AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Almas oscuras [Privado]
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Almas oscuras [Privado]
Caronte consideraba el cementerio su hogar. Se sentía más cómodo ahí, rodeado de muerte que en cualquier otro sitio en todo París. Su estilo de crianza, sus habilidades mágicas y su destino lo empujaban a aquel lugar donde incluso decidió trabajar como sepulturero. Para muchas personas estar en contacto directo con cadáveres y el final del camino de seres vivos era algo realmente triste o repugnante, cosas que él no podía comprender. El brujo proveniente de Samotracia veía en la muerte un destino natural, algo tan maravilloso como un nacimiento y esa noche, observaba con atención la más reciente tumba en Montmartre, así como al fantasma de aquella que yacía bajo tierra.
- Este ya no es tu hogar, tu ya has dado un paso más – susurró en un intento de calmar la rabia y la tristeza creciente en aquel espíritu que no se dignaba siquiera a observar al hechicero –Negarte a continuar solo te traerá sufrimiento, en especial porque es evidente que no tienes asuntos pendientes – la seguridad en su voz era asombrosa, pero se debía a toda una vida tratando con espíritus y fuerzas más allá de la comprensión humana.
Era su conocimiento del mundo de los muertos lo que de hecho le empujo a hablar con aquel fantasma. Caronte sabía que en la tierra, solo les estaba permitida la estancia a aquellas almas que tenían asuntos que resolver. También sabía que almas como la de la fantasma que sus ojos observaban, no solo no tenían permiso de vagar por la tierra sino que eran capaces de ganar un sin numero de emociones negativas que les llevarían a ser almas oscuras, fantasmas que trataban de hacer la vida de los vivos un infierno en la tierra. Claro que aquellas almas consumidas por las oscuridad no se conformaban solamente con buscar el dolor en los demás, ellas también buscaban un nuevo recipiente del cual trataban de hacerse mediante la posesión, motivo principal por el que Caronte trataba de convencer a aquel fantasma de abandonar la tierra, pues de no hacerlo buscaría un cuerpo y serian los hechiceros inexpertos o las personas débiles quienes se volverían, sin duda alguna, su blanco.
- Este ya no es tu hogar, tu ya has dado un paso más – susurró en un intento de calmar la rabia y la tristeza creciente en aquel espíritu que no se dignaba siquiera a observar al hechicero –Negarte a continuar solo te traerá sufrimiento, en especial porque es evidente que no tienes asuntos pendientes – la seguridad en su voz era asombrosa, pero se debía a toda una vida tratando con espíritus y fuerzas más allá de la comprensión humana.
Era su conocimiento del mundo de los muertos lo que de hecho le empujo a hablar con aquel fantasma. Caronte sabía que en la tierra, solo les estaba permitida la estancia a aquellas almas que tenían asuntos que resolver. También sabía que almas como la de la fantasma que sus ojos observaban, no solo no tenían permiso de vagar por la tierra sino que eran capaces de ganar un sin numero de emociones negativas que les llevarían a ser almas oscuras, fantasmas que trataban de hacer la vida de los vivos un infierno en la tierra. Claro que aquellas almas consumidas por las oscuridad no se conformaban solamente con buscar el dolor en los demás, ellas también buscaban un nuevo recipiente del cual trataban de hacerse mediante la posesión, motivo principal por el que Caronte trataba de convencer a aquel fantasma de abandonar la tierra, pues de no hacerlo buscaría un cuerpo y serian los hechiceros inexpertos o las personas débiles quienes se volverían, sin duda alguna, su blanco.
Caronte- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2016
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Re: Almas oscuras [Privado]
Había estado noches enteras en vela, ansiosa, como si algo en ella no estuviera bien. Minerva solía ser una muchacha tranquila y paciente, pero, durante los últimos días, algo, muy en su interior, se estaba saliendo de control. Estando sola, sin nadie a su lado que le ofreciera su apoyo, sentía que ya no podía. El despertar de sus nuevas habilidades le era algo con lo que no podía lidiar fácilmente, por eso, en su momento, consideró en encontrar a algún hechicero experto que le ofreciera su conocimiento, y desde luego, su ayuda. Sin embargo, la tarea había resultado complicada; París estaba infectado –por llamarlo de algún modo–, de inquisidores, y eso evitaba que cualquier persona con alguna habilidad especial se dejara conocer. No tuvo más opción que resignarse, y continuar, a duras penas, con las pocas respuestas que había dejado su difunto esposo.
Aquella noche, mientras releía los diarios, y demás manuscritos que pertenecían a Leo, una brisa gélida le hizo salir de su hogar. Vagó sin rumbo hasta llegar al cementerio, y por primera vez en su vida, logró ver, con una claridad abismal, a los espectros yendo de un lado a otro. Minerva se horrorizó ante aquel espectáculo, pero, su cuerpo no obedecía a sus pensamientos. Y fue entonces cuando se aferró al recuerdo de su esposo, ¡si tan sólo su espíritu errante pudiera ayudarla a escapar de esas ataduras! Se sentía la más inútil de las criaturas, y todo por no saber tener control de sus poderes. Había leído, en alguna parte, que los brujos bien podían ejercer cierto control sobre los muertos, aun así, ella no era capaz de hacerlo, porque ni siquiera sabía si poseía tal don.
La calina que ascendía con horrorosa lentitud, le era asfixiante, como un gas que quería aferrarse a sus pulmones para dañarlos por completo. Cada vez que avanzaba, sentía su cuerpo mucho más pesado, casi imposible de conducirlo por las sendas de lápidas de Montmartre. No pudo evitar sentirse aterrada; un miedo descomunal le invadió de pies a cabeza, y aunque aquello le impulsó a huir, algo continuó ejerciendo dominio de su propia existencia. Apenas unas lágrimas amargas se deslizaron por sus mejillas, pero no hubo más espacio para el temor, ¡porque ella no era mujer de resignarse tan fácilmente! Ni al mundo físico, ni mucho menos al espiritual. Sí, era una hechicera novata, sin embargo, que las sombras no confundieran eso con debilidad, pues nadie en esta vida nace con el conocimiento, más bien, éste va adquiriéndose con el pasar de los años.
—Eres fuerte, Minerva. Lo eres... Debes regresar a casa, este no es tu lugar —se repetía a sí misma, como dándose ánimos en medio de la oscuridad. Pero, su valentía volvió a desvanecerse cuando lo vio, en medio de tumbas, un hombre con un aspecto diferente al de muchos en la ciudad—. ¡Dios mío! —exclamó en un hilo de voz, retrocediendo un par de pasos—. Lo lamento, yo no quería... interrumpirlo.
Tal vez podía tratarse de algún espectro, pero no, se dio cuenta que era un mortal como ella. Sin embargo, el espíritu que la observaba con intensidad, la dejó un poco descolocada, como temiendo lo peor.
—Lo siento, en serio. Yo, sólo venía a visitar a alguien. Lo siento...
Aquella noche, mientras releía los diarios, y demás manuscritos que pertenecían a Leo, una brisa gélida le hizo salir de su hogar. Vagó sin rumbo hasta llegar al cementerio, y por primera vez en su vida, logró ver, con una claridad abismal, a los espectros yendo de un lado a otro. Minerva se horrorizó ante aquel espectáculo, pero, su cuerpo no obedecía a sus pensamientos. Y fue entonces cuando se aferró al recuerdo de su esposo, ¡si tan sólo su espíritu errante pudiera ayudarla a escapar de esas ataduras! Se sentía la más inútil de las criaturas, y todo por no saber tener control de sus poderes. Había leído, en alguna parte, que los brujos bien podían ejercer cierto control sobre los muertos, aun así, ella no era capaz de hacerlo, porque ni siquiera sabía si poseía tal don.
La calina que ascendía con horrorosa lentitud, le era asfixiante, como un gas que quería aferrarse a sus pulmones para dañarlos por completo. Cada vez que avanzaba, sentía su cuerpo mucho más pesado, casi imposible de conducirlo por las sendas de lápidas de Montmartre. No pudo evitar sentirse aterrada; un miedo descomunal le invadió de pies a cabeza, y aunque aquello le impulsó a huir, algo continuó ejerciendo dominio de su propia existencia. Apenas unas lágrimas amargas se deslizaron por sus mejillas, pero no hubo más espacio para el temor, ¡porque ella no era mujer de resignarse tan fácilmente! Ni al mundo físico, ni mucho menos al espiritual. Sí, era una hechicera novata, sin embargo, que las sombras no confundieran eso con debilidad, pues nadie en esta vida nace con el conocimiento, más bien, éste va adquiriéndose con el pasar de los años.
—Eres fuerte, Minerva. Lo eres... Debes regresar a casa, este no es tu lugar —se repetía a sí misma, como dándose ánimos en medio de la oscuridad. Pero, su valentía volvió a desvanecerse cuando lo vio, en medio de tumbas, un hombre con un aspecto diferente al de muchos en la ciudad—. ¡Dios mío! —exclamó en un hilo de voz, retrocediendo un par de pasos—. Lo lamento, yo no quería... interrumpirlo.
Tal vez podía tratarse de algún espectro, pero no, se dio cuenta que era un mortal como ella. Sin embargo, el espíritu que la observaba con intensidad, la dejó un poco descolocada, como temiendo lo peor.
—Lo siento, en serio. Yo, sólo venía a visitar a alguien. Lo siento...
Minerva Balzaretti- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/09/2015
Re: Almas oscuras [Privado]
El aura de muerte y maldad que rodeaba tanto al brujo como a la fantasma se incrementaba y expandía con cada segundo que pasaba. Al espectro no le agradaba nada que el hechicero tratará de interferir con sus planes de quedarse en ese plano y eso era más que evidente. Los ojos de hechicero continuaban clavados en el espectro de la mujer quien continuaba resistiéndose a mirarlo, como si supiera que hacerlo sería el final de su camino, que ceder ante Caronte le llevaría lentamente a su destino final. Uno que él sabía era lo mejor para ella.
– Este lugar te traerá dolor. Nunca podrás volver a ser lo que alguna vez fuiste, así que déjame ayudarte, deja que te llevé a un lugar mejor – pidió una vez más a la fantasma quien pareció removerse ligeramente. Por un par de segundos, Caronte creyó que lograba convencerla, que pronto la fantasma cedería ante él y que haciendo honor a su nombre, podría él ayudarla a irse a otro mundo.
El hechicero estaba tan concentrado en buscar la manera de hacer que la fantasma se fuera que no fue capaz de ver las advertencias de aquellos espíritus bondadosos que le acompañaban diariamente, mismos que trataban de hacerle ver que ya no estaban solos y que quien se acercaba estaba en verdadero peligro.
– No quiero tener que usar la fuerza contigo – advirtió al fantasma. Estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance por no permitirle permanecer más de lo necesario en la tierra. Después de decir aquellas palabras, una voz femenina hizo que tanto Caronte como la fantasma desviasen su atención del otro para centrarla en la muchacha que con temor les observaba.
La presencia de la muchacha en el cementerio despertó algo en la fantasma, algo que Caronte sabía no era bueno. Los ojos del hechicero se mantenían fijos en la chica, esa que era rodeada por un aura mágica sin control, dándole a entender que apenas estaba descubriendo sus poderes, lo que la volvía, tal y como temía él, en un blanco apropiado para un espectro como el que estaba a un lado suyo, mirando con intensidad y deseo el cuerpo de la muchacha.
– No tienes que disculparte – soltó Caronte de pronto – Más bien soy yo quien debe disculparse por no haber podido completar mi misión antes de tu llegada – y lo sentía de verdad, pues de haber hecho lo que le correspondía, la muchacha no estaría en peligro.
Ante la mirada penetrante de espectro, la hechicera retrocedió un poco.
– ¡No retrocedas! – ordenó Caronte que de manera lenta estiró su mano en dirección a la muchacha – Tienes que venir hacía mi, lentamente – La hechicera podría no comprender aún el peligro en que se encontraba pero para Caronte el peligro le resultaba más que evidente, así que tenía que hacer que la muchacha se acercara a él antes de que el espectro se diera cuenta de que si la bruja no era tocada por Caronte, él era incapaz de protegerla.
– Este lugar te traerá dolor. Nunca podrás volver a ser lo que alguna vez fuiste, así que déjame ayudarte, deja que te llevé a un lugar mejor – pidió una vez más a la fantasma quien pareció removerse ligeramente. Por un par de segundos, Caronte creyó que lograba convencerla, que pronto la fantasma cedería ante él y que haciendo honor a su nombre, podría él ayudarla a irse a otro mundo.
El hechicero estaba tan concentrado en buscar la manera de hacer que la fantasma se fuera que no fue capaz de ver las advertencias de aquellos espíritus bondadosos que le acompañaban diariamente, mismos que trataban de hacerle ver que ya no estaban solos y que quien se acercaba estaba en verdadero peligro.
– No quiero tener que usar la fuerza contigo – advirtió al fantasma. Estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance por no permitirle permanecer más de lo necesario en la tierra. Después de decir aquellas palabras, una voz femenina hizo que tanto Caronte como la fantasma desviasen su atención del otro para centrarla en la muchacha que con temor les observaba.
La presencia de la muchacha en el cementerio despertó algo en la fantasma, algo que Caronte sabía no era bueno. Los ojos del hechicero se mantenían fijos en la chica, esa que era rodeada por un aura mágica sin control, dándole a entender que apenas estaba descubriendo sus poderes, lo que la volvía, tal y como temía él, en un blanco apropiado para un espectro como el que estaba a un lado suyo, mirando con intensidad y deseo el cuerpo de la muchacha.
– No tienes que disculparte – soltó Caronte de pronto – Más bien soy yo quien debe disculparse por no haber podido completar mi misión antes de tu llegada – y lo sentía de verdad, pues de haber hecho lo que le correspondía, la muchacha no estaría en peligro.
Ante la mirada penetrante de espectro, la hechicera retrocedió un poco.
– ¡No retrocedas! – ordenó Caronte que de manera lenta estiró su mano en dirección a la muchacha – Tienes que venir hacía mi, lentamente – La hechicera podría no comprender aún el peligro en que se encontraba pero para Caronte el peligro le resultaba más que evidente, así que tenía que hacer que la muchacha se acercara a él antes de que el espectro se diera cuenta de que si la bruja no era tocada por Caronte, él era incapaz de protegerla.
Caronte- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2016
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Re: Almas oscuras [Privado]
El camino se había convertido en una senda de lápidas, una al lado de la otra, mostrando una imagen completamente siniestra de lo que era Montmartre. Minerva nunca se había atrevido a incursionar en aquel lugar, no por miedo, sino por respeto. La muerte siempre le resultó un tema al que le profería admiración y era algo con lo que no se debía jugar, pero, estando en la situación actual, no hallaba qué creer ni qué pensar, su vida estaba dando un giro inesperado. No solía ser alguien con demasiadas supersticiones, sin embargo, ahora que sus habilidades mágicas estaban aflorando, Minerva vio que sus pensamientos acerca de esos temas se vinieron abajo. La muerte de Leo la dejó profundamente marcada, a pesar de que se mostraba bastante optimista al respecto.
Estar en el cementerio a tan altas horas, con una terrible ansiedad y un miedo insano; no parecía ella en realidad. Incluso, cuando tropezó con ese hombre, se mostró mucho más esquiva, sus manos le temblaban y la respiración empezaba a fallarle. Notó que aquel muchacho poseía algo familiar, ¿sería un hechicero experimentado? No supo sin sentirse más tranquila o temer. Sin embargo, él se dirigió con suficiente empatía como para que Minerva intentara cambiar de opinión. Al escudriñarlo más, notó su piel marcada, esa mirada álgida y todo él presentaba una fortaleza que le erizó la piel.
Se centró tanto en la imagen del hechicero que se olvidó por completo del espectro que la miraba con intensidad, como un depredador al acecho. Minerva era una novata en temas relacionados con la hechicería, era como un niño aprendiendo sus primeras palabras.
—¿Misión? —preguntó algo incredulidad, sin poder entender el mensaje tras esas palabras—. Yo... no sé a qué se refiere, pero he sido yo una imprudente en interrumpir su labor. De verdad, disculpe.
Quiso obedecer a las indicaciones del hombre, pero su cuerpo reaccionaba por si solo, como si estuviera percibiendo un inminente peligro. Apenas extendió la mano hacia el hechicero, creyendo que podía confiar en su palabra, pero lo que ocurriría luego la descolocaría por completo. El espíritu, tras un grito desgarrador, se abalanzó sobre ella y Minerva de inmediato huyó hacia quien intentaba ayudarla. Buscó refugio en sus brazos, como lo haría un niño pequeño con su madre. Estaba hecha un manojo de nervios.
—Por favor, aleje esa cosa de mí, se lo suplico —nunca antes se había sentido tan vulnerada, ni siquiera con sus hermanos mayores—. Apenas estoy conociendo sobre estas cosas, no sé cómo controlar lo que me está ocurriendo. ¿Podría ayudarme?
Tal vez él rechazara su petición, pero cabía la mínima posibilidad de que no. A pesar de mostrarse como un hombre hosco, pudo percibir una calidez parecida a la de Leo. ¿Habría alguna esperanza oculta en aquel encuentro? Podía ser que sí, aun así, la presencia de ese espíritu rencoroso todavía le generaba un pavor que le carcomía los huesos. ¿Y si esperaba que ella estuviera sola para atacarla? Minerva se sintió terrible con aquella idea rondándole por la cabeza.
Estar en el cementerio a tan altas horas, con una terrible ansiedad y un miedo insano; no parecía ella en realidad. Incluso, cuando tropezó con ese hombre, se mostró mucho más esquiva, sus manos le temblaban y la respiración empezaba a fallarle. Notó que aquel muchacho poseía algo familiar, ¿sería un hechicero experimentado? No supo sin sentirse más tranquila o temer. Sin embargo, él se dirigió con suficiente empatía como para que Minerva intentara cambiar de opinión. Al escudriñarlo más, notó su piel marcada, esa mirada álgida y todo él presentaba una fortaleza que le erizó la piel.
Se centró tanto en la imagen del hechicero que se olvidó por completo del espectro que la miraba con intensidad, como un depredador al acecho. Minerva era una novata en temas relacionados con la hechicería, era como un niño aprendiendo sus primeras palabras.
—¿Misión? —preguntó algo incredulidad, sin poder entender el mensaje tras esas palabras—. Yo... no sé a qué se refiere, pero he sido yo una imprudente en interrumpir su labor. De verdad, disculpe.
Quiso obedecer a las indicaciones del hombre, pero su cuerpo reaccionaba por si solo, como si estuviera percibiendo un inminente peligro. Apenas extendió la mano hacia el hechicero, creyendo que podía confiar en su palabra, pero lo que ocurriría luego la descolocaría por completo. El espíritu, tras un grito desgarrador, se abalanzó sobre ella y Minerva de inmediato huyó hacia quien intentaba ayudarla. Buscó refugio en sus brazos, como lo haría un niño pequeño con su madre. Estaba hecha un manojo de nervios.
—Por favor, aleje esa cosa de mí, se lo suplico —nunca antes se había sentido tan vulnerada, ni siquiera con sus hermanos mayores—. Apenas estoy conociendo sobre estas cosas, no sé cómo controlar lo que me está ocurriendo. ¿Podría ayudarme?
Tal vez él rechazara su petición, pero cabía la mínima posibilidad de que no. A pesar de mostrarse como un hombre hosco, pudo percibir una calidez parecida a la de Leo. ¿Habría alguna esperanza oculta en aquel encuentro? Podía ser que sí, aun así, la presencia de ese espíritu rencoroso todavía le generaba un pavor que le carcomía los huesos. ¿Y si esperaba que ella estuviera sola para atacarla? Minerva se sintió terrible con aquella idea rondándole por la cabeza.
Minerva Balzaretti- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/09/2015
Re: Almas oscuras [Privado]
A pesar de la calma con la que Caronte hablaba o miraba, resulto evidente, que la muchacha que llegaba de improviso, se encontraba terriblemente confundida. El hechicero atribuía esa confusión a la magia que comenzaba a manifestarse en ella, misma que llamaba con insistencia al espectro femenino que expectante, observaba a la recién llegada. La fantasma debía estar decidiendo si era buena idea tomar aquel cuerpo, arriesgándose en el intento a que Caronte usara lo que el llamaba “fuerza” contra ella, o por el contrario, usaba la interferencia de la chica como distracción para huir y hacer de las suyas lejos del brujo que la amenazaba. Cualquiera que fuera la decisión que tomara el espectro, Caronte no estaría feliz. Si decidía tomar el cuerpo de la bruja, la muchacha experimentaría algo horrible y si se iba, él habría fracasado del todo en su misión.
– Una misión que no puedo explicarte justo ahora – admitió, lanzando una mirada veloz a la fantasma que continuaba mirando con deseo el cuerpo de la bruja, dando a entender entonces a Caronte que la decisión estaba tomada. Aquel espectro haría todo lo que estuviera a su alcance por poseer el cuerpo de la fémina y Caronte, él haría todo por impedir que eso sucediera – Y ya lo he dicho, no debes disculparte por nada, no has actuado de manera errónea – la certeza en su voz era absoluta y lo era porque el hechicero sabía mejor que nadie, que las casualidades eran inexistentes y todo ocurría por un motivo mayor.
Con la mano estirada en dirección a la joven hechicera, Caronte la miraba fijamente.
– Vamos, ven lento a si mi y todo estará bien – aseguró, tratando de hacer que ella no desconfiara de él, algo que debía ser bastante complicado considerando su apariencia y el lugar donde se hallaban. A pesar de los intentos del hechicero, los pasos que la muchacha dio, fueron más bien en retroceso, siendo ese gesto lo que llevó al espectro al lado de Caronte a soltar un grito agudo, escuchado únicamente por aquellos poseedores de magia, antes de abalanzarse sobre la joven bruja.
Dando un par de pasos en dirección a la muchacha, Caronte fue capaz de interceptarla, atrapándola entre sus brazos mientras que con la mirada, buscaba al espectro.
– Tranquila, ya te dije que todo va a estar bien – antes de continuar con la búsqueda del fantasma, el brujo bajo la mirada para concentrarse en la muchacha que temerosa, confirmaba lo que creyó él desde el principio; sus poderes apenas despertaban – Controlar tus poderes es únicamente cuestión de practica y para poder practicar necesitaras encontrar alguien que este dispuesto a ser tu maestro – comentó antes de volver a mirar a su alrededor – Pero dejemos ese tema para después, primero tenemos hacer que el espectro que te atacó abandone esta tierra, solo que antes, debemos encontrarlo – Caronte sabía que el espectro estaba cerca, podía sentirlo pero no verlo y la explicación a ese hecho, estaba entre sus brazos.
– Una misión que no puedo explicarte justo ahora – admitió, lanzando una mirada veloz a la fantasma que continuaba mirando con deseo el cuerpo de la bruja, dando a entender entonces a Caronte que la decisión estaba tomada. Aquel espectro haría todo lo que estuviera a su alcance por poseer el cuerpo de la fémina y Caronte, él haría todo por impedir que eso sucediera – Y ya lo he dicho, no debes disculparte por nada, no has actuado de manera errónea – la certeza en su voz era absoluta y lo era porque el hechicero sabía mejor que nadie, que las casualidades eran inexistentes y todo ocurría por un motivo mayor.
Con la mano estirada en dirección a la joven hechicera, Caronte la miraba fijamente.
– Vamos, ven lento a si mi y todo estará bien – aseguró, tratando de hacer que ella no desconfiara de él, algo que debía ser bastante complicado considerando su apariencia y el lugar donde se hallaban. A pesar de los intentos del hechicero, los pasos que la muchacha dio, fueron más bien en retroceso, siendo ese gesto lo que llevó al espectro al lado de Caronte a soltar un grito agudo, escuchado únicamente por aquellos poseedores de magia, antes de abalanzarse sobre la joven bruja.
Dando un par de pasos en dirección a la muchacha, Caronte fue capaz de interceptarla, atrapándola entre sus brazos mientras que con la mirada, buscaba al espectro.
– Tranquila, ya te dije que todo va a estar bien – antes de continuar con la búsqueda del fantasma, el brujo bajo la mirada para concentrarse en la muchacha que temerosa, confirmaba lo que creyó él desde el principio; sus poderes apenas despertaban – Controlar tus poderes es únicamente cuestión de practica y para poder practicar necesitaras encontrar alguien que este dispuesto a ser tu maestro – comentó antes de volver a mirar a su alrededor – Pero dejemos ese tema para después, primero tenemos hacer que el espectro que te atacó abandone esta tierra, solo que antes, debemos encontrarlo – Caronte sabía que el espectro estaba cerca, podía sentirlo pero no verlo y la explicación a ese hecho, estaba entre sus brazos.
Caronte- Hechicero Clase Alta
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Re: Almas oscuras [Privado]
¿Qué no podía explicarle nada? ¡Y qué clase de respuesta era esa! Por un momento, esa tozudez, tan propia de los Balzaretti, la hizo reaccionar. Era obvio que ella era una inexperta en esos temas, y aunque sabía que estaba experimentando el despertar de sus habilidades como hechicera, no dejaba de sentirse como un gato asustado y acorralado por sus propios miedos. Todo había ocurrido muy rápido, tanto, que ni ella era capaz de explicar a ciencia exacta lo que ocurría. Por supuesto, se hallaba terriblemente confundida; tenía la cabeza hecha un nido. Pero ese hombre, de aspecto amenazante, no hizo más que confundirla, a pesar de haberle ofrecido su ayuda. ¿Y cómo estar tan tranquila cuando aquella cosa la miraba de esa manera? A ver... ¡Tenía que concentrarse! Mientras más vulnerable se mostrara, iba a ser peor.
¿Y cómo iba a cambiar de parecer si ya...? ¿Acaso no se había abalanzado hacia los brazos de ese hombre? ¡Qué vergüenza! Ella era una viuda y él un desconocido. La sola idea hizo que las mejillas se le incendiaran, obligándose a apartarse de inmediato de la figura del sujeto, pero sin alejarse mucho, pues temía que el fantasma pudiera hacerle alguna cosa, y ella todavía no estaba muy segura de las cosas. Apenas tenía el ceño fruncido y la mirada gacha. Estúpida, estúpida...
—Lo lamento, fue algo impropio de mí —murmuró—. Lo de haberme lanzado de esa manera tan descortés. Supongo que fue producto de mi... ya sabe, miedo. Yo —entonces guardó silencio por unos segundos—, es decir, ¿cómo lo sabe? Lo de mis poderes. ¿Puede intuirlo o...? Ay, disculpe, es que no estoy al tanto de nada. En mi familia nunca ha habido magos, ni brujas; al menos hasta donde yo sé. Me sorprende muchísimo que yo esté desarrollando algo tan extraño, que aún creo que estoy soñando.
Se explicó como mejor pudo hacerlo. Sentía las manos frías, producto de sus propios nervios, pero se hizo a la idea de sosegarse, sino las consecuencias podrían ser nefastas, y el comportamiento de él se lo daba a entender por completo. ¡Así no lo estaba ayudando en nada!
—¿Perdón? ¿Acaso pretende que lo ayude? Pero si ya le dije que no sé nada de estas cosas. Mire, todo esto me ha tomado por sorpresa; ya ni sé cómo llegué al cementerio. Aparte, es de noche y... No tengo la menor idea, en serio. —Cruzó los brazos, en un gesto difícil de comprender, pues no se sabía si era que estaba siendo grosera o simplemente fue una reacción necesaria de su cuerpo para estar a la defensiva—. Ya sé que todo se consigue con práctica, desde luego que sí. Aun así, ¿cómo podría alguien dominar algo que apenas conoce? No es como si quisieras aprender a cocinar o a pintar. Esto me supera, en serio.
Y antes de poder continuar con su plática; tal vez excusas baratas por ser tan insulsa, el escalofrío que recorrió su espalda, le anunció lo peor. El espectro estaba detrás de ella, y muy cerca. Sin embargo, tal vez por la idea de preservar su vida, Minerva se giró de improviso, terminando por enfrentar al transparente ser.
—¿Podrías detenerte? A ver, no sé cómo lidiar con criaturas como tú, pero, ¿cuál es la necedad de quedarse aquí cuando nadie más repara en ti? Imagina que fueras tú la persona viva y un fantasma te estuviera molestando, estarías irritada, ¿cierto? Yo creo que tengo razón, porque esto es molesto, sabes...
¿Y cómo iba a cambiar de parecer si ya...? ¿Acaso no se había abalanzado hacia los brazos de ese hombre? ¡Qué vergüenza! Ella era una viuda y él un desconocido. La sola idea hizo que las mejillas se le incendiaran, obligándose a apartarse de inmediato de la figura del sujeto, pero sin alejarse mucho, pues temía que el fantasma pudiera hacerle alguna cosa, y ella todavía no estaba muy segura de las cosas. Apenas tenía el ceño fruncido y la mirada gacha. Estúpida, estúpida...
—Lo lamento, fue algo impropio de mí —murmuró—. Lo de haberme lanzado de esa manera tan descortés. Supongo que fue producto de mi... ya sabe, miedo. Yo —entonces guardó silencio por unos segundos—, es decir, ¿cómo lo sabe? Lo de mis poderes. ¿Puede intuirlo o...? Ay, disculpe, es que no estoy al tanto de nada. En mi familia nunca ha habido magos, ni brujas; al menos hasta donde yo sé. Me sorprende muchísimo que yo esté desarrollando algo tan extraño, que aún creo que estoy soñando.
Se explicó como mejor pudo hacerlo. Sentía las manos frías, producto de sus propios nervios, pero se hizo a la idea de sosegarse, sino las consecuencias podrían ser nefastas, y el comportamiento de él se lo daba a entender por completo. ¡Así no lo estaba ayudando en nada!
—¿Perdón? ¿Acaso pretende que lo ayude? Pero si ya le dije que no sé nada de estas cosas. Mire, todo esto me ha tomado por sorpresa; ya ni sé cómo llegué al cementerio. Aparte, es de noche y... No tengo la menor idea, en serio. —Cruzó los brazos, en un gesto difícil de comprender, pues no se sabía si era que estaba siendo grosera o simplemente fue una reacción necesaria de su cuerpo para estar a la defensiva—. Ya sé que todo se consigue con práctica, desde luego que sí. Aun así, ¿cómo podría alguien dominar algo que apenas conoce? No es como si quisieras aprender a cocinar o a pintar. Esto me supera, en serio.
Y antes de poder continuar con su plática; tal vez excusas baratas por ser tan insulsa, el escalofrío que recorrió su espalda, le anunció lo peor. El espectro estaba detrás de ella, y muy cerca. Sin embargo, tal vez por la idea de preservar su vida, Minerva se giró de improviso, terminando por enfrentar al transparente ser.
—¿Podrías detenerte? A ver, no sé cómo lidiar con criaturas como tú, pero, ¿cuál es la necedad de quedarse aquí cuando nadie más repara en ti? Imagina que fueras tú la persona viva y un fantasma te estuviera molestando, estarías irritada, ¿cierto? Yo creo que tengo razón, porque esto es molesto, sabes...
Minerva Balzaretti- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/09/2015
Re: Almas oscuras [Privado]
Caronte no juzgo como inapropiado el gesto de la hechicera de lanzarse sobre sus brazos al ser atacada por el espectro, ¿Cómo podría juzgarse de inapropiado una reacción que era meramente de supervivencia? Él no lo entendía, quizás porque vivía ahora en una ciudad donde la magia era un tabú, donde lo diferente era una maldición en lugar de una señal de bendición, tal y como lo era en su lugar natal.
Con la mirada recorría todo a su alrededor, esperando una vez más porque el espectro hiciera acto de aparición, ya que su percepción le decía que aún les rondaba, como buscando una oportunidad en que tanto Caronte como la muchacha a la que rodeaba con los brazos se despistaran y poder entonces, poseer el cuerpo de la hechicera novata. En el instante en que las manos de la muchacha hicieron fuerza sobre su pecho con la finalidad de poner algo de distancia entre ambos, él la miró.
– No me ha parecido para nada impropio. Estabas en peligro y yo podía auxiliarte, así que actuaste de la manera esperada – sonrió entonces de manera ligera al escuchar como las palabras de disculpa de la muchacha cambiaban a interrogatorio y nuevamente volvían a ser una disculpa – Puedo ver lo de tus poderes en tu aura, la cual es bastante inestable – sus ojos recorrieron el cuerpo de la bruja sin realmente mirarla a ella, sino a aquella fuerza que emanaba – se expande y se contrae, como si estuviera luchando por salir pero no quisiera hacerlo del todo ya que no eres capaz de controlarla aún – los ojos del brujo se posaron entonces en la mirada llena de dudas y confusión de la joven frente a él – En tu familia debe existir alguien con habilidades mágicas, un antepasado que no conociste o también es probable que simplemente desarrollaras el poder – se rasco el mentón con desinterés – Después de todo, cuando se trata de magia, nada esta escrito.
La fémina se negaba a ayudarle y su negativa se encontraba bien fundamentada, sin embargo, Caronte no podía dejarla ir, no sabiendo que el fantasma aún les asechaba desde la oscuridad, sitio desde el cual aguardaba por un cuerpo frágil. El brujo emitió una especie de bufido antes de clavar sus ojos sobre los de la muchacha y cruzar los brazos a la altura del pecho.
– Así es, tienes que quedarte y ayudarme a detener a ese fantasma, independientemente de si posees las capacidades o los conocimientos para hacerlo, te necesito. Que sea de noche tampoco debe ser un impedimento para que permanezcas aquí conmigo, ya que una vez que todo esto haya pasado, yo mismo te acompañare hasta tu hogar o enviare a un espectro a que te acompañe – las compañías espectrales eran sin duda algo que aclaraba la mente y daba paz, al menos a él se lo parecía, por eso es que viajaba siempre con una gran cantidad de espectros que por diversos motivos (ninguno de manera forzada) le acompañaban – Y no te he dicho que debes dominar lo que no conoces, lo que te he dicho es que para eso necesitas un maestro y practicar mucho, así que consíguete a alguien que este dispuesto a enseñarte y deja de ser tan vulnerable y llamativa para los… – la frase de Caronte se quedo a medias, pues detrás de la bruja, vio al espectro femenino que sonreía de una manera grotesca, detalle que no impidió que la hechicera novata se girase y la enfrentara, algo que Caronte reconocía como un error pero que para ella, sería simplemente una confrontación normal.
El brujo trato de estirar su mano para tocar a la hechicera, pero fue aquel gesto y no las palabras de la joven las que terminaron por hacer que el espectro se lanzara una vez más a atacar a la bruja a quien en esta ocasión Caronte fue incapaz de alcanzar.
Con la mirada recorría todo a su alrededor, esperando una vez más porque el espectro hiciera acto de aparición, ya que su percepción le decía que aún les rondaba, como buscando una oportunidad en que tanto Caronte como la muchacha a la que rodeaba con los brazos se despistaran y poder entonces, poseer el cuerpo de la hechicera novata. En el instante en que las manos de la muchacha hicieron fuerza sobre su pecho con la finalidad de poner algo de distancia entre ambos, él la miró.
– No me ha parecido para nada impropio. Estabas en peligro y yo podía auxiliarte, así que actuaste de la manera esperada – sonrió entonces de manera ligera al escuchar como las palabras de disculpa de la muchacha cambiaban a interrogatorio y nuevamente volvían a ser una disculpa – Puedo ver lo de tus poderes en tu aura, la cual es bastante inestable – sus ojos recorrieron el cuerpo de la bruja sin realmente mirarla a ella, sino a aquella fuerza que emanaba – se expande y se contrae, como si estuviera luchando por salir pero no quisiera hacerlo del todo ya que no eres capaz de controlarla aún – los ojos del brujo se posaron entonces en la mirada llena de dudas y confusión de la joven frente a él – En tu familia debe existir alguien con habilidades mágicas, un antepasado que no conociste o también es probable que simplemente desarrollaras el poder – se rasco el mentón con desinterés – Después de todo, cuando se trata de magia, nada esta escrito.
La fémina se negaba a ayudarle y su negativa se encontraba bien fundamentada, sin embargo, Caronte no podía dejarla ir, no sabiendo que el fantasma aún les asechaba desde la oscuridad, sitio desde el cual aguardaba por un cuerpo frágil. El brujo emitió una especie de bufido antes de clavar sus ojos sobre los de la muchacha y cruzar los brazos a la altura del pecho.
– Así es, tienes que quedarte y ayudarme a detener a ese fantasma, independientemente de si posees las capacidades o los conocimientos para hacerlo, te necesito. Que sea de noche tampoco debe ser un impedimento para que permanezcas aquí conmigo, ya que una vez que todo esto haya pasado, yo mismo te acompañare hasta tu hogar o enviare a un espectro a que te acompañe – las compañías espectrales eran sin duda algo que aclaraba la mente y daba paz, al menos a él se lo parecía, por eso es que viajaba siempre con una gran cantidad de espectros que por diversos motivos (ninguno de manera forzada) le acompañaban – Y no te he dicho que debes dominar lo que no conoces, lo que te he dicho es que para eso necesitas un maestro y practicar mucho, así que consíguete a alguien que este dispuesto a enseñarte y deja de ser tan vulnerable y llamativa para los… – la frase de Caronte se quedo a medias, pues detrás de la bruja, vio al espectro femenino que sonreía de una manera grotesca, detalle que no impidió que la hechicera novata se girase y la enfrentara, algo que Caronte reconocía como un error pero que para ella, sería simplemente una confrontación normal.
El brujo trato de estirar su mano para tocar a la hechicera, pero fue aquel gesto y no las palabras de la joven las que terminaron por hacer que el espectro se lanzara una vez más a atacar a la bruja a quien en esta ocasión Caronte fue incapaz de alcanzar.
Caronte- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 06/07/2016
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