AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
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El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
El roce de la tela sobre su espalda era insoportable y estaba segura de que alguna de las costras se le abriría de un momento a otro. Aún así, Mahdi caminaba con paso rápido sin detenerse ante nada ni nadie. Debía llegar a la botica, el padre Tadeus estaba otra vez con el pecho tomado y necesitaba del emplaste que lograba abrir sus pulmones, pero se habían quedado ya sin algunos elementos necesarios.
Apretaba el listín en su mano derecha como si de él dependiera su vida y caminaba casi al trote.
-Controlaré todo lo que traigas, negra bruta –le había jurado el padre Jean, a quien ella más temía.
Él la había azotado hacía dos noches al hallarla bebiendo, de una de las copas, el agua que era para el almuerzo de los curas.
Mahdi había trabajado bajo el sol sin descanso y, pese a que sabía que los sacerdotes eran muy rigurosos en cuanto al uso de sus cosas, no creyó que nadie se enterase de que ella había bebido un poco de agua de allí en lugar de hacerlo en la zona de esclavos que la parroquia tenía.
Ni siquiera pudo excusarse o disculparse cuando el padre Jean la descubrió. Él, desde toda su altura y con sus ojos de cielo puestos en ella, la miró y le dijo:
-Está noche, luego del último rezo, me esperarás con la espalda descubierta en el sector de castigos.
Y ella había obedecido. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Esconderse? La encontrarían en pocas horas y el castigo sería tres veces peor.
“Nunca más, nunca más”, se repetía mientras caminaba hacia la botica. Por más que estuviera sintiéndose morir a causa de la sed, jamás volvería a tomar del agua de los sacerdotes. Mucho menos desde una de sus copas.
Antes, en otra vida, ella había bebido de vasos mucho más bellos. Se había sentado a una mesa con su familia y sirvientes la habían atendido… No le gustaba pensar en eso, pero en momentos como ese no podía evitar que aquellos recuerdos le sobrevinieran.
Llegó al destino y, antes de ingresar, respiró profundamente y la espalda le dolió. Se secó la lágrima solitaria que había corrido por su mejilla derecha. Intentó acomodar su cabello que siempre se erizaba sobre su frente.
Había dos damas allí que hablaban a toda velocidad y reían. Mahdi se acomodó en un rincón y bajó la vista, había aprendido bien cual era la posición que debía tomar.
Cuando el calor de la caminata disminuyó en su cuerpo, el dolor de su espalda volvió a sacudirla y ella se tensionó tratando de reprimir un gemido.
Recién cuando las mujeres salieron ella se acercó a la joven encargada, la tranquilizaba saber que allí solo estaban ellas dos. La saludó sin mirarla a los ojos y le tendió el papel que había apretado en su puño.
Ya había ido a la botica varias veces y era uno de sus lugares favoritos, los aromas parecían mezclarse perfectamente y Mahdi se sentía envuelta por ellos.
Otra vez el dolor la sacudió y ella tuvo que buscar algo de lo que sostenerse para poder soportarlo.
Apretaba el listín en su mano derecha como si de él dependiera su vida y caminaba casi al trote.
-Controlaré todo lo que traigas, negra bruta –le había jurado el padre Jean, a quien ella más temía.
Él la había azotado hacía dos noches al hallarla bebiendo, de una de las copas, el agua que era para el almuerzo de los curas.
Mahdi había trabajado bajo el sol sin descanso y, pese a que sabía que los sacerdotes eran muy rigurosos en cuanto al uso de sus cosas, no creyó que nadie se enterase de que ella había bebido un poco de agua de allí en lugar de hacerlo en la zona de esclavos que la parroquia tenía.
Ni siquiera pudo excusarse o disculparse cuando el padre Jean la descubrió. Él, desde toda su altura y con sus ojos de cielo puestos en ella, la miró y le dijo:
-Está noche, luego del último rezo, me esperarás con la espalda descubierta en el sector de castigos.
Y ella había obedecido. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Esconderse? La encontrarían en pocas horas y el castigo sería tres veces peor.
“Nunca más, nunca más”, se repetía mientras caminaba hacia la botica. Por más que estuviera sintiéndose morir a causa de la sed, jamás volvería a tomar del agua de los sacerdotes. Mucho menos desde una de sus copas.
Antes, en otra vida, ella había bebido de vasos mucho más bellos. Se había sentado a una mesa con su familia y sirvientes la habían atendido… No le gustaba pensar en eso, pero en momentos como ese no podía evitar que aquellos recuerdos le sobrevinieran.
Llegó al destino y, antes de ingresar, respiró profundamente y la espalda le dolió. Se secó la lágrima solitaria que había corrido por su mejilla derecha. Intentó acomodar su cabello que siempre se erizaba sobre su frente.
Había dos damas allí que hablaban a toda velocidad y reían. Mahdi se acomodó en un rincón y bajó la vista, había aprendido bien cual era la posición que debía tomar.
Cuando el calor de la caminata disminuyó en su cuerpo, el dolor de su espalda volvió a sacudirla y ella se tensionó tratando de reprimir un gemido.
Recién cuando las mujeres salieron ella se acercó a la joven encargada, la tranquilizaba saber que allí solo estaban ellas dos. La saludó sin mirarla a los ojos y le tendió el papel que había apretado en su puño.
Ya había ido a la botica varias veces y era uno de sus lugares favoritos, los aromas parecían mezclarse perfectamente y Mahdi se sentía envuelta por ellos.
Otra vez el dolor la sacudió y ella tuvo que buscar algo de lo que sostenerse para poder soportarlo.
Mahdi- Esclavo
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Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La joven hechicera había abierto a tempranas horas las puertas de su local, y es que podía presentir que este sería un largo día, aunque aún no sabía si aquello le traería cansancio físico, emocional o solo dinero a sus bolsillos. Realmente esperaba que fuera la segunda, después de todo ¿para qué tener un negocio si no ibas a ver los frutos de este? Aunque de todas formas disfrutaba de la herbolaria y este local era su excusa para ocupar su magia en pociones y estudios, si había oportunidad de sacar algo de dinero, mejor aún. A pesar de ser una hechicera, ella no vivía solo de su magia.
A estas horas del día ya había recibido un buen número de clientes en busca de todo tipo de cosas, desde hierbas para el dolor de cabeza a ungüentos para quemaduras, ahora se encontraba atendiendo a dos damas risueñas que no podían parar de reír y sonrojarse cuando vieron una poción para la virilidad, preguntaron por su uso e inmediatamente vinieron las risas, acabaron llevando un frasco cada una prometiendo volver por más. Fue entonces, tras la retirada de las dos mujeres que la joven británica notó la presencia de otra clienta, una chica de tez oscura que le parecía un tanto familiar, seguramente acostumbra venir de vez en cuando, lo que la sorprendió fue el aura que la joven emitía, muy sumiso, un aura sumamente débil y dolida.
Arianrhod tomó el papel que le ofrecía la chica y lo leyó rápidamente para buscar lo que ella necesitaba, era algo simple, un ungüento mentolado para pechos obstruídos... esa era una de las cosas más comunes que solía vender, aún le quedaban un par de porciones antes de tener que re-abastecer sus estantes; tomó uno y lo guardó en una bolsa de papel.
- ¿Solo eso? -le preguntó a la joven levantando el papel que ella le había entregado antes de meterlo en la bolsa de papel junto a la crema- Serían 15 francos -añadió con una sonrisa.
Fue entonces cuando volvió a posar su atención en la muchacha que había llegado en busca de su atención, tenía el rostro algo compungido y estaba firmemente agarrada a la repisa que las separaba a ambas.
- ¿Te encuentras bien? ¿Hay algo más en lo que te pueda ayudar? -Preguntó preocupada.
A estas horas del día ya había recibido un buen número de clientes en busca de todo tipo de cosas, desde hierbas para el dolor de cabeza a ungüentos para quemaduras, ahora se encontraba atendiendo a dos damas risueñas que no podían parar de reír y sonrojarse cuando vieron una poción para la virilidad, preguntaron por su uso e inmediatamente vinieron las risas, acabaron llevando un frasco cada una prometiendo volver por más. Fue entonces, tras la retirada de las dos mujeres que la joven británica notó la presencia de otra clienta, una chica de tez oscura que le parecía un tanto familiar, seguramente acostumbra venir de vez en cuando, lo que la sorprendió fue el aura que la joven emitía, muy sumiso, un aura sumamente débil y dolida.
Arianrhod tomó el papel que le ofrecía la chica y lo leyó rápidamente para buscar lo que ella necesitaba, era algo simple, un ungüento mentolado para pechos obstruídos... esa era una de las cosas más comunes que solía vender, aún le quedaban un par de porciones antes de tener que re-abastecer sus estantes; tomó uno y lo guardó en una bolsa de papel.
- ¿Solo eso? -le preguntó a la joven levantando el papel que ella le había entregado antes de meterlo en la bolsa de papel junto a la crema- Serían 15 francos -añadió con una sonrisa.
Fue entonces cuando volvió a posar su atención en la muchacha que había llegado en busca de su atención, tenía el rostro algo compungido y estaba firmemente agarrada a la repisa que las separaba a ambas.
- ¿Te encuentras bien? ¿Hay algo más en lo que te pueda ayudar? -Preguntó preocupada.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
No. Claro que no se encontraba bien, ¿qué esclavo luego de los azotes del reconocido padre Jean podría encontrarse bien? Pero no podía decirle nada, aquella joven con esa sonrisa afable le inspiraba confianza pero no podía pedirle que la ayudara, el padre Jean no lo vería bien, era inflexible.
-Estoy bien –dijo y sacó las monedas con las que debía pagar-. Tome, señorita.
Cuanto tendió el brazo para darle los quince francos, la piel de su espalda se movió casi de manera imperceptible, pero haciendo que las costras del latigazo más profundo –el que tenía bajo el hombro izquierdo- se abrieran.
-¡Ay! –chilló y se tapó a tiempo la boca, temiendo que la muchacha le dijese algo.
Sentía como la sangre comenzaba a empapar la tela sucia de su ropa, si tuviera dinero propio podría comprar algún emplaste para las heridas, eso le ayudaría. Su madre lo usaba en su tierra –su amado Cabo Verde- cuando ella o su hermana se lastimaban, recordaba la sensación refrescante que calmaba todo ardor.
Mahdi miró a la joven, pidiéndole ayuda con los ojos.
“¡Descarada, negra insolente! ¡Te azotaré las piernas para que aprendas a caminar con diligencia!” , su cabeza le regaló las palabras que el padre Jean le diría si se enterara que ella le había pedido un poco de agua fresca a la boticaria para lavar su herida.
No, no correría el riesgo. Prefería llegar sangrando antes que comprometer a la muchacha pidiéndole ayuda.
Sonrió agradecida a la joven por su ofrecimiento, tomó la bolsa que ella le había preparado –donde estaba el ungüento que el pecho del buen padre Tadeus necesitaba- y saludó:
-Buenas tardes, señorita.
Caminó hacia la salida, pero antes de que pudiera llegar a ella un mareo le sobrevino y Mahdi tuvo que sujetarse del marco de la puerta. Sus manos torpes dejaron caer la bolsa y llena de pánico oyó como el bote se rompía…
-No… No… -con dolor se arrodilló y comprobó que el pote estaba hecho pedazos.
Al menos se había roto dentro de la bolsa y no había ensuciado el pulcro piso de la botica.
El sacerdote la dejaría atada en el patio trasero durante diez días sin comida y bajo el sol, estaba segura. Ya se lo había hecho a Melt una vez cuando a él se le rompió el candelabro antiguo.
Pese a que sabía que no debía, miró a los ojos a la boticaria –cosa que tenía prohibido hacer- que se acercaba a ella, con una mirada le pidió la ayuda que sus labios no podían replicar.
-Estoy bien –dijo y sacó las monedas con las que debía pagar-. Tome, señorita.
Cuanto tendió el brazo para darle los quince francos, la piel de su espalda se movió casi de manera imperceptible, pero haciendo que las costras del latigazo más profundo –el que tenía bajo el hombro izquierdo- se abrieran.
-¡Ay! –chilló y se tapó a tiempo la boca, temiendo que la muchacha le dijese algo.
Sentía como la sangre comenzaba a empapar la tela sucia de su ropa, si tuviera dinero propio podría comprar algún emplaste para las heridas, eso le ayudaría. Su madre lo usaba en su tierra –su amado Cabo Verde- cuando ella o su hermana se lastimaban, recordaba la sensación refrescante que calmaba todo ardor.
Mahdi miró a la joven, pidiéndole ayuda con los ojos.
“¡Descarada, negra insolente! ¡Te azotaré las piernas para que aprendas a caminar con diligencia!” , su cabeza le regaló las palabras que el padre Jean le diría si se enterara que ella le había pedido un poco de agua fresca a la boticaria para lavar su herida.
No, no correría el riesgo. Prefería llegar sangrando antes que comprometer a la muchacha pidiéndole ayuda.
Sonrió agradecida a la joven por su ofrecimiento, tomó la bolsa que ella le había preparado –donde estaba el ungüento que el pecho del buen padre Tadeus necesitaba- y saludó:
-Buenas tardes, señorita.
Caminó hacia la salida, pero antes de que pudiera llegar a ella un mareo le sobrevino y Mahdi tuvo que sujetarse del marco de la puerta. Sus manos torpes dejaron caer la bolsa y llena de pánico oyó como el bote se rompía…
-No… No… -con dolor se arrodilló y comprobó que el pote estaba hecho pedazos.
Al menos se había roto dentro de la bolsa y no había ensuciado el pulcro piso de la botica.
El sacerdote la dejaría atada en el patio trasero durante diez días sin comida y bajo el sol, estaba segura. Ya se lo había hecho a Melt una vez cuando a él se le rompió el candelabro antiguo.
Pese a que sabía que no debía, miró a los ojos a la boticaria –cosa que tenía prohibido hacer- que se acercaba a ella, con una mirada le pidió la ayuda que sus labios no podían replicar.
Mahdi- Esclavo
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Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La actitud de la muchacha se le hizo demasiado extraña a la británica, pero ella no podía obligar a nadie a compartir su vida con ella; si se negaban a recibir su ayuda ella no era quién para imponerla, por lo que se limitó a asentir levemente mientras su sonrisa se perdía al ver como la chica solo se daba la vuelta a pesar de que su aura le demostraba que mentía.
Sus suposiciones fueron confirmadas cuando al emprender su marcha de vuelta al lugar de donde provenía, la chica de tez color caramelo tambaleó y dejó caer el frasco, fue en ese momento que dejó su espalda a vista de la hechicera quien pudo notar manchas de sangre que se iban esparciendo levemente en su espalda.
Arianrhod apuró el paso para salir de detrás del mostrador y acercarse a la joven. Tomo en sus manos la bolsa con el frasco de ungüento roto en sus manos.
- No te preocupes por esto -se apresuró a decir a medida que se arrodillaba a su lado, no podía reprochar a la joven tras verla en ese estado, después de todo era una mujer y tenía un corazón frágil y emocional a pesar de todo-. Aunque lamento informarte que este ungüento no te ayudará con lo que sea que tienes en la espalda. ¿Ya te han revisado aquellas heridas?
Le tendió la mano para ayudarla a ponerse de pie, Aria estaba dispuesta a ayudar a esta joven, se podía notar en sus ropas y en su forma de expresar que no era alguien que dispusiera de dinero para comprar todo lo necesario para velar el bienestar de sus heridas, probablemente mucho menos para poder desembolsar en otro ungüento para poder reemplazar el que acababa de caer.
- Ven acá, vamos a revisar que tan grave es lo que tienes ahí... Si ha comenzado a sangrar solo por una caminata a la botica, probablemente no sea algo que debas tomar a la ligera -comentó la joven Dankworth bloqueando la puerta del negocio para que nadie entrara al local mientras ella atendía a la joven de quién desconocía aún su nombre-. ¿Cómo te llamas? -Preguntó antes de guiarla a la parte trasera de la edificación, lugar en donde se encontraba su pequeña y secreta consulta médica.
Sus suposiciones fueron confirmadas cuando al emprender su marcha de vuelta al lugar de donde provenía, la chica de tez color caramelo tambaleó y dejó caer el frasco, fue en ese momento que dejó su espalda a vista de la hechicera quien pudo notar manchas de sangre que se iban esparciendo levemente en su espalda.
Arianrhod apuró el paso para salir de detrás del mostrador y acercarse a la joven. Tomo en sus manos la bolsa con el frasco de ungüento roto en sus manos.
- No te preocupes por esto -se apresuró a decir a medida que se arrodillaba a su lado, no podía reprochar a la joven tras verla en ese estado, después de todo era una mujer y tenía un corazón frágil y emocional a pesar de todo-. Aunque lamento informarte que este ungüento no te ayudará con lo que sea que tienes en la espalda. ¿Ya te han revisado aquellas heridas?
Le tendió la mano para ayudarla a ponerse de pie, Aria estaba dispuesta a ayudar a esta joven, se podía notar en sus ropas y en su forma de expresar que no era alguien que dispusiera de dinero para comprar todo lo necesario para velar el bienestar de sus heridas, probablemente mucho menos para poder desembolsar en otro ungüento para poder reemplazar el que acababa de caer.
- Ven acá, vamos a revisar que tan grave es lo que tienes ahí... Si ha comenzado a sangrar solo por una caminata a la botica, probablemente no sea algo que debas tomar a la ligera -comentó la joven Dankworth bloqueando la puerta del negocio para que nadie entrara al local mientras ella atendía a la joven de quién desconocía aún su nombre-. ¿Cómo te llamas? -Preguntó antes de guiarla a la parte trasera de la edificación, lugar en donde se encontraba su pequeña y secreta consulta médica.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
-Perdóneme, por favor señorita. Perdón... -se desesperó.
¿Qué haría? Esa era su mayor preocupación, le importaba más eso que su espalda malherida. ¿Cómo podía llegar con las manos vacías a la iglesia?
En medio de su confusión, aceptó la mano amiga que la boticaria le tendía y la siguió.
-Me llamo Mahdi –le respondió avergonzada-. El padre Jean se enojará conmigo si llego a aparecerme sin el ungüento… Me castigó –le dijo recordando que le había preguntado qué tenía en la espalda. Las palabras brotaban atropelladas de su interior- , porque fui descarada…
No pudo continuar hablando y rompió en llanto mientras la muchacha la conducía a la parte trasera. Sí, era una descarada.
Había tenido tres amos distintos en sus diecinueve años –hacía nueve desde que era esclava- y los otros dos no habían sido ni la mitad de crueles que el amo Jean.
Mahdi veía como los feligreses lo adoraban y llenaban de regalos, se mostraba amable y encantador con todas las personas que acudían a él en busca de ayuda y consejo espiritual pero, con los negros, el padre Jean era estricto, sumamente severo.
Melt decía que disfrutaba de hacerles daño, que por eso buscaba cualquier pretexto para lastimarlos. En cambio, el padre Tadeus –quien en realidad estaba a cargo de la Iglesia- no era así, era amoroso y cuando la disciplinaba lo hacía con mano justa. Pero él estaba muy enfermo ahora y todo había quedado a cargo de Jean y de sus discípulos que siempre estaban hablando de cazar demonios y brujos…
Mahdi sabía leer, aunque no se lo había dicho a nadie, y había visto algunas cartas mientras limpiaba el escritorio de los curas. Más sacerdotes como Jean llegarían pronto a París para sumarse a la causa de él, de solo pensarlo ella temblaba.
Extrañaba su vida, su libertad. Extrañaba reír y emocionarse… ¿Por qué había pasado tan pocos años de dicha? ¿Por qué su destino se había revertido transformándola en esclava? ¿Por qué había tenido la mala fortuna de ser comprada por la Iglesia donde moraban los curas más crueles?
-Soy esclava –le dijo, como si eso no fuese realmente evidente- , no podré pagarle por su ayuda, señorita.
La miró –ya sin importarle que fuera incorrecto que una esclava viera a los ojos a una persona libre- y sus ojos le dieron paz. Poco a poco sintió que su cuerpo se relajaba.
“Alguien me demuestra que le importo. El cariño lo puede todo, eso siempre decía mi padre” , se reconfortó con ese pensamiento sin soltar la mano cálida de la joven.
¿Qué haría? Esa era su mayor preocupación, le importaba más eso que su espalda malherida. ¿Cómo podía llegar con las manos vacías a la iglesia?
En medio de su confusión, aceptó la mano amiga que la boticaria le tendía y la siguió.
-Me llamo Mahdi –le respondió avergonzada-. El padre Jean se enojará conmigo si llego a aparecerme sin el ungüento… Me castigó –le dijo recordando que le había preguntado qué tenía en la espalda. Las palabras brotaban atropelladas de su interior- , porque fui descarada…
No pudo continuar hablando y rompió en llanto mientras la muchacha la conducía a la parte trasera. Sí, era una descarada.
Había tenido tres amos distintos en sus diecinueve años –hacía nueve desde que era esclava- y los otros dos no habían sido ni la mitad de crueles que el amo Jean.
Mahdi veía como los feligreses lo adoraban y llenaban de regalos, se mostraba amable y encantador con todas las personas que acudían a él en busca de ayuda y consejo espiritual pero, con los negros, el padre Jean era estricto, sumamente severo.
Melt decía que disfrutaba de hacerles daño, que por eso buscaba cualquier pretexto para lastimarlos. En cambio, el padre Tadeus –quien en realidad estaba a cargo de la Iglesia- no era así, era amoroso y cuando la disciplinaba lo hacía con mano justa. Pero él estaba muy enfermo ahora y todo había quedado a cargo de Jean y de sus discípulos que siempre estaban hablando de cazar demonios y brujos…
Mahdi sabía leer, aunque no se lo había dicho a nadie, y había visto algunas cartas mientras limpiaba el escritorio de los curas. Más sacerdotes como Jean llegarían pronto a París para sumarse a la causa de él, de solo pensarlo ella temblaba.
Extrañaba su vida, su libertad. Extrañaba reír y emocionarse… ¿Por qué había pasado tan pocos años de dicha? ¿Por qué su destino se había revertido transformándola en esclava? ¿Por qué había tenido la mala fortuna de ser comprada por la Iglesia donde moraban los curas más crueles?
-Soy esclava –le dijo, como si eso no fuese realmente evidente- , no podré pagarle por su ayuda, señorita.
La miró –ya sin importarle que fuera incorrecto que una esclava viera a los ojos a una persona libre- y sus ojos le dieron paz. Poco a poco sintió que su cuerpo se relajaba.
“Alguien me demuestra que le importo. El cariño lo puede todo, eso siempre decía mi padre” , se reconfortó con ese pensamiento sin soltar la mano cálida de la joven.
Mahdi- Esclavo
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Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
- ¿Dijo Padre Jean? ¿Ese no es uno de los curas de la iglesia? Esto puede complicarse más de lo que esperaba -pensó la joven tras escuchar a Mahdi.
- Así que eres una esclava de la Iglesia -le dijo mientras le indicaba una habitación a la que podía entrar para poder atenderla-, pues entonces puede decirse que yo soy una esclava de mi profesión. Puede estar tranquila y aceptar esto como una ofrenda de paz por la insensatez de la iglesia. Realmente no comparto su forma de pensar y actuar.
Y era así, no solamente por el tema de la Inquisición -aunque esto si aportaba gran parte de su desición de no confiar ni creer en la iglesia-, porque ella fue criada como una niña normal debido a que su padre no conocía la verdadera naturaleza de ella y su madre. Su decisión de abandonar el asilo de la iglesia fue tomada cuando su juventud llegó y ella pudo darse cuenta como esos hombres se regodean con todo lo que tenían y de ayuda nada. Si bien hay quienes son buenos hombres dispuestos a ayudar a todos sus seguidores, hay otros como el padre Jean por ejemplo. Esta bien que Mahdi fuera su esclava pero ¿qué pudo haber hecho para que la golpeara de esa forma? Ella no aparenta ser una mala chica como para merecer tal castigo.
- Debo admitir que no comprendo mucho el tema de los esclavos, si bien en mi Inglaterra natal también se daba aquella situación, yo no pertenecía a una familia que pudiera tener alguno y agradezco no haber tenido. Las personas pueden hacer las cosas por sus medios, o pedir ayuda de ser necesario sin maltratar de tal forma a las persona -expresó algo irritada Arianrhod-. No te habrán mandado de la Iglesia para espiar el sector ¿no? -añadió la joven intentando darle un tono más ligero a la conversación que de alguna forma ella misma había transformado en un tema más denso.
- Así que eres una esclava de la Iglesia -le dijo mientras le indicaba una habitación a la que podía entrar para poder atenderla-, pues entonces puede decirse que yo soy una esclava de mi profesión. Puede estar tranquila y aceptar esto como una ofrenda de paz por la insensatez de la iglesia. Realmente no comparto su forma de pensar y actuar.
Y era así, no solamente por el tema de la Inquisición -aunque esto si aportaba gran parte de su desición de no confiar ni creer en la iglesia-, porque ella fue criada como una niña normal debido a que su padre no conocía la verdadera naturaleza de ella y su madre. Su decisión de abandonar el asilo de la iglesia fue tomada cuando su juventud llegó y ella pudo darse cuenta como esos hombres se regodean con todo lo que tenían y de ayuda nada. Si bien hay quienes son buenos hombres dispuestos a ayudar a todos sus seguidores, hay otros como el padre Jean por ejemplo. Esta bien que Mahdi fuera su esclava pero ¿qué pudo haber hecho para que la golpeara de esa forma? Ella no aparenta ser una mala chica como para merecer tal castigo.
- Debo admitir que no comprendo mucho el tema de los esclavos, si bien en mi Inglaterra natal también se daba aquella situación, yo no pertenecía a una familia que pudiera tener alguno y agradezco no haber tenido. Las personas pueden hacer las cosas por sus medios, o pedir ayuda de ser necesario sin maltratar de tal forma a las persona -expresó algo irritada Arianrhod-. No te habrán mandado de la Iglesia para espiar el sector ¿no? -añadió la joven intentando darle un tono más ligero a la conversación que de alguna forma ella misma había transformado en un tema más denso.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
-Yo creo en Dios y cuando era niña rezaba –le dijo y se secó las lágrimas, estaba mucho más tranquila-, tenía una Biblia –recordó con nostalgia-. Ahora solo creo en Dios, pero le temo a los curas…
Se sentó en una silla de madera, tal como la boticaria le indicó.
-Yo tampoco entiendo la esclavitud –le respondió-. El padre Jean dice que los mestizos somos peores que los negros porque salimos de la unión de un hombre con un animal. Mi mamá no era un animal –dijo rápidamente, pensando en la sonrisa que tanto añoraba.
Lentamente se quitó la blusa para permitir que ella le observase la espalda. Melt la había ayudado la noche en la que el padre Jean la había castigado, pero evidentemente no había hecho un buen trabajo ya que sus heridas se habían abierto. Tampoco tenía tanta experiencia como ella, a Mahdi no la castigaban tanto como a Melt, que vivía rompiendo cosas, así que era ella quien más veces había curado -en él- las heridas que el látigo provocaba.
Cuando la joven le preguntó si no había sido enviada allí para espiar, Mahdi se asustó. ¿Se estaría metiendo en problemas? ¿A qué se refería?
-No entiendo, ¿para espiar qué? Vine a comprar, el padre Tadeus está mal…
Había sido un error aceptar la ayuda de la joven, ¿cómo podía llegar ante el sacerdote sin el ungüento y con las heridas curadas? ¡Él no tardaría en volver a abrírselas a palazos!
Tomó valor y le dijo:
-Perdone, señorita, ¿usted podía darme un pote nuevo? Yo se lo podía pagar de otra forma, quizás necesite alguien que le limpie la botica… Yo puedo escabullirme en las noches y dejarle todo reluciente así no tiene que hacerlo usted que, pobre, no tiene esclavos… Vendría la cantidad de veces que usted me diga, ¿quince francos costaba? Yo puedo venir quince noches… Es que no puedo volver sin el ungüento –le explicó bajando la vista, casi era un ruego.
Se sentó en una silla de madera, tal como la boticaria le indicó.
-Yo tampoco entiendo la esclavitud –le respondió-. El padre Jean dice que los mestizos somos peores que los negros porque salimos de la unión de un hombre con un animal. Mi mamá no era un animal –dijo rápidamente, pensando en la sonrisa que tanto añoraba.
Lentamente se quitó la blusa para permitir que ella le observase la espalda. Melt la había ayudado la noche en la que el padre Jean la había castigado, pero evidentemente no había hecho un buen trabajo ya que sus heridas se habían abierto. Tampoco tenía tanta experiencia como ella, a Mahdi no la castigaban tanto como a Melt, que vivía rompiendo cosas, así que era ella quien más veces había curado -en él- las heridas que el látigo provocaba.
Cuando la joven le preguntó si no había sido enviada allí para espiar, Mahdi se asustó. ¿Se estaría metiendo en problemas? ¿A qué se refería?
-No entiendo, ¿para espiar qué? Vine a comprar, el padre Tadeus está mal…
Había sido un error aceptar la ayuda de la joven, ¿cómo podía llegar ante el sacerdote sin el ungüento y con las heridas curadas? ¡Él no tardaría en volver a abrírselas a palazos!
Tomó valor y le dijo:
-Perdone, señorita, ¿usted podía darme un pote nuevo? Yo se lo podía pagar de otra forma, quizás necesite alguien que le limpie la botica… Yo puedo escabullirme en las noches y dejarle todo reluciente así no tiene que hacerlo usted que, pobre, no tiene esclavos… Vendría la cantidad de veces que usted me diga, ¿quince francos costaba? Yo puedo venir quince noches… Es que no puedo volver sin el ungüento –le explicó bajando la vista, casi era un ruego.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Arianrhod escuchó atentamente las palabras de la chica... cuando vivía en Manchester ella igualmente tenía una Biblia, pero la dejó al escapar, simplemente priorizó los libros de hechizos.
- Yo creo que según están las cosas hoy, uno puede creer en Dios sin necesariamente creer en la Iglesia -responde la chica, comenzando a pensar que realmente su problema era con quienes estaban tomando las decisiones en la tierra... Después de todo, se supone que todos somos hijos de Dios, y él nos ama a todos, son ellos, los religiosos quienes estaban dividiéndonos para poder ponerse en la punta de la pirámide-. Si lo ponemos en ese sentido, puede que yo igual les tema, pero no a ellos directamente, si no a la cantidad de poder que ellos tienen, a las masas que son capaces de mover con un simple chasquido de dedos.
El tema de la esclavitud es una tontería, realmente no comprendo como el color de tu piel puede cambiar tu estado de ser o no ser persona. Nosotros mismos tras caminar demasiado bajo el sol, o pasar mucho tiempo recibiendo los rayos del día tostamos nuestra piel, aquello no nos vuelve otra persona.
La esclava se descubrió la espalda y fue entonces que pudo ver el daño que le había producido el supuesto "ayudante del señor", si bien se veía que habían intentado curar aquello no es mucho lo que habían hecho. Hay mucho que hacer acá, pero creo tener un par de ungüentos menos mundanos que puede ayudarla de forma más rápida y efectiva.
- Deja de preocuparte de eso, ya te dije que ahora veremos tu espalda; luego veremos que hacer con eso -comentó Aria al notar que Mahdi seguía insistiendo con el frasco que ya se encontraba roto-. Creo haberte comentado que no comprendo el por qué de los esclavos y tu me ofreces ser una para mí, aunque sea temporalmente. No me interesa promover la estupidez humana y la esclavitud -añadió tranquilamente mientras sacaba gasas de un cajón-. Espera un momento, ya vuelvo.
Dicho aquello Dankworth salió de la habitación para ir en busca de un jarro con agua y una fuente donde poder dejarla para remojar las gasas y comenzar con la limpieza de tal herida.
- Yo creo que según están las cosas hoy, uno puede creer en Dios sin necesariamente creer en la Iglesia -responde la chica, comenzando a pensar que realmente su problema era con quienes estaban tomando las decisiones en la tierra... Después de todo, se supone que todos somos hijos de Dios, y él nos ama a todos, son ellos, los religiosos quienes estaban dividiéndonos para poder ponerse en la punta de la pirámide-. Si lo ponemos en ese sentido, puede que yo igual les tema, pero no a ellos directamente, si no a la cantidad de poder que ellos tienen, a las masas que son capaces de mover con un simple chasquido de dedos.
El tema de la esclavitud es una tontería, realmente no comprendo como el color de tu piel puede cambiar tu estado de ser o no ser persona. Nosotros mismos tras caminar demasiado bajo el sol, o pasar mucho tiempo recibiendo los rayos del día tostamos nuestra piel, aquello no nos vuelve otra persona.
La esclava se descubrió la espalda y fue entonces que pudo ver el daño que le había producido el supuesto "ayudante del señor", si bien se veía que habían intentado curar aquello no es mucho lo que habían hecho. Hay mucho que hacer acá, pero creo tener un par de ungüentos menos mundanos que puede ayudarla de forma más rápida y efectiva.
- Deja de preocuparte de eso, ya te dije que ahora veremos tu espalda; luego veremos que hacer con eso -comentó Aria al notar que Mahdi seguía insistiendo con el frasco que ya se encontraba roto-. Creo haberte comentado que no comprendo el por qué de los esclavos y tu me ofreces ser una para mí, aunque sea temporalmente. No me interesa promover la estupidez humana y la esclavitud -añadió tranquilamente mientras sacaba gasas de un cajón-. Espera un momento, ya vuelvo.
Dicho aquello Dankworth salió de la habitación para ir en busca de un jarro con agua y una fuente donde poder dejarla para remojar las gasas y comenzar con la limpieza de tal herida.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Cuando la encargada de la botica volvió a ingresar en la habitación trasera –cargada de utensilios-, Mahdi se sintió sumamente culpable por las molestias que estaba ocasionando y le dijo:
-Yo no podría ser su esclava, señorita, porque ya lo soy de la Iglesia. Tal vez podría venir solo como ayudanta a limpiar y ordenar por las noches. A escuchar sus problemas si usted necesita alguien de confianza con quien hablar… Mi ama anterior hablaba mucho conmigo, decía que la ayudaba a pensar con claridad. Yo no hacía nada, no le respondía, solo la oía. Se me da muy bien… Además tendría una excusa para escapar por las noches de la iglesia –sonrió, ilusionada ante la posibilidad.
La necesidad y el temor la estaban volviendo osada. Mahdi se daba cuenta que su personalidad cambiaba cuando se alejaba de la iglesia, se volvía más como la niña que era antes… Tal vez los castigos, las enfermedades, el trabajo duro y los gritos no habían podido acabar aún con su verdadera esencia, al menos no del todo.
Mahdi quería serle útil de alguna manera, necesitaba mostrarse agradecida, quería que la joven supiera lo que le avergonzaba decirle con palabras: que nadie había hecho por ella lo que ella estaba haciendo, que agradecía volver a sentirse considerada.
Desde que había llegado a la iglesia el padre Jean, todos los días estaban cargados de miedo para los negros que allí vivían. Él los odiaba, Mahdi no se había sentido así en ninguna de las otras dos casas en las que había estado, los trataba peor que a los animales porque decía que los negros eran creación de Satán mientras que los animales eran creación de Dios.
En contraste con el sacerdote, Mahdi tenía junto a ella a la boticaria. Ella había cerrado su negocio y, con afecto y genuino interés, la había conducido a la parte trasera para ayudarla y curarla. ¿Quién era esa señorita tan especial que no creía en la esclavitud? ¿Cómo era posible que una persona como ella –que aparentaba ser de buena familia- pensara así de la iglesia? Era una mujer valiente, eso era evidente.
-¿Cómo se llama, señorita?
-Yo no podría ser su esclava, señorita, porque ya lo soy de la Iglesia. Tal vez podría venir solo como ayudanta a limpiar y ordenar por las noches. A escuchar sus problemas si usted necesita alguien de confianza con quien hablar… Mi ama anterior hablaba mucho conmigo, decía que la ayudaba a pensar con claridad. Yo no hacía nada, no le respondía, solo la oía. Se me da muy bien… Además tendría una excusa para escapar por las noches de la iglesia –sonrió, ilusionada ante la posibilidad.
La necesidad y el temor la estaban volviendo osada. Mahdi se daba cuenta que su personalidad cambiaba cuando se alejaba de la iglesia, se volvía más como la niña que era antes… Tal vez los castigos, las enfermedades, el trabajo duro y los gritos no habían podido acabar aún con su verdadera esencia, al menos no del todo.
Mahdi quería serle útil de alguna manera, necesitaba mostrarse agradecida, quería que la joven supiera lo que le avergonzaba decirle con palabras: que nadie había hecho por ella lo que ella estaba haciendo, que agradecía volver a sentirse considerada.
Desde que había llegado a la iglesia el padre Jean, todos los días estaban cargados de miedo para los negros que allí vivían. Él los odiaba, Mahdi no se había sentido así en ninguna de las otras dos casas en las que había estado, los trataba peor que a los animales porque decía que los negros eran creación de Satán mientras que los animales eran creación de Dios.
En contraste con el sacerdote, Mahdi tenía junto a ella a la boticaria. Ella había cerrado su negocio y, con afecto y genuino interés, la había conducido a la parte trasera para ayudarla y curarla. ¿Quién era esa señorita tan especial que no creía en la esclavitud? ¿Cómo era posible que una persona como ella –que aparentaba ser de buena familia- pensara así de la iglesia? Era una mujer valiente, eso era evidente.
-¿Cómo se llama, señorita?
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La lastimada chica volvió a contradecirla pidiéndole que la dejara ser de ayuda. Aria solo intentaba hacer algo bueno sin pedir nada a cambio, pero al ver como el aura de la chica cambiaba con entusiasmo y además una sonrisa aparecía en su rostro.
- Quizá lo mejor que puedo hacer para ayudarla, es realmente aceptar la oferta que me hace. -Pensó la joven notando que la idea realmente le hacía ilusión a la joven esclava.
- Si tanto insistes, aceptaré tu presencia acá por las noches con la única condición de que no te traiga problemas -accede finalmente-, si algún día tienes algún contratiempo simplemente no vengas y ya lo recuperaras otra noche -propone antes de soltar un suspiro.
Finalmente humedece un paño para comenzar a limpiar las heridas, no sin antes advertirle a su paciente que aquello le dolería, no podía mentirle. Para realizar una limpieza correcta y poder aplicarle el ungüento adecuadamente la hechicera tendría que remover cada una de las costras que se encontraban en la espalda de Mahdi, si bien habían unas que tenían un buen color habían otras que estaban algo amarillas y que podrían tomar alguna infección.
- Ahora que lo dices, obvie aquella información debido a que está el cartel en la puerta -sonríe Arianrhod, intentando compartir su tono jovial con la morena para que se distrajera del dolor-. Aunque aún así hay muchos quienes creen que yo soy solo una empleada del lugar y no la dueña debido a mi juventud -soltó una suave risa-. Un gusto Mehdi, yo soy Arianrhod Dankworth. Te ofrecería mi mano, pero como verás estoy algo ocupada -soltó una nueva risa.
Cuando acabó de sacar las costras comenzó con la limpieza, solamente agua por el momento intentando frenar la sangre que estaba brotando nuevamente de la piel rasgada por las tiras de lo que sea que este confeccionado el látigo con el cual le infringieron los daños a la pobre chica que de alguna forma acabó como esclava.
- Perdona que pregunte pero... ¿Cómo terminaste así? ¿Cómo llegaste aquí? -comenzó a buscar un tema de conversación para mantener a la chica hablando y tranquila- Si te duele mucho me puedes decir, creo que tengo algo que pueda anestesiar aunque sea un poco la zona -la británica pensó que en caso de ser necesario podía usar alguno de sus hechizos con alguna distracción para que piense que solo es alguno de sus productos.
- Quizá lo mejor que puedo hacer para ayudarla, es realmente aceptar la oferta que me hace. -Pensó la joven notando que la idea realmente le hacía ilusión a la joven esclava.
- Si tanto insistes, aceptaré tu presencia acá por las noches con la única condición de que no te traiga problemas -accede finalmente-, si algún día tienes algún contratiempo simplemente no vengas y ya lo recuperaras otra noche -propone antes de soltar un suspiro.
Finalmente humedece un paño para comenzar a limpiar las heridas, no sin antes advertirle a su paciente que aquello le dolería, no podía mentirle. Para realizar una limpieza correcta y poder aplicarle el ungüento adecuadamente la hechicera tendría que remover cada una de las costras que se encontraban en la espalda de Mahdi, si bien habían unas que tenían un buen color habían otras que estaban algo amarillas y que podrían tomar alguna infección.
- Ahora que lo dices, obvie aquella información debido a que está el cartel en la puerta -sonríe Arianrhod, intentando compartir su tono jovial con la morena para que se distrajera del dolor-. Aunque aún así hay muchos quienes creen que yo soy solo una empleada del lugar y no la dueña debido a mi juventud -soltó una suave risa-. Un gusto Mehdi, yo soy Arianrhod Dankworth. Te ofrecería mi mano, pero como verás estoy algo ocupada -soltó una nueva risa.
Cuando acabó de sacar las costras comenzó con la limpieza, solamente agua por el momento intentando frenar la sangre que estaba brotando nuevamente de la piel rasgada por las tiras de lo que sea que este confeccionado el látigo con el cual le infringieron los daños a la pobre chica que de alguna forma acabó como esclava.
- Perdona que pregunte pero... ¿Cómo terminaste así? ¿Cómo llegaste aquí? -comenzó a buscar un tema de conversación para mantener a la chica hablando y tranquila- Si te duele mucho me puedes decir, creo que tengo algo que pueda anestesiar aunque sea un poco la zona -la británica pensó que en caso de ser necesario podía usar alguno de sus hechizos con alguna distracción para que piense que solo es alguno de sus productos.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Que Arianrhod –ahora sabía que ese era su nombre- aceptara al fin su ofrecimiento la había entusiasmado y tranquilizado al mismo tiempo. Sabía que correría riesgos al escaparse de la iglesia, pero haría lo que la muchacha le había sugerido: solo iría cuando estuviera segura de que no sería atrapada.
Por esos días, el padre Jean estaba de reunión en reunión, muchos hombres lo visitaban cuando el sol caía y mantenían reuniones tan secretas que hasta trababan las puertas para no ser importunados.
Las heridas le dolieron –y le recordaron que cada minuto que pasaba era vital, pues si se demoraba demasiado podía caerle un gran problema- cuando la joven le limpió la espalda. Quería preguntarle, pero no era correcto, quien le había enseñado aquello, ¿como alguien tan joven podía tener una botica tan hermosa, tan cuidada y bien abastecida?
Cuando Arianrhod le preguntó por su pasado, una nostalgia realmente hermosa la embargó. Pues se refería a como había acabado en la condición de esclava, ¿o no? Creía que a eso se refería la joven.
-Nací en Cabo Verde –le contó en voz baja y con la mirada perdida sin un punto fijo, los recuerdos se sucedían en su mente-, mi padre era blanco. Mi madre era negra, pero no era esclava –se apuró a subrayar-, allá había negros que eran libres, como cualquier persona… Tengo una hermana, es muy bonita e inteligente. Aunque de niñas peleábamos ahora la extraño mucho.
Suspiró y retuvo las lágrimas. No lloraría. ¿Volvería a ver alguna vez a su hermana? ¿Se reencontraría con su madre? ¿Podrían volver a ser libres?
-Cuando mi padre murió –continuó diciendo-, sus socios se dividieron su parte del negocio y a nosotras nos vendieron como esclavas. Realmente no recuerdo bien esa noche, simplemente sé que me sacaron de mi cama y quien había sido el mejor amigo de mi padre me informó que ahora sería su esclava. Esa fue la última vez que vi a mi hermana y a mi madre. A ellas se las llevaron a otro sitio –suspiró, aquellos recuerdos le habían hecho olvidar el dolor de su piel.
“El dolor del corazón siempre distrae el dolor de la piel”, se dijo.
-Luego de unos años mi amo me vendió y viajé muchos días en barco. Aquí me compró el señor Polinski, en su casa conocí a Melt… él es mi mejor amigo. Después de unos dos años nos vendieron juntos a la iglesia. Es el peor lugar de todo –le aseguró- , pero tal vez pronto termine todo y me vendan a una nueva familia. No me molestaría, pero extrañaría mucho a Melt.
Con todo el relato, Mahdi no se había dado cuenta que la joven había terminado ya de trabajar en su espalda.
Por esos días, el padre Jean estaba de reunión en reunión, muchos hombres lo visitaban cuando el sol caía y mantenían reuniones tan secretas que hasta trababan las puertas para no ser importunados.
Las heridas le dolieron –y le recordaron que cada minuto que pasaba era vital, pues si se demoraba demasiado podía caerle un gran problema- cuando la joven le limpió la espalda. Quería preguntarle, pero no era correcto, quien le había enseñado aquello, ¿como alguien tan joven podía tener una botica tan hermosa, tan cuidada y bien abastecida?
Cuando Arianrhod le preguntó por su pasado, una nostalgia realmente hermosa la embargó. Pues se refería a como había acabado en la condición de esclava, ¿o no? Creía que a eso se refería la joven.
-Nací en Cabo Verde –le contó en voz baja y con la mirada perdida sin un punto fijo, los recuerdos se sucedían en su mente-, mi padre era blanco. Mi madre era negra, pero no era esclava –se apuró a subrayar-, allá había negros que eran libres, como cualquier persona… Tengo una hermana, es muy bonita e inteligente. Aunque de niñas peleábamos ahora la extraño mucho.
Suspiró y retuvo las lágrimas. No lloraría. ¿Volvería a ver alguna vez a su hermana? ¿Se reencontraría con su madre? ¿Podrían volver a ser libres?
-Cuando mi padre murió –continuó diciendo-, sus socios se dividieron su parte del negocio y a nosotras nos vendieron como esclavas. Realmente no recuerdo bien esa noche, simplemente sé que me sacaron de mi cama y quien había sido el mejor amigo de mi padre me informó que ahora sería su esclava. Esa fue la última vez que vi a mi hermana y a mi madre. A ellas se las llevaron a otro sitio –suspiró, aquellos recuerdos le habían hecho olvidar el dolor de su piel.
“El dolor del corazón siempre distrae el dolor de la piel”, se dijo.
-Luego de unos años mi amo me vendió y viajé muchos días en barco. Aquí me compró el señor Polinski, en su casa conocí a Melt… él es mi mejor amigo. Después de unos dos años nos vendieron juntos a la iglesia. Es el peor lugar de todo –le aseguró- , pero tal vez pronto termine todo y me vendan a una nueva familia. No me molestaría, pero extrañaría mucho a Melt.
Con todo el relato, Mahdi no se había dado cuenta que la joven había terminado ya de trabajar en su espalda.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Arianrhod trabajó arduamente en la espalda de su visitante mientras escuchaba atentamente la historia que esta le relataba. Cuando la espalda dejó de sangrar tomó unas hojas, las bañó en ungüento y se las pegó a la espalda. Le dejó la espalda llena de hojas para luego proceder a vendar todo su torso y así mantener las hojas en su lugar por el tiempo que sea necesario.
- Con esto bastara por ahora -comentó la casi veinteañera- Esto requerirá más de una sesión de curaciones, pero ya veremos el resto cuando vengas a ayudarme con la limpieza -agregó Aria tranquilamente, antes de darle una leve palmadita en el hombro para que ella se arreglara la ropa.
Se movió dentro de la habitación para ir hacia la fuente donde había remojado el paño con el que limpió la espalda de la joven esclava para acabar limpiándose allí sus manos. Con lo que procedió a servirse un vaso de agua.
- Aquella es una historia trágica, me encantaría decirte que todo mejorará, pero no soy mucho de hablar sin tener certeza. Lamentablemente habría que cambiar la mentalidad de todo un mundo para arreglar todo esto, lo siento -comentó antes de darle un sorbo a su vaso.
La británica se sentía levemente identificada con Mahdi, pues la vida de ambas había acabado dando un giro de 180° tras la muerte de sus padres, al parecer aquello nunca podía traer algo bueno.
- Estamos listas con la curación, creo que como quedamos puedo darte un nuevo frasco de ungüento, solo intenta no botarlo esta vez -sonrió mostrando sus dientes-, ¿puedo hacer algo más por ti?
- Con esto bastara por ahora -comentó la casi veinteañera- Esto requerirá más de una sesión de curaciones, pero ya veremos el resto cuando vengas a ayudarme con la limpieza -agregó Aria tranquilamente, antes de darle una leve palmadita en el hombro para que ella se arreglara la ropa.
Se movió dentro de la habitación para ir hacia la fuente donde había remojado el paño con el que limpió la espalda de la joven esclava para acabar limpiándose allí sus manos. Con lo que procedió a servirse un vaso de agua.
- Aquella es una historia trágica, me encantaría decirte que todo mejorará, pero no soy mucho de hablar sin tener certeza. Lamentablemente habría que cambiar la mentalidad de todo un mundo para arreglar todo esto, lo siento -comentó antes de darle un sorbo a su vaso.
La británica se sentía levemente identificada con Mahdi, pues la vida de ambas había acabado dando un giro de 180° tras la muerte de sus padres, al parecer aquello nunca podía traer algo bueno.
- Estamos listas con la curación, creo que como quedamos puedo darte un nuevo frasco de ungüento, solo intenta no botarlo esta vez -sonrió mostrando sus dientes-, ¿puedo hacer algo más por ti?
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Aceptó el vaso de agua y bebió con ansias. La humedad de la calle y la corrida hasta allí le habían dado sed.
Cuando la señorita le preguntó si podía serle de ayuda en algo más, Mahdi sintió que ya le tenía genuino aprecio. Es que ella había hecho tanto… al parecer no notaba lo mucho que la había ayudado.
-Gracias por todo, señorita Arianrhod. Su ayuda ha sido muy importante para mí y no olvidaré nunca lo que hoy hizo.
Se cerró la blusa, sintiendo la piel limpia y fresca. Siguió a Arianrhod nuevamente al frente de la tienda y la observó mientras ella buscaba entre sus estantes un nuevo frasco del dichoso ungüento.
Cuando se lo tendió, Mahdi le juró que esa vez lo cuidaría como si fuera oro.
-Gracias una vez más, señorita Arianrhod –le tomó una de sus manos y la besó-. Trataré de venir esta misma noche para ayudarla en lo que me necesite.
Salió de la botica casi corriendo. Debía llegar de inmediato ante el padre Jean. Cuando cruzaba el mercado, alguien gritó su nombre:
-¡Mahdi! ¡Mahdi, ven acá! –se volvió y halló al padre Francis. Se acercó a él-. Ayúdame con estas frutas que he comprado… Venía de bendecir a los niños del orfanato y no pude evitar detenerme –le explicó.
El padre Francis era un hombre bueno, a Mahdi le gustaba oírlo cantar. Además solía contarle historias a los niños que se acercaban a la iglesia y a Mahdi le gustaba fingir que limpiaba para poder oírlas también.
Se demoraron en el mercado demasiado tiempo y, con valentía, ella le dijo:
-Padre, el padre Jean me ha enviado a por el ungüento a la botica y…
-¿Y ya lo tienes?
-Sí, señor. Acá está –se lo mostró- , pero se enfadará si me demoro.
-Volvamos –aceptó él.
Efectivamente, cuando la vio llegar el sacerdote se enfadó:
-¿Dónde has estado? ¡El padre Tadeus se muere mientras tú paseas!
-Padre Jean –habló el padre Francis antes de que el otro sacerdote pudiera blandir su puño sobre ella- , ha sido mi culpa. Vi que volvía veloz desde la botica para responder a la orden que usted le había dado, yo no estaba al tanto, y le pedí que me ayudara con las cosas del mercado…
El padre Jean no pudo decir más, su par estaba asumiendo las culpas y él tuvo que aceptarlo.
-¡Ve con el padre Tadeus, negra, llévale el pote!
Mahdi suspiró aliviada, se había librado –gracias a Dios- de un castigo.
Cuando la noche llegó, ocurrió lo mismo que venía sucediendo desde hacía al menos dos semanas. Un grupo de cuatro hombres y dos mujeres ingresó en la parte trasera, donde el padre Jean tenía su despacho, y se encerraron allí.
Ella vio su oportunidad. Se embozó con su capa llena de remiendos y, amparada por las sombras, salió silenciosamente del predio de la iglesia.
Recorrió las calles apresurada. No tanto por el temor que haberse escapado le generaba, sino porque las callejuelas de París podían ser peligrosas para una esclava si andaba sola.
Cuando llegó a la puerta de la botica suspiró, sabiendo que pasar tiempo con aquella muchacha le permitiría sentirse libre aunque solo fuera por algunas horas.
Golpeó la puerta y aguardó a que le abrieran.
Cuando la señorita le preguntó si podía serle de ayuda en algo más, Mahdi sintió que ya le tenía genuino aprecio. Es que ella había hecho tanto… al parecer no notaba lo mucho que la había ayudado.
-Gracias por todo, señorita Arianrhod. Su ayuda ha sido muy importante para mí y no olvidaré nunca lo que hoy hizo.
Se cerró la blusa, sintiendo la piel limpia y fresca. Siguió a Arianrhod nuevamente al frente de la tienda y la observó mientras ella buscaba entre sus estantes un nuevo frasco del dichoso ungüento.
Cuando se lo tendió, Mahdi le juró que esa vez lo cuidaría como si fuera oro.
-Gracias una vez más, señorita Arianrhod –le tomó una de sus manos y la besó-. Trataré de venir esta misma noche para ayudarla en lo que me necesite.
Salió de la botica casi corriendo. Debía llegar de inmediato ante el padre Jean. Cuando cruzaba el mercado, alguien gritó su nombre:
-¡Mahdi! ¡Mahdi, ven acá! –se volvió y halló al padre Francis. Se acercó a él-. Ayúdame con estas frutas que he comprado… Venía de bendecir a los niños del orfanato y no pude evitar detenerme –le explicó.
El padre Francis era un hombre bueno, a Mahdi le gustaba oírlo cantar. Además solía contarle historias a los niños que se acercaban a la iglesia y a Mahdi le gustaba fingir que limpiaba para poder oírlas también.
Se demoraron en el mercado demasiado tiempo y, con valentía, ella le dijo:
-Padre, el padre Jean me ha enviado a por el ungüento a la botica y…
-¿Y ya lo tienes?
-Sí, señor. Acá está –se lo mostró- , pero se enfadará si me demoro.
-Volvamos –aceptó él.
Efectivamente, cuando la vio llegar el sacerdote se enfadó:
-¿Dónde has estado? ¡El padre Tadeus se muere mientras tú paseas!
-Padre Jean –habló el padre Francis antes de que el otro sacerdote pudiera blandir su puño sobre ella- , ha sido mi culpa. Vi que volvía veloz desde la botica para responder a la orden que usted le había dado, yo no estaba al tanto, y le pedí que me ayudara con las cosas del mercado…
El padre Jean no pudo decir más, su par estaba asumiendo las culpas y él tuvo que aceptarlo.
-¡Ve con el padre Tadeus, negra, llévale el pote!
Mahdi suspiró aliviada, se había librado –gracias a Dios- de un castigo.
Cuando la noche llegó, ocurrió lo mismo que venía sucediendo desde hacía al menos dos semanas. Un grupo de cuatro hombres y dos mujeres ingresó en la parte trasera, donde el padre Jean tenía su despacho, y se encerraron allí.
Ella vio su oportunidad. Se embozó con su capa llena de remiendos y, amparada por las sombras, salió silenciosamente del predio de la iglesia.
Recorrió las calles apresurada. No tanto por el temor que haberse escapado le generaba, sino porque las callejuelas de París podían ser peligrosas para una esclava si andaba sola.
Cuando llegó a la puerta de la botica suspiró, sabiendo que pasar tiempo con aquella muchacha le permitiría sentirse libre aunque solo fuera por algunas horas.
Golpeó la puerta y aguardó a que le abrieran.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Mahdi se retiró tras prometerle a la dueña del local que volvería aquella misma noche, Aria aceptó sin oponer más resistencias y volvió a abrir el local. Fue entonces que se disculpó con un par de personas que llegaron luego a la botica diciendo que habían pasado más temprano y encontraron cerrado.
- Estaba haciendo inventarios para poder realizar el reabastecimiento de mercancía.
En ese momento fue solo una excusa, pero luego recordó que realmente era necesario hacer el inventario, pues había ungüentos y pociones que tardaban más de una noche en estar listas para poder ser puestas en los estantes de la tienda, y era peligroso no tener siempre todo lo que necesitaban sus clientes. Ahora ya sabía qué haría aquella noche junto a la originaria de Cabo Verde.
Lo que si tenía claro es que tendría que tener cuidado con su consulta clandestina, allí solían llegar a atenderse durante el atardecer o la noche cuando nadie podía notar que andaban con heridas de ese calibre, normalmente eran seres sobrenaturales como otros hechiceros que no manejan completamente el arte de las curaciones, licántropos y a veces uno que otro cazador. Si Mahdi veía a alguno de ellos podía ser peligroso para todos no solo para la esclava, si no que para la misma Arianrhod y el paciente que se viera enfrentado a Mahdi significaba una peligrosa posible exposición, ella servía en una iglesia durante el día, el peligro a la Inquisición era demasiado.
Cuando oscureció la botica cerró, pero Aria de todos modos siguió revoloteando esperando la llegada de su nueva ayudante, hasta que el momento llegó y sintió el toque en la puerta del local.
- Bienvenida Mahdi -dijo la hechicera antes de dejarla pasar-, esta noche necesitaré tu ayuda con el inventario -sonrió antes de explicarle lo que harían con más detalle.
- Estaba haciendo inventarios para poder realizar el reabastecimiento de mercancía.
En ese momento fue solo una excusa, pero luego recordó que realmente era necesario hacer el inventario, pues había ungüentos y pociones que tardaban más de una noche en estar listas para poder ser puestas en los estantes de la tienda, y era peligroso no tener siempre todo lo que necesitaban sus clientes. Ahora ya sabía qué haría aquella noche junto a la originaria de Cabo Verde.
Lo que si tenía claro es que tendría que tener cuidado con su consulta clandestina, allí solían llegar a atenderse durante el atardecer o la noche cuando nadie podía notar que andaban con heridas de ese calibre, normalmente eran seres sobrenaturales como otros hechiceros que no manejan completamente el arte de las curaciones, licántropos y a veces uno que otro cazador. Si Mahdi veía a alguno de ellos podía ser peligroso para todos no solo para la esclava, si no que para la misma Arianrhod y el paciente que se viera enfrentado a Mahdi significaba una peligrosa posible exposición, ella servía en una iglesia durante el día, el peligro a la Inquisición era demasiado.
Cuando oscureció la botica cerró, pero Aria de todos modos siguió revoloteando esperando la llegada de su nueva ayudante, hasta que el momento llegó y sintió el toque en la puerta del local.
- Bienvenida Mahdi -dijo la hechicera antes de dejarla pasar-, esta noche necesitaré tu ayuda con el inventario -sonrió antes de explicarle lo que harían con más detalle.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La boticaria le dio una cálida bienvenida y la invitó a ingresar. Una vez adentro del negocio, ella le dijo que necesitaba su ayuda con el inventario y Mahdi se entusiasmó. Primero porque quería realmente serle de utilidad en lo que ella le pidiese, y luego porque era algo verdaderamente nuevo para ella y a Mahdi le encantaba aprender cosas nuevas, mucho más si se relacionaban –en algún punto, como ese era el caso- con la naturaleza.
La siguió al interior de la botica y se quitó la capa pues allí el clima era cálido, acogedor, y ya podía prescindir de su abrigo negro.
¿Qué debería hacer? ¿Clasificar hierbas? ¿Machacar plantas? ¿Combinar sustancias? ¿Catalogar los botes? No tenía idea aún pero haría lo que Arianrhod le pidiese.
Mahdi podía leer y escribir, ese era uno de sus secretos. Se creyó capaz de confiárselo a la joven, pues ella le había inspirado muchísima confianza, pero eligió no hablar de aquello de momento. Ya se presentaría la oportunidad.
La botica le gustaba mucho. Lo había sentido las anteriores veces que había ido allí a cumplir con algún recado de los sacerdotes, pero en ese momento que podía detenerse a observar y apreciar todo, le parecía hermosa y ordenada. Los aromas se combinaban de manera envolvente.
-¿Las personas se enferman mucho? ¿Tiene siempre mucho trabajo, señorita Arianrhod?
Debía tenerlo porque la botica estaba bien surtida, eso evidenciaba que tenía también una gran demanda. ¿Trabajaría sola la joven? Sí, algo así le había dado a entender por la tarde… Que el negocio era solo suyo. Mahdi volvió a admirarla por eso.
Se alistó para el trabajo, aguardando las instrucciones de la joven.
La siguió al interior de la botica y se quitó la capa pues allí el clima era cálido, acogedor, y ya podía prescindir de su abrigo negro.
¿Qué debería hacer? ¿Clasificar hierbas? ¿Machacar plantas? ¿Combinar sustancias? ¿Catalogar los botes? No tenía idea aún pero haría lo que Arianrhod le pidiese.
Mahdi podía leer y escribir, ese era uno de sus secretos. Se creyó capaz de confiárselo a la joven, pues ella le había inspirado muchísima confianza, pero eligió no hablar de aquello de momento. Ya se presentaría la oportunidad.
La botica le gustaba mucho. Lo había sentido las anteriores veces que había ido allí a cumplir con algún recado de los sacerdotes, pero en ese momento que podía detenerse a observar y apreciar todo, le parecía hermosa y ordenada. Los aromas se combinaban de manera envolvente.
-¿Las personas se enferman mucho? ¿Tiene siempre mucho trabajo, señorita Arianrhod?
Debía tenerlo porque la botica estaba bien surtida, eso evidenciaba que tenía también una gran demanda. ¿Trabajaría sola la joven? Sí, algo así le había dado a entender por la tarde… Que el negocio era solo suyo. Mahdi volvió a admirarla por eso.
Se alistó para el trabajo, aguardando las instrucciones de la joven.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Mahdi pareció entusiasmarse inmediatamente tras escuchar las palabras de Aria, se puso cómoda al sacarse su capa y espero las instrucciones más específicas que le daría la dueña de la botica. Arianrhod cerró nuevamente la puerta y la aseguró para que nadie más pudiera entrar, si algún paciente sorpresa llegaba, ya sabía qué hacer para ser atendido.
La pregunta de la morena no la sorprendió, aquella era de las preguntas más comunes que le solían hacer a la boticaria.
- Si, la verdad es que la gente enferma bastante y muy fácil -explicó-, pero no solo eso pues también tengo tónicos para prevenir enfermedades y otras pociones para otros usos, como energizantes, control de apetito, control de dolores menstruales entre otras cosas, también hay hierbas y escencias para té y otras infusiones. -soltó un suspiro- Si trabajo bastante, pero no me puedo quejar, mientras más trabajo tenga en este lugar mejor es para mi pues más dinero logro ganar.
La joven hechicera guió a la esclava hacia los estantes de la botica tras el mesón que separaba su sector y posición como dueña del de los clientes. Era momento de explicarle a su nueva ayudante lo que necesitaba que hiciera aquella noche.
- Para el inventario necesito que me ayudes con la cuenta, necesito que cuentes los frascos que hay en cada división de los estantes -comenzó a explicar-. Dependiendo del color de la etiqueta es lo que necesito que me avises cuando haya menos de cierta cantidad -prosiguió-. Cualquiera con etiqueta café que hayas menos de 10, etiqueta azul que tenga menos de 5, etiqueta dorada que tenga menos de 3; si quieres lo puedo anotar para que no lo olvides. ¿Alguna duda? -concluyó.
La pregunta de la morena no la sorprendió, aquella era de las preguntas más comunes que le solían hacer a la boticaria.
- Si, la verdad es que la gente enferma bastante y muy fácil -explicó-, pero no solo eso pues también tengo tónicos para prevenir enfermedades y otras pociones para otros usos, como energizantes, control de apetito, control de dolores menstruales entre otras cosas, también hay hierbas y escencias para té y otras infusiones. -soltó un suspiro- Si trabajo bastante, pero no me puedo quejar, mientras más trabajo tenga en este lugar mejor es para mi pues más dinero logro ganar.
La joven hechicera guió a la esclava hacia los estantes de la botica tras el mesón que separaba su sector y posición como dueña del de los clientes. Era momento de explicarle a su nueva ayudante lo que necesitaba que hiciera aquella noche.
- Para el inventario necesito que me ayudes con la cuenta, necesito que cuentes los frascos que hay en cada división de los estantes -comenzó a explicar-. Dependiendo del color de la etiqueta es lo que necesito que me avises cuando haya menos de cierta cantidad -prosiguió-. Cualquiera con etiqueta café que hayas menos de 10, etiqueta azul que tenga menos de 5, etiqueta dorada que tenga menos de 3; si quieres lo puedo anotar para que no lo olvides. ¿Alguna duda? -concluyó.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Un lápiz. ¿Hacía cuanto que no tenía un lápiz entre las manos? Pensó en todo lo que se había esforzado el bueno de su padre por enseñarle, por educarla… Todo ese esfuerzo, todo ese tiempo dedicado, para que ella terminara siendo una esclava cuya mayor ambición podía ser que le tocase el planchado en lugar del lavado.
No podía dejar de sentir que su padre había desperdiciado sus horas para instruirla, mas ahora daba igual que ella supiera leer y escribir o no.
Hasta ese momento.
Allí, en la botica de la buena señorita Arianrhod, lo que había aprendido años atrás por fin podía serle de utilidad.
Mahdi tomó el lápiz –junto con el papel- y Arianrhod pareció no sorprenderse. En su corazón lo agradeció porque no quería recordar más su pasado feliz, había tenido demasiadas emociones por ese día.
Solía encerrar esos momentos en un cofre pesado dentro de su propia cabeza para no abrirlo jamás, porque recordar su infancia no era solo evocar la época de libertad, sino también la voz gruesa y amorosa de su padre, la sonrisa de Armgard –su hermana mayor- y los bailes compartidos con su madre en el patio trasero de su casa.
No, no le convenía recordar. Se limitaría a hacer lo que la joven le había pedido.
Quedaban solo dos de etiqueta azul, siete de etiqueta café, cuatro de etiqueta dorada… Mahdi iba catalogando y escribiendo –con mano torpe, luego de tantos años de no practicar- relativamente rápido, pese a revisar dos o tres veces lo que hacía pues temía equivocarse.
-¿Cómo aprendió a hacer todo esto, señorita? ¡Debe ser tan difícil! ¿Quién le enseñó? ¿Su familia?
Quería saber algo más acerca de la joven, entender como alguien a tan corta edad –pues creía que sería tal vez uno o dos años más grande que ella- podía tener la fortaleza de hacerse cargo de una tarea tan grande. La admiraba. Si pudiera volver a nacer le gustaría ser –además de blanca y libre- como Arianrhod.
Un sonido fuerte las sorprendió a ambas, provenía de la calle. ¿Habían sido truenos? ¿Comenzaría a llover de un momento a otro? ¿O habría alguien merodeando la fachada?
Cayeron sus ojos sobre la boticaria y su mirada la tranquilizó.
No podía dejar de sentir que su padre había desperdiciado sus horas para instruirla, mas ahora daba igual que ella supiera leer y escribir o no.
Hasta ese momento.
Allí, en la botica de la buena señorita Arianrhod, lo que había aprendido años atrás por fin podía serle de utilidad.
Mahdi tomó el lápiz –junto con el papel- y Arianrhod pareció no sorprenderse. En su corazón lo agradeció porque no quería recordar más su pasado feliz, había tenido demasiadas emociones por ese día.
Solía encerrar esos momentos en un cofre pesado dentro de su propia cabeza para no abrirlo jamás, porque recordar su infancia no era solo evocar la época de libertad, sino también la voz gruesa y amorosa de su padre, la sonrisa de Armgard –su hermana mayor- y los bailes compartidos con su madre en el patio trasero de su casa.
No, no le convenía recordar. Se limitaría a hacer lo que la joven le había pedido.
Quedaban solo dos de etiqueta azul, siete de etiqueta café, cuatro de etiqueta dorada… Mahdi iba catalogando y escribiendo –con mano torpe, luego de tantos años de no practicar- relativamente rápido, pese a revisar dos o tres veces lo que hacía pues temía equivocarse.
-¿Cómo aprendió a hacer todo esto, señorita? ¡Debe ser tan difícil! ¿Quién le enseñó? ¿Su familia?
Quería saber algo más acerca de la joven, entender como alguien a tan corta edad –pues creía que sería tal vez uno o dos años más grande que ella- podía tener la fortaleza de hacerse cargo de una tarea tan grande. La admiraba. Si pudiera volver a nacer le gustaría ser –además de blanca y libre- como Arianrhod.
Un sonido fuerte las sorprendió a ambas, provenía de la calle. ¿Habían sido truenos? ¿Comenzaría a llover de un momento a otro? ¿O habría alguien merodeando la fachada?
Cayeron sus ojos sobre la boticaria y su mirada la tranquilizó.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Arianrhod se había planteado revisar su suministro de hierbas, raíces y plantas mientras Mahdi la ayudaba con los ungüentos y pociones de los estantes.
- Pues fui aprendiendo a lo largo de los años -comentó con una risa floja-, mi madre me enseñó la básico cuando era niña y cuando mataron a mi padre en una riña callejera y mi madre se suicidó -y es aquello lo que había hecho al entregarse a la Inquisición-, solo se me ocurrió escapar de ese lugar en el que solo estaban ocurriendo desgracias, fue entonces que comencé a instruirme con los libros de mi madre que traje conmigo. Eso para resumir un poco la historia, si no podría hablarte las 15 noches de como fui aprendiendo y fallando desde el día que abandoné Manchester.
A medida que hablaba seguía con su clasificación de la herbolaria que manejaba dentro del recinto, al menos la que estaba para la venta. Fue entonces cuando un fuerte ruido sonó proveniente a la puerta, la hechicera le dedicó una mirada tranquilizadora a Mahdi que era ajena a aquellas situaciones, Arianrhod simplemente esperaba que quien fuera que estuviera tocando no la pusiera en evidencia.
Se acercó a la puerta y la entreabrió un poco para ver quién se encontraba tocando a aquellas horas, se encontró con un cazador que había ido un par de veces antes.
- Si lo que buscas es atención tendrás que mantener la boca cerrada pues tengo una visita ajena a todo este mundo que nos rodea. -le susurró suavemente al ver como el sujeto al otro lado de la puerta se afirmaba en brazo y asentía, con lo cual Aria le permitió el paso a la botica y le habló a su ayudante provisoria antes de volver a bloquear la puerta- Mahdi, por favor guialo a la habitación en la que estuviste esta tarde. Luego puedes volver a seguir con el inventario.
Tendría que tener unos minutos a solas con el cazador para saber la naturaleza de sus heridas, y aquellas eran cosas que no podía oir Mahdi.
- Pues fui aprendiendo a lo largo de los años -comentó con una risa floja-, mi madre me enseñó la básico cuando era niña y cuando mataron a mi padre en una riña callejera y mi madre se suicidó -y es aquello lo que había hecho al entregarse a la Inquisición-, solo se me ocurrió escapar de ese lugar en el que solo estaban ocurriendo desgracias, fue entonces que comencé a instruirme con los libros de mi madre que traje conmigo. Eso para resumir un poco la historia, si no podría hablarte las 15 noches de como fui aprendiendo y fallando desde el día que abandoné Manchester.
A medida que hablaba seguía con su clasificación de la herbolaria que manejaba dentro del recinto, al menos la que estaba para la venta. Fue entonces cuando un fuerte ruido sonó proveniente a la puerta, la hechicera le dedicó una mirada tranquilizadora a Mahdi que era ajena a aquellas situaciones, Arianrhod simplemente esperaba que quien fuera que estuviera tocando no la pusiera en evidencia.
Se acercó a la puerta y la entreabrió un poco para ver quién se encontraba tocando a aquellas horas, se encontró con un cazador que había ido un par de veces antes.
- Si lo que buscas es atención tendrás que mantener la boca cerrada pues tengo una visita ajena a todo este mundo que nos rodea. -le susurró suavemente al ver como el sujeto al otro lado de la puerta se afirmaba en brazo y asentía, con lo cual Aria le permitió el paso a la botica y le habló a su ayudante provisoria antes de volver a bloquear la puerta- Mahdi, por favor guialo a la habitación en la que estuviste esta tarde. Luego puedes volver a seguir con el inventario.
Tendría que tener unos minutos a solas con el cazador para saber la naturaleza de sus heridas, y aquellas eran cosas que no podía oir Mahdi.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Finalmente ocurría que la boticaria y Mahdi habían vivido cosas similares en sus vidas. ¿Quién lo diría? Ella también había perdido a su familia y cambiado por completo su vida a raíz de eso.
Que le haya referido todas aquellas circunstancias hicieron que la esclava se sintiera más cercana a la joven.
No eran iguales, pero habían pasado por dolores similares y eso significaba algo.
El sonido que las había sobresaltado resultó ser provocado por un hombre que parecía dar tumbos contra la vidriera. La boticaria le abrió la puerta, valiente y decidida, sin titubear. Al parecer se conocían pues ella le susurró algo –sin visos de temor- y él asintió.
Mahdi apartó la vista, recordando cual era su posición. No debería interesarle lo que el hombre y Arianrhod hablasen en privado, pero el aspecto del recién llegado asustaba. Parecía un hombre violento y le extrañó que Arianrhod pareciera tenerlo bien dominado.
La joven cerró la puerta –no sin antes asomar la cabeza para comprobar que la calle estaba tranquila, según juzgó Mahdi- y le pidió que acompañase al hombre al cuarto trasero donde esa misma tarde le había curado su espalda herida. Ella se apuró a obedecer, sin dejar de mirar al visitante pues le provocaba cierta desconfianza. ¿Quien se presenta a esas horas en un negocio sabiendo que se encuentra cerrado? No era una conducta normal.
Le pareció que el hombre –que era extremadamente alto y fornido- caminaba de forma adolorida, pero no se quejaba ni acusaba dolor alguno, al menos no frente a la esclava.
Mahdi tampoco le halló ninguna herida, al menos no en las partes de su cuerpo que se podían ver como las manos, el cuello y el rostro.
Si era cierto, y el hombre en verdad estaba lastimado, tenía cierta lógica que acudiese allí en busca de la ayuda que las manos de la boticaria podían brindarle.
-Siéntese si lo desea, señor. La señorita no debe tardar en llegar para –se tomó dos segundos para elegir bien la palabra y luego acabó la frase-: curarlo.
El hombre le agradeció y Mahdi se paró en un rincón. Debía volver al inventario pero no quería dejar al hombre solo en aquella habitación pues había cosas importantes allí, ¿y si se robaba algo? Tenía aspecto rudo.
Cuando Arianrhod ingresó, Mahdi pidió permiso y se retiró. Dejándolos a solas y volviendo a su tarea.
Que le haya referido todas aquellas circunstancias hicieron que la esclava se sintiera más cercana a la joven.
No eran iguales, pero habían pasado por dolores similares y eso significaba algo.
El sonido que las había sobresaltado resultó ser provocado por un hombre que parecía dar tumbos contra la vidriera. La boticaria le abrió la puerta, valiente y decidida, sin titubear. Al parecer se conocían pues ella le susurró algo –sin visos de temor- y él asintió.
Mahdi apartó la vista, recordando cual era su posición. No debería interesarle lo que el hombre y Arianrhod hablasen en privado, pero el aspecto del recién llegado asustaba. Parecía un hombre violento y le extrañó que Arianrhod pareciera tenerlo bien dominado.
La joven cerró la puerta –no sin antes asomar la cabeza para comprobar que la calle estaba tranquila, según juzgó Mahdi- y le pidió que acompañase al hombre al cuarto trasero donde esa misma tarde le había curado su espalda herida. Ella se apuró a obedecer, sin dejar de mirar al visitante pues le provocaba cierta desconfianza. ¿Quien se presenta a esas horas en un negocio sabiendo que se encuentra cerrado? No era una conducta normal.
Le pareció que el hombre –que era extremadamente alto y fornido- caminaba de forma adolorida, pero no se quejaba ni acusaba dolor alguno, al menos no frente a la esclava.
Mahdi tampoco le halló ninguna herida, al menos no en las partes de su cuerpo que se podían ver como las manos, el cuello y el rostro.
Si era cierto, y el hombre en verdad estaba lastimado, tenía cierta lógica que acudiese allí en busca de la ayuda que las manos de la boticaria podían brindarle.
-Siéntese si lo desea, señor. La señorita no debe tardar en llegar para –se tomó dos segundos para elegir bien la palabra y luego acabó la frase-: curarlo.
El hombre le agradeció y Mahdi se paró en un rincón. Debía volver al inventario pero no quería dejar al hombre solo en aquella habitación pues había cosas importantes allí, ¿y si se robaba algo? Tenía aspecto rudo.
Cuando Arianrhod ingresó, Mahdi pidió permiso y se retiró. Dejándolos a solas y volviendo a su tarea.
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Cuando Arianrhod llegó a la habitación Mahdi aún se encontraba ahí por lo que se quedó con las palabras en la boca. La Esclava pidió permiso y se retiró de la habitación, la joven hechicera soltó un suspiró y aseguró la puerta de la habitación.
— De acuerdo, ya conoces las reglas de este lugar –advirtió con un nuevo suspiro–, al cruzar las puertas de mi botica cualquier enemistad o trabajo queda fuera, acá no se puede atacar a nadie.
— Sí, lo sé, lo sé –respondió el cazador.
— Bien, ahora dime ¿qué sucedió? -cuestionó la hechicera.
— En resumen una batalla contra un chupasangres en la que cometí un par de errores, pero logré acabar con él –relató, soltó un suspiro al ver la mirada de Aria, ella solo quería saber su malestar pues no quería verse envuelta en peleas de clanes u otras razas–. Creo que me he roto un par de costillas en el jaleo que tuvimos
— Sabes que las costillas son algo complicado –menciona la hechicera.
— Y algo que requiere tiempo, tiempo con el que no cuento si quiero volver pronto al trabajo, es por eso que vine contigo y no fui a un simple hospital –inquirió el cazador–; vamos Dankworth, tú puedes.
— Esta bien –accedió la joven–, pero te saldrá más costoso –advirtió apuntándolo con un dedo-, de todas formas tendrás que tener un par de días de descanso, pero es mejor que el mes que te darían en un hospital. Ahora déjame ir por unas pociones para el dolor antes de comenzar.
La joven salió de la habitación y fue hacia donde Mahdi se encontraba haciendo el inventario para buscar un par de raíces y hierbas para una poción especial, entonces miró a su invitada que probablemente estaría curiosa, pero lamentablemente no podía ayudarla a aclarar sus dudas.
— No es tan grave, se irá en un par de horas –comentó Arianrhod
— De acuerdo, ya conoces las reglas de este lugar –advirtió con un nuevo suspiro–, al cruzar las puertas de mi botica cualquier enemistad o trabajo queda fuera, acá no se puede atacar a nadie.
— Sí, lo sé, lo sé –respondió el cazador.
— Bien, ahora dime ¿qué sucedió? -cuestionó la hechicera.
— En resumen una batalla contra un chupasangres en la que cometí un par de errores, pero logré acabar con él –relató, soltó un suspiro al ver la mirada de Aria, ella solo quería saber su malestar pues no quería verse envuelta en peleas de clanes u otras razas–. Creo que me he roto un par de costillas en el jaleo que tuvimos
— Sabes que las costillas son algo complicado –menciona la hechicera.
— Y algo que requiere tiempo, tiempo con el que no cuento si quiero volver pronto al trabajo, es por eso que vine contigo y no fui a un simple hospital –inquirió el cazador–; vamos Dankworth, tú puedes.
— Esta bien –accedió la joven–, pero te saldrá más costoso –advirtió apuntándolo con un dedo-, de todas formas tendrás que tener un par de días de descanso, pero es mejor que el mes que te darían en un hospital. Ahora déjame ir por unas pociones para el dolor antes de comenzar.
La joven salió de la habitación y fue hacia donde Mahdi se encontraba haciendo el inventario para buscar un par de raíces y hierbas para una poción especial, entonces miró a su invitada que probablemente estaría curiosa, pero lamentablemente no podía ayudarla a aclarar sus dudas.
— No es tan grave, se irá en un par de horas –comentó Arianrhod
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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