Destino [Privado]

El destino simplemente nos une en un punto,
uno en donde podemos seguir nuestros caminos...
o unirlos para siempre.




El tiempo transcurría del mismo modo, lento, pausado y sin ningún cambio. Seguía en la residencia Appleby, las mismas clases, rostros, voces y horario. No se diferenciaba de un día de otro. Aburrido, sin vida. Recordaba el tiempo pasado con aquella persona que lo había trastocado todo y de verdad, pensaba que habría esperanza. No quería lujos, ni reconocimiento solo…vivir y ser feliz, allí no podría serlo nunca, jamás.

Cuando le apremiaban con horas en donde hacer lo que quisiera , sus pasos siempre la llevaban a aquella humilde casa, las mejores horas de su vida, con una simple mirada o palabra. Un respiro a su alma. No dejaba de soñar, creer poder tener una oportunidad de huir, rehacer su vida y no permanecer atada a un hombre que aunque entendía aquel trato, en donde no habría amor, solo conveniencia… prefería ser totalmente libre, de la mano de aquel le había hecho sentir tantas cosas.

La señorita Gilbert, llegaba con el correo. Cartas que las jóvenes esperaban con ilusión, ella no esperaba nada ¿¿quién iba a escribirle?? Ni el mismo demonio. Que equivocada estaba, frente a ella, la mano insistente de la mujer, le tendía el sobre cerrado y sellado con cera, el emblema de una familia. ¿una invitación formal? Seguro que tendría que ver Brittany en eso, le habría buscado otro candidato y a su lado, ir a olisquear la sangre fresca, para terminar engulléndola y hacer lo que quisiera a su antojo.

Despacio, destapó el sobre, dentro una sola hoja. Conocía aquellas iniciales, recordando alguna que otra fiesta a la que había asistido pero nunca antes le mandaron una a Abbey directamente. Leyó en silencio, cada palabra al detalle, una invitación para tomar el té con la dueña de la casa Cavey, una joven de su edad la cual con mucha suerte, había perdido a su padre recientemente. Señalada una frase “me gustaría verla con urgencia, a la brevedad posible”. Escribió enseguida, esa misma tarde disiparía sus dudas ¿por qué alguien como esa joven deseaba verla con tanto afán?

Como siempre, alguien la acompañaba, no era el señor Milles…el hombre descansaba en paz. Un hombre más joven, el cual ni siquiera la mirada, solo seguía sus pasos. Ataviada con un vestido sencillo de color crema, nada especial, tampoco el gustaba resaltar demasiado. Llamó con suavidad, suspirando largamente. No entendía qué hacía allí, podía haber aprovechado la tarde de otro modo. Una mujer del servicio, le abrió la puerta, dejándola entrar…alguien bajaba las escaleras, era ella, una joven vestida de rojo con labios del mismo color . Ambas miradas se encontraron con la misma firmeza…el destino acababa de unir a dos personas que fueron separadas hacía mucho.

-Señorita Cavey. Me sorprendió su carta, vine lo más rápido posible… como le urgía ¿qué puedo hacer por usted? No creo que sea por mis hilos políticos, ni mis amistades… no tengo de eso -la risa de Abbey se unió con la de Valeria , quien la miraba fijamente…estudiándola, Abbey sintió su mirada esmeralda… como si esos ojos verdes lo hubiesen visto antes.

El plan seguía el curso esperado por Valeria, citó a esa tal “Abbey Appleby” a su casa, cara a cara por primera vez en todos estos años en los que no sabían la una de la otra. Valeria, sabía una parte de la historia y esperaba que su supuesta hermana, pudiese contribuir a unir los pedazos de esa historia con un inicio pero no con un fin. ¿Por qué aparecía en el testamento? Si se suponía que era hija de Armand Cavey, tendría que reconocerla como tal y así había sido ¿entonces? ¿por qué no vivía con ella en la mansión Cavey? Se informó y por lo que respectaba a la familia Appleby aparte de Abbey , contaba con cuatro hermanas mayores más… todas casadas menos la pequeña.

Reservó la tarde, toda solo para ella. La misma edad, los mismos rasgos salvo los ojos, la pequeña de los Appleby los tenía azules y Valeria, verde esmeralda como su padre. La incertidumbre le hacía estar de mal humor durante la mañana , apenas probó bocado y su carácter brillaba, insoportable, histérica y gritos que se oían hasta las afueras de Paris. El tema le había quitado el sueño desde que aquel notario leyó el testamento y voluntad de su padre antes de morir. Se había tapado bien las espaldas para que Valeria no pudiese hacer lo que quisiese, las condiciones tendría que aceptarlas y cumplirlas a rajatabla , no contento con eso ahora debía compartir el dinero y las posesiones con esa joven que apenas conocía de alguna que otra fiesta.

Al contrario que Abbey, Valeria apareció bajando las escaleras con uno de sus flamantes vestidos rojos como la sangre, al contrario que su invitada a ella sí que le gustaba destacar. Movimientos elegantes sonrisa de suficiencia, parecía que ni siquiera caminase si no flotase. Tan diferentes pero tan iguales en ciertos aspectos, ni ellas mismas podían hacerse una idea. Una sonrisa de medio lado, carmín rojo como la sangre. Valeria siempre había parecido más mayor de la edad que tenía realmente, toda una señora que llevaba al día los negocios, la mansión y pronto, se casaría. Rumores infundados por todo Paris, si no era por amor, solo un capricho de una niña con dinero.

-Abbey Appleby. Bienvenida a la mansión Cavey -la observaba a medida que se iba acercando, una joven más de clase alta que ni tenía idea la suerte que tenía -No, no es nada por eso. Tengo que tratar un asunto… contigo. Déjame que te tutee, somos de la misma edad… más o menos -no, más o menos, no…tenían la misma edad pero ¿cómo podía ser posible? Le indicó que se sentase en uno de los sillones frente a la chimenea, hacía frío y el calor de la lumbre llamaba a gritos. Valeria, se sentó frente a ella, una joven del servicio no tardó en llegar con una bandeja, dulces de diferentes sabores… té o café.

-Déjame yo serviré -la joven se fue casi a la carrera, algo usual en el servicio de Valeria, la temían y respetaban… no deseaban verla enfadada -Es inglesa, supongo que un té ¿no? -esperó su respuesta, no andándose con rodeos… cuanto antes solucionase este tema, mucho mejor -Mi padre, murió hace unos meses, lo sabe… sé que su familia acudió al entierro, su madre y usted acompañándola -hizo una pausa, sirviéndose ella antes su café negro como la noche con un solo azucarillo. -Si está aquí es por una sencilla razón. Reza en el testamento, como heredera… y esperaba que me dijese ¿por qué? -no tuvo tacto, dejó de muy mala manera la taza de porcelana en la pequeña mesita - Estás como su hija ¿me explicas? Porque en todo este tiempo yo fui la única… pero me encuentro con que no solo eso, si no que Abbey Appleby es su otra hija  - buscó su mirada, esperando respuestas… unas que quizás no llegarían. El encuentro había empezado.

Fuimos una vez dos… pero nos separaron.


Esa casa le daba escalofríos. Apenas luz tenue, las escaleras alumbradas con luz más cálida, en el pequeño salón donde se encontraban la silueta de la anfitriona se dibujaba a la perfección, le pareció incluso más alta de lo que ya era. Sus orbes azules, se clavaron en ella con total curiosidad. No habían cruzado ni una palabra, ambas se conocían de vista y Abbey… ni siquiera se fijó en ella en realidad. Su alma rebelde le llevaba a centrarse a otras cosas, como salir corriendo de aquellas fiestas aburridas de las que sin embargo Valeria, disfrutaba.

Observó a la joven Cavey servirse el café, movimientos muy elegantes y refinados “así querría que fuese la señorita Gilbert”, pensó enarcando una ceja. Valeria Cavey, una joven de su edad muy hermosa, ya comprometida y con un buen patrimonio el cual le había dejado su padre o eso… era lo que realmente pensaban sus compañeras. Por lo visto, los rumores seguían apuntándola como una joven ambiciosa, egoísta que se había encaprichado de un hombre extranjero, un tal señor Cannif, Hoör Cannif.

-Preferiría un café con un toque de leche , el té me da arcadas - un comentario un tanto poco acertado pero ¿desde cuándo a ella le importaba tal cosa? Asintió, tomando su taza, acercándola hacia sí y prestar atención. Esperaba que aquella visita no se alargase demasiado, no le agradaban esas reuniones de clase alta y menos con gente desconocida -¿Disculpa? -tuvo que interrumpirla porque con lo de “reza en el testamento” hizo bucle en su cabeza -¿Y a mí qué me dices? Yo también la tuteo si no te importa -el tema expuesto sobre la mesa, como un juego de cartas a ver quien salía ganadora pero Abbey ni siquiera sabía que jugaba…hasta ahora.

Dejó que hablase, terminase con su monótono discurso y suspiró largamente. ¿Se podía saber qué se había tomado aquella joven? ¿hija de quién? Debía ser un error y no solo eso… no comprendía porqué la escrutaba con la mirada cuando ella misma estaba tan perdida como su acompañante. Cerró los ojos un instante, estuvo a punto de levantarse e irse por donde había venido, el tono con el que se había dirigido no fue el más acertado.

- No sé de qué estás hablando. ¿Qué quieres que te explique? Y cuidado señorita Cavey con las formas, tengo menos formas todavía y aún estoy digiriendo lo que me has dicho - dio un par de vueltas rápidas al café y le dio un sorbo, necesitaba aquel sorbo para darse fuerza y ánimo -Ni siquiera vivo aquí, solo estoy de forma temporal, en la residencia de señoritas Appleby. Estoy en Paris de paso o quizás quién sabe… y no hace falta explicarte qué hacen allí. -hizo una pausa, su tono dejó de ser suave, elevándose un tanto - Mis padres son David Appleby y esposa, conoce a mis padres… ¿por qué iba a ser hija de tu padre? Oh vamos, ¿mi hermana? Tengo ya cuatro, son suficientes, gracias -negó con la cabeza, con las manos y con su cuerpo entero si fuese necesario. No comprendía y menos si se lo había contado de esa manera.

-Enséñame el testamento, porque no sé de qué hablas. No tengo ni idea de… nada -perpleja, se quedó mirando la taza de café, absorta en sus pensamientos…eso no le podía estar pasando -Yo tengo hermanas, no conocí a tu padre, señorita Cavey… -hizo una pausa, si eran de la misma edad…sería completamente imposible que fuesen hermanas -Mi cumpleaños es el doce de abril -añadió, clavando sus orbes en ella, esperaba que con eso…diese alguna pista, alguna aclaración…