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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jenna Saltzman Jue Feb 27, 2014 11:37 pm

La soledad significa la más aislada desdicha. La soledad significa encuentro en su punto más crítico. La soledad puede examinarse desde dos principios de necesidad dependiendo de uno. Y me pregunto, ¿en qué punto he de encontrarme? ¿Qué sería si ansío ambos? ¿Podría agregar una tercera teoría?
Que ironía resultó ser la muy condenada… Y eso es, ¡todo renace de la más cruel condena! Todas, todas sus variantes, conllevan una especie de maldición.
Después de todo, si el permanecer solo suena –para una gran mayoría- una agonía, imagínate permanecer en compañía de tus pensamientos. Sólo con tus más felices, tristes y hasta trastornados pensamientos.
Ah, como el dulce teatro. Lo veo en mí ahora. Hasta el hecho de una caminata solitaria en las afueras de la ciudad me producía este quiebre de “discreción mental”, y refiero porque creo que cualquier otro individuo, con aires más sociables, no se comprometería con ambigüedades en medio de la noche.
Pero lo necesitaba, parte de mí lo anhelaba; mi supuesta visita a París me había introducido en un ambiente más extrovertido (Por lo cual estaba agradecida), y aquello me quitaba de a poco la bella esencia del recorrido por algún sendero desconocido, el cual permitiría la entrada de nuevos aromas, nuevas visiones, y nuevos –me atrevo a decir nuevamente- pensamientos. Contradictorio y satisfactorio a la vez. ¿Siguen por qué no podría ubicarme en un solo punto de vista?

Me encontraba en compañía del simple y audaz viento, caminando a orillas de lo que era un lago; mis pasos delineaban paralelamente su trayecto. Y siendo algo demencial, como no podría ser otra cosa viniendo de mí, sentía la brisa como una gélida caricia. La cual me producía la inconfundible sensación de extrañar algo; algo que no existe, superando los límites de lo abstracto. ¿Sería eso posible? Lo que muchos declinan por necesidad, yo tan sólo lo percibía como un roce cercano. Aunque no sabría deducir de dónde provenía, o de qué trataba.
La caminata nunca se habría vuelto densa; el ambiente de aquel lugar envolvía lo idílico, sin necesitar mucho arreglo de la naturaleza… Pero el cielo sí. Mostraba la hermosa densidad proveniente del preludio de una tormenta. El grisáceo celaje comenzaba a tomar liderazgo en lo que fue un cielo despejado. El viento ahora dejaba de ser un simple céfiro para a tornarse más agresivo. Y ahí, desplegó entonces el cielo unas majestuosas ramificaciones eléctricas. El sonoro de aquellas amenazaba con la muerte.

Tal era la abstracción del espectáculo lumínico, que descarté la posibilidad de que mis sentidos pudieran alertar algo que no fuera el firmamento, por lo que no me permití, inconscientemente, connotar que me acercaba a una residencia al parecer abandonada. Lo que más me llamaba la atención era que sentía haberla visto anteriormente. Tal vez en una de mis antiguas cazas, en mi primera estadía en Paris en el año 1755, no sabría contarlo.
El avance del agua había carcomido parte de la base en la estructura, desgastando irregularmente lo que sugería en un principio una delicada cimentación. Aunque no obstante el resto aparentaba permanecer en perfecto estado, puesto que al acercarme más podía observar su elaborado trabajo a nivel arquitectónico impecable. Lo único que mostraba señales de “vida” eran sus cortinas, las cuales danzaban al caprichoso compás de la tempestad. En aquel momento me fue permitido ver su real tesoro dentro: un piano. Un simple piano. Los pliegues de la aquellas colgaduras se abrían de modo en que sólo resaltase el instrumento de fondo, como si se tratara de una invitación.
La curiosidad invadía, por supuesto, y francamente no era nadie para negarme. Quizás disfrutar la tormenta desde su localización por lo pronto no sonaba mala idea. Si no se exponía el atrevimiento de colocarme debajo de la misma como un gran infante.


Última edición por Jenna Saltzman el Jue Oct 09, 2014 1:12 pm, editado 9 veces


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Mensaje por Lauren Von Krautzs Dom Mar 09, 2014 12:03 am

"Los que no pueden recordar el pasado...
están condenados a repetirlo.
"
-Jorge Santayana-




Si hay algo que sin dudas puedo llegar a odiar son aquellas situaciones, momentos e incluso seres que intentan mantenerte a raya; obligándote a conservar una linea recta que marca sin errores tu "deber". Por que el romper reglas, esquemas o cualquier acción nombraba anteriormente, era algo sencillamente imposible.
Nuestras decisiones marcan lo que nos deparará el futuro mas adelante, y eso es todo lo que esta en nuestras manos, y por mucho que el deseo de manejar todo a nuestro antojo se vuelva incontenible, lastima, ahí siempre vas a declinar.

Mi condición me obligaba a concentrarme en los objetivos que día a día podían cruzarse en mi desequilibrado camino, el echo de sentir mi inmortalidad manejada por hilos de seres superiores, realmente me asquea. Y por esa misma razón, esta noche corto los mismos y me dejo conducir a recónditos lugares que, espero, no se vuelvan solo una nueva pesadilla.

"Caminar sin rumbo", olvidaba la última vez que había conseguido darme aquel gusto, o placer. Si, realmente era un placer, una paz que necesitaba y anhelaba, mas a la hora que solo obscuros pensamientos intentan ofuscar mi cordura.
Agradecí mentalmente, el alentador clima que se alzaba sobre mi, la naturaleza en todo su esplendor, azotando la tierra, encargándose así de dispersar cualquier duda que pudiera existir acerca de inmenso impacto en la misma.
Mis ojos se hallaban abiertos de par en par observando, nutriendo mis sentidos por completo, aún así, estos no perdían su costumbre de captar todo lo que sucediera a su alrededor, y por mas que intenté ignorar aquella silueta que se desplazaba suave y sin prisas bajo la tempestad... me fue imposible.

¡Malditos deseos destructivos que someten mi alma!... Y de haber podido asegurarme que solo se tratara de un cuerpo vivo, con alma, libre de toda maldición, le habría permitido continuar, y no hubiera sido necesario el como mi cuerpo se amoldó en ir tras sus pasos, tan literalmente que mis pies solo se clavaban en los mismos lugares que el hasta ahora, incógnito ser había pisado.
Mantener la distancia y el "ataque sorpresa", siempre resultaba complicado, pero no ahora, no hoy y no esta noche que el panorama esta inclinado hacía mi. Podía darme cuenta de lo sumida que estaba en sus pensamientos, ¿Tal vez?, no podría saberlo con exactitud y tampoco tendría que llegar a importarme, simplemente le seguí, y lo hice con sigilo hasta que se decidió a entrar en una antigua casona abandonada. Impagable; era como si estuviera entrando voluntariamente a su tumba, mientras el verdugo le pisaba los talones.

Sin mas preámbulos, ingresé tras la que ahora había distinguido claramente como una mujer, una vampiresa, una perfecta presa para una noche como ninguna otra.
Mi mano izquierda llegó hasta la daga que aguardaba entre mis ropas, justo en la parte trasera de mi vestido y la capa de colores obscuros que ondeaba a diestra y siniestra con el viento.
Acorté la distancia de forma tortuosamente lenta, las ganas de acabar con ella tomaban fuerzas dentro de mi, un odio que nacía de la nada... o al menos eso pensaba hasta el momento que el aroma de ella llegó hasta mi sensible olfato, y las imágenes de aquellos recuerdos comenzaron a azotarme violentamente, mientras el firme agarre de mi arma se aflojaba sin que pudiera evitarlo.
Jenna Saltzman. — mi única excepción se alzaba nuevamente frente a mi, después de tantos años.

                        

+


París
Invierno de 1756




Nos encontrábamos en medio de la nada, bajo una tormenta sin aires de querer acabar, un temporal digno de llamar infierno. El viento golpeaba sin compasión, logrando que la lluvia se hiciera irregular, nublando aún mas la visión, no habían lugares para refugiarse, solo estábamos en una estrecha calle expuestas a lo que el destino decidiera para ambas.

Pero aún así se mantiene firme aquí, me acompaña, inclusive estando consiente de que no recibirá nada de mi parte, el orgullo no me permitiría siquiera agradecerle por sus acciones. Sin considerar tampoco el echo de que si no estuviera mal herida, habría iniciado una pelea con ella, y confiando en mis habilidades, podría deducir que habría sido el final para la que ahora, ingenuamente accedía a mantenerme con "vida".

Deberías irte, no tienes por que ayudarme. — resoplé con fuerzas, resistiendo la fuerte clavada de dolor que se produce en mi costado, por lo cual una de mis manos se centra sobre la herida que continuaba sangrando, sin que mi sanación pudiera ayudarme con la rapidez necesaria.
No lo entiendes... — mucho podría decirle, pero parecía que mis palabras no conseguían hacerla reaccionar. No podía entender esa necesidad de auxiliarme, ¿Acaso desconocía mi verdadera naturaleza? ¿El verme de su especie le obligaba a no dejarme ahí?... Estaba cometiendo un error, uno muy grave.

Notaba como sus labios se movían intentando decirme algo que ya no conseguía distinguir. Solo usé las pocas fuerzas que me quedaban para con su ayuda, levantarme y seguirla a un lugar que sin dudas no conocía, y en donde pasaría una de las noches mas cuestionables de mi existencia.


Última edición por Lauren Von Krautzs el Miér Jun 04, 2014 7:07 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Jenna Saltzman Dom Abr 20, 2014 9:58 pm

Indago sobre mi mente, y sus mil formas de torturarse. Sus manías y sus visiones, sus locuras, sus pasiones. Su viaje hasta el universo, centro de imaginaciones; donde no puedo evadir las más saturadas reflexiones. Donde las preciosas palabras son escritas en cristal empañado y, como debe ser, terminan por desaparecer, dando fin al espejismo. Aunque de cualquier forma, aún no lograría entender cual es mi realidad. Si cobraría vida mi idealización nebulosa, o su gris contraste, también irregular e imprecisa. Hasta ahora sólo escucho la cambiante consonancia de una canción acuosa, haciendo ilusión a mi alma.

Pero, ¿sonaría lógico comparar un enjambre interior con la furia de un aguacero?
Siendo ahora alguien basta en cuestiones de incertidumbre, poco se necesitaba para que mi atención dejara de enfocarse por completo en la atmósfera. Llevando una relación con el mismo, cerré los ojos, percibiendo la calma de las gotas; su sonido, su frío tacto. Una de las pocas cosas que mantendría el equilibrio con la frustración que cargaba en ese momento.
No entendía por qué no podía describir lo que sucedía dentro de mi piel. Indagaba e indagaba vagamente hasta el punto de desesperar y entrar aún más en la incógnita. Había algo con respecto a ese lugar, algo que estimulaba cada fibra de mi cuerpo, haciéndolas enardecer. Y estaba segura que no se trataba sólo del exquisito ambiente que me era proporcionado, ya que ésto incluía un enardecimiento más caprichoso, uno que buscaba razones para recordar.
Por el momento, me bañaba en la nostalgia incierta.

Al haber estado perdida en mis debates centrales, no me fue posible percatarme de que ahora ya me encontraba frente a la residencia abandonada. La conciencia que me permitía permanecer en la realidad se había detenido, confundiendo incluso mi vista; más mis pasos jamás habrían tomado descanso alguno antes de pararme en su entrada. Aún podía observar de reojo el piano en su interior, e inconscientemente comencé a imaginar las piezas que podría tocar en él. Miré luego la puerta y me di cuenta del movimiento de ésta, a causa de la fuerte galerna, la cual azotaba repentinamente la misma, cerrando y volviéndola a abrir.
Sin dudarlo un instante más, empujé la puerta con algo de dificultad, debido a lo ya mencionado antes. Una que se encontraba desgastada, pero que aún mantenía la delicadeza de sus figuras cinceladas. Al entreabrirla siquiera, miré hacia lo que me había llamado la atención en un principio. Y fue ahí cuando sentí un escalofrío en mi espalda, y daba la casualidad que nuevamente no refería al temporal. Sino que todo estaba relacionado, malditamente relacionado.
Oí mi nombre, bajo una voz familiar, una voz del pasado… Una voz que me hizo comprender absolutamente todo:
— ¿Lauren?
Así fue, que antes de pensar siquiera en el asombro que me causaba su presencia, vino a mí una memoria precisa.


~~

París: Invierno de 1756

"Aquellos valores aleccionados desde antaño, eran los culpables del control hacia mi estigma; uno con suficiencia de sentido común. Porque, ¿qué diablos estaba haciendo yo, bajo una encolerizaba tormenta de diciembre, socorriendo a una inquisidora?
Una inquisidora, es decir… Demonios, se trataba de los seres a los cuales les guardaba tanto rencor y odio. Esto sólo parecía ser una broma, la cual me jugaba sin pensar dos veces.
La fémina se hallaba lastimada. Cosa que, por lo general, me llenaría de regocijo. Pero esta vez no. Esta vez no me encontraba contentada del todo, pues hasta con pena la observaba, ¡y esa es la razón misma por la cual odiaba que estuviera así! Ya que si no hubiera de estar en ese estado deplorable, quizás tan sólo me habría alejado. O quizás también le hubiese hecho frente, en caso que presentase su orgulloso trabajo contra mí.

No podía contenerme de quererle leer los pensamientos, ¿y por qué? Es lo que me preguntó. Puesto a que una gran mayoría me causaban repulsión, nauseas, ajetreos violentos. Pero era uno, uno solo que repetía en su consciencia de manera intermitente: la causa por la cual ella se hallaba así.
Maldecía con profundidad a su verdugo, el cual al parecer se encontraba en temporada de falla, pues no la había eliminado del todo. Siendo así, de alguna manera, mi verdugo de igual forma; por condenarme inesperadamente a la realización de mis próximos actos. Ese fue el momento en el que me di cuenta que mis caminatas sin rumbo alguno por la cuidad (prácticamente en las afueras de ésta ahora) siempre terminaban por depararme lo no deseado. Tal vez debería reconsiderar encerrarme también de noche en alguna parte. Porque evidentemente mi alma de nómada aún permanecía ahí, muy latente.

Nombrando la cuestión de nuevo, la muchacha se encontraba literalmente abatida, destrozada no tan solo interiormente, sino que exteriormente apostaba por partida doble, subyugada por el dolor que seguramente percutía sin clemencia contra casi toda parte del cuerpo.
Sinceramente, me era mucho más fácil observar las desmesuradas mutilaciones, puesto a que el añil de sus llamativos orbes llegaba a incomodar. Váyase a saber si su intensidad le rendía crédito a la furia, a la frustración, al dolor, a la tristeza, o a una mezcla de todas ellas. Al principio sólo me había limitado a colocarme frente a ella de brazos cruzados, sin poder decirle nada. Es que, ¿qué es lo que iba a decirle? Estúpido suena de tan sólo pensarlo.
Luego de que fulminara con la mirada unos diez segundos, me agaché para encontrarme directamente con sus ojos.
—No deberías vivir, eso está claro —entoné mis primeras palabras con tono desabrido.
No podría enunciarle algo más dulce, ¡no me lo permitía! Si dispuesta estaba a ampararla un poco, irónicamente tenía que contrarrestarlo con el mezquino filo de mi lengua.
Así, sin seguir vacilando, levanté su cuerpo con la escasa ayuda que le brindaban sus últimas fuerzas.
Siendo un extremo de la zona urbana, nos encontrábamos por poco en las afueras de París, cerca de un lago para ser más precisos. Y, para mi suerte -o desgracia-, recordaba haber visto aproximadamente a dos kilómetros desde nuestra ubicación, una residencia abandonada. La habría visto en algún recorrido por simple ventura (Para variar), días atrás. Sin otra solución al alcance, me dispuse a moverme hasta ese sitio con su, ya mencionada antes, ayuda.
Al llegar, pude asegurarme nuevamente de lo fuerte que era la estructura de la misma. Varios temporales habían atravesado el área, y al parecer la casa seguía intacta, por lo que no habría problemas de habitarla un rato."


~~

Ahora hasta lograba recordar el aroma de aquella casa sin siquiera haber puesto aún un pie en ella, recordaba ese salón oscuro… Lo que todavía me faltaba comprender era la razón por la cual habría olvidado todo lo ocurrido en esos días. ¿Por qué me había negado tanto a recordar? ¿Acaso mi inconsciente había aplicado aquel mecanismo de defensa, el cual consta de la represión? Tampoco estaba segura de si mi estado de angustia antes de poder evocar aquel recuerdo, aún estando en la incógnita, convenía a una replica que experimenté al haber abandonado luego de ciertos días, esa escena en otro tiempo.


Última edición por Jenna Saltzman el Jue Oct 09, 2014 1:14 pm, editado 18 veces


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Mensaje por Lauren Von Krautzs Sáb Mayo 03, 2014 11:20 pm

"Vuelves a mí,
por que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen.
"







Incansable era el susurro del viento, de alguna u otra forma buscaba hacerse presente ante la actual e incomoda escena. Colándose con fuerza entre las rendijas de la antigua casona que ahora se encargaba de albergarnos y hacer de escenario alrededor de ambas. Es increíble como sin buscar, sin esperar mas nada, se llega de vuelta a un lugar que creías desconocido, pero conforme caprichosamente avanzaban los segundos mis ojos se encargaban de realizar un amplio recorrido por la residencia.
De pronto sentí como si el paso del tiempo no afectara aquel sitio, todo estaba casi idéntico a como mi mente comenzaba pausadamente a recordar. El suelo solo mantenía unas resquebrajaduras, propias de la madera que año tras año recibía las fuertes tormentas; lluvias, viento, que no se detenían por meses.

Las ventanas permanecían vagamente cubiertas por trozos de las que, tal vez en algún momento fueron preciosas cortinas bordadas y de tonos pasteles. Y extrañamente a pesar de los temporales, un numero importante de los vidrios de las mismas ventanas, se mantenían intactos, regalando un suave golpeteo cuando las gotas de lluvia se estrellaban contra estos.
Y como todo lugar tiene su atracción principal, este naturalmente no sería la excepción. Justo en medio de la gran habitación logré percibir la presencia de un piano de cola, realmente hermoso, y si esta situación fuera diferente, lo mas seguro es que me habría acercado a el, buscando ubicarme con cuidado en el asiento e iniciado una suave pero imponente melodía.

Tendría un sin fin de posibilidades si en este momento, esta noche, la soledad hubiera accedido a ser mi única compañía, pero no... Y frente a todo pronostico, el destino se encargó de poner justo frente a mi a la última persona que desearía ver. Tenía razones, y eran enormemente poderosas para mi, ya que su simple presencia lograba hacerme titubear, y odiaba esa reacción que tenía sobre mi.
Escuché mi nombre con un leve tono inseguro, curioso, de seguro ni ella misma podía creer en lo que nos estaba pasando, y aunque estaba consiente que no era su culpa en lo mas mínimo, yo insistía en cargar ese peso en sus hombros, solo para calmarme a mi.

Los segundos siguientes fueron cruciales para decidir, aún podía salir disparada de vuelta por donde vine, huiría del pasado como ya lo había echo antes, y como consideraba sería lo mas prudente ahora. Sinceramente no me sentía lista para enfrentarlo, y aunque gustara de decirme que ya lo había superado, muy dentro de mi ser sabía que era una vil mentira y eso era lo que mas me afectaba. Aún así lo sabía; Si no era ahora, sería después... Sin importar del tiempo que nos separara, tal parece que se encargaría de reunirnos nuevamente.
No tuve mas remedio, y en el momento que asentí con mi cabeza, removí la capucha que cubría parte de mi rostro, permitiendo que mi cabello inevitablemente húmedo se liberara por completo enmarcando mi rostro, atravesé con mis ojos la distancia que manteníamos, solo unos cuantos metros. Mi mirada se clavó en la ajena, deseando sostenerla por segundos mientras permitía que el silencio reinara, hasta que ella se acostumbrara a verme.
Sí, Jenna... Soy yo.— avancé dos pasos conforme aquellas palabras se decidían a nacer de mis labios, y buscando relajar mi posición exhalé con suavidad.
Si te soy sincera, estoy sorprendida. Eres la última persona que esperaba encontrarme.— mi semblante era absolutamente serio, pero mis palabras eran ciertas, y no sabía por que razón me permitía ser tan sincera con ella.

Mis recuerdos de las noches que alcanzamos a pasar juntas en este mismo lugar, no me dejaban en paz, aunque ahora el tenerla frente a mí volvía todo insoportablemente real.





+





París
Invierno de 1756





"Sentía como si mis fuerzas por caminar eran en vano, y conforme avanzábamos mas me sostenía de ella. Su cuerpo se convirtió en un claro pilar para el mío, el cual estaba al borde del colapso sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.
Por momentos intentaba levantar mi cabeza para encontrarme con el desolador paisaje, un temporal que no mostraba señales de querer terminar, y seguía sin saber hacía adonde nos dirigíamos, pero cualquier lugar sería mejor que ahí, y por supuesto cualquier lugar sería mejor que una jaula.

A pesar de la ayuda que se me era ofrecida ahora, no podía confiar en la vampiresa, menos aún sabiendo que ella conocía que clase de ser era yo, y partiendo por eso conocería mi macabro trabajo. Precisamente por eso, aún no comprendía que esperaba con todo esto, y tal vez no tendría explicación lógica.
Alcé con esfuerzo una mano hasta mi rostro, para remover los mechones que me obstaculizaban la vista, y en cuanto lo hice divisé una antigua casona, que a pesar de verse abandonada, se conservaba en perfectas condiciones, y todo indicaba que se transformaría en nuestro refugio.

Y así fue, aún con la pesadez que me significaba tener los ojos abiertos, entre cada pestañeo que realizaba, observaba como nos acercábamos hasta que finalmente fui consiente que ingresamos al no sentir la incesante lluvia cayendo sobre nosotras.
En un súbito movimiento me removí de sus brazos, sobre-valorando las pocas y casi inexistentes fuerzas que me quedaban, misma que no fueron suficientes para mantenerme en pie, produciendo que cayera de rodillas, apresurándome a poner mis palmas en la húmeda madera para no irme de bruces contra el suelo.
Si piensas que... No debería vivir, ¿Por qué ...Estás ayudándome?.— le interrogué con la voz quebrada, soportando las heridas que constantemente enviaban un golpe de dolor por cada fibra de mi cuerpo, haciendo que en ocasiones soltara un quejido, el cual me esforzaba por ocultar mordiéndome con fuerza los labios. Ya hasta era capaz de sentir el sabor de mi propia sangre en la boca, y eso solo aumentaba la enorme sed que sentía en ese momento.

Dejé de luchar, me estaba sobre-exigiendo, por lo que permití caer nuevamente sobre mi espalda, fijando mi mirada en el techo del lugar mientras escuchaba los pasos de la inmortal, sin saber realmente que hacía. Tuve que ladear mi cabeza y buscarla entre las sombras, hasta que di con su borrosa silueta.
¿Cuál es... tu nombre?.— expuse la pregunta al borde de un susurro con arduo esfuerzo, y segundos después que esta duda fuera disipada, mis manos cayeron a los costados de mi cuerpo, y finalmente mi consciencia me abandonó."



Última edición por Lauren Von Krautzs el Miér Jun 04, 2014 7:06 pm, editado 1 vez


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The abyss of the storm [Privado] Empty Re: The abyss of the storm [Privado]

Mensaje por Jenna Saltzman Miér Jun 04, 2014 1:23 am

Miré de nuevo hacia la puerta, la cual continuaba oscilándose de manera cada vez más abrupta, siendo uno de los tantos títeres del ciclón. El silbido de las ráfagas ansiaba demostrar con soberbia el temor de su grandeza. La figura de la persona de quien creía que era, hasta ese momento descansaba tiesa y firme delante de mí, produciendo un claro contraste con el feroz movimiento de la puerta. Aunque claro, por más escándalo que hiciera el objeto inanimado, la silueta lograba opacarlo de cualquier modo.
En ese momento llevaba una especie de caperuza, que ocultaba casi todo rasgo del rostro a excepción de la barbilla y los labios. Labios que me seguían confirmando su inesperada presencia, pues el matiz y la forma de éstos me serían difícil de confundir. ¿Por qué rayos recordaría con tanta lucidez su terso aspecto? Aunque a esa instancia sería iluso de mi parte el que no quisiese reconocerlo, seguía sin hacerlo; pero sabía muy bien que en un pasado, el que ahora no parecía ser tan lejano, mi atención se había fijado con detenimiento en ellos, lo suficiente para grabarlos en mi retina. Los recuerdos volvían a invadirme.
Maldecía, maldecía haber probado con tanto placer culposo los labios de una mujer -Y encima inquisidora-; una aberración al sistema social de mi época. Sin embargo, no era exactamente la sociedad la que me importaba, sino porque al haber sido criada con otra perspectiva “correcta”, traicionaba los ideales con los que había sido inculcada. ¿Qué es lo que pensarían mis ascendientes? ¿Era en verdad un pecado, un oscuro desliz, como tanto solía oír de bocas ajenas? Quizás por eso mismo la había dejado escapar, a pesar de tenerle preguntas, a pesar de tener la curiosidad como para seguir con ello, en el interior me sentía un tanto compungida, y en ese entonces me permití el volver a lo que suelen llamar Normalidad, no intentando siquiera buscar su rostro tiempo después de su huida.

Me encontraba lo suficiente absorta en mis reflexiones, que no oí cuando la puerta llegó a azotarse con fuerza contra el marco de la misma, haciendo que me sobresaltara un poco. Negué para mí misma y abrí un tanto los ojos en un gesto de “No puedo creer lo que estoy haciendo”. Parecía una idiota deteniendo mi mirada allí.
Podía ver aún a través de la oscuridad que brindaba la capucha, que su cabeza se desvió imperceptiblemente hacia el gran piano. Me preguntaba si este cruce entre ambas tenía un fin en común, siendo este el objeto, aunque a su vez descartaba la idea.
Ya luego de unos segundos incómodos en el mismo cuadro de escena, la mujer “extraña” llevó una mano directo a su cabeza, finalmente, para deshacerse de la simple y ordinaria tela que develaría tanto mi interrogante de mayor peso.

Lauren. En efecto era ella.  Y ahora, un nuevo silencio incomodó el lugar. ¿Cómo era posible después de todo este tiempo se me presentase como un fantasma embellecido? Como toda sorpresa en la vida era algo posible, pero para mí seguía siendo algo crudo e inverosímil. Pues siempre había intentado eliminar con esfuerzo toda señal de ella como ser existente.
Evidentemente, no podía ser la única sorprendida después de todo, pues sus palabras -a pesar de poseer esa serenidad tan característica, como irritante- permitían decantar algo de desconcierto.
—… Eres la última persona que esperaba encontrarme —dijo ella. ¿Y a qué se refería exactamente con ello? ¿Lo mencionaba como algo bueno o como algo malo? Sus ojos se mostraban cristalinos y relucientes, pero opacos y carentes de emoción a la vez. Siempre había sido alguien indefinible, exasperante al no saber con que tipo de cartas estaba jugando. Pero no podía leerle los pensamientos; sabía que se daría cuenta, además de que luego de nuestro primer encuentro le había prometido no hacerlo. No era, sin embargo, el momento de recordarlo.
—Mírate…—pronuncié al fin, colocando una postura más cómoda al demandar todo mi peso sobre el pie izquierdo, cruzándome de brazos. La analizaba de arriba a abajo—. Estás espléndida, y sin un solo rasguño. A que ahora no estás tan indefensa como para atacarme, ¿eh? —bromeé en tono serio pero animado. Intentaba animarme, pero aún seguía aturdida.
—¿Qué haces aquí, Lauren? Como haber teorías, hay muchas, pero prefiero que me lo digas tú.
Estaba preguntando sin pensarlo mucho. Podía ser un día más de caza para ella, donde yo sería su premio. Quizás sólo buscaba un refugio más cómodo. Quizás algo le habría llamado la atención. O quizás había venido a recordar entre las ruinas, su extraño desliz. Y nuevamente, descartaba aquello último.
¿Debería enojarme con ella por huir? Mi sentido común me decía que no, no debía, pero algo más allá todavía me seguía punzando.


~~

París: Invierno de 1756

“… Mis manos a duras penas sostenían el cuerpo que perecía en mi poder, pues utilizaba lo justo y necesario para trasladarla. Iba a ampararla, sí, pero eso no significaba que me agradara mucho. Visualicé entretanto como la joven corría los cabellos que molestaban sobre su rostro; como era de esperarse, su desconfianza la obligaría a estar alerta, siquiera con la vista.
Pasado unos segundos, me encontraba ya en la entrada, dispuesta a escoger la casona como repentino refugio. Al entrar sentí como mis pies eran los encargados de hacer crujir los viejos y húmedos tablones de madera, y percaté de repente como el cuerpo se me iba de las manos gracias al forcejeo ajeno, al que miré con desprecio, decidiendo desviar mi mirada al resto del interior.

De apariencia ostentosa, pero bastante hogareña, el ambiente de por sí emanaba un cierto aspecto lúgubre, dejado. La pared estaba decorada con cuadros rotos de rostros nublados, estropeados por la humedad; habrían de ser familiares de la persona que vivía aquí. Cerca de uno de los rincones, había un mesa de madera con las extremidades delicadamente talladas, donde se encontraba una bandeja de plata con su juego de té, un candelabro de bronce macizo, un libro de Arthur Schopenhauer (El cual poseía un separador por entre sus páginas), y una caja musical apartada a un extremo. Pero, lo que más me había robado la atención, era un bellísimo piano de cola ubicado a un costado derecho. El resto se podía resumir en descamaciones del cielo raso, cortinajes dañados, y mucho polvo. Era evidente su abandono, y que el dueño no se había ido por voluntad deseosa. Lo más probable, al observar el deplorable estado de la residencia, era que estuviera muerto.
En ese instante mis suposiciones fueron suprimidas por el insistente cuestionamiento de la inquisidora, como si de alguna manera buscara provocarme. Me di el lujo de ignorarle, volviéndome a mis estúpidos interrogantes -que sólo servían como vía de distracción- pero sin lograr resultado alguno, ya que una nueva pregunta nació de sus labios, queriendo saber mi nombre.
¿Por qué iba a dárselo? Me contuve a pensar, aumentando en mí la ira al recordar los estragos que habían hecho los “servidores” de Dios a algunos de los pocos allegados que logré conocer en el pasado. Viajaba en recuerdos detestables, y, en un arrebato de cólera, me di vuelta a su encuentro, fulminándola con mis ojos, dispuesta a responderle con descargas de dolor. Pero mi impulso macabro se contuvo al acercarme más a ella, mirando a través de su mirada cristalina, viendo como de a poco iba perdiendo consciencia, hasta quedar totalmente dejada sobre el suelo.

Horas transcurrieron. Yo me encontraba sentada con las rodillas a la altura de mi pecho, en el otro extremo del recibidor, observándola cada tanto de reojo. La escena se volvía cada vez más deprimente.
Suspiré. De pronto ya me hallaba caminando de nuevo hasta su dirección, examinándola esta vez con crudo aspecto analítico. Me arrodillé a un costado y, de un movimiento increíblemente súbito, alcé mi muñeca para alcanzarla hasta mis colmillos, abriendo una pronunciada herida, en donde habría descargado tal vez erróneamente mi momento de furia anterior. Llevé la misma sobre los labios de ella, en donde al momento de asomarla ya caían exageradamente gotas de sangre, esperando que sus instintos fueran lo suficientemente altos, como para olerme y comenzar a beber de lo que le estaba ofreciendo.”


Última edición por Jenna Saltzman el Jue Oct 09, 2014 1:17 pm, editado 10 veces


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Mensaje por Lauren Von Krautzs Jue Jun 05, 2014 12:12 am






"Your face it haunts my once pleasant dreams...
Your voice it chased away all the sanity in me."



Y un nuevo minuto iba desapareciendo tras su anterior hermano, la sutil muerte que abraza el tiempo sin dar una milésima de segundo para reordenar ideas. Frases vagas y turbias que podrían dar paso a una respuesta acertada, aunque sin dudas primero existiría un hincapié por mí parte. No diría palabras al azar, no tenía el tiempo necesario para nada en absoluto, mucho menos para darme el lujo de desperdiciarlo; debía considerar el echo visible, que así como ahora contaba con su presencia firme y clara frente a mí, podría desvanecerse en cualquier momento, recordándome cruelmente que aquello se trataba de otra sencilla ilusión, producto de los recuerdos que envolvían, y por sobretodo escondía aquella obsoleta residencia.

¿Sería posible ceñir la incomprensible sensación de calidez al escuchar su voz?, realmente ansiaba que sí, poco me importaba lo que ella podría pensar de mí. Era consciente de que no podría descifrar nada que no saliera exclusivamente de mis labios. Aunque bien conocía su habilidad, sin saber por que todavía confiaba en su palabra de no usarla sobre mi mente, solo por eso permitía los oscilantes pensamientos que se abrían paso conforme sus primeros comentarios surgían con una calma solo perceptible para mis oídos, puesto que sus ojos reflejaban mucho más que aquello que se atrevía a mencionar.

De manera sosegada ambos brazos llegaron a entrelazarse a la altura de mi pecho sin perderle de vista en ningún momento, aunque buscaba irritarle de alguna forma. Analizándola con descaro, ofreciendo una notoria invitación al silencio para que reinara. Mis palabras se hacían esperar, y todo por el incauto deseo que se alojaba en mí cada vez que nuestras miradas volvían a coincidir.
Podría haber estado así por un tiempo bastante considerable. Me tranquilizaba, mi sistema entero reposaba y se despedía de los obscuros deseos que anteriormente habían brotado de manera altamente poderosa, y era precisamente algo que ahora no me permitiría, por lo que su pequeña "broma", me hizo negar sutilmente con mi cabeza un par de veces.
­— No, no lo estoy. Pero así como se borró toda lesión sobre mi piel, mi memoria no lo hizo... Y es solo por eso, que no me permitiría lastimarte, ya es tarde para eso.— más de cuarenta años tarde, un pensamiento que no llegué a mencionar en voz alta, ¿para que dar una cuenta tan exacta?, era absolutamente irrelevante, aún cuando aquellas visiones de ambas simularan erróneamente, ser de apenas unos días.

Luego de un tenue suspiro, comencé a caminar con exagerada lentitud hacía ella. Su aroma lograba despertar en mí una ligera atracción, era como si su sangre me llamara, me incitara a acercarme sin reparo alguno, aún cuando debía ser cauta con la situación actual, no podía confiarme, nunca lo había echo del todo y no consideraba que esta fuera la más acertada oportunidad para hacerlo.
Sin notar cuando la distancia entre nuestros cuerpos se transformó en apenas unos centímetros, me detuve en seco casi clavando mis pies al acuoso piso del lugar. Notaba la frescura que reflejaba su piel, y por mis manos corría un marcado cosquilleo, deseando alzar una de mis palmas hasta depositarla en su mejilla, un caricia y nada más. No lo hice, no era el momento y estaba segura que aquel derecho ya lo había perdido.
¿Sabes?, ni siquiera yo misma sé por qué llegué a este lugar. Solo buscaba un respiro, un descanso... Aunque no un reencuentro.— mencioné de manera rotunda. Si mis deseos buscaban controlarme al posicionarme frente a ella, pues buscaría contrarrestarlo con mis tajantes palabras, sin importar la verdad o la gran farsa que podría estar ocultando realmente.

Rodee su cuerpo, y continué avanzando por el costado derecho, a la par que mis ojos se retiraban de los ajenos, rompiendo en enlace con su mirada. Inevitablemente mi atención volvió al piano, solo que esta vez mi pausado andar me guió hasta llegar a rozar la madera del instrumento con mis dedos, marcando un linea al retirar parte de la capa de polvo que cubría melancólicamente tan majestuosa adquisición.
Di toda un vuelta alrededor, hasta volver a observarlo de frente, y tal como si estuviera en mi hogar tomé asiento en la banqueta estrategicamente ubicada frente a las teclas, y luego de que mi cabeza se volteara hasta encontrar a la vampiresa deseando que comprendiera mi convocatoria, regresé mis orbes al piano y mis dedos comenzaron una danza precisa en este, provocando la primera melodía.
Nunca te agradecí lo que hiciste por mí aquella noche, y sé que ahora es tarde para hacerlo...Y de todas formas no lo haría.— hablaba con la música de mi propia auditoria de fondo, acompasando mis palabras, que por lo demás significaba algo sumamente difícil de hacer.
Desaparecí, y ya no importan los motivos que me llevaron a tomar una decisión tan abrupta. Estoy consciente en que no tengo derecho a pedirte nada... O tal vez sí.-murmuré notando como mi voz se suavizaba considerablemente, y por segunda vez mi cuerpo se volteó hacía la inmortal, y clavando mis grisáceos ojos en los de ella me di el aliento para proferir mi última llamada.
Acompáñame.-susurré, transformando la melodía anterior por una que estaba segura que reconocería, juntas la habíamos creado una noche lluviosa, bastante similar a esta. Mi mente no fue capaz de olvidar ni una sola nota y muy dentro de mí... confiaba en que la suya tampoco.






+
 



París
Invierno de 1756



"Inconsciencia. Cuando tu mente da el paso a que las aberraciones se inserten en ti es casi imposible detenerlas, y por más que se intente luchar contra esas situaciones, tarde o temprano terminan por sumergirnos cada vez mas rápido.
Mi mente había divagado enormemente los últimos dos años, viví siendo prisionera de la demencia, de las danzas macabras de un psicópata sin el mayor recelo a la hora de dominarme. Día tras día soportando las torturas interminables, el ver como se divertía al poseer mi cuerpo y reclamarlo como suyo; Era su muñeca, su juguete, su siniestra compañera... Hasta que finalmente corté los hilos del titiritero abrazando la esperanza de huir finalmente de él, ¿y ahora moriría en un improvisado refugio en manos de otro inmortal?. Sádico destino se ha encargado de guiarme, incierto futuro que parece tan distante.

Mi cordura aún se encontraba titubeante, sin saber que era real y que no. Me sentía atrofiada luego de que tantas ilusiones fueran usadas sobre mis ojos, las cuales terminaban dominando mi entorno, y aún peor; mis acciones.
La libertad me había costado caro, sabía que no me marcharía del lado de mi martirizador de manera limpia y mucho menos permitiría que avanzara de forma impune, sin antes asegurarse de que no iba a sobrevivir por mi cuenta. Hasta yo lo sabía, pero ninguno de los dos contábamos con la presencia de aquella, a la que en mi momento de delirio podría haber catalogado como un ser divino.
Un arcángel de muerte, encargado de no dejar morir a otro demonio, que irónico, ¿no?

Mi cuerpo permanecía inerte, aunque mis sentidos o mayormente mi oído y olfato se alertaban producto de la compañía que tenía. No estaba segura del tiempo que había transcurrido, pero no tenía fuerzas, ni siquiera el ánimo de dármelas existía ya, estaba dándome por vencida, maldiciendo el por que la muerte tardaba tanto en venir, transformando mi agonía un perfecto suplicio.
Esperaba, y aún no me daba cuenta que mi deceso no llegaba por culpa de aquella alma que rondaba junto a mí.
Por un momento logré enfocar mi audición a los delicados sonidos provenientes de los pasos ajenos, estaba acercándose nuevamente, y por un extraña razón me sentí tranquila, ella veía mi estado y quizás acabaría con mi sufrimiento, por lo que esperaba para abrazar la obscuridad esta vez para siempre. Pero no, un aroma que logró hacerme inhalar mas hondamente conspiró macabramente con el aire del lugar, una mezcla deliciosa sin duda alguna, era su sangre la que se me estaba siendo ofrecida. No cuestioné el echo de no controlar la descomunal sed que sentía arder en mi garganta, por lo que en el momento que las primeras gotas carmesí resbalaron por mis labios, no tuve mas remedio que entreabrir los mismos permitiendo que su elixir invadiera mi boca.

Una delicia, no existían palabras más acertadas para describir su sabor. El instinto afloró velozmente, abriendo mis ojos de golpe para encontrarme con aquellos que me observaban mientras era alimentaba, incluso mi diestra se fue a la muñeca de la vampiresa, aferrándola a mis labios sin la mas mínima intención de parar. Deliberadamente mis colmillos se clavaron también en su piel, bebiendo ya por mi cuenta mientras mis orbes recuperaban su intenso brillo,"No debes lastimarla, ella te salvó."— pensamiento que se incrustó en mi mente, y que me hizo remover mis caninos de ella, teniendo incluso la preocupación de lamer la herida que yo misma terminé provocando, solo con el simple rozar de mi lengua sobre esta.

Aún podía sentir su sabor sobre mis labios, aunque no busqué relamerlos, autorizando a que el intenso color escarlata los decorara.
Por mis medio busqué sentarme, aunque me sostuve del muslo ajeno, dándome cuenta de este simple tacto alcé mi rostro, quedando a unos escasos centímetros del ajeno. Observé con detenimiento sus ojos, eran obscuros, misteriosos sin permitir que leyera mas allá. Sus rasgos sumamente finos y delicados, casi esculpidos a mano; una verdadera obra de arte. Pero sin duda lo que atrajo mi atención fueron sus labios, se encontraban peligrosamente cerca, y lamentablemente mi control por el momento era casi nulo, jugaría con fuego, ¿qué más daba?. Si mi atrevimiento tenía consecuencias, las aceptaría sin cuestionar, pero no me quedaría con el deseo latente en mi ser.
En un impulsivo movimiento, desvanecí la distancia que nos separaba, presionando finalmente mis labios con los ajenos de manera extremadamente delicada, no existieron errores. Para mí en aquel momento no lo era, me encontraba ensimismada, presa de de tan placentero contacto, en una utopía que buscaría prolongar como si de mi última jugada se tratase."


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Mensaje por Jenna Saltzman Miér Jun 11, 2014 3:30 am

Nada, no había nada. Inmóvil, su rostro no había cambiado, su cuerpo no presentaba movilidad alguna. Era una estatua de cera, fina y perfectamente cincelada; como si me estuviese estudiando con recelo, como si quisiese reflejar una atosigante sensación de rechazo, sólo sus ojos cobraban vida de a ratos, despertando más intriga y a la vez desesperación en mí. Lo admitía, era débil, muy débil frente a su presencia, así como lo era con la paciencia, creando un encaje bastante irritante, agobiante. Sabía que no abandonaría así de pronto sus aires orgullosos, y en esta ocasión no inflingía dolor con la mente, sino que lo hacía con su silencio. Conociendo mi atractivo por ella, callaría sus palabras un buen rato tal vez para regodearse en mi ansiedad, y eso me hacía odiarla más.
Resoplé reservadamente a un costado, desviando mi mirada hacia el mismo lado, cuando vi su sutil cruce de brazos, apuntando en mi dirección. De nuevo, acababa de darme otro gesto propio de altanería, sin quitarme su duro mirar encima mío, haciendo que inmediatamente me vuelva a ella; maldecía, para variar, que pudiera tenerme a veces en su control si quisiese, aunque ahora consciente, no iba a permitirlo. Su siguiente paso fue negar a lo que suponía que eran mis palabras anteriormente dichas, aclarando finalmente al entonar su razón para no lastimarme. Mi cara en ese momento se prestó a la frialdad, igualando su falta de expresión, pensando por dentro Oh, por favor, que piadosa eres con claro sarcasmo, limitándome a asentir a sus palabras con un leve balanceo de cabeza.

No iba a darle el lujo de tenerme a sus pies, y más habiendo pasado todos esos años. Si quería jugar con la indiferencia o falta de sentimiento, aceptaría encantada. Pero aquello se hizo dudar al verla luego como con lentitud hasta aparatosa comenzaba a acercarse. Sospeché un instante de su acercamiento, no sabía si debía entusiasmarme o ponerme mejor en guardia, era imposible saberlo con ella. Sus pasos se detuvieron a una distancia tan mínima de mi rostro que incluso podía percibir su fría respiración. Conocía un tanto sus intenciones, una puede descubrir más de alguien cuando se encuentra débil, dejando todo en manos del cruel destino; y así lo había hecho con ella. Buscaba provocarme, y nunca me hubiese imaginado (quizá en el fondo sí) que iba a hacerlo con tan tajantes palabras. Su tono demostraba calma, pero su letal lengua quería dejarme en claro que yo no era ni sería la razón por la cual habría vuelto. Nuevamente, me limité a ejercer control sobre mis facciones, dedicándole un gesto seco y muerto. En tanto, prosiguió por realizar un camino alrededor de mi cuerpo, quitando su atención en mí para depositarla en la nada, como si de repente no existiera. Enloquecía de tantos juegos, pero como siempre, se saldría con la suya, terminando por hacerme jugar a los juegos previos que ella quisiese si no me permitía enfocarme en la realidad. Me retuve a no seguirle, petrificándome en esa posición, dejando que mi semblante se concentrara en la entrada.
Nunca habría notado a donde pretendía dirigirse si no hubiese escuchado el resonar de una tecla de aquel piano, sucedida por otra y así, haciendo que de a poco lo simple se transformara en una suave música improvisada, que creaba ahí mismo.
Me volteé repentinamente hasta ella una vez más, dedicándole toda mi atención en sus palabras y en su interpretación. Me agradecía -subliminalmente- el que yo ya haya salvado hace casi cincuenta años.
Una cifra tan cercana, tan poco tiempo para un ser nocturno, pero tan lejana para mí.

Me pidió que la acompañara, alterando las notas sueltas por una melodía que conocía impecablemente, y si bien quise no hacerlo, dejé mi estereotipo orgulloso para acercarme y sentarme a un lado, decidiendo acallar mis palabras para simplemente comenzar a tocar esa misma melodía en la sección más aguda del instrumento.
No fue sino recién de un minuto que decidí hablar, sin detener mi tipeo:
—Debes agradecer que comprendo lo que quieres decir. Y de nada.
»Me sorprende que aún la recuerdes, y sepas tocarla. —Cambié de tema, enfocándome lo que estábamos haciendo —Y efectivamente como dices, no estás en posición de pedirme nada, aunque como ves, decidí complacerte con ésto.


~~

París: Invierno de 1756

"Aún en manos de la humillación y demacración me parecía hermosa, no tenía por qué  negar lo obvio, y no iba a hacerlo. Me creía un poco tonta al ser consciente que mi ayuda no sólo provenía de una corazonada, sino también de admiración hacia una criatura como ella. Me atreví a acariciar su cabello, sabiendo que eso era un gesto inútil, innecesario y hasta estúpido; uno miraba semejante cosa y, conociendo nuestras rivalidades, diría que alguien disponía a movernos desde un titiritero, haciéndonos danzar al ras del fuego.
Pero sólo la observaba, como si en ella no existieran las esperanzaras, como si intentase seducir a la mismísima muerte, y el ver a alguien revestido con un halo desahuciado era algo que todavía no acostumbraba a soportar, así se tratase de un oponente.

Observé de repente como sus labios respondían a mi intento al abrirse ligeramente, sólo era cuestión de segundos para que la sed la tomara presa como a cualquier otro ser maldito, terminando por arrebatar más de lo que se le compartía. Y en efecto, así fue. Su calmo y moribundo estado pasó a convertirse en uno extremadamente enardecido, alzando sus sentidos con esplendor; de forma inmediata aquellas incrustaciones vidriadas en sus cuencas buscó mi presencia hasta con lo que podía decirse rabia, y, de manera casi involuntaria, tomó mi brazo con fuerza para hincar sus afilados caninos, desgarrando todavía más mi piel, comenzando a beber sin control, llenándose de vida a expensa de mi sustancia. Veía como rápidamente adquiría algo de fuerza y color, y ahí por primera vez pude ver el brillo de sus ojos, incomodándome por su intensidad.
En medio de todo esto comenzaba a sentirme exhausta. Mantenía fruncido el ceño, dejando que escapara algo de aire por mi boca, notando como perdía algo de mis fuerzas. Gustaba y disgustaba al mismo tiempo, no podía creer que lo estuviera haciendo. Pasados unos segundos, automáticamente sus colmillos se apartaron de mi muñeca con el mismo impulso con el cual habían entrado, acercándose incluso para trazar una línea con su lengua sobre la herida, lo cual me pareció un tanto extraño. El gesto me había agradado, pero no acepté más que el sentenciar de otra mirada fría sobre ella, ocultando todo signo complaciente.
Ya algo más lúcida quiso recomponerse, sosteniéndose de uno de mis muslos, intentando acomodarse. Y haciendo fuerzas contra éste, no sirvió más que como un apoyo para que al alzarse un poco quedara inevitablemente a escasa distancia de mi rostro, el cual no pude evitar sosegar, sin darme cuenta que mis pupilas habían incrementado dimensión. Las suyas en cambio no permanecían quietas, al contrario, recorrían cada uno de mis rasgos, incluyendo mis labios.

»Y no lo vi, juro que me encontraba muy concentrada en esa situación que no vi realmente su acercamiento. Para cuando quise hacerlo, ya era tarde, porque sus labios habrían colisionado con los míos.
¿Cómo podía describirlo? Era húmedo, suave, gélido… Completamente delicioso. En mis más de 600 años, jamás había besado a una mujer, era tan simple que no hallaba razones para hacer tal cosa, y eso que el tiempo me había otorgado más de la cuenta para vivir un auténtico Carp Diem. Pero no, esta no era mi forma de pensar o actuar, me preguntaba si sería posible que mi nueva vida no sólo me haya dado un nuevo cuerpo, sino otros atrevimientos. El demonio ya me había abrazado a la hora de permitir que mi alma cayera en la condena eterna de la noche, pero nunca pensé que deseara ir más allá.

Correspondí aquel beso con duda, curiosidad, y a la vez encanto. Deslizaba con extrema lentitud mis labios por sobre los de ella, como si estuviese saboreando el momento en cámara lenta. Se podía decir que era la primera vez que lo disfrutaba, ¡y con una enemiga, joder! No, no era lo correcto. De manera que proseguí a separarme de éstos luego de lo que creía que eran segundos, reincorporándome en dos pies, y dándole la espalda. La verdad era que no estaba segura cuánto había sido.
—Dumnezeu! —Exclamé en mi lengua natal. Era una palabra suelta, sin destinatario, con la única función de descarga propia—. ¿Qué haces?
»¿Y tu juramento con “Dios”? Has… Has perdido la cabeza.

Me di vuelta y la observé algo desorientada, admitía que me negaba a algo hermoso. De cualquier forma, no podía concentrarme. Por el momento buscaba distraerme a mí misma con frases de más, innecesarias. Me avergonzaba de todas maneras el no poder afrontar una circunstancia tan pequeña como esa."


Última edición por Jenna Saltzman el Jue Oct 09, 2014 1:19 pm, editado 6 veces


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The abyss of the storm [Privado] Empty Re: The abyss of the storm [Privado]

Mensaje por Lauren Von Krautzs Lun Jun 16, 2014 8:37 pm





"And as much as I like to feel like I belong here...
I’m just as scared as you."




No puedo recordar con exactitud la última vez que una compañía se volvía tan plena para mí, tan amena hasta hacerme olvidar el estrepitoso clima que no paraba de reclamar atención, golpeando con esmero, siendo el viento el encargado de provocar finos y agudos silbidos. Incluso la anticuada casa iba perdiendo poco a poco su encanto, tal vez solo no podía olvidarme de ella, por el resguardo que la misma significaba sobre nosotras, aunque llegando a un extremista pensamiento, inclusive podría estar afuera, bajo la tormenta y aún así no me sentiría vulnerable.

El delicado sonido que proveniente de las teclas se convertía en una sensación de calma absoluta, más cuando permitimos que la melodía interpretada fuera lo único que alterara el silencio, no existía mejor manera de hacerlo.
La escuchaba, tanto a ella como a la música, buscando la mejor forma de continuar. No me asombraba el echo de que ella misma se encargara de rebuscar en mis palabras para entender a lo que realmente quería llegar, y era un alivio, puesto que no me atrevería a decirle todo directamente. Siempre he sido de pocas y casi indescifrables palabras, si así me lo proponía. Pero siempre debe encontrarse una excepción, aquella que por más ocultos estén los significados, va a descubrirlos. Y era precisamente esa excepción la que esta noche tocaba junto a mí.

Mis labios se fruncieron claramente hacía un costado, no avalaba que hablara en esa tonalidad tan segura, y mas aún cuando era a mí a quien se refería. Aunque intenté no darle demasiada importancia, y procuré que pasara de largo, casi como si no la hubiera oído en un primer lugar, lo cual era muy poco probable.
No entiendo por que debería significar una sorpresa, tu estás en la misma posición.— mencioné, observando sus manos deslizarse sobre el sector que dominaba, demostrando así que me refería a que su memoria era exactamente tan buena con las notas, como la mía.
¿Esperas que me sienta beneficiada al ser "complacida"?... Por favor. Solo intentaba, a diferencia de ti, armonizar este inesperado momento.— le expliqué con el mismo tono neutral, a pesar que mis palabras fueran sumamente cortantes. No podía ser de otra forma, aunque en el fondo no buscaba hacerla sentir mal, solo era mi forma de ser, y sabía — o al menos esperaba — que ella lo entendiera.

Luego de un pequeño bufido, volví a guardar silencio, concentrándome solamente en terminar lo que hacía en el piano, aunque el distractor era innegable. El aroma de la vampiresa continuaba taladrando en mi olfato, no podía simplemente ignorarlo. Despacio mi cabeza se volteó hasta el costado donde ella se encontraba, la sentía tan serena, quizás hasta un poco más de lo que yo misma estaba, o tal vez era solo lo que buscaba aparentar. Realmente me agradaba y a la vez irritaba levemente el no saber que pasaba por su mente. Ciertamente ni yo misma fui consciente en cuento me enfoqué en ella, logrando incluso desconcentrarme, provocando que uno de mis dedos fuera a dar una nota equivocada. Luego de esto detuve mis manos bruscamente sobre las teclas, realizando un desafinado sonido.
Creo que es suficiente.— indiqué, sin regresar mis ojos al frente, si no que los mantuve sobre su rostro.
¿Por qué viniste a este lugar, Jenna? ¿Realmente me importaba el "por que"?, no estaba segura, pero si no comenzaba a hablar, sería imposible centrar mi atención en otra cosa que no fuera ella.





+
 



París
Invierno de 1756


"Y para mi sorpresa ocurrió lo menos esperado, ¿que era lo que realmente visualizaba?... Un golpe, un empujón que me alejara de ella, todo por mi atrevimiento. Pero no, ahí estaba, correspondiendo de igual forma, como si estuviera explorándome. No tenía forma de saber sus razones, tal vez solo lo hacía por lástima, o curiosidad, aunque la verdad muy poco me importaba. Mantuve mi cercanía aunque sin palparle con mis manos, en conjunto con un suave roce de sus labios, y por aquellos segundos, minutos... No sabría definir con exactitud el tiempo, todo fue silencio y calma, una que logró volver a mí luego de un par de años inmersa en la mas terrible obscuridad.

Pero como la realidad tiende a golpear fuerte, esta situación no fue la distinción. De pronto sentí el vacío, por lo que instantáneamente abrí mis ojos, observando como tomaba distancia, y me privaba incluso de su mirada. Este gesto me pareció algo cómico, era como si se sintiera ofendida, o incluso culpable por haber disfrutado de algo así, aunque claramente la culpable de aquello sería yo, de victima pasaría a transformarme en victimaria, que gran ironía.

Una de mis cejas se alzó al escuchar la sencilla, pero firme palabra que nació con descontento de sus labios, y aquello me ayudó a darme cuenta que sus orígenes eran diferentes a los míos. No dije nada, y me dediqué a poner atención a las vagas palabras que me entregaba, y como era de esperarse al verme un tanto mas estable, una sutil, pero sarcástica sonrisa no tardó en delinearse sobre mis labios, los cuales también recobraban sosegadamente su tonalidad.
¿Qué hago?... Besarte.— respondí, con mi rostro en calma, y realmente la sentía, disfrutaba de aquella clara e innecesaria sinceridad para sus interrogantes.
No, por suerte no alcancé a perder mi cabeza. Y el que realicé una acción tan normal, no quiere decir que olvidé mi compromiso.— recalqué, estirando mis piernas hacia adelante, y con ayuda de mis manos comencé a levantarme. A pesar de haber recibido su sangre, me sentía agotada, siendo abatida en ocasiones por punzadas, aunque no se acercaban al martirio de hace unas horas atrás. Estaba recuperándome lentamente.

Ya una vez en pie, me enfrenté por primera vez a observarle con claridad, sin dejar de lado la superioridad que me caracterizaba, solo eran unos cuantos pasos los que nos separaban, y era lógico que podía detallarle perfectamente desde ahí.
Puedo darme cuenta que eres un poco maleducada, te pregunté algo y no respondiste. Permíteme dar el ejemplo; mi nombre es Lauren, y veo que ya descubriste a que me dedico, por lo que voy a emitir esa parte.— hablé con voz clara y un tanto bromista. Fue ahí cuando supe que la vampiresa estaba teniendo suerte, por un extraña razón no me sentía arisca ante su presencia.
Me acerqué casi por inercia a ella, sin estar segura de como reaccionaría, menos aún si realmente mis acciones la habían espantado, aunque jamás lo descubriría si me mantenía en inmóvil .
¿Sabes?... No entiendo por que te haces la ofendida, luego de que tú misma me correspondieras.— mencioné, en un tono más casual, y busqué por segunda vez su mirada.
Siempre me había considerado alguien desinhibida a la hora de hablar, siendo capaz de abarcar cualquier tema sin problemas, aunque obviamente estaba consciente que eso no era bien visto en la sociedad, y por lo general eran precisamente las mujeres quienes terminaban siendo sumisas y recatadas, para mí eso no corría.

Avancé, de manera cuidadosa pero lo hice. No esperaba invadir su espacio personal, ya que no estaba segura si aceptaría volver a tenerme tan cerca, menos cuando mis impulsos terminaban en actos tan imprevistos.
¿Estás disgustada ahora, salvaje? — pareciera que buscaba irritarla, pero cada palabra que brotaba de mi boca era espontanea, incluso aquel apodo que le di, solo por el echo de no conocer su nombre, ya si luego deseaba reclamar algo, no tendría bases para hacerlo.
Salvarme pudo haber sido un error de proporciones, ¿tienes idea de lo imprudente que fuiste? — mi voz estaba vez era muy similar a un regaño, y si para mí eso sonaba desconcertante, ya me imaginaba como lo sería para ella. Exhalé y terminé por arriesgar los dos pasos que me faltaban para llegar a su lado, clavando sin reparo mis ojos en los ajenos.
Aunque te diré un secreto... Valoro enormemente tu imprudencia.- musité, convirtiendo mi voz en un diminuto susurro, muy cerca de su rostro.
Y solo por eso... No haré nada contra ti, no voy a lastimarte. Lo prometo.—  en ese momento le di mi palabra."


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Mensaje por Jenna Saltzman Vie Jun 27, 2014 6:47 pm

Era realmente fascinante como la música lograba cambiarlo todo. O al menos viéndolo desde mi posición. La melodía era simple, no convenía un gran juego de acordes o notas, pero aun así captaba la esencia única que podía transmitir un piano. Un cambio agradable, sin duda alguna, como si de repente existiera el poder viajar al pasado para revivir aquella memoria. El lugar comenzaba a llenarse de vida, hasta cayendo en la ilusión de que más iluminación había. Me calmaba, nos calmaba a ambas. Dejaría todo para concentrarme en las teclas, y no en lo que significaba este encuentro para mí.
Pero no iba a hacerlo bien de todos modos, eso era inevitable. Lo era con el resonar de su voz, espetando cada respuesta mía con ese vuelo desabrido que tango gustaba exhibir. No era más que incentivo para que mis reacciones fueran un reflejo de ello. La oía y no respondía de inmediato, sino que simplemente haría de cuenta que me encontraba sola en la habitación, tocando con gracia, bien sabiendo que ella a su vez sabía que la estaba atendiendo claramente. Una sonrisa burlona cruzó mi rostro, sin embargo, al oírle decir cómo era ella quien buscaba armonizar el momento, mientras yo hacía lo contrario. Si supiera que todas y cada una de mis acciones eran un destello de los ella, y con toda la intención. Allí no éramos más que un par de tuercas en un fatídico sistema maquinal, donde aunque distintas funciones teníamos, debíamos encajar a la perfección la una con la otra, para así ejecutar una danza sonora, de colores turbios al parecer. ¡Bailarinas de la caja musical de Anankaia!

Silencio, otro silencio tomó lugar entre nosotros. Silencios que sirven para disfrutar mejor una ocasión, otros inoportunos, otros de respeto, y otros incómodos. Yo lo escogía para buscar el hilo a todo esto, para concentrarme, para dejar a la duda de lo que en verdad pensaba. Alcé entonces mi vista sin dejar de tocar para distraerla al frente, en la nulidad. Mi ángulo de visión me permitía ver los ojos de Lauren sobre mí, y el que pusiera algo de aquella atención en mí, era algo que disfrutaba e intimidaba a la vez.
De pronto un sonido desafinado se escapó por entre la melodía, y todo se detuvo. Oportuno fue el momento en que detuvo sus manos del instrumento, de modo que de pasar unos segundos más, sería yo quien hubiese desentonado. Me volteé instantáneamente, apreciándola una vez más de cerca. Ahora la de interrogantes no sería yo sino ella, no pudiendo ser otra que la misma que le habría hecho antes.
—La misma razón que me llevó a conocerte: Una simple caminata.
No había mucho para ocultar o decir. Una seguidilla de pasos en dirección no exacta, debía destacar algo fuera de lo ordinario. Aunque no me esperaba que fue éste. Luego está ese dicho acerca excelencia que resulta portar lo improvisado; había dos grandes disputas en mi interior acerca de qué tan cierto era aquello, conociendo las consecuencias que esto nos había traído.
Me levanté repentinamente del taburete, una vez más, borrando aquella cercanía. Era algo que me costaba creer a la fecha de hoy, conociendo lo cerca que pudimos haber estado en las inhóspitas noches de olvido, que sólo la casa admitía atesorar con regocijo. Caminé lenta y dudosamente hacia delante, dándole la espalda, intentando enfocarme en aspectos superficiales como los cuadros, los muebles, las habitaciones que lograban verse en el fondo. ¿Quería refrescar mi memoria? Por supuesto que no. Seguía evitando la realidad, queriendo olvidar su presencia actual, y todo lo que ella había significado para mí. Y luego… Luego recordé que aquello era una locura, y me frené en seco.
Suspiré profundamente, y giré sobre mi pie derecho hasta quedar de nuevo enfrente. Torpemente levanté mi mirada que en el suelo se encontraba hasta ella. A estas alturas suponía que me creería alguien con déficit de cordura.

Y en cuanto mis palabras iban a salir de mi boca, dejé simplemente que escapara aire por ellos, observándola expectante, apreciando su belleza de antaño, la eternidad vuelta una divinidad. No tuve opción que volver a mis pensamientos toscos y fríos.
—¿Y qué pasará luego de esto? Este encuentro deseado o indeseado… —Levanté a unos centímetros de mi cuerpo mis brazos, para hacerlos chocar nuevamente contra mis piernas luego. Era imposible concentrarse con toda su atención encima, de modo que decidí cambiar mi enfoque al insignificante suelo y cruzarme de brazos.
—¿Volveremos a separarnos? —pregunté, y me di cuenta que la estaba formulando mal —No… Suena como si fuéramos una pareja.
¿Habíamos sido una? Ni siquiera yo sabría decirlo. ¡Pero no, demonios! Debía hacerme entender que sólo había sido un desliz —¿Volveremos a tomar nuestro rumbo, sin buscar encontrar los oscuros lazos que alguna vez nos unieron?

Cambiaba las palabras, más significaban lo mismo. Si sólo había sido un desliz indeseable, ¿por qué no quería acabar de una vez por todas con él?


~~

París: Invierno de 1756

"Su habla me indicaba tranquilidad, sosiego, como si no le importase que pudiera pasarle en mis manos. O tal vez la ingenua era yo, dejándome llevar por mi extraño interés. Podía ser un engaño, uno en base a la seducción de una mujer sublime, en donde todo terminaría con la víctima ayudando a su verdugo a colocar la cabeza sobre la báscula, facilitando su propia muerte. Después de todo, no era para sorprenderse que los de su estirpe practicaran día tras día este tipo de técnicas persuasivas, de modo que podría no haber diferencia.
Mientras mejor se sentía, mayor era su arrogancia; y ahora ya de pie gracias a la dosis que le habría suministrado, hasta en su postura se veía su intento de superioridad. ¿Cómo es que de pronto ya era la misma de antes? Sus escalofriantes recuerdos habían hablado por ella, enseñándome la manera más lujuriosa y maquiavélica en la que se podía doblegar a alguien. Reducida en una muñeca de alto calibre, las posibilidades en que pudiera alzar su potestad eran inexistentes, y sin embargo se veía tan luchadora enfrente de mí, tan viva, tan sedienta por llevar el mando del momento, aun estando como estaba. Quizás su espera durante dos largos años estaba siendo descargada en mí, y de una manera extrañamente atrayente.

Me hundió su mirar, el cual cada vez me llamaba más; como la astuta serpiente que a espaldas de Jehová llamaba al pecado exquisito con aquel fruto, como si las garras del demonio presionaran contra mi cintura, obligándome a perecer ante sus fauces. ¿Pero quién era el demonio? ¿No era yo uno de sus guardianes desde hacía siglos atrás? ¡Cada una en su propio mártir buscaba autodestruirse más! Y yo… lo estaba aceptando.
La tormenta de a poco iba cesando, las gotas se oían menos y se volvían más precisas, así como ahora cada movimiento con ella se volvía preciso. Estando más estable, comenzó a acercarse, sin dejar de repicar su orgullo e ironía. Se detuvo a centímetros mío. Otra vez, la distancia entre nosotras era prácticamente nula, y yo ya me había desviado hacia sus labios, los cuales aún conservaban restos de mi sangre como fresco labial borgoña; estudiando su terso aspecto, saboreaba todavía su gusto. ¿Por qué se empeñaba en avivar aquella llama innecesaria?

Apenas prestaba mi escucha a sus declaraciones, mi desconcentración era clara. Su voz iba disminuyendo la intensidad. La corriente de aire se filtraba bajo mi vestido, incrementando el escalofrío que ya sentía bajo su presencia. Sentía las paredes de la habitación encogerse, contrayéndose hasta enfocarse en nuestros cuerpos, como dos magnetos impidiendo escape alguno; de pronto daba la impresión que el color de fondo se había oscurecido más. Tantas ilusiones vagas creadas sin el mando verdadero de alguna clase de poder, era extraordinario. Lo único que llegué a recalcar con claridad fue ese peculiar sobrenombre, y su cómplice insinuación.
—¿Yo? ¿Salvaje? Creo que has invertido los papeles.
Para cuando comencé a replicarle, ya se encontraba demasiado cerca, y allí comenzó un juego de abstracción sobre mi mente, uno en donde seguro perdería. Me había prometido el no lastimarme, y francamente como se debía suponer no le creería en primera instancia, por lo que no me reservé el lujo de sondear sus pensamientos, para comprobar que no mentiría en el asunto. Aunque, ¿qué tan viable era perderme con ella en ese momento? Muy poco, sin duda alguna, y que me parta un rayo, porque habría decidido omitir mis propias advertencias.
Entonces alcé una mano, sin ser consciente del todo, hasta sus labios, para limpiar con mi dedo la mancha que yo misma había generado. Y por más que quisiera ocultar todo en un gentil gesto de limpieza, me era imposible. Me atreví a delinear el inferior con el índice, repasando su textura, su suavidad, y volví a fascinarme con ellos. Era algo inminente para mí. Pero retiré los mismos de ella, repitiendo mis reflejos de precaución, reprimiendo otro impulso insulso. Ahora era mi voz la que se había convertido en un susurro.
—Debía… Tenía restos.
En todo ese lapso de tiempo, había emprendido una cuidadosa caminata hacia atrás, conforme ella seguía avanzando sobre su presa. Al final, fue algo inesperado chocarme contra un rincón de la casa."


Última edición por Jenna Saltzman el Jue Oct 09, 2014 1:21 pm, editado 7 veces


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Mensaje por Lauren Von Krautzs Dom Jul 06, 2014 10:18 pm





"I can't change who I am
not this time, I wont lie to keep you near me
and in this short life, there's no time to waste
on giving up..."






Sus frías y tajantes palabras cortaban el ambiente una y otra vez, estaba más que claro que ninguna de las dos mostraríamos — al menos en parte — aquella debilidad que bien yo conocía, y no solo en mí, también sentía la de ella, era capaz de percibirla, aún tras esa frívola imagen que estaba demostrando. La respuesta a la interrogante que plantee luego de ella, mantuvo la linea del desprecio, aunque asegurándose de dejarme estipulado que este nuevo enlace de nuestras historia, era algo absolutamente casual. Como era de esperarse, no podía ser de otra manera.

Segundos después que sus labios revelaran esas insignificantes palabras, y aludiendo a mi interrogante, volvió a conservar su distancia, levantándose de forma repentina y dejando tras de si, el vacío de su presencia, por segunda vez.
No fui tras ella, tampoco reflejé en mí el descontento que me produjo su lejanía, simplemente fue como si ubicara una máscara sombría en mi rostro, ocultando así toda señal que este pudiera entregarle. Si iba a continuar con aquel juego, me aseguraría de llevarlo a flote de manera incesante, como si realmente fuera lo que buscara, aunque bien sabía que eso no se acercaba a mis reales intenciones.

Realmente observarla realizar cualquier tipo de movimiento, sin importar lo impreciso que este fuera, era un deleite para mí. La atracción por ella, se había vuelto algo absolutamente innegable en mi ser, por mucho que me forzara en suprimir, en olvidar los recuerdos que aún conservaba como si de una fotografía se trataran; la suavidad de su tacto, la exquisitez de sus delineados labios rojizos, su aliento contra mi piel... Todo, conservaba todo, quisiera o no, ahí estaban. Eran mis recuerdos, los suyos... Los nuestros.

Fui totalmente paciente a la hora de esperar sus próximas palabras, sin tener las ganas de ser yo quien formulara palabra alguna, aún estando consciente de las infinidad de cosas que aún quedaban por decir, y por aclarar.
La interrogante en ella, sobre si la distancia volvería a ser real entre nosotras, sin duda la compartía, y esperaba que la respuesta fuera negativa.
— No lo sé, realmente no me había planteado aquella duda— mentí, tenía que hacerlo, no aprobaría quedar en evidencia por segunda vez. Aunque por un lapsus de tiempo, muy poco me importó, ya que fueron sus palabras las que, tan parecidas a un imán, captaron por completo mi atención y tuve que debatirlas.
¿Acaso no lo fuimos? —comencé a disparar contra ella, sentía como negaba lo que habíamos pasado, y por ende, me estaba negando a mí directamente.
Fuiste mi compañera, independiente de la cantidad de días, o la manera en que se dieron las cosas, ¿lo entiendes?... Es más, detesto nombrar todo eso en pasado.— reconocí, sin ocultar una chispa de molestia en mis palabras.

Necesitaba su atención, y por lo visto no coincidíamos en eso. Sus ojos eran unos peregrinos por el mediocre suelo, sin tener la decencia de regresar a mí, por lo que luego de maldecir por lo bajo, y sacando provecho a mis habilidades innatas, me ubiqué frente a ella, y tomando su mentón con absoluta suavidad, busqué adueñarme de su mirada, mientras mantenía mi rostro alineado de frente con el suyo.
Sabemos que la culpa de nuestra separación, o como quieras llamarle, recae únicamente en mí. Buscaba alejarme de lo que pasó, de este lugar... Y de ti.— exhalé abiertamente, como si realmente estuviera cansada de emitir palabras.
Pero no cometeré el mismo error... Dos veces.— ¿Eso había sido? ¿Un error? Habría dudado de mi afirmación, de no ser por lo segura que esta sonó, adaptándose perfectamente a lo que buscaba expresar.

Y como si todo lo que había liberado no fuera suficiente, un incontrolable deseo de disipar aún más la distancia comenzaba a embargarme, una escena muy familiar a la ocurrida hace años atrás, solo que esta vez ambas estábamos al mismo nivel. Mis labios se sellaron, llamando a un nuevo silencio en el ambiente, y sin dar más vueltas acerqué mi rostro al de ella, creando un roce casi imperceptible de nuestros labios, el cual velozmente me apresuré a concluir y alejarme nuevamente.
Aunque puedes "vengarte" de mí ahora... Vete de aquí.- una orden que nació entrelazada con un suspiro, logrando reflejar así la poca fuerza que usé para proferirla. Le observé una última vez, detallé su silueta y llevé mis ojos a la malgastada puerta principal, mi lengua produjo un chasquido y dándole la espalda, caminé hasta la ventana más cercana, obligándome a concentrar mi visión en el temporal que perdía fuerza en el exterior.
Debía irse, o de lo contrario todos mis esfuerzos por mantener mi desinteresado papel se vendrían al suelo. No estaba segura como lo hacía, pero doblegaba mis decisiones y acciones, siendo el único ser capaz de alterar mi neutral e inexpresivo estado.
Era mi debilidad, y ella lo sabía.






+




París
Invierno de 1756


"Mirada perdida por momentos en la habitación, concentrándose en explícitos detalles que se ocultaban en las sombras. Realmente no sabía que intentaba lograr con eso, si de todos modos al primer movimiento que la vampiresa realizaba mis ojos se clavaban en ella. Todo lo demás, lo que nos rodeaba y refugiaba, pasó a un segundo plano, ahora era la "desconocida" quien inconscientemente, reclamaba toda la atención, y yo no dudaba a la hora de otorgársela.

La cercanía era un peligroso aliado, podía retomar mis acciones de hace algunos minutos, solo con un ligero movimiento ante el cual, ella no tendría más remedio que aceptar o corresponder, si la jugada se transformaba en algo victorioso para mí, y tomando en cuenta como se habían dado las cosas, podía estar segura que al menos, regocijarme de probar sus labios nuevamente, sería una realidad.

Existían momento en los que escucharle, me provocaba un inminente deseo de corresponder a eso con una sonrisa, sutil, pero sonrisa al fin y al cabo. La forma en que no paraba de corregir mis palabras, buscando conseguir que los aires soplaran a su favor, aunque sus pequeñas acciones le terminaran delatando, y claramente fui consciente del desvío que sus ojos realizaron hasta mis labios, y en ese momento volví a saborearlos... Sí, aún conservaba parte de aquel exquisito liquido carmín. Un delicioso veneno, que había terminado de invadir mi cuerpo, realizando toda acción contraria a la que el más mortífero veneno debía provocar; Había renacido.

Me obligué a permanecer en absoluto silencio, simplemente por deleitarme con la vista que tenía frente a mí, tampoco era algo que negaría; la vampiresa era una completa belleza, una siniestra atracción que me llamaba a acercarme, aún cuando su obscura mirada me fulminaba.
Observé con absoluta tranquilidad el indice que se alzó, aproximándose a mis labios, mientras me mantenía como una completa estatua de mármol, la cual sería despertada con aquel minúsculo roce haciéndome suspirar contra su dedo, recibiendo con duda su innecesaria explicación, para luego incrementar el distanciamiento con mi cuerpo, algo que de por si, ya no aceptaba.

Conforme sus pasos se formulaban en reversa, los míos avanzaban, acechándola de la manera las delicada que me era posible, y solo se vio detenido en cuanto su espalda dio contra la pared, y mis palmas se apoyaron en la misma, a cada lado de su cabeza con una serenidad propia, pero que hacía imposible ocultar el fulgor que mis ojos mantenían al tenerla tan cerca.
Aún no confías en mí, ¿no es así? — conocía la respuesta incluso antes de formular la pregunta, pero tenía la vaga esperanza de que sus palabras dieran un vuelco a mis pensamientos.
Dime tu nombre.— pedí de manera persuasiva por segunda vez, transformando mi voz en medio de la fría exhalación que fue a dar contra sus labios. No me alejaría, no hasta conseguir lo que deseaba. Y con ello no solo me refería a su identidad."


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The abyss of the storm [Privado] Empty Re: The abyss of the storm [Privado]

Mensaje por Jenna Saltzman Vie Jul 18, 2014 8:01 pm

Y yo simplemente me volvía loca con sus cuestionamientos. Si se trataba de evitar la mirada en busca de concentración, sería ella quien anularía mis atisbos desinteresados, haciendo que enfoque a su presencia. En cuanto respondió en primer momento, continué con mis internas, acaparando la idea de que esto no sería más que otro error de arrebatos lujuriosos o, como mencioné anteriormente, curiosos. Mis ojos revolotearon cual mariposa hasta alzarse a los de ella, atendiendo a su pregunta claramente irónica, y que sin más vendría cargada con más respuestas. ¿Le molestaba hablar en pasado? Aquello no hizo más que alertar mi pútrido corazón. ¿Realmente seguía pensando en mí? Trataba de ser no tan pesimista en creer que todo era una vil maña, aunque todavía así volvía a desviarme al suelo, pues ya no sabía que pensar, y me sentía en medio de un enjambre.
Y aquel mismo habría aumentado un poco al sobresaltarme por su inesperado movimiento; quizás era lo que necesitaba, quizás no, aquí la única realidad era mi debilidad por Lauren, que me invitaba, aunque no supiera, a que deseara satisfacer mis más oscuros deseos con ella y nadie más. Dudaba que pudiera encontrar otra signorina asesina que me atrajera tanto como la susodicha sabía hacerlo. Y allí estaba, finalmente había obtenido mi respuesta en cuanto refirió al no cometer de nuevo antiguos errores. Inesperadamente para mí, su huida me parecía uno inaudito, siendo el oscuro contraste de mis usuales pensamientos conservadores.

No importaban los años, su llegaba lo había cambiado todo. Distantes y cercanas a la vez, mirada furtiva e inquieta. Soñaba con su presencia, con la esencia y la ausencia de la duda. Acércate más… Sabía cuanto me lo pedía a mí misma, lo anhelaba como aprendí a hacerlo sin restricciones en algún pasado. Tenía que ser ella, por supuesto, con su excentricidad de ser quien se atreviera a cumplir su demanda (una tal vez compartida). Sus labios volvían a acercarse, y yo como ilusa creí que volvería al ataque; buscaba calmar mis sentidos, mi expresión se asemejaba a una clase de parálisis serena, aguardando lo mejor -o quizás lo peor-. Había olvidado su otra faceta, siendo la de conminar sus acciones. Conocía su afán por retarme a algo, por lo que en el momento que mostró su arrepentimiento pensé que esperaría alguna insistencia de mi parte. En cuanto pronunció su filosa orden, me sentí golpeada en el pecho, como si de la nada de ella naciera un vector hiriente con el ánimo de despreciarme.

Todo restaba sobre mis manos, sobre la decisión que apresuraría a conciliar o concluir esta fantasmal aparición. Uno, dos, tres, cuatro… Los segundos transcurrían nuevamente en el silencio, en el mutismo que se extendía sobre nosotras; ella contra el ventanal, como si en el fondo sus palabras lucieran un cubrir ofendido, alegando a su querida misantropía, y en mi caso donde crudas visiones elaboradas en distintos tejeres discutían sobre mí, y el futuro que me depararía a la par de mi elección. Era tan extraño decidir compartir mis noches con una compañera, con una enemiga que reduciría su vida a la caza, tortura y muerte de seres como yo, de seres como ella. Me enfrentaba indirectamente, y estaba segura que había algo más allá del simple apetito por lo prohibido, de modo que antes me había topado en una situación parecida, más mi halo asexual en aquel entonces deseaba mantenerse, y ahora todo era tan confuso como claro a la vez.

Me acerqué con sigilo, todavía sin saber cual sería mi decisión final. De momento mi cuerpo era controlado por un impulso proveniente del miedo a no volver a verla. Aparentemente buscaría una consonancia entre mis opciones, una bastante provocativa, y eso era inevitable.
Pensar en mis actos… Era algo que siempre había mantenido bajo control, y a decir verdad todo retomaba el eje principal; mi inexplicable atracción. Tenía que dejar de dar tantas vueltas al asunto. ¡Me entregaría al pecado de una vez!
Ya detrás de ella intenté no pensarlo mucho, y le tomé el hombro para voltearla y fundir mis labios en los de ella, procurando apoderarme de ellos un buen tiempo, gustando de aquel placer de antaño. Pasaron unos largos segundos antes de separarme de ella.
—¿Eso quieres? Pues bien. Me iré con tu aprobación —susurré en la cercanía, comenzando a alejarme con sosiego. Ahora era yo quien impartía el juego.


~~

París: Invierno de 1756

"De pronto todo se había vuelto una escena sensual; la torpeza de mis cuidados, la osadía de la represora. Era la típica situación indeseada e incómoda que terminaba por desvirtuarse en lo pasional. Temía que lo nuestro cayera en lo mismo, puesto que si el hacerme daño no estaba en sus planes, lo otro estaría muy claro. Unas pocas horas y de repente ya se había convertido en algo excitante incluso para mí. De a ratos jugaba con la pregunta de que si mi sangre le había afectado lo suficiente el estigma como para llevarla a querer conocerme de esa forma. La suspicacia y el odio natural habían perdido el hilo del momento. ¿Sería la única en caer en el posible señuelo?
Las sombras se alzaron a mis costados, siendo ella quien me iluminase con su alarmante mirada; una lo suficiente amedrentada, dejando a un lado el posible celestino amartelado. Confiaba y desconfiaba a la vez, aquí el mentir llegaba a perder hasta sentido. Tal vez su insistencia por saber mi nombre me serviría como evasión perfecta, además que ya poco me importaba que pudiera llegar a pensar o qué cambiaría con saberlo.
—Jenna —pronuncié observándole de reojo—. Mi nombre es Jenna.

Entre tanta presentación, agonía y conjeturas, habrían transcurrido varias horas, y al estar de una de las ventanas, me era posible observar el firmamento petrificado, el cual había permanecido con aquel nublaje violáceo, deprimente como llamativo a la vez. Con tanto ajetreo me hubiera sido imposible prestar atención a la pequeña luminancia que comenzaba a manifestarse al final del horizonte. Estaba amaneciendo de a poco y nosotras nos dábamos el lujo de desafiarnos. Más allá de toda nuestra supuesta libertad eterna, la obediencia que tendíamos a aquel astro despiadado, que reparaba su odio al bañarnos con su cálido ardor hasta convertir nuestro cuerpo en ceniza del olvido, era algo irrefutable.
Mis ojos se nublaron en la idea de lo que podría ser nuestro infortunio destino, haciendo que pronunciara el evento que cortejaría la desdicha.
—El alba…

En un rápido movimiento, ya sin importarme más nada, me vi ya fuera de su prisión creada por los brazos, obligándome a buscar un resguardo, una salida imprevista. Los rayos pocos minutos tardarían en asomarse, y estando ya lejos de la ciudad era imposible asomarse siquiera a rastrear una estructura más segura.
Comencé así a buscar en la casa algo que me pudiera ayudar… que la pudiera ayudar a ella. Salí del living principal dirigiéndome a lo que era el resto de la casa, los dormitorios, y en todos conseguía lo mismo: grietas profundas, algún que otro agujero en las paredes, y muchos ventanales. Ventanales con cortinajes claros y de poca opacidad que no servirían de nada. Pero cruzando el corredor me topé con una habitación extraña, un tanto apagada, desordenada, con un detalle en particular que había llamado poderosamente mi atención; era un espacio con ataúdes y féretros dispersos por el lugar, uno más destrozado que otro, con distintos tipos de herramientas de trabajo diseminadas a los costados. ¿Por qué tendría un hombre semejante número si no se tratara de un carpintero especializado en ello? Pensé en mi pronta salvación, un escape seguro, puesto a que eran muchos y serían quizás pocos los maltratados; más al revisarlos individualmente, se podían observar claros daños en cada uno. Era algo evidente, deseaban vernos calcinadas en manos del pecado, y tan así lo creí que bramé una maldición en voz alta.
»Sólo uno, sólo un ataúd en buena condición se encontraba. Similar a los otros en cuanto al tipo de madera, barniz y acolchonado de terciopelo bordo. Definitivamente era el que más resaltaba, y no dudé ni un instante en trasladarlo hasta la habitación que aparentemente poseía el juego de cortinas más opacas de entre todos. Guardas en relieve de bronce, candelabros de pared puntillosos, parecía ser uno de los lugares más cuidados y decorados; dejando en evidencia la importancia para esa persona en lo que convenía ser el lecho, el espacio personal entre dos personas.
Era lo único útil para la ocasión, y todo indicaba que debía compartirlo con ella.
Depositándolo a los pies de la cama, me coloqué de cuclillas, repasando con mi mano el borde del objeto antes de decidir abrirlo de una vez, pensando en el poco tiempo que nos quedaba.
—Dices que no me dañarás, ¿verdad?... Temo que si no me arriesgo a creerte será muy tarde."


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Mensaje por Lauren Von Krautzs Dom Jul 27, 2014 7:53 pm


"Couldn't hide the emptiness you let it show,
never wanted it to be so cold...
Just didn't drink enough to say you love me."






Por momentos sentía que perdía el tiempo de la manera más despreciable, aunque realmente muy en el fondo, ansiaba que los segundos se congelaran, permitiendo que el inesperado, pero magnífico reencuentro perdurara incluso más allá de lo posible y racional. Mi defensa era un escudo inutilizable en el piso, conviertiéndome a mí en parte de la maltratada decoración. Era una verdadera estatua de mármol, a merced de la inmortal que solo se mantenía estática y duramente distante, tanto o aún más que yo misma.
Un suspiro agonizante nació de mis labios empañando parte del cristal de la magullada ventana, mis ojos siempre fijos en las vagas acciones distractoras que realizaba, y aunque exteriormente no lo demostraba, muy dentro de mí tenía una tenaz lucha de nunca acabar. Esperaba — casi con ansiedad — que la puerta de salida, azotara contra el lumbral, siendo esta la clara y directa señal de salida de mi "acompañante". Pero nada, el silencio se prolongaba exasperantemente... ¿Qué esperas? — me preguntaba producto de sus acciones de manera irónica en mi mente, siendo ésta una interrogante propiamente formulada para aquella que aún se mantenía fuera de mi campo visual, como si inútilmente buscara escuchar aún lo que mis labios no se molestaban en pronunciar.

El golpeteo de sus zapatos finalmente inició, pero con la dirección equivocada. Exhalé, comprendiendo al instante que la vampiresa no planeaba obedecerme, y claro, que ingenua había sido al pensar que ahora comenzaría a cumplir mis bruscos mandatos. Por un lapsus de tiempo llegué incluso a pensar que se atrevería a atacarme... Nuevamente estaba errada, esa no era su manera de actuar, y yo lo sabía, y aunque por mucho que deseara engañarme a mi misma, haciéndome creer que siempre iría uno o dos pasos por delante, de pronto era ella quien se ponía en guardia, intercambiando de manera totalmente inesperada los papeles, demostrando que sabía manejar el "factor sorpresa".
Sentí el jalón desencadenado en mi hombro, ante lo cual siquiera me esmeré para resistir que se llevara a cabo su gesto de voltearme, sin notar la rapidez con que la distancia que nos separaba se hacía añicos, y sus labios llegaron a donde realmente esperaba que lo hicieran. El vínculo que se formó, fue la gota que rebasó el vaso, no podía negarme a la situación que vivía, ¿por cuanto tiempo podría gozar de tan atrapante placer?... No lo sabía. Primeramente fueron mis brazos los que me delataron, en cuanto se apresuraron a estrechar su cintura, dejando que la presión realizada sobre su cuerpo me aliviara mi inútil sentido de culpa.
El cambio que vino luego fue evidente, maldecí en el segundo en cuanto se separó de mí, y encima teniendo el atrevimiento de lanzar sus obvias palabras, buscando desafiarme. Aquello parecía un juego de quien da y quita más, pero para mí el mismo ya había terminado luego de su atrevimiento.
En cuanto sus pasos avanzaron a la puerta, me ubiqué de manera exageradamente rápida obstaculizando su andar, mientras mi mano se alzaba hasta la pared que nos separaba del exterior, y haciendo uso de mis dones, hice que la salida desapareciera, en conjunto con las ventanas y demás, solo quedaría el cuarto principal, estando ahora rodeadas de paredes sin salida.
Creo que es tiempo de terminar este absurdo juego, Jenna.— le reprendí con seriedad, enfocando mis orbes en ella, acercándome nuevamente hasta volver a crear un delicado abrazo entre ambas. Mi labios se acercaron a su oído, buscando que lograra captar mis delatoras palabras.
¿Quieres saber por qué me fui?— le interrogué, y sin aguardar por una respuesta, comencé a regalarle imágenes de lo que había sido mi última noche con ella.

~Yacíamos dormidas — o al menos ella lo estaba — siendo aplastada por mi cuerpo dentro del ataúd, aunque eso solo duró por algunos minutos, luego de los cuales me levanté, dejándola a ella en la seguridad del lúgubre lecho, mientras mis palmas de apoyaban en la tapa de éste,  cerrándolo.
No puedo ponerte en riesgo... No después de lo que hiciste por mí.— susurré al aire con pesar, no deseaba dejarla, pero tampoco me perdonaría que su inmortalidad se pusiera en riesgo por más seres como yo, mismos que siempre buscaban dar con mi paradero, haciendo que ésto los llevara también a ella, y era claro que no compartiríamos el mismo destino, no la dejarían con vida. Finalmente me erguí y abandoné la residencia.

Volví a nuestra actualidad, alzando mi mirada a sus hermosos ojos, y esta vez fui yo quien me encargué de buscar sus labios, aunque el método cambió, lo hice con delicadeza, dándome el gusto de acariciar su mejilla con suavidad, afianzando el abrazo que mantenía. Anhelaba que hubiera comprendido lo difícil que había sido todo para mí, aunque no la forzaría a ponerse en mi lugar, no podía.
¿Ahora lo entiendes?.. Nunca fue mi intención herirte producto de mi desaparición, si no todo lo contrario.— musité contra sus labios. Esta vez tendría que ser ella quien me privara de sus brazos, por que si dependía de mí... No iba a soltarla.







+





París
Invierno de 1756



"Conseguir lo que quería nunca era algo nuevo para mí, pero en este momento, y viniendo de ella me animaba aún mas, haciéndome pensar en miles de interrogantes que deseaba plantearle. Una nutrida curiosidad afloró en mí de golpe, como si buscara saber más de la vampiresa, pero no de forma perjudicial, ni nada que se asimilara, era sana y sencilla curiosidad, o al menos eso me parecía.
Luego de escuchar su nombre, solo le observé mientras se alejaba de mi cuerpo y comenzaba a recorrer de manera acelerada, pieza por pieza la casona buscando quien sabe que cosa, por mi parte simplemente me mantuve calmada, descansando mi espalda contra la pared, aunque mis ojos estaban hipnotizados por la visión del exterior. Cálidos colores se asomaban entre los nubarrones que comenzaban a disiparse en las alturas, y sabía lo que eso significaba; El amanecer, un exterminio inevitable, ¿ y por qué me encontraba tan calmada? Debería estar atrás con ella, ayudándola a buscar lo que se presentaría como una salvación.

Resoplé y caminé con tranquilidad, aunque mi piel ya era consciente del resaltante cambio de temperatura en el ambiente. No me incomodé, y simplemente me dirigí a la habitación desde donde se escuchaban sus pasos, y apoyándome en el marco de la puerta, me crucé de brazos, alzando una de mis cejas y asentir con naturalidad al escuchar sus últimas palabras.
Ya dije que no lo haría, ahora solo cierra tu preciosa boca y entra ahí.— dije mientras señalaba la parte interna del ataúd, era claro que buscaría a que ella ingresara primero, sin pensar que ambas estábamos en la misma posición.
Vamos, no empieces con desconfianzas ahora y entra antes de que no seamos mas que cenizas esparcidas por el suelo.— acoté con sarcasmo al ver que no se movía, y comenzaba a irritarme.
Bien, no tengo tiempo para ésto.- sentencié y atrapándola con firmeza de sus brazos la jalé para que cayera dentro del sarcófago, asegurándome que mis siguientes movimientos fueran igual de precisos, mientras acomodaba parte de mi cuerpo sobre el de ella, producto del poco espacio que teníamos y cerrar justo a tiempo, sintiendo el calcinante dolor en mi diestra.

¿Y ahora donde quedaba el espacio personal?.. Eso ya no existía, y aunque nuestros cuerpo se encontraran cubiertos por los amplios e incómodos vestidos, hice uso de mi sencillo ingenio para entrelazar mis piernas a las de ella, sin contener la primera risa honesta que proferí durante toda la noche.
No pensé que terminaríamos en ésta situación.- una nueva ironía, pero me expresaba con gusto, manteniendo la innegable cercanía de su rostro con el mío, y no podía evitar los impulsos que me provocaba.
La misma mano encargada de asegurarnos la protección, fue a depositarse con ligereza contra la mejilla ajena, realizando una caricia llena de libertad, como si el encontrarme así con ella me diera ciertas libertades. Aunque me estaba aprovechando y lo sabía, sólo esperaba que fuera ella quien me detuviera. Las yemas de mis dedos repasaron las facciones de su fino rostro, mismas que antes tanto había admirado, ahora me regocijaba en la suavidad del presumido contacto. Seguiría arriesgándome, deslicé mi mano a su cuello por un costado, siempre con suavidad, con el claro riesgo de que llegara a incomodarle. Finalmente detuve el aventurado recorrido sobre su hombro, descubriéndolo apropósito de la tela que me impedía sentir su piel, ya luego de conseguir aquel mínimo contacto me quedé tranquila, pero sólo internamente, ya que esta vez fue mi cabeza la cual se puso en movimiento, acercando mi rostro contra su mejilla. El roce de mis labios contra la misma fue imperceptible, pero aún más existente cuando deposité un sutil beso sobre su piel, y en medio del camuflado movimiento, me acerqué invasivamente a sus labios, sin tocarlos, los rozaba, jugaba con mis deseos y su paciencia, abusaba del saber que ella no sería capaz de lanzarme fuera del tétrico lecho que compartíamos... Demasiado confiada tal vez.

Toda acción que yo realizaba, era netamente su culpa, ¿por qué?.. Simple, era ella quien me tentaba sin saberlo, tal vez la engatusante mezcla de su sangre con la mía provocaba aquello, o quizás sólo buscaba excusas para no reconocer todo lo que la vampiresa desencadenaba en mi interior. Por lo que retomé mis desplazamiento, el cual me llevó a mi objetivo, y reclamé por segunda vez sus labios, pero la intensidad del nuevo beso que compartimos, fue palpable incluso para mí, afianzando mi brazo a su alrededor. Ciertamente lo disfruté mucho más, y sin esperar algún tipo de regaño por su parte, me separé de ellos.
Creo que lo más prudente es... Descansar.- susurré aún con la que, para mí, era una cómoda cercanía con ella y cerré los ojos, acomodándome en lo que podría llamar "mi lado", aunque no hacía más que quedar sobre ella, y aquello resultaba extrañamente agradable.
Podía aguantar, sólo sería una noche..."


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Mensaje por Jenna Saltzman Lun Ago 18, 2014 3:32 pm

Era absurdo, completamente absurdo; mis pasos obligados, tan pesados como para sentir que arrastraba toneladas de piedras desde mis pies. La pregunta era de qué me servía irme, puesto a que ni yo sabía qué significaba realmente. Bah, claro que sabía: un capricho, un incitamiento. Un juego infantil de venganza o desafío. Mi única certeza era, como dije anteriormente, que tanto mi palabrerío como mis acciones eran manejadas por un impulso relacionado al temor, más allá que confiara con el suponer de sus posibles reacciones, desconociendo cuan certera o errada estaba.
Cada paso que adelantaba en falso iba acompañado por el desespero. Su orgullo quizá le impediría continuar y yo sería la imbécil, o existía la detestable posibilidad de que me dejara ir de una vez por todas. Mi ansia estaba clara. Pero en cuanto vi su figura delante de mí, supe que mi arriesgo había funcionado, y hasta animada me sentía. Nunca creí que llegaría hasta este extremo.

¿Un truco? Nunca me habría esperado el uso de su ilusión, transformando esto en algo más dramático, y al juego más emocionante. Buscaba ocultar la sonrisa que aquello me había producido, sin percatarme que justo luego buscaría formar un nuevo agarre en conjunto a sus regaños. Y aquella se borró. Mi sonrisa se borró por completo al comenzar a dilucidar lo que alguna vez fue mi pasado con ella. ¡Maldita visión compartida! El último día, lo sentía tan insoportablemente real, tan crudo, que de no ser por su explicación pensaría que su razón de huida había sido como pensé la primera vez, un simple abandono, el cual se había generado por ya no necesitar de mis atenciones. Era volver a revivir la amargura, nostalgia de un cristal roto, un calvario repentino, mi independencia se había extinguido desde mis noches con ella. Sentí un nudo que se deslizaba con intensidad por mi garganta, y el mal augurio de que aquello volviera a repetirse se hizo presente, mismo que hizo que apretase con algo de fuerza su cintura, como gesto extrañamente posesivo, temeroso.

En cuanto quise buscar manera de responderle, me vi presa de sus labios nuevamente, y esta vez no impartiría otro juego de rodeos, sino que no me molestaría en ocultar mi demanda por ellos. Sentí una descarga sobre mis labios, así como con el gesto dulce y delicado de su mano, todo como producto de mi nudo interior. Disminuyendo el beso hasta el roce, oí sus palabras, y no pude hacer más que respirar contra estos, sin resistirme de volver a retomarla, aclamando por sus suaves pétalos de rosa, tomándome el tiempo de traspasar toda mi ansia concentrada allí. La besaba con confiada, miedosa y temeraria a la vez.
El único objetivo de soltarla era escurrir hacia fuera finalmente esa frase desesperada y conocida. Tan sincera, linda, como abrumadora.
—No te vayas — dije en voz baja, tomándome unos segundos nuevos de silencio, mientras buscaba separarme de la cercanía de a poco, queriendo esta vez sostener su mirada —No te vayas de nuevo. Por favor, dime si esto es algún juego macabro y termínalo de una vez… Porque no sabes lo que te he necesitado.
En aquel momento cerré mis ojos con fuerza unos instantes. ¿Era ésta una pesadilla o un sueño?


~~

París: Invierno de 1756

"Acechaba prácticamente al objeto, como si de él existieran maldiciones o algo particular que hiciera dudar mi ingreso, lo miraba y luego alzaba mi vista hacia la nada, como perdida. Era momento de declararme idiota. Siempre tan indecisa, siempre con algún Pero de por medio, comenzaba a sentir aquella incomodidad calórica brotando de mis poros, y eso que aún no había entrado siquiera un destello o una señal más lumínica. Oía sus quejas, sensuales, irónicas, a mis espaldas, una detrás de otra impaciente, y que bien que lo notaba, pues por alguna rara y estúpida razón, yacía casi de rodillas sin poder moverme.

Su brazo fue, en efecto, el único que me hizo despertar del trance gracias a su abrupto jalón. Debo decir que ya dentro me sentía un poco… ¿incómoda? Siquiera sabía qué sentir con su cuerpo tan arrimado al mío. Aún con la vista algo perdida, sólo su risa también hizo que me le volviera justo en cuanto entrelazó sus piernas con las mías. Abrí mis ojos todavía más, y no supe porqué, pero luego terminé por afirmar su agarre al generar algo de presión contra las suyas. Su piel era tan suave, que disfrutaba del simple roce de nuestras piernas, apuntando al poco espacio y posición posible como culpable. Sorpresivamente ahora sentía llegar su mano a mi mejilla, lo cual se encargó de delinear mis facciones. Acción que sosegaba mis sentidos, que me tranquilizaba de manera increíble. ¿Hace cuánto no me permitía disfrutar de esta clase de sensaciones? Jamás, debo decir, ¡jamás! Y todo por seguir un patrón de castigo, de desconfianza y aberración hacia este tipo de contacto. Que ilusa, que tonta, ahora me daba cuenta de lo escasa e “inocente” que de pensamiento era. Y mientras yo pensaba tanto, sus movimientos continuaban tomando forma más aventurada. Sentí su mano contra mi cuello, misma zona que pasó de repente por el escalofrío, y tuvo incluso el atrevimiento de remover un poco de tela de su lugar. Cuánto se estaba aprovechando la hermosa bastarda. Era consciente, éramos conscientes, que un mínimo movimiento en falso nos haría perecer hasta las cenizas. Se aprovechaba tan dulce, tan descarada, y yo simplemente le permitía hacer.

Tener ya sus labios sobre mi mejilla era algo que de alguna forma me lo esperaba, haciendo que finalmente cerrara los ojos. Su aroma era diabólicamente exquisito, y semejante cercanía hacía que me regocijara internamente con total libertad. Me di cuenta, tal vez sí, tal vez no, de su avance sobre mis labios. Qué iba a decirle, allí me mantenía suya, y no hacía más que esperar por sus actos. Nuevamente sus pétalos osaban cosquillar en mi boca con su magnífico roce. Suspiré contra ellos con recelo, con deseo; sabía que era más de lo necesario y comenzaba a abusar de mi intento por protegerla. No se daba una idea de lo agradecida que estaba por ello.
Sus labios, oh, sus labios, demasiados ajenos y pertenecientes a mí, no podía emitir una excusa para alejarme de ellos, sino que debía, y quería, corresponder a ellos como era debido. Ella apresaba mis prejuicios a su propio lujo y libertad, haciendo de mí fácilmente una muñeca de trapo, una asombrosamente entusiasmada. Era curioso, porque me sentía en el papel de una simple mortal, indefensa ante su dama de la noche, quien le venía a cobrar sus cuidados. No haría nada en su contra, de eso estaba segura.
Ni siquiera su habla me lograba trascender de mi mesmerizado estado. Estaba en lo cierto, debíamos aunque sea descansar, pero no podría luego de forma definitiva sin beber más del propio veneno que me era impuesto y que, por supuesto, surtía efecto mediante aumentaba su dosis.
—Deja de usar la seducción como arma.
Aquello me había sonado tonto como cierto. Así como mi voz había sido un susurro, mis acciones tomarían igual tempo lento, suave.
Me acerqué nuevamente a su rostro.
—Si será sólo una noche, tendré que condenarme por completo — le dije en el mismo tono, sonando algo contrario a lo anteriormente dicho.
Finalizada mi propia declaración en contra a mis ideas, me arrimé en busca de otro beso, buscando descubrir algo de su rostro que oculto estaba entre sus juguetones mechones, mientras que a mi diestra la llevé a otra clase de riesgo al bajarla hasta su falda. Para fortuna mía, trataba con un vestido más sencillo y cómodo, sin tanto alambrado bajo tela (claro, después de todo no era una mujer con simple trabajo), haciendo mucho más fácil mi trabajo a la hora de destaparla un poco, entrando finalmente en contacto con su piel, la cual parecía haberse vuelto necesaria para mi tacto. Tersa, perfecta, era lo que estaba necesitando. Deslizaba mi mano lentamente y en forma tanto ascendente como descendente por ella, alcanzando más que nada su muslo, mientras mis labios ahora eran quienes pedían más. Me mantuve haciéndolo por unos minutos sin querer detenerme, aunque, más allá de todo, debía hacerlo.
—Dormiré ahora, y tú harás lo mismo. ¿De acuerdo, Lauren? — finalicé casi como con una orden, separando deliberadamente mis labios de los de ella, dispuesta a descansar de una vez por todas. La noche siguiente sería todo un reto."


Última edición por Jenna Saltzman el Jue Oct 09, 2014 1:27 pm, editado 3 veces


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The abyss of the storm [Privado] Empty Re: The abyss of the storm [Privado]

Mensaje por Lauren Von Krautzs Miér Sep 17, 2014 6:29 pm




"I believe in you
I'll give up everything just to find you
I have to be with you to live to breathe
You're taking over me.




Era asombroso que con un simple gesto, todas las dudas existentes, en conjunto con las inseguridades se terminaban por disipar, aún más rápido de lo que anteriormente había embargado la mente y el alma, misma que muchos nos convencemos de conservar aún, a pesar de nuestra maldita condición.
Engañosa era la calidez que significaban aquellos sutiles besos, denotando la deseosa necesidad por parte de ambas. Por fin volvíamos a compartir algo, y gozaría de engañarme con que no sería sólo esta noche o las siguientes. Extrañamente había algo en mí, que me demostraba minuto a minuto, y a ciencia cierta que debía quedarme con ella. Seguirla, convertirla nuevamente en mi compañera, ¿me aceptaría?.. Estaba empeñaba en romper las cadenas que me ataban a mis injustos mandatos y condenas. Ahora escogía una totalmente nueva, teniendo como principal pecado a la vampiresa que se había encargado de triturar toda la calma en mí.

La forma en que se adaptaba a mis silenciosas demandas, aclaraba aquello de lo que siempre estuve segura con ella; Las palabras eran más que innecesarias. Hubiera mantenido este pensamiento, de no ser por que lo siguiente nacido de sus finos labios me estremeció por completo, y me tomé mi tiempo para responder,  sólo para disfrutar de las exquisitas caricias que podía entregarle con mis labios. Avanzaba con cuidado, con suspicacia, aún sabiendo que mis movimientos eran tan ansiados por ella, como por mí misma.
Enlacé mi mirada con aquella que brillaba con ligero temor, e indiscutible desconfianza, y bien sabía que ella tenía todo el derecho de observarme así.
No estoy jugando contigo, ¿acaso es eso lo que sientes? — anhelaba una respuesta negativa, ya que me empeñaba en demostrar la sinceridad de mis intenciones.
Ahora que vuelves a mis brazos, ¿sientes que estoy manipulándote por maldad? — fruncí levemente mis labios, trazando la desaprobación a mis propias palabras.
No tienes idea de cuanto deseaba ésto. — murmuraba pausadamente, mientras el dorso de mi diestra se encaminaba a recorrer uno de sus brazos, desde el hombro hasta la fina mano que suavemente entrelacé con la mía. La ambición por apresar sus labios me era inminente a tal diminuta distancia con ellos, y no me privaría de tamaño placer, por lo que volví a disfrutarlos. Mi mano libre fue la encargada de presionar su cuerpo desde la espalda baja, reclamando caprichosamente que volviera a donde pertenecía, muy cerca de mí.
No volveré a irme. El destino acaba de regresarme a ti, y esta vez es definitivo. — cuanta sinceridad me permitía con ella, cuanta exposición que ya poco me importaba ocultar.

Sabía que Jenna lo entendería, y que podría lidiar con mi indescifrable actitud, que realmente dejaba mucho que desear. Pero era ella, y sólo ella quien sin saberlo, volvía a lugares que habían sido testigo y resguardo, para pasiones y dolores insospechados, un encuentro inesperado y una despedida incompleta... Y esta noche sería la enmienda a tan macabro error.
No me iría sin ella.






+





París
Invierno de 1756



"Efectivamente ya no podía saber si buscaría encarar mis atrevimientos a la noche siguiente, más sentir su cuerpo de la manera en que lo estaba haciendo era un deleite para todos mis sentidos. Irrumpía en su piel con si conociera cada rincón, reclamando un espacio que me era prohibido, y ya era claro que había arrojado muy lejos la poca serenidad que me quedaba.
Descansar así era increíblemente frustrante, ya que sus peticiones llegaban a crear una reacción contraria.
¿Cómo esperaba que lo hiciera si ahora era ella quien se atrevía a incautarme?
Exacto... Recibe tu condena a mi lado.— era una maquillada invitación a liberarse de su convencionalismo, yo jamás la juzgaría por algo que tanto ansiaba.
Un tacto gélido, placentero, eso era lo que sus manos producían, con la única capacidad de hacerme reaccionar a ésto con sutiles exhalaciones que llegaban a acariciar sus rosáceos labios que aún se mantenían a la altura de los míos.
La deseaba, como hace siglos no deseaba algo o alguien para mí.
Me regocijaba abiertamente de sus caricias, paralelamente mi brazo libre le presionaba más — como si eso fuera posible — contra mi cuerpo, y mis labios se encomendaban a los suyos, fundidos de igual manera en un pozo de sensaciones, mismo que nos dejaba al borde del control que debíamos mantener.
Su voz me despertó de aquel trance al que me había transportado, y tenía razón, dormir era lo más apropiado en ese momento. Ya era suficiente de tentaciones por esa noche.
Por supuesto que lo haré.— acoté con voz aterciopelada, notoriamente más calmada, o al menos me esforcé en sonar así.

¿Cuánto tiempo llevaba dormida?.. No lo sabía. Mi diestra se estiró buscando el cuerpo que debía descansar a mí lado, el de ella, pero nada... Sólo logré sentir un barrote, una jaula. ¿Qué clase de vil juego es éste?.. No había escapado, aún estaba en ese siniestro sótano del titiritero. Encerrada, expuesta y totalmente agónica.
Comencé a jalar mis manos, mis tobillos hacían resonar los grilletes que les inmovilizaban a tierra. Volvía a embargarme el terror de saber que no podría tener el control de mi cuerpo. Veía su silueta acercarse tortuosamente lenta hasta mí, se alimentaba de mi temor, y yo no podía hacer nada contra eso.
Estuve a punto de gritar al sentir las manos que aún imaginaba como suyas sobre mis brazos, pero no... No era él. Abrí mis ojos de golpe, y con una innecesaria respiración agitada, volví a caer en la realidad. Era una pesadilla, nada más, aún estaba a salvo con ella, y por un momento me sentí débil y expuesta. Sin pensarlo dos veces me abracé con fuerzas al cuerpo femenino que se había encargado de mantenerme consciente.
Gracias...— no olvidaría ese momento, ya que era la primera vez que mencionaba aquella palabra en voz alta, pero debía hacerlo y sabía que ella necesitaba escucharlo para saber cuan importante era su presencia para mí.

Así pasó un día, y bien sabía que cuando despertara ella también debería marcharse, pero no iba a negar que no era eso lo que yo quería realmente.
Levanté la tapa del sarcófago, siendo recibida por la nueva obscuridad, una noche silenciosa en comparación a la torrencial que había acontecido. Desvié la vista de vuelta al rostro de la vampiresa, aún dormía, tan placida y serena, como una perfecta y hermosa estatua de mármol, me incliné a rozar sus labios como un simple gesto de "buenas noches", y me levanté de mi lugar.
Ya no existían dudas, estaba prácticamente sanada. Las lesiones de mi piel eran muy poco visibles, y dentro de poco ya no serían nada, más que historia. Mi lacio cabello había retomado el radiante brillo, y tono caramelo que le caracterizaba. Sin dudas me sentía más "viva" que nunca.
Arreglé perezosamente mi vestido, y caminé hasta el ventanal de la habitación, retirando hacia un costado las telas que cubrían el mismo, dejando entrar la incandescente luminosidad de la luna que yacía en lo más alto. Así me mantuve en completo silencio, hasta que escuché como se levantaba ella también, y sin voltearme, plasmé una tenue sonrisa en mis labios.
Lo siento mucho, pero aún no dejaré que te vayas.— pronuncié como si realmente la tuviera de prisionera conmigo, aunque terminé sonriendo más ampliamente a la hora de volver a enfrentarme a su mirada.
Quédate una noche más, Jenna.— era persuasiva, pero anhelaba un consentimiento positivo de su parte, y así fue.

¿Cuánto tiempo pasamos juntas?.. Ciertamente no fue sólo "una noche más". ¿Semanas?.. Sí, y comenzábamos a volvernos un tanto inseparables. Había creado un lazo con la vampiresa, que iba más allá de todo. Ella había pasado por alto mi siniestro trabajo, mismo que no realicé en todo el tiempo que pasé a su lado y yo, por mi parte había difuminado mi promesa personal para con su especie, sin importar que fuera la mía propia.
Pero el destino era incierto para nosotras, y muy en el fondo sabía que llegaría el momento en que tendría que dejarla, y no lo haría por gusto, si no por protección. Y era esa misma razón por la cual no me había permitido poseerla del todo, no podía hacerla mía si luego iba a perderla, y tendría que lidiar con el vacío que su ausencia dejaría en mí interior. Aunque sin importar lo que hiciera, ella ya se había quedado con una parte de mi al salvar mi existencia, aquella que ahora le pertenecía. Era mi deber no dejar que nada malo destruyera su inmortalidad.

La noche estaba llegando a su fin, y acercándome a ella la abracé desde su espalda y presioné mis labios contra su hombro, una clara señal que debíamos ir a ocultarnos como siempre, juntas. Avancé con su espalda unida a mi torso hasta la habitación, y antes de introducirme con ella en el ataúd, voltee su cuerpo de frente a mí, y la besé con demanda, y profundo dolor que estaba carcomiéndome, pero dejé mi mente en blanco, sabía que ella — aunque me había prometido no hacerlo — podría leerme, ya que me había ilustrado de su poderoso don y no deseaba alertarla acerca de mi próxima decisión.
Disfruté enormemente de sus labios, y me di el lujo de repasar cada curva de su cuerpo con mis manos, como si buscara desesperadamente grabarla en mi cabeza, en conjunto con su delicioso aroma, que gracias al intercambio de sangre, aún conservaba grandes señales del mío.
Te has vuelto tan importante para mí.— susurré contra sus labios, abriendo mis ojos para embriagarme de la cercanía de su inhumana belleza y sonreí con esfuerzo, cada segundo cargaba en mi espalda, y me hacia dudar, retractarme, sabía que debía hacerlo rápido.
Ven conmigo. A descansar... Mañana será otra noche.— "Y espero puedas perdonarme por lo que estoy a punto de hacer" lo pensé con enorme tristeza, y volví a crear un firme abrazo a su alrededor, mientras nos acercaba hasta caer dentro del reducido espacio que nos protegería del sol.
Me ubiqué sobre ella, ya que habíamos descubierto que hasta llegábamos a quedar más cómodas así, y para mí se había transformado en una costumbre exquisita. Suspiré con suavidad, no dije una palabra más, sólo me abracé a los recuerdos de nuestra noches pasadas, y la calidez que su compañía había significado. La adoraba, pero no podía quedarme con ella. Y fue en el momento que me di cuenta de eso, que aquel dolor que sentía se volvió palpable en una delgada linea carmesí que brotó desde mi ojo y recorrió mi mejilla, hasta fundirse con la piel de la que no volvería a llamar "mi compañera".
Partiría al anochecer, y dejaría lo único que había logrado devolverme la razones de seguir, dándole un sentido a vivir eternamente."


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The abyss of the storm [Privado] Empty Re: The abyss of the storm [Privado]

Mensaje por Jenna Saltzman Jue Oct 09, 2014 1:43 pm

Tratar con ella siempre terminado siendo un enigma exquisito. Su comportamiento llegaba a confundir lo interesante con lo agobiante, pero sin dudas era había sido mi única excepción, excepción tristemente perdida por los días de desencanto en los que volví a jurar no volver a descubrir el amor. Era ella, de verdad lo era. Quería resistirme a su presencia, y volver a encerrarme en la locura hasta calmar lo que entendía tener de alma, acallarla, silenciarla en la negrura de mi instinto y no desear regresarme a su imagen. Pero cómo iba a hacerlo habiendo significado tanto… Fuiste lo único que jamás y a la vez tuve. Enervaba por volver a sentir algo tan sencillo y abrumador como sus besos. Entonces tampoco tuvimos la oportunidad de consumar nuestro deseo en algo más allá como el sexo. ¿Cómo se debía sentir aquello? No lo sabía, no era de mi interés ahora, sólo necesitaba de su compañía, de su mirada, y de sus labios de nuevo.
Bésame una vez más.

Su mirada era tan profunda, que veía un millón de respuestas en ella, y a la vez ninguna, sino una profundidad interminable dentro de sus cuencas, iluminada, como apagada y sin vida. Tenía que ser lo mejor de ambos contrastes, así eran sus ojos. De repente una niebla fácilmente podría cubrirme, y no saber qué esperar de ella, había agotado mentalmente. La miraba abatida, sin responder a nada, me mantenía paciente a sus palabras, y únicamente sus caricias lograban mantenerme alerta, provocando ese estremecimiento vital en mí. Al fin sentía recargarme luego de tanto tiempo, ¿y cuánto duraría esta vez? Menos o más, para siempre o hasta nunca, ese era mi temor, y de poco me serviría leer su mente en todo su enjambre, pues de seguro no hallaría la respuesta aún si dijera la verdad, además de tener que mantener mi promesa. Confiarle la palabra era lo único de aquí en adelante.
Cada aflicción que embargaba mis pensamientos lograba calmarlo con sus simples atenciones, y de momento las palabras no me salían, sino que ambos cuerpos eran los únicos en demostrarse cuánto se necesitaban.
*No lo sé… No* transmití mi respuesta dubitativa a su pregunta *Desde aquel maldito día… Te necesito* confesé una vez más como un llamado necesario de atención. Trastabillaba hasta con mis propios pensamientos, pero no quería tener que volver a soltarla, nunca más. Arriesgaría y perdería la poca dignidad que me restaba. No podía permitir que volviera a irse.

Sus palabras siguientes actuaron como si se tratara de morfina, aunque bien sabía que no todo podía ser verdad *¿Cómo sé que no te irás como aquella vez? ¿Me encontraste inesperadamente y de repente ya tomaste una decisión? Te ves igual que en ese entonces, como si nunca hubiese existido; retomaste tus misiones, y nunca intentaste buscarme. No soportaré que vuelvas a fingirme como la última noche, no más* Y sin embargo me limitaba a creerle, de verás sentía que era lo correcto, que no me fallaría, que el querer protegerme tomaría otro significado, pero siempre querría asegurarme.
—Promételo, sólo promételo.
Entretanto, la noche había seguido su curso una vez más, ignorando nuestro reencuentro. La luna iba decayendo en intensidad, y una vez más podía significar una sola cosa.
—El alba… —dije con una débil pero espontánea sonrisa, acordándome de nuestra primera noche en apuros—. Esta noche podríamos pasarla nuevamente en lo que fue nuestro lecho en el pasado. Es gracioso pensar que todo el tiempo que pasamos juntas lo hicimos en estas ruinas —le comenté con una chispa de comicidad, la cual terminaba siendo cierta —¿Y mañana? Si es que estás dispuesta a verme más que unas pocas noches… ¿La seguiríamos todas aquí?


~~

París: Invierno de 1756

Descansar, eso era lo que probablemente necesitábamos, más nuestras acciones parecían ser avivadas por el instinto que al parecer sólo nuestros cuerpos reclamaban al descubrirse cada vez más y más. Y no debía siquiera hablar de sus palabras, pues sólo saboreaba el reto en ellas, otro inevitable alimento para la imprudencia de mi inconsciente. Mis piernas lograban tener el estímulo suficiente para moverse ligeramente hasta llegar a abrazar las suyas. Estaba “acomodándome” en aquel ínfimo espacio, claro, era la excusa perfecta. Era la primera vez que me liberaba de tanta reservaba, pero nunca creí que lo haría con tanta devoción, y estaba muy segura que podría haber seguido todo el tiempo que quisiera sin cansarme; era como mi droga.
Y nos dispusimos a descansar.

Unos perfectos cadáveres incrustados entre sí, así de seguro nos veríamos si alguien se atrevía a abrir el féretro. La serenidad se aludía tanto en nuestros cuerpos como en nuestros rostros. Permanecimos tiesas y abrazadas; nos podíamos reflejar como cualquier cosa menos como las enemigas que debíamos ser en realidad. Era extraño, pero era perfecto.
De repente todo se tornó distinto, y algo hizo que me despertara de golpe y de manera abrupta; era su mano apretando con fuerza mi brazo. Mis ojos se abrieron y buscaron los de ella, y al encontrarlos descubrí que aún seguía sumida en el sueño… en la pesadilla. La veía, y veía el rostro no sólo de una mujer desesperada, sino también el de una niña espantada y perdida. El enigma de su exaspero me llevó a no contenerme, y mirar a través de ella y su inconsciente. Y no era nada más ni nada menos que aquel bastardo de nuevo, esa jodida visión del hombre que se alimentaba en su propia retorsión volvía a presentarse, y sin dudas me daba asco.
Siseé suavemente, tomándole con delicadeza del brazo.
—Calma, calma… —dije en voz muy baja e incluso torpe —Se ha ido, eres libre.
Probablemente en un pasado hubiese deseado aquel merecido para cualquier miembro de la inquisición, pero nuevamente descubría que con ella no lo deseaba, sino todo lo contrario. Él debía pagar.
Su agradecimiento y apego a mi cuerpo sólo generó que mi instinto protector renaciera, llevando esta vez mi mano hasta sus cabellos, acariciándolos con delicadeza, hasta que de a poco fui depositándola de nuevo en su cintura, esperando que ambas respondiéramos nuevamente a la somnolencia. El episodio había sido extraño, pero tan simple detalle de seguro se guardaría en mi memoria.

Una vez más me encontraba perdida en un sueño. Uno borroso, indeciso, no sabía con exactitud de cómo o qué trataba, sólo sabía que me mantenía plácida en él. Hacía tanto tiempo que aquellos no me acompañaban, puesto a que lo más usual en mía eran las pesadillas; interminables demonios de mi inconsciencia me atacaban día a día. Visiones del monstruo que era, elevado a un nivel insoportable en el que llegaba a acordar el aniquilar de mi existencia, porque para una condena como la mía de seguro no habría trascendencia alguna, y sólo me demoraba a mi fatal destino. Así había sido siempre. Y ahora tan sólo… nada, no había nada de aquello. ¿Hacía cuánto que no compartía con alguien un lecho? Años, siglos.
Sentí una caricia sobre mis labios, un mimo suave, y toda nueva quimera comenzaba a alejarse. ¿Era a mis padres a quienes veía en él? Buscando la nitidez sólo lograba alejarme más de ellos, y mis párpados comenzaron a moverse con inquietud. Podía sentir la fresca brisa sobre mi pecho, y una luz que alertaba a mi sosiego, era molesto pero refrescante a la vez. Ella ya no estaba a mi lado, y de un brusco movimiento me levanté, quedando sentada dentro del sarcófago. ¿Iba a tener ella la descares de dejarme? No, allí estaba finalmente, y volví a sentir calma. Incluso luego de haber atendido con mayor claridad a sus palabras. Sonaba como si yo ahora fuera su objeto de colección, y hasta que volvió a aclarármelo con su petición, no pude disimular mi sonrisa.
—Me quedaré. Después de todo aún debes recompensarme, ¿crees que mis cuidados te los otorgaría gratis? Equivocada estás, inquisidora.
Pasaríamos otra noche, juntas. Una que se volverían días, luego semanas, meses, ¿años? Había perdido en verdad la noción de las lunas a su lado, aunque tonto sonara. En aquel tiempo que pasé con ella jamás volví a tener miedo, ni siquiera de mi misma, o de la misma humanidad, todo regía en “perfecto” estado. ¿Y por qué? Porque todo era diferente. Jamás tampoco me había dado la oportunidad de sentir aquel cariño con alguien, y ya no me importaba su condición, sexo o labor, sólo sabía que era la única entonces quien había despertado y desarrollado en mí aquel querer nuevo y sublime, y era la única a quien se lo podía permitir, de alguna manera sabía que así sería siempre.
Sin embargo, sabía que su pasado tranquilamente estuvo lleno de placeres, y ella nunca me había tocado de otra forma, y aunque todavía no nacía en mí la curiosidad de saber, me era extraño viniendo de su parte. Podía ser respeto, pero de seguro había otro trasfondo. La duda volvía a presentarse, y no sabía que en poco tiempo otra más crucial e indeseable nacería.

El dormir abrazadas, aprisionadas en el ínfimo espacio que nos era otorgado se había vuelto una costumbre inherente en nosotras, y desde la primera noche no podía elegir otra preferencia a la hora de descansar. Esa noche era como cualquier otra, seguíamos con lo que asombrosamente se había vuelto cotidiano. Lauren ahora era mi compañera, y al descubrirla sabía que había encontrado lo necesario para caminar por esta tierra con beatitud plena, y no deseaba cambiarlo. Antes de ingresar a descansar, volví a saborear la intensidad de un beso suyo, y correspondí sin miedo alguno, pues ya no existía tal cosa. Recurrimos al silencio para dejar que las caricias fueran las protagonistas, y sólo nuestras manos hablaron, aún manteniendo su debido respeto.
Pero la sentía extraña esa noche.
Ella siempre había sido atenta conmigo, pero en el último tiempo lograba percibir algo más. ¿Qué tramas? Pensaba repetidas veces, conteniendo el deseo de hundirme en su mente. No sólo era una promesa, sino que también protegería la misma como bien había aprendido a hacerlo. Sus palabras eran la melancolía de un consuelo oculto, pero quería pensar entonces que eran divagaciones de una extremista. Accedí así a entrar con ella.
—He aprendido a querer a mi verdugo, a mi muerte, aún portando su hoz, su daga, ¿lo sabes?... Te adoro.
Ni yo sabía porqué había dicho tal cosa. Me sentía extraña, y simplemente necesité que lo supiera. Tal vez no estaba tan errada del todo.
Con una particular inseguridad luego de un rato cerré los ojos abraza a ella, permitiéndome descansar como debía, y suponía que ella ya lo había hecho. Esta vez mi sueño ya no había sido tan satisfactorio, sino que en él continué proyectando mi ánimo raro, mismo que luego terminó por confirmarse.

Desperté entonces súbitamente de éste, y pasado mis segundos grogui quise buscar su voz.
—Dime… ¿Cómo es que siempre despiertas antes? —pregunté finalmente.
Pero nadie contestó. Nadie. Ni siquiera su aroma se hacía presente, y no había nadie. Nunca más.
Terminé levantándome con desespero, en busca de ella, de su figura, de sus palabras filosas, de su mirada asesina y perfecta, ¡pero no había nadie! Luego de buscar por los alrededores, continué alejando mi paso en total búsqueda, pero no había rastro alguno, y maldecía. ¿Dónde estás? blasfemé. ¿Cómo lograste borrar siquiera la esencia de tu aroma?
Y noté aquella gota de sangre petrificada, manchando la nívea piel de mi pecho. Sin querer una marca de su despedida.
¿Y por qué lo había hecho? De nada servía formular hipótesis, pues entonces las teorías eran presas de mi tristeza y próxima desolación. Había descubierto una nueva vida con ella, y ahora había muerto. Psiquis torturada, torpe serás, que ha sido todavía más envenenada. ¿Tenía alma entonces? Ya no, ya no. Lo peor de todo era que aún no podía reunir las fuerzas suficientes para aniquilarme, y todo porque aún conservaba la esperanza de encontrarla. Era, tal vez, otro mecanismo inútil de defensa ante la amargura y lágrimas de su partida.


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Mensaje por Lauren Von Krautzs Dom Oct 26, 2014 9:29 pm

"You know I’d die just to hold you, stay with you,
Somehow I’ll show you that you are my night sky
I’ve always been right behind you...
Now I’ll always be right beside you"





Reclamaba un alma que había danzado con su verdugo, para luego descaradamente regocijarse con su triunfo sobre mí.
Junto a ella había sido todo y nada, había rozado la desconocida "felicidad" y de pronto, luego de mi huida había vuelto a ser el mismo demonio de siempre.
Ella moldeaba mis ideales a unos extremadamente más cálidos, mas "humanos" y creaba una alianza con mi lado mas piadoso, mismo que yo creía extinguido.

Sus brazos afianzando mi cuerpo me daban fuerzas, deseos inminentes de permanecer así con ella. El desespero que me producían sus labios tan cercanos era una llamada a acercarme, lo ansiaba, quería recordarle lo mucho que pertenecían a mí, y no sólo ellos, también su cuerpo, aquella alma que a pesar de su maldita naturaleza se mantenía pura o al menos ante mis ojos así lo era. Sostenerla con delicadeza era muy sencillo ya que sentir que podía lastimarla me aterraba, pero era cómico ella podría destrozarme sin problemas y negaba a creer que tras esos hipnotizantes ojos marrones se ocultaba un ser fuerte e indomable.
Sus palabras me hacía sonreír internamente aunque mi rostro permanecía sereno y de frente al de ella. Escuchar en mi cabeza las voces me irritaba, y ahora era lo que más llenaba mi mente, su dulce y atrapante voz que aún sonaba insegura, y era mi desafío, mi meta culmine cambiar aquello.
Yo jamás dejé de necesitarte, Jenna Saltzman.— y por segunda vez mis confesiones en voz alta no se veían retenidas en mi garganta, mientras mis manos no paraban de rozar su cuerpo, sentir la perfección de su piel era un delicioso alivio.
Me hubiera ido hace mucho. Mis decisiones son apresuradas, pero siempre buscarán ser lo más acertadas, sabes porqué lo hice... Al menos hoy disipé una interrogante que mantuviste latente por tantos años.— exhalé ya que los recuerdos me embargaron sin autorización. Una pérdida. Ella nunca sabría la enorme falta que me había echo a la hora de descansar, sus atenciones y mimos antes de cerrar mis ojos, para luego despertar a una nueva noche a su lado.

¿Una promesa? ¿Era eso lo que esperaba de mí?.. No era mi estilo, ya que cumplirlas no era parte de mi naturaleza, aunque bien sabía ahora; O lo hacía o la perdería, y quien sabe si esta vez sería definitivo.
Los dedos de mi diestra acariciaron su mejilla, y mis ojos buscaron los suyos con intensidad, dejando de lado las confusiones anteriores que su regreso me había producido. No dije nada y a la par que su voz anunciaba el fin de la noche, mi mano libre se apresuró a buscar la suya estrechándola con fuerza.
Ya sabes que hacer.— susurré cerca de su oído, llevándola a la que había sido "nuestra" habitación, extrañamente aún estaba ahí - aunque evidentemente más deteriorado - el sarcófago que habíamos compartido. Antes de que realizara algún movimiento me puse ubiqué de frente a ella y llevando ambas manos a mi cuello retiré el dije con la inicial del nombre de mi madre que cargaba oculto en mi corsé, el único recuerdo que tenía de ella, entregado en mis manos por mi padre.
Es lo más valioso que porto en mí, y quiero que tú lo lleves desde ahora.— mencioné con voz aterciopelada, enganchando el regalo en una cadena que traía ella, y que seguramente también resguardaba algo valioso.
Ésta será mi promesa. Ahora y para la eternidad que nos espera.— mi objetivo ya estaba claro; Recuperarla, y continuar las noches en vela avanzando de su mano.

Fue todo, mis manos aferraron su cintura y la hice entrar primero en el ataúd, teniendo cuidado para acomodarme sobre ella... Que maravilloso era volver a sentir aquello.
Será nuestra última noche en éste lugar.— anuncié paralelamente el cansancio se arremolinaba en mis extremidades, pero antes de caer dormida me aferré a la preciosidad que yacía conmigo y la bese profundamente para finalizar tan inesperada noche con una deslumbrante noticia.
Te irás conmigo, quiero que mi residencia sea también tu hogar... Nuestro hogar.—






Finalizado.


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