AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
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El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Recuerdo del primer mensaje :
El roce de la tela sobre su espalda era insoportable y estaba segura de que alguna de las costras se le abriría de un momento a otro. Aún así, Mahdi caminaba con paso rápido sin detenerse ante nada ni nadie. Debía llegar a la botica, el padre Tadeus estaba otra vez con el pecho tomado y necesitaba del emplaste que lograba abrir sus pulmones, pero se habían quedado ya sin algunos elementos necesarios.
Apretaba el listín en su mano derecha como si de él dependiera su vida y caminaba casi al trote.
-Controlaré todo lo que traigas, negra bruta –le había jurado el padre Jean, a quien ella más temía.
Él la había azotado hacía dos noches al hallarla bebiendo, de una de las copas, el agua que era para el almuerzo de los curas.
Mahdi había trabajado bajo el sol sin descanso y, pese a que sabía que los sacerdotes eran muy rigurosos en cuanto al uso de sus cosas, no creyó que nadie se enterase de que ella había bebido un poco de agua de allí en lugar de hacerlo en la zona de esclavos que la parroquia tenía.
Ni siquiera pudo excusarse o disculparse cuando el padre Jean la descubrió. Él, desde toda su altura y con sus ojos de cielo puestos en ella, la miró y le dijo:
-Está noche, luego del último rezo, me esperarás con la espalda descubierta en el sector de castigos.
Y ella había obedecido. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Esconderse? La encontrarían en pocas horas y el castigo sería tres veces peor.
“Nunca más, nunca más”, se repetía mientras caminaba hacia la botica. Por más que estuviera sintiéndose morir a causa de la sed, jamás volvería a tomar del agua de los sacerdotes. Mucho menos desde una de sus copas.
Antes, en otra vida, ella había bebido de vasos mucho más bellos. Se había sentado a una mesa con su familia y sirvientes la habían atendido… No le gustaba pensar en eso, pero en momentos como ese no podía evitar que aquellos recuerdos le sobrevinieran.
Llegó al destino y, antes de ingresar, respiró profundamente y la espalda le dolió. Se secó la lágrima solitaria que había corrido por su mejilla derecha. Intentó acomodar su cabello que siempre se erizaba sobre su frente.
Había dos damas allí que hablaban a toda velocidad y reían. Mahdi se acomodó en un rincón y bajó la vista, había aprendido bien cual era la posición que debía tomar.
Cuando el calor de la caminata disminuyó en su cuerpo, el dolor de su espalda volvió a sacudirla y ella se tensionó tratando de reprimir un gemido.
Recién cuando las mujeres salieron ella se acercó a la joven encargada, la tranquilizaba saber que allí solo estaban ellas dos. La saludó sin mirarla a los ojos y le tendió el papel que había apretado en su puño.
Ya había ido a la botica varias veces y era uno de sus lugares favoritos, los aromas parecían mezclarse perfectamente y Mahdi se sentía envuelta por ellos.
Otra vez el dolor la sacudió y ella tuvo que buscar algo de lo que sostenerse para poder soportarlo.
El roce de la tela sobre su espalda era insoportable y estaba segura de que alguna de las costras se le abriría de un momento a otro. Aún así, Mahdi caminaba con paso rápido sin detenerse ante nada ni nadie. Debía llegar a la botica, el padre Tadeus estaba otra vez con el pecho tomado y necesitaba del emplaste que lograba abrir sus pulmones, pero se habían quedado ya sin algunos elementos necesarios.
Apretaba el listín en su mano derecha como si de él dependiera su vida y caminaba casi al trote.
-Controlaré todo lo que traigas, negra bruta –le había jurado el padre Jean, a quien ella más temía.
Él la había azotado hacía dos noches al hallarla bebiendo, de una de las copas, el agua que era para el almuerzo de los curas.
Mahdi había trabajado bajo el sol sin descanso y, pese a que sabía que los sacerdotes eran muy rigurosos en cuanto al uso de sus cosas, no creyó que nadie se enterase de que ella había bebido un poco de agua de allí en lugar de hacerlo en la zona de esclavos que la parroquia tenía.
Ni siquiera pudo excusarse o disculparse cuando el padre Jean la descubrió. Él, desde toda su altura y con sus ojos de cielo puestos en ella, la miró y le dijo:
-Está noche, luego del último rezo, me esperarás con la espalda descubierta en el sector de castigos.
Y ella había obedecido. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Esconderse? La encontrarían en pocas horas y el castigo sería tres veces peor.
“Nunca más, nunca más”, se repetía mientras caminaba hacia la botica. Por más que estuviera sintiéndose morir a causa de la sed, jamás volvería a tomar del agua de los sacerdotes. Mucho menos desde una de sus copas.
Antes, en otra vida, ella había bebido de vasos mucho más bellos. Se había sentado a una mesa con su familia y sirvientes la habían atendido… No le gustaba pensar en eso, pero en momentos como ese no podía evitar que aquellos recuerdos le sobrevinieran.
Llegó al destino y, antes de ingresar, respiró profundamente y la espalda le dolió. Se secó la lágrima solitaria que había corrido por su mejilla derecha. Intentó acomodar su cabello que siempre se erizaba sobre su frente.
Había dos damas allí que hablaban a toda velocidad y reían. Mahdi se acomodó en un rincón y bajó la vista, había aprendido bien cual era la posición que debía tomar.
Cuando el calor de la caminata disminuyó en su cuerpo, el dolor de su espalda volvió a sacudirla y ella se tensionó tratando de reprimir un gemido.
Recién cuando las mujeres salieron ella se acercó a la joven encargada, la tranquilizaba saber que allí solo estaban ellas dos. La saludó sin mirarla a los ojos y le tendió el papel que había apretado en su puño.
Ya había ido a la botica varias veces y era uno de sus lugares favoritos, los aromas parecían mezclarse perfectamente y Mahdi se sentía envuelta por ellos.
Otra vez el dolor la sacudió y ella tuvo que buscar algo de lo que sostenerse para poder soportarlo.
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La notaba tan concentrada, tan abstraída, que Mahdi no quiso interrumpir a Aria por nada. Una persona tan ocupada como ella debía tener muchas cosas importantes en las que pensar, después de todo estaba al frente de un negocio sumamente ambicioso y que brindaba un servicio elemental. Aquella botica era muy importante en la ciudad y todos, sin importar su clase social, acudían al lugar en busca de medicinas de todo tipo. Debía ser una presión constante para ella estar a cargo de algo así y procurar que nunca faltase nada en sus estanterías.
En silencio, Mahdi se ocupaba de su caldero, de controlar que aquella preparación llegase a su punto justo. Cada tanto, la esclava le daba un vistazo a la boticaria y confirmaba que nada en su semblante había cambiado. Seguía inmersa en sus pensamientos. ¿Estaría, acaso abatida por la inquisición?
Algo le decía que Aria sabía más de que lo que noche le había contado pero que no le revelaba todos sus conocimientos para no ponerla en peligro, para no exponerla, después de todo eso era lo que le había dicho: que cuanto más supiera más riesgo corría. Y Mahdi le creía, sabía que Arianrhod realmente se preocupaba por ella. Aún así intentaría hablar con el padre Francis, tal vez él supiera todo lo que estaba ocurriendo.
La notaba preocupada. Quería encontrar un tema que la distrajera, que la hiciera feliz. Después de todo, mientras estuvieran allí adentro, en la botica de la señorita, no corrían peligro. Se hallaban a salvo de demonios. Y de los inquisidores también.
-¿Para qué sirve este preparado, señorita? –le preguntó, esperando que ella se embarcara en el relato. Y luego, Mahdi agregó una pregunta mucho más personal-: ¿Ha pensado en tener una familia, señorita Aria? Claro que todavía es usted muy joven, pero quizás en algún momento del futuro… ¿No ha pensado en tener una hija a la que enseñarle todo esto, así como su madre le enseñó a usted?
En silencio, Mahdi se ocupaba de su caldero, de controlar que aquella preparación llegase a su punto justo. Cada tanto, la esclava le daba un vistazo a la boticaria y confirmaba que nada en su semblante había cambiado. Seguía inmersa en sus pensamientos. ¿Estaría, acaso abatida por la inquisición?
Algo le decía que Aria sabía más de que lo que noche le había contado pero que no le revelaba todos sus conocimientos para no ponerla en peligro, para no exponerla, después de todo eso era lo que le había dicho: que cuanto más supiera más riesgo corría. Y Mahdi le creía, sabía que Arianrhod realmente se preocupaba por ella. Aún así intentaría hablar con el padre Francis, tal vez él supiera todo lo que estaba ocurriendo.
La notaba preocupada. Quería encontrar un tema que la distrajera, que la hiciera feliz. Después de todo, mientras estuvieran allí adentro, en la botica de la señorita, no corrían peligro. Se hallaban a salvo de demonios. Y de los inquisidores también.
-¿Para qué sirve este preparado, señorita? –le preguntó, esperando que ella se embarcara en el relato. Y luego, Mahdi agregó una pregunta mucho más personal-: ¿Ha pensado en tener una familia, señorita Aria? Claro que todavía es usted muy joven, pero quizás en algún momento del futuro… ¿No ha pensado en tener una hija a la que enseñarle todo esto, así como su madre le enseñó a usted?
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Las palabras de Mahdi trajeron a Aria de vuelta a la realidad.
— Pues... -no estaba segura de qué poción tenía la morena entre manos, así que se tuvo que acercar un poco mejor para asegurarse, pero lo que la muchacha le dijo después la sorprendió aún más.
Claro que había pensado en tener familia, aquello era algo que realmente le encantaría, tener una pareja, una hija o un hijo... pero buscar una pareja era algo tan banal cuando lo comparaba con mantenerse al margen de la inquisición, ahora tenía mucho más por qué preocuparse... pero no puede negar que realmente le encantaría tener alguien con quien salir a despejarse, con quien poder desahogarse, alguien que la haga sentir amada. Arianrhod soltó un suspiro.
— Aquella preparación cuando está lista sirve para los dolores estomacales y ayuda a la digestión, ayuda bastante cuando comen algo en mal estado y en otros casos, es bastante solicitada, es por eso que aunque quedan algunos frascos en las estanterías no puedo arriesgarme a que se acaben de un minuto a otro.
Aria soltó un nuevo suspiro y sonrió suavemente, pensando en la otra pregunta que la joven esclava le había hecho.
— Respecto a lo otro... -se rascó la cabeza algo avergonzada, volviendo a poner los pies en la tierra y alejando la inquisición de su mente- Me encantaría, lo he pensado mil veces, es solo que... aún no encuentro al indicado, realmente aún no conozco demasiada gente -admitió-. Pero si me gustaría tener una hija o un hijo a quien enseñarle todo esto, alguien que pueda hacerse cargo del negocio después de mi. Realmente no me gustaría que todo esto se viera perdido una vez que yo no pueda seguir con el negocio.
— Pues... -no estaba segura de qué poción tenía la morena entre manos, así que se tuvo que acercar un poco mejor para asegurarse, pero lo que la muchacha le dijo después la sorprendió aún más.
Claro que había pensado en tener familia, aquello era algo que realmente le encantaría, tener una pareja, una hija o un hijo... pero buscar una pareja era algo tan banal cuando lo comparaba con mantenerse al margen de la inquisición, ahora tenía mucho más por qué preocuparse... pero no puede negar que realmente le encantaría tener alguien con quien salir a despejarse, con quien poder desahogarse, alguien que la haga sentir amada. Arianrhod soltó un suspiro.
— Aquella preparación cuando está lista sirve para los dolores estomacales y ayuda a la digestión, ayuda bastante cuando comen algo en mal estado y en otros casos, es bastante solicitada, es por eso que aunque quedan algunos frascos en las estanterías no puedo arriesgarme a que se acaben de un minuto a otro.
Aria soltó un nuevo suspiro y sonrió suavemente, pensando en la otra pregunta que la joven esclava le había hecho.
— Respecto a lo otro... -se rascó la cabeza algo avergonzada, volviendo a poner los pies en la tierra y alejando la inquisición de su mente- Me encantaría, lo he pensado mil veces, es solo que... aún no encuentro al indicado, realmente aún no conozco demasiada gente -admitió-. Pero si me gustaría tener una hija o un hijo a quien enseñarle todo esto, alguien que pueda hacerse cargo del negocio después de mi. Realmente no me gustaría que todo esto se viera perdido una vez que yo no pueda seguir con el negocio.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Cuando el preparado tuvo el color y la consistencia deseada, Mahdi se dispuso a llenar varios frascos. Los tenía ya preparados y aguardando sobre la mesada. ¿Debía esperar a que se enfriase la preparación antes de taparlos y sellarlos? ¿O era mejor que estuviera aún caliente cuando lo hiciera?
Mientras Arianrhod le hablaba acerca de sus deseos de conocer a alguien especial y tener hijos a quienes legarle todo cuanto con su esfuerzo había construido, la esclava no pudo evitar sentir cierta añoranza por la vida que ella podría haber tenido, pero que se le había arrebatado como arrebata el viento las hojas de los árboles en pleno otoño. Se imaginó a sí misma cayendo lentamente, así como caen siempre esas hojas frágiles y se estremeció.
-Si pudiera, yo la acompañaría en sus paseos para ayudarla a encontrar a algún muchacho interesante. Usted trabaja demasiado, señorita, debería divertirse un poco más…
Sentía que ya tenía algo más de confianza con la joven, su relación había crecido en esos pocos días que hacía que se conocían. A la vez habían hablado de cosas muy importantes, Arianrhod le había confiado cosas realmente trascendentales y tal vez por eso Mahdi se sentía unida a ella.
Cuando terminó con el trabajo de aquella noche, Mahdi volvió a embozarse con su capa negra y raída por tanto uso. Le daba miedo salir a las calles de la ciudad, pero se juró que haría todo el trayecto rezando el padre nuestro y apretando entre sus manos la cruz de madera que siempre la acompañaba.
Cuando se despidió de la boticaria, volvió sobre el tema que había sido central en esa noche fría de invierno parisino y le juró:
-Intentaré oír cuanto pueda acerca del tema de la inquisición tal como me lo ha pedido, señorita. Y le prometo también que intentaré no meterme en apuros, estése tranquila por mí. No me pasará nada.
Se despidieron, sabiendo que la noche siguiente volverían a verse.
Mientras Arianrhod le hablaba acerca de sus deseos de conocer a alguien especial y tener hijos a quienes legarle todo cuanto con su esfuerzo había construido, la esclava no pudo evitar sentir cierta añoranza por la vida que ella podría haber tenido, pero que se le había arrebatado como arrebata el viento las hojas de los árboles en pleno otoño. Se imaginó a sí misma cayendo lentamente, así como caen siempre esas hojas frágiles y se estremeció.
-Si pudiera, yo la acompañaría en sus paseos para ayudarla a encontrar a algún muchacho interesante. Usted trabaja demasiado, señorita, debería divertirse un poco más…
Sentía que ya tenía algo más de confianza con la joven, su relación había crecido en esos pocos días que hacía que se conocían. A la vez habían hablado de cosas muy importantes, Arianrhod le había confiado cosas realmente trascendentales y tal vez por eso Mahdi se sentía unida a ella.
Cuando terminó con el trabajo de aquella noche, Mahdi volvió a embozarse con su capa negra y raída por tanto uso. Le daba miedo salir a las calles de la ciudad, pero se juró que haría todo el trayecto rezando el padre nuestro y apretando entre sus manos la cruz de madera que siempre la acompañaba.
Cuando se despidió de la boticaria, volvió sobre el tema que había sido central en esa noche fría de invierno parisino y le juró:
-Intentaré oír cuanto pueda acerca del tema de la inquisición tal como me lo ha pedido, señorita. Y le prometo también que intentaré no meterme en apuros, estése tranquila por mí. No me pasará nada.
Se despidieron, sabiendo que la noche siguiente volverían a verse.
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Las palabras de Mahdi le sacaron una sonrisa a Arianrhod, lo que produjo que finalmente volviera a actuar con más normalidad, lo que le permitió continuar con el trabajo de esa noche, se tranquilizó poco a poco y disfrutó de la velada junto a la muchacha que sentía que podía considerar como una nueva amiga.
Las pociones acabaron perfectamente y cuando llego el momento en que la esclava debía marcharse y volver al lugar en al que pertenecía, las repisas de la tienda se encontraban más llenas que cuando la muchacha había llegado aquella noche, aún había trabajo que hacer pero igualmente había tiempo para poder lograr todo lo que se debía.
Cuando la morena se despidió la joven Dankworth apreció especialmente sus palabras, y fue entonces que comprendió que no debía preocuparse por la inquisición... con esta nueva amiga -porque si, después de esas palabras ella sabía que podía contar con ella como amiga-, ella estaría a salvo y estaba haciendo un buen trabajo pasando como una simple mundana. Con este pensamiento en mente Aria se fue a la cama y logró conciliar fácilmente el sueño.
Un nuevo día llegaba y la hechicera se encontraba con energías renovadas para enfrentarlo, la preocupación por la inquisición de la noche anterior había quedado en el pasado y ahora solo podía preocuparse por el bienestar de Mahdi, como ella había explicado la noche anterior a la morena, no creía en la iglesia, pero eso no significaba que uno no pudiera creer en algo. Aria creía que existía algo... ella no tenía los poderes que tenía solo porque si, debía haber alguna divinidad a la cual adorar, no importaba si fuera la naturaleza, las estaciones, o las constelaciones. Cada uno podía vivir su religión a su manera, Aria solo le pedía a quien quiera que fuera aquella divinidad que controlaba el curso de las cosas que su amiga estuviera a salvo.
Las pociones acabaron perfectamente y cuando llego el momento en que la esclava debía marcharse y volver al lugar en al que pertenecía, las repisas de la tienda se encontraban más llenas que cuando la muchacha había llegado aquella noche, aún había trabajo que hacer pero igualmente había tiempo para poder lograr todo lo que se debía.
Cuando la morena se despidió la joven Dankworth apreció especialmente sus palabras, y fue entonces que comprendió que no debía preocuparse por la inquisición... con esta nueva amiga -porque si, después de esas palabras ella sabía que podía contar con ella como amiga-, ella estaría a salvo y estaba haciendo un buen trabajo pasando como una simple mundana. Con este pensamiento en mente Aria se fue a la cama y logró conciliar fácilmente el sueño.
Un nuevo día llegaba y la hechicera se encontraba con energías renovadas para enfrentarlo, la preocupación por la inquisición de la noche anterior había quedado en el pasado y ahora solo podía preocuparse por el bienestar de Mahdi, como ella había explicado la noche anterior a la morena, no creía en la iglesia, pero eso no significaba que uno no pudiera creer en algo. Aria creía que existía algo... ella no tenía los poderes que tenía solo porque si, debía haber alguna divinidad a la cual adorar, no importaba si fuera la naturaleza, las estaciones, o las constelaciones. Cada uno podía vivir su religión a su manera, Aria solo le pedía a quien quiera que fuera aquella divinidad que controlaba el curso de las cosas que su amiga estuviera a salvo.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 167
Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Mahdi fregó los pisos de la sacristía y los de la iglesia. Con cuidado, pues si llegaba a romper algo el padre Jean le rompería a ella los huesos de las manos, le sacó lustre a los vitrales y limpió la mayoría de las estatuillas del altar.
No dejaba de pensar –mientras de rodillas fregaba- en la forma de poder descubrir cosas nuevas para la señorita de la botica sin meterse en problemas ni poner el riesgo su pellejo.
-Si sigues fregando tanto en ese mismo sitio harás un hueco en la madera –se rió el padre Tadeus-. ¿En qué piensas, pequeña?
-Ay, padre –se puso rápidamente de pie y atravesó el pasillo entre los bancos de madera para llegar a él-, ¿qué hace fuera de la cama? El padre Jean…
-¡Bah, el padre Jean no sabe nada de ser viejo! Yo necesitaba dar un paseo –le aseguró el anciano-. Acompáñame así te utilizo de muleta.
Debía andarse con cuidado, pero creía que podía confiarle sus dudas a aquel hombre, él era muy sabio, un auténtico enviado de Dios para servir a las personas. Mahdi lo quería mucho.
-Padre, ¿qué sabe usted sobre los demonios? –le preguntó mientras caminaban alrededor de la edificación.
El sacerdote se detuvo y la miró fijamente, por costumbre Mahdi bajó la vista.
Cuando él le preguntó qué quería saber, ella le confió que hacía poco una esclava amiga le había referido acerca de la existencia de ciertos seres que podían ser malvados o no. Era en parte mentira, la señorita Aria no era esclava, así que ya se encargaría de ponerse a cuentas con Dios, rogando su perdón por haber engañado a un sacerdote. Mas ahora lo que importaba era lo que el padre tuviera para decirle.
Al notarla temerosa, el anciano le contó que la iglesia trabajaba a diario de manera fuerte y a veces secreta, para cuidar a los hijos de Dios. Todo demonio, brujo o pervertido debía ser corregido y expuesto a la luz de Cristo.
-El padre Jean vino a esta iglesia para cuidarnos de los demonios, ¿no? –le preguntó ella porque nunca había entendido la incorporación de aquel sacerdote. Ya había dos allí, el padre Tadeus y el padre Francis, ¿para qué uno más?
-Sí, podría decirse que es parte de su misión en servicio a Dios. No debes temer ni cuestionar nada, Mahdi. Esas son cosas difíciles de entender para las personas blancas, así que tú ni siquiera podrías pensarlo con claridad. Lo único que debes saber es que siempre que estés cerca de la casa de Dios estarás a salvo. El padre Jean sabe lo que hace.
Más tarde, mientras caminaba hacia la botica, Mahdi repetía las palabras que el padre Tadeus le había referido: que no debía temer, que siempre que estuviera cerca de la casa de Dios estaría a salvo de demonios, brujos y pervertidos.
Llevaba un frasco de agua bendita para la señorita como regalo. El padre Tadeus se la había dado y santificado para que ella pudiese regalársela a su amiga, la supuesta esclava, para que no temiese.
Con eso que Mahdi le llevaba, la señorita Aria podría proteger su botica de presencias oscuras.
No dejaba de pensar –mientras de rodillas fregaba- en la forma de poder descubrir cosas nuevas para la señorita de la botica sin meterse en problemas ni poner el riesgo su pellejo.
-Si sigues fregando tanto en ese mismo sitio harás un hueco en la madera –se rió el padre Tadeus-. ¿En qué piensas, pequeña?
-Ay, padre –se puso rápidamente de pie y atravesó el pasillo entre los bancos de madera para llegar a él-, ¿qué hace fuera de la cama? El padre Jean…
-¡Bah, el padre Jean no sabe nada de ser viejo! Yo necesitaba dar un paseo –le aseguró el anciano-. Acompáñame así te utilizo de muleta.
Debía andarse con cuidado, pero creía que podía confiarle sus dudas a aquel hombre, él era muy sabio, un auténtico enviado de Dios para servir a las personas. Mahdi lo quería mucho.
-Padre, ¿qué sabe usted sobre los demonios? –le preguntó mientras caminaban alrededor de la edificación.
El sacerdote se detuvo y la miró fijamente, por costumbre Mahdi bajó la vista.
Cuando él le preguntó qué quería saber, ella le confió que hacía poco una esclava amiga le había referido acerca de la existencia de ciertos seres que podían ser malvados o no. Era en parte mentira, la señorita Aria no era esclava, así que ya se encargaría de ponerse a cuentas con Dios, rogando su perdón por haber engañado a un sacerdote. Mas ahora lo que importaba era lo que el padre tuviera para decirle.
Al notarla temerosa, el anciano le contó que la iglesia trabajaba a diario de manera fuerte y a veces secreta, para cuidar a los hijos de Dios. Todo demonio, brujo o pervertido debía ser corregido y expuesto a la luz de Cristo.
-El padre Jean vino a esta iglesia para cuidarnos de los demonios, ¿no? –le preguntó ella porque nunca había entendido la incorporación de aquel sacerdote. Ya había dos allí, el padre Tadeus y el padre Francis, ¿para qué uno más?
-Sí, podría decirse que es parte de su misión en servicio a Dios. No debes temer ni cuestionar nada, Mahdi. Esas son cosas difíciles de entender para las personas blancas, así que tú ni siquiera podrías pensarlo con claridad. Lo único que debes saber es que siempre que estés cerca de la casa de Dios estarás a salvo. El padre Jean sabe lo que hace.
Más tarde, mientras caminaba hacia la botica, Mahdi repetía las palabras que el padre Tadeus le había referido: que no debía temer, que siempre que estuviera cerca de la casa de Dios estaría a salvo de demonios, brujos y pervertidos.
Llevaba un frasco de agua bendita para la señorita como regalo. El padre Tadeus se la había dado y santificado para que ella pudiese regalársela a su amiga, la supuesta esclava, para que no temiese.
Con eso que Mahdi le llevaba, la señorita Aria podría proteger su botica de presencias oscuras.
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La boticaría finalmente logró volver a la normalidad y concentrarse, con lo que de una vez por todas acabó con aquellas pociones que había comenzado anteriormente durante el transcurso del día, si bien aún habían algunas que faltaba realizar necesitarían un poco más de magia y ciertas condiciones especiales para un mejor resultado por lo que simplemente esperaría con paciencia a que fuera el momento adecuado para realizar esos trabajos.
La joven aquel día se dio cuenta de que realmente necesitaría contratar más personal en cuanto hubo un momento en que el local estaba a rebosar de gente, y es que tal parece que un cajón de fruta habría llegado en mal estado y se había vendido igualmente a la gente, por lo que habían varios con fuertes dolores estomacales. Tanta gente a la que no podía atender sola de manera rápida y eficaz... Pero no solo eso, más tarde una pareja entro de la mano en busca de algún encargo que le habían hecho a alguno de los dos, pero fue el ver su relación el que le hizo notar a Aria que ella no tenía a nadie así, nadie con quien compartir un paseo de esa forma, nadie que la consintiera de vez en cuando con una flor o un chocolate. Realmente necesitaría contratar gente para de esta forma dejar de dedicarle su vida completa a la botica y poder vivir y disfrutar de lo que París tenía para ella. Al fin y al cabo... ella no había cruzado el mar para solo encerrarse y trabajar.
Con este pensamiento en mente se pasó el resto del día, dando vueltas por todos lados, revoloteando constantemente mientras hacía su trabajo. Tendría que planear aquello adecuadamente antes de hacer cualquier cosa, pero la idea había llegado para quedarse.
Cuando la gente lentamente dejó de aparecer y posteriormente el sol se escondió supo que en cualquier momento su nueva amiga llegaría de visita para continuar saldando su deuda, y era ideal ya que aquella noche tenían mucho que envasar de las pociones listas. Lo que si, estaban quedando pocos frascos por lo que había enviado una carta a su proveedor encargando más, cualquier día de estos recibiría el aviso de que su pedido estaba listo para ser retirado.
La joven aquel día se dio cuenta de que realmente necesitaría contratar más personal en cuanto hubo un momento en que el local estaba a rebosar de gente, y es que tal parece que un cajón de fruta habría llegado en mal estado y se había vendido igualmente a la gente, por lo que habían varios con fuertes dolores estomacales. Tanta gente a la que no podía atender sola de manera rápida y eficaz... Pero no solo eso, más tarde una pareja entro de la mano en busca de algún encargo que le habían hecho a alguno de los dos, pero fue el ver su relación el que le hizo notar a Aria que ella no tenía a nadie así, nadie con quien compartir un paseo de esa forma, nadie que la consintiera de vez en cuando con una flor o un chocolate. Realmente necesitaría contratar gente para de esta forma dejar de dedicarle su vida completa a la botica y poder vivir y disfrutar de lo que París tenía para ella. Al fin y al cabo... ella no había cruzado el mar para solo encerrarse y trabajar.
Con este pensamiento en mente se pasó el resto del día, dando vueltas por todos lados, revoloteando constantemente mientras hacía su trabajo. Tendría que planear aquello adecuadamente antes de hacer cualquier cosa, pero la idea había llegado para quedarse.
Cuando la gente lentamente dejó de aparecer y posteriormente el sol se escondió supo que en cualquier momento su nueva amiga llegaría de visita para continuar saldando su deuda, y era ideal ya que aquella noche tenían mucho que envasar de las pociones listas. Lo que si, estaban quedando pocos frascos por lo que había enviado una carta a su proveedor encargando más, cualquier día de estos recibiría el aviso de que su pedido estaba listo para ser retirado.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Llegó a la botica rápidamente y golpeó la puerta. La señorita no se demoró en abrirle y darle la bienvenida. ¡Tenía tantos deseos de contarle todo lo que había averiguado con el padre Tadeus durante el transcurso de ese día!
-¿Qué tal estuvo su día, señorita? –le preguntó mientras se despojaba de su abrigo, muy necesario dado que afuera, en las calles, helaba. Conforme se sucedían las noches compartidas entre preparaciones, Mahdi se daba cuenta que crecía la confianza y comodidad entre ambas. Ya no eran desconocidas y para ella la boticaria era lo más parecido a una amiga que tenia.
Vio que los estantes de la botica estaban algo desprovistos ya y supuso que la muchacha había tenido muchas ventas esa jornada. ¡Esa chica necesitaba descanso! ¡Tenía que salir a divertirse! Ahora que ya no le temía –como en general Mahdi le temía a todos los blancos con los que se relacionaba, pues la mayoría habían sido crueles con ella-, se animaría a invitarla a alguno de los bailes que se hacían en los barrios bajos. Por el contrario de lo que la gente normal pensaba, no eran en lo absoluto peligrosos, pero sí muy divertidos.
-¿Tenemos mucho trabajo hoy? –le preguntó, señalando la estantería semi vacía.
Bueno, además de hablar y contarle lo que había descubierto, había ido allí para trabajar. Y debía reconocer que esas horas fugitivas en aquel lugar con la señorita eran mucho mejores que el trabajo que hacía en la iglesia para los curas. Además con ella no temía equivocarse pues sabía que no la regañaría ni castigaría, en cambio en la iglesia siempre pendía sobre su cabeza el temor a los castigos que podía ganarse si en algo fallaba, si algo rompía, si hablaba de más…
Recordó la primera vez que había estado allí, cuando el frasco con el ungüento para el padre Tadeus se le había roto y Arian le había dado otro… Habían pasado solo unos días de eso, pero parecía que habían sido largos meses.
-¿Qué tal estuvo su día, señorita? –le preguntó mientras se despojaba de su abrigo, muy necesario dado que afuera, en las calles, helaba. Conforme se sucedían las noches compartidas entre preparaciones, Mahdi se daba cuenta que crecía la confianza y comodidad entre ambas. Ya no eran desconocidas y para ella la boticaria era lo más parecido a una amiga que tenia.
Vio que los estantes de la botica estaban algo desprovistos ya y supuso que la muchacha había tenido muchas ventas esa jornada. ¡Esa chica necesitaba descanso! ¡Tenía que salir a divertirse! Ahora que ya no le temía –como en general Mahdi le temía a todos los blancos con los que se relacionaba, pues la mayoría habían sido crueles con ella-, se animaría a invitarla a alguno de los bailes que se hacían en los barrios bajos. Por el contrario de lo que la gente normal pensaba, no eran en lo absoluto peligrosos, pero sí muy divertidos.
-¿Tenemos mucho trabajo hoy? –le preguntó, señalando la estantería semi vacía.
Bueno, además de hablar y contarle lo que había descubierto, había ido allí para trabajar. Y debía reconocer que esas horas fugitivas en aquel lugar con la señorita eran mucho mejores que el trabajo que hacía en la iglesia para los curas. Además con ella no temía equivocarse pues sabía que no la regañaría ni castigaría, en cambio en la iglesia siempre pendía sobre su cabeza el temor a los castigos que podía ganarse si en algo fallaba, si algo rompía, si hablaba de más…
Recordó la primera vez que había estado allí, cuando el frasco con el ungüento para el padre Tadeus se le había roto y Arian le había dado otro… Habían pasado solo unos días de eso, pero parecía que habían sido largos meses.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
La joven le dio la bienvenida a la esclava a la botica con una sonrisa en el rostro feliz de volver a verla una noche más, la tensión que la tenía tan preocupada la noche anterior se había esfumado a través de las horas y ahora solo se concentraba en avanzar con lo planeado para esa noche y disfrutar de la compañía que Mahdi le otorgaba.
— Buenas Noches Mahdi, fue un bien día, muchas gracias por preguntar -cerró la puerta y guió a la chica de tez morena al estudio en el que habían estado la noche anterior-. La verdad es que no es tanto trabajo y es bastante simple, aunque aún así habrá que tener mucho cuidado pues trabajaremos algo más delicado hoy -dijo, dándole una pequeña introducción a la joven que la acompañaba-, ahora que varios de los trabajos están listos para la venta toca envasarlos y etiquetarlos.
Aria le indicó a Mahdi que se instalara en la mesa donde anteriormente habían tomado te mientras conversaba, pues ella iría en busca de los frascos que ocuparían, estos tenían diferentes formas y tamaños y cada uno era para una poción diferente, aunque habían frascos que se repetian aún así había una gran diversidad que le encantaba a la joven Dankworth. Fijó cada tipo de frascos a un costado de su fondo o caldero correspondiente y volvió a la mesa en el centro de la habitación.
— En los remedios más líquidos podrás encontrar un cucharón que será de ayuda para lograr echarlos en el frasco, mientras que yo me encargaré de los más pastosos pues la forma de rellenados de esos es un poco más compleja. ¿Tienes alguna duda?
— Buenas Noches Mahdi, fue un bien día, muchas gracias por preguntar -cerró la puerta y guió a la chica de tez morena al estudio en el que habían estado la noche anterior-. La verdad es que no es tanto trabajo y es bastante simple, aunque aún así habrá que tener mucho cuidado pues trabajaremos algo más delicado hoy -dijo, dándole una pequeña introducción a la joven que la acompañaba-, ahora que varios de los trabajos están listos para la venta toca envasarlos y etiquetarlos.
Aria le indicó a Mahdi que se instalara en la mesa donde anteriormente habían tomado te mientras conversaba, pues ella iría en busca de los frascos que ocuparían, estos tenían diferentes formas y tamaños y cada uno era para una poción diferente, aunque habían frascos que se repetian aún así había una gran diversidad que le encantaba a la joven Dankworth. Fijó cada tipo de frascos a un costado de su fondo o caldero correspondiente y volvió a la mesa en el centro de la habitación.
— En los remedios más líquidos podrás encontrar un cucharón que será de ayuda para lograr echarlos en el frasco, mientras que yo me encargaré de los más pastosos pues la forma de rellenados de esos es un poco más compleja. ¿Tienes alguna duda?
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Sabía que Arian no era una joven dada a la fe, al menos no tal y como la propia Mahdi la conocía. La señorita Arian desconfiaba de la iglesia, de sus estructuras y de quienes eran los mensajeros de Dios en la tierra; es decir, de los sacerdotes. Ya se lo había dejado en claro las veces anteriores en las que habían hablado al respecto… Mahdi no llegaba a entenderlo del todo, pero lo respetaba. Después de todo ella no era quien para cuestionar las creencias de nadie. Las personas creían en lo que querían creer y eso estaba bien para ella. Aún así, dudaba en darle el agua bendita… Si no creía en aquellas cosas tal vez tomase como una ofensa su regalo.
Mientras la boticaria le daba las instrucciones del día, Mahdi no podía dejar de pensar en cual sería la mejor manera de comentarle acerca de todo lo que había hablado con el sacerdote y, claro, de darle el pequeño envase para que pudiera bendecir su tienda.
Cuando Arian salió de la habitación en busca de los frascos para comenzar el trabajo que las ocuparía aquella noche, la joven esclava buscó el envase bendito y lo depositó sobre la mesa. Cuando la boticaria regresó, comenzó a disponerlo todo sin advertir el gesto pensativo de Mahdi.
-Buscaré el cucharón –dijo, poniéndose en pie-, y también quería contarle que he estado hablando con el padre Tadeus acerca de algunas cosas –mencionó sin poder ver la reacción de Aria, pues estaba de espaldas buscando el utensilio-, él padre Jean puede pelear con los demonios –su tono inocente no era en absoluto fingido-, el padre Tadeus dice que es algo muy difícil de entender para los blancos así que yo no debería intentar pensarlo… pero que no debemos preocuparnos por los demonios pues el padre Jean ha llegado a la ciudad para cuidarnos a todos
Regresó hacia la mesa en la que Arian había dispuesto los frascos a rellenar y las etiquetas para rotular todo.
-Le he mentido al padre, pero ya le pedí perdón a Dios –se apuró a decir- y se que Él me perdona pues fue por una buena causa, creo… Le he dicho al padre Tadeus que una amiga mía, una esclava, temía a los demonios y que ella me había comentado algunas cosas. No se preocupe, jamás sabrá que en verdad mi amiga es usted, señorita; además no me he puesto en peligro, él me creyó todo, estoy segura –la tranquilizó aunque no la viera afectada-. Y me ha dado esto para usted -tomó el frasquito y se lo tendió-, con el agua bendita puede proteger su botica. Nada le pasará, Dios va a cuidarla, señorita Arian.
Mientras la boticaria le daba las instrucciones del día, Mahdi no podía dejar de pensar en cual sería la mejor manera de comentarle acerca de todo lo que había hablado con el sacerdote y, claro, de darle el pequeño envase para que pudiera bendecir su tienda.
Cuando Arian salió de la habitación en busca de los frascos para comenzar el trabajo que las ocuparía aquella noche, la joven esclava buscó el envase bendito y lo depositó sobre la mesa. Cuando la boticaria regresó, comenzó a disponerlo todo sin advertir el gesto pensativo de Mahdi.
-Buscaré el cucharón –dijo, poniéndose en pie-, y también quería contarle que he estado hablando con el padre Tadeus acerca de algunas cosas –mencionó sin poder ver la reacción de Aria, pues estaba de espaldas buscando el utensilio-, él padre Jean puede pelear con los demonios –su tono inocente no era en absoluto fingido-, el padre Tadeus dice que es algo muy difícil de entender para los blancos así que yo no debería intentar pensarlo… pero que no debemos preocuparnos por los demonios pues el padre Jean ha llegado a la ciudad para cuidarnos a todos
Regresó hacia la mesa en la que Arian había dispuesto los frascos a rellenar y las etiquetas para rotular todo.
-Le he mentido al padre, pero ya le pedí perdón a Dios –se apuró a decir- y se que Él me perdona pues fue por una buena causa, creo… Le he dicho al padre Tadeus que una amiga mía, una esclava, temía a los demonios y que ella me había comentado algunas cosas. No se preocupe, jamás sabrá que en verdad mi amiga es usted, señorita; además no me he puesto en peligro, él me creyó todo, estoy segura –la tranquilizó aunque no la viera afectada-. Y me ha dado esto para usted -tomó el frasquito y se lo tendió-, con el agua bendita puede proteger su botica. Nada le pasará, Dios va a cuidarla, señorita Arian.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Cuando Mahdi comenzó a hablar una sonrisa leve se posó en el rostro de Aria, pues realmente le causaba ternura el ver lo inocente que resultaba la esclava, pero si apenas se estaba enterando del todo el tema no es como si alguien pudiera pedirle más que eso, es un tópico complejo y bastante extenso, por lo que aún al saber sobre esto la inocencia de los pensamientos te sigue por un buen tiempo extra.
Se preocupó levemente cuando la joven le contó que había hablado con uno de los padres de la Iglesia, pero se tranquilizó cuando explicó que no la había expuesto y que sus palabras habían sido completamente creíbles para su interlocutor, pero las palabras que siguieron a aquello no se las esperaba y le pusieron levemente los pelos de punta. ¿Agua bendita?
Ella no podía tener agua bendita en ese lugar, en especial no con el tipo de clientes que ella recibía por las noches, aquello podría ser demasiado peligroso.
Aunque cualquier otro ser sobrenatural se lo tomaría como una ofensa, Aria no podría hacerlo, pues sabía que su amiga lo había hecho con las mejores intenciones y por sobre todas las cosas la chica de tez morena no tenía ni idea de su condición de hechicera, mucho menos su trabajo alternativo de medio tiempo de enfermera de sobrenaturales.
Se dio la vuelta lentamente con una sonrisa incómoda en el rostro, no podía quedarse sin decirle nada ni mucho menos rechazarla, aquello podría causar problemas, pero tampoco podía permanecer con aquello bajo el mismo techo, tendría que deshacerse de aquel líquido más tarde, por ahora solo debía responder.
— Wow Mahdi -dijo aún con la sonrisa en el rostro-, no te hubieras molestado de verdad.
— Literalmente, ojalá no te hubieras molestado -pensó.
La chica estaba tendiéndole el frasco y la joven Dankworth lo comenzó a mirar fijamente.
— Qué gesto -volvió a hablar-, ¿podrías dejarlo en la repisa que está allá al fondo? -preguntó señalando con la cabeza a una repisa al extremo opuesto de la habitación. Ella era una bruja blanca, no es que aquel líquido fuera a hacerle nada, o al menos eso esperaba... pero realmente no quería arriesgarse- Tengo las manos ocupadas acá -añadió mientras mostraba el frasco que estaba rellenando que tenía entre manos-. Y de verdad me alegro que no te metieras en problemas por hablarlo con alguien de la iglesia, cuando quieren ellos pueden ser bastante herméticos. Creo que me agrada ese tal padre Tadeus del que hablas -y no mentía, le agradaba levemente, cuando olvidaba su profesión y solo pensaba en la ayuda que era para Mahdi en sus días difíciles.
Se preocupó levemente cuando la joven le contó que había hablado con uno de los padres de la Iglesia, pero se tranquilizó cuando explicó que no la había expuesto y que sus palabras habían sido completamente creíbles para su interlocutor, pero las palabras que siguieron a aquello no se las esperaba y le pusieron levemente los pelos de punta. ¿Agua bendita?
Ella no podía tener agua bendita en ese lugar, en especial no con el tipo de clientes que ella recibía por las noches, aquello podría ser demasiado peligroso.
Aunque cualquier otro ser sobrenatural se lo tomaría como una ofensa, Aria no podría hacerlo, pues sabía que su amiga lo había hecho con las mejores intenciones y por sobre todas las cosas la chica de tez morena no tenía ni idea de su condición de hechicera, mucho menos su trabajo alternativo de medio tiempo de enfermera de sobrenaturales.
Se dio la vuelta lentamente con una sonrisa incómoda en el rostro, no podía quedarse sin decirle nada ni mucho menos rechazarla, aquello podría causar problemas, pero tampoco podía permanecer con aquello bajo el mismo techo, tendría que deshacerse de aquel líquido más tarde, por ahora solo debía responder.
— Wow Mahdi -dijo aún con la sonrisa en el rostro-, no te hubieras molestado de verdad.
— Literalmente, ojalá no te hubieras molestado -pensó.
La chica estaba tendiéndole el frasco y la joven Dankworth lo comenzó a mirar fijamente.
— Qué gesto -volvió a hablar-, ¿podrías dejarlo en la repisa que está allá al fondo? -preguntó señalando con la cabeza a una repisa al extremo opuesto de la habitación. Ella era una bruja blanca, no es que aquel líquido fuera a hacerle nada, o al menos eso esperaba... pero realmente no quería arriesgarse- Tengo las manos ocupadas acá -añadió mientras mostraba el frasco que estaba rellenando que tenía entre manos-. Y de verdad me alegro que no te metieras en problemas por hablarlo con alguien de la iglesia, cuando quieren ellos pueden ser bastante herméticos. Creo que me agrada ese tal padre Tadeus del que hablas -y no mentía, le agradaba levemente, cuando olvidaba su profesión y solo pensaba en la ayuda que era para Mahdi en sus días difíciles.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
“Oh, le ha gustado el regalo”, suspiró aliviada y confiada en que el agua bendita protegería a su amiga. Al fin las cosas se iban ordenando allí -al igual que en su corazón- y el temor se disipaba.
Pobre señorita Aria… Vivir sola allí, ¿tendría miedo en las noches? Cualquiera podría colarse en su vivienda y lastimarla, nunca lo había pensado en realidad, pero ahora Mahdi lo veía claro: la boticaria era una joven viviendo sola y estaba expuesta a muchos peligros. ¡Era tan valiente! La admiraba en verdad. Ella vivía dentro del territorio santo de una iglesia -que era en definitiva la casa de Dios, todopoderoso-, su cuartucho estaba muy cercano al que compartían los esclavos hombres… no había forma de que Mahdi se sintiese sola y desprotegida allí, pero de igual modo a veces le ocurría y le costaba dormir por el miedo.
“No, nada le pasará a Aria. Dios va a cuidarla”, se dijo.
-Sí –le respondió y se giró para dejar la pequeña botellita justo donde ella le indicaba-. ¿Sabe como usarla? –le preguntó aunque era obvio, ¿quién en la ciudad no sabría como protegerse con agua bendita?-. Debe echar unas gotas en la puerta, otras en las ventanas y por último, si algo le queda, yo le recomiendo que las eche sobre su almohada, así Cristo velará también su descanso en las noches.
Lo dejó en lo alto de la repisa y volvió a la mesa sobre la que Aria trabajaba con intención de comenzar con el trabajo de la noche y así ayudarla.
-El padre Tadeus es muy bueno, es mi favorito de todos… a veces me recuerda a mi padre –le dijo, incapaz de evitar que su voz se entristeciera al nombrar a la persona que más había amado en su corta vida-. Él no es como el padre Jean que nos castiga por todo sin preguntar antes qué ocurrió. El padre Tadeus es un hombre justo y por eso lo admiro. Además sabe muchas cosas de la vida y le gusta enseñar, no importa que yo sea negra –le aseguró, mientras tapaba los frascos que Aria había llenado- a veces me habla de las escrituras y me cuenta las cosas que hizo en su juventud por amor a Dios.
Se fijó en las etiquetas y según el nombre comenzó a acomodar los frascos en la repisa. Ya había confianza y no esperaba a que la señorita le indicase lo que debía hacer, simplemente lo hacía porque seguía la metodología que se repetía cada noche.
Pobre señorita Aria… Vivir sola allí, ¿tendría miedo en las noches? Cualquiera podría colarse en su vivienda y lastimarla, nunca lo había pensado en realidad, pero ahora Mahdi lo veía claro: la boticaria era una joven viviendo sola y estaba expuesta a muchos peligros. ¡Era tan valiente! La admiraba en verdad. Ella vivía dentro del territorio santo de una iglesia -que era en definitiva la casa de Dios, todopoderoso-, su cuartucho estaba muy cercano al que compartían los esclavos hombres… no había forma de que Mahdi se sintiese sola y desprotegida allí, pero de igual modo a veces le ocurría y le costaba dormir por el miedo.
“No, nada le pasará a Aria. Dios va a cuidarla”, se dijo.
-Sí –le respondió y se giró para dejar la pequeña botellita justo donde ella le indicaba-. ¿Sabe como usarla? –le preguntó aunque era obvio, ¿quién en la ciudad no sabría como protegerse con agua bendita?-. Debe echar unas gotas en la puerta, otras en las ventanas y por último, si algo le queda, yo le recomiendo que las eche sobre su almohada, así Cristo velará también su descanso en las noches.
Lo dejó en lo alto de la repisa y volvió a la mesa sobre la que Aria trabajaba con intención de comenzar con el trabajo de la noche y así ayudarla.
-El padre Tadeus es muy bueno, es mi favorito de todos… a veces me recuerda a mi padre –le dijo, incapaz de evitar que su voz se entristeciera al nombrar a la persona que más había amado en su corta vida-. Él no es como el padre Jean que nos castiga por todo sin preguntar antes qué ocurrió. El padre Tadeus es un hombre justo y por eso lo admiro. Además sabe muchas cosas de la vida y le gusta enseñar, no importa que yo sea negra –le aseguró, mientras tapaba los frascos que Aria había llenado- a veces me habla de las escrituras y me cuenta las cosas que hizo en su juventud por amor a Dios.
Se fijó en las etiquetas y según el nombre comenzó a acomodar los frascos en la repisa. Ya había confianza y no esperaba a que la señorita le indicase lo que debía hacer, simplemente lo hacía porque seguía la metodología que se repetía cada noche.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Arianrhod escuchó atentamente cada una de las palabras que decía Mahdi a su lado mientras continuaban avanzando con su trabajo, a la inglesa le gustaba esa sensación... poder conversar tranquilamente mientras hacía su trabajo, o mejor dicho el tener con quien hablar mientras pasaban las horas.
— Suena como un buen hombre, me gustaría conocerlo alguna vez -dijo la hechicera hablando medianamente en serio.
Le gustaría conocer a ese hombre que trataba tan bien a su amiga y agradecerle por todo aquello, pero no podía permitírselo a si misma pues podría poner en evidencia a Mahdi y aquello es lo último que le gustaría después de la ayuda que ha significado la visita de la joven cada noche, pero no era solo aquello, pues también podía ponerse en riesgo ella misma al acercarse tanto a un hombre de iglesia, quién sabe qué es lo que él pensaría sobre los hechiceros, aunque fueran blancos.
Se dio cuenta de que Mahdi ya se encontraba a gusto en el lugar y se desenvolvía de forma casi autónoma por el sector, le tranquilizó bastante aquello pues supo que la muchacha estaba en confianza y eso es lo que le infundía confianza a ella misma ante su persona.
— Es bueno poder tener un protector o algo por el estilo este donde esté uno, ya sea para consejos, protección o educación -Aria giró levemente para mirar a su invitada y dirigirle una sonrisa genuina, de esas que se ven reflejadas en la mirada.
— Suena como un buen hombre, me gustaría conocerlo alguna vez -dijo la hechicera hablando medianamente en serio.
Le gustaría conocer a ese hombre que trataba tan bien a su amiga y agradecerle por todo aquello, pero no podía permitírselo a si misma pues podría poner en evidencia a Mahdi y aquello es lo último que le gustaría después de la ayuda que ha significado la visita de la joven cada noche, pero no era solo aquello, pues también podía ponerse en riesgo ella misma al acercarse tanto a un hombre de iglesia, quién sabe qué es lo que él pensaría sobre los hechiceros, aunque fueran blancos.
Se dio cuenta de que Mahdi ya se encontraba a gusto en el lugar y se desenvolvía de forma casi autónoma por el sector, le tranquilizó bastante aquello pues supo que la muchacha estaba en confianza y eso es lo que le infundía confianza a ella misma ante su persona.
— Es bueno poder tener un protector o algo por el estilo este donde esté uno, ya sea para consejos, protección o educación -Aria giró levemente para mirar a su invitada y dirigirle una sonrisa genuina, de esas que se ven reflejadas en la mirada.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
-Él es tan bueno… me recuerda a Cristo –dijo y se santiguó, pues compararlo con el mismísimo hijo de Dios era blasfemar.
Claro que el padre Tadeus era especial… le gustaría que la señorita llegase a conocerlo, pero a la vez la idea le incomodaba. Sería como entremezclar sus dos mundos, el real en donde ella era una esclava más y ese ideal en el que tenía un trabajo que le gustaba y una amiga que la trataba bien y parecía disfrutar de su compañía.
Hablaban en tono amistoso como hacían cada noche, sin saber que alguien se acercaba a la botica con paso firme…
Alguien le había comentado hacía unos días que había visto entrar a su esclava en la botica de madrugada. El padre Jean no lo había creído, ¡con lo asustadiza que Mahdi era! Castigo a castigo había ido logrando aplacar su rebeldía y así moldearla como quería… pero tuvo que dar crédito a lo que le habían mencionado cuando esa misma noche la vio escapar, envuelta en sombras, de la iglesia. La vio desde la distancia, él en su habitación y ella junto al portón, por eso necesitó comprobar antes de seguirla que su camastro estuviese vacío… efectivamente así era por lo que no dudó en ensillar su caballo él mismo y dirigirse a la botica en la zona comercial de la ciudad para sorprenderla en lo que fuera que estaba haciendo.
Mahdi se sobresaltó cuando el golpe en la puerta interrumpió la charla que mantenía con la señorita. Como estaba más próxima a la entrada, se dirigió hacia la ventana para ver los movimientos de la calle –no necesitaba ya pedir la aprobación de la boticaria pues poco a poco había tomado confianza para moverse por el lugar con cierta libertad- y el golpe de aquella imagen fue tan fuerte que el aire se volvió espeso en sus pulmones. El padre Jean estaba allí.
Mahdi corrió hasta donde se encontraba la señorita y en susurros desesperados le dijo:
-¡Es el padre Jean! ¡Viene por mí! ¡Oh, Dios mío… me matará! –tomó las manos de Aria con fuerza, como su fuesen su salvación-. ¿Debo esconderme? ¿Debería escapar y volver a la iglesia para simular que nunca salí de allí? –le preguntaba porque estaba tan nerviosa que no sabía qué le convenía hacer.
Mahdi no podía decidir y necesitaba que alguien le diera órdenes claras, ella era una esclava y para eso había nacido: para recibir órdenes. Pocas cosas le costaban más que decidir por sí misma, cuanto más estando así de atemorizada. Ya podía imaginarse atada al tronco de castigo durante una semana entera, sin comida y con las heridas abiertas y expuestas.
“Oh, me matará eso es seguro”, pensó y comenzó a llorar en silencio. El rostro de su hermana llegó a ella, recordó el perfume de su madre por primera vez en mucho tiempo y se lleno los oídos con la risa profunda de su adorado padre. Sí, definitivamente le estaba llegando el fin.
Otro golpe fuerte en la puerta retumbó en toda la botica.
-Ayúdeme, se lo ruego señorita, ayúdeme.
Claro que el padre Tadeus era especial… le gustaría que la señorita llegase a conocerlo, pero a la vez la idea le incomodaba. Sería como entremezclar sus dos mundos, el real en donde ella era una esclava más y ese ideal en el que tenía un trabajo que le gustaba y una amiga que la trataba bien y parecía disfrutar de su compañía.
Hablaban en tono amistoso como hacían cada noche, sin saber que alguien se acercaba a la botica con paso firme…
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Alguien le había comentado hacía unos días que había visto entrar a su esclava en la botica de madrugada. El padre Jean no lo había creído, ¡con lo asustadiza que Mahdi era! Castigo a castigo había ido logrando aplacar su rebeldía y así moldearla como quería… pero tuvo que dar crédito a lo que le habían mencionado cuando esa misma noche la vio escapar, envuelta en sombras, de la iglesia. La vio desde la distancia, él en su habitación y ella junto al portón, por eso necesitó comprobar antes de seguirla que su camastro estuviese vacío… efectivamente así era por lo que no dudó en ensillar su caballo él mismo y dirigirse a la botica en la zona comercial de la ciudad para sorprenderla en lo que fuera que estaba haciendo.
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Mahdi se sobresaltó cuando el golpe en la puerta interrumpió la charla que mantenía con la señorita. Como estaba más próxima a la entrada, se dirigió hacia la ventana para ver los movimientos de la calle –no necesitaba ya pedir la aprobación de la boticaria pues poco a poco había tomado confianza para moverse por el lugar con cierta libertad- y el golpe de aquella imagen fue tan fuerte que el aire se volvió espeso en sus pulmones. El padre Jean estaba allí.
Mahdi corrió hasta donde se encontraba la señorita y en susurros desesperados le dijo:
-¡Es el padre Jean! ¡Viene por mí! ¡Oh, Dios mío… me matará! –tomó las manos de Aria con fuerza, como su fuesen su salvación-. ¿Debo esconderme? ¿Debería escapar y volver a la iglesia para simular que nunca salí de allí? –le preguntaba porque estaba tan nerviosa que no sabía qué le convenía hacer.
Mahdi no podía decidir y necesitaba que alguien le diera órdenes claras, ella era una esclava y para eso había nacido: para recibir órdenes. Pocas cosas le costaban más que decidir por sí misma, cuanto más estando así de atemorizada. Ya podía imaginarse atada al tronco de castigo durante una semana entera, sin comida y con las heridas abiertas y expuestas.
“Oh, me matará eso es seguro”, pensó y comenzó a llorar en silencio. El rostro de su hermana llegó a ella, recordó el perfume de su madre por primera vez en mucho tiempo y se lleno los oídos con la risa profunda de su adorado padre. Sí, definitivamente le estaba llegando el fin.
Otro golpe fuerte en la puerta retumbó en toda la botica.
-Ayúdeme, se lo ruego señorita, ayúdeme.
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
De un momento a otro toda la tranquilidad que se había instaurado entre ellas se derrumbó, y no de una forma silenciosa y lenta, si no que por el contrario, la calma las abandonó de golpe para darle paso al miedo y la desesperación que provenían principalmente de la esclava que de alguna forma se había vuelto su amiga. Arianrhod intentaba pensar rápidamente en alguna solución mundana para aquel embrollo en que se estaban viendo envueltas en ese preciso momento, pero los golpes violentos en la puerta y el miedo de Mahdi junto a lo alterada que se veía su aura no la dejaban pensar con claridad.
El tiempo estaba en su contra, y no es como si pudiera encerrarse en su estudio a pensar tranquilamente que hacer, aquello necesitaba una solución inmediata, y por mucho que lo odiara, si quería salvar a su nueva amiga no le quedaba más remedio que dejar de lado las apariencias y hacer lo que sus instintos le decían, no sabía encontrar una solución mundana porque ella no era una, ella era una hechicera, y no podría seguir ocultándolo de ella.
Tomo las manos de Mahdi entre las suyas y depositó un suave beso sobre ellas— Lo siento mucho, intenta quedar fuera de vista -susurró, emprendiendo su camino a la puerta. Cuando se vio frente a ella tomó una respiración profunda y la abrió, con rostro inocente y fingiendo sorpresa de verlo allí tocando su puerta a aquellas horas le preguntó que hacía allí, en lo que se preocupaba de mirar los alrededores para asegurarse de que no habían más espectadores en los alrededores. Lo hizo pasar y cerró la puerta rápidamente tras de si, con esto listo se apresuró a lanzarle un hechizo antes de que lograra ver a Mahdi y comenzara a gritar.
Tal como esperaba, con el hechizo el padre Jan calló al piso suavemente entrando en un profundo sueño, fue lo primero que se le ocurrió, ahora necesitaba buscar en sus libros alguna poción de confusión, dentro de lo posible para que él sintiera que todo aquello había sido un sueño, y tenía una leve idea de como hacerlo... estaba segura que entre las raíces y hierbas tenía una que mal utilizada podía causar fiebres y alucinaciones, el trabajo sería trasladarlo de vuelta a la Iglesia antes de que alguien notara su ausencia, quizá podía usar un hechizo de manipulación... pero tendría que acompañar a Mahdi para dejarlo, estaría haciendo magia en una iglesia, justo en las narices de todos aquellos que querían eliminarla.
Lo peor de todo es que probablemente tendría que hacer lo mismo con la chica, y eso le dolía. No quería hacerlo, pero quizá Mahdi no pudiera con aquello.
Aria dio una profunda respiración antes de pasar sobre el cuerpo del hombre y correr por uno de sus libros, sin lograr ver el rostro de la esclava, el que probablemente estuviera con una mueca de terror pasmado— No esta muerto -aclaró revisando los estantes-, solo está inconsciente. Aún recordará haber estado acá y el haberte seguido, así que hay que hacer algo con ello antes de que despierte, y dentro de lo posible devolverlo a sus aposentos.
El tiempo estaba en su contra, y no es como si pudiera encerrarse en su estudio a pensar tranquilamente que hacer, aquello necesitaba una solución inmediata, y por mucho que lo odiara, si quería salvar a su nueva amiga no le quedaba más remedio que dejar de lado las apariencias y hacer lo que sus instintos le decían, no sabía encontrar una solución mundana porque ella no era una, ella era una hechicera, y no podría seguir ocultándolo de ella.
Tomo las manos de Mahdi entre las suyas y depositó un suave beso sobre ellas— Lo siento mucho, intenta quedar fuera de vista -susurró, emprendiendo su camino a la puerta. Cuando se vio frente a ella tomó una respiración profunda y la abrió, con rostro inocente y fingiendo sorpresa de verlo allí tocando su puerta a aquellas horas le preguntó que hacía allí, en lo que se preocupaba de mirar los alrededores para asegurarse de que no habían más espectadores en los alrededores. Lo hizo pasar y cerró la puerta rápidamente tras de si, con esto listo se apresuró a lanzarle un hechizo antes de que lograra ver a Mahdi y comenzara a gritar.
Tal como esperaba, con el hechizo el padre Jan calló al piso suavemente entrando en un profundo sueño, fue lo primero que se le ocurrió, ahora necesitaba buscar en sus libros alguna poción de confusión, dentro de lo posible para que él sintiera que todo aquello había sido un sueño, y tenía una leve idea de como hacerlo... estaba segura que entre las raíces y hierbas tenía una que mal utilizada podía causar fiebres y alucinaciones, el trabajo sería trasladarlo de vuelta a la Iglesia antes de que alguien notara su ausencia, quizá podía usar un hechizo de manipulación... pero tendría que acompañar a Mahdi para dejarlo, estaría haciendo magia en una iglesia, justo en las narices de todos aquellos que querían eliminarla.
Lo peor de todo es que probablemente tendría que hacer lo mismo con la chica, y eso le dolía. No quería hacerlo, pero quizá Mahdi no pudiera con aquello.
Aria dio una profunda respiración antes de pasar sobre el cuerpo del hombre y correr por uno de sus libros, sin lograr ver el rostro de la esclava, el que probablemente estuviera con una mueca de terror pasmado— No esta muerto -aclaró revisando los estantes-, solo está inconsciente. Aún recordará haber estado acá y el haberte seguido, así que hay que hacer algo con ello antes de que despierte, y dentro de lo posible devolverlo a sus aposentos.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Iba a hacerlo. La señorita iba a abrirle la puerta al padre Jean y, ¿qué sería de ella? Él la mataría en nombre de Dios, la mataría delante de todos los demás esclavos para dejar con eso una lección: la desobediencia se pagaba, sin conmiseración alguna. Mahdi no volvería a ver a su madre y a su hermana…
“Ya sabía que no las volvería a ver”, se recordó, asombrada al saber que en el fondo de su alma aún había una pequeña esperanza que afloraba ahora, cuando se sabía expuesta ante el peligro inminente. La desechó de inmediato, tener esa ilusión no le serviría de nada en esos momentos.
Sólo tenía una opción y no dependía en lo absoluto de ella. Su única salida era confiar en su amiga, en la señorita que siempre la había cuidado y hecho sentir bien.
Corrió hacia el cuarto trasero del lugar, ese sitio en donde la boticaria había curado sus heridas aquella primera tarde en la que se habían conocido. No conforme con encerrarse allí, Mahdi se metió debajo de la mesa y pegó su oído derecho a la pared para intentar oír algo de la conversación. El padre Jean gritaba tanto que sus palabras no se entendían.
Un golpe seco se oyó y la voz del sacerdote dejó de oírse. Mahdi solo percibía los pasos apresurados pero delicados de Aria. ¿Qué había ocurrido? Salió de su escondite con una valentía impropia de ella, la movía el sentido de lealtad hacia la otra joven. Recorrió el corto pasillo y se asomó a penas para ver al padre Jena en el suelo, como durmiendo.
-¿Qué…? –No sabía ni qué debía preguntar-. Oh, por Dios –susurró asustada y se abrazó el cuerpo, como si necesitase protegerse.
No entendía, lo veía pero no lo entendía. Se asustó al oír que Aria le aseguraba que el hombre dormía –mientras se afanaba en buscar algo entre sus preparados-, podría despertar y verla allí de pie junto a él… era arriesgado seguir allí, pero tampoco tenía valor de escapar.
-¿Devolverlo a sus aposentos? –repitió incapaz de comprender qué sucedía allí-. ¿A la iglesia? ¿Nosotras debemos llevarlo? ¿Y qué…? –se calló al notar que estaba haciendo demasiadas preguntas, pero no pudo refrenar la última-: ¿Qué le ha hecho?
No sabía como harían para moverlo, pero si con eso se aseguraba librarse de la reprimenda y el castigo –no solo el físico, sino el que seguramente el sacerdote le impondría: dejar de frecuentar la botica-, ella lo haría.
“Ya sabía que no las volvería a ver”, se recordó, asombrada al saber que en el fondo de su alma aún había una pequeña esperanza que afloraba ahora, cuando se sabía expuesta ante el peligro inminente. La desechó de inmediato, tener esa ilusión no le serviría de nada en esos momentos.
Sólo tenía una opción y no dependía en lo absoluto de ella. Su única salida era confiar en su amiga, en la señorita que siempre la había cuidado y hecho sentir bien.
Corrió hacia el cuarto trasero del lugar, ese sitio en donde la boticaria había curado sus heridas aquella primera tarde en la que se habían conocido. No conforme con encerrarse allí, Mahdi se metió debajo de la mesa y pegó su oído derecho a la pared para intentar oír algo de la conversación. El padre Jean gritaba tanto que sus palabras no se entendían.
Un golpe seco se oyó y la voz del sacerdote dejó de oírse. Mahdi solo percibía los pasos apresurados pero delicados de Aria. ¿Qué había ocurrido? Salió de su escondite con una valentía impropia de ella, la movía el sentido de lealtad hacia la otra joven. Recorrió el corto pasillo y se asomó a penas para ver al padre Jena en el suelo, como durmiendo.
-¿Qué…? –No sabía ni qué debía preguntar-. Oh, por Dios –susurró asustada y se abrazó el cuerpo, como si necesitase protegerse.
No entendía, lo veía pero no lo entendía. Se asustó al oír que Aria le aseguraba que el hombre dormía –mientras se afanaba en buscar algo entre sus preparados-, podría despertar y verla allí de pie junto a él… era arriesgado seguir allí, pero tampoco tenía valor de escapar.
-¿Devolverlo a sus aposentos? –repitió incapaz de comprender qué sucedía allí-. ¿A la iglesia? ¿Nosotras debemos llevarlo? ¿Y qué…? –se calló al notar que estaba haciendo demasiadas preguntas, pero no pudo refrenar la última-: ¿Qué le ha hecho?
No sabía como harían para moverlo, pero si con eso se aseguraba librarse de la reprimenda y el castigo –no solo el físico, sino el que seguramente el sacerdote le impondría: dejar de frecuentar la botica-, ella lo haría.
Última edición por Mahdi el Jue Ago 10, 2017 11:30 pm, editado 1 vez
Mahdi- Esclavo
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Escuchó sus dudas y se mordió el labio pensando qué decirlo ¿soltarle la verdad así sin más? ¿Inventarle algo más? Pero... seguir mintiendo ¿para qué? Si de todas formas solo duraría un par de minutos antes de que tuviera que utilizar sus poderes nuevamente para sacar al sacerdote de allí. Dejó las manos quietas dejando de rebuscar en los estantes, dejó caer la cabeza en señal de rendición y soltó un suspiro cansado antes de girarse hacia la muchacha con una mueca compungida— Tampoco me agrada la idea de ir a la Iglesia, mucho menos llevándolo a él, pero no podemos dejar que despierte acá, mucho menos que recuerde nada, Mahdi -se lamentó antes de volver a morder su labio preparándose para soltar aquella bomba de información, y es que si bien hacía aquello por su amiga, también lo estaba haciendo por ella misma, no salvaba solo a la esclava si no que también estaba protegiendo su propia vida. No quería acabar como su madre, ella quería hacer algo más que solo morir en la hoguera a los 19 años.
Guardó silencio un par de segundos pensando en cómo seguir, en cuales serían las palabras adecuadas para seguir con aquella explicación, pero ella bien sabía que aunque se pasara mil años pensando difícilmente encontraría la forma de decirlo como quería, quizá lo mejor sería solo soltarlo, así que tomó una profunda respiración y como si el aire fuera valor se llenó los pulmones de este antes de volver a emitir sonido alguno— Soy una hechicera, Mahdi...
Ya, estaba dicho, aunque no por eso había terminado, no podía solo decir eso y guardar silencio como si nada pasara— Una hechicera... una bruja, al final es lo mismo con distintos nombres, hay otros cuantos, unos más ofensivos que otros, pero en resumen es que puedo hacer magia, y eso es lo que hago acá... No soy malvada, no le hago daño a nadie -se cruzó de brazos y se abrazó a si misma intentando calmarse a si misma, de seguro la morena ya estaba nerviosa lo suficiente por ambas-. Estaba decidida a ocupar mis poderes para ayudar a la gente dentro de lo posible... No soy mala -repite intentando explicar ese punto, no quería que su amiga le temiera, no quería que escapara asustada del lugar en ese preciso momento.
¿Qué seguía ahora? Saliera o no corriendo de ese lugar, Aria aún debía ocuparse del sacerdote que estaba tirado en el piso de su tienda, aún tenía una pregunta de la chica sin responder, y sin atreverse a verla a los ojos sin estar preparada para ver como la juzgaba o la miraba con asco y miedo volvió a girarse para seguir con lo que estaba haciendo en un principio, buscar las raíces para la poción que lograra subirle la temperatura, con eso listo ya podría ver el tema del hechizo de confusión, aunque seguía sin saber cómo lo harían para llevarlo devuelta a la Iglesia, necesitaba un plan mejor que solo ocupar su magia para transportarlo pues estarían en un lugar abierto y por más que fuera tarde por la noche eso no aseguraba que nadie los vería.
— ¿Qué le hice? Solamente le hice un hechizo para dormir, lo que te dije antes era verdad... solo está durmiendo, y en cuanto despierte seguirá recordando todo a menos que haga algo.
Guardó silencio un par de segundos pensando en cómo seguir, en cuales serían las palabras adecuadas para seguir con aquella explicación, pero ella bien sabía que aunque se pasara mil años pensando difícilmente encontraría la forma de decirlo como quería, quizá lo mejor sería solo soltarlo, así que tomó una profunda respiración y como si el aire fuera valor se llenó los pulmones de este antes de volver a emitir sonido alguno— Soy una hechicera, Mahdi...
Ya, estaba dicho, aunque no por eso había terminado, no podía solo decir eso y guardar silencio como si nada pasara— Una hechicera... una bruja, al final es lo mismo con distintos nombres, hay otros cuantos, unos más ofensivos que otros, pero en resumen es que puedo hacer magia, y eso es lo que hago acá... No soy malvada, no le hago daño a nadie -se cruzó de brazos y se abrazó a si misma intentando calmarse a si misma, de seguro la morena ya estaba nerviosa lo suficiente por ambas-. Estaba decidida a ocupar mis poderes para ayudar a la gente dentro de lo posible... No soy mala -repite intentando explicar ese punto, no quería que su amiga le temiera, no quería que escapara asustada del lugar en ese preciso momento.
¿Qué seguía ahora? Saliera o no corriendo de ese lugar, Aria aún debía ocuparse del sacerdote que estaba tirado en el piso de su tienda, aún tenía una pregunta de la chica sin responder, y sin atreverse a verla a los ojos sin estar preparada para ver como la juzgaba o la miraba con asco y miedo volvió a girarse para seguir con lo que estaba haciendo en un principio, buscar las raíces para la poción que lograra subirle la temperatura, con eso listo ya podría ver el tema del hechizo de confusión, aunque seguía sin saber cómo lo harían para llevarlo devuelta a la Iglesia, necesitaba un plan mejor que solo ocupar su magia para transportarlo pues estarían en un lugar abierto y por más que fuera tarde por la noche eso no aseguraba que nadie los vería.
— ¿Qué le hice? Solamente le hice un hechizo para dormir, lo que te dije antes era verdad... solo está durmiendo, y en cuanto despierte seguirá recordando todo a menos que haga algo.
Arianrhod Dankworth- Hechicero Clase Media
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Re: El recado del padre Jean (Arianrhod Dankworth)
Era cierto, aquella idea era muy buena. Que el padre Jean se despertase en su cama, tranquilo y relajado como si nada hubiese ocurrido esa noche, que se sintiese algo adormilado y desorientado, pero sin haber descubierto que su esclava se escapaba por las noches del predio de la iglesia. La idea era fantástica, casi perfecta, pero, ¿cómo podían hacer que él olvidase? Era imposible, ¿de qué estaban hablando? El plan era ideal, pero demasiado pretencioso. Nadie se olvidaba de lo que había hecho hacía solo unas horas, por mucho que se hubiese golpeado la cabeza nadie lograba borrar cosas de su mente… Mahdi nunca había visto que algo así ocurriese. ¿Acaso la señorita había enloquecido?
A continuación, las palabras de Arianrhod sacudieron a la esclava. Pese a la fuerza con la que la verdad le llegó a los oídos, todo comenzó a cobrar sentido, Mahdi entendió algunas cosas, se dio cuenta de otras. Sí, tenía que ser cierto… Recordó de pronto a aquel hombre que había visitado a la señorita de noche, ella creyó que ella lo había curado, mas ahora entendía que ella podría haberle pasado las manos con sus poderes de bruja para sanarlo. ¿Era una adoradora del diablo? En verdad no lo parecía.
-Una bruja –repitió en voz baja y su mirada llegó hasta el cuerpo del sacerdote, como si temiera que el hombre estuviese oyéndolas. Sabía que aquella revelación podía poner en peligro a su amiga-. Tú corres más peligro que yo –le dijo porque no le importaba lo que ella era o hacía, Mahdi le tenía mucho cariño, cariño real y sincero.
Sabía que era cierto. Ella no era mala, nunca le había visto hacer daño a alguien –con excepción del sacerdote al que había ¿golpeado?-, ella era buena y Mahdi bien lo sabía, en el corazón de la boticaria había compasión, amor y solidaridad. Al menos de esa forma se había mostrado siempre con ella.
-Eres buena –le dijo, como si la joven necesitase la confirmación de boca de la esclava-. Siempre has sido buena conmigo, me has ayudado -recién en esos momentos notó que estaba tuteándola e intentó enmendar su error de inmediato-. O sea, tú… usted… es usted muy buena y yo no creo que ser bruja sea algo malo porque no creo que usted sea capaz de ser o hacer algo malo.
Estaba nerviosa, no podía evitar apretar su rosario, pidiendo protección de Dios para ambas, y principalmente sabiduría para saber qué les convenía hacer.
-Tenemos que hacer algo. ¿Cómo lo movemos? ¿Puede usted hacer que su cuerpo vuele? –le preguntó con inocencia, mirando hacia la estantería de preparados.
Tal vez alguno de esos frascos tuviese alguna preparación mágica que hiciese que el sacerdote olvidase todo, que volase desde el suelo de la botica hasta su cama. Después de todo no era tan lejos.
A continuación, las palabras de Arianrhod sacudieron a la esclava. Pese a la fuerza con la que la verdad le llegó a los oídos, todo comenzó a cobrar sentido, Mahdi entendió algunas cosas, se dio cuenta de otras. Sí, tenía que ser cierto… Recordó de pronto a aquel hombre que había visitado a la señorita de noche, ella creyó que ella lo había curado, mas ahora entendía que ella podría haberle pasado las manos con sus poderes de bruja para sanarlo. ¿Era una adoradora del diablo? En verdad no lo parecía.
-Una bruja –repitió en voz baja y su mirada llegó hasta el cuerpo del sacerdote, como si temiera que el hombre estuviese oyéndolas. Sabía que aquella revelación podía poner en peligro a su amiga-. Tú corres más peligro que yo –le dijo porque no le importaba lo que ella era o hacía, Mahdi le tenía mucho cariño, cariño real y sincero.
Sabía que era cierto. Ella no era mala, nunca le había visto hacer daño a alguien –con excepción del sacerdote al que había ¿golpeado?-, ella era buena y Mahdi bien lo sabía, en el corazón de la boticaria había compasión, amor y solidaridad. Al menos de esa forma se había mostrado siempre con ella.
-Eres buena –le dijo, como si la joven necesitase la confirmación de boca de la esclava-. Siempre has sido buena conmigo, me has ayudado -recién en esos momentos notó que estaba tuteándola e intentó enmendar su error de inmediato-. O sea, tú… usted… es usted muy buena y yo no creo que ser bruja sea algo malo porque no creo que usted sea capaz de ser o hacer algo malo.
Estaba nerviosa, no podía evitar apretar su rosario, pidiendo protección de Dios para ambas, y principalmente sabiduría para saber qué les convenía hacer.
-Tenemos que hacer algo. ¿Cómo lo movemos? ¿Puede usted hacer que su cuerpo vuele? –le preguntó con inocencia, mirando hacia la estantería de preparados.
Tal vez alguno de esos frascos tuviese alguna preparación mágica que hiciese que el sacerdote olvidase todo, que volase desde el suelo de la botica hasta su cama. Después de todo no era tan lejos.
Mahdi- Esclavo
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 20/01/2017
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