AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Preguntas sin respuestas [Privado]
2 participantes
Página 1 de 1.
Preguntas sin respuestas [Privado]
La inexperiencia le había llevado a llegar a conclusiones absurdas, imposibles. Acaso ¿tenía más opciones? Nunca antes tuvo relación con un igual y solo uno de ellos podía aclarar sus inquietudes, conocer mejor ese mundo. Uno muy desconocido en el que aún se sentía como pez en el agua. No había culpables, o sí. Pensar en aquel demonio no hizo más que generar dudas sin respuesta. Demonio del abismo que el mar le dio en ofrenda, para que con su gracia salvase su alma. Un alma oscura incapaz de ser salvada, vislumbró luz pero él… la apagó de un soplido, llevándose el alma de aquella inocente mujer frente a sus propios ojos.
Aquello supuso un antes y un después. La había confundido , atormentado con el recuerdo de aquel encuentro en el que casi vende su alma por un instante. ¿Qué sería de él? seguramente habría vuelto a su infierno y no volverían a verse nunca más. Pensamientos que intentaba borrar de su mente, olvidar aquellas orbes oscuras como la misma noche que hicieron sentirse especial, diferente… y a la vez desdichada, no habría un “nosotros” jamás.
Sus pasos, se iban alejando de la cabaña, sin destino. Portaba su cestita, como no, repleta de tarros pequeños de cristal por si encontraba alguna hierba interesante. El frío heló gran parte y dudaba tener suerte, iba a ser un invierno duro y muy frío. Se colocó bien la capucha, más se adentraba en el bosque, más frío recorría su cuerpo. Murmuró un par de palabras, frotándose las manos, al menos las tendría calientes, debía mejorar ese hechizo para que fuese general, sintiese calor por todo el cuerpo.
-“Calorismisejet” -pronunció más alto, estaba consiguiendo el efecto contrario, no se concentraba, ese maldito hombre acaparaba todos sus pensamientos. Detuvo sus pasos, al oír otros. No estaba sola, podía ser cualquier cosa, menos vampiros que huían del sol a su resguardo. Aceleró el paso hasta esconderse tras la corteza de un árbol. Destellos caoba, resplandecientes, le hicieron entrecerrar los ojos. Hermosa visión de una cabellera inusual, al menos para sus ojos agua marina. Podría ser la dios Venus que caminaba a su antojo. Rió por sus pensamientos.
Ese aura, no había duda. Pertenecía a la magia como ella. Solo que el aura de esa mujer, brillaba con más determinación e intensidad. Se escondió aún más, asombrada por aquella visión ¿podría ser ella la respuesta a sus plegarias? Apoyó las manos en la corteza, efecto retardado, el calor emanaba de sus palmas sin percatarse de ello hasta que… aquello comenzó a humear, creando un pequeño fuego que se extendería en cuestión de segundos.
-Oh… no…-soplaba, intentaba apagarlo con su capa, ni se la quitó…provocando fuego en ella y extendiéndolo por el soplido… esa muchacha no podía parar de meterse en líos… al final acabaría con el bosque y todo lo que se le pusiese por delante.
Aquello supuso un antes y un después. La había confundido , atormentado con el recuerdo de aquel encuentro en el que casi vende su alma por un instante. ¿Qué sería de él? seguramente habría vuelto a su infierno y no volverían a verse nunca más. Pensamientos que intentaba borrar de su mente, olvidar aquellas orbes oscuras como la misma noche que hicieron sentirse especial, diferente… y a la vez desdichada, no habría un “nosotros” jamás.
Sus pasos, se iban alejando de la cabaña, sin destino. Portaba su cestita, como no, repleta de tarros pequeños de cristal por si encontraba alguna hierba interesante. El frío heló gran parte y dudaba tener suerte, iba a ser un invierno duro y muy frío. Se colocó bien la capucha, más se adentraba en el bosque, más frío recorría su cuerpo. Murmuró un par de palabras, frotándose las manos, al menos las tendría calientes, debía mejorar ese hechizo para que fuese general, sintiese calor por todo el cuerpo.
-“Calorismisejet” -pronunció más alto, estaba consiguiendo el efecto contrario, no se concentraba, ese maldito hombre acaparaba todos sus pensamientos. Detuvo sus pasos, al oír otros. No estaba sola, podía ser cualquier cosa, menos vampiros que huían del sol a su resguardo. Aceleró el paso hasta esconderse tras la corteza de un árbol. Destellos caoba, resplandecientes, le hicieron entrecerrar los ojos. Hermosa visión de una cabellera inusual, al menos para sus ojos agua marina. Podría ser la dios Venus que caminaba a su antojo. Rió por sus pensamientos.
Ese aura, no había duda. Pertenecía a la magia como ella. Solo que el aura de esa mujer, brillaba con más determinación e intensidad. Se escondió aún más, asombrada por aquella visión ¿podría ser ella la respuesta a sus plegarias? Apoyó las manos en la corteza, efecto retardado, el calor emanaba de sus palmas sin percatarse de ello hasta que… aquello comenzó a humear, creando un pequeño fuego que se extendería en cuestión de segundos.
-Oh… no…-soplaba, intentaba apagarlo con su capa, ni se la quitó…provocando fuego en ella y extendiéndolo por el soplido… esa muchacha no podía parar de meterse en líos… al final acabaría con el bosque y todo lo que se le pusiese por delante.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
Silenciosa como una sombra, camino entre los árboles en dirección norte. Mis pies se deslizan suavemente sobre la tierra, fría tras las últimas heladas invernales. No dejan huella alguna, descalzos y ligeros. Tampoco lo hacen mis manos; morenas y pecosas, evitan tocar cualquiera de las ramas que se cruzan en su camino. Es la manera más eficaz de cortar un rastro, no dejar trazas del propio aroma adheridas en el entorno. Normalmente, las precauciones de este tipo me serían indiferentes; no me importa que puedan encontrarme, si es que son capaces de hacerlo. Mi magia me ha mantenido a salvo desde que aprendí a utilizarla, y es una ventaja de la que carecen la mayoría de mis enemigos. Sin embargo, esta vez no es suficiente con cuidar de mi misma. Hay algo más en juego. Alguien a quien debo proteger. Aunque ello implique cambiar mi manera de hacer las cosas en todos los sentidos.
Sonriendo para mis adentros, evoco sin pretenderlo los detalles de la pasada noche. Gauekko me ayudó cuando estaba sumida en la desesperación más absoluta, provocada por la muerte de Geralt. Sin pedir nada a cambio, me ayudó a cavarle una tumba con la única ayuda de sus fuertes manos. Después, me llevó a su casa y me consoló con su presencia, desterrando con cada uno de sus gestos un poco más las tinieblas de mi alma. Saltando un pequeño tronco que se interpone en mi camino, recuerdo su mirada clara e inocente. Sus brazos fuertes y cálidos, estrechándome contra su pecho para reconfortarme. El olor de su pelo al rozar mi mejilla, mientras me cargaba desde aquel claro hasta su refugio en el medio del bosque. Algo en mi interior se encoge ante la idea de que pueda pasarle algo por culpa de mi visita. Pese a que dejé a Varek malherido en aquellas ruinas, no es el único que va tras la pista de mi pequeña banda de huérfanos. ¿Y si me han seguido, alertados por mi desaparición? ¿Y si mis precauciones para ocultar mi rastro no son suficientes, y encuentran la cabaña? Sólo de imaginarlo atacado por esos salvajes se me revuelve el estómago. Y es que alguien como él no puede caer en las manos de los cazadores. Es demasiado bueno, una de las pocas personas que todavía valen la pena. Que viven según sus ideales. Que merecen ser protegidas. Y pienso hacer todo lo que esté en mi mano para que esté a salvo.
Pocos minutos después, alcanzo uno de los senderos principales de la foresta. Creado por los animales en su inexorable paso, es el camino más rápido para salir del bosque. Conduce directamente a las afueras de París, al camino utilizado por la nobleza para acudir a sus casas de campo. Está lo suficientemente alejado de la cabaña de mi amigo como para poder dejar un falso rastro, destinado a despistar a cualquier posible perseguidor sobre mi paradero de esta noche. A tal fin, me arranco un par de cabellos de la espesa mata pelirroja, que deposito cuidadosamente sobre ramas y arbustos. También froto las palmas de mis manos contra los troncos del sendero, dando un rodeo para que no sepan exactamente por dónde he salido de la espesura. Estoy planteándome si dejar alguna pista falsa más, cuando un movimiento entre los árboles me alerta de que no estoy sola. Tensándome súbitamente, llevo mis manos a las dagas para desenfundarlas de sus vainas. Todavía estoy demasiado débil como para defenderme con magia, pero aun así, si esperan encontrar en mi una presa fácil, están muy equivocados.
Un repentino fulgor entre la espesura es el primer aviso de que algo va mal. Provoca que mi piel se erice a su cercanía, una muda advertencia de que ese fenómeno se debe a un estallido de magia. Cautelosa, pego mi espalda al tronco de un árbol para poder observar al desconocido desde una posición segura. Lo que me llama la atención no es su silueta, delgada pero esbelta, ni tampoco la espesa mata de cabellos dorados que cae como oro fundido. Son las llamas creadas a sus pies las que captan mi mirada, amenazando con extenderse y quemar el bosque pese a la elevada humedad del ambiente. Mis ojos se abren mucho por la sorpresa al ver cómo intenta apagarlas con la capa. Son llamas mágicas, y una vez conjuradas, es imposible apagarlas con los medios disponibles cotidianos. Es necesario un conjuro de un elemento contrario, o el contrahechizo adecuado, para poder apagarlo. ¿Es que no sabe nada sobre magia? Pienso, envainando lentamente las dagas. Y si es así, ¿por qué la utiliza?
Olvidadas las precauciones, me acerco a ella con calma, invocando interiormente mis últimas reservas de magia. Un cálido cosquilleo se extiende desde el centro de mi pecho, hasta alcanzar las puntas de mis dedos. Dedicándole una leve mirada a la chica, la muevo suavemente, apuntando después con las palmas a la incipiente y desbocada fogata - Aparta - Le digo, concentrándome en que el conjuro funcione pese a mis escasas energías. Segundos después, las llamas adoptan la forma de carámbanos congelados, consevando la caprichosa forma que tenían mientras crepitaban sobre la hierba.
Sonriendo para mis adentros, evoco sin pretenderlo los detalles de la pasada noche. Gauekko me ayudó cuando estaba sumida en la desesperación más absoluta, provocada por la muerte de Geralt. Sin pedir nada a cambio, me ayudó a cavarle una tumba con la única ayuda de sus fuertes manos. Después, me llevó a su casa y me consoló con su presencia, desterrando con cada uno de sus gestos un poco más las tinieblas de mi alma. Saltando un pequeño tronco que se interpone en mi camino, recuerdo su mirada clara e inocente. Sus brazos fuertes y cálidos, estrechándome contra su pecho para reconfortarme. El olor de su pelo al rozar mi mejilla, mientras me cargaba desde aquel claro hasta su refugio en el medio del bosque. Algo en mi interior se encoge ante la idea de que pueda pasarle algo por culpa de mi visita. Pese a que dejé a Varek malherido en aquellas ruinas, no es el único que va tras la pista de mi pequeña banda de huérfanos. ¿Y si me han seguido, alertados por mi desaparición? ¿Y si mis precauciones para ocultar mi rastro no son suficientes, y encuentran la cabaña? Sólo de imaginarlo atacado por esos salvajes se me revuelve el estómago. Y es que alguien como él no puede caer en las manos de los cazadores. Es demasiado bueno, una de las pocas personas que todavía valen la pena. Que viven según sus ideales. Que merecen ser protegidas. Y pienso hacer todo lo que esté en mi mano para que esté a salvo.
Pocos minutos después, alcanzo uno de los senderos principales de la foresta. Creado por los animales en su inexorable paso, es el camino más rápido para salir del bosque. Conduce directamente a las afueras de París, al camino utilizado por la nobleza para acudir a sus casas de campo. Está lo suficientemente alejado de la cabaña de mi amigo como para poder dejar un falso rastro, destinado a despistar a cualquier posible perseguidor sobre mi paradero de esta noche. A tal fin, me arranco un par de cabellos de la espesa mata pelirroja, que deposito cuidadosamente sobre ramas y arbustos. También froto las palmas de mis manos contra los troncos del sendero, dando un rodeo para que no sepan exactamente por dónde he salido de la espesura. Estoy planteándome si dejar alguna pista falsa más, cuando un movimiento entre los árboles me alerta de que no estoy sola. Tensándome súbitamente, llevo mis manos a las dagas para desenfundarlas de sus vainas. Todavía estoy demasiado débil como para defenderme con magia, pero aun así, si esperan encontrar en mi una presa fácil, están muy equivocados.
Un repentino fulgor entre la espesura es el primer aviso de que algo va mal. Provoca que mi piel se erice a su cercanía, una muda advertencia de que ese fenómeno se debe a un estallido de magia. Cautelosa, pego mi espalda al tronco de un árbol para poder observar al desconocido desde una posición segura. Lo que me llama la atención no es su silueta, delgada pero esbelta, ni tampoco la espesa mata de cabellos dorados que cae como oro fundido. Son las llamas creadas a sus pies las que captan mi mirada, amenazando con extenderse y quemar el bosque pese a la elevada humedad del ambiente. Mis ojos se abren mucho por la sorpresa al ver cómo intenta apagarlas con la capa. Son llamas mágicas, y una vez conjuradas, es imposible apagarlas con los medios disponibles cotidianos. Es necesario un conjuro de un elemento contrario, o el contrahechizo adecuado, para poder apagarlo. ¿Es que no sabe nada sobre magia? Pienso, envainando lentamente las dagas. Y si es así, ¿por qué la utiliza?
Olvidadas las precauciones, me acerco a ella con calma, invocando interiormente mis últimas reservas de magia. Un cálido cosquilleo se extiende desde el centro de mi pecho, hasta alcanzar las puntas de mis dedos. Dedicándole una leve mirada a la chica, la muevo suavemente, apuntando después con las palmas a la incipiente y desbocada fogata - Aparta - Le digo, concentrándome en que el conjuro funcione pese a mis escasas energías. Segundos después, las llamas adoptan la forma de carámbanos congelados, consevando la caprichosa forma que tenían mientras crepitaban sobre la hierba.
Última edición por Salamandra el Lun Feb 20, 2017 3:07 am, editado 1 vez
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
La diosa naturaleza le daba la espalda. Si antes, estaba condenada, ahora podía confirmarlo. No pudo recolectar nada, ni siquiera una mísera fruta que llevarse a la boca ¿y sus poderes? Tenía la sensación de que a cada segundo, se le iban apagando, desvaneciendo, sintiendo esa sensación de vacío…como un reloj que al darle la vuelta, grano a grano se consume la arena. ¿Qué le estaba pasando? Quizás, aquel maldito demonio, le arrebató algo más aquella noche… y la maldición de la que creía poseer, ya no tenía límite ni razón.
El estómago le avisaba, ¿desde cuándo no probaba bocado? Días y más serían, a no ser que terminase comiendo hierbajos. Que desdicha, jamás se vio sumida en una situación así. No podía apartar sus pensamientos de aquel hombre, ni imaginar lo que hubiese ocurrido si no le dejó marchar. Sus orbes se cerraban de vez en cuando, susurrando alguna que otra palabra junto aquel nombre prohibido, le devolviesen su olor y su esencia, no olvidarlo.
Ni los té, engañaban al estómago. Quizás podría encontrar setas, venderlas en el mercado, intentar multiplicarlas en su último esfuerzo pero no, seguía sin sentir esa gracia. El temor la llevó a esconderse, aunque ya ¿Qué importaba? Su sino sería irse de este mundo pronto pues su alma ya había sido arrancada de su ser. Fuego, fuego mágico que se profanaba por allá donde pisase. Magia que acababa de traicionarla, cruel y despiadada como una serpiente venosa. Apurada e intentó por todos los medios acabar con aquel momento de incertidumbre y volvió a sentirse desdichada, torpe y necia.
-Pero… es imposible, mi capa… -lo único que le resguardaba del frío, cayó bajo sus pies, consumiéndose en aquel fuego provocado inconscientemente. La observó, detenidamente, maravillada por aquel acto de magia… jamás había visto algo parecido. Su primera vez cara a cara con un igual. Qué hermosos carámbano, se arrodilló a verlos de más cerca. El humo le impedía ver a su salvadora, ese cabello rojo como el mismo fuego, le dejó sin palabras… su silueta le imponía.
-No sé cómo ha ocurrido, mi descontrol últimamente me juega malas pasadas…nunca vi nada parecido. Hielo donde hubo fuego, no sé como lo ha hecho pero me ha salvado la vida… bueno, al bosque -se abrazó a sí misma, su abrigo yacía con aquel desastre que había creado -Magia. ¿Quién le enseñó? ¿Cómo lo hizo? No… no puedo ni creerlo , apenas tengo energía y… es impresionante -dulzura en su mirada, impresionada y admirando a aquella desconocida.
Se mordió el labio inferior, inquieta… podía atacarla aún así, un ser tan insignificante como ella ante aquella maravillosa mujer de fuego. Tomó los restos que le quedaban de su capa, apenas un poco la capucha y capa…suspiró desanimada… más perdida que nunca.
- Puede congelarme a mí también, estaría mejor que creando desastres…podría hacerlo ¿verdad? Y le haría un gran favor a la humanidad. Mi magia es pésima y esa maldición… no se detiene, por cada poro de mi ser -para ella, sí, estaba maldita y maldita en muchos sentidos
El estómago le avisaba, ¿desde cuándo no probaba bocado? Días y más serían, a no ser que terminase comiendo hierbajos. Que desdicha, jamás se vio sumida en una situación así. No podía apartar sus pensamientos de aquel hombre, ni imaginar lo que hubiese ocurrido si no le dejó marchar. Sus orbes se cerraban de vez en cuando, susurrando alguna que otra palabra junto aquel nombre prohibido, le devolviesen su olor y su esencia, no olvidarlo.
Ni los té, engañaban al estómago. Quizás podría encontrar setas, venderlas en el mercado, intentar multiplicarlas en su último esfuerzo pero no, seguía sin sentir esa gracia. El temor la llevó a esconderse, aunque ya ¿Qué importaba? Su sino sería irse de este mundo pronto pues su alma ya había sido arrancada de su ser. Fuego, fuego mágico que se profanaba por allá donde pisase. Magia que acababa de traicionarla, cruel y despiadada como una serpiente venosa. Apurada e intentó por todos los medios acabar con aquel momento de incertidumbre y volvió a sentirse desdichada, torpe y necia.
-Pero… es imposible, mi capa… -lo único que le resguardaba del frío, cayó bajo sus pies, consumiéndose en aquel fuego provocado inconscientemente. La observó, detenidamente, maravillada por aquel acto de magia… jamás había visto algo parecido. Su primera vez cara a cara con un igual. Qué hermosos carámbano, se arrodilló a verlos de más cerca. El humo le impedía ver a su salvadora, ese cabello rojo como el mismo fuego, le dejó sin palabras… su silueta le imponía.
-No sé cómo ha ocurrido, mi descontrol últimamente me juega malas pasadas…nunca vi nada parecido. Hielo donde hubo fuego, no sé como lo ha hecho pero me ha salvado la vida… bueno, al bosque -se abrazó a sí misma, su abrigo yacía con aquel desastre que había creado -Magia. ¿Quién le enseñó? ¿Cómo lo hizo? No… no puedo ni creerlo , apenas tengo energía y… es impresionante -dulzura en su mirada, impresionada y admirando a aquella desconocida.
Se mordió el labio inferior, inquieta… podía atacarla aún así, un ser tan insignificante como ella ante aquella maravillosa mujer de fuego. Tomó los restos que le quedaban de su capa, apenas un poco la capucha y capa…suspiró desanimada… más perdida que nunca.
- Puede congelarme a mí también, estaría mejor que creando desastres…podría hacerlo ¿verdad? Y le haría un gran favor a la humanidad. Mi magia es pésima y esa maldición… no se detiene, por cada poro de mi ser -para ella, sí, estaba maldita y maldita en muchos sentidos
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
La muchacha empieza a balbucear palabras encadenadas, abrazándose a sí misma en un vano intento por conservar el calor. Sus cabellos dorados enmarcan un rostro más que agraciado, en el que destaca una límpida mirada de ojos claros que la que antes no había tenido tiempo de fijarme. Sus orbes, grandes y cristalinos, aumentan la sensación de fragilidad e inocencia que desprende, como si fuera una niña perdida que sólo busca un lugar en el que sentirse segura. Y seguramente sea así; eso explicaría la absurda súplica de que acabe con su vida, unido al hecho de que la magia parece estar descontrolada en su interior. Me recuerda tanto a mi misma, que no tardo demasiado en decidir qué hacer con ella; emitiendo un suspiro apenas audible por el cansancio, llevo mis largos dedos a la altura del cuello. Hábiles aunque entumecidos, desabrochan con destreza los dos lazos de mi capa, una prenda raída por el uso e incontables persecuciones que aun así calienta como el primer día. Bajo ella sólo llevo un holgado vestido de basto paño sin teñir, que se ciñe a mi cintura gracias a un cinturón repleto de saquitos. Las aceradas dagas relucen en él, sujetas en sendas vainas de cuero para protegerme de su filo envenenado.
Con un movimiento rápido y suave, deslizo la prenda de lana por encima de los hombros de la muchacha. Tiembla como un pajarillo, de modo que, tras abrochársela para que no se caiga, froto un par de veces sus hombros con las palmas abiertas de mis manos. Pretendo que la fricción le haga entrar en calor, porque estoy demasiado agotada como para conjurar ahora mismo un hechizo térmico.
Sacando un par de verdes hierbas de mis saquitos, le ofrezco una a la chica mientras me llevo la otra a la boca. El efecto en mi organismo es casi instantáneo; mi frecuencia cardíaca se acelera por momentos, devolviéndome la lucidez que el cansancio y la magia me habían ido arrebatando. - Efedra - Le digo a la chica, tomando su pequeña mano con delicadeza. - Tomada en pequeñas cantidades y muy ocasionalmente, aumenta el metabolismo, estimula el cerebro, incrementa la frecuencia cardíaca, favorece la transpiración y relaja el sistema respiratorio para facilitar la respiración. Las brujas toleramos su presencia en nuestro metabolismo mejor que otras especies, porque tenemos una resistencia inusitada contra esta clase de venenos naturales. Pero consumida en cantidades superiores a la que te acabo de dar, puede provocar incluso la muerte - Acabo, empezando a caminar por el bosque sin soltar la fría mano de la otra hechicera. Aumentados por el efecto de la efedra, mis músculos ya no se muestran vacilantes en su caminar, sino pletóricos; no tienen dificultades cuando acelero el ritmo de nuestras pisadas, de modo que a los pocos minutos de salir del claro, la desconocida y yo estamos caminando a paso vivo de vuelta a la gran capital parisina. Es necesario; con mis reservas mágicas agotadas y las suyas sin instrucción, somos presa fácil para cualquier cazador que decida salir a pasear por el bosque. Y si hay algo de lo que no carece precisamente París, es de pendencieros asesinos de sobrenaturales. - No sé si tienes algún hogar al que pueda acompañarte, pero si lo deseas, puedes quedarte conmigo cuanto necesites. Nunca se le niega una manta a nadie en la guarida de los huérfanos, ni tampoco ayuda si ese alguien merece ser de confianza. Y mi intuición me dice que no eres precisamente una condenada de incógnito, pese a que antes has pronunciado algo acerca de una maldición - Le digo, entrecerrando los ojos para escrutar el aura de la chica. La hierba, además de acelerar mi metabolismo, también me ha hecho más habladora de lo que suelo ser. Es otro de los efectos secundarios, que contrasta con lo que sucede cuando los efectos de la efedra desaparecen por completo. En cualquier caso, ya me enfrentaré a ello cuando suceda. - Me llamo Salamandra. Sí, como el lagarto. ¿Cuál es tu nombre?
Con un movimiento rápido y suave, deslizo la prenda de lana por encima de los hombros de la muchacha. Tiembla como un pajarillo, de modo que, tras abrochársela para que no se caiga, froto un par de veces sus hombros con las palmas abiertas de mis manos. Pretendo que la fricción le haga entrar en calor, porque estoy demasiado agotada como para conjurar ahora mismo un hechizo térmico.
Sacando un par de verdes hierbas de mis saquitos, le ofrezco una a la chica mientras me llevo la otra a la boca. El efecto en mi organismo es casi instantáneo; mi frecuencia cardíaca se acelera por momentos, devolviéndome la lucidez que el cansancio y la magia me habían ido arrebatando. - Efedra - Le digo a la chica, tomando su pequeña mano con delicadeza. - Tomada en pequeñas cantidades y muy ocasionalmente, aumenta el metabolismo, estimula el cerebro, incrementa la frecuencia cardíaca, favorece la transpiración y relaja el sistema respiratorio para facilitar la respiración. Las brujas toleramos su presencia en nuestro metabolismo mejor que otras especies, porque tenemos una resistencia inusitada contra esta clase de venenos naturales. Pero consumida en cantidades superiores a la que te acabo de dar, puede provocar incluso la muerte - Acabo, empezando a caminar por el bosque sin soltar la fría mano de la otra hechicera. Aumentados por el efecto de la efedra, mis músculos ya no se muestran vacilantes en su caminar, sino pletóricos; no tienen dificultades cuando acelero el ritmo de nuestras pisadas, de modo que a los pocos minutos de salir del claro, la desconocida y yo estamos caminando a paso vivo de vuelta a la gran capital parisina. Es necesario; con mis reservas mágicas agotadas y las suyas sin instrucción, somos presa fácil para cualquier cazador que decida salir a pasear por el bosque. Y si hay algo de lo que no carece precisamente París, es de pendencieros asesinos de sobrenaturales. - No sé si tienes algún hogar al que pueda acompañarte, pero si lo deseas, puedes quedarte conmigo cuanto necesites. Nunca se le niega una manta a nadie en la guarida de los huérfanos, ni tampoco ayuda si ese alguien merece ser de confianza. Y mi intuición me dice que no eres precisamente una condenada de incógnito, pese a que antes has pronunciado algo acerca de una maldición - Le digo, entrecerrando los ojos para escrutar el aura de la chica. La hierba, además de acelerar mi metabolismo, también me ha hecho más habladora de lo que suelo ser. Es otro de los efectos secundarios, que contrasta con lo que sucede cuando los efectos de la efedra desaparecen por completo. En cualquier caso, ya me enfrentaré a ello cuando suceda. - Me llamo Salamandra. Sí, como el lagarto. ¿Cuál es tu nombre?
Última edición por Salamandra el Lun Feb 20, 2017 3:08 am, editado 1 vez
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
La desconocida, le resulta de lo más fascinante. La sorprende con cada gesto y seguridad que muestra sin vacilar. ¿De dónde ha salido esa mujer con pelo de fuego? Impresionada, la intimida lo suficiente para dar un par de pasos hacia atrás. Imposible de controlarlo, no confiaba en nadie, la vida le había forjado así y aunque la ayudó… aún quedaban esos resquicios de dudas pues, no la conocía, no sabía lo que esa mujer de gran poder podía hacer.
Agradece con una breve sonrisa, cargada de luz y sentimiento sincero, le ceda su capa. El frío se le ha calado en los huesos. Tirita de impaciencia, frío y desconcierto, esa mujer sigue sorprendiéndola con poco que haga. Aura pura e inocente de aquella joven que de la nada, como su acompañante…les había reunido en un punto del bosque. Dos almas desconocidas con algo en común, más que la sangre… la magia.
Aún así, le da la suficiente confianza para dejar que tome su mano. Sus orbes como el cielo, se abren sorprendidas , tomando la hierba, sin dejar de observar su cinto… cuantos saquitos, seguro que hay tantas hierbas y demás que desconoce, por segundos se siente pequeña. “Efedra” tatúa en su mente, ese agradable calor que ni la capa ni el mismo fuego puede renovar, sonríe por las sensaciones, sin dejar de tomar su mano…es simplemente maravilloso.
-Impresionante. No conocía… dicha planta ni su función. En realidad, poco conozco, solo experimento y no siempre me sale bien -desvía la mirada, avergonzada, en apenas un par de frases le ha dado la mejor lección de su vida, la que nadie se ha molestado en enseñarle. Se deja llevar como una niña perdida, ¿acaso no lo es? Perdida en muchos sentidos. El aura de esa mujer le transmite seguridad, protección y algo más que no logra entender.
-Vivo cerca de la playa, buscaba plantas… algo que llevarme a la boca. No se me da bien pescar y yo de hechizos para mi propio beneficio…pocos, apenas puedo usar la magia, básicamente porque…no sé cómo y cuando lo hago… termino haciendo un estropicio. Lo siento y gracias por haberlo hecho desaparecer. Es…para mí usted es…-rió sonrojada, perdiendo su mirada azul entre las calles, le bastó que alguien girase la cabeza para taparse el rostro, no quería meter a esa mujer en problemas -Me llamo Maia, no me gusta la ciudad…siempre termino… ya sabe -no, cómo iba a saberlo, masculló algo por lo bajo y suspiró, no tenía ni idea de cómo devolverle el favor.
-Puedo…puedo hacerle una capa nueva y… con ello pagarle lo que acaba de hacer por mí -soltó su mano, un instante para ocultar su rostro… no quería que nadie la apreciase…volviesen a perderse en la maldición que suponía tan solo mirarla. Una tontería… una que le había llevad por el camino de la auténtica amargura.
-Le acompaño si lo desea y… elija la tela que desee, le haré una capa mejor que esta, no es que no me guste, ni le quede bien… es…simplemente, gracias -sonrió bajo la capucha, mostrando aquella expresión de total agradecimiento.
Agradece con una breve sonrisa, cargada de luz y sentimiento sincero, le ceda su capa. El frío se le ha calado en los huesos. Tirita de impaciencia, frío y desconcierto, esa mujer sigue sorprendiéndola con poco que haga. Aura pura e inocente de aquella joven que de la nada, como su acompañante…les había reunido en un punto del bosque. Dos almas desconocidas con algo en común, más que la sangre… la magia.
Aún así, le da la suficiente confianza para dejar que tome su mano. Sus orbes como el cielo, se abren sorprendidas , tomando la hierba, sin dejar de observar su cinto… cuantos saquitos, seguro que hay tantas hierbas y demás que desconoce, por segundos se siente pequeña. “Efedra” tatúa en su mente, ese agradable calor que ni la capa ni el mismo fuego puede renovar, sonríe por las sensaciones, sin dejar de tomar su mano…es simplemente maravilloso.
-Impresionante. No conocía… dicha planta ni su función. En realidad, poco conozco, solo experimento y no siempre me sale bien -desvía la mirada, avergonzada, en apenas un par de frases le ha dado la mejor lección de su vida, la que nadie se ha molestado en enseñarle. Se deja llevar como una niña perdida, ¿acaso no lo es? Perdida en muchos sentidos. El aura de esa mujer le transmite seguridad, protección y algo más que no logra entender.
-Vivo cerca de la playa, buscaba plantas… algo que llevarme a la boca. No se me da bien pescar y yo de hechizos para mi propio beneficio…pocos, apenas puedo usar la magia, básicamente porque…no sé cómo y cuando lo hago… termino haciendo un estropicio. Lo siento y gracias por haberlo hecho desaparecer. Es…para mí usted es…-rió sonrojada, perdiendo su mirada azul entre las calles, le bastó que alguien girase la cabeza para taparse el rostro, no quería meter a esa mujer en problemas -Me llamo Maia, no me gusta la ciudad…siempre termino… ya sabe -no, cómo iba a saberlo, masculló algo por lo bajo y suspiró, no tenía ni idea de cómo devolverle el favor.
-Puedo…puedo hacerle una capa nueva y… con ello pagarle lo que acaba de hacer por mí -soltó su mano, un instante para ocultar su rostro… no quería que nadie la apreciase…volviesen a perderse en la maldición que suponía tan solo mirarla. Una tontería… una que le había llevad por el camino de la auténtica amargura.
-Le acompaño si lo desea y… elija la tela que desee, le haré una capa mejor que esta, no es que no me guste, ni le quede bien… es…simplemente, gracias -sonrió bajo la capucha, mostrando aquella expresión de total agradecimiento.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
- Por favor, tutéame - Le digo a Maia, caminando a paso vivo por los agrestes caminos de las afueras. La actitud de la chica me desconcierta, por los contrastes que muestra al hablar. A ratos parece confundida, incapaz de reaccionar ante una actitud que no sea la del desprecio; en otros me sonríe, dándome las gracias por mi ayuda y ofreciéndose a compensármelo de algún modo. Sacudiendo la melena pelirroja, la miro fijamente a esos ojos claros como el cristal. Después continúo hablando con ella, intentando que mi voz transmita cierta calma para no sobresaltarla. - No he hecho nada buscando un beneficio, Maia. He apagado el fuego porque no quería que quemases el bosque. Y te he dado la capa porque he visto que tenías frío. No me debes nada, y por lo tanto, no tienes por qué pagarme de ningún modo. Aunque si quieres, podrías explicarme tu historia. Siempre me han gustado, especialmente alrededor de una hoguera y con algo para comer.
Tras un cuarto de hora caminando por la campiña, alcanzamos las primeras casas de los alrededores de París. A diferencia de los grandes castillos de campo de la nobleza, estas son viviendas humildes; en su mayoría de campesinos, obreros e inmigrantes que no pueden pagarse algo mejor y más céntrico. Las calles circundantes son pequeñas y laberínticas, pero la principal, de tierra batida por el incontable paso de cientos de pies, cruza certera en dirección al corazón de la urbe. Y es esa la que seguimos, nuestros músculos potenciados por el amargo sabor de la efedra. Ignorando los pinchazos que empiezo a sentir en las plantas de los pies, guío a la chica hasta llegar a la orilla del Sena. Una vez allí, cruzamos por uno de los magníficos puentes de la ciudad, perdidas en la marea de transeúntes que buscan realizar sus quehaceres cotidianos. Pasando una mano por la dorada barandilla, me permito dedicarle una única mirada soñadora a la superficie del agua. Está cuajada de reflejos del sol, que centellean como si una miríada de diamantes descansaran en su fondo.
- París es una ciudad de contrastes - Le digo a la chica, desviando de nuevo la vista hacia el frente - Es hermosa, llena de edificios y monumentos que pretenden conmemorar las gestas de la humanidad. Los poderosos se centran en dejar huellas de su paso por el mundo para las generaciones venideras, como si el legado fuera lo único que importase. Y mientras lo hacen, se olvidan de las cientos de almas que podrían comer con sólo una parte de lo que derrochan en ésto. - Señalo con la barbilla uno de los leones del final del puente, junto al que pasamos para incorporarnos de nuevo en la otra orilla de la ciudad. - ¿Qué es más importante? ¿La sonrisa de un niño, que es feliz con muy poco, o satisfacer el propio ego? Los ricos de París lo tienen claro. Y por eso, me cuesta mucho tener remordimientos cuando les robo.
Tras un cuarto de hora caminando por la campiña, alcanzamos las primeras casas de los alrededores de París. A diferencia de los grandes castillos de campo de la nobleza, estas son viviendas humildes; en su mayoría de campesinos, obreros e inmigrantes que no pueden pagarse algo mejor y más céntrico. Las calles circundantes son pequeñas y laberínticas, pero la principal, de tierra batida por el incontable paso de cientos de pies, cruza certera en dirección al corazón de la urbe. Y es esa la que seguimos, nuestros músculos potenciados por el amargo sabor de la efedra. Ignorando los pinchazos que empiezo a sentir en las plantas de los pies, guío a la chica hasta llegar a la orilla del Sena. Una vez allí, cruzamos por uno de los magníficos puentes de la ciudad, perdidas en la marea de transeúntes que buscan realizar sus quehaceres cotidianos. Pasando una mano por la dorada barandilla, me permito dedicarle una única mirada soñadora a la superficie del agua. Está cuajada de reflejos del sol, que centellean como si una miríada de diamantes descansaran en su fondo.
- París es una ciudad de contrastes - Le digo a la chica, desviando de nuevo la vista hacia el frente - Es hermosa, llena de edificios y monumentos que pretenden conmemorar las gestas de la humanidad. Los poderosos se centran en dejar huellas de su paso por el mundo para las generaciones venideras, como si el legado fuera lo único que importase. Y mientras lo hacen, se olvidan de las cientos de almas que podrían comer con sólo una parte de lo que derrochan en ésto. - Señalo con la barbilla uno de los leones del final del puente, junto al que pasamos para incorporarnos de nuevo en la otra orilla de la ciudad. - ¿Qué es más importante? ¿La sonrisa de un niño, que es feliz con muy poco, o satisfacer el propio ego? Los ricos de París lo tienen claro. Y por eso, me cuesta mucho tener remordimientos cuando les robo.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
Aún sigue confundida, perdida y desorientada. Lo presenciado para ella, es algo totalmente diferente a sus absurdos hechizos que no llevan a ninguna parte, solo a conjurar fuego para calentarse y poco más. Lo vivido con esa mujer le tenía totalmente absorta, de una buena le había librado y no cabía en sí misma de total agradecimiento, ¿cómo no iba a pagárselo? Negó con la cabeza, varias veces, terca como ella sola… nada daba algo por nada y aunque aquella mujer se empeñase en que no, al final ella misma ganaría esa gesta… apremiándole con cualquier cosa. Todo era poco. Había salvado el bosque, a ella misma de no caer del todo.
-Lo de comer algo y la hoguera se me hace muy apetitoso. No seré la única que cuente sus vivencias, historia… -la miró de reojo, no parecía encontrarse bien y no por haberla ayudado precisamente. De donde viniese algo le debió de haber agotado las fuerzas, podía notar como su aura parpadeaba presa del cansancio aunque la efedra diese sus resultados. Curiosa planta a tener en cuenta…solo esperaba no equivocarse a la hora de utilizarla… Maia y sus inventos no solían acabar bien.
Observó en silencio, todo aquello que se le antojaba curioso. Siempre y cuando estuviese oculta tras la capucha de la capa. Siempre vivió escondida y en ese momento no iba a ser diferente. Suspiró cansada de que aún tapada, muchos las observasen…intentando ver más allá que aquella capucha. Bajó la mirada un segundo, haciendo una mueca…jamás podría pasear como una persona normal por las calles y eso, le entristeció, al igual que otros pensamientos… en los que aquel joven de oscura mirada le robaba la cordura.
-Ya nos roban lo suficiente como para no aprovecharnos… Robar a ladrones no es un delito, Salamandra. El delito es… no hacerlo, no atreverse y conseguir que ellos no ganen -el sol en el horizonte, daba sus últimos rayos de luz, siguió sus pasos hasta que la mujer se detuvo , la risa de Maia hizo el momento de la confesión de lo más natural -No es la única que les roba -sonrió cómplice, se apuró en recoger del suelo palos de madera para amontonarlos y hacer lo que mejor se le daba, prender pequeñas chipas de fuego.
-Mi historia no es lo suficientemente interesante o larga… y tampoco es que nadie sepa de ella -se encogió de hombros, quedando de rodillas ante el fuego que poco a poco comenzaba -Vivo cerca de la playa, desde hace relativamente poco. Me escapé del orfanato, nadie era capaz de ayudarme con mi don… fui la única y aún sigo igual pues, como ves soy un desastre -sonrió negando con la cabeza, la magia era su asignatura pendiente pero había algo más que le preocupaba -Allí, me tenían alejada de los demás… decían que yo misma me buscaba problemas por buscar… lo que no debía. -bajó un instante la mirada, abrazándose a sí misma -Conseguí que nadie me tocase, se prendase de mí aún más de lo que ya están. Bruja, me llamaban… porque esos hombres me mirasen… y yo aún sigo sin comprenderlo. Aunque “él” , me mira de esa forma, como si nada más… hubiese. Tengo una maldición. -buscó su mirada, ella podría leerlo, confirmárselo -La tengo ¿Verdad? ¿Cómo puedo deshacerme de ella? no creo que puedas ayudarme… pero solo así… dejaré de condenarles, solo por ser hermosa…
-Lo de comer algo y la hoguera se me hace muy apetitoso. No seré la única que cuente sus vivencias, historia… -la miró de reojo, no parecía encontrarse bien y no por haberla ayudado precisamente. De donde viniese algo le debió de haber agotado las fuerzas, podía notar como su aura parpadeaba presa del cansancio aunque la efedra diese sus resultados. Curiosa planta a tener en cuenta…solo esperaba no equivocarse a la hora de utilizarla… Maia y sus inventos no solían acabar bien.
Observó en silencio, todo aquello que se le antojaba curioso. Siempre y cuando estuviese oculta tras la capucha de la capa. Siempre vivió escondida y en ese momento no iba a ser diferente. Suspiró cansada de que aún tapada, muchos las observasen…intentando ver más allá que aquella capucha. Bajó la mirada un segundo, haciendo una mueca…jamás podría pasear como una persona normal por las calles y eso, le entristeció, al igual que otros pensamientos… en los que aquel joven de oscura mirada le robaba la cordura.
-Ya nos roban lo suficiente como para no aprovecharnos… Robar a ladrones no es un delito, Salamandra. El delito es… no hacerlo, no atreverse y conseguir que ellos no ganen -el sol en el horizonte, daba sus últimos rayos de luz, siguió sus pasos hasta que la mujer se detuvo , la risa de Maia hizo el momento de la confesión de lo más natural -No es la única que les roba -sonrió cómplice, se apuró en recoger del suelo palos de madera para amontonarlos y hacer lo que mejor se le daba, prender pequeñas chipas de fuego.
-Mi historia no es lo suficientemente interesante o larga… y tampoco es que nadie sepa de ella -se encogió de hombros, quedando de rodillas ante el fuego que poco a poco comenzaba -Vivo cerca de la playa, desde hace relativamente poco. Me escapé del orfanato, nadie era capaz de ayudarme con mi don… fui la única y aún sigo igual pues, como ves soy un desastre -sonrió negando con la cabeza, la magia era su asignatura pendiente pero había algo más que le preocupaba -Allí, me tenían alejada de los demás… decían que yo misma me buscaba problemas por buscar… lo que no debía. -bajó un instante la mirada, abrazándose a sí misma -Conseguí que nadie me tocase, se prendase de mí aún más de lo que ya están. Bruja, me llamaban… porque esos hombres me mirasen… y yo aún sigo sin comprenderlo. Aunque “él” , me mira de esa forma, como si nada más… hubiese. Tengo una maldición. -buscó su mirada, ella podría leerlo, confirmárselo -La tengo ¿Verdad? ¿Cómo puedo deshacerme de ella? no creo que puedas ayudarme… pero solo así… dejaré de condenarles, solo por ser hermosa…
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
Poco después de atravesar el puente, nos detenemos en uno de los solares abandonados de la ciudad. Hay restos de madera esparcidos por todas partes, fruto del derrumbe de alguna estructura varias décadas atrás. De modo que no tardamos demasiado en reunir una buena cantidad para improvisar una hoguera. Habría preferido ir directamente a mi hogar, donde nos espera comida, bebida y el calor de una familia; pero no puedo correr el riesgo de revelar su ubicación antes de conocer algo más sobre Maia. No por mi, sino por los niños; ya han sufrido demasiado a lo largo de su corta vida. Han visto cómo sus compañeros morían de hambre, de frío, por enfermedades; cómo algunos eran asesinados por la inquisición o incluso por los cazadores. Han sobrevivido a cosas peores, y aun así, continúan luchando por cada aliento. No puedo arriesgar todo eso por la primera persona que conozca. Porque el precio a pagar por una traición sería demasiado alto, y no sería sólo yo quien lo pagase. Así que me limito a ayudar a la hechicera a reunir materiales, cavando un hoyo previamente y rodeándolo con unas cuantas piedras. Evitarán que el fuego se extienda hasta crear un incendio incontrolable, y que sus llamas nos delaten si alguien decide echar un vistazo en nuestra dirección.
Metiendo la mano en uno de mis zurrones, estoy rebuscando para encontrar el yesquero cuando una chispa prende en la hojarasca. Al parecer, la bruja tiene un don especial para crear fuego; una habilidad muy útil una vez aprenda a utilizarla. Divertida, esbozo una sonrisa al pensar en que en eso también nos parecemos. Otra cosa más que añadir a la lista, cada vez más larga.
- Ten - Le digo a la rubia, alargando mi zurda en dirección a su regazo. Dejo caer en él un pequeño paquete fuertemente atado con cuerda, con una de las raciones de pan y queso que Gauekko me proporcionó antes de marcharme. La otra la dejo en el mismo lugar en el que estaba, fuertemente sujeta en uno de los espacios de mi cinturón. No es para mi, sino para ellos; siempre están hambrientos, especialmente desde que Varek nos ronda y frustra la mayoría de nuestros golpes.
Acercando mis descalzos pies a la hoguera, caliento mi entumecido cuerpo mientras la muchacha me explica su historia. La escucho con atención, sin interrumpirla en ningún momento. Es la mejor manera de comprender los detalles; poniéndolos en comunión con las expresiones de su rostro.
- ¿Una maldición? - Repito, mirándola fijamente a sus grandes ojos claros. Ya lo había mencionado antes, pero creía que se trataba de una manera de hablar sobre la suerte que le había tocado en la vida. Al parecer no era así, y hay algo más. ¿A qué se estará refiriendo exactamente?. - Tu historia es muy habitual por aquí. No eres la única que se ha escapado de un orfanato, de unos parientes malvados o incluso de la esclavitud - Empiezo, recordando que uno de los niños más recientes de la familia es de un color tan oscuro como la teca. - Y que nadie te haya enseñado explicaría porqué te cuesta tanto enseñar tus poderes, y sobre todo, porqué están descontrolados. Los hechiceros no somos más que canalizadores; absorbemos la energía del ambiente, y la transformamos con nuestros conocimientos para que haga aquello que deseamos. De distintas maneras, claro, y en ocasiones, pagando un precio por ello. - La necromancia es una de las ramas más oscuras de la brujería, igual que las maldiciones. Acabas pagando con parte de tu ser los conjuros, porque lo que utilizan muchos de ellos no es otra cosa que la energía vital. Propia o ajena. - Si absorbes demasiada energía y no la canalizas, se descontrola. Por eso es necesario el equilibrio. - Hago una pausa para tragar saliva, sin saber muy bien si lo que estoy a punto de ofrecerle es una buena idea o la mayor estupidez que he cometido nunca.- Yo podría enseñarte, si lo desearas. No soy ninguna experta, porque la ayuda que recibí fue más bien poca y limitada. Casi todo he tenido que aprenderlo de manera autodidacta. - Le digo, recordando los dos años que pasé con aquella mujer antes de que los cazadores acabasen con su vida. - Pero como mínimo dejarías de ser un peligro para ti misma, y para todos los que te rodean. Aunque por lo que me estás explicando, hay una maldición que pesa sobre ti y que ya se encarga de ello. ¿A qué te refieres exactamente, Maia? ¿Tu aspecto es sólo un conjuro ilusorio? Porque yo no capto nada extraño en ti, más que el poder innato que late en tu interior. - Frunzo el ceño brevemente, concentrándome pese al cansancio en advertir algo fuera de lo habitual en ella. Nada; si está usando la magia, yo soy incapaz de percibirlo.- ¿Qué es eso de condenarles por mirarte? ¿Y quién es él? Si me lo explicas, tal vez pueda ayudarte.
Metiendo la mano en uno de mis zurrones, estoy rebuscando para encontrar el yesquero cuando una chispa prende en la hojarasca. Al parecer, la bruja tiene un don especial para crear fuego; una habilidad muy útil una vez aprenda a utilizarla. Divertida, esbozo una sonrisa al pensar en que en eso también nos parecemos. Otra cosa más que añadir a la lista, cada vez más larga.
- Ten - Le digo a la rubia, alargando mi zurda en dirección a su regazo. Dejo caer en él un pequeño paquete fuertemente atado con cuerda, con una de las raciones de pan y queso que Gauekko me proporcionó antes de marcharme. La otra la dejo en el mismo lugar en el que estaba, fuertemente sujeta en uno de los espacios de mi cinturón. No es para mi, sino para ellos; siempre están hambrientos, especialmente desde que Varek nos ronda y frustra la mayoría de nuestros golpes.
Acercando mis descalzos pies a la hoguera, caliento mi entumecido cuerpo mientras la muchacha me explica su historia. La escucho con atención, sin interrumpirla en ningún momento. Es la mejor manera de comprender los detalles; poniéndolos en comunión con las expresiones de su rostro.
- ¿Una maldición? - Repito, mirándola fijamente a sus grandes ojos claros. Ya lo había mencionado antes, pero creía que se trataba de una manera de hablar sobre la suerte que le había tocado en la vida. Al parecer no era así, y hay algo más. ¿A qué se estará refiriendo exactamente?. - Tu historia es muy habitual por aquí. No eres la única que se ha escapado de un orfanato, de unos parientes malvados o incluso de la esclavitud - Empiezo, recordando que uno de los niños más recientes de la familia es de un color tan oscuro como la teca. - Y que nadie te haya enseñado explicaría porqué te cuesta tanto enseñar tus poderes, y sobre todo, porqué están descontrolados. Los hechiceros no somos más que canalizadores; absorbemos la energía del ambiente, y la transformamos con nuestros conocimientos para que haga aquello que deseamos. De distintas maneras, claro, y en ocasiones, pagando un precio por ello. - La necromancia es una de las ramas más oscuras de la brujería, igual que las maldiciones. Acabas pagando con parte de tu ser los conjuros, porque lo que utilizan muchos de ellos no es otra cosa que la energía vital. Propia o ajena. - Si absorbes demasiada energía y no la canalizas, se descontrola. Por eso es necesario el equilibrio. - Hago una pausa para tragar saliva, sin saber muy bien si lo que estoy a punto de ofrecerle es una buena idea o la mayor estupidez que he cometido nunca.- Yo podría enseñarte, si lo desearas. No soy ninguna experta, porque la ayuda que recibí fue más bien poca y limitada. Casi todo he tenido que aprenderlo de manera autodidacta. - Le digo, recordando los dos años que pasé con aquella mujer antes de que los cazadores acabasen con su vida. - Pero como mínimo dejarías de ser un peligro para ti misma, y para todos los que te rodean. Aunque por lo que me estás explicando, hay una maldición que pesa sobre ti y que ya se encarga de ello. ¿A qué te refieres exactamente, Maia? ¿Tu aspecto es sólo un conjuro ilusorio? Porque yo no capto nada extraño en ti, más que el poder innato que late en tu interior. - Frunzo el ceño brevemente, concentrándome pese al cansancio en advertir algo fuera de lo habitual en ella. Nada; si está usando la magia, yo soy incapaz de percibirlo.- ¿Qué es eso de condenarles por mirarte? ¿Y quién es él? Si me lo explicas, tal vez pueda ayudarte.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
Seguía siendo extraño estar acompañada por alguien, más extraño aún… la compañía de una igual. Si no hubiese aparecido, seguramente, ahora mismo estaría al otro lado, cuerpo calcinado en la hierba gris, ceniza y polvo…al fin y al cabo, somos eso…motas de polvo que vuelan y viajan por todas partes. Así se sentía Maia, como una diminuta gota de polvo que aunque pequeña no pasaba ni pasaría totalmente desapercibida entre la gente, como una simple humana insignificante…eso era lo que deseaba ser y no lo que era.
Jamás se asemejaría a esa mujer de cabello color fuego, para Maia , esa joven era la misma imagen de la experiencia de la vida y la magia. Algo le decía que de donde venía no era bien recibida, huiría… como ella misma, su vida era una continua mirada hacia atrás por si alguien le acechaba para cualquier fin. No se fiaba de nadie y aunque, su encuentro había sido casual… tampoco se fiaba de ella. bajó un instante la mirada por ese pensamiento, la vida le había hecho ser tan desconfiada que jamás podría avanzar en tratar con otras personas o simplemente, pasear como una joven corriente… libre. Si era libre sin estar atada a nadie ¿por qué se sentía prisionera? Prisionera de ella misma.
Un bocado al pan, uno pequeño mordisco al queso y un suspiro incompleto. En silencio, pensaba en lo desdichada que se sentía en esos momentos. No controlaba sus poderes y si ella le enseñaba…le debería un gran favor pues la vida le enseñó que nadie hace nada por nadie. Suspiró largamente sin responder al instante. Meditaba la respuesta, quizás…había hablado de más. no quería seguir con aquella conversación pero ya era demasiado tarde, el nerviosismo aún perduraba en su ser y eso le había envalentonado a hablar.
-No lo sé. Eso me decían. No fui nunca alguien normal, a mi alrededor ocurrían cosas inexplicables… por mis poderes , al principio pensé que era casualidad pero luego… los poderes iban en aumento, lo sentía pero no podía controlarlos… no sabía cómo -hizo una pausa, dando un nuevo bocado y un suspiro largo y profundo. Hizo una mueca con los labios, no debió de nombrarle pero… desde que se marchó ocupaba su pensamiento y para eso sí que no había magia que lo desapareciese. -ÉL. -puntualizó, con una media sonrisa, demasiado bonita…ni ella misma sabía que el haberle encontrado y salvado, la había condenado como la propia alma del lican, la bestia.
-Salvé un alma oscura, cruel y despiadada. Me mostró el horror frente a mis ojos y aún así… vi luz, quise verla pero sé que las almas oscuras…te terminan consumiendo. Y no sé a qué te refieres con…consumirnos ¿por qué? -la curiosidad centelleó en sus orbes claras , observando a la mujer en silencio… esperando que ella tuviese la solución y respuesta a todas sus dudas, sus pensamientos que no la dejaban avanzar -No quiero condenarme pero siento que …si la próxima vez que le vea, le dejo marchar será cuando no pueda salvarle. ¿Cómo puedo hacerlo? debe haber…una cura, una solución para las almas perdidas… que no encuentran su sitio o no quieren ver que lo tienen ante sus ojos. Dime, Salamandra…¿cómo puedo hacer para limpiar su alma? No se condene aún más. Y lo mío… no lo sé, es que no encuentro otra explicación… todo el que se ha acercado a mí no ha terminado bien. Debo ser yo ¿qué otra explicación hay? No lo entiendo… solo quiero controlar esto, aprender… y al menos… poder hacer algo bueno con mi don, no condenarme aún más. Si me ayudas te deberé… te deberé mucho. Y no tengo nada para ofrecerte…solo mi lealtad, mi ayuda y mi protección…aunque esto último, dame tiempo ¿trato? -tembló al ofrecerle su mano y fuese estrechada… si no, volvería en sus pasos hacia aquella cabaña, una vez más.
Jamás se asemejaría a esa mujer de cabello color fuego, para Maia , esa joven era la misma imagen de la experiencia de la vida y la magia. Algo le decía que de donde venía no era bien recibida, huiría… como ella misma, su vida era una continua mirada hacia atrás por si alguien le acechaba para cualquier fin. No se fiaba de nadie y aunque, su encuentro había sido casual… tampoco se fiaba de ella. bajó un instante la mirada por ese pensamiento, la vida le había hecho ser tan desconfiada que jamás podría avanzar en tratar con otras personas o simplemente, pasear como una joven corriente… libre. Si era libre sin estar atada a nadie ¿por qué se sentía prisionera? Prisionera de ella misma.
Un bocado al pan, uno pequeño mordisco al queso y un suspiro incompleto. En silencio, pensaba en lo desdichada que se sentía en esos momentos. No controlaba sus poderes y si ella le enseñaba…le debería un gran favor pues la vida le enseñó que nadie hace nada por nadie. Suspiró largamente sin responder al instante. Meditaba la respuesta, quizás…había hablado de más. no quería seguir con aquella conversación pero ya era demasiado tarde, el nerviosismo aún perduraba en su ser y eso le había envalentonado a hablar.
-No lo sé. Eso me decían. No fui nunca alguien normal, a mi alrededor ocurrían cosas inexplicables… por mis poderes , al principio pensé que era casualidad pero luego… los poderes iban en aumento, lo sentía pero no podía controlarlos… no sabía cómo -hizo una pausa, dando un nuevo bocado y un suspiro largo y profundo. Hizo una mueca con los labios, no debió de nombrarle pero… desde que se marchó ocupaba su pensamiento y para eso sí que no había magia que lo desapareciese. -ÉL. -puntualizó, con una media sonrisa, demasiado bonita…ni ella misma sabía que el haberle encontrado y salvado, la había condenado como la propia alma del lican, la bestia.
-Salvé un alma oscura, cruel y despiadada. Me mostró el horror frente a mis ojos y aún así… vi luz, quise verla pero sé que las almas oscuras…te terminan consumiendo. Y no sé a qué te refieres con…consumirnos ¿por qué? -la curiosidad centelleó en sus orbes claras , observando a la mujer en silencio… esperando que ella tuviese la solución y respuesta a todas sus dudas, sus pensamientos que no la dejaban avanzar -No quiero condenarme pero siento que …si la próxima vez que le vea, le dejo marchar será cuando no pueda salvarle. ¿Cómo puedo hacerlo? debe haber…una cura, una solución para las almas perdidas… que no encuentran su sitio o no quieren ver que lo tienen ante sus ojos. Dime, Salamandra…¿cómo puedo hacer para limpiar su alma? No se condene aún más. Y lo mío… no lo sé, es que no encuentro otra explicación… todo el que se ha acercado a mí no ha terminado bien. Debo ser yo ¿qué otra explicación hay? No lo entiendo… solo quiero controlar esto, aprender… y al menos… poder hacer algo bueno con mi don, no condenarme aún más. Si me ayudas te deberé… te deberé mucho. Y no tengo nada para ofrecerte…solo mi lealtad, mi ayuda y mi protección…aunque esto último, dame tiempo ¿trato? -tembló al ofrecerle su mano y fuese estrechada… si no, volvería en sus pasos hacia aquella cabaña, una vez más.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
- La vida no es sencilla, Maia. Puede que sea la verdadera razón por la que, por desgracia, tantos de los que se han cruzado contigo han acabado sucumbiendo por el camino - Le digo, una vez la rubia ha acabado de desahogar sus penas. Está temblando, no sé si de frío o de desesperación; en cualquier caso, añado un par de ramas más a la hoguera, que crepita emitiendo un relajante aroma a madera quemada. Por tal de facilitar que la bruja se calme, rebusco en mis bolsitas hasta encontrar un poco de lavanda y salvia blanca, que quemo entre las llamas para que sus respectivos olores nos invadan y purifiquen. - De todos modos, ya te he explicado antes que estoy muy lejos de conocerlo todo; así que tal vez, lo mejor sea llevar a cabo un ritual de purificación. Para limpiarte a ti, y a esa alma oscura que dices haber conocido. Si es que estás tan segura de no querer dejarle ir.
La miro fijamente a los ojos durante unos instantes, mientras la rubia extiende su mano para que yo se la estreche. Con el rostro iluminado por el juego de sombras que produce el fuego, parezco más que nunca un animal salvaje; de ojos brillantes y cabellos en llamas, peligroso, cauto, pero cálido.
- No quiero que me debas nada. Te ayudaré porque quiero hacerlo. - Respondo al fin, aferrando con mi mano la pálida de la hechicera. Casi no ejerzo presión cuando nuestras manos se entrelazan, pensativa al imaginar cómo lograr enseñarle lo que me fue transmitido en su día. Demasiado, y a la vez, demasiado poco; sin que mi desconocimiento de las letras fuera un impedimento para conseguirlo. - Me basta con que seas fiel a ti misma. Algo que no siempre resulta sencillo cuando la tentación sale a recibirnos. - Un calambrazo me recorre en ese instante las plantas de los pies, trepando hasta alojarse a la altura de mi pecho. Un doloroso recordatorio de que tengo que marcharme antes de que la sobredosis de efedra me encuentre, lejos de Dave. - Cuando mi magia se haya regenerado, iré a buscarte. Hasta entonces, descansa; tienes que estar preparada para el entrenamiento.
Me levanto con cierta torpeza tras pronunciar las últimas palabras, evitando que mis bolsillos se aplasten con mis gestos. Los pies todavía me arden de dolor, igual que mis piernas; tan calientes al tacto que parecen parte del fuego. Aun así, esbozo una sonrisa antes de perderme entre las sombras. Porque el dolor sólo tendrá poder en mi si yo se lo permito. Y al lado de lo sucedido ayer con Geralt, Varek y Gauekko, esto no es más que un pequeño contratiempo.
La miro fijamente a los ojos durante unos instantes, mientras la rubia extiende su mano para que yo se la estreche. Con el rostro iluminado por el juego de sombras que produce el fuego, parezco más que nunca un animal salvaje; de ojos brillantes y cabellos en llamas, peligroso, cauto, pero cálido.
- No quiero que me debas nada. Te ayudaré porque quiero hacerlo. - Respondo al fin, aferrando con mi mano la pálida de la hechicera. Casi no ejerzo presión cuando nuestras manos se entrelazan, pensativa al imaginar cómo lograr enseñarle lo que me fue transmitido en su día. Demasiado, y a la vez, demasiado poco; sin que mi desconocimiento de las letras fuera un impedimento para conseguirlo. - Me basta con que seas fiel a ti misma. Algo que no siempre resulta sencillo cuando la tentación sale a recibirnos. - Un calambrazo me recorre en ese instante las plantas de los pies, trepando hasta alojarse a la altura de mi pecho. Un doloroso recordatorio de que tengo que marcharme antes de que la sobredosis de efedra me encuentre, lejos de Dave. - Cuando mi magia se haya regenerado, iré a buscarte. Hasta entonces, descansa; tienes que estar preparada para el entrenamiento.
Me levanto con cierta torpeza tras pronunciar las últimas palabras, evitando que mis bolsillos se aplasten con mis gestos. Los pies todavía me arden de dolor, igual que mis piernas; tan calientes al tacto que parecen parte del fuego. Aun así, esbozo una sonrisa antes de perderme entre las sombras. Porque el dolor sólo tendrá poder en mi si yo se lo permito. Y al lado de lo sucedido ayer con Geralt, Varek y Gauekko, esto no es más que un pequeño contratiempo.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
Las palabras de aquella mujer, ese ángel de fuego como la joven la llamaba en pensamiento, palabras que resultaron ser cálidas y cargadas de plena paz. Una paz que tanto había buscado y no encontrado. Desde hacía mucho, intentó buscar el camino y encontrarlo pero le resultaba tan difícil…más que no pensar en su presunta “maldición”. Quizás no fuese tal cosa pero ¿cómo no pensarlo? Todo caían por el camino y ella, la culpable a la que todos señalaban.
Sonrió llena de vida ante sus palabras, si era cierto que iba a enseñarle… tendría que estar más que descansada, cuerpo y mente. Voces que le animaban a seguir descubriéndose a sí misma, un camino que por fin recobró sentido, uno al que seguir. Y a decir verdad, se encontraba débil y torpe, apenas durmió en estos días. Un descanso para ambas, un nuevo encuentro en el que seguro daría sus frutos.
Le preocupó el estado de la mujer, no dudó en levantarse aprisa para ofrecerle la mano. Perdida en su mirada cristalina, musita un “gracias” que le sale de lo más hondo de su alma. Es hora de volver en sus pasos, de hablar con las almas perdidas al regreso. No quiere despedirse con un “adiós”, así que tan solo, esa sonrisa pura y cristalina…dedica a la mujer, hasta que ambas se pierden en sus pasos, destinos diferentes… hasta que volviesen a reunirse en el mismo punto del camino.
Pasadas unas semanas, frente al mar, sus orbes se pierden hasta donde alcanza el horizonte. Hace días que no puede dormir bien, un alma perdida susurra sin parar mal augurio. Intenta protegerla, avisarle de que si no es inteligente y toma las decisiones correctas , lo lamentaría toda su vida. No comprende a qué se refiere, si a su demonio, si a la magia…si a todo en general. Encontrar el camino no es fácil pero si algo le enseñaron una vez fue a no perder la esperanza.
El cabello rubio se enreda con el viento, hermosa imagen de la joven vestida de blanco , parece estar esperando a alguien y así es. El ángel de fuego prometió irle a buscar pero los días pasaban y no obtenía respuesta. Quizás fue un sueño, en el que la salvó… le enseñó que no debe rendirse, si no luchar con uñas y dientes. Ser fiel a sí misma.
Sonrió llena de vida ante sus palabras, si era cierto que iba a enseñarle… tendría que estar más que descansada, cuerpo y mente. Voces que le animaban a seguir descubriéndose a sí misma, un camino que por fin recobró sentido, uno al que seguir. Y a decir verdad, se encontraba débil y torpe, apenas durmió en estos días. Un descanso para ambas, un nuevo encuentro en el que seguro daría sus frutos.
Le preocupó el estado de la mujer, no dudó en levantarse aprisa para ofrecerle la mano. Perdida en su mirada cristalina, musita un “gracias” que le sale de lo más hondo de su alma. Es hora de volver en sus pasos, de hablar con las almas perdidas al regreso. No quiere despedirse con un “adiós”, así que tan solo, esa sonrisa pura y cristalina…dedica a la mujer, hasta que ambas se pierden en sus pasos, destinos diferentes… hasta que volviesen a reunirse en el mismo punto del camino.
Pasadas unas semanas, frente al mar, sus orbes se pierden hasta donde alcanza el horizonte. Hace días que no puede dormir bien, un alma perdida susurra sin parar mal augurio. Intenta protegerla, avisarle de que si no es inteligente y toma las decisiones correctas , lo lamentaría toda su vida. No comprende a qué se refiere, si a su demonio, si a la magia…si a todo en general. Encontrar el camino no es fácil pero si algo le enseñaron una vez fue a no perder la esperanza.
El cabello rubio se enreda con el viento, hermosa imagen de la joven vestida de blanco , parece estar esperando a alguien y así es. El ángel de fuego prometió irle a buscar pero los días pasaban y no obtenía respuesta. Quizás fue un sueño, en el que la salvó… le enseñó que no debe rendirse, si no luchar con uñas y dientes. Ser fiel a sí misma.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
Quince días después de mi último encuentro con Maia, salgo por primera vez de la Guarida de los Huérfanos. Voy equipada con todo lo necesario para un ritual de purificación: velas, salvia blanca, lavanda. El cuchillo ritual que empleaba mi mentora descansa sobre mi cadera, así como otras hierbas y enseres por si me fueran necesarios. Sé siempre precavida, niña; solía decirme la anciana que me enseñó. Porque si algo puede salir mal, saldrá mal, y tienes que estar preparada para ello. En aquel entonces, no comprendía la razón que tenía mi mentora. Era demasiado joven, inexperta; centrada en el odio que sentía y no en la oportunidad de aprender que tenía en el momento. Ahora, la vida me ha hecho madurar más rápido de lo que me correspondería por edad. Las adversidades, la Inquisición y la responsabilidad de tener tantos pilluelos a mi cargo han sido mis maestros; duros e implacables cuando no he sido lo suficientemente fuerte. Pero he conseguido salir adelante. Aprender, aún a golpes. Y aquí estoy. Dispuesta a continuar con el camino que yo misma me he propuesto seguir.
Todavía pensando en los niños, esbozo una media sonrisa cálida y afectuosa. Duncan los mantiene ocupados, ahora que por fin ha vuelto entre nosotros. De hecho, ha sido él quien ha cuidado de mi durante mi larga convalecencia. Mimándome como la princesa que jamás seré, y cuidando por que no me faltase de nada. Me habría gustado contar con él hoy, que me ayudase en el ritual. Pero era demasiado peligroso dejar la Guarida abandonada; Jack, nuestro contacto secreto, nos ha advertido de que la Orden iba a llevar a cabo una de sus redadas. Y algunos de nuestros niños podrían cometer algún error y delatarnos a todos. Decidimos que era mejor que uno de nosotros se quedase allí, para protegerlos. Y tenía que ser él; yo no podía dejar a Maia desprotegida, a merced de cualquier cazador que decida cobrarse su presa en ella.
Con la habilidad que confiere la práctica, realizo los sencillos gestos correspondientes al hechizo de rastreo. Un camino visible únicamente para mis ojos se ilumina ante mi, indicándome la dirección a seguir si quiero encontrar a la otra hechicera. Prometí que iría a buscarla tan pronto como me recuperase, y eso es lo que estoy haciendo. Aunque he tadado más de lo que esperaba, agotada por la persecución del cazador, la muerte de Geralt y las secuelas de la efedra.
En apenas media hora, su silueta aparece recortada en el horizonte. El viento agita sus prendas de lana, sencillas y resistentes. El sol arranca destellos dorados de sus largos cabellos, que reluce como oro fundido sobre los pliegues de su vestido. La cercanía del mar hace que su tez parezca más pálida, y sus ojos, más azules que nunca. En definitiva, está exactamente como la recordaba: hermosa pero indefensa, incapaz de utilizar sus dones más preciados.
- Maia - La saludo, manteniendo las distancias para que no se sobresalte por mi presencia. Mis pies descalzos no hacen ruido al caminar, hundiéndose en la húmeda y granulada arena. - ¿Lista para el ritual de purificación?
Todavía pensando en los niños, esbozo una media sonrisa cálida y afectuosa. Duncan los mantiene ocupados, ahora que por fin ha vuelto entre nosotros. De hecho, ha sido él quien ha cuidado de mi durante mi larga convalecencia. Mimándome como la princesa que jamás seré, y cuidando por que no me faltase de nada. Me habría gustado contar con él hoy, que me ayudase en el ritual. Pero era demasiado peligroso dejar la Guarida abandonada; Jack, nuestro contacto secreto, nos ha advertido de que la Orden iba a llevar a cabo una de sus redadas. Y algunos de nuestros niños podrían cometer algún error y delatarnos a todos. Decidimos que era mejor que uno de nosotros se quedase allí, para protegerlos. Y tenía que ser él; yo no podía dejar a Maia desprotegida, a merced de cualquier cazador que decida cobrarse su presa en ella.
Con la habilidad que confiere la práctica, realizo los sencillos gestos correspondientes al hechizo de rastreo. Un camino visible únicamente para mis ojos se ilumina ante mi, indicándome la dirección a seguir si quiero encontrar a la otra hechicera. Prometí que iría a buscarla tan pronto como me recuperase, y eso es lo que estoy haciendo. Aunque he tadado más de lo que esperaba, agotada por la persecución del cazador, la muerte de Geralt y las secuelas de la efedra.
En apenas media hora, su silueta aparece recortada en el horizonte. El viento agita sus prendas de lana, sencillas y resistentes. El sol arranca destellos dorados de sus largos cabellos, que reluce como oro fundido sobre los pliegues de su vestido. La cercanía del mar hace que su tez parezca más pálida, y sus ojos, más azules que nunca. En definitiva, está exactamente como la recordaba: hermosa pero indefensa, incapaz de utilizar sus dones más preciados.
- Maia - La saludo, manteniendo las distancias para que no se sobresalte por mi presencia. Mis pies descalzos no hacen ruido al caminar, hundiéndose en la húmeda y granulada arena. - ¿Lista para el ritual de purificación?
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Preguntas sin respuestas [Privado]
En esas dos semanas, mi vida había cambiado. Sumergida en el caos más profundo, mis poderes parecían haberse evaporado y él era el culpable de ello. Me sentía débil, vulnerable y solo esas voces de almas que aún permanecían aquí, esperando el momento perfecto para poder cruzar en paz. Así quería sentirme, en paz conmigo misma y no terminar sumergida en un dolor tan inmenso que nada ni nadie podría entender menos comprender. ¿Cómo podía amar a un demonio? Alguien oscuro que solo me ofrecía una vida de amor pero no podría ser yo misma nunca más.
Me acordaba cada día de aquella joven de cabello de fuego. Me infundió fuerzas, unas que ahora sentí apagadas. Si alguien podía ayudarme era ella, quería recuperar mi esencia y olvidar. No sé cómo pasó pero me enamoré de esa bestia a la que amé desde el primer segundo. Los dos estábamos mejor separados pues juntos éramos fuego consumiéndonos. Y allí estaba, el mar me daba calma, recordándome quién era…era algo que no estaba dispuesta a olvidar nunca. Me encantaba mi don pero sentía que en algún momento podría perderlo si no me negaba a conservarlo.
-Sabía que vendrías -susurré con una breve sonrisa, mi cabello se enredaba sin fin por la brisa del mar, mi mirada reflejaba el cansancio de noches en vela, conversando con mis únicos amigos más cercanos…esas voces perdidas que intentaban consolarme, aconsejarme…terminando por volverme aún más confundida de lo que ya estaba. Sonreí más ampliamente, al ver como su cabello bailaba al son del mío, caracoles color fuego que me arrancaron una risa inocente.
-Lo estoy. Pensaba que no llegarías a tiempo… casi me rindo -desvié la mirada a la mar, fundiéndose con mis orbes azules-No estaba segura de si quería seguir pero …aquí estamos, pronto anochecerá . Estoy preparada -asentí acercándome a ella, indicándole con un gesto de cabeza que me siguiese a la zona de rocas. Allí, nadie nos vería, si éramos sorprendidas ejerciendo la magia… terminaríamos en la hoguera.
Me senté frente a ella, dedicándole una sonrisa. Siempre llevaba conmigo mis propias creaciones, la mayoría eran para sanar heridas…era lo que mejor se me daba hacer pero no tenía ni la más remota idea de ningún ritual. Dejé mi pequeña bolsa de cuero, la que él me regaló…a un lado y jugueteé nerviosa con mi cabello, enredando los dedos y peinarlo suavemente, atenta a cualquier movimiento o palabra de la bruja.
-Estás protegida -dije sin más, ella me entendería o no… -alguien está contigo, puedo notarlo, susurrarme… te parecerá una tontería pero nunca temas, siempre… te señalará el camino correcto…¿Empezamos?
Me acordaba cada día de aquella joven de cabello de fuego. Me infundió fuerzas, unas que ahora sentí apagadas. Si alguien podía ayudarme era ella, quería recuperar mi esencia y olvidar. No sé cómo pasó pero me enamoré de esa bestia a la que amé desde el primer segundo. Los dos estábamos mejor separados pues juntos éramos fuego consumiéndonos. Y allí estaba, el mar me daba calma, recordándome quién era…era algo que no estaba dispuesta a olvidar nunca. Me encantaba mi don pero sentía que en algún momento podría perderlo si no me negaba a conservarlo.
-Sabía que vendrías -susurré con una breve sonrisa, mi cabello se enredaba sin fin por la brisa del mar, mi mirada reflejaba el cansancio de noches en vela, conversando con mis únicos amigos más cercanos…esas voces perdidas que intentaban consolarme, aconsejarme…terminando por volverme aún más confundida de lo que ya estaba. Sonreí más ampliamente, al ver como su cabello bailaba al son del mío, caracoles color fuego que me arrancaron una risa inocente.
-Lo estoy. Pensaba que no llegarías a tiempo… casi me rindo -desvié la mirada a la mar, fundiéndose con mis orbes azules-No estaba segura de si quería seguir pero …aquí estamos, pronto anochecerá . Estoy preparada -asentí acercándome a ella, indicándole con un gesto de cabeza que me siguiese a la zona de rocas. Allí, nadie nos vería, si éramos sorprendidas ejerciendo la magia… terminaríamos en la hoguera.
Me senté frente a ella, dedicándole una sonrisa. Siempre llevaba conmigo mis propias creaciones, la mayoría eran para sanar heridas…era lo que mejor se me daba hacer pero no tenía ni la más remota idea de ningún ritual. Dejé mi pequeña bolsa de cuero, la que él me regaló…a un lado y jugueteé nerviosa con mi cabello, enredando los dedos y peinarlo suavemente, atenta a cualquier movimiento o palabra de la bruja.
-Estás protegida -dije sin más, ella me entendería o no… -alguien está contigo, puedo notarlo, susurrarme… te parecerá una tontería pero nunca temas, siempre… te señalará el camino correcto…¿Empezamos?
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Temas similares
» ¿Preguntas o respuestas? || Annabeth
» || Preguntas y Respuestas || Flora Levallois
» no procures conocer las preguntas, procura conocer las respuestas... [Pietro]
» Respuestas // Privado
» En la búsqueda de respuestas [Privado]
» || Preguntas y Respuestas || Flora Levallois
» no procures conocer las preguntas, procura conocer las respuestas... [Pietro]
» Respuestas // Privado
» En la búsqueda de respuestas [Privado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour