente con una mujer, supo casi al instante que ella, era de nuevo otro resquemor de sus sentencia. Con el cigarro entre sus labios, y las manos en los bolsillos, una sonrisa se dibujó en los labios del cazador. Sacó la mano para agarrar el cigarro y apartarlo de su boca. Echó el humo en dirección al cielo, y esperó para escucharla hablar.

Las noches en París tenían un toque especial, casi mágico. Era increíble como a pesar de los peligros que acechan cuando la luna se planta magnífica en el firmamento, los parisinos salían a beber y a sucumbir a los deseos de la noche, llamando la atención de todos los seres de la ciudad.

Rayda caminaba oculta tras su capa, observando como los humanos caminaban despreocupados a su alrededor. Aquella ignorancia la hacía más fuerte, plantando una gran sonrisa en su rostro. Se permitió elegir bien a su cena, pues sabía que en aquella zona de callejones, la cualidad que más abundaba no era la salud. Estaba cansada de los humanos de la alta sociedad francesa, para su gusto todos sabían iguales. Sus esencias eran nulas y sin sabor ninguno, suficiente para saciar el hambre de la vampira pero no para devolverle esa euforia de sangre. Y qué decir, después de haber perdido todo aquello que había amado, todo aquel que había conseguido hacerse un hueco en su frío corazón, se convirtió en un ser vacío, deseosa de buscar algo que le devuelva la chispa de la vida. Así que por esa razón, esa noche decidió ir a los callejones de la ciudad, en busca de algún humano relativamente interesante que le devolviera una mínima ilusión en su amarga e inmortal existencia.

La lluvia mojaba su capa, dejando pegadas ciertas partes al vestido rojo oscuro que llevaba, los mechones de pelo que se escapaban de su capucha se vieron rápidamente empapados y pegados a su rostro, enmarcándolo. Miró el reloj que colgaba de la cintura de su vestido, viendo como marcaba las 4 de la madrugada. Debía darse prisa antes de que saliera el sol. En ese momento, un dulce aroma invadió sus fosas nasales, dejándola totalmente embriagada.
Un hombre más alto que ella caminaba absorbido por sus pensamientos, mientras fumaba de su cigarro. Rayda observó el aura que desprendía ese misterioso hombre, notando en el un dolor interno que golpeaba el corazón sin vida de la vampira. Sin pensarlo dos veces, caminó hasta llegar a la altura del hombre, quien se paró y la observó con una sonrisa en los labios. Rayda se fijó aún más en el hombre, parecía musculado y entrenado, y por su reacción al verla supo exactamente que se trataba de un cazador. Corrijo, de un cazador borracho.

-Buenas noches, señor. - dijo casi con un susurro y con una pequeña sonrisa en el rostro. -Espero no haberle asustado con mi presencia.- la vampira observaba con atención todos los movimientos de aquel misterioso hombre, deseosa de saber el por qué de su aura de dolor y misterio. -Dígame, ¿Qué hace una noche de invierno en las frías calles de París?- preguntó, sin dejar de sonreír.

Una larga capa cubría su cuerpo, pero era fácilmente reconocible el tipo de complexión que poseía. No muy alta, delgada, pálida y de rasgos afilados y marcados. Su rostro era pálido, al igual que el color de su cabello. Parecía una muñeca de porcelana, como las que la señora Lachance guardaba en su sala de costura y las que los hermanos Lachanse se tiraban horas observando. Estaban terminantemente prohibido tocarlas. Pero Varek y Jean siempre se las ingeniaban para romper las reglas y cogelar, soñando conocer un día en vida a esas delicadas mujeres en las que se habían basado los obradores de muñecas.

Podría decirse que hasta entonces, jamás se había encontrado con una de ellas, y ahora que la tenía delante, daba fe de que eran preciosas y delicadas. Aun que aquella mujer pudiese romper cada hueso de su cuerpo con un movimiento sencillo y rápido.

Varek dio otra calada a su cigarro, pacientemente - Buenas noches - le respondió - Os buscaba - susurra esbozando una sonrisa ladina, dando un paso más hacía ella, acortando las distancias - ¿Y vos? Me buscabais? - le pregunta, tirando el cigarro al suelo por cortesía, para no ahumarla. Una vez en el suelo, la colilla se apaga al instante por el agua que le cala.

Alzó una ceja  de forma disimulada al ver como los ojos del cazador la observaban de arriba a abajo, mientras en su rostro se plantaba una sonrisa seductora. Los ojos de Rayda quedaban justo a la altura del pecho del hombre, el cual subía y bajaba con el baibén de su respiración y dónde retumbaban los profundos latidos de su corazón. Se deleitó con aquel maravilloso compás unos segundos, dejando al cazador hablar en el proceso. Fue levantando la vista, pasando por el cuello y deteniendo los ojos de nuevo. Su arteria carótida... Tan suculenta y tan expuesta a ella... Alejó sus pensamiento de alimentarse y dirigió la mirada a los ojos del cazador, notando como la seguía observando con atención. Pensó que debía de haberse alimentado ya, el sol no iba a esperar y ya llevaba dos días sin alimentarse, pero la intriga sobre él era demasiado grande como para desangrarlo sin saber qué le atormentaba.

A pesar de las tentaciones para los seres de su raza, Rayda no podía negar que era realmente atractivo. Poseía una mandíbula definida, junto con una barba de tres días y mirada penetrante. Su melena llegaba justo por encima de sus hombros, tapándole la frente y un poco los ojos, pero sin mantenerlos totalmente ocultos. No era la primera vez que se fijaba en un humano, pero sí que nunca había visto a uno tan misterioso y dolido. Mucho menos que fuese un cazador, alguien que pretendía darle caza y asesinarla en cuanto pudiera.

La pregunta del hombre saco a Rayda de sus pensamientos, que agachó la mirada mientras una pequeña risa escapaba de sus labios cuando escuchó al cazador. -Tal vez. - respondió antes de clavar sus ojos sobre los de el. -Teniendo en cuenta el frío de la noche, no vendría mal algo de compañía. - acarició uno de sus rizos situado cerca de su escote. Había vivido lo suficiente como para conocer la debilidad de cualquier hombre. No le importaba qué tenía que hacer para alimentarse, pero dado de que ese hombre en específico era un cazador, debía ir con cuidado y vigilando todos sus movimientos. -Mi nombre es Rayda. -dijo mientras que, con un grácil movimiento, hizo una pequeña reverencia. -¿Cómo puedo llamaros, señor?

Varek se ve sorprendido por el gesto de la muchacha. Parece tratar de engatusarlo, jugando con sus armas de mujer. La mirada y el gesto con el pelo, no son más que clichés a la hora de seducir. Le sorprende lo buena actriz que es, y lo ilusa que está tratando de parecer al creer que Varek caerá en su juego. A pesar de estar borracho, no olvida que ella sabe que es un cazador, que sus sentimientos se mezclan con el alcohol que corre por sus venas y en un abrir y cerrar de ojos puede acabar con él.

El cazador acomoda el cuello de su chaqueta, dejando más a la vista su yugular. El gesto parece despreocupado, e inofensivo ante los ojos de cualquier espectador, pero la provocación es clara para ambos - Solo hay una forma de resistir el frío, estando contento de que haga frío - musita el joven esbozando una ligera sonrisa. ¿Ella puede sentir el frío? puede realmente disfrutar del calor del cuerpo del cazador, como parece pedir a gritos? O simplemente desea complacer esa añoranza de sentirse arropada por otro cuerpo, con el consuelo de que este esté vivo y sentir algo real, aprovechándose del calor que emana.

Ella se presenta haciendo un pequeño gesto, al que el cazador no responde - Varek - dice acortando de nuevo las distancias entre sus cuerpo. El vaho que emana por su boca se mezcla rápido con el polvo de agua de las gotas que caen sobre su rostro. Un gota brillante atraviesa el rostro de Varek, surcando su frente hasta caer por su nariz hasta sus labios, donde se pierde cuando este cierra su boca. Su mano izquierda se apresura a agarrar el mechón que cae por su pecho, con el que momentos antes ella jugaba. Lo aparta suavemente, observando sus pechos - El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados - y usando ambas manos, aparta la capucha de la cabeza de la vampira, para observar su rostro, su cabello y deleitarse de su belleza desmesurada. Sin duda, se convirtió en el momento en el que mejor se conservaba.

Cuando sus manos se resguardan de nuevo en sus bolsillos, parado frente a ella, se da cuenta de cuan simple es dejarse llevar por los secretos con los que juega un sobrenatural. El deseo eléctrico arde en cada extremo del cazador. Impaciente.

Los músculos de la vampira se tensaron al ver cómo Varek exponía su cuello. Sabía que la estaba tentando y no sabía si podía resistir tal invitación. De repente, la sonrisa desapareció de sus labios, mostrando un rostro serio. Varek continuó mirándola, sin dejarse engañar por los trucos de la vampira.
La pregunta que acechaba la mente de Rayda era por qué no la había atacado ya, por qué seguía manteniendo esa conversación. Escuchaba el tic-tac del reloj, atormentándola, recordando a cada segundo que el tiempo pasaba.

Con un simple paso, nota como el cazador se acerca a ella y aparta el mechón de pelo, acariciándolo suavemente, para después quitarle la capucha con sus dos manos y exponer a la lluvia su rostro. Rayda alzó el rostro con orgullo, manteniendo un semblante tranquilo y serio.

-Siempre he pensado que los recuerdos son solo momentos del pasado que nunca cambiaran ni nunca volverán... -un atisbo de melancolía se asoma por las palabras de la vampiresa. -Hay que vivir el presente. El pasado, y con el los recuerdos, pertenecen a los muertos. -el énfasis en la ultima palabra fue notorio.

El recuerdo de sus padres golpeó su mente de nuevo, seguido de la muerte de su cuidador, el cual murió a manos de un cazador. La rabia empezaba a apoderarse de su mente, intentando manifestarse y arrancar el corazón del pecho a aquel cazador. ¿Sería alguno de sus antepasados? Se preguntaba una y otra vez, buscando algún motivo para llevar a cabo su venganza personal hacía aquellos que deseaban su exterminio del mundo.

Perdiendo parte de su racionalidad, Rayda volvió a clavar los ojos en el cuello de Varek de forma descarada, sin ocultar sus intenciones. -¿Cree que nadie puede expulsarle de sus recuerdos? ¿De todo lo que quiere o ama? ¿De su lado...humano? -preguntó con tono amenazante. La imagen delicada que había mostrado antes había desaparecido, dejando paso a la verdadera personalidad de Rayda. Soltó una risa sarcástica y alzó la mano hasta tocar la barbilla del cazador y deslizarla hasta su cuello, dejando descansar unos segundos sus fríos dedos ahí. Con un rápido movimiento, agarro el cuello de su chaqueta y tiró de ella, acercando sus labios al oído derecho de Varek. -Si cree que sus recuerdos son el paraíso, los míos podrían ser el mismo infierno. -

Se escucha una puerta de madera abrirse y cerrarse detrás de él, unos pasos que se alejan y ninguno parece hacer caso a la pequeña interrupción.

Con la sonrisa ladina dibujad en sus labios, ambos siguen charlando de manera metafórica, no sin dejar caer de vez en cuando el filo de sus armas en alguna de sus frases o palabras. Recordando que saben que son, y la consecuencias del juego que están llevando a cabo - Deseas lo humano - se limitó a susurrar sin apartar su mirada de la de ella.

Los largos dedos de la mujer agarraron el mentón del cazador, que apretó su mandíbula, marcándola en sus pómulos. Se deslizó son suavidad hasta su garganta, obligandole a alzar levemente la cabeza para sentirse cómodo con el gesto. Entonces a la vez que el viento agitaba a la altura de sus tobillos su negra chaqueta, la vampira agarró la chaqueta de él por el cuello y tiró de ella forzándole a agacharse para que pudiera susurrarle al odio - Seréis mi infierno particular - responde al gesto, pegando el cuerpo de ella a la fría pared de piedra.

Varek pega su frente a la de ella, y desliza su mano por su rostro, llevándose con la yema de sus dedos el labio inferior de ella. Desea besarla, arrancar su ropa con fuerza y lujuria. Pero no sabe hasta que punto ese deseo le convierte en su victima - Todo deseo tiene un objeto y éste es siempre oscuro. No hay deseos inocentes -dice entre dientes, esbozando su ya típica sonrisa. Sus labios se pegan a los de ella, arrebatadores, deseosos de delirio, prohibición.

Su mano baja hasta el cuello y su cadera se pega a ella, apretando su cuerpo contra el suyo, pegándola más a la pared.

Afán, antojo, pasión, ambición, interés...

El movimiento de Varek fue impredecible, a pesar de los sentidos aumentados de Rayda. Notó la humedad de la pared en su espalda, mientras calaba a través de su ropa y dejaba las telas de un tono más oscuro.

-Si no quiere salir herido, es mejor que no juegue con el diablo. -Rayda alza levemente las comisuras de sus labios ante las palabras del cazador. Su juego a empezado pero no sabe a ciencia exacta si el ha caído en sus trucos o ella en los de Varek. La mano del cazador toca de forma suave la mejilla de la pálida mujer, acabando en sus labios y arrastrando su labio inferior en el proceso.  Cada poro de su cuerpo desprende tensión, la cercanía, el tacto... Todo supone una prueba para la vampira que, sin perder ni un solo detalle de todo lo que ocurre a su alrededor, centra su profunda mirada en los ojos de Varek.

La luz de la farola sigue tintineando, dejando un baile de sombras sobre los rostros de ambos protagonistas de aquella hermosa danza. La lluvia no había cesado, pero nadie caminaba ya por aquel callejón. Las estrellas aún visibles en el cielo observan como los dos enemigos se brindan miradas comprometidas, siendo testigos de lo que puede llegar a ocurrir.

-Ambos sabemos bien lo que somos, cazador. Y inocentes no es el término que nos define a ninguno de los dos. -responde Rayda a la sentencia de Varek, justo antes de que juntaran sus labios en un beso. La lujuria es notoria, pero controlada. Varek desliza su mano hasta el cuello de la vampira, clavando sus dedos levemente mientras que su cadera empieza a hacer presión en el pequeño cuerpo de Rayda. El movimiento hace que Rayda alce el cuello, excitada por el gesto de Varek. Con un rápido movimiento rápido se aferra al pelo del cazador, enterrando sus dedos en la espesa melena de éste. El beso gana a cada segundo que pasa más lujuria y pasión, causando efectos que la vampira empezó a disfrutar cada vez más. Sus manos bajan de la nuca de Varek hasta su pecho, dejando caricias inocentes a su paso. Perdiendo parte de su comportamiento de dama, toma las riendas de la situación, situando al cazador contra la pared mientras lo agarra de las solapas de su chaqueta con la mirada oscurecida por la excitación y una sonrisa que enseñaba parte de sus colmillos.

Con movimientos lentos, desata el lazo de su capa, dejándola caer al suelo mojado. Sus brazos agitaron su larga melena, dejando caer mechones por sus hombros. Quería ganar aquel juego íntimo que habían creado, lo deseaba con todas sus fuerzas. Con sus dedos, dibujo un camino invisible sobre el pecho del cazador, dejando pequeños besos en la mandíbula de Varek. Sin importarle si él pasaría frío, metió las manos por las solapas de la chaqueta de terciopelo y fue deslizándola, acompañada de sus manos, a través de los brazos de Varek. A pesar de que él tenía muchísima más masa muscular, la vampira sabía que ella era más fuerte, lo cuál le hacía sentirse más poderosa en aquella situación.
-Perdámonos hoy en el infierno. -susurró ronroneante mientras recorría con su lengua el cuello del cazador.

Un trueno suena en la lejanía, los dos amantes no se desconcentran, y la respiración agitada de él se mezcla con el jadeo lleno de deseo de ella. Una de sus manos se entierra en el pelo del cazador, y se desliza por su nuca hasta su pecho, acariciándolo, deleitándose del cuerpo escultural del muchacho. Entre besos que parecen no saciarles con fuerza y ahogando la respiración durante un segundo. La vampira hace plante de su fuerza y gira el cuerpo del cazador con facilidad. El golpe seco de la espalda contra la fría pared hace que Varek pierda durante unos segundos la respiración, y se apresura a recuperarla entre sus labios.

Durante unos segundo se separan. La respiración de Varek es fuerte, entrecortada. Su mandíbula está apretada, marcada en sus pómulos. La mirada severa se clava en los gestos que ella hace con lindeza, soltando el lazo de su capa para dejarla caer a sus pies.

Varek sonríe satisfecho por lo que ha conseguido. No siempre un humano consigue volver loco a alguien que seguramente ha tenido cientos de años de anhelos.

La lluvia moja el vestido que llevaba bajo la capa, pegándolo a su cuerpo. Sensualmente ella besa su mentón provocando que Varek cierre los ojos alzando su cabeza. Un escalofrío recorre su cuerpo cuando ella mete sus manos bajo la chaqueta y la retira, dejándola caer al suelo - El camino al infierno está empedrado con buenas intenciones - musitó con voz ronca por el deseo, sus manos agarraron la pequeña cintura de la condena y pegandole a su cuerpo, la alzó para que rodeara su cadera con ellas. Necesitaba rozarse contra ella, para comenzar a deshacerse de aquella dureza que le estaba llevando de cabeza.

El placer inundaba el cuerpo de ambos, dejándose llevar por los actos irracionales de lo más profundo de su ser. Aquella noche habían dejado de ser cazador y presa, el odio y la rabia habían desaparecido, haciendo que solo se centraran el uno en el otro. Rayda dejó escapar un gemido cuando Varek la agarró de la cintura y hizo que le rodeara con sus piernas, uniéndolos aún más. El vestido de la vampira se alzó ligeramente, dejando ver parte de su pierna y mostrando la liga negra que rodeaba su muslo izquierdo. Sus brazos rodean el cuello del cazador, mientras sus labios vuelven a juntarse, deseosos.

Con mano experta, Rayda desliza una mano por el interior de la camisa del hombre, acariciando sus abdominales con la suave yema de sus dedos. Su mano recorre todos los recovecos que oculta la camisa de Varek, deteniéndose en el principio del pantalón.
-Este podría ser nuestro pequeño secreto. -susurra mientras introduce la mano en el pantalón de Varek.

Rayda sonríe al ver el efecto que ha producido sobre el cazador, sintiéndose poderosa. El hecho de ser inmortal hace que todas sus emociones se intensifiquen, disfrutando el doble de oscuros deseos humanos. Sus colmillos rozan su labio inferior, sin miedo de ocultarlos y mostrándose en su verdadera forma, sintiendo la libertad de no tener que ocultarse al mundo.

Con su mano dentro del pantalón de Varek, agarra el miembro del cazador y empieza a masajearlo de arriba a abajo, deleitándose con el placer del hombre y de la vista de su cuello.

La lluvia se volvió copiosa, abundante, intensa después de que un rayo les iluminara. Poco después sonó el fuerte estruendo, parecía que la tormenta se acercaba. Pero si el agua y el frío, el viento no les había parado hasta ahora, nada lo haría. Las cartas estaban sobre la mesa y los dos iban a ganar.

La espalda de ella se pega a la pared, usándola de apoyo para poder mantenerse sobre su cintura con facilidad, su mano se desliza entre ellos hasta llegar al pantalón del cazador, soltándolo con habilidad para colarse dentro. Un jadeo se escapa de lo profundo de su garganta cuando sus dedos rodean su miembro duro.

Ambos se miran, mientras ella mueve su mano arriba y abajo, una sonrisa se dibuja en el delicado rostro de la mujer, mostrando su naturaleza, unos colmillos perfectamente afilados. El cazador gruñe ante el gesto, devorando sus labios con arranque. Retira con saña el vestido, apartando su ropa interior después y apretando su mandíbula la penetra con fuerza, apoyando una mano en la pared para poder repetir cada envestida con la misma intensidad.

La cabeza del cazador se hunde en el cabello de ella, dejando a su merced  su cuello.

Su vestido es apartado con rabia y fuerza, rasgando algunas partes de este. Nota como Varek pierde la cordura a cada segundo que pasa, deseoso de lo que está por llegar. Una de las manos del cazador se introduce entre sus piernas, apartando su ropa interior mientras que, apretando la mandíbula, la penetra. La vampira estira la cabeza hacia atrás en la primera embestida, notando como entraba en ella y la llenaba por completo, provocando que un fuerte gemido saliera de sus labios.

Apoyando una mano sobre la pared cercana a la cabeza de Rayda, el cazador sigue entregando embestidas fuertes y rápidas, liberando en ellas la tensión que recorre su ser sobre el pequeño cuerpo de Rayda. Las uñas de la vampira se clavaban sobre la espalda y la nuca del cazador,  que mantiene los ojos cerrados y la boca entreabierta, dejando escapar jadeos. La lluvia resbala por la boca y el cuello de Rayda, dejando una capa brillante sobre su pálida piel. Sus piernas apretaron aún más la cintura del cazador, aferrándose a su cuerpo con desesperación.  

Varek entierra su cabeza entre la melena de la vampira, dejando a plena vista su cuello. El gesto no pasa inadvertido para la vampira qué, observando hipnotizada, traga saliva duramente. El hambre crece en su interior, exponiéndolo en cierta parte por la situación sexual del momento, recuerda cuál era uno de los objetivos de la noche: alimentarse.
Con cautela, acerca sus labios al cuello del cazador, rozando sus colmillos contra la piel de Varek.

El cazador, extasiado, no siente las uñas de ella clavarse en su nuca y espalda, pero si el aferro de sus piernas a su cintura con desesperación. Sus embestidas son fuertes y cada vez más frecuentes. Ella desliza sus colmillos por el cuello de Varek, deleitándose del latir de su arteria carótida. El cazador hace un gesto para que los colmillos rasguen su piel y deja que ella beba de él unos segundos. La sensación que surca todo el sistema central y nervioso del cazador manda señales al cerebro y engañándolo siente que es lo mejor que ha experimentado en su vida. La intensa es la sensación de euforia hace que su cuerpo se pegue más al de ella, tirando su cabeza hacía atrás corriéndose dentro. Sudoroso, con la respiración agitada y las manos agarrando el cuerpo de la mujer cierra los ojos, disfrutando del cosquilleo. Se siente bien, tranquilo con lo que acaba de pasar, confiado.

Esbozando una sonrisa espera a que ella se aleje de él, Varek lleva su mano derecha al rostro de ella, y besa sus labios, disfrutando unos segundos del propio sabor de su sangre. Teniéndola aun sobre él, el cazador apoya su frente contra la de la mujer, con la respiración entrecorta esboza una sonrisa triunfal. Y con un gesto rápido, su mano izquierda empuña una daga que clava entre ellos, en el estomago de la vampiresa. Varek le mira a los ojos sin borrar su astuta sonrisa. Sabe que aquello no la matará, pero si le producirá dolor...recordándole que jamás se debe bailar en el infierno.

Pues siempre tendrá un demonio como pareja.

Ambos se alejan un poco, dejando que la brisa acaricie sus cuerpos. La mano derecha del cazador acaricia su rostro y la besa, compartiendo el sabor de su propia sangre. Las piernas de ella siguen alrededor de la cadera de Varek, quien apoya su cabeza sobre la de ella y sonríe con superioridad. De golpe, los ojos de Rayda se abren, notando como una daga se clavaba en su estómago. Los ojos de ambos se miran y ella aleja al cazador, cayendo de rodillas al suelo. Con manos rápidas, arranca la daga de su estómago y la lanza lejos de ellos, clavando sus ojos inyectados en sangre sobre el rostro de triunfo de Varek.

-Debí haberte matado cuando tuve mi oportunidad... -susurró, mientras apretaba la herida de su estómago y su mano se llenaba de sangre. Su herida dolía, pero no iba a demostrarle a aquel hombre que estaba sorprendida. Su plan, el que creía que había funcionado, había salido totalmente al revés. Se levantó del suelo con el rostro serio, dejando caer gotas de sangre de sus dedos al suelo. Sus ojos seguían clavados sobre los del cazador, sin perder la concentración ni un solo segundo. -Esto no tendría por qué ocurrir. -dijo antes de que con sus poderes causara un profundo dolor en la cabeza del cazador. Rayda se acercó a él, acariciando su cuello y recogiendo un poco de sangre de la herida de sus colmillos para lamerla de sus dedos. -Nos volveremos a ver, cazador. susurró antes de dejar un rápido beso sobre los labios de Varek y desaparecer rápidamente entre la oscuridad de la noche.

Sin duda, aquella había sido una noche interesante, devolviendo a la vampira aquella emoción por la vida que había perdido.