Ain't no rest for the guilty [privado][+18]

por **Dom Custler** Jue Ene 12, 2017 3:55 pm

París, enero 18XX

Padre, un día más vivo para decirte que sigo adelante en mi camino, pero nuevamente ante obstáculos que hacen que lamente el no tenerte aquí. La misión que me encomiendan no será la primera vez que la lleve a cabo, mis manos se han manchado con más sangre de la que corre por mi cuerpo, mas no puedo asegurar que quien vaya a sufrir la ira de Dios sea del todo merecedor de esta. Siempre me dijiste que la fe no se basaba en creer a ciegas, sino en dudar. Dudar todo el tiempo. Y no ha habido un solo día en el que no haya dudado de toda creación. ¿Debo dudar también en la culpabilidad que aseguran mis superiores...?

Spoiler:

Arriba las voces personificando la divinidad. Abajo, entre húmedos muros de piedra, unos pasos anunciaban el infierno que iba a desatarse en la vida de un humano. La compañía fiel de Bernadette le había dado la certeza de que las habilidades de un hombre, por muy atado a la brujería que estuviera, no eran motivo alguno para condenarle al destierro celestial. No pudo oponerse a las órdenes de sus superiores cuando le ofrecieron, sin cortesía alguna, atender al invitado especial de las mazmorras. Sin embargo, tras indagar un poco más en quien iba a ser su víctima, supo que no podía perdonarle.

La vida humana era sagrada, no habría paz alguna para aquel que fácilmente la arrebatara.

Se detuvo ante la puerta que guardaba al condenado y se subió las mangas de la vieja camisa que por tantos años le había acompañado. El tintineo de llaves contra la oxidada cerradura fue toda anunciación, pero al ver al brujo ahí de pie, semi-inconsciente, tuvo que tomar medidas más drásticas. Dejó el maletín que portaba consigo en un rincón sombrío y se acercó al encadenado, cruzándole la cara de un manotazo que resonó en aquella abovedada sala mohosa.

-La siesta ha terminado - dijo en tono neutro -, abre los ojos y enfrenta tu condena - se aseguró que los grilletes estuvieran bien ceñidos. - Debe ser incómodo dormir de pie - murmuró sin pena alguna, viendo sus pies descalzos sobre la piedra. A esas alturas, tras tantas horas colgando, debía tener los brazos adormecidos.

Necesitaba... no, quería tenerle bien despierto, de modo que sacó del maletín un pequeño frasco que paseó por debajo de su nariz a la espera de que aquel mejunje espabilara todos sus sentidos.

-Bienvenido de vuelta al mundo de los vivos. Soy el padre Custler y me han enviado para que conozcas el infierno. - Sonrió y lo hizo del mismo modo que lo hacía en misa, con la sutil diferencia que en aquel momento sus ojos rezumaban puro sarcasmo. - ¿Lo oyes? - miró al techo - es una buena forma de conocer la ira de Dios, ¿no crees? Jamás oirás un canto más hermoso. Deberías sentirte privilegiado, el eco que producen estas paredes mejora mucho la acústica de sus voces.

Se detuvo finalmente y le miró a los ojos. - ¿Quién eres? - le dio unos segundos y sonrió. - Es obvio que ya sé quién eres, por eso me han mandado aquí, a lo que me refiero es... ¿sabes tú quién eres?

por **Stein Ackerman** Jue Ene 12, 2017 4:20 pm

Había caído entre las lagunas de la inconsciencia en un desesperado intento por... ¿Por qué? ¿Por salvar a la persona a la que había jurado destruir? La voz de aquel maldito recuerdo en el que aparecía la familia feliz que nunca existiría me martilleaba las sienes como dos punzones al rojo vivo. Pero un olor me despejó la cabeza, aunque lejos de ser suave, era ácido y se movía bajo mi nariz. Fue entonces cuando empecé a ser consciente del mundo que me rodeaba. Abrí un poco los ojos y me sorprendió un ataque de tos, donde acabé escupiendo sangre por alguna herida interna. Los recuerdos vinieron a mi mente.

La legión de guerreros santos ordenados por la Inquisición me había llevado a Notre Dame, reconocí el lugar cuando la voz de aquel molesto Inquisidor nombró a los cantantes que ofrecían a la pintoresca escena una tétrica banda sonora. De haber tenido fuerzas siquiera para moverme, me habría reído de lo irónico que resultaba que fueran a torturarme en una Iglesia, cuando esa religión me era completamente indiferente y a menudo me había dedicado a profanar a algunas de sus siervas más devotas, que habían caído rendidas a mis encantos en cuanto habían visto mis abdominales. La carne era débil, te dedicaras a lo que te dedicaras.

Levanté la vista un poco, las muñecas de las que estaba colgando me producían un dolor insoportable que me bajaba por los hombros y notaba que tenía un corte en ua ceja por el que había caído la sangre, ahora seca. También notaba el labio inferior algo hinchado y dolor en las costillas, supuse que de los golpes en el trayecto por parte de los guardias, que no se caracterizaban precisamente por su finura al acarrear prisioneros. Y ahora un Inquisidor de tres al cuarto intentaba sermonearme. Me preguntó quién era, aunque segundos después afirmó que lo sabía. ¿Es que ni siquiera sabía interrogar? Bueno, en seguida lo comprobaría, no me cabía la menor duda.

Lo que sí que sabía era que en cuanto tuviera energía suficiente, lo dominaría y saldría de allí sin problemas, opción que en ese momento parecía imposible por el enorme desgaste energético del viaje mental y el vapuleo físico al que me habían sometido. Cogí fuerzas y conseguí apoyar los pies en el suelo, al menos así las manos no me dolían tanto. Miré fijamente al Inquisidor sin decir nada, mientras mis ojos azules, del color del hielo de invierno, eran lo único que parecía resaltar entre todas esas piedras, túnicas y metal.

por **Dom Custler** Jue Ene 12, 2017 5:03 pm

Permaneció con la mirada fija en el condenado a la espera de un atisbo de elocuencia, mas siendo este inexistente siguió con su palabrería. - Callar ahora no le servirá de nada, señor, tengo entendido que ya se declaró culpable en el momento que le apresaron - movió la cabeza lentamente asintiendo a sus propios pensamientos mientras volvía a por su maletín, igual que un mago a punto de hacer su siguiente truco. Rebuscó, tal vez queriendo poner más tensión a la situación, y regresó sin prisa con unas tenazas en la mano. Una amenaza de metal que no atendía a ruegos. Las hizo girar, igual que los vaqueros hacían con el revólver allá en sus tierras natales.

-Puedo asegurar, aún sin conocerle, que no es de los que ruegan en busca de perdón. Muy listo, me agrada, nos ahorra a ambos situaciones incómodas que no van a llevarnos a ningún lado - se agachó de cuclillas entre sus piernas, observándole desde abajo con una sonrisa típica de campesino a quien la vida le ha tratado bien. - ¿Conoce el cuento de "los cinco cerditos"? A mí me lo contaban mucho de pequeño. Era mi favorito - amplió más la sonrisa y fijó entonces su mirada en uno de los mugrientos pies del condenado. - Aunque... ahora no recuerdo si empezaban por el pequeño... - rodeó dicha falange con las tenazas ejerciendo una mínima presión - ...o el gordo. ¿Usted qué cree? - volvió a mirarle, fingiendo estar tratando de recordar.

-Usted no parece un hombre a quien se le remueva demasiado la consciencia... ¿podríamos incluso añadir que carece de esta? - se medio encogió de hombros con una mueca de posibilidad. Un poco más de presión y su expresión cambió volviéndose de mármol. Inexpresiva, fría, sin una sombra de duda. - Se ha entregado porque está protegiendo a alguien y quiero saber quién es y por qué.

La presión de las tenazas fue aumentando gradual y lentamente conforme el silencio de su víctima se alargaba. Si seguía sin hablar pronto escucharían el característico y tenebroso sonido del débil hueso partiéndose bajo la cruel caricia del metal.

por **Stein Ackerman** Jue Ene 12, 2017 5:41 pm

Sacó unos alicates, pero en el estado en el que me encontraba, ni siquiera me paré a pensar qué haría con ellos. Cuando se agachó sobre mí y empezó a apretar uno de mis dedos tragué saliva. Así que era uno de aquellos pervertidos a los que les excitaba el dolor. Bueno, yo no era muy distinto así que preferí callarme.
me preguntó a quién estaba protegiendo y por qué, pero no dije nada. Notaba la presión del metal cada vez más fuerte sobre mi dedo del pie y apreté los dientes para no gritar. De repente, saqué fuerzas de la rabia que me provocaba y le metí un rodillazo en la sien con la otra pierna, lanzándolo hacia atrás aprovechando que estaba de cuclillas sobre mi pie. Fue entonces cuando vi su rostro a la luz de una vidriera que reflejaba en aquella mazmorra.

Era un hombre delgado, moreno, de facciones finas y con barba bien recortada. Sus ojos oscuros y profundos parecían esconder secretos mucho más allá de los de un simple torturador. Se puso de pie y constaté que sería de mi altura, con músculos finos y definidos que se adivinaban bajo esa camisa que llevaba. En definitiva, apuesto. ¿Pero en qué mierdas estás pensando Stein? ¿Va a torturarte y tú piensas en follártelo? Gruñí, estaba demasiado alterado como para pensar con claridad, pero le solté con desprecio:
- Tortúrame si te pone, viejo, me da lo mismo, pero esto es lo máximo que vas a conseguir de mí. - escupí un poco de sangre a mis pies y le aguanté la mirada con una expresión salvaje. Empezaba a recuperar fuerzas, aunque por alguna extraña razón no sentía aumentar mis reservas mágicas. Hice un movimiento y se me abrió del todo la camisa, revelando mis definidos abdominales.

por **Dom Custler** Vie Ene 13, 2017 5:10 am

Decir que no se lo esperaba sería mentir, era consciente de la posición en la que se puso, la peligrosa distancia que les separaba, y aún así fue tan estúpido de fiarse en que la debilidad lo mantendría relajado. Al parecer la amenaza de perder un dedo era suficiente para darle nuevas fuerzas a un hombre. Se quedó unos segundos en el suelo con una estúpida sonrisa, pensando en su maestro, en qué diría al verle caer en tan absurdo error. "Yo no te entrené para esto". Se puso en pie sin esfuerzo alguno y se sacudió los pantalones en un intento de quitarse la mugre del suelo que hubiera quedado pegada a la tela.

-Te he hecho temblar, aunque sea un poco, es más de lo que esperaba por tu parte... - ladeó una sonrisa. - Veo que aún te quedan fuerzas para pelear - recogió las tenazas del suelo, que cayeron con él, y ladeó la cabeza sin dejar de mirarle. - ¿Por qué no me dices de una vez lo que quiero oír? ¿Tanto te importa la vida de esa otra persona que estás dispuesto a dar la tuya propia? - No conocía a ese hombre, no lo conocía absolutamente de nada aunque le hubieran contado sus pecados, y aún así le daba pena. ¿Tan malo podía ser alguien que ofrecía su vida para salvar la de alguien estimado?

Caminó de vuelta hacia el condenado y se agachó a su lado, esta vez sin entretenerse ni dejarse distraer, y le ató los tobillos a los grilletes que reposaban en el suelo y que, hasta minutos antes, no esperaba que fueran a ser necesarios. Le cogió entonces de sus ropas y tiró de él, haciendo que las cadenas que mantenían sus brazos en alto corrieran por el palo de hierro que cruzaba el techo, dejando al preso en el centro de la pequeña celda.

-Te aconsejo que hables ahora, porque si te digo la verdad yo soy el tipo bueno del lugar. Los que vendrán después de mí... oh, no, ellos no se andan con tonterías. He oído que están ansiosos por hacerte probar el potro. Y ahí, amigo, ya no habrá salida. Una vez te suben a esa máquina de tortura... solo puedes rezar por una muerte rápida.

Dudaba, aunque sus ojos no lo mostraran. Nunca antes había tenido que torturar a un humano, brujo o no, vida que su padre le había enseñado a apreciar. Al contrario de lo que pensara Stein, a Dominic no le ponía escuchar gritos de dolor, no si no provenían de una criatura inhumana que realmente mereciera ser humillado. Así que se encontraba ante una disyuntiva. ¿Qué hacer? Y la luz sobre su cabeza se prendió. Había otras torturas capaces de hacer hablar, mucho menos dolorosas pero igual de desquiciantes. Y lo sabía porque, por propia voluntad, se había entregado a ellas.

Una sonrisa que no auguraba nada bueno se instaló en su rostro y se acercó al condenado, alzando las manos para desabrocharle lentamente los botones de la raída y sucia camisa. - No me dejas más remedio... Lo hago por tu bien, de verdad, algún día, si es que sales vivo de esta, me lo agradecerás...

Desconocía los gustos sexuales de su víctima, pero no importaba. Fueran cuales fueran, aquella tortura funcionaría. O le rechazaba y podía jugar con su disgusto por los hombres, o le gustaba y podía usarlo en su contra. Era un "win - win" que decían los vaqueros. Cuando tuvo su camisa bien abierta, le miró fijamente a los ojos mientras pasaba suavemente una mano por su pecho, esperando leer en sus ojos qué tan sencillo sería seguir por ese camino.

por **Stein Ackerman** Vie Ene 13, 2017 1:26 pm

Observó el cambio de actitud del Inquisidor sin despegar los ojos celestes de los suyos, oscuros como el alma que debían tener todos ellos para dedicarse a torturar almas... aunque la suya tampoco era mucho más luminosa. Su cabeza era un circo en esos momentos. Stein siempre se había jactado de tener una mente brillante.. Su velocidad mental acallaba las lenguas más rápidas, y el veneno de su lengua apagaba los insultos más elaborados. Siempre se salía con la suya... excepto en aquel momento. El condenado viaje astral había agotado por completo sus reservas mágicas, que tardarían en recuperarse, y la paliza que se había llevado le había dejado débil y completamente a merced de aquel Inquisidor extraño que no parecía como los demás.

La rabia en la que se había apoyado para golpear a su torturador había conseguido despejarle algo la cabeza, aunque el olor del potingue que había utilizado para despertarle de su letargo aún le martilleaba en las sienes. Observó si decir nada más al Inquisidor, que se levantó con tranquilidad después del golpe y en vez de partirle la mandíbula de un puñetazo o romperle el dedo que en un principio pretendía, le dirigió una enigmática sonrisa y le ató los pies con dos oxidados grilletes de hierro.
Notó cómo tiraba de ély le colocaba en medio de la celda y le observó con detenimiento, pensando en las infinitas posibilidades de tortura que el Inquisidor podría emplear contra él. Apretó los dientes cuando empezó a desabrocharle la camisa. ¿Iba a quemarle, a deshollarle vivo? El cura habló de que en eralidad le agradecería lo que estaba a punto de hacer... si sobrevivía, claro.

Pero entonces el Inquisidor hizo algo que le desconcertó por completo. Le acarició el pecho con una sonrisa malévola en el rostro. El brujo no pudo evitarlo, en el estado de shock y debilidad en el que se encontraba. Un suave jadeo salió de los labios del brujo sin poder evitarlo, dejándolos entreabiertos al notar la calidez de la mano del hombre sobre su piel fría y magullada. Clavó su gélida mirada en el Inquisidor y gruñó.

por **Dom Custler** Vie Ene 13, 2017 2:11 pm

El plano sexual no era una de sus habituales técnicas de tortura. A decir verdad nunca había acosado a un preso anteriormente, pero porque nunca antes se le había encargado -o había cazado- a un humano. La gélida piel de los vampiros le daba dentera y los lobos, tan irracionales siempre, podían romperle el cuello si se descuidaba un solo segundo. Aunque el motivo principal es que odiaba ambas especies con toda su alma, jamás se le ocurriría mezclarse con ninguna de ellas por propia voluntad. Camino a aquella húmeda celda tampoco se le había cruzado por la mente la idea de proceder de esa manera, no obstante, en el momento que se dio cuenta de lo atractivo que era su condenado... bueno, no era de piedra y tenía un buen par de ojos para mirar.

Como los del brujo. Tan azules que le hicieron añorar los cielos de su patria americana. Perdóneme, Padre, porque voy a pecar de varias formas y en pleno edificio sagrado...

Recorrió el torso del más joven sin ocultar en ningún momento su disfrute ante un cuerpo trabajado. No recordaba ya la última vez que estuvo con otro hombre, pero estaba seguro que sería su primero en París. Subió por su cuello agarrándole la cabeza, con el pulgar acariciando aquellos labios agrietados por la sed. - Debes estar sediento, ¿verdad? Puedo aliviar tu sed, sólo debes pedirlo... - ¿Sería tan orgulloso como para no doblegarse ni ante una oferta sin segundas intenciones? Aunque, mirándolo bien, sí las había. Que accediera a pedirlo por favor le daría cierta satisfacción al párroco.

Bajó lentamente la mano de nuevo por su cuerpo, alejándose antes de que los dedos rozaran el borde de su pantalón. Acuclillado al lado del maletín de nuevo, dándole la espalda, sacó de dentro una petaca a la que dio un buen trago. Mientras a muchos el alcohol los aletargaba, para él era combustible para poder seguir con la mente centrada en lo que hacía. Al menos en medidas mesuradas. Volvió con el preso y se la mostró.

-¿Quieres? Tu muerte se acerca, he pensado que te apetecería un trago de whisky. Así la realidad puede ser menos perversa... - sonrió como si no fueran más que dos amigos en un bar contándose las penas. Le cogió con fuerza del cabello y le inclinó la cabeza hacia atrás, poniéndola la petaca en los labios esperando que bebiera. Si no lo hacía voluntariamente no le quedaría otra que forzarle a ello.

por **Stein Ackerman** Vie Ene 13, 2017 2:41 pm

El religioso comenzó a acariciar su cuerpo y por mucho que intentó evitarlo, Stein se estremeció por aquella mano fuerte y morena que rozaba sus definidos abdominales, fruto del entrenamiento diario en diversas artes marciales que practicaba.
Le gustaban las mujeres, pero tampoco tenía ningún reparo en tener sexo con hombres apuestos, sobre todo cuando acudían inocentes pidiéndole sus serivicios y acababan a gritando su nombre a cuatro patas en la habitación que tenía alquilada en el Golden Cat. Quizás la tortura podía darse la vuelta.
Sacaría de sus casillas al Inquisidor hasta que encontrara el modo de liberarse. Y eso era algo que se le daba muy, muy bien.

Dominic sacó una petaca con algún licor dentro y le dio un trago. La verdad es que se encontraba sediento, pero tenía bastante aguante con el alcohol y al menos las muñecas dejarían de escocerle tanto. Se resistió un poco al principio sólo por fastidiar al Inquisidor, pero bebió un largo trago de whisky cuando le puso la petaca en los labios. Era hora de afilar la lengua. Sin dejar de dirigirle mis ojos de hielo, le dije con media sonrisa lasciva:
- Es usted una caja de sorpresas, padre, no sabía que habían incluido la sodomización en el credo de su secta. Aunque una duda me corroe, ¿Tendrá que latigarse después de follarme? Puedo ahorrarle el trabajo y hacerlo yo.- mi sonrisa se tornó siniestra mientras me mordía el labio inferior provocativamente.

Hice que un pequeño gruñido de placer resonara en mi pecho. ¿Qué aguante tendría aquel siervo de Dios? La situación, dentro de lo ecléctica, me estaba excitando más de lo que quería admitir.

por **Dom Custler** Vie Ene 13, 2017 3:47 pm

Una sutil sonrisa se dibujó en su rostro al verle al fin beber y, tras apartar la petaca de sus labios, volvió a darle él un trago antes de cerrarla y metérsela en el bolsillo. Sus comisuras se estiraron ante aquellos comentarios y rió ligero, sin molestia alguna al escuchar lo que parecía ser un intento de comentario dañino hacia la Iglesia. Que tratara de ofender a la entidad eclesiástica usando tópicos como aquel no le molestaba en absoluto, pues nunca se había sentido realmente parte de ello. Era párroco, en efecto, pero no por vocación, solamente un asunto de venganza en el que acabó acomodándose y adaptándolo como un estilo de vida. Pero la realidad era bien distinta. Era un libertino al que le gustaban demasiado los vicios mundanos, si ocultaba esas partes de sí mismo era sencillamente para no perder el amparo económico que recibía de la diócesis.

-Vaya, vaya, pero si tienes sentido del humor. Eso me gusta más. Este sitio tiende a amargar el carácter de la gente, pero si estás dispuesto a hacer bromas tal vez no resulte tan aburrido después de todo. - Se acercó con la misma sonrisa campesina. - No soy de latigazos, aunque si te gusta ¡hey! todo con tal de que te sientas más cómodo. Como te dije, yo soy el buen tipo.

Se mordió el labio viajando con la mirada por su cuerpo, acariciándole con los dedos volviendo a la cintura de su pantalón, que con cierta destreza adquirida con la experiencia, se los abrió bajándolos hasta las rodillas sin necesidad de agacharse. Alzó el pie para pisarlos y acabar de descenderlos hasta el suelo, donde la tela se arremolinó alrededor de los grilletes.

-Tienes un buen cuerpo - pasó la mano por si cintura, acariciando con el pulgar el hueso de su cadera, deleitándose con la sinuosidad de sus músculos bajo la tenue luz danzante de la lámpara de aceite. Dio un paso al tiempo que su mano se hacía dueña de una de sus nalgas, apretando con los dedos mirándole a los ojos. - Sabes, empiezo a pensar que realmente vamos a pasarlo bien... - susurró antes de acercarse a su cuello y subir a besos hasta el lóbulo de su oreja, que mordió tirando un poco.

por **Stein Ackerman** Vie Ene 13, 2017 6:02 pm

Maldito religioso atractivo. Los ojos del brujo no se apartaban de los oscuros del párroco, que con visible deleite acariciaba su cuerpo disfrutando del espectáculo que constituía su cuerpo bien formado. Desnudó del todo al hechicero, que sonrió con gesto salvaje y bastante curiosidad. Si iban por ahí las tornas, le ba a gustar eso de la tortura... aunque sabía por experiencia que aún sin dolor, ciertas cosas podían desquiciarte de pura excitación. Pero Stein tenía mucho rodaje en aquellos asuntos y eso era lo que el párroco desconocía.

Stein no era para nada pudoroso, por lo que ni se inmutó cuando su cuerpo al completo quedo expuesto ante la mirada lasciva del religioso. Notó su cuerpo acercarse y los labios de Dominic comenzaron a subir por su cuello, mordiéndole el lóbulo de la oreja. Inconscientemente y contra su voluntad de aguantar, Stein movió las caderas contra el hechicero, rozando las del contrario y gruñendo a causa del excitante roce.
- ¿No debería quitarse algo de ropa, padre? Al menos alegre la vista de este pobre reo como última voluntad antes de su muerte. O suélteme y le enseñaré cómo pecamos los hechiceros - lame el cuello de Dominic y muerde su labio inferior, sin dejar de mirarle a los ojos con una expresión salvaje en la cara.

por **Dom Custler** Vie Ene 13, 2017 7:03 pm

La situación en sí era lo último que se esperaba cuando le encomendaron en contra de su voluntad aquella desagradable misión. Una vez sus manos rozaron su cuerpo supo que no habría marcha atrás; la carne, otro vicio que le convertía en esclavo de sus propios deseos. Nada más sentir al brujo empujándose contra su cuerpo se apartó con una sonrisa que no prometía ninguna facilidad para él, sino todo lo contrario. Estaba ahí para torturarle, que la situación se caldeara no hacía que olvidara su misión.

-La ropa, dices... - empujó con la lengua la punta de su colmillo. - Como bien dices, eres un reo, no puedo satisfacer tus... necesidades - volvió a acercarse acariciándole la parte interna del muslo sin llegar a rozarle más arriba. - Dime lo que quiero saber y tal vez me replantee el soltarte... - elevó las cejas y soltó una pequeña risa entre dientes, paseando hasta quedar pegado a su espalda, con las manos recorriéndole el torso.

Las voces celestiales se elevaron por encima de sus cabezas obligándole a cerrar los ojos para fundirse con ellas. Contrario a lo que pareciera, no sentía culpa alguna por lo que pensaba hacer entre aquellas sagradas paredes. Deslizó las manos hacia abajo encajándolas en las ingles del brujo, apretándole contra su cuerpo para que se hiciera una idea de lo que le esperaba. Bajo la tela de sus finos pantalones de cazador, latiendo ansiosa, empezaba a notarse su erección. Le mordió suave la curva de su cuello sin dejar de mecerse contra él, gruñendo por lo bajo pues, a decir verdad, se estaba controlando bastante.

por **Stein Ackerman** Vie Ene 13, 2017 7:18 pm

Solté una carcajada cuando siguió intentando que le dijera a quién estaba protegiendo. Pero toda la sensación de poderío que me embargaba por mi capacidad de aguante se torció cuando el Inquisidor comenzó a acariciarme. Mi cuerpo se estremecía bajo sus caricias y notaba mi miembro duro contra su vientre. Pero entonces se alejó, lo que me provocó un gruñido de frustración. Ese cabrón sabía cómo provocarme o... o yo estaba muy enfermo como para excitarme de tal manera en una cámara de tortura.

Dominic se pegó a mi espalda y bajó las manos hasta mis ingles. Un jadeo salió de entre mis labios cuando comenzó a apretarse y rozarse contra mí, notando un bulto en el trasero que se endurecía con cada choque de cuerpos. Apreté los dientes. Nunca había recibido, siempre dado, y aunque no me cerraba a ello, en esta ocasión no me iba a quedar otra. Tragué saliva, quería abalanzarme sobre él y los malditos grilletes no me dejaban moverme. En cuanto recuperara mis reservas mágicas le iba a hacer gritar mi nombre...
- No voy a decirle nada, padre, así que termine lo que ha empezado si es lo suficientemente hombre... - mi voz sonó ronca, presa de la excitación que me embargaba.
Sabía que me iba a doler. Pero no me importaba en absoluto.

por **Dom Custler** Vie Ene 13, 2017 7:52 pm

-¿A qué viene tanta prisa? - susurró con voz ronca bien cerca de su oído. - No vendrán a por ti hasta mañana... - se pegó por completo a su espalda alargando la mano para deslizarla entre sus piernas, notando el calor de su entrepierna rozándole la muñeca. No era hombre de cadenas ni de prácticas salvajes, pero debía admitir que aquello estaba excitándole de un modo curioso y desconocido. Tal vez fuera por el sitio en el que se encontraban. De haberlo sabido antes, habría pagado al guardia para asegurarse que nadie entrara en un momento poco oportuno.

La otra mano, más curiosa, se metió entre sus nalgas, y el pulgar, amenazante, empezó a presionar contra su entrada. No era un violador, y nunca lo sería, si había llegado hasta tal punto era porque el momento estaba resultando recíproco, aunque uno de ellos estuviera atado. Le cogió el pene entre sus dedos y apretó la base con un gruñido. - ¿Seguro que no quieres hablar? - Le masturbó lento, prácticamente acompañando la música, y se dedicó a satisfacerse con la carne de su cuello entre besos y mordidas.

Era cura, mas no de piedra, y empezaba a sentir la urgencia en sus propios pantalones, de modo que le soltó, rondando su cuerpo con una mano pegada a su torso hasta detenerse de vuelta frente a frente. Miró hacia arriba a las cadenas y una nueva sonrisa afloró, acompañada de una duda. ¿Sería tan cabrón de mordérsela? Apostaba que sí... Aún así estiró de estas dándole la autonomía suficiente para poder postrarlo de rodillas y clavó él una al suelo para tomarle de la nuca y mirarle fijamente a los ojos.

-Me da igual tu orgullo, brujo, pero ten por seguro que mi hombría es una de las cosas que más quiero en este mundo. Muérdela y no tendrás que esperar que vengan los demás para desear una muerte rápida... - Tras decir aquello, en tono frío y sepulcral, se puso en pie desabrochándose los pantalones para sacarse el pene erecto e invitarle a lo evidente. - Míralo de este modo: si no lo haces, va a dolerte más...

por **Stein Ackerman** Miér Ene 18, 2017 3:49 pm

El tema empezaba a ponerse serio. Agarró mi hombría y me preguntó si iba a hablar, pero era lo único que no podía hacer en ese momento. La excitación me embargaba, noa cababa de averiguar si por el hecho de que era un religioso "consagrado" al celibato o por el sitio en el que se encontraban. Empezaba a notar cómo mi fuerza aumentaba por momentos, aunque todo el poder que estaba reuniendo se esfumó cuando noté la mano de Dominic agarrando mi hombría, dura como el metal del que colgaba mi cuerpo. Un jadeo de placer inundó mi garganta mientras echaba la cabeza inconscientemente hacia atrás, apoyándome en su hombro y tragando saliva ante la dulce tortura que su mano iba creando en mi cuerpo, a la vez que su boca devoraba mi cuello con ansia.

Gruñí con rabia cuando me soltó, notaba cómo mis ojos fulguraban en la oscuridad llenos de arcano y negro deseo, supuse que mis orbes, antes celestes, serían de un profundo azul en aquellos momentos. Mi respiración se agitaba por momentos cuando de repente caí al suelo de rodillas. Le observé fijamente mientras me amenazaba con matarme si me atrevía a morder su hombría. Y claro que me atrevía. Pero no sacaría nada al hacerlo y aunque me fastidiara, tenía razón en algo. Lo posterior sería peor si no lo hacía. Además, había algo en su enigmática mirada oscura que lo hacía interesante a mis ojos. No era un religioso lleno de lujuria más. Aquel hombre guardaba secretos, secretos oscuros que me podían ser de utilidad.

Se desabrochó el pantalón y sonreí lascivo. Al menos estaba bien dotado. Avancé la cabeza con gesto experto y me metí su miembro en la boca, apretando hasta el fondo de mi garganta y sin notar ninguna arcada. No era la primera vez ni sería la última que lo hacía. Empecé a darle placer lenta, pero intensamente, lamiendo y succionando su miembro, imprimiendo más intensidad en la punta, devorándolo con deseo mientras observaba su rostro.

Lo acabaría poniendo a cuatro patas, lo quisiera o no... sólo debía ser listo y esperar.

por **Dom Custler** Sáb Ene 21, 2017 6:46 pm

Un áspero jadeo sorpresivo escapó de su garganta al ser recibido en su totalidad por aquella boca tan callada. Y húmeda. Caliente. La imprevista facilidad con la que respondió a su amenaza -teniendo en cuenta la mordaz lengua que había mostrado hasta entonces- le hizo perder el norte un instante. Arriba y abajo dejaron de tener sentido ante la sensación de plenitud que confirmó, una vez más, que el hombre no era más que un animal de instintos básicos. Alargó la mano capturando su nuca, asegurándose que no tuviera la pésima idea de retirarse en aquel instante en el que sus ojos estaban en blanco, así como su mente. Pero la guardia baja fue fugaz, enseguida enfocó la mirada en el objeto de su deseo actual sin fiarse en absoluto de su muda predisposición.

Balanceaba las caderas buscando más calor, enmudeciendo también para no aumentar su humillación. Mentiría si dijera que se sentía totalmente cómodo ante aquella situación, pues preferiría cambiar el frío suelo de piedra y las toscas cadenas de hierro por una mullida cama y sábanas de algodón. Desgraciadamente aquello no ocurriría, y no solo porque en unas horas no serían jadeos de placer lo que llenarían la celda. Pasó un dedo por la palma de su mano dolorida y bajó por su brazo en una caricia suave que le llevó al cuello y de ahí a su mentón. El pulgar hizo de conexión entre sus ojos y el cuerpo al tocar sus húmedos labios enrojecidos.

-Para - susurró un rato después, con la voz mucho más ronca y las pupilas dilatadas. Sin soltarle de la nuca, pasó una mano bajo su axila y le ayudó a ponerse en pie, permitiéndole descansar los brazos que seguían aún atados. - No vas a hablar, ¿cierto? - sonrió sin esperar respuesta alguna, dejando la retórica en el aire mientras volvía a pasar el pulgar por sus labios. - Quien sea a quien proteges tiene mucha suerte... Pero deberías saber que muerto no le sirves de nada.

Se desabrochó la camisa en busca de aliviarse el calor y dejó viajar la mirada por su cuerpo hasta dar con algo que le hizo sonreír. - Acabaré lo que he empezado, dejaré la tortura para los demás - rió entre dientes y le dio una fugaz caricia a su miembro aún erecto. Era un preso de lo más curioso aquel, excitado aún con la certeza de que le esperaba la muerte al alba. Caminó para ponerse de nuevo a su espalda y se pegó a su cuerpo, frotándose mientras mordía el lóbulo de su oreja. - Disfruta tanto como puedas, va a ser la última vez... - separándole las nalgas y guiando con la mano, empezó a entrar lentamente en su cuerpo con la frente pegada a su ancha espalda.

por **Stein Ackerman** Lun Ene 23, 2017 5:43 pm

Mi interior era un tornado de emociones que apenas lograba diferenciar. Nunca había dado rienda suelta a tantas cosas diferentes en mi interior, pero una emoción lo gobernaba todo en aquella situación: el placer.
El placer hacía callar al miedo, ese que me negaba a tener, a lo que sea que me hubiera empujado a entregarme por Elora, al dolor de mis extremidades, a la debilidad que sentía, a la ira. Me abandoné ferozmente a aquella ola de éxtasis que provocaba el cuerpo del ardiente párroco en el mío por alguna razón. Quizás fuera una válvula de escape de mi propia rabia. Quizás quisiera acallarlo todo para no sentir algo que me había prohibido sentir hace veinte años, cuando empecé a prepararme para mi venganza... venganza que ahora empezaba a perder sentido y que amenazaba con volverme loco.

Di placer al párroco con fiereza en los ojos, a pesar de que hubiera accedido con fingida abnegación al hecho de tomar su miembro con la boca. Me dijo que parara y me ayudó a levantarme, con lo que mis doloridos y magullados brazos se relajaron un momento. Pero el instante no duró mucho. Se puso a mi espalda de repente comencé a notar cómo se metía en mi, notando un intenso dolor. Su frente se apoyó en mi espalda y yo solté un gruñido de dolor, tensándome entero y dejando caer la cabeza hacia delante. Intenté respirar con calma, pero sabía que tenía que relajarme aún cuando esos malditos grilletes lucharan por impedírmelo. Intenté respirar hondo y un jadeo dolorido salió de mi boca con rabia,tensando los hombros y los brazos y haciendo que mis músculos resaltaran todavía más. Eché la cabeza hacia atrás con un gruñido cuando lo noté dentro de mí por completo, apoyando la coronilla en su cabeza, que seguía en mi columna.
Aquello iba a ser jodidamente duro, pero no pensaba hablar. No diría una palabra.

por **Dom Custler** Jue Ene 26, 2017 1:09 pm

Una pálida luz estalló tras sus párpados una vez estuvo dentro de aquel cuerpo. El aire contenido ante la expectativa escapó como jadeo rozándole la piel, mientras un cosquilleo recorría sus entrañas. Quiso darle tregua por el dolor infligido y se mantuvo inmóvil por un tiempo, dejando las manos viajar por su cuerpo en un intento mudo de ayudarle a relajarse. Difícil, era plenamente consciente, mas no imposible. Recorrió su pecho y su abdomen, bajando más aún para recuperar la dureza de su repentina flacidez. Rodeó la carne con los dedos y masajeó la punta con la yema del pulgar, masturbándole lento; la boca, entretanto, volvió a entretenerse con su nuca, cuello y hombro a base de mordiscos suaves.

El torturador pasó a ser condenado por no poder moverse. Hizo acopio de todo su autocontrol por mantenerse quieto dentro de su cuerpo, comprimido por aquel pasaje estrecho y cálido que a ratos parecía succionarle. Si aquello no era penitencia, qué más podría serlo. Pasado un rato hizo un intento, retirándose pausadamente hasta ver su propia cabeza roja saliendo de esa cueva. En un acto misericordioso, decidió humedecerse dos dedos de su mano libre intentando suavizarle el próximo embiste. Jugó con ellos por su recto hasta que no notó más resistencia, momento en el que nuevamente se abrió paso entre sus carnes. Se adentró despacio y hasta el fondo exhalando otro jadeo sin dejar de atender su renovada erección.

-¿Por qué no hablas? Te facilitaría las cosas... - murmuró con la voz entrecortada empezando a embestir con calma. - No tiene por qué acabar todo mañana...

por **Stein Ackerman** Dom Ene 29, 2017 1:45 pm

El rato que estuvo inmóvil dentro de mí me ayudó inconscientemente a relajarme, intentando centrarme en el roce de sus manos, que me recorrían por completo y queacabaron sobre mi miembro. Empezó a acariciarme, lo que provocó que me mordiera el labio inferior para evitar que un gemido de placer saliera a través de mi boca, lo que le deleitaría, seguro. Mi interior se debatía entre la opción de abandonarme al placer para olvidarlo todo o la resistencia de mi orgullo ante aquel religioso que poco tenía de casto. No diría nada, eso seguro.

Empezó a embestirme despacio y el dolor comenzó a ceder. Sentirlo por completo dentro de mí hacía que se me quedara la mente en blanco, hecho que agradecía y odiaba a partes iguales. Como hechicero mentalista, mi psique era una fortaleza inexpugnable, un templo forjado por el odio. Siempre había presumido de tener la mente clara y brillante, rápida y venenosa, a juego con mi lengua... pero en ese momento, sin poder mágico, encadenado y sodomizado por aquel hombre que tanto placer y dolor me estaba dando, me sentía de todo menos brillante.

Un jadeo consiguió salir de mis labios al sentirlo en mi interior. Todo rastro de dolor había desaparecido y de mi boca no salió la respuesta que el Inquisidor esperaba con su pregunta. Un intenso gemido me estremeció a medida que sus embestidas crecían en intensidad y apoyé la cabeza hacia atrás en su hombro, los labios entreabiertos para poder coger aire y los brazos tensos y forzados por la postura en la que estaba. Sólo pude susurrarle al oído con intensa amargura:
- ¿Cómo se siente al follarse a un hombre que ya está muerto, padre?

por **Dom Custler** Lun Ene 30, 2017 9:47 am

Deleitar no sería la palabra, pues la situación no dejaba de ocurrir en una sala confinada con fines dolorosos, mas sí tranquilizaba saber que tras aquella fachada helada había un ser con las mismas aptitudes sensoriales que cualquier otro humano. Sus voces se unieron a los cantos gregorianos que sobrevolaban sus cabezas, manteniendo las embestidas del párroco en un ritmo lento y acompasado, disfrutando del momento y olvidando al instante dónde estaban o quienes eran. Tal vez más adelante sintiera un pinchazo de culpa, o sufriera consecuencias por traspasar tales límites, pero en ese instante -y como buen ser vivo- lo único que importaba era su placer y el de aquel que tenía entre sus brazos.

La voz susurrante del condenado deslizándose en su oído le empujó a moverse más rápido y errante por un instante, calmándose cuando el significado de sus palabras tomó sentido en su mente. Le contagió la amargura y acarició su cuerpo casi con gesto tierno. - Como digo, no tiene por qué ser así... - repartió besos por su cuello, mentón y rostro, prácticamente acunándolo contra su cuerpo. - No sé qué pecados cometiste, pero solo necesitas ponerte en paz con ellos y podrás ser libre otra vez... - susurró igual de ronco, sin dejar de penetrarle por muy amarga que fuera su conversación. - Yo puedo ayudarte... - añadió con un empuje más profundo -, solo debes asegurarme que no tendré... que darte caza en un futuro...

Dejó que se lo pensara aumentando el ritmo de embestidas, agarrándole con fuerza por la cintura con una mano y masturbándole con la otra. Empujó su rostro con la frente obligándole a girarlo, profundizando un beso que acabó en jadeo contra sus labios. El calor ardiente naciendo de sus entrañas le obligó a soltarle un instante y quitarse la camisa, dejando caer los pantalones al suelo. Le rodeó con un brazo, sintiendo piel contra piel con renovada pasión.

por **Stein Ackerman** Lun Ene 30, 2017 10:24 am

Los caóticos pensamientos que rondaban por mi mente iban perdiendo el sentido conforme el párroco me entregaba la vía de escape al sufrimiento momentáneo. El placer que estaba sintiendo por su mano y sus embestidas me transportaba a un sitio mucho menos lúgubre, sin sentimiento alguno que gobernara mi corazón. Tenía los ojos cerrados, no quería abrirlos, no quería volver a enfrentarme a la puta realidad tan pronto.

Noté de repente la piel de su pecho contra mi espalda. Ardía, como la mía, y me acunó contra aquella esbelta figura sin dejar de embestirme, firme y con fuerza. Gemidos salían descontrolados de mi garganta, cuando escuché su voz grave en mi oído. Una chispa se abrió en la oscuridad de mi mente. ¿Era esperanza? Sin mi poder mágico poco podía hacer más que esperar la muerte, pero aquel hombre tan extraño me estaba dando una oportunidad. Jadeé y tragué saliva antes de decir en sus labios: - No dejaría... que me atraparan de nuevo, padre. No soy... una amenaza.

Por supuesto, si cualquiera de la Inquisición o simplemente de la policía conociera is crímenes, me hubieran ahorcado mucho antes, pero no estaba allí por eso. Ni siquiera alcanzaba a comprender por qué estaba allí. Bueno, sí lo sabía, pero no quería aceptar el hecho de que estaba dando mi vida por proteger a la pareja de quien había jurado destruir.
Mi hilo de ideas lo cortó una embestida particularmente profunda y ahí empecé a notarlo. Mordí el labio inferior del párroco con suavidad mientras notaba cómo todo mi ser empezaba a estremecerse. El placer provocado por su cuerpo y la destreza con la mano destruyeron mi autocontrol por completo. Jadeé con fuerza y me arqueé con un gemido rasgado, llegando a un devastador orgasmo que hizo desvanecerse la poca fuerza que le quedaba a mi magullado cuerpo.

Me quedé colgando de los brazos, derrumbándome y completamente en blanco. Intenté recuperar algo de aire, aún notaba su cuerpo junto al mío, pero era incapaz.
Y por primera vez en mi vida, me sentí completamente vulnerable.

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